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SEMANA 1
El TEA es una reacción normal ante una situación de estrés excepcional cuando nuestras
capacidades de afrontamiento se ven superadas por la magnitud del hecho que se vivió.
Puede aparecer durante las primeras seis semanas después del acontecimiento, y puede
remitir a las horas o días siguientes al hecho.
El DSM se enfoca más en los síntomas físicos, prolonga más su duración (hasta cuatro
semanas) y le define como el precursor del TEPT. Mientras que el CIE-10 lo define con un
carácter normalizador de este tipo de reacciones. Asimismo, lo define de corta duración y
más transitorio.
Por su parte, el TEPT -que también es debido a un hecho traumático mayor de lo normales-
es más grave, perdura más tiempo. No tiene cura sin ayuda profesional. Los criterios
diagnósticos aportados por el DSM V son:
Dar información sencilla, exacta y repetida de dónde puede obtener ayuda. Esto debido a
que en esos momentos de estrés se es difícil retener información.
En el caso de ser niños, contactar a sus progenitores o alguien que se haga cargo de ellos.
No dejarlos solos mientras estas personas llegan.
*Tener en cuenta siempre las diferencias culturales que pueden manifestarse al expresar el
duelo, realizar ritos funerarios, etc.
Ayudar a las personas el hacer consciente de cuáles son sus recursos de afrontamiento,
facilitarles el proceso de duelo.
Cuándo
Aún existe un amplio debate. Nadie discute que es lo primero que hay que hacer cuando se
interviene a afectados, ni que se deben aplicar dentro de las siguientes 72 horas al
incidente. Pero ¿qué hacer cuando esto no es posible? cuando son grandes catástrofes, o
incidentes en países pobres, o cuando hay otras emergencias primarias (por ejemplo, en
caso de terremoto, sacar a las personas de los escombros).
La respuesta Europea es: Tras las iniciales 72 horas hay que usar otro tipo de
procedimiento para potencializar la recuperación, como la psicoeducación, que provea
información a las personas sobre cómo pueden cuidarse o implicarse. Por su parte, la OMS
considera que, como son el primer paso de una secuencia de ayuda, hay que aplicarlo así
sea en la siguientes semanas del incidente, incluso hasta 2 o 3 meses después.
Dónde
Hay dos visiones: en la situación óptima (los PAP en un lugar diseñado idealmente para
esto): debe ser un lugar seguro y confortable, buena temperatura, alejado del sitio del
impacto, protegido de la visión y ruido (pero tampoco muy alejado debido a los familiares),
donde se pueda atender a muchas personas. Posibilidad de un catering, zona de juegos,
cambio de pañales. Protegido del acceso y visión de los medios de comunicación. Debe
asimismo, además de disponer de un espacio grande para dar comunicados, también
espacios pequeños para las familias.
Cuando no se tiene el tipo de lugar anterior, los criterios mínimos deben ser: un lugar
seguro, grande (tanto como se pueda), posibilidad de tapar la vista y sonido directo de lo
que ha ocurrido, prohibición del acceso de los medios (si no se puede, pedirle al cuerpo de
seguridad); y por último, como mínimo diseñar espacios para que las familias puedan recibir
noticias y tener privacidad por si lloran o se desesperan.
Dónde
En diferentes ámbitos, emergencias masivas o cotidianas.
Antes de aplicar los PAP se debe coordinarse con aquellos que estarán trabajando en la
intervención y hacer una recogida de información: quienes trabajan, donde están los
servicios de atención primaria, dónde están localizados los recursos, entre otros. Se
recogerá información sobre quién está al mando para coordinar la acción con el resto de
intervinientes. Cuando el incidente ocurre en un contexto cotidiano, la anterior información
seguramente ya la tendremos, sin embargo, es importante recoger más información que nos
ayude (sobre recursos, etc), y coordinarse también con los médicos, familiares, etc,
dependiendo del lugar donde se presente.
También se debe pensar en cómo va a ser la intervención, para uno prepararse. A unque los
PAP son idealmente para atender a una sola persona a la vez, a veces se forman grupos de
forma espontánea (p.e. familias), con lo cual se debe adaptar la intervención para todo el
grupo.
*Siempre se debe tener una gran concentración. Nuestra reacción va a influir en la otra
persona. También se debe ser cuidadoso de adaptarse a los contextos y a las culturas
(religión), ser cuidadoso con las creencias y su forma de pensar.
