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RESUMEN
INTRODUCCIÓN
1
pretexto para la justificación de algunos de sus hechos –«tal persona actúa así
porque es su naturaleza»–, aunque realmente no sepan de lo qué están hablando.
2
desarrollo de una idea– y un ánimo –que autoafirma a la razón–. Cuando apetito,
razón y ánimo están en distintas proporciones en el ser humano, tendremos como
resultado distintos hombres. El ideal para el hombre es un armonioso acuerdo
entre los tres elementos de su alma, teniendo el control la razón.
Ahora bien, es indubitable que la filosofía griega realizó también una muy precisa
distinción entre la naturaleza y la sociedad –que es donde se realizará el ser
humano, al ser social por su propia naturaleza–, tanto en los binomios
physis/nomos y physis/polis –naturaleza/ley, naturaleza/ciudad (o sociedad)–,
pero, en último término, ambas, la ley moral y el orden político, estaban abarcadas
e ínsitas –si así pudiéremos expresarlo– desde las mismas categorías del orden
físico o natural de todo lo existente, incluyendo al propio ser humano.
Agustín afirma expresamente que la naturaleza humana está hecha para recibir la
gracia sobrenatural, es el recipiente querido que se llena con la conversión, volitiva
y cognitiva –crede ut intelligas, intellige ut credas, es decir, «cree para antender,
entiende para creer»–.3 Severino Boecio irá más lejos en plasmar el dualismo
platónico al afirmar su famoso homo est naturae rationalis indivisa substantia –«el
hombre es una substancia indivisible de naturaleza racional»–.4
3 HIPONA, Agustín de, Sermones, XLIII, 7, 9, en «Obras Completas de San Agustín», Colección Patrística, 3ª
edición, BAC, Madrid, 2004.
4 BOECIO, Manlio Severino, Liber de persona et duabus naturis, LXIV, 1343, en «Obras completas de
5 AQUINO, Tomás de, Summa Theologiae, I-II, q. 90, 12ª edición, Edición Bilingüe Español-Latín, BAC,
Madrid, 2009; cfr. q. 2 a. 7; q. 3 a. 1; cfr. q. 69.
6 Cfr. Ídem, I-II, q. 94, a. 2.
7 AQUINO, Tomás de, De veritate, q. 1, 9, 4ª edición, BAC, Madrid, 1981.
5
legisladores humanos –que pese a la ratio naturalis se dejan llevar por la
interpretación subjetiva de la voluntas, bajo el positivismo–, y es igualmente la
base para fundamentar los iura naturalia, los derechos naturales –hoy en día
denominados «derechos humanos», inherentes a cada individuo pero
pertenecientes a todos los seres humanos–, que realmente son y actúan como
una barrera ante cualquier sistema de poder coercitivo a cuanto quiera oponerse a
la concepción, medios y teleología propia de la ley natural y su derecho.
8CHIAVACCI, Enrico, La aceptación o el rechazo de la experiencia moral originaria, Editorial Figa, Siena,
1974, pp. 561-562.
6
que el primero propugna, y asume las atribuciones históricamente precedentes del
derecho divino –sin que se ciña en una teocracia en el desarrollo del neo-
iusnaturalismo actual–.
Como colofón a este punto, se ha de destacar que, sin duda alguna, la naturaleza
humana es más compleja todavía que el propio ser humano en sí –por paradójico
que suene–, pues el principio y los fines de cada uno de los actos de los diferentes
10 Cfr. DENZINGER, E., Enchiridion Symbolorum, 23ª edición, BAC, Madrid, 2001, pp. 24-25.
11 Cfr. ARISTÓTELES, De generatione, II, 734a.
12 Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración sobre el aborto, n. 13.
