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México esta situada en América del Norte con capital en la Ciudad de México, su presidente es
Andrés Manuel López Obrador, es una república representativa, democrática, federal y laica, su
moneda es Pesos mexicanos.
Tiene una superficie de 1.964.375 Km2, situada en América media, lidiando con el mar Caribe y
el Golfo de México, entre Belice y los Estados Unidos y lidiando con el Océano Pacifico del
Norte, entre Guadalajara y los Estados Unidos. Dividido en 31 estados y un distrito federal;
Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Coahuila,
Colima, Distrito Federal, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Estado de México,
Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Sinaloa Puebla, Querétaro, Quintana Roo,
San Luis Potosí, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Zacatecas.
México es poblado por 129.2 millones, la edad promedio esta población es 27 años, el 60% de
los mexicanos es mestizo (Amerindio-español), amerindio o predominante amerindio el 30%, el
9% blanco, otro 1%.
México tiene como miembros a la OEA, ONU, OCDE, TLCAN, G-20, G-5, APEC, G.3, CIN,
UL, ABINIA, Grupo de Río, OEI, AEC.
México tiene una economía mixta; es decir, está compuesta tanto por empresas de propiedad
privada como estatales; el gobierno también regula la actividad económica. Actualmente, la
economía de este país está entre las primeras 20 más grandes del mundo.
1. Sector primario
El sector primario está conformado por la agricultura, la ganadería, la silvicultura (explotación
forestal) y la pesca. Es uno de los vitales sectores económicos de México, pues contribuye al
desarrollo de los otros dos.
A principios de la década de 1980 este país adoptó un modelo de crecimiento impulsado por las
exportaciones. En consecuencia, el sector primario comenzó a experimentar una mejoría.
El crecimiento de la actividad agrícola fue la principal fuente de divisas que permitió poder
responder a las importaciones de capital y cumplió con la creciente demanda interna de bienes.
2. Sector secundario
El sector secundario es uno de los grandes sectores económicos de México. Está integrado por
las actividades de minería y petróleo, y por la industria de la transformación (industria
manufacturera) de la materia prima.
La producción de la industria minera representa el 4 % de su PIB total. Este sector genera más de
352 000 empleos, de acuerdo con datos económicos del 2017.
Además, sus minas producen el 1,7 % de la producción mundial de minerales. En este sentido, el
país azteca es el mayor productor mundial de plata.
De acuerdo con World Mining Data (2015), México es el décimo tercer productor mundial de
productos mineros.
En lo que respecta al petróleo, la nación mexicana es una de las mayores productoras de petróleo
del mundo. Esta afirmación se sustenta en una producción de 2,1 millones de barriles por día en
2016.
De igual modo, es el tercero más grande de América después de Estados Unidos y Canadá.
Según registros, solo en el 2016 Estados Unidos importó más de 437 millones de barriles de
crudo pesado de México.
3. Sector terciario
El terciario es uno de los importantes sectores económicos de México. Este sector ha ido en
incremento de su rendimiento desde el 2006. Así pues, por más de 10 años ha reportado para
México más del 60 % del PIB anual.
Las cifras de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey reportan una mejoría de esta
división económica sectorial en el primer trimestre del 2018. Durante todo este período aportó
1,8 % del 2,2 % registrado en el aumento del PIB de México.
Por otra parte, se espera que el sector servicios sea un motor de crecimiento económico de
primera línea. Esta esperanza se basa en que el ámbito de los servicios ocupa más del 50 % de la
fuerza de trabajo mexicana.
1971 – Nació el Movimiento de Liberación Homosexual. Fue el primer grupo formado por
homosexuales en México que debido a la represión tuvo que operar de manera oculta.
1978 – El Frente Homosexual de Acción Revolucionaria “salió del clóset” al manifestarse por
primera vez en público en la marcha de conmemoración de la Revolución Cubana.
1979 – Por primera vez se realiza en México la “Marcha del Orgullo Homosexual”. Los
diferentes grupos se unieron en uno solo para desfilar. La intención era hacerlo por Paseo de
la Reforma, las autoridades se negaron y se hizo por Río Lerma. El siguiente año (1980), se
logró marchar por primera vez en Paseo de la Reforma.
