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COLEGIO NUEVA ERA SIGLO XXI

SEDE PUENTE ALTO


COORDINACIÓN PEDAGÓGICA

Asignatura: Lenguaje y Comunicación


Profesora: Paola Conejeros Trincado

Guía de contenidos de Género Narrativo


Nombre: Curso: Fecha:

Género Narrativo

La situación narrativa fundamental reside en el hecho de ser un relato, es decir, alguien cuenta
algo a alguien. De este modo, toda obra narrativa está integrada básicamente por tres factores:

- Alguien relata: un narrador.


- Algo que se relata: lo que le sucede a los personajes en un cierto espacio y tiempo. Es el
mundo narrado, la realidad representada o el mundo representado.
- Alguien para quien se relata: un lector o destinatario.

A través del relato se configura un mundo que es presentado por el narrador, quien se transforma
en el intermediario entre el mundo narrado y el lector.

Como el narrador es un ente ficticio, debe establecer relación con un lector ficticio. Este es el
destinatario, el receptor del mundo representado y participa en lo que el narrador cuenta. Cada
uno de nosotros, seres reales, nos transformamos en este lector ficticio. Es el momento supremo
de la lectura como proceso de re-creación.

En cuanto a la obra, esta es creada por el autor en un momento determinado de su vida y a


medida que se aleja de ese momento de creación, esta se convierte en un objeto artístico-literario,
un libro que podrá leer como un lector más. En cambio, el narrador solo cobra valor dentro del
texto y, por ello, permanece igual, no cambia, no envejece, no muere, pues se relaciona con un
tiempo y un espacio determinados que se crean en la obra misma. El narrador representa y
entrega un mundo verídico dentro de los límites de la ficción.

A continuación, leerás la presentación que realiza Cervantes de su gran obra “El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha” que te servirá para comprender y establecer las diferencias existentes
entre el autor y el narrador en las obras literarias.

En el Prólogo leerás las palabras del autor al presentar la obra. Luego, en el capítulo 1
conoceremos la historia del Quijote a través del narrador. En este caso, el narrador presente en la
obra es Omnisciente.
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Prólogo

Desocupado lector, sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera
el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al
orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal
cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y
nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su
asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la
serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las musas
más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento.
Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para
que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires.
Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni
suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas
que en este mi hijo vieres, pues ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío
como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que
comúnmente se dice, que debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te exenta y hace libre de todo respecto y
obligación, y así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni
te premien por el bien que dijeres della…

Capítulo I

Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los
de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón
las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos,
consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las
fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía
en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y
plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta
años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren
decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que
deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto
importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a
leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la
administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de
tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo
haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva;
porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a
leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón
que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». Y
también cuando leía: «... los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os
hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza».

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes y Saavedra


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Entonces, la relación que establece el narrador con el mundo que relata lo podemos analizar
desde diferentes posibilidades:
a) Grado de conocimiento: se refiere al dominio que el narrador tiene sobre el mundo que
relata.
b) Narrador-historia: el narrador puede ubicarse tanto fuera como dentro del mundo
narrado.
c) Posición del narrador en el tiempo: refiere a la posición temporo especial que adopta el
narrador con respecto a la historia.
Es necesario recordar que al narrador lo reconoceremos a través de la persona gramatical
presente en la obra.

Ejemplo:

Ser humano, historia de un conflicto

Estaba paseando ayer con mi perro cuando fijé la miranda en un par de niños que reñían en unos
columpios del parque. Por lo visto, intentaban establecer un rango de prioridad a la hora de
subirse al columpio. Tendrían unos diez años, los suficientes como para poder dialogar, pero no
tantos como para ceder. Ambos chicos querían subir a la barra de giros concéntricos y dar unas
vueltas. Ambos competían por un recurso limitado. Se trataba de un conflicto…

El conflicto estaba resuelto. Avisé a mi perro y nos alejamos entre los árboles, en busca de un
poco de sosiego para reflexionar. Recordé entonces las lecciones de filosofía grupal que atendí en
su día. Psicología de grupos, esta sería la materia dedicada.

Luis Cortés Briñol

1. La persona gramatical en que está escrito el texto es: (narrador)

a. Primera persona.
b. Segunda persona.
c. Tercera persona.
d. Hay ausencia de persona.
e. Nosotros inclusive.

2. El narrador que se puede identificar en el relato es:


a. Omnisciente.
b. Testigo.
c. Protagonista.
d. Personaje.
e. Alternativas b y d.
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Por otra parte, la situación narrativa básica guarda relación además con la situación comunicativa
habitual y podemos encontrar en ella los elementos que son parte de la comunicación tales como:
emisor, receptor, mensaje, código, canal y contexto.

