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“Cuestionario”

Administración Pública Latinoamericana Comparada

Profesora de Historia y Máster en Administración Pública; Lucía Rodríguez,

Alumna Lopez Sabrina Luján

1- ¿Cuándo surge la necesidad de considerar a la educación como política pública?


2- Qué modelos educativos se han puesto en práctica en distintas experiencias
nacionales de las que tengan conocimiento?
3- Qué función cumplió-cumple-debe cumplir el estado en materia educativa?
4- Es valido-lógico-indispensable-obligatorio que intervengan el mercado en la
educación?
Elija una o varias de las opciones y justifique.

1- Teniendo en cuenta las principales etapas del desarrollo educativo argentino la


educación como política pública surge a partir de la sanción de la ley 1420 (1884), la
cual estableció la escuela obligatoria, gratuita, laica, común a todos, y graduada ;
que fue complementada más tarde con la Ley Láinez (1905). Con esta última, se
inicia la acción directa del Gobierno Federal en los territorios provinciales, cuando
comienzan a instalarse escuelas nacionales en las jurisdicciones provinciales. Esta
etapa es la constitución del sistema estatal de educación que va desde 1880 a 1920.
Enmarcada en la concepción liberal de la época, la educación es considerada como
un derecho individual para la formación del ciudadano.

2- Teniendo en cuenta el artículo 17 de la Ley 26.206 establece la estructura del


Sistema Educativo Nacional, que comprende cuatro (4) niveles y 8 (ocho)
modalidades.
Los niveles son:
● la educación inicial,
● la educación primaria,

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● la educación secundaria y
● la educación superior.

Las modalidades son aquellas opciones organizativas y/o curriculares de la


educación común dentro de uno o más niveles educativos que procuran dar
respuesta a requerimientos específicos de formación y atención a particularidades
permanentes o temporales, personales y/o contextuales, para garantizar la igualdad
en el derecho a la educación y cumplir con las exigencias legales, técnicas y
pedagógicas de los diferentes niveles educativos. Tales modalidades son:
● la educación técnico profesional,
● la educación artística,
● la educación especial,
● la educación permanente de jóvenes y adultos,
● la educación rural,
● la educación intercultural bilingüe,
● la educación en contextos de privación de la libertad y
● la educación domiciliaria y hospitalaria.

3-La Ley de Educación Nacional N° 26.206 fue aprobada por el Congreso de la


Nación el 14 de diciembre de 2006, constituyendo un paso fundamental en el
proceso de recuperación de la educación para la construcción de una sociedad más
justa.
Sus contenidos están orientados a resolver los problemas de fragmentación y
desigualdad que afectan al Sistema Educativo y a enfrentar los desafíos de una

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sociedad en la cual el acceso universal a una educación de buena calidad es
requisito para la integración social plena.
La Ley N° 26.206 regula el ejercicio del derecho de enseñar y aprender consagrado
por el artículo 14 de la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales
incorporados a ella, conforme con las atribuciones conferidas al Honorable
Congreso de la Nación en el artículo 75, incisos 17, 18, y 19, y de acuerdo con los
principios que allí se establecen y los que esta ley determina.
Asimismo la Ley de Educación Nacional establece en el artículo 3 que la educación
es una prioridad nacional y se constituye en política de Estado para construir una
sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio
de la ciudadanía democrática, respetar los derechos humanos y libertades
fundamentales y fortalecer el desarrollo económico – social de la Nación.

4-Una característica de nuestros tiempos es la fe en el mercado como mecanismo


para la asignación de bienes y servicios. El motor de la libre competencia induce
innovación, mejora continua y eficiencia en el uso de los recursos. Todo esto
redunda en avances en la productividad. Con estos argumentos el Estado redujo su
participación activa en los mercados en las últimas décadas. Los resultados han
sido positivos en múltiples áreas.
El fervor llevó a creer que cada vez más ámbitos de intercambio social podían
beneficiarse con la llegada de los mercados, especialmente aquellos en los que el
Estado ha hecho un pésimo trabajo. Un ejemplo es la educación. Pero aquí es donde
la fe y el fervor inducen al error. Querer mejorar la educación desde una perspectiva
de mercado es ignorar que el servicio educativo tiene muchas particularidades. Es

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muy diferente al servicio típico sobre el que se pueden hacer transacciones en libre
competencia

