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La transformación de la filosofía

Lenguaje y orden: Análisis del lenguaje versus hermenéutica del lenguaje

Karl-Otto Apel

1. Exposición del problema

Para establecer la relación entre lenguaje y orden es necesario clarificar:

I. ¿Qué significado tiene el orden para el lenguaje?, ¿Hay un orden en el lenguaje?, ¿cómo está
constituido?, ¿cuál es su relación con el problema de la pluralidad de lenguajes concretos, con la
“diversidad de las construcciones lingüísticas humanas” (Humboldt)? (Lingüista empírico o ¿al
lógico también?)

II. ¿Qué significado tiene el lenguaje para el problema del orden?, ¿de qué forma queda
instituido en general un orden en el mundo?, ¿es acaso el lenguaje para nosotros los hombres una
condición de posibilidad del orden en cuanto orden del mundo? (Filósofo, lógico, teórico del
conocimiento, filósofo del derecho y social).

¿Depende tal vez la respuesta a la pregunta por el “significado del lenguaje para el problema del
orden” de la respuesta a la pregunta por el “significado del orden para el lenguaje” y a la
inversa? Para aclarar este problema, Apel propone iniciar revisando el curso evolutivo de la lógica
del lenguaje en Occidente.

2. La metafísica del orden en la historia de la “lógica del lenguaje” hasta su decantación en la


“Filosofía analítica”

Desde el concepto griego de “lógos1” se puede rastrear el mutuo condicionamiento entre lenguaje
y orden. En un principio se buscaba concebir el lenguaje como reproducción mediante signos de
un orden del mundo, pero la estructura de este orden venía constituida a partir del orden
inmanente del lenguaje.

Históricamente desde la antigüedad se ha intentado mostrar la antedicha relación. Aristóteles


concebía su lógica del sujeto-predicado equivalente a un orden ontológico (el del ser esencial del
ente); la alta escolástica entendía la ontología como verificación de la gramática latina con ayuda
de la teoría de la suposición; y Leibniz propone una nueva forma de esta relación, abandonando el
lenguaje corriente, con su calculus characteristica universalis artificial, identificando el problema
lógico-lingüístico con el matemático.

Con los planteamientos de Leibniz se alude a la secreta metafísica de la lógica matemática


(logística) que surge a finales del siglo XIX (atomismo lógico). Sus representantes más
sobresalientes son B. Russell y L. Wittgenstein. Con el Tractatus, Wittgenstein pretende reflejar un
solo orden sobre el mundo, el lógico-matemático y el orden del lenguaje bajo la suposición de su

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Lógos significa “discurso” u “oracción”, pero también “sentido”, “ley universal” o “razón” de las cosas.
forma idéntica; además, curiosamente, el de cuestionar toda la metafísica hasta el momento a
través de una crítica del lenguaje. Ahora bien, la gran dificultad que emerge es que la forma
idéntica que hace posible la figuración estructural de los hechos del mundo en los hechos- signo
del lenguaje no puede ser en sí representada como un hecho, esto es, que no puede en absoluto
comunicarse ni conocerse. Si nada puede decirse acerca de la forma del mundo, sólo posible en el
uso del lenguaje, nada en absoluto podrá decirse con sentido sobre la totalidad del mundo ya que
los enunciados son sólo sobre la forma del lenguaje.

El argumento crítico-lingüístico de Wittgenstein contra la metafísica fue eficaz contra la metafísica


logística del orden, pero la idea de poder hallar certezas válidas a-priori sobre la relación entre el
orden del mundo y el orden el lenguaje desde un ámbito fuera del orden del lenguaje se mostró
imposible. Esto sólo será posible por la mediación de la interpretación del mundo presente en
todo momento en el lenguaje corriente como metalenguaje último 2. Así, esta problemática
desembocará en reducir el problema lógico del orden al problema de un análisis empírico del
lenguaje corriente y, de esta forma, relativizarlo. Tal acometido puede observarse en Ch. Morris al
intentar solucionar el problema de la pragmática de los signos en la forma de una ciencia
generalizante de la conducta humana mediada por los signos (behavior). Pero es Wittgenstein el
que radicalmente elabore la reducción y relativización del problema lógico-linguísitico del orden,
reconociendo sólo la variedad infinita de los “juegos del lenguaje”, que funciona en la praxis
comportamental humana, como fuente de toda regla y orden. Los juegos del lenguaje, en la
práctica existencial, abren el todo de un horizonte situacional dentro del cual tiene sentido
preguntarse, por ejemplo en la ciencia natural, por la composición de elementos simples.

3. ¿Conduce la “filosofía analítica” a la “reducción” de todos los problemas ontológicos del


orden a la “descripción” del uso fáctico del lenguaje?

Wittgenstein, con su teoría, termina en un relativismo pragmático. El único criterio para valorar y
enjuiciar los juegos lingüísticos es el de que funcionan y se acreditan como “formas de vida”.
Siguiendo su tesis, se llega a los llamados problemas insolubles de la metafísica, a cuestiones
pseudocientíficas. Desde un punto de vista positivo, como el mismo Wittgenstein lo afirma, es
necesaria la filosofía para autocomprender la función del lenguaje, por naturaleza, problemático.

