Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
VíCTOR ÜOLDSTEIN
GILBERT DURAND
LAS ESTRUCTURAS
ANTROPOLÓGICAS
DEL IMAGINARIO
Introducción
a la arquetipología general
Durand, Gilbert
Las estructuras antropológicas del imaginario. lntro~
ducción a la arquetipología general/ Gilbert Durand ; trad.
de Víctor Goldstein. ~México: FCE, 2004
482 p.; 23 X 17 cm- (Colee. Antropología)
Título original Les structures anthropologiques de
l'imaginaire
ISBN 968~ 16~ 7206~ 2
Aquí estamos ahora, en la onceava edición francesa de este libro. Nada hemos
modificado de su primera formulación, hace más de treinta años, que fue aclarada
-integrándose en las avanzadas sucesivas de la antropología de hace un cuarto de
siglo- por los prefacios a las tercera, sexta y décima ediciones. En el curso de tres
décadas, este libro vio cómo se afirmaba su audiencia metodológica y heurística,
confirmada por las traducciones al español, al portugués, al italiano, al rumano y
pronto al inglés, y también por el reciente coloquio de Cerisy~la~Salle (julio de
1991, Anales en vías de publicación en Albin Michel), donde estaban represen~
tadas catorce naciones a través de los delegados de unos cuarenta y siete centros
de investigación sobre el imaginario que se han diseminado por los cinco con~
tinentes a partir del Centro de Investigación sobre el Imaginario de Grenoble,
creado hace veinticinco años ...
Indudablemente, desde nuestro trabajo de los años cincuenta, muchas de nues~
tras conclusiones se afinaron, distinguieron, matizaron. Hace treinta años, toda~
vía confundíamos demasiado -contrariamente al precepto de Descartes- el or~
den de la exposición y el de la investigación ... Si tuviéramos que volver a escribir
este libro, suprimiríamos, por ejemplo, la poco afortunada colisión entre una dis~
tribución "binaria" en dos "regímenes" -diurno y nocturno- y una clasificación
"terciaria" en tres continentes simbólicos entonces ordenados bajo las imágenes
de tres grupos de "palos" del juego de tarot: espadas, copas, denarios/bastos . . .
Nuestra investigación partía de la verificación de la binaridad y nuestra exposi~
ción, por el contrario, desembocaba en las articulaciones tan fructíferas de lo
ternario. De igual modo, tampoco partiríamos de las estructuras esquizomorfas
(o más sencillamente "heroicas") y de sus antítesis que son "las caras del tiempo".
No nos atendríamos tanto a una prelación todavía muy etnocéntrica que da la
primacía a "la claridad y la .distinción", sino que más bien comenzaríamos por
esas estructuras "místicas" cuyos modelos están dados por las cenestesias anima~
les más arcaicas ... De esta manera llegaríamos a mostrar muy claramente que
cada una de las categorías de las tres grandes constelaciones estructurales puede
ser considerada negativamente por las otras dos, y que si "las caras del tiempo"
realmente son "el infierno" del imaginario esquizomorfo, recíprocamente, la
"diairesis", "la claridad" y "la distinción" son "el infierno" de la duración concre~
ta de toda experiencia imaginaria del tiempo humano ...
7
8 PREFACIO A LA ONCEAVA EDICIÓN
Pero estas rectificaciones en nada invalidan las tesis principales de esta obra; a
lo sumo, separan y privilegian "el orden de la exposición" sobre el de la investiga~
ción ... Luego de treinta años de utilizaciones heurísticas, nuestro libro todavía
pretende ser un buen repertorio de las "grandes imágenes" que esclarecen el ima~
ginario humano, semper et ubique. Por eso, precisamente en su presentación ini~
cial -la de 1959- volvemos a ofrecer este trabajo que mis amigos se inclinan a
considerar como "clásico". Y sobre todo, tal cual, ocupa un sitio muy específico,
en el punto de inflexión de los años cincuenta y sesenta, en "la cuenca semánti~
ca" que, a lo largo de un siglo que comienza alrededor de los años 1870~1880,
caracteriza el desarrollo imaginario profundo del siglo xx. Este lugar es el de una
fase que en otra parte hemos llamado "el acondicionamiento de las riberas", o
sea, luego de "las salpicaduras" de los simbolismos, "la divisoria de aguas" surrealista,
las confluencias de los desarrollos de la imaginación y el Nuevo Espíritu científi~
co armado con Albert Einstein, N iels Bohr y Max Planck de un nuevo racionalismo
-del que es significativa la obra de Bachelard-, luego de la soberanía del psicoa~
nálisis y la imagen del padre mítico Freud. Así, las riberas de esa inmensa corrien~
te que irriga toda la sensibilidad del siglo XX se constituyen en sumas filosóficas,
sistemas interpretativos, algunos de cuyos títulos, en el campo francés, debemos
señalar: Antropología estructural (1958) y El pensamiento salvaje (1962), de C. Lévi~
Strauss; La simbólica del mal ( 1960), de P. Ricreur; La poética de la ensoñación
( 1961), de G. Bachelard; La imaginación creadora en el sufismo de Ibn A rabi ( 1958)
y Cuerpo espiritual y tierra celeste (1961), de H. Corbin; Mitos, sueños y misterios
(1957), de M. Eliade; etcétera.
Realmente, los años cincuenta y sesenta fueron aquellos en que se imponía la
construcción de una "estática", y nuestras estructuras antropológicas del imagi~
nario se inscribían en la elaboración de tal estática, y de ese modo fueron y per~
manecen inscritas en esa fase de "acondicionamiento de las riberas".
Por supuesto, nosotros íbamos a continuar tal "estática", tímidamente al prin~
cipio, en el tiempo vivido y escrito de un novelista, Stendhal (Le Décor Mythique
de "La Chartreuse de Parme"), con una dinámica que iba a aclararse todavía más
en el volumen Figuras míticas y aspectos de la obra ...
Por eso, con una real satisfacción vemos que nuestro editor, Dunod, reedita,
de común acuerdo con nuestra "estática", esta última obra (elaborada en los años
1975~ 1979), y que de este modo colma, en ese acoplamiento, un molesto hiato
entre las aplicaciones "estáticas" de nuestro cuadro de lectura arquetípico y el
desarrollo dinámico de las "mitocríticas'.' y los "mitoanálisis". Retomando lo que
habíamos bosquejado a partir de la obra de Stendhal, probamos un método
que escapa a la "psicocrítica" demasiado estrechamente freudiana de C. Mauron
y que intenta coronar la mitocrítica de una obra o de un solo trabajo -ya sean los
de pintores como Bosch, Durero, Goya o Rubens o de escritores como Xavier de
PREFACIO A LA ONCEAVA EDICIÓN 9
Maistre, Shelley, Zola, Baudelaire, Gide, Proust, Hesse, Meyrink ... - con el
mitoanálisis de toda una época.
Éste es el bosquejo de lo que más tarde (1982) desarrollaríamos con los nom~
bres de ''tópico socioeultural"y''cuenca semántica".
Enero de 199i
PREFACIO A LA DÉCIMA EDICIÓN
Indudablemente, siempre es satisfactorio para un autor ver que una de sus obras
alcanza su décima edición -sin contar las cinco ediciones en lenguas extranjeras-,
pero esta satisfacción no sólo incide en el amor propio. Ante todo, radica en una
certificación de verificaciones positivasde nuestras hipótesis a través de la epis~
temología y la Weltanschauung en marcha desde hace un cuarto de siglo. Satisfa~
cer la demanda de algunas centenas de miles de lectores cultivados significa que
las teorías que sustentan un libro penetraron profundamente -y lejos de los mo~
dos superficiales- la movilidad epistemológica y filosófica de este fin de siglo.
Por supuesto, muchos descubrimientos y pistas científicos vinieron a afinar lo
que entonces sosteníamos con los medios heurísticos de la época (o sea, los años
cincuenta): la reflexología, el psicoanálisis, la psicología de las profundidades
(que Francia descubriría laboriosamente), y, por último, la poética bachelardiana.
También tuvimos cuantiosas confirmaciones empíricas, surgidas ya sea más acá,
de la etología contemporánea (Spitz, Kayla, Lorenz, Portmann, etcétera), o más
allá, de una psicología y de cierta psicología social experimentales (Y. Durand, B.
Duborgel, D. Rocha~Pitta, etcétera) o, sobre todo, de las "ciencias de la literatura"
(S. Vieme, J. Perrin, C. Robin, P. G. Sansonnetti, R. Bourgeois, V. Sachs, G. Bosetti,
A. Frasson~Marin, P. Cambronne, J. Thomas, etcétera); pero también surgidas de
una sociología francesa que poco a poco se despertaba de los sopores de un
neopositivismo estrecho (G. Balandier, J. Servier, L. V. Thomas, M. Maffesoli, P.
Tacussel, R Pelletier, J. R Matteudi, J. P. Sironneau, A. Pessin, etcétera) y, por
último, de una filosofía realmente "nueva", que integra los presupuestos de la vi~
sión del mundo de nuestro fin de siglo (J. J. Wunenburger, R Bonardel, etcétera).
Por otra parte, los trabajos de Henry Corbin, que nos revelaban las filosofías de la
imaginación creadora en el Islam -especialmente en lbn Arabi, Avicena, Molla
Sadra Shirazi, Sorhawardi-, venían a aseguramos que La Galaxie de l' lmaginaire 1
que explorábamos entonces desde hacía unos veinte años realmente era el cielo
epistemológico y filosófico que se alzaba en la negra aurora de este fin del siglo XX.
Pero sobre todo, lo que viene a vigorizar dicha galaxia son las avanzadas de las
ciencias llamadas exactas: física teórica y ~plicada, biología y, por último, mate~
máticas.
1
Véase La Galaxie de l'imaginaire. Dérive autour de l'ceuvye de G. Durand.
11
12 PREFACIO A LA DÉCIMA EDICIÓN
0 a tesis general que expresábamos hace veinticinco años, sin siquiera darnos
/muy bien cuenta entonces de su importancia, se encuentra ampliamente confir~
/ macla por toda la corriente contemporánea de la epistemología y de la ciencia
! creadora: tras las ramificaciones explicativas de toda la antropología, y sobre todo
J de los psicoanálisis y los estructuralismOs de moda, existen constantes formativas
l e informativas absolutamente heterogéneas, irreductibles, persistentemente re~
~ currentes a través de las "diferencias" de tiempos, de momentos históricos o
\ existenciales, de climas culturales. Por consiguiente, hay por lo menos una natu~
1 raleza del sapiens, no hecha de formalidades vacías sino del hueco de deseos múl~
\ tiples aunque definidos, que tiene algo que decir en el diálogo patético con las
\vecesidades objetivas, las entropías del tiempo y de la muerte.
En el interior de ese "gran cambio" 2 que vive la ciencia contemporánea, y
donde volvemos a encontrar paisajes epistemológicos, heurísticos y filosóficos ·
familiares, podemos descubrir con interés algunas consonancias con este libro.
f\nt~__!.<?.~.21lg..t19.StQD;w4~J.hgmqpJural.,_.()_~h~:'!!JE.tq~_.h~~mªgª-l?.Qt.~lfi§.L<rsuJ~J:!arvar~
Ge~ald t-l?l.tol} ~r.n~9la1lt~Ja.., ~J.tal.c.:aracteriza. \ln . climade . imaginación.ptop.i.Qd~
taT·a·:cti~f~~m~.~~?L.hª~t~t.Sk _taJ o cual incliyiclqa,Jicl?d ci~ndfica,:;:, ..está. .m~c.eJ:Ca....
de la (:l~ "esqlJe!Jlg, _iw;;tgJnario!!, o,. I!l~Jqr, ((y~I_bal", que pqn,íp.mos, d~ .mani.fies.tQ_,
hace un cl1a~t() .P~. ~~gto; entonces presentíamos -esto fue confirmado por el so~
ciólogo Pi tri~ Sorokin- q_u~ . esos themata/~~g~~~ -pafi.9:P.'P2".}J!é3,§,.a.miili.aU©:lt€
qlle 1() ckscubierto por Holtori, inllleilsas zoilas~el sa_beryg~Jq ~~nsiJJj)ida~l~xLeL
tiempo y _elespas;io. Prec.:isªmente, ~s ~stai!lqJt~i~I1lo que funda.n~estra-'<';0R~
CTón-p;~~~~te d~ ).IJ)~'tJ.ütoanálisis''., 3, ·
'-"'~·E;t·Ú~ -gr~~des espacios/tiempos absolutamente determinantes de lo imaginario, .
que tímidamente llamábamos "regímenes", "estructuras figurativas", donde obser~
vábamos que esas potencias de imágenes se reagrupaban en "constelaciones" o "en~
jambres", y que ahora, si este libro debiera volverse a escribir, nos gustaría llamar
"cuencas semánticas", son lo que la biología y la genética más contemporáneas, la
de un Waddington o un Sheldrake, 4 llaman creada ("progresión necesaria"), no~
ción que el matemático René Thom retomará por su cuenta bajo el término "cam~
po morfogenético". 5 Observemos de paso que esta noción de "campo morfogenético"
se encuentra, con otros nombres, en un gran historiador francés contemporáneo,
Femand Braudel, 6 que a pesar de los presupuestos con frecuencia muy clásicamen~
te deterministas, pone de manifiesto nociones heurísticas tales como aquellas -en
2
Véase nuestra intervención en el coloquio del CNRS,GRECO 130013, Sorbona, diciembre de
1983.
3 Véase G. Durand, Figures mythiques et visages de l'ceuvre.
4 Véase R. Sheldrake, A new science of life: the hypothesis of formative causation.
5
Véase R. Thom, "Les racines biologiques du symbolisme", en: La Galaxie de l'imaginaire.
6
Véase F. Braudel, Le temps du monde.
PREFACIO A LA DÉCIMA EDICIÓN 13
12
Véase nuestro artículo "Le génie du lieu et les heures propices", en: Eranos ]ahrbuch, núm. 50,
1982.
13
Véase R. Ruyer, La Gnose de Princeton.
14 Véase F. Capra, Le Tao de la physique.
15
Véase G. Durand, "Le grand changement ou l'apres-Bachelard".
PREFACIO A LA DÉCIMA EDICIÓN 15
LAS TESIS que sostenía este libro hace exactamente veinte años, en la vanguardia
de los estudios promovidos por el psicoanálisis, el surrealismo y la fenomenología
bachelardiana, se vieron confirmadas año tras año por la corriente de pensa,
miento que marca el "gran giro" de civilización que estamos viviendo desde hace
un cuarto de siglo.
Los viejos neopositivismos unidimensionales y totalitarios pierden los restos
de su prestigio cada día un poco más, minados tanto por la instrumentación de la
investigación científica moderna como por la inquietud y las aspiraciones de los
jóvenes de nuestro tiempo. Por lo que concierne al estructuralismo formal, se
encerró para siempre en el gueto de un lenguaje estéril, remilgado y a menudo
ridículo. Y si nuestras escuelas y nuestros medios masivos todavía se hacen eco de
esas antiguallas, la investigación de punta liquidó tales obstáculos epistemológicos
del siglo pasado. En nuestros días, un manifiesto del "Nueyo Espíritu Antropo,
lógico" 1 puede pertinentemente ser continuación del ma;;_ífiesto del "Nuevo
Espíritu Científico", lanzado hace cuarenta y cinco años. Tantos trabajos de pri,
mer orden, como los de Eliade, Corbin o Dumézil, tantas epistemologías de van,
guardia, como las del sistémico Bertalanffy, el biólogo J acob o el matemático
Thom, 2 vinieron a aclarar la tópica lupasciana que sostenía nuestra investiga,
ción; tantas publicaciones de "nuevos filósofos", "nuevos sociólogos", "nuevos
psicólogos" -como James Hillman- hasta "nuevos teólogos" -como David L.
Miller- se dirigieron hacia los mismos horizontes descubiertos antaño por este
libro, que nos parece necesario reeditar por sexta vez; se trata de una obra que, a
nuestro juicio, no perdió nada de su valor heurístico. Nosotros mismos y nuestros
colaboradores cercanos del Centro de Investigación sobre el Imaginario no he,
mos dejado de ampliar y consolidar en procedimientos de "mitocrítica" y
"mitoanálisis" las perspectivas trazadas aquí hace veinte años. 3
Por supuesto, éstas deberían completarse. En particular, nos gustaría que la
etología de los últimos veinte años pasara la posta a la reflexología betchereviana.
Pero Lorenz, Tinbergen o Portmann, en nuestra opinión, no anulan fundamen,
17
18 PREFACIO A LA SEXTA EDICIÓN
En los umbrales de esta tercera edición de una obra que no tiene más que nueve
años, sin cambiar nada del texto mismo de nuestra primera edición, ql1~ no pre~
t~n~í~.. sei.~~1a . J!lá§.qY~"JJJLrn.odesto_rep~r..t9rio.jgy~J:ltari::l9c).X . .c:l~~ifi~~ª:;;-~~]9§~:
~in.~fi\is~()§..JJP~~~Il.~Ei<?§ 1 f10S int~r-~§a. .xedactar.. un. ·b~e;Ísi~o ·iny~~t~;i~)-~piste~ ...
;;;:üTógicc(ªel ~§rªa~ · ~ctu.at-ck-r;; cuestiones relativas a las "e~tnict:l1r~s~' al
¡¡.~·······•'·"'' '''','" '' : " .•.•
l~a~t~~rl() ....•
_,. - P~r 1¿ q~e respecta a las primeras, pese a toda la publicidad enojosa otorgada
a los diversos "estructuralismos", diremos que nuestra posición no ha variado;
se vio confirmada por los trabajos de Stéphane Lupasco o de Noam Chomsky, 1
y muy poco socavada por ciertos trabajos, por lo demás notables, de la vieja
guardia del "estructuralismo formal" y jakobsoniano} §ipjg§l;~;:~h2.!I"!§kY ~-x,i_~!~~~-~
u!l.~ . '' ~E~1E~~,!S.§! g~n~rª:t;iya:: .:v. una.~JJei.te..de..infra.e.str.u~tura._creatixaddlenguª:: .. )
je, si para Lupasco toda estructura profunda es un sistema "material" de fuerz~s
e.n tensión, para nosotros, la estructura fundamental, "ar.quetípica", jamás dejó ·.·<A··'':r:j"·'··" .
de tener en cuenta los materiales axiomáticos -por lo tanto, "fuerzas"- del
imaginario. Detrás de las formas estructurales, que son estructuras apagadas o
frías, se transparentan fundamentalmente las estructuras profundas que, COJilO
Bachelard o Jung ya lo sabían, son ~~9...l!.~.E!E2~.4~!l.ª!IÜ~Q.§)~.~~t~.m,;1§.:..~L~.i~li~ Lo
que confirman de manera notoria los trabajos de N. Chomsky es que hay una
estructuración dinámica en la intención general de las frases mucho más que
en las formas muertas y vacías de las categorías sintácticas o lexicológicas. Esto
es lo que tratábamos de poner de manifiesto, hace diez años, con el título de
nuestros capítulos terminales consagrados a una "fantástica trascendental". En
otras palabras, como tendremos la ocasión de aclararlo en un trabajo muy próxi~
mo, no es ~.he!? lar de "estructura" salvo si las formas abandonar:t.. ~lQ.QIDi::.--··
nio del intercambiíLID~cán'i~0-~ara"-as'arat··
- ··~·w---·~~'-=•••~•·'"'''''~"""~'"'"'· .><-
·aeruso.semanfico·, ~-~f~o·~ si el>'·•·•·-""·''""""'
"'·''''"'""''"'"""'~••-·""'E'v'>~O<'~.J~.,,.,,,,,,,.,,_,,, , , " ,., . ''"' ,.,~ ·~•··''•.•
'H
es~
, , ,,., •. ., , '"' "" , .. , , , , , ,, . ' ' · · •,' ' " · ' · " " ' ' ·•
~!,';!E,e.lli.ffiQ. Jist.~R1.g . Q~. ~. lJHe.. ..YS:~ ..l?.Ql: ..JQ.Q?:§. ."§~l: . . '. 'figHE?:~JY.9.'~~.. . Qf...no.f'eL ..as(,... !a.: ... ..
Q.rQgL~ióu"",.estt;.ucty,r~,1.~s~tra. .,.{i)e,;pietde,,~n...J5J, . .húsG¡ueda. . .esté:ril.deJQ . gl.le,. . BJ~.~l.lr
llamaba "el sentisl.Q . .,sl~,.,JJ,U.~~. iu~eA.tido".
r~~~-~_¡;'{4-~.¿.f~~i!t,..,....<\'~',"!'<0""";.¡:~_,,-;,:,t''~.!$t~' '"..,.~-"'t' >- . -
especialmente S. Lupasco, Qu' est~ce qu' une structure? y N. Chomsky, Syntactic Structures;
1 V éanse
19
20 PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN
Por último, agreguemos unas palabras para responder a una última crítica: la que
nos reprocha no haber tenido en cuenta la génesis de las imágenes, de la historia.
Ante todo, responderemos que este libro no pretendía mostrar cómo se constru,
yen y transforman las estructuras. Antes de poder hablar de "construcción de las
estructuras" hay que dar una hipótesis conceptual, un léxico operatorio de las es,
tructuras, a condición de modificarla después y mediante la operación. Lo repe, ~- ¡·
timos, es~bro_ r:.S?~q~is~.~ser.~~~".9.~,~,.JJ-Q..f~I2~X~QJ~Q..C.QJJlQQ.Q,_y~ .e~-rático, rde. las - .- 1
~ges S.9!l~telªf-LQU~§Jffi?.cgineri!!~:,~YJ ..~1x~.iYtn9!sªL.Si~r.tQ.~s.tr.u~turahs.mo,_so:: l
~~~}~?~-~~~~?.:!~, ~,~~-:if~~~:,.:.S?~~- }?_ . _ ~_~??~~~?~~-~!.,g_~C,.!.ª~-!l!.~=-~§~~!D.9!~audo 1
_I~---~E:9~<?!.~ - - - ~-~5~S'tXY~--.R.9E Jg"SªDt9Ll2.f!§ÁQ.k . 9~. -. J~l _<:J~sj~i~~~!§gjwªgJn.ªrtal..d~"Ja. f
historia. Indudablemente, no confundimos mito histórico y génesis de un fenó, 1
~Pero la génesis escapa a la historia, y a otros trabajos reservamos el estudio '
dinámico -complejo y no lineal- de la formación y la transformación de las im~
genes, los mitos, los símbolos y ... la historia. - · '
En resumen, como hace diez años, el imaginario -es ~ecir, ~J~on.j.1UltO de l~s \ '
;~~~~=!~~L;~-=~=~~~~~~;;~a¡~~;r!fnm: .,
ordenar~~ to,~os lQ~.!lt~t.Qs;lQ§ ?el pe2:sami~nt() b'-frnano. Lo imaginario es esa en,
~;~~·¡¡;¿;~;;;t;~p---;lógi~w~-- que ~~iffit~· e;~i~~~~~~-;~-- ¿~·~·~rminado desarrollo de una
ciencia humana mediante una específica progresión de tal otra. Ya que, en este
año 1969, más que nunca impugnamos las parcializaciones universitarias de las
ciencias del hombre que, al ofrecer visiones estrechas y partidarias sobre el gigan,
tesco problema humano, mutilan la complejidad comprensiva (es decir, única
fuente de comprensión posible) de los problemas planteados por el comporta,
miento del gran mono desnu~o: el hom,o sapiens. Másq~~r1unca reafirm(lmos.gue
todos los pr?blet?(lS ~~J9-IiY9.§ •.{Ii:§.igp:Ifi~~~i~~' i~p·o~ . b ta!lt(? af .sf!llb-olo, y al
imagiñ~ri?; 11~ .P\l:~d'~t}~~~-LPasible..~.:::§i!lJªJ:s.i_ficación~ de_~!1~-~:n.j~ª- q~~c~~~-~n~lª
g~·1as -~ie-~c:ia~ bl!rnanC:ls. Todc)antr()pólogo, ya sea psicólogo, sociólogo o psiqui~,
tr;-~~pe~i~Üzad~, debe poseer t~l suma culturalque supere con crec_e_? _~J:?.:-:~~~~~~-
22 PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN
~~I~~~~~~~~~,~~~~~t~~::t~~~~;~~~~i~~~;:t
!él
la .~ist<:>~ia, . 1\:l.s rp.it<?lggía~, _ l~ e~~()l()~Í~, li!lg~ísti~a y las liter~tt1r~s. También
~ci~í ene~¡;~~~~;;· ~~~~{;a fid~Hdad mat~-;¡~Hsfa á-~se tan fructífer¿ -~~ndamien,
to bachelardiano: "La ima?e!l sólo puede . s~~tl!Qlada...pnr.Ja.imªgeu. .. " Sólo
ent~e~a·e'nañra"tse..~honesta~y con conocimiento de causa del
imaginario y discernir sus leyes. Y la primera verificación revolucionaria que se
hace, tanto con el autor de El psicoanálisis del [71-ego como con el del Manifiesto
surrealista, es que ese _imagitl~rio,_ ~~Y lejosd~ s~r Ja. e.piferloménica ''lq~a.Ji.~ la
r~~~i~1~~~E~i~~~:;:.f:i~~~~~~;tt~I~~~:~~~~~~=
\ fluctuación"..ctél progreso científico aparece como .un fenómeno anodino sin
·~ ' • . 'f·••'·. ·.,.,,,,.•);•>·'·' ·
c.->',·,,,>_.,•,C•'•'• ' ·"·'•··>'W' •>··:·"''"""'"""'~-'~>'""·"~,~-,~··.~·o;,,_,,.~,·' "'~-'"·"o' • ,,..".o' .• -.e •.
~ s1gn1 tcacton.
~: -- - .. . --···-. . . : •-fil,'iJif;'f.~
¿,.,..:"--Pt'eciSamente, a tales conclusiones llegábamos hace nueve años, luego de una
laboriosa compilación que dio nacimiento a este libro. Y a tales conclusiones
seguimos fieles en 1969. Por eso volvemos a publicar tal cual la obra editada en
1960 y reeditada en 1963, modificando tan sólo el anexo 2, que, añadido en 1963
y referente al paralelismo entre nuestros trabajos y los de Lupasco, a nuestro jui~
cio debe ser corregido en su esencia. Esperamos que esta suerte de manual del
imaginario pueda prestar los mismos servicios que en el pasado a los diferentes
investigadores que pongan en el centro de su preocupación la frágil grandeza del
hamo sapiens.
SóCRATES: -Entonces, en aquel que no sabe, ¿existen,
referentes a tales cosas que no sabe, pensamientos verda-
deros referentes a esas mismas cosas que no sabe?
MENÓN: -¡Por supuesto!
SóCRATES: -Y ahora esos pensamientos vienen a al-
zarse en él, a la manera de un sueño.
................... ,
resulta claro que nuestra mitología está copiada exactamente sobre esas ideas de infancia". Sobre la
posición de los clásicos, véanse R. Descartes, VI Meditación, comienzo; B. Pascal, Pensées, fragm. 82,
edición Brunschvicg; Malebranche, Entretiens sur la métaphysiqu'e, V,§ 12, 13; sobre el problema de la
imagen, véase J. Bernis, L'Imagination, cap. I: "Aper~u historique".
4 J. P. Sartre, L:Imagination, pp. 115 y ss.
25
26 INTRODUCCIÓN
5Véanse H, Taine, De l'Intelligence; Bain, I.:Esprit et le corps considérés au point de vue de leur
relation; H. Hoffding, Esquisse d'une psychologie fondée sur l'expérience.
6
Véanse Sartre, I.:lmagination, pp. 41 y ss., y p. 58; H. Bergson, Matiere et Mémoire, caps. 1 y 11,
pp. 180 y ss.; N. Lacroze, La fonction de l'imagination, pp. 46 y ss.
7 Véase Sartre, L'Imagination, pp. 47, 62, 68, 85 y ss.
8
Ibíd., p. 69.
9
Véanse Sartre, ibíd., p. 146, y L'Imaginaire, p. 14.
INTRODUCCIÓN 27
conciencia; por consiguiente, es, como toda conciencia, ante todo trascenden~
te. 10 La segunda característica-de -la--imagen; que -diferenc-ia a la-imaginación de
los otros modos de la conciencia, es que el objeto imaginado se ofrece inmediata~
mente·por'loque··es-, mientras que-el-· saber perceptivo· se forma-lentamente por
aproxtmactones y acercamientos sucesivos. Tan sólo el cubo imaginado tiene de
eñtrada seis caras. Por lo tanto, la observación de tal objeto por la imaginación
no me enseña nada; finalmente, no es más que una "casi observación". 11 De esto
resulta de inmediato una tercera característica: 12 la conciencia imaginante "plantea
su objeto como una nada"; el "no ser" sería la categoría de la imagen, lo que
explica su última característica, o sea, su espontaneidad; 13 la imaginación bebe el
~ulo que es la opacidad laboriosa de lo real perct6tao, y la vacuidad total de
la conciencia corresponde a una espontaneidad total. En consecuencia, es a una
suerte de nirvana intelectual al que llega el análisis del imaginario; este último no
es más que un conocimiento desengañado, una "pobreza esencial".
Por mucho que Sartre, en los capítulos siguientes, trate de hacer un inventario
completo de la "familia de la imagen",I 4 no podrá impedir que ésta sea considerada
como un parentesco mental muy pobre, y que las tres partes finales de su obra, 15 en
las que, por lo demás, abandona el método fenomenológico, estén sustentadas por
el leitmotiv de la "degradación" del saber representado por la imagen. Incesante~
mente, vuelven bajo la pluma del psicólogo epítetos y apelativos degradantes: 16 la
imagen es una "sombra del objeto" o, incluso, "ni siquiera es un mundo de lo irreal",
la imagen no es más que un "objeto fantasma", "sin consecuencia"; todas las cuali~
dades de la imaginación no son más que "nada"; los objetos imaginarios son "equí~
vocos"; "vida ficticia, congelada, disminuida, escolástica que, para la mayoría de la
gente, no es más que un mal menor, precisamente lo que un esquizofrénico de~
sea" .17 Finalmente, esa "pobreza esencial" que constituye la imagen y que se maní~
fiesta especialmente en el sueño "también se asemeja mucho al error en el
spinozismo", 18 y la imagen se ve convertida así en "señora del error", como entre los
metafísicos clásicos. Más aun, el papel de la imagen en la vida psíquica es rebajado
al de una posesión casi demoníaca, adoptando la nada una especie de consistencia
10
· Véase Sartre, I:Imaginaire, p. 16.
11
lbíd., p. 20. Aquí es la noción de "trabajo", tan del gusto de Alain, lo que viene a distinguir lo
"real" perceptivo de la pereza o la infancia de las imágenes. Véase Ala in, Préliminaires .. . , pp. 4 7-49,
90-91.
12
Véase Sartre, L' Imaginaire, p. 23.
13 lb íd., p. 27.
14
Jbíd., pp. 30 y SS.
15
Jbíd., pp. 76 y SS.
16
lbíd., pp. 82, 85, 91,137, 138,171, 174, 175,181,185-187, 190,209,214,231.
17
Ibíd., p. 87.
18
lbíd., p. 209.
28 INTRODUCCIÓN
23
Véase J. Laurent, "Paul et Jean~ Paul", en: Table ronde; véase también la crítica que H. Bonnet
hace de la estética utilitaria y semiológica de J. P. Sartre en: Roman et poésie, pp. 238 y ss.
24 Es decir, subordina la obra de arte a un "compromiso" utilitario del qu-e está muy alejada,
repudia las concepciones del arte por el arte y hasta la génesis del arte a partir de sus fuentes
antropológicas: la religión y la magia.
25
G. Bachelard, La Poétique de l'Espace, p. 198.
26
lbíd., p. 8.
27 Ibíd., p. 7.
30 INTRODUCCIÓN
28
Sartre, Vlmaginaire, pp. 30, 46, 76.
29
Véanse K. Bühler, Tatsachen und Probleme zu einer Psychologie der Denkvorgdnge, 1, p. 321 y A.
Burloud, La Pensée d'apres les recherches expérimentales de Watt, Messer, Bübler, pp. 65 y ss;; véanse
también A. Binet, Étude expérimentale de l'intelligence, p. 309; y "La Pensée sans images", p. 138.
INTRODUCCIÓN 31
30
Véanse W. James, Précis de Psychologie, pp. 206, 210, 214; H. Bergson, Essai sur les Données ... ,
pp. 6, 8, 68, 127.
31
Véase O. Bradley, Principles ofLogic, r, pp. 10 y ss.
32 Véase W. Wundt, Über Ausfrage Experiment, p. 81.
33
Véanse F. Brentano, Psychologie ... , pp. 17, 27, 38; E. Husserl, Idées Directrices ... , pp. 53, 64,
75 y SS.
34 Sartre, L'Imagination, p. 74.
32 INTRODUCCIÓN
mando al pie de la letra esa expresión de pensamiento sin imágenes" que hones,
tamente no puede significar, escribe Pradines, 35 "más que un pensamiento no
hecho de imágenes; se pretendió que el pensamiento ni .siquiera fuera acompaña,
do de imágenes[ ... ] lo que conducía a buscar un pensamiento incapaz de ejercer,
se". La Escuela de Wurzburgo, como la Denkpsicología, postula un pensamiento
sin imágenes, únicamente porque la imagen vuelve a ser reducida al doblete re,
manente de la sensación, y porque entonces es obvio que tales imágenes nada
agregan al sentido de las nociones abstractas. ·
Pero sobre todo, la crítica general que puede hacerse de las teorías inventaria,
das hasta ahora es que todas ellas minimizan la imaginación, ya sea pervirtiendo
su objeto, como en Bergson, donde se resuelve en residuo mnémico, ya sea me,
nospreciando la imagen como un vulgar doblete sensorial y preparando así la vía
al nihilismo psicológico del imaginario sartreano. La psicología general, así sea
tímidamente fenomenológica, esteriliza la fecundidad del fenómeno imaginario
rechazándolo lisa y llanamente o bien reduciéndolo a un torpe bosquejo concep,
tual. Precisamente en este punto, sin embargo, hay que reivindicar para el filóso,
fo, con Bachelard, el derecho a"un estudio sistemático de la representación" 36
sin ninguna exclusión. En otras palabras, y a pesar de su etimología hegeliana, la
fenomenología psicológica siempre zanjó entre el noúmeno significado y el fenó,
meno significante, confundiendo la mayor parte de las veces el papel de la ima,
gen mental con los signos del lenguaje tal y como los define la escuela saussuriana.37
El gran malentendido de la psicología de la imaginación, finalmente, entre los
sucesores de Husserl y.hasta de Bergson, es haber confundido, a través del voca,
bulario mal elaborado del asociacionismo, la imagen con la palabra. Sartre, 38 que
sin embargo había tenido el cuidado de oponer el signo escrito "escritorio del
subjefe" y el ''retrato" de Pierre, poco a poco, en capítulos con títulos ambiguos,
llega a malcasar la imagen con la familia semiológica. Para Sartre, finalmente, la
imagen ni siquiera es, como para Husserl, 39 un "relleno'' necesario del signo arbi,
trario; no es más que un signo degradado. La genealogía de la "familia de la ima,
gen" no es más que la historia de un sospechoso bastardeo. Lo contrario del sen,
tido propio, el sentido figurado, no puede entonces sino ser un sentido sucio.
Pero es de capital importancia observar que en el lenguaje, si la elección del
signo es insignificante porque este último es arbitrario, nunca ocurre lo mismo en
el dominio de la imaginación, donde la imagen -por degradada que se la pueda
concebir- en sí misma es portadora de un sentido que no debe ser buscado fuera
35
M. Pradines, Traité de Psychologie, p. 162.
36
G. Bachelard, La Philosophie du non, p. 75.
37
Véase E de Saussure, Cours de linguistique générale, p. 100.
38
Sartre, VImaginaire, p. 35.
39
Citado por Sartre, ibíd., p. 46; véase Logische Unters., tomo II, cap. I, tomo III, cap. l.
INTRODUCCIÓN 33
48 G. Bachelard, L'Air et les songes, pp. 7-9; véanse La philosophie ... , pp. 75-76 y Poétique ... , p. 7.
49 Véase Binet, Année Psychol., tomo XVII, p. 10.
50
Véase Bachelard, La Poétique ... , p. 6.
st Damourette, Des Mots ala pensée, pp. 69, 73.
INTRODUCCIÓN 35
rantiza cierta universalidad en las intenciones del lenguaje de una especie deter~
minada, ·y que ubica la -estructuración-s-imbólica·en-laTaíz de todo pensamiento.
La psicología patológica de Minkowski52 llega incluso a invertir el esquema clá~
sic o ysartreano de--la -d ecadencia -del-pensamiento·mediante la imagen y, alean~
zando la concepción de los grandes románticos alemanes53 y del surrealismo con~
temporáneo 54 (que haremos nuestra en el curso de esta exposición), considera el
pasaje de la vida mental del niño o del primitivo al "adultocentrismo" 55 como un
encogimiento, una represión progresiva del sentido de las metáforas. Es precisa~
mente ese "sentido" de las metáforas, ese gran semantismo del imaginario, lo que
es la matriz original a partir de la cual se despliegan todo pensamiento racionali~
zado y su cortejo semiológico. Por lo tanto, hemos querido ubicarnos decidida~
mente en la perspectiva simbólica para estudiar los arquetipos fundamentales de
la imaginación humana.
Esta semántica de las imágenes, sin embargo, acarrea una segunda consecuencia.
En efecto, al adoptar tal posición se invierten los hábitos corrientes de la psicolo~
gía clásica, que eran o bien calcar la imaginación sobre el desarrollo descriptivo
de todo pensamiento o bien estudiar la imaginación a través de la óptica del
pensamiento rectificado, del pensamiento lógico. Pero rechazar para el imagina~
rio el primer principio saussuriano de la arbitrariedad del signo acarrea el rechazo
del segundo principio, que es el de la "linealidad del significante". 56 Como el
símbolo no es ya de naturaleza lingüística, ha dejado de desarrollarse en una sola
dimensión. Por lo tanto, las motivaciones que ordenan a los símbolos no sólo ya
no forman largas cadenas de razones, sino que ni siquiera forman "cadena" Y La
52
Véase E. Minkowski, Vers une cosmologie, p. 82.
53 V éanse J. G. von Herder, G . W, p. 189; N ovalis, Schrifften hernaus ... , pp. 15, 143, 14 7;G. H.
von Schubert, Symbolik, p. 24.
54 Véanse F. Alquié, Philosophie du Surréalisme, p. 173; A. Breton, Point dujour, p. 250.
55- El neologismo es de Piaget, La Formation ... , p. 158.
56 Saussure, Cours ... , p. 103. Ya en la semántica lingüística la noción de "encrucijada", estable-
cida por Belin-Milleron (en: La réforme de la Connaissance, pp. 10-15, 42, 49 y ss.), no implica la
sucesión lineal de los sentidos de las palabras siho la convergencia en red de las significaciones.
57 Ibíd., p. 103. Remplazaremos ese término "cadena" por "constelación simbólica". Esta termi-
nología nos fue sugerida tanto por el término "paquete" que Leroi-Gourhan utiliza para caracterizar
la acumulación iconográfica de símbolos como por el término "enjambre" de imágenes que innova
Soustelle para significar el espesor semántico que reiria en el propio relato mítico: "No nos encon-
tramos ya en presencia de largas cadenas de razones sino de un entrelazamiento de todo en todo a
cada instante". J. Soustelle, La Pensée cosmologique des anciens Mexicains, p. 9. Véase Leroi-Gourhan,
"La fonction des signes ... ", p. 308. También, infra, p. 344.
36 INTRODUCCIÓN
58
Sartre, I.:Imagination, p. 104.
59 E. Renan, De !'origine du langage, cap. VI, pp. 147-149.
60
Saussure, Cours ... , p. 103. Estas "complicaciones" son formuladas matemáticamente por la teo-
ría de la información; véase P. Guiraud, "Langage et communication".
61
Véase infra, pp. 413 y ss.
62
V éanse Von Schubert, Symbolik ... , pp. 8-10, y E. Aeppli, Les reves et leur interprétation.
INTRODUCCIÓN 37
física primitiva y sumaria que, por sus cualidades sensoriales, polarizan los campos
de fuerza en el continuo homogéneo· det·tmagtnárío:· Otras, por último, cabe
sospechar que son los datos sociológicos del microgrupo o de grupos extendidos
hasta los confines del·grupo lingüístieo-los que ·s uministran los ericuadrés primor~
diales a los símbolos. Ya sea que la imaginación estrechamente motivada tanto por
la lengua como por las funciones sociales se modele en·esas matrices sociológicas o
que ciertos genes raciales intervengan bastante misteriosamente para estructurar
los conjuntos simbólicos, distribuyendo las mentalidades imaginarias y los rituales
religiosos, o que, con un matiz evolucionista, se intente establecer una jerarquía de
las grandes formas simbólicas y restaurar la unidad en el dualismo bergsoniano de Las
dos fuentes [de la moral y de la religión], o que, por último, con el psicoanálisis, se
intente encontrar una síntesis motivacional entre las pulsiones de una libido en
evolución y las presiones represivas del microgrupo familiar. Son precisamente esas
diferentes clasificaciones de las motivaciones simbólicas las que debemos criticar
antes de establecer un método firme.
La mayoría de los analistas de las motivaciones simbólicas, que son historia~
dores de la religión, se detuvieron en una clasificación de los símbolos según su
parentesco más o menos claro con una de las grandes epifanías cosmológicas. Así
es como Krappé3 subdivide los mitos y los símbolos en dos grupos: los símbolos
celestes y los terrenales. Cinco de los primeros capítulos de su Genese des mythes
[Génesis de los mitos] están consagrados al cielo, el Sol, la Luna, las "dos grandes
luminarias" y las estrellas; los seis últimos se ocupan de los mitos atmosféricos,
volcánicos, acuáticos, crónicos, cataclísmicos y, por último, de la historia huma~
na y su simbolismo. Eliade, 64 en su notable Tratado de historia de las religiones,
sigue aproximadamente el mismo plano de escisión de las hierofanías, pero, con
mayor profundidad, logra integrar los mitos y los símbolos cataclísmicos, volcáni~
cos y atmosféricos en categorías más generales; cosa que se traduce para nosotros
en extensos capítulos consagrados a los ritos y símbolos uranianos, el Sol, la Luna
y la "mística lunar", las aguas, las cratofanías y la tierra. A partir del séptimo
capítulo, 65 sin embargo, el pensamiento del mitólogo repentinamente parece in~
teresarse en las características funcionales de las hierofanías, y los estudios de los
símbolos agrarios se polarizan en torno a las funciones de fecundidad, los ritos de
renovación y los cultos de lafertilidad, que insensiblemente, en los últimos capí~
rulos, conducen a meditar sobre el Gran Tiempo y los mitos del Eterno Retor~
no. 66 Vemos entonces que tales clasificaciones, que pretenden estar inspiradas
63
A. H. Krappe, La Genese des mythes; véase sumario, pp. 246 y SS.
64 M.Eliade, Traité d'histoire des religions; véase sumario, pp. 402 y ss.
65 Eliad e, Traité ... , p. 211.
66
Ibíd., pp. 315~333.
38 INTRODUCCIÓN
por normas de adaptación al mundo objetivo, tanto sideral como telúrico y me~
teorológico, irresistiblemente parecen volcarse a consideraciones menos objeti~
vas: en sus últimos capítulos, Eliade traslada insensiblemente, repetimos, el pro~
blema de las motivaciones en el plano de la asimilación de las imágenes al drama
de una duración íntima, y lo separa del positivismo objetivo de los primeros capí~
tulos, mientras que Krappé 7 concluye bastante confusamente su libro con consi~
deraciones sobre muy "diversas" cosmogonías y "mitos de origen", que, de mane~
ra implícita, también lo llevan a una motivación psicológica de las imágenes por
la apercepción totalmente .sub' · · a del tiempo.
En nuestra opinión{ achelard68 iñe más de cerca el problema al percatarse
de entrada de que la asim subjetiva representa un papel importante en el
encadenamiento de los símbolos y sus motivaciones. Él supone que es nuestra
sensibilidad la que sirve de médium entre el mundo de los objetos y el de los
sueños, y se atiene a las divisiones de una física cualitativa y, en primera instan~
cia, de tipo aristotélico. O más bien se detiene en lo que ya puede descubrir de
objetivo una física semejante, y en lugar de escribir monografías sobre la imagi~
nación de lo caliente, lo frío, lo seco y lo húmedo, se limita a la teoría de los
cuatro elementos. Son precisamente esos cuatro elementos lós que van a servir
. de axiomas clasificatonos a los tan finos estudios poéticos del epistemólogo, püf..--
que "esos cuatro elementos son las hormonas de la ima inación". 69 Sin embargo,--.
ac e ar se percata de que esta clasificación de las motivaciones simbólicas, por
su simetría, es demasiado racional, demasiado objetivamente razonable para dife~
rendar exactamente los caprichos de "la loca de la casa". En consecuencia, con
un indudable instinto psicológico, rompe esa simetría cuaternaria escribiendo
cinco libros, dos de los cuales están dedicados a los aspectos antitéticos del ele~
mento terrestre. Se da cuenta de que la materia terrestre es ambigua, tanto blan~
dura de la gleba como dureza de la roca, porque, dice, "incita tanto a la introver~
sión como a la extroversión". 70 Añadiremos que, con esta ambigüedad, Bachelard
alcanza una regla fundamental de la motivación simbólica donde todo elemento
es bivalente, invitación a la conquista adaptativa y, a la vez, rechazo que motiva
un repliegue asimilador. De igual modo, en El agua y los sueños, 71 el elemento
acuático se divide contra sí mismo, ya que el agua clara de ninguna manera tiene
el mismo sentido que las aguas compuestas y profundas; el agua mansa significa así
lo contrario del agua violenta. De ello resulta que, aparentemente, la clasifica~
ción elemental no hace aparecer los motivos últimos que resolverían las
ambivalencias. Reconocer explrdtamenre-que ' 1-a-s-tmagertes mas·bellas con fre~
cuencia son focos de ambivalencia" 72 ¿no es finalmente confesar el fracaso de
una dasificaciórr·semejanre-?-Sthrclastficadón·etemehtales, entonces, in.adecua~
da, por otro lado es insuficiente, como tratamos de mostrarlo en otra parte,73
porque la percepción humana es rica en tonalidades elementales mucho más cuan~
ti osas que las encaradas por la física aristotélica. Para la sensorialidad, el hielo y la
•. . . . . . - - 1
A propósito de los atributos del oeste entre los antiguos mexicanos, Soustelle mostró clara~
77
mente la interacción entre los elementos geográficos y sociales y la inspiración puramente mítica.
Véase Soustelle, La Pensée ... , p. 63.
78
Piganiol, Essai ... , p. 140. ·
79
Véase J. Przyluski, La Grande Déesse, pp. 22 y ss., y p. 204.
80
Ibíd., p. 159.
INTRODUCCIÓN 41
81
Véase infra, 331,340 y ss.
82
V éanse S. Freud, La Science des reves, pp. 113 y ss.; Trois essais sur la théorie de la sexualité, pp. 80
y ss. También R. Dalbiez, La méthode psychanalytique et la docJrine freudienne, p. 147, y pp. 197 y ss.
42 INTRODUCCIÓN
*En francés, en este caso, la diferencia entre ambas palabras ("represión", "liberación") es una
sola letra: refoulement, défoulement. [N. del T.]
83
Véase Piaget, La formation ... , p. 205.
84
Véanse A. Adler, Connaissance de l'homme, p. 33; H. Orgler, Adler et son ceuvre, pp. 88, 155
y SS.
85 Véase C. G. Jung, Métamorphoses et symboles de la libido, pp. 25 y ss., y p. 45.
86 Véase Piaget, La formation ... , pp. 196, 213.
87
Bachelard, La poétique ... , p. 7; véase pp. 12-13.
INTRODUCCIÓN 43
En resumen, se podría decir que todas las motivaciones propuestas para hacer
comprender las ·estructuras ·u la·génesis··delsimbohsmo; ·tanto sociológicas como
psicoanalíticas, con demasiada frecuencia pecan por una secreta estrechez meta~
física: unas queriendo-reducirel·proceso·motivador ·a un sistema ·de·elementos
exteriores a la conciencia y exclusivos de las pulsiones; las otras, ateniéndose ex~
clusivamente a pulsiones, o, lo que es peor, al mecanismo reductor de la censura
y a su producto: la represión. Lo que significa que implícitamente se vuelve a un
esquema explicativo y lineal en el que se describe, se narra la epopeya de los
indoeuropeos o las metamorfosis de la libido, recayendo en ese vicio fundamen~
tal de la psicología general que denunciábamos, que es creer que la explicación
da cuenta por completo de un fenómeno que por naturaleza escapa a las normas
de la semiología.
Parecería que para.estudiar in concreto el simbolismo imaginario fuera necesario
internarse resueltamente en la senda de la antropología, 88 dando a esta palabra su
pleno sentido actual -es decir: conjunto de las ciencias que estudian la especie
hamo sapiens- sin lanzar exclusivas a priori ni optar por una ontología psicológica,
que no es más que espiritualismo camuflado, o una ontología culturalista, que gene~
ralmente no es sino una máscara para la actitud sociologista, resolviéndose ambas
actitudes, en último análisis, en un intelectualismo semiológico. Para estudiar las
motivaciones simbólicas y tratar de dar una clasificación estructural de los símbo~
los, nos gustaría rechazar tanto el proyecto preferido por los psicólogos
fenomenologistas como las represiones o intimaciones "sociófugas"89 del gusto de
los sociólogos y los psicoanalistas. Sobre todo, querríamos liberamos definitiva~
mente de la pelea que, periódicamente, lanza a unos contra otros, 90 culturalistas y
psicólogos, y tratar de apaciguar, ubicándonos en un punto de vista antropológico
para el cual "nada humano debe ser ajeno", una polémica nefasta a base de suscep~
tibilidades ontológicas, que a nuestro juicio mutilan dos puntos de vista
metodológicos igualmente fructíferos y legítimos, en la medida en que se confinan
en la convención metodológica. Para eso debemos ubicarnos deliberadamente en
lo que llamaremos el trayecto antropológico, o sea, el incesante intercambio que existe en
el nivel de lo imaginario entre las pulsiones subjetivas y asimiladoras y las intimaciones
objetivas que emanan del medio cósmico y social. Esta posición alejará de nuestra in~
vestigación los problemas de anterioridad ontológica, puesto que postularemos, de
88
Véase Lévi~Strauss, Anthropologie structurale, pp. 91 y 319. También Gusdorf, Mythe ... , pp. 196,
202: "Para llegar al hombre, hay que pasar por la mediación de una psicología y una cultura".
89
Neologismo utilizado por Heuse, en: Éléments de psychologie sociale générale, pp. 3~5.
90
Véase D. Lagache, "Réponse aG. Friedmann", pp. 12~24i véase también una idea muy cerca~
na a la nuestra en Piaget (Introduction a l'épistemologie génétique, p. 15), que reclama una estrecha
colaboración entre los métodos psicogenéticos y sociogenéti.cos.
44 INTRODUCCIÓN
una vez por todas, que hay una génesis recíproca91 que oscila entre el gesto pulsional
y el entorno material y social, y viceversa. Precisamente en ese intervalo, en esa
progresión reversible, debe instalarse, a nuestro juicio, la investigación antropoló~
gica. Finalmente, el imaginario no es nada más que ese trayecto en el cual la repre~
sentación del objeto se deja asimilar y modelar por los imperativos pulsionales del
sujeto, y en el cual, recíprocamente, como lo mostró magistralmente Piaget, 92 las
representaciones subjetivas se explican "por los acomodamientos anteriores del
sujeto" al medio objetivo. En el curso de nuestro estudio, veremos hasta qué punto
la tesis del gran psicólogo se ve justificada: no porque el pensamiento simbólico sea
una asimilación anárquica, sino siempre una asimilación que de alguna manera
recuerda las actitudes acomodaticias y que, "si descarta todo acomodamiento ac~
tual", excluyendo de ese modo "la conciencia del yo y la toma de conciencia de los
mecanismos asimiladores", 93 tampoco olvida las intimaciones 94 acomodaticias que
de cierta forma le dan su contenido semántico. Parafraseando la ecuación de Lewin, 95
puede decirse que el símbolo siempre es el producto de los imperativos biopsíquicos
por las intimaciones del medio. Es este producto lo que hemos llamado el trayecto
antropológico, porque la reversibilidad de los términos es lo propio tanto del pro~
dueto como del trayecto. 96
Esta teoría del trayecto antropológico se encuentra contenida de manera im~
plícita en el libro El aire y los sueños, de Bachelard, 97 así como en las reflexiones
de Bastide sobre las relaciones entre la sociología y el psicoanálisis. 98 Para
Bachelard, los ejes de las intenciones fundamentales de la imaginación son los
trayectos de los gestos principales del animal humano hacia su entorno natural,
prolongado directamente por las instituciones primitivas tanto tecnológicas como
sociales del hamo faber. Pero dicho trayecto es reversible: porque el ambiente
elemental es revelador de la actitud adoptada ante la dureza, la fluidez o la que~
madura. Podría decirse que todo gesto llama a su materia y busca su herramienta,
y que toda materia extraída, es decir, abstraída del entorno cósmico, que cual~
quier utensilio o cualquier herramienta es el vestigio de un gesto perimido. La
91
Véase Piaget (Introduction ... , p. 36), quien define la noción de génesis recíproca por "el equi~
librio móvil" y "la reversibilidad" (p. 37).
92
Véase Piaget, La formation ... , p. 219.
93
Ídem.
94
Terminología tomada de He use (Éléments ... , p. 5), quien distingue los imperativos
biopsicológicos de las intimaciones sociales.
95
Véase K. Lewin, Principles ofTopological Psychology, p. 5.
96
Véase Piaget, Introduction ... , r, p. 3 7. También G. Durand, "Les Trois niveaux de formation du
symbolisme".
97
Véase Bachelard, La poétique ... , p. 300.
98
Véase R. Bastide, Sociologie et psychanalyse, pp. 207, 278.
INTRODUCCIÓN 45
MÉTODO DE CONVERGENCIA
Y PSICOLOGISMO METODOLÓGICO
Para delimitar los grandes ejes de esos trayectos antropológicos constituidos por los
símbolos, nos vemos llevados a utilizar el método totalmente pragmático y
relativista 103 de convergencia que tiende a localizar vastas constelaciones de imáge~
nes, constelaciones más o menos constantes y que parecen estructuradas por cierto
isomorfismo de los símbolos convergentes. Al no querer adaptarnos a las
preconcepciones metafísicas, nos vemos obligados a partir de una encuesta prag~
mática que no habría que confundir con el método analógico. La analogía procede
por reconocimiento de similitudes entre relaciones diferentes en cuanto a sus tér,
minos, mientras que la convergencia encuentra constelaciones de imágenes, seme,
jantes término a término en dominios diferentes de pensamiento. Más que una
analogía, la convergencia es una homología. 104 La analogía es del tipo "A es a B lo
que Ces a 0", mientras que la convergencia sería más bien del tipo "A es a Bloque
N. es a B"'. También aquí encontramos esa índole de semantismo que se encuentra
en la base de todo símbolo y que hace que la convergencia juegue más sobre la
materialidad de elementos semejantes que sobre una simple sintaxis. Más que fun,
cional, la homología es equivalencia morfológica, o mejor dicho, estructural. Si se
quiere una metáfora para entender esta diferencia, diremos que la analogía puede
compararse con el arte musical de la fuga, mientras que la convergencia debe ser
comparada con el de la variación temática. Veremos que los símbolos circulan en
una constelación porque son desarrollos de un mismo te~a arquetípico, porque son
variaciones sobre un arquetipo. Es este método lo que dejaba entrever Bergson105
en un artículo de El pensamiento y lo moviente cuando preconizaba para el escritor
filósofo la elección de imágenes "tan dispares como fuera posible" para, decía, que
no se detengan en el signo, que "el signo expulse al signo" hasta la significación, y
que las metáforas "se acumulen intelectualmente para no dejar sitio sino a la intuí,
ción de lo real". No obstante, a través de esta disparidad semiológica, Bergson se
percataba de que era necesario conservar un isomorfismo semántico cuando reco,
mendaba hacer que las imágenes "exijan todas de nuestro espíritu, a pesar de sus
diferencias de aspecto, la misma especie de atención y, de alguna manera, el mismo
grado de tensión", definiendo así verdaderos conjuntos simbólicos .. Precisamente
en dichos conjuntos: en dichas constelaciones, vienen a converger las imágenes
alrededor de núcleos organizadores, los que la arquetipología antropológica debe
ingeniarse para localizar a través de todas las manifestaciones humanas de la ima,
ginación. Por otra parte, esta convergencia fue debidamente resaltada mediante
la experimentación. Desoille, 106 al experimentar sobre los sueños diurnos, obser,
va la "cohesión psíquica" de ciertas imágenes que, en las ensoñaciones, tienden a
anastomosarse en constelaciones. Por ejemplo, los esquemas ascensionales siempre
traen aparejados símbolos luminosos, símbolos tales como la aureola o el ojo. El
104
Véanse nociones de homología y contemporaneidad en O. Spengler, Le déclin de l'Occident,
p. 119; también Lévi,Strauss, Anthropologie structurale, p. 98.
105
Por lo demás, H. Bergson es el promotor del mismo nombre de este método cuando escribe:
"Estas imágenes diversas, tomadas en préstamo a órdenes de cosas muy diferentes, podrán, por la
convergencia de su acción, dirigir la conciencia sobre el punto preciso donde hay cierta intuición
por captar" (La Pensée et le Mouvant, p. 210); véase también el método de investigación de los
"grupos de afinidades" recomendado por Spengler, Le Déclin .. . , p. 59.
106
Véase R. Desoille, I:Exploration de l'activité subconsciente par la méthode du reve éveillé, p. 74.
INTRODUCCIÓN 47
107
Piganiol, Essai ... , p. 140; véase también C. G. Jung, Psychologie und Religion, p. 9.
108
Decimos casi estadístico; en efecto, como lo estableció Lévi-Strauss, la investigación antro-
pológica y especialmente la exploración estructuralista sólo secundariamente tiene que lidiar con
las matemáticas cuantitativas. Los "modelos mecánicos", en los que se estudian las conexiones es-
tructurales en un caso particular o incluso singular, predominan sobre los "modelos estadísticos".
Véase Lévi-Strauss, Anthropologie Structurale, pp. 315-317. También infra, p. 211, nuestro estudio de
la antífrasis sobre el ejemplo singular del ícono cinocéfalo de San Cristóbal.
109
C. Baudouin, Psychanalise de Victor Hugo, p. 202. Como lo hemos escrito en un prefacio, más
valdría decir "isótopo".
110
lbíd., p. 219.
111 V éanse P. Guiraud, Langage et versification d' apres l' ceuvre de P aul Valéry e Index du vocabulaire
112
Sobre el estado "híbrido", "intermediario" de la indagación antropológica que sólo manipula
hechos en "número medio", a igual distancia de los grandes números de la estadística y de la singu~
laridad del solipsismo introspectivo, véanse Lévi~Strauss, Anthropologie Structurale, p. 350; P. A.
Sorokin, Social and cultural Dynamics.
113
Véase Dumézil, "L'héritage ... ", pp. 31~32.
114 Véase Dumézil, "L'héritage ... " , pp. 36~41. Contrariamente a Lévi~Strauss (Anthropologie
resulta más fácil ir del sujeto -¡aunque sea un sujeto pensante!- a los comple~
mentos directos de objeto,yluegea-les-indirectos.-Elc:ogito asume un alcance
metodológico ejemplar muy sencillamente porque es un modelo de sentido co~
mún gramaticaL El-cogito -y el idealismo o, incluso, el psicologismo que imp li~
ca- sólo tiene valor real si se considera como método de acción mental y no
como modelo constitutivo de lo reaL Kant es el que completa adecuadamente a
Descartes, y no HegeL El culturalismo que parte de un pluralismo empírico 116 -o
sea, de lo complejo- siempre es más difícil como método que el psicologismo.
Éste -y el psicoanálisis, según el propio Friedmann-117 siempre presenta un pun~
to de partida más simple y un desarrollo más "cerrado" sobre sí mismo, lo que
ofrece facilidades metodológicas de las que carecen las posiciones culturalistas.
El predominio de los imperativos biopsicológicos sobre las intimaciones sociales,
por lo tanto, sólo será afirmado aquí por sus ventajas metodológicas. Al ser más
simple, el punto de partida psicológico también es más generaL Esto es lo que vio
a las claras el etnólogo Lévi~Strauss 118 cuando comprueba que la psicología de
todo infante realmente constituye "el fondo universal infinitamente más rico
que aquel de que dispone cada sociedad particular". Cada niño "aporta al nacer, y
en forma de estructuras mentales bosquejadas, la totalidad de los medios de que
dispone la humanidad desde tiempos inmemoriales para definir sus relaciones
con el mundo". Por lo tanto, el medio cultural puede aparecer como una compli~
cación, pero, sobre todo, como una especificación de ciertos bosquejos psicológi~
cos de la infancia, y el etnólogo encuentra oportuna la expresión cuando califica
al niño de "social polimorfo". Polimorfia en la cual las vocaciones y las censuras
culturales van a seleccionar las formas de acción y de pensamiento adecuadas a
tal o cual género de vida. De donde resulta que, desde el punto de vista
metodológico, se pueda hablar de imperativos naturales, mientras que uno se
contenta con el término "intimación" para caracterizar lo sociaL 119 Aquí, como a
menudo en otras partes, la necesidad es de orden cronológico, y no ontológico.
Por consiguiente, será en el campo psicológico donde hará falta descubrir los
grandes ejes de una clasificación satisfactoria, o sea, capaz de integrar todas las
constelaciones que encontraremos en el camino. Resta saber en qué sector de la
psicología hay que buscar esas "metáforas axiomáticas" .120 Bachelard tuvo la in~
tuición de que esas metáforas son las que indican el movimiento. Y con mucha
frecuencia vuelve sobre esa teoría que supera· y anula la simple clasificación
sustancialista de las obras que consagró a las imágenes. En El agua y los sueños
116
Véase Piaget, Introduction ... , p. 25.
117 G. Friedmann, "Psychanalyse et sociologie".
118
C. Lévi-Strauss, Structures élémentaires de la parenté, pp. 120-122.
119
Véase Heuse, Éléments ... , p. 5.
120
Bachelard, L'air ... , p. 18.
INTRODUCCIÓN
-a propósito de E. Poe- y en La Terre et les Réveries du Repos [La tierra y los ensueños
del reposo], Bachelard aclara que "los símbolos no deben ser juzgados desde el
punto de vista de la forma [... ] sino de su fuerza", y concluye valorizando al extre~
mola imagen literaria "más viva que cualquier dibujo" porque trasciende la for~
ma y es "movimiento sin materia". 121 Esta manera cinemática de reconsiderar el
esquema clasificador de los símbolos es confirmada por muchos psicólogos. Para
algunos, 122 la "constancia de los arquetipos" no es la de un punto en el espacio
imaginario, sino la de una "dirección"; y declaran que esas "realidades dinámicas"
son las "categorías del pensamiento". Pero sobre todo es Desoille 123 el que parece
relacionar más claramente las "imágenes motoras" con los modos de representa~
ción visuales y verbales, mostrando incluso que esta cinemática simbólica es
dinámicamente mensurable, puesto que en los actos mentales de imaginación
del movimiento hay una diferencia del orden del15 al20% con el metabolismo del
reposo mental. Por lo tanto, son esas "imágenes motoras" las que podemos tomar
como punto de partida psicológico de una clasificación de .los símbolos. Resta
saber en qué dominio de la motricidad encontraremos esas "metáforas de base",
esas grandes "categorías vitales" 124 de la representación.
~ Precisamente de la reflexología betchereviana125 tomaremos en préstamo el prin~
cipio de nuestra clasificación y la noción de "gestos dominantes" .126 A nuestro
juicio, únicamente la reflexología presenta una posibilidad de estudiar ese "sistema
funcional" que es el aparato nervioso del recién nacido y, en particular, el cerebro,
"ese viejo instrumento adaptado a fines bien determinados". 127 La reflexología del
recién nacido, en nuestra opinión, pone de manifiesto la trama metodológica sobre
la cual la experiencia de la vida, los traumatismos fisiológicos y psicológicos, la
adaptación positiva o negativa al medio vendrán a florear sus motivos y a especifi~
carel "polimorfismo" tanto pulsional como social de la infancia. Las "dominantes
121
Bachelard, I.;eau ... , p. 161; La terre et les réveries durepos, p. 60. Véase la noción de "decorado
mítico" tal y como la utilizamos en nuestro estudio Le décor mytique de "La Chartreuse de Parme".
122
Véase Baudouin, De l'instincta !'esprit, p. 197; también pp. 60, 63. Véanse Pradines, Traité ... ,
p. 5, y Piaget, Laformation ... , p. 197.
123
Véase Desoille, Exploration ... , p. 65.
124
E. Minkowski, La Schizophrénie, p. 248.
125
V éanse M. Minkowski, r; état actuel del' étude des réflexes y J. Déjerine, "Sémiologie du systeme
nerveux".
126
V éanse A. Oukhtomsky, "Le principe de la dominante", r, pp. 24 y ss., pp. 31-65, W. Betcherev,
General Principles of Human Reflexology, y N. Kostyleff, La Réflexoldgie. Essai d'une Psychologie
Structurale, p. 39; también S. Tieck (Siimtliche Werke, p. 354) tuvo la intuición de que había una
relación entre las imágenes y las "mímicas instintivas". Véanse también Gusdorf (Mythes ... , p. 15),
para quien las estructuras míticas son "adherentes[ ... ] a los vectores biológicos constitutivos del ser
en el mundo"; W. Betcherev, La Psychologie objective; y en K. Goldstein (La Structure del' organisme,
pp. 130-138), véase una concepción molecular del reflejo muy cercana a la noción de "dominante".
127
Jung, Les types ... , p. 310.
INTRODUCCIÓN 51
reflejas" que Vedenski y luego Betcherev y su escuela 128 debían estudiar de manera
sistemática-no-son otra·cesaque-les·m·ás-pfi.mitivos -coajuntes-sensoriomotores que
constituyen los sistemas de "acomodación" más originales en la ontogénesis y a los
cuales; según·la teor-ía·-de - Piaget112 ~ ·debería referirse toda representaeión de baja
tensión en los procesos de asimilación constitutivos del simbolismo. Al estudiar los
reflejos primordiales, Betcherev, 130 retomando los trabajos y la terminología de
Oukhtomsky, descubre dos "dominantes" en el recién nacido humano.
