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es cuestión de tiempo para un cambio de régimen en Venezuela y, con ello, el

regreso de la inversión extranjera, incluida la petrolera. ¿Es consciente Colombia


de ese escenario?, ¿está preparado nuestro país para competir con una nueva
Venezuela en materia petrolera?

Venezuela, a diferencia de Colombia, sí es un país petrolero. Cosa distinta es que


esté venida a menos por las políticas fallidas de Chávez y Maduro, que acabaron
con ese país y de paso con Pdvsa. Pero esto no es irreversible: el día que caiga el
régimen volverá a ser un jugador muy importante en la geopolítica petrolera. De
ahí la necesidad de preguntarse si Colombia es consciente de lo que se viene en
materia de hidrocarburos, en un escenario en el que el mundo saldrá al rescate de
Venezuela, y si estamos preparados para competir.

El vecino país tiene las más grandes reservas probadas de crudo del mundo,
seguido de Arabia Saudita y Canadá: 300 mil millones de barriles,
aproximadamente; Colombia tiene menos de dos mil. No obstante, esta nación
produjo aproximadamente 1’150.000 barriles diarios a enero del 2019 y Colombia,
865.000. Es decir, con unas reservas 150 veces mayores que las nuestras, su
producción es baja, y ligeramente superior a la nuestra, aún cuando podrían
producir entre cinco y diez millones de barriles diarios, y ser el mayor productor del
mundo.

La historia de Venezuela está ligada al petróleo. En especial desde la Ley de


Hidrocarburos de 1943, cuando el Estado empezó a participar en el 50 por ciento
de los beneficios de la industria, hasta su nacionalización y la creación de
Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en 1976. Luego vendría la adquisición de Citgo
en Estados Unidos, una de las empresas más importantes en refinación,
transporte y distribución de combustibles en ese país, además de refinerías en
varios países de Europa, convirtiendo a la estatal petrolera en un gigante de la
industria.

Pero Pdvsa se vino abajo. Su deterioro inició cuando Hugo Chávez despidió a
20.000 de sus mejores técnicos, profesionales y directivos, puso al frente de la
empresa a un general del ejército sin conocimiento del sector, dejó de invertir lo
requerido en mantenimiento y tecnología, y convirtió a la empresa en un
instrumento político. La compañía que producía 3,7 millones de barriles diarios en
1970 llegó a 1,15 millones en 2018 y perdió una tercera parte de su capacidad de
refinación, obligando al país a importar combustibles.

Aunque suene paradójico, uno de los beneficiados de la debacle de Venezuela y


Pdvsa ha sido Colombia. Por tres razones. La primera, porque cientos de
exempleados de la estatal petrolera se instalaron en el país, aportando su
conocimento y experticia, en especial en crudos pesados. Lo segundo, porque
varias empresas e inversionistas pusieron sus ojos en Colombia dado que
Venezuela dejó de ser opción de inversión y; lo tercero, porque Estados Unidos,
gran comprador histórico del crudo venezolano, empezó a comprarle a Colombia.
Ahora bien, el que grandes empresas del sector y los inversionistas se fijaran en
Colombia, no solo obedeció a las razones expuestas. Coincidió con un cambio en
la política petrolera en nuestro país: la creación de la Agencia Nacional de
Hidrocarburos como administradora de los recursos, la apertura de Ecopetrol, la
recuperación de la seguridad y el orden público en las regiones productoras, y
unas condiciones fiscales más competitivas. El resultado: Colombia duplicó su
producción de petróleo y superó el millón de barriles diarios en 2013.

Siendo así, cabe preguntarse qué sucederá con la industria petrolera en Colombia
el día que ya no esté Maduro. Independiente de si ocurrirá pronto o tomará tiempo,
lo que sí es claro es que el día que caiga el régimen, organismos como el Fondo
Monetario Internacional, la banca multilateral en pleno, varios gobiernos y cientos
de grandes inversionistas, incluidas empresas del sector petrolero, le apostarán a
Venezuela, y con razón. Es un país muy rico en recursos, mal administrado; y con
un capital humano extraordinario, muchos en el exilio.

El día que eso ocurra, muchos venezolanos expertos en petróleo y gas regresarán
a su país, las casas matrices de las grandes empresas privadas que están en
Colombia se verán en la disyuntiva de invertir o no en el vecino país y de
desinvertir o no en el nuestro. Colombia fue hasta hace unos años un país muy
atractivo en la región para la industria petrolera. Eso ha cambiado en los últimos
años. No significa que las empresas extranjeras carezcan de interés en nuestro
país, pero van a volver a barajar sus inversiones en la región. Y seamos sinceros:
la materialidad (potencial hidrocarburífero) de Venezuela es extremadamente
atractiva.

Es ahí donde debemos preguntarnos si estamos haciendo lo suficiente para atraer


e incluso retener la inversión extranjera en el sector. Hoy, hay compañías de 14
países en Colombia, pero los montos de inversión –aunque para este año se
incrementarán– no se comparan con los de años atrás, en un contexto de precios
altos, políticas acertadas en materia fiscal y de hidrocarburos, seguridad, y crisis
en Venezuela. De ahí la importancia de tomar decisiones de fondo y pronto, que
fortalezcan la industria y su competitividad en la región.

