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HIDROGEOLOGÍA
Definición y Conceptos. Evolución de la Hidrogeología como Ciencia. El Ciclo del Agua en la
Tierra. Distribución del agua en la Hidrosfera. Balance Hidrológico Global. Importancia de los
Recursos Hídricos Subterráneos.
Definición y Conceptos
La Hidrología o Hidrología superficial es la ciencia que trata sobre las aguas terrestres, de sus
maneras de aparecer, de su circulación y distribución en el planeta, de sus propiedades físicas y
químicas y sus iteraciones con el medio físico y biológico, sin olvidar las reacciones a la acción del
hombre (Comité Coordinador del Decenio Hidrológico Internacional, UNESCO, 1965).
La Hidrología Subterránea, Geohidrología o Hidrogeología es aquella parte del ciclo del agua que
corresponde al almacenamiento, circulación y distribución de las aguas terrestres en la zona
saturada de las formaciones geológicas, teniendo presente las propiedades físicas y químicas,
sus iteraciones con el medio físico y biológico y sus reacciones a la acción antrópica (Meinzer,
1942; Castany & Margat, 1965; Davis & De Wiest, 1966; Custodio & Llamas, 1982, 1996).
La ciencia del estudio del agua subterránea es un instrumento con que cuenta el hombre para
controlar y utilizar el agua, y como tal, constituye un elemento esencial de la tecnología de los
recursos naturales. Este aspecto aplicado de la Hidrogeología conforma en la actualidad el campo
más activo y significativo, pues su desarrollo acelerado está permitiendo la evolución y
profundización de los conceptos básicos (Custodio & Llamas, 1996).
La Hidrogeología es una ciencia interdisciplinaria que tiene como finalidad establecer las
propiedades hidráulicas de los yacimientos de aguas subterráneas, sus características físicas,
biológicas y químicas, la forma de localizarla, extraerla y manejarla, como así también preservarla.
Para ello es preciso aplicar numerosas leyes, principios y métodos de muchas otras disciplinas.
La Mecánica de los fluidos es una disciplina imprescindible para los estudios de los medios físicos
de circulación, fundamentalmente en lo concerniente al flujo de agua en medios porosos y
principios para la medición de aforos y cálculos de conducciones y bombeos.
La Climatología es una ciencia auxiliar que se debe conocer lo suficiente para poder evaluar la
precipitación y la evapotranspiración ya que éstos son los dos factores, cuantitativamente, más
importantes en el ciclo hidrológico.
La relación entre la Hidrología superficial y la subterránea es cada vez más estrecha y necesaria,
por ello el hidrogeólogo debe tener una correcta compresión de los conceptos estadísticos de la
Hidrología de superficie, tales como frecuencia, período de retorno, regulación, relaciones entre el
escurrimiento y los acuíferos, etc.
Por último, teniendo presente la evolución del conocimiento y la posibilidad de simular situaciones
reales o ficticias que han ocurrido o pudieran ocurrir, se hace necesario el manejo y conocimiento
de los principios básicos de la matemática y computación.
La construcción de pozos excavados, en la zona del próximo oriente, estuvo muy difundida,
incluso desde tiempos bíblicos. Su profundidad, por lo general no superó los 50 o 100 metros,
pero la mayoría eran de un diámetro tal que permitían el ingreso de personas, e incluso animales.
El pozo excavado más conocido realizado en la antigüedad y que aún persiste es el “Pozo de
José” en El Cairo, Egipto. Este fue construido en roca sólida y se ejecutó en dos tramos: uno
superior que tiene 50 metros de profundidad y una sección de 5,5 por 7,3 metros, y el inferior que
se extiende por 40 metros de profundidad alcanzando un total de 90 metros. El agua era elevada
mediante cubos suspendidos en una cadena sin fin, siendo las del tramo inferior impulsadas por
Dr. Rodolfo F. García TEMA I 2
Geól. María Verónica Rocha Fasola
Universidad Nacional de Salta
Escuela de Geología
Cátedra de Hidrogeología
burros moviéndose dentro de una cámara situada en el fondo del tramo inferior (Johnson Screen,
1975).
