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Es importante destacar la división del tiempo en tres etapas, heredada por los judíos. La
primera correspondía al tiempo anterior a la creación, la segunda correspondería al
tiempo entre la creación y la parusía, y finalmente la tercera etapa sería el tiempo del
reino de Dios. Por su parte, el Cristianismo había añadido una etapa más, al afirmar que
con la encarnación de Cristo se había producido una nueva división que se sobreponía a
ésta, que distinguía el tiempo anterior a la encarnación de Cristo del tiempo
posterior, pues Cristo era el ‘centro’ del tiempo, su plenitud.
Esta división que hizo el Cristianismo supuso que es el tiempo presente, el momento en
virtud del cual la historia había alcanzado su plenitud y no al final como sostenían los
judíos, pero que a pesar de haber alcanzado esa plenitud la historia no ha terminado.
Este presente se denomina el tiempo de tensión en el que coexisten las primicias de la
gracias (propio del tiempo futuro) y el pecado (propio del tiempo pasado). Es decir, es
la época presente en que hay una cierta incertidumbre en cuanto a lo que será, pero aún
no lo es plenamente y lo que es, pero ya está vencido.
Es importante destacar como los padres capadocios tenían el objetivo de crear una
civilización cristiana. Lo que pretendían era crear una propuesto cultural, superior a la
cultura pagana, capaz de entusiasmar y atraer a los sujetos mas inteligentes, poniendo de
esta forma el cristianismo a prueba. Tenía que ser capaz de generar una cultura y una
civilización cristiana, que al tiempo fuera superior a toda otra propuesta cultural, la
civilización cristiana puso a su servicio todo lo que era digno de conservarse de la
cultura antigua. Puso a su servicio la retórica y la filosofía, de tal manera que a
mediados del siglo IV la retórica y la filosofía cristiana ya dominaban todo el escenario
cultural