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Cuatro corrientes en filosofía de la ciencia

Dr. José Manuel Rodríguez Pardo


enero 8, 2018

Otto Neurath, Karl Popper, Jaako Hintikka y Gustavo Bueno.

En un artículo anterior hablamos acerca de los orígenes y desarrollo de la


disciplina denominada «Filosofía de la Ciencia». En esta ocasión señalaremos
cuatro opciones principales dentro de esta disciplina y su historia, según la
clasificación que presenta Gustavo Bueno en su Teoría del Cierre Categorial (5
volúmenes, 1992-93).
Explica Bueno que, desde sus orígenes, la forma canónica del problema filosófico
de la ciencia es la de las relaciones entre la teoría y la experiencia, entre la forma
y la materia que componen todas las ciencias. Dependiendo del peso que se le
conceda a cualquiera de los dos componentes de este dualismo, caben cuatro
alternativas principales: descripcionismo, teoreticismo, adecuacionismo y
circularismo dialéctico.

1. Descripcionismo
Considera que las ciencias son una mera descripción o reflejo de la experiencia,
de los hechos, que obtiene el verdadero valor. Ya desde la primigenia teoría de la
ciencia de Aristóteles, la que señala que lo empírico es la base de todo
conocimiento (Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu), pasando por el
problema de la inducción planteado por David Hume en su Tratado de la
Naturaleza Humana (1739).
La experiencia es considerada como base principal de las ciencias, y este acervo
será recogido por el denominado Positivismo Lógico o Neopositivismo,
principalmente el del denominado Círculo de Viena.
Desde esta perspectiva, se reduce el conocimiento a la base de las experiencias
elementales del sujeto, utilizando de un lenguaje observacional para recoger
dichas experiencias y finalmente un lenguaje teórico, del que a partir de
magnitudes elementales pueden deducirse magnitudes derivadas.
El Círculo de Viena, siguiendo las pretensiones de Frege y Russell, escogió como
lenguaje teórico la flamante lógica formal. Así, la ciencia se analiza como conjunto
de proposiciones dotadas de sentido, esto es, proposiciones que sean verificables
en la experiencia, mientras que las proposiciones carentes de sentido serían
metafísicas.
Las leyes científicas serían por lo tanto leyes verificables a través de las frases
protocolares o enunciados de comprobación (que poseen contenidos inmediatos
de la experiencia) y con capacidad de predicción para nuevos dominios empíricos.
Serían por lo tanto leyes de validez intersubjetiva, aunque solo temporalmente,
puesto que la experiencia inductiva puede encontrar fenómenos nuevos que las
anulen y las excluyan de la ciencia, como señaló Neurath (aunque en este caso el
problema de la inducción de Hume se plantea como un problema de probabilidad
estadística). Leyes que, en todo caso, como señala Neurath, confluirán a la
formación de una ciencia unificada, en la más perfeccionada expresión de un
fundamentalismo científico que resuma a través de las páginas de las obras del
Círculo.

2. Teoreticismo
Frente al camino emprendido por el Círculo de Viena, surgirá la figura de Karl
Popper, crítico frente a sus postulados. Si los descripcionistas apelan a la materia,
la experiencia, el teoreticismo sitúa el peso de la ciencia en las teorías científicas.
Como bien supo expresar Popper en su temprana obra La lógica de la
investigación científica (1934), la inducción no permite formular una verificación
positiva, sino negativa: una proposición es científica cuando resiste a la falsación
de la experiencia, aunque pueda ser refutada por ésta; si las proposiciones no
fueran falsables, nada dirían sobre el mundo.
Todos los términos científicos, incluso los descriptivos, están impregnados de
teoría para Popper: las leyes de la ciencia formuladas como proposiciones
universales no pueden llegar a ser verificadas de manera concluyente mediante un
número finito de pasos, por lo que la lógica inductiva presenta dificultades
insuperables. En la medida en que las hipótesis científicas están expresadas en
proposiciones universalmente cuantificadas, son en el mejor de los casos
falsables, esto es, refutables.
De aquí dedujo Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas (1962) la
existencia de una discontinuidad de la ciencia a través del concepto de revolución
científica, donde se insiste sobre los mecanismos institucionales y psicológicos
mediante los que se reproducen distintos paradigmas en competencia. Distintas
teorías promocionan aplicaciones diferentes, a veces inconmensurables entre sí.
Y de todo ello extrajo Paul Feyerabend las conclusiones más oportunas: como
existe una inconmensurabilidad entre los diferentes dominios empíricos de las
ciencias, no existe un método general para todas ellas y como todas las
metodologías tienen sus límites, la única que queda en pie es la de que anything
goes, todo vale.
Por su parte, Imre Lakatos se mantuvo a caballo entre la ciencia convulsa de Kuhn
y el falsacionismo ingenuo de Popper: para Lakatos, la forma en la que se
organizan las ciencias es la de los «programas de investigación» desde los que se
reconstruye racionalmente la actividad científica.
La falsación no implica el rechazo inmediato de una teoría, sino que cualquier
resultado de una experimentación debe situarse en la perspectiva más amplia y
general de un «programa de investigación», en cuanto que éstos constituyen «la
guía más importante de la continuidad del desarrollo científico».
En todo caso, la refutación repercute en la teoría sin afectar a su núcleo central,
donde se encuentran los supuestos básicos del programa, protegido por un
«cinturón protector» de hipótesis auxiliares, condiciones iniciales, etc. Su
desarrollo prevé posibles falsaciones parciales y es capaz de predecir fenómenos
nuevos, no solo los ya conocidos.
En definitiva, según la interpretación de Lakatos, la sustitución de una teoría
científica no vendrá determinada por la comprobación aislada de su mera
falsabilidad, sino por la existencia de otra que tenga una mayor capacidad
predictiva y explicativa y un contenido empírico superior.

