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EL PSICOANALISIS Y LA CLINICA1
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Transcripción de la charla sobre Psicoanálisis dictada en febrero del 2000 en el curso de
Introducción a la Clínica. Notas sobre la segunda charla sobre la Práctica Clínica en
Psicoanálisis.
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doctrinas o que ha marcado de alguna manera, particularmente
visible, la orientación de toda una serie de pensadores que le siguen.
Esto no es algo raro o anómalo en el campo de la psicología; por
ejemplo, todo el mundo sabe que hay toda una escuela que lleva el
nombre de Piaget.
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inicio, y fueron amigos dilectos, realmente no compartían doctrinas. A
Adler también se le relaciona con Freud. Éste y otros autores son
tenidos como psicoanalistas. Llegando a épocas más recientes, hay
muchos que suponen que alguien como Eric Fromm sería también
psicoanalista. Entonces es necesario saber que éste es un campo que
ha sufrido conmociones internas de diversos tipos bajo la forma,
sobre todo, de discrepancias, controversia, disidencias; y como
vimos, en vida de Freud, fue Freud mismo quien más o menos
determinaba hasta qué punto se podían tolerar ciertas discrepancias
sin simple y llanamente salir totalmente del campo psicoanalítico.
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probablemente, de todos los tiempos: la famosa Primera Guerra
mundial, en la que todos iban a ser completamente lanzados los unos
contra los otros cometiendo los actos de mayor barbarie y mostrando
cómo estos sueños optimistas de progreso, de avance y de
consolidación cultural e intelectual no eran sino sueños, y fueron
rápidamente reemplazados por las pesadillas de los frentes de batalla
en los que se produjeron las mayores masacres de toda la historia de
la humanidad.
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cadenas en la Salpêtrière en París. En fin, este par podrían
representar la corriente que insiste en la causalidad psíquica de la
enfermedad mental o de la locura. El término usado en esa época es
la causalidad moral, pero en un sentido no de ética o de buen
comportamiento, sino en el sentido espiritual, psíquico. En la misma
medida en que se supone que las locuras son determinadas por una
etiología moral, son susceptibles, igualmente, de una curación por
tratamientos morales; exactamente en qué consistían esos
tratamientos es un poco difícil de precisar en pocas palabras, pero en
cierto sentido se parecían o serían como una especie de antecesores
del psicodrama. Otra corriente, por supuesto, va a insistir en la
etiología orgánica, fisiológica; ésta es siempre la posición predilecta
en medicina: que habrá que buscar en el organismo la causa del
problema. De allí en adelante, entre estas dos corrientes se va a
compartir el campo, propiamente hablando, de lo que serán los
estudios en psiquiatría: las posiciones que pregonan la etiología
propiamente psicológica y las otras posiciones básicas que proponen
una etiología orgánica.
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del descubrimiento que hará Freud y no alcanza a dar el paso; es
decir, va a suponer una hipotética lesión que no deja huella en el
cerebro cuando se hace la autopsia; pues él hace autopsias a sus
grandes histéricas y entonces descubre que el cerebro está intacto,
que no hay ningún problema y, sin embargo, se ve obligado a
postular algún tipo de lesión que, llamaríamos nosotros, ficticia,
imaginaria para tratar de dar cuenta de eso en términos funcionales,
lo que él llama una lesión funcional.
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unidos esencialmente por el pacto que juraron entre todos de no
admitir en el campo de la ciencia sino exclusivamente lo que pudiera
mostrarse como determinado por leyes causales físicas; es decir, es
una posición claramente materialista, sin duda, pero sobre todo una
posición que combate a las doctrinas espiritualistas y, sobretodo,
vitalistas que existían en ese periodo. Al final del siglo XIX, y
principios de XX, se produce un auge del espiritismo, y de interés en
los supuestos fenómenos paranormales, y gente tan seria como Marie
Curie (descubridora de la radiactividad) participaba en sesiones de
este tipo. Es entonces una posición resueltamente científica lo más
exigente posible desde el ángulo de los criterios de demostración y de
matematización; es esta posición la que Freud adopta como suya a
través de las enseñanzas del que fue su profesor de fisiología.
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espacial, mientras que la cosa pensante no va a tener esas mismas
propiedades espaciales porque se sitúa sólo en el tiempo.
