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ORDO

MISSÆ
ORDINARIO DE LA MISA

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Tomado del Misal Romano publicado con aprobación eclesiástica con motu proprio
“Rubricarum instructum” por su Santidad el Papa Juan XXIII, el dia 25 de Julio de 1960.
También del Misa Romano Cotidiano, publicado el 19 de octubre de 1962,
cuyo autor es Rvdo. P. Javier Úbeda Nougués, S.J.

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CARTA APOSTÓLICA
EN FORMA DE MOTU PROPRIO
SUMMORUM PONTIFICUM
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XVI

Los sumos pontífices se han preocupado constantemente hasta


nuestros días de que la Iglesia de Cristo ofreciese a la Divina
Majestad un culto digno de «alabanza y gloria de su nombre» y
«para el bien de toda su Santa Iglesia».

Desde tiempo inmemorial, y también para el futuro, es necesario


mantener el principio según el cual, «cada Iglesia particular debe
concordar con la Iglesia Universal, no sólo en cuanto a la doctrina
de la fe y los signos sacramentales, sino también en cuanto a los
usos universales aceptados por la tradición apostólica y continua.
Éstos han de observarse no sólo para evitar errores, sino también
para transmitir la integridad de la fe y para que la ley de la oración
de la Iglesia se corresponda a su ley de la fe.[1]

Entre los pontífices que tuvieron esa preocupación resalta el nombre


de San Gregorio Magno, que hizo todo lo posible para que se
transmitiera a los nuevos pueblos de Europa tanto la fe católica
como los tesoros del culto y de la cultura acumulados por los
romanos en los siglos precedentes. Ordenó que fuera definida y
conservada la forma de la Sagrada Liturgia relativa tanto al
Sacrificio de la Misa como al Oficio Divino, en el modo en que se
celebraba en la Urbe. Promovió con la máxima atención la difusión
de los monjes y monjas que, actuando según la regla de San Benito,
siempre junto al anuncio del Evangelio, ejemplificaron con su vida
la saludable máxima de la Regla: «Nada se anteponga a la obra de
Dios» (cap. 43). De esa forma, la Sagrada Liturgia, celebrada según
el uso romano, no solamente enriqueció la fe y la piedad, sino
también la cultura de muchas poblaciones. Consta efectivamente que

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la liturgia latina de la Iglesia en sus varias formas, en todos los
siglos de la era cristiana, ha impulsado en la vida espiritual a
numerosos santos y ha reforzado a tantos pueblos en la virtud de la
religión y ha fecundado su piedad.

En el transcurso de los siglos, muchos otros pontífices romanos han


mostrado una particular solicitud para que la Sagrada Liturgia
manifestara de la forma más eficaz esta tarea. Entre ellos destaca san
Pío V, que animado por gran celo pastoral tras la exhortación de
Concilio de Trento, renovó todo el culto de la Iglesia, revisó la
edición de los libros litúrgicos enmendados y, «renovados según la
norma de los Padres», los puso en uso en la Iglesia Latina.

Entre los libros litúrgicos del rito romano, resalta el Misal Romano,
que tuvo su desarrollo en la ciudad de Roma, y que, poco a poco,
con el transcurso de los siglos, tomó formas que tienen gran
semejanza con las vigentes en tiempos más recientes.

«Este mismo objetivo fue perseguido por los Romanos Pontífices a


lo largo de los siglos siguientes, asegurando la puesta al día,
definiendo los ritos y los libros litúrgicos, y emprendiendo, desde el
comienzo de este siglo, una reforma más general». [2] Así actuaron
nuestros predecesores Clemente VIII, Urbano VIII, san Pío
X, [3] Benedicto XV, Pío XII y el beato Juan XXIII.

En tiempos recientes, el Concilio Vaticano II expresó el deseo de


que la debida y respetuosa reverencia respecto al culto divino se
renovase de nuevo y se adaptase a las necesidades de nuestra
época. Movido por este deseo, nuestro predecesor, el Sumo
Pontífice Pablo VI, aprobó en 1970 para la Iglesia latina los
libros litúrgicos reformados, y en parte renovados. Éstos,
traducidos a las diversas lenguas del mundo, fueron acogidos de
buen grado por los obispos, sacerdotes y fieles. Juan Pablo II revisó

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la tercera edición típica del Misal Romano. Así, los Romanos
Pontífices se han ocupado de que «esta especie de edificio litúrgico
(...) apareciese nuevamente esplendoroso por dignidad y
armonía». [4]

En algunas regiones, sin embargo, no pocos fieles adhirieron y


siguen adhiriéndose con mucho amor y afecto a las anteriores
formas litúrgicas, que habían impregnado su cultura y su espíritu de
manera tan profunda, que el Sumo Pontífice Juan Pablo II, movido
por la preocupación pastoral respecto a estos fieles, en el año 1984,
con el indulto especial «Quattuor abhinc annos», emitido por la
Congregación para el Culto Divino, concedió la facultad de usar el
Misal Romano editado por el beato Juan XXIII en el año 1962;
más tarde, en el año 1988, con la Carta Apostólica «Ecclesia Dei»,
dada en forma de Motu Proprio, Juan Pablo II exhortó a los
obispos a utilizar amplia y generosamente esta facultad en favor
de todos los fieles que lo solicitasen.

Después de la consideración por parte de nuestro predecesor Juan


Pablo II de las insistentes peticiones de estos fieles, tras haber
escuchado a los Padres Cardenales en el consistorio del 22 de
marzo de 2006, y tras haber reflexionado profundamente sobre
cada uno de los aspectos de la cuestión, invocando al Espíritu
Santo y contando con la ayuda de Dios, con las presente Carta
Apostólica establecemos lo siguiente:

Art. 1.- El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la


expresión ordinaria de la «Lex orandi» («Ley de la oración»), de
la Iglesia católica de rito latino. No obstante, el Misal Romano
promulgado por san Pío V, y nuevamente por el beato Juan
XXIII, debe considerarse como expresión extraordinaria de la
misma «Lex orandi» y gozar del respeto debido por su uso
venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la «Lex orandi» de la
Iglesia en modo alguno inducen a una división de la «Lex

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credendi» («Ley de la fe») de la Iglesia; en efecto, son dos usos del
único rito romano.

Por eso, es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición


típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en
1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la
Liturgia de la Iglesia. Las condiciones para el uso de este misal
establecidas en los documentos anteriores «Quattuor abhinc annis» y
«Ecclesia Dei», se sustituirán como se establece a continuación:

Art. 2.- En las Misas celebradas sin el pueblo, todo sacerdote


católico de rito latino, tanto secular como religioso, puede utilizar
tanto el Misal Romano editado por el beato Papa Juan XXIII en
1962 como el Misal Romano promulgado por el Papa Pablo VI en
1970, en cualquier día, exceptuado el Triduo Sacro. Para dicha
celebración, siguiendo uno u otro misal, el sacerdote no necesita
permiso alguno, ni de la Sede Apostólica ni de su Ordinario.

Art. 3.- Las comunidades de los Institutos de vida consagrada y de


las Sociedades de vida apostólica, tanto de derecho pontificio como
diocesano, que deseen celebrar la Santa Misa según la edición del
Misal Romano promulgado en 1962 en la celebración conventual o
«comunitaria» en sus oratorios propios, pueden hacerlo. Si una sola
comunidad o un entero Instituto o Sociedad quiere llevar a cabo
dichas celebraciones a menudo o habitualmente o permanentemente,
la decisión compete a los Superiores mayores según las normas del
derecho y según las reglas y los estatutos particulares.

Art 4.- A la celebración de la Santa Misa, a la que se refiere el


artículo 2, también pueden ser admitidos —observadas las normas
del derecho— los fieles que lo pidan voluntariamente.

Art.5. § 1. En las parroquias donde haya un grupo estable de

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fieles adherentes a la precedente tradición litúrgica, el párroco
acogerá de buen grado su petición de celebrar la Santa Misa se-
gún el rito del Misal Romano editado en 1962. Debe procurar
que el bien de estos fieles se armonice con la atención pastoral
ordinaria de la parroquia, bajo la guía del obispo como establece
el can. 392, evitando la discordia y favoreciendo la unidad de
toda la Iglesia.

§ 2. La celebración según el Misal del beato Juan XXIII puede tener


lugar en día ferial; los domingos y las festividades puede haber
también una celebración de ese tipo.

§ 3. El párroco permita también a los fieles y sacerdotes que lo


soliciten la celebración en esta forma extraordinaria en
circunstancias particulares, como matrimonios, exequias o
celebraciones ocasionales, como por ejemplo las peregrinaciones.

§ 4. Los sacerdotes que utilicen el Misal del beato Juan XXIII deben
ser idóneos y no tener ningún impedimento jurídico.

§ 5. En las iglesias que no son parroquiales ni conventuales, es


competencia del Rector conceder la licencia más arriba citada.

Art.6. En las misas celebradas con el pueblo según el Misal del


beato Juan XXIII, las lecturas pueden ser proclamadas también
en lengua vernácula, usando ediciones reconocidas por la Sede
Apostólica.

Art.7. Si un grupo de fieles laicos, como los citados en el art. 5, § 1,


no ha obtenido satisfacción a sus peticiones por parte del párroco,
informe al obispo diocesano. Se invita vivamente al obispo a
satisfacer su deseo. Si no puede proveer a esta celebración, el asunto

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se remita a la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei».

Art. 8. El obispo, que desea responder a estas peticiones de los fieles


laicos, pero que por diferentes causas no puede hacerlo, puede
indicarlo a la Comisión «Ecclesia Dei» para que le aconseje y le
ayude.

Art. 9. § 1. El párroco, tras haber considerado todo atentamente,


puede conceder la licencia para usar el ritual precedente en la
administración de los sacramentos del Bautismo, del Matrimonio, de
la Penitencia y de la Unción de Enfermos, si lo requiere el bien de
las almas.

§ 2. A los ordinarios se concede la facultad de celebrar el


sacramento de la Confirmación usando el precedente Pontifical
Romano, siempre que lo requiera el bien de las almas.

§ 3. A los clérigos constituidos «in sacris» es lícito usar el Breviario


Romano promulgado por el Beato Juan XXIII en 1962.

Art. 10. El ordinario del lugar, si lo considera oportuno, puede erigir


una parroquia personal según la norma del canon 518 para las
celebraciones con la forma antigua del rito romano, o nombrar un
capellán, observadas las normas del derecho.

Art. 11. La Pontificia Comisión «Ecclesia Dei», erigida por Juan


Pablo II en 1988, sigue ejerciendo su misión. [5]

Esta Comisión debe tener la forma, y cumplir las tareas y las normas
que el Romano Pontífice quiera atribuirle.

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Art. 12. La misma Comisión, además de las facultades de las que ya
goza, ejercerá la autoridad de la Santa Sede vigilando sobre la
observancia y aplicación de estas disposiciones.

Todo cuanto hemos establecido con esta Carta Apostólica en forma


de Motu Proprio, ordenamos que se considere «establecido y
decretado» y que se observe desde el 14 de septiembre de este año,
fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, sin que obste nada en
contrario.

Dado en Roma, en San Pedro, el 7 de julio de 2007, tercer año de mi


Pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI

NOTAS
[1] Ordenación General del Misal Romano, 3ª ed. 2002, n. 397.
[2] JUAN PABLO II, Carta. ap. Vicesimus quintus annus, 4
dicembre 1988, 3: AAS 81 (1989), 899
[3] Ibíd.
[4] S. PÍO X, Carta. ap. en forma de Motu proprio, Abhinc duos
annos, 23 octubre 1913: AAS 5 (1913), 449-450; cf. JUAN PABLO
II, Carta. ap. Vicesimus quintus annus, 3: AAS 81 (1989), 899.
[5] Cf. JUAN PABLO II, Lett. ap. en forma de Motu
proprio Ecclesia Dei, 2 julio 1988, 6: AAS 80 (1988), 1498.

[Traducción distribuida por la Santa Sede


© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

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Carta Papal que acompaña al
“MOTU PROPRIO”
SUMMORUM PONTIFICUM
Sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970
S.S. Benedicto XVI, 7 de julio de 2007

Queridos Hermanos en el Episcopado:


Con gran confianza y esperanza pongo en vuestras manos de
Pastores el texto de una nueva Carta Apostólica "Motu Proprio data"
sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en
1970. El documento es fruto de largas reflexiones, múltiples
consultas y de oración.
Noticias y juicios hechos sin información suficiente han creado no
poca confusión. Se han dado reacciones muy divergentes, que van
desde una aceptación con alegría a una oposición dura, a un
proyecto cuyo contenido en realidad no se conocía.
A este documento se contraponían más directamente dos temores,
que quisiera afrontar un poco más de cerca en esta carta.
En primer lugar existe el temor de que se menoscabe la Autoridad
del Concilio Vaticano II y de que una de sus decisiones esenciales –
la reforma litúrgica– se ponga en duda. Este temor es infundado. Al
respecto, es necesario afirmar en primer lugar que el Misal,
publicado por Pablo VI y reeditado después en dos ediciones
sucesivas por Juan Pablo II, obviamente es y permanece la Forma
normal –la Forma ordinaria– de la Liturgia Eucarística. La última
redacción del Missale Romanum, anterior al Concilio, que fue
publicada con la autoridad del Papa Juan XXIII en 1962 y utilizada
durante el Concilio, podrá, en cambio, ser utilizada como Forma
extraordinaria de la Celebración litúrgica. No es apropiado hablar de
estas dos redacciones del Misal Romano como si fueran "dos Ritos".
Se trata, más bien, de un doble uso del mismo y único Rito.
Por lo que se refiere al uso del Misal de 1962, como Forma
extraordinaria de la Liturgia de la Misa, quisiera llamar la atención
sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente

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abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre
permitido. En el momento de la introducción del nuevo Misal, no
pareció necesario emitir normas propias para el posible uso del
Misal anterior. Probablemente se supuso que se trataría de pocos
casos singulares que podrían resolverse, caso por caso, en cada
lugar.

Después, en cambio, se demostró pronto que no pocos permanecían


fuertemente ligados a este uso del Rito romano que, desde la
infancia, se les había hecho familiar. Esto sucedió, sobre todo, en los
Países en los que el movimiento litúrgico había dado a muchas
personas una notable formación litúrgica y una profunda e íntima
familiaridad con la Forma anterior de la Celebración litúrgica. Todos
sabemos que, en el movimiento guiado por el Arzobispo Lefebvre,
la fidelidad al Misal antiguo llegó a ser un signo distintivo externo;
pero las razones de la ruptura que de aquí nacía se encontraban más
en profundidad.

Muchas personas que aceptaban claramente el carácter vinculante


del Concilio Vaticano II y que eran fieles al Papa y a los Obispos,
deseaban no obstante reencontrar la forma, querida para ellos, de la
sagrada Liturgia. Esto sucedió sobre todo, porque en muchos
lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del
nuevo Misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización
e incluso como una obligación a la creatividad, lo cual llevó a
menudo a deformaciones de la Liturgia al límite de lo soportable.
Hablo por experiencia porque he vivido también yo aquel periodo
con todas sus expectativas y confusiones. Y he visto hasta qué punto
han sido profundamente heridas por las deformaciones arbitrarias de
la Liturgia personas que estaban totalmente radicadas en la fe de la
Iglesia.

El Papa Juan Pablo II se vio por tanto obligado a ofrecer con el


Motu Proprio "Ecclesia Dei" del 2 de julio de 1988, un cuadro

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normativo para el uso del Misal de 1962, pero que no contenía
prescripciones detalladas, sino que apelaba, en modo más general, a
la generosidad de los Obispos respecto a las "justas aspiraciones" de
aquellos fieles que pedían este uso del Rito romano. En aquel
momento el Papa quería ayudar de este modo sobre todo a la
Fraternidad San Pío X a reencontrar la plena unidad con el Sucesor
de Pedro, intentando curar una herida que era sentida cada vez con
más dolor. Por desgracia esta reconciliación hasta ahora no se ha
logrado; sin embargo una serie de comunidades han utilizado con
gratitud las posibilidades de este Motu Proprio. Permanece difícil, en
cambio, la cuestión del uso del Misal de 1962 fuera de estos grupos,
para los cuales faltaban normas jurídicas precisas, sobre todo porque
a menudo los Obispos en estos casos temían que la autoridad del
Concilio fuera puesta en duda. Enseguida después del Concilio
Vaticano II se podía suponer que la petición del uso del Misal de
1962 se limitaría a la generación más anciana que había crecido con
él, pero desde entonces se ha visto claramente que también personas
jóvenes descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y
encuentran en la misma una forma, particularmente adecuada para
ellos, de encuentro con el Misterio de la Santísima Eucaristía. Así ha
surgido la necesidad de un reglamento jurídico más claro que, en
tiempos del Motu Proprio de 1988 no era previsible; estas Normas
pretenden también liberar a los Obispos de tener que valorar siempre
de nuevo cómo responder a las diversas situaciones.

En segundo lugar, en las discusiones sobre el esperado Motu


Proprio, se expresó el temor de que una más amplia posibilidad de
uso del Misal de 1962 podría llevar a desórdenes e incluso a
divisiones en las comunidades parroquiales. Tampoco este temor me
parece realmente fundado. El uso del Misal antiguo presupone un
cierto nivel de formación litúrgica y un acceso a la lengua latina;
tanto uno como otro no se encuentran tan a menudo.

Ya con estos presupuestos concretos se ve claramente que el nuevo


Misal permanecerá, ciertamente, la Forma ordinaria del Rito

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Romano, no sólo por la normativa jurídica, sino por la situación real
en que se encuentran las comunidades de fieles.

Es verdad que no faltan exageraciones y algunas veces aspectos


sociales indebidamente vinculados a la actitud de los fieles que
siguen la antigua tradición litúrgica latina. Vuestra caridad y
prudencia pastoral serán estímulo y guía para un perfeccionamiento.
Por lo demás, las dos Formas del uso del Rito romano pueden
enriquecerse mutuamente: en el Misal antiguo se podrán y deberán
inserir nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios. La
Comisión "Ecclesia Dei", en contacto con los diversos entes locales
dedicados al usus antiquior, estudiará las posibilidades prácticas. En
la celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI se podrá
manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo
hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso
antiguo. La garantía más segura para que el Misal de Pablo VI pueda
unir a las comunidades parroquiales y sea amado por ellas consiste
en celebrar con gran reverencia de acuerdo con las prescripciones;
esto hace visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de
este Misal.

