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HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [1]

POR: CESAR FABIÁN MAZARI ACOSTA


Thompson, Ypane- Paraguay
2010

PROLOGO

En el presente trabajo el lector podrá encontrar la exposición


sistemática de la gestión gubernativa de uno de los presidentes más
emblemáticos de nuestra historia patria: don Carlos Antonio López.

López abrió Paraguay al mundo exterior, importando técnicos y capital


para la construcción de carreteras, vías férreas y canales, reorganizó el
sistema judicial del país, así como su Ejército. También estableció uno
de los mejores sistemas educativos de Latinoamérica, fomentó el
comercio exterior e incrementó la producción agrícola. A pesar de ser
un autócrata, que utilizó su cargo para acumular tierras y riqueza para
su familia, López creó una administración capaz de gobernar el país.
Reelegido en 1854 y 1857, al morir dejó tras de sí una nación moderna y
dinámica.

Dividimos el contenido en dos partes, la primera trata sobre la


administración de López, desde el inicio de su actividad política como
cónsul, e incluye la postura antilopista profesada por sus opositores.

La segunda parte, ya más propia de la materia, tratara sobre algunos


aspectos de su gestión diplomática. Elegimos la lucha que este realizó
para conseguir el reconocimiento de nuestra independencia por parte de
las dos potencias vecinas de aquel entonces: El Imperio del Brasil y la
Confederación Argentina. Reparamos con más extensión en la segunda
cuestión por ser la oposición del dictador de Buenos Aires, Juan Manuel
de Rosas, el escollo que mas costó vencer.

En el final incluimos dos grupos de conclusiones, las primeras se


refieren al tema en cuestión, es decir, el Gobierno de Carlos Antonio
Lopez. Y el segundo sobre el trabajo realizado.

Posteriormente anexamos las semblanzas de dos de los actores


principales del debate diplomático más importante expuesto: el
protagonista Carlos A. López; y su antagonista, Juan M. de Rosas.

Igualmente incluimos la bibliografía de rigor para que el lector pueda


tener la certeza de la información que se suministra en esta obra.

Omitiendo alargar demás este preámbulo, cuyo objetivo es ser breve,


dejarnos a consideración del lector el examen de presente trabajo.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [2]

PARTE UNO:
GESTIÓN GUBERNATIVA DE LÓPEZ.

CAPITULO 1: CARRERA POLÍTICA Y PRIMERAS POSTURAS DE GOBIERNO.

Luego del fallecimiento del Dr. Francia, se produjeron una serie de gobiernos
provisorios productos de golpes de estado, hasta que Mariano Roque Alonzo
convocó a una Asamblea para el 12 de marzo de 1841, en la que se decidió
reimplantar el Consulado, integrado por un civil y un militar. Los elegidos fueron el
propio Roque Alonso y Carlos Antonio López.

Desde el principio la política del consulado se encaminó a facilitar la exportación


de los excedentes agropecuarios que acumulaba la nación, junto con el inicio de
cierta liberalización, dirigida, en particular, a restringir el poderío estatal, que
algunos estimaban abusivo, y a establecer varios principios característicos de una
República burguesa en maduración. Esos planes se concretaron con la reforma del
sistema de recaudación tributaria, la elaboración de un nuevo reglamento de
aduanas, el restablecimiento del comercio con Corrientes, la liberación de los
presos políticos y la concesión de libre salida a extranjeros residentes en el país, así
como el derecho de estos a naturalizarse paraguayos. López, en su afán
democratizador, llegó a elaborara un documento titulado “Tratado de los Derechos
y los Deberes del Hombre Social”, inspirado en las ideas de Montesquieu; concedió
la libertad a todos los esclavos del Estado y la de vientres a los privados, residuos
coloniales que el régimen de Francia no había llegado formalmente a eliminar, aun
cuando la esclavitud solo se practicaba dentro de los estrechos límites de un sistema
domestico- patriarcal, que no desempeñaba un papel significativo en la economía
nacional.

El abandono de ciertos preceptos de la política del Supremo no representó, en


modo alguno, un cambio esencial en el carácter del régimen gubernamental, ni que
el Estado perdiera su lugar preponderante en la economía del país, así como
tampoco su paternalista función social. Por ejemplo, durante el Consulado
distribuyeron animales y útiles de labranza entre los campesinos y se arrendaron
tierras estatales a varias familias, tal como era costumbre en la época del Dr.
Francia.

Para poder aumentar realmente el volumen del comercio exterior era


imprescindible abrir los ríos a la libre navegación, aun cuando el régimen de Juan
Manuel de Rosas, Gobernador de Buenos Aires, seguía defendiendo los intereses
exclusivistas del puerto privilegiado. La creciente hostilidad de Rosas y las
reiteradas negativas del caudillo a reconocer la independencia de la más antigua
provincia del Virreinato del Rio de la Plata, se hicieron del dominio público con la
difusión de una carta en la que el gobernante porteño amenaza con invadir al
Paraguay. El conato de agresión precipitó la convocatoria de una nueva asamblea
antes del plazo fijado. El Congreso Nacional se celebró en Asunción el 25
noviembre de 1842, con el único objetivo de reafirmar la soberanía nacional. Los
símbolos patrios fueron ratificados por los delegados y el 25 de diciembre se
procedió a jurar la independencia a lo largo y ancho del país. La declaración, que
reafirmaba la emitida en octubre de 1813, fue enviada a los principales Gobiernos
extranjeros, con vistas a propiciar el reconocimiento de la República.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [3]

La Asamblea de marzo de 1844 tuvo por objeto discutir la primera Constitución del
Paraguay. La carta aprobada, que buscaba conseguir la estabilidad de la república,
entregó el poder ejecutivo a un Presidente, siendo electo para ello Carlos Antonio
López.

El latente conflicto con Buenos Aires se agudizó de improviso en agosto de 1844,


cuando Rosas prohibió cualquier tipo de navegación por el rio Paraná a los barcos
paraguayos, en represalia por un tratado firmado entre Asunción y Corrientes. Esta
amenaza llevó a los paraguayos a reforzar aún más sus capacidades defensivas con
el establecimiento del servicio militar obligatorio, contratación de instructores
brasileños para el ejército y fortificación de los principales puntos estratégicos,
como Paso de Patria. Y fue en estas circunstancias nada agradables en que se puso
en funcionamiento la nueva imprenta en la que se editaba El Paraguayo
Independiente y se empezó a divulgar el lema “Independencia o Muerte”.

A fin de obtener el financiamiento necesario para la defensa nacional, se decretó el


2 de enero de 1846 la propiedad del Estado sobre las plantas de yerba mate y las
maderas de construcción naval, independientemente de la propiedad de la tierra.
“Los yerbales, expresaba la disposición, son producciones espontaneas de la
naturaleza, que no están en el dominio privado, ni son frutos de trabajo individual
alguno”.

Según afirma el historiador Carlos Pastore, el Gobierno se proponía con esta


medida no solamente hacerse de recursos financieros, sino también evitar que los
Estados vecinos que resistían el reconocimiento de la independencia del Paraguay
obtuvieran uno de los materiales que podría facilitar la empresa de conquista de su
territorio, a que estaba amenazado.

Rememorando, a fin de cerrar este capítulo, promulgada la Ley de Administración


Política de 1844, el 14 de marzo de ese año, reunido el Congreso, se dio por
terminado el gobierno Consular y se decidió elegir un Presidente siendo elegido
Don Carlos Antonio López primer Presidente Constitucional de la República por el
período 1844-1854. Al término de dicho periodo, fue reelegido dos veces, una por
tres (1854-1857) y otra por diez años (1857-1867), no pudiendo completarse esta
tercera etapa de su presidencia por su fallecimiento, el 10 de septiembre de 1862.

En cuanto a las posturas políticas, las iremos desarrollando con mayor detalle en
capítulos específicos.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [4]

CAPITULO 2: DESARROLLO DE LA ECONOMÍA PARAGUAYA.

Uno de los objetivos principales de Carlos A. López fue la libre navegación de los
ríos en el continente, cuya conquista facilitó al Paraguay la formación de una
impresionante marina mercante, que permitía la eficiente comercialización de parte
de la producción nacional, a la vez que posibilitaba el desarrollo de relaciones
capitalistas de producción. Aprovechando sus magnificas maderas y otros recursos
naturales de la nación, el país creó, en astilleros propios, la mayor flota comercial
del Rio de la Plata. Con la ayuda de técnicos extranjeros contratados por el
Gobierno, los astilleros estatales legaron a botar buques de acero provistos de
calderas, al parecer los primeros de su tipo que se construyeron en América del Sur.
El primogénito de estos vapores fue el “Ypora”, con 226 toneladas de
desplazamiento. En funciones desde el 2 de julio de 1856, el “Ypora” abrió el
camino de la navegación a vapor para otras embarcaciones paraguayas construidas
o adquiridas en los años siguientes, tales como el “Salto del Guayra”, “Ygurei”,
“Rio Apa” y “Jejui” hasta hacer un total de once. Paralelamente se armaban unos
cincuenta veleros pequeños y grandes. Los insumos de hierro y acero necesarios se
producían en la fundición de Yvycui, inaugurada en 1854 y dotada de modernas
instalaciones, en las que laboraban más de cien obreros. Cañones de doce pulgadas,
armas ligeras, proyectiles, implementos agrícolas y otros artículos, salían del
arsenal de Asunción, donde trabajaban más de 250 trabajadores asalariados. La
materia prima se obtenía en las minas del Estado, situadas en Itacurubi y
Valenzuela, de donde se extraía el mineral de hierro, azufre y carbón.

