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IES PROFESOR ANDRÉS BOJOLLO. LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA, PROF. MARÍA RUEDAS.

CURSO 06/07

RIMA XXIII

Por una mirada, un mundo;


por una sonrisa, un cielo;
por un beso...¡yo no sé
qué te diera por un beso!

COMENTARIO :

Nos encontramos ante una de las más difundidas y aclamadas rimas que
Bécquer nos brindó y que póstumamente llegó a ser recitada por el pueblo, que tanto
influyó en el poeta, en cierto modo por estar formada sobre la base de una copla o
cantar (7-, 7a, 7-, 7a; con rima asonante) y, por supuesto, debido a su temática
amorosa.
Es por ello que debe encuadrarse en el segundo grupo de rimas, según se
dispusieron en la edición de 1871, siguiendo el Intermezzo de Heine.
El texto ha de ser considerado como un todo, no sólo por su unidad temática,
sino porque Bécquer culmina en él la idea de brevedad que promulgó en múltiples
ocasiones: "la poesía de los poetas" es una poesía "natural, breve, seca, que brota del
alma como una chispa eléctrica" (reseña de La soledad, de Augusto Ferrán). En sólo
cuatro versos el poeta nos sumerge en el ámbito de lo íntimo, desnuda su alma y
confiesa sus más profundas emociones, al desvelarnos cuáles son los límites a los que
alcanza su amor; límites que no lo son tanto, pues él reconoce no saber qué entregar a
cambio de un beso de esta mujer.
En cuanto al estilo, nos encontramos con el uso de un lenguaje sencillo, muy
próximo al cotidiano y, por ende, alejado de la pomposidad y altisonancia de la
exuberante poesía del Romanticismo inicial.
Bécquer desconfió siempre de la grandilocuente oratoria, de la palabrería, e
incluso, del grito de rebeldía más romántico, sabiendo que vale más insinuar la
alegría, el amor, la pena o el dolor, vibrando intensamente hacia dentro, que los
alardes sentimentalistas y retóricos que ahogan la imaginación.
Esa sencillez lingüística le lleva incluso a la elipsis de determinados elementos,
que quedan sobreentendidos, como pueden ser los verbos de los dos primeros versos.
La ausencia de adjetivos y la yuxtaposición refuerzan igualmente ese lenguaje
lacónico propio del poeta sevillano, por lo que se observa el uso excesivo de los
signos de puntuación (comas, puntos y comas y puntos suspensivos) en detrimento de
los elementos de enlace, fenómeno que recibe el nombre de asíndeton.
Asimismo, tiene carácter popular la exclamación retórica de los vv. 3-4 ("Yo no
sé qué te diera por un beso"), donde el poeta parece decirnos que no encuentra el
concepto, la palabra apropiada para expresar la grandeza de sus ofrecimientos.
Otra característica común en las rimas es el empleo de estructuras paralelísticas
y la presencia de esquemas bimembres, rasgos patentes en esta rima XXIII (vv1-2),
así como el uso de vocablos metafóricos, frecuentes en la selección léxica de
Bécquer, tales como "cielo" o "mundo", asociados a una naturaleza de connotaciones
positivas, por un lado, y, por otro, a los conceptos de inmensidad e infinito tan
ansiados por el espíritu romántico.
Como en la mayor parte de las rimas, aparecen referencias continuas al tú, que
se identifica con la mujer amada y que son recogidas mediante el pronombre personal
“te” del último verso. Sin embargo, no podemos hablar de diálogo directo entre él y
ella, puesto que no se establece un intercambio de pareceres y la mujer no tiene voz
propia, sino que Bécquer gusta de construir sus poemas líricos a través de formas
dialécticas que, a su vez, fomenten el ritmo ágil y vivaz.
No queremos dejar de comentar la relevancia que adquiere "lo no dicho" en el
poema. Debemos apreciar que, además de lo que el poeta expresa concisa pero
contundentemente, existen silencios y pausas que son, si cabe, aún más significativos.
Los puntos suspensivos se convierten en el eje estructural de la rima y, a modo de
balanza, equilibran "lo que se dice" con "lo que no se dice", es decir, se encuentran en
el centro del poema, y, hasta ellos, el poeta no titubea al exteriorizar lo sentido, pero a
partir de ellos la duda y la indecisión lo embargan. De igual modo, estos puntos
suspensivos dividen el v. 3 en dos partes silábicas iguales.
Todo esto nos trae a la memoria indefectiblemente esa otra rima en la que la
interrupción de la elocución cobra un cariz esencial:

RIMA XXI

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas


en mi pupila tu pupila azul;
¡qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

No obstante, estos reveladores silencios nos permiten a los lectores dejar volar
la imaginación y seguir las recomendaciones de Bécquer cuando aconseja, tras la
lectura de la verdadera poesía, inclinar la cabeza cargada de pensamientos sin
nombre y dejar que el eco de lo interiorizado vibre en nuestra alma cual suave acorde
de arpa que no cesa.

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