8
niños eran individuos del género humano pero no eran tenidos por personas libres
y con plenos derechos, esto es, dignos por sí mismos–.13
En efecto, para los griegos el hombre era considerado como un ser objetivo
individual, vinculado a la noción de sustancia y, por tanto, a la de cosa –los
griegos podían denominar prósópon tanto a un hombre como a una mesa, es
decir, se refería a cualquier realidad individual, desde un ser espiritual hasta
cualquier objeto–. Por ello encontramos aquí una gravísima carencia en la
deficiente antropología griega, al serle desconocido el concepto cabal de
persona.14
13 Cfr. MARGADANT S., Guillermo Floris, Derecho Romano, 26ª edición, Esfinge, México, 2001, pp. 46-48.
14 Cfr. JAEGER, Werner, Cristianismo primitivo y paideia griega, 18a edición, FCE, México, 2007, pp. 21-24.
15 Cfr. LACTANCIO, Lucio Cecilio Firminiano, De Ira Dei, VII, citado en BAYLE, Pierre, Historical and Critical
12
personas, y esto es indubitable y certero mucho antes de que nos percatemos de
serlo, puesto que es nuestra naturaleza humana.
«Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una forma de
subsistencia y de independencia en su ser; mantiene esta subsistencia con su
adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos en
un compromiso responsable y en una constante conversión; unifica así toda su
Por ello mismo es acertado evocar las palabras de nuestro recientemente fallecido
profesor, Javier Hervada:
Pero desarrollar esto nos llevaría tan lejos, que motiva que debamos renunciar a
una definición exhaustiva de la persona, para adentrarnos en el reconocimiento de
ésta como sujeto de derechos y obligaciones.
Inconcuso es, pues, que todo ser humano es, velis nolis, «persona» y, por el solo
y mero hecho de serlo, goza de unos derechos esenciales fundantes que, por ser
exigidos por la propia naturaleza humana, se denominaron primeramente
«derechos naturales» –los iura naturalia, si bien es típico y tópico denominarlos
actualmente «derechos humanos»–. Ahora bien, necesario es reiterar que para
ejercer esta personalidad es preciso gozar de libertad y de responsabilidad. Los
derechos humanos son exigidos por la naturaleza del ser humano y por lo que
éste está teleológicamente llamado a ser. Lo anterior comporta que,
irrecusablemente, las obligaciones o deberes están también ligados a su
capacidad de obrar como persona libre y responsable. Por ello mismo es
necesario dejar en firme la convicción y realidad de que todas las personas tienen
derechos desde el primer momento de su ser –desde su concepción, si se
prefiere–, pero el ejercicio de algunos de estos derechos –así como de los
deberes– va a estar supeditado necesariamente al desarrollo de sus facultades.24
Así pues, la «persona jurídica» –o «persona moral»– es una persona ficticia capaz
de ejercitar los derechos y de adquirir las obligaciones para realizar actividades
que ocasionan plena responsabilidad jurídica –que es la imputabilidad jurídica de
un hecho jurídico causada por la culpabilidad de la responsabilidad objetiva, que a
su vez es un tipo de responsabilidad civil que se produce con independencia de
toda culpa por parte del sujeto responsable– que supone el nacimiento de
obligaciones para el imputado y el nacimiento de derechos donde el sujeto se
encuentre en posición de reclamarlas. En resumen, la persona jurídica es
23Ídem, p. 247.
24 Cfr. CANADÁ CASTILLO, Pedro, Doctrina Social Cristiana: Derechos de la Persona Humana, en Gran
Enciclopedia Rialp, Tomo XVIII, Madrid, 1974, p. 355.
15
la jurisdicción por el ordenamiento jurídico de derechos y obligaciones por sujetos
diferentes de los seres humanos.
16
a la persona como si fuesen conceptos relativos, que permiten interpretación. El
problema es que se nos plantearían nuevas hipótesis muy plausibles, pero
terriblemente complicadas, como, por ejemplo, preguntarnos si puede la
interpretación del legislador variar el contenido de los conceptos con el paso del
tiempo o dependiendo del lugar, la persona, la raza, o credo religioso, etcétera.
Estas preguntas requieren respuesta a la luz de lo que se ha dicho sobre la ley, y
el concepto que procuramos expresar sobre los derechos en estudio y el bien
común –como límite, cauce y potenciación de los mismos derechos y valores–.