La conjugación de estos factores posibilitó un incesante aumento de los


intercambios con el mundo exterior. En poco menos de diez años el volumen del
comercio era cuatro veces superior al de 1851. Se cuenta que a principios de la
década del sesenta atracaban anualmente en el puerto de Asunción más de 300
buques de vapor de diferentes nacionalidades. Se exportaba yerba mate, maderas,
tabaco, cueros, cigarros y naranjas. Se importaba fundamentalmente maquinarias y
ciertas manufacturas que el país aun no producía.

También en 1854, el Estado paraguayo comenzó a construir el primer ferrocarril de


trocha ancha del Rio de la Plata y el segundo de toda América del Sur. La línea
férrea comunicó en 1861 a Asunción con la villa de Paraguarí, a una distancia de
72 kilómetros. El proyecto incluía la unión de la capital con la ciudad de Villarrica,
centro de las mejores haciendas y estancias del departamento del Guaira, zona
densamente poblada. A la vez fue establecida una red de telégrafos que, a la vez
que bordeaba el rio Paraguay permitía enlazar el estratégico Paso de la Patria con
Asunción. De esta manera el Gobierno paraguayo daba pasos firmes en el
desarrollo económico nacional.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [5]

CAPITULO 3: OTRAS ARISTAS DE LAS TRANSFORMACIONES SOCIO-


ECONÓMICAS DE ESTA ÉPOCA.

Gestiones En Europa.
En 1853, el presidente Carlos A. López envió a Europa una Misión Diplomática
presidida por el general francisco Solano López. La misión visitó Londres, Paris,
Madrid y Roma. Buena parte de los éxitos señalados en el capitulo anterior se
debieron a las gestiones realizadas por esta misión en Europa, a donde llegó en
1854.

Durante casi dos años viajó por el viejo continente. Lo más trascendente fue la
contratación de centenares de técnicos; ingleses, franceses, italianos, alemanes,
suecos, de múltiples especialidades: ingenieros, arquitectos, mineralogistas,
fundidores, maquinistas, médicos, farmacéuticos, profesores y otros intelectuales.
Con tan ponderable concurso, produjo una masiva incorporación de los mejores
exponentes de la técnica europea de entonces. Sin olvidar la construcción del
Tacuarí, nave insignia de nuestra marina de guerra, así como la adquisición de
materiales y equipos para instalaciones del astillero, el arsenal, el ferrocarril, el
telégrafo, entre otros. La misión regresó a Asunción en enero de 1855.

Educación.
No menos sobresaliente fue el esfuerzo educacional del presidente López, al
proseguir también en este acápite la línea trazada por el doctor Francia. La
enseñanza siguió siendo gratuita y los niños de familias con pocos recursos eran
alojados y alimentados por cuenta del Estado.

Desde 1858 se enviaban jóvenes a estudiar a Europa a expensas del Gobierno


paraguayo. Fueron enviados a Inglaterra y Francia 16 jóvenes a estudiar Ciencias y
Humanidades, los cuales estuvieron de regreso en 1863. También se implemento un
sistema de becas internas para jóvenes con aptitudes pero de recursos escasos, los
cuales podían seguir, en virtud a estas becas, sus estudios en la capital.

Fueron muy promocionadas también las instituciones de enseñanza superior, tales


como la Academia de Literatura, el Seminario, la Escuela de Derecho Civil y
Político, La Escuela Normal, Las Aulas de Filosofía y Matemáticas, la Escuela de
Dibujo y Artes, etc.

Luis G. Benítez expone la siguiente critica: es de lamentar que con el desarrollo de


la educación y la cultura no se haya dado las condiciones políticas para el ejercicio
del civismo, porque si bien don Carlos dio un gran impulso a la educación, no
brindó las condiciones políticas y las libertades cívicas para la formación de
ciudadanos; que no se reduce a leer y escribir, a actuar en la sociedad como
elemento pasivo y vegetar en la rutina sin termino del acatamiento sumiso. El
doctor Francia, don Carlos y el Mariscal, no concebían la vigencia de una
ciudadanía con conciencia de sus derechos y disposición de ejercerlos.

El Paraguayo Independiente.
El “Paraguayo Independiente se editó del 26 de abril de 1845 al 18 de setiembre de
1852. Esta publicación tuvo como redactor principal y director al propio presidente
López.
A este periódico le siguieron “El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles”,
“El Eco del Paraguay” y algunos otros.
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El Paraguayo Independiente aparecía semanalmente los sábados, pero desde el


número 51, sólo cuando las circunstancias lo reclamaban y se disponía del material
necesario. Fueron lanzados en total 118 números.

Cumplió con alta eficiencia su histórica misión de fomentar el convencimiento de


que el Paraguay era “de hecho y de derecho independiente y soberano”. Cuando en
1852 el presidente Urquiza reconoció nuestra independencia, el Paraguayo
Independiente dio por cumplida su misión y dejó de aparecer.

Grande fue la importancia atribuida a este periódico por el propio presidente López,
que siete años después de haber dejado de aparecer, el mismo mandatario dispuso
una nueva impresión de la colección completa. Esta segunda edición apareció en
dos tomos, en 1859, por la Imprenta de la República. El primero, en un volumen de
759 páginas, contenía además del prefacio, 74 números; el segundo de 740 páginas,
reproducía los números restantes, a los cuales se agregaba un apéndice con
documentos sobre los acontecimientos posteriores a la desaparición de El
Paraguayo Independiente, tales como el reconocimiento de la independencia por la
Confederación Argentina, la mediación del Paraguay en el conflicto suscitado entre
la misma Confederación y Buenos Aires, la mediación de Francia e Inglaterra en la
cuestión Argentina, y las relaciones entre el Paraguay y los Estados Unidos de
América.

El Paraguayo Independiente defendió también, con elocuencia, la libertad de los


ríos. Para la república era una cuestión fundamental la navegación del Paraná,
cerrada esta caudalosa arteria fluvial, aquella quedaba aislada, sin mayores
posibilidades para comunicarse con el mundo y sin vía por donde dar salida a sus
productos. Rosas, así lo comprendió e impidió que el Paraguay se sirviese de esa
ruta. Nuevamente el intento de dominación por la asfixia comercial.

La aparición de este periódico señaló una nueva época en el desarrollo de nuestra


cultura. Desde entonces, el poder de la inteligencia llegó hasta los lejanos confines
del territorio iluminando las consciencias. Y como si esto no fuese suficiente para
que el hebdomadario ocupase un sitio preferente en el recuerdo de las generaciones,
sus páginas encierran un rico archivo político y diplomático, al cual necesariamente
deberán recurrir los estudiosos para conocer y apreciar nuestro pasado.
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CAPITULO 4: LIBRE NAVEGACIÓN DE LOS RÍOS.

Tras el derrocamiento de Rosas y el ascenso de Urquiza, entre las primeras


resoluciones de la nueva Confederación Argentina estuvieron la declaración de
Libre Navegación de los Ríos Interiores y el reconocimiento de la independencia
del Paraguay.

El restablecimiento de los vínculos con el exterior se afianzo con la autorización


otorgada por el presidente López para que algunos mercaderes pudieran reiniciar
libremente sus actividades y con la firma de convenios comerciales con Inglaterra,
Estados Unidos y Francia.

La apertura del comercio abrió una nueva fase en la liberación del régimen
económico nacional, lo que se puso en evidencia con la autorización otorgada por
López a los extranjeros para que invirtieran en el país. Con ello se pretendía
incentivar la actividad mercantil y permitir la libre acumulación de capital en
manos privadas, así como la inversión extranjera.

Uno de los primeros permisos para realizar inversiones concedido por el presidente
López a extranjeros, recayó en Edward A. Hopkins, quien creó con capital de
Rhode Island la United States and Paraguay Navegation Company. La firma
norteamericana, en la que tenía participación el propio secretario de Estado, James
Buchanan, instaló en Asunción una fábrica de cigarros, otra de ladrillos y varias
industrias menores y comercios.

Las irregularidades cometidas por los norteamericanos, no muy inclinados a


reconocer las prerrogativas del Estado paraguayo, unido al desmedido avance de la
esfera de actividad de esta empresa extranjera, que vulneraba el sistema económico
nacionalista, hicieron que López dictara la expropiación de todas las inversiones
foráneas y expresamente prohibiera a los extranjeros poseer bienes en el país,
cerrando así, abruptamente, el ultimo capitulo del intento liberador de su régimen.

Inconforme con esta decisión, Hopkins llamo en su ayuda a un barco de guerra de


Estados Unidos, el “Water Wich”, que se hallaba navegando por las aguas fluviales
de Corrientes. Con supuestas intenciones pacificas, el capitán del buque, Thomas
Page, fondeó frente a Asunción el 20 de septiembre de 1854. Una vez en el puerto,
amenazó con cañonear la ciudad, el grave incidente terminó, momentáneamente,
con la evacuación del personal norteamericano hacia la provincia argentina vecina.

Sin tardanza, el presidente López prohibió la navegación por los ríos paraguayos a
todos los barcos extranjeros (3 de octubre). El gobierno norteamericano, por su
parte, ordenó al Water Wich ignorar esa disposición soberana. Enterado del
irrespetuoso avance del vapor de Estados Unidos, López cursó una ordenanza al
Jefe de Marina de Guerra Paraguaya para que repela al vapor extranjero, en caso de
desobedecer las disposiciones nacionales.

