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Ariadna Carbonell H.

Seminario de Temas y Problemas


Comentario sobre El sujeto y el poder de Michel Foucault

El sujeto y el poder es un texto que Foucault publicó en 1982, un par de años antes de su
muerte. Fue uno de sus últimos escritos. En él estudia las distintas formas que ha tenido la
cultura occidental para transformar a los seres humanos en sujetos mediante su
objetivación. Nos expone inicialmente tres modos: investigaciones que se dan a sí mismas
el carácter de ciencias, la objetivación del sujeto en prácticas divisorias y las formas como
el ser humano se convierte a sí mismo en sujeto. Es este último modo de objetivación el que
desarrolla a lo largo del ensayo.
Parte de que el sujeto humano se sitúa en relaciones de producción y significación
que lo sitúan en relaciones de poder. Plantea que hasta ahora para pensar las relaciones
entre sujeto y poder solo había modelos legales o institucionales, pero que hacía falta un
análisis más profundo de los modos de objetivación. Para entender las relaciones de poder,
evita caer en una excesiva racionalidad política y se centra en racionalidades específicas en
distintos contextos. No intenta analizar el poder desde su racionalidad interna, sino a través
de un antagonismo de estrategias. Así, propone que para entender las relaciones de poder
hay que ver las resistencias y los intentos de establecer relaciones disociadas.
Muestra lo que tienen en común ciertas oposiciones de poder como hombre-mujer,
padre-hijo, enfermo-paciente, y caracteriza las luchas que se dan en tales relaciones. Dice
que son luchas transversales, que van más allá de los países. Luchas por los efectos del
poder como tal. Son inmediatas, contra problemas y poderes inmediatos y directos que se
afronta día a día, no contra un poder principal; en ese sentido dice que son luchas
anarquistas y que no esperan encontrar respuestas futuras en un orden revolucionario. Son
luchas que cuestionan el estatus del individuo y su derecho a la diferencia, que atacan el
gobierno de la individualización que ata a los individuos a sus propias identidades de forma
constrictiva. Son luchas contra los privilegios del saber contra representaciones
deformadoras o mistificadoras impuestas a la gente. Son luchas contra las abstracciones que
ignoran la individualidad, el hecho de que existimos y vivimos individualmente, contra los
regímenes científicos y administrativos que determinan lo que es cada uno. Son luchas que
se preguntan sinceramente: ¿quiénes somos?
Esta propuesta de Foucault de partir de las formas de resistencia para empezar a
hablar del poder es muy bella, muy alentadora, pues rescata ante todo las vidas y las
experiencias humanas antes de pasar a dar cuenta de la conformación de un poder que hace
a esas luchas posibles y necesarias. Nos muestra cómo, ante la voluntad de dominación o
victoria que finalmente propone como tendencia común de las confrontaciones, existen
espacios en los que los individuos luchan por la irreductibilidad de su vida, por no reducirse
a sí mismos por medios de identidades que no se corresponden ni pueden corresponderse
completamente con todas sus experiencias cotidianas. Cuyas luchas centrales se dan contra
la dominación, contra la explotación que separa al individuo de lo que produce y contra lo
que liga al individuo a sí mismo. Es también bella esa visión cotidiana del poder y de la
lucha, que va más allá de entidades centralizadas y de colectividades revolucionarias, pues
les da a las luchas dimensiones mucho más amplias y nos hace ver su posible presencia en
nuestro diario vivir.
A partir de estas luchas, pasa a hablar de los poderes que las hacen necesarias. En el
caso de la modernidad occidental, él propone que las luchas se pan gracias a un tipo de
poder que tiene sus orígenes en la Iglesia católica. Él lo llama el poder pastoral y consistiría
en asegurar la salvación individual, sea en este mundo o más allá de él, en implicar un
sacrificio para salvar a otros miembros del “rebaño” (no al trono), en estar presente durante
toda la vida y en utilizar mecanismos para conocer la consciencia del individuo o población
y dirigirlas.
Tras caracterizar el poder del que hablará, Foucault pasa a mostrarnos cómo se
ejerce dicho poder. Nos dice que el término poder implica relaciones entre las partes, que
pueden ser de poder, de comunicación o de adaptación de habilidades, y serían estas las que
permiten ejercerlo. Pero nos dice, asimismo, que el ejercicio del poder no son solo esas
relaciones, sino una manera en que unas relaciones modifican otras. Pasa a definir las
relaciones de poder, no como un modo de acción que actúa directamente sobre otros, sino
que actúa sobre sus acciones. El poder, entonces, sería una estructura de acciones que
posibilita otras posibles acciones. Foucault hace aparecer la resistencia y la libertad como
condiciones del poder, como unos de sus componentes fundamentales, pues el poder solo se
ejerce sobre sujetos libres y sin la posibilidad de resistencia el poder sería equivalente a la
determinación física. Él nos dice que el problema del poder no es la servidumbre
voluntaria, sino la reclutancia de la voluntad y la intransigencia de la libertad.
Luego pasa a darnos las herramientas de análisis de las relaciones de poder y a
decirnos que este se guía por estrategias que procuran la victoria. Habla de que no hay
relaciones de poder sin insubordinación, que, por definición, escapa de ellas. Cada
extensión de las relaciones de poder para someter al subordinado resultaría en un límite del
poder, hasta que se reduce al otro a una total impotencia o al inicio de una confrontación.

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