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El género lírico

Las figuras retóricas

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Soneto: Composición poética que consta de catorce versos endecasílabos
distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos.

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 Con tus palabras, sintetizá cuáles son las características de la poesía gauchesca.

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Así comienza el poema:

Actividades
1) ¿Cuáles son las características del gaucho? Explicar e incluir en la respuesta
fragmentos del texto que representen su forma de ser.
2) El autor retrata la lengua “gaucha”: copiá dos fragmentos que lo ejemplifiquen y
comentá qué diferencias tiene con la lengua “culta o letrada”.
3) En la 2º y 3º estrofa aparece una invocación religiosa, recurso frecuente de la
literatura gauchesca. ¿En qué consiste esa invocación y cuál es su propósito?

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3-Realizar un resumen sobre el texto “La lectura de Martín Fierro como poema épico”.

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Actividades

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Actividades

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Actividades

1) ¿Cuándo desapareció "el chico"? ¿Quiénes se lo llevaron supuestamente?


2) ¿Quién entrega referencias del niño perdido?
3) Describe al personaje principal.
4) ¿Cuál es la importancia del cuchillito?
5) ¿Por qué crees tú que el narrador se refiere al protagonista primero como
"chico" y luego como "indio"? Argumenta.

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El mito griego del Minotauro

Una versión del mito del Minotauro (escrita por Franco Vaccarini)

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La noche boca arriba
Julio Cortázar

Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;


le llamaban la guerra florida.

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la
motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que
eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos
edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina
saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.
Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle
Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada
de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas
demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó
llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario
relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la
calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano,
desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como
dormirse de golpe.
Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la
moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la
presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo
alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su
derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la
garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente
no tenía más que rasguños en las piernas. “Usted la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina
de costado…”. Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con
guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a
gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al
policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la
cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas
semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. “Natural”,
dijo él. “Como que me la ligué encima…” Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y
le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta
un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o
cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la
ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera.
Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se
habría sentido muy bien, casi contento.
Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho
como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se
puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla
a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha.
Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

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Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano,
ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie.
Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía
huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre,
y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la
estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.
Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se rebelara contra
eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. “Huele a guerra”, pensó,
tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo
hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el
miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del
otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo.
El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del
olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese
incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A
tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera
querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el
rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.
-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de
sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado,
colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no
querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando
despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados
los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna
pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con
alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un
frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al
brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado
donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente
repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y
quedarse.
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de pan, más
precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en
la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales
de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco
incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo,
y suspiró de felicidad, abandonándose.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o
confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas
de árboles era menos negro que el resto. “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.” Sus pies se hundían
en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el
torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para
escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía
ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un
escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios
musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los

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bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro,
y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había
empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la
selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el
rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el
tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su
número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.
Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio
antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer
enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban
las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde
atrás.
-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome
agua y va a ver que duerme bien.
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta
velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un
diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin… Pero no quería seguir pensando en la
pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan
cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche.
Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con
vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se
vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así?
Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío
que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un
desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa
nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado
a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas
maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con
el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al
volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina.
Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su
garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas
pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.
Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor
a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir
los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las
sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El
frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto,
y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final.
Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído
al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.
Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que
gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a
venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían
ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las
mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo
interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por
zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el
dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó

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antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le
acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de
plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió
alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los
portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan
bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un
metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del
techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El
pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero
todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero
cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.
Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó
que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía
algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio
de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los
ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que
ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo
que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada… Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más
fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó
a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras
roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse,
subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna
menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían
buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían
era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en
lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante
de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las
escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un
segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza
abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía
hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía
que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como
todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con
luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus
piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había
acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre
las hogueras.

Actividades
1) Escribir las ideas principales de cada una de las partes del texto.