En febrero de 1855 el vapor norteamericano se presentó en actitud provocadora


frente a las baterías del fuerte Itapiru, con la pretensión de navegar un canal interior
en la confluencia del Paraná y el Paraguay. El Comandante de la fortaleza indicó al
buque que se detuviera, para lo cual efectuó varios disparos con salva. Pero como
el barco seguía avanzando, el comandante Wenceslao Robles, jefe del fortín,
ordenó el bombardeo con proyectiles. El Water Wich fue rechazado a cañonazos.
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El insolente vapor norteamericano, seriamente dañado y con varios heridos, se


retiró en forma apresurada, perseguido por la cañonera paraguaya Tacuarí.

Otro incidente aconteció a principios de 1858. Bajo pretexto de una supuesta


violación por parte del Paraguay del principio de libre navegación, en esa ocasión
una escuadra brasileña, al mando del almirante Pedro Ferreira de Oliveira,
compuesta por 20 buques con 130 cañones y 3000 tripulantes, obtuvo la
autorización del Gobierno porteño para remontar el Paraná y dirigirse al norte,
rumbo a Asunción. Sin encontrar resistencia alguna por parte del presidente
Urquiza, cabeza de la Confederación Argentina, la potente flota llegó a su destino.

Allí exigió el libre tránsito para los barcos del Imperio que comunicaban al estado
de Matto Grosso en la costa atlántica, por medio del sistema fluvial. Deseando
evitar a todo trance una guerra, Carlos Antonio López firmó, en 12 de febrero de
1858, el tratado que derogaba las restricciones a la navegación brasileña por el rio
Paraguay. Esta concesión paraguaya, como se demostraría un lustro más tarde, no
iba a poner fin a las ambiciones del Imperio del Brasil, por lo que a los dos años las
relaciones entre ambos países volverían a deteriorarse.

Apenas transcurrido diez meses de estos sucesos, se desarrollo el segundo capítulo


del drama paraguayo por la supervivencia nacional. Otra flota de guerra extranjera,
esta vez norteamericana, amenazaba la integridad del país. Once vapores y nueve
veleros con 200 cañones y 1500 tripulantes, enviados por el entonces presidente de
los Estados Unidos, James Buchanan, constituían una especie de expedición
punitiva que se proponía arrancar por la fuerza las indemnizaciones y privilegios
que el “Water Wich” no había sido capaz de obtener.

La presencia en el Paraná de la poderosa armada norteamericana sirvió de pretexto


a Urquiza para ofrecer su mediación. Pero su verdadera finalidad era atraer al
Paraguay a la alianza que organizaba contra la continua disidencia de Buenos
Aires. López cedió algunas cuestiones y el incidente se soluciono sometiendo el
diferendo al arbitraje internacional, con la retirada de la reclamación
norteamericana y la concertación de un nuevo tratado comercial.

Después de este episodio, el presidente López quedo completamente convencido de


que también Estados Unidos era hostil al Paraguay y corría a conjurarse con sus
enemigos, con el propósito de cerrar el asfixiante cerco que se levantaba lentamente
en torno al país.
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CAPITULO 5: ANTILOPISMO.

Las primeras voces que se alzaron contra el régimen de López no fueron, sin
embargo, la de ciudadanos paraguayos, sino la de intelectuales y políticos liberales
de Buenos Aires, que veían en el Paraguay un mal ejemplo para la Argentina, así
como un obstáculo a la expansión comercial por el interior del Rio de la Plata, entre
ellos, por ejemplo, estaban Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre.

Uno de los primeros paraguayo que se hizo eco del coro antilopista fue Luciano
Recalde. No tardó en formarse un grupo de emigrados paraguayos radicados en
Buenos Aires, que organizó, el 2 de agosto de 1858, la llamada Sociedad
Libertadora del Paraguay, auspiciada por los liberales bonaerenses y antecesora de
la tristemente célebre Legión. La agrupación la encabezaban Gregorio y Serapio
Machain, Manuel Pedro de la Peña, Carlos Loizaga y el ya mencionado Luciano
Recalde.

Nótese que Manuel Pedro de la Peña fue arrestado en 1827 por su oposición al
régimen revolucionario del Dr. Francia. Paso su juventud en la cárcel. A la muerte
del Supremo fue favorecido por la amnistía política dictada por el Consulado. En
libertad, escribió su “Himno a la Libertad”. Colaboro con el gobierno de Carlos
Antonio López, en el cual desempeño importantes puestos diplomáticos, como
señalaremos más adelante. Sin embargo, defraudado por los obstáculos interpuestos
a los planes liberales, se opuso también al presidente López, y se refugió en Buenos
Aires. En esta ciudad contribuyo a la propaganda antilopista, cuando acuso a Carlos
Antonio y a su hijo de ser continuadores del régimen de Francia (vilabou 123).

Las pretensiones “libertadoras” de estos individuos se plasmaron en el programa de


la organización, en el que se decía: el principal fin de esta sociedad, según sus
estatutos, es liberar aquella tan fértil como desgraciada parte del Globo,
comunicarle el espíritu civilizado de nuestro siglo, establecer en ella, por medio de
la propaganda y de todo cuanto recurso humano y decente este a su alcance, los
principios de libertad, igualdad, derecho de propiedad y todos aquellos goces
concedidos a los hombres por las leyes divinas y humanas, reconocidos y acatados
hoy por el mundo civilizado, y de que ha estado privada por la arbitrariedad de sus
mandatarios (E. Cardozo 142).Los verdaderos móviles de esa cruzada antilopista
habían quedado al descubierto con la publicación del libro de Luciano Recalde
titulado Monopolio del Paraguay, aparecido en Buenos Aires en 1857, y en el que
se abogaba descarnadamente por la liquidación del patrimonio estatal y de las
restricciones comerciales. El historiador paraguayo Julio Cesar Chávez anota al
respecto: uno de los factores que provocaban mayor resistencia al régimen estaba
constituido por el monopolio de la yerba y la madera. El Estado aparecía como el
máximo privilegiado traficante.(172).

La actividad sediciosa de la Sociedad Libertadora no se limitó, por supuesto, a


Buenos Aires y las provincias del Plata, sino que su influencia también se irradio al
Paraguay. El 16 de febrero de 1859 las autoridades de Asunción descubrieron una
conspiración que pretendía asesinar al presidente López. Entre los complotados se
encontraba un súbdito ingles, lo que dio lugar a un conflicto de carácter
internacional, pues los británicos se apoderaron durante unos días del vapor
“Tacuarí” en el que viajaba el general Francisco Solano López, que finalmente se
resolvió sin mayores trastornos.
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CAPITULO 6: BALANCE DE LA ÉPOCA DE LÓPEZ.

Sin lugar a dudas, podemos afirmar a manera de balance que el régimen de Carlos
Antonio López contribuyo decisivamente al desarrollo de las fuerzas productivas.
El Estado nacional se consolido y adquirió una estructura más firme, como fiel
continuador de la política soberana y nacionalista del doctor Francia.

El predomino estatal sobre el comercio se mantuvo, así como el predominio


gubernamental sobre las actividades productivas más importantes del país. Todo
ello puede definirse como una modalidad precoz de capitalismo de estado, a decir
de Guerra Vilaboy, todavía en fase de transición y adaptado como es lógico a las
relaciones paraguayas del siglo XIX.

El Estado se convirtió en una formidable palanca impulsora del desarrollo


económico nacional, en virtud de las posibilidades de acumulación de capital que
permitía la vasta esfera económica gubernamental. Ello explica que, sin necesidad
de obtener empréstitos extranjeros y al valerse de una balanza comercial
anualmente favorable, que permitía obtener medios de producción con costos
relativamente bajo, el país estuviera en posibilidad de crear una naciente
infraestructura y de echar las bases de una industria propia, sin perder por ello el
dominio de los principales recursos naturales, ni de ninguna de las fuentes internas
de financiamiento.

Sobre esto, Efraín Cardozo apunta: de hecho, el Estado, tan identificado con la
familia López, ejercía la dirección de la actividad económica del país. Por decreto
de 1846 se había declarado libre el comercio, pero esa libertad era nominal, por el
mismo decreto se estableció la propiedad del Estado sobre los yerbales y bosques
de madera de construcción. Bastaba la menor insinuación del Gobierno para que las
más ricas propiedades particulares pasasen al Fisco, a trueque de irrisorias
indemnizaciones y las multas dejaban en la miseria a las familias de los emigrados.
El Estado era el más importante estanciero y el principal exportador, lo que no
permitió la formación de ninguna fortuna privada apreciable, aparte de las que
reunieron los parientes de López.

Comparando con el gobierno de Francia, en el Estado de López, a pesar de tener en


cuento los intereses de los comerciantes, estancieros y campesinos acomodados, no
clase de terratenientes semifeudales no pudo levantar cabeza y los comerciantes
exportadores nunca lograron introducir las inversiones extranjeras y los intereses
británicos, como sucedía en los demás países de América Latina.

Esos sectores sociales tampoco lograron liquidar el peso abrumadoramente


mayoritario del Estado en economía. Más bien la presencia del capital privado y el
crecimiento relativo de la naciente burguesía nacional, se hizo sentir alrededor de
las actividades mercantiles, productivas y empresariales de la familia presidencial,
en intima vinculación con el aparato gubernamental.

Evidentemente junto a la familia López se fue conformando una nueva oligarquía


de características burguesas, vinculada en forma muy estrecha a la actividad estatal.
En ese restringido círculo de poder figuraba, además de la familia presidencial, la
alta jerarquía eclesiástica y los militares de elevada graduación, junto a algunos
destacados negociantes.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [11]

El creciente aburguesamiento de la clase dominante y las limitaciones introducidas


al régimen democrático, estaban en cierta forma determinados históricamente y no
pueden opacar el hecho concreto de que la función primordial del Estado
paraguayo siguió consistiendo en colocar a la nación en condiciones de preservar
su independencia y a la vanguardia entre los países latinoamericanos, creando las
premisas necesarias para un desarrollo propio del capitalismo.

