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En primer lugar, existen razones propias de nuestro campo profesional: puestos a elegir una
lógica que recorte un campo tan vasto, optamos por hacerlo tomando prioritariamente
aquellos eventos, procesos, prácticas o dispositivos que originaron y afectan hoy los espacios
comunicacionales en que se desarrolla nuestra profesión. En lo primero que pensamos como
dimensión histórica de nuestro campo es en la génesis de la prensa periódica, la radiofonía,
la televisión, Internet, las propias reflexiones en torno a nuestro campo, etc. El modo en que
estos dispositivos se configuraron históricamente puede rastrearse desde la revolución de la
imprenta: Se trata de dispositivos de comunicación hoy mundializados, configurados
originalmente desde la Edad Moderna en Occidente, enmarcados en la conformación y
consolidación del capitalismo, del Estado moderno y una división social del trabajo que
reconfiguró por completo las nociones de lo público y lo privado, las articulaciones entre
identidades individuales y colectivas, entre ámbitos de validación discursiva (ciencia, arte,
religión, política, etc.) y entre las propias funciones sociales (económica, política,
educacional, artística, lúdica) de la comunicación.
En segundo lugar, existen razones propias del campo historiográfico. Suele considerarse el
término “Historia” (con mayúsculas) no sólo para referirnos a la disciplina o a su objeto (el
devenir de los sucesos del pasado) sino a un tiempo concreto, tanto cronológico como
cultural y social: la Historia se separa de la Prehistoria con el surgimiento correlacionado de
la escritura, el Estado y la división social del trabajo compleja. La ciencia historiográfica
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considera terreno propio firme aquel donde puede contar con fuentes escritas que permitan
indagar y dar sentido preciso a los eventos, o al menos al modo en que sus protagonistas le
dieron sentido y registro. La historiografía cuenta, con ello, con un creciente corpus de datos
a partir de la irrupción de la escritura sumeria hace aproximadamente cinco mil quinientos
años, origen de la escritura occidental, y de la escritura china, probablemente entre mil
quinientos y dos mil años después. Existen otras escrituras que complementan este corpus,
algunas de ellas paralelas a estas grandes vertientes, y otras subsidiarias o descendientes de
ellas.
Por fuera de este universo de registro, las huellas no escritas del pasado son, a medida que
contamos con menos información escrita desde la cual interrogarlas, el espacio de la
arqueología, e incluso de la historia natural. Aunque contemporáneamente se ha revalorizado
la historia oral, sobre todo a partir del registro de voces en la historia contemporánea, y se ha
incorporado radicalmente el registro de la imagen visual como documento historiográfico,
durante la mayor parte del tiempo en que se ha desarrollado Historia escrita, han quedado
marginadas las historias de pueblos sin escritura, así como las historias de sectores sociales
subalternos. Por otra parte, existe una larga y rica historia de prácticas y medios de
comunicación que –aún en el marco de formaciones sociales con escritura- han
correspondido a prácticas no escritas: el canto, el teatro, las danzas, el dibujo, los dispositivos
de comunicación visual o sonora a distancia, han acompañado la historia de la humanidad a
ambos lados de la frontera de la escritura.
Pero aun así, la escritura ha alcanzado una centralidad tal en la civilización occidental, y la
civilización occidental una centralidad tal en la mundialización contemporánea, que no
tenemos más remedio que optar por priorizar una génesis histórica de las comunicaciones
contemporánea que encuentra su primer hito en el surgimiento de la escritura, ve la misma
desplegarse hacia su centralidad en la cultura, crecer exponencialmente con la imprenta y
reticular el complejo sistema de comunicaciones contemporáneo.
En tercer y último lugar, reconozcamos un recorte no exento de arbitrariedad, al menos
desde el punto de vista de los campos disciplinares. Una mirada, digamos, “enciclopédica”
de la historia de las comunicaciones podría rastrear las mismas hasta los confines mismos del
origen de la humanidad, en el paleolítico inferior. Podría también, en pleno derecho,
considerar innumerables prácticas preexistentes a la escritura y más aún a la imprenta. El
origen y sustrato biológico de la humanidad habilita también pensar las comunicaciones en el
reino animal; la construcción de un sistema simbólico de comunicación 1, tal vez la
diferencia fundamental entre el ser humano y otras especies animales- podría considerarse
como un proceso histórico decisivo, tan importante quizás como la escritura; la historia de
los transportes posee fronteras muy difusas con la historia de la comunicación; la historia de
las representaciones sociales, de los sistemas de signos, de las artes o incluso de las ideas,
pueden ser estudiados desde la perspectiva histórica comunicacional.
Pero todas estas zonas de problematización han sido abordadas por otras disciplinas, dando
lugar a un creciente corpus teórico y empírico validado institucionalmente, claramente en
diálogo e interconexión con el campo comunicacional, pero diferentes de él: la antropología
cultural aborda el pasado, el devenir histórico y el presente de la producción e interacción
simbólica de las culturas humanas; la arqueología la complementa estudiando aquellas
1
“Simbólico” en el sentido peirciano de la expresión: signo convencional.
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huellas de su existencia no registradas por escrito o por medio de dispositivos de resguardo
de audio o imagen; la historia natural y la etología abordan las comunicaciones animales y la
compleja hominización de nuestra especie; la psicogenética arriesga hipótesis en apoyo de
estas últimas, trazando analogías entre procesos de maduración psíquica e historicidad; la
lingüística estudia la historia de las lenguas; la semiótica, la de los sistemas de signos y su
producción; la historia del transporte intersecta historiografía e ingeniería del transporte
como campos; la historia del arte y la de las ideas hacen lo propio con historiografía, artes e
ideas.
De este modo, sin desconocer tales diálogos e interconexiones, reservamos para nuestro
curso un recorrido histórico en sentido estricto: comenzamos haciendo referencia a la
construcción de la escritura como vertebrador de la civilización occidental, y a la revolución
de la imprenta como fenómeno decisivo en su mundialización. Esta revolución sucede en el
tránsito de la Edad Media a la Moderna, el cual contiene aspectos comunicacionales
decisivos en la reorganización de la vida humana en Occidente, y por extensión, dado el
proceso expansivo que se inicia, del mundo entero.
