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EL PRÓ JIMO Y LO ABYECTO

Carlos Quiroga

Como dice Luciano Lutereau en su texto que hace de prólogo a nuestro libro. El
prójimo y lo abyecto son los dos términos que abren la vía para una exploración
sistemática de lo extraño en psicoanálisis. También y por la misma extrañeza, sean
quizás también los dos términos que abran la vía para una exploración sistemática
del cuerpo en Psicoanálisis.
En la carta 56 de su correspondencia con W.Fliess S. Freud dice: “¿Qué dirías, por
otra parte, si te señalara que toda mi nueva historia primordial de la histeria era cosa
ya consabida y publicada cientos de veces, y aun varios siglos atrás? ¿Te acuerdas
que siempre dije que la teoría de la. Edad Media y de los tribunales eclesiásticos
sobre la posesión era idéntica a nuestra teoría del cuerpo extraño y la escisión de la
conciencia? Pero, ¿por qué el diablo, tras posesionarse de esas pobres, comete con
ellas unas lascivias de las más asquerosas? ¿Por qué las confesiones en el potro
son tan semejantes a las comunicaciones de mis pacientes en el tratamiento
psíquico? Pronto me sumergiré en la bibliografía sobre este tema. Las crueldades
permiten además comprender algunos síntomas de la histeria, hasta ahora oscuros”
¿En qué bibliografía se habrá sumergido S. Freud para encontrar una historia que le
haga lugar al cuerpo extraño, “el núcleo del síntoma psiconeurótico el grano de
arena en el centro de la perla”. Una historia que no se reduzca a fechas, batallas,
héroes etc.?
Existe una forma de hacer historia que originada en los textos de Norbert Elìas y
continuada por Marc Bloch y Lucien Febre se conoce como la escuela de los
Annales por aquella mítica revista fundada en 1929
Cada uno de ellos, a los que podemos sumar una larga lista, ha intentado
investigar, siguiendo a Marcel Mauss, las distintas relaciones de los sujetos con los
usos del cuerpo. Investigar entonces, el porqué de las formas de dormir, orinar,
defecar, coger. De las relaciones con la femineidad, en tanto que esta excede al par
hombre/mujer. De la actitud del vivo ante los muertos y de las tensiones propias del
par amigo/enemigo.
¿En qué estas lecturas pueden ser de interés para el psicoanálisis? En principio,
porque el cuerpo extraño, el goce de las mujeres, los muertos y los enemigos, son
figuras del prójimo que conviene ordenar en su historicidad. Un juego de variantes e
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invariantes, de historia y estructura respecto del cuerpo. Después de todo, si


J.Lacan ha podido establecer que la mujer sea el síntoma del hombre. ¿No es
posible que una historia de las mujeres, sea una historia del síntoma y por lo mismo
del cuerpo? Esto puede ser así, si entendemos con Jacques Lacan que “al cuerpo
de lo simbólico no hay que entenderlo como metáfora. “La prueba, dice Jacques
Lacan en su Radiofonía, es que nada sino él aísla el cuerpo tomado en sentido
ingenuo, es decir aquel cuyo ser que en él se sostiene no sabe que es el lenguaje
que se lo discierne, hasta el punto de que no se constituiría si no pudiera hablar El
primer cuerpo hace que el segundo ahí se incorpore”
Es decir que, cuando en el momento de la transustanciación del cuerpo se dice
“Este es el cuerpo de Cristo” no quiere decirse, que la hostia “metaforiza” ese
cuerpo sino que, la hostia o el pan “es” ese cuerpo. Lo mismo ocurrirá con la
sangre. Esta transustanciación, es una modificación obvia a nivel de la sustancia tal
como era concebida en la antigüedad ¿No son evidentes las consecuencias que
esta operación ha tenido en la conformación del fetiche para todas las épocas que le
siguieron? El prefijo “trans” nos orienta hacia donde nos ha llevado esta operación
Quizás sólo con el discurso de S.Freud, y Jacques Lacan podamos calcular esas
consecuencias más allá de las que un K: Marx hay realizado. En este punto se debe
recordar que el “plus de gozar” de Jacques Lacan no es la plusvalía de K.Marx.
Un poco por cierto gusto libresco y otro poco porque guardamos la esperanza como
la guardaba S.Freud. Apostamos a buscar en cierto modo de hacer historia.La
historicidad nunca ha faltado a la cita de las citas que Jacques Lacan ha hecho
sobre lo que llamo el campo del goce. Tampoco como lo ha remarcado muchas
veces Pablo Román, la historicidad falta a la cita en la estructuración de sus grafos,
superficies y nudos. Tampoco ha faltado en esa historicidad la concepción que el
hombre se ha hecho del espacio. En el espacio es donde pensamos, ya que no
podemos pensar si no imaginamos. El “mundo de la representación” da cuenta que
no es en la res cogitans donde se cuecen la habas del pensar.
“Lo real es el tejido” afirmará Jacques Lacan en su “momento de concluir”. Un real
muy difícil de imaginar al punto que la inhibición allí se ubica. Así que debemos
orientarnos en cómo se comportan los imaginarios en el esfuerzo de imaginar lo real
gracias al agujero que lo simbólico produce en aquel tejido.