Emisor mensaje Receptor

Código Canal CONTEXTO

Narrador Relato Lector ideal

Castellano Escrito

A continuación encontrarás dos textos, un pequeño relato más un fragmento del texto “El
corazón delator” de Edgar Allan Poe y un número determinado de preguntas que deberás
responder, las cuales serán revisadas en clases.

El Jarama

Paulina la miraba de reojo. Ahora Carmen se había puesto la blusa por encima del traje de
baño, recogiéndola con un nudo a la cintura; estaba tendiendo la falda a secar. Oyó a Daniel
que la llamaba. Tenía una pinta divertida, el otro, rascándose la nuca y con la cara toda roja
de sueño y las marcas de la tierra que se le habían grabado, como una viruela, en la mejilla.
Sacó una voz como asustada: - ¿Dónde se han ido todos? Carmen se sonreía de verlo así. –
Allí están, hombre -le dijo -, allí están, ¿no los ves?

R. Sánchez Ferlosio

1. El narrador que se puede identificar en el texto leído es:


a. Personaje.
b. Observador.
c. Omnisciente.
d. Protagonista.
e. Alternativas a y b.
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2. El texto leído está narrado en:


a. Primera persona gramatical.
b. Segunda persona gramatical.
c. Tercera persona gramatical.
d. Alternativas a y b.
e. Alternativas a y c.

3. La diferencia que existe entre un narrador omnisciente y uno observador es:


a. Que el primero relata hechos desde un punto de vista subjetivo y el segundo solo
como se ven, es decir de forma objetiva.
b. Que el primero relata los hechos desde un punto de vista objetivo y el segundo lo hace
desde uno subjetivo.
c. Que el primero narra en primera persona y el segundo en tercera persona.
d. No hay diferencia, pues ambos narran en tercera persona gramatical.
e. Alternativas a y c.

4. Según lo comprendido a partir del texto, la estación del año que se puede identificar es:
a. Otoño.
b. Invierno.
c. Primavera.
d. Verano.
e. No se puede determiner a partir del texto.

5. El texto describe cómo se ve:


a. Paulina.
b. Daniel.
c. Carmen.
d. Alternativas b y c.
e. Alternativas a, b y c.

6. La palabra ennegrecida en el texto lleva tilde porque:


a. Es un verbo.
b. Es un pronombre interrogative.
c. Es un pronombre exclamativo.
d. Es la palabra que abre la oración.
e. Es un adverbio de lugar.
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7. La diferencia que hay entre “tema” y “argumento” en el género narrative es que:


a. La primera es la suma de las acciones, hechos o anécdotas que el narrador va
contando y el segundo es la idea principal que el narrador ha querido transmitir.
b. El primero marca la idea principal del texto y el segundo la suma de hechos y acciones
del texto.
c. El primero marca la idea principal del texto y el segundo una idea secundaria.
d. El primero indica de qué se trata el texto y el segundo muestra las hipótesis que
explican los hechos que se van relatando.
e. Alternativas a y d.

8. Son géneros narrativos escritos en versos:


a. Cuentos y parábolas.
b. Novelas y mitos.
c. Epopeyas, romances y cantares de gestas.
d. Ensayos, poemas y leyendas.
e. Ninguna de las anteriores.

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EL CORAZÓN DELATOR (Fragmento)

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué
afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de
destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en
la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces?
Escuchen… y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez
concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba
colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero
no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un
buitre… Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la
sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme
de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En
cambio… ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con
qué cuidado… con qué previsión… con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable
con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el
picaporte de su puerta y la abría… ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo
bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente
cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se
hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente… muy, muy
lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir
completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh?
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¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza
completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente… ¡oh, tan
cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba
abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice
durante siete largas noches… cada noche, a las doce… pero siempre encontré el ojo cerrado, y
por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal
de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le
hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo
había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para
sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El
minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de
aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba
contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y
que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes
ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si
se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás… pero no. Su cuarto estaba tan
negro como la noche, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los
ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando
suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el


cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en
todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando… tal
como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo
sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba
dolor o pena… ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto
la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el
mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que
me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le
tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado
despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse
que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: “No es más que el viento en la
chimenea… o un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de darse ánimo con esas
suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había
aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de
aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a
sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
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Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse,
resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta
que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre
el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par… y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi


con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el
tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un
instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de
los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el
que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el
latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor
estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de
modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre
el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido,
cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada
vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso.
Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan
extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía
algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte!
Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí… ¡Algún
vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí
del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez… nada más que una
vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí
alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el
corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie
podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté
el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano
sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba
bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Edgar Allan Poe

9. El género al que pertenece el texto leído es:


a. Narrativo literario.
b. Narrativo no literario.
c. Dramático.
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d. Lírico.
e. Alternativa a y c.