De este modo he llegado a la razón positiva que me ha motivado a


poner al día mediante este Motu Proprio el de 1988. Se trata de
llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia. Mirando
al pasado, a las divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado
el Cuerpo de Cristo, se tiene continuamente la impresión de que en
momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se ha
hecho lo suficiente por parte de los responsables de la Iglesia para
conservar o conquistar la reconciliación y la unidad; se tiene la
impresión de que las omisiones de la Iglesia han tenido su parte de
culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido consolidarse.
Esta mirada al pasado nos impone hoy una obligación: hacer todos
los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el
deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o
reencontrarla de nuevo. Me viene a la mente una frase de la segunda

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carta a los Corintios donde Pablo escribe: "Corintios, os hemos
hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en
par. No está cerrado nuestro corazón para vosotros; los vuestros sí
que lo están para nosotros. Correspondednos; ... abríos también
vosotros" (2 Cor 6,11-13). Pablo lo dice ciertamente en otro
contexto, pero su invitación puede y debe tocarnos a nosotros,
justamente en este tema. Abramos generosamente nuestro corazón y
dejemos entrar todo a lo que la fe misma ofrece espacio.

No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale


Romanum. En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso,
pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era
sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no
puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso
perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han
crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo
puesto. Obviamente para vivir la plena comunión tampoco los
sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo pueden, en
principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto,
no sería coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad
del nuevo rito la exclusión total del mismo.

En conclusión, queridos Hermanos, quiero de todo corazón subrayar


que estas nuevas normas no disminuyen de ningún modo vuestra
autoridad y responsabilidad ni sobre la liturgia, ni sobre la pastoral
de vuestros fieles. Cada Obispo, en efecto es el moderador de la
liturgia en la propia diócesis (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 22:
"Sacrae Liturgiae moderatio ab Ecclessiae auctoritate unice pendet
quae quidem est apud Apostolicam Sedem et, ad normam iuris, apud
Episcoporum").

Por tanto, no se quita nada a la autoridad del Obispo cuyo papel será
siempre el de vigilar para que todo se desarrolle con paz y serenidad.
Si surgiera algún problema que el párroco no pueda resolver, el

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Ordinario local podrá siempre intervenir, pero en total armonía con
cuanto establecido por las nuevas normas del Motu Proprio.

Además os invito, queridos Hermanos, a escribir a la Santa Sede un


informe sobre vuestras experiencias tres años después de que entre
en vigor este Motu Proprio. Si vinieran a la luz dificultades serias se
buscarían vías para encontrar el remedio.

Queridos Hermanos, con ánimo agradecido y confiado, confío a


vuestro corazón de Pastores estas páginas y las normas del Motu
Prorpio. Recordemos siempre las palabras que el Apóstol Pablo
dirigió a los presbíteros de Éfeso "Tened cuidado de vosotros y de
toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como
vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la
sangre de su propio Hijo" (Hechos 20,28).

Confío a la potente intercesión de María, Madre de la Iglesia, estas


nuevas normas e imparto de corazón mi Bendición Apostólica a
Vosotros, queridos Hermanos, a los párrocos de vuestras diócesis y a
todos los sacerdotes, vuestros colaboradores, así como a todos
vuestros fieles.

Dado en San Pedro, el 7 de Julio 2007.

BENEDICTUS PP. XVI

[Traducción distribuida por la Santa Sede


© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

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NOCIONES GENERALES
SOBRE LA MISA

El Sacrificio de la Misa
«El augusto Sacrificio del altar, no es pura y simple
conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo, sino que es
un sacrificio propio y verdadero, por el que el Sumo Sacerdote
se inmola incruentemente y renueva lo que ya realizó en la
Cruz, ofreciendose enteramente al Padre eterno como víctima
gratísima.» (Pio XII, Encíclica Mediátor Dei).
«El santo sacrificio de la Misa es un acto de culto público
rendido a Dios en nombre de Cristo y de la Iglesia, cualquiera
que sea el lugar o el modo de celebrarse. El sacerdote
celebrante preside toda la acción litúrgica de la forma que le es
propia. Los fieles tienen una participación activa en la liturgia
en virtud de su carácter bautismal, de modo que en el santo
sacrificio de la Misa ofrecen también a su manera la divina
Víctima a Dios Padre con el sacerdote.» (Instrucción de la
Sagrada Congregación de Ritos, 3 de septiembre de 1958).
«La Misa es la manera más insigne manifestación de todo el
culto cristiano» (Nuevo Código de normas litúrgicas, 1960).
Maneras de participar en la Misa
Por su naturaleza de acto comunitario del pueblo fiel, la Misa
exige la participación de todos los asistentes. Esta participación
puede ser:
a) interna, uniéndose con atención y afecto al Sacrificio de
Cristo y ofreciéndose con Él;
b) externa, acomodando los gestos rituales y postura del cuerpo
(de rodillas, de pie, sentado) y, sobre todo, las respuestas,
oraciones y cantos al desarrollo del Sacrificio;

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c) sacramental, que es la más perfecta, recibiendo la comunión.

Participación en las Misas cantadas. «La Misa solemne es la forma


más noble de celebración eucarística» (Instrucción de la S.
Congregación de Ritos). En ella la participación activa de los fieles
puede darse en tres grados:
1º Cantando todos las respuestas litúrgicas más fáciles: Amén,
Et cum spíritu tuo; Glória tibi Dómine; Habémus ad Dóminum;
Dignum et iustum est; Sed líbera nos a malo; Deo grátias.
2º Cantando todos los fieles las partes del Ordinario de la Misa:
Kyrie eléison, Glória in excélsis, Credo, Sanctus-Benedíctus y
Agnus Dei. Es necesario que el pueblo aprenda a cantar estas
partes, especialmente en los tonos gregorianos más sencillos.
3º Cantando también todos las partes del Propio de la Misa.
Los mismos grados de participación son aplicables a la misa
cantada con el celebrante solo.

Participación en la Misa rezada: los fieles no deben asistir a la


Misa rezada «como extraños o espectadores mudos». También
pueden participar en ella en diversos grados:
1º Prestando su atención individual interna a las partes
principales, y la externa, según las costumbres. «Es muy de
alabar la práctica de quienes, con un misal adaptado a su
capacidad, rezan con el sacerdote empleando las mismas
palabras de la Iglesia.» (Instrucción de la S. Congregación de
Ritos). Puede igualmente participar meditando en los misterios
de Cristo o con otros actos de piedad, como rezando; pero
siempre en privado.
2º Rezando o cantando en común y procurando que las preces y
cantos se acomoden a cada parte de la Misa (pero está
prohibido recitar en alta voz con el celebrante el Propio, el

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Ordinario y el Canon).
3º Respondiendo litúrgicamente al sacerdote, dialogando los
fieles con él y diciendo con voz clara las partes que les
corresponden. Esta es la participación más perfecta y puede
hacerse de cuatro modos gradualmente implantados.
a) Los fieles dan las respuestas más fáciles: Amén; Et cum
spíritu tuo; Deo grátias: Glória tibi, Dómine; Laus tibi,
Christe; Habémus ad Dóminum; Dignum et iustum est; Sed
líbera nos a malo.
b) Los fieles responden al celebrante tal como lo hace el
ayudante o ministro, según las rúbricas; y, si se da la comunión
durante la misa, dicen tres veces: Dómine, non sum dignus.
c) Los fieles recitan al mismo tiempo que el sacerdote el Glória
in excélsis, el Credo, el Sanctus-Benedíctus y el Agnus Dei.
d) También junto con el sacerdote, recitan los fieles el Propio
de la Misa: introito, gradual, ofertorio y comunión.
El uso del Latín
El empleo del latín ofrece en la liturgia católica una garantía
unidad. En Roma, en Madrid, en París, y Nueva York, in
Australia, se celebra la misma Misa, se cantan el mismo Credo.
Si en el curso de un largo viaje entramos en una Iglesia, no nos
sentimos en ella en un país desconocido, estamos en cierto
modo y nuestra casa.

En las misas cantadas sólo se empleará el latín, por los


sacerdotes, ministros, coro y fieles.
En las misas rezadas, el celebrante, su ayudante y los fieles que
en alta voz dicen las partes que les tocan, sólo usarán el latín. Si
además de esta participación litúrgica directa, quieren los fieles
hacer algunas preces o cantar algunos cánticos populares, según

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costumbre, pueden hacerlo en su lengua vulgar.
También en las misas rezadas todo el Pater noster, que es la
antigua oración apropiada para la comunión, puede ser recitado
por los fieles junto con el celebrante, pero solamente en latín; y
todos dicen al final: Amén. Toda recitación en lengua vulgar
está prohibida.
La pronunciación del latín puede hacerse conforme a la propia
de cada país. Tiende a generalizarse la pronunciación italiana;
pero debe ser enseñanda de viva voz.
El Comentador
Para la participación más activa de los fieles en la misa, es
conveniente que un «comentador» vaya explicando los ritos,
preces y lecciones, y dirigiendo su participación externa con
respuestas y cantos. Conviene que el «comentador» sea
sacerdote o, al menos, clérigo; a falta de estos, puede ser un
seglar de costumbres cristianas y bien instruído. Si es clérigo,
usará roquete y hablará desde el presbiterio o púlpito. Si es
seglar, se colocará ante los fieles en sitio oportuno, pero no en
el púlpito ni en el presbiterio. Las explicaciones y avisos vayan
escritos: sean pocos, sobrios y breves, dados a tiempo y con voz
moderada; deben suspenderse mientras el celebrante reza las
oraciones; y deben ayudar, no entorpecer, la piedad de los
fieles. El «comentador» seguirá atentamente al celebrante,
acompañando la acción sagrada sin retrasarla ni interrumpirla,
para que toda ella se desarrolle con armonía unidad y piedad. El
sacerdote, por su parte, ha de pronunciar con voz clara y tan
alta que puedan oírle todos. Las mujeres no pueden asumir el
papel de «comentador»; solamente en caso de necesidad una
mujer puede dirigir de algún modo el canto, o las oraciones de
los fieles.
Para facilitar la inteligencia entre el comentador y los fieles, en
este misal sean puestos números marginales en el Ordinario de

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La Misa.
La experiencia pastoral demuestra que al indicar el
«comentador» tal página y tal número para tal respuesta activa
que ha de darse al celebrante, los fieles se disponen
inmediatamente, con su misal en la mano, a actuar de manera
uniforme y exacta. Como la participación activa ha de
implantarse gradualmente, el «comentador» puede ir eligiendo
las respuestas de cada día, en el orden que prefiera, por el
mismo sistema de números.
Actitudes de los Fieles en la Misa
Como se ha dicho anteriormente, las posturas y actitudes del
cuerpo contribuyen también a la participación activa en el
sacrificio de la Misa. Sin embargo los últimos documentos
pontificios no prescriben detalles de estas actitudes. Pero
pueden sernos útiles las normas que han ido apareciendo en los
diversos países. Aquí incluiremos las de la Junta Nacional de
Apostolado Litúrgico de España.
PARTES DE LA MISA ACTITUDES DE LOS FIELES
I FORMACIÓN DE LA ASAMBLEA
Entrada del celebrante……………… De pie
Asperges……………………………. De pie (inclinación)
Introito cantado o canto de entrada…
Preces al pie del altar………………. De rodillas;
si cantan los fieles
El celebrante sube al altar (incensación).
Lectura del Introito…………………. De pie
Kyries. Gloria………………………. De pie o como
esté el celebrante
Dóminus vobíscum. Colecta………… De pie

25
II PALABRA DE DIOS
Epístola, gradual, etc………………… Sentados
Evangelio……………………………. De pie
Homilía……………………………… Sentados
Credo………………………………… De pie o como
esté el celebrante
III SACRIFICIO EUCARÍSTICO
a) Ofertorio
Dóminus vobiscum. Orémus………… De pie
Antífona. Oraciones…………………. Sentados
b) Canon
Prefacio. Sanctus…………………….. De pie
Después del Sanctus hasta
el Amén final del Canon…………….. De rodillas
c) Comunión
Orémus. Pater noster.
Pax. Agnus..…………………………. De pie
Oraciones preparatorias y comunión
del celebrante……………………….. De rodillas

Comunión de los fieles……………… De rodillas


Abluciones………………………….. Pueden sentarse
Dóminus vobíscum.
Poscomunión……………………….. De pie

IV DESPEDIDA DE LA ASAMBLEA

26
Dóminus vobíscum.
Ite, missa est………………………… De pie
Bendición…………………………… De rodillas
Evangelio de San Juan……………… De pie
Oraciones después de la Misa
(si las hubiere)………………………. De rodillas
Salida del celebrante………………… De pie
Notas:
1ª En las misas cantadas, donde haya costumbre de que los
fieles se acomoden a las actitudes del coro, puede tal costumbre
conservarse y, por tanto, estar de pie durante las preces al pie
del altar (aunque no canten los fieles), después del Sanctus,
después de la consagración y durante las oraciones
preparatorias a la comunión del celebrante.
2ª Estas mismas actitudes del coro puede tolerarse a los fieles
cuando las condiciones de la iglesia no se presten a estar mucho
tiempo de rodillas, aun tratándose de misas rezadas con
participación comunitaria.
3ª En las misas se rezadas sin participación comunitaria se
pueden permitir una menor movilidad, observando sin embargo
siempre estas actitudes básicas: levantarse al evangelio y al
prefacio; arrodillarse a la consagración, comunión y bendición.
El Material Litúrgico
EL ALTAR.- Está prohibido celebrar el Santo Sacrificio si no es
sobre un altar consagrado. Constituye el altar la parte más
importante de la iglesia.
Los templos protestantes, donde no se ofrece ningún sacrificio,
no poseen altar; no son más que simples lugares de reuniones
piadosas. En la Iglesia Latina el altar está puesto de manera que

27
a ser posible lo vean todos los asistentes: también está
generalmente un poco elevado del suelo. Unas gradas, por lo
regular del número impar (1, 3, 5), conduce a él. Está cubierto
con tres manteles de cáñamo o el lino.

En recuerdo de la costumbre que tenían los primeros cristianos


de ofrecer el Santo sacrificio sobre las tumbas de los mártires,
exigen las reglas litúrgicas que haya reliquias encerradas bajo el
ara. El sacerdote la besa varias veces durante el Santo
Sacrificio. Esta piedra, consagrada por el Obispo y ornada con
cinco cruces, constituye el altar propiamente dicho.

EL SAGRARIO.- La Sagrada Eucaristía se conserva en el


Sagrario. Sus paredes interiores son doradas, o por lo menos
forradas de seda blanca; el exterior debe de estar recubierto de
cortinillas llamadas conopeo, cuyo color varía como el de los
ornamentos litúrgicos. El sagrario no debe tener encima ningún
otro adorno más que el Crucifijo: ni flores ni dosel.

EL ALUMBRADO.– La Iglesia ha limitado a seis el número de


candeleros puestos sobre las gradas del altar y dominados por la
Cruz. Para la celebración de la Misa, se requieren por lo menos
dos velas encendidas. Deben de ser de cera pura o al menos que
predominen en su composición. Delante del altar donde se halla
la Sagrada Eucaristía, debe lucir una lámpara noche y día,
alimentada por aceite de oliva u otro aceite vegetal.

EL INCIENSO.- El uso del incienso en las Misas solemnes es


general en la Iglesia Católica.
El fuego del incensario expresa los sentimientos de adoración,
alabanza, gratitud, sumisión, en una palabra: la oración de la

28
Asamblea Cristiana a Dios.

EL PAN Y EL VINO.- La Iglesia Latina se sirve para la


consagración del pan ácimo, es decir, sin levadura. Funda su
práctica en el hecho de que Nuestro Señor habiendo instituído
la Eucaristía la víspera de su muerte, es decir, el día de los
ácimos, no pudo servirse más que de este pan, porque la ley
prohibía a los judíos, bajo pena de muerte, tener en sus casas
pan fermentado en ese día.
Ordinariamente se imprime en él la imagen de Jesucristo en la
cruz o algún otro emblema religioso.
El vino debe ser puro y de buena calidad. Sólo el vino
procedente de uva puede ser consagrado.

ACCESORIOS DEL ALTAR.- Para la celebración del Santo


Sacrificio son necesarios:
Las Sacra, en número de tres, especies de cuadros, puestos el
más grande en medio, y los otros dos a cada lado del altar: con-
tienen impresas diversas oraciones de la misa y sirven para ayu-
dar a la memoria del sacerdote.
El Misal, libro con las oraciones y rúbricas de la Misa.
Las Vinajeras: dos jarritas de cristal con el divino y el agua. Se
las coloca sobre la credencia que hay a la derecha del altar.
La Campanilla, que se toca aun en los oratorios privados.

LOS VASOS SAGRADOS.- El Cáliz es el vaso sagrado en el


cual se hace la consagración del vino en la preciosa sangre de
Jesucristo. La copa debe ser de oro o por lo menos de plata
sobredorada en el interior.

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La Patena es un platito del mismo metal que el Cáliz destinado
a recibir la Sagrada Hostia.
El Copón, copa de forma semejante de al Cáliz, provista de una
tapa, se conservan las Hostias para la comunión.
La Custodia es una pieza de orfebrería (sol de oro) destinada a
exponer la Sagrada Eucaristía a la veneración de los fieles.

LOS LIENZOS SAGRADOS.- El corporal, lienzo sobre el que


reposa el Cuerpo de Nuestro Señor: en tiempos antiguos era tan
largo y ancho como la mesa del altar y tan amplio que se le
doblaba sobre el Cáliz para cubrirlo. Por comodidad se le ha
reducido considerablemente y se ha adoptado la palia, lienzo de
forma cuadrada, que sirve para cubrir el Cáliz después de la
consagración. Corporal y palia deben de ser de cáñamo o de
lino.
La bolsa, especie de carpeta recubierta de tela, qué contiene el
corporal doblado.
El purificador, sirve para enjugar los labios y dedos del
sacerdote, así como el Cáliz después de la comunión.
El paño de manos, lienzo pequeño, el cual el sacerdote se
enjuga los dedos al lavabo, y el velo del Cáliz, no son lienzos
sagrados; pueden ser tocados por todos.

LOS ORNAMENTOS.- Los ornamentos acabados que el


sacerdote se viste para la celebración de los Santos misterios,
reciben del Obispo, o de un sacerdote autorizado, una bendición
que los aparta para siempre del uso vulgar.
El amito, lienzo blanco de cáñamo o de lino, cubría en otro
tiempo el cuello y la espalda: hoy no envuelve más que el cue-
llo de la sotana.

