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Universidad autónoma de Colombia

María stephany Maldonado Pérez

Del supremo bien y del supremo mal, libro II

Marco Tulio Cicerón (Italia, -0106 a.c-0043 a. c) Fue jurista, militar, político y filosofo romano,
es considerado como uno de los grandes retóricos de la república romana. De las múltiples
actividades para las que cicerón era hábil y destacado, tal vez la filosofía es la que menos se le
reconoce; en esta ponencia procurare erigir, de la mejor manera posible, los valores o postulados
de la filosofía de cicerón con respecto a la felicidad del hombre como fin supremo, basándome
en el libro II de Finibus.

Cicerón y su objetivo central

En el libro II del supremo bien y el supremo mal. Gredos (1987) cicerón afirma que “el fin
principal de toda filosofía es la felicidad, y sólo para buscar ésta se entregaron los hombres a su
estudio” (P.152). No obstante, es preciso hacer una revisión del objetivo central que propone
cicerón en el tratado, en cuyo tema predominante se aborda el problema de la moral sujeta a una
delimitación entre el bien y el mal (apdo. 4) lo que quiere decir, el objetivo final y decisivo,
sobre el que vivir y actuar bien deben encauzarse conforme a nuestras resoluciones. Para ello, en
el libro II se rescatan discusiones significativas de escuelas filosóficas antiguas (epicureísmo,
estoicismo, academia peripatética) que permiten, tomar posición acerca de cuál es el bien idóneo
que conduce a la felicidad del hombre según su naturaleza.

La idea de un bien supremo como principio para acceder a la felicidad, ha sido abordada por
cicerón con una mirada reflexiva y crítica sobre las perspectivas filosóficas de su época, en la
cual esta circundado por tres escuelas de pensamiento filosófico: epicúreos, académicos-
peripatéticos y estoicos. En primer lugar, emplea en su conversación con L. Malio Torcuato y G.
Valerio Triario, el método dialectico, con el cual se pretende dar claridad a los argumentos por
medio de preguntas y respuestas que permitan la fluidez del tema a desarrollar; no obstante, por
el inconformismo de Torcuato en la conversación hacia el método dialectico, cicerón opta por
continuar su discurso empleando la estructura de la oratoria.
1
En su tratado, cicerón expone la fragilidad del hedonismo y el materialismo al momento de
precisar los cimientos de la felicidad; el problema más importante para el autor, reside, en el
entendimiento del bien supremo. Para él, Epicuro no es preciso con el placer puesto que acepta
las dos explicaciones generando contradicción: por un lado lo entiende, como Aristipo, el dulce y
agradable movimiento de los sentidos, incluso propios de los animales (apdo.18) y por el otro, de
acuerdo con Jerónimo, como la ausencia de dolor; sin embargo, una cosa es no tener dolor y otra
sentir placer (apdo.20) puesto que no comparten la misma definición, pues no son la misma cosa,
Epicuro, entraría en contradicción, ya que, no tendría un bien supremo o predominante, sino dos.

En su libro II, cicerón recalca, que Epicuro en las kyriai doxai, expone un grado de
permisibilidad e irreprochabilidad con el placer de los voluptuosos o disolutos si ello les librase
del temor a los dioses, a la muerte o al dolor, y si conjuntamente les enseñase cuáles son los
límites de la naturaleza (apdo.21) ahora bien, lo que caracteriza al disoluto es no tener limite a
sus pasiones; por lo tanto, si Epicuro manifiesta estar de acuerdo bajo la condición de que los
disolutos adquieran limites ( es decir dejen de ser disolutos) entonces, nuevamente se contradice
pues no estaría de acuerdo con ellos.

Asimismo, en el Finibus II se habla de la concepción que tenían los estoicos del bien supremo,
representados en el texto por Carnéales, que sugería estar de acuerdo con la naturaleza, es decir,
gozar de los primeros dones concedidos por la naturaleza, añadiéndoles virtud (apdo.34)
recapitulando, las tres concepciones que se tienen del bien supremo son: para Aristipo, el placer;
para Jerónimo, la ausencia de dolor; para Carnéades, el deleite de las inclinaciones primarias o
naturales.

Por otra parte para cicerón es inadmisible decir que son los sentidos mismos los que juzgan que
el placer es un bien y el dolor un mal (apdo.36). Según él, la razón es la única potencia capaz de
emitir un juicio acerca la bondad o la maldad conforme le corresponda, y no está sublevada al
placer como Epicuro pretende establecer.

2
Sin embargo, para entender las apreciaciones ciceronianas sobre Epicuro, y las críticas que a
partir de él se desarrollan, debemos estar persuadidos de la mejor manera posible de su doctrina,
cuando afirmamos según el epicureísmo que el placer es el bien supremo y perfecto, no solo nos
remontamos a los placeres corpóreos, sino evitar toda perturbación del cuerpo (placeres móviles)
y del alma (placer estable). Para cicerón, la disputa que prevalece es entre la virtud y el placer,
en la cual la postura que entrara a defender sobre el supremo bien esta inclinada hacia la virtud;
no obstante, esta virtud no pude estar desprovista de moralidad 1; a saber, los mejores hombres
(los que buscan la felicidad como bien supremo amparado en la virtud) son decorosos, morales y
rectos sin estar sometidos a ninguna utilidad, impulsados por las inclinaciones naturales de lo
verdadero o benéfico ( prudencia, justicia, fortaleza y templanza o moderación), recuerdan que
no han nacido solo para procurarse bienestar a sí mismos, sino a su prójimo y su patria. De esta
manera dan poca importancia a las adulaciones de los necios, reconociendo el deber como algo
gratificante (debe moverse por la cosa en sí y no por su utilidad) que no necesita
reconocimiento, puesto que es digna de alabanza por sí misma, aunque para acceder a ella se
deban experimentar afecciones negativas.

Cicerón, en este tratado no intenta resolver, como sugiere en el principio de su texto, el problema
del bien supremo, en este orden de ideas, el autor manifiesta cierto tipo de eclecticismo, pues
aunque se inclina de manera sutil a la virtud como principio para alcanzar la felicidad, no se
compromete del todo con esta idea, ni ninguna de las corrientes filosóficas manifiestas en su
texto. Sin embargo, el hecho de no comprometerse con alguna escuela por completo, no le
impide tomar una postura crítica frente a ellas, que pone de manifiesto la importancia de cicerón
como erudito clásico.

Bibliográfica

Del supremo bien y del supremo mal: M. Tulio Cicerón (editorial Gredos- 1987)

1
Entendemos que para cicerón, es moral aquello que, prescindiendo de toda utilidad, independientemente de
premios o ventajas, puede ser justamente alabado por sí mismo (de Finibus II- apdo. 45)

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