Sei sulla pagina 1di 3

William Rothsein

El análisis y la interpretación musical, traducido por Juan Carlos Lores, de


“Analysis and the act of performance”, perteneciente a “The Practice of
Performance”, editado por John Rink. Cambridge University Press, 1995.
Existe una cuestión que inquieta a los músicos a la hora de interpretar: ¿cómo
aplicar a la interpretación de la obra los conocimientos averiguados tras el análisis de
esta? El autor plantea, de una forma muy adecuada, preguntas esenciales que hacen
plantearse la verdadera razón del análisis musical, o síntesis (como lo llama Schenker,
el cual es referenciado en numerosas ocasiones).
En este marco, Rothstein publica su artículo sobre la práctica interpretativa en
un contexto histórico en el que ya, desde los primeros inicios en la década de los
sesenta, se había replanteado la forma en la que se venía interpretando la música
clásica. La manera de entender y representar la música “tal y como se había hecho
hasta ese momento” está ya totalmente obsoleta en 1995. En su lugar, empiezan a ser
divulgados discursos sobre la búsqueda de la verdad y sobre la interpretación fiel al
mensaje del compositor. William Rothstein es una autoridad en lo que respecta al
análisis schenkeriano y del ritmo y ha sido publicado en numerosas revistas
internacionales.
El artículo trata la importancia del análisis a la hora de interpretar,
ejemplificando sus discernimientos con obras para piano solo de Bach, Beethoven,
Chopin y Brahms. Busca cuestionar la afirmación de Schenker de que en las obras de
arte solo existe una única interpretación verdadera, para ello, remarca la diferencia
entre la verdad analítica y la dramática. Además, se sirve de múltiples analogías a otras
artes escénicas como la poesía recitada, el baile y el teatro para explicar la repercusión
del análisis de la obra.
Se pone de manifiesto que la mera corrección en sí de la lectura de la obra no es
lo que va a producir que el oyente disfrute de la interpretación, o goce de la magia de
la música. El hecho de que el instrumentista quiera demostrar durante la actuación
todos los conocimientos que ha adquirido, tras analizar la obra, solo pone de manifiesto
el ego del intérprete. Si el compositor, en cierto momento, camufla el motivo principal,
no es labor del intérprete mostrar al mundo su propio descubrimiento. El intérprete es
un nexo de unión entre la obra y el público, es su cometido. Dicho de otra manera: sin
un intérprete que dé vida a lo escrito por el compositor, la música no puede llegar al
público. El trabajo del intérprete no es fácil, para no limitarse exclusivamente a hacer
una lectura del texto, ha de aportar algo al arte, pero de forma sutil, sin caer en
egocentrismos ni interferir en la transmisión del mensaje.
Por consiguiente, es de gran importancia para el arte musical comprender la obra.
Sin embargo, el análisis “obsesionado con el aspecto temático”, tal como acierta a
decir Rothstein, no facilita la labor de tocar la obra de forma artística. Si se es fiel
exclusivamente a esta manera de analizar, es presumible que se caerá en una
interpretación redundante, que únicamente trate una enumeración consecutiva de los
inicios de los diferentes temas principales. Se trata de establecer un criterio para la
elección de los niveles de jerarquía mediante un análisis exhaustivo: basado en temas
y motivos, análisis de frases, métrico, de conducción de las voces tipo schenkeriano
(además del análisis armónico tradicional, que como bien dice el autor, informa a los
otros tipos mencionados). Tras el análisis, se entiende que se posee un mayor
conocimiento de la obra, lo cual permite tomar las decisiones interpretativas
adecuadas. Asimismo, cada músico tiene su propio criterio para ser capaz de elegir
qué aspecto quiere destacar de la pieza. Si solo existiese una única interpretación
verdadera, ¿qué sentido tendría escuchar diferentes versiones de la misma obra? Dado
que la posición en los diferentes niveles de jerarquía dependería de la singularidad de
su propuesta, una interpretación fiel, que busque únicamente conmover al oyente (la
magia de la que habla Rothstein) necesitaría criterio para poder elegir la manera en la
que tocar.
En el análisis de las obras, el autor califica de pedante una interpretación de una
fuga de Bach que destaque todos los inicios de los sujetos. Sin embargo, en el caso de
la evolución motívica de la sonata op. 101 de Beethoven, invita al intérprete a
destacarlos. La aportación que Rothstein realiza no es tan valiosa en el puro análisis
de las obras que pueda realizar, sino en las preguntas trascendentales que hace
plantearse al lector. Aviva el pensamiento crítico del intérprete e invita a que realice
su propia pirámide de jerarquía. Tal como indica, son necesarios conocimientos en
análisis y, quiero remarcar, en distintos tipos de análisis para poder disponer de las
herramientas necesarias para averiguar la naturaleza de la música a interpretar. Como
bien dice el autor, en la música, a diferencia de otros discursos en los que sí que se
utilizan palabras, es aún más necesario analizar en busca del significado (ya sea
motivicamente, armonicamente, estructuralmente, etc). Cada tipo de análisis aportará
una semilla de significado distinta, que dará fruto a la comprensión de la obra, como
fin de nuestra tarea. Cuantas más semillas tengamos la capacidad de sementar,
proporcionalmente más rico será el bosque de arte y conocimiento que brotará.
Además, si se me permite otra analogía, aprender sintaxis no es necesario para
poder hablar, pero sí para comprender el funcionamiento de tu idioma. Si se controla
este tipo de análisis, es más fácil entender el funcionamiento de otra lengua y, por
consiguiente, aprender a hablarla. Estudiar analíticamente los procesos compositivos
y creativos de un compositor y compararlos con lo que ya sabes de otro es una forma
brillante de comprender cualquier otra música que tengamos por descubrir.

Potrebbero piacerti anche