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El alba, amplia túnica de lino que desciende como la sotana
hasta los pies, adornada con encajes, no es más que la larga
túnica del lino que llevaban los romanos. Es la vestidura
litúrgica más antigua; fue adoptada por el clero para la Liturgia
Eucarística. El alba acortada para los clérigos de Órdenes
menores, ha dado origen a la sobrepelliz y al roquete de los
canónigos. Es símbolo de pureza.
El cíngulo, indispensable para sujetar el alba, es el signo de la
castidad.
El manípulo, banda pequeña de género igual a la casulla, que
rodeaba el brazo izquierdo del sacerdote, tiene su origen en el
lienzo del cual se servían en la antigüedad para enjugarse el
rostro y las manos, y para tomar diversos objetos. No parece
haber sido adoptado por la liturgia romana antes del siglo XII.
Simboliza el trabajo y el dolor.
La estola, banda mayor del mismo género que el manípulo y la
casulla, era primitivamente una especie de chal más largo que
ancho, que cubría las espaldas y venía a caer por delante del
pecho. Cuando la iglesia romana la adoptó hacia el sigloVII,
había cambiado bastante de forma y constituía más bien una
insignia que un vestido. El sacerdote la cruza sobre el pecho y
el diácono la pone sobre el costado izquierdo en forma de aspa.
Se la considera como símbolo de inmortalidad y de inocencia
reconquistada.
La casulla, reducida actualmente a una especie de gran
escapulario que dejan los brazos en libertad, era en otro tiempo
una gran capa que caía hasta los pies, abierta únicamente por la
parte superior para dejar pasar la cabeza. Lleva ordinariamente
de imagen de la Cruz y simboliza el yugo de Jesucristo.

EL COLOR DE LOS ORNAMENTOS.– Hay cinco colores


litúrgicos: blanco, rojo, verde, morado y negro.

31
El blanco, emblema de la inocencia, sirve para las fiestas de
nuestro Señor, de la Santísima Virgen, de los Confesores, de las
Vírgenes y de las Santas Mujeres.
El rojo, color de sangre y de fuego, está reservado para los días
siguientes: Pentecostés, en recuerdo del Espíritu Santo, que
descendió sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego; las
fiestas que tienen por objeto la Cruz y los misterios de la Pasión
de Nuestro Señor; las fiestas de los apóstoles o de los mártires
que derramaron su sangre por Jesucristo.
El verde, símbolo del esperanza y del reposo que gozaremos en
la otra vida, se emplea únicamente en los domingos después de
Pentecostés.
El morado, simboliza la tristeza y la penitencia; se usa durante
el Adviento, la Cuaresma, el tiempo de Septuagésima y las
cuatro Temporas.
El negro, se emplea siempre que se celebra Misa de difuntos y
el día de Viernes Santo.
En muchas diócesis de España hay privilegio de la Santa Sede
de poder usar el color azul celeste en la festividad de la
Inmaculada Concepción y misa votiva del mismo misterio.
Todos los sacerdotes pueden usar ornamentos de color rosa en
las dominicas 3a de adviento (Gaudete) y 4a de cuaresma
(Lætare).
Los colores litúrgicos fundamentales, según el nuevo código
de1960, pueden sustituirse por otros, siempre por decisión de la
Jerarquía Eclesiástica, en tierras de Misiones, donde la
significación de determinado color se oponga a la señalada
anteriormente.
En las misas votivas se usa el color propio de cada Misa; pero
en las votivas rezadas de 4a clase puede usarse el color propio
del día litúrgico, reservando siempre en el color morado y el

32
negro para las misas que los exigen.

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA SEGUIR LA SANTA MISA


Hay dos partes en la misa: la primera es el conjunto de partes
fijas y se llama Ordinario de la Misa. La segunda es el conjunto
de partes variables que se componen de diversas oraciones
(Introito, colecta, epístola, etc.).— Estas oraciones están
tomadas del Propio del Tiempo, o del Propio o Común de los
Santos.
El guía seguro que da día por día todas las indicaciones
necesarias concernientes a la Santa Misa, es el calendario local.
¿Cómo se procederá para servirse útilmente del Misal?
Antes de ir al templo, se prepara en casa la Misa que se va a
seguir: se abre el calendario local en la fecha del día.
Supongamos que éste sea un domingo de conmemoración de un
Santo. En el ordinario que se sigue para la parte invariable,
cada vez que se encuentren títulos gruesos, se recitan las
oraciones del domingo (buscarlas en el propio del tiempo).
Para la conmemoración del Santo se añade, después de la
Colecta, Secreta y Poscomunión del domingo, una segunda
oración que se toman de la Misa de este Santo (del propio de
los Santos). Toda conmemoración en la Misa se hace de la
misma manera: es decir, que se recita después de la Colecta,
Secreta y Poscomunión, una segunda Colecta, Secreta y Posco-
munión de la Fiesta que se conmemora.
Puede ocurrir que según las circunstancias sea preciso decir un
prefacio particular.

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1 Altar.– 2 Sagrario.– 3 Conopco.– 4 Crucifijo.– 5,
6,7,8,9,10 Candeleros con cirio.– 11 y 12 Sacras.– 13
Gradillas.– 14 Paño de Cáliz: cómo debe quedar doblado.–
15 Palia y cucharilla.– 16 Hijuela.– 17 Patena con la forma.
– 18 Cáliz.– 19 Bolsa de corporales.– 20 Corporales.– 21
Atril.– 22 Misal.– 23 Mantel de Altar.

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35
GUÍA PARA SEGUIR AL SACERDOTE
EN EL ALTAR
Ordinario Propio
Principio de la Santa Misa
Salmo: Iúdica me
Suprimido en el Tiempo de Pasión y en las Misas de Difuntos
Confíteor
(Bendición del incienso en las Misas solemnes)
INTROITO
Variable: véase en la Misa del día.
En el tiempo pascual se añaden dos
Aleluyas antes del Salmo.
Kyries
Glória in excésis
El Calendario local indica Cuándo no debe decirse el Glória.
COLECTA
Variable: véase la Misa del día.
Puede haber de una a tres Colectas:
El Calendario local lo indica.
EPÍSTOLA
Variable: veáse la Misa del día.
GRADUAL - TRACTO -
ALELUYA - SECUENCIA
Variable: veáse la Misa del día.
Munda cor meum
EVANGELIO
Variable: veáse la Misa del día.
Credo
El Calendario indica cuándo se dice el Credo.
OFERTORIO
Variable: veáse la Misa del día.
En el tiempo pascual se añade
un Aleluya.

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Ordinario Propio

Ofertorio
(Bendición del incienso en las Misas Solemnes)
SECRETA
Variable: Veeáse la Misa del día.
Hay tantas Secretas como Colectas.
Prefacio
El Calendario indica cuándo varía el Prefacio.
Sanctus
Canon
Las rubricas indican cuándo las oraciones.
Communicantes y
Hanc ígitur varían
Pater noster con las oraciones
Agnus Dei
(En las Misas solemnes, el beso de la paz)
Oraciones para antes de la comunión
COMUNIÓN
Variable: veáse la Misa del día.
En el tiempo pascual se añade
un Aleluya.
POSCOMUNIÓN
Variable: veáse la Misa del día.
Hay tantas poscomuniones
como Colectas.
Oraciones finales y Bendición
Último Evangelio
Oraciones para después de la Santa Misa

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ORDO INCENSANDI OBLATA
Iuxta Rubricas Missalis Romani

In modum crucis

In modum circuli

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ORACIONES PREPARATORIAS
PARA LA SANTA MISA
Ant. No te acuerdes, * Señor, de nuestros delitos, ni de los de
nuestros Padres: ni tomes venganza de nuestros pecados.
(T.P.Aleluya).
Esto salmos se pueden rezar o cantar también durante el Ofertorio o la
comunión.
Salmo 83
Deseo ardiente de habitar en la casa del Señor.
¡Oh cuán amables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi
alma anhela y ardientemente desea estar los atrio del Señor.
Transportarse de gozo mi corazón y mi cuerpo, contemplando
al Dios vivo.
El pajarillo halló un hueco donde guarecerse, y nido la tórtola
para poner sus polluelos. Tus altares, oh Señor de los ejércitos,
oh Rey mío y Dios mío. Bienaventurados, Señor, los que moran
en tu casa: te alabarán por los siglos de los siglos.
Dichoso el hombre que en ti tiene su amparo; y que ha
propuesto en su corazón, en este valle de lágrimas, subir hasta
el lugar santo que destinó Dios para sí. Porque le dará su
bendición el legislador, y caminarán de virtud en virtud; y el
Dios de los dioses se dejará ver en Sión.
Oh Señor Dios de los ejércitos, oye mi oración: escúchala
atento, oh Dios de Jacob. Vuélvete a mirarnos, oh Dios
protector nuestro, y pon los ojos en el rostro de tu Cristo. Más
vale un solo día de estar en los atrios de tu templo, que millares
fuera de ellos.
He escogido ser el último en la casa de Dios, más bien que
habitar en la morada de los impíos. Porque Dios ama la
misericordia y la verdad: dará el Señor la gracia y la gloria.

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No dejará sin bienes a los que proceden con inocencia. Oh
Señor de los ejércitos, bienaventurado el hombre que pone en ti
su esperanza.
Gloria al Padre…
Salmo 84
Oraciones para obtener el completo restablecimiento de Israel.
Oración del cristiano libre de la esclavitud del pecado por la
redención.
Oh Señor, tú has derramado la bendición sobre tu tierra: tu paz
y libertado del cautiverio a Jacob. Has perdonado las maldades
de tu pueblo: has sepultado todos sus pecados. Has aplacado ya
a toda tu ira: has calmado el furor de tu indignación.
Conviértenos, oh Dios, Salvador nuestro, y apartar tu ira de
nosotros ¿Has de estar por ventura siempre enojado con
nosotros? ¿Has de prolongar tu ira de generación en
generación?
Oh Dios, volviendo Tú el rostro hacia nosotros, nos darás vida;
y tu pueblo se regocijará en ti. Muéstranos, Señor,
tu misericordia y danos tu salud.
Haz que escuche yo lo que me hablará el Señor Dios: pues él
anunciará la paz a su pueblo. Y a sus santos y a los que se
convierten de corazón. Así es que su salud estará cerca de los
que le temen y adora; y habitará la gloria en nuestra tierra.
Encontraronse juntas la misericordia la verdad; dieronse un
abrazo la justicia y la paz. La verdad brotó en la tierra: y la
justicia nos ha mirado desde lo alto del cielo. Por lo que
derramará el Señor su benignidad, y nuestra tierra producida su
fruto. La justicia marchará delante de él y dirigirá sus pasos.
Salmo 85
El cristiano implora el auxilio de Dios contra las tentaciones.

40
Inclina, Señor, tu oído a mis ruegos, y escucharme: porque me
hallo afligido y necesitado. Guarda mi vida, puesto que soy tu
devoto. Salva, oh Dios mío, a este siervo tuyo, que tiene puesta
en ti y su esperanza.
Señor, ten misericordia de mi, porque no ceso de clamar a ti
todo el día: consuela el alma de tu siervo, pues a ti, oh Señor,
tengo de continuo elevado mi espíritu: siendo tu, Señor, cómo
eres, suave y benigno y de gran clemencia para con todos los
que te invocan.
Oye propicio, oh Señor, mi oración y atiende a la voz de mis
ruegos. A ti clamaré en el día de mi tribulación, pues tú siempre
me has oído benignamente. Ninguno hay entre los dioses que
pueda, oh Señor, parangonarse contigo: ninguno que puede
imitar tus obras.
Las naciones todas cuantas criaste, vendrán, Señor: y postradas
ante ti que adorarán y tributarán gloria a tu nombre. Porque tú
eres el grande, tú el hacedor de maravillas; tú sólo eres Dios.
Guíame, Señor, por tu sendas y yo caminaré según tu verdad;
alégrese mi corazón de modo que respete tu nombre. Te
alabaré, oh Señor, Dios mío, con todo mi corazón y glorificaré
eternamente tu nombre: porque es grande tu misericordia para
conmigo y has sacado mi alma del infierno profundo.
Oh Dios, han conspirado contra mí los impíos, y una reunión de
poderosos ha atentado a mi vida, sin atender a que tú te hallas
presente. Pero tú, Señor Dios, compasivo y benéfico, paciente,
misericordiosisimo y veráz. Vuelve hacia mí tu rostro y tenme
lástima; da tu imperio a tu siervo y pon a salvo al hijo de tu
esclava. Obra algún prodigio a favor mío; para que los que me
aborrecen vean con confusión suya cómo tú oh Señor, me has
socorrido y consolado.
Gloria al Padre...

41
Salmo 115
Acción de gracias después del socorro recibido en la prueba
Lleno estaba de confianza en Dios, aunque me vi reducido al
mayor abatimiento. Yo dije en mi desgracia: todos los hombres
son engañosos. ¿Cómo podré corresponder al Señor por todos
los beneficios que me ha hecho?
Tomaré el cáliz de la salud e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo su pueblo. Es
cosa preciosa a los ojos del Señor la muerte de su santos.
Oh Señor, siervo tuyo soy, siervo tuyo e hijo de la esclava tuya.
Tú rompiste mis cadenas: a ti ofrecere yo un sacrificio de
alabanza e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al
Señor a vista de todo su pueblo, en los atrios de la casa del
Señor, en medio de ti, Jerusalén.
Gloria al Padre…
Ant. No te acuerdes, Señor, de nuestras culpas, ni de las de
nuestros padres y no tomes venganza de nuestros pecados.
(T.P.Aleluya)
Después dice el Sacerdote:
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros
Padre nuestro…
℣./ Y no nos dejes caer en la tentación.
℟./ Mas líbranos del mal.
℣./ Yo dije: Señor, compadécete de mi.
℟./ Salva mi alma, pues el pecado contra ti.
℣./ Vuélvete a nosotros, Señor,

42
℟./ Y sé propicio para tus siervos.
℣./ Experimentemos, Señor, tu misericordia.
℟./ Conforme hemos esperado en ti.
℣./ Tus sacerdotes sean revestidos de justicia.
℟./ Y llénense de alegría tus santos.
℣./ Limpiame, Señor, de mis pecados desconocidos.
℟./ Y perdona a tu siervo de los pecados ajenos.
℣./ Señor, atiende a mi oración.
℟./ Y mi clamor llegue hasta ti.
℣./ El Señor sea con vosotros
℟./ Y con tu espíritu.
Oremos
Inclina, piadosísimo Dios, los oídos de tu benignidad a nuestras
preces e ilumina nuestro corazón con la gracia del Espíritu
Santo; para que merezcamos administrar dignamente tus
misterios y amarte con eterna caridad.
¡Oh Dios!, a quien está patente todo corazón y toda voluntad es
manifiesta, y que conoces todos los secretos; purifica los
afectos de nuestro corazón con la infusión del Espíritu Santo,
para que merezcamos amarte perfectamente y alabarte según
exige tu dignidad.
Abrasa, Señor, con el fuego del Espíritu Santo nuestras entrañas
y nuestro corazón, para que con cuerpo casto te sirvamos y con
puro corazón te agrademos.
Te suplicamos, Señor, que la virtud del Espíritu Santo nos asista
y purifique benignamente nuestros corazones, y nos defienda de
toda adversidad.
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus fieles con la luz

43
del Espíritu Santo; concedernos que confortados por este
mismo Espíritu, gustemos lo que es recto y nos gocemos con su
celestial consolación.
Te suplicamos, Señor, que al visitarnos purifiques nuestras
conciencias, para que viniendo nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, halle en nosotros una mansión bien preparada. Tú que
siendo Dios vives y reinas...

Oración de San Ambrosio


¡Oh mi piadoso Señor Jesucristo! Yo pecador, sin presumir de
mis méritos, sino confiando en tu bondad y misericordia, temo
y vacilo al acercarme a la mesa de tu dulcísimo convite, pues
tengo el cuerpo y el alma manchados por muchos pecados, y no
he guardado con prudencia mis pensamientos y mi lengua.
Por eso, oh Dios bondadoso, oh tremenda Majestad, yo, que soy
un miserable lleno de angustias, acudo a ti, fuente de misericor-
dia; a ti voy para que me sanes, bajo tu protección me pongo, y
confío tener como salvador a quien no me atrevería a mirar
como juez.
A ti, Señor, muestro mis heridas y presento mis flaquezas. Sé
que mis pecados son muchos y grandes, y me causan temor,
mas espero en tu infinita misericordia. Oh Señor Jesucristo,
Rey eterno, Dios y hombre, clavado en la cruz por los hombres:
mírame con tus ojos misericordiosos, oye a quien en ti espera;
Tú que eres fuente inagotable de perdón, ten piedad de mis
miserias y pecados.
Salve, víctima de salvación inmolada por mí y por todos los
hombres en el patíbulo de la cruz. Salve, noble y preciosa
sangre, que sales de las llagas de mi Señor Jesucristo crucifica-
do y lavas los pecados de todo el mundo. Acuérdate, Señor, de
esta criatura tuya, redimida por tu sangre.

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Me arrepiento de haber pecado y deseo enmendar mis errores.
Aleja de mí, Padre clementísimo, todas mis iniquidades y peca-
dos, para que, limpio de alma y cuerpo, sea digno de saborear
al Santo de los santos.
Concédeme que esta santa comunión de tu Cuerpo y de tu
Sangre, que indigno me atrevo a recibir, sea el perdón de mis
pecados, la perfecta purificación de mis delitos, aleje mis malos
pensamientos y regenere mis buenos afectos; conceda eficacia
salvadora a las obras que a ti te agradan; y, finalmente, sea la
firmísima defensa de mi cuerpo y de mi alma contra las
asechanzas de mis enemigos. Amén.
Oración de Santo Tomás de Aquino
Omnipotente y sempiterno Dios, he aquí que me acerco al
sacramento de tu unigénito Hijo Jesucristo, Señor nuestro; me
acerco como un enfermo al médico de la vida, como un inmun-
do a la fuente de la misericordia, como un ciego a la luz de la
claridad eterna, como un pobre y necesitado al Señor de cielos
y tierra.
Imploro la abundancia de Tu infinita generosidad para que te
dignes curar mi enfermedad, lavar mi impureza, iluminar mi
ceguera, remediar mi pobreza y vestir mi desnudez, para que
me acerque a recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes y
Señor de señores con tanta reverencia y humildad, con tanta
contrición y piedad, con tanta pureza y fe, y con tal propósito e
intención como conviene a la salud de mi alma.
Te pido que me concedas recibir no sólo el sacramento del
cuerpo y de la sangre del Señor, sino la gracia y la virtud de ese
sacramento.
Oh Dios benignísimo, concédeme recibir el cuerpo de tu unigé-
nito Hijo Jesucristo, Señor nuestro, nacido de Virgen María, de
tal modo que merezca ser incorporado a su cuerpo místico y
contado entre sus miembros.