Juan Natalicio González opina: Carlos Antonio López trabajó, infatigablemente,


con sabiduría y fértil genio realizador, a consolidar esa libertad y a crear ese
poderío. Cuando le sorprendió la muerte, el Paraguay era un vasto taller, donde
florecían las artes y las industrias, se movilizaban todas las riquezas potenciales a
beneficio exclusivo del pueblo y donde la cultura se expandía en forma realmente
explosiva.

Convertido en potencia de primer orden, acaso la mejor organizada y poderosa de


la América antes española, sus barcos, al tope la bandera nacional, surcaban los
mares y visitaban regularmente los principales puertos europeos, conduciendo en
sus bodegas los múltiples productos del suelo paraguayo.

Proseguía el autor: El Paraguay consagra en sus bases constitucionales las viejas


aspiraciones del pueblo; se tornan funciones predominantes del Estado, el comercio
exterior, la organización de los medios de transporte y la explotación de las
riquezas básicas del país. El Estado tiene sus almacenes, que le permiten regular el
precio de las mercadería, tiene sus estancias, que proporcionan carne y remonta al
ejercito y bestias de labor al agricultor pobre; tiene, en fin, su marina mercante, sus
ferrocarriles, sus explotaciones mineras, sus empresas industriales.

No coarta la formación de fortunas individuales, sino su hipertrofia, es decir, la


aparición de una plutocracia prepotente que amenace o extinga las libertades del
pueblo. Simultáneamente se ocupa de evitar la pauperización de las clases
inferiores; si la acumulación de la fortuna individual encuentra un límite, también
la pobreza tiene un linde del que no puede descender. Periódicamente llega hasta
las clases desheredadas el eficaz amparo estadual, en la forma de distribución
gratuita de los medios de producción.
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PARTE DOS:
CUESTIÓN DIPLOMÁTICAS DEL GOBIERNO DE LÓPEZ.

CAPITULO 1: RELACIONES CON EL IMPERIO DEL BRASIL.

El presidente López ansiaba entrañablemente lograr el reconocimiento de nuestra


independencia por parte de los países vecinos y demás potencias del mundo. Estas
aspiraciones fueron fuertemente respaldadas por la diplomacia brasileña, que entre
otros factores entreveía en ellas la oportunidad propicia para predisponer al
gobierno paraguayo en contra del de la Confederación, evitando así la
reconstrucción de un Estado de proporciones similares al extinto virreinato del Río
de la Plata, política esta iniciada por Portugal y proseguida con éxito por los
estadistas del Imperio.

A ella respondió la misión de Antonio Manuel Correa da Cámara ante el dictador


José Gaspar Rodríguez de Francia, la que por sí sola significaba un reconocimiento
de facto de la independencia del Paraguay. Correa da Cámara fue el único
representante diplomático que tuvo el privilegio de ser recibido por el Dr. Francia,
en 1825, y fue posteriormente despedido de Itapúa, en 1829. Desde entonces
quedaron interrumpidas las relaciones oficiales del Paraguay con el Brasil.
Desaparecido el Supremo Dictador, las fronteras del Paraguay quedaron abiertas al
amigable juego de las relaciones internacionales. Los países vecinos mostraron
nuevamente su interés por mantener contacto con Asunción, no siendo la excepción
El Imperio del Brasil, quien buscó restablecer las interrumpidas relaciones.

Por su parte, el gobierno de los Cónsules López y Alonso, buscó también establecer
relaciones con los Estados vecinos, como consecuencia de la ratificación de la
independencia por el congreso de 1842. Con ese objeto, Andrés Gill fue
comisionado a Buenos Aires y, entre otras comunicaciones, era portador de la
dirigida «Al Excmo. Señor Ministro Secretario de relaciones extranjeras de S. M. el
señor Don Pedro Segundo Emperador constitucional del Imperio del Brasil en la
corte del Río Janeyro», fechada, el 28 de diciembre de 1842. La cual ponía al
corriente del Pedro II la Declaración de Independencia realizada meses atrás, a fin
de que se preste este a reconocerla.

A fin de dar respuesta, el gobierno brasileño envió a José Antonio Pimenta Bueno,
quien, además de reconocer la independencia paraguaya el 14 de septiembre de
1844, firmó con López un tratado de “Alianza, Comercio, Navegación, Extradición
Y Límites”, el 7 de octubre. El contenido de este tratado era sumamente favorable
a los intereses paraguayos, por ejemplo: Artículo 2º: Su Majestad el Emperador
del Brasil, que tiene ya reconocida la independencia y soberanía de la República
del Paraguay, interpondrá sus efectivos y buenos oficios para que las demás
potencias reconozcan igualmente y cuanto antes la misma soberanía e
independencia de la República. (…) Artículo 3º: En caso de que la República del
Paraguay sea amenazada de un ataque hostil, Su Majestad el Emperador del
Brasil empleará todos los esfuerzos no solo para prevenir las hostilidades sino
también para que la República obtenga justa y completa satisfacción de las ofensas
recibidas. (…) Artículo 12º: quedaba garantida para las dos potencias y sus
súbditos la navegación de los ríos Paraná y Paraguay en toda la extensión de los
Estados y dominios. (…) Artículo 23º: las partes contratantes se comprometían a
trabajar de común acuerdo a fin de afirmar para sus súbditos la libertad de
navegación del río Paraná hasta el Río de la Plata.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [13]

Con el objetivo de seducir al presidente paraguayo, y deseoso de consolidar un


Estado tapón que evitara una posible reedición del Virreinato del Río de la Plata
por parte de Rosas, el gobierno brasileño movió todos los resortes de su diplomacia
para que otros países reconocieran la independencia paraguaya. Por ejemplo, en un
memorial que escribió en Berlín el 27 de enero de 1846, el vizconde de Abrantes,
representante diplomático brasileño, defendía enfáticamente la decisión de su
gobierno de reconocer la independencia paraguaya: “Por lo que toca al Brasil, si
la independencia del Estado de Montevideo, establecida por la Convención del 27
de Agosto de 1828, fue una condición o garantía necesaria para el equilibrio entre
el Brasil y la Confederación Argentina; también la independencia de la República
del Paraguay es evidentemente necesaria para complementar dicho equilibrio. La
anexión del Paraguay á la Confederación daría a ésta, además del orgullo de
conquistadora, un aumento del territorio y de fuerzas tales que aquel equilibrio
dejaría de existir, y todos los sacrificios hechos por el Brasil, cuando se adhirió á
la independencia de Montevideo, quedarían enteramente estériles.”

Respondieron a la convocatoria brasileña en pro del reconocimiento paraguayo


Bolivia, Venezuela y Austria; por su parte, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y
Cerdeña se negaron a hacerlo, y recién mandaron sus diplomáticos al Paraguay
cuando el general Urquiza pasó a ser presidente de la Confederación Argentina y
finiquitó el conflicto pendiente con el Brasil.

Citemos también que el reconocimiento de la independencia realizado por Brasil


generó la desaprobación y protesta de Rosas. Numerosos entrecruzamientos
diplomáticos se produjeron entre la Corte de San Cristóbal y Buenos Aires pero sin
ningún resultado diferente. El imperio estaba decidido a mantener su postura hacia
Paraguay.

El 19 de noviembre de 1846, Juan Andrés Gelly llegó a Río de Janeiro, como


encargado de negocios del Paraguay ante la Corte de San Cristóbal, siendo
cordialmente recibido y reconocido en tal carácter. Al año siguiente, el enviado
paraguayo planteó a gobierno de Brasil renovar el tratado de octubre de 1844, pero
el Imperio se negó a dicha proposición.

La situación cambio años después, lo cual derivo en que el gobierno paraguayo


finalmente firmó con Brasil un tratado de alianza defensiva contra el jefe de la
Confederación el 25 de diciembre de 1850.

Entre los múltiples relacionamientos que se dio con el país vecino podemos citar
las sugerencias de Pimenta Bueno al gobierno de Asunción que derivaron en la
edición del periódico El Paraguayo Independiente, con el expreso fin de defender
los derechos territoriales y la independencia del Paraguay. También, el Imperio de
Brasil ayudó al presidente López a formar un ejército regular bajo la dirección de
militares brasileños; a procurarle armas y municiones, y a levantar las
fortificaciones de Humaitá. De esto se puede inferir que a todas luces el Imperio
buscaba preparar a Paraguay para una guerra contra Rosas, ocasión que se presentó
en diciembre de 1845.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [14]

CAPITULO 2: COMIENZA LA CONFRONTACIÓN CON JUAN MANUEL DE ROSAS.

El «eje pasivo» que caracterizó a las relaciones entre el Paraguay y la


Confederación Argentina durante el gobierno del Dr. Francia cambió después de la
muerte del Supremo Dictador. Al asumir los cónsules, el sistema de aislamiento es
abandonado y comienza la difícil tarea de romper la persistente convicción de que
nuestro país aun pertenece a la Confederación Argentina, tesis sostenida por el
Gobernador porteño Juan Manuel de Rosas.