La primera es una dominante de " osición" gue coordina o inhibe los demás
reflejos cuan o, por ejemplo, se yergue el cuerpo del niño en la vertical. Según
Betcherev, estaría ligada a la sensibilidad estática clásicamente localizada en los
canales semicirculares. Luego se mostró 131 que dichos reflejos posturales eran com~
portamientos suprasegmentarios ligados al sistema extrapiramidal; por último,
algunos de esos reflejos de enderezamiento son reflejos ópticos vinculados con la
integridad de las áreas visuales del córtex. Indudablemente, no es nuestra inten~
ción hacer pasar tal cual dichas dominantes fisiológicas como dominantes de la
representación simbólica; y Piaget 132 tiene razón al pretender que el recién nací~
do o el niño "no extrae ninguna intuición generalizada" de las actitudes posturales
primordiales, pero el psicólogo genetista, §.,ip ~mbargo, x.eCOQQ~~ que la verticali~
dad y la horizontalidad son ercibidas o7""~finfante "de manera rivile iada".
oco nos importa que se perciba una verticalidad "física" e intuitiva más que una
clara idea de la verticalidad matemática. Porque lo que aquí entra en juego, más
que sus características geométricas, es la topología de la verticalidad. Puede de~
cirse que, en tal dominante refl -.a el analo on afectivo y el
133
qumestesico de la imagen. -
La segunda dominante aparece de manera mucho más clara: dominante de nu~
trición, que entre los recién nacidos se manifiesta por los reflejos de succión labial
y de orientación correspondiente de la cabeza. Tales reflejos son provocados o bien
por estímulos externos o bien por el hambre. Ya en el perro, Oukhtomsky 134 había
observado una dominante digestiva especialmente en el acto de la deglución y en
el de la defecación, cuyo efecto era "concentrar las excitaciones provenientes de
fuentes lejanas y suprimir la capacidad de los otros centros de responder a las exci~
taciones directas". Como en el caso precedente, todas las reacciones ajenas al refle~
jo dominante se ven demoradas o inhibidas. A estas dos dominantes pueden aso~
darse las reacciones audiovisuales que estudia Betcherev. Si luego tales órganos
sensoriales pueden a su vez, por condicionamiento, volverse dominantes, no es
menos cierto, como lo observa Kostyleff, 135 que la nutrición y la posición "son
reacciones innatas de carácter dominante". La dominante actúa siempre con cierto
imperialismo; puede ser considerada ya como un principio de organización, como
una estructura sensoriomotriz.
En cuanto a una tercera dominante natural, a decir verdad sólo fue estudiada en
el animal adulto y macho por J. M. Oufland 136 en su artículo "Une dominante ·
naturelle chez la grenouille male dans le réflexe copulatif' ["Una dominante na tu~
ral en la rana macho con el reflejo copulativo"]. Esta dominante se manifiesta por
una concentración de las excitaciones sobre el refuerzo del abrazo braquial. Oufland
supone que esta dominante sería de origen interno, desatada por secreciones hor~
monales, y que sólo aparece en período de celo. Betcherev137 vuelve a afirmar, de
una manera más vaga, que el "reflejo sexual" es una dominante. A pesar de la falta
de informaciones en este campo referentes al animal humano, no obstante pode~
m os destacar, ·de las conclusiones de Oufland, el carácter cíclico e interiormente
motivado de la dominante copulativa. Por otra parte, el psicoanálisis nos acostum~
bró a ver en la pulsión sexual una dominante omnipotente de la conducta animal.
Morgan 138 ofrece algunas aclaraciones sobre la índole natural dominante y cíclica
del acto copulativo: "Los esquemas motores de acoplamiento -escribe- no se cons~
tituyen gracias a la experiencia, sino que [... ] dependen de la maduración de co~
nex.iones nerviosas hasta entonces latentes en la estructura innata del organismo
[... ] la práctica del acoplamiento aparece como totalmente armada en diversos
animales". Y Morgan concluye que "debemos admitir que los esquemas motores del
acoplamiento son organizaciones innatas", que dependen no de localizaciones ner~
viosas sino de "la erotización del sistema nervioso" .139
Pero, sobre todo, lo que hay de notable es que las motivaciones hormonales del
acoplamiento siguen un ciclo, y que el propio acto sexual, en los vertebrados supe~
riores, trae aparejados movimientos rítmicos y es precedido de verdaderas danzas
nupciales en algunas especies. Por lo tanto, el acto sexual se desarrolla bajo el signo
del ritmo. Morgan140 distingue, incluso, tres ciclos superpuestos en la actividad
sexual: el ciclo vital, que en realidad es una curva individual de potencia sexual; el
estacional, que puede concernir a la hembra sola o al macho solo de una especie
determinada o, incluso, a los dos a la vez; y; por--último, los -ciclos de celo, que
únicamente se encuentran entre las hembras de los mamíferos. Por otra parte,
Margan subraya. que ta.les-·procésós cícliCos, en particular el celo; tienen profundas
repercusiones comportamentales. En el chimpancé, por ejemplo, el ciclo de celo da
lugar a un "trastocamiento" de la jerarquía social entre ambos sexos, y las motiva~
ciones endocrinas que se encuentran en la base del celo "modifican un comporta~
miento social que supera por su alcance el simple comportamiento sexual". Desta~
quemas, de paso, esa instructiva extrapolación sociológica de un incidente mera~
mente fisiológico e infiramos que esa "dominante sexual" aparece en tódos los niveles
con características rítmicas sobredeterminadas. Por lo demás, si admitimos las teo~
rías del preejercicio de Graos, 141 podemos decir que muchos juegos y ejercicios de la
infancia presentan un carácter rítmico, ecolálico o estereotipado, que no sería más
que una prefiguración coreográfica, en cierto modo, del ejercicio de la sexualidad.
En este sentido, podría hacerse un interesante estudio sobre el onanismo infantil,
preejercicio directo, según Jung, 142 de la sexualidad plena. Más aun, si adoptamos el
análisis freudiano de los desplazamientos genéticos de la libido, comprobaremos
que, en su origen, esta rítmica sexual está relacionada con la rítmica de la succión
y que hay una anastomosis muy posible entre la dominante sexual latente en la
infancia y los ritmos digestivos de la succión. 143 El amamantamiento también sería
un preejercicio del coito. Veremos que esta relación genética de fenómenos
sensoriomotores elementales se encuentra en el nivel de los grandes símbolos: con
frecuencia, los símbolos del engullimiento tienen prolongaciones sexuales.
En cuanto a la relación entre esta motricidad primaria -y, en apariencia,
inconsciente- y la representación, ya no suscita dificultades para la psicología
contemporánea. A partir de 1922, Delmas y Bol1 144 habían observado la índole
normativa para el contenido global de la psiquis de las grandes propiedades bio~
lógicas primordiales, tales como la nutrición, la reproducción y la motilidad; y
Piéron escribía en el Nouveau Traité de Psychologie [Nuevo tratado de psicología] 145
que "todo el cuerpo colabora en la constitución de la imagen", y las "fuerzas cons~
tituyentes" que ubica en la raíz de la organización de las representaciones, en nues~
tra opinión, están muy cerca de las "dominantes reflejas". Piaget 146 explicita que
"puede seguirse de una manera continua el pasaje de la asimilación y la acomoda~
141 Véase K. Graos, Lesjeuxdes animaux, pp. 305-313. También M. Griaule,]euxdogons, pp. 123,
149, 212.
142
Véase Jung, Metamorphoses ... , p. 137.
143 Véase también el artículo de P. Germain y P. Bugnardin, "Musique et psychanalyse".
144 Véase A. Delmas y M. Boll, La personnalité humaine, p. 81.
145 G. Dumas, Nouveau traité de Psychologie, p. 38.
146 Piaget, La formation ... , p. 177.
54 INTRODUCCIÓN
147
Véase L. W. Max, "An Experimental Study of the Motor Theory of Consciousness", pp. 409-
486. Véase también la noción de "reflejo semántico" en A Korzybski, Science and Sanity. An
introduction to non-aristotelian systems and general semantics, pp. 19, 54-58.
148
Véase A. Wyczoikowski, "Theoretical and experimental studies on the mecanism of speech",
p. 448.
149
Véase E. Jacobson, "The electrophysiology of mental activities", p. 677.
150
Piaget habla de "matriz de asimilación", La formation ... , p. 177.
INTRODUCCIÓN ' 55
Lévi~Strauss, 151 lo que es del orden de la naturaleza y tiene como criterios la univer~
salidad y laespontam~ídad esntseparaclcn:fe·tcn:¡mqser fenece ali:i" cultura, campo de
la particularidad, de la relatividad y la coerción, no es por ello menos necesario que
se realiCe un acuerdcrentre·ta.·n aturaleiay la cultura;·bajo pen:a·ae-v-e r que d cante~
nido cultural jamás ha sido vivido. La cultura válida, o sea, la que motiva la re-
flexión y la ensoñación humanas, por 16 tanto, es la que sobredetermina por una
especie de finalidadel proyecto natural suministrado orlos reflejos dominantes
que . acen as veces e tutor instintivo. Sin duda, los reflejos humanos, al perder,
como los de l~es monos, "esa claridad y precisión" que se encuentra entre la -\....,./
mayoría de los mamíferos, son capaces de un muy amplio y variado condicionamiento
cultural. No es menos cierto que dicho conellcíonamtento, por lo menos a grandes
rasgos, debe ser orientado por la propia finalidad del reflejo dominante, bajo pena
de provocar una crisis neurótica de inadaptación. Por lo tanto, se exige un mínimo
de conveniencia entre la dominante refleja y el entorno cultural. Muy lejos de ser
una censura y una represión las que motiven la imagen y den su vigor al símbolo,
por el contrario, parecería que es un acuerdo entre las pulsiones reflejas del sujeto y
su medio, que arraigan, de una manera tan imperativa, las grandes imágenes en la
representación, y las lastran de una felicidad suficiente para perpetuarlas.
En esta investigación cultural nos inspiraremos frecuentemente en los bellos
trabajos de Leroi~Gourhan, 152 no sólo porque nuestra investigación coincide con
algunas grandes clasificaciones tecnológicas, sino también porque el tecnólogo
da a su estudio un carácter prudentemente ahistórico: la historia de las represen~
.taciones simbólicas, como la de las herramientas, es demasiado fragmentaria para
que uno pueda utilizarla sin cierta temeridad. Pero "si el documento escapa con
demasiada frecuencia a la historia, no puede escapar a la clasificación" .153 Por
otra parte, así como Leroi~Gourhan equilibra los materiales técnicos -mediante
"fuerzas", del mismo modo tenemos que equilibrar los objetos simbólicos me~
diante la oscura motivación de los movimientos dominantes que hemos definí~
do. No obstante, contrariamente a ciertas necesidades de la teoría tecnológica,
jamás concederemos aquí un predominio de la materia sobre la fuerza. 154 Porque
nada es más maleable que una materia imaginada, mientras que las fuerzas
reflexológicas y las pulsiones tendenciales permanecen más o menos constantes.
En efecto, Leroi~Gourhan parte de una clasificación material muy cercana a aquella
que hemos criticado en Bachelard. 155 Hasta puede encontrarse un bosquejo de
151
Véase Lévi~Strauss, Structures ... , pp. 8, 9, 10.
152
Véanse A. Leroi~Gourhan , L'Homme et la matiere, y Milieu et technique .
153
Leroi~Gourhan, I.:Homme et la matiere, p. 18. Véase Lévi~Strauss, Anthropologie Structurale,
pp. 240, 273.
154
Véase A. Espinas, Les Origines de la technologie, pp. 13, 14.
155
Véase supra, pp. 38 y ss.
56 INTRODUCCIÓN
156
Véase Leroi-Gourhan, L:Homme .. . , p. 18. Lévi-Strauss habla muy atinadamente de "la ines-
tabilidad lógica de un objeto manufacturado"; véase La Pensée sauvage, p. 188.
157 Leroi-Gourhan, L'Homme ... , pp. 165 y ss.
158
lbíd., p. 310.
159
lbíd., pp. 340 y SS.
160
Véase infra, pp. 348 y ss.
INTRODUCCIÓN 57
Los tres grandes gestos que nos ofrece la reflexología desarrollan y orientan la
representación simbólica hacia materias de predilección que no guardan más que
una lejana relación con una clasificación ya demasiado racionalizada en cuatro o
cinco elementos. Y según la ecuación establecida por Leroi~Gourhan: fuerza +
materia + herramienta, 162 diremos que cada gesto solicita a la vez una materia y
una técnica; suscita un material imaginario y, si no una herramienta, por lo me~
nos un utensilio. Así -~ co~o·-~rp~i~-~r- gesto;la dominante postural, exige las
materias luminosas, visuales, y las técnicas de separación, de purificación, cuyos
frecuentes símbolos son las armas, las flechas, las espadas. El segundo gesto, liga~
do al descenso digestivo, suscita las materias de la profundidad: el agua o la tierra
cavernosa, los utensilios continentes, las copas y los cofres; y se inclina por las
ensoñaciones técnicas de la bebida o el alimento. Por último, los gestos rítmicos,
cuyo modelo natural consumado es la sexualidad, se proyectan sobre los ritmos
estacionales y su cortejo astral, anexando todos los sustitutos técnicos del ciclo: la Oj
rueda y el tomo, la mantequera y el eslabón; y finalmente, sobredeterminan todo ./"""
frotamiento tecnológico mediante la rítmica sexuaL Nuestra clasificación tripartita,
pues, concuerda, entre otras, con una clasificación tecnológica que discierne las
herramientas percutantes y contundentes, por un lado, los continentes y los reci~
pientes ligados a las técnicas de excavación, por el otro, y por último, las grandes
prolongaciones técnicas de esa herramienta tan preciosa que es la rueda: tanto los
medios de transporte como las industrias del hilado o el fuego.
En este entorno tecnológico inmediato también puede reintegrarse lo que
Piaget 163 llama los "esquemas afectivos", que no son nada más que las relaciones,
161
Lévi~Strauss
insistió en la índole no sustantiva y "epitética" de los grandes axiomas de clasi~
ficación del pensamiento "salvaje" (La Pensée sauvage, pp. 76~ 79), pero en nuestra opinión fue
demasiado lejos en su prudencia antiarquetípica cuando escribe que "el principio de una clasifica~
ción jamás se postula". Para nosotros, los calificativos son a priori clasificables.
162
Leroi~Gourhan, L'homme ... , pp.331, 332.
163
Véase Piaget, Laformation du symbole ... , pp. 89, 93, 100,202.
58 INTRODUCCIÓN
164
lbíd., p. 223.
165 Dumézil, "L'heritage indo~européen a Ro me", pp. 40A 7.
INTRODUCCIÓN 59
166
lb íd., p. 319.
167
lbíd., p. 181.
168
Véase Piganiol, Essai ... , p. 93. También en Alain, (Préliminaires ... , pp. 96 y ss., 100 y ss.), se
encuentra una división bastante cercana entre las "r'eligiones de la naturaleza" y las "religiones de la
ciudad".
169
Piganiol, Essai ... , p. 319.
170
Ibíd., pp. 322,324.
60 INTRODUCCIÓN
171
Véase supra, pp. 40-41.
172
Véase Soustelle, La pensée .. . , pp. 67 y ss.; también infra, pp. 421-422 y ss.
INTRODUCCIÓN 61
y de la industria textil, los símbolos naturales o artificiales del retomo, los mito.0
los dramas astrobiológicos.-- - ·············· · · ···· · · · ··- ·········· ··········· · · · ··············· ······ · ·····
Estas dos partes de análisis en las que hemos agrupado, según el método de
convergencia, las grandes constelaciones simbólicas constituyenlos·dosprimeros
libros de nuestro trabajo y serán seguidos por un tercero, en el cual trataremos de
deslindar filosóficamente la motivación general del simbolismo. Si no olvida~
mos, en efecto, que hasta entonces habremos desechado sistemáticamente todo
presupuesto ontológico, tanto del psicologismo como del culturalismo, se nos
permitirá, sobre los resultados de nuestra investigación, comprobar cuál es la con~
vergencia suprema que vienen a dictar los múltiples semantismos contenidos en
las imágenes. Desde luego, recordaremos, para concluir, que el desarrollo de este
estudio sólo fue posible porque partimos de una concepción simbólica de la ima~
ginación, es decir, de una concepción que postula el semantismo de las imágenes,
el hecho de que no son signos sino que contienen materialmente, de alguna ma~
nera, su sentido. Pero podemos pretender que, al reagrupar positivamente las
imágenes, de ese modo habremos condensado sus múltiples sentidos, lo que nos
permitirá encarar la teoría del sentido supremo de la función simbólica y escribir
nuestro tercer libro sobre la metafísica de la imaginación. Antes de emprender
nuestro estudio, sin embargo, nos resta hacer, a la luz de lo que se acaba de esta~
blecer, algunas aclaraciones sobre el vocabulario que vamos a emplear.
En efecto, y con justa razón, muchos autores observaron la extrema confusión
que reina en la demasiado rica terminología de el imaginario: "signos", "imáge~
nes", "símbolos", "alegorías", "emblemas", "arquetipos", "esquemas", "esbozos",
"ilustraciones", "representaciones esquemáticas", "diagramas" y "sinopsis" son tér~
minos indiferentemente empleados por los analistas del imaginario. Tanto Sartre
como Dumas o Jung 173 dedican varias páginas a aclarar su vocabulario. Es lo que
nosotros intentaremos hacer, ayudados en esto por el bosquejo de clasificación y
metodología que acabamos de establecer. Sólo conservaremos el estricto mínimo
de términos aptos para esclarecer los análisis que vamos a emprender.
Y primero haremos a un lado todo cuanto se refiera nada más que a la pura
semiología. Cuando utilicemos la palabra "signo", no será más que en un sentido
muy general y sin querer darle su sentido específico de algoritmo arbitrario, de
señal contingente de un significado. De igual modo, no conservaremos el térmi~
no "emblema", que en el fondo es sólo un signo, y aunque Dumas 174 admita que
los emblemas pueden llegar a la vida simbólica, impugnaremos dicho punto de
vista y, por ejemplo, mostraremos que el emblema erístico no se transforma en
173
Véanse Sartre, L'Imaginaire, pp. 33, 96, 141; Dumas, Nouveau .. . , pp. 266-268; Jung, Les
types ... , p. 491.
174 Véase Dumas, Nouveau ... , p. 268.
INTRODUCCIÓN
sobre todo en el carácter colectivo e innato de las im~s primordiales; pero sin
entrar en esa metafísica de los orígenes ni adherir a la creencia en "sedimentos
mnémicos" acumulados en el curso de la filogénesis, podemos hacer nuestra una
observación capi e pstcoana 1sta que, en e
los arquetipos, ve 'la fase preliminar, la zona matricial de la idea". 183 Muy lejos de
primar sobre la imagen, la idea no sería más que el compromiso p~agmático del
arquet1po 1maginario en un contexto histórico y epistemológico determinado. Lo
cual explica, al mismo tiempo, que "la idea, debido a su naturaleza racionai: está
mucho más sometida a las modificaciones de la elaboración racional que son fuer~
temente influidas por el tiempo y las circunstancias y le proporcionan expresiol}~~ -
t
acordes con el espíritu del momento". 4 Por lo tanto, lo que sería dado ante remen
a 1 ea sena su mo e a ectivo~representativo, su motivo arquetípico; esto es lo que
también explica que los racionalismos y desarrollos pragmáticos de las ciencias
jamás se liberen completamente del halo imaginario, y que todo racionalismo, todo
sistema de razones lleve en sí sus propios fantasmas. Como lo dice Jung, "las imáge~
nes que sirven de base a teorías científicas se mantienen en los mismos límites [que
aquellas que inspiran cuentos y leyendas]". 185 En consecuencia, por nuestra parte,
ubrayaremos la importancia esencial de los arquetipos, que constituyen el punto
e unión entre el imaginario y los procesos racionales. au oum insistió en esa
re XlOnes pOSl es entre las imágenes y los pen~
samientos: una horizontal, que agrupa varias imágenes en una idea; la otra vertical,
en la cual una imagen suscita varias ideas. Según Baudouin, 187 el concepto estaría
constituido por una suerte de inducción arquetípica. No obstante, el lenguaje de
este psicoanalista está mal establecido, ya que con mucha frecuencia confunde
arquetipos y esquemas o arquetipos y simples símbolos. Contrariamente a sus afir~
maciones, por otra parte, hay una gran estabilidad de los arquetipos. Así es como a
los esquemas de la ascensión corresponden inmutablemente los arquetipos de la
cima, la cabeza, la luminaria; mientras que los esquemas diairéticos se sustantivan
182
lbíd., p. 411.
183
lbíd., p. 456.
184
lbíd., p. 450.
185
lbíd., pp. 310-311.
186
Véase Baudouin, De l'instinct .. . , p. 191.
187
lb íd., pp. 197' 200.
INTRODUCCIÓN
188
Véase Sartre, L'imaginaire, p. 144.
189
Véase Dumas, Traité ... , p. 265. Véase noción de "sintema" [syntheme] en: R. Alleau, De la
nature des symboles, pp. 17, 38.
190
Véase Baudouin, De l'instinct .. . , p. 200.
191
Véanse G. van der Leeuw, L'Homme primitif et religion, p. 120, y Gusdorf, Mythe ... , p. 24.
También infra, pp. 342 y ss.
INTRODUCCIÓN
192
Véase E. Bréhier, "Philosophie et mythe", p. 362.
193
Porque traduce al mismo tiempo Gestalt y Aufbau, es decir, "forma intuitiva" y "principio
organizador". Véase Goldstein, La structure .. . , pp. 18, 24.
194
Véase Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, p. 306.
195
Véase E. Souriau, Pensée vivante et perfection formelle, p. 273. "Mantener esta forma a toda
aventura, a todo acaecimiento, en lo sucesivo es el acto fundamental de esta vida: su nombre tam-
bién es fidelidad." Acerca de la diferencia entre estruttura y función, véanse Bergson, Les deux ... ,
pp. 111 y 112; Lacroze, Lafonction ... , pp. 11, 12.
196
Véase Radcliffe-Brown, On Social Structure, pp. 4, 6, 10; también Lévi-Strauss, Antropologie
Structurale, p. 335.
66 INTRODUCCIÓN
197
Véase infra, pp. 366-367.
LIBRO PRIMERO
69
70 EL RÉGIMEN DIURNO DE LA IMAGEN
como se dividirán en dos grandes partes antitéticas los dos capítulos dedicados al
Régimen Diurno de la imagen: la primera -el sentido de cuyo título será dado por
la propia convergencia semántica- estará consagrada al fondo de las tinieblas
sobre el cual se recorta el brillo victorioso de la luz y la segunda manifestará la
reconquista antitética y metódica de las valorizaciones negativas de la primera.
PRIMERA PARTE
DE ENTRADA, el simbolismo animal parece muy vago por el hecho de estar dema,
siado extendido ..Parecería que puede remitir a valorizaciones tanto negativas,
con los reptiles, las ratas, los pájaros nocturnos, como positivas, con la paloma, el
cordero y, en general, los animales domésticos. Sin embargo, a pesar de esta difi,
cultad, toda arquetipología debe abrirse sobre un Bestiario y comenzar con una
reflexión sobre la universalidad y la trivialidad de este último.
En efecto, de todas las imágenes, las animales son las más frecuentes y comunes.
Puede decirse que nada nos resulta más familiar, desde la infancia, que las represen,
taciones animales. Incluso en el pequeño ciudadano occidental, osos de peluche,
gato con botas, Mickey, Babar vienen a vehiculizar extrañamente el mensaje
teriomorfo. La mitad de los títulos de libros para la infancia están dedicados a los
animales. 1 En los sueños infantiles referidos por Piaget, 2 sobre una treintena de
observaciones más o menos claras, nueve se refieren a sueños de animales. Por lo
demás, es notable que los niños jamás hayan visto la mayoría de los animales con
los que sueñan ni los modelos de las imágenes con las que juegan. De igual modo, se
comprueba que existe toda una mitología fabulosa de las costumbres animales que
la observación directa sólo podría contradecir. Y sin embargo, para nuestra imagi,
nación, la salamandra permanece ligada al fuego, el zorro, a la astucia, la serpiente
sigue "picando'' a pesar del biólogo, el pelícano se abre el corazón, la cigarra nos
enternece mientras que el gracioso ratón nos repugna. Lo cual implica decir hasta
qué punto esta orientación teriomorfa de la imaginación forma una capa profunda,
que la experiencia jamás podrá contradecir; a tal punto el imaginario es remiso al
desmentido experimental. Hasta podría pensarse que la imaginación encubre todo
cuanto no le sirve. Lo que desencadena el lirismo de un Fabre no son descubrimien,
tos inéditos, sino las aproximativas confirmaciones de las leyendas animales. Algu,
nos primitivos, 3 como los kumais de Australia, saben distinguir muy claramente
entre el arquetipo imaginario y el animal objeto de la experiencia cinegética.
1
De 60 libros de la colección infantil Les petits livres d' or, ediciones Cocorico (París), 26 llevan
el nombre de un animal; 28 sobre 50 en la colección "Albums roses", etcétera.
2
J. Piaget, La Formation du symbole chez l'enfant, p. 188; véase M. Bonaparte, Psychanalyse et
anthropologie, p. 174.
3
Véase A. H. Krappe, La genese des mythes, p. 3 7.
73
76 LAS CARAS DEL TIEMPO
***
Lo abstracto espontáneo del animal, tal como se presenta a la imaginación sin sus
derivaciones y especializaciones secundarias, está constituido por un verdadero
esquema: el esquema de lo animado. Para el infante, como para el propio animal,
la inquietud es provocada por el movimiento rápido e indisciplinado. Cualquier
animal salvaje, pájaro, pez o insecto es más sensible al movimiento que a la pre,
senda formal o material. El pescador de truchas sabe muy bien que únicamente
sus gestos demasiado bruscos resultarán insólitos al pez. El test de Rorschach 14
confirma este parentesco en el psiquismo humano entre el animal y su movi,
miento. En general, los porcentajes de respuestas animales y quinestésicas son
inversamente proporcionales, compensando unas a otras: ya que el animal no es
más que el residuo muerto y estereotipado de la atención al movimiento vital.
Cuanto más elevado es el porcentaje de respuestas animales, más envejecido,
rígido, convencional o invadido por un humor depresivo es el pensamiento. La
.gran proporción de respuestas animales es el signo de un bloqueo de la ansiedad.
Pero sobre todo, cuando las respuestas quinestésicas se acumulan con las de ani,
14
Véanse Bochner y Halpem, I;applicaton ... , pp. 60 y ss.; H. Rorschach, Psychodiagnostic, pp.
36-38; E. Bohm, Traité du psychodiagnostic de Rorschach, p. 145; Piaget, La fonnation ... , pp. 325 y ss.
LOS SÍMBOLOS TERIOMORFOS 77
males, se tiene la indicación de una invasión de la psiquis por los apetitos más
groseros, accidente· normal- en el-infante; aunque--en--el-adulto es ·sinónimo de
inadaptación y regresión a las pulsiones más arcaicas. Por lo tanto, la aparición
de la animalidad·en·la--condencia·es··síntoma de· una depresión de -la persona
hasta los umbrales de la ansiedad.
Ahora nos resta distinguir diversas especificaciones dinámicas del esquema de
lo animado.
Una de las primitivas manifestaciones de la animalización es el hormigueo, "ima~
gen fugitiva pero primaria" .15 A través de la etimología francesa de la palabra no
destaquemos el trabajo de las hormigas, que emparenta la imagen de éstas con la de
la serpiente cavadora. Sólo conservemos del hormigueo el esbozo de la agitación,
del bullicio.* En numerosas obras, Dalí16 relacionó directamente el hormigueo de la
hormiga con el bullicio de la larva. Es ese movimiento anárquico que, de entrada,
revela la animalidad a la imaginación y delimita con un aura peyorativa la multipli~
ciclad que se agita. Precisamente con ese esquema peyorativo está relacionado el
sustantivo del verbo grouiller ["hervir", "moverse", "hormiguear"], la larva. 17 Para la
conciencia común, cualquier insecto y cualquier parásito son larva. Schlegel coin~
cicle con Hugo 18 cuando ve en el saltamontes una reunión bullente [grouillant] y
perniciosa. Tema que Hugo toma en préstamo del Apocalipsis, donde saltamontes y
ranas -¡esas viejas plagas de Egipto!- se turnan para simbolizar el mal, dirigidas por
Abadón "el destructor", el ángel del abismo. 19 Del mismo modo, el gusano es una
imagen terrorífica, muy frecuente en Hugo, en la que Baudouin quiere ver un mons--
truo fálico complementario del monstruo feminoide que es la araña. La serpiente,
cuando sólo es considerada como movimiento serpenteante, o sea, como dinamis~
mo fugaz, también implica una "discursividad" repugnante que coincide con la de
los pequeños mamíferos rápidos, ratones y ratas. 20
Esta repugnancia primitiva ante la agitación se racionaliza en la variante del
esquema de la animación constituida por el arquetipo del caos. Como lo observa
Bachelard, "no hay en la literatura un solo caos inmóvil [... ] y en el siglo XVII la
palabra 'caos' se ortografía cahot".** 21 El infierno siempre es imaginado por laico~
*En la edición en francés, los términos usados son fourmillement ("hormigueo") y grouillement
("bullicio", "movimiento", pero también "hormigueo"). [N. del T.]
** Cahot: traqueteo. [N. del T.]
15
G. Bachelard, La Terre et les reveries du repos, pp. 56, 60.
16
Véase el fil~S. Dalí y L. Buñuel, El perro andaluz; también el cuadro El gran masturbador.
17
Bach~, La terre ... , p. 77.
18
Schlegel, Philosophie de la vie, p. 296; véase C. Baudouin, Psychanalyse de Víctor Hugo, p. 141.
19
Véase E. Langton, La démonologie, p. 216; Apocalipsis, IX, 3 y 7, XVI, 13.
20
Bachelard, La terre ... , p. 270.
21 Ídem. Véase P. Ricceur, Finitude et culpabilité, I!: La symbolique du mal, pp. 167 y ss.
78 LAS CARAS DEL TIEMPO
***
zz W. Betcherev, La psychologie objective, pp. 221 y ss. V éanse N. Kostyleff, La réflexologie . Essai
d'une psychologie structurale, p. 72; M. Montessori, I.:Enfant, pp. 17, 22, 30.
23
Baudouin, Psychanalyse ... , pp. 198-199.
24 Ibíd., p. 101.
Los poetas no hacen más que encontrar el gran símbolo del caballo infernal, tal y
como aparece ··en cantidad-de mitosy-leyendas;27 ya sea-enrelación con· constela,
dones acuáticas, con el trueno o con los infiernos antes de ser anexados por los
mitos solares:· Pero estas cuatro-constelaciones;· incluso la solar, son- solidarias de
un mismo tema afectivo: el espanto ante la fuga del tiempo simbolizada por el
cambio y el ruido.
Examinemos ante todo el semantismo tan importante del caballo ctónico. Es
la montura de Hades y de Poseidón. Éste, en forma de semental, se acerca a
Gaya, la Madre Tierra, Deméter Erinnys, y engendra las Erinias, dos potras de,
monios de la muerte. En otra versión de la leyenda, es el miembro viril de Urano,
cortado por Cronos el Tiempo, el que procrea los dos demonios hipomorfos. 28 Y
vemos que detrás del semental demoníaco se perfila una significación sexual y
terrorífica a la vez. El símbolo parece multiplicarse a sí mismo a satisfacción en la
leyenda: Erión, el caballo de Adrasto, desaparece en un remolino consagrado a
las Erinias. De igual modo Brimo, 29 la diosa feraincr de la muerte, es figurada, en
algunas monedas, montada sobre un caballo. Otras culturas relacionan de mane,
ra más explícita todavía el caballo, el Mal y la Muerte. En el Apocalipsis, la Muer,
te cabalga el caballo macilento; 30 Ahrimán, como los diablos irlandeses, rapta a
sus víctimas sobre caballos; entre los griegos modernos, como en Esquilo, la muerte
tiene por montura un corcel negro. 31 El folclore y las tradiciones populares ger,
mánicas y anglosajonas conservaron esta significación nefasta y macabra del ca,
ballo: soñar con un caballo es signo de muerte cercana. 32
Es necesario examinar más de cerca ese demonio hipomorfo alemán, la mahrt,
cuya etimología es comparada por Krappe33 con el antiguo eslavo mora, "la bru,
ja"; con el viejo ruso mora, "el espectro"; con el polaco mora y el checo mura, que
no son otra cosa que nuestra "pesadilla". Por último, puede compararse con la
misma etimología el mors, mortis latino; el viejo irlandés marah, que significa
"muerte, epidemia"; y el lituano maras, que significa "peste". Krappe 34 llega in,
cluso a explicar por eufemización la proximidad etimológica con las seductoras
"hijas de Mara", personificaciones indias del desastre y del mal. Pero fue sobre
27 Véase L. Malten, "Das Pferd im Totenglauben", pp. 181 y ss. Queremos dejar bien aclarado
que sólo se trata de un símbolo.
28
Ibíd., p. 201.
29
Ibíd., p. 197; También Grimal, Dictionnaire ... , art. "Erinnyes". Éstas también son comparadas
con "perras" que persiguen a los mortales.
30
Apocalipsis, vr, 8.
31 Malten, "Das Pferd im Totenglauben", p. 126; v'éase Esquilo, Agamenón, v. 1660.
32
Véase Krappe, La genes e ... , p. 228.
33
lb íd., p. 229.
34 Ídem.
80 LAS CARAS DEL TIEMPO
todo Jung35 el que insistió en .la índole hipomorfa del cauche,mar* y los súcubos
nocturnos. Él explica la etimología de "pesadilla" por el calcare latino -que en
francés da la expresión cocher la poule, **o sea, "copular" y "pisotear" a la vez,- y
por el viejo alto alemán mahra, que significa "semental" y viene a confundirse
con la imagen de la muerte en el radical ario mar, "morir". El psicoanalista obser,
va, de paso, que la palabra francesa mere [madre] está muy cerca de la raíz en
cuestión, 36 sugiriendo de este modo que ésta es el primer utensilio que cabalga el
niño, y también que la madre y el apego por ella pueden adoptar un aspecto
terrorífico. Una vez más añadiremos que el sentido psicoanalítico y sexual de la
cabalgata aparece claramente en la constelación hipomorfa, pero que simple,
mente viene a sobredeterminar el sentido más general, que es el de vehículo
violento, de corcel cuyas pisadas superan las posibilidades humanas y que Cocteau,
con un seguro instinto, sabrá modernizar, en su film Orfeo negro, transformándo,
los en motocicletas mensajeras del destino.
Por otro lado, Krappe37 agrega a la etimología antedicha una observación que
abstrae al símbolo de toda sugestión liviana: en suizo alemán, more es una injuria
que quiere decir "trucha", y mura, en bohemio, es la especie de mariposa noctur,
na que nosotros llamamos en francés, significativamente: "Esfinge calavera" [Sphynx
tete de mort]. Por lo tanto, en todos los casos se trata del esquema muy general de
animación duplicado por la angustia ante el cambio, la partida sin retorno y la
muerte. Estas significaciones vienen a polarizarse en la divinidad psicopompa y
guardiana de los infiernos Hécate, diosa de la Luna negra y de las tinieblas, fuer,
temente hipomorfa, súcuba y pesadilla a la que Hesíodo 38 convierte en patrona
de los jinetes, dueña y señora de la locura, del sonambulismo, de los sueños y,
especialmente, de la Empusa, fantasma de la angustia nocturna. Más tarde, Hécate
será confundida en el panteón griego con Artemisa, la "diosa de los perros". Siem,
pre en el mismo campo de polarización nefasta, Jung39 anexa a las Walkirias,
mujeres centauros que arrebatan las almas. En la Edad Media, las parihuelas
mortuorias se llaman "Caballo San Miguel"; el ataúd, en persa, se dice "caballo
de madera"; y P. M. Schuhl, tras C. Picard, 40 hace unas observaciones muy intere,
santes sobre el caballo cenotafio en la antigüedad clásica. Observemos que en el
46
Véase A. Piganiol, Essai sur les origines de Rome, p. 108, nota 6.
Véase infra, p. 141. También Soustelle, La pensée ... , pp. 65~66 .
47
48
El Sol benefactor es el Apolo hiperbóreo, que parece haber sido impuesto a las culturas
subtropicales y tropicales por los invasores indoeuropeos.
49 Véase P. Sébillot, Le folklore de France, pp. 10~12.
50
Véase Wolf, Deutsche Marchen, pp. 351, 580.
51
Véase Krappe, La genese ... , p. 204.
52
Sébillot, Le folklore ... , p. 207.
53
Véase M. Eliade, Traité d'histoire des religions, p. 181.
LOS SÍMBOLOS TERIOMORFOS 83
54Jbíd., p. 182.
55 Véase Krappe, La genese ... , pp. 205-206. También Grimal, Dictionnaire ... , art. Poséidon. Éste
es el padre de los caballos Pegaso y Areion.
56
Véase Krappe, La genese ... , p. 169.
57 Jung, Métamorphoses ... , p. 269. Sobre la "celeritas", véase Dumézil, Mitra-Varuna. Essai sur
62
Ibíd., pp. 158, 168. En contextos folclóricos amerindios, americanos y africanos, donde el
aspecto teriomorfo es valorizado muy negativamente, S. Comhaire-Sylvain también rastrea la insó-
lita valorización positiva del caballo (Les Cantes haftiens, pp. 159-212). El Caballo Domangage del
cuento haitiano parece ser el tipo del caballo benéfico, a veces sabio consejero, otras medio mágico
de locomoción, y que permite a la bella Gamarissel y a su hermano Dianacué superar todas las
asechanzas. A pesar de esta eufemización de Domangage, éste conserva, sin embargo, las caracterís-
ticas meteorológicas tradicionales del caballo mítico demonio de la tormenta: "A todo lo largo de la
ruta, Dianacué vaciaba el vientre del caballo, que tragaba viento para remplazar sus entrañas"; véase
Comhaire-Sylvain, Les cantes ... , p. 10.
63 Véase Dontenville, La mythalagie ... , p. 156.
64 Véase infra, p. 159.
65 Véase E Castets, Renaud de Mantauban. También Dontenville, La mythologie .. . , pp. 162-163.
LOS SÍMBOLOS TERIOMORFOS 85
66
Véase Dontenville, La mythologie ... , p. 165.
67
Véase supra, p. 57.
68
Véase R. H. Lowie, Manuel d'anthropologie culturelle, pp . 55-56. No obstante, bien parece
que desde la época paleolítica el caballo y los bóvidos (buey, bisonte) son utilizados correlativa-
mente en la iconografía de las cavernas; más aun, Leroi-Gourhan mostró estadísticamente que en
los acoplamientos de animales sobre las paredes de las cavernas, "el caballo es, por excelencia, el
elemento complementario de los acoplamientos porque reúne siete de los temas de acoplamiento
sobre doce" (A. Leroi-Gourhan, "Répartition et grbupement des animaux dans l'art pariétal
paléolithique", p. 517) .
69
Véase el chino ghen, "la tierra".
70
Véase Krappe, La genese ... , p. 86.
86 LAS CARAS DEL TIEMPO
71 Véase H. R. Zimmer, Mythes et symboles dans l'art et la civilisation de l'Inde, p. 71; también
Krappe, La genese ... , p. 82.
72
Véase Krappe, La genes e ... , p. 8 7.
73
Véase P. Grimal, Dictionnaire ... , "Podía adoptar la forma que le gustaba: tanto la de un toro
como la de un dragón".
74 Véase Krappe, Lagenese ... , p. 201.
75
Véase Dontenville, La mythologie ... , p. 135. También L. Dumont, La Tarasque. Essai de description
d' une fait local d' un point de vue ethnographique, p. 105.
76 Dontenville, La mythologie ... ,.p. 138.
77 Véanse Eliade, Traité ... , pp. 85~88; Rig Veda, II, pp. 32~34, VII, pp. 56~59.
78 At. Veda, XII, 1, p. 6.
79
Véase Eliade, Traité ... , p. 88.
LOS SÍMBOLOS TERIOMORFOS 87
8
°Krappe, La genese ... , p. 87.
81
Eliade, Traité ... , p. 84.
82
Langton, La démonologie ... , p. 229.
83 lsaías, XIII; p. 21, y XXXIV, p. 14.
84
Véase supra, p. 76.
85 Langton, La démonologie ... , p. 50.
86 Sobre Azazel y el Chivo Emisario, véase Langton; La démonologie ... , pp. 53 y ss. Puede encon~
trarse la misma teriomorfia demoníaca en la mitología de los indios aimaras y quechuas, que tam~
bién tienen un demonio caballo y vampiro (Kiciri), un demonio gato, un diablo cornudo (Ancacu),
un diablo acuático, etcétera. Véase A. Métraux, "Contribution a u folklore andin", pp. 72~ 75.
88 LAS CARAS DEL TIEMPO
naciones semíticas de los espíritus nefastos; pero estos animales nos llevan a exa~
minar otra implicación de los símbolos teriomorfos, que viene a valorizar todavía
más, en un sentido negativo, el esquema de la animación terrorífica y sus símbo~
los, y cerrar el paso a la eufemización.
***
Como lo escribe Bachelard, 87 tomando en préstamo su vocabulario de ·los alquí~
mistas, se asiste al deslizamiento del esquema teriomorfo hacia un simbolismo
"mordisqueador". El hormigueo anárquico se transforma en agresividad, en sadis~
mo dentario. Tal vez sea su carácter adleriano88 lo que hacía tan familiares para el
niño las imágenes animales y los mitos de lucha animal, compensando así, pro~
gresivamente, sus legítimos sentimientos de inferioridad. En efecto, con frecuen~
cía, en el sueño o la ensoñación infantil, el animal devorador se metamorfosea en
justiciero. Pero la mayor parte de las veces, la animalidad, tras haber sido el sím~
bolo de la agitación y el cambio, carga más simplemente con el simbolismo de la
agresividad, de la crueldad. Nuestra química científica conservó de su 'infancia
alquimista el verbo "atacar". Bachelard89 escribe una muy pertinente página so~
bre el Bestiario alquímico, mostrando cómo una química de la hostilidad, hormi~
gueante de lobos y leones devoradores, existe paralelamente a la dulce química
de la afinidad y de las "Bodas Alquímicas". Por transferencia, por lo tanto, son las
fauces que llegan a simbolizar toda la animalidad las que se convierten en el
arquetipo devorador de los símbolos que vamos a examinar. Observemos bien
una índole esencial de tal simbolismo: se trata exclusivamente de las fauces ar~
madas de dientes acerados, lista para triturar y morder, y no de la simple boca
engullidora y chupadora que, en cambio -lo veremos-, 90 es la exacta inversión
del presente arquetipo. El esquema peyorativo de la animación, al parecer, se ve
reforzado por el traumatismo de la dentición, que coincide con las ensoñaciones
compensadoras de la infancia. Por ende, son unas fauces terribles, sádicas y
devastadoras las que constituyen la segunda epifanía de la animalidad. Un poeta
inspirado encuentra naturalmente el arquetipo del ogro Cronos cuando toma al
pie de la letra la expresión figurada "la mordedura del tiempo" y escribe: 91 "Tiem~
po con labios de lima, en caras sucesivas, te aguzas, te arrebatas".
92
Véase P. Germain y P. Bugnardin, "Musique et psychanalyse".
93Bastide, Sociologie ... , p. 57.
94
Véase Jung, Métamorphoses ... , p. 90.
95 Bachelard, La Terre .. . , pp. 194~195.
96
Véase R. Desoille, I: exploration de l' activité subconsciente par la méthode du reve éveillé, p. 94.
97 Michée, 1, 8.
98 Langton, La démonologie ... , p. 51.
99 Véase Grimal, Dictionnaire ... , arts. Mormó, Mormólycé. "La loba Mormólyké, al igual que
Mormó, es un demonio femenino con el que se amenazaba a los niños. La acusaban de morder a los
niños malos[ ... ] y dejarlos cojos. Se la consideraba la nodriz9- de Aqueronte."
90 LAS CARAS DEL TIEMPO
gos, cuya ropa de Hades, hecha de una piel de lobo, es una supervivencia; 100
como, por otra parte, la piel de lobo con que se cubre el demonio de T émesis o el
dios ctónico galo, que César identifica con el Dis Pater 101 romano. Para los anti~
guos etruscos, el dios de la muerte tiene orejas de lobo. Muy significativa del
isomorfismo que estamos examinando es la consagración romana del lobo al dios
Mars gradinus, al Marte "agitado", que corre, o incluso a Ares, la violencia
destructiva cercana a la de los Maruts, compañeros de Rudra. 102 En la tradición
nórdica, los lobos simbolizan la muerte cósmica; son devoradores de astros. En las
Eddas, son dos lobos, Skoll y Halli, hijos de una gigante, y también el lobo Fenrir,
los que persiguen al Sol y la Luna. Al final del mundo, Fenrir devorará el Sol,
mientras que otro lobo, Managamr, hará lo mismo con la Luna. Esta creencia
reaparece tanto en Asia septentrional, donde los yakutas explican las fases luna~
res por la voracidad de un oso o de un lobo devorador, como en la campiña fran~
cesa, donde se dice indistintamente que un perro "aúlla a la Luna" o bien que
"aúlla a la muerte". En efecto, el doblete más o menos doméstico del lobo es el
perro, también símbolo del óbito. Como lo testimonia el panteón egipcio, 103 tan
rico en figuras cinomórficas, Anubis, el gran dios psicopompo, es llamado lmpú,
"el que tiene la forma de un perro salvaje", y en Cinópolis es venerado como dios
de los infiernos. En Licópolis, al chacal Upuahut le toca ese papel, mientras que
Kenthamenthiú también tiene el aspecto de un perro salvaje. Anubis nos remite
al Cerbero greco indio. Los perros también simbolizan a Hécate, 104 la Luna negra,
la Luna "devorada", que en ocasiones se representa, como Cerbero, con la forma
de un perro tricéfalo. Por último, desde el estricto punto de vista de la psicología,
Marie Bonaparte 105 mostró claramente, en su autoanálisis, la relación estrecha
que existía entre la muerte -en este caso, la madre muerta- y el lobo ctónico
asociado al temblor de tierra y, finalmente, a Anubis. Esta "fobia de Anubis", más
explícita que el temor al Gran Lobo Malo, aterrorizó la infancia de la psicoanalis~
ta, relacionándose durante el análisis, por un notable isomorfismo, con el esque~
ma de la caída en el mar y con la sangre. Por lo tanto, hay una convergencia muy
clara entre la mordida de los cánidos y el temor al tiempo destructor. Cronos
100
Véase Krappe, Lagenese ... , p. 226; también O. Gruppe, Griechische Mythologie, p. 769.
101
Véase Grimal, Dictionnaire ... , art. Dis Pater: "El Padre de las Riquezas es un dios del mundo
subterráneo[ ... ] muy tempranamente identificado con Plutón".
102
Véase Krappe, Lagenese ... , p. 173.
103
Véase M. Gorce y R. Mortier, Histoire générale des religions, p. 218. Acerca del dios "perro" de
los antiguos mexicanos, "Xolotl", el que guía las almas hacia los infiernos, véase Soustelle, La pensée ... ,
p. 54.
104
Véase E. Harding, Les mysteres de la femme, p. 228; también Grimal, Dictionnaire ... , art.
Hécate.
105
Bonaparte, Psychanalyse ... , p. 96.
LOS SÍMBOLOS TERIOMORFOS 91
aparece aquí con la cara de Anubis, del monstruo que devora el tiempo humano
o ataca, incluso, a los astros-que--midene-1--tiempo. --- -. ------ -
Elleón, y en ocasiones el tigre y el jaguar, en las civilizaciones tropicales y
ecuatoriales!Q<S.c;um¡yle-más o-menos la-misma función que ellobo.-Secompara la
etimología de leo con slei, "desgarrar", que se encuentra en el ·vocablo slizam,
"hender", del viejo alemán. 107 Relacionado en el zodíac;o con el Sol ardiente y la
muerte, tiene la reputación de devorar a sus hijos, es la montura de Durga y entra
en la composición de la famosa imagen de la Esfinge. Pero es en la Nrisinha~
purva~tápanfya~Upanisad y la Nrisinha~uttara~tápanfya~Upanisad o "Upanisad del
hombre león" (sinha significa "león") donde el rey de los animales es asimilado a
la omnipotencia terrible de Visnú: 108 "Visnú el Terrible, el Omnipotente, el In~
menso llamea en todas las direcciones, gloria al espantoso hombre león". El dios
Visnú es el dios de los avatares, y al zodíaco se lo llama "disco de Visnú", 109 es
decir, el Sol medidor del tiempo. Por otra parte, la raíz de la palabra sinha no deja
de recordar la Luna sin, reloj y calendario por excelencia. Por consiguiente, el
león es también un animal terrible, emparentado con el Cronos astral. Krappe 110
nos señala cuantiosas leyendas, tanto entre los hons como entre los bosquimanos,
en las cuales el Sol más o menos leonino devora a la Luna; otras veces es la
divinidad del trueno la que se entrega a esa arrebatiña. En la Croada cristiana, a
san Elías le corresponde el papel de comedor de Luna. Los eclipses son más o
menos universalmente considerados como destrucciones por mordida del astro
solar o lunar. Los mexicanos precolombinos empleaban la expresión tonatiuh qualo
y meztli qualo, o sea: "devoración" del Sol y de la Luna. Se encuentran las mismas
creencias entre los caribes y los moros; entre los indios tupíes, el animal devora~
dores un jaguar, mientras que para los chinos es indistintamente un perro, un
sapo o un dragón; entre los nagas de Assam, es un tigre, y entre los persas, es el
propio diablo quien se entrega a tan funesto festín. Por lo tanto, vemos ya la
ambivalencia del astro devorador~devorado que viene a cristalizarse en la agre~
sión teriomorfa del león o el animal devorador. El Sol es, al mismo tiempo, león
y devorado por el león. Lo cual explica la curiosa expresión del Rig Veda, 111 que
califica al Sol de "negro": Savitri, dios solar, es a la vez la divinidad de las tinie~
106
Véase Krappe, La genese ... , pp. 135-136.
107
Véase E. Boisacq, Dictionnaire étymologique de la langue grecque.
108
Véase Zimmer, Mythes ... , p. 42.
109
Véase M. Senart, Le Zodiaque, p. 148; también infra, pp. 313-314.
110
Véase Krappe, La genes e ... , pp. 11 O, 134. Los antiguos mexicanos se representaban la tierra
en forma de un ser monstruoso con las mandíbulas abiertas de par en par, Tlaltecuhtli, "el Señor
de la Tierra". Es él quien engulle al Sol a la caída del día, así como la sangre de los sacrificados.
Cabalga un gigantesco cocodrilo, Cipactli, que nada sobre las aguas primordiales. Véase Soustelle,
La pensée ... , p. 34.
111 Véase Eliade, Traité ... , p. 136; también Rig Veda, 1, 11)5-5, y u, 38-1-6.
92 LAS CARAS DEL TIEMPO
blas. En China se encuentra la misma concepción del Sol negro, Ho, que se
relaciona con el principio Yin, el elemento nocturno, femenino, húmedo y para~
dójicamente lunar. 112 En el parágrafo siguiente vamos a encontrar este color mo~
ral del desastre. Por el momento, observemos que esta "oscura claridad" del Sol
negro, ya sea asimilada a Visnú el León o a Savitri, es llamada pasfivita~nive<_;;anah,
"aquel que hace entrar y salir", es decir, el gran cambio, el tiempo. 113
En nuestra opinión, ese animal que devora al Sol, ese Sol devorador y tene~
broso, es un pariente cercano del Cronos griego, símbolo de la inestabilidad del ·
tiempo destructor, prototipo de todos los ogros del folclore europeo. Macro be nos
dice de Cronos que es el Deus leontocephalus. 114 En las regiones celtas, como entre
los amerindios o los filisteos, el Sol ctónico es considerado antropófago. 115
Dontenville analizó las características de nuestro ogro occidental, duplicado
folclórico del diablo. Orco corso o bien Urgón cevenol, "alto como el mástil de
una nave, armadas las fauces de peñascos", 116 Okkerlo de los hermanos Grímm,
Orcón morbihannés, Ugernón del antiguo Beaucaire frente a Tarascón; todos
esos avatares son la epifanía multiforme del gran arquetipo del ogro que, según el
folclorista, hay que asimilar al Orcus subterráneo, al Occidente engullidor del
Sol. 117 Este ogro sería la valorización negativa, "negra", para el Savitri védico y el
Ho chino, de Gargán~Gargantúa, el Sol celta. Sería el sentido activo de engullir,
de comer, el padre de todas las Gorgonas habitantes de las Gorgadas accidenta~
les. 118 Al subrayar el isomorfismo existente entre el arquetipo devorador y el tema
de l;:~.s tinieblas, Dontenville escribe admirablemente: "Aquí tenemos la noche,
la noche de la tierra y de la tumba en Orcus y el Ogro" .119 A menudo, la diosa Kali
es representada bajo este aspecto grotesco: engullendo golosamente las entrañas
de su víctima o, incluso, antropófaga y bebiendo·la sangre en el mismo cráneo, 120
sus dientes como colmillos horrorosos. La iconografía europea, especialmente la
medieval, es rica en representaciones de estas "fauces del infierno" engullendo a
los condenados, y que enrojecen todavía en El sueño de Felipe II, del Greco. En
cuanto a los poetas, muchos son sensibles al satanismo canibalístico. Para com . .
probarlo, basta con recorrer el bello estudio que Bachelard dedica a Lautréamont. 121
Tampoco Hugo escapa a la obsesiva imagen del mal devorador. Baudouin 122 se
complace en recoger los motivos canibalísticos en-la obra del poeta, motivos
encarnados por el personaje de Torquemada. El analista subraya que los comple~
jos de mutilaciónenHugoestánligados alos temas delremolino,lasfauces y la
cloaca. Torquemada, obsesionado por el infierno, lo describe como fauces
mutilantes, "cráter de mil dientes, boca abierta del remolino", y el sadismo del
inquisidor hará del quemadero* el duplicado terrestre de este infierno. 123
Terror ante el cambio y la muerte devoradora: así se nos aparecen los dos
primeros temas negativos inspirados por el simbolismo animal. Estos dos temas
teriomorfos, en nuestra opinión, fueron particularmente demostrados en más de
250 cuentos y mitos americanos, amerindios, europeos y africanos analizados por
S. Comhaire~Sylvain 124 y consagrados a las nupcias nefastas de un ser humano y
otro sobrenatural. En un centenar de casos, el ser sobrenatural nefasto es un ani~
mal o un ogro. Solamente en 5 casos este animal es un pájaro; mientras que en 13
casos, el pájaro es un mensajero benéfico. En 21 casos, el demonio es un reptil:
cobra, pitón, culebra o boa, y en 28 casos, un monstruo ogresco: ogro, hombre
lobo, ghoul, bruja o mujer con cola de pez. En 45 casos, el diablo toma general~
mente la apariencia de una fiera: león, leona, hiena, toro, etcétera; en cambio, el
caballo parece eufemizarse a la manera del Caballo Bayart en 17 casos. Toda esta
teriomorfia es integrada en cuentos y mitos donde el motivo de la caída y la
salvación es particularmente claro. Ya sea que el demonio teriomorfo triunfe o
que sus astucias se desbaraten, el tema de la muerte y la aventura temporal y
peligrosa permanece subyacente a todos estos cuentos, en los cuales el simbolis~
mo teriomorfo es tan concreto. Por lo tanto, el animal es realmente lo que
hormiguea, lo que huye y no se puede alcanzar; pero también lo que devora, lo
que roe. Tal es el isomorfismo que en Durero une al Caballero y la Muerte y hace
pintar a Goya, sobre la pared de su comedor, a un atroz Saturno 125 que devora a
sus hijos. Sería muy instructivo señalar en este pintor todos los temas del Zwang
y la crueldad devoradora. De los Caprichos a los Desastres de la guerra, el pintor
español hizo un análisis iconográfico insuperable de la bestialidad, símbolo eter~
no tanto de Cronos como de T ánatos. Vamos a ver cómo se superpone, en esta
primera cara teriomorfa del tiempo, la máscara tenebrosa que dejaba presentir, en
las constelaciones estudiadas hasta ahora, las alusiones a la negrura del Sol y sus
devastaciones.
EL POETA ALEMÁN Tieck 1 nos ofrece un bello ejemplo de este isomorfismo negati~
vo de los símbolos animales, de las tinieblas y del ruido:
Tuve la impresión de que mi cuarto era llevado conmigo a un espacio inmenso, negro,
terrorífico; todos mis pensamientos tropezaban[ ... ] una alta barrera se derrumbó rui~
dosamente. Delante de mí percibí entonces una llanura desierta, hasta perderse de
vista; las riendas se me deslizaron de las manos, los caballos arrastraron mi coche en
una carrera loca, sentí que se me ponían los pelos de punta y me precipitaba aullando
en mi habitación.
1
Citado por A. Béguin, Le reve chez les romantiques allemands et dans la pensée fran~aise modeme,
p. 140.
2
E. Bohm, Traité du psychodiagnostique de Rorschach, p. 168; véase R. Bochner y F. Halpem,
r: application clinique du test de Rorschach, pp. 81 y ss.
3
Bochner y Halpem, I:application ... , p. 94.
4 Rorschach, Psychodiagnostic, p. 20.
5
Citado por Bohm, Traité ... , p. 169.
6
lb íd., p. 170.
94
LOS SÍMBOLOS NICTOMORFOS 95
India, el tiempo se llama Kala, pariente etimológico muy cercano de Kali; ambos
significan, "negro, sombrío"; y nuestra era secular se llama actualmente "el Kali~
Yuga", "la edad de las tinieblas". Eliade comprueba que "el tiempo es negro por
irracional, por despiadado" .16 También es el motivo de que la noche sea sacralizada.
La Nyx 17 helénica y la Nott escandinava, arrastradas en un carro por corceles
oscuros, no son vanas alegorías sino temibles realidades míticas.
Es este simbolismo temporal de las tinieblas lo que asegura su isomorfismo con
los símbolos estudiados hasta ahora. La noche viene a reunir en su sustancia·
maléfica todas las valorizaciones negativas precedentes. Las tinieblas siempre son
caos y rechinar de dientes, "el sujeto lee en la mancha negra [del Rorschach] [... ]
la agitación desordenada de las larvas" .18 San Bernardo 19 compara el caos con las
tinieblas infernales, mientras que el poeta Joe Bousquet increpa a la noche "vi~
viente y voraz". ¿Acaso el sentido común popular no llama la hora "del lobo" ala
hora crepuscular? Nosotros mismos mostramos cómo a la negrura20 estaban liga~
dos la agitación, la impureza y el ruido. El tema del bramido, del grito, de la "boca
de sombra" es isomorfo de las tinieblas; Bachelard21 cita a Lawrence, para quien
"la oreja puede oír más profundamente de lo que pueden ver los ojos". La oreja es,
entonces, el sentido de la noche. A lo largo de tres páginas, Bachelard22 nos
muestra que la oscuridad es amplificadora del ruido, que es resonancia. Las tinie~
blas de la caverna conservan el rugido del oso y el aliento de los monstruos. Más
aun, las tinieblas son el espacio mismo de toda dinamización paroxística, de toda
agitación. La negrura es "la actividad" misma, y toda una infinidad de movimien~
tos es desatada por la inmensidad de las tinieblas, en las cuales el espíritu busca
ciegamente el nigrum, nigrius nigro. 23
De esta solidez de las relaciones isomorfas resulta que la negrura siempre es
valorizada negativamente. El diablo suele ser negro o encubre alguna negrura.
Tal vez, el antisemitismo no tendría otra fuente que esta hostilidad natural por
los tipos étnicos oscuros. "Los negros en América también asumen ese cometido
de afianzamiento de la agresión de los pueblos huéspedes -dice Otto Fenichel-, 24
como entre nosotros, los gitanos, los bohemios[ ... ] son cargados, con razón o sin
16
Eliade, Traité ... , p. 163.
17
Véase P. Grimal, Dictionaire de la mythologie grecque et romaine, art. Nyx: "Ella es hija del Caos
[... ]tiene su morada en el extremo Oeste".
18
Bachelard, La Terre ... , p. 76; véase p. 175.
19
Citado por M. M. Davy, Essai sur la simbolique romane, p. 100.
20
Véase G. Durand, "Psychanalyse de la neige".
21
Bachelard, La Terre ... , p. 194.
22
lb íd., pp. 2 7 y SS.
23
lbíd., p. 27.
24 Conferencia efectuada en Praga en 1947, citada por M. Bonaparte, Mythes de guerre, p. 145.
ella, con toda suerte de fechorías." Deben compararse estas observaciones con el
hecho dequeHitlerconfundía;-en-su-odioy-su·despreeio,al-judío y alos·pueblos
"negroides". Nosotros añadiremos que así se explica en Europa el odio inmemo,
rial al moro,-que-semanifiestaen·nuestros días por la-segregación espontánea de
los norafricanos que residen en Francia. 25 Dontenville 26 observó con claridad la
asimilación constante de los paganos e impíos con los "sarracenos" por la opinión
pública cristiana, y esto en lugares donde jamás flotó el estandarte del profeta. Lo
testimonian puertas y torres sarracenas de la región de Gex y las dos Saboyas. El
moro se convierte en una especie de diablo, de cuco, tanto en las figuras grotescas
que adornan las iglesias de España como en Anjou, donde "el gigante Maury se
agazapa en una roca cerca de Angers y acecha a los barqueros sobre el Maine para
engullirlos con sus barcos" .27 Y con esto vemos que no hay mucha distancia entre
ese Maury y el ogro. Ya que el ogro, como el diablo, a menudo es de pelo negro, o
de barba oscura. 28 Sobre todo, es notable comprobar que esta "negrura" del mal es
admitida por los pueblos de piel negra: más adelante volveremos sobre el hecho
de que,el gran dios benefactor de los bambaras, Faro, tiene una "cabeza de mujer
blanca", mientras que la malvada Mousso, Koroni "simboliza todo cuanto se opo,
ne a la luz: oscuridad, noche, brujería". 29 A la misma lista de réprobos podemos
añadir a los "jesuitas", a quienes Rosenberg30 convertía en la encarnación cristia,
na del espíritu del mal. El anticlericalismo popular también se inspira en Francia
en el odio al "cuervo" y al "oscurantismo". El teatro occidental viste siempre de
negro a los personajes réprobos o antipáticos: Tartufo, Basilio, Bartolo, así como
Mefistófeles o Alceste. La ferocidad de Otelo alcanza la perfidia de Basilio. Son
esos elementos engramáticos los que en gran parte explican el éxito insensato de
la apología racista del Sigfrido blanco, gigante y rubio, vencedor del mal y de los
hombres negros.
Por último, como las tinieblas acarrean la ceguera, vamos a encontrar en esta
descendencia isomorfa, más o menos reforzada por los símbolos de la mutilación,
la inquietante figura del ciego. La simbología cristiana nos transmitió el simbo lis,
mo dialéctico de la Iglesia enfrentada a la ciega Sinagoga, figurada siempre con
25
Véase C. Baudouin, Le triomphe du héros, p. 230. "Los musulmanes son a los cristianos lo que
Troya es a los griegos, lo que el temible abismo del inconsciente es a la conciencia clara."
26
H. Dontenville, La mythologie fraw;;aise, p. 206.
27
lb íd.' p. 209.
28
Véase Barbazul. Es muy significativo que en el tema mítico del "Cónyuge animal" o del "de-
monio disfrazado" que analiza S. Comhaire-Sylvain (Les cantes ha"itiery.s, pp. 122, 125), el personaje
nefasto adopte indistintamente los rasgos teriomorfos'o los de Barbazul: príncipe turco (Baja Breta-
ña) o moro (Portugal).
29
G. Dieterlen, Essai sur la religion Bambara, pp. 39-40.
30
Véase A. Rosenberg, Der Mythus des xx]ahrhunderts, pp. 20, 43, 47.
98 LAS CARAS DEL TIEMPO
31
Véase Davy, Essai ... , p. 168.
32
Véase E. Huguet, Métaphores et comparaisons dans l'ceuvre de Victor Hugo, 1, cap. v, p. 216.
33
Véase C. Baudouin, La découverte de la personne, pp. 10, 16, 24.
34 Leia, Le symbolisme des contes de fées, pp. 13-14, 41.
35
lbíd. , p. 67.
36
Véase supra, p. 26-27.
LOS SÍMBOLOS NICTOMORFOS 99
***
Precisamente en ese símbolo del agua hostil, del agua negra, es donde mejor pue~
de captarse la fragilidad de las clasificaciones simbólicas que quieren atenerse a
referencias meramente objetivas. El propio Bachelard, en su notable análisis,
abandona su principio elemental de clasificación -que no era más que un pretex~
to-para hacer valer axiomas clasificatorios más subjetivos. Al lado de la risa del
37 Véanse A. von Chamisso, Peter Schlemihl; R. Char, A une sérénité crispée, y H. Michaux, Mon roi.
38
V éanse J. Van Eyck, Retrato de Arnolfini y su mujer; J. Cocteau, La sangre de un poeta; O. Wilde,
El retrato de Dorian Grey.
39 Véase J. Soustelle, La pensée cosmologique des anciens mexicains. Représentation du temps et de
l'espace, p. 29.
lOO LAS CARAS DEL TIEMPO
agua, del agua clara y alegre de las fuentes, sabe hacer lugar a una · inquietante
"estinfalización"* del agua. 40 ¿Acaso se formó este complejo al contacto de la
técnica de la embarcación mortuoria, o bien el miedo al agua tiene un origen
arqueológico bien determinado, que viene del tiempo en que nuestros antepasa~
dos primitivos asociaban los lodazales de las ciénagas con la sombra funesta de los
bosques? "Al hombre, que no puede abstenerse del agua, ésta muy pronto lo es~
torba; la inundación, tan nefasta, todavía es accidental, pero el lodazal y la ciéna~
ga son permanentes y crecientes." 41 Por el momento, sin responder a tales cues~
tiones ni optar por tales hipótesis, contentémonos con analizar el aspecto tene~
broso del agua. Bachelard, retomando el bello estudio de Bonaparte, mostró
claramente que la mare tenebrum había tenido su poeta desesperado en Edgar A.
Poe. 42 En este poeta, el color "de tinta" se encuentra ligado a un agua mortuoria,
totalmente embebida de los terrores nocturnos, plagada de todo el folclore del
miedo que estudiamos hasta ahora. Como lo dice Bachelard, en Poe, el agua es
"superlativamente mortuoria", es un doblete sustancial de las tinieblas, es la "sus~
tanda simbólica de la muerte". 43 El agua se convierte incluso en una directa invi~
tación a morir: de estinfálica que era, "se ofeliza". Ahora vamos a detenernos un
poco en las diferentes resonancias fantásticas de esta gran epifanía de la muerte.