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“Las aventuras del cuerpo” ( Marc Bloch) pueden quizás ordenarse en una serie de
esos imaginarios que se “tejen” siempre como efectos de los acontecimientos
discursivos que los determinan. Esas series nos darán sin duda una comprensión
mayor de ¿qué ha sido para cada época el “cuerpo extraño”? Ya en nuestro libro “El
prójimo y lo abyecto” hemos dado cuenta de la operación por la cual la incorporación
de un vacío hace límite al goce caníbal. Y de cómo el cadáver fuera de lugar, es
decir insepulto origina la tríada que parece repetirse en la tragedia humana. Cadáver
insepulto, venganza y muerte de los jóvenes. También creemos haber dado cuenta
en nuestra lectura del texto freudiano sobre el origen de las religiones que la
prohibición del canibalismo es anterior a la prohibición del incesto. Ahora bien, en la
misma línea queremos proseguir en lo que resulta crucial para la práctica del
discurso del analista: la segregación. De esta, muchos “fenómenos clínicos” de la
supuesta “clínica psicoanalítica” se vuelven muchos más claros. ¿Por qué la Edad
Media? Primero por el contagio que Jacques Lacan generó siempre con sus lecturas
sobre ese período crucial. Segundo, porque en la Edad Media se “cocinan” todos los
fundamentos de la modernidad y fundamentalmente de la postmodernidad.
Tomamos en esa línea las figuras del prójimo y provisoriamente en esta
presentación el lugar de la suciedad.
El prójimo, es una extrañeza familiar que rompe el plano del espejo. No es el
semejante ni cualquiera de sus variaciones especulares.
El mandamiento de amar a mi prójimo como a mí mismo, escandalizaba a S. Freud,
porque del otro no esperaba más que la extrema crueldad. J.Lacan, sigue a S. Freud
y da un paso más al afirmar que esa crueldad también es la propia. Luego, al definir
al campo del Otro como limpio de goce, afirmará que el prójimo es esa inminencia
intolerable de goce.
Ahora bien, no hay crueldad aplicable en el plano frío del espejo. La crueldad, la
crudeza, lo crudo como carne que sangra, carne que resuma, solo puede existir en
tanto que mi prójimo, mi proximus, de prope (cerca) es decir mi más cercano o mi
más íntimo si se quiere, es “próximo en la carne” Antes del dispositivo cristiano, la
incorporación dominaba, lo que J.C.Milner llamo, el Triple del Placer, a saber Amor,
Placer y Coito.
Según este autor, en la antigüedad, devorar al amante constituía la ambición fatal al
combinarse el amor y el coito. El amor y el placer se desplazaban con tranquilidad

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entre el amor a los efebos y el amor y el coito se resolvía en la prostitución. La


crudeza en la época antigua se manifiesta en la coerción del deseo cuando junta el
amor y el coito. Hoy por el contrario eso ocurre cuando se los separa. Ya que placer,
amor y coito pueden anudarse de a tres. En la antigüedad una gota de agua no
sufría modificación al incorporarse a la tierra. Mantenía, digamos su sustancia.
Luego de la imposición del dogma de la eucaristía y la resurrección esa phisis
cambia radicalmente y con ella el modelo que anteriormente era de incorporación
pasa al de reabsorción o asimilación. Lo crudo queda en un sentido idealizado, allí
palpita el sagrado corazón de Jesús. El Dios anterior a la ley de Moisés, aquel que
prefirió la sangre del carnero ofrecida por Abel a los vegetales de Caín, causa ese
primer fratricidio mítico que retorna en el cuerpo de su propio hijo. ¿Queréis sangre?
Dirá Caín, allí la tienes, la sangre de mi hermano Abel. Ese Dios ignorante de toda
necesidad, aquel que según S.Freud, se lo come “crudo” ¿es el que hace regir la
crueldad? Ya es sabido aquello de “Padre, perdónalos, no saben lo que hacen” que
habría proferido Cristo en la cruz. También se sabe que Karl Marx agregó, “no
sabrán lo que hacen, pero lo hacen igual”. Ahora, decimos que “saben lo que hacen
y lo hacen igual”
Le debemos a Nahuel Krauss la observación de que lo crudo y lo cocido, tema de
las famosas Mitológicas de Levi Strauss, da cuenta que el tiempo de comprender,
queda arrebatado en la llamada “realidad moderna”
Si tomamos la afirmación de Jacques Lacan, es el objeto a, en este punto, el tiempo
es tiempo de cocción
El tiempo falta, es un hecho de estructura. Pero, ese hecho, no es lo mismo que
quede arrebatado el tiempo de comprender que incluye al otro en su extrañeza. La
eyaculación precoz es una buena presentación de ese arrebato del tiempo como
objeto a. El modelo de la utilidad vigente en la era cristiana, hace cuerpo en el
capitalismo en todas sus variantes arrebatando ese tiempo de comprender donde el
otro juega su partida y con ello el tiempo. Se dice que el capitalismo, da tiempo o
dinero. Dado que el dinero se ha convertido en el “equivalente general” es
sacrificado será el tiempo y con ello, los otros, las cocciones, los amigos y el
erotismo. No queda más que insistir que, para entender algo del lazo social llamado
modernidad, el dispositivo cristiano. Donde el cuerpo de Lázaro muerto, dirá
J.C.Milner hace “similaridad” con el Lázaro resucitado. Donde el pan y el vino no

