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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

Facultad de Filología
Grado en Literatura General y Comparada

LA MUERTE DE DIOS Y LA MUERTE DEL AUTOR


UNA RELACIÓN ENTRE NIETZSCHE Y LOS AUTORES DE LA NUEVA CRÍTICA

Por
Ana Álvarez Fulconis

Madrid, 2019
Fundamentos Filosóficos para el Estudio de la Literatura
Profesor Luis Alegre Zahonero
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................... 3
EL CONCEPTO DE AUTOR COMO CREADOR DE UN CÓDIGO NARRATIVO DESDE LOS
PRESOCRÁTICOS HASTA EL SIGLO XX .............................................................................. 3
LA MUERTE DE DIOS: EL PROYECTO FILOSÓFICO DE NIETZSCHE .................................. 5
LA PRIMACÍA DE LA METÁFORA SOBRE EL CONCEPTO ............................................... 6
CONCEPTO DE DIOS EN LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE ................................................. 7
QUÉ ES Y PORQUÉ MUERTE DEL AUTOR: LA NUEVA CRÍTICA ........................................ 8
ANTECEDENTES DE LA CRISIS DE LA AUTORÍA............................................................ 8
EL IMPERIO DEL AUTOR: LA NUEVA CRÍTICA Y LA DECONSTRUCCIÓN ..................... 9
CONCLUSIÓN ..................................................................................................................... 11
BIBLIOGRAFÍA................................................................................................................... 13
INTRODUCCIÓN
En esta era tan vertiginosa nada parece tener una cierta estabilidad. La
pluralidad y los movimientos efímeros y heterogéneos, escritos en primera persona
son característicos de la nueva época. Pertenecer a un grupo, etiquetado y envasado al
vacío. Nada parece ocupar un lugar definido durante un periodo de tiempo
determinado. Una verdad tan inquebrantable como es esta, donde se nace, crece y
muere en una sociedad con una atmósfera idónea para el cultivo de mentes brillantes.
Un mundo con copyright y derechos de autor, donde se busca hasta el más mínimo
resquicio de propiedad intelectual, se habla de la obra de un autor, de creador, de la
idea original, del origen, del genio.
En este trabajo he buscado hacer una comparación entre los conceptos que Nietzsche
devalúa de su valor y que llama metáforas o enlaces heredados e incuestionados, y la
frágil figura del autor que es cuestionada por los teóricos de la Nueva Crítica, de la
desconstrucción y del posestructuralismo. He escogido, principalmente, a Barthes y a
Foucault, inspirándome en sus artículos: La muerte del autor y ¿Qué es el autor?
El paradigma que nace de la afirmación “Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado”
que realiza Nietzsche culpando al ser humano de haber matado a Dios, habiendo este
intentando alcanzar un mayor entendimiento del mundo respecto al factor que
desencadenó en la literatura hablar de la muerte del autor, que desarrollaré
posteriormente, haciendo ver el acto performativo del propio texto y “quitándole” la
voz al propio autor. Planteando la muerte del concepto sumergido en metáforas con la
muerte del autor, descompuesto por su obra.

EL CONCEPTO DE AUTOR COMO CREADOR DE UN CÓDIGO NARRATIVO


DESDE LOS PRESOCRÁTICOS HASTA EL SIGLO XX
Desde los tiempos de la antigua Grecia, se ha hablado del arte, viéndolo,
“gracias” a Platón, como la copia de una copia de una copia, una devaluación en sí
mismo, un engaño camuflado de contemplación para las masas, luego Aristóteles con
esa metodología empírica, demostrando la relación existente entre el impacto del arte
en las sociedades estéticamente conformadas y la función moral y lúdica que el arte
realiza en ellas. En esta, el mero relato que narraba el rapsoda carecía de una figura de
autoría, Homero era sinónimo de poeta. Los ciudadanos prestaban atención al acto sin
centrar su atención en la autoría del contenido que el rapsoda recitaba. Este hecho que
desarrollaré más adelante es analizado en los años setenta, hablando de
Falogocentrismo o Metafísica de la presencia, termino asociado al autor de la
deconstrucción Jacques Derrida.