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Oh Padre amantísimo, concédeme contemplar eternamente a tu
querido Hijo, a quien, bajo el velo de la fe, me propongo recibir
ahora. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración a la Santísima Virgen María
Oh Madre de piedad y de misericordia, Santísima Virgen María,
yo miserable e indigno pecador en ti confío con todo mi cora-
zón y mi afecto; acudo a tu piedad para que, así como estuviste
junto a tu dulcísimo Hijo, clavado en la cruz, también te dignes
estar con clemencia junto a mí miserable pecador, y junto a
todos los sacerdotes que aquí y en toda la santa Iglesia van a
celebrar hoy, para que, ayudados con tu gracia, ofrezcamos una
hostia digna y aceptable en la presencia de la suma y única
Trinidad. Amén.
Intención de la Santa Misa
Yo quiero celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y hacer el
Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo según el rito de
la Santa Iglesia Romana, para alabanza de Dios omnipotente y
de toda la Iglesia triunfante, para mi beneficio y el de toda la
Iglesia militante, por todos los que se encomendaron a mis
oraciones en general y en particular, y por la feliz situación de
la Santa Iglesia Romana. Amén.
El Señor omnipotente y misericordioso nos conceda la alegría
con la paz, la enmienda de la vida, tiempo de verdadera peni-
tencia, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo, y la perseve-
rancia en las buenas obras. Amén.
A San José
¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido
no sólo ver y oír a Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y
no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo,
vestirlo y custodiarlo!

46
℣. Ruega por nosotros, bienaventurado José.
℟. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
nuestro Señor Jesucristo.
Oh Dios, que nos concediste el sacerdocio real; te pedimos que,
así como san José mereció tratar y llevar en sus brazos con
cariño a tu Hijo unigénito, nacido de la Virgen María, hagas que
nosotros te sirvamos con corazón limpio y buenas obras, de
modo que hoy recibamos dignamente el sacrosanto cuerpo y
sangre de tu Hijo, y en la vida futura merezcamos alcanzar el
premio eterno. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

47
48
ANTES DE LA MISA MAYOR
Asperción
Todos los domingos, antes de la Misa mayor, se hace la aspersión del agua
bendita.
Esta agua, mezcla de agua y sal benditas, toma su eficacia en de las preces
de la Iglesia. Purifica de los pecados veniales a los fieles debidamente
dispuestos, preparándolos de este modo a asistir más dignamente al Santo
Sacrificio.

A spérges me, *Domine,


hyssópo et mundábor:
lavábis me et super nivem
M e rociarás, Señor, con
el hisopo y quedaré
purificado; me lavarás y
dealbábor. Ps. 50, 3. quedaré más blanco que la
nieve.
Miserére mei, Deus, Ten piedad de mí, ¡oh
secúndum magnam Dios!, según la grandeza
misericórdiam tuam. de tu misericordia.
℣. Glória Patri. ℣. Gloria al Padre...

Se omite el Glória los domingos de Pasión y de Ramos.


Se repite:

Aspérges me. Me rociarás.


℣. Osténde nobis, Dómine, ℣. Muestranos, Señor, tu
misericórdiam tuam. (T.P. misericordia. (T.P. Alelu-
Allelúia) ℟. Et salutáre ya) ℟. Y danos tu salva-
tuum da nobis. (T.P. ción. (T.P. Aleluya)
Allelúia)
℣. Dómine, exáudi oratió- ℣. Señor, atiende a mi ora-
nem meam. ℟. Et clamor ción. ℟. Y mi clamor lle-
meus ad te véniat. gue a ti.
℣. Dóminus vobíscum. ℣. El Señor sea con voso-
℟. Et cum spíritu tuo. tros. ℟. Y con tu espíritu.
Orémus Oremos
Exáudi nos, Dómine Óyenos, Señor Santo,

49
Padre todopoderoso, Dios sancte, Pater omnípotens,
eterno; y dígnate enviar ætérne Deus: et míttere
desde el cielo tu santo Án- dignéris sanctum Ángelum
gel, que sea el guardián, el tuum de cælis; qui custó-
apoyo, el protector, y el de- diat, fóveat, prótegat, vísi-
fensor de todos los que es- tet, atque deféndat omnes
tán reunidos en este santo habitantes in hoc habitácu-
templo. Por Jesucristo lo. Per Christum Dóminum
nuestro Señor. ℟. Amén. nostrum. ℟. Amen.

Durante el tiempo pascual, es decir, desde Pascua de Resurrección a la


Trinidad, se cantaba la antífona Vidi aquam que hace alusión al Bautismo
que había costumbre de administrar, en la primitiva Iglesia, solemnemente
la víspera de las fiestas de Pascua y Pentecostés. En estas dos
solemnidades la aspersión si hacía con la misma agua bautismal, bendeci-
da el día anterior.

V i el agua que salía del


lado derecho del tem-
plo, aleluya; y todos aque-
V idi aquam egredién-
tem de templo, a láte-
re dextro, allelúia, et om-
llos a quienes esta agua ha nes ad quos pervénit aqua
rociado, han sido salvos, y ista, salvi facti sunt, et di-
cantan: Aleluya, aleluya. cent, allelúia, allelúia, Ps.
Alabad al Señor, porque es 117, 1. Confitémini Dó-
bueno; porque hace brillar mino, quóniam bonus:
eternamente su misericor- quóniam in sæculum mise-
dia. ricórdia eius.
℣. Gloria al Padre... ℣. Glória Patri.
Vi el agua, que salia. Vidi aquam egrediéntem
de templo.

℣. Muestranos, Señor, etc., como arriba, con Aleluya y la Oración: Exáudi


nos.

50
ORDINARIO DE LA MISA
La misa de cada día está integrada por un conjunto de partes fijas,
llamadas por eso Ordinario de la Misa; y por otro conjunto de partes
variables (introito, colecta, y epístola, gradual, secuencia, evangelio,
ofertorio, secreta, prefacio, comunión y poscomunión) tomadas del Propio
del Tiempo o del Propio y Común de los Santos.
Unas y otras se encuadran dentro de esta estructura:
I - Rito de Entrada
Los fieles se reúnen y oran comunitariamente: con Cristo y por Cristo
ruegan al Padre (preces al pie del altar, introito, kyrie, Gloria, oración
Colecta).
II - Liturgia de la Palabra de Dios
Los fieles se instruyen, escuchando la Palabra de Dios, que habla por
medio de sus profetas y apóstoles (epístola, gradual), por medio de su hijo
hecho hombre (evangelio), por medio de su Iglesia actual (homilía). Y la
comunidad cristiana reafirma su fe (credo).
III - Liturgia del Sacrificio Eucarístico
a) Rito de ofrecimiento
Con el sacerdote los fieles oran, ofrecen los dones – pan y vino – que han
de ser consagrados, y se ofrece también a sí mismos (ofertorio; Orate,
fratres; oración Secreta).
b) Rito de consagración

51
La Iglesia terrestre se une a la celeste en solemne acción de gracias
(prefacio, Sanctus-Benedíctus) y empieza el Canon o gran oración de
consagración, por la que el pan y el vino se convierten en Cuerpo y Sangre
de Jesucristo sacrificado para redención del mundo.
c) Rito de comunión
Toda misa incluye necesariamente la comunión, por lo menos, del
sacerdote. Los fieles deben comulgar también: y se preparan rezando
comunitariamente (Pater noster, Agnus Dei, Confíteor, Dómine non sum
dignus). La acción de gracias (Comunión, Poscomunión) con la despedida
(Ite, missa est) y la bendición final cierra el sacrificio. Para las actitudes
de los fieles durante la Misa, recuérdese el cuadro anteriormente detallado.

I - RITO DE ENTRADA
Preces al pie del altar
El sacerdote preparado para ir hacia el altar, hace la debida reverencia,
santiguándose con el signo cruz desde la frente hacia el pecho, y lo dice
en voz alta, salvo que se disponga lo contrario en una rúbrica especial:

E n el nombre del Pa-


dre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo. Amén.
I n nómine Patris,  et
Fílii, et
Sancti. Amen.
Spíritus

Salmo 42, 1-5


El salmo Iúdica me expresa el deseo y la alegría y acercarse a Dios. Se
omite en las misas de difuntos y del tiempo de Pasión, incluso desde el
Jueves Santo.
Para las respuestas cantadas véanse las notas de la entonación.
Antífona
El sacerdote con las manos unidas ante el pecho, dice:
Entraré al altar de Dios. Introíbo ad altáre Dei.
℟. Hasta Dios que alegra ℟. Ad Deum qui lætíficat
mi juventud. iuventútem meam.
Salmo
Después alternando con los fieles, dice:

52
I údica me, Deus, et
discérne causam meam
de gente non sancta: ab
J úzgame, oh Dios, y
defiende mi causa contra
la gente malvada: del
hómine iníquo et dolóso hombre perverso y engaña-
érue me. dor líbrame.
℟. Quia tu es, Deus, ℟. Siendo tú, oh Dios, mi
fortitúdo mea: quare me fortaleza: ¿Cómo me
repulísti, et quare tristis siento yo desamparado, y
incédo, dum afflígit me por qué ando triste al
inimícus? verme molestado por mi
enemigo?
S. Emítte lucem tuam, et S. Envíame tu luz y tu
veritátem tuam: ipsa me verdad: ellas me han de
deduxérunt et adduxérunt guiar y conducir a tu
in montem sanctum tuum, monte santo, y a tu morada
et in tabernácula tua. del cielo.
℟. Et introíbo ad altáre ℟. Y entraré al altar de
Dei: ad Deum qui lætíficat Dios: Hasta Dios, que
iuventútem meam. alegra mi juventud.
S. Confitébor tibi in S. Te alabaré con la cítara,
cíthara, Deus, Deus meus: oh Dios, Dios mío: ¿Por
quare tristis es, ánima mea, qué estás triste, alma mía?,
et quare contúrbas me? ¿por qué me turbas?
℟. Spera in Deo, quóniam ℟. Espera en Dios, pues
adhuc confitébor illi: aún he de celebrarte como
salutáre vultus mei, et a mi Dios y Salvador.
Deus meus.
S. Glória Patri, et Fílio, et S. Gloria al Padre, y al
Spíritui Sancto. Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Sicut erat in principio, ℟. Como era en el princi-
et nunc, et semper: et in pio ahora y siempre por
sǽcula sæculórum. Amen. los siglos de los siglos.
Amén.
El sacerdote repite la antífona:
Introíbo ad altáre Dei. Entraré al altar de Dios.

53
℟. Hasta Dios, que alegra ℟. Ad Deum qui lætíficat
mi juventud. iuventútem meam.
El sacerdote se santigua diciendo:

S. Nuestro auxilio  es el S. . Adiutórium  nostrum


nombre del Señor in nómine Dómini.
℟. Que hizo el cielo y la tierra ℟. Qui fecit cælum et terram..
Confíteor
Antiguamente, la confesión General y público arrepentimiento de los
pecados tenía siempre lugar en las reuniones de los cristianos. La forma
actual del Confíteor apenas ha variado desde el siglo VIII. Hagamos
también nosotros nuestra confesión.
El sacerdote con las manos juntas y profundamente inclinado, reza el
Confiteor. El ayudante y los asistentes responde al sacerdote:

Y o, pecador
confieso a
todopoderoso, a la Bv
me
Dios C onfíteor
omnipoténti,
Maríæ semper Vírgini,
Deo
beátæ
siempre Virgen María, al beáto Michaéli Archánge-
Bv S. Miguel Arcángel, al lo, beáto Ioánni Baptístæ,
Bv S. Juan Bautista, a los sanctis Apóstolis Petro et
Santos Apóstoles S. Pedro Paulo, ómnibus Sanctis, et
y S. Pablo, a todos los vobis, fratres (tibi, pater):
Santos, y a ti, hermano (a quia peccávi nimis
ti, padre): que pequé cogitatióne, verbo et ópere:
gravemente, con el percutit sibi pectus ter, di-
pensamiento, palabra y cens: mea culpa, mea
obra: dándose tres golpes culpa, mea máxima culpa.
en el pecho, dice: por mi
culpa, por mi culpa, por mi
grandísima culpa.
Por eso, ruego a la Bv Ideo precor beátam
siempre Virgen María, al Maríam semper Vírginem,
Bv S. Miguel Arcángel, al beátum Michaélem
Bv S. Juan Bautista, a los Archángelum, beátum
Santos Apóstoles S. Pedro Ioanném Baptístam,
y S. Pablo, a todos los sanctos Apóstolos Petrum

54
et Paulum, omnes Sanctos, Santos, y a ti hermano (a
et vos fratres (te, pater), ti, padre), que rueguen por
oráre pro me ad Dóminum mí a Dios nuestro Señor.
Deum nostrum.

El ayudante y los fieles responden Amén después del Misereátur que


repite el celebrante y después dicen la absolución Indulgéntiam haciendo
el signo de la cruz:

M isereátur tui omnípo-


tens Deus, et, dimís-
sis peccátis tuis (vestris),
D ios todopoderoso ten-
ga misericordia de ti
(vosotros), y, perdonando
perdúcat te ad vitam ætér- tus pecados, te lleve a la
nam. vida eterna.
℟. Amen. ℟. Amén.

I ndulgéntiam,  absolu-
tiónem et remissiónem
peccatórum nostrórum
E l Señor todopoderoso
y  misericordioso
nos conceda la absolución
tríbuat nobis omnípotens et y el perdón de nuestros
miséricors Dóminus. ℟. pecados. ℟. Amén.
Amen.
Últimas oraciones de la preparación
El sacerdote inclinándose dice:

℣. Deus, tu convérsus ℣. Oh Dios, vuélvete a no-


vivificábis nos. sotros y nos darás la vida.
℟. Et plebs tua lætábitur in ℟. Y tu pueblo se alegrará
te. en Ti.
℣. Osténde nobis, Dómine ℣. Muéstranos, oh Señor,
misericórdiam tuam. tu misericordia.
℟. Et salutáre tuum da no- ℟. Y danos tu salvación.
bis.
℣. Dómine, exáudi oratió- ℣. Señor, escucha mi ora-
nem meam. ción.
℟. Et clamor meus ad te ℟. Y mi clamor llegue a ti.

55
véniat.
℣. El Señor esté con ℣. Dóminus vobíscum.
ustedes. ℟. Et cum spíritu tuo.
℟. Y con tu espíritu.
Y extendiendo, luego juntando las manos el sacerdote dice en voz alta:
Orémus y subiendo las gradas, acercándose al altar, dice en secreto:

B orra, oh Señor,
nuestras iniquidades,
para que merezcamos
A ufer a nobis,
quǽsumus, Dómine,
iniquitátes nostras: ut ad
entrar con pureza de Sancta sanctórum puris
corazón al Santo de los mereámur méntibus
Santos. Por Jesucristo introíre. Per Christum
Nuestro Señor. Amén. Dóminum nostrum. Amen.

Luego, con las manos juntas, sobre el altar, inclinado, dice:

T e rogamos, Señor, que


por los méritos de tus
santos cuyas reliquias
O rámus te, Dómine, per
mérita Sanctórum
tuórum, quorum relíquiæ
están aquí Besa en medio hic sunt Osculatur altare
del altar y por todos los in medio et ómnium Sanc-
santos: te dignes perdonar tórum: ut indulgére
todos mis pecados. Amén. dignéris ómnia peccáta
mea. Amen.

Incensación del altar


En las misas solemnes, que no sea de difunto, el celebrante antes de leer
el Introito bendice el incienso, diciendo.

Seas bende  cido por Ad illo bene  dicáris, in


aquél en cuyo honor serás cuius honóre cremáberis.
quemado. Amén. Amen.
Después de incensar el altar sin decir nada, enseguida inciensa sucesiva-
mente el Smo. Sacramento, si está expuesto, o la cruz del altar, memorial
del sacrificio que se va a renovar; las reliquias de los Santos y por último
todo el altar, sobre el cual se van a celebrar los divinos misterios.

56
El celebrante es asimismo incensado, como ministro del sacrificio.
Introito
El sacerdote va a lado del misal y lee, en voz alta, santiguándose, el
Introito propio de la fiesta del día.
En las misas solemnes se canta el Introito, cuando los ministros entran
hacia el altar, y de ahí toma su nombre. Indica los sentimientos que debe-
mos fomentar durante la misa del día.
El Introito fue introducido en la liturgia romana en el siglo IV, cuando,
concedida la paz a la Iglesia por el emperador Constantino, el culto
cristiano pudo desenvolverse con toda libertad. Era un salmo entero –
ahora suelen ser dos versículos — que se cantaba mientras el clero se
dirigía procesionalmente de la sacristía al altar para celebrar los divinos
misterios. Actualmente puede hacerse lo mismo.
Kyrie eleison
Los Kyries, palabras griegas, dirigidas a las tres personas de la Santísima
Trinidad, que terminaban cada una de las invocaciones de la gran súplica,
llamada letanía. En el siglo XI su número fue reducido al nueve.
El celebrante con las manos juntas va diciendo alternativamente con los
fieles.

K ýrie, eléison.
Kýrie, eléison. S eñor, Ten piedad.
Señor, Ten piedad.
Kýrie, eléison. Señor, Ten piedad.
Christe, eléison. Cristo. Ten piedad..
Christe, eléison. Cristo. Ten piedad..
Christe, eléison. Cristo. Ten piedad..
Kýrie, eléison. Señor, Ten piedad.
Kýrie, eléison. Señor, Ten piedad.
Kýrie, eléison. Señor, Ten piedad.
Glória in excélsis
Este es un himno solemne a la Santísima Trinidad. Las primeras palabras
son las mismas que los ángeles hicieron oír a los pastores en la noche de
Navidad. Su carácter de alegría hace que se omita el tiempo de penitencia

57
y de duelo: el Adviento, la Cuaresma, misas votivas y de difuntos. Este
himno se compuso probablemente en el siglo I.
El sacerdote en medio del altar, extendiendo y juntando las manos, incli-
nando la cabeza, dice: Gloria a Dios en el cielo, y prosigue con las manos
juntas. También inclina la cabeza cuando dice: Te adoramos, Te damos
gracias, Jesucristo, y Atiende a nuestra suplica, al final cuando dice: Con
el Espíritu Santo, se signa de la frente hacia el pecho.

G loria a Dios en las


alturas. Y en la tierra
paz a los hombres de
G lória in excélsis Deo.
Et in terra pax
homínibus bonæ
buena voluntad. voluntátis. Laudámus te.
Te alabamos. Benedícimus te.
Te bendecimos. Adorámus te.
Te adoramos. Glorificámus te.
Te glorificamos. Grátias ágimus tibi propter
Te damos gracias por tu magnam glóriam tuam.
inmensa gloria. Dómine Deus, Rex
Señor Dios, Rey celestial, cæléstis, Deus Pater
Dios Padre omnipotente. omnípotents.
Señor Hijo unigénito, Dómine Fili unigénite,
Jesucristo. Iesu Christe.
Señor Dios, Cordero de Dómine Deus, Agnus
Dios, Dei,
Dios, Hijo del Padre. Dei, Fílius Patris.
Tú, que quitas el pecado Qui tollis peccáta mundi,
del mundo, ten piedad de miserére nobis.
nosotros.
Tú, que quitas el pecado Qui tollis peccáta mundi,
del mundo, atiende a súscipe deprecatiónem
nuestra súplica. nostram.
Tú, que estás sentado a la Qui sedes ad déxteram
derecha de Dios Padre, ten Patris, miserére nobis.
piedad de nosotros.

