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Fue el creador del enfoque no directivo C. R. Rogers el primero en utilizar este concepto. Dicho
autor, después de una investigación sistemática que tenía como objetivo descubrir el grado de eficacia de
las diferentes corrientes psicoterapéuticas, llegó a la conclusión de que los resultados positivos no se
derivaban del enfoque desde donde se trabajase, sino de las cualidades del terapeuta y su habilidad para
establecer un tipo particular de relación con su cliente.
"La relación adecuada". ¿Y cuál es esa relación adecuada? ¿Qué tiene que pasar para que una relación
sea "adecuada"?
Pero ha sido R.R. Carkhuff quien a través de posteriores investigaciones, ha realizado un desarrollo
detallado no sólo en la descripción y ampliación de dichas condiciones, sino también -y esto nos parece
fundamental para el tema que aquí estamos tratando- en los procedimientos para su entrenamiento
sistemático.
Volviendo a la pregunta sobre cuál es esa relación adecuada, ahora podemos decir, utilizando la
palabras de M. Marroquin (1991), introductor centroamericano de la obra de Carkhuff, que es aquella que
"se establece entre una persona ‘mas conocedora’ y otra ‘menos conocedora’, en orden a permitir a
ésta última, un mayor nivel de funcionamiento en aquellas áreas en las que la primera es experta"
posibilitando, según palabras del propio Carkhuff (citado en M. Marroquin, 1991) "Modos más constructivos
de conducta, aumento de la sensitividad emocional y un mayor control sobre la vida propia. Estos son los
productos primarios y secundarios de la ayuda efectiva, ya sea el que ayuda profesor, padre, consejero o
terapeuta titulado"
GENUINIDAD: Capacidad por parte del profesional de ser libre y profundamente él mismo. Así se excluye
la dicotomía entre lo que el profesional siente y lo que manifiesta, entre su comportamiento cotidiano y
profesional. Esto no significa expresar todo lo que se siente, sino no negarlo. Constituye la base de una
auténtica relación.
CONFRONTACIÓN: Acción iniciada por el profesional, que pone a la persona en contacto consigo mismo,
mediante la consideración de las discrepancias en ella existentes y de la repercusión de éstas en la
relación entre ambos.
INMEDIATEZ: Habilidad para discutir, directa y abiertamente, con la otra persona lo que está ocurriendo
en el aquí y ahora de la relación interpersonal entre ambos. Viene a ser un puente entre la empatía y la
confrontación
En el campo del saber: interesándose por el fenómeno de la comunicación interpersonal, por las
dinámicas más frecuentes, por el impacto de la “enfermedad” y/u otros acontecimientos en la vida de la
persona.
En el campo del saber ser: trabajando sobre sí mismo para interiorizar las actitudes fundamentales
que hacen que la persona del profesional o terapeuta sea percibida como alguien que se interesa
realmente, que acepta, que comprende, que se implica sin quemarse en el proceso de interrelación.
La relación de ayuda se sitúa consiste en establecer una relación con el paciente que nada tiene de
particular a primera vista, si no es el hecho de que tiende a la ayuda y está centrada en la persona y no
sencillamente en el problema, lo que implica una actitud facilitadora y no directiva o autoritaria. Tal relación
pretende acompañar a la persona consultante a hacer un camino de apropiación de la propia situación, de
dominio de las propias reacciones impulsivas y de los propios sentimientos (sin anestesiarlos), un camino
de crecimiento personal que permita abrirse a la realidad, explorarla y activar las propias energías, el
propio curador interno que influye sobre la salud global de toda la persona, dada la relación existente entre
todas las dimensiones de la persona.
La relación de ayuda intenta encontrar un modo eficaz de promover en el individuo una mejor
adaptación a la situación que está viviendo, favorecer en él la experiencia de mayor “salud” o bienestar
integral posible y propiciar una vivencia de la propia situación y de la angustia en clave de relación sana,
que es la vía para abrirse al sentido en medio de la adversidad o desesperación y luchar contra ella
cuando es posible. En el fondo, se trata de acompañar al consultante a que se ayude a sí mismo, a que
sea protagonista de su propia situación y utilice al máximo los recursos existentes. Descubrir y apoyar, en
medio del sufrimiento, las cosas y relaciones que son significativas para el individuo, constituye el objeto
de la relación de ayuda.
Solo un ambiente de amor permite al cliente desarrollarse y alcanzar sus objetivos. El consultor
puede favorecer esto con su calidad de ser, de amor, de presencia, más que mediante recursos técnicos,
por muy refinados que sean.
Solo el interesado puede descifrar con exactitud lo que vive y llegar al nudo de sus problemas y a la
raíz de sus actos: no el consultor y menos aun sus diagnósticos, sus razonamientos, sus soluciones.
No se progresa a golpes de voluntad sino dejando brotar la vida que hay en cada uno. El
voluntarismo, el perfeccionismo, el cerebralismo nos dejan insatisfechos, atormentados y tensos, la
docilidad a lo mas nuestro y positivo, al ser y su interioridad, hace caminar.
La toma de conciencia por parte del cliente de su historia, su experiencia corporal, sexual,
emocional, imaginativa, espiritual en todos Los pliegues posibles, con libertad, a fin de integrarla
plenamente.
La motivación de la autonomía del cliente. Se consigue mediante una atención que no juzga, el
aprecio a la unidad de su persona, el respeto para el cuadro de valores y el proyecto de vida que ha
elegido. Es preciso por tanto, dejar al cliente el espacio necesario para moverse en su dirección. No se le
debe humillar, competir con él , aprovecharse del propio rol alardeando de saber, guardar distancias por
recelo o miedo, seducirlo, dominarlo afectivamente.
Seguir la huella del cliente. Advertir los indicios y señales que de para construir una buena relación
con él; dejarle libertad de movimiento manteniendo viva la interacción.
La búsqueda de buenas intervenciones. Las buenas intervenciones son las que se ajustan al
cliente, a su situación y al momento. Los conocimientos técnicos son importantes; pero lo más importante
es actuar con equilibrio entre actividad y pasividad, fortaleza y delicadeza, acaloramiento y frialdad,
enseñanza y facilitación del aprendizaje.
Una relación de ayuda requiere una cierta regularidad en los encuentros , y una continua
supervisión del consultor mismo que tiene siempre necesidad de contrastar y madurar la posibilidad de un
trabajo más profundo en los niveles teórico y practico.