Introducción:

Nudo:

Desenlace:

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2) Leer los siguientes fragmentos y explicar su significado con tus propias palabras:

a) “Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores
(…) Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación
del sueño algo se rebelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no
había participado del juego. `Huele a guerra´, pensó”.

b) “Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se


incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca.
El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello
casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho”.

c) “Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a
despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro,
absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas
avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama
ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas”.

d) “En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también
alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca
arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras”.

e) “Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del
sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano”.

3) ¿Cómo se manifiesta la confusión entre el sueño y la realidad?

4) ¿Qué tipo de narrador aparece? Fundamentar con tres citas textuales.

5) Elaborar un cuadro comparativo entre “La noche boca arriba” y un texto de Borges.

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Actividades

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2-Resuman las ideas principales del texto.

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“El patio iluminado”, en Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez

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Actividades

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1) ¿Por qué el cuento se llama “El patio iluminado”? Fundamentá.
2) Si el cuento se hubiera titulado “El patio oscuro”, ¿qué hechos o situaciones deberían ser
diferentes en la historia?
3) ¿Cómo es el protagonista? ¿Qué piensa y siente?

Actividades integradoras

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Técnicas de estudio

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Actividades
1) Lean atentamente el siguiente texto:

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2) Completen el siguiente cuadro sinóptico con la información faltante:

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EL CUADRO COMPARATIVO

Es una forma gráfica de estructurar la información.

 ¿Cómo se organiza?
 El título del cuadro es el tema central.
 En las columnas aparecen los elementos o subtemas que deseamos
comparar.

Comparar: establecer semejanzas y diferencias.

Elementos o subtemas

Aspectos o rasgos principales que se comparan


Ejemplo
Comparamos dos personajes creados por Cervantes: Don Quijote y el
licenciado Vidriera.

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DON QUIJOTE EL LICENCIADO VIDRIERA

 El origen de su locura es la  El origen de su locura es un hechizo amoroso.


excesiva lectura de libros de
caballería.  Sus aventuras y episodios tienen un horizonte
 Sus aventuras y episodios limitado.
constituyen un mundo de
validez universal.
 No sigue reglas.
 Trata de cumplir todas las
reglas de la Caballería.

Actividades

1) Lee el siguiente texto y elabora un cuadro comparativo sobre el relato policial.

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ADVERBIOS

Semánticamente, los adverbios son palabras que caracterizan, amplían o modifican las
circunstancias en que se desarrolla la acción, el proceso o el estado que expresa el verbo: el modo, el lugar,
el tiempo, etc.
Complementan al verbo y en la oración cumplirán la función de circunstanciales.

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ACTIVIDADES

Observá las siguientes publicaciones de Facebook y escribí en tu carpeta posibles comentarios de


Matías y Luján que contengan cualquier tipo de proposiciones incluidas adverbiales.
Encerralas entre paréntesis y luego especificá qué tipo de proposición incluida adverbial es.
Por ejemplo:
¡Esa foto te la sacaste (cuando estabas de vacaciones)!
*Cuando estabas de vacaciones: Proposición adverbial de tiempo.

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Matías Cheves

Me gusta – Responder- 5min

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Luján Román

Me gusta – Responder – 8h

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Actividad

Escriban un cuento utilizando diez palabras donde se apliquen las reglas


ortográficas de la página anterior y cuatro signos de puntuación distintos.

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La malasangre
Algunos aspectos de La Malasangre, de Griselda Gambaro

1. Introducción
1.1. Breve biografía de la autora

Griselda Gambaro nace en Buenos Aires en 1928. Su obra se divide en dos géneros, narrativa y dramática.

Entre sus obras dramáticas más relevantes se encuentran:

 El desatino, de 1965.
 Cuatro ejercicios para actrices, de 1970.
 Sucede lo que pasa, de 1976.

También participó de los ciclos de Teatro Abierto con obras como:

- Antígona furiosa, de 1986.

 Penas sin importancia, de 1990.

O las más recientes:

- Dar la vuelta, de 1999.


- De profesión maternal, de 1999.

Entre su obra narrativa hay novelas y cuentos para niños como:

 La cola mágica, de 1976. Cuentos para niños.