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Quóniam tu solus Sanctus. Porque sólo Tú eres Santo.
Tu solus Dóminus. Sólo Tú, Señor.
Tu solus Altíssimus, Sólo Tú, Altísimo,
Iesu Christe. Jesucristo.
Cum Sancto  Spíritu, in Con el Espíritu  Santo,
glória Dei Patris. Amen. en la gloria de Dios Padre.
Amén.

Luego se besa en medio del altar, y dirigiéndose al pueblo, extiende y jun-


ta las manos diciendo:
Dóminus Vobíscum
Antes de cada oración, el sacerdote cuando va a orar en nombre de todos
los asistentes, se vuelve hacia ellos, y les dirige estas palabras que son a la
vez un saludo y un deseo.
Empleadas con frecuencia en los libros santos, fueron dichas por el
arcángel Gabriel, anunciando a María el misterio de la Encarnación: el
Señor es contigo.
℣. Dóminus vobíscum. ℣. El Señor sea con
vosotros.
℟. Et cum spíritu tuo. ℟. Y con tu espíritu.

Colecta u Oración
La Colecta, llamada así porque recoge las intenciones de todos los fieles
reunidos, contiene el objeto de la gracia especial que se pide por la fiesta
del día. Según el calendario, las oraciones son de una a tres. La mayor
parte de las Colectas, primitivamente improvisadas, fueron recogidas en el
siglo IV.

59
Son fórmulas de oración admirables por la sublimidad de la forma, el
acento de piedad y la profundidad teológica. Se dirigen siempre al Padre
por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro Mediador. Los antiguos cristianos
ratificaban con un enérgico Amén su adhesión a las peticiones de la
oración: …per omnia sæcula sæculorum. ℟. Amen.
Inclinándose ante la cruz el sacerdote dice: Orémus, y continua con la
oración colecta, según la ordenación del oficio. Le sigue la:

II - LITURGIA DE LA PALABRA DE DIOS


Epístola
La Epístola es un pasaje de la Sagrada Escritura, tomado casi siempre de
las cartas de los Apóstoles a los primeros cristianos o también del Antiguo
Testamento. En las misas solemnes la canta el subdiácono. Al final, dando
gracias a Dios por las enseñanzas recibidas, se responde: ℟. Deo grátias.
Gradual – Aleluya o Tracto – Secuencia
El Gradual, llamado así porque se cantaba desde las gradas del ambón o
tribuna que se usaba antiguamente en los templos, se compone de varios
versículos de un salmo. Le sigue, durante el año, el canto del Aleluya,
palabra hebrea que significa «alabad a Dios». En el tiempo pascual, se le
remplaza por un segundo Aleluya. Desde Septuagésima a Pascua, y en las
misas de Difuntos, en vez del Aleluya que es nota de alegría, se canta por
el coro un salmo. A veces se añade una secuencia en verso.
Evangelio
La Iglesia nos hace oír en la lectura del Evangelio la palabra misma de
Cristo, nuestro Maestro. Por eso la proclamación del Evangelio se hace
con gran solemnidad en las misas cantadas (ciriales, incienso); y en todas,
antes de la lectura se pide la asistencia divina. El Evangelio comienza a
casi siempre con la fórmula In illo témpore, «en aquel tiempo», para dar a
entender que con la lectura que se va a hacer se reanuda una narración
comenzada.
El sacerdote (o el diácono) profundamente inclinado, se prepara a la
lectura del Evangelio con esta oración:

P urifica mi corazón y
mis labios, oh Dios
todopoderoso,
M unda cor meun ac
lábia mea, omnípo-
tents Deus,

60
qui lábia Isaíæ Prophétæ Tú que purificaste con una
cálculo mundásti igníto: ita brasa los labios del Profeta
me tua grata miseratióne Isaías, y dígnate por tu mi-
dignáre mundáre, ut sanc- sericordia, purificarme a
tum Evangélium tuum dig- mí de tal modo que pueda
ne váleam nuntiáre. Per anunciar dignamente tu
Christum Dóminum nos- santo Evangelio. Por Jesu-
trum. Amen. cristo Nuestro Señor.
Amén.
Así en las misas rezadas.
En las Misas solemnes, el Diácono, antes de cantar el Evangelio, pone el
libro en medio del altar, el celebrante bendice el incienso como antes del
Introito, y estando el diácono arrodillado, teniendo las manos juntas, dice:
Munda cor meum. Después recibe el libro del altar, y de nuevo arrodilla-
do y pide la bendición al sacerdote, diciendo:
Iube, Dómine, benedícere. Dame, Señor, tu bendición
El sacerdote responde, con la misma oración que dice antes de proclamar
el Evangelio:

D óminus sit in corde


tuo (meo) et in lábiis
tuis (meis): ut digne et
E l Señor esté en tu (mi)
corazón y en tus (mis)
labios, para que puedas
competénter annúnties (pueda) anunciar digna y
Evangélium suum: In nó- competentemente su Evan-
mine Patris, et Fílii,  et gelio. En el nombre del Pa-
Spíritus Sancti. Amen. dre, del Hijo  y del Espí-
ritu Santo. Amén.

Antes del Evangelio, el sacerdote (o diácono) dice:

Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.


℟. Et cum spíritu tuo. ℟. Y con tu espíritu.
Inítium (sequétia) sancti Comienzo (o continuación)
Evangélii secúndum N. del Santo Evangelio según
℟. Glória tibi, Dómine. N. ℟. Gloria a Ti, Señor.

Terminado el Evangelio, se responde:

61
Alabanza a ti, Cristo. Laus tibi, Christe.
Luego el sacerdote besa el Evangelio, diciendo:

P or las palabras del


Evangelio, sean borra-
dos nuestros delitos.
P er evangélica dicta de-
leántur nostra delícta.

En las misas de Difuntos se dice el Munda cor meum, pero no se pide la


bendición, no se llevan luces, ni el celebrante besa el libro.
Homilía
En los días de fiesta el sacerdote comenta (homilía significa conversación)
las lecturas bíblicas precedentes o algún otro tema de la doctrina cristiana.
Credo
El Credo, que es un acto de fe, sigue a la lectura del Evangelio y a la
predicación de la divina palabra, y precede al Santo Sacrificio, misterio de
fe y por excelencia. – se dice Credo en los domingos y fiestas de 1ª clase;
en las fiestas de 2ª clase del Señor y de la Virgen; en las de la muerte de
los Apóstoles y Evangelistas; y en las misas votivas solemnes cantadas.
El Credo de la misa no es el Símbolo atribuido a los Apóstoles, sino una
fórmula de fe que se usó por primera vez en el concilio de Nicea, en 325,
contra Arrio que negaban la divinidad de Cristo, y después en el Concilio
de Constantinopla, en 381, contra Macedonio que negaba la divinidad del
Espíritu Santo.
Al iniciar el Credo, eleva y junta las manos mientras dice: Creo en un
solo Dios, y continua con las manos juntas. Luego cuando dice: solo Dios,
inclina la cabeza: lo mismo hace, cuando dice: Jesucristo, y recibe una
misma adoración. Para estas palabras Y se encarnó, hace genuflexión. Y
mientras dice: Y se hizo hombre, Finalmente: Y la vida, se signa con el
signo de la cruz de la frente al pecho.

C reo en un solo Dios.


Padre todopoderoso, C redo in unum Deum.
Patrem omnipotente,
Creador del cielo y de la factórem cæli et terræ, vi-
tierra, de todo lo visible, e sibílium ómnium, et invisi-
invisible. bílium.

62
Et in unum Dóminum Y en un solo Señor,
Iesum Christum, Jesucristo,
Fílium Dei unigénitum. Hijo unigénito de Dios.
Et ex Patre natum ante Y nacido del Padre antes
ómnia sǽcula. de todos los siglos.
Deum de Deo, lumen de Dios de Dios, luz de luz,
lúmine, Dios verdadero de Dios
Deum verum de Deo vero. verdadero.
Génitum, non factum, Engendrado, no creado;
consubstantiálem Patri: consubstancial al Padre:
per quem ómnia facta sunt. y por quien todo ha sido
creado.
Qui propter nos hómines, Que por nosotros los hom-
et propter nostram salútem bres, y por nuestra salva-
descéndit de cælis. Hic ción bajó del cielos. Hace
genuflectitur genuflexión
Et incarnátus est de Spíritu Y se encarnó por obra del
Sancto ex María Vírgine: Espíritu Santo, en las en-
trañas de María Virgen: y
Et homo factus est, se hizo hombre,
Crucifíxus étiam pro nobis: Fue crucificado por noso-
sub Póntio Piláto passus et tros: bajo el poder de Pon-
sepúltus est. cio Pilato; padeció y fue
sepultado.
Et resurréxit tértia die, se- Y resucitó al tercer día, se-
cúndum Scriptúras. gún las Escrituras.
Et ascéndit in cælum: sedet Y subió al cielo: y está
ad déxteram Patris. sentado a la derecha del
Padre.
Et íterum ventúrus est cum Y otra vez vendrá con glo-
glória iudicáre vivos et ria a juzgar a vivos y muer-
mórtuos: tos:
cuius regni non erit finis. y su reino no tendrá fin.

63
Creo en el Espíritu Santo, Et in Spíritum Sanctum,
Señor y vivificador: Dóminum et vivificántem:
el cual procede del Padre y qui ex Patre Filióque
del Hijo. procédit.
Que con el Padre y el Hijo, Qui cum Patre et Fílio
recibe una misma adora- simul adorátur,
ción
y gloria: y que habló por et conglorificátur: qui
boca de los Profetas. locútus est per Prophétas.
Creo en la Iglesia, Una, Et unam sanctam, cathóli-
Santa, Católica y Apostóli- cam et apostólicam Ecclé-
ca. siam.
Confieso en un solo Bau- Confíteor unum baptísma
tismo para el perdón de los in remisiónem peccatórum.
pecados
Y espero la resurrección de Et exspécto resurrectiónem
los muertos. mortuórum.
Y la  vida del siglo veni- Et  vitam ventúri sǽculi.
dero. Amén. Amen.

Luego besa el altar


Aquí termina la parte instructiva de la Misa, llamada antiguamente «Misa
de los catecúmenos», que en este momento se retiraban porque, no
estando aún bautizados, no podían tomar parte en el sacrificio eucarístico.

III - LITURGIA DE LA EUCARISTÍA


a) Rito de ofrecimiento
Empieza ahora la parte sacrificial de la Misa. Desde este momento, en los
días de fiesta, la asistencia obliga a los fieles bajo pena de pecado mortal.
El celebrante después de besar el altar, saluda los fieles y después por la
simple palabra Orémus, que no va seguida de oración alguna, les invita a
orar:

64
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
℟. Et cum spíritu tuo. ℟. Y con tu espíritu.

Después, de cara al altar, separando y juntando las manos dice:


Orémus Oremos
Ofertorio
El ofertorio es un versículo de la Escritura, ligado en el sentido al introito,
gradual y comunión. Se lee en el altar por el sacerdote, y se canta por el
coro en recuerdo del salmo que antes se cantaba, mientras los fieles
ofrecían las materias necesarias para el sacrificio.
Durante muchos siglos, los fieles laicos, clérigos, sacerdotes, el mismo
Papa, depositaban sobre el altar sus dones para la oblación: el pan y el
vino desde luego; después, diversas ofertas en especie o en dinero, que
dieron lugar más tarde al estipendio de las misas.
De esta manera todos los asistentes manifestaban su participación en el
sacrificio; todos ofrecían a una, con el sacerdote. La ofrenda que hoy se
hace en algunos lugares, es vestigio de esta antigua costumbre; así como
el pan bendito que se distribuye al pueblo en señal de unión.
Los fieles se ofrecen a sí mismos a Dios con Jesucristo, para cumplir en
todo su santa voluntad.
A continuación se lee la antífona del ofertorio
Ofrecimiento de la hostia
Sobre la patena se ofrece el pan, al que se le da ya el nombre de hostia, es
decir, víctima.
Antiguamente, la patena era en forma de un plato ancho, demasiado
grande para tenerlos sobre el altar; de ahí proviene que el subdiácono la
tenga en la mano, cubierta con un velo, hasta el momento de la fracción,
después del Pater noster.
Si es Misa solemne, el diácono prepara la patena con la hostia: por lo
demás, el sacerdote toma la patena con la hostia y la ofrece, dice: en todo
caso el sacerdote, descubre el cáliz en silencio y lo pone fuera del
corporal. Tomando la patena fija la mirada momentáneamente a la cruz,
luego baja la mirada hacia la hostia y dice:

65
R ecibe, oh Padre Santo,
omnipotente y eterno
Dios, ésta que va a ser
S úscipe, sancte Pater,
omnípotens
Deus, hanc immaculátam
ætérne
hostia inmaculada, y que hóstiam, quam ego
yo, indigno siervo tuyo, te indígnus fámulus tuus
ofrezco a Ti, mi Dios vivo óffero tibi Deo meo vivo et
y verdadero, por mis innu- vero, pro innumerabílibus
merables pecados, ofensas peccátis et offensiónibus et
y negligencias, y por todos neglegéntiis meis, et pro
los circunstantes, así como ómnibus circumstántibus,
también por todos los fie- sed et pro ómnibus
les cristianos vivos y di- fidélibus christiánis vivis
funtos: a fin de que a mí y atque defúnctis: ut mihi et
a ellos nos aproveche para illis profíciat ad salútem in
la salvación y la vida eter- vitam ætérnam. Amen.
na. Amén.
Ofrecimiento del cáliz
El sacerdote hecha el vino en el cáliz y mezcla en él un poco de agua, para
significar la unión del pueblo fiel con Jesucristo, en la oblación del divino
sacrificio.
Después de hacer una cruz con la patena, y depositar la hostia sobre el
centro del corporal. El diácono sirve el vino, el subdiácono sirve el agua
en el cáliz: si en la Misa no se encuentran los ministros sagrados, el sa-
cerdote hace ambas cosas, echa una gota de agua en el cáliz y lo bendice
con el signo de la cruz.

O h Dios, que maravi-


llosamente formaste
la naturaleza humana, y
D eus, qui humánæ
substántiæ dignitá-
temmirabíliter condidísti,
más maravillosamente la et mirabílius reformásti:
reformaste:
haznos, por el misterio de da nobis per huius aquæ et
ésta agua y vino, participar vini mystérium, eius divi-
de la divinidad de Aquel nitátis ese consórtes, qui
que se digno hacerse parti- humanitátis nostræ fíeri
cipante de nuestra humani- dignátus est párticeps Iesus
dad, Jesucristo, tu Hijo Christus Fílius tuus

66
Dóminus noster: Señor nuestro:
Qui tecum vivit et regnat Que Dios como es, contigo
in unitáte Spíritus Sancti, vive y reina en unidad del
Deus, per ómnia sǽcula Espíritu Santo, por los si-
sæculórum. Amen. glos de los siglos. Amén.

En Misa de difunto dice la oración de predica: y no se bendice el agua.


El sacerdote al medio del altar, toma el cáliz, lo eleva a la altura de sus
ojos y mirando hacia la cruz, lo ofrece recitando esta oración:

O fférimus tibi, Dómine,


cálicem salutáris,
tuam deprecántes clemén-
T e ofrecemos, Señor, el
cáliz de salvación, im-
plorando de tu clemencia:
tiam: ut, in conspéctu que llegue en olor de sua-
divinæ maiestátis tuæ, pro vidad hasta el acatamiento
nostra et totíus mundi de tu Divina Majestad, pa-
salúte cum odóre suavitátis ra nuestra salvación y la de
ascéndat. Amen. todo el mundo. Amén.

Ofrecimiento de los fieles


El sacerdote baja el cáliz, con él hace el signo de la cruz sobre el corpo-
ral, y lo coloca detrás de la hostia, lo cubre con la palia.
El sacerdote junta las manos sobre el altar, se inclina ligeramente, y se
ofrece a sí mismo y a todos los circunstantes que sacrifican con él
diciendo:

I n spíritu humilitátis, et
in ánimo contríto susci-
piámur a te, Dómine: et sic
R ecíbenos, Señor, ani-
mados de un espíritu
humilde y de un corazón
fiat sacrifícium nostrum in arrepentido: y tal efecto
conspéctu tuo hódie, ut produzca hoy nuestro sa-
pláceat tibi, Dómine Deus. crificio en tu presencia,
que del todo te agrade, ¡Oh
Señor y Dios nuestro!

67
Invocación del Espíritu Santo
Luego se endereza dirigiendo su mirada hacia la cruz y extendiendo las
manos hacia lo alto, lo baja inmediatamente, las junta hacia el pecho,
luego con la mano derecha bendice las ofrendas con el signo de la cruz,
mientras dice:

V en, ¡oh Dios santifica-


dor, omnipotente y
eterno, y ben  dice éste
V eni, sanctificátor om-
nípotens ætérne Deus:
et béne  dic hoc sacrifí-
sacrificio preparado para cium, tuo sancto nómini
gloria de tu santo nombre! præparátum.

Incensación
En las misas solemnes se inciensa nuevamente el altar. Son incensados
también los ministros del altar, según su dignidad y la parte que toman en
el Santo Sacrificio, lo mismo que los fieles.
El sacerdote bendice el incienso, diciendo:

P or la intercesión de
San Miguel Arcángel,
que asiste a la diestra del
P er, intercessiónem
beáti Michaélis Ar-
chángeli, stantis a dextris
altar de los perfumes, y de altáris incénsi, et ómnium
todos sus elegidos, díg- electórum suórum, incén-
nese el Señor ben  decir, sum istud dignétur Dómi-
éste y recibirlo en olor de nus bene  dícere, et in
suavidad. Por Jesucristo odórem suavitátis accípere.
nuestro Señor. Amén. Per Christum Dóminum
nostrum. Amen.
Y, acepta el turibulo al diácono, e inciensa la Oblata (el pan y el vino),
como indica la rúbrica, diciendo:

S uba ¡oh Señor!, hasta


Ti éste incienso que Tú
has bendecido, y descienda
I ncénsum istud a te
benedíctum, ascéndat ad
te, Dómine: et descéndat
sobre nosotros tu miseri- super nos misericórdia tua.
cordia.
Luego inciensa el altar, diciendo estas palabras, Salmo 140, 2-4.

68
D irigátur, Dómine, orá-
tio mea, sicut incén-
sum, in conspéctu tuo:
S uba mi oración ¡oh
Dios!, como sube este
incienso; valga la eleva-
elevátio mánuum meárum ción de mis manos como el
sacrifícium vespertínum. sacrificio vespertino.
Pone, Dómine, custódiam Pon, ¡oh Señor!, guarda
ori meo, et ostium circum- a mi boca y un candado a
stántiæ lábiis meis: ut non mis labios, para que mi
declínet cor meum in ver- corazón no se desahogue
ba malítiæ, ad excusándas con expresiones malicio-
excusatiónes in peccátis. sas, buscando cómo excu-
sar mis pecados.

