Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1
Estudiante de Licenciatura en Filosofía en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia 6 Semestre.
2
FERRATER, Diccionario, t. IV, pag.3533.
3
Efesios 6, 5-9
La ley pertenece a la razón, pues “es una cierta regla y medida de los actos en
cuanto por ella alguien se mueve a actuar, o se abstiene de una acción. La ley
viene de ‘ligar’, porque obliga a actuar. Mas la regla y medida de los actos
humanos es la razón, que es el primer principio de los actos humanos” (I, II, c.90,
a.1). Aquí no es necesaria la revelación divina. Nos encontramos en el campo de
relativa autonomía de la razón que hemos considerado.
El pensamiento de San Agustín nos muestra una concepción agustiniana de la ley,
el propone la existencia de una ley eterna que es la expresión del gobierno de
Dios; esto quiere decir que es la razón divina que dirige toda acción y movimiento,
y que es el principio que da orden a todo lo creado. También en sus escritos habla
de la ley natural, que es la manifestación de la ley eterna en el mundo y
fundamento de las leyes humanas. El hombre, por su razón, participa de la ley
eterna y está sometido a ella. Por último, se podría aportar acerca de esta
concepción de la ley que la ley humana es vista como meras disposiciones
racionales o normas concretas de acción, derivadas de la ley natural. Básicamente
constituyen una ordenación de la razón humana al bien común, promulgada por el
que gobierna. Así, por ejemplo, del principio supremo de la ley natural que impone
hacer el bien y evitar el mal, se deriva de la ley humana que estipula el homicidio
como ilícito y en consecuencia le fija una pena determinada. De igual manera se
procede con todos los delitos, pues la ley natural prescribe que sean castigadas
todas aquellas acciones que causen daño a alguien.
Desde esta mirada, se puede afirmar que Santo Tomas se perfila un
distinción, entre lo ético-natural y lo jurídico-natural, que en última instancia
devendrá diferenciación entre moral y derecho 4.
Es bueno también ver el pensar de Santo Tomas con respecto a la sociedad; al
igual que Aristóteles, considera que el hombre es un animal naturalmente social y
político, pues no se basta a sí mismo ni material ni espiritualmente; de esta forma,
el hombre se somete libremente a los convenios sociales, como un imperativo
ético de su naturaleza racional, pues la sociedad política hará posible la vida
buena a la cual está llamado. La sociedad política que plantea nuestro santo en su
pensamiento es una realidad superior a la suma de sus miembros, dirigidos a un
fin. En este sentido, el bien individual se somete al bien común, sin ser absorbido
por este, pues el hombre como ser racional e hijo de Dios, proyecta su
personalidad en el marco de un bien común, que es el que posibilita un armonioso
desarrollo de la misma. El hombre espera de la sociedad, los medios para vivir
una vida verdaderamente humana, lo cual incluye aspectos tanto materiales como
espirituales, que permitan el despliegue de sus facultades superiores y su libertad.
“En el pensamiento político de Santo Tomas, el bien común, constituye una
noción estructurante del mismo”.
4
TRUYOL Y SERRA, Op. Cit., tomo I, pag., 335.
Queda claro hasta aquí cual es el pensamiento que rodea en la edad media el
concepto de la política; entonces por eso me atrevo a decir que Dios es
necesariamente el origen del poder y Santo Tomas nos lo demuestra de la
siguiente manera: en primer lugar, la sociedad es el resultado de una exigencia de
la naturaleza humana; en segundo lugar, toda sociedad por naturaleza requiere de
una autoridad que la conduzca a la realización del bien común, luego la autoridad
es un imperativo de la naturaleza humana creada por Dios; siendo esto así, en
consecuencia la autoridad procede indefectiblemente de Dios.
Demostrado así según Santo Tomas, podemos inferir que el poder es de origen
divino, pero al mismo tiempo tiene un fundamento natural, pues procede de la
naturaleza y no de una convención (contrato). El poder radica en Dios, quien creo
la naturaleza humana con la exigencia de una autoridad común que le posibilite
vivir racionalmente; pero de manera inmediata el poder está en la comunidad, que
quede esto bien claro, ningún hombre tiene el derecho por naturaleza de
imponerse a los demás sin su consentimiento; es la comunidad quien confía el
poder a determinadas personas. En virtud de esto último nuestro santo concede
legitimidad a la rebelión y la considera como un derecho, aunque no hasta el punto
de llegar a un tiranicidio.