 Ganarse la muerte, de 1976. Durante la última dictadura militar un decreto del general Videla la prohibió por
considerarla contraria a la institución familiar y al orden social, debido a esta censura y a las presiones recibidas
en casi todos los ámbitos de su vida; Gambaro se exilia en Barcelona. Regresa en 1983, al finalizar la dictadura.

1.2. El poder y lo femenino

El poder es uno de los temas centrales en la dramaturgia de Griselda Gambaro. De este tema derivan otros como la
libertad, la responsabilidad y la relación víctima/victimario.

En relación con esto último, la Dra. Susana Tarantuviez en su tesis doctoral inédita distingue tres etapas en la
producción gambariana:

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En una primera etapa, la mujer es víctima pasiva de un mundo controlado por el hombre. Es denigrada, humillada,
golpeada. Es la “representación de lo femenino como la víctima degradada”. Esta etapa corresponde a la producción
de las décadas del ´60 y ´70 y se ve en obras como Las paredes.

En una segunda etapa la mujer es una víctima que se rebela contra el autoritarismo y muestra valores como la
compasión y la lucha por la libertad, la mujer se ha convertido en una heroína. Esto se ve en las obras de la década
del ´80 como La Malasangre, Real envido, Antígona furiosa.

En una tercera etapa la mujer ya no aparece como una víctima pasiva o como una heroína, sino que Gambaro ha
logrado una representación más profunda y realista de la problemática femenina. Esta etapa es conocida como la
“representación de lo femenino en construcción de su propia subjetividad”. Esto se en obras de las décadas del ´90
y ´2000 como De profesión maternal.

Esta evolución demuestra una toma de conciencia de la autora con respecto al género femenino y sus problemas.
Peter Roster en Griselda Gambaro de la voz pasiva a la voz activa dice que en realidad, estas etapas no son
divisiones tajantes, sino que hay un hilo central que une las etapas y que consiste en una convicción de que el
hombre puede mejorarse, puede recuperar su salud psico- sociológica, y este pensamiento es el que va a marcar la
evolución de la autora y que se va a ver reflejado en la construcción de sus personajes.

2. La Malasangre

Es una obra dividida en 8 escenas. Escrita en 1981 y estrenada en agosto de 1982 en el teatro Olimpia de Buenos
Aires. Pertenece al período realista crítico de la autora. Porque cumple con las características del teatro aristotélico;
no rompe la ilusión de que lo que está pasando sobre el escenario es real, presenta una historia lógicamente
acabada, respeto por las tres unidades de tiempo, lugar y acción; una gran verosimilitud y una tendencia a la
identificación del lector/espectador con el conflicto representado y, especialmente con el héroe. Consigue a través
de la puesta en escena que el espectador se identifique con la historia presentada y con una o varias figuras del
drama.

2.1. Estructura interna y contexto

La obra está situada en Buenos Aires hacia 1840, época del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas.

La situación del país es bastante inestable. La guerra civil entre unitarios y federales es cada vez más sangrienta.
Rosas tiene facultades especiales otorgadas por la Legislatura de Buenos Aires, y hace y deshace leyes a su gusto,
reparte el territorio público según sus propios criterios y es el principal representante de la fuerza rural. Los
ganaderos y hacendados mantienen a Rosas en el poder.

Cerca de 1840 un grupo de reaccionarios antirrosistas llamados los “Libres del Sur” se subleva dando lugar a la
Batalla de Chascomús. Los “Libres del Sur” pierden y se unen a las fuerzas del general Lavalle. Desde entonces no
habrá paz en las calles porteñas.

2.1.1 “El terror”, la época de Rosas y el simbolismo del color rojo.

El clima vivido en Buenos Aires en 1840, cuando las fuerzas de Lavalle se aproximaban a la ciudad, es conocido por
algunos historiadores como el “Terror”. Consistió en una acción estatal deliberada para castigar y atemorizar a la
opinión mediante acciones represivas llevadas a cabo por los mazorqueros. Éstos eran lo que hoy se diría una fuerza

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parapolicial a cargo de los asesinatos, palizas y humillaciones a los opositores que entraban en sus viviendas, las
saqueaban y destruían los objetos celestes, el color de los unitarios.

