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SOBRE LA DINAMICA DE LA TRANSFERENCIA (1914)

La transferencia se produce necesariamente en una cura psicoanalítica y alcanza su consabido papel durante el
tratamiento.

La acción conjunta de la disposición congénita (disposiciones innatas) y las influencias experimentadas durante los
años infantiles determina, en cada individuo, la modalidad especial de su vida erótica/amorosa: adquiere una
especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa: para las condiciones de amor que establecerá y las
pulsiones que satisfará, como para las metas que habrá de fijarse.

Resulta, así, un clisé (o una serie de ellos), repetido, o reproducido luego regularmente, a través de toda la vida, en
cuanto lo permiten las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos eróticos asequibles, pero susceptible
también de alguna modificación bajo la acción de las impresiones recientes.

Ahora bien: sólo una parte de estas tendencias que determinan la vida erótica han realizado una evolución psíquica
completa. Esta parte, se halla a disposición de la personalidad consciente: sector vuelto hacia la realidad objetiva,
disponible para la personalidad conciente y constituye una pieza de esta última.
En cambio, otra parte de esas mociones libidinales ha quedado detenida en su desarrollo y sólo ha podido
desplegarse en la fantasía o ha permanecido confinada en lo inconsciente. El individuo cuyas necesidades eróticas no
son satisfechas por la realidad, orientará representaciones-expectativa libidinosas hacia toda nueva persona que surja
en su horizonte, siendo muy probable que las dos porciones de su libido, la capaz de conciencia y la inconsciente,
participen en este proceso.

Es, por tanto, perfectamente normal y comprensible que la carga de libido que el individuo parcialmente insatisfecho
mantiene esperanzadamente pronta se oriente también hacia la persona del médico. Esta investidura se atendrá a
ciertos modelos, se enlazará a uno de los clisés dados en el sujeto de que se trate: insertara al médico en una de las
series psíquicas que el paciente ha formado hasta el momento.

Conforme a la naturaleza de las relaciones del paciente con el médico, el modelo de esta inclusión habría de ser el
correspondiente a la imagen del padre, la madre o del hermano, etc. Aquellas peculiaridades cuya naturaleza e
intensidad no pueden ya justificarse racionalmente, dan la pauta de que dicha transferencia no ha sido establecida
únicamente por las representaciones-expectativa libidinosas conscientes, sino también por las inconscientes.

Dos puntos que poseen especial interés para el psicoanálisis:


1. En primer lugar, no comprendemos por qué la transferencia de los sujetos neuróticos sometidos al análisis
se muestra mucho más intensa que la de otras personas no analizadas,

2. En segundo lugar, nos resulta enigmático por qué al análisis se nos opone la transferencia como la
resistencia más fuerte contra el tratamiento, mientras que fuera del análisis hemos de reconocerla como efecto
salutífero del efecto terapéutico y condición del éxito.

Podemos comprobar, cuantas veces queramos, que cuando cesan las asociaciones libres de un paciente, siempre
puede vencerse tal agotamiento asegurándole que se halla bajo el dominio de una ocurrencia referente a la persona
del médico. En cuanto damos esta explicación cesa el agotamiento o queda transformada la falta de asociaciones en
una silenciación consciente de las mismas.

A primera vista parece un grave inconveniente del psicoanálisis el hecho de que la transferencia, se transforme en
ella en el arma más fuerte de la resistencia y sea a su vez la más poderosa palanca del éxito. Pero no es cierto que la
transferencia surja más intensa y desentrenada en el psicoanálisis que fuera de él, no debemos atribuir al
psicoanálisis, sino a la neurosis misma, estos caracteres de la transferencia.
En cambio, el segundo problema permanece aún en pie: por qué la transferencia nos sale al paso como resistencia en
el psicoanálisis. Evoca una situación psicológica del tratamiento: una condición previa regular e indispensable de toda
contracción de una psiconeurosis es el proceso que JUNG acertadamente ha designado como introversión de la
libido  Disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad y en esa misma medida
aumenta el sector de ella extrañada de la realidad objetiva inconciente, que si bien puede todavía alimentar las
fantasías de la persona, pertenece a lo inconciente.

La libido se ha internado por el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles. Hasta allí la sigue la cura
analítica que quiere volverla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla al servicio de la realidad objetiva. Allí donde
la investigación analítica tropieza con la libido, encastillada en sus escondites, tiene que surgir un combate. Todas las
fuerzas que han motivado la regresión de la libido se alzarán, en calidad de resistencias, contra la labor analítica,
para conservar la nueva situación, pues si la introversión o regresión de la libido no hubiese estado justificada por
una determinada relación con el mundo exterior (generalmente por la ausencia de satisfacción), no hubiese podido
tener efecto.
Pero las resistencias que aquí tienen su origen no son las únicas. La libido puesta a disposición de la
personalidad se hallaba siempre bajo los elementos inconscientes de ciertos complejos y emprendió la regresión al
debilitarse la atracción de la realidad. Para libertarla tiene que ser vencida esta atracción de lo inconsciente, lo cual
equivale a levantar la represión de las pulsiones inconscientes y de sus producciones, represión constituida desde
entonces en el interior del individuo. De aquí es de donde nace la parte más importante de la resistencia, que
mantiene tantas veces la enfermedad, aun cuando el apartamiento de la realidad haya perdido ya su razón de ser. El
análisis tiene que luchar con las resistencias emanadas de estas dos fuentes. Cada una de las ocurrencias del sujeto
y cada uno de sus actos tiene que contar con la resistencia y se presenta como una transacción entre las fuerzas
favorables a la curación y las opuestas a ella.