A inicios de 1842, el ministro brasileño, Luis Moutinho de Lima Alvares e Silva,


solicitaba autorización del gobierno argentino para que Antonio José Lisboa,
nombrado encargado de negocios del Imperio en la capital paraguaya pudiera
trasladarse en un buque de guerra a cumplir su cometido. Rosas se opuso no
solamente a la navegación del barco en aguas de la Confederación sino que también
a que el agente brasileño transitase por territorio argentino. En aquella ocasión,
Felipe Arana, ministro de relaciones exteriores del dictador porteño, manifestó al
plenipotenciario imperial, de parte del mismo Rosas, que accediendo éste a la
partida de un representante extranjero hacia Asunción, «reconocería ipso facto la
independencia del Paraguay». Arana agregó confidencialmente que “las vistas del
Dictador eran incorporar a la Confederación Argentina la Provincia del Paraguay,
que de derecho formaba parte de dicha Confederación, no estando, hasta aquí,
separada de ella sino de facto”. En abril de ese año, partía de Rio de janeiro Jorge
Roberto Gordon, agregado a la legación británica en la Corte de San Cristóbal, con
destino a Buenos Aires, de donde debía trasladarse al Paraguay, en misión especial
del gobierno inglés, pero encontró la misma oposición de Rosa, obligándole a
tomar la vía terrestre.

En Asunción Gordon accedió a dejar constancia escrita de los motivos por los que
Rosas le había denegado el paso. El ingles comunicó que: “El Gobernador de
Buenos Aires habrá determinado a negar al infrascripto permiso para dirigirse por
el Paraná al Paraguay, porque al Ministro Brazilero se había negado igual
suplica, y que el conceder al Ministro Británico lo que había sido negado a ese le
daría justa causa de queja” (…) “Que, si el infrascripto recibiese la licencia en
cuestión, cualquier otro Gobierno tendría derecho al mismo favor” (…) “Que
existia en este Pais un partido que queria formar una Provincia y parte de la
Confederación Argentina” (…) “Que el Gobierno de Buenos Aires no había
reconocido este País como Estado independiente, y que por tanto no permitiría
Agentes Públicos o Particulares a pasar por el territorio de la Confederación para
visitarlo. Al mismo tiempo desconocióse todo designio, de parte del Gobierno de
Buenos Aires, de obligar al Paraguay, por las armas, a unirse a la Confederación
pero que, con todo, no se permitiría Agentes Extranjeros a pasar para ella; (se
tenga el poder de impedirles) mientras que el Paraguay no se habrá pronunciado
por entero en favor de un cualquier modo de Gobierno, sea en la forma de un
Estado independiente, sea como una Provincia, haciendo parte integrante de la
Confederación”.

La respuesta de Gordon mereció el agradecimiento del gobierno paraguayo. La


información del agente inglés era un testimonio fehaciente de las intenciones de
Rosas. Si bien los alegatos de Rosas eran infundados y falaces, puesto que no había
un partido porteñista en Asunción o intensión alguna de incorporarse a la
Confederación, era cierto que hasta esa fecha no existía una evidencia documental
de la proclamación solemne de la Independencia Nacional ni juramento de estilo.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [15]

La solución vino en el Congreso Extraordinario de 1842, el cual aprobó la solemne


declaración que reza: “Primero. La República del Paraguay en el de la Plata es
para siempre de hecho y derecho una nación libre e independiente de todo poder
extraño. (…) Tercero. En lo sucesivo el Gobierno que fuese nombrado para
presidir los destinos de la nación, será juramentado en presencia del Congreso, de
defender y conservar la integridad e independencia del territorio de la República,
sin cuyo requisito no tomará posesión del mando. Exceptúase el actual Gobierno
por haberlo ya prestado en la acta misma de su inauguración. – Cuarto. Los
empleados militares, civiles y eclesiásticos serán juramentados al tenor de esta
acta luego de su publicación. – Quinto. Ningún ciudadano podrá en adelante
obtener empleo alguno sin prestar primero el juramento prevenido en el artículo
anterior. – Sexto. El Supremo Gobierno comunicará oficialmente esta solemne
declaración a los Gobiernos circunvecinos, y al de la confederación argentina,
dando cuenta al soberano Congreso de su resultado (…)”.

El gobierno consular, para dar cumplimiento a lo dispuesto por el Congreso


extraordinario, designó a Andrés Gill como agente especial para presentar a Rosas
las resoluciones de la Asamblea de 1842, y solicitarle el reconocimiento de nuestra
independencia y pabellón nacional en la forma usual de las naciones. Además debía
cumplir lo que verbalmente se le había encomendado: establecer contacto con los
representantes del Brasil, Bolivia, Chile y Estados Unidos de América para
manifestarles los deseos del Paraguay de entablar relaciones con sus respectivos
países. Para el gobierno de cada uno de los tres llevó también la comunicación
relativa a la declaración del 25 de noviembre con el pedido del reconocimiento de
la independencia. Igual cometido debía cumplir con el ministro francés y el nuncio
apostólico de Su Santidad el Papa.

Días antes de su partida le fue entregada la respuesta de Rosas a la comunicación


del 28 de diciembre de 1842. El documento, que protocolizó la política de Rosas
con relación a la República, encerraba tres declaraciones principales: 1º El gobierno
encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina no daba su
aquiescencia a los deseos del Paraguay que su independencia fuese reconocida por
la aludida Confederación. 2º El envío de un agente, cuando permitiesen las
circunstancias, encargado de transmitir a los Cónsules los gravísimos
inconvenientes que ofrecía la independencia paraguaya. 3º «Jamás las armas del
confederación argentina turbarán la paz y tranquilidad del pueblo paraguayo».
Fundamentales eran la primera y la última. Por primera vez Rosas las exponía en
una comunicación oficial, empleando un lenguaje diplomático cortés, pero con
claridad, como para no dudarse de sus intenciones. Su política no varió con el
tiempo. Durante su prolongado predominio no reconoció la independencia del
Paraguay y el ejército argentino no molestó a la República. En cuanto al envío del
agente, ya prometido a Ponte Ribeiro, para convencer a los paraguayos de lo que
más les convenía, no cumplió su ofrecimiento. El comisionado nunca apareció.

A la misión Gill sucedió la de Manuel Peña, que fue portador de la nota


contestación de la del 26 de abril y de otra relacionada con la adquisición de armas.
Los Cónsules respondieron a Rosas el 30 de agosto de 1843, en términos precisos y
categóricos, por los cuales el Paraguay ratificaba su decisión de conservar su
independencia. “El Gobierno que subscribe, decían López y Alonso, tomó luego en
conocimiento la nota de V.E. del 26 de abril del presente año y le ha sido
grandemente sensible el observar un resultado que no se esperaba, y que pone en
contorción los principios republicanos y la filantropía del gran pueblo argentino”,
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [16]

a cuya liberalidad y patriotismo debió su independencia la Banda Oriental,


conforme con la voluntad libre y espontánea de los orientales. En el mismo sentido
se condujo el gobierno argentino al reconocer la formación de Bolivia. Igual acto
de justicia esperaba de él, la república del Paraguay, cuya independencia
proclamada y sancionada por el congreso general de octubre de 1813, fue
reconocida por gobiernos argentinos anteriores.

Agregaban los cónsules: “El soberano congreso general de esta República


celebrado en 25 de noviembre próximo pasado, no hizo más que ratificar
solemnemente, lo que aquella corporación del año trece había declarado y puso
además en expediente formal su declaratoria para exigir el debido reconocimiento
de nuestra independencia, y abrir su comercio franco con la confederación
argentina y con las naciones amigas, que pudieron hacerlo bajo bases
concernientes (...) La República del Paraguay guiada de la experiencia ha venido a
confirmar lo que mejor le conviene a su futura suerte. Conoce lo que ella vale, de
nadie es émula, ni rival. Ella sola se basta para cuanto quería. Ha mostrado en
largo tiempo su moderación y justicia, y será libre e independiente, porque quiere
serlo”.

No obstante el énfasis y la energía de los párrafos precedentes, el gobierno


paraguayo deseaba conservar sus amigables relaciones con el argentino. Un
rompimiento con Buenos Aires debía repercutir necesariamente sobre el comercio
de ambos países, cuyo trastorno o entorpecimiento sería de consecuencias
perjudiciales para el Paraguay. De ahí que los Cónsules terminaban con las
siguientes palabras de prudencia y moderación; “Y mientras pueda arribarse a una
resolución razonada más halagante a los designios nacionales de nuestra
República, espera el superior Gobierno que por parte del Exmo. Gobierno de
Buenos Aires no se opondrá obstáculo alguno al comercio de ambas Repúblicas, ni
a sus relaciones amigables, ni al progreso de sus simpatías”.

El 14 de marzo de 1844 Carlos Antonio López fue elegido presidente de la


República del Paraguay. Rosas aprovechó el cambio de gobierno para enviar una
nota a López diciendo que se mantenía en su negativa en cuanto al reconocimiento
de la independencia, pero que conservaría la mejor amistad con el gobierno
paraguayo y que no pondría dificultad al tráfico comercial con este país.

Posteriormente pues comenzó a implementar una diferencia de la actitud en el trato


entre el régimen paraguayo y el correntino, comportándose con abierta hostilidad
hacia este ultimo. Informado el dictador acerca del comercio entre correntinos y
elementos unitarios (rebeldes), impuso un bloqueo absoluto sobre la rebelde
provincia del Litoral, exceptuando expresamente a los paraguayos de esta medida.

Tal como lo esperaba Rosas, este tratamiento diferencial colocó al gobierno


correntino en contra del paraguayo, y en octubre de 1844 el primero decretó que
todo barco que comerciara con Buenos Aires era objeto legítimo de guerra y podía
ser detenido por tiempo y sobre bases indeterminadas, una medida que obviamente
dañaba la navegación paraguaya. López contraatacó rápidamente, tomando
posesión de todos los navíos correntinos presentes en aguas paraguayas.
Momentáneamente Rosas, fiel cultor de la máxima de “divide y vencerás”, había
triunfado en su propósito de poner a ambos Estados del Alto Plata uno contra el
otro.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [17]

CAPITULO 3: SE AGRAVA LA PROBLEMÁTICA CON BUENOS AIRES.

