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Según la historia contada en «El asno de oro» (obra también conocida como «Las
metamorfosis») por el escritor y filósofo platónico Apuleyo, Psique era la menor y más
hermosa de tres hermanas, hijas de un rey de Anatolia. Afrodita, celosa de su belleza,
envió a su hijo Eros para que le lanzara una flecha que la haría enamorarse del hombre
más horrible y ruin que encontrase.
Sin embargo, al verla Eros se enamoró de ella y lanzó la flecha al mar; cuando Psique se
durmió, la llevó volando hasta su palacio. Una vez allí, Eros se presenta siempre de noche,
en la oscuridad, prohibiendo a Psique cualquier indagación sobre su identidad.
Una noche, Psique pide a Eros poder volver a ver a sus hermanas. Eros acepta, pero le
advierte que querrán acabar con su dicha. Éstas convencen a Psique para que en mitad de
la noche encienda una lámpara y pueda conocer la verdadera apariencia de su amante.
Cuando Psique enciende la lámpara, una gota de aceite hirviendo (de la que Apuleyo hace
un tópico literario: stilla olei ardentis, que desde entonces representa la traición) cae sobre
la cara de Eros dormido, el cual despierta y abandona, decepcionado, a su amante.
Cuando Psique ruega a Afrodita que le conceda recuperar el amor de Eros, ésta le propone
cuatro pruebas, siendo la última descender al Hades y pedir a la reina del inframundo
(Perséfone) un poco de su belleza, belleza que debe guardar en una caja, pues la
hermosura del inframundo es mortal al tacto humano. Finalmente Perséfone, conmovida
por su hazaña, acepta la petición de Psique.
Entre las aventuras novelescas narradas en Las Metamorfosis destaca por su extensión
(Libros IV 28 -VI 24), por su estilo, por su altura moral, por su fantasía tan deliciosa
como irreal, ese prototipo de los cuentos de hadas que es la fábula de Psique y Cupido.
Sin duda remonta a las tradiciones primitivas de Grecia, como lo dan a entender tantos
monumentos del arte antiguo.
[...] Son legión los artistas, poetas y filósofos que posteriormente se han inspirado en la
fábula de Psique; pero, siempre que a través de los siglos se ha intentado descubrir el
valor simbólico del mito -suponiendo que la fábula arrope alguna idea trascendente-,
siempre ha salido una interpretación personal, adecuada a la mentalidad del
comentarista.
[...] Y ¿cómo no recordar aquí a nuestro gran Calderón? Para el poeta de los autos
sacramentales, en «la alegoría de Psiquis y Cupido», Cupido o «Dios de amor» es Cristo;
Psiquis es el alma fiel que aspira incesantemente hacia él; el himeneo de los dos amantes
es la unión mística del hombre con Dios en la Eucaristía.
En su libro «Metafísica del sexo» Julius Evola escribe lo siguiente sobre el mito griego
de Poros y Penia:
Aprovechándose de aquel estado, Penia, que se había quedado junto al jardín porque
había ido a mendigar, se las arregló para que Poros se uniese con ella, pues había urdido
tener un hijo de él. Así nació Eros.
En una atmósfera que es la misma que la del nacimiento de Afrodita, es decir, bajo el
signo de esta diosa, el ser, en un momento de ciega embriaguez, se une al no ser; y esa
unión irracional (Poros ebrio ha olvidado su verdadera naturaleza, que es la de hijo de
Metis, la sapiencia, la sabiduría) se reflejará en su producto, el amor y el deseo
personificados por Eros.
[...] Puede asociarse este mito con una serie de otros mitos que aluden, con diferentes
formas, al sentido de la «caída». La conjunción ebria del ser (Poros) con la «privación»
(Penia) equivale en última instancia al amor fatal de Narciso por su propia imagen
reflejada por las aguas.
A causa de ello, el ser sucumbe a la ley de la dualidad y del devenir o, mejor dicho,
genera esta ley, y el deseo, la sed, se convierte en raíz de su existencia en el tiempo.
Más adelante, y citando un texto de las Enéadas de Plotino, Evola relaciona este mito con
la fábula de Psique y Eros narrada por Apuleyo.
Puede citarse aquí la exégesis de Plotino sobre el doble nacimiento de Eros. El primero
de estos nacimientos se pone en relación con la Afrodita Urania, presentada por Plotino
como representación de la contrapartida femenina del puro principio intelectual
masculino, o νοῦς. Fecundada por éste, y eternamente unida a él, genera al eros: es el
amor original que nace entre los dos principios, a partir de su propia belleza: deseo
recíproco del amado y de la amada, cada uno de los cuales se ve reflejado en el otro, y
que genera seres espirituales.
Así este amor es como un tábano atormentado por su deseo insatisfecho, porque, después
de que ha obtenido satisfacción, subsiste su privación, pues de una mezcla no puede
resultarse la plenitud, sino que ésta sólo puede existir en aquello que tiene la compleción
en sí mismo, en virtud de su propia naturaleza: ya que el deseo que procede de una
privación de la naturaleza, incluso cuando fortuitamente encuentre satisfacción, deseará
siempre de nuevo, pues esta satisfacción no es más que un expediente de su insuficiencia,
mientras que la satisfacción apropiada sólo puede estar en la naturaleza del logos.