Fases
Antes de entrar en acción en el campo es importante prepararse informándose acerca de lo
ocurrido, acerca de los servicios y apoyos disponibles, y acerca de los posibles riesgos de
seguridad. Estas son unas preguntas que pueden considerarse:
1. Contacto y presentación: Tono de voz tranquila y evitando el contacto físico.
Acercamiento no intrusivo, presentación, qué hacemos allí (para ayudar a gestionar
esos primeros momentos que siempre son complicados) y por qué nos hemos
acercado (no se dice que se va a aplicar los PAP). Se debe respetar si la(s)
persona(s) quiere estar solo y/o no quiera estar con un extraño. Es decir, hay que
identificar si la personas está presta para que podamos acercarnos.
2. Alivio y protección: Cubrir necesidades vitales básicas. Ayudar a la reagrupación
familiar. Garantizar a la personas de seguridad física inmediata (se puede indicar
dónde están los puntos de socorro). Dar información práctica (dónde se encuentran
los diferentes puntos -baño, lugar de oración, lugar de alimentos- etc.).
3. Contención/estabilización (si aplica): Contención emocional. Orientación temporal y
espacial.
4. Recogida de información: Se pregunta cómo ha llegado hasta allí, y toda información
adicional sobre la persona afectada, especialmente sobre los acontecimientos vitales
estresantes previos. Identificación de necesidades y preocupaciones inmediatas.
5. Asistencia práctica: Se explora las necesidades inmediatas, se ayuda a ordenar sus
prioridades. Planificar necesidades y acciones a llevar a cabo, por ejemplo,
solucionar cosas inmediatas como el contacto con sus familiares (que no estén ahí),
solucionar dónde pasarán la noche, dónde se va a cenar, si los niños asistirán al
colegio al día siguiente, qué pasará con sus pertenencias.
6. Conexión con la red social de apoyo: Ayudar a realizar las acciones de búsqueda
necesarias.
7. Pautas de afrontamiento: dar pautas de cómo gestionar los siguientes días
(alimentación, sueño); informar de las reacciones básicas de estrés esperables
(físicas y psicológicas) y de posible aparición y/o evolución de síntomas en los
próximos días y horas (desinterés por la comida o el descanso, pero que sin
embargo es necesario que haga estas cosas). Enseñar pautas de comunicación de
malas noticias a niños; enseñar técnicas de relajación, y demás información que sea
pertinente.
8. Conexión con servicios externos: En el momento de cierre debemos explicarle a la
persona que nos vamos y qué va a pasar a partir de ahora (si llega otro compañeros,
o si ha llegado su familia y se queda con ellos, etc). Se debe Informar de tiempos
aproximados para pedir ayuda a un especialista. Dejar conectados con los apoyos
sociales que la persona pueda tener y con los servicios colaborativos (taxi,
asistencia primaria, embajada, ambulancia, psicólogos). Reforzar el mantenimiento
de un contacto adicional en caso de crisis.
Errores
-Presentación: Llegar intrusivamente, lanzar comentarios negativos sobre lo que ha
acontecido (ya que puede agravar el estado de la víctima)
-Recogida de información: interrumpir a la persona cuando habla, prometerle a la persona
que todo estará bien, mandarle qué debe hacer (darle consejos). Menospreciar la opinión de
la víctima, trivializar sus necesidades. EN LUGAR tratar de comprender lo que dice y
ayudarle a solucionar sus necesidades prioritarias, proponer soluciones.
-Asistencia práctica: preguntarle cómo está, irrespetar las creencias, dejar a la víctima con
sensación de desamparo, menospreciar las necesidades de la víctima.
-Pautas de afrontamiento: No decir que no pasa nada, decir que ahora tiene que ser fuerte o
valiente, no trivializar la emergencia, ni amenazar a la víctima con enfermedades o
patologías. EN LUGAR reconocer que es una situación difícil de asimilar, pero que es
necesario comer aunque no tenga ganas, y dormir, para recuperar las fuerzas que necesita.
Indicar cómo puede sentirse la personas debido a lo que ha ocurrido.
-Conexión con servicios externos (etapa de cierre): dar a entender a la persona que no nos
interesa genuinamente. No darle los servicios. EVITAR irse sin despedirse, dar la sensación
de que la persona es una carga para nosotros, trivializar las reacciones, dejar a la víctima
sola y desatendida antes de que llegue su red de apoyo social o un relevo. EN LUGAR
esperar a que llegue alguien para que se quede con la víctima, dar pautas de cuándo pedir
ayuda, dejar números de contacto en caso de emergencia o crisis.