Un interés general por perforar más que por excavar, se observó en el siglo XII, después del éxito
obtenido con una perforación realizada en Artois, Francia, en el año 1126. En el año 1833 se inició
la perforación de un pozo en la zona de Grenelle, cerca de París, que se finalizó en el año 1841 y
que fue, por mucho tiempo, el más profundo del mundo al alcanzar una profundidad final de 548
metros. En los años posteriores se realizaron numerosas perforaciones, cada vez más profundas
y complejas en Francia, obteniendo importantes conclusiones y adquiriendo experiencia que luego
fue difundida a otras partes del mundo. La aplicación de esta técnica de perforación tuvo especial
auge en la zona de Artois, en Francia, y sus pozos fueron tan famosos que aún hoy se utiliza el
vocablo de pozo “artesiano” como sinónimo de pozo surgente (Custodio & Llamas, 1996).
Las primeras interpretaciones científicas se efectúan en la costa occidental de Asia Menor, bajo la
influencia griega quiénes fueron los primeros en realizar concepciones teóricas acerca del origen
del agua subterránea, aunque sus contribuciones se pueden calificar como estériles y
equivocadas, el prestigio que contaban en muchas otras áreas del saber, condujo a que sus ideas
erróneas se aceptaran sin discusión, durante más de 20 siglos. Las concepciones helénicas
estuvieron influencias por el ámbito natural en el que vivieron, ya que las cuevas y sumideros de
origen kárstico (calcáreos) que cubren gran parte de la península balcánica, llevaron a pensar que
la lluvia sólo podía jugar un papel muy secundario en el origen de los ríos y las fuentes
subterráneas.
Platón (428 - 347 a.C.) concibió que el agua de los ríos y manantiales procedía de una serie de
conductos interconectados entre sí y que finalmente terminaban en una gigantesca caverna
subterránea (El Tártaro) de la que procedían sus aguas. También afirmaba que todas las aguas
volvían a El Tártaro por los mismos conductos o indirectamente. El mecanismo que hacía mover
éstas aguas no era explicado.
Aristóteles (384 - 322 a.C.) fue un gran observador de la naturaleza y concibió el ciclo hidrológico
en su libro “Meteorología” y difiere con Platón, ya que supone que el agua de las fuentes procede
de un conjunto de aberturas y conductos que hacen que el terreno se comporte como una gran
esponja. Afirma que el agua procede de la condensación por enfriamiento del aire que los llena,
por ello dice que los ríos más caudalosos nacen cerca de las grandes montañas.
La obra romana más importante es la del arquitecto Vitrubio que en su libro “Architectura Libri
Decem” dedica un capítulo al agua subterránea, donde trata las formas de localizar nuevas
fuentes de agua, captación, y su distribución, insinúa la relación entre el tipo de suelos y la calidad
química del agua subterránea. Este autor sostiene que el agua de la lluvia o de fusión de la nieve
se infiltra en el terreno y aparece de nuevo en las zonas bajas, en distintas manifestaciones.
Según estas afirmaciones Vitrubio es el primero que expone una interpretación correcta del ciclo
hidrológico.
La caída del Imperio Romano de occidente en el siglo V, ante la invasión de los bárbaros
determinó que por cerca de 800 años no se produzcan grandes avances en el mundo de las
ciencias. La actividad intelectual de los siglos XII y XIII se produce en forma marcada, luego de
superar aquellos años de oscurantismo. Son muchos los que retoman la filosofía helénica, se
produce la creación de numerosas universidades y se origina un nuevo movimiento en las
ciencias y cultura. El alemán Alberto Magno (1206 - 1280) y el inglés Roger Bacón (1214 - 1292)
sostienen que solamente la experimentación tiene fuerza y validez demostrativa.
El desarrollo de la filosofía de Aristóteles y Platón en las universidades medievales no condujo a
perfeccionar las ideas que ambos tuvieron sobre el ciclo hidrológico.
Edmé Mariotte (1620 - 1684), realizó medidas de lluvias y caudales muy similares a los de
Perrault, pero con un mayor grado de precisión, mediante el uso de flotadores en el último caso y
llegó a similares conclusiones. Mariotte midió también la in filtración del agua de lluvia y observó
que éste valor variaba con la lluvia y de ahí dedujo que las fuentes subterráneas eran alimentadas
también por el agua de lluvia.
Aunque Perrault, Mariotte y Halley hicieron ver el papel de la infiltración y de la fase subterránea
del ciclo hidrológico, no se puede hablar de la existencia de una Hidrogeología con anterioridad a
que fueran establecidos los principios fundamentales de la ciencia geológica hacia fines del siglo
XVIII y comienzos del siglo XIX, especialmente debido a los trabajos de Hutton, Smith, Werner y
Brogniart, entre otros.
