MARRIGE STORY - MONÓLOGO

NICOLE
Charlie es el director de la compañía
de teatro. Van a Broadway ahora... Sin
mí, claro.

Charlie no es malo y ahora estoy yo

viviendo aquí. No sé si aceptarán el
capítulo piloto pero aquí me siento en
casa. Es mi casa. Es el único hogar
que conozco sin Charlie, pero él se
opondrá, odia los Ángeles. Siempre
decía que viviríamos aquí, pero al
final... Nada.

Mi hijo, Henry tiene ocho años y le

gusta mucho los Ángeles. No sé si es
justo para él. Yo no quiero dinero ni
nada, solo estoy preocupada porque
dijimos que no queríamos abogados, no
quiero ser muy agresiva. Quiero que
sea amistoso. Lo que ha pasado entre
nosotros es difícil de explicar, no es
tan simple como que ya no estamos
enamorados.

Yo estaba prometida con Ben y vivía en

Los Ángeles. Creía que quería
dedicarme al cine y casarme con Ben.
Madre mía, solo tenía 20 años, pero
nunca me había sentido tan vieja. El
caso es, que para ser sincera, es como
si una parte de mi estuviera medio
muerta. Te dices a ti misma "ninguna
pareja es perfecta".

Este té está buenísimo, por cierto.

En fin, me preguntabas por Charlie.

Si, yo era feliz con Ben a pesar de
esa parte muerta y me fui a Nueva York
a ver a la directora de una peli del
espacio. Era una peli que sería sobre
el tráfico sexual en el espacio. Una
cuestión política. O eso querían
hacernos creer. No se, iba dirigida al
mismo público que ve cierta clase de
porno chungo. Pero, en fin, estando

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ahí el productor me invitó a ver una

obra de teatro.

Transcurría en un piso con todas las

luces encendidas. Nunca había visto
algo así. Era una historia
extrañísima, surrealista y sitópica y
muy bien interpretada. Uno de los
actores era un oso enorme y peludo que
no paraba de mirarme mientras hablaba,
sabía que era imposible, pero me daba
esa impresión. Luego supe que era
verdad.

Mmmm, estas galletas están muy ricas.

Después me presentaron a los actores y

resulta que el oso era también el
director. Se puso a hablar conmigo y
yo con él. Y descubrí que "aquello" no
estaba muerto, estaba en coma.

Hablar, era mejor que el sexo, aunque

el sexo era como hablar. En una
relación todo se parece ¿No crees?
Pasamos juntos la noche y el día
siguiente y ya nunca me fui.

Para ser sincera, los problemas ya

estaban ahí desde el principio, pero
le seguí la corriente porque era un
gustazo sentirme viva. Al principio,
yo era la actriz, la estrella. Me
sentía importante, la gente venía a
verme.

Pero con el tiempo la compañía ganó

fama y yo pasé a un segundo plano. Me
convertí en... "¿Quién?" "ya sabes,
esa actriz de aquella peli". Venían
por él. Y eso habría bastado, pero me
volví insignificante.

Me dí cuenta que yo no hacía más que

alimentar su vitalidad. Y, bueno, el
era muy inteligente y creativo. No me
importaba. Yo le decía cosas, le daba
notas en casa, en privado, que
acababan viendo la luz en su trabajo.

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Durante un tiempo con eso me bastaba.

Era halagador que alguien como él
quisiera probar una de mis ideas o
repetir algún comentario mío.

Entonces me quedé embarazada, y pensé

que ese bebé podría ser nuestro,
realmente de los dos y a la vez mío. A
él le hacía mucha ilusión. Fue muy
bonito durante un tiempo. Los hijos
son dueños de sí mismos. En cuanto
salen de tu cuerpo ya se están
marchando. Y yo, no era dueña de mi
misma.

Pasaban cosas pequeñas, chorradas y

cosas gordas. Todos los muebles de
nuestro piso los eligió él. Yo ya no
sabía ni qué era lo que me gustaba,
porque a mí no se me pedía la opinión.
Ni siquiera elegí el piso. Me mudé al
suyo y mis deseos de mudarnos a Los
Ángeles cayeron en saco roto. Veníamos
de vacaciones porque le gusta mi
familia, pero si sugería vivir aquí un
año, me daba largas. Habría sido de lo
más raro que de pronto me soltara:
"¿Qué te apetece hacer hoy?".

¿Sabes? Hace poco vi un documental

sobre George Harrison y pensé
"asúmelo", asúmelo sin más. Sé como la
mujer de Georfe Harrison. Ser esposa y
madre es suficiente. Hasta me di
cuenta de que no recordaba su nombre.

Entonces me propusieron rodar un

capítulo piloto, se rodaba en Los
Ángeles y pagaban bien. De pronto ya
tenía algo a lo que agarrarme, "toma,
ese trocito de tierra es tuyo" y me
daba vergüenza decírselo, pero,
pensándolo bien... Esto es lo que soy,
y esto es para lo que valgo, a lo
mejor es una tontería, pero al menos
me pertenece.

Ojalá me hubiera abrazado y me hubiera

dicho: "Cariño, me alegro mucho por

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ti. Por supuesto que me encanta que

tengas ese trocito de tierra", de
haber sido así, a lo mejor no habría
divorcio.

Pero... se burló de ello y ... le dio

envidia, porque él es así. Luego cayó
en el tema del dinero, me dijo que
podía invertirlo en la compañía de
teatro y entonces es cuando lo tuve
claro. No me veía para nada. No me
veía como algo separado de sí mismo.
Le pregunté mi número de teléfono y no
se lo sabía. Así que me marché.

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