Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
de Odifreddi
PaginasDigital.es
Costantino Esposito
Desde este punto de vista, ante la reivindicación de un “credo laico” (que Odifreddi
había reivindicado, como una especie de nueva liturgia “positivista” en su libro de 2011
titulado Querido Papa te escribo…) y después de una “profesión de fe” atea en un Dios
reducido a Naturaleza uniforme y Espíritu o Inteligencia universal e impersonal
difundida en todos los niveles de la naturaleza hasta el Hombre y las Máquinas, por
parte de Odifreddi, Benedicto vuelve a lanzar el gran desafío racional del cristianismo.
El tono es franco y rudo normalmente; y considerando la gentileza y delicadeza que lo
distingue, se entiende que el punto es crucial y requiere exponerse en primera
persona. Con ese franco testimonio de verdad, que una vez Michel Foucault (hablando
de Sócrates) había identificado como el “valor de la verdad”, hace que la vida sea
realmente digna, es decir, libre.
Dos observaciones llaman la atención en esto. La primera es que Benedicto no puede
aceptar que el “objeto” propio del cristianismo se reduzca a un mito fantasioso o un
sentimiento colectivo. La teología (y él como “teólogo” ha sido interpelado y
provocado) es útil porque ayuda a decir las cosas tal cuál son, no sirve para cultivar
sugestiones emotivas. Por ello, la teología, siguiendo las tradiciones de investigación
rigurosa y llena de razones, ha sido considerada muchas veces una “ciencia” como
todas las demás, no porque tuviera la posibilidad de “demostrar” analíticamente o de
resolver dialécticamente su objeto (¿y cómo lo podría hacer, si no se deriva de una
acción del hombre sino de la iniciativa trascendente de Dios?) sino porque es
pertinente, adecuada y comprensible para la razón humana.
Pero la cuestión esencial del estatuto racional (y, según su modalidad específica,
“científico”) de la teología se basa en una instancia más radical, y es la segunda
observación que se impone leyendo esta carta. La religión atea del naturalismo
materialista, el reino de la inmanencia absoluta del hombre como medida de sí mismo,
es también una fe, solo que con el riesgo evidente de ser una fe sin razones, y, por lo
tanto, un fideísmo con apariencia científica. Y esto, hace que quede igualmente sin
resolver el problema; es más, queda definitivamente censurado. El problema con
respecto a nuestra libertad y a la posibilidad misma del mal. Una Naturaleza entendida
como el único Dios, corre el riesgo de ser, a fin de cuentas, “vacía” e “irracional”, si no
ayuda a entender y sobretodo a afrontar “el drama real de nuestra historia”. Y,
sobretodo, una divinidad naturalista que se expande de forma matemática (como
Odifreddi vuelve a proponer cuando retoma frágilmente la posición de Spinoza),
¿cómo puede iluminar la realidad más misteriosa y al mismo tiempo más concreta de
nuestra experiencia de hombres, es decir, la posibilidad del amor, y sobre todo nuestra
necesidad de ser amados para poder ser nosotros mismos?