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psicoanalítico; el cual va a funcionar esencialmente como una
estrecha colaboración entre la clínica y la teoría. Dicho en otros
términos, Freud comienza sin el más mínimo esbozo de teoría; es
comenzando a trabajar con sus primeros pacientes como se ve
obligado a tener que inventarse una, a encontrar, a buscar, a utilizar
elementos diversos que ha ido recogiendo durante años de su
formación – la cual implica, no solamente su trabajo hospitalario,
neurológico, con niños, trabajo psiquiátrico - sino también todo el
trabajo de su amplia formación humanística, literaria, filosófica, etc.
Todos estos elementos son los que le van ha permitir ir esbozando las
primeras bases de una teoría; una teoría que, desde que Freud
comenzó, hasta el último día de su vida, prácticamente ha estado en
constante elaboración. El psicoanálisis no constituye un edificio
acabado; todavía es, en gran medida, una edificación, no
simplemente a medio hacer, sino hasta peligrosa para explorar, en
cierto sentido. Muchas veces hay que comenzar de nuevo. Esto es lo
que Freud iba haciendo durante toda su vida: construyendo algo,
llegando hasta un cierto punto en el cual descubría que por allí no
había camino, ni cómo avanzar, sino más bien devolverse a otro
punto y comenzar de nuevo. Estaba en continua reelaboración. El
deja inconclusa su obra en el momento de su muerte, y muchos otros
tuvieron que seguir construyendo. Por eso en Freud, no siempre es
posible establecer cuál es la posición freudiana con respecto a uno u
otro punto; el problema es determinar en qué texto nos vamos
fundar para poderlo sostener. Es decir, hay una elaboración y un
abandono de posiciones anteriores, su transformación y a veces
retorno a ciertos aspectos que habían sido establecidos en las
primeras elaboraciones.
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Pero por eso mismo es la clínica la que posee el lugar privilegiado, la
preponderancia. Al menos esa es la búsqueda psicoanalítica en su
espíritu general, y es claramente la actitud de Freud. El no tenía
dificultad en abandonar, si era el caso, elaboraciones que había
considerado teóricamente muy importantes o bien logradas, cuando
la realidad clínica lo desmentía y le hacía ver que era necesario
inventarse otra explicación.
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habitual que lleva la marca, justamente, de la represión. En últimas,
es la sexualidad infantil de lo que se trata, una sexualidad
caracterizado por su infantilismo - lo que no conlleva ningún estigma
peyorativo como si se opusiera a una sexualidad madura, sensata,
oblativa al decir de algunos que así revelan la moralina que les
habita.
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persona. Esa repetición resultaba particularmente sugerente para
Freud, quien encuentra, junto con otros fenómenos clínicos, la
demostración de la clara tendencia de los seres humanos a repetir lo
que les es extremadamente doloroso, lo que no es en absoluto
placentero; entonces, toda su teoría debe ser modificada para ser
acomodada a nuevos hechos clínicos y poder llegar a producir esta
oposición entre Eros y Thánatos, pulsiones de vida – pulsiones de
muerte.
Lo que quiero señalar es que por ser una teoría fuerte puede arrojar
luz sobre muchos fenómenos que ninguna otra psicología, de ninguna
manera jamás ha tenido siquiera la ocasión de pensar que podría
explorarse; con esto quiero decir que el psicoanálisis ha significado
un extraordinario aporte para otras disciplinas, entre ellas la
antropología. Existe una disciplina interna al psicoanálisis que se
denomina el etnopsicoanálisis, que consiste en la búsqueda, en las
distintas culturas y etnias, de las especificidades que las definen
desde el punto de vista mental y “psicopatológico”, de las variantes y
modos relativos en que logran la creación de miembros
psicológicamente viables de la cultura de que se trata.
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religiosas; porqué, en este mundo moderno marcado por la
cientificidad, nos aferramos a doctrinas y tradiciones que vienen de
hace miles de años. Además qué es lo que nos sucede - por qué
puede haber todavía la presencia de ilusiones, ilusiones colectivas
que marcan a la humanidad. Por supuesto, va a permitirse
exploraciones sobre los orígenes, por ejemplo, de la religión, del
monoteísmo. Su último gran libro, “Moisés y el monoteísmo”, va a
proponer ideas sorprendentes y revolucionarias con respecto a lo que
ha sido tradicionalmente creído como el origen del pueblo judío.
No hay que dejar por fuera que para Freud sus primeros maestros
fueron los artistas, los poetas, los escritores, los pintores, los
escultores... él encuentra en ellos lo que podríamos llamar
precursores; es decir, aquellos que han visto desde antes de la
formulación de la teoría psicoanalítica aspectos de la condición
humana que Freud pretende aclarar. De manera que el psicoanálisis
es mucho más que simplemente una clínica, un método terapéutico,
sino que su marco abarca todas las expresiones que implican la
situación conflictiva, que en todos los campos del quehacer humano
opone dos tendencias extraordinariamente profundas: Eros y
Thánatos.