La escritura
La división social del trabajo que dejó atrás la comunidad primitiva es inescindible de la
invención de sistemas de registro: Tanto la necesidad de organizar sistemáticamente las
medidas y los registros de transacciones, obligaciones contraídas, deudas, saberes científicos,
técnicas complejas, normas y relaciones de poder, como la de transmitir generacionalmente
esos saberes, relaciones y costumbres, lo requirió en
forma inexcusable. Caso contrario, el total de
acumulación cultural de un pueblo quedaba limitada a la
capacidad de memorización de sus individuos adultos
vivos y lúcidos. El riesgo no sólo de limitación de la
memoria oral sino de su pérdida –por epidemias, guerras
o catástrofes- era muy alto, como permiten imaginarlos
las ruinas de civilizaciones antiguas abandonadas por
unos u otros motivos, tras el colapso de la transmisión de
saberes decisivos para la continuidad y reconstrucción. Pinturas rupestres Cueva de Altamira, España
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¿Podría ser que nuestra herencia clásica griega y la larga influencia de la retórica en la conciencia académica
occidental hayan sobrevalorado la tradición oral en la evolución de la mente y la cultura? Si es así, tendrán que
añadirse las dimensiones de una cultura pre-oral a la trilogía usual, haciendo de ella por lo menos un cuarteto”.
La pictografía
Es tentador imaginar una evolución del dibujo hasta su madurez, para asistir luego al
nacimiento de las escrituras.
Sin embargo, del mismo modo que hoy en día un niño explora sus habilidades de dibujo con
fuerte énfasis en la abstracción, para intentar luego elementos figurativos con variados
recursos de representación no necesariamente icónico-visuales, hasta lograr, si recibe
instrucción adecuada, sus primeros resultados en representación visual figurativa en su
segunda infancia, también podemos observar en la historia humana una prolongada etapa de
trazos abstractos, luego figuraciones elementales (como la impresión de la mano entintada
sobre una superficie o utilizando la mano como clisé para lograr su negativo), luego
crecientes combinaciones de elementos figurativos con variados criterios simbólicos y
expresivos, para finalmente lograr una representación bidimensional plena –con el uso de la
perspectiva- en el tramo final de la Edad Media europea. Otras formas de representación
visual como la escultura o los relieves también se despliegan en forma contemporánea al
desarrollo de las escrituras, alcanzando también su madurez en épocas en que la escritura ya
se encuentra en su etapa compleja, sea en forma ideogramática (como en China) o alfabética
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(como la Grecia clásica).
Sí podemos decir, en cambio, que a partir de cierta capacidad de figuración (por ejemplo,
reconocer imágenes visuales por el trazo de su silueta y síntesis de sus componentes), el
dibujo se torna más convencionalizable y puede ser utilizado como una forma de recordación
y registro más práctica que otras reglas nemotécnicas preexistentes.
Las pictografías, colecciones o familias de pictogramas, se originan en el dibujo y
evolucionan a partir de
allí. La simplificación de Tabla de evolución de
los trazos, elegida para pictogramas
simplificar la reproducción japoneses (derivados
del chino) hacia el
de los mismos y ideograma.
estandarizarlos en la
comunidad de iniciados
para su decodificación,
tiene como costo una
creciente pérdida de
posibilidad de encontrar
sentidos inequívocos a
partir de la mera
iconicidad visual. Es decir,
aparece una creciente
convencionalidad en la
definición del significado
de cada pintura o dibujo.
Los pictogramas son dibujos de fuerte convencionalización, a un punto tal que, de no mediar
la comunidad de significados convencionales, no podríamos saber qué significa cada dibujo.
Sin embargo, la huella de iconicidad visual aún presente en el pictograma respecto del dibujo
es relativamente alta. En la clase práctica veremos en detalle aspectos de la historia de la
escritura, por lo que nos limitaremos aquí a una somera definición.
Los mejores ejemplos de escrituras pictográficas, según recuenta Moorhouse (1993)
proceden de América del norte, donde muchos de los pueblos originarios la conservaron
hasta el momento de la colonización europea y aún después de ella, lo que ha facilitado su
estudio. Para poder entender las escrituras pictográficas resultaba imprescindible, más que un
repertorio acotado de signos, conocer los relatos básicos que circulaban en la comunidad y
las acciones que posiblemente se describían en la iconicidad visual simplificada por medio
del trazo de contornos y siluetas, muchas veces representando señales de comunicación
presencial entre personas, lo cual las caracteriza como escrituras altamente dependientes del
contexto.
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En este ejemplo, procedente de Alaska,
podemos ver un relato sencillo sobre una
travesía de caza, donde en el primer dibujo
vemos a alguien señalándose (“yo”) y con la otra
mano indicando una dirección (“fui”). En la
tercera figura, por ejemplo, el muñequito señala
la cantidad de noches que ha dormido en ese
tramo de su travesía. Algunos signos se
aparecen como fácilmente comprensibles; otros,
en cambio ofrecen dificultades interpretativas,
como el caso del cuarto.
Veamos otro ejemplo: el ideograma Qi, que significa energía, está formado por
dos componentes: uno es el radical, asociado al cielo, y que es el pictograma del
agua en tres distintos estados: como nube, como llovizna ventosa y como lluvia.
El ideograma completo del Qi, presentado aquí en una versión más antigua y una
más simplificada, excede ampliamente en su significado a la suma de sus partes
componentes.
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Las dos grandes escrituras que constituyen la base de la escritura occidental aparecen entre
5500 y 6000 años atrás. La primera es la sumeria, la segunda la egipcia, existiendo algunas
influencias notables de la primera sobre la segunda, aunque debe considerarse posibles
fuentes comunes que pudieron no haber dejado huella. Ambas escrituras se desplegaron por
cerca de tres mil años, y gracias a ello tenemos la posibilidad de estudiar su evolución desde
el dibujo hacia la pictografía, la ideografía y las formas pre-alfabéticas.
La evolución de las escrituras cuneiformes, cuyos primeros registros provienen del 3.000
AC, recorre pasos similares a otras escrituras antiguas: de formas figurativas a formas
abstractas y regulares, de descoordinación entre lengua oral y escrita a una correspondencia,
pero es interesante destacar cómo algunos factores relacionados
con el soporte en el que se realizaban, favoreció la rápida abstracción en la forma. Los
primeros registros consistían en escrituras pictográficas cuyos signos eran íconos de los
objetos representados (realizados inicialmente en piedra o barro arcilloso). Muchos de los
materiales escritos que debían
reproducirse por algún motivo
se preparaban por medio de
sellos cilíndricos, pero la
mayor parte del trabajo
cotidiano de escritura se
realizaba por medio del
marcado con estilete sobre
tabletas de arcilla. Las cuñas
con las que organizaban el
trazo dan nombre a esta
escritura, y también a su
característica visual distintiva:
las cuñas dificultaban el trazado de líneas curvas y extensas, pues por un lado, la presión de
la arcilla volvía a cerrar la línea, y por el otro, cerraba las líneas curvas, y esto llevó a dibujos
constituidos por agrupamientos de líneas rectas con una forma triangular en sus puntas. Esta
forma triangular que adquiría el remate de la cuña hizo que rápidamente los dibujos se
diferenciaran de los objetos inicialmente designados. A ello se agregó el cambio de dirección
en la escritura, por razones de comodidad: las tablillas rectangulares pasaron de usarse en
posición apaisada a vertical, y la línea sintagmática pasó de escribirse hacia abajo, optándose
por la orientación de izquierda a derecha2, lo que provocó que la totalidad de los signos
modificara 90 grados la orientación, e hiciera que en algunos casos fuese imposible
reconocer el objeto denotado.
