Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
estudios complementarios
QUIÉN ES DIOS
LECCIÓN 01
La verdad acerca de
la Trinidad, Parte I
LECCIÓN 02
La verdad acerca de
la Trinidad, Parte II
LECCIÓN 03
La verdad acerca de
la Trinidad, Parte III
LECCIÓN 04
Nuestro Padre celestial
LECCIÓN 05
El Espíritu Santo:
Un elemento
fundamental y absoluto
Curso de Discipulado Lección 1: 2
Quién es Dios La verdad acerca de la Trinidad,
Parte I
LECCIÓN INTRODUCCIÓN
ORACIÓN
Señor, gracias por la enorme cantidad de Sagradas Escrituras que expli-
can tu naturaleza trina. Ayúdame a verte claramente como Dios Padre,
Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo. Permíteme absorber la materia que acabo
de estudiar, y prepara mi corazón para la lección que sigue. Amén.
LECCIÓN INTRODUCCIÓN
SECCIÓN 2 A lo largo del Nuevo Testamento vemos que la iglesia cristiana primitiva
reconocía, desde luego, al Padre como Dios, al Hijo como Dios, y al Espí-
ritu Santo como Dios. No existe una jerarquía, solo diferentes funciones y
propósitos entre la Divinidad.
Una pregunta interesante que surge de la comprensión de que el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo son cada uno absolutamente Dios, es: ¿A quién,
entonces, debemos orar? Si la oración es nuestra comunicación con Dios,
¿cómo lleva a cabo, oye, o contesta nuestras oraciones cada miembro de
la Trinidad?
Examinemos primero el papel del Padre en la oración. Quizá usted re-
cuerde que cuando los discípulos de Jesús le preguntaron acerca de la
oración, el Señor los condujo a un modelo que enfatiza el papel del Padre.
Su oración inicia así: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado
sea tu nombre” (Mateo 6.9). Gracias a este ejemplo por parte del mismo
Jesús, vemos que hemos de orar al Padre.
Sin embargo, esto no deja al Hijo y al Espíritu Santo fuera del asunto
por completo. Fíjese en la explicación de Jesús en Juan 15.16, tocante
a su papel en la oración: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os
elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro
fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre,
él os lo dé”. De modo que vemos que también Jesús está involucrado en la
oración, ya que debemos orar en su nombre. Esto quiere decir que cuando
nos dirigimos al Padre, podemos hacerlo como su Hijo, porque Jesucristo
se halla en nuestros corazones.
ORACIÓN
Padre, mediante el poder y la presencia del Espíritu Santo, y en el nombre
de tu único Hijo Jesucristo, me acerco a ti ahora en alabanza. Señor, gra-
cias por darme a conocer tu Palabra; ayúdame a crecer en mi conocimien-
to de ti, para que toda mi forma de vivir te glorifique. Amén.
LECCIÓN INTRODUCCIÓN
a los israelitas íntimamente; por eso supo que ellos estaban adorando
ídolos. Por consiguiente, Él les dejó bien claro (utilizando términos que
ellos entenderían debido a su familiaridad con las prácticas egipcias) que
solamente Él era Dios.
De igual modo, el único Dios verdadero le conoce a usted personalmen-
te. Él sabe lo que ha tenido que experimentar, las luchas en que ha estado,
los pasajes de la Biblia que para usted tienen mayor significado, y cuáles
son sus deseos. Por tanto, le habla de una manera que sabe que usted
entenderá.
Escoja la mejor palabra para completar esta oración: La unión del Pa-
dre y el Hijo revela la peculiaridad de Dios y su .
A. distancia
B. celo
C. unidad
D. abstracción
SECCIÓN 2
Quizá la iglesia primitiva no haya entendido el concepto impresionante de
la Trinidad mucho mejor que nosotros hoy, aunque la historia y la Biblia
revelan que, en realidad, lo creían. Pero no solo lo creían en lo personal,
sino que lo enseñaban a los demás, y veían la necesidad de entender la
Trinidad como parte de un andar por fe sano y en desarrollo.
¿Y qué importancia tiene eso, aquí y ahora? Pues tiene una enorme im-
portancia. Fíjese, la mayoría de personas ve a Dios totalmente alejado
de este mundo, muy distante de los problemas y desafíos que usted y yo
afrontamos a diario. Y uno de los mayores de esos problemas para la gen-
te está en esta pregunta: “¿Cómo hago salir a Dios de ese lugar llamado
cielo, y que descienda hasta aquí y se interese en mi problema, mi angus-
tia, mi carga, mi pena, mi derrota?”
