Libros de Gerencia Resumidos
China Inc.
Cómo el auge de la próxima superpotencia será un desafío
para Estados Unidos y el mundo
por Ted C. Fishman
RESUMEN EJECUTIVO
Apenas unas décadas atrás, China estaba sumida en el atraso
económico y tecnológico producto del sistema comunista,
que prohibía la iniciativa privada y el usufructo individual de
la tierra y del trabajo.
Pero, hoy en día, tras un largo proceso de reformas políticas y
económicas, China se ha vuelto una potencia industrial y una
de las fuerzas económicas más influyentes de la economía
global.
Sin embargo, la omnipresencia del “hecho en China” tiene
sus virtudes y defectos, y afectará para bien o para mal las
vidas de millones de trabajadores en todo el mundo. Esta es
la historia que nos cuenta Fishman en el presente libro.
La revolución contra la revolución
Hoy en día, en China existen enormes fuerzas que están llevan-
do a la gente desde sus comunidades agrícolas tradicionales
hacia el comercio global.
A mediados de los años 50, China había dejado de lado el uso
individual de las tierras para adoptar el modelo soviético
colectivista de Stalin, que hacía más eficientes los cultivos y
dejaba libre la mano de obra para hacer presas y sistemas de
irrigación. El fundamento de la doctrina maoísta era que los
obreros y campesinos chinos debían convertirse en una fuerza
de trabajo móvil y disponible para cualquier proyecto de
industrialización. Dado que las fábricas, minas, equipos de
construcción y líneas de transporte del gobierno tenían
prohibido contratar campesinos, esta filosofía implicaba el
confinamiento de la población rural. Además, dado que el
control gubernamental sobre la propiedad eliminó todos los
pequeños negocios comerciales, el estado asumió el papel de
minorista universal.
Durante un breve período (1959-1960) cuando los extra-
vagantes objetivos industriales de China estaban en marcha,
los campesinos pudieron unirse a firmas urbanas y 50 millones
de personas se mudaron a las zonas urbanas (sólo 19 millones
fueron contratadas). El resultado fue una gran hambruna. Dado
que el producto de las cooperativas era destinado a las ciu-
dades, los campesinos fueron los primeros en sufrir el hambre.
Decenas de millones de campesinos llegaron a las ciudades y
murieron de hambre. Con el fin de proteger a los trabajadores
urbanos, el Partido deportó a la mayoría de los campesinos de
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vuelta al campo. Así que el único escape era el ejército, un
puesto político o un empleo ocasional en una ciudad cercana.
Todo esto comenzó a cambiar con las reformas surgidas de la
escasez en el campo, que, a su vez, trajeron una primera ola de
bienestar a los campesinos. Las familias en Xiogang, provincia
de Anhui, vivían en la total pobreza, con sueldos anuales de
US$ 2,50. Pero en 1978, 18 campesinos acordaron dividir en
secreto las tierras que cultivaban colectivamente, pagar los
impuestos, vender o canjear el excedente y quedarse con las
ganancias. En pocos meses habían logrado lo que la ideología
comunista y la planificación central no habían logrado en años.
Estos notables resultados llamaron la atención de Deng
Xiaoping, que en definitiva permitió acuerdos parecidos.
Xiaoping se dio cuenta de que este sistema, llamado “Sistema
de Responsabilidad Casera” en 1980, era una solución barata
para mejorar la situación del pueblo. Así que los campesinos
fueron los que desataron la economía de mercado del país,
beneficiando a las regiones más pobres. Los campesinos ven-
dían (ilegalmente) sus productos en las ciudades, lo que les
demostró a quienes vivían en las mismas los beneficios de un
mercado más libre.
Por otra parte, mientras buscaban otros modos de hacer más
dinero, los campesinos comenzaron a invertir en negocios más
ambiciosos, como cooperativas, cuyo propietario no era el
gobierno central sino miembros de la comunidad o el gobierno
regional. Hoy en día, existen 120 millones de estas empresas
“municipales o de pueblo”. Además, estas constituyen un
tercio de la economía y son un área gris entre los sectores
privado y público.