17
reconocer que ha perdido la batalla con la incorporación de los derechos humanos
en las distintas Constituciones. En palabras de Zagrebelsky, debe aceptar que, si:
«el derecho debe volver a la realidad, es decir, si debe operar en cada caso
concreto conforme al valor que los principios asignan a la realidad, no se puede
controlar la validez de una norma teniendo en cuenta exclusivamente lo que ésta
dice. No basta considerar el ‘derechos de los libros’, es precio tener en cuenta el
‘derecho en acción’; no basta una ‘validez lógica’ es necesaria una ‘validez
práctica’»,25
Finibus, 5,23; Cfr. AMBROSIO, San, De Officiis, I, 24; Vid. HIPONA, Agustín de, La Ciudad de Dios, 19,21;
Cfr. Corpus Iuris Civilis, Derecho Romano, Instituta, I, 1.
28 BEUCHOT PUENTE, Mauricio, Hacia una nueva propuesta para la Fundamentación de los Derechos
Humanos, en Revista Ars Iuris, No. 25, Universidad Panamericana, México, D.F. 2001, p. 213.
18
entre hecho y valor, entre la moral y el derecho, en definitiva, a la actualización de
la justicia en el derecho».29
29 SALDAÑA SERRANO, Javier, La filosofía del derecho y su renovación práctica, en Revista Ars Iuris, No. 25,
Universidad Panamericana, México D.F., 2001, p. 14.
30 ARREGUI, Vicente, y CHOZA, Jacinto, Filosofía del Hombre. Una antropología de la intimidad. 3ª edición,
19
Declaración precitada es la finalidad suprema de la existencia humana, que se
expresa social e históricamente en la cultura. Nos encontramos ante «una de las
principales notas del constitucionalismo de la segunda posguerra (que) eleva la
dignidad de la persona humana a la categoría de núcleo axiológico constitucional
y, con ello, a principio jurídico supremo del ordenamiento normativo en su
conjunto».32
32 BATISTA, Fernando, La dignidad humana como valor constitucional: su eficacia en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional Español, Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra, 2003, p. 20.
33 HERVADA, Javier, op. cit., p. 220.
34 MARITAIN, Jacques, Los derechos del hombre y la ley natural, traducción de Antonio Esquivias, Ediciones
Es, pues, irrefutable: «la dignidad de cada ser humano nace del ser peculiarísimo
e irrepetible que somos cada uno, el fundamento de la dignidad de la persona está
dentro de ella misma, y no fuera. Por eso tiene valor intrínseco».39 La dignidad no
es un concepto definible por ley, ni siquiera en las «limitaciones» que muestre una
persona determinada sobre la cual podría «cuestionarse» la dignidad por sus
actos, ya que «la dignidad de la persona humana existe, es real y objetiva,
independiente y previamente a que sea reconocida por la opinión pública (…) los
gobernantes y el ordenamiento jurídico deben respetar ese valor inviolable».40 Por
ello, en definitiva, «decir que el hombre es un ser digno quiere decir que es
persona».41
21
sucesores, desde un orden preternatural hasta cualquier futurible, dado que ni uno
solo de los seres humanos tiene ínsito en su naturaleza el mal, la desdicha, el
infortunio o el sufrimiento–. Lo que hasta aquí se ha descrito es la inferencia lógica
natural no es la historia del ser humano que, según los apetitos –volitivos,
intelectivos, pasionales, elícitos o imperados–, y ha demostrado dirigirse hacia
derroteros que propugnan materialismos, utilitarismos y hedonismos varios.