Si perseguimos un complejo patógeno desde su representación en lo consciente (síntoma) hasta sus raíces en lo
inconsciente, no tardamos en llegar a una región donde la resistencia se hace valer con tanta nitidez que la
ocurrencia siguiente no puede menos que dar razón de ella y aparecer como un compromiso entre sus
requerimientos y los del trabajo de investigación. En este punto sobreviene la transferencia. Cuando en la materia
del complejo hay algo que se presta a ser transferido a la persona del médico, se establece en el acto esta
transferencia, produciendo la asociación inmediata y anunciándose con los indicios de una resistencia; por ejemplo,
con una detención de las asociaciones. Si dicha idea ha llegado hasta la conciencia con preferencia a todas las demás
posibles, es porque satisface también a la resistencia. Este proceso se repite innumerables veces en el curso de un
análisis. Siempre que nos aproximamos a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte del
complejo susceptible de ser trasferida, y es defendida con la máxima tenacidad.

Una vez vencida aquella parte, los demás elementos del complejo no crean grandes dificultades. Cuando más se
prolonga una cura analítica y más claramente va viendo el enfermo que las desfiguraciones del material patógeno no
constituyen por sí solas una protección contra el descubrimiento del mismo, más consecuentemente se servirá de la
desfiguración por medio de la transferencia. Todos los conflictos tienen que librarse en definitiva en el terreno de la
transferencia.

En la cura analítica la transferencia se nos aparece siempre, en un 1er momento, solo como el arma más poderosa de
la resistencia y tenemos derecho a concluir que la intensidad y tenacidad de aquella son un efecto y una expresión de
esta. El mecanismo de la transferencia se averigua reconduciéndolo al aporte de la libido que ha permanecido en
posesión de imagos infantiles; pero el esclarecimiento de su papel en la cura, solo si uno penetra en sus vínculos con
la resistencia.
¿A qué debe la transferencia el servir tan excelentemente como medio de la resistencia? Se vuelve muy difícil
confesar una moción de deseo prohibida ante la misma persona sobre quien esa moción recae. Esa es la meta que
quiere alcanzar el analizado cuando hace coincidir el objeto de sus mociones de sentimiento con el médico. Un
vínculo de apego tierno, devoto puede salvar todas las dificultades de la confesión. Entonces, la transferencia sobre el
medico podría igualmente servir para facilitar la confesión y uno no comprende por qué la obstaculiza.

La respuesta a esta pregunta está dada por la experiencia que uno hace en la cura a raíz de la indagación de las
particulares resistencias transferenciales. No puede comprender el empleo de la transferencia como resistencia
mientras se piense en una transferencia a secas. Separar una transferencia positiva de una negativa, la transferencia
de sentimientos tiernos de la de sentimientos hostiles, y tratar por separado ambas variedades de transferencia
sobre el médico:
- LA TRANSFERENCIA POSITIVA: se descompone en
a. sentimientos amistosos o tiernos: susceptibles de conciencia
b. sus prosecuciones en lo inconciente.
El análisis demuestra que de manera regular se remontan a fuentes eróticas, de suerte que se nos impone
esta intelección: todos nuestros vínculos de sentimiento, simpatía, amistad, confianza y similares, que valorizamos en
la vida, se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han desarrollado por debilitamiento de la meta sexual a
partir de unos apetitos sexuales. El psicoanálisis nos muestra que las personas de nuestra realidad objetiva
meramente estimadas o admiradas pueden seguir siendo objetos sexuales para lo inconciente de nosotros.

La transferencia sobre el medico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una
transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas. Cuando cancelamos la transferencia
haciéndola conciente, solo hacemos desasirse de la persona del médico esos dos componentes del acto de
sentimiento. EN cuanto al otro componente susceptible de conciencia y no chocante, subsiste y es en el PSA, al igual
que en los otros métodos de tratamiento, portador del éxito. En esa medida confesamos sin ambages que los
resultados del PSA se basaron en una SUGESTION  el influjo sobre un ser humano por medio de los fenómenos
transferenciales posibles en él. Velamos por la autonomía última del enfermo aprovechando la sugestión para hacerle
cumplir un trabajo psíquico que tiene por consecuencia necesaria mejoría duradera de su situación psíquica.

Por qué los fenómenos de resistencia transferencial salen a la luz solo en el psicoanálisis y no en un tratamiento
indiferente  también allí se muestran, solo que es preciso apreciarlos como tales. El estallido de la transferencia
negativa es incluso muy frecuente en ellos. Se la suele esconder en lugar de ponerla en descubirto. Se exterioriza con
toda nitidez cuando resistencia contra la curación.

La transferencia negativa, en las formas curables de psiconeurosis se encuentra junto a la transferencia tierna, a
menudo dirigida de manera simultánea sobre la misma persona. AMBIVALENCIA: de los sentimientos parece normal
hasta cierto punto, pero un grado más alto de ella es sin duda una marca particular de las personas neuróticas. El
temprano divorcio de los pares de opuestos parece ser característico de la vida pulsional en la neurosis obsesiva. La
ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner
sus transferencias al servicio de la resistencia.

En la pesquisa de la libido extraviada de lo conciente, uno ha penetrado en el ámbito de lo inconciente. Las mociones
inconcientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la
atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo icc. Al igual que en el sueño, el enfermo atribuye condición
presente y realidad objetiva a los resultados del despertar en sus mociones inconcientes, quiere actuar sus pasiones
sin atender a la situación objetiva real. El medico quiere constreñirlo a insertar esas mociones de sentimiento en la
trama del tratamiento y en la de su biografía. Esta lucha entre el médico y paciente entre intelecto y vida pulsional
entre discernir y querer actuar se desenvuelve en torno d los fenómenos transferenciales. Domeñar los fenómenos
de la transferencia depara al psicoanalista las mayores dificultades. Ellos nos brindan el inapreciable servicio de volver
actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidados en los pacientes.

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