Los operativos realizados en horas de la noche tenían como objetivo infundir terror. Para evitar caer en sospechas,
la población pintó de rojo los zócalos, puertas y ventanas de sus casas y se vistió de ese mismo color o bien, utilizó
sin descanso la conocida divisa punzó. En estas “rondas nocturnas”, los mazorqueros pasaban en un carro tirado por
caballos gritando “melones”, que eran en realidad cabezas unitarias.

Finalmente, en 1852 en la Batalla de Caseros, Rosas es derrocado.

En La Malasangre existen innumerables alusiones al régimen rosista, esto se ve desde la primera didascalia:

“(…) las paredes tapizadas de rojo granate. La vestimenta de los personajes varía también en distintas
tonalidades de rojo. Una gran mesa de roble lustrado (…) El padre, que viste de rojo muy oscuro (…)”.

Después, durante la primera escena, cuando Benigno y su esposa miran por la ventana a los postulantes para el
puesto de profesor, aparece una nueva alusión:

“(…) Madre: (…) Que está bien vestido. Con guantes…rojos (…)”

A partir de este momento, queda claro que el color rojo tendrá un papel importante en la obra. Los diálogos lo
muestran como un símbolo del despotismo, tanto en el ámbito de lo público como de lo privado. Este color tan
representativo, generalmente está asociado a situaciones violentas o tristes. La autora, al reconocer este símbolo en
ambos ámbitos, reconoce que el despotismo se halla presente también en estos dos ámbitos, e intenta por medio de
los diálogos que el interpretante también los reconozca.

2.2. El otro contexto

Todo el contexto de la época de Rosas sirve para hacer referencia a otro momento histórico; el de la última
dictadura militar. En la época en la que se estrenó La Malasangre, el régimen militar estaba debilitado y la obra no
es más que una gran alusión a la caída de este régimen. Además, en los últimos años del Proceso había una fuerte
oposición a éste, y como forma de exteriorización de esta oposición es que surgen los ciclos de Teatro Abierto.

En estos ciclos se ponen en escena obras que muestran cuán ilegítimo es el gobierno militar y cómo ese gobierno se
encuentra en decadencia.

2.3. Los personajes

Los personajes de la obra son tan representativos como la construcción del ambiente escénico. Los parlamentos de
cada uno de ellos nos van revelando poco a poco los rasgos más representativos de su personalidad. Una
característica que tienen es que sólo los protagonistas Dolores y Rafael presentan una evolución. La autora se ha
encargado de dejar bien en claro que el resto de los personajes no van a evolucionar, no van a cambiar y, por medio
de éstos, expone las razones de su inmutabilidad.

2.3.1. Fermín

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Fermín es el empleado de confianza de Benigno, tiene ciertos beneficios especiales y se toma algunas atribuciones
libremente. Es obsecuente, sádico y cruel. Existe una complicidad entre él y benigno, no sólo cumple sus órdenes
sino que también disfruta las maldades del tirano. Es él quien golpea a Rafael – especialmente en la joroba- , que lo
humilla, lo ignora y finalmente lo mata. Dolores odia a Fermín, pero como sabe que es la mano derecha de su padre,
intenta respetarlo, le acepta un pájaro muerto y finge que sus atrocidades le causan gracia.

En la escena final, Dolores nombra a Fermín como la “mano Verduga”, esto en realidad, es la definición final de todo
un grupo de gente que durante el Proceso de Reorganización Nacional, no hizo más que satisfacer al poder tirano,
es la representación de quienes matan en nombre del poder, son sus marionetas y se sienten especiales por ello.
Son capaces de llegar a cualquier extremo por ejecutar las órdenes del déspota.

2.3.2. Madre

La madre de Dolores es una mujer introvertida, sumisa, es un personaje que bien podría pertenecer a la primera
etapa de la producción gambariana en relación con la representación de lo femenino, al menos en un principio. La
madre, no tiene nombre, es simplemente madre o esposa, no existe como mujer en sí misma, sino sólo como un
objeto que es funcional a algo o a alguien; no tiene carácter, por lo que soporta los malos tratos de Dolores y de su
marido sin ninguna objeción.