Tras años de reforma, China está repleta de negocios híbridos
que satisfacen los intereses financieros de instituciones guber-
namentales, funcionarios (que pueden ser inversionistas o
beneficiarse de las ganancias corporativas), campesinos (accio-
nistas de las compañías) y otros inversionistas privados. Aun-
que esta intrincada estructura corporativa se considera un
impedimento para el crecimiento, hay quienes creen que es
todo lo contrario.
Así que los campesinos chinos no sólo propiciaron el inicio de
la economía de mercados del país sino, además, el reciente
éxodo hacia las ciudades. Esta población, dócil y complaciente
gracias al proyecto comunista, es irresistible para los fabri-
cantes estadounidenses y europeos, en busca de lugares para
mudar sus fábricas. Pero la gran ironía es que las compañías

estadounidenses y europeas les están enseñando involun-
tariamente a las compañías chinas a aprovechar esta fuerza de
trabajo dócil y complaciente, con lo que estas obtendrán una
mayor ventaja competitiva en el mercado global.
Los rivales industriales de China, incluyendo Estados Unidos,
suelen malinterpretar la fuente de la cual surge la fortaleza
productiva china y temen que el gobierno central se haga con
las industrias estratégicas. Pero no hay nada más lejano de la
realidad. Los entes de temer son las empresas que empiezan
desde cero y son financiadas por inversionistas que quieren
ganar dinero rápidamente. Esto, junto a los factores de la
pobreza rural, el inmenso éxodo interno, la liberalización de
las finanzas, una competencia feroz y el crecimiento urbano,
está acelerando el capitalismo chino.
Los chinos han aprendido que el capitalismo comporta enor-
mes problemas (los mismos que enfrentan los trabajadores
estadounidenses). Las reformas chinas, y la aparición de la
empresa privada, están creando una nueva ola de pobreza no
sólo entre los campesinos sino entre quienes trabajan en orga-
nizaciones gubernamentales. Desde 1978, casi 40.000 indus-
trias gubernamentales han sido cerradas. Y, en 1998, 21 millo-
nes de trabajadores fueron despedidos (más del total de estado-
unidenses trabajando en fábricas). El fracaso de estas viejas
firmas, la mayoría de las cuales estaba ubicada en áreas
rurales, es otro factor de la urbanización de China. Así pues,
mientras que el resto del mundo se preocupa por el poder que
tienen las mejores fábricas chinas para brindar empleo, los
chinos se preocupan por el desempleo producto de la
competencia.
Financiamiento
Ya es bastante malo vivir en un caserío pobre (por ejemplo, en
lugares como Honghu, la ganancia anual per cápita para una
familia campesina es de US$ 12,50), pero es peor aún cuando
el éxodo rural erosiona constantemente la vida urbana. Pre-
viendo un desbalance entre las zonas más prósperas y el
campo, que pudiera poner en peligro la estabilidad, el gobierno
ofreció en 2004 deducciones tributarias y subsidios a las
industrias chinas para que se reubicaran en las zonas más
pobres. Aunque el ingreso de las granjas aumentó 5% entre
2003 y 2004, estas nunca se convertirán en el motor económi-
co de China. Dada esta situación, el gobierno se ha trazado el
objetivo de propiciar éxodos hasta la ciudad. Además de enviar
dinero a sus familias en el campo, los inmigrantes aprenden
nuevas habilidades y conocen nueva gente que les permitirá
obtener un mejor empleo o iniciar sus propios negocios.
Dado que viajar a ciudades más grandes es costoso, los campe-
sinos deben conseguir los fondos para mudarse a partir de sus
redes financieras. Y aquí entra en juego el prestamista del
pueblo, que recolecta dinero entre los pueblos que quieren un
poco de acción urbana. Aunque los préstamos privados eran
ilegales (hasta hace poco), el alcance de las redes financieras
informales de China rivaliza con los sistemas bancarios for-
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males de otros países.