Se plantea la llamada Cuestión Homérica que pone en duda la existencia de Homero


como un autor único, se habla de una pluralidad de autores y no de un único aedo.
Con la llegada del siglo XVIII, la Ilustración y la Revolución francesa traen consigo
un periodo de cambios. Surge por primera vez el término denominado “bellas artes”,
la concepción del arte cambia, se escribe de política y de causas sociales, se piensa por
primera vez en primera persona y esto implica una nueva concepción del individuo
capaz de dominar y explicar el mundo con la ciencia, tras la revolución galileana llega
la newtoniana. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano o La
Enciclopedia arrastran al ser humano directo al siglo de las luces.
Schiller se arriesgará, dentro de este nuevo paradigma, inspirado por el legado de
Kant, escribirá sobre la importancia de una sociedad educada en la sensibilidad y en la
estética, relacionando una vez más la moral y el arte.
En el siglo XX irrumpimos de lleno en la prehistoria de la Modernidad, nos
encontramos una Europa desolada, rota, incomunicada e inmunizada, que no sufre una
sino dos guerras mundiales, el concepto del arte y del individuo vuelve a cambiar,
contemplamos en el arte ahora movimientos absolutamente heterogéneos donde no
podemos diferenciar al artista por su obra, calados en el fondo y no en la forma.

El eje compuesto por el simbolismo, las vanguardias y el modernismo nos


representará de la mano de nuevas técnicas tanto pictóricas como “narrativas” la crisis
de principio de siglo. La escritura automática será un claro ejemplo de la
“importancia” del autor en esta época. La concepción que se había tenido hasta ahora
de la pintura donde lo que realmente importaba era que, en esta, se contemplase
inmediatamente el sello inconfundible de su autor. Afirman: una obra se “crea”
únicamente por el mero hecho de poder ser firmada. Articulamos interpretaciones
basándonos en la vida y experiencias del autor, así es como habremos oído que la obra
de Van Gogh es su locura o la de Tchaikovski su vicio.
LA MUERTE DE DIOS: EL PROYECTO FILOSÓFICO DE NIETZSCHE
Ningún filósofo ha hablado tanto en primera persona como Nietzsche, esto es por lo
que su vida y su filosofía parecen confundirse. Vive su filosofía como una tarea y
como un “mensaje” personal. Es por esto que, dentro de su obra encontramos su
autobiografía filosófica, una presentación de sí mismo al mundo, el Ecce Homo. Una
“cruzada” contra los ideales (en su obra él los llama ídolos).

Observamos a un hombre enfermo que ve a la sociedad como un reflejo de su


enfermedad, durante toda su obra veremos un afán por sanar a una sociedad enferma y
decadente. La filosofía de Nietzsche es la más terrible y apasionada crítica a la
civilización occidental junto con el mensaje más optimista para el devenir. Una
filosofía que dice “no” y “sí” al mismo tiempo, podemos observar un no crítico y un sí
casi profético.
No es un autor sistemático como lo era Kant, emplea habitualmente el aforismo, lo
cual en sí, contradice una de sus premisas, la idea devaluar los conceptos y
desautorizarlos del valor que históricamente, y por tradición se les ha inculcado, su
muerte, que desarrollaré más adelante relacionada con la fragilidad del concepto de
autor y obra.

Sus obras parecen estar escritas, pues, “para todos”, pero la ausencia de un
vocabulario técnico y bien definido crea graves dificultades de interpretación. Los
términos fundamentales escapan a toda definición, parecen admitir significados
contrapuestos. No hay razonamientos o deducciones, sino intuiciones y afirmaciones
sorprendentes. No evita el contradecirse y el uso de símbolos impide una
interpretación unívoca, es violento y agresivo, por lo tanto, lo más fácil es hacer una
interpretación errónea. Sus escritos parecen, por tanto, ser también «para nadie».

Después de El Nacimiento de la tragedia, podemos nombrar a Nietzsche como un


pensador en pos del individuo y la libertad, en su texto Sobre la verdad y la mentira
en el sentido extramoral encontramos casi todos los temas centrales en los que va a
ahondar en su filosofía y sus escritos posteriores, con esto se cierra un círculo y
comienza una era.
En su libro Así habló Zaratustra: un libro para todos y para nadie podemos observar
la contradicción. Es cierto, como venimos observando en la trayectoria del
pensamiento filosófico, que este se mueve por ideas contrarias, podríamos así
remontarnos, a una idea tan antigua como la de Heráclito, que afirma que el universo
está en un continuo devenir, en incesante transformación, en contínuo movimiento.
Nietzsche se servirá de una cita de Heráclito cuando desarrolle el concepto de
Superhombre y del Eterno Retorno.

