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5. Adolescencia:
Durante los últimos años escolares los jóvenes agobiados por la Rev. fisiológica de la maduración
genital y la incertidumbre sobre los roles adultos que deberán asumir.
Más allá de la identidad se refiere a la vida después de la adolescencia, a los usos de la identidad y
al retorno de algunas formas de crisis de identidad en las ultimas etapas del ciclo vital.
La primera de estas crisis es de intimidad: Solo cuando la formación de la identidad está bien
encaminada puede darse la verdadera intimidad, que es tanto una contraposición como una
fusión de identidades. No solo intimidad sexual, también psicosocial. El joven que no está seguro
de su identidad se aleja de la intimidad interpersonal o se lanza a actos íntimos ‘’promiscuos’’.
Cuando el joven no logra organizar tales relaciones íntimas con otros, puede establecer relaciones
interpersonales muy estereotipadas y llegar a desarrollar un profundo sentimiento de aislamiento.
Freud: Considera que para vivir bien una persona debe ser capaz de ‘’amar y trabajar’’, con amor
se refería tanto a la generosidad de la intimidad, como al amor genital, se refería a una
productividad general en el trabajo, que no podía preocupar al individuo al extremo de que este
pudiera perder su capacidad para ser sujeto sexual y amante.
Psicoanálisis: Ha destacado la genitalidad como una de las condiciones evolutivas para la plena
madurez, esta es la capacidad de desarrollar una potencia orgástica. La que combina la madurez
de la mutualidad sexual íntima con la sensibilidad genital total y con una capacidad para la
descarga de la tensión de la totalidad del cuerpo.
Antes de que se alcance la madurez genital, gran parte de la vida sexual tiene las características de
la búsqueda de sí mismo y del deseo de lograr la identidad: cada miembro de la pareja solo trata
de encontrarse a sí mismo o la relación parece ser un ‘’combate’’ genital. Todo esto pasa a formar
parte de la sexualidad adulta, pero es gradualmente absorbido a medida que las diferencias entre
los sexos cristalizan en la polarización dentro de un estilo de vida compartido.
Además de atracción erótica, el hombre ha desarrollado una selectividad en el amor, que está al
servicio de una identidad nueva y compartida.
Si bien el extrañamiento típico de este estadio es el aislamiento, a menudo tal inhibición se
refuerza con el temor al resultado de la intimidad: los hijos y su cuidado. Sin embargo, el amor
mutuo supera los antagonismos inherentes a la polarización sexual y funcional y constituye la
fuerza vital del adulto joven.
La dependencia y la madurez se dan en una relación de reciprocidad, donde el hombre maduro
precisa que lo necesiten y la madurez es guiada por la naturaleza de aquello que debe cuidar.
El fruto de los 7 estadios solo madura gradualmente en la persona que está envejeciendo, que se
ha ocupado de las cosas y de la gente y se ha adaptado a los triunfos y a los desengaños de ser,
por necesidad, el que ha dado origen a otros y ha producido objetos e ideas. Esto forma parte de
una integridad, que es la seguridad que obtiene el yo de su inclinación al orden y el significado
(integración emocional, donde se es capaz de abandonar el liderazgo). Es la aceptación de un ciclo
vital, único y propio y de las personas que han llegado a ser significativas para él, como algo que
inevitablemente tenía que ser así. Es una nueva manera y diferente de amar a los propios padres,
sin desear que hayan sido diferentes, y una aceptación del hecho de que uno es responsable de su
propia vida. Está dispuesto a defender la dignidad de su estilo de vida contra todas las amenazas
físicas y económicas.
La fuerza psicosocial depende de un proceso total que regula los ciclos de la vida individuales, la
secuencia de las generaciones y la estructura de la sociedad, ya que los tres se desarrollan juntos.
Para resolver la crisis de “Identidad versus Confusión de roles” es necesario lograr: Una identidad
sexual y del amor (un concepto maduro del papel de la sexualidad, así como cierto entendimiento
de la propia sexualidad y de las relaciones con otros)
Una identidad ocupacional (idea de lo que se hará cuando sea adulto) Una identidad ideológica
(adoptar ciertas creencias, actitudes e idea
La identidad final: tal como está determinada al final de la adolescencia, se encuentra por encima
de cualquier identificación simple con individuos del pasado: incluye todas las identificaciones
significativas, pero también las altera con el fin de hacer un todo único y razonable, coherente con
ellas.
¿Es consciente el sentimiento de identidad? A veces parece ser demasiado consciente. Tenemos
más conciencia de nuestra identidad cuando estamos por obtenerla, y cuando nos sorprendemos
un poco al conocerlas o cuando estamos a punto de entrar en una crisis y sentimos la intrusión de
la confusión de identidad.
La función social del estado de parálisis que sobreviene es la de mantener un estado mínimo de
elección y compromiso reales. Pero por desgracia la enfermedad también compromete.
El problema de la intimidad.
Consiste en la perdida de la consideración del tiempo como una dimensión del vivir. La persona
joven puede sentirse muy joven y a la vez muy vieja.
La confusión temporal es algo más o menos típico en todos los adolescentes en uno u otro estadio,
aunque solo en algunos llega a ser patológicamente marcada.
Difusión de la laboriosidad:
De este modo la confusión de identidad se acompaña no solo por una incapacidad para
concentrarse sino por una conciencia excesiva de la competencia y aversión hacia ella.
Identidad negativa: Elaboración del sentimiento de falta de una identidad aceptable o mal
valorada por la sociedad, que se expresa a través de hostilidad hacia los roles que se presentan
como socialmente adecuados: Ser alguien.
Al examinar a los pacientes que comparten una determinada tendencia patogénica, estamos
dispuestos a preguntarnos qué es lo que sus padres tienen en común
Se puede decir que un significativo número de las madres de los casos del autor tienen en común
varios rasgos que llaman la atención y que no dependen necesariamente de un estatus social real.
Respecto de los padres, estos en el hogar no hacen frente a sus esposas, porque dependen
demasiado de ellas y como consecuencia parecen estar celosos de sus hijos.
Podemos decir con seguridad que aquí tenemos una reacción recíproca negativa’’ entre la
madre y el hijo la cual constituye la contraparte maligna de la mutualidad.
1.El yo y ambiente
Freud le atribuyo la internalización de las influencias del ambiente a las funciones del ‘’superyo’’ o
ideal del yo que representan las ordenes y prohibiciones que emanan del medio y de sus
tradiciones.
Freud habla de ideologías del Superyo, como un contenido ideacional, pero también se refiere a él
como un vehículo, es decir, como una parte del sistema psíquico por medio de la cual funcionan
esos ideales tradicionales
En una segunda formulación Freud también reconoce el aspecto social del ideal del yo, diciendo
que el ideal del yo es de gran importancia para la comprensión de la psicología de los grupos.
Además de un aspecto individual, este ideal tiene un aspecto social; es también el ideal común de
una familia, una clase, una nación.
‘’Identidad del yo’’: Estaría más cerca de la realidad social, porque examinaría y seleccionaría las
autoimágenes derivadas de las crisis psicosociales de la infancia, a la luz del clima ideológico de la
juventud.
La identidad del yo es el resultado de una fusión sintetizadora que se lleva a cabo en una de las
fronteras del yo, a saber, ese ‘’ambiente’’ que es la realidad social tal como se transmite al niño
durante las sucesivas crisis de identidad de la infancia. La identidad tiene derecho a ser reconocida
como la más importante realización del yo adolescente, porque contribuye de manera simultanea
a contener el ello postpuberal y a equilibrar el ahora recientemente involucrado Superyo.