Algunas reacciones que se pueden esperar son: problemas para dormir, necesidad de
estar más apegado al adulto, que algunas conductas involucionen como p.e. que
pierda el control de esfínteres, le cueste comer con cubiertos o mantenerse más
tiempo sentados y atentos.
*La manera de manifestar tristeza los niños es diferente que como lo hacen los adultos.
Ellos pueden mostrarse irritables, referir comentarios hirientes para el adulto. Quizá
tengan rabietas o las tengan con más frecuentes. Asimismo, es importante
reconocer que cada niño es diferente. Aún las manifestaciones de miedo, rabia, y
angustia varían entre niño y niño.
Hasta los seis años, su concepto de muerte está relacionado con un suceso que es
temporal y reversible. Creen que el fallecido está durmiendo y por ende puede despertar en
algún momento. Puede pensar que las cosas ocurrirán con solo pensarlo. Por ende, este
pensamiento mágico puede llevarles a creer que algo le pasó a determinada persona
porque ellos así lo desearon.
Algunas reacciones que se puede dar en esta etapa son: hablen más de lo normal, tengan
dificultad para expresar lo que siente. Siente miedo generalizado (estar solo, un animal,
dormir, etc). Inquietud ante la posible pérdida de una persona conocida, regresiones en su
comportamiento (control de esfínteres, vestirse, comer solos). Asimismo se puede presentar
pérdida de la autonomía, así como pesadillas, no querer irse a dormir solos, despertarse
agitados, entre otros.
Antes estas conductas se puede llevar a cabo los mismo cinco pasos anteriores.
1. Contener: atender a las necesidades del niño de comida, bebida, sueño, juego.
Muestras de cariño con gestos y palabras.
2. Calmar: Situarse al mismo nivel del niño al hablarle pausada y tranquilamente. Jugar
con él y adaptarse a su juego (amigos imaginarios, otros amigos reales).
3. Informar: lenguaje accesible para su edad. Responder a sus ideas de manera
sencilla y sincera. No minimizar lo que ha sucedido, explicarle qué sucederá a partir
de ese momento y qué se hará, ya que la predictibilidad puede calmarlo. Quizá esta
información deba repetirse por lo que hay que ser pacientes. Del mismo modo, se
debe indagar por información que otros adultos hayan dado para corregir lo
necesario. Se debe explicar la diferencia entre la vida real y sus miedos.
4. Normalizar: hacerle entender al niño que es bueno expresarse. Es un buen ejercicio
ponerle nombre a las emociones, y los adultos no deben cohibirse de expresar lo
mismo.
5. Consolar: animar al niño a dibujar o jugar respecto a lo ocurrido. Mantener las rutinas
previas al incidente. Hay que indicarle al niño la posibilidad de asistir a rituales de
despedida, sin embargo, es importante preguntarse si quiere asistir.
*Durante las cuatro primeras semanas después del incidente, hay que ser pacientes con los
comportamientos agresivos, irritantes y/o regresivos manifestados por parte del niño. No se
debe criticar la posible pérdida de habilidades adquiridas.
Los comportamientos deben ir remitiendo en las primeras cuatro semanas después del
suceso crítico. Si persisten después de este tiempo se debe acudir a un especialista.
1. Contener: Tratar de evitar que las emociones del niño se desborden. Recoger y
poner nombre a todas las que esté manifestando, pero apelar a algún pensamiento
que pueda tranquilizar esta emoción “veo que estás asustado pero ten en cuenta
que papá y mamá están aquí para cuidarte, así que estás a salvo”.
2. Calmar: conducirnos con la mayor tranquilidad posible (bajar nuestro tono de
activación); intentaremos recordarle al niño que la situación es similar a una anterior
en la que pudo superar el miedo (¿“te acuerdas de aquella vez en la que te caíste y
te lastimaste, en la que tenías mucho miedo, pero luego te tranquilizaste y todo
estuvo bien?”). NUNCA DECIRLE QUE SI SE CALMA TODO IRÁ MEJOR. Hablarle
pausada y tranquilamente.
3. Informar: lenguaje accesible para su edad. Responder a sus ideas de manera
sencilla y sincera. No minimizar lo que ha sucedido, explicarle qué sucederá a partir
de ese momento y qué se hará, ya que la predictibilidad puede calmarlo. Cuanto
más fácil, corta y sencilla sea la información que le ofrezcamos, será mejor. Cuanto
más rodeos, más difícil y amenazante se hace para un niño. Quizá esta información
deba repetirse por lo que hay que ser pacientes. Del mismo modo, se debe indagar
por información que otros adultos hayan dado para corregir lo necesario.
