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EL ORIGEN DE MESOAMERICA

Instituto: Instituto Técnico Miguel Hidalgo

Alumna: Rosalba Belen Aparicio Arenas

Especialidad: Contabilidad

Asignatura: Historia de México

Semestre: 5to

Fecha de entrega: Viernes 24 de Enero del 2020


El origen de Mesoamérica
Los primeros pobladores de lo que hoy es México llegaron hace aproximadamente 25 000
años. Desde entonces hasta hace cerca de 7 000 años cambiaron muy poco su forma de
vida. Durante los miles de años anteriores al inicio de tales cambios esos hombres y
mujeres vivieron en cuevas, abrigos rocosos y enramadas. Se mantenían de frutos
silvestres que recogían y de la pesca y la cacería. Sus armas y utensilios eran de piedra,
madera y hueso. La cacería les proporcionaba las pieles con que se cubrían. Todo ese
tiempo fue el de la Prehistoria.
Un primer cambio, de enorme importancia, ocurrió cuando algunos de esos antiguos
pobladores se dieron cuenta de que, si depositaban en la tierra algunas de las semillas que
recogían, éstas crecían y podían convertirse en su alimento. Largo y difícil fue el proceso
de lo que se ha llamado la domesticación de las plantas. Poco a poco fue surgiendo así la
agricultura en algunos lugares. Entre ellos estuvieron la región de Tehuacán en Puebla y
también la sierra en Tamaulipas. El cultivo de plantas como la calabaza, el chile, el fríjol
y el maíz exigió largas observaciones e intentos para lograrlo. Llegar al cultivo del maíz
fue particularmente difícil y requirió muchos años.

La práctica de la agricultura propició que esos pobladores empezaran a establecerse en


lugares fijos, cercanos a donde cultivaban sus plantas. Así fueron apareciendo las
primeras aldeas. A medida que estas tuvieron mayor número de habitantes, fueron
produciéndose otros cambios.
Un nuevo logro consistió en la producción de vasijas y otros recipientes hechos de barro
cocido, es decir, la cerámica. Antes, para guardar y transportar las semillas y otras cosas,
se valían de vejigas animales y de redes de diversos tamaños, unas de tejido más cerrado
que otras. Por ese mismo tiempo la agricultura abarcaba ya otras semillas como el
algodón y el amaranto.
El crecimiento de las aldeas, el cultivo de plantas y la posesión de utensilios de piedra,
barro, madera y hueso, así como de telas hechas de algodón tejido, requirió nuevas
formas de organización. Los antiguos jefes tribales propiciaron que en las aldeas más
grandes sus habitantes se dedicaran a diversas actividades. Unos cultivaban la tierra, otros
edificaban las habitaciones. Había quienes ejercían como guerreros, primero para
proteger a la gente y luego para someter a otros pueblos. Lugar muy importante tuvieron
los artesanos y más grande aún los que se dedicaban a la adoración de los dioses y a la
enseñanza de los niños y jóvenes.

El desarrollo de una civilización originaria

Mientras en muchos lugares de México las transformaciones culturales que se han


descrito fueron consolidándose, en otros fueron más lentas o no se produjeron. Ello
ocurrió en el norte del territorio mexicano. Un caso extremo lo ofrecen los antiguos
pobladores de Baja California, que continuaron alimentándose de los productos de la
caza, la pesca y la recolección de frutos. En otras regiones norteñas, por influencia de los
pueblos del centro y del sur, se practicaron formas limitadas de agricultura.
Ahora bien, muy grandes fueron los cambios que se dejaron sentir en la que se conoce
como región habitada por los olmecas. Esa región se halla en los límites de los actuales
estados de Veracruz y Tabasco. Allí, las aldeas comenzaron a transformarse en centros
proto urbanos. De ello dan testimonio los restos arqueológicos en sitios como La Venta,
San Lorenzo, Tres Zapotes y otros.
Este desarrollo comenzó a producirse hacia 1500 a.C. En esos centros se erigieron las
más antiguas edificaciones religiosas. También hubo creaciones artísticas muy notables,
como las colosales cabezas humanas en basalto, los altares y las representaciones de
dioses. De igual manera se iniciaron el calendario y la escritura.
Los olmecas irradiaron su influencia en diversos lugares de lo que hoy se conoce como
Mesoamérica; es decir, el área geográfica donde se desarrolló una civilización originaria.
Entendemos por ésta la que surgió sin influencia de otros pueblos. A lo largo de la
historia universal han sido pocas las civilizaciones originarias. Desarrollaron formas
complejas de organización social, política, religiosa y económica. También se consolidó
allí la vida urbana, hubo creaciones monumentales diversas formas de cómputos
calendáricos y escritura.