En primer lugar, la información sobre la calidad es limitada. Los comensales pueden


fácilmente informarse sobre la calidad de los restaurantes. Las características que
hacen a un buen restaurante son conocidas (calidad de los ingredientes, higiene,
ambiente, etc.). Algo distinto sucede con la educación. Una parte de la calidad puede
observarse y medirse (aprendizajes en lengua y matemáticas, por ejemplo), pero
también hay una parte amplia e importante que no es fácil de medir (todos los otros
aprendizajes que importan para la vida: habilidades socioemocionales, valores y
actitudes). Frente a esto hay un consenso entre los educadores: reducir la calidad de
la educación a los resultados en pruebas estandarizadas es peligroso para la
sociedad. Pero además, aquí hay un elemento de equidad importante: los hogares
menos favorecidos (pobres y con padres poco instruidos) son precisamente quienes
menos capacidad tienen para interpretar apropiadamente la información sobre la
calidad.

En segundo lugar, los resultados son muy posteriores a las decisiones. Al salir de un
restaurante, un comensal tiene una idea bastante clara de la calidad del servicio que
recibió. En educación no ocurre esto, pues los tiempos son otros. Parte de la calidad
se revela inmediatamente, pero parte de ella (quizá la más importante) en el futuro.
Si un colegio no hizo un buen trabajo preparando a sus estudiantes para enfrentar
sus vidas universitarias o profesionales, los consumidores podrán identificarlo solo
cuando sea tarde. O, visto de manera positiva, el éxito de una institución educativa
se refleja en el éxito de sus ex alumnos. Así, es fácil caer en cuenta de que las

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buenas inversiones educativas necesitan un horizonte de largo plazo. Esto último es
difícil de compatibilizar con los horizontes de las inversiones con fines de lucro.

En tercer lugar, en el caso de la educación, además del proveedor, el consumidor es


responsable del resultado. Que un restaurante sea bueno o malo depende muy poco
de los paladares de los comensales. Tampoco depende del esfuerzo que pongan los
comensales por hacer buena su experiencia gastronómica. La provisión del servicio
educativo es muy diferente. El esfuerzo de los estudiantes –y sus padres– importa
mucho. Además del esfuerzo, hay condicionantes socioeconómicos que también
tienen impactos en la calidad. Así, es muy difícil pensar que un mecanismo de
precios ayudará a asignar de manera óptima los recursos. Este es un mercado muy
diferente al común.

En esa línea, los otros consumidores también juegan un rol. Para el comensal de un
restaurante estándar (esto es, no uno de alta gama) poco importa si el sujeto de la
mesa vecina prefiere arroz con papas fritas, o si tiene ideas conservadoras o
liberales. Para un comensal, ni el perfil ni las preferencias de los otros comensales
son relevantes para su propia experiencia gastronómica. En el servicio educativo, sin
embargo, el resultado depende de todos los estudiantes. Esto es lo que la literatura
llama “los efectos de pares”. Esta complejidad en los determinantes de la calidad
hace difícil (si no imposible) el proceso de fijación de precios.

Asimismo, la contratación del servicio se hace “una vez en la vida”. No hay


aprendizaje. En un período de, digamos, diez años, un comensal se ha enfrentado
muchas veces a la decisión gastronómica. Después de haberse planteado muchas

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veces la pregunta “¿a qué restaurante debo ir?”, ha ganado experiencia como
tomador de decisiones. El comensal sabe en qué factores pensar y cómo sopesarlos
para tomar su decisión. Repitiendo las decisiones ha aprendido a elegir. En ese
mismo período, un padre de familia no ha tomado muchas decisiones sobre la
elección de colegio para su hijo. La contratación del servicio educativo, al ser mucho
más esporádica, da menos oportunidad para el aprendizaje. Los padres de familia
son más propensos al error. Errores que cuestan caro.

Una consideración adicional tiene que ser la equidad. Los niños de hogares pobres
tienen más dificultades para el aprendizaje que el resto. Educarlos es más caro y por
eso un país debería asignar más recursos para la educación de los pobres. Los
mercados hacen exactamente lo contrario, estos asignan más recursos educativos
a aquellas escuelas donde hay mayor capacidad de pago.

Como puede verse, para que un mercado de servicios educativos funcione


saludablemente necesitaríamos regular varios aspectos de la realidad. Los riesgos
de no hacerlo apropiadamente son grandes. Mientras tanto, pensar que los sistemas
educativos van a mejorar con mayor participación privada es fe ciega. Sin duda se
trata de un tema que necesita mucho debate sobre la base de razones y no de fe.

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