4. Normalizar: preguntarle lo que en ese momento le surge (emociones), y hay que
normalizar sus emociones. Se debe poner palabras a sus emociones, luego, explicar
que es lógico que experimente lo que siente (los adultos no deben cohibirse de
expresar lo mismo) pero que con el paso del tiempo dichas emociones se
transformarán. NO DECIRLE QUE SUS EMOCIONES VAN A MEJORAR. Hacerle
entender al niño que es bueno expresarse.
5. Consolar: Seguramente está dándose cuenta de que está viviendo una pérdida (de
seguridad, objetos o de personas). Este proceso es paulatino, y el consuelo de los
adultos debe estar presente a lo largo de él. Mantener las rutinas previas al
incidente. Hay que indicarle al niño la posibilidad de asistir a rituales de despedida,
sin embargo, es importante preguntarse si quiere asistir. ES IMPORTANTE
DECIRLE QUE LOS ADULTOS ESTARÁN ALLÍ PARA CUALQUIER COSA QUE
NECESITE.
Debido a lo anterior, hay que saber cuándo tenemos que hablarle al niño que está delante,
o cuándo al adolescente (que en el fondo pretender saberlo todo).
La idea de la muerte en esta época es esta: el concepto de muerte es como el de los
adultos: que nos afecta a todos, es irreversibles, que afectará a los que él más quiere, que
le traerá consecuencias a su vida personal también. Los niños también saben y también
entienden que morirán algún día y por tanto empiezan a sentir miedo a morir (sin embargo,
esperan su muerte para cuando sean mayores).
Las reacciones que se esperan son cambios conductuales, quizá no haya pérdida de la
autonomía, por el contrario hiper autonomía; aislamiento; irritabilidad (forma de llorar de un
preadolescente y adolescente. Hay que explicarle que es su manera de reaccionar y
demostrar que está triste) que puede ir acompañada de impulsividad; tratarán de refugiarse
en el grupo de iguales donde pueden evadir lo que está ocurriendo. Debido a lo anterior, los
adultos deben mantener abierto el canal de comunicación con ellos para cuando el
preadolescente quiera hablar. Puede esperarse un detrimento de su rendimiento escolar y
social, debido a la irritabilidad e impulsividad. Cambios más importantes que los que se ven
en niños más pequeños en cuanto a conductas basales (sueño, comida).
En el fondo, ambos factores son las caras de la misma moneda. Un mismo hecho puede en
una situación actuar como f.p. y en otra como f.r.
Se repiten los mismos ejes: (1) características propias del niño/ adolescente y su contexto
familiar; (2) características del suceso en sí. Lo que ha ocurrido, cómo ha sido, qué efectos
tiene para la vida de estas personas y sus familias. (3) Gestión de la emergencia; (4)
atención y seguimiento recibido. Es importante tener en cuenta que un mismo hecho puede
ser un factor de riesgo y al mismo tiempo uno protector.
Puede suceder que todo el proceso de los PAP por parte de los padres se vea afectado por
el nivel de afectación que tienen ellos. Otro obstáculo es la sobreprotección (manifestado
cuando intentan apartar al niño del lado negativo de la situación).
Un error que se puede cometer en no tener en cuenta a los niños cuando se habla con los
padres, incluso hablar de todo frente al niño. Otro puede ser culpabilizar a la persona que
acaba de sufrir la emergencia. No respetar las creencias religiosas y sus diferencias
culturales.
Malas prácticas
No presentarse, no dirigirse a los niños cuando se habla con los padres también, ni llegar
intrusivamente. No mostrarse comprensivo. Hablar de todo frente a los niños. Darles
consejo a los padres siempre y cuando ellos estén dispuestos en ese momento. No criticar
a los padres por no hacer cosas “obvias”. No darle nosotros la mala noticia a los niños.
EN LUGAR, se puede invitar a uno de los progenitores a darles de comer y de beber a los
pequeños mientras un interviniente se queda con el otro progenitor para darle pautas. No
saturarlos con información en este momento. Ser amables y comprensivos en todo
momento. Estar presente cuando los padres hablen con los niños (pero en segundo plano),
matizando los mensajes cuando fuese necesario. Indagar por las necesidades de los
adultos también y actuar en función de estas.