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En el campo de lo específicamente psicológico, Freud trata de hallar
regularidades causales, de hallar los principios determinantes - en el
sentido de la etiología; trata de determinar cómo el comportamiento
humano es explicable, inteligible. En otros términos, Freud es
partidario, desde el principio, de la posición dura, que consiste en la
explicación. Se darán cuenta que en el campo de las ciencias
humanas hay básicamente dos posiciones: los que piensan que la
meta es la explicación, y los que piensan que lo es la comprensión -
es decir, que simplemente entendamos de una manera más o menos
intuitiva. Por un lado, la explicación va a apoyarse en la idea de
determinación causal – Freud se inclinaba por ésta - y por el otro, la
comprensión como una herramienta para hacerse a una idea de lo
que sucede al otro, es decir basada fundamentalmente en un
procedimiento intuitivo de empatía para darse cuenta de aquello de
que se trata. Freud no opera en absoluto sobre la base de la empatía,
ningún tipo de cercanía, de ponerse en el lugar del otro;
definitivamente, esto es ineficaz como método o procedimiento, las
histéricas se lo mostraron desde el principio.
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“Cuando se dice que se descubre algo es porque existía”. Entonces, el
inconsciente freudiano mucho más que un descubrimiento es una
creación conceptual inédita. Si bien el término inconsciente estaba en
boga desde mucho antes de que Freud apareciera, se utilizaba para
muy diversos contextos y significaba muy diversas cosas para mucha
gente. Lo que Freud encuentra, en cierto sentido, no es algo que ya
estaba ahí, no es simplemente que tome el término y lo utilice de una
manera diferente a como los demás lo utilizaban. Lo que planteo es
que es su punto de partida tan particular, su punto de vista a partir
de la clínica lo que va a generar algo que se va a llamar el
inconsciente, pero que surge y existe en la misma medida en que
exista un dispositivo psicoanalítico que lo haga existir.
Hacia fines del siglo XIX la locura aún no había sido conceptualizada,
ni siquiera considerada como algo tratable. La neurosis no había sido
pensada como una entidad psíquica, y algunas de sus
manifestaciones eran tratadas por los médicos como afecciones
neurológicas. Cuando Sigmund Freud, hacia 1880 se interesa por este
tipo de pacientes y empieza a trabajar con ellos no cuenta ni con una
conceptualización, ni con técnicas terapéuticas. Echa mano de lo que
por entonces se estaba utilizando: masajes, hidroterapia e hipnosis.
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su teoría y de su práctica no es reducible a la conversación que
domina en muchas prácticas terapéuticas. En todas las terapias se
utiliza la palabra, pero en el psicoanálisis el problema es qué se dice y
cómo se dice. La dificultad consiste en tratar en un análisis de
comprender y llegar a restituir ese momento inaugural en que Freud
por primera vez encuentra cómo funciona la palabra.
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La situación analítica es la más singular y aparentemente la más
incomprensible: se trata de elevar a su máxima potencia la palabra, y
hacer visible lo que hablar quiere decir. En una situación diferente a
toda otra relación social, en la que no hay reciprocidad, el dispositivo
analítico enfrenta a un sujeto con alguien que no se asume como yo y
que le exige no atenerse a las reglas lógicas del discurso y de la
racionalidad.
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la palabra misma del sujeto que habla. Se está atento no a la lógica
sino a la emergencia de formaciones del inconsciente:
- lapsus, olvido
- sueño
- síntoma
- chiste
- fantasía, ensoñaciones.
- actos fallidos,
-acting out.
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Yo: el sujeto de la enunciación
En la casilla libre, si el analista lo permite y lo tolera, el sujeto debe ir
colocando el ello; por primera vez de una manera cognoscible y
manejable, en la medida en que ello aparezca en el lugar del otro,
para así reconocer que ello soy yo mismo; ya no hay más
necesidad de colocarlo en el lugar del otro, proyectándolo, sino que
se lo puede asumir, descubrir que él mismo es ello, que yo y ello son
la misma cosa. Pero esto sólo se logra al final del tratamiento.
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No ocupar abusivamente un puesto que no le corresponde (amo,
juez, jefe, salvador, o sabedor), a fin de que el sujeto prosiga su
interrogación.
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Subversión de la noción de inocencia y de ignorancia; introducción de
una nueva noción de sexualidad.
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