La primera cualidad del agua sombría es su carácter heracliteano. 44 El agua
sombría es"devenir hídrico". El agua que corre es amarga invitación al viaje sin
regreso: uno nunca se baña dos veces en el mismo río, y éstos nunca remontan a
su fuente. El agua que corre es la figura de lo irrevocable. Bachelard insiste en ese
carácter "fatal" del agua en el poeta estadounidense. 45 El agua es epifanía de la
desdicha del tiempo, es una clepsidra definitiva. Este devenir está cargado de
espanto, es la propia expresión del espanto. 46 Por otra parte, el pintor Dalí encon~
tró, en un cuadro famoso, 47 esa intuición de la licuefacción temporal represen~
tando relojes "blandos" y fluyentes como el agua. Por ende, el agua nocturna,
como lo dejaban presentir las afinidades isomorfas con el caballo o el toro, es el
tiempo. Es el elemento mineral que se anima con la mayor facilidad. De este
* Stymphale era un pueblo de la antigua Grecia, al borde del lago del mismo nombre, donde vivían
pájaros fabulosos con pico de hierro que comían carne humana. Uno de los trabajos de Hércules fue
exterminarlos. [N. del T.]
40 Véase G. Bachelard, L'Eau et les reves, p. 137.
41 Dontenville, La mythologie ... , p. 133.
42 Véanse Bachelard, I.:Eau ... , p. 138; M. Bonaparte, Edgar Poe: savie, son a!uvre. ÉtudeAnalytique.
43 Bachelard, I.:Eau ... , pp. 65, 75~ 76, 122. Sobre el pantano, la cloaca en K. Spitteler, véase
todos los horrores monstruosos: Quimera, Esfinge, Gorgona, Escila, Cerbero, León
de Nemea; en ella, Jung54 quiere encamar -porque se acopló con su hijo, el Perro de
Gerión, para engendrar la Esfinge- una "masa de libido incestuosa" y, por eso
mismo, convertirla en el prototipo de lá Gran Prostituta apocalíptica. Porque en
el Apocalipsis el Dragón está ligado a la Pecadora, y evoca a los Rahab, Leviatán,
Behemot y diversos monstruos acuáticos del Antiguo Testamento. 55 Ante todo,
es el "Monstruo que está en el mar", la "Bestia de rápida fuga", la "Bestia que sube
del maé. 56 Sin anticipar sobre las feminizaciones psicoanalíticas del monstruo de
las aguas mortuorias, contentémonos con subrayar la evidencia deslindada por el
método de convergencia. Parecería que el Dragón, psicológicamente hablando,
existe como llevado por los esquemas y los arquetipos de la bestia, la noche y el
agua combinados. Nudo donde convergen y se entremezclan la animalidad ver,
mideana y hormigueante, la voracidad feroz, el estrépito de las aguas y del trueno,
como el aspecto pegajoso, escamoso y tenebroso del "agua espesa". La imaginación
parece construir el arquetipo del Dragón o la Esfinge a partir de terrores fragmenta,
ríos, repugnancias, espantos y repulsiones tanto instintivos como experimentados,
y finalmente erigirlo espantoso, más real que el mismo río, fuente imaginaria de
todos los terrores de las tinieblas y las aguas. El arquetipo viene a resumir y clarificar
los semantismos fragmentarios de todos los símbolos secundarios.
También nos detendremos algunos instantes en un aspecto secundario del agua
nocturna, y que puede representar el papel de motivación subalterna: las lágri,
mas. Lágrimas que pueden introducir indirectamente al tema del ahogamiento,
como bien lo señala la ocurrencia de Laertes en Hamlet: "Demasiada agua tienes,
pobre Ofelia, por eso reprimo mis lágrimas" Y El agua estaría ligada a las lágrimas
por un carácter íntimo, una y otras serían "la materia de la desesperación". 58 Pre,
cisamente en ese contexto de tristeza, cuyo signo fisiológico son las lágrimas, se
imaginan ríos y estanques infernales. El sombrío Styx o el Aqueronte son ámbi,
tos de tristeza, el ámbito de las sombras que hacen el papel de ahogados. La
"ofelización" y el ahogamiento son frecuentes temas de pesadilla. Baudouin, 59 al
analizar dos sueños de niñas referentes al ahogamiento, observa que vienen acom~
pañados -de · un sentimiento -de-i:ncompletud---que-se--marrifiesta · con imágenes
de mutilación: el "complejo de Ofelia" se duplica con un "complejo de Osiris" o "de
Orfeo";-En-la-imaginadón-soñadorade·-laniña,·-la muñeca es·· rota-y-descuartizada
antes de que la precipiten en el agua de la pesadilla. Y la niña adivina el isomor~
fismo del Dragón devorador cuando pregunta: "¿Qué pasa cuando uno se ahoga?
¿Se queda entero?" Como vemos, Cerbero es el vecino inmediato del Cocyte y
del Styx, y el "campo de llantos" es contiguo al río del óbito. Es lo que aparece
muchas veces en Hugo, para quien el interior del mar, donde gran cantidad de
héroes terminan sus días por brutal ahogamiento -como los de Travailleurs de la
mer y Vhomme qui rit-, se confunde con la vorágine por excelencia: "enjambre de
hidras", "análogo a la noche", "océano nox", donde los esbozos de vida, las larvas,
"se consagran a las f~roces ocupaciones de la sombra". 60
Otra imagen frecuente, y mucho más importante en la constelación del agua
negra, es la cabellera, que insensiblemente va a inclinar los símbolos negativos
que estudiamos hacia una feminización larvada, feminización que resultará defi~
nitivamente reforzada por esa agua femenina y nefasta por excelencia: la sangre
menstrual. Muy a propósito del complejo de Ofelia, Bachelard61 insiste en la ca~
bellera flotante que poco a poco contamina la imagen del agua. Las crines de los
caballos de Poseidón no están lejos del pelo de Ofelia. A Bachelard no le cuesta
mucho mostrarnos la vivacidad del símbolo ondulante entre los autores del siglo
XVII, así como en Balzac, O' Annunzio o Poe, soñando este último con ahogarse
en un "baño de trenzas de Annie". 62 Podríamos añadir que se trata del mismo
compositor inspirado por las trenzas de Melisanda o las de La muchacha del pelo de
lino, pero también por los múltiples Reflejos en el agua que pueblan la obra del
cantor de El mar. En una perspectiva dinámica, Bachelard subraya que no es la
forma del pelo lo que suscita la imagen del agua corriente sino su movimiento.
No bien ondula, la cabellera acarrea la imagen acuática, y viceversa. Por lo tanto,
hay una reciprocidad en ese isomorfismo, cuyopunto de inflexión está formado
por el verbo "ondular". La onda es la animación íntima del agua; asimismo, la
figura del más viejo jeroglífico egipcio que también se encuentra en ánforas
neolíticas. 63 Por lo demás, observemos de paso, sin darle demasiada importancia,
que la noción de onda en las ciencias físicas, cuyo signo es la ondulación sinusoidal,
descansa en la ecuación de la frecuencia y viene a recordarnos que también es el
tiempo el que dirige las ondulaciones en el laboratorio. La onda del físico no es
60
Véase C. Baudouin, Psychanalyse de Víctor Hugo, p. 147; también Baudoin, Les travailleurs de
la mer, r cap. VI.
61
Bachelard, I:eau .. . , p. 114.
62
Ibíd., pp. 115~ 117.
63 Véase Eliade, Traité ... , p. 169.
104 LAS CARAS DEL TIEMPO
más que una metáfora trigonométrica. Del mismo modo, en poesía, la onda de la
cabellera está ligada al tiempo, a ese tiempo irrevocable que es el pasado. 64 ¿Aca~
so no tenemos en Occidente numerosas creencias populares que con los bucles
de la cabellera hacen talismanes recordatorios? Si esta temporalización de la ca~
bellera puede ser comprendida con facilidad -ya sea que el sistema piloso y la
cabellera constituyan la marca de la temporalidad y la mortalidad como en las
figuras de antepasados de los bambaras 65 o, por el contrario, que el tiempo aparez~
ca como el gran arrancador de pelo, como lo testimonia la fábula de La Fontaine;
versión occidental de un apólogo universal-, 66 no obstante, es más difícil dar
cuenta de una manera directa de la feminización de la cabellera, porque sólo en
Occidente ésta es atributo del sexo femenino. 67
Sin embargo, antes de internamos en la senda de la verdadera explicación, es
decir, del isomorfismo que a través de la menstruación relaciona la onda y su sím~
bolo piloso, por un lado, y la femineidad, por el otro, debemos detenemos en una
convergencia secundaria, en la que vamos a encontrar el espejo sobredeterminado
por la onda y la cabellera. 68 Porque el espejo no sólo es un método de redoblamiento
de las imágenes del yo, y de ese modo símbolo del doblete tenebroso de la concien~
cía, sino que también se relaciona con la coquetería. El agua, al parecer, constituye
el espejo originario. Lo que nos impacta tanto como el simbolismo ·lunar en las
imágenes que Bachelard69 señala en Joachim Gasquet o en Jules Laforgue es que el
reflejo en el agua trae aparejado el complejo de Ofelia. Mirarse es ya un poco
"ofelizarse" y participar en la vida de las sombras. Una vez más, la etnografía viene
a confirmar la poesía: en los bambaras, el cuerpo del doble humano, el dya, es "la
sombra sobre el suelo o la imagen en el agua". Para remediar el vuelo siempre
nefasto de su sombra, el bambara recurre al espejo acuático, "se mira en el agua de
una calabaza, luego, cuando la imagen es clara, la enturbia sacudiendo el recipien~
te, lo cual reintegra al dya bajo la protección de Faro (el dios benéfico)"J0 Sin
embargo, la cabellera está ligada al espejo en toda la iconografía de los "tocadores"
de diosas o simples mortales. El espejo, en muchos pintores, es un elemento líquido
e inquietante. De ahí la frecuencia en Occidente del tema de Susana y los viejos, en
el cual, la cabellera deshecha se une al reflejo vidrioso del agua; como en Rembrandt,
que retoma ese motivo cuatro veces; como en Tintoretto, donde se unen el adorno
femenino, la carne, la cabellera preciosa, el espejo y la onda. Este tema nos remite
***
Lo que constituye la irremediable femineidad del agua es que la liquidez es el
elemento mismo de la menstruación. Puede decirse que el arquetipo del ele,
mento acuático y nefasto es la sangre menstrual. Es lo que confirma la relación
frecuente, aunque insólita de entrada, del agua y la Luna. Eliade 72 explica ese
constante isomorfismo, por un lado, porque las aguas están sometidas al flujo
lunar y, por el otro, porque al ser germinati vas, se unen al gran símbolo agrario
que es la Luna. Nos quedaremos solamente con la primera afirmación: las aguas
están ligadas a la Luna porque su arquetipo es menstrual; en cuanto al papel
fecundante de las aguas y la Luna, no es más que un efecto secundario de esta
motivación primordial. La mayoría de las mitologías confunden las aguas y la
Luna en la misma divinidad: tanto entre los iroqueses y los mexicanos como
entre los babilónicos o en eLArdvisura,Anahita iraní. 73 Los maoríes y los esqui,
71
Véase Grimal, Dictionnaire ... , arts. Narcisse, Actéon. El tema del "doble" subyace a toda la
leyenda de Acteón: el centauro Quirón moldea una estatua a imagen de Acteón para consolar a los
perros, desesperados por haber devorado a su amo.
72 Eliade, Traité ... , p. 145; véase Bachelard, I.:eau ... , p. 111.
73 Véase Eliade, Traité ... , p. 148. Para los mexicanos, la Luna es la hija de !láloc, el Dios de la
males, como los antiguos celtas, conocen las relaciones existentes entre la Luna
y los movimientos marinos. El Rig Veda afirma esta solidaridad entre la Luna y
las aguas. 74 Pero nosotros creemos que el historiador de las religiones 75 se equi~
voca al no buscar para ese isomorfismo más que la explicación cosmológica
corriente. Porque vamos a ver que, bajo el simbolismo lunar, convergen dos
temas que van a sobredeterminarse recíprocamente e inclinar la totalidad de
ese simbolismo hacia un aspecto nefasto que no siempre conserva. La Luna está
indisolublemente unida a la muerte y a la femineidad, y precisamente a través
de la femineidad llega al simbolismo acuático.
En efecto, y tendremos ocasión de volver largamente sobre este tema, 76 la
Luna aparece como la gran epifanía dramática del tiempo. Mientras que el Sol
permanece semejante a sí mismo, salvo durante raros eclipses, y se ausenta un
corto lapso del paisaje humano; la Luna, en cambio, es un astro que crece, decre~
ce, desaparece, un astro caprichoso que parece sometido a la temporalidad y a la
muerte. Como lo subraya Eliade, 77 gracias a la Luna y los ciclos lunares se mide el
tiempo: la más antigua raíz indoaria se refiere al astro nocturno me, que da el
sánscrito mas, el avéstico mah, el mená gótico, el mene griego y el mensis latino, y
también significa "medir". A través de esta asimilación al destino, la "Luna ne~
gra", por lo general, es considerada como el primer muerto. Durante tres noches
se borra y desaparece del cielo, y los folclores imaginan que entonces es tragada
por el monstruo. 78 Por esta razón isomorfa, muchas divinidades lunares son ctónicas
y funerarias. Tal sería el caso de Perséfone, Hermes y Dionisos. En Anatolia, el
dios lunar Men también es el de la muerte, así como el legendario Kotschei, el
genio inmortal y maligno del folclore ruso. A menudo, la Luna es considerada
como la región de los muertos, como entre los polinesios tokalav, entre los iraníes
o los griegos, y en la opinión popular del Occidente en la época del Dante. 79
Desde el punto de vista de .la convergencia isomorfa, más notable aun es esa
creencia de la población de las costas del norte que pretende que la cara invisible
de la Luna encubre unas fauces enormes que sirven para aspirar toda la sangre
vertida en la tierra. Esta Luna antropófaga no es rara en el folclore europeo. 80
Nada es más temible para el campesino contemporáneo que la famosa "Luna
roja" o "Luna rojiza", más ardiente que el Sol devorador de los trópicos. Lugar de
la muerte, signo del tiempo, es normal entonces que se atribuya a la Luna, y
81
Mateo, IV, 25; XVII, 15; también XCXI, 6.
82
Véase Krappe, La genes e ... , p. 119.
83
Véase Eliade, Traité ... , p. 14 7.
84 Krappe,La genese ... , p. 105; véase S. lcard, La Femme pendant la période menstruelle. Étude de
confieren un sueño eterno, fuera del alcance del tiempo. Ya en esta Luna menstrual
se bosqueja la ambivalencia del ser "niño enfermo y doce veces impuro".
Reservaremos para más adelante el estudio completo de las epifanías lunares
eufemizadas; 90 por el momento sólo destacaremos el salvajismo sanguinario de la
cazadora, matadora de las hijas de Leto y de Acteón, prototipo de la femineidad
sangrienta y negativamente valorizada, arquetipo de la mujer fatal.
Precisamente a este isomorfismo debe vincularse ese símbolo que los psicoana~
listas relacionan con una exasperación del Edipo, la imagen de la "Madre Terrible";
ogra que viene a fortificar la prohibición sexual. Pues la misoginia de la imagina~
ción se introduce en la representación mediante esa asimilación al tiempo y a la
muerte lunar91 de los menstruos y los peligros de la sexualidad. Esta "Madre Terri~
ble" es el modelo inconsciente de todas las brujas, viejas espantosas y tuertas, hadas
cachavachas que pueblan el folclore y la iconografía. La obra de Goya, muy misógina
en su conjunto, hormiguea de caricaturas de viejas decrépitas y amenazadoras, sim~
ples coquetas fuera de moda y ridículas, pero también brujas que veneran a "Maese
Leonardo", el Gran Macho Cabrío, y preparan abominables recetas. Cuarenta lá~
minas sobre ochenta y dos de la serie de los Caprichos 92 representan a viejas
caricaturescas y brujas, y en la "Casa del Sordo", las repelentes Parcas hacen juego
con el ogro Saturno. Léon Cellier observó claramente que el personaje de Lakmi,
en Lamartine, era el prototipo romántico de la "Vamp" fatal, que a una apariencia
encantadora asocia una crueldad innata y una gran depravación. 93 La obra de Hugo
también es rica en epifanías de la "Madre Terrible". El psicoanalista94 asimila a
Gúanhuarma, de Les Burgraves, con la madrastra corsa a la que el poeta era confía~
do en su infancia, pero que para nosotros sigue siendo el gran arquetipo colectivo
símbolo del destino, y que Baudouin compara muy juiciosamente con la Lilit~ lsis
de La fin deSatan. Es ella quien declara: "Ananké soy yo"; ella es la vampiro, el
alma negra del mundo, el alma del mundo y de la muerte. "En la filosofía de Hugo,
la fatalidad viene a coincidir con el mal, con la materia. 95 Y Baudouin subraya el
sistema etimológico "mater~matriz~materia".
Antes de volver a esas "aguas madres" que son los menstruos, nos resta encarar
las manifestaciones teriomorfas de la vampiro, de la mujer fatal.
Como cosa primordial, puede comprobarse con los lingüistas96 que la distribu~
ción de los sustantivos en género animado e inanimado, tal y como existe en ciertas
90
Véase infra, pp. 113 y ss.
91
Véase Harding, Les mysteres ... , p. 63.
92
Véanse Les Caprices.
93
Véase L. Cellier, L:Epopée romantique, p. 176.
94
Véase Baudouin, Psychanalyse ... , pp. 132~134.
95
lb íd.' p. 136.
96
V éanse Damourette, Des mots ala pensée. Essai de grammaire psychologique de la langue franr;aise,
pp. 365~367, y Baudouin, Le Triomphe ... , pp. 208 y ss. A. Leroi~Gourhan ("Répartition et groupement
LOS SÍMBOLOS NICTOMORFOS 109
des animaux dans l'art pariétal paléolithique", p. 521) observa que "63 representaciones femeninas
sobre 89, o sea, más de los 2/3, están asociadas a figuras animales". Sobre 46 casos de asociación, 32
remiten al caballo y 2 7 al bisonte; "por lo tanto, el agrupamiento normal, representado por los 2/3 de
los casos, es: figuraciones femeninas-caballo, figuraciones femeninas-bisonte, figuraciones femeni-
nas-bisonte y caballo".
97
Véase la concepción tenaz de la inferioridad del sexo femenino en todos los dualismos:
pitagórico, platónico, valentiniano y gnóstico, elkasaite, etcétera. También véase S. Pétrement, Le
dualisme chez Platon, les Gnostiques et les Manichéens, p·. 207, nota 101.
98
Véase Baudouin, Le Triomphe ... , pp. 36-50.
99
Baudouin, Psychanalyse ... , p. 137. Véase R. Escholier, Victor Hugo artiste, p. 64.
100 Citado por Baudouin, Psychanalyse ... , p. 138.
110 LAS CARAS DEL TIEMPO
101
lb íd.' p. 13 7.
102
Ídem.
103
Véase O. Rank, Le traumatisme de la naissance, pp. 30 y ss. Entre los antiguos mexicanos, la
araña es el animal emblemático del dios del infierno del norte Mictlantecutli, el que lleva sobre su
espalda el "Sol negro", patrón del día "perro", quinto señor de la noche. Véase Soustelle, La pensée ... ,
pp. 55 y ss. Véase infra, p. 117. También el papel importante representado por "la mujer-araña",
abuela de los gemelos de la guerra, en la mitología hopi. Véase D. C. Talayesva, Soleil Hopi, apéndice
A, pp. 425 y SS.
104
V éanse poemas de V. Hugo, La chauve-souris, Ce que dit la bouche d' ombre , La rose de !'infante;
también C. Baudelaire, Les fleurs du mal, LXXIII, xxx, etcétera.
105
Véase Baudouin, Psychanalyse ... , p. 14 2.
106
lbíd., p. 143.
107
Tanto Escila, mujer cuyo bajo vientre está armado de seis mandíbulas de perros, como la
Hidra son amplificaciones mitológicas del pulpo. Véase Grimal, Dictionnaire .. . , arts. Scylla, Hydre
de Lerne. Todos estos monstruos son dragones plurales.
LOS SÍMBOLOS NICTOMORFOS 111
femineidad fatal y teriomorfa. La cabellera no está relacionada con el agua por feme~
nina, más bien está feminizada·por·serun·jeroglíficodelagua, agua cuyo soporte
fisiológico es la sangre menstruaL Pero lo arquetípico del lazo viene a sobredeterminar
subteptic:íamentela c-abellera-; pues ésta ·es; al-mismo tiempo; signumi-crocósmico de
la onda y, tecnológicamente, el hilo natural que sirve para retorcer los primeros lazos.
Más adelante 108 encontraremos las imágenes mansas de los tornos y las ruecas:
las hilanderas siempre son valorizadas y, en el folclore, las ruecas se feminizan y
relacionan con la sexualidad. Lo testimonian la vieja canción de Pernette o, en el
Delfinado, de Porcheronne, y una ronda del siglo XVIII:
Pero por el momento no nos detengamos sino sobre el producto del hilado: el hilo,
que es el primer lazo artificial. En la Odisea ya el hilo es símbolo del destino huma~
no. 109 Como en el contexto micénico, Eliade 110 compara muy atinadamente el hilo
con el laberinto, conjunto metafísico~ritual que contiene la idea de dificultad, de
peligro de muerte. El lazo es la imagen directa de las "ataduras" temporales, de la
condición humana ligada a la conciencia del tiempo y a la maldición de la muerte.
Con muchafrecuencia, en la práctica del sueño diurno, el rechazo a la ascensión, a
la elevación, es figurado por una notable constelación: "Lazos negros que atan al
sujeto por detrás hacia abajo", 111 lazos que pueden ser remplazados por el enlaza~
miento de un animal, y por supuesto, por la araña. Más adelante retomaremos el
problema, tan del gusto de Dumézil y de Eliade, de la utilización antitéticamente
valorizada del "ligador" y el "corta~lazos". 112 Por el momento sólo nos ocuparemos
del sentido fundamental, que es negativo, del lazo y las divinidades ligadoras. Eliade
infiere que en Yama y en Nirrti, las dos divinidades védicas de la muerte, esos
"atributos de ligador son no solamente importantes sino constitutivos", mientras
que Varuna sólo accidentalmente es un dios ligador. De igual modo, Urtra, el de~
monio, es el que encadena a los hombres y a los elementos: . '~tos cordones, las
cuerdas y los nudos caracterizan a las divinidades de la muerte". 113:Este esquema de
la ligadura es universal y se encuentra entre los iraníes, para quienes Ahrimán es el
nefasto ligador; entre los australianos y los chinos, para los cuales, quienes ocupan
108
Véase irtfra, pp. 330 y ss.
109
Odisea, vn, 198.
110
Véase M. Eliade, Images et Symboles. Essai sur le symbolisme magico~religieux, p. 149. Véase en
P. Ricceur, Finitud et culpabilité II: la symbolique du mal', p. 144, el concepto de serf~arbitre.
111 Véase Desoille, I..:exploration .. . , p. 161.
112
Véanse infra, p. 171, y Eliade, Images ... , p. 133.
113 lbíd., pp. 134, 138.
112 LAS CARAS DEL TIEMPO
114
lbíd.' p. 138.
115
Véanse 1!, Samuel, XXII, 6; Proverbios xvm, 6, CXVI, 3-4; Oseas, VII, 12; Ezequiel, xn, 13, XVI!, 26,
XVlll, 3; Lucas, XIII, 16.
116
Eliade, Images ... , p. 151.
117
Véase Harding, Les mysteres ... , p. 114.
118
Sobre el isomorfismo de la cabellera y los lazos, las cadenas, véanse cuentos chilenos y domi-
nicanos referidos por Comhaire-Sylvain, Les cantes ... , p. 231.
119
Levítico, xv, 19-33.
120
Dieterlen, Essai ... , p. 65.
LOS SÍMBOLOS NICTOMORFOS 113
penetró en la sangre del género humano por una circuncisión original hecha por
los dientes de la ogra Mousso. . Koroni;-Be-ahHa·neeesidad -recíproca de un sacrificio
sangriento, extirpación o circuncisión, para librar al niño de su wanzo. 121 Debe
observarse que este tabú--imperialista tiene un carácter más ginecológico que sexual:
no solamente en la mayoría de los pueblos las relaciones sexuales están prohibidas
en el período de la menstruación sino que, incluso, está prohibido permanecer en
los alrededores de una mujer que está menstruando. En las épocas menstruales se
aísla en las chozas a las mujeres, que ni siquiera deben tocar el alimento que absor,
ben. Incluso en nuestros días, los campesinos europeos no permiten que una mujer
"indispuesta" toque la manteca, la leche, el vino o la carne, por miedo a que tales
alimentos se vuelvan inadecuados para el consumo. Prohibiciones semejantes pue,
den señalarse en la Biblia, las leyes de Manú o el Talmud. 122 Este tabú es esencial, y
Harding 123 observa qu~ el término polinesio tabu o tapu está emparentado con tapa,
que significa "menstruos". El famoso Wakan de los dakotas significa también "mu,
jer indispuesta", y el sabat babilónico también tendría un origen menstrual. El
"sabat" 124 era respetado durante las reglas de la diosa lunar lstar; "al comienzo, el
sabat sólo era observado una vez por mes, luego, en cada parte del ciclo lunar", y
sabattu significaría "mal día de lstar". En todas estas prácticas, el acento está puesto
mucho más en el acontecimiento ginecológico que en una "falta" sexual, significa,
ción que no será dada sino por el esquema de la caída. La sangre menstrual es
simplemente el agua nefasta y la femineidad inquietante que hay que evitar o exor,
cizar por todos los medios. De igual modo, en el poeta Edgar A. Poe, el agua materna
y mortuoria no es otra cosa que sangre. ¿Acaso el mismo Poe no escribe: "Y esa
palabra 'sangre', esa palabra suprema, esa palabra reina, siempre tan plena de miste,
río, de sufrimiento y de terror, esa palabra vaga, pesada y glacial"?125 Es ese isomor,
fismo terrorífico., de dominante feminoide, el que define la poética de la sangre;
poética del drama y los maleficios tenebrosos, porque, como lo observa Bachelard, 126
"la sangre nunca es feliz". Y si la "Luna rojiza" es tan nefasta 127 es porque la Luna
"tiene sus reglas" y las heladas que de ello resultan son "la sangre del cielo". Esta
valorización excesivamente negativa de la sangre incluso sería, de creer en la famo,
sa anécdota referida por James, 128 un arquetipo colectivo, filogenéticamente ins,
crito en el contexto somático de la emoción y que se manifestaría espontánea,
mente antes de toda toma de conciencia clara. ·Sin prejuzgar acerca de este origen
casi reflejo del temor a la sangre, contentémonos con confirmar el isomorfismo
estrecho que relaciona la sangre como agua sombría con la femineidad y el tiempo
"menstrual".
Merced a esta constelación, la imaginación va a encaminarse insensiblemen~
te por el concepto de la mancha sangrienta y la mácula hacia el matiz moral de la
falta que, lo veremos en el siguiente parágrafo, precipitará el arquetipo de la caí~
da. Przyluski 129 estableció admirablemente la correlación lingüística que podía
existir entre Kali o Kala, divinidad de la muerte, y kala, por un lado, que significa
"tiempo, destino", y kalaka, .por el otro, derivado de kala y que significa "mancha~
do, mancillado", tanto en lo físico como en lo moral. La misma familia de pala~
bras sánscritas, por lo demás, da kalka: "suciedad, falta, pecado"; y kalusa: "sucio,
impuro, turbio". Además, kali significa la "mala suerte", la cara del dado que no
tiene ningún punto. Así es como la raíz prearia kal, "negro", "oscuro", se devana
filológicamente hacia sus componentes nictomorfos. Por una vez, semiología y
semantismo concuerdan, describiendo, en resumen, la constelación que une las
tinieblas con la sangre tal y como acabamos de describirla. A la diosa Kali se la
representa vestida de rojo, llevando a sus labios un cráneo lleno de sangre, de pie
en una barca que navega sobre un mar sangriento, "divinidad sanguinaria cuyos
templos se asemejan hoy a mataderos".U 0 El psicoanálisis repercute la semántica
religiosa cuando Marie Bonaparte 131 escribe: "Cuántas veces gemí bajo esa pesa~
dilla en que el mar, eterno símbolo materno, me fascinaba para engullirme e
incorporarme a él [... ] y en que el gusto salado del agua que me llenaba la boca
era acaso el recuerdo inconsciente, imborrable, de la sangre insulsa y salada que,
durante mi hemoptisis, estuvo a punto de costarme la vida". Por último, otro
ejemplo de ese isomorfismo de los arquetipos y símbolos tenebrosos encarnados
por la mujer nefasta nos lo ofrece el mito de la Kali de los bambaras: Mousso~
Koroni, "la pequeña anciana". "Ella -escribe Germaine Dieterlen-132 simboliza
todo cuanto se opone a la luz: oscuridad, noche, brujería. También es la imagen
de la rebelión, del desorden, de la impureza." Y en ella vemos cómo la mancha, la
mácula, se transmuta en caída y en falta, asegurando así la unión con los símbolos
catamorfos que pronto vamos a estudiar. Mujer de vida desordenada y agitada, no
pudo conservar la pureza que venía de Pemba y le confería la "cabeza blanca". Son
129
J. Przyluski, La grande déesse, p. 195. Véase Ricreur, Finitud ... , p. 39.
130
Przyluski, La Grande ... , p. 196; véase H. R. Zirnrner, Mythes etsymboles d.ans l'art et la civilisation
de l' Inde, p. 202. También habría que estudiar el demonio hembra de los semitas, Lilit, cuyo nombre
proviene de la raíz laila, "la noche", descrita en la literatura rabínica corno poseedora de una larga
cabellera. Véase E. Langton, La démonologie, pp. 56, 82.
131
M. Bonaparte, Psychanalyse et anthropologie, p. 99.
132
Dieterlen, Essai ... , p. 16; véase p. 39.
LOS SÍMBOLOS NICTOMORFOS 115
133
lbíd., p. 18.
134 Ibíd., p. 18, nota l.
135 Acerca de la herida como símbolo de discordia, véanse C. G. Jung, Les types psychologiques,
1
G. Bachelard, L'air et les songes, pp. 105, 110~111, 120.
2 Véanse W. Betcherev, General principies o[ human reflexology, p. 72, y M. Montessori, L'Enfant,
pp. 20~22.
3
Montessori, L'enfant, p. 21.
4
Bachelard, L'air ... , p. 108.
5 Véase M. Eliade, Traité d'histoire des religions, p. 218. Para los antiguos mexicanos, nacer es
descender del cielo. Véase J. Soustelle, La pensée cosmologique des anciens mexicains. Répresentation
du temps et de l'espace, p. 11; también D. C. Talayesva, Soleil Hopi, p. 2.
116
LOS SÍMBOLOS CATAMORFOS 117
6
R. Desoille, L:Exploration de l'activité subconsciente par la Méthode du Reve Éveillé, p. 152.
7 Véase G. Bachelard, La Terre et les reveries de la volonté, pp. 350, 400.
8 Ibíd., p. 353. .
9
Ibíd., pp. 344-346; Desoille, L:exploration ... , p. 153.
10
Véase P. Diel, Le Symbolisme dans la mythologie grecque, pp. 64 y ss., y M. Bonaparte, Psychanalyse
et anthopologie, p. 99.
118 LAS CARAS DEL TIEMPO
11
Véase Bachelard, La Terre et les reveries de la volonté, pp. 361-366.
12
Véase Soustelle, La pensée ... , pp. 55-62.
13
Libro de Enoc, VI, 1, VII, 2, IX, 11; véase Apocalipsis, IX, l.
14
E. Langton, La démonologie, p. 217.
15
Véase A. H . Krappe, Lagenese des mythes, p. 287.
16
Véase Langton, La démonologie , pp. 144, 14 7.
17
Citado por Krappe, La genese ... , pp. 288-290.
LOS SÍMBOLOS CATAMORFOS 119
caída por la inmortalidad del hombre primordial. La muerte, tanto entre los cari~
bes •como· enla··Biblia;·es-elresultadu-directo·delacaída;18
En muchas tradiciones, a este primer resultado catamorfo se añade otra conse~
cuencia que confirma-la índole antagónica de la Luna nefasta-y las-aspiraciones
humanas, y que corre el riesgo de hundirse (tomo se produjo en el contexto
judeocristiano) en una interpretación meramente sexual de la caída. En efecto, a
menudo los menstruos son considerados la consecuencia secundaria de la caída.
Se desemboca así en una feminización del pecado original que viene a converger
con la misoginia, que dejaba transparentar la constelación de las aguas sombrías
y la sangre. La mujer, de impura que era por la sangre menstrual, se vuelve res~
ponsable de la falta original. En la Biblia, 19 aunque la serpiente no provoque di~
rectamente la menstruación, su intervención no deja de determinar consecuen~
cias ginecológicas: "Multiplicaré los sufrimientos de tu embarazo, engendrarás en
el dolor". Otras tradiciones 20 son más explícitas: entre los algonquinos, al igual
que en la India, las mujeres tienen las menstruaciones para expiar una falta. Esta
feminización de la caída moral se encuentra en las tradiciones tanto amerindias
como persas, esquimales, rodesianas o melanesias, y también nutre el mito griego
de Pandora. Pero es muy necesario insistir en el contrasentido sexual que puede
resultar de esta feminización de la caída. Krappe, luego de Bayle y de Frazer, 21 no
hace de esta sexualización más que una versión tardía debida a un teólogo mora~
lista. En efecto, como lo observamos a propósito de la femineidad lunar y menstrual,
la simbolización feminoide de la caída parece elegida primitivamente por razones
de fisiología ginecológica, y no por razones sexuales. En ciertas culturas hubo un
desplazamiento del fenómeno menstrual a consideraciones de moral sexual. Se
remplazaron el conocimiento de la muerte y la toma de conciencia de la angus~
tia temporal, como catástrofe fundamental, por el problema más anodino del
"conocimiento del bien y del mal", que, poco a poco, se sexualizó groseramente.
Este repliegue hacia la sexualidad fue introducido en una época relativamente
reciente, bajo la influencia de una corriente ascética pesimista que parece haber
venido de la India y haberse extendido en una gran parte del Cercano Oriente
antes de alcanzar el Occidente. Se manifiesta en el orfismo, los escritos milesianos,
y también en el platonismo. La Iglesia no habría hecho otra cosa que heredar, a
18
Véanse A. van Genepp, La formation des légendes, p. 79; Krappe, La genese ... , p. 294.
19
Génesis, m, 16.
20 Véase Krappe, La genese ... , p. 293.
21 Citados por Krappe, La genese ... , p. 297. Para la mayoría de los primitivos, la caída o la catás-
trofe diluvial es provocada por una polución ginecológica más que por una falta sexual. Véase A.
Métraux, "Histoire du monde et de l'homme ( textes indiens a 1' Argentine)", p. 517. Para los matacos,
el diluvio y su demiurgo, el gran Pitón, es ordenado por la ruptura del tabú menstrual, cuando una
mujer deja caer algunas gotas de sangre impura en el agua del pozo.
122 LAS CARAS DEL TIEMPO
32
Véase F. Lenormant, Les Origines de l' histoire d' apres la Bible et les traditions des peuples orientaux,
l, pp. 70 y ss. Véase el mito mucho más explícito de los indios matacos, según los cuales las mujeres
poseen dos bocas, una arriba, la otra -la vagina- abajo, y como esta boca vaginal es dentada y
temible, es desarmada a través de todo un proceso mítico, en Métraux, "Histoire du monde et de
l'homme", pp. 520#524. Sobre la "vagina dentada", véase: V. Elwin, Maisons des jeunes chez les Muria,
pp. 239 y SS.
33 Bachelard, La Terre et les réveries de la volonté, p. 352.
34 Citado por Bachelard, ibíd., p. 353.
35 G . Bachelard, La Terre et les réveries du repos, p. 168.
36 Véase G . Baudouin, Psychanalyse de Victor Hugo, p. 73 .
37
Véase Bachelard, La Terre ... , p. 253, "La cloaca literaria es creación del asco". Véase dibujo de
la cloaca por V. Hugo, en R. Escholier, Victor Hugo artiste, p. 76.
38
Citado por Baudouin, Psychanalyse ... , p. 83.
LOS SÍMBOLOS CATAMORFOS 123
39
V. Hugo, Dieu, "Le vautour".
40
Bachelard, La Terre et les réveries du repos, p. 68; véase r.; eau et les réves , p. 77.
41 Langton, La démonologie, p. 176; véase también el nombre judío del infierno: ge hinnom , "el
valle de los detritus". Véase J. Duchesne-Guillemin,· Ormadz et Ahriman. La aventure dualiste dans
l'Antiquité, p. 83.
42
Bachelard, La Terre et les reveriesdu repos, p. 239; véase C.]. Jung, L'homme ala découverte de
son iime, p. 344; también infra, pp. 208 y ss.
124 LAS CARAS DEL TIEMPO
***
43 Véase infra, libro II, Primera parte, r.
44 Véase Bachelard, La Terre et les reveries du repos, p.· 240.
45 M. Leiris, Aurora, p. 9, citado por Bachelard, La Terre et les reveries du repos, p. 126.
46 Véase Bachelard, ibíd., p. 128.
47 Véase M. Bonaparte, Chronos, Eros, Thanatos, p. 130.
LOS SÍMBOLOS CATAMORFOS 125
EL CETRO Y LA ESPADA
jos asociados a la dominante postural. 2 Por su parte, el sueño diurno3 nos muestra que
el esquema de la elevación y el arquetipo visual de la luz son complementarios, lo cual
confirma la intuición de Bachelard cuando declara: "Es la misma operación del espí~
ritu humano la que nos lleva hacia la luz y hacia la altura". 4 Por lo tanto, la conver~
gencia isomorfa de los símbolos que vamos a estudiar parece bien establecida por
pensadores de horizontes muy diferentes, y delimita una estructura de la imaginación
y la representación en general, visión de un "mundo de la visualidad~definición~
racionalización"5 dominado por el mecanismo mental de la separación, cuya degene, ·
ración es la Spaltung bleuleriana.
Si como título general para envolver los tres temas contenidos en esta segunda
parte no hemos elegido más que dos símbolos solamente, "el cetro y la espada", recí,
procamente indicativos de los esquemas ascensionales y diairéticos, es porque quisi~
mos subrayar, de paso, la concordancia de nuestra propia clasificación simbólica con
la clasificación cuaternaria de los juegos de naipes, especialmente el juego de tarot. 6
Sin duda, es notable que este juego de naipes utilice como signo cuatro símbolos que
resultan estar entre los más importantes de los arquetipos que vamos a señalar en
nuestro estudio: el cetro~bastos, la espada, la copa y la rueda~denario constituyen los pun~
tos cardinales del espacio arquetipológico. Por razones de simetría con los tres capítulos
de Las caras del tiempo, hubiéramos podido añadir la "antorcha~ luminaria" a los dos
símbolos taróticos que hemos escogido. Pero los temas de la verticalización soberana,
de la luz y de la "espada de justicia" erguida son tan isomorfos que consideramos
indiferente sacrificar uno en el título, a condición de hacer a un lado una rigurosa
simetría. En efecto, la luz se nos apareció, en su forma simbólica de lo dorado y lo
llameante, como simple atributo natural del cetro y de la espada. Dentro de poco,
veremos que todos estos símbolos giran alrededor de la noción de poder, 7 y que la
verticalidad del cetro, la agresividad eficiente de la espada son los garantes arque~
típicos de la omnipotencia benéfica. Cetro y espada son los símbolos culturales
de esta doble operación mediante la cual la psiquis más primitiva anexa el poder,
la virilidad del destino; separa su traidora femineidad, reeditando por su propia
cuenta la castración de Cronos; castra, a su vez, al destino, y se apropia mágica,
mente de la fuerza al tiempo que abandona, vencida y ridícula, el despojo temporal
y mortal. ¿No es éste el sentido profundo del mito de Zeus, que, a su vez, extrae el
trofeo de poder del cuerpo de Cronos, así como éste lo había sustraído a Urano, y
de este modo, mediante esta purificación del poder, restablece la realeza uraniana?8
2
Véase N. Kostyleff, La réflexologie. Essai d'une psychologie structurale, p. 230.
Véase R. Desoille, L'Exploration de l'activité subconsciente par la méthode du reve éveillé, p. 55.
3
4 G. Bachelard, L'air et les songes, p. 24.
5 Véanse F. Minkowska, De Van GoghetSeurat , auxdessins d'enfants, pp. 43, 108; R. Volmat, L'art
psychopathologique, p. 54.
6 Sobre el juego de tarot, véanse: Maxwell, Le Tarot; Papus, Le Tarot des Bohémiens, y núm.
Reve éveillé eri psychothérapie, pp. 297~300. También R. Jean Paul (Samtliche Werke, pp. 164~165),
quien presintió el carácter axiomático de las dos polarizaciones verticales: "No es posible lograr o
impedir a la fuerza el ascenso de ciertas imágenes fuera del tenebroso abismo del espíritu".
4 Véase la experiencia del doctor H. Arthus, en Le village. Test d' activité créatrice, p. 291; la
131
132 EL CETRO Y LA ESPADA
6
J. Gibson y O. H. Maurer, "Determinants of the perceived vertical and horizontal", pp. 301-302.
7N. Kostyleff, La réflexologie. Essai d'une psychologie structurale, p. 103.
8
Véase J. Piaget, La construction du réel chez l'enfant, pp. 18, 95 y ss.
9
Véase M. Eliade, Traité d'histoire des religions, pp. 96 y ss.
10
M. Eliade, Le Chamanisme et les techniques archai"ques de 1' extase, pp. 122-125; véase K. Donner,
La Sibérie (La vie en Sibérie. Les temps anciens), pp. 222 y ss. "Añadamos que se cree que los chamanes
de los ostiaks del lenisse"i viven en los pelos ["los rayos"] del Sol, así como los piojos sobre la cabeza
LOS SÍMBOLOS ASCENSIONALES 133
ascensión y el ala que vamos a estudiar aquí dentro de algunas líneas-, y una vez
llegado a la cima exclama:· ~~Llegué al eiel-o,--sey inmertal?'-1señalando claramente,
de ese modo, la preocupación fundamental de esta simbolización verticalizante,
ante todo; ·escala levantada-contra el -tiempo - y· la--muerte~----Esta-tradición· de la
inmortalidad ascensional común al chamanismo indonesio, tatar, amerindio y
egipcio se encuentra en la imagen más familiar para nosotros de la escala de
Jacob. 11 Cabe observar que éste está dormido sobre un betel, un lugar elevado,
cuando imagina el famoso sueño. Es la misma escala sobre la cual Mahoma ve
alzarse el alma de los justos y que se encuentra tanto en el Paraíso del Dante, "el
más verticalizante de los poetas", 12 como en la ascensión mística de San Juan de
la Cruz, La subida del monte Carmelo. Por lo demás, este tema es muy trivial en la
mística cristiana: es el anabathmon de siete grados de que habla Guillaume de
Saint~Thierry; 13 tras Hildegarde de Bingen y Honorius Augustodunensis, Adam
de Saint~Victor denomina la cruz de Cristo "escala de los pecadores" o "divina
escala", y, a través de las líneas del Cantar de los cantares, San Bernardo lee una
técnica de la elevación. 14 Tradición reforzada entre los cristianos por la literatura
pauliniana y neoplatónica, ya que todos los dualismos opusieron la verticalidad
espiritual a la chatura carnal o la caída. 15 Finalmente, la poesía hereda ese "com~
plejo de Jacob". Baudouin 16 observa que, en Hugo, ese tema está en relación
directa con el superyó, y se agrupa en una notable constelación con el simbolis~
mo del águila, del emperador y de lo que el psicoanalista llama el "complejo
espectacular". Les Burgraves manifiesta una característica escala de Jacob que debe
compararse con el escalonamiento de Lo que dice la boca de sombra, símbolos del
valor moral que Dios lleva a su cimaY Por supuesto, en ese maniqueo que es el
gran poeta romántico, la ascensión descansa en el contrapunto negativo de la
caída. Fauces, abismo, Sol negro, tumba, cloaca y laberinto son las antítesis psi~
cológicas y morales que ponen de manifiesto el heroísmo de la ascensión. La
característica de todas estas escalas es ser celestes y a veces hasta celestes en el
sentido propio, es decir, astronómicas, correspondiendo los siete o nueve escalo~
nes a los planetas, y el último, luminoso y dorado, consagrado al Sol. Como bien
de los hombres." El chamán también utiliza como talismán de magia simpática una ardilla
voladora.
LL Génesis, XXVIII, 12.
12
Bachelard, L' air. .. , p. 53; véase Dante, La divine comédie, XXI-XXII.
13 Citado por M. M. Davy, Essai sur la simbolique romane, p. 165.
14
lbíd., p. 175. Véase la lámina XIII, que reproduce una miniatura del Hortus Deliciarum que
representa la escala de las virtudes, sobre la cual juegan dialécticamente los temas de la ascensión y
la caída, tropezando los pecadores sobre los escalones negros de la escala.
15
Véase San Pablo, m, Corintios, XII, 2.
16 C. Baudouin, Psychanalyse de Victor Hugo, p. 192.
17
lbíd., p. 194.
134 EL CETRO Y LA ESPADA
lo vio Eliade, 18 "la escalera, la escala figuran plásticamente la ruptura de nivel que
posibilita el pasaje de un modo de ser a otro". Por lo tanto, la ascensión constituye
realmente el "viaje en sí", el "viaje imaginario más real de todos" 19 con que sueña la
nostalgia innata de la verticalidad pura, del deseo de evasión al sitio híper, o supra,
celeste, y no es por azar por lo que Desoille puso en la base de su terapéutica de los
estados depresivos la meditación imaginaria de los símbolos ascensionales.
Vamos a encontrar el mismo esquema bajo el simbolismo de la montaña sagrada,
o por lo menos del cerro sagrado o el betilo. "La colina más pequeña, para quien
toma sus sueños de la naturaleza, es inspirada", 20 y probablemente es esto lo que
lleva a los hombres a construir esas colinas artificiales que son la Kaaba, los zigurats
o el templo de Borobudur. Como las pirámides, los tumuli funerarios de la civiliza~
ción nórdica, tumbas de sacerdotes~ reyes, por otra parte, están consagrados al culto
del cielo, al culto de Odín. 21 Indudablemente, en el estudio de las cratofanías líticas
se pueden introducir matices y distinguir cuidadosamente, por ejemplo, los altares
elevados -cerro, montículo, túmulos célticos, obelisco-, que soportan un fuego en~
cendido o un faro, de las piedras chatas frotadas de sangre; los primeros, consagra~
dos a las divinidades uranianas; las segundas, a las terrenales. 22 En el simbolismo
cristiano pueden distinguirse la piedra no tallada, andrógina, la piedra cuadrada,
feminoide, o, por el contrario, el cono, la piedra "alzada" masculina. Esta última
aparece en la "flecha" y el campanario de la iglesia, obelisco cristiano, realmente
solar y superada por el gallo, el pájaro de la aurora. Betilo, piedra alzada, flecha del
campanario, según G. de Saint~Thierry, significan "vigilancia y espera de la unión
divina". 23 Pero la introducción de tales matices no hace sino subrayar una vez más
la primacía del gesto dinámico sobre el material que lo encama. No toda piedra es
uraniana y fálica, salvo que esté erguida. 24 Es lo que resulta evidente en la idea
preconcebida de verticalización de las montañas en la pintura china. En la cultura
china, la pintura, que tiene un sentido filosófico profundo y sirve de soporte mate~
rial a la meditación cosmológica, se define como chan~chue'i, 25 o sea, "montaña y
agua"; estos dos símbolos remiten respectivamente a los dos principios sexuales
19
Bachelard, V air .. . , p. 33; véase el platonismo subyacente a esta imaginación, Fedón, 80c;
Fedro, 247c, 248a; República, VII, 529d.
20
Bachelard, La Terre ... , p. 384.
21
Véanse Eliade, Images ... , p. 53; G . Dumézil, Mythes et dieux des germains . Essai d'interpretation
comparative, p. 54.
22
Véase A. Piganiol, Essai sur les origines de Rome, p. 95.
23
Citado por Davy, Essai ... , p. 13.
24
Véase en Eliade, Traité ... , p. 191, la confusión que reina en una tentativa de síntesis de las
cratofanías líticas.
25
Véanse W. Cohn y M. David, La Peinture chinoise, p. 15; M. Granet, La civilisation chinoise,
p. 278 y La pensée chinoise, pp. 118, 141.
LOS SÍMBOLOS ASCENSIONALES 135
des de ser, .como la Roque Balan, piedras solares, y ocurre al respecto que de los
Corbeil, Corbel toman la forma Corbeau* sin significar por eso un pájaro". 32 Aña~
diremos que, por el contrario, teniendo en cuenta lo que se sabe del culto solar del
cuervo entre los celtas y los germanos, las dos polarizaciones pueden superponerse
semánticamente. Ya que el cuervo está sobredeterminado por la relación con el
vuelo solar y la onomatopeya de su nombre, que lo vincula con las piedras del culto
solar. Bello ejemplo de isomorfismo donde el fonetismo representa un papel y nos
remite al símbolo tan importante del pájaro.
***
La herramienta ascensional por excelencia es realmente el ala, del que la escala
del chamán o la escalera del zigurat no es más que un grosero sucedáneo. Esta
extrapolación natural de la verticalización postural es la razón profunda que mo~
tiva la facilidad con la cual la ensoñación voladora, técnicamente absurda, es
aceptada y privilegiada por el deseo del angelismo. El deseo de la verticalidad y
de su desenlace supremo acarrea la creencia en su realización, al mismo tiempo
que la extremada facilidad de las justificaciones y racionalizaciones. La imagina~
ción continúa en el impulso postura! del cuerpo. Bachelard, 33 luego de los
chamanes místicos, lo vio muy profundamente: el ala es ya un medio simbólico
de purificación racional. De donde paradójicamente resulta que el pájaro casi
nun~a es encarado como un animal sino como un simple accesorio del ala. "Uno
no vuela porque tiene alas, uno se inventa alas porque voló."34 Por este motivo, el
emplazamiento anatómico de las alas, mitológicamente, jamás es adecuado a la
ornitología: el ala imaginada se lleva en el talón, tanto entre los místicos tibetanos
como en nuestro Mercurio occidental, igual que en la imaginación de un Keats,
un Shelley, un Balzac o un Rilke. 35 El pájaro es desanimalizado, en beneficio de la
función. Una vez más, no es al sustantivo adonde nos remite un símbolo, sino al
verbo. El ala es el atributo de volar, no del pájaro o el insecto. Los psicólogos que
utilizan el Rorschach36 nos enseñan que las interpretaciones de pájaros y maripo~
sas forman un grupo bien diferente de los otros símbolos teriomorfos, salvo tal vez
el caso de los pájaros nocturnos y el murciélago, simples productos de las tinie~
blas. Todas las imágenes ornitológicas remiten al deseo dinámico de elevación,
37
Citado por Bachelard, I: air ... , p. 99.
38
lbíd., p. 103.
39
lbíd., p. 83.
40
Acerca del cuervo demiurgo, véase G. E Coxwell, Siberian and Other Folk~Tales, p. 77. Tam-
bién Harding, Les mysteres de la femme, p. 60; y L. Arnauld de Grémilly, Le coq, pp. 23, 48, 82.
41 Véase Piganiol, Essai ... , pp. 105-107.
42 Baudouin, Psychanalyse ... , pp. 35-36.
43 Véase Piganiol, Essai ... , p. 108.
44 C. G. Jung, Methamorphoses et symboles de la libido, p. 26.
45 Bachelard, I: air ... , pp. 28-29.
138 EL CETRO Y LA ESPADA
voluptuosidad es bella [... ] contra todas las lecciones del psicoanálisis clásico, el
vuelo onírico es una voluptuosidad de lo puro". Por este motivo, la paloma, y
el pájaro en general, es puro símbolo del Eros sublimado, como lo manifiesta el
famoso pasaje del Fedro o la miniatura del Hortus deliciarum, donde se ve a la
paloma del Espíritu Santo sobredeterminada por el angelismo del vuelo, sobre~
cargada de alas en la cabeza y las patas. 46 Por estas razones atribuimos tantas
cualidades morales al pájaro, ya sea celeste o de fuego, y desdeñamos la animalidad
en provecho del poder de vuelo. Lo que la mitología conserva es el ala del halcón
o del escarabajo, que une a la imagen del poder: querubín, ángel o arcángel San
Miguel. Porque el ala, según Toussenel, 47 realmente es "el sello ideal de perfección
en casi todos los seres". Y esta comprobación también se aplica al ala artificial del
avión o del barrilete. Para la conciencia colectiva, el aviador, Mermoz o Guynemer,
es un "arcángel" dotado de poderes tan sobrenaturales como el chamán siberiano.
Se podría emprender un interesante estudio sobre la mitología aeronáutica que se
desarrolla en las sociedades industrializadas: vuelo a vela, modelos reducidos,
paracaidismo bien parecen expresar la liberación de un viejo sueño de poder y
pureza. El tecnólogo48 comprueba que la importancia de las prácticas del vuelo
imaginario va a la par, en todas las culturas del Pacífico, de las realizaciones técni~
cas, ya sean mágicas o meramente estéticas, que consisten en hacervolar o flotar
barriletes y banderas. La ensoñación del ala, del vuelo, es una experiencia imagina~
ria de la materia aérea, del aire -¡o del éter!-, sustancia celeste por excelencia.
L9- imaginería alquímica, tan rica en representaciones ornitológicas, nos per~
mi te situar bien el ala y el vuelo en su voluntad de trascendencia. En un grabado
de la Alchemia Recognita49 pueden enumerarse múltiples pájaros: en el centro, un
cisne, un fénix, un pelícano; abajo, un cuervo. Indudablemente, en ese complejo
contexto del microcosmos alquímico, intervienen otras intenciones simbóli~
cas: colores, leyendas culturales del cisne, del pelícano, etcétera. Pero no es me~
nos cierto que el pájaro en general es la coronación de la obra, mientras que la
serpiente es su base, y los otros animales, su centro. El pájaro bajo su forma mítica
y etérea, el Fénix, es el desenlace trascendente de la Gran Obra. La imagen quí~
mica es una lección de moral: volátil, observa Bachelard, está muy cerca de puro
y también de esencial. Una vez más, es el sentido figurado lo que funda y hasta
históricamente precede el sentido propio; este último no es más que un sentido
muerto. Según Bachelard, 50 sería esta aspiración psíquica a la pureza, a lo volátil,
a lo "sutil", lo que reconocería la figura aérea del pájaro; ya que nuestro moderno
blanco". Una vez más, como para la escala chamánica, el tiro al arco se vuelve un
medio simbólico de trascendencia. El héroe tirador emérito viene a remplazar al
hombre pájaro; Guillermo Tell toma el lugar de Ícaro o de Guynemer. 57 Se esta,
blece entonces, en el seno de un pensamiento inclinado a la mística, toda una
dialéctica, o más bien un intercambio entre la flecha mediadora y el rayo que es
gracia. Pero el Upanisad insiste, sobre todo, en la celeridad y la intuición fulgu,
rante; 58 la flecha, la sagitta, ¿no es acaso de la misma raíz que el verbo sagire, que
significa "percibir rápidamente"? Y también aquí, etimológicamente hablando,
¿no es el sentido propio la concreción de un sentido figurado? La flecha -cuya
manipulación implica el objetivo- sería un símbolo del saber rápido, y su dupli,
cado es, entonces, el rayo instantáneo que es el relámpago. En cuanto al signo
zodiacal del "Sagitario", los ocultistas siempre le atribuyen el sentido de una su,
peración, de una sublimación de la naturaleza animal expresada por la flecha
tanto como por la doble naturaleza del centauro sagitario, "emergencia de lo
humano a partir del animal"; y los cabalistas asimilan la constelación de Sagita,
rio a la letra hebraica vau, la cual, según Fabre d'Olivet, 59 se refiere "a la luz, al
brillo, a la limpidez". Por último, en el límite extremo de este simbolismo del
armamento del arquero, en el punto de inflexión de los símbolos de la trascen,
dencia hacia los de la composición, los mixtos y la inmanencia, puede señalarse
el simbolismo del arco iris, signo de la alianza para los judíos, puente arrojado
hacia la trascendencia, símbolo que se detecta en Homero, en las tradiciones
popll.lares escandinavas, en el folclore hindú y en el chino. 60
A través de estos avatares tecnológicos u ornitológicos del simbolismo
ascensional se comprueba, una vez más, que es el esquema del movimiento lo que
organiza los símbolos y hasta los signos. Por lo tanto, lo que importa como cosa
primordial para el desciframiento, no sólo de los símbolos sino también de ciertos
signos sobrecargados de semantismo y del sentido propio de los conceptos, es
precisamente el dinamismo de las imágenes, el "sentido" figurado.
***
El objetivo del arquero, como la intención del vuelo, siempre es la ascensión. Es
lo que explica que el valor primordial y benéfico por excelencia sea concebido
57
Véase Granet, La pensée chinoise, pp. 367 y ss. El jefe es un arquero, bello ejemplo de isomor-
fismo en el seno del principio Yang, donde confluyen: la soberanía, lo alto, la masculinidad, la
victoria, el arco y las flechas.
58
Upanisad Mundaka, II, 4-6.
59
Citado por M. Senart, Le zodiaque, p. 338; véase p. 334.
60
Véase A. H. Krappe, La genese des mythes, pp. 180-182; también Granet, La pensée ... , p. 145;
Génesis, IX, 13-17; e Jlíada, XVII, pp. 54 7 y ss.
LOS SÍMBOLOS ASCENSIONALES 141
por la mayoría de las mitologías como el "Altísimo". "Lo alto -escribe Eliade-61
es una categoría inaccesible al hombre como tal;ypertenece por derecho a los
seres sobrehumanos." Esto es lo que explica el proceso religioso de agigantamiento
de la divinidad. Este gigantismo alcanza no sólo a nuestro dios nacional Gargán,
sino también a nuestros "grandes" políticos, cuyas imágenes son agigantadas como
lo era la de Cristo en la iconografía bizantina o la de Atenea Criselefantina. En
nuestro folclore, la supervivencia de los gigantes es tenaz, ya sea en asientos,
marmitas, escudillas gargantuescas que alegran la toponimia francesa; ya sea que
el héroe de las Grandes crónicas sobreviva entre nuestros Gai:ants y Reuzes de los
departamentos nórdicos, que se cristianice en Auvernia y en la Región de Gex
bajo el vocablo de San Sansón o, por último, que se convierta en el gigante San
Cristóbal, protector de las rutas terrestres amenazadas por las aguas, tras haberlo
sido del trayecto solar. 62 Este agigantamiento etnológico no deja de hacer pensar
en el proceso psicológico de agrandamiento de las imágenes que acompaña la
abstracción esquizofrénica. A menudo, la esquizofrenia, en sus alucinaciones, se
asemeja a una imaginación de la trascendencia caricaturizada. Los enfermos ex~
perimentan la sensación de que un objeto del campo perceptivo crece desmesu~
radamente. Tienen conciencia de que "algo crece", ya sea un objeto, un persona~
je o un lugar. 63 Hay en ellos una exageración hiperbólica de las imágenes, una
obsesión del agrandamiento que provoca crisis de angustia. Veremos que este
agigantamiento mórbido se decora muy exactamente con las imágenes de la luz y
con la claridad anormal de las formas. El esquizofrénico está angustiado porque se
siente alienado por este poder gigantesco que transmuta todas sus percepciones.
En efecto, "elevación" y "poder" son sinónimos. Es lo que puede comprobarse
con Eliade, 64 en los dialectos amerindios: oki en iroqués significa, a la vez, "pode~
roso" y "elevado"; en cuanto al wakan siux, nombre de la fuerza suprema, debe
compararse con el wakan dakota, que significa "arriba". Entre los maoríes, los
negros akposo, los australianos del sudoeste, los kulin, los andamanes, los fueguinos,
el poder supremo es llamado con un nombre que significa "el Altísimo", "el Ele~
vado". Los historiadores de las religiones 65 insisten en el notable carácter
monoteísta del culto del cielo o del Altísimo. Únicamente el cielo es divino, y el
solitario Urano es remplazado por el politeísmo olímpico. Los grandes dioses de
la Antigüedad indoeuropea Dyaus, Zeus, Tyr, Júpiter, Varuna, Urano, Ahura~
61
Eliade, Traité ... , pp. 17 y ss.
62
Véase Dontenville, La mythologie, pp. 34~36.
63 Véase M. A. Séchehaye, ]ournal d'une schizophrene, pp. 4~6.
64 Eliade, Traité ... , p. 68.
65 Véase Krappe, La genese ... , p. 68; también Piganiol, Essai ... , p. 140; M. Hubert y M. Mauss,
"Essai sur la nature et la fonction du sacrifice", p. 188, y "Esquisse d'une théorie générale de la
magie", p. 111.
142 EL CETRO Y LA ESPADA
Mazda son los amos omnipotentes del cielo luminoso. Igualmente Yavé, como el
Anu semítico, sería un dios del cielo. 66 Es solamente un accidente gramatical lo
que implica la feminización del cielo entre los egipcios y los indochinos. Entre
los chinos, T'ien, el cielo, realmente está relacionado con todala constelación
masculina de la omnipotencia y, aunque Granet se niegue a ver en ello una tras~
cendencia, 67 no obstante, el cielo tiene una constitución muy específica, y en los
chinos la noción de verticalidad, de arriba, está ligada a la de pureza, de separa~
ción. Por último, entre los mongoles y los uraloaltaicos, la misma palabra quiere
decir "cielo" y "Dios", como en el Upanisad el brahmán es llamado "cielo". 68
Piganiol69 analizó muy bien la psicología de los dioses celestes de los latinos cuan~
do escribe: "Los uranianos, dioses de la voluntad clara, son objeto de una thérapeia,
se les rinden honores en espera de un beneficio". Es el elemento olímpico, 70 sep~
tentrional, lo que entra en constelación con el culto de la luz, del cielo, del fuego
purificador, que se honra en los altos lugares cuyas significaciones ascensionales
hemos analizado: monte Meru de la India; monte Sumur de los uraloaltaicos;
montes Tabor, Gerizim, Gólgota de los judíos y los cristianos.
La frecuentación de los altos lugares, el proceso de agigantamiento o de divi~
nización que inspiran toda altitud y toda ascensión dan cuenta de lo que Bachelard
llama atinadamente una actitud de "contemplación monárquica" 71 ligada alar~
quetipo luminoso~ visual, por un lado, y, por el otro, al arquetipo psicosociológico
de la dominación soberana. "La contemplación desde lo alto de las cimas da la
sensación de un repentino dominio del universo." 72 La sensación de la soberanía
acompaña naturalmente los actos y las posturas ascensionales. Lo que hace com~
prender en parte por qué el Dios celestial es asimilado a un soberano histórico o
legendario. Entre los koryaks, pueblo finnougriano, el cielo es llamado el "Amo
de arriba", el "vigilante"; entre los beltires, "Khan muy misericordioso"; entre los
ainus, "Jefe divino". 73 Vemos cómo la actitud imaginativa de la elevación origi~
nariamente psicofisiológica no solamente inclina a la purificación moral, al aisla~
miento angélico o monoteísta, sino que también alcanza la función sociológica
de soberanía. El cetro es la encarnación sociológica de los procesos de elevación.
Pero ese cetro también es vara. 74 Ya que, según todas las apariencias, a la eleva~
ción monárquica hay que añadirle la noción edípica del Dios Padre, del Dios
gran.;;varón. Por ·cietto;·saberrros ·que es tetnetarüy·universalízar · el complejo de
Edipo, pero biológicamente hablando, incluso entre los trobriandeses, 75 el papel
familiar siempre es ejercidcrpot et vafoh procreador. Este pa.pelde· protector del
grupo familiar viene a sublimarse y racionalizarse más o menos fuertemente en el
arquetipo del monarca paternal y dominador. Y las concepciones del psicoanáli,
sis clásico/ 6 muy lejos de ser originariamente causales, no vienen sino a inscribir~
se en el camino como sobredeterminación social y sexual de la finalidad de los
grandes gestos reflexológicos primitivos.
De esta asimilación del cielo al monarca derivarían todas las filiaciones heroi~
cas de los "hijos del cielo" y del Sol. Eliade 77 muestra claramente en las culturas
finnougrianas la estrecha relación que existe entre el Khan celestial, el Khan
terrestre y los atributos paternos. En efecto, el Khan terrestre, como lo serán los
emperadores de China, es "hijo del cielo". Esta relación entre cielo y paternidad
se manifiesta universalmente tanto entre los finnougrianos, los chinos, las pobla,
dones del lago Victoria y los indios de Massachusetts como en la tradición semítica
y en la egipcia. 78 Al dramatizarse, este simbolismo se metamorfoseará en el del
Esposo celestial, pareo fecundador de la diosa madre, y poco a poco veremos
cómo se confunden los atributos de la paternidad, la soberanía y la virilidad. Es lo
que se produce, en Occidente, con respecto al cetro, que corona su autoritaria
verticalidad con una "mano de justicia" o una "flor de lis", atributos decidida~
mente fálicos.7 9 Parece que existe un deslizamiento de la paternidad jurídicay
social a la paternidad fisiológica, y una confusión entre la elevación y la erección.
Baudouin80 mostró cómo Hugo, sin llegar hasta la explícita sexualización de los
símbolos, reúne en un notable isomorfismo edípico el "complejo de la frente",
símbolo de la elevación ambiciosa, las imágenes ascensionales y montañesas y,
finalmente, las representaciones sociales del padre. Toda la ambivalencia edípica
se ejerce en el poeta respecto del simbolismo del Emperador. Las invectivas del
comienzo de la obra poética ocultan una veneración que irá desarrollándose. Esta
ambivalencia se explicita con el contraste de los dos Napoleones, y en la
verticalización monárquica del verdadero emperador viene a insertarse la imagen
del pájaro, del águila, "símbolo colectivo, primitivo, del padre, de la virilidad y de
la potencia". 81 Imagen que también se diversifica en la del águila rapaz, el águila
Bl lbíd., p. 34.
144 EL CETRO Y LA ESPADA
majestuosa o el águila libre de los Alpes. Por lo tanto, en todos estos ejemplos
vemos cuál es la coherencia de esta constelación monárquica y paternal, sobre
todo cuando está reforzada por el Edipo en las civilizaciones de estructura patriar~
cal; a nuestro juicio, sin embargo, es Dumézil82 quien, en sus famosas conclusio~
nes sobre la tripartición del poder social entre los indoeuropeos, mejor supo po~
ner de manifiesto la virilización monárquica del poder.