Ahora bien, no podemos olvidar que las leyes humanas son, de principio, «obra de
la razón y de la voluntad humanas que expresan también un deber ser vinculante,
que abarca a todos los sujetos a la autoridad del legislador».44 Para vincular a un
grupo de personas en el desarrollo sociológico y jurídico de su ser hacia un “deber
ser” se requiere ab initio conocer su razón de ser –es decir, su naturaleza
humana–, de modo que la norma sea perfectiva y, en consecuencia, determinar
qué valores son los que pueden exigirse. Por ello mismo, la ley es, primariamente,
una disposición de obligaciones para encaminar a una persona –o a una
sociedad– hacia un fin. Su finalidad es siempre teleológica, y no puede transitar en
auto-proponerse como unos medios más o menos populistas, subjetivos o
intencionadamente sesgados Es claro, pues, que las normas o leyes han de tener
un contenido de valor, dado que buscan plasmar el valor que se tiene de la
persona humana. En definitiva, las leyes procuran la tutela de dicha dignidad de la
persona humana en cuanto ser individual y social por naturaleza, por lo que es
acertado igualmente afirmar con Maritain que «obliga en conciencia».45
43 Cfr. MIDGLEY, James, Desarrollo social: teoría y práctica, Editorial Fundación General de la Universidad
Politécnica de Madrid, Madrid, 2014, pp. 23-31.
44 MONTEJANO, Bernardino, «Ley», en Gran Enciclopedia Rialp, Tomo XIV, Madrid, 1973.pp. 235-240.
45 MARITAIN, Jacques, Los Derechos del Hombre y la Ley Natural, traducción de Antonio Esquivias,
Si bien todos sabemos que «el Estado tiene una función moral y no solamente
material»,47 y, aun cuando es básico que «la ley tiene una función pedagógica y
tiende a desarrollar las virtudes morales»,48 el problema actual es que la ley
positiva no puede definir –en todo caso solo podría reconocer– los contenidos de
valor, toda vez que teniendo a la persona como «sujeto» y a los hechos de la
realidad como «objeto», es la misma naturaleza humana la que, por un lado,
ofrece los contenidos de valoración que han de considerarse, ad semel, son los
contenidos de «derecho en los hechos» los que se han de analizar. No es posible
admitir que sea la ley la que determine los límites y alcances de un derecho –
máxime si se da un enfrentamiento entre ley y hecho, entre persona y acción–,
cuando, en definitiva, se exige la interpretación de la ley al caso concreto. Así,
exempli gratia, para Savigny, esta interpretación consistirá en lo que denomina la
«reconstrucción del pensamiento ínsito en la ley».49
46 LEGAZ LACAMBRA, Luis, Ciencia del Derecho, en Gran Enciclopedia Rialp, Tomo VII, pp. 412-414.
47 MARITAIN, Jacques, Los Derechos del…, op. cit., p. 66.
48 Ídem, p. 66.
49 SAVIGNY, F. v., Sistema de Derecho Romano actual, en La Ciencia del Derecho, Losada, Buenos Aires,
1949, p. 982.
50 IHERING, Rudolf von, Espíritu del Derecho Romano, en La Dogmática Jurídica, Losada, Buenos Aires,
1946, p. 132.
51 MONTESQUIEU, Del Espíritu de las Leyes, Claridad, Buenos Aires, 1977, p. 194.
52 LAURENT, Philippe, Cours Élémentaire de Droit Civil, T. I, Éditions Cujas, París, 2004, p. 9.
24
En el desarrollo de la sociedad y del estado –donde la persona humana con las
personas humanas evolucionan las características naturales innatas– no deja de
resonar en la historia del derecho aquella sentencia de Luis XIV –el Estado soy
yo–, supuestamente superado por la Revolución Francesa de 1789, que se
actualiza en muchos actuales sistemas de gobierno como «soy la ley» o, el
«Estado es la ley» y/o, como ocurre en México, cuando se afirma que la ley es «lo
que diga la Suprema Corte de Justicia» –que introduce razones normativas desde
su muy personal interpretación de los Tratados Internacionales–. No se ignora que
estas frases han permitido entender que ley y poder resultan cuasi sinónimos en la
realidad actual de los ordenamientos jurídicos.
Tras las reformas del 2011 que dieron la relevancia a los Derechos
Humanos, el artículo 1°, a la letra dice: «En los Estados Unidos Mexicanos
54 Ídem, p. 85.