Entrega el incensario al diácono, diciendo:

A ccéndat in nobis Dó-


minus ignem sui amó-
ris, et flammam ætérnæ
E ncienda el Señor en
nosotros el fuego de
su amor y la llama de su
caritátis. Amen. eterna caridad. Amén.

Ablución de las manos


El sacerdote lava las puntas de los dedos pulgar e índice de ambas ma-
nos, diciendo los versículos 6-12 del salmo 25.
Históricamente, se explica esta ablución por la necesidad que tenía el sa-
cerdote de purificar sus manos, después de haber recibido las diversas
ofrendas llevadas por los fieles.

L avábo inter innocéntes


manus meas: et cir-
cúmdabo altáre tuum,
L avaré mis manos entre
los inocentes; y me
pondré ¡oh Señor!, al
Dómine: servicio de tu altar.
Ut áudiam vocem laudis, et Para hacerme eco de los
enárrem univérsa mirabília cánticos de alabanza, y
tua. proclamar todas tus
maravillas.
Dómine, diléxi decórem Yo he amado ¡oh Señor!, el
domus tuæ, et locum decoro de tu casa, y la

69
mansión de tu gloria. habitatiónis gloriæ tuæ.
No pierdas, Dios mío, mi Ne perdas cum ímpiis,
alma con los impíos, ni mi Deus, ánima meam, et cum
vida con los hombres san- viris sánguinum vitam
guinarios. meam:
Cuyas manos están man- In quorum mánibus iniqui-
chadas de maldad, y su tátes sunt: déxtera eórum
diestra cargada de sobor- repléta est munéribus.
nos.
Yo, en cambio, he procedi- Ego autem in innocéntia
do con inocencia; líbrame mea ingréssus sum: rédime
Tú y ten piedad de mí. me, et miserére mei.
Mi pie ha andado por el ca- Pes meus stetit in dirécto:
mino recto: por lo que po- in ecclésiis benedícam te,
dré alabarte, ¡oh Señor!, Dómine.
en las asambleas de los fie-
les.
Gloria al Padre y al Hijo y Glória Patri, et Fílio et
al Espíritu Santo. Como Spirítui Sancto. Sicut erat
era en el principio ahora y in princípio, et nunc, et
siempre por los siglos de semper: et in sǽcula
los siglos. Amén. sæculórum. Amen.

Se omite el Glória Patri en tiempo de Pasión y en las misas de Difuntos.


Oración a la Santísima Trinidad
El sacerdote, con las manos juntas en medio del altar, alza los ojos hacia
la cruz e inmediatamente inclinándose, dice:

R ecibe, ¡oh Trinidad


Santa!, ésta oblación
que te ofrecemos en me-
S úscipe, sancta Trínitas,
hanc oblatiónem, quam
tibi offérimus ab memó-
moria de la Pasión, Resu- riam passiónis, resurrec-
rrección y Ascensión de tiónis et ascensiónis Iesu
Nuestro Señor Jesucristo y Christi Dómini nostri: et in
en honor de la bienaven- honórem beátæ Maríæ
turada siempre Virgen Ma- semper Vírginis,
ría,

70
et beáti Ioánnis Baptístæ, del bienaventurado San
et sanctórum Apostoló- Juan Bautista y de los San-
rum Petri et Pauli, et istó- tos Apóstoles San Pedro y
rum, et ómnium Sanc- San Pablo, y de éstos y de
tórum: ut illis profíciat ad todos los Santos; para que
honórem, nobis autem a ellos les sirva de honor y
ad salútem: et illi pro nobis a nosotros nos aproveche
intercédere dignéntur in para la salvación, y se dig-
cælis, quorum memóriam nen interceder por nosotros
ágimus in Terris. Per en el cielo aquellos de
eúmdem Christum Dómi- quienes hacemos memoria
num nostrum. Amen. en la tierra. Por el mismo
Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

Orate, fratres
Después de besar el altar el sacerdote invita a los fieles a unirse con él en
oración y les recuerda que este sacrificio le ofrecen también ellos.
Dirigiéndose al pueblo, extendiendo y juntando las manos, comienza la
oración pronunciando Oráte, fratres en voz elevada y prosigue la oración
de cara hacia el altar:

O ráte, fratres: ut meum


ac vestrum sacrifí-
cium acceptábile fiat apud
O remos, hermanos: pa-
ra que éste sacrificio
mío y de ustedes, sea agra-
Deum Patrem Omnipotén- dable a Dios Padre Todo-
tem. poderoso.
El ministro y los asistentes responden: los fieles dicen: de tus manos, de lo
contrario el sacerdote dirá: de mis manos.

S uscípiat Dóminus
sacrifícium de mánibus
tuis (Vel meis) ad
E l Señor reciba de tus
manos (o de mis) éste
Sacrificio, para alabanza y
laudem, et glóriam nóminis gloria de su nombre, y para
sui, ad utilitátem quoque nuestro provecho y de
nostram, totiúsque Ecclé- toda su Santa Iglesia.
siæ suæ sanctæ.
El sacerdote responde en voz baja: Amen y continúa con la

71
Secreta
Llamada así porque se dice en voz baja, la oración secreta es la de la
oblación propiamente dicha. Las palabras varían en cada misa, pero
siempre se pide al Señor en ella que se digne acoger benignamente las
ofrendas de los fieles, concediéndonos en cambio su gracia y sus dones
sobrenaturales. Se dicen tantas secretas como colectas. Comienza diciendo:
Oremos Orémus
Y termina las oraciones diciendo:
… por los siglos de los … per ómnia sǽcula
siglos. ℟. Amén. sæculórum. ℟. Amen.
b) Rito de consagración
Entramos en la parte más augusta de la Misa: la reproducción de la Cena
Eucarística y del Sacrificio de la Cruz.
Prefacio
Coincide el final de la Secreta con el Prefacio que, como indica su
nombre, es la introducción a la gran oración eucarística. Es una invitación
al reconocimiento de todos los beneficios que hemos recibido de manos
del Señor. Hay en la Liturgia romana diversos prefacios en consonancia
con las distintas fiestas a que se aplican. El prefacio es de muy antiguo
origen, en cierto sentido podemos decir que es anterior al cristianismo,
porque ya se decía por el pueblo hebreo antes del banquete pascual para
dar gracias a Dios. El sacerdote con las manos juntas sobre el altar dice:

El Señor esté con ustedes. Dóminus vobíscum.


℟. Y con tu espíritu. ℟. Et cum spíritu tuo.
Seguidamente elevando las manos dice:
Levantemos el corazón. Sursum corda.
℟. Lo tenemos levantado ℟. Habémus ad Dóminum.
hacía el Señor.

Y uniéndolas ante pecho, y bajando la cabeza, dice:


Demos gracias al Señor Grátias agámus Dómino
nuestro Dios. Deo nostro.
℟. Es justo y necesario. ℟. Dignum et iustum est.

72
PREFACIOS PROPIOS
En cada Misa se dice prefacio propio de ella; si no le tiene, se dice el
propio del tiempo; y, si tampoco éste tiene lugar, se dice el prefacio
común.
Al rezar el prefacio, el sacerdote separa las manos, y las mantiene sepa-
radas hasta el final: luego las vuelve a unir.
Sanctus
El Sanctus, de antiguo origen, no se colocó en esta parte de la Misa hasta
el siglo IV. Uniéndose al celebrante, el pueblo canta o recita:
El sacerdote inclinándose rezará o entonará el Sanctus y cuando dice:
Benedíctus o Bendito el que viene, hace el signo de la cruz desde la frente
hacia el pecho.

S anctus, Sanctus, Sanc-


tus Dóminus Deus
Sábaoth.
S anto, Santo, Santo es el
Señor Dios de los
Ejércitos (del universo).
Pleni sunt cælis et terra Llenos están el cielos y la
glória tua. Hosánna in tierra de tu gloria. Hosan-
excélsis. na en las alturas (el cielo).
Bene  díctus qui venit in Ben  dito el que viene en
nómine Dómini. Hosánna nombre del Señor. Hosan-
in excélsis. na en las alturas (el cielo).

73
CANON DE LA MISA
Canon es una palabra griega que quiere decir regla. Esta parte de la misa
nunca varía: es la regla que hay que seguir para la consagración. Un
majestuoso silencio – también el silencio es oración – envuelve esta parte
de la misa. Las palabras conmemorativas de la institución de la Eucaristía,
son el elemento fundamental; lo restante ha sido añadido en los primeros
siglos del cristianismo.
Te ígitur – Memento de vivos
Terminado el prefacio, el sacerdote extiende sus manos y las eleva al
mismo tiempo que levanta los ojos al cielo, después junta las manos al
bajar la mirada, posa las manos sobre el altar e inclinándose profunda-
mente, dice:

P adre misericordioso, te
pedimos humildemen-
te por Jesucristo, tu Hijo,
T e ígitur, clementíssime
Pater, per
Christum, Fílium tuum
Iesum
nuestro Señor, Dóminum nostrum, súppli-
besa el altar y, manos jun- ces rogámus ac pétimus,
tas al pecho, dice: osculatur altare et, iunctis
que aceptes y bendigas, manibus ante pectus, dicit:
éstos  dones, éstas  uti accépta hábeas et bene-
ofrendas, éste  sacrificio dícas, hæc  dona, hæc 
santo y puro; que te múnera, hæc  sancta sa-
ofrecemos, crifícia illibáta,

74
in primis, quæ tibi offéri- ante todo, por tu Iglesia
mus pro Ecclésia tua sanc- santa y católica, para que
ta cathólica: quam pacifi- le concedas la paz, la pro-
cáre, custodíre, adunáre et tejas, la congregues en la
régere dignéris toto orbe unidad y la gobiernes en el
terrárum: una cum fámulo mundo entero, con tu ser-
tuo Papa nostro N., et An- vidor el Papa N., con nues-
tístite nostro N., et ómni- tro obispo N., y todos los
bus orthodóxis, atque demás obispos, que fieles a
cathólicæ et apostólicæ la verdad, profesan la fe
fídei cultóribus. católica y apostólica.

En el Memento, el sacerdote recuerda a aquellos por quienes tiene


intención de orar:

M eménto,
famulórum
Dómine,
famu-
larúmque tuárum N., et. N.,
A cuérdate, Señor, de tus
hijos N., y. N.,

iungit manus, orat aliquan- une las manos, ora breve-


tulum pro quibus orare in- mente por aquellos que tie-
tendit: deinde manibus ex- ne la intención de orar:
tensis prosequitur: después extiende las ma-
Et ómnium circumstán- nos y prosigue: y de todos
tium, quorum tibi fides los aquí reunidos, cuya fe y
cógnita est, et nota devótio, devoción tu bien conoces;
pro quibus tibi offérimus: por ellos y todos los suyos,
vel qui tibi ófferunt hoc por el perdón de sus peca-
sacrifícium laudis, pro se, dos y la salvación que
suísque ómnibus: pro esperan, te ofrecemos, y
redemptióne animarum ellos mismos te ofrecen,
suárum, pro spe salútis et éste sacrificio de alaban-
incolumitátis suæ: tibíque za, a ti, eterno Dios, vivo y
reddunt vota sua ætérno verdadero.
Deo, vivo et vero.
Communicántes
En las fiestas de Navidad, Epifanía, Pascua, Ascención, Pentecostés, y du-
rante sus octavas el Communicántes es propio.

75
Esta oración recuerda la comunión que hay entre la Iglesia militante y la
Iglesia triunfante. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

R eunidos en comunión
con toda la Iglesia,
veneramos la memoria,
C ommunicántes et me-
móriam venerántes, in
primis gloriósæ semper
ante todo, de la gloriosa Vírginis Maríæ, Genetrícis
siempre Virgen María, Dei et Dómini nostri Iesu
Madre de Jesucristo, nues- Christi: sed [et beati Ioseph
tro Señor; [la de su esposo eiusdem Vírginis Sponsi,]
San José] la de los santos et beatórum Apostolórum
apóstoles y mártires, Pedro ac Mártyrum tuórum, Petri
y Pablo, Andrés, [Santiago et Pauli, Andréæ, [Iacóbi,
y Juan, Tomás, Santiago, Ioánnis, Thomæ, Iacóbi,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Philíppi, Bartholomǽi,
Simón y Tadeo; Lino, Cle- Matthǽi, Simónis et Thad-
to, Clemente, Sixto, Corne- dǽi: Lini, Cleti, Cleméntis,
lio, Cipriano, Lorenzo, Xysti, Cornélii, Cypriáni,
Crisógono, Juan y Pablo, Lauréntii, Chrysógoni,
Cosme y Damián] y la de Ioánnis et Pauli, Cosmæ et
todos los santos; por sus Damiáni:] et ómnium
méritos y oraciones, concé- Sanctórum tuórum; quo-
denos ante todo tu protec- rum méritis precibúsque
ción. Con las manos jun- concédas, ut in ómnibus
tas. [Por Cristo, nuestro protectiónis tuæ muniámur
Señor. Amén.] auxílio. Iungit manus. [Per
eúmdem Christum Dómi-
num Nostrum. Amen.]
Hanc ígitur
(Varía muy pocas veces, como puede notarse en el lugar correspondiente).
El sacerdote extendiendo las manos sobre las ofrendas, dice:

A cepta, Señor, en tu
bondad, ésta ofrenda
de tus siervos y de toda tu
H anc ígitur oblatiónem
servitútis nostræ, sed
et cunctæ famíliæ tuæ,
familia santa; quǽsumus, Dómine, ut
placátus accípias:
ordena en tu paz nuestros diésque nostros in tua pace
días, líbranos de la conde- dispónas, atque ab ætérna

76
damnatióne nos éripi, et in nación eterna y cuéntanos
electórum tuórum iúbeas entre tus elegidos. [Por
grege numerári. [Per Chris- Cristo nuestro Señor.
tum Dóminum nostrum. Amén.]
Amen.]
Quam oblatiónem
Pedimos a Dios que transforme nuestra ofrenda en el Cuerpo y Sangre de
Cristo.

Q uam oblatiónem tu,


Deus, in ómnibus,
quǽsumus, benedíctam,
B endice  y santifica,
oh Padre, esta ofren-
da, haciendola  perfecta,
adscríptam, ratam, ra- espiritual  y digna de ti,
tionábilem, acceptabilém- de manera que sea para no-
que fácere dignéris: ut no- sotros: Cuerpo, y San
bis Corpus, et San guis gre de tu Hijo amado,
fiat dilectíssimi Fílii tui, [Jesucristo, nuestro Señor.]
[Dómini nostri Iesu Chris-
ti.]

Consagración y elevación
El sacerdote recuerda las circunstancias de la Cena, reproduce en unión de
Jesucristo sus hechos, sus acciones, sus palabras, y Jesús, obedeciendo a la
voz de su ministro, desciende a sus manos para renovar su sacrificio.
El celebrante de pronuncia en voz baja, pero distintamente, las palabras
de la consagración.
Ganan siete años de indulgencia (plenaria a la semana) los fieles que en el
momento de la elevación (o durante la exposición de santísimo sacramen-
to) miren a la Hostia, diciendo «Señor mío y Dios mío».
Qui prídie

Q ui, prídie quam pateré-


tur, accépit panem in
sanctas as venerábiles ma-
E l cual, la víspera de su
Pasión, tomó pan en
sus santas y venerables
nus suas, et elevátis óculis manos, y elevando los ojos

77
al cielo, hacia ti, Padre su- in cælum ad te Deum Pa-
yo todopoderoso, dando trem suum omnipoténtem,
gracias, te bendijo, lo tibi grátias agens, bene
partió, y lo dio a sus discí- díxit, fregit, dedítque
pulos, diciendo: Tomen, y discípulis suis, dicens: Ac-
coman, todos de él, por- cípite, et manducáte ex hoc
que... omnes.

Con ambas manos, entre el dedo índice y el pulgar, sostienen el sacrificio,


se inclina y pronuncia las palabras con claridad y con cuidado sobre el
sacrificio consagrado, y sobre todo, si hay varias hostias que deben ser
consagradas.

Esto es mi Cuerpo Hoc est enim


que será entregado por
ustedes. Corpus meum

A continuación, hace la genuflexión en señal de adoración: luego la ele-


va, mostrándolo al pueblo, lo baja y lo pone sobre el corporal, hace otra
genuflexión: desde este momento no hará uso del dedo pulgar y del índice
que ha sostenido el sacrificio inmaculado hasta las abluciones. luego des-
cubre el cáliz y dice:

D el mismo modo, aca-


bada la cena, tomó
éste cáliz glorioso en sus
S ímili modo postquam
cenátum est, accípiens
et hunc præclárum Cáli-
santas y venerables manos, cem in sanctas ac venerábi-
y dando gracias, te ben les manus suas: ítem tibi
dijo, y lo dio a sus discípu- grátias agens, benedíxit,
los, diciendo: Tomen, y be- dedítque discípulis suis,
ban todos de él, porque... dicens: Accípite, et bíbite
ex eo omnes..

Y con atención, continua, manteniendo un poco elevado el cáliz,


pronuncia las palabras de la consagración sobre el.

78
Hic est enim Calix Éste es el cáliz
Sánguinis mei, de mi Sangre,
novi et ætérni Sangre de la Alianza,
testaménti: nueva y eterna,
mystérium fídei: que será derramada:
qui pro vobis por ustedes
et pro multis y por muchos
effundétur para el perdón
in remissiónem de los pecados.
peccatórum.

A continuación, coloca el cáliz sobre el corporal, diciendo:

Hæc quotiescúmque Hagan esto,


fecéritis, in mei
memóriam faciétis. en memoria mía.
Hace la genuflexión adorando la preciosísima Sangre: luego lo eleva, y
con los ojos fijos en él lo muestra al pueblo, lo pone sobre el corporal, lo
cubre con la palia y acaba con una genuflexión.
Unde et mémores
Jesús, la víctima inmolada en el Calvario y glorificada en el cielo, ésta
sobre nuestro altar.
El sacerdote, separando las manos dice:

U nde et mémores,
Dómine, nos servi tui,
sed et plebs tua sancta,
P or eso, Padre, noso-
tros, tus siervos, y to-
do tu pueblo santo, al cele-
eiúsdem Christi Fílii tui brar éste memorial de la
Dómini nostri muerte gloriosa de Jesu-
cristo, tu Hijo, nuestro Se-
ñor;

79
de su santa resurrección tam beátæ passiónis, nec
del lugar de los muertos y non et ab ínferis resurrec-
de su admirable ascensión tiónis, sed et in cælos glo-
a los cielos, riósæ ascensiónis:
te ofrecemos, Dios de glo- offérimus præcláræ maies-
ria y majestad, de los mis- táti tuæ de tuis donis ac
mos bienes que nos has da- datis, hóstiam  puram,
do, el sacrificio  puro, hóstiam  sanctam, hósti-
inmaculado, y santo, am  immaculátam,
Pan  de vida eterna, y Panem  sanctum vitæ
Cáliz  de eterna salva- ætérnæ, et Cálicem  sa-
ción. lútis perpétuæ.