Éste aparece primero como real. Es el simbolismo del Rómulo latino, protegí~
do de Júpiter y Marte a la vez, portador dellituus, bastón augural y cetro; Rómulo,
antítesis legendaria de las riquezas feminoides y sabinas. Di et virtus son lo que
separa de los opes. Los sabinos, por otra parte, desprecian la inopia latina. Por lo
tanto, la escisión funcional debe establecerse claramente entre Júpiter y Marte,
por un lado, asociados en la persona del rey Rómulo, y, por el otro, la tercera
función simbolizada por el aporte sabino, Quirino. Rómulo invoca a Júpiter Stator,
el Júpiter en quien poder mágico y poder guerrero están indiferenciados, contra el
oro de los sabinos adoradores de divinidades agrarias y lunares. Se encuentra la
misma escisión simbólica ya sea entre los vanes y los ases de los germanos o en el
seno de la tríada gala de los carnutes. Esus, Taranis y Teutates se separan en dos
grupos claramente diferenciados: los dos primeros son divinidades reales y com~
batientes (Esus debe .relacionarse con el latín erus, "amo", el sánscrito asura,
"dios mago", y el iraní ahura, "dios supremo") 83 opuestas a Teutates, el dios de la
masa, del todo social, el dios nocturno y feminoide. Este esquema separador se
duplica, de algún modo, en el mismo seno de la divinidad mayor de la teología
funcional, porque el Gran Dios mismo se presenta bajo dos aspectos matizados
que pronto se volverán antitéticos. El Gran Dios es Mitra, el soberano benévolo,
sacerdotal, maestro del razonamiento claro y regular; pero también es Varuna, el
guerrero terrible, el violento, el héroe inspirado. Es Numa, el jurista, el senador,
el rey blanco escoltado por su [lamen dialis sectario de Pides; pero a la vez · es
Rómulo, el violento, acompañado de los celeres, abalanzándose en el rapto de las
sabinas e invocando a Júpiter Stator, el mago de los combates. Dumézil, 84 a pesar
de su preocupación rigurosa por respetar la tripartición funcíonal, no puede dejar de
reconocer al soberano latino o germano una clara propensión a inclinarse por lo
guerrero: el mismo mensaje de Rómulo es la virtus, el valor guerrero, y nunca hay
una gran distancia psíquica entre el cetro y la espada. Existe una ambivalencia
psicosocial básica del ejecutivo. Júpiter con sus rayos, símbolos de su poder, es
82
Véase Dumézil, Mitra~Varuna .. . , p. 130.
83 Véase G. Dumézil, Tarpeia. Essai de philologie comparative Indo~Européene (Les mythes romains,
III), pp. 113 y SS.
84 Véase Dumézil, Mitra~Varuna .. . , p. 198. De igual modo, en el panteón del antiguo México, el
Sol es a la vez Quetzalcóatl, el rey~sacerdote que se sacrifica, y Huitzilopochtli, el héroe guerrero. Véase
J. Soustelle, La pensée cosmologique des ancients mexicains. Représentation du temps et de l'espace, p. 24.
LOS SÍMBOLOS ASCENSIONALES 145
Stator, que protege los combates, pero al mismo tiempo es Latiaris, Arcanus,
Anxurus, ·sacerdote y adivino ·majestuoso}l5. El--m-ismo Marte, -el guerrero por ex~
celencia, será invocado con el vocablo de Thincsus, "señor de las asambleas",
soberanojurista;Porque-1aespada·guerrera es también espadadejusticia. El po~
der judicial no es más que una agresividad ejecutiva codificada y dominada. Y
aunque Odín, el gran rey divino de los germanos, combate con otras armas que la
espada, es preciso, pese a la sutil argumentación dumeziliana, 86 reconocer una
colusión guerrera entre Odín y las armas, las espadas o las lanzas. En definitiva,
toda potencia soberana es triple potencia: sacerdotal y mágica, por un lado; jurí~
dica, por otro, y, por último, militar.
A través de estructuras sociales tan distantes como las de la India antigua, el
Imperio Romano, Germania o Escandinavia, Dumézil87 mostró claramente la
bipartición del soberano en flamen~brahmán, por un lado, y rex~rilj, por el otro. El
flamen posee las mismas insignas que el rex; las dos castas rilj y brahmán son insepa~
rables, y el filólogo justifica con un erudito estudio lingüístico esta dualidad funcio~
nal de la soberanía, que se encuentra en el desdoblamiento germánico de Odín el
mago y de Tyr el jurista. También es el desdoblamiento de Varuna como sacerdote
y de Mitra el jurista. Odín, Varuna, Urano son reyes sacerdotes, reyes brujos, reyes
chamanes. Y detrás de este vocablo encontramos las técnicas ascensionales a las
que Eliade88 consagró un libro importante. Odín, además, parece ser el prototipo
del monarca terrestre; se lo llama el "Dios del jefe"; es una divinidad aristocrática
reservada a ciertas capas sociológicas enrarecidas y comparables a los brahmanes de
la India. Por lo tanto, el monarca es a la vez mago inspirado, con prerrogativas
ascensionales, soberano jurista y ordenador monárquico del grupo; y añadiremos
que no es posible desunir de estas dos funciones los atributos ejecutivos y guerreros.
Los dobletes Rómulo~Numa, Varuna~Mitra, y el triplete Odín~Ullín~Tyr ocultan,
en realidad, la indisoluble triplicidad funcional de la monarquía y el poder sobera~
no; el ejecutivo es difícilmente disociable del judicial en la conciencia común. Más
tarde veremos cómo la espada, al tiempo que adquiere prerrogativas simbólicas
nuevas, siempre permanece bajo la dependencia de los arquetipos monárquicos,
siempre ligada al cetro, del cual no es más que una activación polémica.
***
Cabe preguntarse si no es jugar con las palabras hacer seguir el estudio del arque~
tipo del soberano monarca, del jefe político, por el del jefe en su acepción ana~
85
Véase Dumézil, Mitra Varuna ... , p. 60.
86
Véase Dumézil, Mythes ... , p. 27.
87
Véanse Dumézil, ibíd., p. 20, y Mitra Varuna ... , pp. 21~22.
88
Véase M. Eliade, Le Chamanisme ...
146 EL CETRO Y LA ESPADA
*En francés, chef tiene la doble acepción de "jefe" y "cabeza". [N. del T.]
89
Véase Hildegarde de Bingen y Honorius Augustodunensis, citados por Davy, Essai ... , pp. 107-
108.
90
Véase M. Eliade, Le Yoga (Inmortalité et liberté), p. 238.
91
Bachelard, La Terre ... , pp. 363-364.
92
Véanse H. Breuil, "Le feu et !'industrie lithique et osseuse a Chou-Kou-Tien", p. 147, y P.
Wernert, "Le culte des cránes a l'époque paléolithique", pp. 53 y SS .
93
Wernert, "Le culte des cránes a l'époque paléolitique", p. 71; véase E. Lot-Falck, Les Rites de
chasse chez les peuples sibériens, pp. 209 y ss., 213, 218.
94
Véase Wemert, "Le culte des cránes a l'époque paléolitique", p. 68; también Bonaparte,
Psychanalyse ... , p. 71.
LOS SÍMBOLOS ASCENSIONALES 147
prójimos en un cesto, o entre los jíbaros, los dayaks de Borneo, los mundurucus
de Brasil, que practican la conservación de las· cabezas cortadas al enemigo-. 95
Indudablemente, el objeto craneano, venerado en el conjunto como el "jefe" del
cuerpo, puede cargarse de acepciones secundarias y parásitas, como; por ejemplo,
lo hace la tan frecuente copa craneana. Pero aquí sólo destacaremos el sentido
simbólico general en el que participan todos los elementos craneanos: mandíbula
inferior, caja occipital, arcos ciliares, matanzas de animales con cuernos; sentido
general que los bambaras pusieron bien en claro en su cosmología: porque la
cabeza es, a la vez, el signo, el resumen abstracto de la persona, y también el brote
mediante el cual el individuo crece tanto en edad como en sabiduría. 96 Se trata
de ese sentido general confirmado por un gran poeta civilizado, para quien la
imagen de la frente, símbolo de la elevación orgullosa, de la individuación más
allá del rebaño de los hermanos y ante la propia persona divina, es tan frecuente
que se ha podido hablar al respecto de un verdadero "complejo de la frente". 97
Una vez internada la imaginación en la senda de la "microcosmización", no se
detendrá en el camino y, anatómicamente, por un proceso de "gulliverización"
supletoria que estudiaremos más adelante, 98 va a buscar suplencias anatómicas de
la caja craneana. El simbolismo nos muestra que el poder microcósmico es indife~
rentemente representado por la cabeza erguida o el pene en erección; a veces,
incluso, por la mano, como lo señalamos a propósito de la mano de la justicia. En
efecto, no solamente en el trofeo de caza; en ciertos casos, la cola -cuyo muy viril
sentido argótico subraya el doctor Pichon-* 99 puede remplazar a la cabeza, sino
que también M. Bonaparte hace esta importante observación de que los trofeos
guerreros de cabezas son exclusivos de los trofeos genitales. Por consiguiente, hay
transferencia normal y reciprocidad simbólica del miembro viril en erección con
respecto a la cabeza. La castración guerrera practicada tanto por los musulmanes
del Maghreb como por los cristianos de Abisinia, pues, equivale a la caza de
cabezas y los scalps de las culturas amerindias y de Oceanía. En la anatomía ani~
mal es el cuerno, imputrescible y cuya forma oblonga es directamente sugestiva,
lo que va a simbolizar admirablemente la potencia viril, tanto más cuanto que
son los animales machos los que llevan los cuernos. M. Bonaparte observa que en
* La queue es el término utilizado en el argot francés para designar el miembro masculino. [N. del T.]
95
Véase Wernert, "Le culte des cranes a l'époque paléolitique", p. 67.
96
Véase G. Dieterlen, Essai sur la religion Bambara, p. 65, nota 3; también la importancia atribui-
da a la cabeza durante las ceremonias iniciáticas en el vudú, nociones de pot~tete, de mait'tete y
práctica dellaver-tete, en Métraux, Le Voudou haYtien, pp. 179-188.
97
Baudouin, Psychanalyse ... , pp. 14-15.
98
Véase infra, pp. 220 y ss.
99
Citado por Bonaparte, Psychanalyse ... , p. 71, notar; véase p. 73; véase Lot-Falck, Les rites ... ,
pp. 153, 205 y SS., 209 y SS.
148 EL CETRO Y LA ESPADA
hebreo keren significa al mismo tiempo "cuerno" y "potencia", "fuerza"; así como
en sánscrito, srnga, y en latín, comu. 100 No sólo por su forma el cuerno sugiere
potencia, sino que por su función natural es imagen del arma poderosa. En este
punto específico, la omnipotencia viene a unirse ·a la agresividad: Agni posee
cuernos imperecederos, armas aceradas, aguzadas por el propio Brahma, 101 y todo
cuerno termina por significar potencia agresiva tanto del bien como del mal:
tanto Yama como su adversario el bodhisattva Manjusri tienen cuernos, al igual
que Baal o Ramaán, Moisés, los ríos griegos y el Baco latino, las divinidades de los
dakotas y los hopis,.un jefe indio iroqués así como el rey Alejandro, los chamanes
siberianos tanto como los sacerdotes de Mars Salien. 102 En esta conjunción de los
cuernos animales y la cabeza política o religiosa descubrimos un procedimiento
de anexión de la potencia por apropiación mágica de los objetos simbólicos. El
cuerno, la matanza de bóvidos o cérvidos es un trofeo, es decir, exaltación y apro,
piación de la fuerza. El soldado romano valeroso añade un corniculum a su casco y,
a través de esta contaminación simbólica, se comprende la función del amuleto o
el talismán: "La figuración de ciertos animales provistos de armas naturales, como
también de las partes características aisladas de éstos, a menudo sirve como me,
dio de defensa contra la influencia de los demonios"; y M. Bonaparte acumula
las descripciones de amuletos córneos tanto africanos como europeos, asiáticos,
americanos y australianos, a los que podrían unirse los colgantes grabados de
los eyzies y de Raymonden. 103 Estos amuletos captan la potencia benefactora
separándola de la animalidad. De igual modo que la posesión del trofeo del enemi,
go, de su scalp, su falo, su mano o su cabeza, confiere al guerrero un excedente de
potencia.
Atinadamente, cabe comparar esta búsqueda del trofeo y el culto de los crá,
neos o de los talismanes anatómicos con el acto mismo de la agresividad cinegé,
tica, sobre todo en la caza de montería francesa y el pirschen de Europa central, que
se practica sobre todo en la época del celo. 104 Pascal ya había hecho una ob,
servación profunda sobre el sentido metafísico de la caza; hay que añadir que ni
siquiera es la persecución lo que tiene prioridad en la liebre que se caza, sino el
sentido de la hazaña, la proeza. Podría compararse con el ritual de la caza francesa
el de la corrida de las culturas hispánicas, en la cual el isomorfismo del héroe de
luz luchando contra el animal de tinieblas y la cesión de la oreja al matador
100
Véase Bonaparte, Psychanalyse ... , p. 62, quien cita a Seligman: en el argot, italiano el pene se
llama "como"; véase ibíd., pp. 51-54; tambíén]ob, XVI, 15; Amós, VI, 13; Salmos, CXLVIII, 14; XCII, 11.
101
Véase Rig Veda, VII, 86-6.
102
Véanse Bonaparte, Psychanalyse ... , p. 52; también Lot-Falck, Les rites ... , láms. 11, VII.
103
Véase Bonaparte, Psychanalyse ... , pp. 56, 57 -60; Breuil, "Le feu et !'industrie líthíque et osseuse
a Chou-Kou-Tíen", p. 427; Wemert, "Le culte des w1nes a l'époque paléolítíque", pp. 61-63.
104
Véase Bonaparte, Psychanalyse .. . , pp. 76-79.
LOS SÍMBOLOS ASCENSIONALES 149
105
Véanse Vialar, La Grande Meute; Reglement taurin, texto oficial, trad. por M. L. Blancou;
también F. Sicilia de Arenzana, Las corridas de toros, su origen, sus progresos, sus vicisitudes .
106
Bonaparte, Psychanalyse .. . , p. 80.
107
Véase infra, pp. 175 y ss.
108
Véase Lot~Falck, Les rites ... , p. 97, especialmente p. 128: "La femme et la chasse".
109
Véase supra, p. 120.
150 EL CETRO Y LA ESPADA
110
Véase Bonaparte, Psychanalyse ... , p. 63.
111
Véase también S. de Ganay, "Une graphie soudanaise du doigt du créateur", p. 46. La autora
muestra la importancia de la mano derecha, a la que le está prohibido, por ejemplo, tocar el sexo,
porque es sagrada y de alguna manera "vicaria de Dios".
112
Véase Eliade, lmages .. . , pp. 97-98.
2. LOS SÍMBOLOS ESPECTACULARES
Así COMO EL ESQUEMA de la ascensión se opone punto por punto, en sus desarro,
llos simbólicos, al de la caída, de igual modo, a los símbolos tenebrosos se opo,
nen los de la luz y especialmente el símbolo solar. Un notable isomorfismo une
universalmente la ascensión a la luz, lo que hace decir a Bachelard 1 que "la
misma operación del espíritu humano nos lleva hacia la luz y hacia la altura". A
la manera de ver del.psicólogo, este isomorfismo aparece o bien entre sujetos
normales que describen automáticamente los horizontes luminosos en la prác,
tica de la elevación imaginaria como horizontes "resplandecientes", "celestes y
dorados'? o bien entre los psicóticos, donde los procesos de agigantamiento imagi,
nario siempre vienen de la mano de "una luz implacable brillante ... cegadora ...
despiadada". 3 "Una vez -narra la esquizofrénica tratada por Séchehaye-4 me
encontraba en la institución y súbitamente vi que la sala se volvía inmensa y
como iluminada por una luz terrible, eléctrica, y que no daba verdaderas som,
bras." En este caso patológico nos enfrentamos con una obsesión angustiada
de la luz, de lo brillante y lo liso, pero siempre relacionados con la señalización de
los objetos, los seres y los elementos. "El alumbrado -confía la enferma- era la
percepción de la irrealidad." El hospital psiquiátrico, sitio de las revelaciones
de este irreal, se convierte en "la casa de la gente esclarecida'? y más aun: "yo
lo llamaba el País del Alumbrado debido a la luz brillante, resplandeciente y
fría, astral, y del estado de tensión extrema en que se encontraban todas las
cosas, inclusive yo misma". 6
La mayoría de las religiones también reconocen ese isomorfismo de lo celes,
tial y lo luminoso: San Agustín o San Bernardo, el místico anónimo autor de la
1
G. Bachelard, I.:air et les songes, p. 55.
2
Véase R. Desoille, I.: exploration de l' activité subconsciente par la méthod.e du reve éveillé, pp. 29~ 31,
70~ 74. "A medida que se repiten las sesiones, las imágenes se toman cada vez más brillantes e
inmateriales hasta no ser más que una impresión de luz intensa en la cual formas muy simples y
armoniosas aparecen como un juego de luz que se destaca sobre un fondo resplandeciente de clari~
dad[ ... ] Estas imágenes son acompañadas de un estado eufórico notable que el sujeto traduce con las
palabras de 'serenidad', 'felicidad'."
3
M. A. Séchehaye, ]ournal d'une schizophrene, pp. 4, 5, 20, 21.
4 Ibíd., p. 6.
5
Ibíd., p. 38.
6
Ibíd., p. 21.
151
154 EL CETRO Y LA ESPADA
21
E. de Bruyne, Études d'esthétique médiévale, pp. 13, 14.
22
Apocalipsis, I, 12, XIV, 14, XIX, 12-13, XIX, 22. Véase Marcos, IX, 2, 3, 4.
23
Véanse Eliade, Traité ... , p. 62; Upanisad Mundaka, 11, 25 y ss., y C. G. Jung, Méthamorphoses et
symboles de la libido, p. 97.
24 Véase Diel, Le symbolisme ... , pp. 102, 209; también L. Rousseau, Le couleurs ... , p. 131, Le]ardin
des Hespérides.
25
Véase Bachelard, Laformation ... , pp. 135, 143; también S. Hutin, I:Alchimie, pp. 25-71.
26 Lanza del Vasto, Commentaire des évangiles, p. 13 7.
27
Véase A. Piganiol, Essai sur les origines de Rome, pp. 101-104.
28
Véase H. Dontenville, La mythologie fran~aise, p. 90.
LOS SÍMBOLOS ESPECTACULARES 155
sl, entre la Luna (sélene) y el brillo solar (sélas). 29 Esta vacilación y asimilación
muestran claramente el fenómenu-de contaminación posible de las imágenes que
pondremos de relieve en los capítulos consagrados a la medida del tiempo. Como
quiera ·que sea,-parecería que-el-Sol s-ignifica primero "luz", -y luz suprema. En la
tradición medieval, Cristo es constantemente comparado con el Sol, se lo llama
Sol salutis, Sol invictus, o incluso, en una clara alusión a Josué, Sol occasum nesciens,
y según San Eusebio de Alejandría, los cristianos, hasta el siglo v, adoraban al Sol
naciente. 30 Por lo demás, el Sol naciente, con mucha frecuencia, es comparado
con un pájaro. En Egipto, el dios Atum se llama "el gran Fénix que vive en
Heliópolis" y se enorgullece de "haber ceñido él mismo su cabeza con la corona
de plumas". Ra, el gran dios solar, tiene la cabeza de un gavilán, mientras que
para los hindúes el Sol es un águila, y a veces un cisne. 31 El mazdeísmo asimila el
Sol a un gallo que anuncia el nacimiento del día, y nuestros campanarios cristianos
llevan todavía esa ave, que simboliza la vigilancia del alma en espera de la llegada
del Espíritu, el nacimiento de la Gran Aurora. 32 Por ende, aquí tenemos la potencia
benefactora del Sol naciente, del Sol victorioso de la noche magnificada, porque
no hay que olvidar que el mismo astro puede tener un aspecto maléfico y devora~
dor, 33 y en ese caso ser un "Sol negro". Es la ascensión luminosa lo que valoriza
positivamente al Sol. El oriente es una expresión cargada de significaciones bene~
factoras en el lenguaje del joyero, que califica con ese nombre el brillo de la perla,
como en la terminología cristiana o en la masónica. Egipcios, persas y cristianos se
vuelven hacia el oriente para orar, porque, dice San Agustín, "el espíritu se mueve
y se vuelve hacia lo más excelente". El Paraíso terrenal se sitúa en el oriente, y es
allí donde el Salmista ubica la Ascensión de Cristo, y San Mateo, el retomo de
Cristo. 34 Como lo dice M. Davy al comentar la orientación ad orientem del templo
cristiano, el oriente designa la aurora y posee el sentido de origen, de despertar; "en
el orden místico, 'oriente' significa 'iluminación"'.35
La tradición de los antiguos mexicanos confirma esta tradición mediterránea.
El Levante es el país del nacimiento del Sol y de Venus, el país de la resurrección,
de la juventud. Es allí, del "lado de la luz" (Tlapcopa), donde el dios Nanahuatzin
y el Gran Dios Quetzalcóatl resucitados tras su sacrificio reaparecieron, uno como
29
lb íd., p. 94; véase Jung, Métamorphoses ... , p. 82. El autor se complace en comparar Schwan, "el
cisne", pájaro solar, con Sonne.
30
Véanse Davy, Essai ... , pp. 40, 177; ]osué , I, 13; Jung, Métamorphoses ... , p. 99.
31
Jung, Métamorphoses ... , p. 82; véase A. H. Krappe, La genese des mythes, p. 83; también el Sol
y el águila entre los antiguos mexicanos, en Soustelle, La pensée ... , p. 21.
32
Véase Davy, Essai ... , lám. XI, p. 143; también Jung, Métamorphoses ... , p. 330; y L. Arnauld de
Grémilly, Le Coq, pp. 48 y ss.
33
Véase supra, p. 81.
34 Véase Génesis, 11, 8; Salmos, LXVIII, 34; Mateo, XXIV, 27.
35
Davy, Essai ... , p. 142.
156 EL CETRO Y LA ESPADA
Sol, el otro bajo el aspecto del planeta Venus. Es allí también donde se ubica el
Paraíso terrenal (Tlalocan). Con este ejemplo del oriente mexicano puede mos~
trarse claramente la distribución que hay entre arquetipo y un simple simbolismo
debido a un incidente local: el color arquetípico del oriente, en México como en
otras partes, es el rosado o el amarillo de la aurora, pero por una razón geográfica:
la situación del golfo al este de México y las montañas lluviosas al este de la
ciudad de México. El este también es llamado "el país verde"; así, como lo dice
Soustelle,36 "la imagen solar y la imagen acuática vegetal [... ]vinieron a coinci~
dir, recuperando esa región del golfo que es al mismo tiempo el país del Sol rojo al
levantarse y el del agua verde y azul". 37 En cuanto al Sol en el cenit, toma el
nombre del gran dios guerrero de los aztecas Huitzilopochtli, que aniquila a la
diosa de las tinieblas Coyolxauhqui y a las estrellas. Él mismo fue engendrado de
la diosa tierra y del alma de un guerrero sacrificado transmutado en colibrí. 38 Así
se encuentran reunidos, en un impactante isomorfismo, el Sol, el este y el cenit,
los colores de la aurora, el pájaro y el héroe guerrero alzado contra las potencias
nocturnas.
Con el simbolismo del Sol se relaciona finalmente el de la corona solar, la
corona de rayos, atributo de Mitra~ Helios, que aparece en las monedas romanas
no bien César adopta el título de comes solis invicti, y culmina en la iconografía
de nuestro "Rey Sol". 39 Indudablemente, la imagen de la corona y la aureola se
anastomosará a la constelación simbólica del círculo y del mandala40 en muy
cuantiosas tradiciones. Pero en su origen, la corona, como la aureola cristiana o
la búdica, realmente parece ser solar. De igual modo, la tonsura de los clérigos
y la corona de las vírgenes, la primera de las cuales ya existía entre los sacerdotes
egipcios del Sol, tienen una significación solarY Bachelard devela claramente
el verdadero sentido dinámico de la aureola, que no es otra cosa que "la conquista
del espíritu, que poco a poco adquiere conciencia de su claridad [... ] la aureola
lleva a cabo una de las formas del éxito contra la resistencia al ascenso". 42 En con~
clusión, el isomorfismo de la luz y de la elevación estaría condensado en el
simbolismo de la aureola y la corona, y estas últimas, en la simbología religiosa
como en la política, serían la expresión manifiesta de la trascendencia.
***
36
Soustelle, La pensée ... , pp. 58 y ss.
37 Ibíd., p. 59.
38
lbíd., pp. 23~24.
39
Véase Jung, Métamorphoses ... , pp. 84, 97.
40 Véase infra, p. 254.
41 Véase Davy, Essai ... , p. 181; Jung, Métamorphoses ... , p. 84.
42 Bachelard, L'air ... , pp. 67~68.
LOS SÍMBOLOS ESPECTACULARES 157
Con mucha frecuencia, durante las experiencias de sueño diurno aparecen imá~
genes de la aureola~ A-los -personaj-esimaginados,-durante su imaginaria aseen~
sión, la cara se les transforma, se transfigura en "halo de luz intensa", y, al mismo
tiempo; ~la -i-mpresi:ón~constantemente~ experimentada poret~pa:cil~nte es la de la
mirada. Mirada que, según Desoille, 43 es justamente representativa de esa tras~
cendencia psicológica que Freud llama el "superyó", es decir, mirada inquisidora
de la conciencia moral. Este deslizamiento de la luz, del halo luminoso, a la mira~
da nos resulta muy natural: porque es normal que el ojo, órgano de la vida, esté
asociado al objeto de la visión, o sea, a la luz. No nos parece útil separar, como lo
hace Desoille, la imagen del ojo del simbolismo de la mirada. Según este autor, 44
la mirada sería el símbolo del juicio moral, de la censura del "superyó"; mientras
que el ojo no sería más que un símbolo debilitado, significativo de una vulgar
vigilancia. Pero nos pq_rece que una mirada se imagina siempre más o menos bajo
forma de ojo, así sea un ojo cerrado. De todos modos, ojo o mirada siempre están
ligados a la trascendencia, y esto es lo que comprueban tanto la mitología univer~
sal como el psicoanálisis. Un filósofo como Alquié capta con exactitud esta pro~
piedad de la trascendencia que sustenta la visión: "Todo es visión, y ¿quién no
comprendería que la visión sólo es posible a distancia? La esencia misma de la
mirada humana introduce cierta separación en el conocimiento visual". 45 Y
Baudouin, al analizar lo que él llama el "complejo espectacular", muestra que éste
reúne "ver" con "saber" en el seno de una intensa valorización del superyó, que
no deja de recordar la "contemplación monárquica" tan del gusto de Bachelard. 46
El superyó es, ante todo, el ojo del Padre, y más tarde, el ojo del rey, el ojo de
Dios, en virtud del lazo profundo que establece el psicoanálisis entre el Padre, la
autoridad política y el imperativo moral. Así es como la imaginación hugoliana,
a despecho de polarizaciones maternales y panteístas poderosas, vuelve incesan~
temen te a una concepción teológica paternal del Dios "testigo", contemplador y
juez, simbolizado por el ojo famoso que persigue al criminal Caín. Recíprocamen~
te, el embustero, el malvado, el perjuro debe ser ciego o cegado, como lo testimo~
nian los versos famosos deL: aigle du casque o de los ChatimentsY Pero nosotros
sabemos que no hace falta apelar al arsenal edípico para asociar el ojo y la visión
al esquema de la elevación y los ideales de la trascendencia, y recordamos que es
de l'Art, primera parte, cap. v, y Le Triomphe du Héros, pp. 42 y ss., 49, 101, 121, 150 y ss.; véase
supra, p. xxx.
47 Véase Baudouin, Psychanalyse ... , p. 180.
158 EL CETRO Y LA ESPADA
Admirable justicia
de la luz con armas despiadadas)~ -- ·
160; véanse ]upiter, Mars, Quirinus, IV, p. 81, y Mitra~Varuna. Essai sur deux representations Indo~
Européenes de la souveraineté, p. 149.
58 Véase Mateo, v, 29~30.
59 Véase infra, pp. 316~317.
60
Véase Frutiger, Les Mythes de Platon, pp. 11, 144, 268~269.
61 ]uan, 1, 1~18.
160 EL CETRO Y LA ESPADA
62
Génesis, r, 3; véase el artículo de Desroches-Noblecourt, en: M. Gorce y R. Mortier, Histoire
générale des religions, p. 253; también Upanisad Kena, I, 1 I, 7.
63
Véase Jung, Métamorphoses ... , pp. 155 y ss.
64 Véanse Kalevala, VIII canto, y Le'ia, Le symbolisme des cantes des fées, p. 95.
65
Véase Dumézil, Tarpeia ... , p. 24, nota 3.
66
Dumézil, Mythes ... , p. 25; véase M. Granet, La pensée chinoise, pp. 32 y ss., sobre la concepción
china de la palabra, emblema dotado de eficacia real.
67
Dumézil, Mythes ... , p. 30; véase Dumézil, Tarpeia ... , p. 21.
68
M. Choisy, La métaphysique du Yoga, I, p. 219; véase Upanisad Maitrayana, vr, 28.
LOS SÍMBOLOS ESPECTACULARES 161
69
Choisy, La Métaphysique ... , p. 220.
70 Véanse Jung, Métamorphoses ... , pp. 95-96, 304, y Bachelard, l;air. .. , pp. 19-20 y 146.
71
Choisy, La Métaphysique ... , p. 89, da una etimología muy curiosa de sphota, propuesta por
Fabre d'Olivet, etimología que, pese a su fantasía lingüística, es muy seria desde el punto de vista de
la arquetipología; según la Cábala, sfn se descompondría en s, "imagen del arco", en f, "boca, pala-
bra", y enfov, "aliento".
72
Véase M. Eliade, Le Yoga (Inmortalité et liberté), pp. 218, 252; y Le Chamanisme et les techniques
archai'ques de l' extase, p. 99.
73
Eliade, Le Yoga .. . , p. 219.
74
lb íd.' p. 220.
75 Por ejemplo, cuando la mitología egipcia hace nacer a los hombres de las lágrimas de Ra, no
hay más que un juego de palabras entre remytl ("lágrima") y ró~et ("hombre"). Véase en Gorce y
Mortier, Histoire .. . , p. 253. También H. R. Zimmer, Mythes et symboles dans l'art et la civilisation de
l'Inde, p. 196, sobre el retruécano ~iva, ~ava; véase Mateo, XVI, 13-19.
162 EL CETRO Y LA ESPADA
76
Eliade, Le Yoga ... , p. 220.
77 Véase artículo de S. de Ganay, "Les Devises des Oogons", XLI, 1942.
78
Oieterlen, Essai ... , pp. 77-79.
79 lbíd., p. 211.
80
Véase M. Pradines, Traité de psychologie, pp. 206-207.
LOS SÍMBOLOS ESPECTACULARES 163
lar una anastomosis posible del lenguaje y la sexualidad. Sin duda, a menudo, el
verbo es asimilado al ·simbolis-mo delhijoo; -pm·intermedio del simbolismo sexual
del fuego, al propio dios del fuego, Gibil asirio o simplemente diosa masculinizada
como Atenea; Esto es lo -que-legitima-la comparación que-puede-establecer Lévi~
Strauss81 entre el lenguaje y la reglamentación de la sexualidad conyugal en la
práctica universal de la exogamia. Aunque este antropólogo no quiera considerar
más que el aspecto formal y sintáctico de estos dos medios de comunicación social,
a nuestro parecer, sin embargo, una vez más el fondo y el semantismo pueden hacer
comprender la sintaxis. Si en Nueva Caledonia la "mala palabra" es también el
adulterio, si numerosos pueblos clasifican los abusos de lenguaje con los crímenes
relativos a la infracción sexual, si "lenguaje y exogamia presentan dos soluciones a
una misma situación fundamental", ¿no puede discernirse también una motivación
semántica de este isomorfismo, ya que la psicopatología y la historia de las religio~
nes nos muestran muchos casos en que la palabra lisa y llanamente es asimilada a la
potencia sexual, y el verbo, a la "simiente"?82 Esta contaminación del intercambio
lingüístico por el comercio sexual, sin embargo, nos resulta secundaria, y derivada
de los ideales de potencia, incluida la potencia sexual, que implica la constelación
espectacular que acabamos de estudiar.
Como conclusión de este capítulo, podemos decir que hemos comprobado
una gran homogeneidad en esta constelación espectacular, que, a su vez, está
relacionada con el verticalismo ascensional. El mismo isomorfismo semántico
agrupa los símbolos y los órganos de la luz, o sea, los atlas sensoriales que la
filogénesis orientó hacia el conocimiento a distancia del mundo. Pero si los obje~
tos de la percepción visual y audiofónica son dobletes supletorios y mágicos del
mundo, comprobamos que rápidamente son duplicados, a su vez, por el poten~
cial de abstracción que vehiculizan. La palabra pictográfica o fonética es una
sublimación abstracta del objeto de la percepción. Lo que ahora debemos exami~
nar es precisamente ese proceso de desdoblamiento que ya habíamos visto en la
obra a propósito de los símbolos de la soberanía, tal y como la concibe Dumézil, 82
y que una vez más acabamos de comprobar en ocasión del fenómeno lingüístico
en su conjunto y de la magia supletoria de los mantra y las runas. Incluso en el
dominio de lo imaginario, la claridad viene de la mano de los procedimientos de
la distinción. 84 La espada viene a duplicar el cetro, y los esquemas diairéticos, a
isomorfa. A través de Descartes y Platón, el Régimen Diurno se volvió la mentalidad piloto del Occi~
dente; véase infra, p. 187.
166 EL CETRO Y LA ESPADA
Las que vamos a encontrar en primer lugar, relacionadas con los arquetipos
del Régimen Diurno de la fantasía, son las armas cortantes. En el admirable caso
analizado por Desoille, 5 luego de las imágenes inductoras ascensionales y las in~
ducidas luminosas, aparece, en la conciencia del soñador experimental, el arque~
tipo de la "espada de oro" nimbada por una aureola luminosa y sobre la cual está
grabada la palabra "justicia". El paciente se abisma entonces en la contemplación
mística de la hoja. El psicólogo subraya muy atinadamente que la acepción fálica
del arma, preferida por el psicoanálisis, no es sino secundaria; mientras que la no~
ción de justicia, el esquema de la separación tajante entre el bien y el mal, posee la
primacía y colorea sentimentalmente toda la conciencia del soñador. Sin embargo,
a nuestro juicio, el simbolismo diairético, muy lejos de excluir la alusión sexual, no
hace más que reforzarla. Porque la sexualidad varonil no es "doce veces impura";
por el contrario, es símbolo del sentimiento de potencia y no es experimentada
como enfermedad o vergonzosa ausencia por el hijo del hombre. Precisamente en
este sentido se reúnen, en una especie de tecnología sexual, las armas cortantes o
puntiagudas y las herramientas aradoras. Tanto unas como otras son la antítesis
diairética del surco o la herida feminizada. Como lo muestran un ánfora del Museo
de Florencia6 y la misma etimología, el arado de los antiguos griegos, como el bas~
tón de registro de los australianos, es un instrumento fálico. En las lenguas austroa~
siáticas, la misma palabra significa "falo" y "laya", y Przyluski 7 sugirió que precisa~
mente este mismo vocablo estaría en el origen del sánscrito langula, que significa
"mango", "laya" o "cola", y de linga, que simboliza el falo. Eliade llega incluso a
citar, al lado de textos asirios, la expresión rabelesiana "miembro llamado labrador
de la naturaleza", y el caló, como el habla regional de nuestras campiñas, viene a
confirmar esa asimilación recíproca de los instrumentos aradores y la sexualidad
varonil. Más interesante todavía es ese ritual australiano que marca con claridad el
isomorfismo del falo, la flecha y la reja. Armados de flechas q\le esgrimen a la
manera de falos, los australianos bailan alrededor de una fosa, símbolo del órgano
femenino, y al final plantan palos en la tierra. 8 Las interferencias culturales fre~
cuentes entre "la fuerza combatiente y la fecundidad", que Dumézil9 subraya res~
pecto de Marte~Quirino, ¿no se deberán a ese isomorfismo del arma y la herramien~
ta aradora y fecundante? Al respecto, Dumézil da el sabio consejo de distinguir
bien el modo de la acción marcial, indiscutiblemente guerrero, y los muy cuantío~
5
Desoille, Vexploration ... , p. 76.
6
Citado por C. G. Jung, Métamorphoses ey symboles de la libido, p. 145; véase aroura, "campo",
"regazo", "seno".
7 Citado por M. Eliade, Traité d'histoire des religions, p. 227.
8
Eliade, Traité ... , p. 22 7.
9
Dumézil, Mythes et dieux des germains . Essai d'nterpretation comparative, pp. 127, 131; véase
Tarpeia. Essai de philologie comparative lndo~Européene (les mythes romains, m), pp. 94, 100.
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 167
10
Véase Dumézil, Mythes ... , p. 89, y Tarpeia ... , 1947,p. 128.
11
P. Diel, Le symbolisme dans la mythologie grecque·, pp. 21, 176.
12
Véase C. Baudouin, Psychanalyse de Víctor Hugo, p. 34.
13
V éanse Diel, Le symbolisme ... , p. 185; P. Grimal, Dictionnaire de la mythologie grecque et romaine,
arts. Chrysaor, Persée, Méduse.
168 EL CETRO Y LA ESPADA
14
Véase Dumézil, Mythes ... , pp. 69, 97, 102.
15
Véase ibíd., p. 103; sobre los tres Horacios, véase Dumézil, Tarpeia ... , p. 154.
16
Véase infra, pp. 298 y ss.
17
Véanse Dumézil, Mythes ... , pp. 62, 69; Tarpeia ... , p. 113.
18
Véase H. Dontenville, La mythologie fran~aise, pp.13 7-138.
19
Véase ibíd., pp. 138-140 y ss.
20
Véase Leta, Le symbolisme des cantes des Fées, pp. 79-81. También C. Baudouin, Le Triomphe du
héros, pp. 117 y ss., 130 y ss.
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 169
21
Véase G. Dieterlen, Essai sur la religion Bambara, pp. 143, 146, 169; también Dumézil, Tarpeia ... ,
p. 196;]upiter, Mars, Quirinus II: naissance de Rome, p. 91.
22
Dumézil, Mythes ... , pp. 79, 88, 90.
23
Véase A. Ollivier, Les Templiers; sobre el ritual masónico, véanse las obras de P. Naudon.
24 Véase G. Gusdorf, Mythe et métaphisique, p. 243.
25
Véase Diel, Le symbolisme ... , pp. 176-178.
172 EL CETRO Y LA ESPADA
35
Véase infra, p. 120.
Véase A. Bergaigne, La Religion védique d'apres les hymnes du Rig~Véda, p. 115.
36
37 Eliad e, Images ... , p. 131. Sobre la "participación homeopática" del héroe y su adversario,
description d'une fait local d'un point de vue ethnographque, pp. 92, 163.
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 173
lazos, y, sólo por un deslizamiento hacia otras intenciones, el héroe toma presta~
das las astucias del tiempo y las redes del maL Realmente, en este contexto heroi~
co se nos aparece la mitología de Atenea, la diosa armada, ·¡a diosa con ojos
centelleantes, tan poco femenina y salvajemente virgen, surgida del hacha de
Hefesto y la frente de Zeus, maestra de las armas, maestra del espíritu pero tam~
bién del tejido Y La rivalidad entre Atenea y Aracné ¿no resuelve el problema
que planteaba Dumézil? No hay más que un imperialismo conquistador en la
diosa de la sabiduría al querer medirse con la hilandera mítica, con la Parca. Pero
es la lanza, como en Pársifalla espada, su arma preferida. Nobleza de la espada o
de la lanza subrayada por toda la tradición medieval, que hacía de la espada y de
la ceremonia de la solemne armadura el símbolo de una transmisión de potencia
como de rectitud moraL
Si en el dominio de las armas ofensivas todavía es posible delimitar con bas~
tante facilidad lo que corresponde a la actitud heroica propiamente dicha y lo
que es usurpado por el imperialismo de lo imaginario, esta distinción es más deli~
cada cuando se trata de las armas protectoras del héroe. 48 Indudablemente, la espa~
da, arma de los jefes, de los conquistadores victoriosos, siempre viene acompaña~
da de la lorica, de la coraza de hojas doradas o del escudo de Atenea. 49 Pero la
ambivalencia de las envolturas protectoras, murallas, corazas, clausuras, etcétera,
se presta a una confusión de fuentes arquetípicas: por supuesto, son "separación"
de la exterioridad, pero también se inclinan, como más tarde 50 lo veremos a pro~
pósito del cascarón, a ensoñaciones de la intimidad que pertenecen a una familia
arquetípica muy diferente. Hay que hacer un esfuerzo real para desunir los símbo~
los del reposo, de la insularidad tranquila, de aquellos del "universo contra", 51
que edifican la muralla o la fortificación. Bachelard jamás consigue discernir com~
pletamente, de la quietud interior y protegida de la ciudad, el aspecto polémico y
defensivo de la fortificación. Por lo demás, se niega a realizar dicho análisis en
nombre de "la apelación de los contrarios que dinamizan los grandes arquetipos",
comprobando que el arquetipo de la casa, ser fuertemente terrenal, registra las
apelaciones celestiales del Régimen Diurno de la imagen: "La casa bien arraigada
se complace en tener una rama sensible al viento, un desván con ruidos de folla~
je". 52 Nosotros añadiremos que la casa que resguarda siempre es un abrigo que
47
Véase Grimal, Dictionnaire ... , art. Athéna.
48
Véase R. Desoille, Le reve éveillé en psychotérapie, p. 149, sobre el papel protector del círculo
mágico.
49
Véase Piganiol, Essai ... , p. 188.
50
Véase infra, p. 260.
51
G. Bachelard, La terre et les reveries du repos, p. 112.
52
G. Bachelard, La poétique de l'espace, p. 62. Son estas posibilidades de torcimiento y de trans-
formación las que instauran los resortes de lo imaginario en "estructuras" más que en "formas".
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 175
***
Al lado de los medios belicosos de separación tales como la espada, la coraza o la
muralla, existen procedimientos mágicos que se incorporan a un ritual. Ya había~
mos observado que todos los símbolos que gravitan alrededor de la ascensión o de
la luz siempre traen aparejada una intención de purificación. La trascendencia,
como la claridad, siempre parece exigir un esfuerzo de distinción. Por lo demás,
todas las prácticas ascensionales a que hemos aludido, ya sea en el chamán o en el
psicoterapeuta, al mismo tiempo que técnicas de trascendencia son prácticas de
purificación. En estos esquemas, cuyo rasgo es oponer valores utópicos, conside~
radas como positivos, a las negatividades de la existencia, puede decirse con
Bachelard que todos los valores podrían ser simbolizados "por la pureza". 55 El
hecho de privilegiar, o sea, evaluar, es ya purificador. Precisamente, la unicidad
53
Aquí, la "forma" realmente no parece ser más que un epíteto de la estructura. V éanse Bachelard,
La terre .. .; La poétique ... , p. 210.
54 R. Guénon, Le Regne de la quantité et le signe des temps, p . 138; véase infra, p. 256; sobre la
56
lbíd., p. 189.
57
Véase R. H. Lowie, Manuel d'anthropologie culturelle, p. 96.
58 Véase H. R. Zimmer, Mythes et symboles dans l'art et la civilisation de l'Inde , p. 159.
59
lbíd., p. 152.
60
G. Oieterlen, Essai sur la religion Bambara, pp. 179 y ss.; véase M. Griaule, "Nouvelles recherches
sur la notion de personne chez les Oogons", p. 428.
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 177
61
Véase Oieterlen, Essai..., pp. 181-183.
62
Véase ibíd., p. 187.
63
Ibíd., p. 181.
64 Ibíd., p. 65.
65 Ibíd., p. 187.
66
Véase M. Bonaparte, Psychanalyse et anthropologie, p. 183.
67
Véase S. Freud, Totem et tabou, pp. 60, 68, 83 y ss.
178 EL CETRO Y LA ESPADA
69
lbíd., p. 191.
70
lbíd., p. 192.
71
lbíd., p. 195.
72 Véase G. Durand, "Psychanalyse de la neige", en: Mercure de France, agosto de 1953.
73 Bachelard, r.: eau ... , p. 198. Sobre la práctica del lavaje lustral del pelo, véase J. Cazeneuve, Les
Dieux dansent aCibola. Le shalako et des indiens zunis, p. 98. Véase la ceremonia del lavaje nupcial
entre los hopis en D. C. Talayesva, Soleil Hopi, pp. 228 y ss.
74 Véase Eliade, Traité ... , p. 172; también Apocalipsis, XXII, 1 ~ 2; Ezequiel, xxxxvn; Zacarías, XII, 1;
véanse P. Sébillot, Le folklore de France, II, pp. 256 y ss., 460; E. Lot~Falck, Les rites de chasse chez les
peuples sibériens, pp. 135 y ss.
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 179
tianismo. 75 La misma palabra puro, raíz de todas las purificaciones, significa "fue~
go" en sánscrito. Sin embargo;-debemos -tener--el cuidado de indicar hasta qué
punto el símbolo del fuego es polivalente, como lo señala acaso la tecnología: 76 la
producción delfuego-estáligadaa-gestos-humanos y -a utensilios-muy-diferentes.
Hay dos maneras esenciales manifiestamente antitéticas de obtener fuego: por
percusión y por fricción. Sin embargo, únicamente el primer método nos interesa
aquí, porque el fuego purificador es psicológicamente pariente de la flecha ígnea,
del golpe celeste y llameante constituido por el rayo. Los múltiples encendedores
a batería, o incluso el curioso encendedor a pistón de los indonesios, 77 son reduc~
dones utilitarias de la brutal fulgurancia del rayo. Mientras que el procedimiento
por fricción se vincula con una constelación psíquica muy diferente que Bachelard
estudió muy bien en su Psicoanálisis del fuego, y a la cual volveremos en su mo~
mento. 78 El fuego del que nos ocupamos exclusivamente por el momento es el
que utiliza la incineración indoeuropea, fuego celestial ligado a las constelado~
nes uranianas y solares que acabamos de estudiar, prolongación ígnea de la luz.
Según Piganiol, 79 la incineración correspondería al convencimiento en la tras~
cendencia de una esencia, en la inmortalidad del alma: "Los muertos están exiliados
del mundo de los incinerantes"; tales preocupaciones referentes a la trascenden~
cía se opondrían a las prácticas de la inhumación, a la conservación terrenal de
todo o parte del cuerpo. Piganiol, enfrentando acaso un poco imprudentemente
a Vulcano, "dios uraniano" (de volea, "fuego", que viene del sánscrito ulká, "in~
cendio"), contra el Saturno ctónico, asimila el fuego purificador al Sol, fuego de
elevación, de sublimación de todo cuanto se encuentra expuesto a sus ardores. 80
La incineración, los sacrificios por cremación y las preocupaciones espiritualistas
que desprecian la geografía ctónica habrían remplazado a los sacrificios san~
grientos de las religiones agrarias. En Roma sería incluso el héroe solar Hércules
quien míticamente habría realizado esta reforma. 81 Por lo tanto, realmente existe
un "fuego espiritual" separado del fuego sexual, y el propio Bachelard82 reconoce
la ambivalencia del fuego que, al lado de alusiones eróticas, implica y transmite
una intención de purificación y de luz. El fuego puede ser purificado o, por el
contrario, sexualmente valorizado, y la historia de las religiones confirma las com~
75Lucas, m, 16.
76Véase Leroi-Gourhan, Evolution .. . , p. 66.
77
Véase ihíd., p. 68.
78 Véase Bachelard, Psychanalyse du feu; también infra, pp. 339 y ss. J. P. Bayard, Le Feu, especial-
mente cap. VI, "Purification", p. 50, cap. VII, "La Lumiere", p. 59; cap. X, "Feu et eau", p. 115.
79 Piganiol, Essai ... , p. 87.
80 Véase ibíd., p. 96.
81
Véase ibíd., p. 101.
82
Bachelard, Psychanalyse ... , p. 200.
180 EL CETRO Y LA ESPADA
Bumouf, Levase sacré, p. 115. Véase el curioso mito mataco referido por A . Métraux ("Histoire
83
du monde et de l'homme. Textes indiens del' Argentine", p. 525) y que pone bien de manifiesto esta
ambivalencia del fuego, sexual y purificador a la vez: antes de que los hombres descubrieran el fuego,
no podían separarse de la mujer durante el acoplamiento. En suma, entre los matacos, el fuego
representa el mismo papel que el cuchillo de circuncisión entre los dogones y los bambaras.
84 Véase Dumézil, Tarpeia ... , p. 107.
89 Bumouf, Levase ... , p. 119; véase J. Duchesne-Guillemin, Onnadz et Ahriman. I.: aventure dualiste
dans l'antiquité, pp. 50 y ss., 57 y ss.; también Underhill, Mysticism, p. 421
90 Véase Bumouf, Le vase ... , pp. 130-131; también Clavel, Le Gnosticisme, p. 112.
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 181
91
Véase infra, pp. 340 y ss. Por este motivo un estudio profundo del fuego siempre es plural, ya
que el adjetivo calificativo "luminoso", "caliente", "suave", "vegetal", "central", etcétera ... una vez
más tiene mayor importancia fantástica que el sustantivo; véase A. J. Pemety, Dictionnaire mytho~
herinétique, dans Lequel on trouve les allégories fabuleuses des poetes, les métaphores, les enigmes et les
termes habares des philosophes hermétiques, art. Feu.
92
E. Pichon y Damourette, Des mots a la pensée. Esscú de grammaire psychoologique de la langue
franqaise, II, 84, p. 490. Véase G. Durand, "Les Trois niveaux de formation du symbolisme".
93 Véase Krappe, La genese . •. , pp. 303-304.
182 EL CETRO Y LA ESPADA
94
Upanisad Brihad~Aranyaka, 11, 15.
95
Isaías, VI, 6~ 7; véase Éxodo, m, 2.
96
Véase Bachelard, V air ... , pp. 15, 17, 2 7.
97
Dumézil, Mithes ... , p. 66; Tarpeia ... , p. 67.
98
Rig Veda, VIII, 100.
99
Dumézil, Tarpeia .. . , pp. 70~ 71, 98~99.
100
Upanisad Brihad~Aranyaka, citado por Dumézil; Dumézil, Tarpeia ... , p. 50.
LOS SÍMBOLOS DIAIRÉTICOS 183
Dieterlen, Essai ... , pp. 59~60; véase Eliade, Le Yoga . .. , pp. 244, 246; también Gorce y Mortier,
108
***
185
186 EL CETRO Y LA ESPADA
En efecto, parecería que ese isomorfismo supera de lejos el campo del imagina,
rio, y subrepticiamente se extiende a sectores de la representación que, en Oc,
cidente, pretenden ser puros y no contaminados por "la loca de la casa". Al
Régimen Diurno de la imagen corresponde un régimen de expresión y de razona,
miento filosóficos que podría imputarse de racionalismo espiritualista. En el
plano de las ciencias, la epistemología descubre que, desde Descartes, ese ra,
cionalismo analítico sirvió en los métodos físico,químicos, y hasta se introdujo,
como vamos a mostrarlo con un ejemplo, en los desarrollos científicos de la
biología. Toda la inspiración de un sistema filosófico como el Samkhya parece
estar orientada, como la etimología de su nombre lo indica, 1 por el esfuerzo de
"discriminación", de "disociación", entre el espíritupurusa y la materiaprakriti.
Si se opta por otra etimología, siguiendo a Garbe y a Oldenberg, 2 para quienes
este término significa "cálculo", "recuento por enumeración de los elementos
constitutivos", no por ello el esquema inductor de la noción deja de ser el de una
separación, una distinción. Y precisamente con dicha obsesión de la distinción,
como lo hará un poco más tarde el dualismo platónico, se relaciona el gran
problema espiritualista, o sea, "lo que subsiste del hombre luego de la muerte,
lo que constituye el verdadero sí, elemento inmortal del ser humano". 3 Como
agrega Eliade, al comentar el Neti, Neti, "el camino de la libertad conduce
necesariamente a una desolidarización con el cosmos y la vida profana". 4 En
toda la filosofía india se encuentra el leitmotiv soteriológico relacionado
estrechamente con los métodos de discriminaciones lógicas: el anuiksakf, ciencia
de la controversia, es homólogo del atmavidya, 5 ciencia del alma. V édanta,
Samkhya y Yoga se resumen como dialécticas decididas para separar el espíritu,
el sí, de lo que Eliad e llama "la experiencia psicomental". 6 Experiencia que no
es otra cosa que el contenido psíquico de los avatares, compromisos y situaciones
temporales.
No resulta muy difícil ver cómo este Régimen filosófico de la separación, de la
dicotomía, de la trascendencia se encuentra en la historia del pensamiento occi,
dental: se siguen sus huellas a través de las prácticas purificadoras del pitagorismo
acusmático. El eleatismo parmenidiano, "punto de partida de toda la dialéctica
griega", 7 parece condensar, a mitad de camino entre el concepto y las imágenes,
1
M. Eliade, Le Yoga ( immortalité et liberté), p. 21.
· Véase
2
Citados por Eliade, ibíd., p. 360.
3
Véase S. Pétrement, Le dualisme chez Platon, les gnostiques et les manichéens, pp. 157, 210 y ss.
4 Eliade, Le Yoga .. . , pp. 20, 24.
5
lbíd., p. 27.
6
lbíd., p. 29.
7 E. Bréhier, Histoire de la philosophie, 1, 1, p. 63; véase J. Duchesne-Guillemin, Ormadz et Ahriman.
Strauss (véase La pensée sauvage), el viej o esquema polémico sigue funcionando a pleno.
188 EL CETRO Y LA ESPADA
filosofía del doble: el espíritu es el doble del ser, como el mundo inteligible es el
doble más auténtico del mundo real".
Por último, si nos volvemos hacia la epistemología, veremos que el propio
desarrollo científico se somete a tal o cual régimen de la representación, y que los
conceptos más puros y las nociones más austeras no pueden separarse totalmente
del sentido figurado original. Bachelard escribió todo un libro 15 para mostrar cómo
a la ciencia le costaba trabajo librarse de sus pañales de imágenes y ensoñaciones.
Pidamos prestado un ejemplo específico al filósofo de la biología, G. Canguilhem,
que, en un excelente artículo, muestra que determinadas peleas científicas a me~
nudo no son más que el resultado de diferencias entre los regímenes de la ima~
gen. 16 El antagonismo tradicional entre citologistas más o menos mecanicistas e
histologistas adeptos al continuo, al parecer, no se debe sino a la valorización
positiva o negativa dada a la imagen de una membrana celular. La representación
de la célula viviente, ambigua como la de la ciudad, la muralla, etcétera, es de
aquellas donde la imaginación puede jugar o bien sobre el aspecto diairético
de una ensoñación del discontinuo o sobre el aspecto nuclear, centrípeto, de lo
infinitamente pequeño, e internarse entonces en una ensoñación de la intimi~
dad. No consideremos más que el primer régimen de la imagen celular, el régi~
men diairético. Hooke, nos dice Canguilhem, al practicar una sección fina en un
trozo de corcho, observa su estructura tabicada. Y el epistemólogo insiste en la
"sobredeterminación afectiva" 17 de tal imagen, y bajo ese tabicamiento, que hace
derivar de la contemplación de una torta de miel, busca coordenadas sociológi~
cas: valor de la cooperación constructiva, de la asociación. Pero creemos que,
ante todo, hay que insistir en el valor tabicante en sí mismo, en el esquematismo
diairético que precede a toda ensoñación de lo tabicado. ·Porque este valor marca
apropiadamente la elección de toda la representación para un régimen exclusivo,
para una opción definitiva más allá de las dos pulsiones imaginarias entre las
cuales "osciló": "o la imagen de una sustancia plástica fundamental o una compo~
sición de parte de átomos" 18 estancos e individualizados. En otras palabras, aquí
vemos triunfar un régimen de las representaciones biológicas "celular" que se
opone a un régimen protoplasmático y citoblastémico. Canguilhem 19 muestra
incluso que, a través de los avatares "fibrilares", sigue siendo una estructura celu~
lar la que obsesiona ~a representación de un Buffon, un "atomista biológico" cal~
cado sobre la mecánica newtoniana, pariente cercano del atomismo psicológico
de Hume. Así, la imagen del tabique, el esquema diairético que la estructura y
15
G. Bachelard, La Formation de l'esprit scientifique.
16
Véase G. Canguilhem, Connaissance de la vie, p. 56.
17
lbíd., p. 56.
18
lbíd., p. 57.
19
lbíd., pp. 67, 69.
RÉGIMEN DIURNO Y ESTRUCTURAS ESQUIZOMORFAS DEL IMAGINARIO 189
***
Reservamos para más adelante 20 el estudio de las relaciones entre la arque tipología
y la tipología psicológica, así como nos contentamos con comprobar, en el pará~
grafo precedente, las relaciones entre ciertas fases históricas del pensamiento hu~
mano y el Régimen Diurno de la representación. Del mismo modo que subrayamos
al pasar un parentesco indiscutible entre los arquetipos estudiados en los capítu~
los anteriores y las representaciones del platonismo y el gnosticismo, así también
debemos observar, y ya lo hemos hecho, 21 el parentesco ineludible del Régimen
Diurno de la imagen y las representaciones de los esquizofrénicos.
A no dudarlo, desde ahora hay que entender bien qué diferencia haremos
. entre estructuras esquizomorfas características del Régimen Diurno de la repre~
sentación y tipologías esquizofrénicas o esquizoides. Y ante todo debemos re~
calcar los errores de diagnóstico y los extravíos que encontramos entre los psi~
quiatras en la definición de la esquizofrenia. El error más famoso, a nuestro
juicio, es el de Jaspers a propósito del diagnóstico de esquizofrenia que estable~
ció para Van Gogh, diagnóstico inhabilitado, con justa razón, tanto por la doc~
tora Minkowska como por Leroy, Doiteau y Riese. 22 También cabe preguntarse
si la esquizofrenia descrita y tratada por la doctora Séchehaye no es radical~
mente opuesta a aquélla estudiada por Minkowski: 23 una es angustia ante la
visión esquizomorfa del universo; la otra, por el contrario, euforia, delectación
20
Véase infra, pp. 387 y ss.
21 Véase supra, p. 151. Souriau, en las conclusiones de su bello y ferviente alegato por la perfec-
ción formal y la estilización, tras haber rendido homenaje al platonismo, establece los criterios de la
iconografía estilizada. Éstos anuncian de una manera impactante las estructuras esquizomorfas que
aquí distinguimos por sendas muy diferentes. La utilización de la "delimitación" de las figuras, la
"frontalidad", la simplificación del rasgo, la simetría, la dialéctica simétrica de los plenos y los va-
cíos, todas esas cualidades formales están muy cerca de las cinco estructuras que vamos a deducir del
isomorfismo de los símbolos del Régimen Diurno . Véase Souriau, Pensée ... , pp. 256-263.
22
Véanse K. Jaspers, Strindberg et Van Gogh, p. 218, y F. Minkowska, De Van Gogh et Seurat aux
dessins d' enfants, p. 22.
23 Véanse M. A. Séchehaye, ]ournal d'une schizophrene, pp. 4, 17, 22, y E. Minkowski, La
Schizophrénie, p. 203.
190 EL CETRO Y LA ESPADA
morbosa ante la Spaltung. Una quiere curar; la otra parece perfectamente có~
moda en las alucinaciones de la enfermedad. Pero no tendremos en cuenta esa
variación de actitud tipológica del enfermo ante las formas arquetípicas de la
enfermedad. Por supuesto, si el rechazo de tales form:as, si la voluntad de com~
batir "el país del esclarecimiento", 24 si los gritos y las gesticulaciones concebí~
dos como gestos de defensa ya están en la senda de la curación, no es menos
cierto que, incluso en ese caso límite donde el enfermo parece aborrecer las
formas y las imágenes vehiculizadas por la enfermedad, ésta presenta un con~
junto de formas y estructuras que .constituyen un coherente síndrome de la
esquizomorfia, síndrome donde encontramos, bajo un aspecto caricaturesco,
los elementos simbólicos y esquemáticos del Régimen Diurno de la imaginación.
En modo alguno se trata para nosotros de describir el tipo de personalidad
esquizoide o esquizofrénica; sino, simplemente, en el seno del isomorfismo de
las constelaciones de imágenes del Régimen Diurno, poner de · manifiesto las
estructuras esquizomorfas de la representación. Más tarde veremos que la per~
sonalidad puede convertirse de un régimen al otro, y, en este caso, como lo
mostró Séchehaye, hay curación. 25 Pero las estructuras arquetípicas y sus re la~
ciones isomorfas permanecen sin cambios, intangibles en una suerte de objeti~
vi dad nouménica de los regímenes de la representación. A decir verdad, inclu~
so el retrato que Minkowski 26 nos traza de lo "racional" es más un síndrome de
régimen de la representación que un tipo caracterológico.
Es claro que pueden reconocerse en esta descripción los rasgos estructurales
más típicos del Régimen Diurno de la imagen. "Lo racional-escribe Minkowski-
se complace en lo abstracto, en lo inmóvil, en lo sólido y lo rígido; lo movible y lo
intuitivo se le escapan; piensa más de lo que siente y no capta de una manera
inmediata; es frío, a semejanza del mundo abstracto; discierne y separa, y por ello
los objetos, con sus contornos tajantes, ocupan en su visión del mundo un lugar
privilegiado; así llega a la precisión de la forma." 27 Aquí tenemos claramente el
"síndrome de la espada" que se nos describe, en perspectiva, y sosteniendo el proce~
so diairético, con toda la labor paciente de los métodos que mediante largas cacle~
nas de razones quieren dar cuenta de la trascendencia. Este racionalismo extremo
y, en su punto límite, "mórbido" 28 pone bien de manifiesto las estructuras
esquizomorfas del Régimen Diurno de la representación.
24
Séchehaye, ]ournal. .. , pp. 20, 17, 66, 80.
25
Véase infra, p. 265.
26 Minkowski, La schizophrénie, p. 203.
27 Ibíd., p. 203; véase Séchehaye, ]ournal. .. , p. 28, para la cual el enfermo tiene una representa-
psychodiagnostique du Rorschach, II, p. 436. Souriau (Pensée ... , p. 258) expresa claramente que la
estilización puede volverse exagerada y hundirse en el autismo; véase en A. Malraux (Les voix du
silence, pp. 129 y ss.) la noción de "regresión" de un estilo en signos meramente formales.
35 Véase Bohm, Traité ... , II, p. 439.
36
Véase Minkowski, "Autisme et attitude schizophrénique", pp. 212-213.
194 EL CETRO Y LA ESPADA
49
E. Minkowski, "Troubles essentiels de la schizophrénie", p. 28; véase infra, pp. 424 y ss.
50
Minkowski, ibíd., p. 83.
51
lbíd., p. 83; véase Séchehaye, ]oumal. .. , p. 24.
52
E. Minkowski, "Troubles essentiels de la schizophrénie", p. 30.
53
Véase supra, p. 4 7.
54 E. Minkowski, "Troubles essentiels de la schizophrénie", pp. 90-92.
RÉGIMEN DIURNO Y ESTRUCTURAS ESQUIZOMORFAS DEL IMAGINARIO 195
primer libro podemos decir que hemos verificado nuestro postulado de partida,
según el cual el sentido propio, y que se cree conceptual, siempre sigue al figura~
do. Es a través de las actitudes de la imaginación como se llega a las estructuras
más generales de la representación, y son la imagen de la espada, sus coordenadas
espectaculares y ascensionales las que anuncian las estructuras esquizomorfas, o
sea, la desconfianza respecto de lo dado, de las seducciones del tiempo, la volun~
tad de distinción y de análisis, el geometrismo y la búsqueda de la simetría, y, por
último, el pensamiento por antítesis. Podría definirse el Régimen Diurno de la
representación como el trayecto representativo que va desde la primera y confusa
glosa imaginativa injertada sobre los reflejos posturales hasta la argumentación
de una lógica de la antítesis y el "huir de aquí" platónico. 56
56P. Ricreur, Finitude et culpabilité, II : la symbolique du mal, p. 261, cap. IV, "Le mythe de l'áme
exilée et le salut par la connaissance".
LIBRO SEGUNDO
1
Alain, Idées, p. 104. Y añade: "Eso es lo que significa Aristóteles".
2
R. Desoille, L exploration de l' activité subconsciente par la méthode du reve éveillé, pp. 27, 68.
3
M. A. Séchehaye, ]ournal d'une Schizophrene, pp. 66, 74, 84.
4 Véase supra, p. 120.
199
200 EL RÉGIMEN NOCTURNO DE LA IMAGEN
5
Véase M. Bonaparte, Chronos, Eros, Thanatos, p. 67.
6
D. de Rougemont, I.:Amour et l'Occident, pp. 98 y ss.
7
Acaso sea ese mismo trayecto el que, tanto en la creación literaria como en la historia de la
literatura, define el "momento novelesco". Véase nuestro trabajo Le Décor mythique de "La Chartreuse
Parme". Contribution al'Esthétique du Romanesque, conclusión: "Le moment romanesque".
8
S. Pétrement, Le Dualisme chez Platon, les Gnostiques et les Manichéens, pp. 160, 205, 207.
EL RÉGIMEN NOCTURNO DE LA IMAGEN 201
de los instintos de muerte y los proyectaría sobre el objeto del deseo, dando así
un tinte macabro al propio placer-. El instinto de muerte radicaría en el deseo
que tiene cada ser viviente de volver a lo inorgánico, a lo indiferenciado.