26
todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta
Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado
Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo
ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las
condiciones que esta Constitución establece». Así pues, su relevancia
radica en que ya consagra el acceso a los derechos humanos vertidos de
manera positiva en nuestra Carta Magna, así como en los instrumentos
internacionales de los que México sea parte.
El desarrollo social, debe de ser tomado con mayor referencia en los procesos
legislativos, y aun así se ve reflejado en la promoción del bienestar de las
personas –bienestar que, lamentablemente, a veces se focaliza y traduce
únicamente en los aspectos del desarrollo económico, tomando en cuenta las
circunstancias de pobreza, por lo que es fundamental no olvidar que el desarrollo
social integral, traducido como «desarrollo humano», va más de lo monetario,
máxime en cuestiones subjetivas que intervienen en el ánimo del sujeto como, ad
modum exempli, la educación o la seguridad–.
Uno de los objetivos del desarrollo social –dentro de su propia progresividad y del
paso del tiempo– es conducir y abocar al mejoramiento de las condiciones de vida
de la totalidad de la población en las cuestiones sociales en las que el ser humano
se ve envuelto en su interacción como personas, sujetos, individuos e integrantes
del tejido social –como la salud, educación, nutrición, vivienda, empleo, salarios,
principalmente, ya que dependiendo de las políticas públicas de cada país se
28
enfocaran en incentivos monetarios–.55 Ergo, es tendiente a minimizar la pobreza
y la desigualdad como un factor social, entendiendo también que es igualmente
alcanzar un equilibrio social y una sociedad más justa para permitir el desarrollo
armonioso en sociedad.
55 Como lo es en México los constantes reajustes al salario mínimo, tomado como una «medida» dentro de las
políticas públicas para ver reflejado el bienestar social.
56 Publicada en el Diario Oficial de la Federación el 20 de enero del 2004.
57 Publicada en el Diario Oficial de la Federación el 06 de mayo de 2011.
29
de las asimetrías entre los países desarrollados y países en vías de desarrollo; la
búsqueda de la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio
climático; así como el fortalecimiento a la seguridad pública, con base en los
principios de solidaridad internacional, defensa y promoción de los derechos
humanos, fortalecimiento del Estado de derecho, equidad de género, promoción
del desarrollo sustentable, transparencia y rendición de cuentas y los criterios de
apropiación, alineación, armonización, gestión orientada a resultados y mutua
responsabilidad.58
Ahora bien, no debemos olvidar que stricto sensu –y según la recta ratio legis–
todas las normas dictadas dentro del ordenamiento jurídico deben estar
encaminadas al desarrollo humano y a dotar a la sociedad de las herramientas
necesarias para potenciar sus cualidades y capacidades, para obtener la
consecución de la existencia de una sociedad más equilibrada y con mayores
índices de desarrollo. Es por ello que, al inicio de sus funciones gubernamentales,
cada Presidente de la República debe establecer su Plan Nacional de Desarrollo
(PND, en lo sucesivo).61 En continuidad con este PND, el del actual gobierno del
sexenio 2018-2024 –que se autodenomina «de la cuarta transformación»– esboza
como puntos principales de aplicación y consecución los siguientes:
julio de 2019.
30
Cambio de paradigma en seguridad
Consulta popular
Mandar obedeciendo
Libertad e Igualdad
Desarrollo sostenible
Programas
31
iv. Jóvenes Construyendo el Futuro
Proyectos regionales
Ciencia y tecnología
(…)” (sic.).62
diciembre de 1966 en Nueva York (E.U.A.) y entró en vigor el 03 de enero de 1976, siendo aprobado por la
Cámara de Senadores del Congreso de la Unión el 18 de diciembre de 1980, según Decreto publicado en el
Diario Oficial de la Federación del día 09 de enero de 1981.
33
importante, lo cultural –parte de lo cual es hoy día puesto en conflicto en
mayor medida por las etnias indígenas y la multiculturalidad, por dificultad
de adecuación entre usos y costumbres con el positivismo vigente–.