El desarrollo de la Hidrogeología a lo largo de los últimos 100 ó 150 años, se ha verificado en dos
líneas principales: la primera, vinculada a la relación entre la geología y el agua del subsuelo,
desarrollada por los geólogos y, la segunda, ligada a la aplicación de las leyes de la física para
deducir el flujo de agua en las formaciones geológicas, llevada a cabo principalmente por
ingenieros hidráulicos. En los últimos tiempos, también se podría incluir una tercera línea que se
vincula a la técnica de explotación del agua subterránea (perforación de pozos y bombeo).
En opinión de Meinzer (1942) los avances más significativos de la época moderna lo realizaron
científicos franceses durante la primera mitad del siglo XIX. Así Belgrand (1846) publica su obra
“Etude Hydrologique de la Partie Superieur de la Seine”, en la que realiza distinciones
fundamentales entre las formaciones permeables e impermeables. En 1887 aparece la obra de
Daubrés “Les eaux souterraines a l´epoque actuelle et a les époques ancienes”, que puede ser
considerado como uno de los primeros tratados de aspectos geológicos de las aguas
subterráneas. Desde aquel entonces hasta la actualidad, la evolución del conocimiento científico
de la Hidrogeología fue creciendo sin pausa, mencionando entre otros, a Imbeaux, Martel,
Keilhack, Prinz, Meinzer, Tolman, etc.
Por la magnitud de sus aportes a la Hidrogeología, el francés Henry Darcy merece especial
atención. Este ingeniero publicó en el año 1856 “Les fontaines publiques de la ville de Dijon”,
donde establece la ley matemática que rige el flujo del agua subterránea. Es a partir de este
trabajo que se considera el inicio moderno y científico de la Hidrogeología como ciencia. En el año
1863, el francés Jules Dupuit es el primero en aplicar la ley de Darcy para calcular el flujo del agua
en un pozo en su obra “Etudes theoriques et pratiques sur le mouvement des eaux dans les
canaux decouverts et á travers des terrains permeables”.
La contribución alemana más notable fue la realizada por Adolph Thiem (1836 - 1908) que analizó
los problemas referentes al flujo del agua hacia los pozos y galerías, en régimen permanente. El
artículo publicado en el año 1886 por Forcheimer “Ueber die Ergebigkeit von Brunnen Anlagen
und Sickerschkitzen” señala la primera aplicación del cálculo diferencial al flujo de agua
subterránea. Sin embargo, tuvieron que pasar más de 40 años antes de que se escriba el primer
tratado sistemático de fluidos aplicado al flujo subterráneo, puesta a consideración por Muskat en
el año 1937, que lleva por título “The Flow of homogeneous fluids through porous media”
En el año 1935 el norteamericano Theis publica una fórmula para el estudio del flujo a los pozos
en régimen no permanente. Esta expresión matemática fue desarrollada posteriormente por una
multitud de autores, aplicándola a situaciones más complejas.
Tal vez, al hacer referencias históricas de los últimos años se cometa algún acto de injusticia,
puesto que son muchos los hidrogeólogos, ingenieros, matemáticos, físicos y químicos que
realizaron importantes aportes al avance del conocimiento teórico y práctico de las aguas
subterráneas. La información, expresada como libros de textos, relacionada directamente con la
hidrogeología es tan abrumadora que al consultar la Web, se puede encontrar más de 1500 títulos
disponibles.
Por último, cabe mencionar que los hidrogeólogos necesitan cada vez más de los conocimientos y
bases de disciplinas como la matemática, física, química, ecología, biología, informática, etc., que
permiten tener una visión integradora del problema a resolver. Al mismo tiempo es necesario
indicar que ya no es posible concebir un profesional formado si es que se carece de algunos de
estos instrumentos, tal es así que se puede afirmar sin mayor lugar a dudas que la geología fue la
ciencia madre pero, actualmente, la hidrogeología es una ciencia por sí sola.