Contrariamente a Freud, no llegaremos hasta la distinción de los dos princi~
pi os libidinales; siguiendo a Bonaparte, 14 conservaremos la unidad ambigua de
la libido a través de sus avatares eróticos, sádicos, masoquistas y mortuorios. La
libido puede ser asimilada, entonces, a un impulso fundamental donde se confun~
den deseo de eternidad y proceso temporal, tal como ese "querer" tan impropia~
mente nombrado por Schopenhauer; 15 necesidad a veces padecida y amada, otras
detestada y combatida. Si, con Jung, 16 examinamos la etimología de la palabra
"libido", vemos que el latín debilita y racionaliza el sentido etimológico sánscrito
que significaba "experimentar un violento deseo". La libido, por lo tanto, tiene el
sentido de desear en general, y de padecer .la inclinación de tal deseo. Jung 17
asimila ese deseo fundamental al Eros platónico, al Dionisos tebano, a Fanes, a
Príapo y a Káma en cuanto "energía en general". Pero es la ambigüedad de esta
libido lo que le permite diversificarse y también invertir las valorizaciones de la
conducta según se separe o se una a T ánatos. La libido aparece así como la in ter~
mediaría entre la pulsión ciega y vegetativa que somete al ser al devenir y el
deseo de eternidad que quiere suspender el destino mortal, reservorio de energía
que el deseo de eternidad utiliza o contra el cual, por el contrario, se ofusca. Por
consiguiente, ambos regímenes de la imagen son los dos aspectos de los símbolos ·
de la libido. En efecto, a veces el deseo de eternidad contemporiza con la agresi~
vidad, la negatividad, transferida y objetivada, del instinto de muerte para com~
batir el Eros nocturno y feminoide, y hasta ahora clasificamos esos símbolos
antitéticos, purificadores y militantes. En este caso puede verse con Jung 18 una
coincidencia de una parte de la libido con la prohibición del incesto, la lucha
contra la revolución incestuosa y sus símbolos femeninos o teriomorfos. La ener~
gía libidinal se pone entonces bajo la autoridad de un monarca divino y paternal,
y de la pulsión sólo tolera su agresividad varonil y su combatividad, las que sazona
con purificaciones ascéticas y bautismales. Otras veces, por el contrario, la libido
contemporizará con las suavidades del tiempo, invirtiendo, como desde el inte~
rior, el régimen afectivo de las imágenes de la muerte, de la carne y de la noche;
y entonces, el aspecto femenino y maternal de la libido será valorizado, los esque~
mas imaginarios se curvarán hacia la regresión y, bajo tal régimen, la libido se
14 M. Bonaparte, Chronos ... , p. 119; véase Jung, Métamorphoses et Symboles de la Libido, p. 406.
15 Schopenhauer, Le Monde conne Volonté et comme Représentation, I, §54.
16
Jung, Métamorphoses ... , p. 122.
17
Ibíd., pp. 130-131.
18
Véase ibíd., p. 217.
EL RÉGIMEN NOCTURNO DE LA IMAGEN 203
19 Véase ibíd., pp. 404, 406; también C. Baudouin, Le Triomphe du héros, pp. 228-229.
20
Véase P. Auger, "Deux temps, trois mouvements", p. 3.
PRIMERA PARTE
EL DESCENSO Y LA COPA
EN LOS SIGUIENTES capítulos vamos a encontrar todas las caras del tiempo, pero
como exorcizadas de los terrores que vehiculizaban, transmutadas por el aban~
dono del régimen de la antítesis. Sin embargo, a no dejarse engañar por el
lenguaje: con mucha frecuencia seguirá utilizando el vocabulario de las técni~
cas de purificación, pero encubriendo un contexto imaginario muy diferente.
Por ejemplo, el término "puro" encubría símbolos de la ruptura, de la separa~
ción, para la imaginación metafísica de la trascendencia; por el contrario, la
imaginación ontológica de la inmanencia leerá tras este epíteto los sustantivos
simbólicos de la ingenuidad, la inmemorialidad, la inmediatez originaria. La
pureza, según Bergson o Rousseau, no tiene ya el mismo contenido semántico
que en Platón o en Descartes. Además, la eufemización de los íconos tempora~
les siempre se hace con prudencia, por etapas, de tal modo que las imágenes, a
pesar de una fuerte intención de antífrasis, conservan un resto de su origen
aterrador o, por el contrario, se anastomosan curiosamente a las antítesis ima~
ginadas por la ascesis diairética. Por ejemplo, el objetivo que se proponen las
constelaciones que vamos a estudiar no será ya la ascensión de la cima sino la
penetración de un centro, y las técnicas ascensionales serán remplazadas por
técnicas de excavación; pero ese camino hacia el centro será a la vez, o alterna~
tivamente, según los casos, la senda más fácil, la más accesible y la que con~
serva un acento del entusiasmo ascensional, aunque también será el sendero
difícil, plagado de meandros y de laberintos, el durohana que dejan presentir
las imágenes angustiantes del abismo, el desfiladero y el precipicio. Del mismo
modo, las Grandes Diosas que, en tales constelaciones, van a remplazar al Gran
Soberano varón y único de la imaginación religiosa de la trascendencia serán
a la Vez benéficas, protectoras del hogar, 2 dadoras de maternidad; pero en caso
necesario conservan una secuela de la femineidad temible y, al mismo tiempo,
son diosas terribles, belicosas y sanguinarias. Otras veces más, internándose en
una exploración de las profundidades, la ensoñación del Régimen Nocturno con~
1 C. Baudouin utiliza el término "reversión"; véase Le Triomphe du héros, pp. 124-130.
2 Véanse G. Dumézil, ]upiter, Mars, Quirinus, I: Essai Sur la Conception Indo~Européenne de la
Sociéte et Sur les Origines de Rome, p. 144, y Tarpeia. Essai de Philologie Comparative lndo~Européenne
(Les Mythes Romains, III, pp. 59, 61; también Soustelle, LaPensée Cosmologique des Anciens mexicains.
Représentation du temps et de l'Espace, pp. 35 y ss., sobre la ambigüedad de la diosa Tlazolteotl.
207
208 EL DESCENSO Y LA COPA
***
Como lo escribe Bachelard, todo movimiento explorador de los secretos del deve~
nir comienza por un desarrollo "involutivo", y Desoille, en su segunda obra, estudia
los sueños del descenso, que son sueños de retomo tanto como una aclimatación o
un consentimiento a la condición temporaLS Se trata de "desaprender el miedo". 6
Es una de las razones por las cuales la imaginación del descenso requerirá mayores
precauciones que la de la ascensión. Exigirá corazas, escafandras, o incluso el acom~
pañamiento por un mentor, todo un arsenal de máquinas y maquinaciones más
complejas que el ala, tan sencillo atributo del vuelo. 7 Porque, en todo momento, el
descenso corre el riesgo de confundirse y transformarse en caída. Incesantemente,
como para tranquilizarse, debe ir acompañado por los símbolos de la intimidad. En
las precauciones adoptadas en el descenso, CQmo lo veremos a propósito del com~
plejo de Jonás, existe una sobredeterminación de las pro~ecciones: uno se protege
para penetrar en el corazón de la intimidad protectora. Bachelard, con su sagacidad
habitual, al analizar una página de Aurora, de Michel Leiris, mostró claramente
que toda valorización del descenso estaba relacionada con la intimidad digestiva,
3
Véase supra, pp. 172 y ss.
4
Dumézil, Tarpeia, p. 56.
5
Véanse G. Bachelard, La terre et les Reveries der Repos, p. 5, y R. Desoille, Le reve éveillé en
psychothérapie, p. 150.
6
G. Bachelard, La Terre et les reveries de la volonté, p. 398.
7 Véase Desoille, Le Reve ... , pp. 151,211,336.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 209
8
Véase G. Bachelard, I:Eau et les reves, p. 146.
9
Bachelard, Psychanalyse dufeu, p. 84. Véase Bachelard,La Terre ... , p. 52. También). P. Bayard,
Le Feu, especialmente cap. XI, p. 124, "El fuego de los alquimistas", y cap. XIV, p. 168, "Calores
mágicos".
10
Véase T. Reik, "Der eigene sund der fremde Gott", p. 234.
11
Véase Bachelard, La Terre et les Reveries du Repos, pp. 129 y ss., 145; Psychanalyse ... , p. 85.
210 EL DESCENSO Y LA COPA
como por la dietética. La confusión manifestada por Freud entre lo sexual y lo diges~
tivo, por otra parte, es tan extremada que el descenso al vientre incubador se
hace indistintamente -en los cuentos folclóricos- por la boca o por la vagina. 12 Es
indudable que este vientre polivalente puede fácilmente sepultar valores negati~
vos, como ya lo observamos, 13 y venir a simbolizar el abismo de la caída, el micro~
cosmos del pecado. Pero quien dice microcosmos dice ya minimización. El rótulo
epitético de "suave", "tibio", que viene a tornar tan agradable ese pecado, consti~
tuye un término medio tan precioso para la eufemización de la caída, que ésta se
frena, disminuye su descenso, y finalmente convierte los valores negativos de angustia
y espanto en delectación de la intimidad lentamente penetrada.
Podría decirse que la consideración del cuerpo es el síntoma del cambio del
régimen de lo imaginario. Como bien lo observó Séchehaye, 14 el interés y el afecto
dirigidos al cuerpo marcan, para el esquizofrénico, una etapa positiva en la senda de
la curación. Precisamente cuando los sentimientos de culpabilidad camal son des~
cartados, el enfermo entra en el proceso de mejoría y declara: "Entonces empezaba
a tener en .· cuenta y querer a mi cuerpo". Por lo demás, es notable que en este
proceso la imaginación del cuerpo sea a la vez sexual, ginecológica y digestiva:
porque el simbolismo de la leche, las manzanas y los alimentos terrestres alterna
con fantasías de involución en el cuerpo materno. Esta vez, en las páginas siguien~
tes no consideraremos más que la imagen del vientre valorizada positivamente, el
símbolo hedónico del descenso feliz, libidinosamente sexual y digestivo a la vez.
Por otra parte, puede observarse de paso que lo digestivo a menudo es eufemización
al cuadrado: el acto sexual, a su vez, es simbolizado por el beso bucal. Atengámonos
únicamente a la imaginación del descenso visceral, al "complejo de]onás" tan
extendido y que se manifiesta tanto en la leyenda del Caballo de Troya como en el
comportamiento de todos los gigantes engullidores de la mitología celta, tanto en
la ensoñación de un Hugo que aloja a su Gavroche en la estatua del Elefante como
en las fabulaciones espontáneas de niños de la escuela primaria. 15
El descenso nos invita a una transmutación directa de los valores de la imagina~
ción, y Harding 16 cita a los gnósticos, para quienes "subir o descender equivale a lo
mismo", .asociando a esta concepción de la inversión la doctrina mística de Blake,
12
Bachelard, La Terre et les Reveries du Repos, p. 142; véase V. Elwin, Maisons des jeunes chez les
muria, pp. 239 y ss.
13
Véase supra, p 121.
14
M. A. Séchehaye, ]ournal d'une Schizoprhene, pp. 70, 84.
15
Véase A. Bay, Histoires racontées par des enfants; también Bachelard, La Terre et les Reveries du
Repos, pp. 132, 178; Baudouin, Le Triomphe ... , pp. 18,24, 49.
16
E. Harding, Les Mysteres de la Feme, p. 165; véase R. Desoille, I:Exploration del' Activité Subcons~
ciente para la Méthode du Reve Éveillé, p. 74: "El procedimiento psicoanalítico corresponde a un deseen~
so"; también M. Carrouge, André Breton et les données fondamentales du surréalisme, pp. 24 y ss.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 211
17
M. Bonaparte, Psychanalyse et biologie, pp. 124 y ss.
18
lbíd., pp. 130-135.
19
Lo propio del discurso mítico y legendario, contrariamente al objeto ritual, es sintetizar todo
"sincrónicamente" mientras se distingue "diacrónicamente". Esto es lo que surge tanto de la leyenda
de San Cristóbal como de la de Santa Marta; véase L. Dumont, La Tarasque. Essai de description d'un
Fait Social d'un Point de Vue Ethnographique, pp. 223-225.
212 EL DESCENSO Y LA COPA
"el réprobo". Muchos rasgos vienen a confirmar esta filiación: la leyenda describe
a Reprobatus bajo los rasgos de un gigante cruel, comedor de hombres, con dien~
tes de perro... De igual modo, su papel de barquero es un papel ctónico~funera~
rio: el dios Anubis, como su doble griego Caronte, pasa a los muertos del otro
lado del río infernal. M. Bonaparte20 narra muy bien cómo este ogro cinocéfalo se
"convierte", y esto en un contexto legendario y religioso explícito. Es Cristo "trans~
portado" por la muerte quien transforma e invierte el sentido de la propia muer~
te. Cristo acompaña a los mortales en el viaje, se impone el mismo y peligroso
pasaje, y la imagen del cinocéfalo domado, convertido en cristóforo, invierte su
sentido, se vuelve protectora, talismán contra la violencia de la muerte. Esta
inversión es subrayada simbólicamente por el bastón que lleva el gigante, que, en
la leyenda, florece milagrosamente tras la conversión del réprobo. Por ende, en el
mito de San Cristóbal, y especialmente en esa curiosa y explícita figuración del
mito en el Museo Bizantino de Atenas, es la muerte misma lo que se invoca
contra la muerte en una admirable doble negación religiosa. No se trata so lamen~
te, como lo pretende M. Bonaparte, 21 de una invocación eufemística al pasador
de los muertos, del "todavía no" que implora el barquero fúnebre, sino además de
una total victoria de la antífrasis: la muerte de Cristo resucitado ha vencido, ha
sometido a las potencias fúnebres del gigante. Realmente se trata de un símbolo
de inversión semántica figurado por la "conversión" del gigante cinocéfalo. A
través de este último lo que se solicita es la "buena muerte", porque ante todo, en
la Edad Media, San Cristóbal es invocado contra la "mala muerte", es decir, la
muerte súbita que priva a la víctima del viático de los sacramentos. Por lo tanto,
por la intercesión del cristóforo, existe una "buena muerte"' que no es más que un
pasaje, una transición tranquilizadora. San Cristóbal, como el Jonás bíblico, sig~
nifica que la muerte, el propio proceso de la muerte, puede ser invertido en cuan~
to a su valor y significación. Podrían destacarse en la gesta cristiana y la hagiogra~
fía legendaria cuantiosos ejemplos de tal conversión: solamente destacaremos la
anécdota famosa del "camino de Damasco", que transforma al perseguidorSaúl
en protector de los perseguidos. Toda conversión siempre es primero una transfi~
guración. Y todo el isomorfismo de los símbolos que estamos estudiando en estos
capítulos está centrado en ese redoblamiento eufémico; está constituido esencial~
20
lbíd., p. 138.
21
Véase ibíd., p. 139. Un fenómeno semejante de eufemización es destacado por A. Métraux
("Contribution au folclore andin", p. 70) entre los indios aimarás, que asimilan a su antiguo dios del
rayo a la imagen convencional de San Santiago. De igual modo, entre los vuduistas haitianos, San
Santiago es confundido con el loa Ogu-chatarra; véase A. Métraux, Le Voudou ha'itien, pp. 288-289,
y lám. XV, p. 320; también R. Bastide, "lmmigration et métamorphose d'un dieu", pp. 45-60; sobre la
asimilación del dios eslavo del trueno y el profeta Elías, véase G. E Coxwell, Siberian and Other Folk~
Tales, pp. 989, 1.022.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 213
mente por la doble negación. Parecería que, antes de iniciar dialécticas sintéti~
cas, la representactón 1magtn:a-procesos·cte-anfífrasiS·,-v elpiocediiiiierito de doble
negación aparece en el nivel de la imagen como primera tentativa de domestica~
ción ·delosavataresTemporales ym:ortales-al stiviCio de la vocación exfratemporal
de la representación. Puede decirse que la antífrasis constituye una verdadera
conversión que transfigura el sentido y la vocación de las cosas y los seres al
tiempo que conserva su ineluctable destino.
Finalmente, sería interesante comparar este proceso de doble negación eufe~
mizante con el procedimientofreudiano de la Vemeinung, término que J. Hyppolite
traduce como "denegación" [dénégation]. 22 Procedimiento que consiste en que la
negación del lenguaje traduce una afirmación del sentimiento íntimo: "Presentar
lo que se es en el modo de no serlo". Como lo observa Hyppolite, 23 esta función
de denegación es muy. cercana a la Aufhebung que funda la dialéctica hegeliana:
"La denegación es una Aufhebung de la represión, pero no por ello una acepta~
ción de lo reprimido". Nosotros agregaremos que la doble negación manifiesta un
progreso en la aceptación de lo reprimido. La denegación no es más que un tími~
do bosquejo de la negación doble. La denegación es el término medio psicológico
entre la total negación del régimen antitético y la doble negación del régimen de
la antífrasis. Hyppolite 24 concluyó claramente que "la negación de la negación"
era el perfeccionamiento "intelectual", representativo, de la denegación. No obs~
tante, nos cuidaremos de hacer un juicio de valor o de antecedencia entre la
Aufhebung y la doble negación, observando simplemente al pasar que la denega~
ción, tan del gusto del psicoanalista, realmente constituye un bosquejo incom~
pleto de la antífrasis. Ésta no se contenta ya con una censura que no deje filtrar
más que la expresión y reprima el afecto; exige un acuerdo pleno entre el
significante y el significado.
***
Es esta inversión la que inspira toda imaginación del descenso y especialmente el
"complejo de Jonás". El Jonás es una eufemización del engullimiento y luego, una
antífrasis de su contenido simbólico. Transfigura el desgarramiento de la voraci~
dad dentaria en un suave e inofensivo sucking, así como Cristo resucitado trans~
formaba al irrevocable y cruel pasador en benéfico protector de un viaje de pla~
cer. Bachelard, 25 siguiendo el psicoanálisis freudiano, con justa razón distingue la
fase original del engullimiento de la fase secundaria del mordisqueo, correspon~
22 J. Hyppolite, "Commentaire parlé sur la Vemeinung de Freud," p. 29.
23
lbíd., p. 31.
24 lbíd., p. 33.
25 Véase Bachelard, La Terre et les reveries du repos, p. 156.
214 EL DESCENSO Y LA COPA
diendo éste a una actitud agresiva de la segunda infancia: "La Ballena de Jonás y
el ogro de Pulgarcito podrían servir de imágenes a esas dos fases [... ] la víctima
tragada por la primera imagen es apenas espantosa cuando se la compara con la
segunda". 26 Por ·lo tanto, hay coeficientes axiológicos diferentes en las imágenes
cuyo contenido estático puede ser considerado superficialmente como semejan~
te. El engullimiento no deteriora, con mucha frecuencia hasta valoriza o sacraliza:
"Lo engullido no padece una verdadera desgracia, no es por fuerza el juguete de
un acontecimiento miserable. Conserva un valor". 27 El engullimiento conserva
al héroe engullido, así como el "pasaje" del cristóforo salvaguarda a los pasajeros.
Puede descubrirse esta transmutación de los valores de engullimiento en los dos
temas folclóricos, uno negativo y espantoso, el otro bonachón, del ogro y de
Gargantúa. 28 El ogro de los Cuentos de mamá Oca y el gigante de las Grandes
crónicas tienen rasgos comunes, a la manera en que San Cristóbal conserva la
cara cinocéfala de Reprobatus. El ogro en cuya casa golpea Pulgarcito "tiene un
cordero entero al asador para cenar", y Gargantúa es un tragón insaciable. Todas
las leyendas gargantuescas referidas por Dontenville insisten en las capacidades
de engullimiento del gigante: engulle ríos, carretas, barcos y su tripulación. Pero
la semejanza se detiene ahí, porque todas las leyendas asimismo insisten en la
llaneza del buen gigante. 29 Gargantúa es un simpático bebedor de "crecidas" y
tempestades, y, cosa notable para nuestro propósito, también él, como el San
Cristóbal cristiano, es "patrón" de numerosos vados, cuyo relevamiento toponímico
emprende. 30
Pero hay más aún: esta inversión estructurada por el redoblamiento de la ne~
gación a su vez es generadora de un proceso de redoblamiento indefinido de las
imágenes. El redoblamiento de la doble negación parece extrapolado por la re~
presentación y extendido a todo el contenido imaginario. Así es como se desem~
boca en las tan frecuentes fantasías del engullidor engullido. Ya sea, primero, en
una simple inversión de los papeles en la cual es el hombre el que esta vez engulle
al animal, como lo revela la legendaria fauna estomacal donde hormiguean sa~
pos, lagartos, peces, serpientes y ranas, fauna que Bachelard31 enumera tanto en
Colin de Plancy como en Cardan o en Raspail. En un grado más extremo, es el
engullidor el que es explícitamente engullido. André Bay32 detecta la formación
espontánea de este mito en el niño: el león engulle al pastor, cae al mar, es agarra~
26
lbíd., p. 157.
27
Ídem.
28
Véase H. Dontenville, La Mythologie franr;:aise, p. 120.
29
lbíd., pp. 51, 57, 59.
30
lbíd., pp. 61 y SS.
31
Véase Bachelard, La Terre et les réveries du repos, p. 143.
32
Véase Bay, Histories ... , p. 45, citado por Bachelard, La terre et les Réveries du Repos, p. 133.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 215
* Allait aval, en francés, cuya traducción dimos. Pero avaler significa "engullir", "tragar", "devo-
rar" [N. del T.].
33
Bachelard, ibíd., p. 135.
34
Véase Dontenville, La Mythologie ... , pp. 120, 129.
35 lbíd., p. 130; véase Soustelle, La Pensée ... , p. 20. Bello ejemplo de un redoblamiento y una
confusión del sentido activo-pasivo en la persona del dios Quetzalcóatl que, tras haberse sacrificado
en la forma de Nanahuatzin, se persigue y se da muerte bajo la forma de Xólotl. Pero es sobre todo L.
Dumont quien, en las conclusiones de su obra consagrada a la Tarasca (la Tarasque, pp. 223-224),
muestra claramente que en la ambivalencia benéfico-maléfica del ritual de las fiestas de la Tarasca
vienen a totalizarse el maleficio de la Tarasca legendaria y la benevolencia de la legendaria Santa
Marta. Éste es el proceso inverso de aquel del desdoblamiento diairético que pone de manifiesto el
combate del héroe con el monstruo (véase H. Hubert y M. Mauss, "Essai sur la nature et la fonction
du sacrifice", pp. 112, 113, 115). Aquí, "la santa participa en cierta medida en el monstruo que
doma". Por lo tanto, realmente hay una confusión del ·sentido activo y el pasivo entre el monstruo y
del benefactor sauróctono; existen "entre los dos otras cosas además de una oposición lisa y llana, y
queda claro que los servicios que se pide a la efigie ritual no son de una naturaleza diferente de los
que pueden esperarse de la santa protectora".
216 EL DESCENSO Y LA COPA
diferenciación gramatical de los dos modos, activo y pasivo, constituye una espe,
cie de integración gramatical de la denegación: padecer una acción, por cierto, es
diferente de ejecutarla, pero todavía, en un sentido, es participar en ella. Para el
imaginario fascinado por el gesto indicado por el verbo, el sujeto y el comple,
mento directo pueden invertir sus papeles. Así es como el engullidor se convierte
en el engullido. En el seno de esta conciencia que da vuelta por redoblamiento,
todas las imágenes que por sí mismas se prestan al redoblamiento van a ser privi,
legiadas; Bachelard36 observa en E. A. Poe inversiones constantes a propósito de
las metáforas acuáticas: el agua dobla, desdobla, redobla al mundo y los seres. Natu,
ralmente, el reflejo es factor de redoblamiento, el fondo del lago se vuelve el cielo,
los peces son sus pájaros. En esta perspectiva hay una revalorización del espejo y
del doble. De igual modo, en Keyserling, Bachelard37 destaca imágenes del "labe,
rinto redoblado": la tierra devorada camina en el interior del gusano "al mismo
tiempo que el gusano camina en la tierra".
Por eso, no es motivo de asombro ver que el redoblamiento y la inversión son
utilizados con constancia por la literatura de la imaginación, desde los confiden,
tes masculinos y femeninos de la tragedia clásica hasta el golpe teatral de la nove,
la policial, en la cual se invierten los papeles del asesino sádico y del tranquilo e
insospechado hombre honesto. Un bello ejemplo de redoblamiento nos lo ofrece
la novela faulkneriana, 38 en la cual la redundancia de los nombres de los persona,
jes de una misma familia crea una extraña confusión y una impresión de eterni,
dad y fatal recomienzo. Pero sobre todo es en la literatura romántica donde inver,
sión y redoblamiento ocupan un lugar predilecto. 39 Steffens 40 alude a ese discurso
sofocado que duplica "el claro discurso que llamamos la vigilia", mientras que
Carus41 insiste en el tema tan del gusto de los gnósticos, según el cual hay inver,
sión del punto de vista humano al punto de vista divino, y a los ojos de Dios, los
valores están invertidos. Novalis42 vuelve a menudo a esa idea de que "todo des,
censo en sí es al mismo tiempo una asunción hacia la realidad exterior", y Tieck43
36
Véase Bachelard, L.:Eau et les reves, pp. 68 y ss.
37
Bachelard, LaTerre et les reveries du repos, p. 245.
38
Véanse W. Faulkner, Le Bruit et la Fureur. Sartoris. L'Invaincu. Véase también del mismo autor
Absalón, Absalón.
39
Véanse E. Bréhier, Historie de la philosophie, II, 3, p. 614, y A Béguin, Lereve chez les romantiques
allemands et dans la Pensée fran~aise Moderne, 1, p. 270; véase G. Durand, Le Décor mythique de "La
Chartreuse de Parme". Contribution a' l'Esthétique du Romannesque, 1, cap. 1, § 3, "Épiméthée ou les
freres opposés".
40 Steffens, Caricaturen, II, p. 697.
41
Carus, citado por Béguin, Le Reve ... , r, p. 264.
42
Novalis, Schrifften heraus gegeben von Ludwing Tieck und Friedrich Schlegel, II, § 323; véase m,
p. 162.
43 Citado por Béguin, Le Reve ... , II, p. 151.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 217
54 Véase S. Hutin, L'Alchimie, p. 89; también Schuhl, Le Merveilleux, p. 65. Sobre el homúnculo
y la "muñeca" de Mandrágora, véase A.M. Schmidt, La Mandragore, pp. 53 y ss., 71 y ss.
55
Bachelard, La terre et les Reveries du Repos, p. 151; véase La Poétique ... , cap. VII, "La miniature",
p. 140; también G. Paris, Le petit Poucet et la Grande Ourse, 1875.
56
S. Dalí, Ma vie secrete, pp. 34 y ss.
57 lb íd., p, 3 7.
58
Véase C. G. )ung, Métamorphoses et Symboles de la Libido, p. 114; también Bachelard, La
terre ... , p. 13.
59
Bachelard, ibíd., p. 14; véase Schuhl, Le Merveilleux, p. 62.
60
S. Comhaire~Sylvain, Les Cantes Hai"tiens, II, pp. 45, 121, 141, 143, 147.
61
lbíd., p. 158.
220 EL DESCENSO Y LA COPA
76
Véase Schuhl, Le Merveilleux, p. 180.
77Véase Bachelard, La Terre et les reveries du repos, p. 134.
78
En algunos mitos se encuentra afirmada en el seno del esquema del engullimiento la relación
del reptil y el pez. Lévi-Strauss, luego de Métraux, descubre en las leyendas tobas o las vasijas perua-
nas el tema de la serpiente Lik llena de peces. Según los casos, esta serpiente puede ser remplazada
por un pez gigante, la Orca gladiator, o entre los iroqueses, por una "Madre de los bisontes" con crines
cargadas de peces. Lévi-Strauss pone de manifiesto el isomorfismo de la cabellera, el río, la abundan-
cia, la femineidad y los peces tal como se lo puede localizar en algunos frescos mayas y ciertos mitos
del sudeste de los Estados Unidos, que nos muestran al héroe multiplicando los peces al lavar su
cabellera en el río. Véase Lévi-Strauss, "Le serpent a u corps rempli de poissons", en: Anthropologie
structurale, pp. 295 y ss.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 223
85
Mateo, IV, 19; véase Corán, Surata, 18.
Reproducida en lám. xv, en M. M. Davy, Essai Sur la Symbolique romane, p. 176.
86
87
Véase Contena u, Déluge babylonien, pp. 44-4 7; sobre Oannes: véase Jung, Métamorphoses ... ,
p. 189; también Harding, Les Myteres ... , pp. 175-177.
88 Véase Gorce y Mortier, Historie ... , I, p. 210. Según Fabre d'Olivet, la letra nun significa "pece-
***
Ante todo, asistimos a una inversión de los valores tenebrosos atribuidos a la noche
por el Régimen Diurno. Entre los griegos, los escandinavos, los australianos, los tupíes,
los araucanos de América del Sur, la noche es eufemizada por el epíteto "divino". 96
La Nyx helénica, como la Nott escandinava, se convierte en la "Tranquila", la Stille
Nacht, la "Santa", el lugar del gran reposo. Entre los egipcios, el cielo nocturno,
asimilado al cielo de abajo, la Dato Duat, manifiesta explícitamente el proceso de
inversión: porque este mundo nocturno es la exacta imagen invertida, como en un
espejo, de nuestro mundo: "ahí, la gente camina con la cabeza abajo y los pies en
92
Soustelle, La Pensée ... , pp. 302-305 .
93
lbíd., p. 308.
94 Véase supra, p. 222, nota 78.
95 Soustelle, La Pensée .. . , p. 302.
96
Véase Krappe, La genese ... , p. 159.
226 EL DESCENSO Y LA COPA
alto." 97 Este proceso es todavía más claro entre ·los tunguses y los koriaks, para
quienes la noche es el día mismo del país de los muertos, hallándose todo invertido
en ese reino nocturno. "El mundo de los muertos -escribe Lewitzky-98 de alguna
manera es la contrapartida del mundo de los vivos"; lo que se suprime en la tierra
reaparece en el mundo de los muertos, "pero el valor de las cosas está invertido: lo
que era viejo, estropeado, pobre, muerto, sobre la tierra, allí se vuelve nuevo, sóli~
do, rico, vivo". Por lo tanto, la cadena isomorfa que va de la revalorización de la
noche a la de los muertos y su imperio es continua. La esperanza de los hombres
espera de la eufemización de lo nocturno una suerte de retribución temporal de las
faltas y los méritos. Esta eufemización, este cambio de régimen de la imaginación,
es sensible en la evolución de la escatología egipcia: mientras que en las doctrinas
heliopolitanas, el reino de los muertos es una estadía infernal y temida, poco a poco
vemos que ese reino se convierte en el simple doblete invertido de la estadía terre~
nal, Egipto ideal donde reinaba primordialmente Osiris. 99
En San Juan de la Cruz, en la tan famosa metáfora de la "noche oscura", se
sigue con claridad la oscilación del valor negativo al positivo concedido al sim~
bolismo nocturno. Como lo indicó E. Underhill, 100 la "noche oscura" tiene dos
sentidos contradictorios y fundamentales en el poeta del Cántico espiritual. Unas
veces no es más que el signo de las tinieblas del corazón y de la desesperación del
alma abandonada, tema en el cual Santa Teresa recarga las tintas, diciendo que el
alma está entonces sometida a los hierros, y que sus ojos están recubiertos de una
nube espesa. Es este aspecto el que San Juan canta en el poema "Yo bien sé, la
fuente", donde expresa que es "a pesar de la noche" como el alma apaga su sed en
la fuente eucarística. 101 Otras -y éste es el sentido principal ofrecido por el famo~
so poema En una noche oscura-, por el contrario, la noche se convierte en el sitio
privilegiado de la incomprensible comunión, es júbilo dionisíaco, que deja pre~
sentir a Novalis y los Himnos a la noche. Por lo demás, resulta interesante obser~
var de paso hasta qué punto San Juan de la Cruz y Santa Teresa son defensores,
en pleno siglo XVI, de una mística de la naturaleza que nada tiene que envidiarle
a la del Vicario saboyano o a la de René. Por otro lado, los poemas de San Juan son
un bello ejemplo del isomorfismo de las imágenes del Régimen Nocturno: la no~
che está relacionada con el descenso por la escala secreta, con el disfraz, con la
unión amorosa, la cabellera, las flores, la fuente, etcétera. 102
97
Gorce y Mortier, Historie ... , I, p. 21 l.
Véase el artículo de A. Lewitzky, en: Gorce y Mortier, ibíd., r, p. 158.
98
99
Véase el artículo de G. de Sroches-Noblecourt, en: Gorce y Mortier, ibíd., r, pp. 307 y ss.
100
Véase E. Underhill, Mysticism , pp. 25, 32.
101
Véase Milner, Poésie et vie mystique chez saint]ean de la Croix, p. 185.
102
Véase el poema Noche oscura, estrofas 2ª, 7ª, 8ª, 10ª; también M. Florissone, Esthétique et
mystique d'apres Sainte. Thérese d'Avila et Saint. ]ean de la Croix.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 227
103
Véase Béguin, Le Reve ... , 11, p. 33.
104 Ídem.
105
Hugo, Le Fin ...
106 Véanse Novalis, Hymnes cdaNuit, trad. de Béguin, pp. 160-178, y Schrifften ... ' I, pp. 54-67; 11,
108
Véase supra, p. 151. Soustelle observa la importancia de los colores en todos los pueblos que
tienen una representación sintética del mundo, es decir, organizada como puntos cardinales en
torno de un centro (chinos, pueblos, aztecas, mayas, etcétera). Véase La pensée ... , pp. 68 y ss.
109
Séchehaye, ]oumal ... , pp. 110~ 111.
11 0
Sobre el carácter "centrípeto" del color verde, véase R. L. Rousseau, Les Couleurs. Contribution
auna Philosophie Naturelle Fondée Sur l'Analogie, pp. 30 y SS.
111
Véase Béguin, Le Reve ... , 11, pp. 46, 4 7.
112 S. Tieck, La Coupe d'or, citado por Béguin, ibíd., 11, p. 152.
11 3
Bachelard, Le terre et les Reveries du Repos, p. 34.
114
Sobre "nigredo", "albedo", "citrinatas" y "rubedo", véanse M. Eliade, Forgerons et Alchimistes,
p. 167, y]. Evola, La Tradizione ermetica, pp. 156 y ss. Véase sobre todo B. Valentin, Révélation des
Mysteres des teintures des Sept métaux.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 229
115
Bachelard, La terre et les reveries du repos, p. 44.
116
lbíd., pp. 46-47.
117 lbíd., p. 35; véanse R. D. Gray, Gcethe the Alchimist: a Study of Alchemical Symbolism in Gcethe's
Literary and Scientific Works, y A. Von Bemous, Alchimie und Heilkunst, pp. 165 y ss.
118
Bachelard, La terre et les reveries du repos, p. 38.
119
Bachelard, Veau ... , p. 82.
120
Ibíd., p. 83.
121
Véase Bachelard, La Terre et les reveries de la volonté, p. 400; sobre el violeta, véase Rousseau,
Les Couleurs ... , p. 171.
230 EL DESCENSO Y LA COPA
Esta agua, geográfica, que sólo se piensa en vastas extensiones oceánicas; esa agua
casi orgánica a fuerza de ser espesa, a mitad de camino entre el horror y el amor que
inspira, es el tipo mismo de la sustancia de una imaginación nocturna. Pero tam~
bién aquí el eufemismo deja transparentar la femineidad.
Al respecto, es bastante sorprendente comprobar que M. Bonaparte, en su
autoanálisis, no ha deducido el arquetipo de la madre a partir de la visión tan
tenaz y capital "del gran pájaro color del arcoiris" que obsesiona su infancia de
huérfana. 122 Ese pájaro, tan poco volátil, de colores irisados y maravillosos, en
efecto, sólo es asimilado a la madre por el desvío de la anamnesis individual, por
el intermedio de un ópalo ofrecido realmente por una amiga a la madre de la
analista. Pero no parece necesario apelar a una incidencia biográfica: la mul~
ticoloración está relacionada directamente, en las constelaciones nocturnas, con
el engrama de la femineidad maternal, con la valorización positiva de la mujer,
de la naturaleza, del centro, de la fecundidad. 123 Acaso haya que ver en esta lagu~
na, en una analista tan perspicaz como M. Bonaparte, la superioridad de las con~
cepciones jungianas con respecto a las de Freud, que se limitan demasiado a la
imagen individual, a los accidentes de la biografía; mientras que la arquetipología
toma en cuenta estructuras imaginarias que, más allá de la ontogénesis, interesan y
"resuenan" en toda la especie. Para la arquetipología, el "goce"124 que ofrece a la
joven la visión del animal coloreado -"el más radiante recuerdo de mi infancia",
insiste-, reforzado en su caso particular, como en el de E. A. Poe, por el isomorfismo
de la sangre y el incidente hemoptísico, es un símbolo directo del culto y la venera~
ción por la madre difunta. El color, como la noche, por lo tanto, siempre nos remite
a una suerte de femineidad sustanciaL Una vez más, tradición romántica o alquímica
y análisis psicológico convergen para poner de manifiesto una estructura arquetí~
pica, y se unen con la inmemorial tradición religiosa.
En efecto, ese tornasol de la sustancia profunda se encuentra en las leyendas
hindúes, egipcias o aztecas. Es el velo de Isis, el velo de Maya, que simboliza la
inagotable materialidad de la naturaleza que las diferentes escuelas filosóficas
valorizan positiva o negativamente; es el vestido de Chalchiuhtlicue, diosa del
agua, pareo del Gran Dios Tláloc. 125 Jung compara a Maya con nuestra Melusina
occidental; 126 Maya~Melusina, valorizada por una imaginación diurna, sería la
127 Sobre el papel representado porlos colores cardinales en las religiones agrarias, véase Gorce y
Mortier, Historie ... , I, p. 187.
128
Véase J. Przyluski, La Grande déesse ... , pp. 53-54; también Soustelle, La pensée ... , p. 50.
129
Véase Przyluski, La Grande déesse ... , p. 55.
130
Véase ibíd., p. 57; sobre el tema psicoanalítico del manto en la Odisea, véaseBaudouin, Le
Triomphe .. ., pp. 42-43.
131
Citado por Béguin, Le Reve .. . , 11, p. 137.
232 EL DESCENSO Y LA COPA
sica y el retorno sustancial: "en el follaje de los árboles, nuestra infancia y un pasa~
do más lejano todavía se ponen a bailar una ronda festiva[ ... ] Los colores mez~
clan su centelleo". Por último, el poeta alcanza un énstasis que no deja de
emparentarse con la intuición mística o bergsoniana: "sentimos que nos fundi~
mos de placer hasta lo más profundo del ser, nos transformamos, nos disolvemos
en algo para lo cual no tenemos ni nombre, ni pensamiento" .132 Mientras que el
pensamiento solar nombra, la melodía nocturna se contenta con penetrar y di~
solver; es lo que Tieck no deja de repetir: "El amor piensa en sonoridades tiernas,
porque los pensamientos, en verdad, están demasiado lejos". Estas ensoñaciones
sobre la "fusión" melódica que se encuentran tanto en Jean Paul como en
Brentano 133 no carecen de parentesco con la tradicional concepción china134 de
la música, la cual es considerada como unión de los contrarios, en particular, del
cielo y de la tierra, y, sin entrar desde ahora en cuestiones aritmológicas y ritmo~
lógicas, 135 puede decirse que, tanto entre los antiguos chinos como entre los poe~
tas románticos, la sonoridad musical es experimentada como fusión, comunión
del macrocosmos y el microcosmos. Por consiguiente, el simbolismo de la mela~
día, como el de los colores, es el tema de una regresión hacia las aspiraciones más
primitivas de la psiquis, pero también el medio de exorcizar y rehabilitar, por una
suerte de eufemización constante, la misma sustancia del tiempo.
***
Sin embargo, esas fusiones melódicas, esas confusiones coloreadas y esos énstasis
nocturnos no deben hacernos perder de vista el gran esquema de engullimiento y
de deglución que los inspira, gran esquema que lleva constantemente los símbo~
los coloriformes, melódicos y nocturnos hacia un arquetipo de la femineidad,
hacia una antífrasis radical de la mujer fatal y funesta. Vamos a ver cómo el es~
quema del engullimiento, de la regresión nocturna, de algún modo proyecta la
gran imagen maternal por el término medio de la sustancia, de la materia primor~
dial, a veces marina, otras telúrica.
El engullidor primordial y supremo es realmente el mar, como nos lo dejaba
presentir el encastre ictiomorfo. Es el abismo feminizado y maternal que para nu~
merosas culturas es el arquetipo del descenso y el retorno a las fuentes originales de
la felicidad. A los cultos de las grandes divinidades ictiomorfas que hemos señalado
incidentalmente, 136 añadamos el culto chileno y el peruano de la ballena
137Véanse Gorce y Mortier, Historie ... , 1, p. 201, y Leí'a, Le Symbolisme des Cantes de Fées, p. 84;
en D. C. Talayesva, Soleil Hopi, p. 425, véase la oración a la "Dama del Océano del Este".
138
G. Oielerlen, Essai sur la religion Bambara, p. 41.
139
Véase Przyluski, La Grande ... , pp. 26-27.
140 V éanse Jung, Métamorphoses ... , p. 208; lsaías, XLVIII, l.
141
Przyluski, La Grande ... , pp. 36-37 y ss.
142 Véase Leí'a, Le Symbolisme ... , p. 84.
234 EL DESCENSO Y LA COPA
tiana. 143 Profundizando un poco más el análisis etimológico, Przyluski 144 muestra
que los dos tipos de nombre de la Gran Diosa, Artemisa~Ardvi, por un lado, y
Tanai~Danai, por el otro, se resuelven en una realidad común prearia y presemítica;
diosa que personifica a la vez la tierra fecunda y las aguas fertilizantes, "Tierra
madre y Venus marina", Tetis "madre de los veinticinco ríos y las cuarenta
oceánidas", que se vincula etimológicamente a la raíz The, que significa "chu~
par", "mamar". También Jung 145 se siente impactado por esa presión semántica
del gran arquetipo sobre la semiología del lenguaje: él subraya el parentesco lati~
no entre mater y materia, así como la etimología de la ule griega, que primitiva~
mente significa "madera" pero más profundamente remite a la raíz indogermánica
su, que se encontraría en uo, "mojar", "hacer llover" (uetos, "la lluvia"). En iraní,
suth significaría a la vez "jugo", "fruto" y "nacimiento"; sutus en latín quiere decir
"embarazo". En babilónico, el término pu significa a la vez "fuente de río" y "va~
gina", mientras que nagbu, "fuente", está emparentado con el hebreo negeba, "he m~
bra". 146 Finalmente, si se apela a la etimología de los nombres occidentales 147 de
las diosas madres, se encuentra, tanto en "Melusina" como en la "Mermaid" in~
glesa o la "Merewin" de los Nibelungos, que la femineidad y la lingüística del agua
son indisociables en la denominación de la "Marfaye" primordial. Por lo tanto,
vemos que, cualesquiera que sean la filiación y el sistema etimológico . que se
escoja, siempre se encuentran los vocablos del agua emparentados con los nom~
bres de la madre o de sus funciones y con el vocablo de la Gran Diosa.
En ,la tradición occidental moderna, ilustrada por la doctrina alquímica, el
nombre propio del aquaster de los alquimistas es la Madre Lusina, habitante de
las aguas. 148 Aquél es el principio de la "materia cruda, confusa, grossa, crassa,
densa". Principio del alma vital que, de todas las concepciones de Paracelso, sería
"la que más se acerca a la noción de inconsciente'' .149 La imagen de la Madre
Lusina, pues, sería una proyección del inconsciente abismal, indiferenciado y
original, teñido, en la doctrina jungiana, por la femineidad propia del ánima
masculina. Este aquaster melusino no sería otra cosa, en la Gran Obra, que el
mercurio de los alquimistas, representado con frecuencia bajo los rasgos del an~
ciano Hermes, "unión del arquetipo del ánima y del sabio antiguo". Según Basile
143
Ibíd., p. 148.
144
Véase Przyluski, La Grande ... , pp. 39-41.
145
Véase Jung, Métamorphoses, pp. 208, 226.
16
4 Véase Eliade, Forgerons .. . , p. 42.
147
Véase Dontenville, La Mythologie ... , p. 198.
148
Véase Jung, Paracelsica, p. 95; también D. A. J. Pernéty, Dicionnarie Mytho~Hermétique, dans
Lequel on Trouve les Allégories Fabulenses des Poetes, les Métaphores, les Énigmes et le termes Barbares
des Philosophes Hermétique.
1 9
4 Jung, Paracelsica, p. 130.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 235
Valentin, 150 este mercurio es "el huevo de la naturaleza", la madre de "todos los
seres engendrados -por -la -bruma- tenebrosa~'-, -El- mgrGurio.tendríala doble signifi~
cación de azogue, o sea, metal, y alma cósmica. "La obra alquímica consistía prin~
cipalmente-ensepararla-prima-materia-;-es decir; el caos, enun-prinGipioactivo, el
alma, y uno pasivo, el cuerpo, y luego en reunirlos bajo la figura de personajes por
la conjunción de las Bodas Alquímicas[ ... ] de esta alianza nacía el Filius sapientiae
o philosophorum, o sea, el mercurio transmutado." 151 Indudablemente, a nuestro
juicio, Jung confunde bajo el mismo vocablo de Hermes al anciano símbolo del
inconsciente ciego, 152 el ánima feminoide y el Hermes consumado, Trismegisto,
hijo de sabiduría, de quien volveremos a hablar más adelante; 153 aquí, del inte~
resante estudio del arquetipólogo, sólo destacaremos el aspecto feminoide del
mercurio protoplasta, verdadera agua metálica y primordial. Además, la obra
alquímica tiene la misión esencial de revalorizar lo que está devaluado, de hacer
pasar, a través de un verdadero vuelco, el mercurio de su aspecto aquaster a su
aspecto yliaster. Por lo tanto, la sublimación alquímica, rematando una completa
filosofía del ciclo, accede a una simbología ascensional que, superando las premisas
involutivas con que nos demoramos en estos capítulos, hace de la alquimia una
simbología completa, que funciona en los dos regímenes de la imagen. 154
Volvamos entonces al aquaster melusino. Como hada de las aguas, Melusina
está estrechamente emparentada con Morgana, "nacida del mar", contraparte
occidental de Afrodita, "ella misma en estrecha relación con la Astarté
preasiática". 155 Así como los César reivindican a la Madre Venusina, muchas
familias francesas pretenden descender de la Madre Lusina, como los Sassenage,
los Luzignan, los condes de Toulouse y los Plantagenet. 156 Este personaje pri~
mordial, que el cristianismo de la Edad Media, apoyándose en el Régimen Diur~
no y los ideales de la trascendencia, tratará de valorizar negativamente, reapa~
rece en muchas leyendas minimizado, devaluado o simplemente ridiculizado,
llevando "patas de ganso", la Mamá Oca o la Reina Pedoca, exmatronae con~
vertidas en "martinas".* Pero la Iglesia jamás llegará a desacreditar completa~
*Así se llama en Normandía, martine, a un demonio que aparece bajo la forma de una marta. [N.
del T.].
°
15
Citado por Jung, ibíd., p. 108; véase B. Valentin, Les Douze clefs de la philosophie, pp. 22~26,
37, 49; también Paracelso, Schrifften,, pp. 127, 169,314. Sobre Paracelso, véase R. Allendy, Paracelse,
le médecin maudit.
151
Jung, Paracelsica, p. 63.
152 Véase supra, p. 98.
153 Véase infra, p. 312.
154 Véase J. V. Andréae, Les Naces chymiques de Christian Rosemkreuz, pp. 42~64, 89, 120, y ss.;
también L. Fíguier, I.;Alchimie et les alchimistes .
155 Jung, Paracelsica, p. 167.
156 Véase Dontenville, La Mythologie ... , p. 185.
236 EL DESCENSO Y LA COPA
mente a las "buenas señoras" de las fuentes, las hadas. Lourdes y las innumera~
bles fuentes consagradas a la Virgen María testimonian esa resistencia fantásti~
ca a las presiones del dogma y de la historia. Los vocablos que la ortodoxia
atribuye a María, por otra parte, están muy cerca de aquéllos atribuidos antaño
a la Gran Diosa lunar y marina. 157 La liturgia la llama "Luna espiritual", "estre~
lla del mar", "reina del océano", y Barrow 158 refiere a la estupefacción de los
jesuitas que evangelizaron China cuando se percataron de que esos vocablos
eran los mismos que los chinos aplicaban a Shing~ M u, la Stella Maris china.
Otros 159 recalcaron el paralelismo sorprendente que existe entre la esposa real
Maya, la madre del Buda, y la Virgen María del catolicismo. Por último, en
nuestro propio folclore, la "serpiente" Melusina y las sierpes, wivres, voivres,
sus parientes cercanos, no representan obligatoriamente un papel nefasto.
Dontenville, 160 retomando los textos de Jean d'Arras y de Couldrette, mostró la'
valorización positiva de la Madre Lusina, mujer de Raimondín, casada muy
católicamente. Si la historia de esta pareja termina bastante mal, no por ello
Melusina pierde la ocasión de ser una prenda de prosperidad y fecundidad. Por
otra parte, la toponimia nos conservó numerosos Lusigny, Lésigné, Lézignan,
Lésigney, secuela de un fervor melusino antaño muy extendido. Esta rehabilita~
ción del eterno femenino acarrea muy naturalmente una rehabilitación de los
atributos secundarios feminizados: las Melusinas tienen larga cabellera, el Faro
bambara lleva pelo liso y negro "como crines de caballo", 161 y el culto de Venus
no sólo está relacionado bajo el reino de Anco Marcio con el de la cortesana
Larentalia y el flamen de Quirino, sino que también a él se le atribuye la pro~
tección de la cabellera de las damas. 162 ·
Véase R. Briffaut, The Mothers. A Atudy of the Origin of Sentiments and Institutions, m, p. 184.
157
158
Citado por Harding, La Mythologie ... , p. 107.
159
Véase Bumouf, LeVase sacré, pp. 105 y ss., 117.
160
Dontenville, La Mythologie ... , p. 192; acerca de la mujer~pez, prenda de riquezas, véase M.
Leenhardt, Documents néo~calédoniens, p. 4 70.
161
Dieterlen, Essai ... , p. 41.
162
Véase Dumézil, Tarpeia ... , p. 158; sobre el importante papel atribuido a la cabellera y al
peinado en el erotismo de los murias, véase Verier Elwin, Maisons ... , pp. 204~205 y 320~321.
163
Citado por M. Eliade, Traité de historie des religions, p. 226.
164 Véase A Piganiol, Essai sur les origenes de Rome, pp. 11 O~ 111.
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 237
y Venus, como Afrodita, protege los puertos". 165 Piganiol da una explicación histó,
rica y tecnológica-de estacuriosa:·ambiva:lencia:Los·mediterráneos; expulsados ha,
cia el mar por los indoeuropeos, de agricultores que eran primitivamente se volvie,
ron piratas y marirros.-G incluso puede suponerse que; sobre las riberas italianas, los
pelasgos propagaron cultos ctónicos que se fusionaron con los cultos indígenas de
las diosas marinas. Además, es notable que dicho culto de las diosas agrícolas y
marítimas se encuentre sobre las costas de España y hasta en el litoral atlántico de
la Galia. 166 Para otro historiador de las religiones 167 existiría una diferencia sutil
entre la maternidad de las aguas y la de la tierra. Las aguas se encontrarían "en el
comienzo y el fin de los acontecimientos cósmicos", mientras que la tierra estaría
en "el origen y el fin de toda vida". "Las aguas preceden toda creación y toda forma,
la tierra produce formas vivas." Por lo tanto, las aguas serían las madres del mundo,
mientras que la tierra .lo sería de los seres vivientes y los hombres. Nosotros, sin
detenemos en las explicaciones histórico,tecnológicas o en la sutil distinción de
Eliade, nos contentaremos con recalcar el isomorfismo completo de los símbolos
y de la iconografía de la Madre suprema, donde se confunden virtudes acuáticas y
cualidades terrestres. En efecto, sólo más tardíamente en la conciencia image,
ninante, la "materia" primitiva, cuyo simbolismo en su totalidad está centrado en
la profundidad ctónica o abismal del regazo, se transforma en la Gran Diosa cíclica
del drama agrícola, y Deméter remplaza a Gea. 168
Primitivamente, los tierra, como el agua, es la materia primordial del ministe,
rio, la que uno penetra, horada, y que se diferencia sólo por una resistencia mayor
a la penetración. 169 Eliade cita muchas prácticas telúricas que no son directamente
agrícolas, en las cuales la tierra es considerada simplemente como entorno gene,
ral. 170 Algunas de dichas prácticas son incluso francamente antiagrícolas: dravidianos
y altaicos consideran que es un gran pecado arrancar las hierbas y correr así el riesgo
de "herir a la madre". Esta creencia en la divina maternidad de la tierra, ciertamen,
te, es una de las más antiguas; en todo caso, una vez consolidada por los mitos
agrarios, una de las más estables. 171 La práctica del parto en el suelo extendida en
China, en el Cáucaso, entre los maoríes, en África, en la India, en Brasil, en Para,
guay, así como entre los antiguos griegos y romanos, permite afirmar la universali,
dad de la creencia en la maternidad de la tierra. 172 Por otra parte, la pareja divina
165
lbíd., p. 112.
166
Véase ibíd., p. 113.
167
Véase Eliade, Traité ... , p. 222.
168
Véase ibíd., p. 211.
169
Véase Eliade, Forgerons ... , p. 42. En egipcio, bi significa, al mismo tiempo, "útero" y "galería
de mina".
170
Véase Eliade, Traité ... , p. 217.
171
Véase la importante obra de A. Dieterich, Mutter Erde, ein Versuch über Volksreligion.
172 Véase Eliade, Traité ... , p. 218.
238 EL DESCENSO Y LA COPA
p. 247.
176
Véase Eliade, Traité ... , pp. 211, 216.
177
Citado por Bachelard, La terre et les reveries du repos, p. 207.
178
Véase Eliade, Traité ... , p. 227.
179
Véase Eliade, Forgerons ... , p. 128: la alquimia china, que se une a ciertas prácticas del Yoga
tántrico, recomienda "extraer la esencia en la hembra misteriosa, el valle de donde surgió el mundo".
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 239
185
Citado por Béguin, ibíd., II, p. 232.
186
Véase Novalis, Schrifften ... , r, pp. 101,103.
240 EL DESCENSO Y LA COPA
envuelto por "una bruma enrojecida por el poniente", "cada onda del adorable
elemento se apretaba contra él como un pecho amoroso". El flujo parece consti,
tuido por el cuerpo de "encantadoras muchachas disueltas en él". Ebrio de deli,
cías, el poeta nada voluptuosamente entre las estrechas paredes de la caverna y se
adormece en la beatitud. Entonces tiene un sueño donde una misteriosa flor azul
se metamorfosea en mujer y que concluye con una visión de la madre. Más acle,
lante, 187 la "madre,flor,azul" se convertirá en Matilde, la novia, encontrada una
vez más en sueños, en el fondo del río "bajo la bóveda de la corriente azul". Al
analizar este pasaje resulta imposible no sentirse impactado por el isotopismo que
forman el agua, la noche, lo hueco, los colores, la tibieza y la femineidad. 188 Toda~
estas imágenes gravitan en una suerte de dinámica bastante incestuosa en torno
del esquema de la penetración viviente; porque el arquetipo de la onda maternal
es inseparable de los esquemas del engullimiento sexual o digestivo.
En Tieck se descubre un texto muy cercano a ese comienzo de la novela
novalisiana en el Rünenberg. 189 También ahí el isomorfismo es muy acentuado y
resume esa constelación que invierte, eufemizándolos, los valores femeninos. Los
símbolos de la gruta, de la hendidura del peñasco, de los colores, de la cabellera, de
la música están ligados al de la mujer que se desviste. Pero nos vemos obligados a
citar el pasaje entero, a tal punto cada palabra importa para la constitución del
isomorfismo que estudiamos:
ella se quitó de la cabeza un pañuelo dorado, y una larga cabellera negra desenrolló la
riqueza de sus rulos, que llegaban más abajo que sus caderas; luego se sacó la blusa[ .. .]
finalmente desnuda, se puso a caminar por la sala; su pesada y movible cabellera for,
maba a su alrededor un oscuro mar ondulante [.. .] al cabo de un instante sacó, de un
arcón precioso y dorado, una placa toda centelleante de joyas incrustadas, rubíes, día~
mantes y otras piedras[ ... ] sus azules y verdes tornasolados[ ... ] en el seno del joven se
había abierto un abismo de formas y armonías, de nostalgia y voluptuosidad, melodías
melancólicas y gozosas pasaban por su alma, que sentía conmocionada hasta lo más
profundo.
No es posible desear un isomorfismo más completo, y Tieck nos hace sentir real~
mente la ambigüedad de los valores encubiertos por los símbolos feminoides que,
pese a la seducción que de ellos se desprende, siguen conservando un resabio de
pecado. Sin embargo, pese a esa vacilación moral heredada del Régimen Diurno,
todas las imágenes de la tierra y el agua contribuyen a moldear un ambiente de
voluptuosidad y dicha que constituye una rehabilitación de la femineidad.
187
lbíd., 1, pp. 181~183.
188
Véase Bachelard, L' eau ... , p. 172.
189
S. Tieck, Rünenberg, trad. por Béguin, 11, pp. 69~112 .
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 241
190
Bachelard, r; eau ... , p. 64.
191
Véase supra, p. 100.
192
M. Bonaparte, Edgar Poe, savie, son oeuvre. Étude analytique, p. 367.
193
Lamartine, Confidences, p. 51, citado por Bachelard, I;eau ... , p. 178; sobre el tema del lago y
la navecilla en Stendhal, véase Durand, Le Décor ... , 11, 3.
194
F. Alquié, Philosophie du surréalisme, p. 104. "El surrealismo, hijo del frenesí y de la sombra",
escribe L. Aragon {Le Paysan de Paris, p. 40).
195
Alquié, Philosophie ... , p. 105.
196
Véase A. Breton, Le Poisson soluble, pp. 77, 83. En esas páginas, Breton encuentra la intuición
fundamental del taoísmo. Véase Lao-Tse, "Tao-Tei-King", en Les péres du systeme taoi'ste, cap. 8, cap.
78; también W. Cohn y M. David, La peinture chinoise, p. 16.
197
Alquié, Philosophie ... , p. 117.
242 EL DESCENSO Y LA COPA
198
Véase S. Dalí, "De la beauté terrifiante et comestible de l'architecture modem'style".
199
Véase Séchehaye, ]ournal. .. , pp. 82 y ss.; también infra, p. 249.
200
Véase P. Grimal, Dictionnaire de la mythologie grecque etromain, art. Orphée; también L. Cellier,
"Le romantisme et le mythe d'Orphée".
LOS SÍMBOLOS DE LA INVERSIÓN 243
suplantar, mediante lo indecible, la distinción del habla y las palabras. Por últi~
mo, .las sustancias inmateriales y bautismales; el éter luminoso, son remplazadas
en esta constelación por las materias que se perforan. El impulso activo requería
las cimas, el descenso magnifica la gravedad y reclama la excavación o el hundi~
miento en el agua y la tierra hembra. La mujer -acuática o terrestre- nocturna de
adornos multicolores rehabilita la carne y su cortejo de cabelleras, de velos y
espejos. Pero la inversión de los valores diurnos, que eran valores de la exposi~
ción, de la separación, de la fragmentación analítica, acarrea como corolario sim~
bólico la valorización de las imágenes de la seguridad cerrada de la intimidad. El
encastre ictiológico y el acurrucamiento maternal ya nos hacían presentir esa
simbología de la intimidad, que ahora vamos a estudiar.
2. LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD
1
Citado por M. Eliade, Traíté d'hístoríe des religions, p. 220.
2
Véase Soustelle, La pensée cosnwlogique des anciens mexicaíns. Représentatíen du temps et de l' espace, p. S l.
3
Eliade, Traíté ... , p. 222.
4 Véanse ibíd., p. 221, y At. Veda, XII, 1-14, XVIII, 4-48; Ríg Veda, X, 18.
5 Véase Eliade, Traíté ... , p. 220.
6
Aristóteles, Política, 2 70d-e.
7 Véanse P. M. Schuhl, Fabulatíon platonícíenne, p. 98, y Le Merveílleux, p. 67.
244
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 245
14 VéanseA. Piganiol, Essai sur les origenes de Rome, y Gorce y Mortier, Historie ... , I, pp. 142, 153.
15
Piganiol, Essai .. . , p. 91.
16
Véase O. Rank, Le traumatisme de la naissance, pp. 176-178. Es notable que la estatuaria egip-
cia produzca la misma impresión en V. Hugo; para el poeta es emblema del secreto, de la máscara, de
lo oculto, todo dotado de cierto sentimiento de horror buscado; véase C. Baudouin, Psychanalyse .. . ,
p. 150; también A. Malraux, La Métamorphose des Dieux, 1, p. 9.
17
Véase Piganiol, Essai ... , p. 90.
18
Véase Leta, Le symbolisme des Cantes de Fées, pp. 70, 77, 83. La autora relaciona intuitivamente
el tema de la bella durmiente con el "simbolismo del agua", título de uno de sus capítulos.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 247
19
Véase Leí:a, ibíd., p. 78; también A. Béguin, Le réve chez les romantiques allemands et dans la
pensée fran~aise moderne, 1, p. 244; véase el tema de la bella durmiente según Stendhal, en: G. Durand
Le Décor mythique de "La Chartreuse de Parme". Contribution al' esthétique du romanesque, 11, 3.
20
Véase supra, p. 269.
21 V éanse Béguin, Le réve ... , 1, pp. 79, 88; 11, p. 307.
22
Véase ibíd., 1, p. 190.
23
Véase ibíd., p. 194; también G. H. van Schubert, Geschichte der Seele, p. 7.
24 Novalis, Schrifften ... , Leraus Gegeben vonLudwigTieck und Friedrich Schlegel, m, p. 189. En una
carta a Schiller, Novalis expresa una sed por la muerte y la descomposición que roza la necrofilia:
véase S. Tieck, Siimtliche werke, IV, p. 27.
25
Citado por Béguin, Le réve ... , 1, p. 198.
248 EL DESCENSO Y LA COPA
***
26
Véase L Cellier, L'Epopée romantique, pp. 88-89, 90; véase el tema central en la obra de
Stendhal, de La Prison heureuse, en Durand Le Décor ... , n, cap. 2.
27
Véase Baudouin, Psychanalyse ... , pp. 128 y ss.
28 Ibíd., pp. 129, 131.
29
Jones, citado por R. Bastide, en Sociologie et psychanalyse, p. 63; véase Jung, Métamorphoses ... ,
p. 207.
30
Baudouin, Psychanalyse ... , p. 114.
31
M. Bonaparte, Psychanalyse et anthropologie, p. 113.
32
Ibíd., p. 114. M. Bonaparte mostró que casi todas las mujeres que Poe efectivamente amó
estaban enfermas y hasta eran moribundas. La legítima esposa del poeta era una niña de 13 años
mentalmente retrasada, carcomida por la hemoptisis.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 249
Estos dos polos psíquicos, estos dos mojones fatales de la representación que son
el sepulcro y el vientre materno-nos-invitan,aun·estudiüsistemático de los conti~
nentes. Jung33 jalonó el trayecto etimológico que, en las lenguas indoeuropeas, va
de lo hueco ala copa;-El-kusthos griego-significa ''la -cavidad''-; ''elregazo", en tanto
que keuthos significa "el seno de la tierra", mientras que el armenio Kust y el
védico Kostha se traducen como "bajo vientre". A esta raíz se unen kutos, "la
bóveda", "la cimbra"; kutis, "el cofre", y finalmente kuathos, "el cubilete", "el
cáliz". Por último, Jung interpreta de una manera audaz kurios, el "señor", al que
habría que entender como el tesoro arrancado al antro. El hueco, como el psicoa~
nalista lo admite fundamentalmente, es ante todo el órgano femenino. 34 Toda
cavidad está sexualmente determinada, y ni el hueco de la oreja escapa a esa regla
de la representación. 35 Por ende, el psicoanalista tiene toda la razón al mostrar
que hay un trayecto continuo del regazo a la copa. Uno de los primeros jalones de
este trayecto semántico está constituido por el conjunto caverna~casa, hábitat
tanto como continente, refugio igual que granero, estrechamente ligado al sepul~
ero materno, ya sea que éste se reduzca a una caverna como entre los antiguos
judíos o en Cromañón, o que se construya a la manera de una morada, de una
necrópolis, como en Egipto y en México. Por cierto, primero la conciencia debe
hacer un esfuerzo para exorcizar e invertir las tinieblas, el ruido y los maleficios,
que parecen ser los atributos primarios de la caverna. Y toda imagen de la caver~
na está lastrada de cierta ambivalencia. En toda "gruta maravillosa" subsiste un
poco de la "caverna del espanto". 36 Se necesita la voluntad romántica de inver~
sión para llegar a considerar la gruta como un refugio, como el símbolo del paraí~
so inicial.3 7 Esta voluntad de inversión del sentido usual de la gruta se debería a
influencias ontogenéticas y filogenéticas a la vez: el traumatismo del nacimiento
llevaría espontáneamente al primitivo a escapar del mundo del riesgo temible y
hostil para refugiarse en el sustituto cavernoso del vientre materno. 38 De tal modo
que un artista intuitivo39 puede sentir naturalmente una correlación entre la
33
Jung, Métamorphoses ... , pp. 353 y ss.
34
Baudouin ( LeTriomphe, pp. 57, 58, 61) mostró claramente cómo en Lucrecio las imágenes del
jarrón, del continente, son antagónicas de todo el sistema epicúreo, del Régimen Diurno constituido
por el saber materialista. El jarrón es despreciado por el mito de las Danaides, la avidez oral conde-
nada por la ascesis epicúrea. Este complejo de destete, según el psicoanalista, estaría en el origen de
la melancolía del poeta y de su suicidio. Véase ibíd., pp. 66 y ss.
35
Jung (Métamorphoses, p. 145) estudia el caso de los héroes "nacidos por la oreja", como Gar-
gantúa y el Buda mongol. Un viejo himno a María la llama quam per aurem conceipisti.
36
Bachelard, La terre et les Reveries du Repos, pp. 194-197, 200, 208.
37 V éanse Bachelard, ibíd., p. 200, y R. Minder, Un poete romantique Allemand: Ludwig Tieck, p.
250.
38
Véase Bastide, Sociologie ... , p. 3 5.
39
S. Dalí, Ma Vie secrete, pp. 36-37.
250 EL DESCENSO Y LA COPA
40 Véanse P. Saintyves, Les saint successeurs des dieux. Essai de mythologie chrétienne, pp. 48, 52;
Bachelard, La terre et les reveries du Repos, p. 203; Jung, Métamorphoses, p. 366.
4 l Véase Jung, ibíd., p. 352.
42
Bachelard, La terre et les reveries du Repos, p. 205.
43
Para todo este pasaje remitimos a la muy importante fenomenología de las imágenes de la casa
contenida en G. Bachelard, La poétique de l'espace, pp. 23-51.
44 Citados por Bachelard, La terre et les reveries du Repos, pp. 99, 105, 161.
45
P. Masson-Oursel, La philosophie de l'Orient, p. 127; véase Eliade, Traité ... , p. 324.
46
Véase S. Freud, Introduction ala psychanalyse, pp. 169, 172.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 251
47
Véase H. Arthus, Le village. Test d' activité créatrice, también E Minkowska y Fusswerk, "Le test
de la maison", véase E Minkowska, De Van Gogh et Seurat aux dessins d'enfants, pp. 59, 78.