Aunque los adolescentes entiendo las cosas como los adultos, están en una etapa entre la
niñez y la adultez. La adolescencia es una etapa complicada, donde encuentran el mayor
apoyo en el grupo de iguales. Es importante respetar y apoyar sus diferencias.
Cuando los adolescentes enfrentan un incidente crítico, el estrés que éste le genera se le
suma al estrés cotidiano que experimenta, de manera que es importante entender cuáles
son los factores que estresan normalmente a esta población. Las presiones a las que
sometemos a los adolescentes son:
En esta época se producen cambios en el cuerpo, los adolescentes suelen tener dificultades
de coordinación de movimientos, experimentan un crecimiento rápido, se les desarrollan los
órganos sexuales externos. Estos hechos son adaptativos (y normales) que le hacen sentir
que no tiene control, asimismo, generan problemas de autoestima, porque la imagen
externa es algo muy importante para ellos. Esto es un fenómeno que se retroalimenta: los
estresores influyen en la autoestima, y ésta a su vez influye en los estresores.
También están tratando de encontrar formas, valores, variables propias que regulen su
comportamiento. La manera como descubren qué es lo que prefieren puede ser
oponiéndose a los padres y maestros. Así ensayan formas distintas, evalúan sus resultados
y al final se quedan con una parte de los aprendizajes que obtienen de sus autoridades, y
eliminan otros, para determinar finalmente su sistema de valores y de conducta.
En esta etapa, el grupo de iguales es el grupo de referencia (los baremos y referentes con
que se compara el adolescente). Son prioritarios para los adolescentes. Esto significa que
no se puede nunca plantear una intervención si tener en cuenta a su grupo de pares.
Entonces, día a día los adolescentes pueden encontrarse con estos retos: cambios físicos
(debe asimilar las modificaciones que está sufriendo su cuerpo, aceptarlas y amoldarse a
ellas); empiezan a construir la personalidad que llevará de adulto (explorando formas
alternativas que terminarán construyendo su propia personalidad); cuestiona todas las
normas que los adultos les hemos estado dando. También está configurando su identidad
en el grupo, como estudiante, como deportista, etc. Por último, tiene que empezar a pensar
en su futuro laboral, no para concretarlo, sino para identificar sus inclinaciones.
Algo que debe tener en cuenta es que en algún caso un IC puede desencadenar la
aparición de un trastorno mental (no que los IC generen enfermedades mentales). Si esto
ocurre, se debe considerar que el chico probablemente tenga antecedentes, presenta cierta
vulnerabilidad por problemas previos, en tanto que el IC precipita la enfermedad mental.
En conclusión, los cambios y su respectiva sensación de falta de control generan una mayor
probabilidad de riesgo. Si este es el caso, se deben extremar todas las medidas de apoyo y
de seguimiento. Se debe incluir no solo a los familiares, sino a los amigos y la escuela. Lo
anterior implica compartir información y pautas que pueda ayudan al adolescente afectado.
Qué hacer cuando estamos ante un adolescente (o grupo) y se le van a aplicar los
PAP
-Preguntar si es un buen momento para hablar (pedir permiso si queremos comunicarnos
con ellos).
-Tratar de animarle a decirnos qué necesita. Si no sabe, se le pueden dar opciones (quieres
estar solo? prefieres quedarte en casa o estar con tus amigos? prefieres hacer la tarea
ahora?).
-Invitarle a las actividades que hará la familia, no forzarle. Exponerle las ventajas que
tendría participar, pero sin presionar.
-Ofrecerle ayudar y participar en el IC. Se le puede preguntar si les gustaría cuidar a los
primos, dar de comer a los pequeños, entre otros.
El grupo debe mantener la calma, no discutir entre ellos ni culpabilizarse los unos a los otros
por lo que ocurrió, o cómo se afrontó; evitar la sobreinformación (periódicos, etc); normalizar
las manifestaciones de dolor, ya que esto les ayudará a internalizar lo sucedido (se debe
explicar que hay diferentes formas de expresar la tristeza). Se les debe aconsejar cuidar de
su salud (dieta, ejercicio, descanso-aunque no tengan ganas de dormir-); deben tratar de
recuperar progresivamente su rutina habitual; aceptar la ayuda de sus amigos.
Como proveedor de PAP se debe velar porque se consigan superar las dificultades que esté
experimentando el adolescente individualmente, y la familia, que también está haciendo
parte del afrontamiento del IC. Se debe ayudar a tender puentes, conseguir que se relajen
todos y entiendan sus propias dificultades. Apelar a los vínculos.