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¡Konichiwa sumercé!

La cultura japonesa es una de las más admiradas y estudiadas a nivel


mundial, su disciplina, su gran avance tecnológico, la extensa historia
imperial, los samuráis, las geishas, el manga hacen de esta cultura
algo muy atractivo y generan curiosidad en niños, jóvenes y adultos.

En Colombia existe una gran afición y culto por esa cultura y en la


actualidad hay incontables grupos de jóvenes, en su mayoría, quienes
comparten sus gustos por los cómics orientales, los grupos y géneros
musicales alternativos como el visual kei, la forma de vestir y hasta el
comportamiento de la sociedad japonesa.

Uno de estos grupos, son los seguidores de la tendencia Harajuku ( 原


宿), que es una zona en el barrio de Shibuya en Tokio, esta zona se
caracteriza por la gran presencia de comercio, cuenta con una
variedad de tiendas donde se venden desde atuendos típicos de
japón, atuendos de moda alternativa, hasta ropa de marcas
reconocidas a nivel mundial como Zara, Gucci o Louis Vuitton.

La tendencia Harajuku, es una combinación entre elementos


simbólicos de la cultura japonesa y elementos específicos de la moda
europea u occidental, existen muchas categorías, una de las más
llamativas y que ha tenido gran acogida en Colombia, son las “lolitas”,
se trata de chicas que combinan el estilo victoriano con elementos
contemporáneos, los colores, los patrones y otros factores definen las
sub-categorías de este; por ejemplo Keru Ayakashi, caracteriza un
estilo “Sweet lolita”, que busca evocar un sentimiento de infantilidad y
ternura, su paleta de colores son los diferentes tonos del rosado.

Tatiana, quien usa como nombre artístico Keru Ayakashi, desde los 13
años se vió interesada por esta tendencia y en compañía de otras
amigas iniciaron Harajuku Colombia, aunque en un comienzo sólo se
trataba de un hobbie, con el tiempo se fueron uniendo más jóvenes
afines a esta tendencia, y muchos de ellos encuentran en esta nueva
moda una identidad cultural y social, pues la mayoría son jóvenes
menores de edad quienes en su búsqueda de símbolos identitarios
encuentran en el Harajuku una manera de vivir.

Y aunque las influencias y orígenes de esta tendencia están definidos


por el consumismo y el capitalismo, en un país como Colombia con
una cultura y estructura social tan diferente de la Japonesa, el
Harajuku se puede convertir en un acto de contra-cultura, pues
rompen con la normalidad del paisaje criollo con sus vestidos tan
exóticos, y se adentran en aprender una nueva lengua, aún sin
manejar la natal, y eso para mí es todo un acto de deconstrucción
personal.

A la larga, los jóvenes se empiezan a sentir ajenos a su contexto,


como si lentamente se auto expulsaran de su propia nación, y cada
vez más, sienten ansias de construir ese pequeño mundo en el que
anhelan vivir dentro del que la vida les designó, los bares japoneses y
el sushi comprado en el éxito se quedan cortos, cuando buscan
construir una pequeña Japón entre las mesetas de la Cordillera de los
Andes. Bien sea por razones filosóficas y cuestionamientos profundos
o por la publicidad persuasiva, estos individuos protagonizan una
mezcla de culturas única y alternativa.
Imagen de: http://harajukukidscolombia 1

Tatiana, quien usa como nombre artístico Keru Ayakashi, desde los 13
años se vió interesada por esta tendencia y en compañía de otras
amigas iniciaron Harajuku Colombia, aunque en un comienzo sólo se
trataba de un hobbie, con el tiempo se fueron uniendo más jóvenes
afines a esta tendencia, y muchos de ellos encuentran en esta nueva
moda una identidad cultural y social, pues la mayoría son jóvenes
menores de edad quienes en su búsqueda de símbolos identitarios
encuentran en el Harajuku una manera de vivir.

Y aunque las influencias y orígenes de esta tendencia están definidos


por el consumismo y el capitalismo, en un país como Colombia con
una cultura y estructura social tan diferente de la Japonesa, el
Harajuku se puede convertir en un acto de contra-cultura, pues
rompen con la normalidad del paisaje criollo con sus vestidos tan
exóticos, y se adentran en aprender una nueva lengua, aún sin
manejar la natal, y eso para mí es todo un acto de deconstrucción
personal.
A la larga, los jóvenes se empiezan a sentir ajenos a su contexto,
como si lentamente se auto expulsaran de su propia nación, y cada
vez más, sienten ansias de construir ese pequeño mundo en el que
anhelan vivir dentro del que la vida les designó, los bares japoneses y
el sushi comprado en el éxito se quedan cortos, cuando buscan
construir una pequeña Japón entre las mesetas de la Cordillera de los
Andes. Bien sea por razones filosóficas y cuestionamientos profundos
o por la publicidad persuasiva, estos individuos protagonizan una
mezcla de culturas única y alternativa.

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