1982 – Por primera vez un partido político postula a un ciudadano abiertamente homosexual a
un cargo público. Rosario Ibarra se convirtió en candidata a una diputación federal por el
Partido Revolucionario de los Trabajadores.
1983 – La desinformación sobre el VIH – Sida desató pánico en la República. Se culpó a los
homosexuales de la aparición del virus. “El Sida es el castigo que envía Dios a quien ignora
sus leyes. El homosexualismo es uno de los vicios más grandes que condena la iglesia” dijo
en su discurso el nuncio Papal en México.
1997 – Por primera vez fue electa una diputada abiertamente lesbiana: Patria Jiménez llegó a
la Cámara de Diputados.
1998 – Se realizó el primer Foro de Diversidad Sexual. Se invitó a debatir políticas a los
integrantes más importantes del movimiento lésbico – gay de México.
1999 – La marcha del Orgullo Lésbico, Gay, Bisexual y Transgénero tomó el lugar de la
tradicional Marcha del Orgullo Gay. Esta nueva identidad fortaleció el movimiento.
2010 – La Ciudad de México, antes Distrito Federal; fue la primera entidad en aprobar el
matrimonio entre personas del mismo sexo.
2016 – El presidente de la república Enrique Peña Nieto firmó una iniciativa para reconocer
en la constitución el matrimonio entre personas del mismo sexo.
PENA DE MUERTE
Sumario
Códigos penales.
Derecho internacional.
Trayectoria final.
Panorama actual.
Códigos penales
a) La historia de la pena de muerte en México es muy antigua y con fuerte raigambre. Se tiene
noticia de ella desde las culturas precolombinas. En el derecho azteca, las formas de aplicar
esta irreparable pena eran crueles y dolorosas; entre otras: descuartizamiento, decapitación,
lapidación, garrote y horca.
En la época colonial, en tiempos de la Inquisición, la muerte como pena fue práctica común
junto con la tortura y los castigos corporales: azotes, marcas y estigmatizaciones.1 Después de
la Independencia, la pena capital siguió presente.
c) El Código Penal federal de 1871 (conocido como "Código Juárez" o "Código Martínez de
Castro") prescribió, entre otras sanciones, la de muerte, a pesar de que la mayoría de los
miembros de la Comisión redactora se manifestaron en contra de ella: la tacharon de
ilegítima, injusta, no ejemplar, indivisible, irreparable e innecesaria, y se pronunciaron por su
abolición. Martínez de Castro, presidente de la Comisión, no obstante anhelar su desaparición,
consideró que era sumamente peligroso suprimir esta pena, en virtud de las circunstancias
difíciles en que se encontraba el país, y especialmente por la situación precaria e insegura de
las penitenciarías.
d) El Código Penal de 1929 abolió esta pena, y con ello quedó proscrita en el ámbito federal,
en los territorios federales y en el Distrito Federal.
e) El Código Penal de 1931 siguió el camino trazado por el ordenamiento penal de 1929 y, en
esa línea legislativa, no incluyó en su catálogo de penas, la de muerte.
f) El Primer Código Penal para el Distrito Federal, de 2002, coherentemente con esta
evolución legislativa, tampoco incorporó esta debatida pena.
Derecho internacional
Trayectoria final
b) El Código castrense era el único ordenamiento penal que mantenía vigente la pena capital,
y sólo la preveía para diversos delitos graves que atentaran contra la seguridad nacional o
contra el orden militar. No obstante, a pesar de la vigencia de esta grave pena, puede
afirmarse que casi no se aplicaba. Es sabido que, a partir de los años sesenta, el presidente de
la República, en todos los casos en que se imponía la pena capital, concedía el beneficio de la
conmutación por prisión extraordinaria de veinte años. Se dice que la última ejecución, en el
fuero militar, ocurrió el 9 de agosto de 1961. Sin embargo, hay quienes afirman que fue en
1957.
Ante esta situación, y con la finalidad de adecuar esta legislación a los principios que rigen en
materia de derechos humanos, por decreto de fecha 21 de abril de 2005, publicado en el
Diario Oficial de la Federación el 29 de julio de 2005, se suprimió la pena de muerte en el
Código punitivo militar y se sustituyó por la pena de prisión de 30 a 60 años.