Supra quæ – Súpplices


Esta víctima es más agradable a Dios que los antiguos sacrificios.
El sacerdote con las manos extendidas, prosigue:

M ira con ojos de


bondad esta ofrenda S upra quæ propítio ac
seréno vultus respícere
dignéris:
y acéptala, como aceptaste et accépta habére, sícuti
los dones del justo Abel, accépta habére dignátus es
munera púeri tui iusti Abel,
el sacrificio de Abrahán, et sacrifícium Patriárchæ
nuestro padre en la fe, y la nostri Abrahæ: et quod tibi
oblación pura de tu sumo óbtulit summus sacérdos
sacerdote Melquisedec . tuus Melchísedech, sanc-
tum sacrifícium, immacu-
látam hóstiam.

Con manos juntas sobre el altar, hace profunda inclinación, y dice:

T e pedimos humilde-
mente, Dios todopo-
deroso, que ésta ofrenda
S upplices te rogámus,
omnípotens Deus: iube
hæc perférri per manus
sea llevada a tu presencia, sancti Angeli tui in sublíme

80
altáre tuum, in conspéctu hasta el altar del cielo, por
divínæ maiestátis tuæ: manos de tu ángel,
ut quotquot osculatur alta- besa el altar, para que
re, ex hac altáris cuantos recibimos el Cuer
participatióne sacrosámc- po, y la Sangre de tu
tum Fílii tui Corpus, et Hijo, al participar aquí de
Sánguinem sumpséri- éste altar, seamos colma-
mus, omni benedictióne dos de gracia y bendición.
cælésti et grátia repleámur. [Por Cristo, nuestro
[Per eúmdem Christum  Señor. Amén.]
Dóminum nostrum.
Amen.]
Conmemoración de los difuntos
Nobis quoque peccatóribus
El sacerdote pide lleguen los frutos del divino sacrificio, y la felicidad
eterna a las almas del Purgatorio. También piden para sí y para los
asistentes al sacrificio.

M eménto étiam, Dómi-


ne, famulórum
famularúmque tuárum N.
A cuérdate también,
Señor, de tus hijos N.,
y N., que nos han precedi-
et N., qui nos præcessérunt do con el signo de la fe, y
cum signo fídei, et dór- duermen el sueño de la
miunt in somno pacis. paz.

Con las manos juntas, ora por los difuntos y por las intenciones por
quienes se quiere orar. Después extiende las manos y prosigue:

Ipsis, Dómine, et ómnibus A ellos, Señor, y a cuantos


in Christo quiescéntibus, descansan en Cristo, con-
locum refrigérii, lucis et cédeles el lugar del con-
pacis ut indúlgeas, suelo de la luz y de la paz.
deprecámur. [Per eúmdem [Por Cristo, nuestro Señor.
Christum Dóminum nos- Amén.]
trum. Amen.]

81
Se golpea el pecho con la mano derecha y dice en alta voz alta la primera
frase y prosigue en secreto.

Y a nosotros pecadores,
siervos tuyos, que
confiamos en tu infinita
N obis quoque peccató-
ribus fámulis tuis, de
multitúdine miseratiónum
misericordia, admítenos en tuárum sperántibus, partem
la asamblea de tus santos áliquam et societátem do-
apóstoles y mártires: Juan náre dignéris, cum tuis
el Bautista, sanctis Apóstolis et
Martýribus: cum Ioánne,
Esteban, Matías y Bernabé, Stéphano, Matthía, Bárna-
[Ignacio, Alejandro, Mar- ba, [Ignátio, Alexandro,
celino y Pedro, Felicidad y Marcellíno, Petro, Felicitá-
Perpetua, Águeda, Lucía, te Perpétua, Agatha, Lúcia,
Inés, Cecilia, Anastasia,] y Agnéte, Cæcília, Anastá-
todos los santos; y acépta- sia,] et ómnibus Sanctis
nos en su compañía, no por tuis: intra quorum nos con-
nuestros méritos, sino con- sórtium, non æstimátor
forme a tu bondad. [Por mériti, sed véniæ, quǽsu-
Cristo, nuestro Señor. mus, largítor admítte. [Per
Amén.] Christum Dóminum nos-
trum.]

Per quem hæc ómnia


Todo bien nos viene de Jesucristo. Antiguamente, se bendecían en este
momento las primicias del trigo, del vino, y de los frutos de la tierra. Hoy
se bendice el día Jueves Santo el óleo de los enfermos.

P or quien sigues crean-


do todos los bienes,
Señor, los santificas, los
P er quem hæc ómnia,
Dómine, semper bona
creas, sanctíficas, viví
llenas  de vida, los ben ficas, benedícis et præs-
dices y los repartes entre tas nobis.
nosotros.

82
Conclusión del Canon
Por medio de Jesucristo glorificamos y damos gracias a Dios dignamente.
La gran oración consecratoria acaba aquí.
El sacerdote descubre el cáliz, hace genuflexión, toma la hostia con el
pulgar y el índice de la mano derecha: sostiene el cáliz con la mano
izquierda, hace tres cruces con la hostia sobre el cáliz al tiempo que dice:

P er ipsum, et cum
ip so, et in ipso, P or Cristo, con
él, y en  él,

Con la Hostia se signa así mismo, entre su pecho y eñ cáliz, diciendo:

est tibi Deo Patri  omni- a ti Dios Padre  omnipo-


poténti, in unitáte Spíritus tente, en la unidad del
 Sancti, Espíritu  Santo,
Luego eleva el cáliz con la Hostia, y dice:
omnis honor et glória. todo honor y toda gloria...
Después de la elevación, repone la hostia, cubre el cáliz con la palia,
hace genuflexión, y dice con voz clara, o canta:

P er ómnia
sæculórum.
sǽcula
P or los siglos de los
siglos.
℟. Amen. ℟. Amén.
c) Rito de comunión
Pater noster
El Pater noster, la oración que Jesús mismo nos enseñó, prepara el alma
para la Comunión. Los fieles pueden recitarla en alta voz, toda y en latín.
El sacerdote con las manos junta invita a rezar a una con él.
Orémus: Præcéptis salutá- Oremos: Fieles a la reco-
risbus móniti, et divína mendación del Salvador y
institutióne formáti, audé- siguiendo su divina ense-
mus dícere: ñanza, nos atrevemos a de-
cir:
Con las manos extendidas continua.

83
P adre nuestro, que estás
en el cielo, santificado
sea tu Nombre; venga a
P ater noster, qui es in
cælis: Sanctificétur
nomen tuum: Advéniat
nosotros tu reino: Hágase regnum tuum: Fiat volún-
tu voluntad en la tierra tas tua, sicut in cælo et in
como en el cielo. terra.
Danos hoy nuestro pan de Panem nostrum cotidiánum
cada día; perdona nuestras da nobis hódie: Et dimíte
ofensas (deudas), como nobis débita nostra, sicut et
también nosotros perdona- nos dimítimus debitóribus
mos a los que nos ofenden nostris. Et ne nos indúcas
(nuestros deudores); no in tentatiónem.
nos dejes caer en tentación. ℟.Sed líbera nos a malo.
℟.Y líbranos del mal.

El sacerdote dice en secreto: Amén.


A continuación, pone la patena entre los dedos índice y mayor de la mano
derecha, la sostiene verticalmente sobre el altar, también posa la mano
izquierda sobre el altar y dice en secreto:

L íbranos de todos los


males, Señor, y por la
intercesión de la gloriosa
L íbera nos, quǽsumus,
Dómine, ab ómnibus
malis, prætéritis, præsénti-
siempre Virgen María, Ma- bus et futúris: et interce-
dre de Dios, dénte beáta et gloriósa
semper Vírgine Dei Gene-
tríce María,
y de tus bienaventurados cum beátis Apóstolis tuis
apóstoles Pedro, Pablo y Petro et Paulo, atque
Andrés, y de todos los san- Andréa, et ómnibus Sanc-
tos, se signa con la patena tis, signat se cum patena a
de la frente al pecho, con- fronte ad pectus, da propí-
cédenos la paz en nuestros tius pacem in diébus nostri:
días, besa la patena, para patenam osculatur, ut, ope
que, ayudados por tu mise- misericórdiæ tuæ adiúti, et
ricordia, vivamos siempre a peccáto simus semper lí-
libres de pecado y protegi- berí et ab omni
dos de toda perturbación. perturbatióne secúri.

84
Fracción de la Hostia
Hasta el siglo IV, los fieles comulgaban siempre que asistían al santo
sacrificio de la misa. Y en este momento se partían los grandes panes
consagrados en trozos pequeños para la comunión de los fieles. Como un
recuerdo de este rito queda la ceremonia de partir la Hostia en tres
pedazos, que ahora realiza el celebrante.
«Fracción del pan» es uno de los nombres más antiguos con que fue
conocido el Santo Sacrificio.
Al generalizarse el uso del pan ácimo (pequeñas hostias previamente
preparadas para los fieles) fue desapareciendo la práctica anterior.
El sacerdote desliza la patena sobre la hostia, descubre el cáliz, hace la
genuflexión, toma la hostia, y lo sostiene con ambas manos por encima
del cáliz, parte por la mitad, diciendo:

Per eúmdem Dóminum Por nuestro Señor Jesucris-


nostrum Iesum Christum to, tu Hijo.
Fílium tuum.
Posa el fragmento derecho sobre la patena. Después parte un trozo del
fragmento izquierdo, diciendo:
Qui tecum vivit et regnat Que vive y reina contigo
in unitáte Spíritus Sancti, en la unidad del Espíritu
Deus. Santo y es Dios.

Guarda ésta partícula entre el pulgar y el índice derecho, posa la parte


izquierda sobre la patena, y dice con voz clara o canta:

Per ómnia sǽcula sæculó- Por los siglos de los siglos.


rum. ℟. Amen. ℟. Amén.
Luego sosteniendo el trozo más pequeño de la Hostia, el sacerdote con la
mano derecha, hace tres cruces sobre el cáliz, diciendo:

Pax  Dómini sit  sem- La paz  del Señor sea 


per vobís  cum. siempre  con ustedes.
℟. Et cum spíritu tuo. ℟. Y con tu espíritu.
Deja caer el pequeño trozo de la Hostia en el cáliz, diciendo en secreto:

85
E l Cuerpo y la Sangre
de nuestro Señor Jesu-
cristo, unidos en éste cáliz,
H æc commíxtio conse-
crátio Córporis et
Sánguinis Dómini nostri
sea para nosotros alimento Iesu Christi, fiat accipiénti-
de vida eterna. Amén. bus nobis in vitam ætér-
nam. Amen.
Cubre el cáliz, hace la genuflexión, con las manos juntas se inclina ante el
Santísimo Sacramento.
Agnus Dei
El Agnus Dei introducido en la liturgia por el Papa Sergio I, en el siglo
VII, era cantado por el clero y el pueblo durante la fracción del pan. Tam-
bién ahora puede recitarse comunitariamente.
En las Misas de Réquiem el celebrante no se golpea el pecho y en lugar de
las palabras: Miserére nobis, dice: dona eis réquiem «dales el descanso»; y
en vez de: dona nobis pacem, se dice: dona eis réquiem sempitérnam,
«dales el descanso eterno.» El sacerdote con voz clara, dice:

C odero de Dios, que


quitas el pecado del
mundo: ten piedad de no-
A gnus Dei, qui tollis
peccáta mundi: mise-
rére nobis.
sotros.
Cordero de Dios, que qui- Agnus Dei, qui tollis
tas el pecado del mundo: peccáta mundi: miserére
ten piedad de nosotros. nobis.
Cordero de Dios, que qui- Agnus Dei, qui tollis
tas el pecado del mundo: peccáta mundi: Dona nobis
danos la paz. pacem.
Oración por la paz de la Iglesia
(Se omite en las misas de Réquiem.)
Los cristianos de la primitiva Iglesia siempre que se reunían para orar o
celebrar los santos misterios, se saludaban con el beso de la paz. En las
misas solemnes el celebrante da ahora la paz a sus ministros (℣. Pax te-
cum: la paz esté contigo. ℟. Et cum spíritu tuo). La invocación a la paz y a
la concordia suena insistentemente en estos momentos que anteceden a la
Comunión, sacramento de unión y amor para los cristianos.

86
El sacerdote, junta las manos sobre el altar, e inclinado mira las sagradas
especies y dice secretamente las siguiente oración:

D ómine Iesu Christe,


qui dixísti Apóstolis
tuis:
S eñor Jesucristo, que di-
jiste a tus apóstoles:

Pacem relínquo vobis, pa- «la paz les dejo mi paz les
cem meam do vobis: ne doy», no tengas en cuenta
respícias peccáta mea, sed nuestros pecados, sino la fe
fidem Ecclésiæ tuæ; de tu Iglesia,
eámque secúndum voluntá- y, conforme a tu palabra,
tem tuam pacificáre et concédele la paz y la uni-
coadunáre dignéris: dad:
Qui vivis et regnas, Deus, Tú que vives y reinas por
per ómnia sǽcula sæculó- los siglos de los siglos.
rum. Amen. Amén.

Besa el altar, luego, si es necesario dará la paz, al decir:


Pax tecum. La Paz sea con ustedes.
℟. Et cum spíritu tuo. ℟. Y con tu espíritu.
En Misa de difunto no se da la paz, ni se dice la oración preparatoria
para la comunión:
Oraciones preparatorias para la Comunión
Estas oraciones, introducidas para devoción de los sacerdotes, datan de los
siglos IX y X respectivamente, y preparan al celebrante para su Comunión
inmediata.

D ómine Iesu Christe,


Fili Dei vivi, qui ex
voluntáte Patris, cooperán-
S eñor Jesucristo, Hijo
de Dios vivo, que por
voluntad del Padre, coope-
te Spíritu Sancto, per mor- rando el Espíritu Santo,
tem tuam mundum vivifi- diste con tu muerte la vida
cásti: la mundo,
líbera me per hoc sacro- líbrame, por la recepción
sánctum Corpus et Sangui- de tu Cuerpo y de tu San-
nem tuum ab ómnibus ini- gre, de todas mis culpas
quitátibus meis,

87
y de todo mal. et univérsis malis:
Concédeme cumplir tus et fac me tuis semper in-
mandamientos y jamás hærére mandátis, et a te
permitas que me separe de numquam separári permít-
ti. tas:
Tú que vives y reinas con Qui cum eódem Deo Patre
el Padre en la unidad del et Spíritu Sancto vivis et
Espíritu Santo y eres Dios regnas, Deus, in sǽcula
por los siglos de los siglos. sæculórum.
℟. Amén. ℟. Amen.

S eñor Jesucristo, la co-


munión de tu Cuerpo
que yo indigno me atrevo a
P ercéptio Córporis tui,
Dómine Iesu christe,
quod ego indígnus súmere
recibir ahora, no sea para præsúmo, non mihi
mí un motivo de juicio y provéniat in iudícium et
de condenación, condemnatiónem:
sino que, por tu misericor- sed pro tua pietáte prosit
dia me sirva de protección mihi ad tutaméntum mentis
para la defensa de alma y et córporis, et ad medélam
cuerpo y como remedio sa- percipiéndam:
ludable:
Tú que vives y reinas con Qui vivis et regnas cum
el Padre en la unidad del Deo Patre in unitáte Spíri-
Espíritu Santo y eres Dios tus Sancti, Deus, per ómnia
por los siglos de los siglos. sǽcula sæculórum.
℟. Amén. ℟. Amen.

Para comulgar, hace la genuflexión, y al alzarse, dice:

R ecibiré, el Pan celes-


tial, e invocaré el
nombre del Señor.
P anem, cæléstem accí-
piam, et nomen Dómi-
ni invocábo.

Toma la hostia entre los dedos índice y pulgar de la mano izquierda,


después pone la patena debajo de la hostia, que lo sostiene con los tres
últimos dedos, inclinado se golpea tres veces el pecho diciendo:

88
D ómine, non sum dig-
nus, et secrete pro-
sequitur: ut intres sub
S eñor, no soy digno, en
secreto prosigue: de
que entres en mi casa, pero
tectum meum: sed tantum una palabra tuya bastará
dic verbo, et sanábitur áni- para sanarme.
ma mea.
Comunión del Sacerdote
Coloca los dos fragmentos de la hostia, uno sobre otro. Luego con la
derecha hace la señal de la cruz, y dice versículos del salmo 115:

C orpus Dómini nostri


Iesu Christi custódiat
ánimam meam in vitam
E l Cuerpo de nuestro
Señor Jesucristo, guar-
de mi alma para la vida
ætérnam. ℟. Amen. eterna. ℟. Amén.
Se inclina sobre el altar y comulga reverentemente, luego posa la patena,
junta las manos, se endereza y permanece unos instantes recogido con las
manos juntas ante el rostro, meditando ante Ssmo. Sacramento.
Descubre el cáliz, y hace la genuflexión, toma la patena y recoge con ella
las partículas de hostia que hubieran podido caer sobre el corporal.
Purifica cuidadosamente la patena con el pulgar o el índice derecho
sobre el cáliz, purifica después sus dedos, sujetando la patena con la
izquierda, toma el cáliz con la derecha diciendo:

Q uid retríbuam Dómino


pro ómnibus quæ retrí-
buit mihi?
C on qué corresponderé
yo al Señor por todo
cuanto Él me ha dado?
Cálicem salutáris accí- Sumiré el Cáliz de salva-
piam, et nomen Dómini ción e invocaré al Señor
invocábo. Laudans invocá- con cánticos de alabanza, y
bo Dóminum, et ab inimí- me pondré a salvo de mis
cis meis salvus ero. enemigos.

Levanta el cáliz con la mano derecha, y se signa con él, comulga, reci-
biendo la Sangre del Señor,
Con la izquierda coloca la patena bajo el cáliz, con reverencia toma la
preciosísima Sangre y el fragmento de la hostia. después de decir:

89
L a Sangre de nuestro
Señor Jesucristo guar-
de mi alma para la vida
S anguis Dómini nostri
Iesu Christi custódiat
ánimam meam in vitam
eterna. ℟. Amén. ætérnam. ℟. Amen.