En las escrituras egipcias podemos registrar distintas etapas, desde una pictográfica inicial
hasta el momento de su máxima perfección, hacia el 1500 a.C., cuando los signos adquieren,
con las escrituras hierática y (más adelante, hacia el 700 AC) demótica (la primera reservada
a las escrituras sagradas y la segunda a las de difusión) un valor fonético independiente del
significado original de la imagen pictórica (arbitrario). Pero en esta transición quedaron
registros de las etapas intermedias, donde convivían en un mismo texto pictogramas,
ideogramas y las primeras letras. Muchos de estos registros aún hoy ofrecen dificultades
para su decodificación. Por ejemplo, un mismo grafo podía estar cumpliendo distintas
funciones, supongamos que encontramos el dibujo de una boca (ro), podría estar refiriendo
al objeto boca, a la sílaba “ro” o a la letra “r”, y si estuviera cruzada por ejemplo por “mem”
(agua) podía significar “beber”3; el águila sin cabeza, acompañada por una cabeza humana
podía significar “alma”.
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Ejemplo extraído de la enciclopedia El Mundo que nos rodea, tomo: “El libro y la escritura”, dirigida por
Iván Illin.
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En la imagen: Menú del noble fallecido Tepemankh, inscripto en su tumba, Ca. 2350 AC. Museo Louvre.
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Escritura hierática sobre papiro: texto médico, Ca. 1550-1295 AC. Museo Louvre.
El texto dice, aproximadamente: “Otro remedio perfecto: galena, una medida, miel, una medida; grasa ... fruta-péret cheny,
guisantes, olivos secos. Haz un vendaje con esto, hasta cuatro días después”
Los fonogramas
La evolución posterior de los ideogramas hizo uso de otra técnica de significación: el
fonograma. Este tipo de signo constituye una forma de convencionalización de caracteres
pictográficos por medio del agregado de nuevos significados a partir de la iconicidad sonora
de la expresión verbal que representan. Permite asociar significados por la semejanza
acústica entre el significado del pictograma o ideograma original, y otro significado posible
logrado por yuxtaposición de sonidos o por analogía. Los primeros fonogramas son más
antiguos que las escrituras ideográficas, y también pueden hallarse en América
precolombina, asociados a las escrituras mesoamericanas. Moorhouse (1987) nos recuerda
un interesante ejemplo a partir de la comunicación pictográfica presente en el imperio mexica
en tiempos de llegada de los conquistadores españoles a comienzos del siglo XVI:
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Por eso podemos encontrar numerosos registros de tablas de signos a modo de catálogos. “El 15 por ciento
de las tablillas contienen listas de nombres, incluyendo mercadería, animales y oficiales. Esas listas eran
compiladas, seguramente, para establecer y enseñar a los escribas un sistema de escritura reconocible y
definitivo.” Proel, op. cit.
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En México, este mismo tipo de signo aparecerá hacia los siglos XIII/XV de nuestra era.
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el enorme potencial comunicativo de la emancipación del sonido respecto al dibujo original,
habilitó más adelante el uso de los ideogramas para significar –bajo reglas especiales que
permitieran reconocer este uso- ya no sólo el objeto o la idea original, sino sólo el sonido de
la primera sílaba de la palabra convocada, y finalmente, sólo el primer sonido fonético. Con
ello, nacerían las escrituras alfabéticas.
Por otra parte, aún hoy, niños en el tránsito entre la primera y segunda infancias juegan
divertidos juegos de acertijos a partir de esta antigua técnica. También lo hacen con el
potencial de malentendido que supone la pictografía si el receptor no dispone de la clave
convencional de su significación, llevándonos a hipotetizar posibles correlaciones entre el
orden de desarrollo histórico de las escrituras y su replicación madurativa en cada
generación, en forma análoga a lo observado por Piaget y García para la historia de las
explicaciones científicas.
Rosetta es una localidad de la costa mediterránea de Egipto, a orillas de uno de los brazos del
delta del Nilo. Allí, las tropas francesas desembarcadas en 1799 hallaron por casualidad el
hoy famoso fragmento de un posible monolito, esculpido sobre piedra negra. Los científicos
integrados a la expedición notaron de inmediato el potencial del trozo hallado: parecía ser un
mensaje escrito en tres escrituras: jeroglífica, demótica y griega antigua.
En esa época los occidentales no habían logrado decodificar la escritura jeroglífica, que
resultaba por completo inaccesible en sus contenidos. Pero sí podían comprender el griego
antiguo. De allí las grandes expectativas que generó: a partir de la versión griega, podía
intentarse una decodificación de la jeroglífica, en la hipótesis de que las tres versiones decían
lo mismo.
El texto homenajeaba la coronación de Ptolomeo V en el año 196 AC, época de la dinastía
ptolomeica, durante el período helenístico posterior a las conquistas de Alejandro de
Macedonia. Para esta época, en el antiguo Egipto coexistían tres escrituras: La jeroglífica, de
gran belleza, era la utilizada para los textos de máxima solemnidad e importancia; la
hierática, que cumplía la misma función sagrada, pero se escribía con trazos simplificados
sobre papiro u otros soportes más prácticos para su desplazamiento que el grabado en piedra,
y la demótica, que era una versión abreviada y funcionalmente mucho más práctica que la
anterior, aunque perdía con ello su solemne belleza. Mientras el hierático permitía un uso
práctico de la escritura sagrada, el demótico, como su etimología lo indica, era una escritura
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de uso plebeyo, más simple y rápida de escribir que la hierática.
En las imágenes a continuación puede observarse la piedra de Rosetta,
que contiene el mismo texto escrito en Jeroglífico, Demótico y Griego
antiguo, un detalle de la sección en escritura demótica de la piedra de
Rosetta, y –por medio de otro ejemplo- la diferencia de trazo entre el
demótico y el jeroglífico: el primero es más versátil para escribir a
mano con tintas, y el segundo, para el grabado.