Es en extremo insegura y, por supuesto, no discute nada. Al principio de la obra el interpretante hasta podría llegar
a compadecerse de ella, ya que con su sumisión se destaca el autoritarismo de Benigno.

Sin embargo, conforme va avanzando la acción, este personaje comienza a mostrar sus características y el
interpretante se va desengañando, la madre no es una víctima, sino una cómplice del poder despótico. Se engaña a
sí misma, no ve la verdad de la situación y cree que su marido es un hombre bueno que sólo tiene mal carácter, por
eso trata siempre de complacerlo.

La relación con Dolores es ambigua, cree que en ciertos aspectos Dolores se parece a su padre, pero la mayor parte
del tiempo no la entiende, pero tampoco lo intenta, no se sabe si por miedo a la verdad o porque en realidad no le
interesa.

En la última escena, la madre es quien alerta a su marido sobre los planes de huida de su hija con el profesor,
aparece en el salón, mientras Dolores espera a Rafael y le dice que él no vendrá, le dice a su hija que puede irse a
dormir. En esta escena, Dolores hace la caracterización exacta del personaje:
“(…) Envidiosa. Aceptaste todo desde el principio, envidiosa de que los otros vivan. No por cariño. Miedo.
Tímida de todo. A mí me hiciste esto. Miedo de vivir hasta a través de mí. Humillada que ama su humillación
(…)”.

En esta escena cada uno de los diálogos hace una referencia directa al contexto, y aparecen como algo que estuvo
oculto pero que al decirlo denota obviedad:

“(…) Madre (…) ¡Se me escapó todo de las manos! (…)


(…) Dolores: Es lo que pasa mamá. Cuando se decide por los otros (…) se escapa todo de las manos y el
castigo no pertenece a nadie. Entonces, uno finge que no pasó nada y todo el mundo duerme en buena
oscuridad (…)”

Aquí se evidencia nuevamente la caracterización de otro grupo de gente, que durante la dictadura, mantenía el
silencio, no se involucraba, no creía jamás en las verdades que se decían sobre la situación. Un grupo de gente que

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se encontraba cómodo en su lugar en la sociedad, que no sentía la necesidad de rebelarse, porque fingían que nada
grave pasaba y se convirtieron en cómplices del poder despótico.

2.3.3 Padre

Benigno es un hombre autoritario, soberbio, intolerante y violento. Maltrata a su mujer y se rodea de gente que no
se rebelará jamás contra su poder. Él es quien elige a Rafael como profesor de Dolores, cree que al ser jorobado
Dolores no se enamorará de él. Está confiado en que Dolores es sólo un poco caprichosa y aniñada y que su rebeldía
no es algo por lo que un hombre como él deba preocuparse.

Benigno es un personaje que está caracterizado desde la primera línea. El interpretante sabe desde el principio que
él será el oponente, no hay dudas sobre su personalidad y, por lo tanto, la relación con el contexto histórico es
realmente muy clara. En el contexto de la época de Rosas, Benigno se muestra como un fiel seguidor, considera a
los que no son federales como “salvajes, inmundos, asquerosos”, justifica el régimen rosista y es parte de él.

Con respecto al contexto de la última dictadura militar, Benigno representa exclusivamente al poder, al tirano;
violento e inescrupuloso. Es quien da las órdenes, es quien decide sobre la vida y la muerte de las personas. En la
figura del padre están representadas todas las características de quienes, durante esta época, tuvieron el poder.
Benigno admite que nadie es libre cuando él no quiere, esto podría ser una referencia clara a los desaparecidos
asesinados, ya que si el lector/espectador observa detenidamente, la situación que se desarrolla en la última escena,
es muy similar a las que tenían lugar en esa época: Fermín, la mano Verduga del dictador ha matado a Rafael
cuando intentaba escapar del poder despótico, Dolores se rebela, empieza a gritar sus verdades y es llevada por la
fuerza. La intención es siempre silenciar.