El ciclo del agua se inicia cuando una parte del vapor de agua de la atmósfera se condensa y se
originan las precipitaciones en forma de lluvia o nieve. Se debe tener presente que no toda la
lluvia alcanza la superficie de la tierra, ya que una parte se vuelve a evaporar inmediatamente
durante su caída y otra es retenida o interceptada por la vegetación o por las superficies de
edificios, carreteras, etc., y vuelve a la atmósfera en forma de vapor. De aquella agua que alcanza
la superficie del terreno, una parte es retenida en pequeñas depresiones (charcos y aguadas) y en
gran proporción retorna casi inmediatamente a la atmósfera por evaporación. Otra parte circula
sobre la superficie y se concentra en pequeñas arroyadas y líneas de drenaje, que se reúnen en
arroyos y luego en los ríos, constituyendo el agua de escurrimiento superficial, que tiene como
destino final un lago o el mar, desde donde será evaporada o bien, se infiltrará en el terreno por
donde circula.
Por último, hay una tercera parte de la precipitación que penetra bajo la superficie del terreno,
conocida como infiltración, que se realiza a través de canales, fisuras y poros del suelo, a los que
va llenando progresivamente. Un cierto volumen del agua infiltrada no desciende hasta la zona
saturada o del agua subterránea propiamente dicha, sino que es retenida en los que se conoce
como zona no saturada o zona de humedad del suelo, desde donde vuelve a la atmósfera por
evaporación y transpiración de las plantas. Establecer la cantidad que corresponde a una u otra
es tarea muy difícil, por lo que es común que siempre se aplique el término de evapotranspiración
para el conjunto del fenómeno (Fetter, 1988).
El movimiento del agua a través de un terreno se caracteriza por su relativa lentitud y su origen
se debe fundamentalmente a la acción gravitatoria. En la zona no saturada, existen otras fuerzas
(especialmente la tensión superficial) que originan muchas veces la presencia de una faja más o
menos continua llamada faja capilar, desde donde el agua pude retornar a la superficie a través
de la evaporación, transpiración o ambos fenómenos a la vez. Otras veces el agua subterránea
alimenta directamente a los cauces fluviales, origina manantiales, o entrega sus caudales
directamente al mar.
Excepto en las cuencas endorréicas de las zonas áridas o semiáridas, la mayor parte de las
aguas del escurrimiento fluvial y subterráneo terminan, más tarde o más temprano en el mar, por
lo que se debe considerar a los océanos como la fase final del ciclo hidrológico, ya que de ellos
vuelve a evaporarse y se re - inicia nuevamente todo el proceso.
El ciclo hidrológico es un mecanismo en que una partícula de agua evaporada desde el océano
vuelve a éste luego de pasar por las etapas de precipitación y escurrimiento fluvial y subterráneo,
caracterizándose por que este movimiento puede tener una marcada irregularidad en el espacio y
en el tiempo, además de las interrupciones que pueden suceder en cualquiera de las etapas del
ciclo global.
Cuadro 1: Distribución y porcentajes de las aguas en la tierra (Lvovitch, 1967 y Nance, 1969, en Custodio & Llamas, 1996)
Area (Km2 x 103) Volumen (Km3 x 103) Altura equivalente (m) % del agua total Tiempo de residencia
Océanos 362.000 1.350.000 2700 97,6 3.000 años
Tierras emergidas
Ríos - 1,7 0,003 0,0001 15-20 días
Lagos dulces 825 125 0,25 0,009 10 años
Lagos salados 700 105 0,20 0,008 150 años
Humedad z.n.s 131.000 150 0,30 0,01 semanas/años
Glaciares - hielos 17.000 26.000 50 1,9 miles de años
Agua Subterránea 131.000 7.000 14 0,5 miles de años
Total tierras emergidas 148.000 33.900 65 2,4 -
Atmósfera (vapor) 510.000 13 0,025 0,001 8-10 días
Total 510.000 1.384.000 2.750 100
Del análisis del cuadro se puede apreciar que casi la totalidad de agua del planeta se encuentra
en los océanos (97 %). Su volumen equivale a la evaporación oceánica media anual durante
3.000 años por lo que este valor puede tomarse como un orden de magnitud del tiempo que una
molécula de agua permanece en el océano. En contraste, el volumen medio de vapor de agua que
contiene la atmósfera equivale a 25 mm de lluvia. Si se tiene presente que la precipitación media
anual en la tierra es de 1.000 mm, resultaría una lluvia media diaria de 2,7 mm, de lo que resulta
que el tiempo de residencia de una molécula de agua en la atmósfera es de unos 8 ó 10 días
(Custodio & Llamas, 1996).
El volumen de agua que en un instante determinado contienen todos los cursos fluviales del
mundo es muy pequeño (1.700 Km3), pero sin embargo, hay que tener en cuenta que la velocidad
con que circula el agua de los ríos es muy grande comparada con la mayoría de los otros medios.