Pero contra los deseos de Rosas, esta situación de divorcio entre Corrientes y
Paraguay se interrumpió casi de inmediato por la mediación del Imperio del Brasil,
El objetivo brasileño era conformar una gran alianza antirrosista, y en virtud a este
objetivo, además de mediar en la solución del conflicto, Más aún, el 2 de diciembre
de 1844 ayudaron a soldar un acuerdo de navegación y comercio entre Carlos
Antonio López y el gobernador de Corrientes, Joaquín Madariaga, que explicitaba
los derechos de visita por parte de los barcos mercantes de ambas jurisdicciones e
implícitamente unía a los dos gobiernos en una alianza antiporteña, estipulando una
normativa sobre el apresamiento de embarcaciones enemigas.

La respuesta del jefe de la Confederación Argentina a lo que consideraba una


afrenta correntino-paraguaya fue contundente: el 8 de enero de 1845 Rosas dispuso
la prohibición del comercio con Corrientes y Paraguay a todo buque situado en
Buenos Aires u otro puerto de la Confederación. Asimismo, el decreto prohibía el
ingreso de buques paraguayos o correntinos a dichos puertos. El caudillo Oribe,
aliado de Rosas en Uruguay, expidió un decreto semejante, prohibiendo el
comercio del Paraguay por el río Uruguay. No obstante, estos decretos no
amedrentaron al presidente López, quien el 11 de noviembre de ese mismo año
selló una alianza ofensiva y defensiva con el gobierno de Corrientes en contra de
Rosas y sus aliados. Los tratados firmados en esta ocasión expresaron el deseo
común de los Estados del Alto Plata por la libre navegación en los ríos.

También establecieron los objetivos políticos de los dos gobiernos, explicitando el


reconocimiento de la independencia paraguaya y, para Corrientes, el "completo
cumplimiento de los derechos individuales y políticos de las provincias del Plata
como estados independientes aún unidos en una federación". Se designaba además
al general José María Paz director de las fuerzas fluviales y terrestres.

Finalmente, el 4 de diciembre de 1845 Paraguay lanzó un manifiesto declarando la


guerra a Rosas por negarse a reconocer la independencia paraguaya y haber
prohibido el comercio fluvial. A su vez, el 19 de dicho mes se canjearon en la
provincia de Corrientes las ratificaciones del tratado de alianza correntino-
paraguayo. Como consecuencia de la declaración de guerra del Paraguay, un
ejército de este país de 4.000 hombres, comandado por el general Francisco Solano
López, pasó en 1846 a Corrientes a ponerse bajo las órdenes del general Paz.

El acuerdo entre Paraguay y Corrientes era convincente en el papel, pero difícil de


concretar por las continuas discusiones entre José María Paz y Joaquín Madariaga
sobre la conducción de la campaña contra Buenos Aires. El exasperante deseo de
protagonismo provocó que ninguno de ellos recurriera a las fuerzas expedicionarias
paraguayas establecidas en Corrientes como un aliado contra el avance rosista.
Cada caudillo antirrosista quiso jugar su propia guerra contra Rosas, y por eso
terminaron perdiendo. El resultado fue un desastre completo. En febrero de 1846
las tropas rosistas al mando de Urquiza derrotaron a las fuerzas correntinas en la
batalla de Laguna Limpia.

Este suceso inesperado provocó la posibilidad de que Rosas ordenara la invasión


del Paraguay, pero el representante norteamericano en Buenos Aires William Brent
obtuvo de Rosas, el 26 de febrero de 1846, que esta acción no se llevara adelante.
Por otro lado, al día siguiente de la declaración de guerra a Rosas, el presidente
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [18]

López había aceptado, a instancias del enviado norteamericano Edward Hopkins, la


mediación norteamericana en el conflicto. Las bases entregadas por López incluían
el previo reconocimiento de la independencia por parte de Rosas, el ajuste con la
garantía norteamericana de un tratado de navegación y comercio, conservándose la
libre navegación del Paraná, y atender las exigencias de Corrientes. A su vez, las
condiciones comunicadas por Arana a Brent en Buenos Aires, el 27 de febrero,
reconocían a Paraguay su integridad territorial, autonomía en los asuntos internos y
la libre navegación de los ríos, pero sobre la base de igualdad con todos los demás
miembros de la Confederación Argentina, por lo cual era imposible el acuerdo
entre este proyecto y el de López. El 9 de marzo de 1846 Rosas dirigía una nota a
su ministro en Brasil Guido para que comunicara a su colega norteamericano Henry
Wise que no era posible aceptar la propuesta paraguaya por los siguientes motivos:

“Que el gobierno de la Confederación no puede dar ese paso porque ello


importaría favorecer la segregación de Corrientes y desmembrar el territorio
nacional” (…) “Que la Confederación Argentina es la única dueña del Río
Paraná, por la misma razón que los Estados Unidos se han hecho los únicos
dueños del Mississipi y del Misouri, y el Brasil del Amazonas.” (…) “Que el
gobierno argentino ha mandado al general Urquiza que no ataque ni invada el
territorio paraguayo en ningún caso ni tiempo, sino que solamente trate como
enemigos salvajes unitarios a los paraguayos o tropas paraguayas que avanzasen
hostilmente sobre el territorio de Corrientes.” (…) “Y que nunca hará uso de las
armas en contra del Paraguay”.

No obstante el fracaso de la mediación norteamericana, López decidió el retiro de


sus fuerzas de Corrientes, poniendo fin a este conato de guerra contra el gobierno
de Rosas.

El nuevo gobernador correntino Benjamín Virasoro, hombre de confianza de


Urquiza, gobernador de la provincia de Entre Ríos, permitió el comercio entre su
provincia y el Paraguay. A pesar de estas medidas adoptadas por Virasoro, Rosas
prefirió no complicar la ya delicada situación política correntina y el 7 de febrero
de 1848 autorizó que "hasta nueva resolución sean abiertos los puertos de la
Confederación a las procedencias del Paraguay”.

A pesar de esta decisión de Rosas, las relaciones entre el Paraguay y la


Confederación rosista continuaron complicándose por la desconfianza que el
gobierno de Asunción guardaba respecto de los futuros planes de Urquiza y los
derechos que el primero reclamaba sobre territorios de las antiguas misiones
jesuíticas. Estos hechos y otros más que eran todos sumamente favorables a Rosas,
hicieron que el presidente López decidiera asegurar la soberanía paraguaya en las
Misiones despachando hacia el sur una columna de 1000 hombres de infantería,
600 de caballería y una unidad de artillería que avanzó sobre el área disputada en
junio de 1849. El propósito de la expedición era restablecer las líneas del comercio
entre Itapúa (llamada Encarnación luego de 1846) y Sao Borja, y sobre todo
proteger un importante cargamento de armas y municiones enviado desde Rio
Grande a Paraguay.

Ante la posibilidad de una reacción bélica de la Confederación y sabiendo que


Brasil no deseaba renovar el tratado de alianza, López buscó un avenimiento con
Rosas. Para ello ordenó a su ministro Benito Varela dirigir a su colega argentino la
nota de 16 de octubre de 1849, proponiendo lo siguiente:
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [19]

1) Renovar el tratado del 12 de octubre de 1811.


2) Establecer un principio estable para la navegación de los ríos.
3) Para solucionar la cuestión de límites, esperar la reunión del Congreso General
de la Confederación Argentina.
4) Diferir el reconocimiento de la independencia del Paraguay hasta la reunión de
dicho Congreso General.
5) Pactar un tratado de alianza defensiva para ayudarse recíprocamente contra
cualquier enemigo que atacase a uno u otro país.

Pero Rosas ya negociaba en esa época la cesación de hostilidades con ingleses y


franceses. Por lo tanto, en cuanto tuvo la certeza de que estos asuntos estaban por
alcanzar una solución, Rosas no solamente no contestó a Paraguay sino que preparó
a la opinión pública porteña para recibir el 19 de marzo de 1850 el siguiente
decreto de la Legislatura: “Queda autorizado el Excmo. Señor Gobernador y
Capitán General de la Provincia Brigadier don Juan Manuel de Rosas para
disponer sin limitación alguna de todos los fondos, renta y recursos de todo género
de la Provincia hasta tanto se haga efectiva la reincorporación de la Provincia del
Paraguay a la Confederación Argentina”. Este decreto fue la respuesta a la nota de
López, y como las fuerzas de éste permanecían en las Misiones, Rosas ordenó a las
propias el avance hasta la provincia de Corrientes.

Negociados los tratados de paz con Inglaterra y Francia, Rosas rompió relaciones
con el gobierno brasileño en septiembre de 1850, debido a las incursiones
depredadoras del barón de Jacuhy en territorio oriental, y ordenó el retiro de su
ministro Guido de la corte de Río de Janeiro. El Imperio del Brasil buscó entonces
celebrar alianzas con los países vecinos. La intransigencia de Rosas fue
seguramente una de las razones más poderosas por las que el gobierno paraguayo
finalmente firmó con Brasil un tratado de alianza defensiva contra el jefe de la
Confederación el 25 de diciembre de 1850.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [20]

CAPITULO 4: CAÍDA DE ROSAS Y RECONOCIMIENTO DE NUESTRA


INDEPENDENCIA.