2.3.4. Rafael

Rafael es jorobado. Es el maestro que Benigno eligió para su hija y en un primer momento sólo intenta hacer bien
su trabajo. Pero se encuentra con que Dolores es caprichosa y siente un odio profundo hacia su padre, y sin
embargo no duda en humillarlo hasta que él le da una cachetada. Como consecuencia esa misma noche es golpeado
brutalmente por Fermín. Rafael se siente enojado con Dolores, y las disculpas de ella no sirven de mucho, es en este
momento cuando las frases de Rafael comienzan a quedar grabadas en la mente del lector/espectador:

“(…) Que a uno le concedan todos los perdones significa que no merece ninguno. ¡Como el olvido, señorita!
Si uno olvida todo, sepulta, degüella su memoria. (…)”

Rafael finalmente se enamora de dolores y planea con ella una huida, hasta que la madre de Dolores los delata y
todo se ve interrumpido.

Rafael representa a todos aquellos que son considerados “Torcidos” por mucha gente, entre ellos los dictadores;
pero que en realidad, son la imagen del librepensamiento. Rafael es la representación de quienes intentaban,
durante la dictadura, de huir hacia el exilio, pero que son encontrados o delatados y finalmente mueren en manos
de un poder que aborrecían.

2.3.5. Dolores

Considerando las etapas evolutivas de la representación de los personajes femeninos, La Malasangre pertenece a la
segunda etapa, en la cual la mujer se rebela y se convierte en heroína.

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Ahora bien, en La Malasangre Dolores es un personaje rebelde desde el principio, está en contra del autoritarismo
de su padre, la pasividad de su madre y todo el ambiente opresivo que la rodea.

Sin embargo, en un principio la rebeldía de Dolores no es algo que preocupe a su padre, es una rebeldía más bien
oculta bajo la imagen de una adolescente caprichosa y tonta. Todas las frases de odio y oposición a su padre son
dichas en diálogos con Rafael o con su madre. Pero cuando Dolores se enamora de Rafael comienza en ella una
evolución, la rebeldía comienza a hacerse más tangible, desde el momento en que decide huir con Rafael, hasta el
final, cuando, por culpa de su madre, la huida se ve frustrada. Es en este último momento, cuando Dolores ve el
cuerpo sin vida de Rafael, cuando la furia y la rebeldía se hacen realmente tangibles, y aparecen los parlamentos
más reveladores de Dolores, frases que quedan sonando en la mente del interpretante como verdades que por
primera vez en mucho tiempo han sido puestas a la luz.

“(…) ¡Que la memoria no los deje vivir en paz! ¡A vos, con tu poder, y a vos mano Verduga, y a vos hipócrita
y pusilánime! (…) ¡Ya nadie ordena nada! ¡En mí y conmigo nadie ordena nada! (…) Ya no tengo miedo, soy
libre (…)”

“(…) ¡El silencio grita! ¡Yo me callo pero el silencio grita! (…)”

Las dos últimas escenas nos muestran a una Dolores furiosa, con la rebeldía a flor de piel, porque ha logrado vencer
sus miedos y enfrentarse a su padre. El personaje de Dolores ha evolucionado, se ha convertido en la voz de un
pueblo que grita verdades a un poder en franca decadencia.

2.4 La relación de Dolores con su padre y las relaciones que de allí se deducen

En la última escena dolores ha logrado vencer sus miedos y enfrentarse a su padre. A partir de esto pueden hacerse
por lo menos dos grandes relaciones. La primera es que la relación de Dolores con su padre no es más que una gran
analogía de la relación que existía entre la gente y el régimen militar. La segunda relación se da entre la pérdida de
autoridad de Benigno y la decadencia del régimen militar.

2.5 La Malasangre: un texto político

La Malasangre es una obra en la cual conviven dos planos, el plano del contenido y el plano de la expresión. En el
plano de la expresión se introduce como contexto histórico la época de Rosas, presenta una situación en la casa de
una familia de la época, en la cual manda un hombre autoritario y violento, que descubre que a pesar de sus
controles su única hija se ha enamorado de su profesor jorobado. Al enterarse de esta relación y de que ambos
pensaban huir, decide que su empleado de confianza mate al jorobado. Al final Dolores ve el cuerpo sin vida de su
amado y se rebela contra su padre.

