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Para el común de los mortales, el tiempo existe tal y como nos lo enseñaron
desde los estudios elementales, desde la infancia, es decir, para la mayor parte de
los individuos el tiempo se divide en tres: Pasado, presente y futuro. Lo que fue, lo
que es y lo que será no implica mayores dificultades; la vida transcurre sin
mayores sobresaltos, sin preguntas tortuosas sobre el tiempo.
En este trabajo se habla sobre el tiempo, esa cosa abstracta o tangible que
acontece en nuestra vida, que sucede y procede en cada uno de nosotros como si
fuese un relámpago, una lluvia de instantes, de infinito.
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SENTIR EL TIEMPO
San Agustín habla del alma como si ésta, en sí misma, fuera una habitación
del tiempo, un ser que, constantemente, se encuentra recibiendo los instantes,
pequeños trozos de tiempo que se instalan en ella con todo y sus preciosas
cargas: experiencias, sentires, vivencias. Pero, si bien, cada instante constituye
una experiencia, no podría decirse que la experiencia y el instante son cosas
muertas o inertes, sino que, conforme estas fracciones de tiempo se depositan en
el alma, en ésta se conservan como un eterno presente, un estar en permanencia
para ser mirado a través de la memoria, del recuerdo; un estar para sentirlo, para
maravillarse de las experiencias de un tiempo que, por medio de la imaginación,
sigue emocionando al ser, al hombre.Luego dirá San Agustín:
“Sin embargo, San Agustín tiene claro que el problema es más complejo, y
que hay un hecho indubitable, cómo es que medimos los tiempos incluyendo al
pasado y al futuro. ¿ Cómo es que puede medirse lo inexistente?” (Soto, 2008,
pág.).
¿Existen o no el pasado y el futuro?. San Agustín dice que no, y este “no”,
lo introduce al terreno de la complejidad porque, al decir que no, arriba a sitios
donde , acaso, encuentra más preguntas que respuestas sobre la cuestión del
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tiempo. Es entonces que el Obispo de Hipona elabora todo un tratado sobre la
materia, aquí, el pasado y el futuro propician que el presente se enfrasque en una
lucha con “ el fue, y con el será” en una suerte de lucha circular e infinita. Aquí,
pues, el tiempo es un estar del hombre que constantemente, segundo a segundo,
deja de ser porque el será se vuelve estar, y éste, a su vez, deja de ser porque el
presente se instala nuevamente en el presente que a su vez deja de ser. En fin,
cómo encontrar la lógica del tiempo agustiniano sino con su propia afirmación:
“Habría que decir que los tiempos son tres: presente de las cosas
pasadas, presente de las cosas presentes, y presente de las cosas futuras. Los
tres existen en cierto modo en el espíritu y fuera de él no creo que existan”
( Confesiones, X1,20,26)
Preguntas más, preguntas menos, San Agustín cae en cuenta del intrincado
problema al que se enfrenta. Y es así como suplica a Dios, en una suerte de
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reclamo, que le ayude a resover este problema, este enigma que le perturba el
alma. Le pide, en nombre de Cristo, que le aclare este misterio tan sencillo pero
tan profundo. Y expone con ardiente fuerza: “ Mi espíritu se ha enardecido en
deseos de conocer este intrincadísimo enigma”.
Para San Agustín, pues, aclarar el asunto sobre el tiempo, parece manterlo
en un estado de mística angustia; se ha propuesto desvelar qué es el tiempo y
termina preso de el tiempo mismo, tiempo que, a la vez, recae sobre su propio ser.
Vemos, entonces, cómo declara la situación por la que está pasando:
“He aquí que has hecho viejos mis días, y pasan; mas ¿cómo? No lo sé”. A
partir de esta queja, Agustín parece aclarar que este afán de conocer más sobre el
tiempo, es porque éste es parte fundamental en la vida del hombre; el hombre, en
su curiosidad de conocer, hace preguntas: “¿ En cuánto tiempo hizo esto aquél?,
¿ en cuánto tiempo dijo aquél esto”?.