¿Estamos preparados para competir con una nueva Venezuela en materia


petrolera? Se necesitan señales claras y contundentes del interés del país en
desarollar sus hidrocarburos. Es cuestión de tiempo para que las grandes
empresas petroleras y la inversión privada regresen a Venezuela, al tiempo en que
recuperan Pdvsa. Una cuenta regresiva que ya empezó.
CRISIS EN VENEZUELA

Petróleo, armas y geopolítica: la apuesta de Rusia por la Venezuela de Maduro

El Gobierno ruso y empresas estatales han gastado millones en convertir a


Caracas en un aliado estratégico. Si el régimen chavista cae, Moscú tiene
mucho que perder

Otro

Nicolás Maduro (izquierda) y Vladímir Putin, en el Kremlin de Moscú el 4 de


octubre de 2018. En vídeo, declaraciones del ministro venezolano de
Exteriores. AFP / VÍDEO: REUTERS-QUALITY

Moscú 30 ENE 2019 - 14:42 CET

Cuando hace mes y medio Nicolás Maduro viajó a Moscú lo hizo con un propósito
claro: cimentar los lazos económicos que unen a Venezuela, cada vez más aislada
por la presión internacional, con Rusia. La visita dio sus frutos. Inmediatamente, el
Kremlin anunció acuerdos agrícolas y de defensa. Una semana más tarde,
llegaban al país latinoamericano, asolado por una profundísima crisis, dos
bombarderos rusos con capacidad nuclear. Los cazas son solo una migaja. En los
últimos años, Rusia ha apoyado al líder chavista con miles de millones de dólares
en forma de líneas de financiación y acuerdos comerciales. Un gran esfuerzo
económico, pero sobre todo un movimiento estratégico para Moscú, que ha visto
en Maduro una baza para influir en Latinoamérica frente a Estados Unidos. Si el
chavista cae, Putin tiene mucho que perder.

El Kremlin ha definido la situación en Venezuela como “un golpe de Estado”. Tras


la proclamación de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, como líder
del país, Rusia no ha cesado de enfatizar que tanto este dirigente como el resto de
la oposición son solo “peones en el juego criminal” de Estados Unidos y
Occidente. Y, aunque se ha ofrecido como mediador, cada día sus comentarios
suben un poco de tono. Este martes, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha
insistido en el apoyo ruso a Maduro y ha criticado las sanciones estadounidenses
a la petrolera PDVSA, que ha calificado de "ilegales". "Defenderemos nuestros
intereses [en Venezuela] en el marco del derecho internacional, usando todos los
medios a nuestra disposición", ha recalcado.

NO ES LA GUERRA FRÍA, ES VENEZUELA

Los corresponsales de EL PAÍS Amanda Mars (Washington, EE UU), Francesco


Manetto (Caracas, Venezuela) y María Sahuquillo (Moscú, Rusia), analizan las
ramificaciones internacionales del conflicto.
Entre bambalinas se habla de dinero. También de poder. Rusia es el segundo
socio comercial y acreedor más importante de Venezuela, tras China. Las cifras no
son precisamente transparentes en ninguno de los dos países, pero según
distintas investigaciones, el Gobierno ruso y el gigante petrolero Rosneft han
invertido al menos 17.000 millones de dólares (casi 15.000 millones euros) en el
país latinoamericano desde 2006. Aunque otros cálculos menos conservadores
cifran la cantidad –la mayoría en forma de préstamos y rescates— en al menos
20.000 millones de dólares.

Venezuela debe hoy a Rusia un mínimo de 6.500 millones de dólares (5.600


millones de euros). La mitad es deuda soberana a pagar al Estado ruso; la otra
parte, a la petrolera estatal, Rosneft, según datos oficiales. Y si Maduro deja el
poder, aunque los préstamos son al país y no a quien lo encabeza, hay una alta
probabilidad de que Moscú jamás recupere los millones invertidos. Rusia ha
mantenido estos años contactos también con la oposición venezolana, como
explica un diplomático ruso. Pero si alguna vez hubo alguna posibilidad de
cambiar de bando, el inmediato apoyo de EE UU a Guaidó ha alejado por
completo esa opción. Un día después de que el presidente de la Asamblea
Nacional se autoproclamara "presidente encargado", las acciones en Rosneft
cayeron hasta un 3,4%.

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Pero en Moscú se elude hablar de pérdidas. El diputado de Solo Rusia (socio del
partido de Gobierno) Mijaíl Emeliyanov recalca furibundo que en este asunto no se
trata de dinero. “No fueron acuerdos comerciales, sino un cálculo geopolítico. Por
eso no tiene sentido cifrar las pérdidas”, insiste. Ígor Pshenníchnikov, del Instituto
Ruso de Estudios Estratégicos, comparte esa visión y afirma que por encima de
todo están los intereses estratégicos de Rusia. “Aquí lo principal es que Estados
Unidos está suprimiendo el orden jurídico nacional, por eso hemos alzado la voz.
Hemos visto lo mismo en Siria, en Irán, en Libia… Y ahora podemos verlo
repetirse en América Latina”, dice. “Y si se produce una guerra civil en Venezuela,
eso va a afectar a toda la región”, añade.