Panorama actual
Con los mismos fines, y aprovechando la coyuntura política, el 9 de marzo de 2009 el partido
Verde Ecologista de México impulsó una iniciativa de reforma para reincorporar la pena
capital a la Constitución federal, y reglamentarla en otras leyes, para sancionar los delitos de
secuestro, terrorismo y homicidio calificado. Este hecho motivó la realización de un foro de
discusión en la Cámara de Diputados en el que intervinieron tanto especialistas en la materia
como analistas políticos. Nuevamente se desataron las razones y las pasiones. Sin embargo,
nada nuevo se adujo, porque ya todo se ha dicho, tanto en pro como en contra, sobre la muerte
como castigo penal. En la propia exposición de motivos de la iniciativa se subraya que
"quienes se han ocupado del estudio de la pena de muerte, sostienen que los argumentos
filosóficos, jurídicos y criminológicos esgrimidos durante más de dos siglos, tanto por los
retencionistas... como por los abolicionistas, son los mismos... el discurso teórico se mantiene
intacto". En otro lenguaje, vale decir que el discurso está agotado.
Por otra parte, se destaca en la propia exposición de motivos que "la inseguridad que
actualmente se vive en el país ha dado lugar a que la ciudadanía perciba que las medidas
adoptadas para hacer frente a la delincuencia han sido ineficaces", y se agrega que, de acuerdo
con una encuesta, "ocho de cada diez mexicanos rechazan avances en el combate al secuestro
y más del 60% de la población es escéptica en torno a la depuración policiaca". También se
hace referencia a que "la impunidad y el aumento alarmante de víctimas han propiciado que
amplios sectores de la sociedad se pronuncien a favor de la pena de muerte" y del incremento
de las penas como medidas "para inhibir la comisión de los delitos".
Queda claro que este pronunciamiento a favor de la pena de muerte tiene su origen en la
frustración y el enojo de la sociedad por el hecho de que las autoridades no solucionen los
alarmantes índices de inseguridad que se padecen; inseguridad que ha cambiado, por miedo,
la vida de los habitantes de este país. Estos sentimientos de la sociedad son comprensibles,
pero la pena de muerte no es la panacea que resolverá los problemas de inseguridad. Hay que
tener presente que, de acuerdo con estadísticas serias generadas por organismos oficiales, el
98% de los delitos cometidos quedan impunes por corrupción o incapacidad de la policía para
hacer frente a la delincuencia organizada que nos asuela.
Ante estos datos es absurdo pensar que el agravamiento de las penas pueda ser la solución a la
inseguridad y a la violencia desenfrenada que se vive en nuestro país.
Es oportuno recordar las enseñanzas de grandes pensadores que con razones poderosas
demostraron la inutilidad de las penas elevadas. Un ejemplo lo fue Beccaria, quien desde el
siglo XVIII postuló: "No es la crueldad de las penas uno de los más grandes frenos de los
delitos, sino la infalibilidad de ellas", y que "la certidumbre del castigo, aunque moderado,
hará siempre mayor impresión que el temor de otro más terrible, unido a la esperanza de la
impunidad; porque los males, aunque pequeños, cuando son ciertos amedrentan siempre los
ánimos de los hombres".6 Palabras sabias que se han repetido, con distintos lenguajes, por los
especialistas más connotados.
En el mismo sentido, Manuel Lardizábal aseveró que la certidumbre de que "el que comete un
delito ha de ser castigado es un freno muy poderoso para contener, aun cuando las penas sean
moderadas. Por el contrario, la esperanza de la impunidad es un incentivo para el delito y hace
despreciar aún más las más rigurosas penas".7
Es preocupante que la sociedad, amedrentada por la inseguridad y manipulada por los medios
de comunicación, demande medidas tan graves como la pena de muerte y la prisión vitalicia;
pero preocupa más que el legislador, distraído con intereses partidistas, no se percate de que el
problema no es de derecho penal, y que las penas que están vigentes en nuestro ordenamiento
punitivo, que llegan hasta setenta años, ya son bastante elevadas. El problema —ya mucho se
ha reiterado— estriba en los graves índices de impunidad a los que lamentablemente hemos
llegado, y que están estrechamente vinculados con la falta de capacitación y la corrupción que
ha permeado en diversas áreas del sistema de seguridad y de justicia penal.