En el plano del contenido, y a través de referencias más o menos cristalinas, la obra establece una clara relación
entre el mundo de Dolores y la situación que vivía el país bajo el gobierno militar. El interpretante debe establecer
esta relación, debe llegar al plano del contenido que se encuentra bajo el plano de la expresión para comprender
plenamente el sentido de la obra.

3. Conclusión

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Si bien podría considerarse y analizarse la obra tomando en cuenta sólo el plano de la expresión, no se puede negar
que la obra produce su máximo efecto cuando se la considera también en el plano del contenido. La unión de estos
planos no es indisoluble, o al menos no para un potencial espectador, pero si no se la considera en su totalidad, la
obra pierde gran parte de su valor.

Después de todo, lo más importante de la obra es el plano del contenido… la historia de amor entre Dolores y Rafael
no vale gran cosa como símbolo. Lo que está detrás, la crítica al gobierno militar que seguía vigente en ese tiempo
es lo que verdaderamente importa. El despotismo de Benigno nos habla del despotismo militar. La rebelión de
Dolores nos habla de la rebelión del pueblo. La Malasangre es más que nada un texto político.

Actividades
1) ¿Por qué La malasangre es un texto teatral? Justificar.
2) ¿Cuál es el conflicto planteado en la obra?
3) Copien tres acotaciones relevantes. ¿Cuál es la función de cada una de ellas?
4) Elijan dos personajes y transcriban un parlamento característico de cada uno.
5) Si tuvieran que representar un fragmento de la obra, ¿cuál elegirían y por qué?
6) Realicen un cuadro comparativo estableciendo similitudes y diferencias entre los personajes.
7) Elaboren una reseña crítica sobre la obra.

Actividades complementarias

A) Con tus palabras resumí qué ocurre durante la escena I.


B) Transcribí una didascalia de esa escena que muestre la forma de ser del padre.
C) ¿Qué relación puede haber entre el nombre del padre, Benigno, y su forma de ser?
D) De la primera escena, transcribir acotaciones que describan el carácter de la madre.
E) ¿Por qué el padre es una figura autoritaria? Usar citas a lo largo de la explicación.
F) ¿Por qué Dolores se muestra como una chica rebelde?
G) En las escenas II y III, ¿cuál es la actitud de Rafael ante las sucesivas humillaciones? ¿Hay cambios en
el personaje?

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El túnel

1) ¿Por qué imaginan que esta novela se llama El Túnel? ¿A qué les remite la imagen? ¿Este túnel será real o
metafórico?

2) Debatan en grupos cómo es la relación entre Juan Pablo Castel y María Iribarne. ¿Se podría hablar de una
relación “sana”? ¿Qué sentimientos prevalecen? ¿Por qué creen que Juan Pablo Castel llega al homicidio?

3) Busquen fragmentos donde Juan Pablo Castel exprese su idea de la humanidad. ¿Qué ideas predominan?

4) Como expresa María Rosa Lojo, esta novela se podría pensar como un caso de violencia de género. ¿Qué
elementos del texto nos permiten pensar eso?

5) Realicen un cuadro comparativo entre El túnel y La malasangre. ¿Qué tienen en común? ¿En qué se diferencian?

6) Elaboren un resumen de los primeros cuatro capítulos de la novela.

7) Describan a los personajes utilizando cinco adjetivos para cada uno.

8) Busquen noticias de diarios que hablen sobre casos de violencia de género. Después subrayen los elementos en
común que poseen con El túnel de Sábato. Debatan sobre las relaciones que existen entre los dos integrantes de la
pareja. ¿En qué se parecen a la relación de Juan Pablo Castel y María Iribarne? ¿Por qué creen que ocurren esos
casos de violencia de género? ¿Qué cambios sociales creen que deben darse para que se termine la problemática?

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