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representan ni metaforiza el cuerpo de Cristo, sino que son el cuerpo de Cristo que
venció a la muerte.
Efectivamente, lo que llamamos el “próximo en la carne” no se articula de manera
universal hasta la instalación del dispositivo cristiano. J. Le Goff y N. Troung en su
historia del cuerpo en la Edad Media afirman que es en esa época, que ellos
extienden desde el siglo V hasta la revolución francesa, se consolida la solución al
problema de la segunda naturaleza de la segunda persona (Cristo) que supo dividir
a los primeros cristianos en sectas que oscilaban entre el ascetismo más irrestricto y
las orgías más disparatadas. En este punto la lectura de E. Gilson y de Peter Brown
son indispensable.
La solución estriba en que el cuerpo de Cristo resulta glorificado y es esa
glorificación la que permite la promesa de una vida eterna sin dolor. El dogma de la
resurrección, inadmisible para las antiguas religiones, establece que hombres y
mujeres podrán volver a encontrar un cuerpo más allá de la muerte: Para sufrir en el
Infierno o para gozar gracias a un cuerpo glorioso angelical en el Paraíso donde los
sentidos serán agasajados.
En esta operación donde la vida se va a la muerte y la muerte viene a la vida. El
pecado del Génesis, que en la antigüedad sería de hybris (soberbia), pasa a ser
pecado de concupiscencia, pecado sexual. Es San Agustín quién contribuye
notablemente a este paso afirmando que la naturaleza es desorden. Es así que el
cuerpo toma dos dimensiones: la envoltura abyecta del alma y la glorificación del
cuerpo de Cristo. La cuaresma (lo magro) y El carnaval (lo graso) marcan el ritmo en
el que los cuerpos se comportan en la Edad Media.
Un cuerpo sin dolor! ¿No es acaso el ideal que rige el consumo de drogas? La
morfina constituye su máxima aspiración. ¿No es por el dolor que quienes se cortan
el cuerpo creen rescatarlo de esa in-existencia glorificada? De lo magro a lo graso,
de lo graso a lo magro ¿no resulta el paroxismo de las dietas modernas, y en las que
se debaten las anorexias y las bulimias?
La glorificación, la pureza, la virgen parecen atravesar los cuerpos, que Gerard
Pommier supo definir como cuerpos angélicos. No obstante esta nueva estrategia de
eludir la castración de la marca que en el mejor de los casos retorna en tatuaje, no
sin un tiempo de cocción. Encuentra su antecedente en las llamadas sociedades

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primitiva. En esas sociedades, la estrategia de la pureza y el peligro, rige el espacio