Desde 1978, cuando el gobierno abandonó su papel de provee-
dor universal, han aparecido 30 millones de empresas privadas.
La mayoría de estas se beneficiaron de las redes financieras
informales para obtener capital. Asimismo, las redes finan-
cieras informales han propiciado el desarrollo de zonas rurales
que se han convertido en centros industriales. Por ejemplo, en
la provincia de Zhejiang, los antiguos campos están repletos de
todo tipo de fábricas. Un total de 90% de estos negocios es
privado, y la mayoría empezó con capital aportado por los
prestamistas locales.
Hoy en día, buena parte de los ex campesinos dirigen algunas
de las empresas privadas más exitosas de China, y son la gente
más rica. La manufactura de productos de cuero y zapatos ha
tomado por sorpresa a los rivales de todo el mundo. Asimismo,
ha ayudado a convertir el mercado de calcetines de Estados
Unidos en el nicho más competitivo de toda la industria
estadounidense de ropa. Fabrica millones de botones, provee
buena parte de las perlas de agua dulce y produce herramientas
y encendedores de cigarrillos a una velocidad exorbitante.
Fabricantes de todo tipo van a buscar piezas, sobre todo
distribuidores que les proveen a plomeros, constructores,
tiendas de regalos, y casi todo tipo de mayoristas de todo el
mundo. Estas son las fábricas con las que compiten las fábricas
de Tokio, Estocolmo, Sao Paulo y Cincinnati, entre otras.
Super ciudades
Aunque pequeña desde el punto de vista chino, Zhejiang es un
imán para 9% de los inmigrantes que, en su mayoría, vienen
por los empleos de bajos salarios (el salario promedio es US$
0,40 por hora o menos). Así pues, los emprendedores de
Zhejiang gozarán de una fuerza laboral motivada y barata
durante años. Además, Zhejiang es sólo un ejemplo de lo que
está sucediendo en otras zonas: hordas de “empresarios imita-
dores” están dominando casi cada industria en el mundo y
aprovechando una fuerza laboral prácticamente inagotable.
Aunque renegadas en un principio por el gobierno central, las
ciudades, sobre todo las del este, se han convertido en el motor
de la economía. El país cree que crear una masa crítica ahora,
cuando todo está ocurriendo, es el mejor seguro para el futuro.
Cuando las inversiones retornaron a las ciudades costeras
chinas en los años setenta, las industrias se volvieron a con-
centrar en estas mismas, lo que obligó a las ineficientes
empresas gubernamentales a cederles su mercado en todo el
país a los productores del este. Así pues, la economía de
mercado, que marcó la diferencia entre lo viejo y lo nuevo,
este y oeste, está haciendo más ricas y atractivas a las ciudades
del este.
Shangai, por ejemplo, constituye 5% de la economía china y
atrae casi 10% de las inversiones extranjeras. La Shangai
colonial prosperó con la venta de opio; pero, hoy en día,
Shangai ha prosperado gracias a una combinación de energía
extranjera, dinero y talento de clase mundial, que le ha

permitido duplicar su economía varias veces. Con más de
5.000 nuevos edificios de más de 15 pisos, construidos entre
finales de los años ochenta y 2004, la ciudad está creciendo en
todas direcciones. Y con una numerosa clase media que gana
US$ 10.000 anuales (y a veces mucho más), el ingreso prome-
dio es diez veces mayor que fuera de la ciudad.
En Gubei, un nuevo distrito de Shangai, hay más de 5.000 ne-
gocios taiwaneses, que constituyen más de US$ 10 mil millo-
nes en inversión extranjera. En 2003, había 14.400 compañías
completamente extranjeras junto a 13.000 negocios respalda-
dos por dinero extranjero. En 2004, la ciudad atrajo más de
US$ 12 mil millones en inversión extranjera directa, y una
abrumadora cantidad de este dinero fue destinada a industrias
exportadoras (sobre todo a Estados Unidos). En otras palabras,
Shangai atrae la misma cantidad de inversión que Indonesia y
México juntos. Por su parte, los chinos invierten más de la
mitad de este dinero en el exterior.