Usted debe entender que cuando yo digo esto, no estoy hablando sola-
mente de los incrédulos; también estoy pensando en los cristianos que no
han madurado lo suficiente como para entender a Dios muy bien, y que a
lo mejor dicen: “Bueno, a veces yo voy a la iglesia, y de vez en cuando leo
la Biblia y oro; pero parece que nada sucede”. Estimado amigo, si esta es
una descripción de usted, ¡entonces su concepto de Dios es demasiado
pequeño!
Dios es mayor de lo que usted o yo podríamos imaginar. Él es omnipo-
tente, omnisciente, omnipresente, inmutable y eterno. No hay nada que
sea demasiado grande o demasiado pequeño para su interés. Asimismo,
Él existe en tres Personas, y es nuestro Padre divino, nuestro Cristo sal-
vador, y nuestro Residente, el Espíritu Santo. Nosotros vemos, gracias al
sacrificio de su Hijo, que Él nos ama de manera total; y también vemos,
gracias a que nos ha entregado su Espíritu Santo, que Él nos conoce ínti-
ma y personalmente.
Lea cuidadosamente Mateo 3.17: “Y hubo una voz de los cielos, que
decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.
ORACIÓN
Padre Dios, te alabo por la forma en que te has dado a conocer como Pa-
dre, Hijo, y Espíritu Santo. Gracias por amarme como Dios Padre, por sal-
varme como Dios Hijo, y por caminar conmigo a lo largo de cada día como
Dios Espíritu Santo. Ayúdame a medida que crezco en mi entendimiento
de ti, para poder conocerte mejor y contar a los demás acerca de ti. Amén.
LECCIÓN INTRODUCCIÓN
añadido). En estos dos pasajes vemos que Jesús establece un enlace per-
sonal e íntimo con Dios Todopoderoso.
En tercer lugar, vemos la devoción total de Jesús hacia su Padre. Lucas
23.46 registra sus palabras finales desde la cruz: “Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.
La segunda forma en que uno puede formar parte de una familia es me-
diante la adopción. Los padres adoptan hijos, no debido a las habilidades
de la criatura, sino porque simplemente desean tanto un hijo, que están
dispuestos a recurrir a cualquier cosa para traer al pequeño a su hogar. Y
así también sucede con Dios. A pesar de nuestra incapacidad para mere-
cer su amor y su favor, con todo, Él nos ama.
Gálatas 4.4-7 nos revela que, gracias a Cristo, hemos sido redimidos, y
por lo tanto, hemos recibido la “adopción de hijos”; y debido a que somos
hijos e hijas de Dios, somos también ¡coherederos del reino con Cristo!
Un hecho asombroso aquí es que nuestra adopción no se inició en el mo-
mento de recibir a Cristo, sino que Dios sabía, “antes de la fundación del
mundo”, que nosotros seríamos sus hijos (Efesios 1.4, 5). Nuestra acepta-
ción de Cristo en nuestros corazones fue la culminación —no el inicio— de
nuestra adopción como hijos e hijas.
za, en vez de ser moldeadas por su Padre celestial? Pídale a Dios que le
revele las áreas a las cuales usted no lo ha invitado.
ORACIÓN
Padre, te alabamos y te adoramos. Queremos decirte lo agradecidos que
estamos de que no estés distante. No eres solamente justo y santo, ni
sólo juez, Señor, Salvador. Y aunque sí eres todas esas cosas, dijiste que
además eres nuestro Padre celestial. Por eso te amamos y te alabamos.
Querido Padre, por favor, dale ánimo al corazón de toda madre, que hoy
esté tratando de criar a sus hijos e hijas sin un padre. Recuérdale que eres
Padre de los huérfanos; de manera que todos los que hemos aceptado a
Cristo como Señor y Salvador, te tenemos por Padre. Sólo queremos de-
cirte en este día que te damos las gracias por ser un Padre maravilloso.
Oramos en el nombre de Jesucristo, amén.
LECCIÓN INTRODUCCIÓN
SECCIÓN 2 Ahora bien, es necesario que examinemos las razones por las cuales el
Espíritu Santo vino al mundo. Primero, como podemos ver en el pasa-
je medular de hoy, el Espíritu Santo viene a nuestra vida para darnos la
capacidad de hacer la obra que Dios nos ha llamado a hacer. Recuerde
que los discípulos pensaron que ya estaban listos, pero Jesús sabía que
no era así. El Señor sabía que ellos no podrían llevar a cabo la obra por
sí mismos; así que les mandó que esperaran hasta que el Espíritu Santo
viniera sobre ellos. Solo entonces serían capaces de emprender su misión
de alcance mundial.