48
Véanse Freud, Introduction ... , pp. 169, 176; Bachelard, La terre et les reveries du Repos , pp. 95 y
ss.; M. Griaule, Dieud'eau . Entretiens avec Ogotommeli, p. 173. Véase M. Griaule, "Symbolisme d'un
temple totémique soudanais", pp. 33 y ss., donde el isomorfismo entre la casa redonda u oval de las
mujeres, la semilla, el cosmos y la sangre menstrual se encuentra particularmente afirmado. Véase
C. Baudouin, De l'instinct a l'esprit, p. 190.
49 Baudouin, ibíd., p. 191.
°5
Citado por Bachelard, La terre et les reveries du Repos, p. 97 .
51
Véase supra, p. 124.
252 EL DESCENSO Y LA COPA
Una vez más, aquí captamos el inconveniente que existe en clasificar los sím~
bolos alrededor de ·objetos-·elave más--que -alrededor de ·trayectos psicológicos, o
sea, esquemas y gestos. El mundo de la objetividad es polivalente para la proyec~
ció a ·imaginaria,· únicamente-el-trayecto psicológico es simplificador;--Baudouin
no llega a describir un claro simbolismo de la morada porque en dos páginas pasa
subrepticiamente de los arquetipos de la interioridad a los de "la ascensión mo~
ral" simbolizada por los pisos. Pero la ascensión en todas sus formas, escalas, esca~
leras, ascensores, campanarios o zigurats, pertenece, ya lo hemos visto, a una
constelación arquetípica muy diferente de la morada. El campanario siempre está
psicológicamente separado de la iglesia; ésta es imaginada como una nave. Las
escaleras de la casa siempre descienden, y subir a la buhardilla o a las habitaciones
del piso superior sigue siendo descender en el corazón del misterio; de un miste~
rio, evidentemente, de una calidad diferente del de la bodega, pero igualmente
teñido de aislamiento, de regresión, de intimidad: "Es en la buhardilla donde
tiene lugar el enfurruñamiento absoluto, el enfurruñamiento sin testigos". 58 La buhar~
dilla, pese a su altitud, es un museo de los antepasados y lugar de retorno tan
enigmático como la bodega. Por lo tanto, de la cave au grenier, *59 siempre son los
esquemas del descenso, la perforación, la involución y los arquetipos de la intimi~
dad los que dominan las imágenes de la casa. Para la ensoñación, ésta jamás es
muralla, fachada o pináculo, mucho menos building; es morada, y sólo por la esté~
tica arquitectónica se pervierte en alineación de muros y torre de Babel.
La importancia microcósmica concedida a la morada indica ya la primacía
que se otorga en la constelación de la intimidad a las imágenes del espacio bien~
aventurado, del centro paradisíaco. N o insistiremos en las famosas tesis rankianas
según las cuales el tema del espacio paradisíaco estaría preformado por el esque~
matismo del famiente intrauterino. Destaquemos que la historia de las religiones60
insiste en la suave coalescencia del hombre y de su entorno; más aun, la genitrix es
isomorfa del lugar santo: "Paisaje natural y estatuilla femenina son dos aspectos
equivalentes de la abundancia y la fecundidad". 61 Y por otra parte, el hábitat, la
morada se relacionan positivamente en una dialéctica sintética con el entorno
geográfico. El chalet evoca la montaña, y la terraza del bordj reclama el Sol tropi~
cal. La diosa exige un lugar sagrado. Y los muebles de este lugar santo primitivo,
además de una fuente o una extensión de agua, son el árbol sagrado, el poste o su
*De la cave au grenier es una locución que significa "por toda la casa". Literalmente: "del sótano
a la buhardilla" [N. del T.].
58 Bachelard, La terre et les réveries du Repos, p. 108.
59
Bachelard, La Poétique ... , pp. 23 y ss.
60 Véanse M. Leenhardt, Do Kamo, le mythe et la personne dans le monde mélanésien, pp. 65, 137-
139; L. Lévy-Bruhl, La mentalité primitive, pp. 232-236; G. Gusdorf, Mythe et métaphysique, pp. 51,
56; G. van der Leeuw, La religion dans son essence et ses manifestations, p. 384.
61 Przyluski, La Grande déesse, p. 61.
254 EL DESCENSO Y LA COPA
62
lbíd., p. 64; véase infra, p. 349; también O. Viennot, Le culte de l' arbre dans l'Inde Ancienne,
pp. 25 y SS., 41 y SS.
63
Sobre el templum latino y el témemos griego, véase Gusdorf, Mythe ... , p. 58.
64 Véanse Eliade, Traité ... , p. 324, y Le Mythe de l'étemel retour Archétypes et répétitions, p. 32.
También Jueces, IX, 3 7. Sobre la estructura "concéntrica" de ciertos pueblos indios e indonesios, véase
Lévi,Strauss, Anthropologie structurale, pp. 150 y ss. También G. Poulet, Les métamorphoses du cercle .
65 V éanse Bastide, Sociologie ... , p. 63. Bachelard, La Poétique ... , pp. 170,172. Sobre el bosque
66 Véanse Eliade, Traité ... , pp. 318-320; Le Yoga (Immortalité et liberté), pp. 223, 225. Sobre la
bibliografía del Mandala, véase Eliade, ibíd., p. 392. Sobre el parentesco del paisaje sagrado y el manda-
ra japonés, véase Y. Yashiro, Deux mille ans d' art japonais, pp. 146, 150, 151.
67 Véase ibíd., p. 227.
68
Véanse C. G. Jung, Psychologie und Alchimie, pp. 146 y ss.; J. Jacobi, Psychologie de C . G. ]ung,
p. 148.
69
Véase cita de Tieck, en Béguin, Le reve ... , n, p. 138.
70 Véase Jacobi, Psychologie ... , figs. de las pp. 17-19, 22, 25, 28, 31, 42, 44, 97, 130, 142, 143,
le prohibiera el uso de la palabra "profundo", que aparece por todas partes y que,
"después de todo, sólo corresponde a una pobre imagen". Y nosotros añadiremos
pobreimagen porque está dada inmediatamente por la intuición cenestésica más
primitiva: la "profundidad" de nuestro cuerpo, como la de nuéstro ·espíritu, nos
resulta inmediatamente íntima.
Algunos 73 afinaron sobre este simbolismo del centro, preguntándose qué dife,
rencia semántica existía entre las figuras cerradas circulares y las angulares.
Bachelard hace un matiz muy sutil entre el refugio cuadrado, que sería construí,
do, y el circular, que sería la imagen del refugio natural, el vientre femenino. Y
aunque con mucha frecuencia, como en el Mandala, el cuadrado esté inextrica,
blemente unido al círculo, sin embargo parece que el matiz observado por pensa,
dores tan diferentes como Guénon, Jung, Arthus o Bachelard debe ser tenido en
cuenta. 74 Las figuras cerradas cuadradas o rectangulares hacen recaer el acento
simbólico sobre los temas de la defensa de la integridad interior. El recinto cua,
drado es el de la ciudad, es la fortaleza, la ciudadela. El espacio circular es más
bien el del jardín, el fruto, el huevo o el vientre, y desplaza el acento simbólico
sobre las voluptuosidades secretas de la intimidad. Para la enseñación geométrica,
no hay casi otra cosa que presente un centro perfecto más que el círculo o la esfera.
Arthus 75 parece tener toda la razón al observar que "de cada punto de la circunfe,
rencia la mirada se vuelve para adentro. La ignorancia del mundo exterior permite
la despreocupación, el optimismo". Por consiguiente, el espacio curvo, cerrado y
regular sería por excelencia signo de "dulzura, paz, seguridad", y el psicólogo insiste
en ese carácter "en ovillo" del "pensamiento digestivo" del niño. 76 A no dudarlo,
hay que cuidarse mucho de confundir esta esfericidad con la perfección
parmenidiana. Aquí, la esfericidad es más bien la potencia emblemática de lo re,
dondo, el poder de centrar el objeto, de vivir "una redondez plena", 77 y precisamen,
te en ella se interesa la fenomenología de Bachelard a través de visiones tan diver,
sas como la de Jaspers, Van Gogh, Bousquet, La Fontaine, Michelet o Rilke.
Por último, una peculiaridad relaciona fuertemente el centro y su simbolismo
con la gran constelación del Régimen Nocturno: la repetición. El espacio sagrado
73
V éanse Arthus, Le Village ... , p. 268; R. Guénon, Le Regne de la quantité et le Signe des temps,
p. 136; Bachelard, La terre et les reveries du Repos, p. 148; Jung, Psychologie ... , p. 183.
74
No obstante, de la iconografía paleolítica surge que la femineidad está simbolizada indistinta,
mente por líneas cerradas rectangulares (signos llamados "escutiformes") u ovales, hasta triangula-
res. Pero incluso en los signos no completamente cerrados, la tendencia semiológica siempre consis-
te en encuadrar un elemento por otros dos o tres. Véase A. Leroi-Gourhan, "Répartition et groupement
des animaux dans l'art pariétal paléolithique", p. 520, fig. 2.
75
Arthus, Le village ... , p. 265; véase supra, p. 175.
76
lbíd., p. 266.
77
Véase Bachelard, La Poétique ... , pp. 208-218.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 257
*Arche, en la edición francesa, que significa tanto "arco" como "arca". [N. del E.].
82
Véase G . Bachelard, Veau et les reves, p. 102. Sobre las navegaciones psicopompas en el mun-
do celta, véase Bar, Les routes de l'autre monde, cap. X,§ 2, "Les navigations", p. 38.
83 Véase F Claudel, Connaissance de l'Est, p. 35.
84
Véase E. Harding, Les mysteres de lafemme, p. 115.
85
Véase Leroi-Gourhan, Évolution ... , pp. 310,313.
86
R. Barthes, Mythologies, p. 92.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 259
87
lbíd., p. 95.
88
Véase Bachelard, L:eau ... , p. 178.
89
Citado por Bachelard, ibíd., p. 178. Sobre la navecilla romántica en Stendhal, véase Durand,
Le Décor ... , 2ª parte, cap. 3.
90
M. Bonaparte, Mythes de guerre, pp. 43, 49, 52.'
91
Véase Giacometti, "La voiture démystifiél", en: Art, núm. 339: "El auto[ ... ] extraño objeto
con su propio organismo mecánico que funciona, con sus ojos, su boca, su corazón, sus intestinos,
que come y bebe[ ... ] extraña imitación transpuesta de los seres vivos".
260 EL DESCENSO Y LA COPA
93
lbíd., p. 214.
94 Sobre el simbolismo de la "Gran Rosa" en La Divina Comedia, véase Baudouin, Le Triomphe ... ,
98
Véase M. Eliade, Forgerons et alchinistes, pp. 124-126, 158; también S. Hutin, L:Alchimie, p. 83;
J. P. Bayard, Le Feu, pp. 135 y ss.
99
Sobre el huevo cósmico entre los letones, en África, la India, Australia, véase Eliade, Traité ... ,
p.353.
10
°
Citado por Hutin, L:alchimie, p. 84.
101
Véase en Grillot de Givry, Le Musée des sorciers ... , p. 306, figura extraída del Elementa Chymice
de Barkhausen.
12
0 C. G. Jung, Paracelsica, p. 168.
103 Eliade, Traité .. . , p. 354; véase M. Griaule y G. Dieterlen, "Un Systeme soudanais de Sirius",
pp. 286 y ss. Para los dogones, la minúscula semilla de Digitaria exilis es un huevo cósmico asimilado
a una estrella que dispersa en espiral a los seres del mundo: "digitaria es la más pequeña de todas las
cosas, es la cosa más pesada".
104
Obsérvese la sobredeterminación de la intimidad en el ritual osirio: Osiris e lsis se aparean
"en el vientre de Rea", y el cuerpo de Osiris muerto es encerrado en un cofre flotante; véase Jung,
Métamorphoses ... , p. 226.
105 Véase Eliade, Forgerons ... , p. 123 .
262 EL DESCENSO Y LA COPA
• En francés, vaisseau, que significa tanto "vaso" como "nave". [N. del T.]
106
Véase Vercoutre, Origine et genese de la légende du Saint~Graal, pp. 17, 23; véase G. Paris, "Le
Graal", también E. Huchier, Le Saint Graal, 3 vals.
107
Véase Vercoutre, Origine ... , pp. 4~5.
108
Véase Mac Calloch, The Religion of the Ancient Celts, p. 383 .
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 263
nal, hace del estómago el factor de toda digestión. 116 Se trata del continente
artificial gasteromorfo, que a nuestro juicio constituye el eslabón intermedio que
falta en la fenomenología de Bachelard, 117 que pasa directamente de las imágenes
fisiológicas del vientre y el seno al agua y el mercurio alquímico. La retorta
alquímica y el atanor son jalones indispensables para la ensoñación del vaso esto~
macal o uterino. El vaso se ubica a mitad de camino entre las imágenes del vi en~
tre digestivo o sexual y las del líquido nutricio, el elixir de vida y de juventud.
Poco importa que la nave tenga una cavidad profunda, caldero, estanque o escu~
dilla, o una débil, jofaina, cuenco, copa o cuchara. 118 Porque a través del juego
confusional de los sentidos pasivo y activo, el interés arquetípico se desliza poco
a poco del continente al contenido.
***
Por lo tanto, la noción del continente es solidaria de la del contenido. General~
mente éste es un fluido, lo que une los simbolismos acuáticos, los de la intimidad,
con el esquema del trayecto alimenticio, del engullimiento. A todo lo largo de
estos últimos capítulos pudimos comprobar que el gesto del descenso digestivo y
el esquema del engullimiento que desembocaba en las ensoñaciones de la profun~
didad y los arquetipos de la intimidad sustentaban todo el simbolismo nocturno.
Ocurre que el gesto alimenticio y el mito de la comunión alimenticia son los
prototipos naturales del proceso de doble negación que estudiamos a propósito
del engullimiento: la manducación es negación agresiva del alimento vegetal o
animal, con miras no a una destrucción sino a una transustanciación. 119 La alqui~
mia lo comprendió muy bien, y también las religiones que utilizan la comunión
alimenticia y sus símbolos. Toda alimentación es transustanciación. Precisamen~
te por este motivo Bachelard120 puede afirmar muy profundamente que "lo real es
desde el principio un alimento". Con esto entendemos que el acto alimenticio
confirma la realidad de las sustancias. Porque "la interiorización ayuda a postular
una interioridad". La afirmación de la sustancia, de su indestructible intimidad,
que subsiste más allá de los accidentes, sólo puede hacerse mediante esta toma de
conciencia de la asimilación digestiva. El "jugo" y ·la "sal" están en el trayecto
metafísico de la esencia, y los procesos de gulliverización no son sino representa~
dones imaginarias de lo íntimo, del principio activo que subsiste en la intimidad
de las cosas. El atomismo -esa gulliverización con pretensiones objetivas- tarde o
116
Véase Bachelard, La Formation ... , pp. 171-173.
117
Bachelard, L'eau ... , p. 146.
118
Véase Leroi-Gourhan, Évolution ... , p. 315.
119
Véase E. Lot-Falck, Les Rites de chasse chez les peuples sibériens, pp. 191 y ss . .
120
Véase Bachelard, La Formation ... , p. 169.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 265
128
M. A. Séchehaye, ]ournal d'une schizophrene, pp. 67, 84.
129
lbíd., pp. 67, 74.
130
San Francisco de Sales, Traité de 1' amour de Dieu. Oeuves completes, cap. l.
13 1
Santa Teresa de Ávila, Chemin de la perfection, p. 121.
132
Véase Przyluski, La Grande ... , pp. 48, 58.
133
Véase ibíd., p. 81; también Viennot, Le Culte ... , pp. 9-14, 22, 23,30-35,56, 75-78, 84, 91, 156.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 267
134
Sobre "el bife y las papas fritas como valores nacionales franceses", véase Barthes, Mythologies,
p. 87.
135
Dumézil, Tarpeia, p. 109.
136
Véase Cánticos, IV-11.
137 Véase Piganiol, Essai ... , p. 209; Przyluski, La Grande Déesee, p. 30.
138 Upanisad citado por Eliad e, Traité .. . , p. 246.
139 Véase Dumézil, Mythes .. . , p. 119; también Eliade, ibíd., p. 246.
140
Rig BrihadAranyaka Véda, citado por Eliade, ibíd., p. 245; véase Duchesne-Guillemin, Ormazd
et Ahriman, pp. 38 y ss. La bebida sagrada es asimilada o a la miel y al agua o a un jugo de planta y al
vino o incluso a la sangre y la esperma del toro sacrificado; véase O. Viennot, Le culte ... , pp. 61, 74,
80, 83, 134-136.
268 EL DESCENSO Y LA COPA
árbol lunar. Efectivamente, muchos brebajes más o menos rituales son extraídos
de una planta: el soma de los actuales hindúes, surgido del Sacostema viminale; el
occtli mexicano y peruano; el peyotl en América del Norte y, finalmente, el vino.
En esta simbiosis simbólica del brebaje, la copa y el árbol, poseemos un interesan~
te ejemplo de captación de una significación en provecho de un simbolismo dife~
rente: por intermedio del brebaje sagrado, el arquetipo de la copa llegará a las
mitologías arborícolas. El brebaje se íntegra así en la mitología dramática y cícli~
ca del vegetal. Bachelard -filósofo de la Champaña- señala ese papel microcósmíco
y zodiacal del vino, que "en lo más profundo de las bodegas vuelve a iniciar la
marcha del Sol en las casas del cielo". El simbolismo alimenticio está claramente
contaminado por las imágenes cósmicas y cíclicas de origen agrario; elvino "flo~
rece" al igual que la viña, es un ser vivo cuyo responsable y guardián es el viñatero.
No obstante, lo que aquí nos interesa, sobre todo, es que el brebaje sagrado es
secreto, está oculto, al mismo tiempo que es agua de juventud. Y el vino se víncu~
la a esa constelación en la tradición semítica de Gilgamesh o de Noé. La diosa
madre era apodada "la madre cepa de viña"; y la diosa Sidhurí, "la mujer del
vino", se identifica con ·Calipso de La Odisea, diosa que habita una isla en el
centro, en el ombligo del mar. 141 El vino es símbolo de la vida oculta, de la juven~
tud triunfante y secreta. Por eso, y por su color rojo, es una rehabilitación tecnoló~
gica de .la sangre. 142 La sangre recreada por el lagar es el signo de una inmensa
victoria sobre la fuga anémica del tiempo. El whiskey gaélico, el maie~i~shebah persa,
el ges~tin sumerío, todos esos símbolos son llamados "aguardiente", * "bebida de
juventud", "árbol de vida". 143 El arquetipo de la bebida sagrada y el vino, entrelos
místicos, alcanza el isomorfismo con valorizaciones sexuales y maternas de la leche.
Leche natural y vino artificial se confunden en el goce juvenil de los místicos. 144
De aquí proviene el papel sacramental del consumo de los "vinos", no sola~
mente entre los semitas, los cristianos y sobre todo los mandeos, sino también
entre los indios de América del Sur y los germanos. DuméziP 45 insistió en el
importante papel representado entre éstos por el banquete ritual, la libación y la
pp. 105~106.
144 Véase Cánticos, 1, 6~ 14, II, 4; también San Juan de la Cruz, 17ª estrofa; véase Ornar Khayam,
Les rubaiatas.
145 Dumézil, Mythes ... , p. 109.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 269
146
V éanse P. de Félice, Poisons sacrés et ivresse divine; M. Cahen, La Libation, Étude sur le vocabulaire
religieux du vieux scandinave.
147
Dumézil, Mythes ... , pp. 114, 120.
148
Ibíd., p. 117.
149
Véase Bachelard, Veau ... , pp. 325, 331.
15
°Citada por Bachelard, Formation ... , p. 174.
270 EL DESCENSO Y LA COPA
Como, por otro lado, la sal forma parte a la vez del campo culinario, alimenti,
cio y quírnko, puede sefconsidérada-efCufiá quíinicá de priifu:~ra instancia, junto
con el agua, el vino y la sangre, como la madre de los objetos sensibles. Por otra
parte, la sal---cómó eloro=157 esüialtérable y sirve para la htirnilde-corisérva culi,
naria. Por ende, siempre encontramos tras el simbolismo de la sal, y el de su noble
doblete el oro, el esquema de una digestión y el arquetipo del acurrucamiento
sustancialista. Y como el Régimen Nocturno de la imagen valoriza positivamente
la digestión en su comienzo, no hay ninguna razón para que el excremento final
de la digestión sea peyorativo. Bachelard, 158 al inclinarse sobre el "mito de la
digestión", observa, junto al psicoanálisis, la importancia concedida por el pensa,
miento precien tífico al excremento. Éste es universalmente considerado como
panacea medicamentosa. Bachelard cita una decena de ejemplos específicos en
los cuales el excremento representa un papel terapéutico o cosmético, denotando
una valorización profunda; mientras que Jung refiere el famoso ejemplo de la
veneración de las materias fecales del rey por los súbditos del Gran Mogol. 159 Por
último, en la epopeya de Gargantúa, el excremento es valorizado en cuanto hue,
lla del pasaje del dios gigante. Numerosos túmulos, colinas, bloques erráticos, así
como ríos, pantanos o estanques, son llamados "excrementos de Gargantúa" .160
En este ejemplo encontramos el isomorfismo del continente y el contenido, por,
que, a menudo, desde su cuévano el gigante hace caer peñascos, menhires y me,
teoros diversos, dejando así más de trescientas huellas toponímicas tanto en Francia
como en Suiza.
Por lo tanto, con mucha naturalidad, el oro, sustancia íntima resultante de la
digestión alquímica, será asimilado a la sustancia preciosa primordial, el excre,
mento. Y la sustancia, abstracción a partir del oro excremencial, heredará la ava,
ricia que, psicoanalíticamente, señalan el excremento y el oro. Todo pensamien,
to sustancialista es avaro o, incluso, como escribe Bachelard, 161 "todos los realis,
tas son avaros y todos los avaros, realistas"; y, con justa razón, las valorizaciones
positivas de la sustancia y del excremento pueden llamarse "complejo de Har,
pagón". Esta valorización avariciosa del tesoro excremencial se encuentra en ciertas
neurosis religiosas que Jung 162 relaciona con el tema, tan frecuente en la ensoña,
ción: infantil, del nacimiento anal. Para el niño, la defecación es el modelo mis,
mo de la producción, y el excremento es valorizado por ser el primer producto
creado por el hombre. Por otro lado, sabemos que para el niño la sexualidad no
157
Véase Bachelard, Repos., p. 49: "Podría decirse que es psíquicamente inalterable".
158
Bachelard, Formation ... , pp. 169 y ss., 178; véase Abraham, Capital et sexualité, p. 47.
159
Bachelard, Formation ... , p. 131; Jung, Metamorphoses ... , p. 179.
160
Véase Dontenville, La Mythologie ... , p. 48.
161
Bachelard, Formation ... , p. 131.
162
Jung, Métamorphoses .. . , p. 180.
272 EL DESCENSO Y LA COPA
está diferenciada y se ubica de una manera difusa en los órganos "posteriores" del
cuerpo, confundiéndose, con mucha frecuencia, con la escatología. De aquí pro,
viene el papel representado por el barro, el cieno, en muchos mitos de la crea,
ción. El nacimiento por detrás recuerda el motivo ·del chorro de piedras en la
leyenda de Deucalión, así como los dáctilos nacían del polvo que la ninfa Anchial
arrojaba tras ella. 163 En la ensoñación neurótica y en el sueño, Jung 164 destaca
también la utilización del excremento como "punto de referencia" de un tesoro.
Y en el libre desarrollo de nuestros cuentos, si todo contenido excremencial pare,
ce explícitamente desterrado, sin embargo puede verse todavía que las joyas, los
aderezos que adornan a las princesas encantadoras, son símbolos directos de la
sexualidad femenina. 165 Victor Hugo, 166 que valoriza negativamente el excremento,
sin embargo lo asocia al oro en Les misérables, al declarar: "Si nuestro oro es
estiércol, nuestro estiércol es oro". Pero tales asociaciones son muy fugitivas en el
poeta, y rápidamente fluyen hacia motivos sádicos que desvalorizan el tema del
oro. Ocurre que esta asociación del oro y el excremento es inadmisible para un
pensamiento diurno. Una vez más, tenemos aquí un bello ejemplo de inversión
de los valores. Ya que para el pensamiento diurno las defecaciones son el colmo de
lo peyorativo y de la abominación catamorfa, mientras que para el Régimen N oc,
turno, el excremento se confunde con el patrón metálico de los valores econó,
micos y también con ciertos valores celestiales aunque nocturnos, como en esas
curiosas expresiones germánicas e indias que ]ung señala acerca de las estrellas
fugaces. 167
Resulta significativo que Dumézil 168 estudie el simbolismo del oro entre los
germanos a propósito de los "mitos de la vitalidad" y los dioses de la fecundidad.
Él observa que el oro es una sustancia ambivalente, motivo de riquezas como
causa de desgracias. El tesoro es propiedad de los Vanes, está ligado a la oculta,
ción y el entierro, para asegurar confort y riquezas en el más allá. A menudo, este
oro oculto es encerrado en un cofre o un caldero, como el de la Saga del Scalde
Egill, 169 oculto en un pantano. Estos accesorios habituales del tesoro legendario
refuerzan la polarización del oro en el seno de los símbolos de la intimidad.
Dumézil, 170 por lo demás, señala el parentesco lingüístico entre Gull,veig, "la fuerza
del oro", y Kvasis, "bebida fermentada"; la raíz veig significa "vigordionisíaco". Y
sobre todo, el sociólogo de las civilizaciones indoeuropeas 171 muestra a las claras
la oposición radical queexisteentreelhéroeguerreroyelhombre rico, así como
la frecuente valorización negativa del census iners, del oro fatal al héroe como a la
purificación heroica; Así ocurre con-el'!oro del Rin''-o con el- collardeArmonía
de donde provienen las desdichas de Tebas. El propio César había observado
entre los guerreros germanos esa repulsión muy fuerte frente al oro. 172 Entre estos
últimos, la Edad del Oro es patrocinada por el dios Frodhi o Frotha, variante de
Freyr, la divinidad feminoide de la fecundidad, de la tierra. Por consiguiente,
habría ciclos míticos de civilización alternativamente polarizados por la conquis~
ta guerrera, la espada o, por el contrario, por la quietud y la riqueza.
Una parte esencial de las tesis de DuméziF 73 está consagrada al estudio de la
fusión armoniosa de esas aspiraciones psicosociales contradictorias. En Roma, esta
fusión es simbolizada por la asimilación histórica de los sabinos y los romanos. Lo
que opone a los protegidos de Júpiter y Marte con los sabinos es que carecen de
opes, de riquezas, mientras que los sabinos desprecian la inopia de los vagabundos
romanos. El jefe sabino Tito Tacio seduce y corrompe a la vestal Tarpeia precisa~
mente mediante el atractivo del oro. 174 Y Rómulo, señalando esa antinomia entre
la espada romana y la riqueza sabina, invoca a Júpiter Stator contra la corrupción
por el oro y las riquezas. Tras la reconciliación legendaria entre los dos pueblos
enemigos, los sabinos fundarán en Roma los cultos agrarios, y entre éstos, el culto a
Quirino, del cual se ocupó particularmente Dumézil. 175 Por lo tanto, los sabinos de
la leyenda aportan a la ciudad guerrera valores nuevos, en particular la revaloriza~
ción de la mujer y del oro. De esta fusión mítica resultará el equilibrio de esa famosa
civilización romana, guerrera y jurídica a la vez, pero también agrícola y doméstica.
Así, para el Occidente, Roma se convertirá en el arquetipo político por excelencia.
Al respecto, habría que emprender un estudio muy interesante sobre la tenacidad y
la persistencia de la iconografía simbólica romana. Espadas y cuernos de abundan~
cia se propagan hasta nuestros días en todas las monedas y medallas de los países de
Europa. Esta vitalidad de los emblemas de Marte y de Quirino debe hacemos en~
tender que la historia legendaria de la famosa ciudad, en el fondo, no es más que la
proyección mítica de las estructuras antropológicas. Este movimiento de primera
desconfianza de los guerreros para con los ricos sabinos repercute a través de toda
171
Ibíd., pp. 145 y SS.
172 Dumézil, Tarpeia ... , p. 69.
173
Véase ibíd., p. 128. Sobre la síntesis de las divinidades chichimecas y guerreras y las divinidades
sedentarias y agrarias, véase Soustelle, La pensée ... , pp. 33, 4 7, 50.
174 Véase Dumézil, Tarpeia ... , p. 131; también Soustelle, ibíd., p. 49: la gran pirámide de México
soportaba dos santuarios: el de Huitzilopochtli, la divinidad tribal de los aztecas, y el de Tláloc, el dios
plural de los agricultores preaztecas.
175
Véanse Dumézil, ]upiter, Mars, Quirinus, r y u, y Tarpeia ... , p. 226.
274 EL DESCENSO Y LA COPA
una tradición indoeuropea para la cual el mal es asimilado a "la mujer y el oro". 176
Es la oposición tradicional de las divinidades monoteístas y los valores exclusivos
con las divinidades y los valores "plurales". Lares y Penates siempre están en plural.
En la India, la tercera clase de dioses lleva el nombre de "Vasu", apelativo vecino a
un término que significa "riquezas". 177 La oposición entre los dos regímenes de la
imaginación se encuentra en la leyenda germánica del combate de los Ases contra
los Vanes. La leyenda de Tarpeia está muy cerca de la de Gullveig, la bruja maléfica
"embriaguez del oro". 178 Y toda sociedad equilibrada, aunque fuese originariamente
la de los guerreros, debe preservar en ella una parte nocturna. Así es como los
germanos rinden culto a Njordhr, asimilado a la madre tierra y a la diosa de la
paz. El día de su fiesta, los guerreros no tocan las armas, ni siquiera los objetos de
hierro. El día del dios Njordhr es día de la paz y del reposo, pax et quies. 179 De igual
modo en Roma, el culto que compitió con el fuego purificador es el de Fortuna, la
Gran Diosa ctónica de los sabinos, la cupra mater, con la cual Ceres, Heries, Flora,
Hera o Juno sólo difieren en su nombre. 180 Sería el corruptor de Tarpeia, el sabino
Tito Tacio, el que habría propagado el culto a la diosa de la abundancia.
Por lo tanto, lo mismo en Roma que entre los germanos, ambas mentalidades,
a pesar del enredo de las instituciones y los cultos, subsisten con una distinción
suficiente que prueba la solidez de los Regímenes Diurno y Nocturno en cuanto es~
tructuras de lo imaginario. Los estudios histórico~sociológicos a los que acabamos
de aludir, por ende, cubren por entero la antítesis psicológica ·que pusimos de
manifiesto en los capítulos anteriores, entre dos grandes regímenes simbólicos: el
primero gravita alrededor de los esquemas ascensionales y diairéticos y promueve
imágenes purificadoras y heroicas; el otro, por el contrario, se identifica con los
gestos del descenso y del acurrucamiento, concentrándose en las imágenes del mis~
terio y de la intimidad, en la búsqueda obstinada del tesoro, del reposo, de todos
los alimentos terrenales. Estos dos regímenes de la psiquis son absolutamente
antinómicos, y hasta en los complejos históricos e institucionales de las civiliza~
dones romana, germánica o hindú, ambas corrientes se distinguen perfectamen~
te y fuerzan a la leyenda a reconocer y oficializar dicha distinción.
***
176
Kamini-Kanchana es un leitmotiv de la enseñanza de un pensador hindú moderno como
Ramakrishna; véase L' enseignement de Ramakrishna, pp. 58 y ss.
177
. Véase Dumézil, Tarpeia ... , p. 213. Así como el dios mexicano Tláloc se diversifica en una
multitud de pequeños dioses enanos y contrahechos: los tlaloques; véase Soustelle, La pensée ... ,
pp. 48 y SS.
178
Dumézil, ibíd., p. 140; véanse pp. 40, 132.
179
lbíd., p. 135.
180
Véase Piganiol, Essai .. . , pp. 109-111.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD 275
181
Entre los antiguos mexicanos, los dos infiernos, el de las tinieblas del norte y el de la ilumina-
ción que reseca el sur, coexisten. La estadía infernal de Mictlantecuhtli está situada en el sur, en el
"país de las espinas", Huitzlampa; véase Soustelle, La pensée ... , pp. 64-66.
182
Este infierno parece haber sido bien visto por Dante, en la Ptolomea, "el infierno del hielo"
que Baudouin compara muy atinadamente con los "estados de vacío" puestos de manifiesto por
P. ,Janet, y también en los suplicios de los cismáticos que, a su vez, son divididos y hendidos de arriba
abajo; véase Infierno, XXVIII, v-24; también Baudouin, Triomphe ... , p. 99.
3. LAS ESTRUCTURAS MÍSTICAS DEL IMAGINARIO
Por afán de simetría con el título que dimos al capítulo consagrado a las estructu,
ras del Régimen Diurno, hubiéramos podido titular éste, que deslinda y resume las
estructuras nocturnas que hemos estudiado a través de los símbolos de la inver,
sión y la intimidad, "estructuras gliscromorfas" o, incluso, "ixomorfas" de la ima,
ginación. Sin duda, vamos a comprobar que a menudo las estructuras del Régimen
Nocturno confinan con los síntomas y los síndromes de los tipos caracteriales
ixótimos e ixoides e incluso con los síntomas epileptoides. 1 No obstante, quisi,
mos señalar desde ahora que las estructuras del imaginario no encubrían una
tipología, así fuera patológica. Por esta razón preferimos el término más vago y
menos científico de "místico" a aquéllos elaborados por la psicopatología. Dare,
mos al adjetivo "místico"2 su sentido más corriente, en el cual se conjugan una
voluntad de unión y cierto gusto por la secreta intimidad.
La primera estructura puesta de manifiesto por la imaginación de los símbolos
de la inversión y la intimidad es la que los psicólogos denominan redoblamiento y
perseveración. Vimos hasta qué punto el proceso de eufemización, al utilizar la
doble negación, era en su esencia un método de redoblamiento. En el fondo, la
intimidad no es más que un desenlace de las ensoñaciones de encastre del Jonás.
En la profundidad de la ensoñación nocturna hay una suerte de fidelidad funda,
mental, un rechazo a salir de las imágenes familiares y cómodas. Es esta estructura
la que Stromgren3 destacaba ya en el tipo caracterial ixótimo cuando veía en la
perseverancia un rasgo típico fundamental. Para Rorschach, la insistencia de las
partes aprehendidas en el test es un síntoma central de la ixotimia. Una parte de
la lámina del test es retomada tres o cuatro veces e interpretada a pesar del cam,
bio de posición ·de la lámina. Con frecuencia, el ixótimo es del tipo machacón.
"A menudo se observa, también, una relación característica entre la perseveración
de las partes aprehendidas y la simetría en estas palabras: y del mismo modo, por
1
Desde la primera edición de esta obra, la observación clínica nos convenció de la fragilidad de
la categoría gnosológica "epileptoide". Más valdría remplazar dicho término por la tradicional deno-
minación de "melancolía".
2
En este sentido lo utiliza Lévy-Bruhl, pero para repudiarlo, o incluso Przyluski, pero para subor,
dinarlo; véase Lévy-Bruhl, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, pp. 28-30, 100-112, 453;
Przyluski, La Participation , pp. I, 2, 30-34.
3
Véase E. Stromgren, Om dem ixothyme Psyke, pp. 637-648; citado por Bohm, Traité ... , II, 398.
277
278 EL DESCENSO Y LA COPA
8 Minkowska, De Van Gogh et Seurat aux dessins d' enfants, pp. 35 y ss. Hacemos aquí la misma
restricción que la sugerida en la nota 1 de la p. 2 77: con mucha seguridad, Van Gogh estuvo atacado
de trastornos epilépticos, pero dichos trastornos parecen secundarios respecto de la "melancolía"
que finalmente afectó la razón del pintor.
9
Podrían señalarse en la obra tanto literaria como pictórica del pintor de las Noches estrelladas
cuantiosas ilustraciones de esta estructura mística del Régimen Nocturno; véanse Cartas a Theo, 8 de
septiembre de 1888, y especialmente la del23 de enero de 1889: "tengo una tela de Canción de cuna
[... ]se me ocurrió pintar un cuadro semejante, que los marinos, niños y mártires a la vez, al verla en
la cabina de un barco de pescadores de Islandia, tendrían una sensación de acunamiento que les
recordaría su propio canto de nodriza".
10 "Ixotimia", "ixoidia", "gliscroidia".
11 Bohm, Traité ... , r, p. 284; véanse la "participación" estudiada por Przyluski, La participation,
Véase Przyluski, La participation, p. 5: "toda la vida mental de los primitivos está profundamen~
12
te socializada".
13
Jbíd., I, p. 286.
14 Van Gogh, Cartas a Theo, 10 de marzo de 1888.
15 Minkowski, Schizophrénie, p. 209.
16
Véase Minkowska, De Van Gogh ... , pp. 63, 99.
17
Minkowski (Schizophrénie, p. 208) cita la carta a Theo de marzo de 1889.
18
lbíd., p. 251.
19
lbíd., p. 219.
LAS ESTRUCTURAS MÍSTICAS DEL IMAGINARIO 281
de cordero ... es fuego, es el fuego que arde sobre una cabeza de cordero". Y como
infiere Minkowski, en- tales--respuestas-distinguim.es -'-'la-expresión de esa tendencia
a vincular abusivamente las partes de la lámina entre sí únicamente debido a que se
tocan, ·y ·unirlas-así en -un-coRjunto 1-en detrimento de la precisión--de-la forma de
esas partes que debería imponerse aisladamente a nosotros" .20 Ese rechazo a aislar, a
separar, ¿no se encuentra en el propio estilo de la pintura de Van Gogh? Con fre~
cuencia21 se tildó de "cósmica" la obra del pintor de los girasoles. Sin duda, lo que a
primera vista permite diferenciar la técnica analítica de un Seurat del torbellino
pictórico de Van Gogh es, ante todo, la relación de la materia pictórica: al parecer,
toda la tela es barrida por el mismo movimiento del pincel, es sumergida por una
onda continua de pintura furiosa y tierna. El mundo plástico y pictórico de Van
Gogh, si se lo opone a la concepción analítica de un esquizoide como Seurat, y con
mayor razón si se lo opone al mundo dislocado, preciso, formal y duro de la pintura
concreta del paranoico Dalí o de -las abstracciones geométricas de Mondrian, real~
mente aparece como el reino de lo viscoso. 22 Por lo demás, es sobre todo a partir de
Van Gogh y sus discípulos los fauvistas que la pintura al aceite será utilizada como
pasta viscosa y no ya como vehículo traslúcido. 23 Pero lo que debe recalcarse más
que nada es que esta estructura aglutinante es, ante todo, el estilo mismo del eufe~
mismo llevado al extremo de la antífrasis. En tanto que las estructuras esquizomorfas
se definían en principio como estructuras de la antítesis y hasta de la hipérbole
antitética, la vocación de unir, de atenuar las diferencias, de sutilizar lo negativo
por la misma negación es constitutiva de ese eufemismo llevado al extremo que se
llama antífrasis. En el lenguaje místico todo se eufemiza: la caída se convierte en
descenso; la manducación, en engullimiento; las tinieblas se suavizan en noche; la
materia, en madre, y las tumbas, en moradas bienaventuradas y cunas. Así es como
en los grandes místicos el lenguaje de la carne encubre la semántica de la salvación,
es el mismo verbo el que expresa el pecado y la redención.
A nuestro juicio, la tercera estructura mística reside en el realismo sensorial de
las representaciones o incluso en la vivacidad de las imágenes. Es ese carácter lo
que a menudo sumió a los caracterólogos y tipologistas en profundas dificultades.
En efecto, según la terminología jungiana, 24 todo lleva, en principio, a considerar
25
Véanse James, Le pragmatisme, pp. 27, 30; Worringer, Abstraktion und Einfüblung, p. 192.
26
Véase Jung, Types ... , pp. 294, 308, 317.
27 Véase Bohm, Traité ... , 11, p. 451.
28
lbíd., p. 400.
29
Minkowski, Schizophrénie, pp. 200-203.
30
lbíd., p. 204; Lévy-Bruhl (Fonctions mentales, p. 67) describe la percepción "mística" en las
sociedades primitivas.
31
Bohm, Traité ... , r, p. 260.
32
Minkowski, Schizophrénie, p. 204.
LAS ESTRUCTURAS MÍSTICAS DEL IMAGINARIO 283
33
Véanse Minkowski 1 ibíd. 1 p. 205; Minkowska 1 De Van Gogh ... 1 p. 25; Bohm 1 Traité ... 1 II 1 p. 449.
34
Minkowski 1 Schizophrénie, p. 205.
35 Van Gogh, Cartas a Theo, 15 de agosto de 1888: "La pintura, así como ahora es, promete
volverse más sutil, más música y menos escultura, en fin, promete el color"; véase la carta del 8 de
septiembre de 1888 sobre el simbolismo de los colores del Café de Noche.
36
Minkowski, Schizophrénie, p. 199.
37 Véanse Bohm, Traité ... , 1, p. 286; Stromgren, Om dem_, .. , pp. 640, 642.
284 EL DESCENSO Y LA COPA
38
Véase Bohm, Traité .. . , n, pp. 286,451.
39
lbíd., 1!, p. 400.
°
4 Citado por Bohm, ibíd., Il, p. 451. Véase Michel Le iris, "Note sur l'usage de chromolithographies
par les vodoui:sants a Ha'iti", p. 207, que hace una observación muy interesante sobre lo que él llama
los "retruécanos de cosas" en la interpretación vuduista de cromos católicos: la mayoría de las veces
es un detalle el que decide acerca de la confusión de tal santo católico con tal o cual "loa" vudú.
Véase ibíd., 11, p. 449.
41
Véase supra, p. 222.
42 Bohm (Traité ... , 11, p. 449) insiste en el F (+%)muy bajo en la epilepsia. De igual modo en
pintura, "fauvistas" e impresionistas, al minimizar el dibujo y la forma, son los antepasados de nues-
tros modernos "tachistas" y pintores "informales".
LAS ESTRUCTURAS MÍSTICAS DEL IMAGINARIO 285
43 "Van Gogh, tipo puro del inspirado[ ... ] deja a su obra el carácter como abandonado de un
fragmento[ ... ] mensaje precioso[ ... ] pero corto", escribe el pintor cubista A. Lothe en el Traité du
paysage, p. 62.
44 Véase Hillier, Les Maftres de l'estampejaponaise, p. 25.
45 Véase comentario de una pintura de Chang~ Fang~ Yeu por R. Grousset, Art de l' Extreme~Orient,
p. 10.
286 EL DESCENSO Y LA COPA
ciprés, un macizo del jardín de Daubigny, una carreta, un peñasco, algunos tron~
cos de árboles encintados de hiedra bastan a Van Gogh para suge:r:ir una cosmología,
como bastaban, al pintor zen, un bambú o un pino en el viento, algunas cañas
sobre una playa. La alusión aguda a un tema restringido y la incisiva lítote, tanto
en Van Gogh como en Sesshu, son el signo de una imaginación microcósmica.
Pero tal vez deba integrarse a esta estructura liliputiense todo el arte del paisa~
je. El chan~chuei 46 -aguas y montañas- taoísta o chán, en el fondo, no es más que
un Mandala figurativo, un microcosmos que concentra por la mediación la propia
sustancia del universo, de la solidez de la roca y la flexibilidad de la onda. Erí
Occidente mismo, el paisaje se emancipó poco a poco del ícono hagiográfico y
antropomorfo, pero conserva de aquél su sentido alusivo, su intención de con~
centrar una ensoñación o una potencia en un pequeño espacio fácilmente mane~
jable. Y un partidario del gran paisaje compuesto, como A. Lothe, está muy obli~
gado a reconocer esa voluntad de "reducción del cosmos en un pequeño espacio
de dos dimensiones". 47 Finalmente, la vocación de Ruisdael, de Corot, de Monet
o de Cézanne no está demasiado alejada de la del ikebana, que, en un ramo de
algunas flores o en un jardincito minúsculo, concentra y resume la totalidad del
universo. El paisaje pintado siempre es microcosmos: constitucionalmente no
puede aspirar a una similitud de dimensión ni, con mayor razón, a un agigan~
tamiento del modelo. Hasta podría decirse que las estructuras privilegiadas por
una cultura se reconocen en la materialidad de su iconografía: las culturas con
preponderancia "diurna" hacen prevalecer la figura humana y tienden a agigan~
tar los héroes y sus proezas, mientras que las culturas q~1e se constituyen alrededor
de un misticismo y del sentimiento del acuerdo cósmico tienden a privilegiar la
iconografía naturalista; al menos es lo que confirman tanto la poesía mística de
San Juan de la Cruz como la aguada del Extremo Oriente. El gusto por la minia~
tura es tan constitutivo de la oratoria como del kakemono. Más generalmente,
esto es lo que explica que el sentimiento de la naturaleza y su expresión pictórica,
musical o literaria siempre sean misticismo: la naturaleza "inmensa" sólo se capta
y se expresa gulliverizada, reducida -¡o deducida!- a un elemento alusivo que la
resume y, de ese modo, la concentra, la transforma en una sustancia íntima.
En resumen, podemos afirmar que cuatro estructuras místicas del imaginario
son fácilmente discernibles en el Régimen Nocturno: la primera es esa fidelidad a
la insistencia y la repetición ilustrada por los símbolos del encastre y su sintaxis de
redoblamiento y doble negación. La segunda es esa viscosidad eufemizante que, en
todo y por todas partes, se adhiere a las cosas y a su imagen reconociendo un
46
Véase Cohn, Peinture chinoise, p. 15; también P.C. Swann, La peinture chinoise, pp. 9, 49, 63.
47
A. Lothe, Traité du paysage ... , p. 10. Véase Lévi-Strauss, La Pensée sauvage, p. 34, "la inmensa
mayoría de las obras de arte son modelos reducidos".
LAS ESTRUCTURAS MÍSTICAS DEL IMAGINARIO 287
48 Véase Minkowska, De Van Gogh ... , p. 25. Véase Lévi-Strauss, La Pensée ... , p. 35, que ve
claramente que la reducción de escala es la inversa del procedimiento analítico "esquizomorfo",
porque "en el modelo reducido el conocimiento del todo precede al de las partes". Nosotros añadi-
remos que en el modelo reducido, siempre "facsímil", hay una homogeneidad repecto de la hetero-
geneidad funcional del modelo reaL
SEGUNDA PARTE
291
292 DEL DENARIO AL BASTO
árbol que brota, del árbol de Jesé, promesa dramática del cetro. Por un lado,
tendremos los arquetipos y símbolos del retomo, polarizados por el esquema rítmico
del ciclo; por el otro, ordenaremos los arquetipos y símbolos mesiánicos, los mitos
históricos donde estalla la confianza en el desenlace final de las peripecias dra,
máticas del tiempo, polarizados por el esquema progresista que, como veremos,
no es más que un ciclo truncado o, mejor aun, una fase cíclica última que encastra
el resto de los ciclos como "figuras" y bosquejos del último proceso. 1 Las dos cate,
gorías de estos símbolos que se anudan al tiempo para vencerlo van a tener la
característica común de ser más o menos "historias", "relatos" cuya principal rea,
lidad es subjetiva y que se acostumbra llamar "mitos". 2 Todos los símbolos de la
medida y el dominio .del tiempo van a tender a desarrollarse según el hilo dell
tiempo, a ser míticos, y estos mitos casi siempre serán mitos sintéticos que inten,
tan reconciliar la antinomia que implica el tiempo: el terror ante el tiempo que
fluye, la angustia ante la ausencia, y la esperanza en la conclusión del tiempo, la
confianza en una victoria sobre el tiempo. Por ende, estos mitos, con su fase
trágica y su fase triunfante, siempre serán dramáticos, es decir, pondrán en juego
alternativamente las valorizaciones negativas y las positivas de las imágenes. Los
esquemas cíclicos y progresistas, pues, implican casi siempre el contenido de un
mito dramático. 3
***
El redoblamiento simbólico y la perseverancia estructural implicaban ya una po,
sibilidad de reversibilidad. La doble negación es ya un bosquejo de reversibilidad.
Del redoblamiento espacial, los esquemas de la inversión y los símbolos encastrados
(por ejemplo, en el Mandala) a la repetición temporal no hay más que un paso.
Los cánones mitológicos de todas las civilizaciones descansan en la posibilidad de
repetir el tiempo. "Así lo han hecho los dioses, así lo hacen los hombres"; esta
máxima del Taittiriya Brahmana4 podría servir de epígrafe a toda intención ritual
o litúrgica de repetición: se pasa del redoblamiento de la acción pura donde las
voces activa y pasiva están confundidas a una repetición en el tiempo indicada
por el cambio gramatical del tiempo verbal. El presente repite el imperfecto así
como los hombres duplican a los dioses. Y mientras que la mística se inclinaba
por la antífrasis, la repetición cíclica inaugura la hipotiposis. Como lo escribe
1
Esta dualidad de las estructuras en la ontología temporal fue claramente expresada en la tesis de
J. Guitton: Le temps et l' éternité chez Plotin et saint Augustin.
2
Véanse supra, p. 65, e infra, pp. 364 y ss. También P. Ricreur, Finitude .. . , p. 153.
3
Véanse Van der Leeuw, Le Homme primitif et la religion, p. 124; Hubert y Mauss, Mélanges
d'Historie des religions, p. 192; Gusdorf, Mythe ... , p. 26.
4 Véase Eliade, Le Mythe de l'éternel retour, p. 45.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 293
Eliade en una importante obra consagrada al mito del eterno retorno: 5 "El hombre
no hace sino repetir elacto-de·hrcreadón;-sucalerrdarinreligiosoconmemora en
el espacio de un año todas las fases cosmogónicas que tuvieron lugar ab origine".
En un capítulo·titulado 11I::a-regeneración del ·riempoJ';6- elhtstotí.aaor de las reli,
giones se inclina sobre el problema de la repetición "anual" de los ritos y la insti,
tución, tan universal que es arquetípica, del año.
El año marca el punto preciso donde la imaginación domina la contingente
fluidez del tiempo a través de una figura espacial. La palabra annus es pariente
cercana de la palabra annulus; año mediante, el tiempo adopta una figura espacial
circular. Gusdorf extrae claramente las conclusiones ontológicas de este dominio
geométrico del tiempo. "El calendario tiene una estructura periódica, o sea, circu,
lar." Asimismo, insiste en la forma "circular'~ del ser que habría servido de arqueti,
po ontológico a la astrobiología: "El tiempo cíclico y cerrado afirma en lo múltiple
la cifra y la intención del uno". En su punto límite, ese tiempo cíclico parece repre,
sentar el papel de un "gigantesco principio de identidad aplicado a la reducción de
lo diverso de la existencia humana". 7 A partir de entonces ya no hay distinción
entre el tiempo y el espacio por la simple razón de que el tiempo está espacializado
por el ciclo, el annulus, 8 el cual representa un poco el papel que Bergson reprochaba
al reloj: una proyección espacial del tiempo, un dominio determinista y tranquiliza,
dor sobre las caprichosas fatalidades del devenir. Lo que resulta interesante para
nuestros propósitos, en ese ritual del calendario, no es su contenido -es decir, la
longitud más o menos grande de las horas, los meses, las semanas-, sino la facultad
de determinación y recomienzo de los períodos temporales. "Una regeneración
periódica del tiempo -escribe Eliade-9 presupone, bajo una forma más o menos
explícita, una creación nueva [... ] una repetición del acto cosmogónico", o sea, la
abolición del destino en cuanto ciega fatalidad. El nuevo año es un nuevo comien,
zo del tiempo, una creación repetida. Una de las pruebas de esta intención de nue,
vo comienzo se manifiesta en las ceremonias orgiásticas que simbolizan el caos
primitivo y que son universalmente respetadas por las culturas donde está en vigor
el calendario: entre los babilonios, los judíos, los romanos, los mexicanos, fiestas
licenciosas y carnavalescas señalan el día sin categorías ni nombres, donde se tole,
ran el caos, su desorden y sus excesos. Entre los babilonios, 10 el primer acto de la
Eliade, Le Mythe .. . , p. 110; sobre el Shalakó de los indios zuñis, véase J. Cazeneuve, Les dieux
11
16
Véanse Couderc, Le Calendrier; también supra, pp. 121~122; Berthelot, La pensée de l'Asie et
l' astrobiologie, pp. 58 y ss., 360.
17 Traité .. . , pp. 160 y ss.; también Upanisad Brihad~Aranyaka, 1, 5~14; UpanisadChandogya, VI, 7~
en numerosos calendarios -por ejemplo, el nuestro-, de dos días de año nuevo, dos
fiestas de la renovación, como la Navidad solar y la Pascua lunar.
Resulta notable que todos los mitólogos e historiadores de las religiones lle~
guen a consideraciones aritmológicas. Przyluski insiste en la importancia del nú,
mero tres y del veintisiete (tres veces tres veces tres) en el Mahabharata y en la
teoría de los makshatra, mientras que Boyancé hace recaer el acento en el valor
trinitario de las nueve Musas, y Dontenville propone una muy interesante ínter~
pretación de la confusión isomorfa del tres y el cuatro en el simbolismo del triskele
y la esvástica. 20 Indudablemente, Dontenville da a esta aritmología un sentido
solar, pero éste fácilmente puede reducirse a una intención simplemente tempo~
ral; el cuatro no sería nada más que la noche añadida a las tres horas de vigilia:
"Disipada la noche, reina las tres horas del día: aurora, mediodía, crepúsculo;
comienzo, medio y fin de todas las cosas, como lo.formulará Aristóteles. Las ho~
ras de Hesíodo y de Homero son tres". 21 N o importa qué ocurra con las relaciones
de la tríada y la tétrada, la noche y la Luna siempre representan un papel en su
formación, papel que consideramos capital. La Luna siempre sugiere un proceso
de repetición, y precisamente por ella y los cultos lunares, la aritmología ocupa
un lugar tan destacado en la historia de las religiones y los mitos. Podría decirse
que la Luna es la madre del plural. Encontramos aquí esa noción de divinidad
plural que habíamos señalado ya a propósito de los símbolos de la abundanciaY
En efecto, la última clase de dioses, los Vasu, según Dumézil, 23 es teológicamente
plura~ ya sea que se apele a los dos Ac;vins, o a Vi~ve Deváh, "todos los dioses".
Tal vez por isomorfismo del radical vi~ y de los vaíDa, la tercera casta de los
hombres, la de los productores. Sin duda, la explicación de este plural de abun~
dancia por referencia a la función de los "productores", más numerosos que los
guerreros o los sacerdotes, es muy lógica. No obstante, nos permitiremos hacer
notar que el plural comienza en dos. Pero todos los protagonistas y los símbolos
del drama agro lunar son varios: peripecias lunares y ritos agrícolas se multiplican.
Puede decirse que en el caso de esas divinidades plurales indoeuropeas hay una
sobredeterminación del plural por la función social, por el elemento natural que
es la Luna y por la tecnología agrícola. Una vez más, por una motivación lingüís~
tica, DuméziF4 explica el aspecto plural de Quirino vinculando ese vocablo con
20
V éanse Przyluski, La Grande Déesse, p. 199; Boyancé, Le Culte des muses chez les philosophes grecs,
p. 225; Dontenville, MythologiefraT!faise, p. 121; R. Girard,LePopol~Vuh, pp. 16, 25,297 y ss.; Baudouin,
Le Triomphe du héros, pp. 26 y ss., 36 y ss.
21
Dontenville, Mythologie ... , pp. 22.
22
Véase supra, p. 273. Sobre la relación de la Luna con los dioses plurales y la embriaguez, véase
Soustelle, La pensée ... , p. 2 7: Los dioses de la embriaguez -simbolizando ésta las fases lunares- son
considerados como innumerables: Centzon Totochtin, "los 400 conejos".
23
Dumézil, Mythe .. . , p. 215.
24
lbíd., p. 224.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 297
25
Véanse Dumézil, Tarpeia, p. 113; Przyluski, Grande Déesse, p. 173; Soustelle, La Pensée ... , p.
11. Ometecutli y Omecinatl, las "divinidades de la dualidad", alfa y omega del calendario mexicano
antiguo, uno asimilado al primer signo cipactli, el monstruo mítico que sostiene la tierra, el otro, al
último signo xóchitl, la flor; véase p. 13, dualidad de Quetzalcóad, a la vez anciano del oeste y
renacimiento del este.
26
Véanse Soustelle, La pensée ... , p. 27; Dumézil, Tarpeia, ob. cit., pp. 39, 45, 111.
27
Przyluski, La Grande Déesse, pp. 91 y ss. Sobre la relación entre "dualismo" y "triadismo", véase
Lévi~Strauss, Anthropologie structurale, ob. cit., pp. 166 y ss.
28 Véase Przyluski, La Grande ... , p. 95; también supra, p. 108.
29
Según Przyluski, el eje de simetría de los leones de piedra enfrentados es el símbolo vegetal de
la diosa; ibíd., p. 98; véase interpretación triádica de la cruz de Cristo y los ladrones por Jung,
Métamorphoses ... , p. 191.
298 DEL DENARIO AL BASTO
30
Véanse Przyluski, La Grande Déesse, p. 100; O. Viennot, Le culte ... , pp. 148, 152..-154, 198;
Zimmer, Mythes et symboles ... , pp. 62 y ss.
31 Véase Przyluski, La Grande .. . , pp. 101-102; tambiénjung, Métamorphose ... , pp. 191 , 203.
32
Salvo para Jung, que en el drama trinitario no quiere ver más que las "edades" del Sol; véase
ibíd.' p. 192.
33
V éanse Harding, Les mysteres .. . , p. 228, y Dontenville, Mithologie ... , p. 186.
34
Dontenville, ibíd., p. 123.
35
Véase ibíd., pp. 125 y ss.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 299
40Véanse ibíd., pp. 357-359; Przyluski, La Grande Déesse, p. 194; Zimmer, Mythe et symboles ... ,
pp. 201-202.
41 Esta ambivalencia está claramente marcada en el panteón del antiguo México: Huitzilopochtli,
el dios solar en el cenit, es a la vez el dios rojo, pero también el dios turquesa; véase Soustelle, La pensée ... ,
pp. 69-71.
42 Véase el texto siríaco citado por Harding, Les mysteres ... , p. 117. Soustelle puso claramente de
manifiesto la ambigüedad lunar del oeste, que, para los antiguos mexicanos, está ligado a la Luna. La
alternancia de las fases lunares corresponde al aspecto positivo (fertilidad, fecundidad) y al negativo
("lugar del ocaso", "lugar del terror", "lugar del cómo") de la representación del oeste. "Entre los
símbolos de la Luna figuran la caracola, matriz de la mujer, y el cráneo descamado que representa la
muerte", véase Soustelle, La Pensée ... , p. 64.
43 Véase Przyluski, La Grande Déesse, p. 189. También H. de Lubac, Amida, pp. 118-121.
44 La iconografía mitriática a menudo es triádica, como en el bajo relieve del altar de Mitra en San
Clemente de Roma; véase Przyluski, La Grande ... , pp. 191-194. También Duchesne-Guillemin, pp. 15 y ss.
45 Przyluski, La Grande ... , p. 176.
46 Véase Bachelard, La Poétique ... , p. 200: "Realmente hay dos seres en la puerta".
47 Eliade, Traité ... , p. 359; véanse Guénon, Symbolisme de la Croix, p. 55; Griaule, "Nouvelles
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 301
cosa que una fórmula arcaica de la biunidad divina"; mientras que Przyluski48 pre~
tende ver, en esa combinación-de-los dossexos-en·una sola persona, la última evo~
lución de las díadas bisexuadas anteriores a los cultos supremos del dios masculino.
Dentro de algunaspáginas-veremos·que·esta epifanía masculina no es, como lo cree
el historiador evolucionista, la del Padre trascendente, sino la del Hijo feminoide.
La mayoría de las divinidades de la Luna o de la vegetación poseen una doble
sexualidad. Artemisa, Atis, Adonis, Dionisos, divinidades indias tanto como aus~
tralianas, escandinavas o chinas, 49 tienen una sexualidad muy variable. De donde
provienen esas curiosas diosas barbudas como la Cibeles frigia, la Didón~ Astarté
cartaginesa, la Fortuna y la Venus barbata romanas. Y también, recíprocamente, la
feminización insólita de héroes o divinidades primitivamente viriles: Hércules y sus
dobletes semíticos Gilgamesh y Sansón. 5° Sin, el dios lunar babilónico, es invocado
a la vez como matriz maternal y Padre misericordioso. 51 Entre los bambaras, es el
genio Faro el que, en su androgeneidad, es principio de acuerdo y de unión armo~
niosa, el que garantiza la reconciliación de los sexos, de Pemba fálico y de Mousso~
Koroni vaginal. Pese a la anterioridad teológica del papel de Pemba, se dice que
Faro es ontológicamente más importante, que es el alma. En esas perspectivas noc~
turnas, lo primordial es el androginado. El Adán rabínico es andrógino; Eva no es
más que una parte, una "mitad", una fase. 52
Muchos rituales reflejan ese androginado teológico. A estas prácticas se opone
la intención de los ritos de circuncisión y extirpación: porque éstos, por el contra~
rio, permiten distinguir claramente los sexos y, separándolas, afirmar las sexualida~
des varoniles y femeninas. 53 Muy opuesto es el ritual iniciático de los sacerdotes de
la divinidad lunar Atargatis, Astarté, Diana o Cibeles, y que consiste en una castra~
ción integral y una feminización profunda, en la vestimenta y el comportamiento,
del sacerdote~eunuco. La leyenda pretende que el propio Atis se habría castrado
ante la GranDiosa, y el epíteto de eunuco se aplica o a la Gran Diosa misma o a un
recherches sur la notion de personne chez les Dogons", pp. 126 y ss. Parece realmente que la gemelidad
sería un término medio entre la biunidad divina y el androginado propiamente dicho. Entre los
dogones, como entre los bambaras, la gemeliparidad es primordial, y el alma humana está compuesta
de dos partes, a imagen de los dos gemelos primordiales. Véase Griaule, "Une Mythologie soudanaise",
pp. 94 y ss.; véase también Don Talayesva, Soleil Hopi, pp. 1 y ss.; cap. I, "Jumeaux fondus en un".
48 Przyluskí, La Grande Déesse, p. 176.
49 Véase Eliade, Traité ... , p. 360; también Soustelle, p. 26.
50
VéasePrzyluski,LaGrande ... , pp.l60, 174,185,187.
51 Véase Harding, Les mysteres ... , p. 1Ol. Sobre el Cristo andrógino de la Iglesia de los francisca-
dios o un héroe emparentado con la epopeya de Gilgamesh. 54 Tal vez deba verse en
tales prácticas el origen mítico de las amazonas; la ablación de un seno correspon~
dería a la emasculación rituaL La iconografía hindú sugiere una mutilación seme~
jante. En las estatuas de lndra o de Siva ardhanari -semimujer-, el cuerpo del dios es
asimetrizado por la sexualidad, ya que el busto sólo posee un seno prominente. 55
Esta fantasía del androginado es retomada explícitamente por la tradición alquímica
tanto del Occidente como del Extremo Oriente. 56 La iconografía alquímica parece
extraer la lección filosófica de la figura bisexuada: los elementos contrarios por el
color o por el sexo están "encadenados", "ligados por una cadena", uno a otro, o,
incluso, cada faz sexuada del hermafrodita está ligada por una cadena a su "princi~
pio astral": Sol para el varón, Luna para la mujer. Ocurre que el andrógino,
microcosmos de un ciclo donde las fases se equilibran sin que una esté devaluada
respecto de la otra, en el fondo no es más que un "símbolo de unión". 57 Es la díada
por excelencia, que acentúa de la misma manera las dos fases, los dos tiempos del
ciclo. Es la razón profunda que vincula todos esos dioses plurales, esas tétradas,
tríadas o díadas divinas con el astro que, ostensiblemente, marca para los hombres
la unidad en el tiempo, la división igual en trimestres o en semanas, pero también la
esperanza de cierta perpetuidad a través de los episodios dramáticos del brillo casi
solar y las tinieblas de la muerte.
Ese esfuerzo sincrético para reintegrar al bien el mal y las tinieblas bajo la
forma mítica de Satán, el ángel rebelde, es más palpable y fácilmente accesible
para nosotros en el romanticismo literario. El romanticismo hereda toda la dra~
matización de la literatura bíblica, la iconografía medieval y El Paraíso perdido de
Mil ton. 58 Satán hace su entrada triunfal con el Mefistófeles de Grethe y el prin~
cipal héroe byroniano del Misterio de Caín. 59 No porque generalmente se exalte la
rebelión, pero el romanticismo emprende un vasto proceso de rehabilitación.
Tanto el portentoso Ciudad de las expiaciones de Ballanche como el "Ahasverus"
-el judío errante- o "Prometeo el maldito", "Merlín el hechicero", el hijo de
Satán en la obra de Quinet, o incluso "Idameael", el anticristo en Soumet, "Psi~
quis" -ese "judío errante hembra", como la llama Cellier-60 en Laprade, todas
esas obras y esos héroes tenebrosos constituyen la epopeya romántica de la sínte~
sis y la rehabilitación mítica del maL Pero a todas luces es Hugo el que, en Le fin
54
Véase Przyluski, La Grande Déesse, p. 186.
55
Véanse ibíd., p. 188, y Zimmer, Mythes ... , p. 193, láminaxxxu.
56 Véase Eliade, Forgerons ... , p. 142, y numerosas reproducciones de figuras hermafroditas
alquímicas, en Grillot de Givry, Musée des Sorciers ... , pp. 393,397, 399, 403, 404, 417.
57 Véase Jung, Métamorphose .. . , pp. 192, 202, 203 .
58 Véase Baudouin, Triomphe du héros, pp. 143 y ss.
59 Véase L. Cellier, I!Epopée romantique, p. 57. También Baudouin, Triomphe du Héros ... , pp. 165
yss., 174yss.
6
°Cellier, L'Epopée ... , p. 202.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 303
61
Véase ibíd., pp. 233, 245. Con mucha profundidad, Cellier vio que Les misérables era la conti-
nuación natural del Le fin deSatan.
62
lbíd.' p. 58.
63 lbíd., p. 58. Ésta era también la inclinación del mazdeísmo; véase Duchesnes-Guillemin,
de la voluptuosidad las "alas de oro" del progreso; véase Cellier, L' Epopée ... , pp. 206-207.
304 DEL DENARIO AL BASTO
***
Sin duda, la intuición del ritmo cíclico tiene un soporte simbólico diferente del
soporte astronómico lunar: es el ciclo natural de la fructificación y de la vegeta~
ción estacionales. Claro que dicho ciclo, a nuestro juicio, está regulado por el año
solar, pero esa solarización sólo existe por una reflexión que racionalizó suficien~
temente la astronomía. En una representación ingenuamente imaginativa, el ci~
clo de las estaciones y la rítmica agrícola están primero relacionados con la Luna.