Si se asume que las aguas contenidas en todos los ríos del planeta estarían almacenadas en un
recipiente sin recibir alimentación externa, y su caudal se vertiese hacia el mar con un caudal
constante igual al caudal medio anual, el depósito quedaría completamente vacío en unos 15 o 20
días.
El valor del contenido de humedad en la zona no saturada del subsuelo es muy difícil de
cuantificar y existen muchas dudas respecto a los tenores mostrados en el cuadro. Se considera,
muy estimativamente, que el tiempo de permanencia del agua en la zona saturada sería de unas
cuantas semanas; mientras que para aquellas aguas que pasan a formar parte de los reservorios
subterráneos, con flujo, alcanzaría un tiempo mucho más amplio (años, miles de años e incluso
decenas de miles de años).
La mayor reserva de agua dulce del planeta se encuentran en los casquetes polares de la
Antártida y en el Artico. El volumen (26.000.000 Km3) es unas 200 veces superior al volumen
contenido en todos los lagos de agua dulce del mundo. Si los casquetes polares se fundieran
totalmente, el nivel actual del mar se elevaría aproximadamente 70 metros. Nace (1969) considera
que los hielos polares aportan cada año al mar unos 2.500 Km3.
El volumen de agua almacenada en el subsuelo (agua subterránea) es tal vez la más difícil de
definir y estimar. Lvovitch (1967) considera que la cantidad de agua subterránea es de 60.000.000
Km3 pero, de este volumen, únicamente unos 4.000.000 de Km3 a 8.3500.000 Km3 intervendrían
en el ciclo hidrológico, no extendiéndose más allá de los 4.000 metros de profundidad.
I = Ingresos
I - E = +/- ∆V E = Egresos
∆V = Variación del almacenamiento
Esta ecuación puede ser aplicada a una región o unidad de estudio cualquiera y en un tiempo
cualquiera. Sin embargo, cuando la unidad de tiempo es grande se debe considerar que las
variaciones en el volumen almacenado son despreciables y, en ese caso, las entradas son
iguales a las salidas. Este balance puede ser analizado con más detalle si se recuerda que tanto
el escurrimiento superficial, el flujo subterráneo, la evaporación y la transpiración
(evapotranspiración) dependen de una única fuente primaria: las precipitaciones (en cualquiera de
sus formas). De esta manera la fórmula del balance global se puede expresar como:
P = Precipitación
P = R + Evp + I o bien, que P - R - Evp - I = 0 R = Escurrimiento fluvial
Evp = Evapotranspiración
I = Infiltración
Será casualidad o una circunstancia matemática exacta de que el planeta Tierra se encuentre a
unos 150 millones de kilómetros de distancia al Sol y por lo tanto el agua exista como tal y en la
cantidad suficiente. Si el planeta se encontrara unos 16 millones de kilómetros más cerca del Sol,
toda el agua se hubiese evaporado; por el contrario 16 millones de kilómetros más lejos del Sol,
toda el agua se encontraría congelada. Pero gracias a ese equilibrio de la naturaleza existe
aproximadamente 1384 millones de kilómetros cúbicos de agua en todo el planeta. Esta cantidad
parece más que suficiente, pero la realidad indica que no lo es, ya que aproximadamente el 97,6
% es agua salada. El agua dulce, indispensable para la vida, para el riego de plantaciones y para
la industria, sólo representa el 2,4 % del total. Como se observó, la mayoría de ese 2,4 % se
reparte entre los casquetes polares y el agua subterránea. Las otras formas (aguas de ríos, lagos,
humedad del suelo, glaciares continentales y vapor de agua en la atmósfera), no alcanzan al 1 %
(La Nación, 1999) (Figura 3).
La escasez de agua afecta actualmente a unos 26 países en los que viven aproximadamente 300
millones de personas. Según el Consejo Mundial del Agua (IWMI, 2001), para el año 2025 más de
66 países del planeta (que contendrán a casi dos tercios de la población mundial) tendrán graves
problemas de abastecimiento de agua. Además de la escasez, el agua puede presentar también
limitaciones para su uso por su deficiente calidad, física y química, o bacteriológica. La OMS,
calcula que el 80 % de las enfermedades que afectan a la población se relaciona directamente
con el agua: cólera, fiebre tifoidea, dengue, malaria, esquistosomiasis, conjuntivitis,
metahemoglobinemia, etc.