El tiempo es un niño que juega con los dados;


el reino es de un niño
Heráclito

LA PRIMACÍA DE LA METÁFORA SOBRE EL CONCEPTO


Si existiera un modelo del orden real, la pretensión del concepto, tendría
sentido porque podríamos darle validez comparando los términos con el modelo, pero
no existe puesto que vivimos en una arquitectura que no se rige por ningún concepto.
Para comprender una metáfora o una analogía basta con que haya alguna semejanza
entre las dos cosas que nos haga capaces de enlazaras poéticamente y crear una unidad
de sentido. Solo es necesario captar cual es la semejanza que estamos enlazando entre
esos dos abismos no semejantes.

Existen entre todos los conceptos semejanza, como la semejanza básica puesto que el
acto de existir y de ser o no ser, ya los enlaza. Por tanto, hay siempre un enlace, que
no sean la misma cosa ya crea un enlace de semejanza.

Nos hemos centrado en la búsqueda del lenguaje perfecto, de un “algo” que coincida
con la construcción del mundo, pero es inalcanzable, ya que no existe, solo son
metáforas que no vienen dadas por la racionalidad del mundo.

Un concepto es una unidad lógica que reúne algunos aspectos y diferentes en otros,
mientras que la metáfora es solo un capricho del creador, lo único que el ser humano
tiene cuando termina de cuestionarlo todo son metáforas de las cosas que no se
corresponden con las esencias primitivas. No hay esencias primitivas: Dios ha muerto.
Los conceptos son enlaces que han sido extrapolados poética y retóricamente después
de un prolongado uso por parte de la masa.

CONCEPTO DE DIOS EN LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE


En la filosofía de Nietzsche se denomina Dios a está determinada creencia de
que el mundo presenta una determinada arquitectura lógica. Si no hay una
arquitectura lógica, ¿cómo podemos estar seguros de que el mundo se corresponde
con una determinada construcción lógica por referencia a la cual tenga sentido
distinguir entre diferencias esenciales Y no esenciales? Decidiésemos la clasificación
que decidiésemos siempre habría conceptos que escapasen de esa clasificación.

Atendiendo a la naturaleza es imposible suponer que las cosas mismas han sido
diseñadas atendiendo a una determinada estructura del logos, y por tanto, no podemos
asegurar que haya una estructura del logos que sea la clasificación verdadera. La
pérdida de esta confianza es lo que se conoce como la muerte de Dios.

Contradice entonces a todo el paradigma clásico que conforman Platón y Aristóteles


sobre la existencia de un modelo y la necesidad mimética de este, condiciona una
realidad, la creencia de que exista un modelo, para Nietzsche es un pensamiento falso
y vacío.

Se enfrenta a la idea de mathesis (conocimiento a priori) y afirma que todo depende


de las decisiones que tomó el creador del lenguaje, las semejanzas que este consideró
importantes y las diferencias que se excluyeron. Si solo tenemos acceso a las cosas
por medio de conceptos, ¿hay entonces un concepto de perfección como el que
defendía Kant? Para Kant las cosas son fenómenos, son independientes del concepto,
no somos capaces de acceder a ellas, pues habitan dentro del mundo noúmeno (donde
habitan los entes inteligibles). Con la muerte de Dios muere la pretensión de llamar a
las cosas por su verdadero nombre. Nuestros ancestros crearon metáforas que han
quedado petrificadas
La misma idea de verdad carece de sentido porque se sostiene en construcciones
poéticas, las cuales son fruto de enlaces y metáforas que el ser humano ha
aprehendido, sin cuestionar nunca su veracidad ni su origen.

Dicho hombre, frenético o loco, cierta mañana se deja conducir al mercado.


