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Satanás: El acusador

Satanás no se avergüenza de ir hasta el trono de Dios para


acusar a los santos; tampoco se avergüenza de levantarse en
contra de cualquier persona con su espíritu de acusación.
Lamentablemente, la mayoría de la gente presta su oído y abre
su corazón a él, y es por eso que el espíritu de acusación entra
fácilmente. Esto trae como resultado que la gente pasa las
acusaciones de una persona a otra. Con el espíritu de acusación
las personas mas miserables se sienten superiores a los
hermanos y hermanas más piadosos. Sin temor empiezan a
juzgar todo y a todos. Pero semejantes acusadores caerán tarde
o temprano como un rayo, de la misma forma que su hermano
el acusador – Satanás. (Apocalipsis 12:10)

Jesucristo: el  intercesor


Los verdaderos intercesores van constantemente al trono del
Padre con las necesidades de la gente en su corazón. Éstos
tendrán su lugar delante del trono del Padre también por toda
la eternidad, juntos con nuestro sumo intercesor Jesucristo, que
nunca se cansa de interceder por nosotros.

Verdaderos intercesores
Los apóstoles persistieron en la oración y en el ministerio de la
palabra. (Hechos 6:4) Pusieron como prioridad el ministerio de
la oración, y si nosotros no hacemos lo mismo en nuestras
vidas, el ministerio de la palabra será en vano.

Los verdaderos intercesores participan del ministerio más


grande, porque siempre se encuentran cerca del corazón del
Padre, y en todo tiempo lo mueven a estirar Su poderosa mano
a donde sea necesario en todo el mundo. La oración constante
de Abraham habría salvado a Sodoma y Gomorra si
hubiera encontrado diez justos allí. (Génesis 18:22-33) Por la
intercesión de Moisés, el Señor perdonó a todo el pueblo de
Israel de ser consumado en el desierto. (Éxodo 32:1-14) Oró
incansable por ese pueblo de dura cerviz. Samuel tenía el
mismo sentir noble de interceder, y está escrito que la mano de
Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel. (1
Samuel 7:7-13)

En el antiguo pacto, Moisés y Samuel eran de los intercesores


más cercanos al corazón de Dios, y una y otra vez el Señor
estiró Su poderosa mano y actuó con bondad y misericordia
hacia Israel a causa de sus entrañables oraciones.

Pablo exhorta ante todo, a que se hagan rogativos, oraciones,


peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres. (1
Timoteo 2:1) Pablo oró sin cesar por cada iglesia y por cada
miembro de la iglesia; constantemente, día y noche, se acordó
de Timoteo en sus oraciones. Epafras luchó de la misma manera
que Pablo en sus oraciones por los Colosenses. (Colosenses
4:12) Jesús oró por sus enemigos cuando lo crucificaron. (Lucas
23:34) Esteban oró por sus enemigos mientras le apedreaban
enfurecidos. (Hechos 7:59-60).

Intercesión: Un exaltado ministerio
También hoy día sucederán cosas grandes si despertamos a la
fe en el gran ministerio de la intercesión, el cual es muy
necesario. Todos pueden participar en este exaltado ministerio.
Será trabajo, pero es el trabajo más fructífero, enriquecedor y
bendito que existe. Porque cuando oramos por otros, nosotros
mismos seremos bendecidos correspondientemente.
Bajemos las fuerzas de Dios a través de nuestras oraciones a
pueblos y ciudades donde sus siervos trabajan, a las iglesias,
hogares y a cada individuo, a todo lo que sea necesario.

Este artículo fue traducido del noruego y publicado por primera


vez con el título “Acusadores – intercesores” en el periódico de
BCC “Skjulte Skatter” (“Tesoros Escondidos”) en abril de 1944.
© Copyright Stiftelsen Skjulte Skatters Forlag

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