Las sanciones occidentales por anexionarse Crimea en 2014 y por los escándalos
de espionaje, han impulsado a Moscú a buscar nuevos aliados en África, Asia y
América Latina. Y aunque con Venezuela –sumida en sus propias sanciones--
tiene una relación fructífera desde los tiempos de Hugo Chávez, la crisis con EE
UU y la UE ha llevado al Kremlin a estrecharlas más. Algo que no deja de ser una
bofetada para Washington, que siempre ha considerado Latinoamérica como su
tradicional área de influencia. Y otro intento más de posicionarse como un actor
global, como la Gran Rusia.

En sus casi 20 años en el poder, Putin ha estado en Venezuela una sola vez, en
2010, cuando ocupaba el puesto de primer ministro. Sin embargo, sus aliados
venezolanos han sido los líderes extranjeros –-sin contar los de las repúblicas
postsoviéticas— que más veces han visitado Moscú. Desde 2006 y hasta su
muerte en 2013, Hugo Chávez visitó Rusia cada año, por ejemplo. Maduro ya ha
estado en Moscú cinco veces.

Y esos vínculos le han reportado a Rusia ya algunas victorias. Venezuela suele


respaldar a Rusia en las votaciones de la Asamblea General de Naciones Unidas
y otras organizaciones internacionales. En 2014, por ejemplo, votó en contra de la
resolución de la ONU que condenaba la anexión rusa de Crimea, como recuerda
la investigadora Julia Gurganus, del think tank Fondo Carnegie para la Paz
Internacional y una de las autoras de El regreso de la Rusia global. Además, es
uno de los pocos países –solo otros dos grandes, Siria y Nicaragua; además de
tres pequeños Estados, como Nauru— que, tras la guerra de Rusia con Georgia,
ha reconocido la independencia de las regiones separatistas de Abjasia y Osetia
del Sur. La relación también le ha servido al Kremlin para promover sus intereses
en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), de la que Rusia
no es miembro.

Petróleo, armas, deudas

Así, los negocios han fluido entre Caracas y Moscú. Y los acuerdos han
asegurado estos años el acceso preferente de Rusia a las jugosas reservas de
petróleo venezolanas y han dado algo de aire a Maduro ante la precaria situación
económica de Venezuela. Ahora, con las sanciones de Washington a la
desarbolada petrolera estatal venezolana PDVSA y a Citgo, la empresa filial
refinera que tiene en Estados Unidos, la situación se complica para Rusia. Rosneft
ve Citgo, al menos hasta el momento, como una "garantía valiosa" de recuperar lo
que PDVSA le debe, apunta Ellen R. Wald, investigadora del Centro de Energía
Global del Atlantic Council. Además, añade esta experta, tomar el control de Citgo
podría llevar a Rusia a aumentar su influencia en un sector sensible en EE UU. Y
eso es algo que la Administración estadounidense no desea.

No es la primera vez que Venezuela tiene problemas para pagar. En 2017, Moscú
decidió reprogramar la deuda hasta 2027. Y en octubre pasado, envió una
delegación de alto nivel para poner en marcha un plan de contingencia económica
y frenar el colapso de su aliado. En diciembre, tras la visita de Maduro, Putin
anunció nuevas inversiones por más de 5.000 millones de dólares en la industria
petrolera, 1.000 en otras industrias y acuerdos para suministrar más de 600.000
toneladas de trigo al país sudamericano.

Además, Venezuela es uno de los mercados de armas más importantes para


Rusia. Entre 2005 y 2013, Caracas firmó con Moscú unos 30 contratos de defensa
por valor de más de 11.000 millones de dólares, según contabiliza la agencia rusa
Tass. Y después de 2013, esa colaboración ha seguido. A Venezuela han llegado
no solo los dos polémicos Tupolev 160 –o Cisne blanco— y un grupo de pilotos de
entrenamiento. También otras aeronaves. Y en diciembre, Maduro anunció que
Venezuela y Rusia realizarían maniobras militares conjuntas.

El país latinoamericano es, de hecho, el único lugar, fuera de Rusia, donde se


abrirá una de las fábricas emblema de la industria de defensa rusa: la de
Kaláshnikov. La factoría –cuya inauguración se ha pospuesto varias veces por la
situación económica de Venezuela— se está construyendo en Maracay, en el
Estado de Aragua. Y además del famoso rifle de asalto ruso, fabricará también el
venezolano Catatumbo. El propio Hugo Chávez anunció el acuerdo en 2006 en
Izhevsk, ciudad cuna del inventor del arma.

En 2017, el Gobierno venezolano otorgó a Putin el recién creado premio Hugo


Chávez a la Paz y la Soberanía de los Pueblos por su papel de "líder mundial de la
paz".

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