Detalle de la sección en demótico de la piedra de Rosetta. Fuente: Imagen de Wikimedia Commons, proveniente del usuario
Chris 73, de libre acceso en: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:DemoticScriptsRosettaStoneReplica.jpg bajo licencia
creative commons cc-by-sa 3.0.
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Young y Champollion estudiaron, en la primera mitad del siglo XIX, la posible
decodificación de las versiones jeroglífica y demótica a partir de la versión griega ya
conocida. Notaron que algunos grupos de ideogramas se hallaban encerrados en óvalos o
cartuchos, tanto en la versión demótica como en la jeroglífica. Como en la versión griega
aparecían los nombres del Rey y su esposa, los estudiosos hipotetizaron –correctamente- que
los ideogramas encerrados en los óvalos nombrarían a estos reyes. Cada ideograma por
separado expresaría una idea, pero
dentro del óvalo, expresaba el sonido
de la primera sílaba o letra de la
palabra evocada. La figura del león,
evocaría entonces una “L”
Como puede observarse, a
comienzos del cartucho aparece el
nombre de Ptolomeo (Ptolmes).
Alfabetos
Hacia el 1500 A.C. la escritura cuneiforme ya había adquirido valor fonético y había
estandarizado sus repertorios silábicos, aunque su decodificación seguía siendo
problemática: un mismo signo poseía varios valores fonéticos, y sólo se podían comprender
de cual se trataba por la intervención de varios criterios
simultáneos. El jeroglífico mostraba también –desde
aproximadamente el 2000 AC- algunos ensayos de utilización
silábica, y se han encontrado indicios de rudimentarias escrituras
alfabéticas en el Sinaí utilizando ideogramas egipcios ya hacia el
1800 AC.
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alfabetos más tempranos (1100/1000), del cual derivarán el hebreo (1000 AC.) y el Arameo
(700 AC). Los fenicios eran un pueblo que ejercía el comercio marítimo, lo cual favorecía el
contacto con muchos otros pueblos que manejaban diferentes lenguas y con los cuales
establecían relaciones comerciales. En este contexto, y en parte estimulado por la necesidad de
establecer un código taxativo para comunicarse, los fenicios desarrollan uno de los primeros
alfabetos de los que se tiene registro. El mismo contaba con 22 letras consonantes, quedando las
vocales sin registro escrito, aunque continuaban presentes en la lectura. Actualmente, el hebreo
conserva esa característica, aunque para facilitar el aprendizaje, al iniciarse en su lecto- escritura
se utiliza una serie de signos formados por puntos para señalar el lugar donde deberían estar
presentes las vocales. Es interesante notar que los niños pequeños reproducen esta secuencia, no
escribiendo las vocales en sus primeras escrituras, aun cuando las saben dibujar y leer6.
Grecia conoce este alfabeto y lo perfecciona agregándole las vocales,
quedando conformado por veintisiete letras, todas mayúsculas. De los cuatro
alfabetos que coexistieron en el mundo griego, estos son el antiguo (es el que
vemos acompañando este párrafo), el occidental, el oriental y el clásico, es el
"clásico" el que ha llegado difundido hasta nuestros días. El alfabeto se
desarrolló durante la época de esplendor de Atenas, hacia el 400 a.C, el cual
además de poseer vocales había adquirido la dirección de lecto-escritura que
actualmente tienen los pueblos occidentales. ¿Cómo hicieron los griegos, que escribían las
vocales, para adaptar un alfabeto consonántico? Lo que hicieron fue tomar algunas letras que
los fenicios utilizaban como consonantes y les asignaron el valor de vocal, tal es el caso de
Aleph (cuyo pictograma original era la cabeza de un buey) que pasará a ser Alfa. En la escritura
griega predominan las formas angulares (en este párrafo vemos el alfabeto griego clásico). Esto
se debe a que el soporte principal era la piedra.
Los romanos conquistaron Grecia, y también sus alfabetos, heredándonos la famosa tipografía
"Romana" tallada en la columna erigida por Trajano. Prácticamente no realizan modificaciones
al alfabeto griego, limitándose a unas pocas cuestiones de forma, agregándole mayor armonía y
limpieza al trazo, y adecuando algunas letras a la fonética propia. Tal, por ejemplo, el caso de la
pronunciación gutural de la “C”, que requirió su marcado especial, dando origen a la “G”
occidental.
Hemos visto hasta aquí una breve tipología de los sistemas de escritura antiguos que originan
nuestra escritura occidental, tipología que sigue una cierta secuencia temporal: del dibujo
(abstracto o figurativo) al pictograma y las escrituras pictográficas; desde ellas, a las
escrituras ideográficas y también al uso de los fonogramas; desde ellos, a las escrituras pre-
alfabéticas, silábicas y alfabéticas, en las que, finalmente, un caracter representa
aproximadamente un sonido fonético, de modo que con pocas decenas de signos se puede
escribir la totalidad del universo verbal.
Sinteticemos ahora brevemente su aparición en el tiempo:
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Bauer ha realizado investigaciones con niños, los cuales han podido inventar con rapidez alfabetos
consonánticos, muchos de ellos con una notable similitud con el alfabeto semita (citado en Moorhouse, 1993,
p.165 y 166).
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El dibujo se hace presente desde el paleolítico superior (entre 40 mil y diez mil años atrás).
Las escrituras pictográficas aparecen en Sumer hace entre 6000 y 5500 años. En la región
mesopotámica, la escritura sumeria evolucionará hacia la ideografía y hacia la fonética
durante tres milenios, influenciando a otras culturas del Asia y el Mediterráneo, incluido
Egipto. Egipto también ve evolucionar su escritura pictográfica desde hace
aproximadamente 5500 a 5000 años, hacia un sistema ideográfico muy avanzado. Existen
escrituras orientales muy antiguas como la del Indo (Ca. 2600 AC) o China (Ca. 1600 AC),
aunque existen hipótesis de una antigüedad mucho mayor de huellas de protoescrituras
chinas (hasta 6000 AC). Las escrituras mesoamericanas aparecen en forma aparentemente
independiente. La maya entre 200 AC y 50 DC; la mexica, hacia el siglo XIII de nuestra era.
Hacia el 2500 AC (hace 4500 años) la escritura sumeria había incorporado sistemáticamente
un sistema silábico para representar todos los sonidos de su lenguaje verbal. Egipto lo
lograría en el milenio siguiente. Otros pueblos del Asia y el Medio Oriente recibirían
influencias de estas transformaciones, especialmente los semitas, quienes protagonizaron, a
partir del segundo milenio AC, una transición hacia la escritura alfabética.