en el que se desplazan los vínculos entre el sujeto con el prójimo.
Estos vínculos no son recíprocos, siempre habrá un excedente que romperá la
buena forma, el orden. Un excedente que rompe la supuesta simetría y reciprocidad
del vínculo del sujeto y su prójimo. Ese excedente es el que produce la ambigüedad
y rompe el espejo. Mary Douglas, una antropóloga británica especializada en el
análisis del simbolismo y los textos bíblicos, en su ya clásico libro “Pureza y peligro”,
trató de mostrar, que los ritos de pureza y de impureza que crean la unidad en la
experiencia, son contribuciones positivas a la explicación de la religión. Esta nueva
visión rompe la que en el siglo XIX consideraba que las religiones primitivas estaban
inspiradas en el temor y se encontraban confundidas con la contaminación y la
higiene. La suciedad consiste esencialmente en desorden y no la evitamos por
temor religioso ni por temor a la enfermedad. No hay un universal sobre la suciedad
así como tampoco existe tal universal sobre el asco y otros afectos. Ellos dependen
del “concepto” que cada comunidad establezca según su lengua y lo que de ella se
excede.
El combate contra este “desorden” en el paradigma newtoniano se ha podido
teorizar bajo el concepto de, “la inercia” Esa inercia que soporta el hábito, atrapa
ese excedente y lo esteriliza. Ninguna cosa natural conservaría su forma
determinada si no tuviera una fuerza interna, centrípeta, que se define como inercia
(Tragheit). Fichte la llamaba “el mal radical” y Kant “el mal necesario”
J D´hont, en su “Hegel, filósofo de la historia viviente” afirma que “cada orden de
realidad conoce su propia inercia. Lo mecánico es la inercia de lo viviente” Según
ese autor, lo maquinal, para Hegel: puede continuar existiendo aún muerto. Es
seguro que cuando Hegel habla de la muerte se refiere a esto más que a la
interrupción de la vida animal. La vida pierde lo que gana la máquina. En el hombre,
en el Estado o cualquier grupo, el mecanismo y la repetición de lo mismo conducen
a la rutina y al hábito, es decir a su propia muerte en vida.
Es el caso de las “positividades” que en Hegel se refiere a aquellas instituciones que
se sostienen en el tiempo perdiendo el fuego primero que las fundó, no sin ejercer el
dogmatismo como una forma de purificación. No creo que J.Lacan pensara en otra
cosa cuando hablaba de los perversos como “guardianes de la fe”.

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Volviendo a Mary Douglas, en cualquier imposición de orden, hay un rechazo hacia


fragmentos y pedazos que se hallan fuera de lugar y constituyen una amenaza
contra el orden justo y por lo tanto se consideran reprensibles y se expulsan.. El
cadáver es inquietante fuera de lugar y mientras la vida continúa en la carne como
corrupción. El hueso blanco y limpio no produce ninguna inquietud ¿Será que el
esqueleto no presenta la carne del prójima que es la mía corrompiéndose por el
pecado original? Las uñas, los pelos, los restos en general no son reliquias fuera del
lugar que le asigna el discurso de la religión en su costado sagrado.
El resto una vez tomado por un discurso parece operar como símbolo adecuado.
Incluso causa de objeto de la industria, reciclado, o de arte. Pero es de su primera
fase de donde procede su fuerza. Allí conserva un poder que genera una reacción
de rechazo, de repudio. De ese repudio surge la búsqueda de la pureza. Ocurre que
esa “pureza creativa” de convertir el desecho en algo duro e inerte. Suele
transformarse en que nuestra misma existencia se convierta en una forma
petrificada e inmutable. Es allí donde, la pureza es enemiga del cambio, de la
ambigüedad y del compromiso. La pureza rechazará la ambigüedad misma que el
prójimo siempre me impone, lejos de comprometerme con él, lo traicionare vilmente
cada vez que el amo de turno lo solicite, entonces, el cambio jamás se producirá. La
esterilidad y la muerte serán el destino de cualquier grupo “puro” en la raza, en la
religión o en el dogma. De hecho, sabemos que es fácil definir al enemigo en la
complicidad mafiosa del lazo, ¿pero como definir el amigo en esa cofradía de
traidores? Ese es el fracaso de Carl Smith aunque algo de ello advirtiera en su
genial interpretación del Hamlet de Shakespeare.
El juego sobre la forma y lo informe es aún mucho más claro en los ritos de la
sociedad. Cuando se ataca a la comunidad desde fuera, el peligro externo fomenta
la solidaridad de los que están dentro. Cuando se ataca desde dentro por obra de
individuos disolutos. Se puede castigar a estos y volver a consolidar públicamente la
estructura. Pero es posible que la estructura se destruya a sí misma. ¿Es que acaso,
todos los sistemas sociales se funden en la contradicción y, en cierto sentido, se
encuentran en estado de guerra consigo mismos?
El peligro nunca es externo, siempre es interno. La inercia que sostiene el lazo,
muestra allí su rostro feroz de pulsión de muerte. Existen dos formas distintos de

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suprimir una contaminación: uno es los ritos de la selección de la víctima como chivo
expiatorio, el otro los ritos de reconciliación.
Los ritos de reconciliación que representan, el entierro de la falta cometida, tienen el
efecto creador de todos los ritos. Pueden ayudar a borrar la memoria de la falta y
alentar el desarrollo de los sentimientos justos. La sociedad en su totalidad saldría
ganando si se pudieran reducir las ofensas morales a la condición de ofensas de
contaminación que pueden lavarse instantáneamente gracias al rito. El entierro de la
falta cometida por la gracia del rito de reconciliación parece detener la repetición
infernal de: cadáver insepulto, venganza y muerte de los jóvenes. Allí están los
cátaros y su extinción irremediable en el fondo de la historia para dar testimonio de
que le ocurre a un grupo cuando se libra al frenesí de la pureza!

Carlos Quiroga. Ciudad Evita 2013.

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