RECURRENCIA AL TIEMPO
Se nota, entonces, a un Agustín abatido por su pasado pero gozoso por las
bondades del prensente y a la espera de la ventura del futuro; sobre lo anterior
comenta: “Me horroricé de temor y a la vez me enardecí de esperanza”.
(C,IX,9,55).
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En el libro IX, y acaso desde el VIII, son recurrentes los siguientes términos:
dije, inspirabas,uniste, engendró, llegó, buscábamos, confieso, haces, inspiras,
paso, desahoga, renacer, porvenir, será, iluminará, será, vendrá, etc. Y es como si
el Obispo de Hipona, organizara una reunión de verbos en el tiempo, en su triple
presente, en el concepto tiempo que se desliza a lo largo de su obra y de sus
confesiones. Son entonces los libros VIII, IX y X, libros preparatorios para las
reflexiones de temporalidad que impregnan el libro XI de San Agustín.
De acuerdo a San Agustín, cuatro son las perturbaciones del alma: deseo,
alegría, miedo y tristeza, y todas las cosas que estas perturbaciones provocan
residen en la memoria del hombre que, al recordar, las reconoce, conoce su olor,
su color, su tacto, su sabor y su sonido, aunque en el momento en que están
siendo recordadas ni suenen, ni huelan, ni se toquen. Pero, cómo es que se alojan
allí, cuánto espacio ocupan en la mente, cuánto es capaz de contener esa cosa
denominada memoria. Para San Agustín está claro y, aún así, pregunta:”¿ Qué
haré, pues, oh tú, vida mía verdadera, Dios mío? ¿ Traspasaré también esta virtud
mía que se llama memoria?”. ( Confesiones,X,66,26).
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de la reminiscencia, como algo olvidado pero que se encuentra en algún sitio de la
memoria, en “el recuerdo del olvido”.
Con esta tesis, El obispo de Hipona abraza la teoría de Plotino para quien,
lo Uno o Dios, podrían compararse al sol, el sol que nutre la vida del hombre, la
luz que aclara la oscuridad del hombre. Es, pues, para nuestro filósofo y Padre de
la Iglesia, la memoria, la mente, el alma inteligible quien acerca al hombre a la luz
de la divinidad.
NEOPLATONISMO DE AGUSTÍN
San Agustín, su obra, fue muy importante en los siglos XII y XIII. No en
vano es llamado: “Padre de la Igesia”. Su pensamiento fue determinante para toda
la filosofía medieval: la Gran Escolástica del siglo XIII y de los siglos posteriores
hasta nuestros días, reconocen la importancia del pensamiento filosófico-teológico
del obispo de Hipona. Si bien, la gran escolástica del siglo XIII (Dominicos) se
asume o se inclina más del lado de Aristóteles; los Franciscanos, asumen la
patrística y retoman a Platón ( Neoplatonismo).
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De la influencia de Plotino en la obra de San Agustín, en cuanto a su concepción
del tiempo, existe alguna semejanza entre ambos filósofos. Plotino, respecto a la
eternidad afirma: “Conocemos la eternidad y el tiempo cuasiintuitivamente; pero no
sabemos explicarlos filosóficamente, limitándonos a remitirnos a los filósofos
antiguos” (Enéadas, I,I.13). Lo anterior se hermana en algo con la respuesta de
San Agustín respecto a su pregunta sobre qué es el tiempo. San Agustín
responderá: “Si nadie me lo pregunta, lo sé, pero si quiero explicárselo al que me
pregunta, no lo sé”. Plotino dirá sobre el tiempo: “ El tiempo existe en el hombre,
porque existe en toda alma de la misma especie que la del cosmos”. ( Enéadas,
13,66-69). San Agustín dirá respecto a la dupla alma-tiempo: “En ti, alma mía,
mido los tiempos”.
Bibliografía
www.diocesisdecanarias.es/pdf/confesionessanagustinpdf
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