Pruebas de escrituras alfabéticas completas se hallan ya hacia el 1300 AC. Entre el 1100 y el
1000 se ubica el llamado proto-cananeo, de donde derivan los alfabetos cananeo, fenicio,
hebreo, arameo, etc., desplegados entre el 1000 y el 700 AC. Los alfabetos pueden hallarse
en torno al Mediterráneo y también en el sur de Asia. No se desarrollaron, en cambio, en la
América precolombina.
Nuestro alfabeto occidental contiene en sus caracteres las huellas de antiguos pictogramas de
origen jeroglífico, heredados por el alfabeto fenicio, del cual surgió hacia el siglo VII AC el
alfabeto griego que, a su vez, constituye la base del alfabeto latino.
Por otra parte, la posterior reforma realizada por Alcuino en el medioevo, con la
incorporación de las minúsculas agrega tipografías ensayadas por los romanos entre
comienzos de nuestra era y el Bajo Imperio (siglos IV y V): la rústica, la uncial y la cursiva,
desarrolladas para una escritura simplificada, cotidiana, a realizar velozmente a mano. De
allí el trazo redondeado y la finalización de una letra en el punto donde comienza la
siguiente.
De allí que nuestra A mayúscula conserve las huellas de la antigua cabeza de buey
pictográfica (Originada en la letra Aleph, cabeza de buey, adoptada por los griegos como
vocal), y a su vez la minúscula recuerda el trazo simplificado del dibujo del águila utilizada
por los egipcios. En la B, todavía hay reminiscencias del patio (Beth o Beta); en la C, de la
esquina (Gimmel); en la T, de la cruz (Tau), e la D, de puerta (Dialet), de la M, de la
ondulación del agua (Mem), en la N, la de la serpiente (Nun), en la L, la cuerda (lamed)
La inescindibilidad entre el poder económico, militar y político, la capacidad de
reproducción cultural y del propio principio de autoridad, y el control de la escritura fue
plenamente comprendida por los gobernantes de los crecientes reinos e imperios desde
comienzos de la Historia. Son abundantes los casos en que sabemos de la existencia de una
cultura con escritura sólo por las referencias del pueblo conquistador, pues completó su
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labor anulando la escritura y sus posibles resguardadores. En otros casos, ha sucedido que
pueblos conquistadores exitosos hallaron formas escriturarias más avanzadas que las propias
en sus avances, y las adoptaron. Los nuevos imperios, incluso las nuevas dinastías en cada
imperio, buscaron marcar simbólicamente su poder generando escrituras propias,
diferenciables de las de otros Estados, muchas veces segmentadas para comunidades de
receptores distintas. Hasta que el imperio romano en su apogeo impuso su alfabeto latino
como un código escrito de gran alcance, la dispersión y coexistencia de escrituras fue
normal. El hermetismo de la comunidad de iniciados en la lectoescritura utilizando incluso
signos diferenciados respecto de la escritura a cargo de los plebeyos, como sucedía en Egipto
o, en el otro extremo del mundo, con los mayas, no siempre fue positivo para la supervivencia
del propio imperio. En el caso egipcio, la escritura quedó encriptada por casi dos milenios.
En el mundo maya el resultado fue mucho más catastrófico: toda la cultura colapsó cuando,
por causas que se desconocen, esta comunidad de iniciados se extinguió.
La diversidad de escrituras, hacia el siglo V antes de Cristo era notable, incluso en las
regiones donde la escritura había surgido primero, la antigua Sumeria, luego dominada por
los babilonios, asirios y persas. En el libro bíblico de Ester que, aunque escrito
probablemente un siglo más tarde narra eventos ocurridos a principios de ese siglo, se dice:
“Envió el rey cartas a todas las provincias, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su
lengua” (Ester 1: 12, Biblia de Jerusalén).
Los imperios también buscaron controlar los medios y vías de transporte y las
comunicaciones. Construyeron flotas y puertos protegidos, canales, caminos controlables por
medio de puntos críticos bloqueables, elaboraron complejos mecanismos visuales y sonoros
para el envío de señales a distancia con mensajes elementales (aunque el correo continuó
dependiendo de jinetes y corredores). Los sistemas de información se basaron en
corresponsales e informantes. El emperador mexicano Moctezuma poseía un sistema muy
complejo que comunicaba la costa del mar con la capital en pocos días por postas de
corredores.
En los casos de Grecia, Roma y China, esta organización incluyó prácticas y dispositivos
que anticiparon los futuros sistemas orientados a la comunicación pública:
Una, lo fueron las formas premodernas de politicidad desplegadas en la Grecia clásica,
estableciendo en el ágora un espacio arcaico de publicidad, otro, las Actas Diurnas romanas:
actas diarias del Senado (acta diurna, commentaria Senatus) que por orden de Julio César
fueron hechas públicas a partir del año 69 A.C. Tras su muerte este carácter público se
prohibió, aunque se continuó realizando su registro para consulta por la autoridad, con
autorización especial del emperador. También existieron otros registros públicos (acta
diurna urbis) de acontecimientos urbanos: asambleas, tribunales, nacimientos, matrimonios,
defunciones, antecedente lejano de nuestra Estadística, tan asociada en su historia a la
evolución del periodismo. Aun así, las actas diurnas romanas no cuadran en la noción
contemporánea de “periodismo”: Pueden trazarse analogías con él en tanto que una
formación estatal compleja organiza modos estables de circulación de información, pero la
supresión del carácter público y la limitación al registro de datos estadísticos y de actividad
gubernativa, lo mantienen a gran distancia de un ejercicio habitual de búsqueda y difusión de
información. Mucho menos de “libre examen” y crítica
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de las mismas en algún ámbito público o privado. En el Oriente, lo más parecido a un
antecedente antiguo del periodismo moderno, puede rastrearse en la historia de China, hacia
el siglo VII de nuestra era (Cfr. Lin Yu Tang, 1947), cuando se desarrollaron gacetas
estatales manuscritas e impresas en planchas, y a partir de la década de 1040, cuando Bi-
Sheng desarrolla un sistema de tipos móviles de porcelana, seguido un siglo después por otro
de tipos móviles de madera (Cfr. Staubach, 2013; The Editorial Committee of Chinese
Civilization, 2007).
Otras formas de comunicación, como el aviso comercial persuasivo, el panfleto, el cartel
indicador o el anónimo fueron también parte de la cultura romana y, en épocas más
recientes, de China. Los adelantos comunicacionales y de transporte hacia dentro de los
imperios contrastaba, por cierto, con la limitación del contacto hacia afuera por medios que
no fuesen la guerra: escrituras propias diferenciadas de las vecinas, pocas rutas comerciales,
fronteras muy controladas, poca relación cotidiana con otros pueblos.