10. Podemos clasificar el texto leído como un cuento:


a. De terror.
b. De suspenso.
c. Fantástico.
d. Maravilloso.
e. Histórico.

11. El narrador identificado en el cuento es:


a. Testigo.
b. Protagonista.
c. Omnisciente.
d. Heterodiegético.
e. Con conocimiento relative

12. Lo que busca el narrador al contar es:


a. Explicar su maestría al matar.
b. Justificar su actuar.
c. Asustar con una historia de terror.
d. Entretener por medio del suspenso.
e. Expresar sus sentimientos.

13. Lo que obsesionaba al protagonista era:


a. El ojo del Viejo.
b. La pasividad del Viejo.
c. El no poder tener los bienes del Viejo.
d. La permanente cercanía del Viejo.
e. El sueño profundo en que el Viejo se sumía cada noche.

14. Según lo que el mismo señala, el protagonista sentía por el Viejo:


a. Respeto.
b. Admiración.
c. Cariño.
d. Compasión.
e. Desesperación.

15. El protagonista se identifica como una persona:


a. Cuerda.
b. Loca.
c. Nerviosa.
d. Ansiosa.
e. Irritable.
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16. El primer párrafo describe:


a. La salud mental del protagonista.
b. Lo que el narrador va a relatar en la historia.
c. Lo que el protagonista escucha a diario.
d. Lo que al protagonista le molesta del Viejo.
e. Alternativas a y b.

17. El párrafo que indica la decision del protagonista de quitarle la vida al Viejo y que
muestra la razón que lo llevó a esto es:
a. El primero.
b. El Segundo.
c. El tercero.
d. El cuarto.
e. El quinto.

18. El protagonista organizó el crimen con mucha:


a. Astucia.
b. Precaución.
c. Inteligencia.
d. Frialdad.
e. Todas las anteriores.

19. Lo que alegraba al protagonista después de haber dado muerte al Viejo era:
a. No sentir más los latidos del corazón del Viejo.
b. Que los vecinos no lo habían escuchado cometer el crimen.
c. Que aquel Viejo por fin ya no estaría más.
d. No tener que Volver a ver el ojo del Viejo.
e. Alternativas a y d.

20. ¿Qué clase de coordinación es la que presenta la oración en el Segundo párrafo?


a. Copulative.
b. Disyuntiva.
c. Adversative.
d. Simple.
e. Alternativas b y d.

21. Un sinónimo de “sagacidad” es:


a. Astucia.
b. Ingenuidad.
c. Torpeza.
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d. Agilidad.
e. Cautela.

22. Un antónimo de ”cordura” es:


a. Locura.
b. Sensatez.
c. Juicio.
d. Discreción.
e. Prudencia.

23. Un sinónimo de “furtivo” es:


a. Cauteloso.
b. Abierto.
c. Claro.
d. Manifiesto.
e. Discreto.

24. Menciona la parte del texto leído en que se produce una anacronía y señala, además, a
qué tipo de anacronía corresponde:
a. En el primer párrafo y se trata de una prolepsis.
b. En el cuarto párrafo y se trata de una analepsis.
c. En el quinto párrafo y es una prolepsis.
d. En el sexto párrafo y es una analepsis.
e. En el ultimo párrafo y se trata de una prolepsis.

POR ULTIMO, DEBES FUNDAMENTAR CON Y EN EL TEXTO TODAS Y CADA UNA DE LAS
ALTERNATIVAS MARCADAS COMO CORRECTAS. A continuación te detallo cómo debes desarrollar
esta habilidad.

Ejemplo:

2. El texto leído está narrado en:


a. Primera persona gramatical.
b. Segunda persona gramatical.
c. Tercera persona gramatical.
d. Alternativas a y b.
e. Alternativas a y c

En la pregunta número dos se te solicita reconocer la persona gramatical que está en el texto.
Para lograrlo debes analizar los verbos presentes. En este caso, los verbos están conjugados en
tercera persona singular. Entonces, el fundamento adecuado sería subrayar los verbos como te lo
indico a continuación y, por supuesto, marcar la alternativa correcta.
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Paulina la miraba de reojo. Ahora Carmen se había puesto la blusa por encima del traje de baño,
recogiéndola con un nudo a la cintura; estaba tendiendo la falda a secar. Oyó a Daniel que la
llamaba.

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