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0 75 • ISSN 1012-9790
DOI: http://dx.doi.org/10.15359/rh.75.7
URL: http://www.revistas.una.ac.cr/historia
Enero-Junio 2017 • pp.209-215
209
David Díaz Arias
2 Carlos Monge Alfaro y Francisco Rivas Ríos, La educación, fragua de nuestra democracia
(San José, Costa Rica: EUCR), 1978.
3 Fischel hizo múltiples contribuciones. Aquí es importante subrayar: Astrid Fischel, Consen-
so y represión. Una interpretación socio-política de la educación costarricense (San José,
Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1987) y Astrid Fischel, El uso ingenioso de la ideología en
Costa Rica (San José, Costa Rica: EUNED, 1992).
4 Iván Molina Jiménez y Steven Palmer, Educando a Costa Rica. Alfabetización popular,
formación docente y género (1880-1950) (San José, Costa Rica: EUNED, 2003).
5 Iván Molina Jiménez, La educación en Costa Rica. De la época colonial al presente (San
José, Costa Rica: EDUPUC, 2016).
Esta obra abarca un período de tiempo que explora cinco siglos −va de 1580
al 2016− y está dividida en dos grandes partes, cada una de ellas integrada por
cinco capítulos.
El libro presenta en esos capítulos una serie de nuevas interpreta-
ciones sobre la historia de la educación que son sostenidas por una impre-
sionante cantidad de fuentes primarias que incluyen documentos de gobier-
no, memorias de educación, memorias de otras secretarías o ministerios del
Estado, periódicos, informes, planes de educación, decretos, leyes, censos,
estadísticas de educación, memorias personales, testimonios, presupuestos,
folletos, boletines, anuarios estadísticos y literatura. Pareciera que Molina no
dejó piedra sin levantar en busca de rastros sobre la educación en el país.
Además, la obra expone la más importante y completa reconstrucción
de datos cuantitativos sobre el sistema educativo del país y presenta un erudito
dominio de la bibliografía existente sobre la educación costarricense. Todo
este arsenal blinda al texto y lo convierte en un libro robusto que aguanta las
críticas y preguntas más disímiles y, por eso, se alza también como un trabajo
enciclopédico al que se puede acudir con confianza en busca de grandes tesis,
pero también de pequeños datos. Este libro, se podría resumir, inspecciona la
producción, expansión, crisis y cuestionamiento del sistema educativo costar-
ricense particularmente desde el siglo XIX hasta la actualidad. Es, por tanto,
un libro indispensable para entender el país de ayer, pero principalmente el
país de hoy en uno de sus principales pilares: la educación.
¿Cuáles son las principales tesis de esta obra?
Una primera y gran propuesta que aparece a lo largo del texto es la que
cuestiona la relación determinista planteada en el pasado por Monge Alfaro y
Rivas Ríos. En lugar de mirar la educación como impulsora de la democracia,
Molina propone que fue la creciente demanda de la población costarricense
por educación, la que se convirtió en el motor de impulso de esta. Para este
autor, la educación es un campo de poder en donde se pueden medir tensiones
surgidas desde los padres de familia y desde las comunidades y que se extien-
den hasta las principales esferas del gobierno.
De acuerdo con él, el principal rasgo del sistema educativo costarri-
cense ha sido la condición pública de la primaria, asentada por la Constitución
de 1869 y afirmada por la reforma educativa de mediados de la década de
1880. En ese marco, afirma Molina, “las presiones de las comunidades urban-
as y rurales por más y mejor instrucción para sus niños y jóvenes, desde antes
de la transición a la democracia ocurrida en el periodo 1889-1902, fueron
fundamentales para promover esa índole estatal, consolidada una vez que la
política empezó a estar dominada por una competencia electoral periódica,
que facilitó una conexión estratégica entre las demandas de la ciudadanía,
los compromisos de los partidos y la gestión del Estado”.6 Esa presión de las
familias y comunidades por educación se volvió un eje central del sistema
de expansión de la educación primaria; así, la población costarricense, muy
tempranamente, asumió la educación como un derecho que podían deman-
dar del Estado. Molina concluye que “las condiciones económicas, sociales
e institucionales que favorecían la democratización del país… fueron las que
propiciaron también la expansión sostenida de la enseñanza, decisivamente
impulsada por las gestiones de las comunidades urbanas y rurales por lograr la
apertura de más escuelas públicas. La política democrática, que se configuró
entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, posibilitó que la conexión en-
tre esas demandas ciudadanas y la competencia electoral se consolidara…”.7
La educación como campo de poder se expresa también en otra gran
tesis que propone Molina al revisar la reacción de las comunidades y famil-
ias a la reforma educativa de la década de 1880. Tradicionalmente, todas las
interpretaciones que se han hecho sobre aquel conflicto han indicado que las
clases populares se oponían a la reforma liberal fundamentalmente por ig-
norancia y por obediencia a la Iglesia católica. Molina propone otra lectura;
primero, indica que el crecimiento en el acceso a la educación en la segunda
mitad del siglo XIX producía un primer conflicto al interior de las familias,
por efecto de los niños que se alfabetizaban y ganaban capital cultural frente a
sus padres. No obstante, ese enfrentamiento generacional, en alguna manera,
era sopesado por la presencia de una educación religiosa que enfatizaba en
imágenes y alentaba jerarquías que reproducían el orden. La secularización
de la educación en la década de 1880 rompió con esa estructura y supuso
un crecimiento en el nivel de tensión entre padres e hijos. De esa forma, la
reforma educativa promovió un enfrentamiento generacional al interior de las
familias que fue determinante en la manera en que los padres evaluaron e
inmediatamente se opusieron a aquel proceso. Según Molina, su evidencia
sugiere que “el rechazo a la reforma fue parcial y de índole política y cultural,
y no expresión de una supuesta ignorancia de los sectores populares”.8 Esta
tesis devuelve el sentido de “agencia” histórica a aquellas comunidades, pero
también trata de entenderlas en sus mentalidades, intentando así superar la
visión misma que desde el presente en que escribían tenían los investigadores
a la hora de evaluar la oposición a la reforma educativa liberal. Hay en eso una
lección metodológica importante de subrayar.
9 Ibid, 358.
10 Ibid, 576.
11 Ibid, 419.