Únicamente el ritmo lunar tiene la lentitud "tranquilizadora" 72 propicia para la
instauración de una filosofía agrícola. Por otra parte, en las regiones tropicales y
ecuatoriales, el Sol es más bien nefasto tanto para la germinación como para la
vegetación. No obstante, pese a ese imperativo climático, la creencia en el poder
fertilizante de la Luna no se limita solamente a los países cálidos, 73 lo que implica
que el acento del isomorfismo recae más sobre el esquema rítmico que en el utili~
tarismo agrícola. En efecto, el ciclo vegetal, que va de la semilla a la semilla o de
la flor a la flor, puede ser, así como el lunar, recortado en rigurosas fases tempora~
70
Eliade, Traité ... , p. 142.
71 Véanse Eliade, Mythe ... , p. 148, y Harding, Les mysteres ... , p. 170.
72 Bachelard, VAir .. . , p. 254.
73
Véase Harding, Les mysteres ... , p. 32.
306 DEL DENARIO AL BASTO
74 Bachelard, La terre et les reveries du repos, p. 3 25; véase Soustelle, La pensée .. . , p. 27.
75
Véase Bachelard, Forrnation ... , pp. 153, 155, 160.
76
Véase Eliade, Traité ... , p. 309.
77 Taxler, citado por Béguin, La reve ... , l, p. 169.
78
Véanse Piganiol, Essai .. . , p. 103; Eliade, Traité ... , p. 148.
79
Ehrenreich, Allgemeine Mythologie, pp. 40-41. Véase Soustelle, La pensée ... , pp. 26-27 .
80
Véanse Krappe, La genese ... , p. 100; Trilles, Les Pygmées de la foret équatoriale, p. 112.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 307
81
Eliade, Traité ... , p. 225.
82
Harding, Les mysteres .. . , pp. 33, 35.
83 Véanse A. M. Schmidt, La Mandragore,pp. 27 y ss., y Eliade, "La Mandragore et les mythes de
90
R. Berthelot, La Pensée de l'Asie et l'astrobiologie.
Véase Berthelot, ibíd., pp. 236 y ss., 297 y ss. Sobre astrobiología y cultura china, véase, pp. 77
91
95
Véase supra, pp. 298 y ss.
96
Véase Harding, Les mysteres ... , p. 116. Véase el tema de la desolación de la diosa, idéntico en
la mitología mexicana, en Soustelle, La Pensée .. . , p. 40, Himno a Xochiquetzal, la Proserpina azte,
ca, diosa de la vegetación floral, del amor y el tejido.
97
Véase Przyluski, La Grande Déesse, p. 28. Sobre el lazo del Hijo y la vegetación, véase A. M.
Schmidt, La mandragore, p. 48.
98
Véanse Harding, Les mysteres ... , p. 103; Soustelle, La Pensée ... , p. 26.
99
Véase Béguin, La reve ... ' I, pp. 136, 159.
roo Véase Piganiol, Essai ... , pp. 119 y ss.
310 DEL DENARIO AL BASTO
101
Véanse Piganiol, ibíd., p. 120; Grimal, Dictionnaire, artículos Héracles, Hercule.
102
Ibíd., p. 123.
103
Przyluski, La Grande Déesse, p. 83; véanse Fabre d'Olivet, Vers dorés de Pythagore, p. 56; F. Bar,
Les routes de l'autre monde, cap. IV, La captivité d'Ishtar, pp. 24 y ss.
104
Véase Przyluski, La Grande Déesse, p. 83. Esta ceremonia agrícola a menudo era duplicada por el
entierro del cuerpo de un hombre, ya que el esquema agrícola servía de garante para su resurrección.
105
Lévi-Strauss, "La Structure des mythes", en: Anthropologie Structurale, pp. 248 y ss.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 311
de una reflexión sobre la insólita frecuencia del papel de trickster que en el folclo~
re americano ·le cabe al coyote-o ·al·euervo1- el-an-tropólogo se percata de que esos
dos animales son valorizados por pertenecer a la clase de los carroñeros, interme~
diaria entre los -herhívoros;-·sírnbolos de la agricultura, y ·los predadores;· símbolos
de la rapiña guerrera. Luego comprueba que la raíz pose, en la lengua de Tewa,
significa a la vez "coyote", "niebla", scalp, etcétera, o sea, elementos intermedia~
ríos, mediadores: "El coyote [... ] es intermediario entre herbívoros y carnívoros
como la niebla entre cielo y tierra; como el scalp entre guerra y agricultura (el scalp
es una 'cosecha' guerrera); como la neguilla entre plantas salvajes y cultivadas (se
desarrolla sobre las últimas a la manera de las primeras); como la vestimenta entre
'naturaleza y cultura"' .106 Más tarde, tras haber comparado con el trickster el per~
sonaje indoeuropeo de Cenicienta y el Ash~boy estadounidense en cuanto "me~
diador", Lévi~Strauss llega a extraer de un mito zuñi una serie ordenable de fun~
dones mediadoras. 107 Mesías, dioscuros, trickster, andrógino, hermanos carnales,
pareja casada, abuela y nieto, tétrada y tríada, todos aseguran la mediación entre
el cielo y la tierra, entre el invierno y el verano, entre la muerte y el nacimiento,
y constituyen una notable constelación isomorfa. El mismo isomorfismo puede
descubrirse en el mito zuñF 08 de emergencia: son los hijos del Sol, los gemelos
divinos Kowituma y Watusi, los que tienen la misión de ir a buscar a los hombres
encerrados en la cuarta matriz. Los gemelos utilizan muchos modos de media~
ción, entre ellos, el árbol~escala mágica; enseñan a los zuñis el arte de hacer fuego
con el encendedor rotativo y el arte de cocer los alimentos, y finalmente los
conducen al Centro del Mundo, suerte de tierra prometida de los indios zuñis. El
sincronismo de las diferentes versiones del mito zuñi muestra que, indirectamen~
te, el papel soteriológico de los gemelos hijos del Sol puede ser ocupado por el
dios de la guerra Ahayuta, repetido en Uyuyewi y Masailema, o, incluso, por
Kokokshi, el andrógino hijo de la pareja incestuosa. 109
A la pasión y la resurrección del Hijo se vincula el drama alquímico con la
figura central de Hermes Trismegisto. Según la historia de las religiones, Hermes
sería el dios de los pelasgos, sustituto de una Gran Diosa de la generación y la
fecundidad, y encabezaría la tríada de los Cabires. 110 Por lo tanto, la tétrada
cabírico~hermética parece formada por la antigua tríada a la que se añade la Dio~
sa Madre en la forma de su sustituto masculino: el Hijo. Sobre cuantiosos espejos
106
lbíd., p. 249.
107 lbíd., p. 251.
108
Véase Cazeneuve, Les Dieux dansent aCibola, pp. 70 y SS.
109
Cazeneuve, Les dieux ... , pp. 72, 74, 76.
110 V éanse Przyluski, La Grande Déesse, p. 117, y Eliade,"Cabires et Forgerons", en: Forgerons ... ,
p. 107; Grimal, Dictionnaire ... , artículo Cabires: "En la época romana, los Cabires son considerados en
general como una tríada, que encubre a las tres divinidades rofJlanas: Júpiter, Minerva y Mercurio".
312 DEL DENARIO AL BASTO
111
Przyluski, La Grande ... , p. 178.
112
Ibíd., p. 179. Sobre Mitra "mediador", véase Duchesne-Guillemin, Ormadz et Ahriman, p.
129, nota 1, p. 132.
113
Véanse Jung, Paracelsica, p. 63; A. J. Festugiere, La Révélation d'Hermes Trismégiste, tomo r,
pp. 47-53, 146 y SS.
11
4 Jung, Psychologie und Alchemie, p. 229.
115
Max Muller (Nouvelles lq;:ons sur laScience du langage, p. 66) compara legein y logos en Homero
con esta etimología.
116
Véase Senart, Le Zodiaque, p. 458.
117
Véase Jung, Psychologie ... , p. 103, grabado del Mutus liber de Ripellae. L. Figuier, I.;Alchimie et
les alchimistes, pp. 62, 379-380.
118
Citado por J. V. Andréae, Les Noces chymiques de C. Rosenkreuz, p. 125.
119
Véanse Jung, Paracelsica, pp. 125 y ss. Eliade, Forgerons, p. 51.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 313
120
Véase Bumouf, LeVase sacré, pp. 105-106.
121
Véase infra, p. 339.
122
Véase Vercoutre, Origine ... , pp. 3, 5.
123
lbíd., p. 24.
124
Un fenómeno semejante de dicotomía y sincretismo es localizado en la efigie de la Tarasca;
véase L. Dumont, La tarasque ... , pp. 224 y ss.
125
Véase Jung, Paracelsica, p. 68.
126
Véase Eliade, Forgerons ... , p. 46.
127
lbíd., p. 53.
128
Ibíd., p. 118.
129
lbíd., p. 55.
314 DEL DENARIO AL BASTO
maduración del fin de los tiempos. 129 Volveremos a encontrar esta importante
consideración a propósito del simbolismo del árbol; pero desde ahora obser~
vemos el carácter mesiánico que se vincula casi siempre con el mito del Hijo tal
y como aparece en el misterio alquímico, y subrayemos de paso cuánto deben la
Weltanschauung tecnicista y las civilizaciones técnicas al mito cíclico y al viejo
fondo astrobiológico. 130
En la imagen del Hijo, esas intenciones de vencer la temporalidad están
sobredeterminadas por los deseos parentales de perpetuación del linaje. En una
perspectiva progresista, todo elemento secundario es hijo del precedente. Mucho
más que simple redoblamiento estático, el Hijo es repetición de los padres en el
tiempo. Indudablemente, como lo mostró Rank, 131 realmente existe en las
mitologías un redoblamiento parental, el del padre real por el padre mítico: uno,
de origen humilde, el otro, divino y noble; uno, padre "falso", únicamente nutrí~
cio, el otro, padre verdadero. Pero como lo observa Baudouin, 132 este episodio de
redoblamiento es una "novela de familia" integrada en un relato de episodios. De
manera diferente de lo que supone el psicoanálisis, 133 que convierte bastante con~
tradictoriamente este tema o en un "signo de retorno al seno materno" o, por el
contrario, en un "deslinde de la fijación materna", a nuestro juicio, este "naci~
miento reforzado" inicia un proceso de resurrección; la repetición del nacimien~
to por la doble paternidad o la exposición, como la de Moisés, Rómulo o Cristo,
inicia una vocación resurreccional: el hijo "dos veces" nacido realmente renace~
rá de la muerte. Este tema del redoblamiento y la repetición se encuentra en la
literatura: el tema del "reconocimiento" del héroe, suerte de renacimiento fami~
liar del hijo pródigo o el hijo perdido, es uno de los resortes de la comedia clásica
o de la novela. En Hernani y en L'homme qui rit, la repetición que encarna el hijo
con frecuencia es acompañada del redoblamiento materno, y Faulkner, con un
tacto indudable, tiene el cuidado de reiterar los nombres de los personajes afilia~
dos, de manera de crear esa atmósfera de agobiante destino tan particular en sus
novelas. 134
Por último, ese esquema de la filiación dramática y ese arquetipo del Hijo son
tan dinámicos que se los encuentra constantemente en el romanticismo, en esa
propensión épica y microcósmica, tan característica de Ballanche como de Lamartine
130
El "crecimiento" de los metales no es diferente para el alquimista del crecimiento de las
plantas o la gestación del feto. Paradójicamente, el metal es un vegetal. V éanse Figuier, I! Alchimie ... ,
pp. 379 y ss.; A. M. Schmidt, La mandragore, pp. 54 y ss.; Eliade, Fogerons ... , pp. 45-55.
131
Véase Rank, Traumatisme de la naissance, cap. vr.
132
Baudouin, Psychanalyse de V. Hugo, p. 167.
133
Véase Jung, Métamorphose ... , p. 306.
134
V éanse Baudouin, Psychanalyse del' art; W. Faulkner, Baudouin, Triomphe du héros, pp. 17, 26,
72 y ss.; G. Durand, Le Décor mythique de la Chartreuse de Parme, I, cap. l.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 315
135
Cellier, I:Epopée ... , p. 146; véase p. 138.
136
Ibíd., pp. 152-157.
137
Piganiol, Essai ... , p. 194; véase P. Verger, Notes sur le culte des Orisa et Vodun, p. 71; la inicia-
ción es definida no como una revelación sino como la adquisición, por condicionamiento, de una
segunda personalidad. Sobre ese "cambio" radical procurado por la iniciación, véase A. Métraux, Le
Voudou haiúen, pp. 172, 177.
138
Véase supra, pp. 178 y ss.
139 Véase Harding, Les mysteres ... , p. 188.
316 DEL DENARIO AL BASTO
luego, fase capital, el aspirante era disfrazado con la piel de un animal sacrificado,
emblema de Osiris, de donde finalmente surgía, por la magia de Isis, resucitado e
inmortal, encaramado a un pedestal, coronado de flores, llevando una antorcha
encendida y "saludado como a un dios". 140 Es imposible no sentirse impactado por
el isomorfismo entre esta ceremonia y el destino divino de Os iris, de Sin o del Men
frigio: cuando aparece la creciente lunar, el dios inaugura su carrera, lucha contra el
demonio de las tinieblas que devoró a la vieja Luna, su padre reina con grandeza
durante la Luna llena, es devorado y vencido por el animal demoníaco, desciende
tres días a los infiernos y finalmente resucita, triunfante. 141
Las crueldades que padece el iniciado a menudo son mutilaciones sexuales
-castración total o parcial-, uno de cuyos sustitutos, según Eliade, 142 sería la cir,
cuncisión. Estas prácticas derivarían de un rito que conmemora el androginado
primitivo y que aún subsistiría en el cambio de ropa del iniciado, al permutar la
vestimenta habitual por un vestido. Otras veces, la mutilación, simbólica o real,
es mucho más completa: en algunas ceremonias chamánicas, el impetrante es
destrozado; entre los indios pomos, el que desgarra al iniciado es el oso grizzli. 143
El homicidio ritual del rey,sacerdote, cuyo prototipo para la cuenca mediterrá,
nea es Rómulo, pertenecería a la misma constelación. 144 En estos rituales y ley en,
das iniciáticos hay una intención marcada de ·subrayar una victoria.momentánea
de los demonios, el mal y la muerte. Muchas tradiciones reflejan esa imagen de la
muerte iniciática por desgarramiento: Osiris desgarrado por Set en catorce frag,
mentqs que corresponderían a los catorce días de la Luna menguante, 145 con va,
lorización "agraria" .del fragmento fálico perdido. Baco, Orfeo, ·Rómulo, Mani,
Cristo, los dos ladrones con los miembros quebrados, Marsias, Atis o Jesús ben
Pendira, todos héroes mutilados en el curso de una pasión. 146 Puede decirse que
hay un verdadero complejo agro lunar de la mutilación: los seres míticos lunares a
menudo no tienen más que un solo pie o una sola mano, y aún en nuestros días
nuestros campesinos talan los árboles en Luna menguante. Debe recalcarse ade,
más la estrecha conexión de estos rituales mutilantes con los rituales del fuego.
En efecto, más adelante veremos que el fuego también es isomorfo del ritmo. En
muchas leyendas y argumentos relativos a los "señores del fuego", los personajes
140
Véase ibíd., p. 192.
141
Véase ibíd., pp. 94-98.
142
Eliade, Traité ... , p. 158; nosotros no compartimos este punto de vista, véase supra, p. 176.
13
4 Véase Eliade, Traité ... , p. 159.
144
Véase Piganiol, Essai ... , pp. 255-260; Métraux ("Histoire du monde et de l'Homme", p. 513)
nos refiere el bello isomorfismo del mito mataco, en el cual la Luna, transformada en pez, es compar-
tida y luego comida; véase Soustelle, La pensée ... , pp. 21 y ss.
145
Véase Harding, Les mysteres ... , p. 187.
146
Véanse Jung, Métamorphose ... , p. 367; Eliade, Traité ... , p. 143.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 317
son inválidos, poseen una sola pierna, son tuertos, y "probablemente e~ocan
mutilaciones iniciáticas'!,!1l..proez:as de -heFreros-hrujos.--Gomo el señor del fuego
era a la vez sujeto de pasión y acción contrarias, a menudo está dotado del poder
de·curar;·cieatrizar1-reeonst-ituir-por-el-fuegoy el horno.· Muchas leyendas cristia,
nas conservaron ese doble aspecto del símbolo de la mutilación, como las de San
Nicolás, San Eloy y San Pedro. 148 También puede relacionarse con estas leyendas
y rituales de la mutilación la tan frecuente práctica de la flagelación, poco más o
menos constante en los cultos de la Gran Diosa. 149 En Frigia, el24 de marzo era la
fiesta "Sanguis", durante la cual los sacerdotes se flagelaban hasta saltarse sangre
con ramas de tamarisco; los mismos ritos se practicaban en honor de la Artemisa
arcadia Ártemis phakélitis, "la diosa de las varas", y ya señalamos 150 que el Aditi de
los Vedas es apodado "el del látigo de miel".
De la decadencia agro lunar también es isomorfo el ritual de los sacrificios. Los
sacrificios humanos son practicados universalmente en las liturgias agrarias. Entre
los mejor conocidos se ubican aquéllos relativos al culto del maíz entre los azte,
cas. 151 La ceremonia sacrificial aparece, en este último caso, como una síntesis muy
compleja entre la mitología lunar, el ritual agrario y la iniciación. Las jóvenes des,
tinadas al sacrificio eran repartidas en tres clases, correspondientes a las tres fases
del crecimiento del maíz. Cuando la cosecha estaba madura, la joven que represen,
taba al maíz a punto era decapitada; al final de la cosecha se ejecutaba y descuartizaba
a la virgen que representaba a Toci, "la diosa del maíz cosechado". El sacerdote se
envolvía con sus restos mientras que otro oficiante se ponía una máscara hecha con
un fragmento de piel y era tratado como si fuera una parturienta. "El sentido de este
rito -dice Eliade-152 es que Toci, una vez muerta, renacía en su hijo el maíz seco."
En otros pueblos americanos, el cuerpo de la víctima era despedazado y cada frag,
mento era enterrado en los campos con fines de fertilización. La misma práctica se
encuentra en África y entre los khonds; la ejecución entre estos últimos era efec,
147 Eliade, Forgerons ... , p. 108; véase Soustelle, La pensée ... , pp. 18 y ss. El dios Sol Nanahuatzin,
como el dios Luna Tecciztécatl, se arroja en un brasero para sacrificarse.
148 Véase Eliade, Traité ... , p. 111.
149 Véase Przyluski, La Grande Déesse, p. 29. Sobre el ritual iniciático por flagelación entre los
zuñis, véase Cazeneuve, Les dieux ... , pp. 117 y ss.; sobre la flagelación iniciática entre los hopis,
véase Don Talayesva, 68~74, fig. 20, p. 74.
150 Véase supra, p. 267.
151 Véase Eliade, Traité ... , pp. 295 y ss. Por otra parte, sacrificio e iniciación se confunden: el
renacer de la vegetación, véase Soustelle, La Pensée ... , p. 43. Este bias es llamado también "el bebedor
nocturno". "Bebe de noche, se despierta de mañana, como la naturaleza; cambia de piel, se pone la
de su víctima, se cubre, como la tierra, de una vegetación nueva en la primavera."
318 DEL DENARIO AL BASTO
tuada por trituración de los huesos, mutilaciones sucesivas y cocción a fuego lento.
En el mundo romano, el sacrificio también se relaciona con la constelación
agrolunar. 153 Los primeros romanos ofrecen sacrificios a Saturno, el dios del tiempo
nefasto, y los pueblos de la cuenca mediterránea, cretenses, arcadios, sardos, ligures
y sabinos, practicaban el sacrificio humano por estrangulación o ahogamiento, o
incluso, como los antiguos germanos, por hundimiento o inhumación de una vícti~
ma viva. Estos sacrificios, como lo mostró de admirable manera Piganiol, 154 están
ligados al ritual de la piedra sacrificial chata y no deben ser confundidos con las
prácticas bautismales y purificadoras: el sacrificio marca una intención profunda,
no de alejarse de la condición temporal por una separación ritual, sino de integrarse
al tiempo, así fuera destructor, así fuera Kali~ Durga, y de participar en el ciclo total
de las creaciones y las destrucciones cósmicas. 155
En muchos casos, el mismo sacrificio se eufemiza, y se maltrata y ejecuta sola~
mente a un muñeco. En Alemania se quema a un gigante de cartón, el Rey de
Mayo; en Bohemia, un personaje real ocupa el lugar del Rey de Mayo y se deca~
pita una cabeza postiza que lleva sobre sus hombros. En tOda Europa, 156 tales
prácticas son corrientes en carnaval: la efigie de carnaval es quemada, ahogada,
colgada o decapitada. Esta muerte de carnaval, de Cuaresma o del invierno cons~
tituye incluso una doble negación sacrificial: la mayoría de las veces se trata de
la "muerte de la muerte", del poder fertilizante de la muerte, del poder de vida de la
muerte. 157 Por consiguiente, en estas prácticas de sustituto sacrificial habría una
suerte de traición del sentido trágico del sacrificio integrado en el ciclo dramáti~
co. Al respecto, la filología 158 hace una observación capital sobre la polisemia
invertida de los términos sacrificiales latinos, trabajados desde el interior, al pare~
cer, por la antífrasis. Mactare significa "enriquecer, amplificar", y en vez de decir
mactare deos bove, por abreviación se dice mactare bovem; del mismo modo, adolere
significa "aumentar, enriquecer", y en vez de adolere aram ture tenemos adolere tus,
"quemar, sacrificar incienso". En esta abreviación, que es lítote y antífrasis a la
vez, se captan, del natural, las intenciones que trabajan en secreto el rito del
sacrificio eufemizado: es el instante dialéctico en que el sacrificio se vuelve bene~
ficio, en que en la muerte y en su expresión lingüística se desliza la esperanza de
supervivencia. De ahí proviene la tendencia de todo este sistema sacrificial a
convertirse en una simple penalización del mal y de la muerte, por doble nega~
ción jurídica: en· la Edad-·Media;·con motivo del·carnaval, se ·quemaba a las bru~
jas, encarnación de las tinieblas invernales y el mal. Del mismo modo, en ese
contexto de debilitamiento--d e ·la-tragedia ·sacrificial, la diairética y ·la_polémica
recuperan la ventaja: torneos, luchas ficticias contra el mal aparecen más o me~
nos deformados en muchos carnavales. Batallas que conservan un sabor agrario,
porque las armas y los proyectiles son frutos de la tierra: legumbres, nueces, frijo~
les aflores. En Suecia, 159 dos grupos de jinetes simbolizan el verano y el invierno.
Es la lucha entre Tiamat y Marduk, que sería ejemplar de todas esas luchas, la de
la vegetación contra la sequía canicular: Os iris contra Set en Egipto, Alecis con~
tra Mot entre los fenicios. Como las filosofías de la historia, las mitologías de la
temporalidad y los rituales sacrificiales no están a resguardo de la polémica. Es
cierto que el tiempo :;:¡.parece a la vez como pasión y acción esenciales, y que el
optimismo humano se apresuró en llamar acciones a sus pasiones. Pero en todos
estos casos la pasión dramática del dios adopta un matiz épico que, a nuestro
juicio, viene de la modificación eufemizante llevada al sentido del sacrificio.
El sentido fundamental del sacrificio, y del sacrificio iniciático, sin embargo,
contrariamente a la purificación, es ser una transacción, una prenda, un trueque
de elementos antagónicos concertado con la divinidad. 160 Marie Bonaparte, en
un capítulo 161 dedicado al mito, tan extendido en Europa entre 1939~1945, del
"cadáver en el auto", puso en claro la índole comercial, si puede de~ irse, del acto
sacrificial. Todo sacrificio es un intercambio, está bajo el signo de Mercurio, y la
psicoanalista no vacila en utilizar una terminología mercantil para describir el
sacrificio: "Ajuste de una vieja cuenta deudora para con la divinidad en el sacri~
ficio expiatorio; factura pagadera contra presentación por un fervor ya recibido
en el sacrificio de acción de gracias; finalmente, pago por anticipado en el sacri~
ficio requerido o propiciatorio" .162 Esta transacción manifiesta una permuta por
el juego de las equivalencias, un redoblamiento que se hace repetición supletoria
159 Véase Eliade, Traité ... , p. 276; también A. Métraux, "Contribution au folklore andin", p. 99;
Soustelle, La pensée ... , p. 23; Don Talayesva, Soleil Hopi, pp. 166, 228.
160
Griaule, "Remarques sur le mécanisme du sacrifice Dogon", en]oum. soc. des African., 1940,
p. 129. Marcel Griaule observa en un artículo decisivo que el sacrificio no radica ni en la destruc-
ción de los objetos sacrificados ni en una creación mágica, sino en un desplazamiento de fuerzas. Es
"un acto técnico que determina un desplazamiento de nyama (fuerza), y el único papel de la destruc-
ción de la víctima es el de desencadenar y poner en movimiento los intercambios de fuerzas". En
verdad, esa parece ser también la institución sacrificial entre los antiguos mexicanos: la sangre hu-
mana, como la de los primeros dioses que instituyeron el sacrificio, tiene la misión de resucitar o
fortificar al Sol para que a cambio éste derrame beneficios; véase Soustelle, La pensée ... , p. 21;
también Hubert y Mauss, Essai sur la nature et la fonction du sacrifice, pp. 30-3 7.
161
M. Bonaparte, Mythes de guerre, pp. 11 y ss.
162
lbíd., p. 50.
320 DEL DENARIO AL BASTO
por la cual el sacrificador o el sacrificado 163 se adueña, pago mediante, del tiempo
pasado o por venir. Por lo demás, esta repetición temporal, signo de dominio
sobre el tiempo, es escoltada por un cortejo de elementos reiterados, como ocurre
en las propias sustituciones de víctimas en la leyenda de lfigenia o en la de
Abraham. Si el sacrificio se inaugura siempre por una operación sacralizante,
iniciática o bautismal, es para hacer más fácil el intercambio, la sustitución. La
índole ambigua del sacrificador o la víctima, a menudo hermafrodita, 164 facilita la
operación sacrificial, y juega con los términos medios. Y la muerte, por vocación
mítica, viene a ordenarse en esa ambigüedad sacrificial y jugar con la doble nega~
ción por la muerte de la muerte. La psicoanalista refiere una treintena de relatos
míticos recientes en los cuales el tema siempre es el de una muerte anunciadora
de la muerte deseada de un tirano o de un personaje importante (Hitler, Mussolini,
Chamberlain, Daladier, etcétera), que de ese modo profetiza el fin de la muerte
colectiva por la guerra. En otras palabras, la muerte aceptada, sacrificial, prepara
y anuncia la muerte del tirano, muerte que será la muerte de la muerte. La psicoa~
nalista compara esas fabulaciones sacrificiales, donde el destino mortal es vencí~
do por el sacrificio, con la ofrenda de Pío XII o la de Thérese N eumann propo~
niendo su muerte para detener la guerra o prediciendo la muerte de Hitler junto
con la suya propia. 165
Por consiguiente, la esencia del sacrificio radica precisamente en el poder
sacramental de dominar el tiempo por un intercambio supletorio y propiciatorio.
A través de la repetición, la permuta sacrificial permite el intercambio del pasado
contra el porvenir, la domesticación de Cronos. Al respecto, es notable que los
mitos que acabamos de citar siempre relacionen sacrificio y predicción. El papel
del que sacrifica es considerado en el sueño como un ser mítico a quien la con~
ciencia popular registra como mago y profeta: cartomántico, bohemio, vagabun~
do misterioso, Melquisedec, etcétera. 166 A través del sacrificio, el hombre adquie~
re "derechos" sobre el destino, y de ese modo posee "una fuerza que obligará al
destino y como consecuencia modificará el orden del universo por el capricho de
la voluntad humana". 167 Así, los rituales sacrificiales alcanzan el gran sueño
alquímico del dominio. La doble negación se integra en un ritual y un relato, y lo
163
Hubert y Maus (Essai ... , p. 66) observan claramente la confusión del pasivo y el activo en el
acto sacrificial.
164 Véanse M. Bonaparte, Mythes ... , p. 17; Hubert y Mauss, Essai ... , pp. 44, 48.
165
M. Bonaparte, Mythes ... , pp. 19, 21. Hacemos a un lado la interpretación estrechamente
edípica de la psicoanalista: ."Todos juntos, los hijos movilizados van a gozar en paz de la patria, esa
madre exaltada".
166
Sobre Melquisedec, véanse Génesis, XIV, 19-20; Hebreos, VII, 1-3; R. Guénon, Le Roí du mon-
de, ob. cit., cap. VI, "Melki-Tsedeq", p. 43.
167
Hubert y Mauss, Essai ... , p. 61.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 321
***
Los símbolos botánicos suscitados por el arquetipo de la pasión del Hijo van a
acarrear un simbolismo teriomorfo con tanta mayor facilidad cuanto que el ciclo,
como vimos, implica una fase nocturna y nefasta y como predestinada a la
teriomorfia. En la iconografía, la relación de la diosa Luna con los animales es
triple: ella es la hostia desgarrada por los animales salvajes o, por el contrario, la
domadora, la encantadora o la cazadora escoltada por perros, como Hécate, Dia~
na o Artemisa. El árbol lunar, el caduceo, está flanqueado por animales que lo
guardan o lo atacan, no se sabe con exactitud, a tal punto la mitología cíclica
tolera ·una gran ambivalencia. 175 Por último, la propia Luna puede adoptar, por
sustitución del sentido activo por el pasivo, el aspecto animal: Artemisa se con~
vierte en oso o en ciervo; Hécate, en perro tricéfalo; lsis, en la vaca Hator; Osiris,
en el buey Apis, y Cibeles, en la leona. Recíprocamente, todos los animales,
como todas las plantas, son susceptibles de simbolizar el drama o simplemente la
marcha del devenir agro lunar. El esquema cíclico eufemiza la animalidad, la ani~
mación y el movimiento, porque los integra en un conjunto mítico donde repre~
sentan un papel positivo; ya que en una perspectiva semejante, la negatividad,
así sea animal, es necesaria para el advenimiento de la plena positividad. Por lo
tanto, el animal lunar por excelencia será el animal polimorfo por excelencia:
el Dragón. El mito agro lunar rehabilita y eufemiza al propio Dragón, 176 que es el
arquetipo fundamental que resume el Bestiario de la Luna: alado y valorizado
positivamente como potencia uraniana por su vuelo, acuático y nocturno por sus
escamas, es la esfinge, la serpiente emplumada, la serpiente con cuernos o el
"coquatrix". 177 En efecto, el "monstruo" es símbolo de totalización, de completo
inventario de las posibilidades naturales, y desde ese punto de vista, todo animal
lunar, hasta el más humilde, es un conjunto monstruoso. Puede decirse que todo
maravilloso teratológico es un maravilloso totalizador, y que esta totalidad siem~
pre simboliza el poder fasto y nefasto del devenir. Von Schubert 178 observaba ya
que el sueño de la imaginación y el devenir natural comparten esa cualidad co~
mún de reunir lo dispar. No es ya el aspecto terrorífico de la teratología lo que
aquí se destaca, sino el carácter maravilloso del conjunto monstruoso. 179 En la
animalidad, la imaginación del devenir cíclico va a buscar un triple simbolismo:
el del renacimiento periódico, el de la inmortalidad o la inagotable fecundidad,
prenda del renacimiento, para abreviar, a veces, el de la dulzura resignada al sa~
175
Véase Zimmer, Mythes ... , p. 68; también infra, p. 336.
176
Véase supra, p. 101.
177
Véanse r, p. 185, y Przyluski, La Grande Déesse, pp. 100-101.
178
Véase Von Schubert, Symbolik der traiime, p. 30.
179
L. Dumont observó claramente, en su estudio etnográfico de La Tarasquea (pp. 15-20, 60-62,
150-152 y ss.), la ambivalencia fundacional de la efigie ritual, benéfica y temida a la vez, "suma"
ritual, de alguna manera.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 323
crificio. Nada mejor que la disparidad de las epifanías animales del ciclo agrolunar
viene a confirmar esaley-de·lufarrtástku,--segúrr-la-cualnoesunobJeto, ni siquie~
ra una materia, lo que se organiza y carga de semantismo al símbolo, sino un
esquema -·dinámico -·que-vierre-·a·espigar ·una -manifestación·iconográfica en los
objetos aparentemente más dispares. En el Bestiario de la Luna encontraremos,
lado a lado, los animales más heteróclitos: Dragón monstruoso o modesto cara~
col, oso o araña, cigarra, cangrejo o bien cordero y serpiente.
El caracol es un símbolo lunar privilegiado: no sólo es una caracola, o sea,
presenta el aspecto acuático de la femineidad y tal vez posee el aspecto femenino
de la sexualidad, 180 sino que, además, es una caracola espiralada, casi esférica. Por
otra parte, este animal muestra y oculta alternativamente sus "cuernos", de tal
modo que, por ese polisimbolismo, es apto para integrar una verdadera teofanía
lunar. Al dios mexicano de la Luna Tecciztécatl se lo representa encerrado en un
caracol. 181 Debe observarse también la importancia de la espiral en la iconografía
de culturas que, precisamente, son aquellas cuyo paisaje mental está centrado en
los mitos del equilibrio de los contrarios y de la síntesis. La espiral es un leitmotiv
constante en las pinturas faciales de los caduveos, en la alfarería de Yang~Chao y
en los bronces arcaicos chinos, en el decorado polinesio o en el del antiguo Méxi~
co, como lo testimonian los griegos y las espirales cuadradas de Mida, Chichén
ltzá y Teotihuacán. 182 Este simbolismo de la caracola espiralada es reforzado por
especulaciones matemáticas que lo convierten en el signo del equilibrio en el
desequilibrio, del orden, del ser en el seno del cambio. La espiral, y especialmente
la espiral logarítmica, posee esa notable propiedad de crecer de una manera ter~
minal sin modificar la forma de la figura total, y de ser así permanencia en su
forma "a pesar del crecimiento asimétrico". 183 Las especulaciones aritmológicas
sobre el número de oro, cifra de la figura logarítmica espiralada, vienen a comple~
tar naturalmente la meditación matemática del semantismo de la espiral. 184 Pre~
cisamente por todas estas razones semánticas y su prolongación semiológica y
matemática, la forma helicoidal del caracol terrestre o marino constituye un glifo
universal de la temporalidad, de la permanencia del ser a través de las fluctuado~
nes del cambio.
180
Véase supra, p. 260.
181
VéanseEliade, Traité ... , pp. 144-145; Soustelle, La pensée ... , pp. 19, 26, Tecciztecatl, "el de la
caracola", de tecciztli, "la caracola".
182
Véanse 1, pp. 184, 193, 198; Buhot, Arts de la Chine, pp. 10, 16, 17, 20, 21; 1, Groth Kimball
y F. Feuchtwanger, VArt ancien du Mexique; señalemos especialmente el bello cubilete en forma de
caracola del Museo de Villahermosa y el tatuaje espiralado de la mejilla izquierda de una estatua
de Uxmal muy cercana a los dibujos faciales caduveos; también Lévi-Strauss, 1nstes Tropiques, pp. 130,
184, 186; Anthropologie Structurale, pp. 269 y ss., láminas VII, vm, x y fig. 21.
183
M. Ghika, Le Nombre d' or, p. 200; véase p. 178.
18
4 Véase ibíd., pp. 38-40.
324 DEL DENARIO ALBASTO
Otros animales vienen a cristalizar el semantismo lunar, y siempre por los mis~
mos motivos polisimbólicos. El oso, por ejemplo, es asimilado a la Luna por las
poblaciones siberianas y de Alaska debido a que desaparece en invierno y reaparece
en la primavera; además -como entre los celtas y en la leyenda de Adonis, hijo de
Afrodita-, representa el papel iniciático de animal devorador. 185 Debe obser~
varse también que en el animal lunar, como en el ritual sacrificial, la confusión de
lo pasivo y lo activo está constantemente en juego: el animal lunar puede ser tanto
el monstruo sacrificador como la víctima sacrificada. Para los negros de África y
América, como para algunos indios, la Luna es liebre, animal héroe y mártir, cuyo
ambiente simbólico debe compararse con el cordero cristiano, animal dulce e in~
ofensivo, emblema del mesías lunar, del Hijo, por oposición al conquistador guerre~
ro y solar. Tanto en África como en Asia o en América del Norte, las sombras que
se disciernen sobre el disco lunar son llamadas "las huellas de la liebre". 186
Los insectos y los crustáceos, los batracios y los reptiles, con sus metamorfosis bien
tajantes o las largas latencias invernales, también van a ser símbolos lunares pri~
vilegiados. Ya estudiamos el simbolismo negativo de la araña, hilandera ejemplar
y devoradora, que polariza en ella todos los misterios temibles de la mujer, el
animal y los lazos. 187 En China, lo que se convierte en el símbolo de las fases
lunares, como lo testimonian las cigarras de jade que se colocan en la boca de los
muertos, son la cigarra y su crisálida. 188 La crisálida no sólo es símbolo de intimi~
dad y reposo sino además promesa de metamorfosis, de resurrección: realmente es
ese "fruto animal" 189 donde se oculta un germen, de tal modo que la momia que la
imita, paradójicamente, es a la vez sedentaria y está inmovilizada por las vendas,
pero al mismo tiempo es pasajera del gran viaje. 190 En numerosos zodíacos, la
Luna es simbolizada por el cangrejo o la centolla; 191 estos últimos crustáceos son
remplazados en el zodíaco de Denderah por el escarabajo, que, como el cangrejo,
camina para atrás cuando rueda su bolita, imagen viviente de la reversibilidad,
del retorno posible de la esfera astral, símbolo viviente de Anubis sepultando a
Osiris. 192 Además, la leyenda egipcia pretendía que el escarabajo se reprodujera
a sí mismo, y es interesante observar que el dios Tum es indistintamente represen~
Véanse Eliade, Traité ... , p. 156; Harding, Les mysteres ... , p. 171; Lot~Falck, Les rites ... , pp.
185
tado por el escarabajo o la serpiente. 193 El escarabajo; por último -como muchas
epifanías-ctónico-,-lunares=;-se-sohrrtz::rporque-esTitCantmal qüe vuela. Puede or,
denarse en esta misma categoría de la metamorfosis a los vertebrados que mudan
o visiblemente -se transforrrran;-<:-tHno -la.slagáttijas y, sobre--todo, las ranas; no
solamente porque estas últimas "se inflan", como lo observan las fábulas de todos
los países, y de este modo tienen cierto parentesco con "la hinchazón" del pleni,
lunio, sino más que nada porque las metamorfosis del batracio son claramente
tajantes y presentan fases distintas, del renacuajo ápodo al adulto completo con
su respiración pulmonar. La rana, como la liebre, habita y frecuenta la Luna y
representa el papel de engullidora diluvial asociada a la lluvia y la fecundidad. 194
Estas ensoñaciones que acarrea la metamorfosis de los vertebrados inferiores nos
conducen muy naturalmente al examen de la teofanía lunar y cíclica más famosa:
el simbolismo de la serpiente.
La serpiente es uno de los símbolos más importantes de la imaginación hu,
mana. Bajo los climas donde este reptil no existe, resulta difícil para el incons,
dente encontrarle un sustituto tan válido, tan lleno de abundantes direcciones
simbólicas. La mitología universal valoriza la tenacidad y la polivalencia del
simbolismo ofidio. En Occidente existen hoy secuelas del culto al animal lu,
nar: en el recinto de Luco, en nuestros días, una "Madona delle Grazie" que
juega con la serpiente, y en Bolsene, la Santa Cristina, la fiesta de las serpien,
tes. 195 Al parecer, la serpiente, "sujeto animal del verbo 'enlazar"', como lo dice
finamente Bachelard, 196 es un verdadero nido de víboras arquetipo lógico y se
desliza hacia demasiadas significaciones diferentes, hasta contradictorias. No
obstante, pensamos que esta mitología pletórica viene a ordenarse bajo tres
rúbricas que se clasifican muy bien en la constelación agrolunar. La serpiente
es el triple símbolo de la transformación temporal, de la fecundidad, y, por
último, de la perpetuidad ancestral.
El simbolismo de la transformación temporal está sobredeterminado a su vez
en el reptil, que es animal que muda, que cambia de piel, al tiempo que sigue
siendo él mismo y, de ese modo, se vincula con los diferentes símbolos teriomorfos
del Bestiario lunar; pero también, para la conciencia mítica, la serpiente es el
gran símbolo del ciclo temporal, el uroboros. Para la mayoría de las culturas, 197 la
serpiente es el doble animal de la Luna, porque desaparece y reaparece al mismo
ritmo que el astro y contaría con tantos anillos como días cuenta la lunación. Por
193
Véase Jung, Métamorphose ... , p. 261.
194
Véase Eliade, Traité ... , pp. 150, 158.
195
Véanse Piganiol, Essai ... , p. 106; Eliade, Traité.' .. , p. 150;Jung, Métamorphose ... , pp. 6, 96 y
ss., 101, 106, 323 y ss., y M. Choisy, Satan, p. 443.
196
Bachelard, La terre ... , p. 282.
197 Véanse Eliade, Traité ... , p. 150; Harding, Les mysteres ... , p. 60.
326 DEL DENARIO AL BASTO
otro lado, la serpiente es un animal que desaparece con facilidad en las hendid u~
ras del suelo, que desciende a los infiernos, y mediante la muda se regenera a sí
mismo. Bachelard198 relaciona esa facultad de regeneración del "animal meta~
morfosis", esa facultad tan impactan te de "cambiar de arriba abajo", con el ·es~
quema del uroboros, de la serpiente enroscada que se come indefinidamente a sí
misma: "La serpiente que se muerde la cola no es un simple anillo de carne, es la
dialéctica material de la vida y de la muerte, la muerte que sale de la vida y la vida
que sale de la muerte, no como los contrarios de la lógica platónica, sino como
una inversión interminable de la materia de muerte o de la materia de vida". De
este modo, el psicólogo moderno se topa con el pensamiento chino tradicional,
por el cual el Dragón y la serpiente son los símbolos del flujo y del reflujo de
la vida. 199 De aquí provienen las virtudes médicas y farmacéuticas adjudicadas al
veneno de serpiente, veneno mortal, pero a la vez también elíxir de la vida y de
la juventud. La serpiente es entonces guardiana, ladrona o poseedora de la planta
de la vida como en las leyendas semíticas, y el simbolismo ofidio alcanzará así al
simbolismo vegetal de la farmacopea. Como lugar de reunión cíclico de los con~
trarios, ·el uroboros es acaso el prototipo de la rueda zodiacal primitiva, el animal~
madre del zodíaco. El itinerario del Sol era representado primitivamente por una
serpiente que llevaba los signos zodiacales sobre las escamas de su lomo, como lo
muestra el Codex vaticanus. 200 Bachelard201 sigue la huella de esta serpiente cós~
mica y cosmodramática en el poeta Lawrence, en quien, como entre los aztecas,
la serpiente incorpora de una manera imperialista otros atributos animales -los
del pájaro, el fénix-, y es entonces cuando la imaginación poética "adopta nor~
malmente la tonalidad de un folclore". La serpiente emplumada, Gukumatz quiché,
Quetzalcóatl azteca o Kukulkán maya, ·es un animal astral que periódicamente
desaparece en el Coatzacoalcos. 202 Ser híbrido, fasto y nefasto a la vez, las ondu~
ladones de su cuerpo simbolizan las aguas cósmicas, mientras que las alas son la
imagen del aire y los vientos. Debe observarse que estas religiones amerindias
están polarizadas por muy importantes liturgias agrarias y utilizan un calendario
minucioso y complejo, y a nuestro juicio, R. Girard203 tiene razón al dar al gran
arquetipo de la serpiente~pájaro, de ese Dragón neutralizado del folclore religioso
indio, el sentido temporal de una totalización de las fuerzas cósmicas. Ese mismo
198
Bachelard, La terre ... , pp. 280-281.
199
Véanse Granet, Pensée chinoise, p. 135; Eliade, Traité ... , p. 183; véase una bella imagen del
uroboros alquímico en Anatomia auri de Mylus, reproducida in M. Caron y S. Hutin, Les alchimistes,
p. 182; "La serpiente que se muerde la cola indica que el fin de la Obra da testimonio del comienzo".
200
Citado por Jung, Métamorphose ... , p. 101; véase Leisegang, Le mystere du serpent, p. 153.
201
Bachelard, La terre ... , p. 274.
202
Véanse HGR, r, p. 185; Soustelle, Lapensée ... , pp. 23 y ss., 28, 87.
203
Véanse R. Girard, Le Popol-Vuh ... , p. 189; Soustelle, La pensée ... , pp. 79 y ss.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 327
imperialismo cósmico del símbolo ofidio se encuentra entre los semitas, para quie~
nes la serpiente anexaaltoro-en-la -imagen-de -la-serpiente con cuernos; mientras
que entre los chinos, el Dragón es una totalización teriomorfa. 204 Todavía en
Melusina, nuestra -mujer~serpiente occidental;·elmotivode ··las alas-viene a com~
pletar el maleficio ofidio agravado por la propaganda cristiana medieval, y la "ser~
piente" se duplica con la "seraine", ¡serena y sirena a la vezF05 De pasada, la serpiente
cósmica siempre anexará el simbolismo lunar: ya sea que su piel agriete el vestido
de lstar o que monte guardia junto a Cibeles, se fije en la toca de los levitas, los
sacerdotes del monte Sinaí (la montaña de Sin), o acompañe la creciente lunar que
la Virgen María holla a sus pies. 206 Por último, la iconografía y la leyenda del Buda~
Mucalinda, 207 del Buda protegido por la caperuza de la cobra prodigiosa, en nuestra
opinión, simbolizan con una particular acuidad el imperialismo de la serpiente, que
reconcilia los contrarios, y en los siete lazos de su cuerpo gigantesco y negro abriga
e incuba la meditación del Bienaventurado; entre esos lazos el iluminado descansa
en total quietud, como ya Visnú descansaba en la serpiente gigante Ananta. 208 Por
lo tanto, en su primera acepción simbólica, el uroboros ofidio aparece como el gran
símbolo de la totalización de los contrarios, del ritmo perpetuo de las fases
alternativamente negativas y positivas del devenir cósmico.
La segunda dirección simbólica que puede adoptar la imagen de la serpiente no
es más que un desarrollo de las potencias de perpetuidad y regeneración ocultas
bajo el esquema del retomo. En efecto, la serpiente es símbolo de fecundidad. Fe~
cundidad totalizadora e híbrida, ya que es a la vez animal femenino, por ser lunar, y
también porque su forma oblonga y su marcha sugieren la virilidad del pene: aquí,
el psicoanálisis freudiano viene a completar una vez más la historia de las religio~
nes. Ya señalamos 209 la interpretación ginecológica del símbolo ofidio. Y muy natu~
ralmente nos deslizamos de la ginecología al tema de la fertilidad. Para la tradición
hindú, los N agas y los N agis son genios serpentiformes guardianes de la energía
vital contenida en las aguas, y su androgeneidad se manifiesta en que, como Jano,
son "guardianes de puertas" (dvarapala). 210 Tanto en el Togo como en Guatemala,
es la serpiente la que va a buscar a los niños para hacerlos nacer en las moradas de
los hombres, así como en las culturas sinoasiáticas, el Dragón representa las aguas
204 Véanse Eliade, Traité ... , p. 186; Granet, Civilisation chinoise, ob. cit., p. 206.
205 Véase Dontenville, La mythologie ... , pp. 185, 188.
206 Véase Harding, Les mysteres .. . , p. 61 .
207
Véanse Zimmer, Mythes ... , pp. 69-70; lám. 11, figs. 3, 4, lám. m, figs. 5, 7; Viennot, Le culte ... ,
p. l82.
208
El monstruo Cipactli de los antiguos mexicanos lleva sobre su lomo a Tlaltecuhtli, "el Señor
de la Tierra"; véase Soustelle, La pensée ... , p. 34.
209 Véase supra, p. 108.
210
Véanse Zimmer, Mythes ... , p. 66; Viennot, Le culte .. ,, _pp. 82, 90, 102-104, 121, 171.
328 DEL DENARIO AL BASTO
211
Granet, Pensée chinoise, p. 135; véase Eliade, Traité ... , p. 152.
212
Véase Granet, p. 206; y Eliade, Traité ... , p. 184.
213
Eliade, Traité ... , p. 155.
214
Véase Soustelle, Lapensée .. . , p. 47.
215
Granet, Pensée chinoise, p. 135; véase Harding, Les mysteres ... , p. 61.
216
Véanse Eliade, Traité ... , p. 153; Baudouin, I..:Ame et l'Action, p. 57.
217 Véanse Eliade, Traité ... , p. 83; Harding, Les mysteres ... , pp. 61-62.
218
Citado por Jung, Métamorphose ... , p. 323.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 329
libido freudiana. 219 Por último, la imaginación de los poetas viene a despertar el
engrama milenario de laserpiente-primera" amante,-y-Jung:~?~ cita-poemas de Byron
y de Morike en los cuales el coito con el ofidio está claramente explicitado. Este
"complejo de -Cleopatra''- es -un- --'~complejo - de Jonás" sexualizadoyen el. cual el
acento afectivo se desliza del reposo ginecológico en el regazo materno al puro goce
sexual de la penetración.
Uroboros, principio hermafrodita de fecundidad; finalmente, la serpiente será
valorizada como custodio de la perpetuidad ancestral y, sobre todo, como temible
guardiana del misterio último del tiempo: la muerte. No nos detendremos en las
numerosas leyendas en las cuales la serpiente hace el papel de antepasado: los
Lares familiares se encarnan de buena gana bajo la forma ofidia. 221 Al vivir bajo
tierra, no sólo la serpiente encierra el espíritu de los hombres, sino que encima
posee los secretos de la muerte y el tiempo: dueña del porvenir, como poseedora
del pasado, es el animal mago. El que come serpiente adquiere el poder de la
clarividencia; para los chinos, los hebreos y los árabes, la serpiente está en el
origen de todo poder mágico. La serpiente, "complemento viviente dellaberin,
to", 222 es el animal ctónico y funerario por excelencia. Animal del misterio subte,
rráneo, del misterio de ultratumba, asume una misión y se convierte en el símbo,
lo del instante difícil de una revelación o un misterio: el misterio de la muerte
vencida por la promesa del nuevo comienzo. Incluso en los mitos antitéticos más
antiofidios, esto es lo que confiere a la serpiente un papel iniciático y, en suma,
benéfico, indiscutible. Precisamente porque la Esfinge, el Dragón, la serpiente
son vencidos, el héroe se ve confirmado: porque Indra subyuga a Vritra, porque
Athar -hijo de Mazda- mata al Dragón Azhi Dahaka, porque Apolo sofoca a
Pitón, porque J asón, Heracles, San Miguel y San Jorge acaban con el monstruo, y
porque Krishna domina a Nysamba, "hija del rey de las serpientes", todos esos
héroes acceden a la inmortalidad. 223 Por lo tanto, la serpiente ocupa un lugar
simbólicamente positivo en el mito del héroe vencedor de la muerte. No sólo es
el obstáculo, el enigma, sino el obstáculo que el destino debe franquear, el enig,
maque el destino debe resolver. Tal es realmente el papel dialéctico que la eti,
mología de su nombre impone al Satán bíblico. La serpiente es a la vez obstáculo,
guardiana, encubridora "de todas las sendas de la inmortalidad", 224 y de ese modo
219
Véanse Eliade, Yoga, pp. 243, 247; Jung, Homme a la découverte de son ame, p. 336; y M.
Choisy, Satan, p. 446.
220
Jung, Métamorphose ... , pp. 6, 106; Bachelard (La Terre .. _, p. 154) refiere leyendas populares
referentes a la serpiente que se introduce en los orificios naturales del cuerpo humano.
221
Véanse Piganiol, Essai .. _,p. 106; Eliade, Traité ... , p. 153; Harding, Les mysteres..., p. 61.
222
Bachelard, La Terre ... , p. 287-
223
Véanse Eliade, Traité ... , p. 253; M. Choisy, Satan .. _,p. 445.
224 Eliade, Traité ... , p. 253; véanse Job, u, 4,6; Apocalipsis, XII, 10, 12.
330 DEL DENARIO AL BASTO
***
Los instrumentos y los productos del tejido y el hilado son universalmente simbó~
licos del devenir. Por otra parte, hay una constante contaminación entre el tema
de la hilandera y el de la tejedora; por lo demás, este último repercute en los sím~
bolos de la vestimenta, del velo. Tanto en la mitología japonesa o en la mexicana
como .e n el Upanisad 225 o en el folclore escandinavo se encuentra ese personaje
ambiguo, ligadora y señora de las ligaduras a la vez. 226 Przyluski227 hace derivar el
nombre de la Parca A tropos del radical atro, pariente cercano de Athar, nombre
asiánico de la Gran Diosa. El huso o la rueca con que estas tejedoras tejen el
destino se convierte en el atributo de las Grandes Diosas, especialmente de sus
teofanías lunares. Estas diosas selénicas serían quienes habrían inventado la pro~
fesión de tejedor, y son famosas en el arte del tejido, como la egipcia Neith o
Proserpina. Penélope es una tejedora cíclica que cada noche deshace el trabajo
diario para diferir eternamente el plazo. 228 Las Parcas que hilan el destino son
divinidades lunares, y una de ellas se llama explícitamente Cloto, "la hilandera".
Porfirio escribe que éstas son "fuerzas de la Luna", y un texto órfico las considera
225
Véase Brihad Upanisad Brihad Arayana, m, 6.
226
Véase Eliade, Traité .. . , p. 163. N adie mejor que Valéry supo traducir esa ambigüedad consti-
tutiva de la Parca; véase La]eune Parque .
227
Przyluski, La Grande Déesse, p. 172; véase Soustelle, La Pensée ... , p. 36, sobre la diosa Tlazol-
téotl, divinidad del tejido, que lleva en la frente una banda de algodón repleta de husos, y en la nariz
un ornamento en forma de creciente. Además, esta divinidad se reparte en cuatro divinidades, los
ixcuiname, los cuatro "hilos" de algodón de los puntos cardinales.
228
Véase Eliade, Traité .. . , p. 162.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 331
como "partes de la Luna". 229 Nuestras hadas "hilanderas", al igual que las "lavan~
deras", a menudo-vandeatres,- G-pGrlG-m€nosde-ados-=un-hada"buena", la otra
nefasta, "carabosse"-, revelando por esta duplicidad su índole lunar. 230 Y Krappe, 231
sobre todo; pone -de -manifiesto-la eti-mología de un términoqu€ -significa "des ti~
no" (antiguo alto alemán wurt, noruego antiguo urdhr, anglosajón wyrd), que
deriva del indoeuropeo vert, que significa "girar", de donde provienen el antiguo
alto alemán wirt, wirtl, "huso", "rueca", y el holandés worwelen, "girar". No hay
que olvidar que el movimiento circular continuo del huso es engendrado por el
movimiento alternativo y rítmico producido por un arco o por el pedal del torno.
La hilandera que usaba este artefacto, "una de las máquinas más bellas", 232 es
maestra en el movimiento circular y los ritmos, como la diosa lunar es dama de la
Luna y maestra de las fases. Lo que aquí importa, más que el resultado que es hilo,
tejido y destino, es el huso que, por el movimiento circular que sugiere, se con~
vertirá en talismán contra el destino. Y con justa razón se recalcó la importancia
temporal adoptada en el lenguaje por la terminología tomada en préstamo al arte
del tejedor. Las palabras que significan "inaugurar", "comenzar", ordiri, exordium,
primordia, son términos referentes al arte del tejido: ordiri significa primitivamen~
te "disponer los hilos de la cadena para bosquejar un tejido". 233 ¿Cómo no ver
que ese falso sentido propio tiene el peso imaginario de un inmenso reservorio
de figuras?
También existe una sobredeterminación benéfica del tejido, que, indudablemente,
como el hilo, primero es un lazo, pero además una ligazón tranquilizadora, un sím~
bolo de continuidad, sobredeterminado en el inconsciente colectivo por la técnica
"circular" o rítmica de su producción. El tejido es lo que se opone a la discontinui~
dad, la desgarradura y la ruptura. La trama es lo que sustenta. Hasta puede encararse
una revalorización completa del lazo como lo que "ata" dos partes separadas, lo que
"repara" un hiato. 234 En la Parca hay un conflicto entre las intenciones del hilo y las
de la tijera. Puede valorizarse o la continuidad del hilo o el corte de la tijera.
Canguilhem235 sintió claramente los ejes de esta dialéctica a través de preocupado~
nes tan alejadas de la mitología, en apariencia, como las de la biología moderna. El
tejido, como lo referente a los tejidos orgánicos, "es la imagen de una continuidad
donde toda interrupción es arbitraria, donde el producto procede de una actividad
229
Citado por Krappe, La genese ... , p. 122; véase Eliade, Traité ... , p. 163.
230
Véase Dontenville, La mythologie ... , p. 186.
231
Krappe, La genese ... , p. 103.
232
Leroi-Gourhan, Le Homme et la matiere, pp. 101, 103, 262.
233
Véase Bréal, Essai de Sémantique, p. 128.
234
Minkowski (La Schizophrénie, p. 249) da un valor afectivo y positivo al "puente" que une las
dos orillas; véase Leenhardt, Notes d'éthnologie ... , p. 178.
235
Canguilhem, Connaissance de la vie, p. 76.
332 DEL DENARIO AL BASTO
236 lbíd., p. 77. (Las expresiones utilizadas por Canguilhem sonfilde l'eau, fil du discours. [N. del T.].)
237 Ídem.
238
Véase R. Guénon, Le Symbolisme de la croix, p. 107.
239 Tao~Te~King, XVI, citado por Guénon, ibíd., p. 110; véanse Lie~Tseu, 1 e; Tchouang-Tseu, 18f.
240 De Chak: "tener la potencia de actuar", y Kra: "moverse".
241 Véase Harding, Les mysteres ... , pp. 232-233.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 333
242
R. Girard, Le Popol~Vuh, p. 77. Sobre el juego de "la pelota celeste", véanse R. Alleau, De la
Nature des symboles, p. 112, y L. Becq de Fouquieres, Les ]eux des anciens, p. 177.
243
Véanse Senart, Le Zodiaque, p. 159; Berthelot, La pensée ... , pp. 30, 360.
244 Véase Harding, Les mysteres ... , pp. 175, 200.
245
Véanse Krappe, La genese ... , p. 85; Dontenville, La mythologie ... , p. 100.
334 DEL DENARIO AL BASTO
una rueda lunar, de madera maciza, reforzada por un triángulo o una cuadrícula de
maderos, lo que le da subdivisiones internas aritmológicamente significativas. Lo
mismo ocurre con la esvástica, que en general evolucionó hacia un simbolismo
solar, pero que primitivamente lleva en su centro la creciente lunar. Goblet d' Alviella
comprueba que los especímenes de esvástica que él reunió representan la Luna y sus
fases. 246 Los hindúes hacen una diferencia entre la cruz gamada a la derecha, que es
solar, y la cruz gamada a la izquierda, principio hembra, emblema de Kali, el equiva~
lente lunar del dios. Pero aquí lo que también importa es la universalidad de la
esvástica, que se encuentra en África, entre los mayas, en Asia menor, en la India,
en China, en Japón o en los discos galos. 247 Por otra parte, descubrimos el mismo
simbolismo, pero con una subdivisión ternaria, en el triskele, figura de tres brazos o
tres piernas, o incluso formada por tres peces, que emanan de un círculo. Éste es un
símbolo temario frecuente en Sicilia y en los países celtas, y el emblema oficial de
la isla de Man, donde antaño se adoraba a Ana, la diosa Luna. 248 Tal vez hasta
pueden compararse estos símbolos lunares del cambio cíclico con el círculo del tai~
gi~tu de los chinos, en el cual ambos principios, el Yang y el Yin, se engendran
recíprocamente. Como quiera que sea, vemos que las representaciones iconográficas
del calendario lunar y sus subdivisiones antitéticas y cíclicas según fórmulas
aritmológicas ternarias, cuaternarias o duodenarias están ligadas al simbolismo
técnico de la rueda.
No sólo nos parece apropiado integrar a este simbolismo circular de la combi~
nación de los contrarios la división del espacio y la distribución simétrica de los
puntos cardinales tal y como se manifiestan entre los chinos o entre los quichés 249
-para quienes el cuadrilátero cósmico, el signo Kin, o el doble círculo cósmico
simbolizan la totalidad del universo-, sino que, además, creemos que con esta
constelación de la unión recíproca de los contrarios se encuentran relacionados
ciertos temas fundamentales de las culturas indias . de América del Sur. Lévi~
Strauss 250 compara atinadamente el plano sociogeográfico del poblado Bororo,
los dibujos corporales de los caduveos y la simetría de las figuras con nuestros
juegos de naipes. El poblado Bororo se presenta como un vasto círculo que gira
alrededor de una casa central y que está subdividido en dos grupos de población:
"los débiles" y "los fuertes", grupos en cuyo seno parece dibujarse una bipartición
246
Citado por Harding, Les mysteres .. . , p. 231; véase Guénon, Le Symbolisme de la croix, p. 89.
247
Véase Dontenville, La mythologie ... , p. 121.
248
V éanse Harding, Les mysteres ... , p. 231; Dontenville, La mythologie .. . , p. 122.
249
Véanse Granet, Pensée ... , pp. 161, 177, 186, 200, 205, y R. Girard, Le Popol~Vuh, p. 26;
también infra, pp. 421 y ss.
250
Lévi-Strauss, Tristes Tropiques, pp. 225, 229 y ss.; véanse Lévi-Strauss, Anthropologie structurale,
p. 133 y ss., "Les structures sociales dans le Brésil central et oriental", y pp. 14 7 y ss., "Les organisations
dualistes existent-elles ?".
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 335
25 l Lévi-Strauss, Tristes tropiques, p. 100; véanse figuras pp. 184, 186, 189, 193, 195, 198, 200,
201.
252 Véanse Lévi-Strauss, "Le Dédoublement de la représentation dans les arts de l' Asie et de
l'Amérique", en: Anthropologie structurale, pp. 269 y ss.; también 1, pp. 84, 142.
253 Lévi-Strauss, Tristes Tropiques,p. 196.
254 Véanse, ibíd., p. 203; Lévi-Strauss, Anthropologie struturale . _., pp. 156 y ss. Como la pintura
entre los dogones, la cosmética de los caduveos no sería más que un residuo estético de una cosmología
perdida, que ha olvidado su significación profunda; Griaule, Masques Dogons, p. 817.
255
Véase Tristes Tropiques, p. 254.
336 DEL DENARIO AL BASTO
256
Véase ibíd . , pp. 246, 247.
257
Véanse ibíd ., p. 230; Anthropologie structurale , pp. 139 y ss.
258
Véase en Feuchtwanger, l. 8, máscara de arcilla de Tlatilco, mitad cabeza de muerto, mitad
cabeza viva, que no deja de evocar el famoso Tao~Tie chino y las figuras con doble sentido y simetría
axial como el Kirtimukha indojavanés y el Tiki polinesio; también Lévi~Strauss, Anthropologie
struturale .. . , p. 286, lám. IX.
259
Véase Dontenville, La mythologie . .. , p. 98.
260
Leta, Le symbolisme ... , p. 44.
261
El itinerario del carro suscita más que un simbolismo estático, suscita un discursus, un mito,
generalmente un mito bajo la forma itinerante y totalizadora de la "exploración", de la "búsqueda de
la unidad y la inmortalidad". Véanse mitos de Ra, de Satni Khámois, de Gilgamesh, etcétera. Tam~
bién F. Gar, Les routes de l'autre monde; Platón, Fedro, 246, 247•257.
262
Leta, Le symbolisme ... , p. 46.
LOS SÍMBOLOS CÍCLICOS 337
263
Véanse Dontenville, La mythologie ... , pp. 162, 170; supra, 95; Platón, Fedro, 246 a y ss.
2. DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO
338
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 339
síntesis, este centro presenta una cara ambigua: un aspecto nefasto y uno favora~
ble. Por último, en elCodex Borgia,6 eleentro·está-figurado porun árbol multico~
lor, cuya ambigüedad vertical no deja ninguna duda; está coronado por un quetzal,
pájaro del este,y surge del cuerpo de-una diosa terrenal, símbolo del oeste. A de~
más, a este árbol cósmico lo flanquean, de un lado, el Gran Dios Quetzalcóatl, el
dios que se sacrificó sobre una hoguera para dar vida al Sol y a Venus; y del otro,
Macuilxóchitl, dios de la aurora y de la primavera, pero también de los juegos, la
música, la danza, el amor.
Vamos a examinar las raíces tecnológicas y finalmente sexualesde este ar~
quetipo casi semiológico de la unión de los contrarios, y, de ese modo, ver cómo
la relación del fuego, la sexualidad y la cruz de madera forma una constelación
perfectamente coherente cuyo emblema sobredeterminado es el signo de la cruz.
Descubriremos así el esquema del movimiento rítmico y el gesto sexual que
sustenta y ordena subjetivamente toda ensoñación y toda meditación sobre el
ciclo. Al seguir este método regresivo y culturalista que parte del medio astro~
biológico, pasa luego al entorno tecnológico y, finalmente, desemboca en el
esquematismo psicofisiológico, habremos mostrado que el estudio del trayecto
antropológico se satisface indiferentemente, tanto con el desarrollo psicologista
que utilizamos en las partes precedentes de nuestra investigación como con el
culturalista que empleamos en estos capítulos consagrados a los símbolos y ar~
quetipos cíclicos.
Accidentalmente tropezamos ya con el jeroglífico de la cruz en la forma de
la esvástica ligada al devenir lunar y astral, doble dividido de la rueda. Pero fue
Burnoufl quien parece haber descubierto el componente y la determinación
tecnológicos de la esvástica y de la cruz en general. El sabio orientalista compa~
ra primero khristos "ungido" con el Agni indio y el Athra persa. Y debe obser~
varse al respecto que la etimología de khristos "ungido" está cerca de la de Krishna,
que significa "esencia, perfume, aceite", y ambos provienen de khrio: "yo unjo,
unto, froto". Burnouf compara esta práctica de la unción con ayuda de aceites
esenciales con la técnica que utilizan los hindúes y numerosos primitivos para
producir el fuego. El encendedor de la India védica, aranf, según Burnouf, era
de grandes dimensiones. La pieza inferior en forma de cruz se fijaba al suelo por
cuatro clavijas, la superior era movida por una correa tirada por dos hombres. 8
"Cuando el fuego aparece en el punto de frotamiento se dice svasti -¡está bien!