Civilizaciones originarias han sido las de Egipto, Mesopotamia, el valle del Río Indo y el
de la cuenca del Amarillo en China. Fuera del Viejo Mundo sólo en Mesoamérica y en la
región de los Andes centrales en Sudamérica nacieron civilizaciones originarias.
Casos como los de Grecia y Roma no son los de una civilización originaria. Grecia
recibió la influencia de Egipto y, a su vez, Roma, la de Grecia. A partir de los focos
culturales de Egipto y Mesopotamia y luego de Israel, Grecia y Roma, se desarrolló más
tarde la que se conoce como civilización occidental o europea. Por su parte, la India y
China influyeron en varios lugares de Asia como Indochina, Indonesia, Japón y Corea.
La civilización originaria iniciada por los olmecas se difundió hacia cinco grandes áreas
culturales: las costas del Golfo de México, la zona maya, la de Oaxaca, la del Altiplano
Central y, con menor intensidad, hacia el occidente de México. Este país se ha formado a
partir de la civilización mesoamericana y de la presencia de la cultura occidental, en su
versión hispánica, con sus raíces en Egipto, Grecia y Roma.

El Periodo Clásico en Mesoamérica

Se ha llamado Periodo Clásico al que en las áreas mencionadas abarcó varios siglos de
muy grande desarrollo cultural. Puede decirse que este periodo se inició desde algún
tiempo antes de los comienzos de la era cristiana y terminó, con variantes en las distintas
regiones, hacia el siglo XI d.C.
Esta etapa tuvo antecedentes muy cercanos e importantes, muchos de ellos derivados de
la cultura olmeca. En lugares como Tlatilco y Tlapacoya, en el Altiplano Central, se han
descubierto vestigios arqueológicos que revelan un desarrollo propio con manifestaciones
religiosas en torno a deidades que continuaron adorando hasta los tiempos de la
Conquista, como Huehuetéotl, el dios viejo, y Tláloc, dios de la lluvia En Tlapacoya y
Tlatilco se produjo fina cerámica, y el último de estos lugares hubo un centro ceremonial
con basamentos escalonados a modo de pirámides truncadas.
En el ámbito de Oaxaca comenzó a erigirse el recinto de Monte Albán, en el que, además
de grandes monumentos, hubo lápidas esculpidas con figuras humanas de tipo olmecoide,
acompañadas de inscripciones con registros calendáricos. En Chiapas, en las zonas de
Izapa y Chiapa de Corzo, hubo también centros ceremoniales bien planificados y estelas
en piedra con imágenes que prenuncian el desarrollo de la visión del mundo característica
de Mesoamérica. En el área maya de Yucatán y tierras cercanas hay testimonios de que
también se estaba gestando una nueva cultura que iba a alcanzar grandes creaciones.

El Clásico en el Altiplano Central

Fue Teotihuacan, conocida como Ciudad de los Dioses, la metrópoli que, desde fechas
tempranas en el siglo I d.C., inició un extraordinario desarrollo. En sus varias etapas fue
consolidándose, con planificación urbanística y arquitectónica; una gran ciudad que llegó
a contar con 22 kilómetros cuadrados y cerca de 70, 000 habitantes. Teniendo como eje
vial, de sur a norte, la llamada Calzada de los Muertos, se levantaron numerosas
edificaciones. En el extremo norte se erigió la Pirámide de la Luna y en el ángulo inferior
derecho el Palacio de las Mariposas de Quetzal. Al sur, en el costado izquierdo de la
Calzada de los Muertos, se edificó la gran Pirámide del Sol. A ambos lados de la calzada
se conservan otras pirámides menores, y en el oriente, la Pirámide de Quetzalcóatl y el
conjunto que se ha llamado la Ciudadela.
La ciudad estuvo distribuida en cuatro grandes sectores, en función del eje norte-sur y de
otro transversal oriente-poniente. Dentro de esos sectores se construyeron numerosas
casas-habitación y varios palacios a lo largo de calles. En el interior de los palacios se han
descubierto pinturas murales con representaciones de dioses, sacerdotes, animales y, en el
caso del Palacio de Tepantitla, una imagen de la que parece haber sido la concepción
teotihuacana del Tlalocan o paraíso del dios Tláloc.
Las esculturas y la cerámica teotihuacanas dejan percibir aspectos de la religión y el culto
a deidades como Huehuetéotl, el dios viejo y del fuego; Tláloc y su consorte
Chalchiuhtlicue, la de la falda de jade, y Xochipilli, el dios del canto y el baile.
Merecen una mención especial las célebres “cabecitas retrato”, así como algunos restos
humanos en enterramientos que hacen pensar que en Teotihuacan vivieron grupos
distintos, unos que recuerdan el aspecto de los pueblos costeños y otros con rasgos
característicos de los del Altiplano. Algunos de esos restos dejan ver que se trata de
personas que fueron sacrificadas. El ritual del sacrificio humano perduró en Mesoamérica
hasta el tiempo de la Conquista. Al hablar de los mexicas o aztecas ahondaremos en su
significado.
Consta, además, que Teotihuacan fue una metrópoli en la que habitaron personas de
diversas procedencias y lenguas, entre ellas el náhuatl. Su cultura influyó en muchos
lugares de Mesoamérica, tanto por la vía del comercio como de las conquistas. De esto
dan testimonio hallazgos arqueológicos en lugares del área maya, las costas del Golfo de
México y Oaxaca. Teotihuacan, aun después de su ruina y abandono a mediados del siglo
VII d.C., tal vez por haber sido incendiada por enemigos, perduró como modelo, y en
relación con ella se desarrolló el relato mítico de la creación del Quinto Sol.
Hay indicios de que Teotihuacan extendió también su influencia hacia el norte y
estableció allí puestos de avanzada en la región habitada por los llamados chichimecas, la
gente vagabunda de la flecha y el arco.
Abarca éste el tiempo que siguió a la decadencia que se produjo entre los siglos VII y X,
en diversos ámbitos, hasta la llegada de los españoles. En varios lugares hubo nuevas
formas de desarrollo, como en los casos de los toltecas, mixtecos, algunos señoríos mayas
y especialmente entre los mexicas o aztecas y los purépechas o tarascos.
Un importante logro relacionado con el Posclásico fue la introducción de la metalurgia;
además, existe un mayor número de testimonios históricos y literarios provenientes de
este periodo.