Pero los Taiwaneses no sólo han traído grandes inversiones,
sino que han convertido a Shangai en sede de los conglo-
merados globales de tecnología más importantes del mundo.
Además, el nuevo estilo de vida “tranquilo” ha sido importado
por jóvenes chinos (criados en Taiwán, Hong Kong, Cleve-
land, Vancouver, Sao Paulo o Siberia del Este, y formados en
Australia o Gran Bretaña) en busca de una vibrante comunidad
cultural nunca antes vista en China. Por otra parte, Shangai es
el proveedor de coreanos, japoneses y otras regiones chinas
como Hong Kong y el Sureste Asiático.
Pudong, otro distrito de Shangai, es el hogar de casi 6.000
empresas respaldadas por inversión extranjera, incluyendo las
oficinas de casi 300 de las Global Fortune 500 (otras 100 de
estas compañías pueden ser ubicadas a lo largo del río en la
vieja Shangai). Estas compañías aprovechan que Pudong es
una “Zona Económica Especial”, por lo que gozan de de-
ducciones tributarias y buenas relaciones con el gobierno. A
pesar de que este distrito ha creado grandes expectativas, cier-
tos analistas creen que no es más que uno de los peores
esfuerzos de todos los tiempos. El gobierno chino ha invertido
más de US$ 126 mil millones en proyectos de infraestructura
en un vecindario que pronto tendrá el tamaño de París. Este
auge inmobiliario, como buena parte del reciente desarrollo de
China, ha sido posible gracias a ingentes fondos públicos; pero
nadie se ha preguntado por la viabilidad económica del mismo.
En cada rincón de China, las ciudades quieren renovarse para
poder entrar a la economía de mercado. Y si las cosas salen
apenas parecidas al plan, el mundo comienza a temblar. El
desarrollo de ciudades que rivalicen con las capitales más
importantes del mundo es increíblemente rápido gracias a la
interminable fuerza laboral que las construye. En los Estados
Unidos, sólo Las Vegas es comparable en escala y velocidad.
Energía y ambiente
El cambio en China no sólo se está reflejando en la apariencia
de las ciudades sino, además, en su modo de aprovechar la
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energía. Hoy en día, el país sólo cuenta con 80% de la energía
que necesita para funcionar bien. Así que algunas zonas se
quedan sin electricidad durante uno o dos días. Este problema
puede ser aliviado mediante calentadores solares (una tecno-
logía autóctona que suplanta la electricidad y ahorra dinero). El
mercado de calentadores de agua y calefactores solares está en
auge y, como es típico en los mercados chinos, la demanda
está creando una gran competencia de precios.
Pero la urgencia de energía no es sólo una amenaza para China
sino para todo el mundo. Antes de la gran urbanización de
China, la contaminación ya era un problema global; pero con
la aparición de más fábricas, automóviles y hogares, se ha
vuelto un peligro inminente. El consumidor promedio chino
utiliza aún menos energía que los residentes de cualquier
nación industrializada; sin embargo, el verdadero problema
está en la gran población de China y en su rápido crecimiento
económico. Sus ciudades tienen el mayor apetito de acero del
mundo, el mercado de automóviles de mayor crecimiento y
una necesidad de cemento sin límites. Estas son las industrias
que consumen más energía. Y, hasta los momentos, dicha
necesidad de energía ha sido satisfecha con plantas generado-
ras a carbón, uno de los combustibles más contaminantes. Ade-
más, como estas plantas son el corazón de la infraestructura
energética de China, es improbable que desaparezcan en el
futuro cercano.
