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Vosotras parís, nosotr@s COMPRAMOS.

Es el mercado, amiga
Carmen Domingo

Madrid y Barcelona se han llenado, el pasado martes, de enormes y


costosísimos carteles con el lema feminista “Nosotras parimos,
nosotras decidimos” en favor de los vientres de alquiler. Acto
seguido, los defensores de esta práctica se han arrancado
con el “mi cuerpo es mío”, un eslogan afortunado, pero sin
fundamento de derecho; uno no puede vender su riñón, ni a
su bebé.
La sociedad neoliberal se ha inventado un nuevo negocio a
costa de explotar al más débil, las mujeres pobres: alquilar
su capacidad reproductora. Conseguido esto, han pasado a
elaborar una maliciosa propaganda para justificar esta
esclavitud, amparándose en la libertad y los derechos.
Falseando así los grandes valores de la sociedad
democrática en la que vivimos: un deseo no es un derecho,
desear tener un hijo no te legitima para hacer cualquier
cosa para conseguirlo y es una barbaridad tratar de
legislarlo; tener la libertad para decidir qué haces con tu
cuerpo no te autoriza a hacer lo que quieras con él, sin
olvidar que no hay nada más esclavo que la pobreza.
El centro de la polémica es que, aunque una persona
decida ejercer como vientre de alquiler, no se puede
legalizar una práctica en la que se le pide a una
embarazada que renuncie a un derecho fundamental, el de
filiación y custodia. Es una barbaridad en sociedades
democráticas defender el derecho de aprovecharse de la
capacidad reproductora de las mujeres a cambio de dinero.
No todo vale teniendo dinero, no todo vale. La
humanidad, a lo largo de toda su historia, ha renunciado a
ciertas prácticas que debemos ser cuidadosos para que no se
repitan en pleno siglo XXI. Hemos comprado niños sin parar
durante siglos, antiguamente había esclavas que solo se
dedicaban a reproducirse, eso no es nuevo, lo nuevo es
prohibirlo y, una vez legislado no debemos volver atrás.
Esta semana, de un plumazo, a las mujeres nos han robado
los lemas, para tratar de robarnos los cuerpos. Dejen ya de
jugar con el derecho y la libertad de las mujeres cuando,
en realidad, y parafraseando a Rodrigo Rato: “Es el
mercado, amiga”.

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