No es casual, en tal contexto, que hayan sido los pueblos comerciantes por excelencia, los
pueblos semitas de la costa oriental del Mediterráneo, los que se propusieron un sistema de
escritura equivalente para numerosos idiomas. Pocos signos que representen sílabas y
sonidos fonéticos individuales, a fin de registrar con ellos el lenguaje verbal proveniente de
cualquier idioma: lo contrario a las políticas imperiales predominantes. Tomando elementos
de la escritura pre-alfabética egipcia e incluso otras provenientes de la Mesopotamia, entre el
1300 y el 900 antes de Cristo esta nueva escritura, denominada alfabética (Por Aleph y Beth,
las primeras letras casi todos los alfabetos de esta región), quedó constituida, dando origen al
cananeo, al que los romanos denominarían fenicio, al hebreo, al árabe y a otros alfabetos
arameos. Su sistema fue tan exitoso, que comenzó a ser copiado o al menos adaptado por
otros pueblos. Grecia comienza a adoptarlo hacia el siglo VII AC, pero es con la expansión
helenística por todo el Medio Oriente, Asia Central y el Mediterráneo, (en época de
Alejandro de Macedonia) cuando los sistemas alfabéticos se consolidaron y hegemonizaron
la cultura escrita. Roma, al conquistar Grecia, haría lo propio absorbiendo su alfabeto.
El soporte y la función
Las grandes escrituras que anteceden la contemporánea se vieron determinadas por los
soportes físicos elegidos.
Los sumerios y pueblos mesopotámicos sucesores, utilizaron fundamentalmente las arcillas
para la notación económica y las transacciones cotidianas, y el relieve sobre piedra para las
notaciones sagradas y gubernativas, como nos lo recuerda el código de Hamurabi, del siglo
XVIII AC. La escritura mesopotámica se adaptó a la muesca sobre arcilla adoptando la
característica forma cuneiforme de sus trazos y caracteres.
Los egipcios, por su parte, escribieron su notación cotidiana sobre planchas y rollos de
papiro7, en tanto que reservaron la piedra para las escrituras sagradas, pintándolas con
colores y, más aún, grabándolas a cincel. De allí que el jeroglífico tradicional conservase las
formas perfectas de los pictogramas originales, mientras que la escritura cotidiana se
simplificó con trazos redondeados y abstractos para escribir a mano, con tinta, sobre papiro.
La existencia de dos escrituras simplificadas conservó la división entre lo sacro y lo profano,
pero ambas (hierática y demótica) confluían en la simplificación.
La escritura griega priorizó el papiro y la pintura, por lo que su alfabeto tendió a formas
redondeadas, aunque existían tipografías con formas más pronunciadas para cincelar. Los
romanos reservaron el mármol para cincelar sus grandes mensajes sagrados, políticos y
jurídicos, por lo que el alfabeto pronunció las formas rectas y las serifas e los bordes. Los
escritos en soportes portables y de uso cotidiano, sin embargo, se expandieron en la época de
Roma. De allí la necesidad de contar con tipografías que facilitaran la tarea. Lo lograron con
la inclusión de la caligrafía rústica a partir del siglo I de nuestra era, y de la caligrafía uncial,
incorporada a partir del siglo III, ambas especialmente útiles para el trazo a pluma en
pequeños espacios.
Complementariamente, en la última etapa del imperio romano, el pergamino comienza a
desplazar al papiro como principal soporte.
7
El papiro es el precedente más parecido al papel: láminas finas de color blanco, hechas a partir de caña de papiro
(una planta acuática muy abundante en la cuenca del Nilo) cortadas en bandas planas que se entrelazaban, pegaban
y blanqueaban. Solían pegarse las hojas formando rollos. Como las hojas tenían aproximadamente 20 centímetros
de largo, el rollo standard de 20 hojas medía aproximadamente cinco metros, aunque se han encontrado papiros
más largos.
23
El pergamino es un soporte plano y flexible, elaborado con cueros, si bien más caro en su
elaboración, grueso (ocupando más espacio físico en las bibliotecas), y menos blanco, ofrecía
tres ventajas notables: la primera, que tenía una durabilidad, flexibilidad y resistencia muy
superiores al papiro; la segunda, que se adaptaba muy bien a la imitación del formato
rectangular de las tablillas de arcilla y/o de cera utilizadas en Roma para anotaciones. Esta
imitación, mejorada con un práctico cosido de cuadernillos, fue denominada Codex o códice,
y fue además bienvenida por la tradición cristiana; la tercera, que resultaba más fácilmente
portable un codex que un rollo.
Se trataba de una técnica antigua, se desconoce su momento de aparición, pero hay un auge
durante el imperio romano, sobre todo impulsado por la cantidad y calidad de la producción
de la ciudad de Pérgamo, que le da su nombre. La ampliación de variedades de pergaminos
en calidad, tamaño, belleza, etc. permitió ampliar su uso, con sus correspondientes costos (la
vitela, por ejemplo, era el pergamino más caro y bello), y la ampliación de su cantidad
producida, lo tornó mucho más fácil de conseguir que el papiro. Su adopción paulatina se fue
consolidando a medida que el cristianismo avanzó en Roma. Para el siglo II ambos soportes
ocupaban proporciones semejantes de uso, y hacia siglo IV el pergamino predominaba por
completo: excluyente en la copia de libros, se conservaba el papiro para anotaciones
cotidianas, cartas y algunos documentos. La producción de papiro se extendió aún más y
facilitó la labor de conservación que habrían de tener abadías y monasterios a la caída del
imperio romano. Las caligrafías rústica y uncial del alfabeto latino serían excelentes aliadas
de la escritura sobre este nuevo soporte.
A ello se agregaría, con la caída del imperio, en el siglo V, la creciente dificultad para el
intercambio comercial con las regiones productoras de papiro.
La Edad Media
La descomposición del imperio romano provocó también una debacle cultural en Europa,
sobre todo en Europa occidental, durante varios siglos en los que se sucedieron guerras y
saqueos. La cultura, sin embargo, continuó desplegándose en las ciudades, en los feudos (por
medio de la circulación de la cultura popular oral, con cantos y teatros) y también en los
monasterios y abadías que resguardaron saberes y bibliotecas. El centro de la vida cultural
letrada se trasladó, por ello, al cristianismo, pero las divisiones territoriales complicaron el
intercambio cultural, sobre todo entre Oriente y Occidente.
Las ricas historias culturales en otras civilizaciones y culturas, no las estamos considerando
aquí por razones de recorte, y por el hecho de que no tienen una influencia decisiva en la
evolución europea de esa época. Podríamos, sin embargo, estudiar las historias escritas
china, india y de otros pueblos del extremo oriente, por decir sólo un tipo de ejemplo.