Provisto con una linterna en sus manos no dejaba de gritar: « ¡Busco a Dios!»
Allí había muchos ateos y no dejaron de reírse. La realidad inreable,
mirándose con sorna entre sí, se decían: « ¿Se ha perdido?» « ¿Se ha
extraviado?». Y agregaban: «Se habrá ocultado». «O tendrá miedo». «Acaso
se habrá embarcado o emigrado». Y las carcajadas seguían. Al loco no le gustó
esas burlas y, precipitándose entre ellos, les espetó: « ¿Qué ha sido de Dios?».
Fulminándolos con la mirada agregó: «Os lo voy a decir. Lo hemos matado.
Vosotros y yo lo hemos matado. Hemos dejado esta tierra sin su sol, sin su
orden, sin quién pueda conducirla... ¿Hemos vaciado el mar? Vagamos como a
través de una nada infinita». 1

Solo mediante el olvido de este mundo primitivo de metáforas, se enlazará


poéticamente y así olvidarás que eran metáforas. Cualquier orden de conceptos y, por
tanto, cualquier verdad, reposa en última instancia sobre alguna decisión, ergo un acto
de voluntad. Debes borrar esa imagen de ti mismo como autor y sujeto artísticamente
creador.

QUÉ ES Y PORQUÉ MUERTE DEL AUTOR: LA NUEVA CRÍTICA

ANTECEDENTES DE LA CRISIS DE LA AUTORÍA


La crítica de la autoría se remonta a la crisis de fin de siglo y con la filosofía
del lenguaje introducida por Wittgenstein en los años veinte. Podemos vincular el
origen de esta crisis de la autoría tanto a la crisis de fin de siglo, como a la
controversia generada por las afirmaciones de Nietzsche y de Hegel. Nace y muere
una era.

1
Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125
En las Lecciones sobre la estética, Hegel anuncia la muerte del arte, afirma que
considerando la determinación suprema, el arte es y sigue siendo para nosotros (...)
algo del pasado2 , abierta ya esta nueva brecha, se fractura por completo con la
siguiente afirmación característica de Nietzsche: “muerte de Dios”.

Si nos remontamos a antes de la Modernidad, encontramos un rastro escrito por


románticos como Poe, aunque sin duda, los grandes antecedentes de Barthes o
Foucault en el terreno de la cuestión de la crisis de la autoría son el eje que conforman
Simbolismo, Modernismo y Vanguardias, coincidiendo con un periodo de crisis del
lenguaje poético de Baudelaire, Rimbaud y sobretodo Mallarmé, del que Barthes
hablará en su ensayo La muerte del autor.

No obstante, tras estos indicios y preámbulos, la crisis de la autoría se produce a


finales de los años setenta, chocando “de bruces” con las puertas de la, tan aclamada,
Posmodernidad.

Hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira, y centrarlos en la intencionalidad de


quienes mienten.

Roland Barthes

EL IMPERIO DEL AUTOR: LA NUEVA CRÍTICA Y LA DECONSTRUCCIÓN


Si nos remontásemos al “antepasado” de la crítica, podríamos acusar a Platón,
al igual que lo hace Nietzsche, de incurrir en lo que se ha denominado de la mano de
Jacques Derrida, Falogocentrismo o Metafísica de la Presencia. Con esta metafísica se
crean una serie de oposiciones duales que nos recuerdan a las mencionadas por
Heráclito, sobre los pilares de estas oposiciones o contrarios la cultura occidental ha
construido su propia historia, y como toda historia, está probablemente contaminada
por ideología blanca. El término falogocentrismo se dice de la necesidad de fijar el
origen para todo, el creador, un principio unificado que suele asociarse incluso con
una figura paterna.

2
Hegel, Lecciones sobre estética (1905)
LA MUERTE DEL AUTOR, ROLAND BARTHES
Roland Barthes, en su obra La muerte del autor afirma que la crítica ha
ayudado a potenciar la figura del autor en los puntos de vista, a “enfocar”
examinando, juzgando, validando la obra. La mayoría de las veces la crítica consiste
en achacar la “emotividad” o la “desesperación” que la obra incita en el receptor
relacionándolo con la vida de su autor. Lo único que conseguimos planteando esta
interpretación es limitarla.

La explicación de la obra se busca siempre en el que la ha producido, como sí,


a través de la alegoría, más o menos transparente de la ficción, fuera, en
definitiva, siempre, la voz de una sola y misma persona, el autor, la que
estaría entregando sus “confidencias” .3

Siguiendo la “norma” heredada del Romanticismo, el autor es quien da forma a su


inspiración dando paso así a la obra, esto condiciona el texto y pone en el epicentro de
este al autor, negando cualquier interpretación que no esté relacionado con la vida o
experiencias de este. Buscamos la interpretación de la obra en lo que la ha producido,
no en el poder del propio texto. Barthes se plantea finalmente si escribir es o no un
verbo transitivo, ya que afirma, nunca se puede saber quién escribe. Es el lector donde
la obra se cumple y culmina su cometido4.