3. Adecuacionismo
Esta perspectiva es enunciada por Aristóteles en el Libro IV de su Metafísica:
«Decir de lo que no es que es, o de lo que es que no es, es falso; y decir de lo que
es que es, y de lo que no es que no es, es verdadero; de suerte que el que dice
que algo es o que no es, dirá verdad o mentira». Es decir, que existe un
isomorfismo entre la estructura o forma de la teoría y la materia real positiva.
Esta idea de la verdad como adecuación pervive en el denominado «enfoque
semántico» de las ciencias, en auge ante la carencia de criterios de Kuhn y
Lakatos para demarcar las teorías científicas. El adecuacionismo considera que la
verdad está siempre dada y su estrategia de la duplicación solo avanza cuando
logra probar que las conclusiones científicas describen la realidad de la materia
porque encajan con los principios de la demostración que se aceptan como
necesarios y verdaderos.
En 1971 Joseph Sneed planteó, en su obra La estructura lógica de la Física
Matemática, axiomatizar los dominios empíricos de las ciencias, lo que usaría
Wolfgang Stegmüller para afirmar que una teoría no es una frase o enunciado
solamente, sino parte de una estructura teóricamente dependiente (T-
dependiente) y un conjunto intencionalmente descriptivo de sus aplicaciones.
La teoría es así una red de núcleos que conduce a un enunciado único y con
dependencia de los descubrimientos empíricos que son aproximaciones a la
estructura teórica previa.
Sin embargo, esta perspectiva estructuralista de un progreso ramificado de la
evolución teórica postula las ciencias como aproximaciones a una estructural
ideal, segregando su componente histórico-genético; para los estructuralistas, las
leyes de Kepler son una deducción de las leyes de Newton, aunque como bien
sabemos Kepler precedió históricamente a Newton.
Su versión más reciente es la que el lógico finlandés Jaakko Hintikka ha postulado
con su lógica inductiva, donde la probabilidad lógica es compatible con la
evidencia. Su realismo epistemológico habla ya no de verdad sino de verosimilitud:
la probabilidad de un conjunto de generalizaciones tiende a 1 cuando el número
de las mismas es infinito.
Mario Bunge, crítico respecto al estructuralismo, practica una suerte de
adecuacionismo naturalista, donde el peso recaería más sobre la forma teórica de
las ciencias, sin perjuicio de la importancia de la materia como fundamento de la
correspondencia; recae así en un claro dualismo entre hechos y teorías que se
van correspondiendo según ciertas circunstancias. Así, la teoría de la causalidad
de Bunge señala que en el mundo existe una multicausalidad y la correspondencia
causa-efecto es una abstracción formal que realiza el científico para comprender
un fenómeno, aislándolo de otros.
El propio Bunge en Pseudociencia e ideología (1985) define la ciencia por una
serie de propiedades: ser una comunidad de investigadores, estar en una
sociedad que tolera sus investigaciones, un dominio o universo de discurso
compuesto por entes reales, una concepción filosófica basada en una gnoseología
realista que incluya la noción de verdad como adecuación de las ideas a los
hechos, etc.

4. Circularismo dialéctico
Aquí situaremos la Teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno. La perspectiva
del circularismo consiste en afirmar que ni la teoría ni la experiencia constituyen la
base de las ciencias.
Una versión de este circularismo, aunque inconsistente, es la de ciertas doctrinas
de Paul Feyerabend. Su epistemología anarquista sigue la senda circularista
dialéctica, al negar que ni los hechos ni las teorías suponen la base para explicar
las ciencias, y al negar que pueda haber un método general o un lenguaje
observacional común a todas las ciencias.
Feyerabend acierta plenamente cuando afirma en Contra el método (1975) que la
inconmensurabilidad entre las ciencias impide la existencia de un método científico
general. Sin embargo, sus resultados finales son disolventes, sin proporcionar
alternativas, produciendo contradicciones notables y disolviendo cualquier
concepción de ciencia que podamos poseer.
Frente a ello, Gustavo Bueno señala que las ciencias constituyen una realidad
efectiva, que transforma el mundo. No brotan ni de la observación, ni de la
especulación teórica ni tampoco de la correspondencia entre ambas, sino de una
transformación efectiva del mundo.
Las ciencias están así ligadas a las técnicas y a su vez generan tecnologías. Así,
es imposible concebir la Geometría sin la agrimensura, o la Química sin los
experimentos de laboratorio. Esta concepción gnoseológica hace residir la
racionalidad (la justificación) en el contexto mismo práctico y material del
«descubrimiento» al entender la racionalidad como la organización que cobran los
materiales mismos estéticos de la experiencia operatoria, parte de los cuales
materiales precisamente serían ahora estos materiales, no menos estéticos y no
menos susceptibles de ser operados corpóreamente, que son los símbolos del
lenguaje. (materiales estéticos corpóreos, perceptuales).
Las ciencias conforman así categorías. El «cierre categorial» o constitución
efectiva de una ciencia denota el momento histórico en el que se constituye
completamente una teoría científica, al cerrarse el sistema de categorías que
utiliza, cierre que expresa también el sistema de operaciones que, en cuanto
actividad humana, han dado origen a la ciencia en cuestión.
Para esta teoría la materia es algo que está presente en el interior mismo del
proceso formal constructivo científico, y la teoría del cierre categorial hace
depender la forma de una ciencia y su verdad de los nexos que resultan del
entrelazamiento interno de las partes u objetos materiales producidos por la
actividad humana, lo que comúnmente se denominan como teoremas científicos.

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