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2, 1995: 35-55
ISSN: 0798-9598
Edición Especial
XX Encuentro Latinoamericano de Criminología,
17 al 21 de julio de 1995
RESUMEN
Parece existir un rasgo esquizoide en la criminología actual, por
un lado unos discursos académicos y por el otro prácticas ambi-
guas. La posibilidad de superar esa brecha la puede dar la arti-
culación criminología-política criminal, o en otros términos: la
relación teoría criminológica-práctica político criminal. El caso
de la droga nos ilustra como ese rasgo nos puede llevar a deri-
vaciones extremas de idealismo que termina heroificando al de-
lincuente, y particularmente al delincuente "mafioso". Ello con-
tradice los valores que laten en el interior del espíritu crítico hu-
manista de los discursos criminológicos críticos inspirados en la
denuncia del clasismo y de la persecución de los marginales, de
los subalternos, de los desposeídos. Los tipos de sociedades que
se pueden promover desde la acción de los sistemas penales, no
pueden exaltar el ejercicio de la violencia, la persecución de la
divergencia, promoción de la corrupción general, favorecimiento
de establecimientos de estructuras mafiosas de poder y de una
cultura de tales características. La política criminal no resulta
en consecuencia vinculada solamente como instrumento de con-
creción en la práctica de propuestas surgidas, de la ciencia cri-
minológica, sino que está articulada epistemológicamente a ésta
última, de manera que intercambia recíprocamente objetos y ele-
mentos de conocimiento.
Palabras Claves: Criminología, Política Criminal, Drogas
ABSTRACT
There seems to be a schizoid characteristic in the actual field of
criminology, on the one hand academic discourse and on the
other, ambiguous practices. The possibility of closing this gap
can be found in the articulation of criminal policy criminology,
that is, the theoretical relation between criminal theory and
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cían diferentes corrientes de pensamiento. La critica iba dirigida tanto los
sistemas de un lado de la cortina como del otro, despejando como objetivo
de su denuncia no solamente los centros reconocidos de poder, sino también
otros de tanta importancia como los "mass media".
Para América Latina, el fenómeno de ruptura entre la teoría y la prácti-
ca, se acentúa, en la medida en que cierta situación de dependencia cultural,
vertida hacia el etnocentrismo occidental, ya no solamente girando en torno
del pensamiento europeo sino también de la sociología norteamericana, se-
guía primando en la asimilación de los discursos criminológicos. Se conti-
nuaba en buena parte, en la extrapolación de ellos, a despecho de los inmen-
sos abismos existentes entre las realidades de los países centrales y la de es-
tos países periféricos. El caso del abolicionismo penal es bastante ilustrativo
al respecto. En efecto, surgida esa corriente de países europeos de menor
conflictividad social (países bajos y nórdicos), con economías prósperas y
estables, sistemas globales de seguridad social, altos niveles culturales, se
tuvo el desparpajo de presentar esa corriente como una posibilidad para paí-
ses cuya postración económica, alta tasa de población marginada de la satis-
facción de las necesidades básicas y bajos niveles de cultura (en los que se
incluyen altos índices de violación de los derechos humanos), además de se-
rias confrontaciones internas que podían llegar hasta la instancia armada, ha-
cían completamente irreal y absurda.
Lo anterior no quiere decir que se deban ignorar los diversos plantea-
mientos que al interior de una disciplina de pensamiento se den, pero sí, que
el conocimiento de ellos debe tener en cuenta su fuente, la particular rela-
ción que un saber tiene con quienes lo han elaborado, el medio o la realidad
de donde ha surgido y para lo que ha sido pensado. La vieja historia de "im-
portación" de nuestras constituciones nacionales, de nuestros códigos pena-
les y de leyes especiales (de protección del medio ambiente, terrorismo, nar-
cotráfico, estatutos anti-corrupción, lavado de dólares, etc.), nos muestra
como esa extrapolación nos viene de muy atrás. Constituciones liberales
para realidades nacionales marcadamente elitistas y autoritarias con acentos
feudales; códigos penales, para tomar la última ola, tomados del modelo del
código penal alemán, concebido para realidades supradisciplinadas y cultu-
ralmente menos diversas, promulgados para países de gran laxitud en su or-
ganización y de abigarrada expresión cultural. Leyes especiales, para tomar
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invertida para tratar al fuerte de manera más débil, y al débil de manera más
fuerte.