Pero los inicios del medioevo son llamados la “edad oscura” no por casualidad, y no sólo el
aislamiento y pérdida de rutas comerciales, sino la constante descomposición producto de las
guerras y saqueos, serán protagonistas. Este doloroso proceso, no exento de mejoras y
progresos pero incapaz de recomponer unidades políticas, comienza a revertirse con la
unificación del reino franco en la segunda mitad del siglo VIII por Carlomagno, sumada a la
intención del monarca de alcanzar la reunificación del imperio romano (incluida Bizancio).
24
Esta unificación fue acompañada por un notable esfuerzo de renacimiento cultural, impulso a
la protección del libro y creación de ámbitos de preservación y enseñanza. Los monasterios y
abadías florecieron, y con ellos los scriptoria. Prácticamente todos los libros clásicos
disponibles en Europa –incluso los de épocas paganas- fueron copiados en una escala tal que
se conservaron hasta la modernidad. En un contexto de bajísimo alfabetismo, Carlomagno
convocó a lo más selecto de los sabios e intelectuales de su tiempo. Formó en su propio
palacio una escuela (la Escuela Palatina), reorganizó las escuelas catedralicias, favoreció la
unificación de pesas y medidas e instó a Alcuino de York, uno de los sabios convocados –
en este caso desde Inglaterra, proveniente de la escuela benedictina de York- para logar una
reforma del alfabeto latino y su generalización en el Imperio.
Entre las reformas de Alcuino, que
habilitaron la definitiva
universalización del alfabeto universal
y potenciaron la extensión de su uso y
enseñanza, se cuenta la inclusión de
mayúsculas y minúsculas (tomando
para las mayúsculas la tipografía
romana clásica y para las minúsculas
una combinación ecléctica de
elementos: rústica, uncial, cursiva y
aplicaciones inglesas y españolas),
universalizando signos y criterios de
puntuación (espacios entre las
palabras, puntos, comas, adecuaciones nacionales, etc.), y universalizando definitivamente la
escritura de izquierda a derecha. Desde entonces, sólo unas pocas letras y signos, se agregan
y/o quitan al alfabeto para completar su uso en los diferentes idiomas, aunque al costo de
diferencias en la pronunciación fonética). Con esta reforma el imperio contaba con un
sistema de escritura único para todos los países cristianos, una lengua erudita común (el latín)
y un sistema de reproducción y preservación de libros y saberes.
Estas reformas convergieron con el impulso a las artes, la arquitectura y la rearticulación
administrativa y diplomática de grades regiones de Europa, especialmente las que habían
logrado máximas cotas culturales para su tiempo, como Inglaterra, Lombardía e incluso
España, entonces en contacto directo con el florecimiento árabe. A ello se agregó un fuerte
impulso a la centralidad de la escritura proveniente de medidas de orden político, al
promulgar en 787 la supremacía de la Ley y documentos escritos sobre las costumbres
orales, retomando la práctica real de recopilar y hacer publicar leyes y otros documentos del
Estado.
De este modo, la Europa feudal post carolingia, dividida, rural, focalizada en la teología
cristiana como eje de la vida, beligerante al extremo de lanzar a las cruzadas una marea de
violencia, conservaba algunos atributos culturales que resultarían decisivos pocos siglos más
tarde: El uso del latín como lengua universal de las elites culturales, la escritura alfabética
occidental consolidada, reproducción y conservación sistemática de libros, escuelas para la
formación de sus elites religiosas y nobiliarias, vida cultural relativamente libre en
monasterios y abadías, e incluso en las ciudades.
Lo que no hubo de resolver Carlomagno fue su propia sucesión e institucionalización de sus
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reformas y principios. A su muerte, su reino unificado de fragmentó y sus sabios se
dispersaron. Alcuino continuó difundiendo sus nuevas minúsculas carolingias desde su
nuevo puesto de Abad en Tours, y otros hicieron lo propio en otros centros, pero el proyecto
unificador quedó pospuesto y el feudalismo se consolidó en plenitud. La coronación de
Carlomagno por el Papa agregó otra fuente de conflicto al pretender nuevos papas digitar
coronaciones en los restos del imperio, involucrándose así el papado en rencillas y guerras de
sucesión. A mediano plazo, estos conflictos llevarían consigo la semilla de su superación. El
impulso dado por Carlomagno a la ley escrita y a sus recopilaciones, así como al estudio de
la ley romana, habilitaría a largo plazo el enorme valor de la biblioteca de Bolonia, centro de
concentración de estudiosos del derecho que recibirían licencia gremial en 1158 de manos de
Federico I emperador del Sacro Imperio, para confirmar la autonomía y derechos de la
primera universidad.
Pero ya desde el siglo XII los problemas del feudalismo hallaban en la propia configuración
de su sistema las semillas de nuevas tendencias:
8
Para ampliar este desarrollo se puede consultar la primera parte de Moyano, Julio (2008) Prensa, modernidad y
transición. Para profundizar, son especialmente atinados el primer capítulo de Habermas (1994) Historia y crítica
de la opinión pública y Anderson (1987) El Estado absolutista.
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la unificación de monedas, pesas y medidas, de reglas aduaneras y de circulación.
Mientras la “crisis larga” se enseñoreaba en Europa, tanto en el campo como en las ciudades
se produjeron respuestas: en el campo, las reiteradas revueltas campesinas aplastadas a
sangre y fuego dieron lugar a la conmutación de cargas. La posibilidad, para el campesino,
de pagar al señor ya no en especie sino en dinero, monetizó la economía europea, favoreció la
búsqueda de metales preciosos y promovió el tráfico de mercancías y noticias a distancia.
Ambos tráficos fueron inherentes uno a otro: los comerciantes y financistas necesitaban la
información sobre precios, garantías, confiabilidades, potencialidades, transportes y peligros
tanto como la mercancía y el dinero mismos. De allí que pronto la información, contratada a
responsables de enviar correspondencia (corresponsales), sería en sí misma una mercancía de
valor. Para mediados del siglo XV, en las ferias semestrales no era rara la venta de
información no a un contratante sino a varios, e incluso la publicación de almanaques
anuales o semestrales. Todavía no existía nada parecido a una “opinión pública”, ni circulaba
una información de consumo “general”, pero la había en escala exponencialmente más alta
que en el siglo XI, y sin control directo del Estado. El capitalismo financiero y comercial
inició con ello su expansión.
