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Albert Guasch16/09/2019
El urogallo, una impresionante ave en peligro de extinción por los efectos del cambio climático. (LV)
Los animales son sensibles a los cambios de temperatura, tanto o más que los
humanos. Piensa en lo mal que te sientes cuando tienes fiebre. Ellos sufren también
este tipo de malestar como consecuencia del cambio climático.
¿Te has dado cuenta de que cada vez hace más calor? Los veranos duran ahora una
media cinco semanas más que durante la década de 1980. Zonas de la península
ibérica que antes tenían un clima mediterráneo, como el Valle del Ebro, tiene cada vez
más un clima más semiárido.
Y los animales son sensibles a estos cambios. Cada especie tiene una serie de
condiciones climáticas (humedad, temperatura) en las que se sienten a gusto, pero el
calentamiento global está alterando estos patrones.
“El cambio climático está llevando a muchas especies al límite. Les falta agua para
beber o sufren temperaturas en las que no están cómodos”, explica David Vieites,
director del Departamento de Biogeografía y Cambio Global del Museo Nacional de
Ciencias Naturales (MNCN), institución del CSIC.
Por ejemplo, algunos animales diurnos pasan a tener una actividad nocturna porque se
sienten más cómodos durante la noche, cuando las temperaturas bajan.
Otros animales optan por cambiar los patrones de migración y se desplazan al norte,
en búsqueda de temperaturas más bajas, o bien hacen lo contrario y dejan de migrar.
Es el caso de las cigüeñas. Antes iban a África a pasar el invierno, donde las
temperaturas son más altas. Ahora, en cambio, cada vez menos cigüeñas emprenden
el viaje porque los inviernos cada vez son más templados en la península Ibérica y no
ven la necesidad de migrar hacia el sur.
¿Qué podemos hacer? “Cada vez que cogemos menos el coche estamos contribuyendo
a revertir el cambio climático actual a largo plazo. A corto plazo, podemos plantar
árboles e intentar evitar que se quemen bosques”, añade el investigador del MNCN.
Si plantamos árboles ahora, en treinta años podemos tener bosques. Esto puede
contribuir a revertir los efectos del cambio climático y facilitar la vida de los animales
que ahora sufren sus efectos.
La pérdida de biodiversidad nos afecta a todos. Afecta a las abejas, que polinizan las
plantas que producen las frutas que nos comemos. O al agua: cada vez hay menos y de
peor calidad. Todo esto tiene consecuencias para el medio ambiente. ¡Y aquí nos
incluimos a nosotros, los seres humanos!