La economía chinoestadounidense
Hoy en día, “precio chino” es sinónimo de “el menor precio
posible”. Todas las compañías saben que si mudan cualquier
tipo de trabajo a China obtendrán un gran ahorro. Para las
cadenas de suministros del mundo, el “precio chino” significa
“oro”. Sin embargo, esto ha generado ciertos problemas. Por
ejemplo, el empleo en el área de manufactura ha venido cayen-
do constantemente en Estados Unidos desde los años ochenta;
pero la última reducción de empleos superó cualquier previ-
sión. Entre 2000 y 2003, 2.800.000 personas perdieron sus
empleos en el área de manufactura, mientras que sólo 400.000
personas perdieron sus empleos en la reducción corporativa de
principios de los años noventa.
Estas pérdidas han golpeado duramente a las familias estado-
unidenses, porque cuando los empleos desaparecen es difícil
que aparezcan de nuevo en la misma industria o en el mismo
lugar. Dado que los grandes centros manufactureros son a la
vez grandes centros de formación industrial e innovación,
cuando la manufactura deja un área, la industria subsidiaria de
servicios desaparece también. Por otra parte, mientras los em-
pleos desaparecen, la producción ha aumentado a un ritmo que
excede el crecimiento de la demanda. El resultado es que los
precios de los productos manufactureros han disminuido mien-
tras que los precios en el resto de la economía han aumentado.
La razón por la que el “precio chino” es difícil de igualar por
los fabricantes de todo el mundo, es que este es el producto de
un conjunto de factores propios del particular crecimiento

económico de China. Primero, la inmensa población del país
cambia ciertas reglas; por ejemplo, se considera un éxito que
las compañías trabajen con márgenes mínimos. Segundo, la
estructura de las compañías chinas es diferente, y el gobierno
ofrece constantemente deducciones impositivas y ayuda.
Sin embargo, el factor más preocupante es la existencia dentro
de China de fabricantes automovilísticos de primera, segunda y
tercera clase. Estas compañías, que fabrican y proveen miles
de partes, son el corazón del sector industrial. Cuando las gran-
des compañías de automóviles se establecen en China, tienen
la posibilidad de amenazar a los proveedores independien-
temente de dónde estén ubicados estos. De hecho, GM y Ford
ya le han dicho a su red de proveedores que debe estar
preparada para reducir sus costos anualmente, es decir, los
proveedores deben ofrecerles un mejor precio que en China
aunque estén haciendo sus productos en Alemania o Japón.
Pero la ironía es que este no es el mejor escenario para las
compañías automovilísticas. Inevitablemente, su tecnología y
conocimientos entran en la economía local de un modo que no
son capaces de controlar. Así pues, mientras que Detroit tiene
que vender cientos o miles de vehículos para recuperar los cos-
tos de desarrollo, los fabricantes chinos pueden simplemente
expropiar los modelos y recuperar el dinero casi inmediata-
mente.
Nadie le está prestando atención a las exportaciones de
automóviles chinos, especialmente los de las grandes marcas
globales. Hoy en día, China produce más vehículos de los que
necesita y en pocos años fabricará millones más de los que
necesita por año. Por tanto, tratará de exportar el excedente a
un mundo que ya está saturado. Además, la gran demanda en
China está disminuyendo los precios globalmente, en un
mundo en el que los precios de los automóviles tienden a bajar.
A medida que las exportaciones chinas reduzcan aún más los
precios, algunas economías se verán en la necesidad de recor-
tar millones de empleos.
La capacidad de Estados Unidos para mantenerse al frente de
la competencia internacional está en los recursos que invierte
en innovación y, en este sentido, la brecha entre ese país y
China continúa siendo amplia. Por ejemplo, Washington acaba
de autorizar una inversión de US$ 3,7 mil millones en desa-
rrollo de nanotecnologías. Esta es una suma que el gobierno
chino no puede invertir tan fácilmente en una infraestructura
que aún debe ser desarrollada y que costará muchos millones
más. Pero en lo que respecta a desarrollos industriales más
comunes, la diferencia entre China y Estados Unidos está
comenzando a estrecharse. Es cierto que China gastó el año
pasado sólo US$ 60 mil millones en Investigación y Desa-
rrollo, mientras que Estados Unidos y Japón gastaron US$ 282
mil millones y US$ 104 mil millones, respectivamente; pero
los científicos e ingenieros chinos suelen producir entre un
sexto y un décimo de lo que ganan los estadounidenses.