En las ciudades, y aldeas, por su parte, en correlación con estos cambios, los gremios
artesanos exploraron sistemáticamente nuevas posibilidades técnicas y productivas,
especialmente tras la importación de adelantos técnicos desde el Oriente: los aparejos de
navegación (sistemas de velas múltiples, sextantes, astrolabios, brújulas), la pólvora, el papel
y las tintas adecuadas al papel, la imprenta, eran todos adelantos conocidos en China,
algunos de ellos desde muchos siglos antes, pero que convocaron el interés europeo en esta
época tan particular. Su apropiación y reconversión llevó esos inventos mucho más allá de lo
esperado, y mucho más allá de lo que los propios chinos habían aplicado: La navegación a
distancia inició una revolución que llevó a los europeos a los confines del mundo en menos
de un siglo; la pólvora transformó definitivamente las reglas de la guerra y tornó obsoletos a
los feudos como unidades militares; el papel y las nuevas tintas potenciaron la expansión del
libro y la escritura, en tanto la imprenta habría de revolucionarlos, sobre todo cuando a
Gutenberg lograse una aleación fuerte y económicamente viable para producir tipos móviles
intercambiables.
9
“Las luchas del Emperador Federico I por defender su autonomía respecto al poder espiritual y temporal de la
27
institución y en el transcurso del medio siglo siguiente creó media docena de universidades:
La Universidad de Paris, que fusionaba la Escuela Palatina de Paris con la Catedralicia de
Notre Dame, recibió su documento de privilegios como Congregación de Maestros del papa
Celestino III en 1174, elaborando en 1215 sus estatutos y recibiendo en 1225 la Bula de
aprobación final; Oxford nacerá en Gran Bretaña en 1214, y poco más tarde Cambridge,
como escisión de la anterior. En 1222 nace Padua, en 1224 Salerno (Hoy Nápoles) por
privilegio concedido por el emperador Federico II, con énfasis en medicina, y en
competencia con la antigua escuela monástica de Montecassino; en 1229 Tolosa, generada
contra la herejía cátara; en 1240 Colonia, por los dominicos; en 1254, Salamanca, en España;
en 1259, Montpellier, también especializada en medicina; en 1288 Coimbra, en Portugal.
En términos de los tiempos medievales, esta proliferación de nuevas instituciones se produce
a una velocidad extraordinaria, transformando las condiciones de producción y preservación
del conocimiento: Todos los temas de interés científico de su tiempo se estudian en la
Universidad: astronomía, ciencias naturales, matemática, lógica, música, gramática, retórica,
dibujo, teología, filosofía, medicina, derecho civil, derecho canónico…
Los libros de gran formato copiados para ser leídos en la lectio y sometidos en presencia de
los scholarium a Quaestio, Disputatio y Determinatio, o para ser enunciados en el púlpito,
son ahora más necesarios que nunca, pero las scriptoria y especialmente el sistema de la
pecia10 se verán impulsados a aumentar su producción: se necesitan muchos más libros, a
pesar de que aún la cultura letrada es ajena a la mayoría de la población. El término
“manual”, libro con lomo para que la transpiración de la mano no dañe el pergamino, y
transportable en una mano, es la nueva herramienta habitual del scholarium. Si bien las
licencias y privilegios utilizan la norma gremial, lo que se enseña, aprende, investiga y
descubre en las universidades se diferencia de los gremios tradicionales: no se ocupa un
oficio artesano, sino que se espera desarrollar saberes con carácter “universal”.
Iglesia le habían llevado a enfrentarse, incluso por las armas, al papado. No es pues extraño que el Emperador
aliente a los estudiosos de Bolonia a que continúen sus esfuerzos, pues de ello dependía la posible dilucidación
entre lo canónico y lo civil. Por tal motivo les dirige una carta fechada 1154 en la que, además de exhortarlos a
continuar sus estudios del Derecho Civil, los reconoce como gremio, con las características y privilegios que ello
implicaba, y eleva los privilegios gremiales, que él mismo enuncia, al nivel de Derecho Imperial. Con la carta
Authentica Habita, dirigida a esa Congregación de Estudiantes, nace la primera universidad en el mundo
occidental, conocida como Universitas Scholarium Bononiensis” (Mureddu, César, 1994).
10
La pecia es un sistema de organización de los copistas medievales. Se trata de que cada copista se ocupe de
un fragmento del libro, colocado en un pequeño cuadernillo. Los fragmentos consecutivos terminados se ponen
uno junto al otro y se cosen, formando una unidad terminada así más velozmente. Con el aumento de demanda
de libros, los copistas podían ser varios, mientras uno de ellos dictaba a los demás los contenidos.
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Grosseteste, figura decisiva en los prolegómenos del pensamiento moderno. Ya en la época
del humanismo veremos a Fracois Villon o a Erasmo en París, Rabelais en Montpellier,
Copérnico en Padua, etc.
Los mexicas también han sufrido la destrucción de gran parte de las huellas de su escritura,
pero se han conservado en mayor proporción que en el caso maya. No sólo se han
conservado materiales propiamente aztecas, sino también de varios de sus pueblos vasallos
como los tlaxcaltecas y los purépechas. La ornamentación, la escultura y las pinturas aztecas
alcanzaron un desarrollo equivalente a las primeras civilizaciones antiguas de la medialuna
fértil del Medio Oriente. Su literatura alcanzó también altos niveles, tanto en poesía como en
prosas. Parte de ella ha sido preservada por medio de su escritura en castellano y en náhualt
durante el período colonial.
La escritura mexica fue pictográfica, con importantes avances ideogramáticos, y un uso
sistemático de los fonogramas. Su uso fue tanto científico –destaca en su astronomía el
impactante calendario solar- como religioso, funcional (para señalética y registro contable,
por ejemplo) y lúdico.
Los incas, por su parte, poseían sistemas nemotécnicos muy desarrollados (ya hemos
mencionado el quipo), y sistemas muy elementales de pictogramas, aunque no desarrollados
como en los sistemas mesoamericanos. Sí muestran una riquísima arquitectura y
ornamentación de uso tanto religioso como cotidiano.
Los chibchas, finalmente no alcanzaron la escritura, aunque sí niveles de complejidad en su
arte y en sus técnicas de navegación por encima de otros pueblos americanos, con excepción
de las grandes civilizaciones mencionadas.
Estos grandes procesos civilizatorios tuvieron baja conexión entre sí, aunque hay evidencias
de navegación costera entre México y América Central. Sus transportes se basaron en el
despliegue de caminos de grandes distancias y sistemas de protección y vigilancia, pero
exclusivamente basados en postas de caminantes, y en barcas a remo. No se ha documentado
fehacientemente el uso de la vela, ni de la rueda como base del transporte, ni del uso de
animales excepto para carga en los caminos incaicos.
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