Las negociaciones realizadas por Rosas con las potencias europeas resultaron
desfavorables para Urquiza, quien tomó la decisión de iniciar la ya madurada
empresa de derrocar a Rosas. Lo cual ocurrió 1º de mayo de 1851, fecha en que
Urquiza se pronunció en franca rebeldía contra el dictador, y fue apoyado por el
gobernador de Corrientes Visororo. El 29 de mayo de 1851 se formalizó en la
ciudad de Montevideo una alianza entre el Imperio del Brasil, el gobierno de
Montevideo y el gobierno de la provincia de Entre Ríos.
Por el artículo 1º de este acuerdo, las partes firmantes se comprometían a acabar
con la guerra civil en el territorio oriental, uniéndose en alianza ofensiva y
defensiva para el fin de mantener la independencia y pacificar el territorio de la
misma República (Oriental del Uruguay), haciendo salir del territorio de ésta al
general don Manuel Oribe y las fuerzas argentinas que manda, y cooperando para
que, restituidas las cosas a su estado normal, se proceda a la elección libre del
presidente de la República, según la constitución del Estado Oriental.

Otras disposiciones del tratado tripartito eran la libre navegación del río Paraná y
los demás afluentes del Plata y la invitación a Paraguay a entrar en la alianza
gestada contra Rosas.

La invitación a Paraguay como miembro de la alianza antirrosista estaba


explicitada en el artículo 23º del tratado: El gobierno de Paraguay será invitado a
entrar en la alianza, enviándole un ejemplar del presente convenio; y si así lo
hiciere, conviniendo en las disposiciones aquí insertas, tomará la parte que le
corresponda en la cooperación, a fin de que pueda gozar también de las ventajas
mutuamente concedidas a los gobiernos aliados.

Una vez derrocado Rosas y ascendido Urquiza al poder, decidió este enviar a
Santiago Derqui al Paraguay. El reconocimiento de la independencia fue declarado
en ceremonia solemne el 17 de julio de 1852. No obstante, El tratado de límites
firmado por Derqui iba a ser muy mal recibido por la opinión pública de Paraná, lo
cual derivó que, en septiembre de 1855, el Congreso de Paraná rechazo los
acuerdos con Paraguay firmados por Derqui y recomendó que se iniciaran nuevas
negociaciones con ese país.

El rechazo de los tratados firmados por Derqui por el Congreso de la


Confederación fue percibido por el presidente paraguayo Carlos Antonio López
como un agravio. No obstante, era necesario para Urquiza mantener la neutralidad
de Paraguay, por lo que el 13 de octubre de 1855 designó a Tomás Guido como
enviado ante el gobierno paraguayo.

Las negociaciones no fueron buenas y el resultado fue postergar la cuestión de


límites y limitarse a firmar un tratado de amistad, comercio y navegación el 29 de
julio de 1856.

Estos hechos acontecieron en los últimos años del gobierno de Carlos Antonio
López, y constituyen el fin de una empresa tan duramente sobrellevada, al cual
consistía en el reconocimiento de nuestra independencia por parte del estado
argentino.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [21]

CONCLUSIONES
DEL TEMA

En esta parte del trabajo, quisiéramos agregar todas aquellas conclusiones,


opiniones y críticas que, por razones didácticas no hemos incluido en las paginas
del contenido de la presente obra.

Primeramente, es de recalcar que los progresos materiales alcanzados en todos los


órdenes, bajo la dirección de los técnicos europeos contratados en época de López
hicieron del Paraguay una unidad económica autónoma y pujante que en poco
tiempo se colocó entre los primeros países sudamericanos. Abandonando el intento
de implantación de capital extranjero luego del fracaso de la Compañía Hopkins, el
Paraguay fue la única nación del continente donde encontró barreras infranqueables
la expansión del imperialismo europeo, y acostumbrado a prolongados aislamientos
desarrolló un género de economía peculiar que dependía muy poco de la economía
internacional.

No obstante, es necesario reconocer que la política exterior independiente del


Paraguay y las potencialidades productivas de un país que durante décadas había
resistido exitosamente a las pretensiones hegemónicas de sus ambiciosos vecinos,
así como las presiones de las principales potencias capitalistas para penetrar su
economía y dominar sus mercados, tenía que provocar, más tarde o más temprano,
la oposición concertada de todas estas fuerzas. Era el preludio de la tormenta que se
iba gestando en el horizonte y que trágicamente termino en la Guerra de la Triple
Alianza.

Pero esta oposición, como bien señalamos en la parte uno de este trabajo, no solo
era externa, sino que también se daba dentro del país. A finales de la década del
cincuenta, y paralelamente con el creciente hostigamiento de fuerzas extranjeras, se
fue haciendo palpable la aparición de los primeros síntomas internos de oposición
al régimen de Carlos Antonio López. La misma causa, el desarrollo de la política
nacionalista en el Paraguay, iba provocando distintos efectos en su contra y
poniendo en acción el engranaje hostil de la maquinaria desestabilizadora que
artificialmente creaban las grandes potencias industriales. Es decir, existía una
conjugación de factores internos y externos.

Los antiguos círculos privilegiados del Paraguay habían cifrado todas sus
esperanzas en que el Gobierno de López llevara hasta sus últimas consecuencias el
proceso de liberación, sobre todo en lo referido a lo que modernamente se
denomina el área estatal de la economía. La reiterada negativa del Jefe de Estado a
abandonar su política nacionalista, que limitaba el acceso al enorme patrimonio
estatal e impedía lucrar con la comercialización de la yerba mate y la riqueza
forestal, hizo renacer el descontento en un sector de los propietarios, los cuales
hicieron aflorar las criticas que antes hacían a Francia, solo que ahora contra
Lopez..

Sin embargo, es necesario dar tiempo a ver las dos caras de la moneda, ya que no
todo los que se publicaba en Buenos Aires era para denigrar al Gobierno
paraguayo, hubo periodistas y escritores que salieron de forma resuelta en defensa
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [22]

del Paraguay. Entre ellos merecen citarse a Juan J. Brizuela, Nicolás Calvo y más
tarde a Juan Bautista Alberdi.
Para terminar este punto: El gobierno no abandonó los resortes fundamentales de la
economía nacional, y como en el pasado, tampoco dio entrada al capitalismo
extranjero, arrojando, en suma, para su época, un balance positivo.

También quisiéramos detenernos nuevamente sobre el caso del Water Wich. Es


evidente que los norteamericanos confundían ex profeso la libre navegación por
los ríos, con el derecho a desconocer la soberanía paraguaya sobre su propio litoral.
Igualmente recordemos que, atrás de los intereses estatales del país norteamericano,
existían fuertes intereses personales, tanto de Hopkins como de Buchanan, e
ideológicos, los cuales creo que se dejó en claro cuáles eran.

Otro topo digno de mencionar nuevamente, y consideramos que no dimos la devida


importancia al mismo al escribir el presente trabajo, es el del Paraguayo
Independiente. Su fundación y existencia están estrechamente vinculadas a la
gloria de Carlos Antonio López. No sólo fue su creador, sino el inspirador de su
prédica y su redactor principal. En cada uno de sus números dejó impresos la
reciedumbre de su carácter, la elevación de sus aspiraciones, la clara visión de su
talento y el fuego de su patriotismo. Juan Andrés Gelly, uno de los paraguayos más
eminentes de aquel tiempo, también dejó en sus páginas los rasgos de su vasta
ilustración. Si grande es la figura de Carlos Antonio López como hombre de acción
y paladín de la independencia nacional, grande es también como propulsor y
animador de nuestra cultura. En este sentido, El Paraguayo Independiente, es la
sólida columna en que descansa su imperecedera memoria.

Con El Paraguayo Independiente nuestro pueblo aprendió que no sólo se defiende


a la patria con la acción de las armas sino que también se la defiende con las
virtudes de la inteligencia.

Entrando en la parte diplomática, en la cual se habrá notado nos explayamos mas,


por contrapartida tenernos menos cosas que acotar en estas conclusiones que ya no
se hayan incluido anteriormente. Con respecto al tratado de Pimienta Bueno del 7
octubre de 1844, este no tenía ningún objeto para el Paraguay, ya que nuestro
nunca había sido hostilizado militarmente por Rosas, quien no le había cerrado sus
puertos sino cuando López se había aliado a los unitarios y firmado convenciones
diplomáticas con la provincia de Corrientes. En cambio, el acuerdo le convenía al
Brasil porque hacía de Paraguay un aliado para una eventual guerra contra Rosas.
Además, el emperador no ratificó el tratado, prueba evidente de que aquél no
abrigaba el propósito de cumplir las cláusulas estipuladas en el mismo, sino que
sólo procuraba poner a López del lado del Imperio y en contra de Rosas.

En cuanto a la relación con la Confederación, destacamos la actuación de Andrés


Gill. El Paraguay por primera vez se presentaba a la consideración del mundo y lo
hacía por intermedio de esa persona, a quien de esta suerte, le cupo el honroso
cometido de iniciar la diplomacia paraguaya. Y para terminar, queremos resaltar
que en las redacciones que pudimos observar de los escritos de Rosas a los
gobernantes paraguayos se notaba una fina y sutil habilidad en él a utilización de
las palabras, puesto que no se refería a la República de Paraguay pero si al Pueblo
Paraguayo y a su Excelentísimo Gobierno. Era de doble filo porque ni admitía ni
negaba la independencia de la República. El mismo rotulo llevaban las
comunicaciones dirigidas a los Gobiernos de las provincias.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [23]

CONCLUSIÓN
DEL TRABAJO

Llegando al final, nos sentimos satisfechos con la tarea realizada, la


cual es fruto de largas horas de estudio e investigación.

