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DÍCTALE AL PROFE

Amo enseñar, y ese placer se ha construido por las más lindas experiencias que he
vivido y que acrecientan el diáfano regocijo de ser docente. De los más significativos
sucesos que acaecieron en mi vida de educador, prima aquel capítulo vivencial siendo
docente del colegio Villas de San Pablo, ubicado en la zona centro-occidental de la
ciudad de Barranquilla con destino a laborar en el aula de metodología flexible brújula
tres.
Me encontré con muchos pupilos con deficiencias en la lectura y escritura, inmersos
también, la mayoría, en dificultades de disfuncionalidad familiar y otros problemas que
carcomían su dignidad, como también se daba la presencia de dos estudiantes con
discapacidades considerables, que influyen en la adquisición del conocimiento (déficit
cognitivo); la anterior situación se tornaba precisa para que aflorara la indisciplina y las
pocas motivaciones para la consecución de la anhelada meta de una educación de
calidad. Compungido por la necesidad de los estudiantes, quise comenzar a ejercitar
con ellos su aprendizaje en lectura y escritura desde lo más básico: lecturas cortas y
dictados de palabras, más encontré otro atenuante que se adicionaba a dificultades
relacionadas con un verdadero aprendizaje, el hecho de la ausencia de la alegría de
aprender en los estudiantes, reemplazada por la actitud conformista de obtener
resultados representados sólo en una carita feliz, un chulito, un cinco, lo cual
mostraban a sus padres para sentirse responsables, pero que no evidenciaban su
esfuerzo y aprendizaje porque no mostraban en la práctica un avance significativo en su
proceso lectoescritor. Precisamente, su parte ética en los ejercicios de dictado era otra
prueba de un aprendizaje baldío, pues tendían, los estudiantes, a copiarse de los
ejercicios desarrollados por sus compañeros. Sinceramente inicié labores en esta
institución con la corazonada de encontrarme con la situación anteriormente planteada,
producto de la experiencia que nos brinda nuestra función de educador.
La misma insatisfacción suscitada por lo relatado anteriormente, me condujo a cambiar
la manera de aplicar dictado a los estudiantes y así hacer de esta herramienta, básica y
necesaria para aprender a leer, algo más motivante y entretenido. Utilicé el espacio de
una de las rutinas diarias, para ser más exacto tomé el regalo de la voz, en el cual, yo
les regalaba mi voz en el dictado, luego, ellos me regalaban la suya al dictarme. Cabe
resaltar que esta herramienta no fue preconcebida, no fue organizada, ni plasmada en
un papel para luego ejecutarla, se desarrolló poco a poco en el regalo de la voz y luego
en otros momentos, tomó cuerpo y color en el camino, se fue alimentando en el
sagrado itinerario de los niños y, por supuesto, en el mío propio, para al final dar el
resultado que esperé. De esta manera, se construyó la estrategia: ¨Díctale al profe¨, la
cual está compuesta por tres fases: primero, dictado a los estudiantes, segundo,
dictado de los estudiantes al profesor, y por último la autoevaluación.
Primera fase: Consiste en un dictado en el que se les da todas las herramientas
necesarias a los estudiantes para que ellos no se equivoquen; sólo les pido su
concentración y escucha para tener el mejor resultado, su aprendizaje. En dicho dictado
reciben mi orientación en el uso de normas ortográficas, como es de costumbre. Se
explica, por ejemplo, dónde van las tildes, comas y puntos, les ayudo diciéndoles las
palabras más complejas, deletreándoselas, convirtiéndose todo esto en tips de normas
ortográficas.
Segunda fase: Titulada en sí: díctale al profe, que es también el nombre de toda la
estrategia. Encontrándome con la situación adversa de que los estudiantes sentían
pena y vergüenza para leer en público por temor a equivocarse, y algunas veces
timidez para leerme a mí, por motivos de revisión, cosa que generaba una lectura no
fluida, idee la acción de que ellos me dictaran a mí para que, sin darse cuenta,
perdieran la pena y disiparan la idea de que estaban siendo mandados a leer, como
rutinariamente se hace en una clase. El ejercicio obtuvo alegre aceptación y éxito, lo
cual provocó competencias sanas entre ellos, es decir, quién le dicta mejor y más
rápido al profesor, al punto que muchas veces me toca decirles, con carácter de broma,
que me esperen porque se han vuelto expertos en leer y ya su profesor está viejo,
hasta llegué a tiernamente simular que ahora soy yo el que lo hace lento, y fíjense que
de esta manera ejercitan la lectura, además de hacerlo en forma pública. Ustedes se
preguntarán ¿dónde escribe el profe al ejecutar el dictado de los estudiantes? sí, lo
hago en el tablero, y ¿cómo les califico el dictado a ellos, si lo están viendo en el tablero
al escribirlo su profesor? Pues la nota: chulito, carita feliz, etc., no se tienen en cuenta.
Al escribirles en el tablero, cometo errores ortográficos a propósito u omito letras, para
así poder verificar cuán concentrados están y llevarlos a ser críticos, como también
dejarlos que puedan corregir a su autoridad (su profe) con respeto y argumentos.
Tercera fase: luego, ellos deben hacer una autoevaluación de su dictado, nuevamente
leer y verificar lo escrito, corregir sus errores y decir en público donde se equivocaron,
para que sus compañeros también puedan tener en cuenta esos errores y no
cometerlos.
Esta herramienta fue tan acogida por los estudiantes, que empezaron a pedirla en las
clases y no sólo en el regalo de la voz. Lo anterior me llevó a no solamente realizarla
como una rutina diaria, sino a desarrollarla en la mayoría de las clases y en los
distintos momentos de la clase. Se logró que los que estaban más atrasados se
animaran y aceleraran. Algunos padres, con una alegría única, me dieron testimonios
de que los chicos practicaban en sus casas; la madre del estudiante Andrés Jiménez
expresó ver un avance en el proceso lectoescritor de su hijo, siendo esto un elemento
esperanzador para los resultados finales de su año lectivo. La alumna Lucero Reyes,
tímida y reservada, es ahora una gran motivada en la lectura, y así lo demuestra su voz
recia en los ejercicios de dictados; Brigitte Cuero, quien presentaba mala conducta e
indisciplina, me expresó: “gracias por enseñarme a dictar; algún día quiero ser
profesora y dictar a mis estudiantes”. En general, los resultados de esta implementación
fueron muy satisfactorios al ver como mis estudiantes se empoderaron de esta
herramienta, como leen y toman dictado, como ansiosos y entusiasmados dicen:
¡dícteme profe!.
¿Qué aprendí por medio de esta herramienta? Para lograr una educación que cumpla
verdaderamente lo que indica la palabra aprender, debemos dedicarnos a cambiar lo
tradicional, ser innovadores y generar con nuestras ideas ánimo e interés en nuestros
estudiantes. Además de lo anterior, descubrí que lo más importante no es una
calificación, sino darle valor a lo que queda en la mente de los estudiantes demostrado
en sus prácticas. Comprendí también que nuestros estudiantes no solamente aprenden
conocimientos, sino también valores, en este caso la perseverancia, que debe estar
principalmente en el docente e irradiarse en los estudiantes.
En conclusión, aprendí que el amor, la perseverancia y la innovación son la clave para
sacar adelante esta metodología.
Mi nombre es Orlando David Mejía Medina y soy orgullosamente docente de la
metodología flexible Brújula en Villas De San Pablo.

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