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Los hombres que reconstruyeron Europa en 1814-1815 estaban obsesionados por los
recuerdos de la Revolución francesa y del Imperio. Desde 1789 en Francia, y desde 1792 en
Europa donde se desencadenaba la guerra, todo el antiguo orden había sido sacudido hasta
sus cimientos. No cabe duda de que Napoleón restableció el orden, pero su sistema no tenía
nada que ver con el orden tradicional, era considerado como el continuador natural de la
Revolución. Así pues, la reconstrucción de Europa y la afirmación de los principios internos de
los Estados parten de los veinticinco años transcurridos entre desórdenes y guerras.
Los grandes negociadores [protagonistas del Congreso de Viena y tratados de 1814-15]
supieron utilizar los trastornos para acrecentar el poder de los grandes Estados. Se restablece
la "legitimidad" en base a un principio moral y jurídico aparejado con un principio práctico: el
del equilibrio; las principales víctimas de este proceso fueron los regímenes donde la
legitimidad no era hereditaria. El mapa político de Europa se simplificó, sin tener en cuenta un
nuevo principio: el de las nacionalidades.
Ya que solo Francia parecía amenazadora, se elaboró contra ella una "Santa Alianza" producto
de los sueños del zar de Rusia, pero la verdadera realidad era la "Cuádruple Alianza", firmada
en secreto entre Rusia, Inglaterra, Austria y Prusia contra Francia. Tras la ruina del viejo
imperio colonial de España y de Portugal, Inglaterra era la única gran potencia colonial del
mundo, vemos así esbozarse la gran rivalidad: la de Rusia e Inglaterra.
Según el carácter que tomó en los diferentes países la expansión revolucionaria e imperial,
podemos dividir Europa en diversas zonas:
Las "asimiladas", anexionadas al gran Imperio o muy dependientes de él;
Las zonas "de influencia", anexionadas indirectamente pero donde las autoridades
francesas habían eliminado el Antiguo Régimen;
Las de "resistencia positiva", donde los dirigentes consideraban que el mejor medio de
reemprender la lucha contra Francia era poner en práctica amplias reformas sociales;
Las zonas de "resistencia pasiva", donde la lucha contra Francia no se vio acompañada
de ninguna reforma profunda;
Finalmente Inglaterra, que nunca fue conquistada y tenía un régimen suficientemente
liberal para no sentirse nunca tentada de imitar a Francia.
Hacia 1815 los regímenes políticos adoptados demandan una nueva clasificación. El criterio
general parecía ser la existencia de asambleas, al menos una de las cuales era elegida,
proveniente o bien de tradición secular o bien de constitución escrita. Esta última sin embargo
nunca emanó de asambleas constituyentes (pese a los ejemplos franceses) sino que eran
"otorgadas" por el soberano. ¿Cuáles eran hacia 1815 los Estados constitucionales?
Básicamente se extendían al Noroeste de Europa. La Europa de 1815 se dividía en monarquías
absolutas y en monarquías constitucionales, pero en la gran mayoría de estas últimas, al tener
la carta carácter de concesión [la constitución era una concesión del rey], el principio de
legitimidad se mantenía intacto en sus líneas esenciales. La única excepción era la pequeña
Confederación suiza, que en 1815 se dio a sí misma una constitución.
Suiza era la única república de Europa, a excepción de cuatro "ciudades libres" en Alemania y
Cracovia.
Por otra parte, no hay que exagerar las diferencias existentes entre los Estados
constitucionales y los Estados absolutos: en primer lugar, la aristocracia disponía en todos
lados de los puestos esenciales y las claves del poder y la administración, y en casi todos los
casos, el clero favorecía las soluciones absolutistas. Estos regímenes se apoyaban en una
poderosa policía que vigilaba las conversaciones, leía las cartas, podía realizar arrestos
arbitrarios y mantener indefinidamente en prisión a los sospechosos. Incluso en los Estados
constitucionales la libertad no era más que una palabra hueca para la gente sin fortuna.
En su deseo de eliminar las huellas de la revolución y las conquistas del Imperio, la Europa de
1815 se convirtió en una Europa legitimista, clerical y reaccionaria. Sin embargo, los gérmenes
de las ideas de 1789 permanecieron vivos. El descontento fue incubando en casi todas las
clases de la sociedad y en casi todos los países. Este descontento espontáneo, esta revolución
latente hallaron su justificación en diversos tipos de ideologías, moderadas unas, virulentas las
otras. La Europa de 1815 estaba madura para una larga sucesión de revoluciones.
Reacciones y revoluciones (1815-1871)
El proletariado de las ciudades y el campesinado pobre escapan a la literatura y por eso se
ignora su espantosa miseria [en este período]. La literatura ignora lo esencial, que estriba en
que la legalidad de los derechos, incluso en los países donde se proclama como un principio,
no existe en absoluto. La arbitrariedad ha desaparecido para las clases ricas, pero deja sentir
todo su peso sobre la inmensa y desconocida masa de los pobres.
A diferencia de en los siglos pasados, las masas se hicieron conscientes de la injusticia de su
posición. La Revolución francesa jugó, en este sentido, el papel decisivo. Precisamente todos
aquellos países europeos que en el siglo XVIII estaban aún "subdesarrollados", entraron en la
era del desarrollo. Entonces se produjo un fenómeno notable: el factor que iba a producir las
revueltas organizadas no sería ya la miseria absoluta sino el inicio del progreso.
Desde 1815, los descontentos más conscientes se reagruparon en sociedades que debían
mantenerse en secreto a causa del rigor policíaco. Se trataba de pequeños grupos perseguidos
sin cesar, animados por un ideal revolucionario. Sus miembros eran oficiales, estudiantes,
artesanos y pequeños burgueses.