Tula Xicocotitlan

De los varios lugares en que se recibió la influencia de los teotihuacanos, el que mayor
desarrollo alcanzó fue Tula Xicocotitlan, en el actual estado de Hidalgo. Allí, hacia 900
d.C., se establecieron también gentes que habían vivido en el norte como avanzadas
mesoamericanas durante el Periodo Clásico y que regresaron al Altiplano Central. Hay
varios textos que describen esto.
Ello explica que esos migrantes se nombraran más tarde “toltecachichimecas”; de
procedencia mesoamericana en cuanto toltecas y a la vez chichimecas, o sea, influidos
por los grupos del norte con los que habían convivido.
Tula estuvo vinculada a la figura del célebre sacerdote, gobernante y sabio Quetzalcóatl.
Éste, al parecer, había tomado su nombre del dios de la serpiente emplumada, adorado
durante el Clásico en Teotihuacan y otros lugares. Acerca del sacerdote y gobernante se
conservan numerosos testimonios en náhuatl y otras lenguas. De él se dice que fue el
creador de la Toltecáyotl, el conjunto de los logros culturales de los toltecas.
La metrópoli de Tula se edificó en torno a una gran plaza. Allí se erigieron templos,
pirámides, palacios, juegos de pelota y, en las afueras, casas habitación. La Pirámide de
Tlahuizcalpanteuctli, el Señor de la Aurora, tuvo un pórtico al frente, muy semejante al
que se construyó en el Templo de los Guerreros, en Chichén Itzá, Yucatán, durante el
Posclásico maya, que muestra irradiación cultural tolteca.
Según varios relatos, Tula tuvo dos momentos de decadencia, uno a fines del siglo X d.C.
Entonces Quetzalcóatl se vio forzado a abandonar su metrópoli por obra de hechiceros,
seguidores de su adversario, el dios Tezcatlipoca. Acerca de Quetzalcóatl algunos
antiguos textos en náhuatl refieren que una de las principales causas de la llegada de esos
hechiceros fue que él se oponía a los sacrificios humanos. Después de la partida de
Quetzalcóatl hubo otros gobernantes en Tula. A fines del siglo XI d.C., el señor Huémac
fue el último en el poder. Se dice que se suicidó.
Tula dominó muchos lugares en el centro y sur de Mesoamérica. Hay evidencias de que,
al ocurrir la huida de Quetzalcóatl y más tarde la muerte de Huémac, la penetración
tolteca llegó hasta Yucatán y Guatemala.