El sacrificio ha sido consumado por la comunión del sacerdote bajo las


dos especies.
Antes de purificar, si hay quienes comulgan, se da la comunión,
Comunión de los fieles
La comunión de los fieles sigue a la del sacerdote. Presenta al pueblo la
Sagrada Forma:

E ste es el cordero de
Dios, que quita el pe-
cado del mundo.
E cce agnus Dei, ecce
qui tollit peccáta mun-
di.
Luego repite tres veces la súplica: «Señor, no soy digno...», que los fieles
pueden también recitar en alta voz:

S eñor, no soy digno de


que entres en mi casa,
pero una palabra tuya, bas-
D ómine, non sum dig-
nus, ut intres sub tec-
tum meum, sed tantum dic
tará para sanarme. verbo, et sanábitur ánima
mea.
Y al administrar la Comunión a cada uno dice:

E l Cuerpo de nuestro
Señor Jesucristo guar-
de tu alma para la vida
C orpus Dómini nostri
Iesu Christi custódiat
ánimam tuam in vitam
eterna. ℟. Amén. ætérnam. ℟. Amen.

Desde hace mucho tiempo los fieles no comulgan más que bajo la especie
de pan, recibiendo lo mismo a Nuestro Señor Jesucristo que está presente
todo entero en cada una de las especies. Se comprende muy bien que
motivos de higiene y sobre todo de respeto a la preciosa Sangre, que tan
fácilmente puede derramarse, haya impuesto la Comunión bajo las
especies de pan únicamente.

90
Abluciones
Terminada la Comunión. El sacerdote purifica la patena y la bandeja de
comunión, recitando la siguiente oración de acción de gracias.

Q uod ore
Dómine,
súmpsimus,
pura mente
capiámus: et de múnere
H az, Señor, que reciba-
mos con un corazón
limpio el alimento que aca-
temporali fiat nobis re- bamos de tomar, y que el
médium sempitérnum. don que nos haces en esta
vida nos aproveche para la
eterna.

El sacerdote toma el cáliz para que el monaguillo derrame el vino y el


agua para purificar: prosigue:

C
guis,
orpus tuum, Dómine,
quod sumpsi, et San-
quem potávi,
T u Cuerpo Señor, que
he comido y tu Sangre
que he bebido, se adhieran
adhǽreat viscéribus meis: a mis entrañas; y haz que
et præsta; ut in me non re- ni mancha de pecado que-
máneat scélerum mácula, de ya en mí, después de
quem pura et sancta refecé- haber sido alimentado con
runt sacramenta: Qui vivis un tan santo y tan puro
et regnas in sǽcula sæculó- sacramento: Tú que vives y
rum. ℟. Amen. reinas. ℟. Amén.

Después de beber el vino y el agua de la purificación del cáliz, se limpia


con el purificador el cáliz, extiende el purificador sobre el cáliz, posa la
patena y luego la palia. Pliega el corporal y lo coloca en la bolsa al final
cubre el cáliz con el velo y la bolsa del corporal sobre el velo. Después
prosigue la Misa.
Dice las últimas oraciones según el oficio del día.
Antífona de la Comunión
El sacerdote vuelve a lado de la Epístola y lee la antífona llamada
comunión, que encierra siempre un pensamiento piadoso en armonía con
la fiesta que se celebra y que prepara la acción de gracias. Como el
introito y el ofertorio, es un vestigio de un salmo que se cantaba mientras
comulgaban los fieles.

91
El Señor esté con ustedes. Dóminus vobíscum.
℟. Y con tu espíritu. ℟. Et cum spíritu tuo.
Poscomunión
Es la oración de acción de gracias propiamente dicha. Hay tantas
poscomuniones como colectas y secretas. El sacerdote la dice siempre en
plural, porque hablan en nombre de todos los que han asistido a la misa.
Los fieles responden al final de la oración o las oraciones:

… por los siglos de los si- … per ómnia sǽcula sæcu-


glos. ℟. Amén. lórum. ℟. Amen.
El sacerdote repite:
El Señor esté con ustedes. Dóminus vobíscum.
℟. Y con tu espíritu. ℟. Et cum spíritu tuo.
El sacerdote, o el diácono en la misa solemne, se vuelve al pueblo,
anuncia el fin de la misa y despide a los fieles.
La Misa ha terminado, Ite, missa est.
pueden ir en paz.
Estas palabras que más tarde se tradujeron de la manera que queda
expresada, en su origen tenían la significación de «Id, ésta es la despedi-
da» porque, según la costumbre de los antiguos Romanos, así se termina-
ban las asambleas.
Los fieles responden:
℟. Demos gracias al Se- ℟. Deo grátias.
ñor.
O bien, Si continúa la acción litúrgica, (procesiones) se dice:
Bendigamos al Señor. Benedicámus Dómino.
Los fieles responden:
℟. Demos gracias al Se- ℟. Deo grátias.
ñor.
En las Misas de Réquiem, se dice:
Que descansen en paz. Requiéscant in pace.
℟. Amén. ℟. Amen.

92
Bendición
La costumbre de dar el sacerdote la bendición en la misa data del siglo XI.
Antiguamente, solo el Obispo bendecía a los fieles que encontraba a su
paso, cuando volvía a la sacristía. Así se explica perfectamente que la
bendición se dé después de haber despedido al pueblo con el Ite, missa ets.
El sacerdote, inclinado y con las manos juntas y sobre el altar, dice en
secreto:

P láceat tibi, sancta Trí-


nitas, obséquium ser-
vitutis meæ: et præsta; ut
T e sea agradable, Trini-
dad Santa, el homena-
je de mi ministerio, y ten a
sacrifícium, quod óculis bien aceptar el Sacrificio
tuæ maiestátis indígnus que yo, indigno, acabo de
óbtuli, tibi sit acceptábile, ofrecer en presencia de tu
mihíque et ómnibus, pro Majestad, y haz, que, a mí
quibus illud óbtuli, sit, te y a todos aquellos por
miseránte, propitiábile. quienes lo hemos ofrecido,
nos granjee el perdón, por
efecto de tu misericordia.
Per Christum Dóminum Por Jesucristo nuestro
nostrum. Amen. Señor. Amén.
Después de besar el altar, dirigiéndose al pueblo que debe estar con la
cabeza inclinada, extiende y junta las manos al mismo tiempo que levanta
los ojos, los bendice, diciendo:

B enedícat vos omnípo-


tens Deus, Pater, et
Fílius,  et Spíritus
L a bendición de Dios
todopoderoso, Padre,
Hijo,  y Espíritu
Sanctus. ℟. Amen. Santo. ℟. Amén.
La bendición se omite en las misas de difuntos y cuando hay procesión
después de Misa.
Último Evangelio
El sacerdote lee el comienzo del Evangelio según San Juan, que proclama
la divinidad del Verbo hecho hombre.
El sacerdote, al lado del Evangelio, besa el altar, juntas las manos, dice:

93
El Señor esté con ustedes. Dóminus vobíscum.
℟. Y con tu espíritu. ℟. Et cum spíritu tuo.
Hace la señal de la cruz, primero ante el altar, en el libro, después en la
frente, luego en el pecho, y dice:

 Comienzo del Santo  Inítium sancti Evangélii


Evangelio según San Juan secúndum Ioánnem
o, si el Evangelio es otro:
Secuencia del Santo Sequéntia sancti Evangélii,
Evangelio, etc. etc.
℟. Gloria a ti, Señor. ℟. Glória tibi, Dómine.
Con las manos juntas continua: San Juan 1, 1-14

E n el principio ya exis-
tía la Palabra, y la Pa-
labra estaba junto a Dios.
I n principio erat Verbum,
et Verbum erat apud
Deum, et Deus erat Ver-
bum. Hoc erat in principio
apud Deum.
Por medio de la Palabra se Omnia per ipsum facta
hizo todo, y sin ella no se sunt: et sine ipso factum
hizo nada de lo que se ha est nihil, quod factum est:
hecho.
En la Palabra había vida, y in ipso vita erat, et vita erat
la vida era la luz de los lux hóminum:
hombres.
La luz brilla en la tiniebla, et lux in ténebris lucet, et
y la tiniebla no la recibió. ténebræ eam non com-
prehendérunt.
Surgió un hombre enviado Fuit homo missus a Deo,
por Dios, que se llamaba cui nomen erat Ioánnes.
Juan:
éste venía como testigo, Hic venit in testimónium,
para dar testimonio de la ut testimónium perhibéret
luz, de lúmine,
para que por él todos vinie- ut omnes créderent per

94
illum. ran a la fe.
Non erat elle lux, sed ut No era él la luz, sino testi-
testimónium perhibéret de go de la luz.
lúmine.
Erat lux vera, quæ illúmi- La Palabra era la luz ver-
nat omnem hóminem ve- dadera que alumbra a todo
niéntem in hunc mundum. hombre.
In mundo erat, et mundus Al mundo vino y en el
per ipsum factus est, mundo estaba;
et mundus eum non cog- el mundo se hizo por me-
nóvit. In própria venit, et dio de ella, y el mundo no
sui eum non recepérunt. la conoció.
Quotquot autem recepérunt Vino a su casa, y los suyos
eum, dedit eis potestátem no la recibieron. Pero a
fílios Dei fíeri, his, qui cuantos la recibieron, les
credunt in nómine eius: da poder para ser hijos de
Dios, si creen en su nom-
bre.
qui non ex sanguínibus, Estos no han nacido de
neque, ex voluntáte carnis, sangre, ni de amor carnal,
neque ex voluntáte viri, ni de amor humano, sino
sed ex Deo nati sunt. de Dios.
Hace genuflexión
Et Verbum caro factum Y la Palabra se hizo car-
est, et habitávit in nobis: et ne, y habitó entre nosotros,
vídimus glóriam eius, gló- y hemos contemplado su
riam quasi Unigéniti a Pa- gloria: gloria propia del
tre, plenum grátiæ et veri- Hijo único del Padre, lleno
tátis. de gracia y de verdad.
℟. Demos gracias al
℟. Deo grátias. Señor.

95
Preces después de la Misa rezada
En 1884, Leon XIII mandó que se recitarán de rodillas, después de las
misas rezadas, las siguientes preces (10 años de indulgencia).
Estas preces pueden omitirse en las Misas de primera Comunión,
Comunión general, Confirmación, Ordenación, Boda y Profesión
religiosa. También se puede omitir cuando a continuación se tenga un
ejercicio piadoso, cuando en la Misa ha habido homilía, cuando en
Domingos y Fiestas se ha dialogado (en cualquier grado) la Misa y, en
general, cuando se celebre la Misa, con alguna solemnidad. (S. Congrega-
ción de Ritos, marzo de 1960).
San Pio X mandó añadir la triple invocación al Corazón de Jesús.
(indulgencias de 7 años)
Ave María (tres veces)
Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia, Vida, dulzura y esperanza
nuestra. Dios te Salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A ti
suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lagrimas.
Ea pues Señora Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, Fruto
Bendito de tu Vientre. Oh Clemente, Oh Piadosa, Oh Dulce Virgen María.
℣. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios. ℟. Para que seamos dignos
de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Oremos.
¡Oh Dios!, nuestro refugio y fortaleza, mira favorablemente al pueblo que
a ti clama y por intercesión de la gloriosa e Inmaculada Virgen María, Ma-
dre de Dios, del bienaventurado San José, su Esposo, de tus Apóstoles,
Pedro y Pablo, y de todos los Santos, atiende benigno y misericordioso a
las oraciones que te dirigimos por la conversión de los pecadores y la li-
bertad y exaltación de la santa Madre Iglesia: por el mismo Cristo, nuestro
Señor. ℟. Amén.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate; sé nuestro auxilio con-
tra la malicia y astucia del diablo. Reprímale Dios, pedimos suplicantes; y
tú Príncipe de la milicia celestial, por virtud divina arroja al infierno a Sá-
tanas y a los demás espíritus malignos, que vagan por el mundo para per-
der a las almas. ℟ Amén.
℣. Sagrado Corazón de Jesús. ℟. Ten misericordia de nosotros

96
ACCIÓN DE GRACIAS
DESPUÉS DE LA SANTA MISA
«Es muy conveniente que, después de recibida la Eucaristía y concluidos
los ritos públicos, los fieles se recojan interiormente y, en íntima unión
personal con el Divino Maestro, mantengan con él una dulce y saludable
conversación… Estos actos de piedad individual son absolutamente
necesarios para disfrutar más abundantemente de los divinos tesoros que
rebosan en la Eucaristía y para hacerlos llegar a otros, a fin de que Cristo
nuestro Señor logre en todas las almas, la plenitud de su eficacia» (Pio
XII, encíclica Mediator Dei).
Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, canta-
ban: «Bendito sea el Señor.» (T.P. Aleluya)
Salmo 150
Cántico de los tres jóvenes en el horno de Babilonia
Daniel 3, 57-88 y 56 Benedícite
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con
himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, ben-
decid al Señor. Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo,
bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al
Señor. Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bende-
cid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bende-
cid al Señor. Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al
Señor. Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los
siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tie-
rra, bendiga al Señor. Manantiales, bendecid al Señor;

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mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al
Señor. Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con
himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Se-
ñor. Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor,
bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes
de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y Misael, ben-
decid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcé-
moslo con himnos por los siglos. Bendito el Señor en la bóveda
del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Salmo 150
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamen-
to. Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa
grandeza. Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cí-
taras, alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y
flautas, alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vi-
brantes. Todo ser que alienta alabe al Señor.
Gloria al Padre…
Después dice el Sacerdote:
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros
Padre nuestro…
℣./ Y no nos dejes caer en la tentación.
℟./ Mas líbranos del mal.
℣./ Que todas tus obras te alaben, Señor.

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℟./ Y que tus santos te bendigan.
℣./ Se alegrarán los santos en la gloria.
℟./ Se gozarán en sus mansiones.
℣./ No nosotros, Señor, no nosotros.
℟./ Sino tu nombre sea glorificado.
℣./ Señor, atiende a nuestra oración.
℟./ Y mi clamor llegue hasta ti.
℣./ El Señor esté con ustedes.
℟./ Y con tu espíritu.
Oremos.
Oh Dios, que mitigaste a los tres jóvenes las llamas del fuego;
concede propicio que la llama de los vicios no nos abrase a
nosotros tus siervos.
Te suplicamos, Señor, que con tu inspiración prevengas nues-
tras acciones y con tus acciones y con tus auxilios las sostengas,
para que todas nuestras oraciones y operaciones tengan siempre
su principio en ti, y por ti lleguen a su fin.
Concédenos, te rogamos, Señor, la gracia de que logremos apa-
gar las llamas de nuestros vicios: tú que concediste al bienaven-
turado Lorenzo superar el fuego de sus tormentos. Por Cristo
Señor nuestro. ℟. Amén.
Oración de Santo Tomás de Aquino
Gracias te doy, Señor, Padre santo todopoderoso, Dios eterno,
porque a mí, pecador, indigno siervo tuyo, sin mérito alguno de
mi parte, sino por pura concesión de tu misericordia, te has
dignado alimentarme con el precioso cuerpo y sangre de tu
unigénito Hijo mi Señor Jesucristo.
Te suplico, que esta sagrada comunión no me sea ocasión de
castigo, sino intercesión saludable para el perdón; sea armadura

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de mi fe, escudo de mi buena voluntad, muerte de todos mis
vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos; aumento de
caridad, paciencia y verdadera humildad, y de todas las virtu-
des: sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme
defensa contra todos mis enemigos visibles e invisibles, perpe-
tua unión contigo, único y verdadero Dios, y sello de mi muerte
dichosa.
Te ruego, que tengas por bien llevar a este pecador a aquel
convite inefable, donde tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres
para tus santos luz verdadera, satisfacción cumplida, gozo
perdurable, dicha consumada y felicidad perfecta. Por el mismo
Cristo nuestro Señor. Amén.
Aspiraciones al Santísimo Redentor
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a ti,
para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

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Ofrecimiento de sí mismo
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi
entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro,
disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.
A Jesús Crucificado
Mírame, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado en tu presencia:
te ruego, con el mayor fervor, imprimas juntamente en mi
corazón los sentimientos de fe, esperanza, caridad, dolor de mis
pecados y firmísimo propósito de jamás ofenderte; mientras que
yo con gran amor y compasión voy considerando tus cinco
llagas, comenzando por aquello que dijo de ti, ¡oh Dios mío!, el
santo profeta David: Han taladrado mis manos y mis pies, y se
pueden contar todos mis huesos.
Oraciones a la Santísima Virgen María
Oh María, Virgen y Madre Santísima, he recibido a tu Hijo
amadísimo, que concebiste en tus inmaculadas entrañas, crián-
dolo y alimentándolo con tu pecho, y lo abrazaste amorosamente.
Al mismo que te alegraba contemplar y te llenaba de gozo, te lo
presento y te lo ofrezco con amor y humildad para que lo
abraces, lo quieras con tu corazón y lo ofrezcas como supremo
culto de latría a la Santísima Trinidad, por tu honor y por tu
gloria, y por mis necesidades y las de todo el mundo.
Te ruego, piadosísima Madre, que me alcances el perdón de
todos mis pecados y gracia abundante para servirte desde ahora
con mayor fidelidad; por último, la gracia de la perseverancia
final, para que pueda alabarle contigo por los siglos de los
siglos. Amén.

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Te adoro con devoción
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente
bajo estas apariencias. A ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero
basta con el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha
dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta palabra
de verdad.
En la cruz se escondía sólo la divinidad, pero aquí también se
esconde la humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo
que pidió el ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres
mi Dios; haz que yo crea más y más en ti, que en ti espere, que
te ame.
¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que da la vida
al hombre; concédele a mi alma que de ti viva, y que siempre
saboree tu dulzura.
Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame, a mí, inmundo,
con tu sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los
crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo escondido, te ruego que se cumpla lo
que tanto ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz
viendo tu gloria. Amén.
A ti, Oh Dios
A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos. A ti,
eterno Padre, te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines te cantan sin cesar: Santo, Santo,
Santo es el Señor, Dios del universo. Los cielos y la tierra están
llenos de la majestad de tu gloria.

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A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles, la multitud
admirable de los profetas, el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa, extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad, Hijo único y verdadero, digno de
adoración, Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo. Tú eres el Hijo único del
Padre. Tú, para liberar al hombre, aceptaste la condición huma-
na sin desdeñar el seno de la Virgen. Tú, rotas las cadenas de la
muerte, abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios en la gloria del Padre.
Creemos que vendrás como juez.
Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a
quienes redimiste con tu preciosa sangre. Haz que en la gloria
eterna nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad. Sé su pastor y
ensálzalo eternamente. Día tras día te bendecimos y alabamos
tu nombre para siempre, por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día guardarnos del pecado. Ten piedad
de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros. Que tu misericordia,
Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. En ti,
Señor, confié, no me veré defraudado para siempre.
San Miguel Arcángel
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro
amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio.
Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio;

y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno con el


poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados, que
andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén.

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