¿QUÉ ES UN AUTOR?

Ensayo publicado por Foucault un año después que el de Barthes, asistimos en este a
una desautorización del autor como dueño de su texto, como venía anunciando
Barthes. Sostiene que al autor hay que arrebatarle su antifaz, su papel, para poder ser
analizado como un elemento más. No se sitúa ni en la realidad ni en la ficción, se
encuentra en el abismo de su mismo texto.

Foucault enuncia dos argumentos, primero: explica que no todos los textos están
provistos de autor (hay obras que aún firmadas somos incapaces de encontrar la figura
de autor) y segundo: los textos que sí podemos considerar con función de autor están
atados por la noción de tiempo, es decir, solo podemos hablar de “intención del autor”
3
Barthes, Roland, La muerte del autor, 1967
4
Barthes, Roland, La muerte del autor, 1967
al salir del anonimato de la Edad Media, entre el siglo XVIII y el XIX se produce el
gran cambio donde sí podemos hablar del autor como poder dentro de su obra.
Foucault achaca esto al problema judicial, es decir, la responsabilidad del texto iba a
parar al autor ya que era este el que debía defenderlo ante la ley. Es en esta época
donde nace el concepto de obra como bien material, a partir del valor añadido que le
otorgaba la firma a una obra de arte, como he mencionado anteriormente, esto
comienza a ocurrir con los textos científicos.

CONCLUSIÓN

El nacimiento del lector se paga con la muerte del autor.


Barthes

La noción de texto entra en confrontación directa con la de libro, esto nos trae de
vuelta a lo que veníamos planteando al principio, la oralidad frente a la escritura, la
individualidad frente a la libre interpretación del texto (que no obra). Hoy en día
habría que dejar de considerar la interpretación única, el mundo ha avanzado tanto
que la pluralidad se le queda pequeña y se le escapa entre los dedos, las opciones no
son limitadas, el expulsar a los poetas de la polis tiene más importancia ahora que
nunca, después de tantas épocas aún se sigue minusvalorando el texto o el poema.

El escritor moderno ahora nace a la vez que su texto, todo el “poder” que gana el texto
lo pierde el autor. Relacionando esta fuerza con las teorías lingüísticas (Austin, Los
actos del habla) podemos hablar del texto como acto performativo, capaz de crear
realidad, una forma verbal que únicamente se da en la primera persona del singular.
Donde la enunciación no tiene más contenido que el mero acto que realiza al existir
gracias al autor. Esta relación autor-texto se retroalimenta, son dos figuras
contingentes, pero una vez que el texto existe el autor debe desaparecer de la mente
del lector. Podríamos hablar de un triángulo de amor bizarro autor-texto-lector,
comparando al Autor con un Dios que se difumina constantemente.
El texto no es un mantra que el lector deba repetir eternamente, una doctrina libre que
ha estado años condicionada por la presión de una interpretación forzada, nos
equivocamos al hablar de una interpretación y al no introducir el término “múltiples”.
El único poder que ahora “le queda” al escritor es el de mezclar y contradecir textos
que han sido escritos a lo largo de la historia, como afirma Barthes son los eternos
copistas, sublimes y cómicos a la vez.

Suprimir al autor en beneficio de la escritura y suprimir los conceptos en pos de la


verdad, despojado de su poder, al Autor o a Dios, ¿qué le queda?
Bibliografía
Joan Aleza. (2010). De la muerte del autor al retorno del demiurgo y otras perplejidades
posiciones de autor en la sociedad globalizada [Ebook] (1st ed.).

Nietzsche, F. (1949). El origen de la tragedia. Buenos Aires: Editorial Poseidon.

Foulcaut, M., D'Ormesson, J., Goldman, L., De Gandillan, M., Lacan, J., Ullmo (Eds.).
(1969). ¿Qué es un autor?

Nietzsche, F., aldés, L., rduña, T., & Vaihinger, H. (2006). Sobre verdad y mentira en
sentido extramoral. Madrid: Tecnos.

Foucault, M., & Frost, E. (2012). Las palabras y las cosas nd ed. . éxico: Siglo XXI
Editores.

Alegre Zahonero, L. (2017). El lugar de los poetas. Madrid: Ediciones Akal.

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