Así como la abundante mano de obra no calificada de China
inunda el mundo con más productos de los que son necesarios,
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y contribuye a disminuir los precios, la abundancia de nuevas
destrezas industriales está amenazando con anegar los merca-
dos globales de alta tecnología. Motivados por los incentivos
tributarios y el acceso a los consumidores chinos, las compa-
ñías extranjeras han establecido desde 1990 entre 200 y 400
centros de investigación. Y, en los últimos tres años, los inver-
sionistas extranjeros han entregado u ofrecido US$ 15 mil
millones para construir 19 nuevas fábricas de semiconduc-
tores. A esto hay que agregarle el empeño del gobierno chino
por acabar con la dependencia extranjera y tendremos una
China capaz de competir con los principales productores mun-
diales de semiconductores en cuestión de años. Pero antes de
esto, habrá una gran caída en los precios de los chips.
Contrabando y piratería
China es un país cuya población ha aprendido repetidas veces
que las reglas implican el desastre y que sacarles el cuerpo
comporta esperanza y dignidad. Así pues, China no sólo es la
fábrica del mundo sino el centro mundial del contrabando, con
un valor de US$ 250 mil millones anuales. Hoy en día, 9% del
comercio mundial es contrabando, y dada la creciente
presencia de China en los mercados globales, el contrabando se
duplicará a finales de esta década.
La economía china se ha valido en buena medida de este infa-
me comercio porque le provee bienes asequibles al pueblo
chino. Por lo general, como en el caso de las medicinas, ali-
mentos, libros y ropa, las falsificaciones son esenciales, lo que
significa que si el gobierno impusiera medidas represivas,
estaría perjudicando a consumidores necesitados. Pero esto
significa que China usurpa la tecnología que necesita para
alcanzar sus objetivos industriales y competir con sus pode-
rosos rivales extranjeros, quienes están obligados a pagar por
el derecho de propiedad de las tecnologías. Además, esto impi-
de que las economías más avanzadas del mundo (en particular
Estados Unidos y Japón) le vendan sus diseños, bienes de
marca, tecnologías avanzadas y otros productos a una China
que los desea urgentemente pero que todavía no es capaz de
producirlos.
Por otra parte, está el problema de la piratería. La piratería
intelectual no sólo disminuye las ventas legítimas sino que crea
y fortalece una competencia que nunca hubiera entrado al mer-
cado si no se hubiera robado ciertos instrumentos comerciales.
Esta incapacidad de proteger la propiedad intelectual se ha
convertido en un subsidio global a los negocios chinos y a su
población. Además, al invertir en la infraestructura manufac-
turera del país, y al proveerle los conocimientos, máquinas y
programas informáticos que China necesita para fabricar pro-
ductos de clase mundial, el mundo está creando el mayor y
más exitoso centro de manufactura ilegal del mundo. Un país
que aún recuerda la humillación de la colonización, no siente
mayor remordimiento por robar propiedad extranjera.
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El futuro pequeña mejora en la calidad de vida de su población.

Pero, más allá de destino de una industria en particular o de la
piratería o del actual precio del petróleo, la economía estado-
unidense, y la del mundo en general, está unida con la de
China. El ascenso de este país significa que el mundo deberá
acostumbrarse a un nuevo tipo de superpotencia económica:
con una inmensa población, más pobre que la de los países que
China ha superado. Además, una superpotencia que producirá
un enorme cambio en la economía mundial con tan sólo una
Podemos contar esta historia en números. Estados Unidos
posee el mayor ingreso entre los países y la mayor economía.
Si el ingreso per cápita de China se duplicara de la noche a la
mañana, su economía igualaría a la de Estados Unidos, si bien
seguiría siendo un país muy pobre. Sin embargo, si los
ingresos totales de China llegaran a la mitad de los de Estados
Unidos, la economía China sería dos veces y media la de
Estados Unidos.

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