Apel luego de plantear las diferentes dificultades de la teoría de los juegos del lenguaje de
Wittgenstein, intenta responder, con el ejemplo de Ryle, ¿De dónde adquiere el filósofo analítico
los criterios en los enjuiciamientos del uso de los juegos del lenguaje? Las preguntas que propone
Ryle para aclarar esta dificultad son: ¿cuánto tiempo estuviste discutiendo ayer? Y ¿cuánto tiempo
estuviste abstrayendo ayer? Morfológicamente hablando no se pueden hacer distinciones entre
ambos enunciado. Pero si se remite al desarrollo hecho por Jost Tier y L. Weisgerber de la
consideración de la estructura de campo en el contenido de las palabras, se puede situar el
contexto diferenciador de dos distintos campos semántico: “discutir” dentro del campo de
conversar, entrevistar, charlar, dialogar, etc.; y “abstraer” dentro del campo de distinguir,

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“La coordinación unívoca entre orden del mundo y orden de los signos sólo se consigue en la medida en
que el mundo se encuentra ya (previamente) abierto como ‘algo’ dotado de significatividad para el hombre”.
destacar, o en el campo de las operaciones metódicas del entendimiento como concebir,
comprender, explicar, deducir, etc.

Ahora bien, según Apel, este método lingüístico corrobora la tesis de la escuela wittgensteiniana
de que es en el propio uso del lenguaje, en sus reglas de juego correctamente entendidas, donde
está, el antídoto contra las posibles seducciones de la forma externa del lenguaje. Con este
método no se describen simplemente hechos. La estructura de campo de los contenidos de las
palabras, especialmente su delimitación, no puede establecerse sin una cierta visión especulativa
previa de un posible orden ontológico en lo significado por el lenguaje. Como en Wittgenstein, no
se hace una descripción del comportamiento factico de los objetos en el mundo, sino una
interpretación hermenéutica del lógos en su sentido intencional.

Si bien, las pretensiones metafísicas de la lógica formal mostraron la imposibilidad de coordinar


ontológicamente el lenguaje y el mundo desde un tercer ámbito fuera del lenguaje; el examen
crítico de las condiciones de posibilidad de una filosofía analítica del lenguaje mostró que tampoco
en la crítica del lenguaje puede el filósofo soslayar la comprensión ontológica del ser. El lenguaje
no es médium quod, sino médium quo del conocimiento. De esta manera la ontología no se puede
sustituir por el análisis del lenguaje, aunque si debe venir mediada por la asimilación
hermenéutico-crítica de los aspectos situacionales del mundo que se abren en los diferentes
juegos lingüísticos. Esta mediación hermenéutica sólo es posible en la medida que los diferentes
juegos lingüísticos no estén abstractamente aislados unos de otros, sino insertos en el gran diálogo
de la historia que somos .La ontología debe estar mediada por el lenguaje como concretización y
profundización de la crítica del conocimiento.

4. La relación entre lenguaje y orden y el círculo hermenéutico de la “forma” y el “contenido” del


sentido lingüístico

Moritz Schlick propone un concepto de orden de la crítica del lenguaje (logístico) según el cual, “el
hablar se basa en un orden temporal de los signos; el escribir en un orden espacial de los signos”.
No obstante, el lenguaje no se basa en un orden temporal o espacial sino en un “orden lógico” o
“estructural”. Toso hecho tiene que ser, por su naturaleza, expresable en un lenguaje (mismo
concepto del lenguaje y el orden que el Wittgenstein del Tractatus). La consecuencia de la teoría
de Schlick es que fuera del orden estructural en que los fenómenos son concebidos por la forma
del lenguaje no puede comunicarse nada en absoluto.

El verdadero y preciso sentido de la teoría de Schlick se puede ver en Stegmuller y en la “lingüística


referida al contenido” que propone no hablar de comunicación de estructuras, sino de
comunicación de “contenidos” estructuralmente definidos. En la lingüística referida al contenido
se ha pasado del antipsicologismo de Schlick al radio de acción de la teoría de la significación,
antipsicologista también, de Husserl.

Ahora bien, Schlick no se equivoca cuando, buscando las condiciones de posibilidad de la validez
universal intersubjetiva en los juicios científicos, expuso la tesis de que su comprensión y su
comunicación sólo pueden fundarse en la forma u orden estructural de los signos. Su formulación
del principio regulativo de la comunicación universalmente válida propia de la ciencia y de la
correspondiente construcción de lenguajes científicos unívocos, el concepto de orden o forma del
lenguaje es resultado de una abstracción correcta. La dificultad es el alcance que dicho principio
de la comunicación científicamente unívoca tiene para el lenguaje y el conocimiento humano del
mundo globalmente considerados.

Por otro lado, Apel nos dice que en el lenguaje real y en el conocimiento real del mundo no se
trata primero de coordinar un sistema de signos correctamente ordenado con una multiplicidad
de hechos dados de una vez (este es el supuesto de la construcción lógica del lenguaje), sino de
abrir el mundo como algo con una significatividad. El lenguaje real no se debe entender, por lo
que se refiere a su función cognitiva, desde una separación abstracta entre lo que meramente
conocemos y vivenciamos y lo que conocemos adecuadamente en la forma de su sistema de
signos, sino sólo desde el círculo hermenéutico de la forma de la conciencia y la forma de lenguaje,
formas prejuzgadas en un determinado contenido mundano vivenciado, incluido lingüísticamente
como algo dentro de una relación de carácter universal de dominio público.

El contenido del mundo y el orden del mundo, la vivencia y la forma de la conciencia, se


constituyen de forma mutua en y por el lenguaje vivo, de modo tal que esta constitución se
actualiza en todo diálogo humano y todo conocimiento solitario (entablamos una relación circular
con el mundo como situación vivencial significativa en cuanto a su contenido).

SEMINARIO DE FILOSOFÍA ANALÍTICA

JHON EDWAR GARCÍA GÓMEZ

INFORME DE LECTURA

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