Etapa final en el desarrollo de Mesoamérica

A los años comprendidos entre 1200 y 1521 d.C. los arqueólogos han llamado Posclásico
Medio y Superior. Durante ese lapso se desarrollaron nuevas crisis, reacomodos de
pueblos así como el florecimiento de los mexicas o aztecas. Con ellos se cerró la historia
independiente de los habitantes de Mesoamérica.
En cuanto a las regiones norteñas, los cambios fueron mucho menores, ya que en gran
parte perduraron allí los rasgos y elementos de sus antiguos pobladores. La mayoría
continuó viviendo en aldeas con formas limitadas de agricultura. La recolección, la
cacería y la pesca siguieron practicándose. Entre algunos pobladores, como los seris de
Sonora y los nativos de la Baja California, las condiciones de vida continuaron siendo las
de seminómadas, sin agricultura ni producción de cerámica.
Si al ocurrir el abandono de Tula se produjeron crisis y movimientos de pueblos, también
sucedió esto fuera de la Mesoamérica nuclear: más allá de sus límites norteños se
iniciaron por ese tiempo grandes migraciones. Tal fue el caso de los seguidores del
caudillo Xólotl; eran estos portadores de la flecha y el arco, cazadores y recolectores; se
vestían con pieles de animales, trasportaban a sus hijos en redecillas y hablaban la lengua
pame, emparentada con el otomí.
Conocidos como chichimecas de Xólotl, penetraron en el valle de México y establecieron
contacto con las gentes que ahí vivían. Entre otros estaban los habitantes de Culhuacán y
de Chalco, de raigambre tolteca. Tras prolongada convivencia, los chichimecas de Xólotl
fueron estableciéndose en diversos sitios, donde organizaron algunos señoríos o se
mezclaron con quienes allí moraban. Esto último fue el caso de Tenayuca, Xaltocan y
Azcapotzalco. Nuevos total o parcialmente fueron los asentamientos de estos
chichimecas en Texcoco Tlatzallan-Tlaloztoc, cerca de Coatlichan, así como en
Tepetlaoztoc y Oztoticpac. Cabe señalar la presencia de la palabra oztoc, que significa
“cueva”, en varios de los nombres de esos lugares, en rememoración de las cuevas en que
los chichimecas habían vivido en el norte.
Poco a poco, durante varias generaciones, estos chichimecas transformaron su forma de
vida. El estudio de cómo ocurrió esto es muy interesante, ya que permite apreciar cómo
se produjeron los cambios hasta que se consolidaron en el valle de México importantes
señoríos como Texcoco, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuahtinchan y otros ya
mencionados. Las transformaciones consumadas incluyeron la adopción de la agricultura,
la vida urbana, las creencias y prácticas religiosas de origen tolteca, así como la lengua
náhuatl.
Como una sombra que parece oscurecer la grandeza lograda por los mexicas y los
mesoamericanos en general, no es posible ocultar práctica ritual de los sacrificios
humanos. Ha habido quienes se resisten a aceptar que los hubo, aunque son muy
numerosos los testimonios que certifican su existencia. En vez de negar su realidad, lo
importante es intentar explicarla.
En primer lugar está el hecho de que en todas o la mayor parte de las antiguas culturas
hubo sacrificios humanos. Lo extraño es, sin embargo, que en Mesoamérica perduraron
hasta la llegada de los españoles. Sin negar esto, parece posible interpretar su
significación.
Los mesoamericanos tenían la convicción de que sus dioses se habían sacrificado para dar
nueva vida al mundo después de la última destrucción cósmica. El relato describe cómo
ello ocurrió en Teotihuacan, que existió como realidad primordial antes de la restauración
del mundo. Ahora bien, varios textos nahuas expresan que si los dioses se sacrificaron
por los seres humanos, éstos debían corresponder asimismo con su sangre y su vida. El
sacrificio humano era la respuesta al sacrificio divino.
Acudiendo a las creencias cristianas, en ellas se reconoce que Jesús, para redimir a la
humanidad, decidió inmolarse en un sacrificio, a la vez humano y divino. Y también de
acuerdo con el dogma cristiano, quienes lo aceptan, al participar en la eucaristía, piensan
que consumen el cuerpo y la sangre de Jesús, cuyo sacrificio se reactualiza en el
sacramento de la misa.
Esto muestra que la creencia de que sólo por medio de la sangre hay salvación constituye
un paradigma mental presente en diversas culturas. Entendido así el sacrificio humano,
debemos reconocer que, aunque hoy nos parezca horrendo, tiene un sentido profundo,
como lo percibió fray Bartolomé de Las Casas, quien vio en él la suprema forma de
ofrenda dirigida a corresponder al que fue primordial sacrificio divino.
México-Tenochtitlan y el gran conjunto de las creaciones de los mexicas fueron, por así
decirlo, la fachada última de la civilización originaria de Mesoamérica. Los presagios
funestos que, según varios relatos, llegaron a conocer Moctezuma, su pueblo y sus
aliados fueron anticipo de una confrontación de los mexicas con seres desconocidos y no
imaginados. Esa confrontación trajo consigo la lesión más profunda y duradera en el ser
de toda Mesoamérica.

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