El Espíritu Santo le da a cada cristiano dones para el ministerio
(1 Corintios 12.4-11). Sin tener en cuenta cuál don o cuáles dones pueda
recibir un creyente particular, el propósito de éstos es glorificar a Dios.
Primera Corintios 12.7 afirma claramente lo siguiente: “Pero a cada uno
les es dada la manifestación del Espíritu para provecho [de todos]”. La
clave es descubrir exactamente dónde y cómo puede usted usar mejor
sus dones especiales de parte de Dios. Usted nunca verá a nadie ser tan
efectivo para Cristo como cuando está usando sus dones para el ministerio
exactamente de la forma y en el lugar que Dios ha señalado para él.
Exploraremos este asunto de los dones espirituales con todo detalle en
lecciones futuras.
La segunda razón de la venida del Espíritu es capacitar a cada creyente
para vivir la vida que Dios le ha llamado a vivir. Una de las razones por las
que las personas no logran triunfar en la vida cristiana, es porque éstas
se esfuerzan por lograr el éxito según sus propias fuerzas y habilidades.
Francamente, todos nosotros hemos estado metidos en esta pugna de vez
en cuando. Nuestra inclinación natural es resolver el problema, enfren-
tarnos al obstáculo o vencer la dificultad por nuestra propia cuenta. Sen-
cillamente, no estamos habituados a actuar bajo la influencia del Espíritu
Santo.
Haga una lista de todos sus talentos y habilidades. Lea luego la lista
y pídale a Dios que le revele si ha estado confiando más en sus propias
capacidades que en el Espíritu Santo. Apunte lo que piense que Dios le
está diciendo, y responda en oración.
¿Sabe usted lo que Dios está esperando? Está esperando que fracase-
mos tan miserablemente y que caigamos de rodillas de tal forma, que no
tendremos más alternativa que mirar hacia arriba y exclamar: “¡Señor, no
puedo hacerlo! Si no intervienes y lo haces, ¡nunca saldré adelante!” ¡Qué
momento de liberación más maravilloso es este!
Haga memoria de su vida desde que conoció a Cristo. ¿Cuáles aspectos
de su vida consideraría como momentos de fracaso? Anótelos en su dia-
rio. Pídale ahora a Dios que le ayude a verlos desde la perspectiva de Él.
¿Nota algún crecimiento espiritual o discernimiento que Dios haya produ-
cido por medio de sus “fracasos”?
Fíjese, Dios jamás se propuso que alguno de nosotros “viviera la vida
cristiana”. Él más bien quiere que nos rindamos por completo a Él, que
aceptemos el poder y la autoridad de su Espíritu, y que permitamos que
ese Espíritu more dentro de nosotros y que viva la vida cristiana por noso-
tros. Recuerde lo que hemos estudiado en las lecciones pasadas: Dios no
quiere mejorarnos; Él quiere rehacernos.
Con esto hemos llegado al final del curso 3. ¡Es estupendo el trabajo que
han llevado a cabo! Espero que su comprensión de Dios haya crecido en
estas dos últimas semanas. No hay duda de que estos son temas difíciles
de entender, pero nuestra comprensión de la Trinidad es esencial para
tener una fe en Cristo sana y creciente. Pronto hablaremos nuevamente
de este tema cuando iniciemos el curso: Cristo y la cruz.
ORACIÓN
Padre, te amamos, alabamos y bendecimos. Cuán bendecidos somos de
que seas un Dios paciente. Dijiste que eras lento para la ira. Compren-
demos que seas lento para la ira con los pecadores que te desconocen,
pero el saber que eres lento para con los que ya te conocemos es una
verdadera bendición. Pacientemente, esperas. Pacientemente, nos amas.
Nos atraes con tu amor. Pacientemente nos compunges. Nunca te das por
vencido con ninguno de tus hijos. Queremos expresarte lo agradecidos
que estamos de que tu gracia sea más grande que todos nuestros peca-
dos. Nunca podríamos explicar adecuadamente cuánto amas a tus hijos.
Oramos hoy para que alguna persona que no ha sido salva reconozca que
simplemente no vale la pena andar solo, cuando podría tener todas las
bendiciones del cielo. Oramos estas cosas en el nombre de Jesús, amén.