En efecto, revolver en los mismo centros de violencia y hacinamiento
(entiéndase: prisiones), violadores, homicidas, consumidores de droga, la-
drones callejeros, peculadores, padres que no responden por la obligación
alimentaria, terroristas, responsables de un faltante bancario, ladrones do-
mésticos y todos los que violen la ley penal, no es sino el más grande absur-
do de cara a la racionalidad que debe asistir la ejecución penal. Pero la cosa
va más allá, y la mezcla se da también entre acusados y condenados. Esa
misma confusión que se da al interior de las prisiones, se presenta en los tra-
tamientos legislativos. De allí viene el discurso de la "narcosubversi6n", que
busca instalar el estereotipo guerrilleros-traficantes de drogas (casos de Co-
lombia y Perú). Esta relación que eventualmente existe (por cobro de la pro-
tección o del "impuesto" territorial de los grupos guerrilleros a secltores de
cultivadores de ~coca, amapola o marihuana) busca fundamentalmente des-
viar la atención de la principal gran relación entre los grandes monopolios
del tráfico de droga y ciertas instituciones del Estado. Sobre este particular,
la primera llamada es en torno a la institución policial, que como autoridad
inmediata o "primera línea" de la lucha contra el delito, es la que más tiene
que ver con el control y la marcha de este tipo de actividad. La evaluación al
respecto es claramente arrojada por la depuración que en el caso de Colom-
bia, ha debido hacer el gobierno de la policía en la ciudad de Cali, de lo que
puede extraerse la conclusión que como en los tiempos del alcalde Big Bill
Thomson en el Chicago de Al Capone, la policía estaba completamente to-
mada o como se dice popularmente: "en la nomina del Cartel". La diferencia
es que a Al Capone, le enviaron a "Los intocables", mientras que a Cali tu-
vieron que enviar todo un ejército: "El bloque de búsqueda".
Pero no solamente esa institución resultaba comprometida en el asunto;
también muchas otras que tuvieran que ver con un sinnúmero de actividades
necesarias a la actividad de producción y exportación de la droga (agencias
de aviación civil, otras fuerzas de policía, etc.) y con las actividades finan-
cieras de "lavado de dólares" (bancos, agencias de exportación y de importa-
ción, casas de cambio, etc.). Obviamente el manejo de billonarias cantidades
de dinero producto del negocio de estupefacientes, no podía hacerse sin el
concurso de toda una infraestructura administrativa económica.
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independencia judicial como condición "sine qua non" para la adecuada ad-
ministración de justicia, y lo han hecho fundamentalmente de cara frente a
las presiones e influencias de otros poderes del Estado -particularmente del
Ejecutivo-, por qué ahora no habría de cuestionarse la presión (bárbara ade-
más) y la influencia poderosa de las grandes organizaciones criminales colu-
didas muchas veces con algunos agentes o sectores del Estado. La experien-
cia histórica colombiana nos demuestra el riesgo de ser indiferentes a esa
realidad, indiferencia que terminó exponiendo a los jueces como "carne de
cañón" del narcotráfico, para que después además, pasaran a ser una cifra
que políticos corruptos o no, invocaran como muestra de que Colombia sí
enfrentaba el narcotráfico.
Si el crimen organizado logra neutralizar -incluso a niveles de terroris-
mo- un sistema judicial y en extenso, un sistema social, la posibilidad de que
aquel sistema confronte las violaciones de los bienes jurídicos puestos a su
cuidado, terminará siendo una proclama hueca. Esa misma experiencia co-
lombiana y todo el proceso <te combate contra la extradición, finalmente vic-
torioso en la sede de la Asamblea Constituyente, con los métodos que todos
conocemos, nos revelan la magnitud del poder del nuevo Leviatán, ansioso
de cohabitar con el antiguo Leviatán estatal, para imponer su condición de
nuevo amo y sefior. Una nueva dominación que privilegia la violencia, la co-
rrupción, la "ley del silencio", la humillación, la aceptación pasiva, y, que
desestima los valores del trabajo, la libertad, la dignidad, la organización de-
mocrática, la solidaridad social y la solución pacífica de los conflictos.
Algunos discursos criminológicos críticos terminan heroificando este
tipo de delincuentes, bajo el argumento de haber enfrentado con éxito, el
centro del Imperio, a quienes pretenden que se le ha declarado una guerra
con estimulantes prohibidos. Resulta curioso por lo menos, ver hoy a los
sectores políticos, antafio tan celosos con el irrespeto a la imagen y la intan-
gibilidad de la metrópoli norteamericana, verlos sumando filas contra el"im-
perialismo norteamericano", porque hoy presta apoyo a los países latinoame-
ricanos en la lucha contra la droga. No se trata ahora de un cambio de ideo-
logía de última hora, sino de la defensa de unos intereses materiales muy
' puntuales derivados de la bonanza de este moderno "dorado".
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La política criminal: El eslabón pérdida
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