Los residuos industriales tienen para la salud humana un impacto terriblemente negativo y son,
por mucho, más peligrosos que los efluentes domiciliarios. Los contaminantes orgánicos
persistentes son los abanderados de esta situación, ya que sus efectos son, normalmente
catastróficos para el medio ambiente, debido a su persistencia, carácter acumulativo y elevada
toxicidad. Industrias como de las curtiembres, que vierten cromo y la galvanoplastia, que emiten
arsénico, son altamente contaminantes.
Así planteada la realidad, y sin ser catastrofistas, seguramente que las generaciones más
próximas tendrán que sobrellevar la irresponsabilidad e insensibilidad de nuestro presente y
lamentablemente, dentro de este escenario, asistirán a luchas y guerras por el dominio del recurso
hídrico.
Los países fijan límites y fronteras, mientras que las aguas atraviesan éstas sin importarles
credos, filiación política o niveles sociales. Están allí para que el hombre las aproveche, les
otorgue bienestar y las disfrute. Lo malo no es utilizar el agua, sino lo que se hace con ellas y
como se las reintegra al circuito.
En muchas partes del mundo, especialmente en las zonas áridas y semiáridas, la disponibilidad
de agua superficial para bebida, riego o uso animal es más que crítica. Por otra parte, en aquellos
sectores del planeta donde los recursos superficiales son abundantes, normalmente se
encuentran contaminados o polucionados. En otros casos, el aprovechamiento de las fuentes
superficiales supone la inversión de grandes sumas de dinero y el emplazamiento de enormes
obras de infraestructura que suelen tener un fuerte impacto sobre el medio ambiente. También, se
debe indicar que en las regiones donde las lluvias son estacionales, la disponibilidad de agua
superficial puede estar condicionada únicamente a ese periodo.
Estas y, como se verá durante el desarrollo del curso, muchas otras razones hacen del agua
subterránea una fuente de recursos hídricos de importancia mayúscula. A modo de ejemplo se
puede citar el reservorio de agua subterránea que ocupa casi todo el sector norte del Africa,
donde las precipitaciones líquidas oscilan entre 250 mm y 0 mm al año. Debido a la elevada
evaporación, la recarga efectiva es casi nula. Este yacimiento de agua se encuentra en las
formaciones geológicas conocidas como Areniscas de Nubia y el Continental Intercalar y ocupa
una superficie mayor a 6.000.000 Km2 (desde el Sahara Marroquí hasta Alejandría, en Egipto). La
cantidad de agua almacenada en este reservorio ha sido estimada (Nace, 1969) en unos 60.000
Km3, equivalentes a una altura de agua de 100 metros, extrayéndose el recurso desde
profundidades superiores a los 1.500 metros. Estudios recientes indican que el agua explotada se
habría infiltrado hace unos 40.000 años atrás, por lo que agua extraída no pertenecería al ciclo
hidrológico actual. Esta extraordinaria fuente de agua subterránea entrega sus caudales de
surgencia a numerosas poblaciones y oasis, permitiendo el desarrollo de la vida en un lugar
dominado por el “Erg” del Sahara, donde no existen fuentes superficiales.
Otro ejemplo es la Formación geológica Ogallala, en Texas, EEUU, que ocupa una superficie
aproximada de 90.000 km2 y está hidráulicamente aislada de cualquier posible fuente de recarga
subterránea o superficial, excepto la lluvia. La recarga procedente de las precipitaciones se estima
en el orden de 4 a 15 mm/año. La cantidad de agua almacenada en el reservorio, en el año 1938
era de unos 600.000 Hm3, que representaba una altura de agua equivalente de 7 metros, de los
cuales, aproximadamente la mitad se consideran económicamente recuperables. El volumen
actual de explotación, a través de perforaciones, es del orden de 6000 Hm3, es decir unas seis a
quince veces superior a la recarga anual natural. El descenso en el volumen de agua almacenado
en la Formación Ogallala ha sido de unos 110 km2 es decir, casi un 20 % del volumen total y un
40 % del volumen utilizable.
Bibliografía
Castany, G., 1971. Tratado práctico de las aguas subterráneas. Editorial Omega. Barcelona, España.
IWMI, 2001. International Water Management Institute. Projected Water Scarcity in 2025.
La Nación, 1999. Revista Dominical del Diario La Nación. Buenos Aires. Argentina.