65 Adoptado y abierto a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
su resolución 2200 A (XXI), de 16 de diciembre de 1966, entrada en vigor el 23 de marzo de 1976, con
adhesión de México el 24 de marzo de 1981 por medio de Decreto Promulgatorio en el Diario Oficial de la
Federación el 20 de mayo de 1981.
66 Adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966, entró en vigencia el
23 de marzo de 1976, siendo la Adhesión de México el 15 de marzo de 2002, publicado mediante Decreto
Promulgatorio en el Diario Oficial de la Federación el 03 de mayo de 2002.
67 Protocolo adicional al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos aprobado por la Asamblea
General de las Naciones Unidas el 15 de diciembre de 1989, entró en vigor el 11 de julio de 1991, publicado
mediante decreto en el Diario Oficial de la Federación el 26 de octubre de 2007.
68 Adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 21 de diciembre de 1965, entró en vigor el 4
de enero de 1969, siendo signado por México el 01 de noviembre de 1966 y ratificado el 20 de febrero de
1975, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 17 de enero de 2002.
69 Adoptada por la Asamblea General en su resolución 34/180, de 18 de diciembre de 1979, entrada en vigor
el 03 de septiembre de 1981, Suscrita por México el 17 de julio de 1980 y ratificado el 23 de marzo de 1981,
publicada mediante Decreto en el Diario Oficial de la Federación el 09 de enero de 1981.
34
mujer siempre ha sido «condenada» –socialmente hablando a lo largo de la
historia–, considerada en ocasiones como un ser inferior; ello ha conllevado
la carga del estigma de ser discriminada por el simple hecho de ser mujer
en todos los ámbitos –comenzando desde la formación de la familia y
pasando por todo el ámbito de desarrollo laboral, participación política y
acceso y vivencia de la cultura–. Sin duda alguna, esta barrera para lograr
el objetivo del desarrollo humano integral tiene que ser eliminada.
70 Adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 6 de octubre de 1999, entró en vigor el 22 de
diciembre de 2000, siendo ratificado por México el 15 de marzo de 2002, publicado mediante Decreto
Promulgatorio en el Diario Oficial de la Federación el 03 de mayo de 2002.
71 Adoptada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en su resolución 44/25, de
35
k) Convención Americana sobre Derechos Humanos «Pacto de San José de
Costa Rica».73 Como buen modelo interamericano de protección de
derechos era necesario establecer las bases del sistema, así como
garantizar su promoción mediante las instituciones de los Estados, para que
en el mismo sentido y orden velaran por su protección de los derechos
humanos. Busca una doble protección, ya que considera la idea de tener ya
reconocido ciertos derechos dentro de los ordenamientos internos de los
Estados, reafirmando el compromiso internacional haciendo efectivo el
cumplimiento con reformas legislativas efectivas, fortaleciendo las bases
sociales para el buen desarrollo humano.
Por todo lo anterior, podemos afirmar que el interés por el desarrollo humano y su
consecución integral está latente en las legislaciones nacional e internacional, si
bien debería ser traducido no solo en las lenguas necesarias –lo cual parece ser
una preocupación más acuciante, su difusión–, sino más bien en una concreta y
justa aplicación práctica de los mismos para proporcionar los medios que
coadyuven a elevar el funcionamiento –desarrollo, si es preferible– del individuo
en la construcción y pervivencia del tejido y vida social, utilizando y aplicando los
instrumentos que en verdad sirvan para hacer valer esos derechos propugnados,
ya que por ser de observancia general son aplicados en el mismo sentido.
CONCLUSIONES
79TERENCIO AFRICANO, Publio, Heautontimorumenos, en Alma mater, edición de Lisardo Rubio Fernández,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1991, p. 231.
37
ineludible necesidad de defender los postulados comunes a quienes somos
iguales en esencia, diferentes en accidentes e idénticos en finalidad –sin que sea
obstáculo alguno la divergencia de bienes particulares, mientras sigan en el
sendero inerrable de la ley natural–.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
80 Cfr. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, c. I, 19ª edición, Porrúa, México, 2011, p. 19.
38
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