Reconocemos nuestros errores y sentimos que no dispongamos de una


extensa bibliografía, la cual sin duda hubiera suministrado mayores
datos y derramado mayor luz sobre cuestiones que necesitaban de
documentación para plasmar la realidad histórica, es decir, la
reconstrucción del pasado en que subsiste la conciencia de la
continuidad de ese pasado en el presente.

Por otro lado, agradecemos la iniciativas de los profesores de la cátedra


que gracias a trabajos como estos nos permiten descubrir aspectos de
nuestra historia que de otra forma quizá nunca accedamos, por puro
interés, a investigar.

También damos gracias a quienes nos facilitaron los libros y ayudaron a


armar el contenido de la obra.

Sin más que agregar, damos por concluido este trabajo, honrados en
haber indagado en los anales de la historia patria en este año especial
del bicentenario, y esperando haber llenado las expectativas.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [24]

BIBLIOGRAFÍA.

Libros.

 Báez, Cecilio. “Historia Diplomática del Paraguay”. Asunción. 1932.

 Báez, Cecilio. “Resumen de la Historia del Paraguay”. Asunción. 1910.

 Benítez, Luis G. “Manual de Historia del Paraguay”. Asuncion. 2002.

 Cardozo, Efraín. “Paraguay Independiente”.

 Chaves, Julio Cesar. “El Presidente López. Vida y gobierno de Don Carlos”. Editorial
Ayacucho. Buenos Aires. 1955.

 Delgado de Carvalho. “Historia Diplomática del Brasil”. Sâo Paulo. 1959.

 Guerra Vilaboy, Sergio. “Paraguay: De la Independencia a la Dominación Imperialista


1811- 1870”. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1984.

 Gonzales, J. Natalicio. “Bases y tendencias de de la Cultura Paraguaya”. En Cuadernos


Americanos. México D.F. 1942.

 Irazuta, Julio. “Vida política de Juan Manuel Rosas”. Buenos Aires. 1992.

 Maldonado, Silvio. “El Paraguay, Aspecto político, Recursos Humanos, Recursos


Económicos. Fondo de Cultura Económica. México D.F. 1952.

 Pastore, Carlos. “La lucha por la tierra en Paraguay”. Talleres Gráficos “33”.
Montevideo. 1972.

Diccionarios.
 Garcia- Pelayo y Gros, y otros. “Diccionario Pequeño Larousse Ilustrado”. Ediciones
Larousse. Mexico DF. 1987.

 Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Microsoft Encarta- 2007.


HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [25]

ANEXO.
SEMBLANZA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ
Carlos Antonio López Ynsfrán (Asunción, 4 de noviembre de 1790 – Ibídem, 10 de septiembre de 1862)
fue una figura política paraguaya. Fue presidente de Paraguay entre 1844 y 1862.

López nació en el barrio Manorá, Asunción, el 4 de noviembre de 1790. Forzado por sus padres cursó sus
estudios de filosofía y teología en el Real Seminario de San Carlos de dicha ciudad, pero luego abandonó
dicha carrera para estudiar derecho. Tras doctorarse en jurisprudencia, fue catedrático de dicha institución.
Por causa de las hostiles relaciones con su tío, y en aquella época, dictador, José Gaspar Rodríguez de
Francia, fue forzado a mantenerse oculto por varios años. Adquirió, de todas formas, tan profundo
conocimiento de ley y asuntos gubernamentales que, a la muerte de Francia en 1840, luego del breve
gobierno de la junta provisoria que dirigió el país entre 1840 y 1841, fue elegido cónsul junto con el
Teniente Mariano Roque Alonso, puesto en el que se desempeñó entre 1841 y 1844.

Promulgada la Ley de la Administración Política de 1844 (considerada como una Constitución por
algunos), el 14 de marzo de ese año, reunido el Congreso, se dio por terminado el gobierno Consular y se
decidió elegir un Presidente siendo elegido Don Carlos Antonio López primer Presidente Constitucional
de la República por el período 1844-1854. Al término de dicho periodo, fue reelegido dos veces, una por
tres (1854-1857) y otra por diez años (1857-1867), no pudiendo completarse esta tercera etapa de su
presidencia por su fallecimiento, el 10 de septiembre de 1862. Aunque nominalmente era un presidente
actuando bajo una constitución republicana, gobernó despóticamente. Su gobierno fue en general dirigido
con sabia energía al desarrollo de los recursos materiales, dotó al país de una nueva constitución y un
ejército moderno.

Entre los más importantes aportes de su gestión se pueden citar:


 El primer tramo del Ferrocarril Nacional.
 La creación de la Flota Nacional.
 Las fundiciones de Hierro de Ybycuí.
 El desarrollo del Arsenal.
 El incremento de la producción y el comercio. Se firmaron tratados comerciales con Francia,
Estados Unidos y el Reino Unido.
 La creación de más de 300 escuelas, declarándose la enseñanza gratuita y obligatoria.
 La creación del Himno Nacional.
 La reforma de la agricultura.
 La concesión de la ciudadanía a los indígenas.
 La fundación del periódico El Paraguayo Independiente
 La reorganización completa de la Administración pública, con un mayor presupuesto.
 La instalación de imprentas.
 El resurgimiento de la vida social.
 El afianzamiento de las fronteras paraguayas, así como el reconocimiento de su independencia por
parte de muchos países.
El celo que guardaba a los acercamientos extranjeros varias veces lo envolvieron en disputas diplomáticas
con Brasil, Inglaterra, y Estados Unidos, que muchas veces lo llevaron al borde de la guerra, pero cada vez
que esto sucedía se redimía por medio de audaces evasiones.
A su muerte, dejó el camino marcado para que su primogénito hijo Francisco Solano López (1826-1870),
a quien anteriormente había confiado cargos de responsabilidad, lo sucediera en la presidencia del país.

JUAN MANUEL DE ROSAS


Juan Manuel de Rosas (1793-1877), político y militar argentino, gobernador de Buenos Aires (1829-1832;
1835-1852) y principal dirigente de la que habría de ser considerada, de hecho, Confederación Argentina
(1835-1852).

Nacido en Buenos Aires, en el seno de una de las familias más destacadas de la ciudad, se crió en una
estancia cerca del Salado, y a los ocho años de edad ingresó en la escuela de Francisco Javier Argerich, en
Buenos Aires. Interrumpió sus estudios para formar la compañía de niños que luchó contra las invasiones
inglesas (1806-1807). Amasó una gran fortuna como ganadero y exportador de carne de vacuno en la
época en que el virreinato del Río de la Plata luchaba por su emancipación del dominio español (1810-
1816). En 1827, en el contexto previo al inicio de la Guerra Civil, se había convertido en dirigente militar
y en paladín de la aristocracia conservadora del país, que estaba a favor de la corriente federalista, opuesta
a la influencia extranjera y a las reformas liberales defendidas por la tendencia unitaria, en la que militaba
Juan Galo Lavalle, gobernador de Buenos Aires. Éste fue apartado del poder por Rosas tras la batalla de
Puente de Márquez, librada el 26 de abril de 1829. En julio de ese año Lavalle y Rosas firmaron una
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY [26]

tregua, y el 6 de diciembre Rosas fue nombrado gobernador de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta
1832.

En 1833 dirigió una victoriosa campaña contra los indígenas del sur de Argentina, y dos años más tarde
fue restablecido como gobernador, hecho que él aceptó con la condición de que le fueran conferidos
poderes dictatoriales. Conseguidos éstos, impuso los criterios federales al frente de la que habría de ser
considerada, de facto, Confederación Argentina. Tras fundar su propio Partido Restaurador Apostólico, y
con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, conocida como “La Mazorca”, que aterrorizó a sus
adversarios unitarios, formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el
control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación. Para entonces, se había comenzado a
usar la divisa punzó (distintivo rojo muy vivo, color de los uniformes usados por la primera unidad militar
de Rosas contra los británicos y luego en la campaña contra los indios meridionales) como emblema de la
lealtad federal (luego fue obligatoria). Los principales apoyos de Rosas provenían de los estancieros (que
compartían sus intereses), de la Iglesia católica y de la población más humilde. Por su parte, los
principales opositores a su régimen fueron los unitarios (que odiaban a Rosas por su radical supresión de
la libertad y que creían que la nación necesitaba un gobierno constitucional centralizado), los intelectuales
y escritores (que criticaban sus políticas y actuaciones y, muy especialmente, las protagonizadas por La
Mazorca) y, por último, los caudillos provinciales que se resistían a su autoridad y que de inmediato
fueron derrotados y reemplazados.

Rosas estableció un régimen dictatorial, con una amplia red de espionaje y una constante presencia de la
policía secreta, que propició que en 1840 fueran ya muy pocos los dispuestos a enfrentársele. Tras
autoproclamarse “tirano” en 1842, lo que le otorgó pleno dominio sobre todo el territorio de la
Confederación, su retrato pasó a estar presente en todos los lugares públicos. En 1843 intervino en la
guerra civil de la vecina Uruguay (la denominada Guerra Grande), suscitando el temor ante un posible
expansionismo argentino. Gran Bretaña y Francia tomaron represalias, imponiendo bloqueos a Buenos
Aires (1838-1840 y 1845-1850), pero Rosas perseveró en sus intenciones. En 1851, Justo José de Urquiza,
antiguo partidario de Rosas y gobernador de la provincia de Entre Ríos, lideró contra su gobierno una
rebelión de carácter centralista (unitaria) que contó con el respaldo de Brasil y Uruguay. Derrotado por las
tropas de Urquiza en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), Rosas hubo de exiliarse. Falleció 25
años más tarde en Swathling (en las proximidades de la ciudad inglesa de Southampton, en el condado de
Hampshire, Gran Bretaña).

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