6
Véase ibíd., pp. 19, 42, 67.
7 Véanse E. Bumouf, Levase sacré, pp. 119 y ss.; O. Viennot (Le Culte de l'arbre dans l'Inde
ancienne, p. 32) subraya que durante la producción ritual del fuego, el chami, "árbol macho" de
madera dura, está ubicado sobre el achvattha, la madera blanda, árbol hembra. Véanse Frazer, Mythes
sur !'origine du feu, pp. 233, 244, 265, 270-272; J.-P. Bayard, Le Feu, p. 152 y ss.
8
Véase Bumouf, Le vase sacré, pp. 13 y ss.
340 DEL DENARIO AL BASTO
(su as ti)- y la figura del araní recibe el nombre de svástika. "9 Los textos védicos
hacen alusión a las dos madres -araní- que engendran a ese "hijo del carpinte~
ro", el fuego que se comunica a las hierbas ungidas de aceites esenciales y de
manteca, de donde proviene el nombre del fuego agni, "el ungido''. Si citamos
la tesis de Burnouf es porque tiene el mérito de relacionar de una manera empí~
rica, en el nivel de la filología y la tecnología, la madera del árbol, la cruz y el
fuego, en un contexto cuyo esquema general es el frotamiento rítmico. Vamos
a comprobar que esta asociación, a primera vista extraña, está sobredeterminada
progresivamente por la semántica de la madera y el fuego, donde esos dos ele~
mentos no adquieren su significación suprema salvo si se los ubica en el gran
esquema del frotamiento rítmico.
Con frecuencia, el poder fertilizador de la Luna es confundido con el fuego
"oculto" en la madera "de donde puede extraérselo por fricción". 10 Muy a menu~
do, el árbol.es imaginado como "el padre del fuego": "laureles y bojes que crepi~
tan, sarmientos que se retuercen entre las llamas, resinas, materias de fuego y de
luz cuyo aroma ya arde en un verano ardiente" .11 Vesta, la diosa latina del fuego y
el hogar, también es diosa agrariaY Indudablemente, nuestros procedimientos
modernos de calefacción y cocción nos hicieron perder de vista esta relación
primitiva del árbol y el fuego. Pero la constelación árbol~ fuego persiste de manera
tenaz tanto en el folclore como en la conciencia poética. Eliade, 13 tras haber
descrito la práctica que consiste en quemar ritualmente "el árbol de mayo",
escribe: "la consumición de la madera por el fuego es probablemente un rito de la
regeneración de la vegetación y de la renovación del año, porque en la India y en
la Antigüedad clásica se quemaba un árbol al empezar el año". Mucho antes de
haber probado químicamente que las cenizas de madera contenían potasio, se
atribuyó espontáneamente un poder fertilizador a la práctica de las "fallas", de los
"fuegos de San Juan". Estos rituales estacionales del fuego son eufemizaciones de
ritos sacrificiales. 14 Hoguera donde muere Cuaresma, leño de Nochebuena, que~
ma de la Epifanía y de la rama Badnjk en los países danubianos -rama ungida con
incienso y aceite-, calendeau, "leño de Cristo", como ritual del araní, implican
una reminiscencia sacrificial, ya que el fuego es el elemento sacrificial por exce~
lencia, el que confiere al sacrificado la destrucción total, amanecer de una total
regeneración. Estas costumbres vienen a inscribirse en la gran constelación dra~
mática de la muerte seguida de la resurrección. Ya sea en Sa·is, durante las fiestas
9 lbíd.,p. 15. RigVéda, I, 95-2, m, 29; V, 11, 6; VI, 48. Véase Viennot, Le culte .. . , pp. 54-55, y 174-175.
10
Harding, Les mysteres ... , p. 143.
11
Bachelard, L' air ... , p. 234; véase Bayard, Le feu, pp. 28 y ss.
12 Véase Dumézil,Tarpeia, p. 106.
13 Eliade, Traité ... , pp. 268-269; véase J.-P. Bayard, Le feu, pp. 235 y ss.
14 V éanse Frazer, Rameau d' or, m, p. 4 74; Bachelard, Psychanalyse ... , p. 68.
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 341
15 Véanse Harding, Les mysteres ... , pp. 144-145; J.-P. Bayard, Lefeu, pp. 34 y ss. Sobre los fuegos
de San Juan, véase ibíd., pp. 235 y ss., 252 y ss., cap. XIX, "Les feux de la St-Jean"; cap. xx, "St-Jean,
embleme du feu". También P. Naudon, Les Loges de St-]ean .
. 16 Véase Leroi-Gourhan, Le Homme la et matiere, p. 71; figs. 87, 88.
17 Jung (Métamorphose ... , p. 140) insiste en el radical math o manth, "producir frotando".
18
Véase Dumézil, Tarpeia, p. 108.
19
Véase Leroi-Gourhan, Le homme ... , pp. 170, 171, 174.
20
Véase F.-J. Nicolas, "Mythes et etres mythiques des L'élade la Haute-Volta", pp. 1.355 y SS.
342 DEL DENARIO AL BASTO
persigue a Nekili ton "la maza del pequeño mortero". Por último, como en el
mito hindú referente al aranf, el fuego está ligado al secreto de los aceites esen~
ciales. Esta vez es la mujer del héroe la que roba al duende la receta de prepara~
ción de la grasa vegetal de KaritéY Tecnología y mitología se superponen en
este hecho: el frotamiento rítmico, ya sea oblicuo o sobre todo circular, es el
procedimiento primitivo para hacer fuego. Leroi~Gourhan, 22 pese a sus loables
reticencias en cuanto a abrir un juicio de anterioridad histórica, admite que el
encendedor por vaivén rítmico es, si no el procedimiento más primitivo, cuan~
do menos "el más primitivo de los pueblos vivos", los melanesios. Los
encendedores rotativos que implican el uso del arco, el principio del berbiquí o
de la manivela parecen más tardíos y derivados: "Las herramientas animadas de
un vaivén se perfeccionaron adquiriendo el movimiento circular continuo". 23
La tecnología del encendedor nos permite relacionar el movimiento circular
con el vaivén primitivo. Pero este esquema del vaivén, tan importante para el
devenir técnico de la humanidad, ya que es el padre del fuego, ¿no tiene un
prototipo en el microcosmos del cuerpo humano, en el gesto sexual? El fuego,
como el aranf o su emblema la cruz, ¿no es la directa ilustración de ese gesto
orgánico que es el acto sexual entre los mamíferos?
Jung 24 ya había subrayado el notable isomorfismo semántico y hasta lingüísti~
co entre "la madera", los rituales agrarios y el acto sexual. Uen en germano signi~
ficaría "la madera", y ueneti, "él ara", es decir, cava el suelo mediante un bastón
puntiagudo, como todavía lo hacen los australianos en el juego simbólico del
coito. Luego, este término sería aplicado al propio campo: en gótico, vinga; en
irlandés, vin. Esta raíz finalmente habría dado "Venus", la diosa de las delicias del
amor, venas. De igual modo, en el ritual de los herreros y en el de los alquimistas,
el fuego de la madera es el que está directamente relacionado con el acto sexual.
El fuego sacrificial del altar védico constituye una hierogamia: el regazo es el
altar; el pelo es la hierba; la piel, el lagar de soma; "el fuego está en medio de la
vulva". 25 El fuego, producto del acto sexual, hace de la sexualidad un tabú riguro~
so para el herrero. Las ceremonias metalúrgicas africanas presentan elementos
del simbolismo nupcial, y el inventor mítico de la metalurgia china Yu el Grande
procede, mediante el fuego Yang y el agua Yin, que constituyen la operación de
temple, a un verdadero matrimonio de los elementos. 26 El aspecto general de nup~
21
Véase ibíd ., pp. 1.363 y ss.
22
lbíd.' p. 69
23
lbíd.' p. 100.
24
Véanse Jung, Métamorphose ... , p. 145; Harding, Lesmysteres ... , p. 146.
25 Upanisad brihads arayana, vr, 4, 20; véanse VI, 4, 3; Rig Véda, m, 29, 1-3; Harding, Les mysteres ... ,
p. 143, también Eliade, Yoga, p. 256 y Forgerons ... , p. 40; J.-P. Bayard, Le Feu, ob. cit. , pp. 181 y ss.
26
Véanse Eliade, Forgerons .. . , pp. 62-63; Eliade, Le Mythe de l'éternel retour, p. 107.
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 343
27 Véase Leroi-Gourhan, Le homme ... , p. 69. Véanse en M. Caron y S. Hutin, Les Alchímístes ... ,
pp. 152, 158, las figuraciones "nupciales" de la conjunctío alquímica, extraídas de la Anatomía aurí de
Mylius y de un tratado tántrico.
28
Véase Bachelard, Psychanalyse ... , pp. 54-56.
29
lbíd., p. 54. Nosotros mismos sometimos a alumnos de las clases terminales a un test en el cual
ellos debían imaginarse en la situación de Robinson, abandonado en su isla. Todos, sin excepción,
pensaron en reinventar el fuego, el 85% apeló a un encendedor por fricción, y el 97% de éstos
confesó no haber realizado jamás en la práctica un procedimiento semejante.
30
Bachelard, Psychanalyse ... , p. 81; véase Jung, Métamorphose ... , p. 163.
31
Bachelard, Psychanalyse ... , p. 84. Sobre el fuego de los alquimistas, véase J.-P. Bayard, Le
feu ... , p. 137.
32
Bachelard, Psychanalyse ... , p. 48.
344 DEL DENARIO AL BASTO
33
Véase Eliade, Traité ... , pp. 256-286.
34
VéaseEliade, Forgerons ... , pp. 101-102.
35
Véase Jules Bloch, Les Tziganes, p. 28.
36
Véase supra, p. 232.
37 Véase supra, p. 225.
38
Véase Griaule, "Le Symbolisme des tambours soudanais", pp. 79 y ss. Sobre las interdicciones
sexuales referentes a los tambores, véase Griaule, Masques Dogons, p. 705.
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 345
39
Véanse Sachs, Geist und Werden der Musikinstrumente, pp. 254 y ss.; Schaeffner, Origine des
instruments de musique, pp. 24, 238 y ss.; P. Germain y P. Bugnardin, "La Musique et la psychanalyse"
pp. 751 y ss.; también Granet, Pensée .. . , ob. cit., p. 211, acerca de la teoría de la división de los 12
tubos de la música china en 6 tubos "machos" y 6 "hembras": "por lo demás el mito referente a los
dos tubos alude expresamente a danzas sexuales", ( ibíd. , p. 215). Sobre la índole fisiológica del
ritmo en oposición a la índole intelectual de la armonía, véase E. Willems, Le Rythme musical, pp.
35, 36. El autor, luego de F. Gevaert (Histoire et théorie de la Musique de l'antiquité, p. 5), destaca el
valor fisiológico de la fórmula griega que define el ritmo, arsiHhesis, diástole-dístole. El ritmo no
sólo puede ser sugerido por los movimientos cardíacos, sino por la respiración, la marcha y el "amor
(caricia, deseo, movimiento de caderas que se vuelven más excitantes en ocasiones por el uso de
pequeños instrumentos sonoros)", (ibíd., p. 111).
40 B. de Schloezer, Introduction a].-S . Bach, p. 31; véase G. Brelet, Le temps musical, pp. 259-364.
41 Véase Granet (Pensée: ... , p. 214) quien muestra la relación explícita, en China, del calenda-
podemos completar la bella expresión de Zimmer, 42 cuando escribe que "la rueda
del tiempo es una coreografía", agregando que toda coreografía rítmica es erótica.
Erótica no sólo en el sentido de que cuantiosas danzas son directamente una
preparación o un sustituto del acto amoroso, 43 sino también porque la ·danza ri~
tual siempre representa un papel preponderante en las ceremonias solemnes y
cíclicas cuyo objeto es garantizar la fecundidad y, sobre todo, la perpetuidad del
grupo social en el tiempo. Danzas del Sigui entre los dogones, Shalako de los zuñis
y Pilú de los neocaledonios, 44 su doble misión es instaurar la fructífera continui~
dad de la sociedad mediante la repetición cíclica de la fiesta y el ritmo de la
danza. Ritual mágico de fecundidad, pero además símbolo erótico de la unidad
por el ritmo, así aparece la danza especialmente en esta reflexión de un canaco,
en la que se observará la alusión al isomorfismo del hilo y el tejido: "Nuestras
fiestas[ ... ] son el movimiento de la aguja que sirve para unir las partes del techa~
do de paja y hacer un solo techo, una sola palabra". 45
Esta gigantesca constelación mítica que relaciona el fuego, la cruz, la fricción y
el giro, la sexualidad y la música, a nuestro juicio, se resume en una nota de Granet,
referente a un objeto ritual encontrado en las excavaciones de Lo~Lang. Este
objeto está constituido por una plaqueta circular de madera dura armonizada con
una planchita cuadrada de madera blanda. No podemos menos que citar esa larga
nota46 en la cual la finura del sinólogo capta en su totalidad los matices simbóli~
cos del isomorfismo que acabamos de estudiar:
Debo limitarme aquí a subrayar[ ... ] la existencia de todo un lote de datos míticos que
dan fe de la relación del tema del fuego 47 y los temas del giro , la rueda y el pivote, unidos
a los temas del columpio, la cucaña, el gnomon. Se encontrará48 la indicación de la
relación de algunos de estos temas con la noción del Tao y las prácticas hierogámicas
[... ] en relación [... ] con una combinación de números que evocan la esvástica [... ] el
tema de las antorchas encendidas parece ligado a todo un conjunto de prácticas y
metáforas relacionadas con la idea de hierogamia.
42
Zimmer, Mythes ... , p. 149; véase el papel del Dios mexicano Macuilxóchitl, dios del amor, la
danza y la música; véanse Soustelle, La pensée ... , p. 42. C.~ P. Bayard, Lefeu, pp. 72, 175, 205,216,218.
43
J. Cuisinier, La danse ... , pp. 17 ~ 30.
44
Véanse Griaule, Masques Dogons, pp. 166, 198, 204; Cazeneuve, Les Dieux dansent a Cibola,
PP: 184 y ss.; Leenhardt, Notes d'ethnologie ... , pp. 160, 163, 171.
45 Citado por Leenhardt, ibíd., p. 118.
46
Granet, Pensée ... , p. 200, nota 2.
47 El destacado es nuestro.
48
Véase Granet, Pensée ... , p. 319.
49 Véase ibíd., pp. 124~209.
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 347
siempre está relacionado con el tubo acústico que da la nota inicial de la escala
china. Por otra parte, la escala pentaténiGaGhinaalcanza el-simbolismo crucífero
y cósmico, ya que sus cinco notas forman "una encrucijada, que se convierten en
los-símbolos del centro · y · clelascuatroestaciones~orientes'', de -talmodo .que, con
justa razón, "los antiguos sabios consideraban como cuestiones relacionadas los
problemas referentes a la teoría musical y la disposición del calendario". 50 Por lo
tanto, vemos que todas las ensoñaciones cíclicas concernientes a la cosmología,
las estaciones, la producción xílica del fuego, el sistema musical y el sistema rít~
mico no son más que epifanías de la rítmica sexual.
Nos vemos llevados a hacer dos observaciones respecto de la tecnología rítmi~
ca que acabamos de estudiar. Primero, vemos que la mayoría de los instrumentos
técnicos del hombre primitivo -huso, torno, rueda de carro, torno de alfarero,
mantequera, pulidora y finalmente aranf, o encendedor de fricción-51 surgieron
del esquema imaginario de un ritmo cíclico y temporal. Toda técnica, y especial~
mente la de las dos invenciones más importantes para la humanidad -el fuego y
la rueda-, comienza precisamente por una ritmología. De aquí proviene la segun~
da observación: y es que esos modelos técnicos del ritmo circular, estructurados
por el engrama del gesto sexual, van a liberarse poco a poco del esquema del
eterno comienzo para alcanzar una significación mesiánica: la de la producción
del Hijo, uno de cuyos prototipos es el fuego. Filiación vegetal o animal
sobredeterminan la "producción" técnica, y la inclinan hacia una nueva modali~
dad del dominio del tiempo. La noción primitiva de "producto" vegetal, animal,
obstétriCo o pirotécnico suscita los símbolos de un "progreso" en el tiempo. Si
separamos este parágrafo, consagrado a las imágenes de la cruz y del fuego, del
parágrafo limitado a la tecnología del movimiento cíclico, es porque, con la
reproducción del fuego, se introduce una nueva dimensión simbólica del domi~
nio del tiempo. Éste ya no es vencido por la simple seguridad del retorno y la
repetición, sino porque, de la combinación de los contrarios, surge un "produc~
to" definitivo, un "progreso" que justifica el propio devenir, porque la propia
irreversibilidad es dominada y se vuelve promesa. Así como la ensoñación cí~
clica es quebrada por la aparición del fuego, que supera los medios de su propia
producción, ahora vamos a ver que la imaginación del árbol, sobredeterminada
por los esquemas verticalizantes, rompe progresivamente a su vez la mitología
cíclica en la que se encerraba la imaginación estacional del vegetal. Puede decir~
se que tanto a través de la fenomenología del fuego, como a través de la
fenomenología del árbol, se capta el pasaje de arquetipos meramente circulares a
arquetipos sintéticos que van a instaurar los mitos tan eficaces del progreso y los
mesianismos históricos y revolucionarios.
***
A primera vista, el árbol parece venir a ubicarse al lado de los otros símbolos vege,
tales. Por su floración, su fructificación, por la mayor o la menor caducidad de sus
hojas, parece incitar a soñar una vez más con un devenir dramático. Pero el opti,
mismo cíclico parece reforzado en el arquetipo del árbol, pues su verticalidad orien,
ta de un modo irreversible el devenir y el humanismo, de alguna manera, acercán,
dolo a la estación vertical significativa de la especie humana. Insensiblemente, la
imagen del árbol nos hace pasar de la ensoñación cíclica a la progresista. Hay todo
un mesianismo subyacente al simbolismo de las frondas, y todo árbol que retoña o
florece es un árbol de Jesé. Este verticalismo es tan palpable que Bachelard no
vacila en clasificar al árbol entre las imágenes ascensionales y en dedicarle un im,
portante capítulo al árbol aéreo.SZ No obstante, querríamos mostrar aquí que esta
intención arquetípica del árbol no es más que un complemento del simbolismo
cíclico, al que sencillamente se contenta con orientar, y que simplifica al no con,
servar más que la fase ascendente del ritmo cíclico.
Ante todo, el árbol es isomorfo del símbolo agrolunar. Por eso se carga con las
mismas asociaciones simbólicas que señalamos respecto de los símbolos ofidios.
El árbol se encuentra asociado a las aguas fertilizadoras, es árbol de vida. La plan,
ta acuática, el rizoma de loto cubierto de flores, se vuelve arborescente sobre las
columnas de Luxor, así como en las representaciones lotiformes y gigantes del
arte de la dinastía Gupta. En las leyendas semíticas, el árbol de vida está ubicado
en el mar o junto a una fuente. 53 Przyluski piensa que hubo una evolución, bajo
influencias tecnológicas, de los cultos del árbol a los del grano, pasando por los de la
flor. 54 Esta evolución se habría realizado durante el pasaje de las culturas de caza
mayor a las sedentarias y agrícolas, y habría desembocado en la transformación del
culto del árbol en un culto de las bebidas fermentadas y el trigo. Por consiguiente,
la dramatización sería más explícita en el nivel de los cultos agrícolas, en el de las
civilizaciones del trigo y el maíz, por ejemplo. Pero a nuestro juicio existe una
bifurcación en dos acepciones del símbolo vegetal, más que una verdadera evolu,
ción. La noción de evolución progresiva que utiliza Przyluski para explicar el
pasaje del simbolismo del árbol al del ciclo, en nuestra opinión, es a su vez tributaria
del arquetipo del árbol y está subordinada a éL El culto del ciclo lunar y su coro,
lario vegetal parecen tan antiguos como el del árboL Por otra parte, hemos visto
52
Bachelard, L: air ... , p. 231.
53
Véanse Eliade, Traité ... , p. 245; Ezequiel, 47; Apocalipsis, xxn, 1,2.
54
Véanse Przyluski, Grande Déesse, pp. 80, 90; O. Viennot, Le culte ... , pp. 26, 27, 29, 84, 92.
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 349
55 Véanse, 1, pp. 109, 130, 146, y Eliade, Traité ... , p. 236; Przyluski, Participation, p. 41, y ]ere,
mías, 11, 20, XVII, 1'3.
56
Véase Harding, Les mysteres ... , pp. 53 y ss. Sobre el Yupa (poste sacrificial), véase O. Viennot,
Le culte ... , pp. 41,54.
57
Véase Piganiol, Essai ... , p. 96. Sobre el origen "sabino" de Terminus, véase Grimal, Dictionnaire,
art. Terminus.
58 Véanse Przyluski, La Grande Déesse, p. 89; Jeremías, 11, 27; Jung, Métamorphose ... , p. 210;
las Indias. 61 Casi en todas partes, en los monumentos de esas culturas antiguas se
encuentra la columna asociada o bien a la palmera datilera o al loto sagrado o a los
dos a la vez. En tales ejemplos se ve claramente cómo el arquetipo del árbol es
incesantemente frecuentado por las acepciones ascensionales de los betilos y las
piedras fálicas que estudiamos más arriba. 62 El árbol,columna viene a estructurar la
totalización cósmica ordinaria de los símbolos vegetales mediante un vector
verticalizante. En su verticalidad, el pilar de Samath colecciona figuras animales, y
los diversos capiteles lotiformes de los pilares hipóstilos sintetizan las diversas fases
del desarrollo de la flor: brote, corola desplegada, pétalos ajados. Por lo tanto, el
árbol,columna nos invita a una totalización cósmica, pero haciendo recaer el acen,
toen la verticalidad progresiva de la cosmogonía. 63
La imagen del árbol se presenta siempre bajo el doble aspecto de resumen
cósmico y de cosmos verticalizado. Así es como el árbol será el tipo mismo del
hermafrodita, Osiris muerto y la diosa lsis a la vez, ya que el Ashera es al mismo
tiempo dios padre y diosa madre. 64 Con suma facilidad, el árbol representará el
producto del matrimonio, la síntesis de los dos sexos: el Hijo. El Gargantúa popu,
lar, en cuanto hijo, está ligado al simbolismo del árbol; los Kyrioles, ramos salva,
jes que las procesiones agitan en Pentecostés, en nuestra campiña son llamados
"Gargantúa", prototipos de todos los "ramos" de la cristiandad. La iconografía
representa a Gargantúa, o su doble cristiano San Cristóbal, como Hércules, con
un tronco en la mano, roble desarraigado en el cabo Fréhel o haya arrancada a la
tierra del Velay. 65 Por ende, el simbolismo del árbol reúne, entrecruzándolos, to,
dos los símbolos de la totalización cósmica. Ya sea el árbol de la tradición india, el
árbol lunar de los mayas o los yakutas, el árbol Kiskana babilónico, el Yaggdrasil
de la tradición nórdica, el árbol lunar y el solar de la tradición alquímica, siempre
el árbol es símbolo de la totalidad del cosmos en su génesis y su devenir. 66 El
Kiskana babilónico es totalmente rumoroso de los simbolismos cósmicos que lo
guarnecen: losanges, capridios, astros, pájaros y serpientes. En Mohenjo,Daro,
como en los Nágakkal dravidianos, bóvidos, serpientes y pájaros se aprietan alre,
dedor o sobre el árbol central. 67 Entre los bambaras, el árbol Balenza es un avatar
61
Véanse Przyluski, La Grande Déesse, pp. 67,69 y ss.; O. Viennot, Le culte ... , pp. 35, 44, 45.
62
Véase supra, pp. 135 y ss.
63
Jung (Métamorphose ... , p. 210) compara el "Pal" -pallas- de madera, símbolo de Ceres, de
La tona o Príapo, con phalages, "viga", phalos, "luminoso", y finalmente phales, "falo".
64 Véanse Przyluski, La Grande ... , pp. 81, 82, 86; O. Viennot, Le culte ... , pp. 52, 53. Sobre la
bisexualidad del árbol entre los canacos (diro y palmeros machos opuestos al taro y a las eritrinas
hembras), véase Leenhardt, Notes d'ethnologie ... , pp. 21 y ss., láms. v, 1, VI, 1, 3.
65
Véase Dontenville, La mythologie ... , p. 48.
66
Véase Eliade, Traité ... , pp. 238-239, 248; sobre el árbol alquímico, véase Grillot de Givry, Le
musée ... , pp. 324,388,395 (figs. II, m, vr), 400,404,407, 414; véase Hutin, I.:Alchimie ... , p. 76.
67
V éanse Przyluski, La grande ... , p. 80; Viennot, Le culte ... , pp. 26, 84.
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 351
68
G. Dieterlen, Essai ... , p. 36.
69
Eliade, Traité ... , p. 241. Bello ejemplo de árbol cósmico que une el cielo a la tierra, en un mito
mataco referido por Métraux y a través del cual se transparenta el isomorfismo con el fuego. Véase
Métraux, Histoire du Monde ... , p. 509.
70 Véase Guénon, Le symbolisme ... , p. 83.
71
V éanse Bachelard, V air ... , pp. 23 7, 250; A. M. Schmidt, La mandragore ... , pp. 14 y ss.
72 B. Gita, xv, 1-3.
73
Véase supra, pp. 307 y ss.
74 Eliade, Traité ... , pp. 261, 263.
352 DEL DENARIO AL BASTO
humano, pues su vector viene a reforzar todavía más las imágenes de la resurrección
y el triunfo. Y si Descartes compara la totalidad del saber humano con un árbol,
Bachelard pretende que "la imaginación es un árbol". 75 Por consiguiente, nada es
más fraterno y halagüeño para el destino espiritual o temporal del hombre que
compararse con un árbol secular, contra el cual el tiempo carece de asidero, con el
cual el devenir es cómplice de la majestad de las frondas y la belleza de las floraciones.
Por eso, no es sorprendente comprobar que la imagen del árbol siempre es
inductora de cierto mesianismo, de lo que podríamos llamar el "complejo de Jesé".
Todo progresismo es arborescente. El mito de los tres árboles, tal y como aparece
en ciertos evangelios y apocalipsis apócrifos, no es más que un doble del mito de
las tres edades. 76 Set yendo al Paraíso a implorar la redención de su padre es
impactado por una triple visión: la primera vez ve un árbol seco sobre un río; la
segunda, una serpiente se enrolla alrededor de un tronco; la tercera, el árbol crece
y se eleva hasta el cielo llevando a un recién nacido en sus ramas. El ángel da a
Set tres semillas del fruto del árbol fatal que saborearon los padres, y de esas tres
semillas germinan los tres árboles que, más tarde, servirán para confeccionar la
cruz del suplicio. Éste es el mito que repercuten, de una manera lejana, todos los
Paisajes con tres árboles, desde la hermosa aguafuerte de Rembrandt hasta la bella
aguada de Víctor Hugo. Lo que debe verse con claridad es que el árbol está
míticamente asociado a tres fases que se encadenan de manera progresiva y sim~
bolizan, más que un ciclo, la historia mesiánica del pueblo judío. Precisamente
por tales razones imaginarias toda evolución paulatina se figura bajo los rasgos
del árbol ramificado, ya se trate de los árboles genealógicos, preferidos por los
historiadores, o del majestuoso árbol de la evolución de las especies, preferido por
los biólogos evolucionistas. 77 No obstante, no hay que creer que el árbol se libra
tan fácilmente de sus ataduras cíclicas. Todo progresismo siempre es tentado por
la comparación histórica, o sea, por una ciclicidad comparativa. lndudablemen~
te, si para los antiguos judíos el olam habá, "el siglo venidero", debe remplazar
irremisiblemente al reino de las tinieblas, el olam hazé, "el siglo actual", cuyo prín~
cipe es Satán, si ya Daniel y Esdras 78 introducen en la meditación del devenir una
nota polémica que permite pasar del ciclo preferido por todas las astrobiologías
de la Antigüedad a la verticalidad histórica del árbol, sin embargo en ese mono~
teísmo hebraico, inductor tan elemental de concepciones trascendentes e imáge~
nes diairéticas, reaparece, tras el mesianismo verticalizante de la historia, la creen~
cia tenaz en el ciclo del "milenio". 79 En las partes más recientes del Libro de Enoc
75
Bachelard, La terre et les reveries du repos, p. 30.
76
Véase Eliade, Traité ... , p. 254.
77
Véase Cuénot, l_;Évolution biologique ... , p. 17, fig. 3, "árbol genealógico del reino animal".
78 Véanse Daniel, x, 13; n Esdras, IV, 26, VI, 20, VII, 12, VIII, l.
79
Véase Langton, Démonologie, p. 22 7.
DEL ESQUEMA RÍTMICO AL MITO DEL PROGRESO 353
y en los Salmos de Salomón "se declara que el reino mesiánico sólo tendrá una
duración limitada"; 80-ParaEsdras;estaduraciórrsería·de·aproximadamente medio
siglo; para Enoc, de mil años. Por lo tanto, se trata realmente, en este milenio,
"de una transformación-de la -vieja espera judía·de un··etemoreino·mesiánico
establecido en esta tierra". 81 Añadiremos que, a nuestro juicio, esta transforma~
ción es como una tentativa más o menos consciente de desviación hacia las con~
cepciones cíclicas de los eones benéficos y maléficos. La imagen altiva del árbol
jamás puede desprenderse por completo de su contexto estacional y cíclico, y las
mitologías, como las religiones, buscaron desesperadamente el árbol que en sí no
tuviera nada de caduco y que escapase a los rigores pasajeros de las fases invernales.
Por último, la iconografía imaginaria del árbol presenta una figuración muy
curiosa que, también ella, es evocación del simbolismo cíclico en el seno de las
aspiraciones verticalizantes. Es la imagen del árbol invertido, correspondiente en
parte a la inversión que habíamos señalado a propósito de la bisexualidad de la
serpiente, 82 y que nos parece muy característica de la ambivalencia del simbo lis~
mo cíclico. El árbol cósmico de los Upanisads, por ejemplo, hunde sus raíces en el
cielo y extiende sus ramas sobre la tierra. 83 Este árbol dialectizado representaría la
manifestación de Brahma en el cosmos, es decir, la creación imaginada como
procesión descendente. 84 Esta imagen del árbol invertido puede observarse en la
tradición sabeana, en el esoterismo sefirótico, en el Islam, en el Dante, así como
en ciertos rituales lapones, australianos e islandeses. 85
Este árbol invertido insólito, que ofende nuestro sentido de la verticalidad
ascendente, de hecho es signo de la coexistencia, en el arquetipo del árbol, del
esquema de la reciprocidad cíclica. Es pariente cercano del mito mesiánico de los
tres árboles, el último de los cuales invierte el sentido del primero: ipse lignum
tune notavit. Damna ligni ut solveret, 86 y rehace en sentido inverso la procesión
creadora; porque la redención mesiánica es el doblete invertido, ascendente, de
un descenso, de una caída cosmogónica.
Así, el arquetipo del árbol y de sustancia, la madera, que sirve para confeccio~
nar el poste~columna, pero también la cruz de donde surge el fuego, a nuestro
juicio es ejemplar de una ambivalencia en la cual se acentúan los valores mesiánicos
y resurreccionales, mientras que la imagen de la serpiente más bien parecía privi~
80
Ibíd., p. 226.
81
Ibíd., p. 227.
82
Véase supra, p. 329. Sobre "el árbol invertido" y su bibliografía védica, consúltese O. Viennot,
L'Alchimie ... , pp. 32 y ss.
83 Upanisad Kath, VI, I; Maítri. Upan., VI, 7.
84 Véase Eliade, Traité ... , pp. 239~240.
85 Véase ibíd., p. 241.
86
Himno Crux fidelis, liturgia católica de la Pasión; véase Guénon, Symbolisme ... , p. 80.
354 DEL DENARIO AL BASTO
RESULTA MUY DIFÍCIL analizar las estructuras de esta segunda categoría del Régimen
Nocturno de la imagen. En efecto, éstas son sintéticas en todos los sentidos dél
término, y primero porque integran las restantes intenciones de lo imaginario en
una serie continua. Más aun que en el estudio de las estructuras místicas nos
vimos obligados a abandonar, por lo que a nosotros respecta, la terminología de la
psicología patológica, y en particular, pese a la indiscutible atracción de esos dos
vocablos, los términos "cicloide" y "síntona". 1 Porque mientras que la enferme~
dad y su etiología parecen insistir en las fases contrastadas del comportamiento
maníaco~depresivo, el estilo de las imágenes que acabamos de estudiar está cen,
trado más bien en la coherencia de los contrarios, en la coincidentia oppositorum.
Sin embargo, nos vemos en el compromiso de señalar que los psicólogos tropeza~
ron con las mismas dificultades diagnósticas cuando intentaron trazar el cuadro
coherente de los síndromes de la cicloidia o la psicosis maníaco~depresiva. En el
test de Rorschach, Bohm2 observa que es casi imposible obtener un protocolo
global de los síndromes cicloides: los contrarios que pone en juego el estado ci,
cloide se anulan recíprocamente y tornan ínfimos los desvíos de la normaL Por
eso el diagnosticador recomienda redactar dos listas: una para los estados depresi,
vos, la otra para los síntomas hipomaníacos. Pero es esta dicotomía la que que,
rríamos evitar analizando las estructuras de síntesis, dicotomía que precisamente
corre el riesgo de aniquilar la síntesis. No obstante, el diagnosticado2 llega a
detectar un estado sui generis de la psicosis maníaco~depresiva en su aspecto glo,
bal, diagnóstico negativo y por exclusión, indudablemente, pero que sin embargo
permite establecer que jamás se observa el impacto negro o el impacto color en
los estados cicloides graves. Pues es notable comprobar también que las estructu~
ras sintéticas eliminan todo impacto, toda rebelión ante la imagen, aun nefasta y
terrorífica, pero que, por el contrario, armonizan las contradicciones más flagran~
tes en un todo coherente.
1 Kretschmer, La Structure du corps et le caractere, 'véase Bleuler, "Die Probleme der Schizo'idie
und Syntonie".
2
Véase Bohm, Traité ... , II, p. 397.
3
Véase ibíd., II, pp. 446A48.
355
356 DEL DENARIO AL BASTO
11
V éanse Freud, Psychopathologie de la vie quotidienne, p. 55, y C. Odier, "Le probleme musical et
le point de vue de l'origine",
12 Véase A. Michel, Psychanalyse .. . , pp. 164, 210.
13 Véase "Théorie des signes expressifs chez J.-S. Bach", pp. 10-15, 32-47 y ss.
14 Véase supra, pp. 192 y ss.
15
Michel, Psychanalyse .. . , p. 215. Esta opinión de A. Michel nos parece extrema, porque la
música siempre apela a una morfología espacial, aunque más no sea por la medida y el ritmo; véase E.
Willems, Le rythme ... , p. 89, cap. n, § 7, "La musique et l' espace".
358 DEL DENARIO AL BASTO
16
Véase Berthelot, La pensée .. . , p. 378.
17
Véase ibíd., pp. 155, 163.
18
lbíd., p. 163.
19
E. Souriau puso claramente de manifiesto en el universo dramático esta "tensión interhumana",
este "apuntalamiento" que, en la armonía de la obra teatral, constituye el dinamismo específico de la
función dramática; véase E. Souriau, Les Deuxcentmille situations dramatiques, pp. 48, 49, 55, 94. No
hay que confundir esta dialéctica de los antagonistas con la exclusión antitética.
ESTRUCTURAS SINTÉTICAS DEL IMAGINARIO 359
Capuleto y los Montesco, Orfeo desafiando a los infiernos para traer de vuelta a
Eurídice, Alceste presa de los ridículos marquesitas, Fausto frente a frente con
Mefisto; Don Quijote, Fabrizio, Julien Sorel enfrentando molinos de viento, ban~
doleros y mazmorras por una Dulcinea cualquiera; todos, en el traje literario de su
país y su época, vuelven a actuar el drama litúrgico del Hijo perseguido, sacrifica~
do, llevado al cadalso y salvado acaso por el amor de la madre amante. Así, la
imagen del drama cubre y oculta, con sus peripecias figuradas y sus esperanzas, el
drama real de la muerte y el tiempo. Y la liturgia dramática bien parece ser la
motivación tanto de la música danzada primitiva como de la tragedia antigua. Si
quisiéramos explicar ese exorcismo del propio tiempo mediante procedimientos
temporales, podríamos aplicar a las tres -la liturgia dramática, la música danzada
primitiva y la tragedia antigua-la vieja teoría catártica de Aristóteles. El drama
temporal representado -convertido en imágenes musicales, teatrales o noveles~
cas-es desactivado de sus poderes maléficos, ya que a través de la conciencia y la
representación, el hombre vive realmente el dominio del tiempo.
Pero ¿cómo no ver que esta segunda estructura dramática va a dar nacimiento
a una aplicación exhaustiva a todos los fenómenos humanos, y tal vez a todos los
cosmos, de la coherencia en el contraste? Entonces tendremos que lidiar con la
estructura histórica de lo imaginario. Ya señalamos 23 hasta qué punto las filosofías
de la historia se ubican en la prolongación de toda ensoñación cicloidia y rítmi~
ca. Historiadores del progreso como Hegel o Marx, historiadores de la decaden~
da como Spengler, todos proceden de la misma manera, que consiste en repetir
fases temporales que constituyen un ciclo, y a la vez contrastar dialécticamente
las fases del ciclo así constituido. Tanto para Hegel como para Marx, la historia
presenta fases de tesis y antítesis bien tajantes; para Spengler -tomando en prés~
tamo inconscientemente su vocabulario clasificador a la astro biología-, la histo~
ría ofrece a la meditación "temporadas"24 de vida y de muerte, de primaveras e
inviernos bien caracterizados. Para todos, dichos contrastes tienen el poder de
repetirse, de cristalizarse en verdaderas constantes históricas. El modo del pensa~
miento historiador es el del siempre posible presente narrativo, de la hipotiposis
del pasado. En historia ¿la "comprensión" no viene del hecho de que siempre
puedo hacer pasar mi reflexión actual y la trama de mi meditación por el hilo de
las décadas pasadas? La analogía u homología cambia aquí de nombre y se llama
"método comparativo". La estructura histórica se reconoce en el presente narra~
tivo. No obstante, la repetición cíclica de las antítesis por el artificio de la
hipotiposis no basta para caracterizar esta estructura. Lo imaginario anhela mu~
cho más que un presente narrativo; la comprensión exige que las contradicciones
23
Véase supra, p. 289.
24
Spengler, Le déclin ..., I, pp. 63, 118.
ESTRUCTURAS SINTÉTICAS DEL IMAGINARIO 361
sean pensadas al mismo tiempo y desde el mismo punto de vista en una síntesis.
Dumézil insistióclaramente--sol:m:~-e-st-e-fac;tor.Zl -EJ-prot.otipo -r epresentativo de la
progresión histórica siempre parte de un esfuerzo sintético para mantener térmi~
nos ·antitéticos al-m-ismo-tiempo -en-la-Eoncienc;ia.Esta-estructu-ra-sintética de-la
historia, como de la leyenda, aparece en el famoso relato de la fundación de
Roma y la creación de las instituciones romanas a partir de la guerra sabina: en
efecto, Roma es fundada como síntesis de dos pueblos enemigos, y llega a la exis~
tencia histórica por la reconciliación de los dos reyes adversarios, Rómulo y Tito
Tacio, síntesis que se repite y se prolonga en la gemelidad jurídica de las institu~
ciones forjadas por Rómulo y de aquéllas ofrecidas por Numa. 26 Esta síntesis his~
tórica se manifiesta incluso a través del par antitético Tulio Hostilio el guerrero y
Anco Marcia el fundador del culto de Venus, el restaurador de la paz y la prospe~
ridad. Y finalmente, la sociología funcional y tripartita, modelo de toda la políti~
ca indoeuropea, no es más que un residuo de la meditación histórica, espontá~
neamente sintética, olvidadiza de ciertas verdades en provecho de un mito del
tiempo histórico concebido corno "el gran reconciliador"Y El mismo procedí~
miento totalizador se -encuentra en la historia legendaria de las divinidades hin~
dúes, entre las cuales lndra equilibra a Varona, o incluso en la Volupsa, que nos
muestra la génesis de la historia en la reconciliación final de los Vanes y los Ases. 28
Pero esta síntesis histórica puede efectuarse de muchas maneras diferentes. En
otras palabras, se comprueban "estilos" de historia que vienen a injertar las presio~
nes culturales sobre la savia universal de las estructuras sintéticas. DuméziF9 mostró
de modo convincente lo que diferenciaba el estilo romano de la historia del estilo
hindú: los romanos son empiristas, políticos, nacionalistas en quienes la síntesis
siempre adoptará cierto aspecto pragmático; mientras que los hindúes son
meditativos, dogmáticos que tenderán a llevar la historia hacia la fábula. La es~
tructura histórica es orientada, por un lado, por un progreso, por el presente,
cuando no por el porvenir; por el otro, por un pasado intemporal a fuerza de ser
pasado. La historia oscila entre un estilo del eterno e inmutable retomo del tipo
hindú y uno de dinamización mesiánica del tipo de la epopeya romana. Según
Durnézil, en el seno de la corriente indoeuropea, estos dos pueblos representarían
"el desvío máximo" del estilo de las representaciones históricas. Podría localizar~
se tal vacilación en la imaginación histórica moderna: las mismas corrientes con~
tradictorias se encuentran en el seno de "la epopeya" romántica, y equilibran a
Chateaubriand con Quinet, a Fabre d'Olivet con Michelet y a Maistre con el
25
Véase Dumézil, Tarpeia, pp. 143 y ss.
26 Véase ibíd., pp. 127 y ss., 147 y ss.
27 Véase ibíd., pp. 154, 157-158.
28
Véase ibíd., pp. 141-142; también supra, pp. 256 y ss.
29
Véanse Dumézil, Tarpeia, p. 170; Serviu set la fortune, pp. 65-68, 190.
362 DEL DENARIO AL BASTO
precursor Condorcet. 30 Hasta podría descubrirse ese balanceo entre una visión
totalizadora y cíclica de la historia y la creencia en un "fin revolucionario" de la
historia entre los más modernos discípulos del hegelianismo marxista. 31 Como
sea, tras la estructura totalizadora de la imaginación histórica se perfila otra, pro,
gresista y mesiánica, que ahora debemos definir. El símbolo de la rueda es difícil,
mente separable, en la imaginación, de la madera y sus dos desenlaces progresis,
tas: el árbol y el fuego.
Mientras que la tercera estructura sintética de la imaginación se señalaba por
la utilización del presente narrativo, puede decirse que la cuarta se manifiesta
por la hipotiposis futura: el futuro es presentificado, el porvenir es dominado por la
imaginación. Y nadie mejor que el historiador Michelet definió ese estilo de
la historia, hipotiposis y aceleración de un tiempo dominado a la vez, cuando decla,
ra, a propósito de la Revolución Francesa: "Ese día todo era posible [... ] el porve,
nir fue presente [... ] es decir, se había acabado el tiempo, un relámpago de eterni,
dad". 32 Una promesa se alza en la ensoñación histórica, y si paralos romanos la
historia ya era ejemplo y preparación del porvenir, lo mismo ocurre con los cel,
tas, para quienes la historia legendaria es una sucesión de edades, de asentamientos
sucesivos. La historia no es todavía totalmente mesiánica, y ya es épica.JJ Esta
intuición progresiva del escalonamiento de las edades también parece haber cons,
tituido la base de la filosofía de los mayas,quiché. En la cultura maya aparece
claramente el personaje del héroe cultural, del hijo que, en el transcurso de peri,
pecias y avatares cíclicos, finalmente llega a sortear las emboscadas y a instaurar el
sol de la "cuarta edad", fin culminante de la civilización maya. 34 Por supuesto,
el mesianismo judío y su prolongación cristiana vienen a ilustrar mejor todavía
ese estilo de la historia, y puede incluso decirse35 que, para la mentalidad judeo,
cristiana, el estilo mesiánico eclipsa casi totalmente el estilo exhaustivo de las for,
mas indoeuropeas de la historia: la tripartición funcional, residuo sociológico del
esfuerzo sintético, se borra en provecho de la igualdad ante los designios de la
Providencia: "El pequeño pastor David mata al campeón filisteo .en la línea de
batalla y pronto será el ungido del Señor". 36 Tal vez, lo que explica la rápida
difusión del cristianismo en ellmperio Romano y las poblaciones celtas sea cier,
to parentesco entre ese mesianismo judío y el estilo épico indoeuropeo de los
romanos y los celtas. Por último, podría decirse que la continuidad entre las le,
30
Véase Cellier, L' Epopée ... , pp. 4 7-51.
31
Véase Merleau-Ponty, Les Aventures de la dialectique, especialmente, pp. 81 y ss. y 280.
32
Michelet, Histoire de la Révolution fraw;;aise, VI, p. l.
33
Véanse Dumézil, Tarpeia, p. 172; Servius et ... , p. 65; m, p. 181.
34 Véase R. Girard, Le Popol-Vuh, p. 31.
35
Véase Dumézil, Tarpeia, p. 240.
36
lb íd., p. 241; véase J. Guitton, Le Temps et 1' Éternité chez Plotin et saint Augustin.
ESTRUCTURAS SINTÉTICAS DEL IMAGINARIO 363
37
Véase Eliade, Forgerons . .. , p. 179.
38
lbíd., p. 180. Sin duda, la alquimia es el modelo occidental y oriental de un progreso hacia un
fin triunfante del drama alquímico; la astrobiología sólo es p~omesa de un retorno.
4. MITOS Y SEMANTISMO
364
MITOS Y SEMANTISMO 365
5 Lévi~Strauss, "La Structure des mythes", en Anthropologie Structruturale, p. 320. Como el mis~
mo autor reconoce, "comparar el mito con el lenguaje no resuelve nada".
6
Reintegración totalmente relativa, ya que el sincronismo que redunda en un mito anula un
poco la linealidad diacrónica.
7 Véase supra, pp. 35 y ss.; también Lévi~Strauss, "La structure des mythes", en: Anthropologie
struturale, p. 105 y ss., en las cuales el autor minimiza la ley lingüística de la arbitrariedad del signo.
8
Lévi~Strauss, ibíd., p. 232. Véase Lévi~Strauss, La Pensée sauvage, p. 206, donde admite con
Saussure que "la arbitrariedad del signo implica grados".
9
Lévi~Strauss, Anthropologie estructurale ... , p. 233; véase polémica con G. Haudricourt y G.
Granai, p. 95.
10
Lévi~Strauss, Anthropologie estructurale ... , p. 233.
366 DEL DENARIO AL BASTO
11
El mismo término de paquete es utilizado, en un sentido muy cercano al que le damos, por
Leroi-Gourhan, en: "La fonction des signes dans les sanctuaires paléolithiques", p. 308.
12
Véase J. Soustelle, La Pensée cosmologique des anciens Méxicains, p. 9.
13
Hemos mostrado que el proceso musical es de la misma esencia que el discurso mítico. No
dependen uno de otro, sino que se clasifican en el mismo grupo de estructuras sintéticas.
14 Lévi-Strauss, Anthropologie struturale ... , p. 252.
15
Véase ibíd., p. 229.
16
lbíd., p. 255. Es la tesis desarrollada en La Pensée sauvage.
MITOS Y SEMANTfSMO 367
de structure sociale", pp. 14, 17, 19; Lévi-Strauss, "Les mathématiques et les sciences sociales", p.
647.
20 Véase Piaget, Intoduction a l' epistemiologie génétique, 1, pp. 77-80.
21
Véase infra, pp. 381 y ss.
368 DEL DENARIO AL BASTO
cisamente que no puede formalizarse del todo y despegarse del trayecto an~
tropológico concreto que la engendró. Una estructura no es una forma vacía;
siempre está lastrada más allá de los signos y las sintaxis de un peso semántico
inalienable. De ese modo está más cerca del síntoma o el síndrome, que lleva
en sí la enfermedad, que de la función. Y si la función tiene una utilidad cual~
quiera en los sistemas meramente formales de la lingüística y la economía, y en
general en todos los sistemas de intercambios, esta utilidad se difumina cuando
se quieren aplicar las matemáticas, así sean "nuevas", así sean llamadas metafó~
ricamente "cualitativas", así se deba, para legitimar su empleo, apelar curiosa~
mente a la aritmología, 22 a un contenido vivido cualquiera, a un contenido de
uso y cuya epidermis más superficial no esté constituida sino por sus relaciones
formales. 23 Hay problemas de la biología y de las ciencias humanas que no .es
posible arrancar de un golpe al "oscurantismo" sin aniquilar definitivamente su
significación. En nuestra civilización tecnocrática y analítica, el valor de ínter~
cambio oculta y mistifica con mucha frecuencia el valor de uso. Una vez más,
contentémonos con clasificar y comprender los principios de una clasificación
y, en rigor, cambiar terapéuticamente las variables estructurales de un régimen
semántico más que querer operar sobre los formularios abstractos de clases. La
mitología, como una buena parte de la zoología, está en el plano de la sistemá~
tica terapéutica, no en la genética o las especulaciones evolucionistas.
Pero tal vez haya que hacer a un lado estas rencillas verbales y ver que, en
realidad, en las aplicaciones que da de su método mitológico, Lévi~Strauss des~
borda considerablemente la estrechez formalista que defiende bajo el acicate de
la polémica. En efecto, en la alineación "sincrónica" de los temas míticos, y que
el etnólogo sólo querría que fuese formal, que ordenara "paquetes" de relacio~
nes, se deslizan muy felizmente indicios meramente cualitativos, tópicos y no
relacionales: en las dos últimas columnas del análisis "sincrónico" del mito de
Edipo 24 figuran símbolos y presencias no relacionales que invalidan el formalismo
"estructural". En la tercera columna, si todavía subsiste una relación de víctima a
victimario, no es menos cierto que la cualidad monstruosa del Dragón o de la
Esfinge importa tanto, si no más, que la relación. En cuanto a la cuarta columna,
sólo insiste en el elemento puramente semántico de la mutilación o la invalidez:
"cojo", "torcido", "pie hinchado". Del mismo modo, si los mitos zuñis de origen y
23
Es lo que reconoce muy bien la propia lingüística,. cuando percibe que resulta más difícil
formalizar y hasta formular las estructuras sintácticas, y con mayor razón las semánticas, que aquellas
de la fonología. A decir verdad, el término "estructura" sólo comienza a aplicarse bien, en lingüísti~
ca, en el nivel del léxico. Véanse P. Guiraud, LaSémantique, p. 68; Mataré, LaMéthode en lexicologie,
París, Oidier, 1850, pp. 15, 22, 61, 65. Saussure, Cours ... , p. 183.
24 Lévi~Strauss, "La Structure des mythes", en: Anthropologie struturale, p. 236.
MITOS Y SEMANTISMO 369
emergencia25 deslindan ciertas operaciones lógicas, nada permite inferir que es~
tén ·"en la base del-pensamiento -rnftiee'2.•2<2_Muy feli:z:mente, como ya lo observa~
mos, 27 el paciente análisis practicado por Lévi~Strauss pone de manifiesto el iso~
rnorfismo sernántice ·cle los-diese uros; deltrickster, del hermafrodita, de ·la pareja,
de la tríada y del mesías. De tal manera que conservaremos en mitología los dos
factores de análisis: el diacrónico del desarrollo discursivo del relato -y en otra
parte 28 mostramos cuál es su importancia en cuanto al propio sentido del mito-,
así como el sincrónico en dos dimensiones; una en el interior del mito con ayuda
de la repetición de las secuencias y los grupos de relaciones proclamados, la otra
comparativa con otros mitos semejantes. Sin embargo, le añadiremos el análisis
de los isotopismos simbólicos y arquetípicos, único que puede dar la clave semán~
tica del mito. Más aun, único que puede dar el ordenamiento mismo y el sentido
del "mitema" en general, ya que la repetición, redoblamiento, triplicación o
cuadruplicación de las secuencias no se reduce a la "respuesta fácil" que quiere
encontrarle Lévi~Strauss: "La repetición tiene una función propia, que es la de
hacer patente la estructura del mito". 29 Porque es esta forma redundante lo que
hay que comprender, precisamente con ayuda de una estructura o de un grupo de
ellas, y son las estructuras del Régimen Nocturno con el redoblamiento de los
símbolos y la repetición de las secuencias con fines acrónicos quienes dan cuenta
de la redundancia mítica, que es de la misma esencia que la repetición rítmica de
la música; pero esta vez no se trata para nosotros de una ilustración metafórica
de ese poder que tiene el mito de "despegar" del discurso introduciendo en éste la
rítmica de un refrán. El mito tiene la misma estructura que la música. La com~
prensión cualitativa del sentido del mito, tal como la deslindaron Eliade o Griaule, 30 .
da cuenta, en última instancia, de la forma "hojaldrada"31 del mito.
Precisamente porque es un eterno comienzo de una cosmogonía, y de ese modo
un remedio contra el tiempo y la muerte, porque contiene en sí "un principio de
defensa y conservación que comunica al rito", el mito encubre esa estructura
sincrónica. Porque ésta, en efecto, no es otra cosa que lo que llamamos Régimen
Nocturno de la imagen. Dan fe de ello los grandes mitos de origen maya~quiché o
del antiguo México: el mito es una repetición rítmica, con leves variantes, de
una creación. 32 Más que narrar, como lo hace la historia, el papel del mito parece
25
lbíd., pp. 245 y SS.
26
lbíd.' p. 248.
27 Véase supra, pp. 422 y ss.
28
Véase G. Durand, Lucien Leuwen ou l'héro'isme al'envers.
29
Lévi~Strauss, "La Structure des mythes", Anthropologie struturale, p. 254.
30
Véanse Eliade, lmages et Symboles, p. 73, y Le Mythe de l'éternel retour, pp. 83 y ss.; Griaule,
Masques dogons, p. 774.
31
Lévi~Strauss, "La Structure des mythes", en. Anthropologie struturale, p. 254.
32
Véase R. Girard, Le Popol~Vuh, pp. 32, 38,73 y]. Sowtille, LaPenseé ... , pp. 14~18.
370 DEL DENARIO AL BASTO
ser repetir, como lo hace la música. En el mito, no sólo el sincronismo está ligado
al simple redoblamiento, como se observa cuando hay símbolos de gulliverización,
sino, incluso, a la repetición temporal y a las estructuras sintéticas. En el marco
pobre y diacrónico del discurso, el mito añade la dimensión misma del "Gran
Tiempo", por su potencia sincrónica de repetición. Querríamos mostrar que esas
repeticiones de secuencias míticas tienen un contenido semántico, o sea que, en
el seno del sincronismo, la calidad de los símbolos importa igualmente que la rela,
ción repetida entre los protagonistas del drama. Ocurre que el sincronismo del
mito es algo más que un simple refrán; es música, pero a la que se añade un
sentido verbal; en el fondo, es un encantamiento, un hacerse cargo del vulgar
sentido verbal por el ritmo musical y, a través de él, una capacidad mágica de
"cambiar" el mundo. 33 Son los matices de este semantismo los que nos gustaría
poner en claro a través del bello trabajo que S. Comhaire,Sylvain consagró a esos
mitos en vías de olvido simbólico que son los cuentos. Ya utilizamos 34 ese precio,
so trabajo folclórico que tiene la ventaja de presentarnos, a lo largo de unas 250
versiones, las variaciones de temas míticos inventariados en tres continentes.
***
Comencemos por la sinopsis folclórica que constituye el primer volumen de la
tesis de Comhaire,Sylvain. Por supuesto, haremos a un lado la interpretación
difusionista de la autora. Si puede explicarse, como lo hace la conclusión de esta
tesis, la existencia del mito haitiano por influencias africanas, francesas y hasta
indias, resulta difícil de justificar por el contacto la existencia paralela, en África
y en Europa o entre los indios, de un mismo mito. Sería mucho más difícil dar
cuenta, mediante el difusionismo, de su presencia en Nueva Caledonia, ·donde se
encuentran dos versiones, una de ellas muy explícita, de este mito. 35 A pesar de
esta reserva, tomaremos el compendio de Comhaire,Sylvain como base de la
investigación mitológica. Se trata de un conjunto de cuentos y mitos, en particu,
lar el cuento haitiano Mamá del agua, cuyo diacronismo se resume así: 36 dos jóve,
nes, chicas o muchachos, uno de los cuales, ya sea porque comete una falta venial
o porque tiene un defecto cualquiera, huye o es expulsado de la comunidad pri,
mitiva. De esto resulta un viaje a menudo precedido por una prueba mágica. El
viajero encuentra entonces a una vieja que le hace sortear con éxito varias prue,
bas: humildad, obediencia, trabajos repugnantes, etcétera. Finalmente se ofrece
33
Véase ibíd., p. 223.
34
Véase supra, p. 75.
35 Véase Leenhardt, Documents néo~calédoniens, pp. 421~428: "Le Cadet de Mejeno" y "Le Cadet
37 Véase J. N icolas, "Mythes et étres mythiques des L'éla de la Haute~Volta", pp. 1.3 70 y ss.
38 Véase Griaule, Les Masques Dogons, p. 702.
372 DEL DENARIO AL BASTO
presidir toda la mitología de Mamá del agua. En las versiones haitianas, nivernesas
o bambaras, ni siquienrfa:lea··e hlíquetipo-del-descenso ·acuatltó V devótador de la
leyenda: ya sea que el niño, al contemplar la ronda de las hadas en el fondo del
pozo, se atroje a:I-aguay ·subahasra.·ta ·"e:aheza del agtia" 48 ó qüe-el genio Sendo
(bambara), señor de las aguas, arrastre a la niña a su reino o, incluso, como en la
versión neocaledonia, que el hermano menor de Menego se vea sepultado por
la montaña que se desploma totalmente sobre él. 49 La transformación de esta
zambullida en simple viaje al bosque, a nuestro juicio -pese a la índole simbólica
notoria del viaje lejano-, 5° es un debilitamiento del semantismo del mito.
Vamos a encontrar todo el isomorfismo de los símbolos, tal como los hemos
descrito, en la parte de nuestro trabajo titulada El descenso y la copa. 51 Y ante
todo, el proceso de inversión va a acentuarse en la calidad de las "pruebas" orde,
nadas por la repelente "Mamá del agua". No es la índole formal y moral de esas
pruebas: humildad, obediencia, compasión, etcétera, lo que aquí destacaremos,
sino simplemente el semantismo material: se trata de lavar o rascar la espalda
"cubierta de puntas agudas e hirientes", de ser lamido o de recibir los escupitajos
de la vieja o, incluso, como en el mito l'ela, de "limpiar el baño". Esta aceptación
de una situación negativa va a acarrear la inversión de la situación: la recompensa.
Pero esta recompensa se manifiesta materialmente por rasgos típicos del Régimen
Nocturno, y Comhaire,Sylvain52 basó toda su clasificación de estos cuentos en
tres formas -que consideraremos como isótopas- de la sanción: la forma 1, a la
que pertenece la versión haitiana, hace residir la sanción en "objetos que se de,
ben quebrar"; la forma 2, en "objetos que se escapan de la boca"; 1aforma3, que a
nuestro juicio es un debilitamiento semántico, hace residir la recompensa en una
gracia cualquiera o un poder mágico cualquiera. Pero aquí también, más que esas
"formas", lo que nos interesa es el isotopismo revelador de un fondo único. Así,
por ejemplo, no es tanto el hecho de "quebrar" lo que importa en las sanciones de
la forma 1, sino más bien el hecho ya señalado53 de que todos los objetos mágicos
son objetos pequeños y generalmente recipientes: huevos, nueces, calabaza, cesto,
calabacín. Más aun, los rasgos semánticos isomorfos del simbolismo del recipien,
te liliputiense se encuentran en casi toda la serie mítica de la forma 1, y ante todo,
una nota al episodio del fin del mito en el cual se ve al "hermano menor de Taú"
al mismo tiempo encerrado -err-el·precipi:cürcon·· sus ·mujeres ysocorrido por el
camarón, amontonando víveres, luego matando al malvado hermano mayor y
"ofreciéndolo al camarón-para· realzar elgusto ·de las legumbres"~ -Este · tema
alimentario, en nuestra opinión, es isótopo de todas las alusiones bucales que
implica el conjunto mítico de Mamá del agua. Entre los temnés y los hausas, 61 la
vieja está "cubierta de bocas"; mientras que entre los l'elas la primera prueba
pedida por la vieja al héroe es "recibir en sus manos su colmillo". 62 Esta oralidad
se desarrolla abundantemente en la forma 2 del mito localizado por Comhaire~
Sylvain: recompensas como castigos se escapan por la boca, como en el cuento de
Perrault Las hadas; pero mientras que los objetos del castigo son reptiles, sapos o
serpientes, o excrementos, 63 .la recompensa se manifiesta por un "vómito"64 de
riquezas: ganado, oro., piedras preciosas, monedas y lujosas vestimentas cuya hue~
lla conservó nuestra Cenicienta (que según la clasificación de la mitología perte~
necería a la forma 3) en la metamorfosis de los harapos en vestimenta principesca.
Todas esas riquezas salen de la boca. En algunas versiones, como la de los 1' elas o
los carracos, estas riquezas son simbolizadas por dos bellas mujeres que desposan
al héroe; mientras que el castigo se expresa por mujeres inválidas, con un solo
ojo, media nariz, una oreja, un brazo ... 65
Así, detrás del esquema diacrónico y las relaciones sincrónicas, el conjunto
mítico de Mamá del agua es la epifanía de todo el isomorfismo de los arquetipos,
los esquemas y los símbolos de la inversión y la intimidad: 66 tema de la madre y del
agua, esquema de la zambullida y la inversión de los valores, símbolos encastrados
y gulliverización de los recipientes, relación de éstos y los contenidos alimenti~
cios hacen aparecer ese conjunto mítico como una ilustración de las estructuras
místicas67 de lo imaginario. Una bella constante del isomorfismo que, sobre todo,
pone bien a las claras la índole material de esas estructuras y la importancia del
semantismo al lado de las formas sintácticas del mito.
***
Alrededor del segundo grupo de cuentos recolectados por Comhaire~Sylvain, y
que llamaremos con el nombre genérico del cuento haitiano que da su nombre a
61
Comhaite-Sylvain, Les contes ... , p. 36.
62
J. Nicolas, "Mythes et etres mythiques .. . ", p. 1376.
63
Comhaire-Sylvain, Les contes .. . , pp. 13, 20.
64 lbíd . , p. 43 (versión Bene-Mukuni).
65 Véase J. Nicolas, "Mythes et etres mythiques ... ",p. 1.382.
66
Véase supra, pp. 244 y ss.
67 Véase supra, pp. 259 y ss.
376 DEL DENARIO AL BASTO
la primera serie, Domangage, vamos a ver que juega no tanto el isotopismo de las
estructuras místicas como el de las estructuras sintéticas 68 y los seman,tismos referen~
tes al drama de la caída y la redención por un mediador. La clasificación que da la
mitóloga de estos grupos de cuentos también es significativa de toda la tendencia
profunda del semantismo del Régimen Nocturno, o sea, el eufemismo. El
diacronismo de toda esta serie puede resumirse así: el héroe principal, por lo co~
mún del tipo "novio difícil", 69 se ·relaciona, generalmente a través del matrimo~
nio, con el monstruo disfrazado y parte de viaje con él; pero, más o menos a su
despecho, es vigilado y protegido por un salvador ayudado por un animal mágico,
y, a pesar de los ·ataques y las persecuciones del monstruo, el héroe principal
regresa sano y salvo a su país de origen y el monstruo es puesto en fuga o venci~
do. 70 El sincronismo del mito expresa el tema del salvador, que se repite en la
versión haitiana y la malinké, así como en la de los cosacos de Zaporovia. 71 Pri~
mero es el hermano joven ayudado por el caballo mágico que sustrae su hermana
al monstruo burlando la vigilancia del gallo maléfico; luego, una vez llegados a
los países de los "hombres solos", un viejo "pretendiente", la mayoría de las veces
barquero, que, desbaratado el episodio de la vigilancia de la campana mágica,
lleva a la hermana del otro lado del agua, mata al monstruo y se casa con la
muchacha así liberada. Si se compara el cuento Domangage con otra versión
haitiana, Mouton [Carnero], vemos que el papel de salvador es atribuido a "Car~
nero", vencedor finalmente de "Culebra". Por lo tanto, y a través del sincronis~
mo, el acento está puesto en el carácter soteriológico.
Pero es todo el semantismo de los símbolos de este conjunto mítico lo que va
a referirse al drama, cuando no de la pasión de un salvador, por lo menos de la
novela de un salvador aliado a cierto Bien, contra un determinado Mal mons~
truoso y teriomorfo. En consecuencia, el semantismo es primero antitético. Ya
señalamos todo el simbolismo todavía teriomorfo desplegado para describir al ad~
versario: ogro, licántropo, gul, bruja, mujer con cola de pez. En las versiones que
se acercan a los cuentos haitianos Culebra, gentil, camero o razcouiss macaq [Couleu~
vre, Gentil, Mouton o Razcouiss Macaq], el adversario es la serpiente, simple cule~
bra o boa, cobra, pitón, etcétera. 72 Aquí reconocemos al monstruo devorador o
simplemente engullidor. No obstante, Comhaire~Sylvain, en su clasificación,
expone claramente la tendencia eufemizante del simbolismo tal y como la hábía_.-
mos descubierto a propósito del Caballo Bayart o el San Cristóbal cinocéfalo. 73
68
Véase supra, pp. 332 y ss.
69
Véase Comhaire~Sylvain, Les cantes .. . , pp. 51, 144.
70
lb íd.' pp. 209 y ss.
71
lbíd.' p. 217.
72
Véase ibíd., pp. 236, 239, 248.
73
Véase supra, pp. 84, 93 y ss., 211 y ss.
MITOS Y SEMANTISMO 377
74 Invertimos las dos especies de la forma 1 tal como se encuentran clasificadas en Comhaire-
Sylvain. La serie del tipo Camero, en la que la esposa es devorada, nos parece menos eufémica que la
del tipo Domangage. Nosotros clasificaríamos los tipos de cuentos recolectados por Comhaire-Sylvain
en el siguiente orden: Culebra (caso extremo en el que la esposa devorada muere), Domangage,
Miroté, Camero, Nueva culebra, Tres perros, Razcouiss Macaq y Gentil.
75
Comhaire-Sylvain, Les cantes ... , pp. 85, 116, 129, 201, 239. En todas estas versiones chilenas,
africanas (Lamba), indias (Arowaq, Choco, Pamné o Tepecano) o incluso provenzales, se trata de
una prohibición semejante a la de los viejos mitos mediterráneos: Psique, Eurídice, Pandora; véase
versión neocaledonia, "La mujer pez", en Leenhardt, Documents ... , p. 470.
76 Comhaire-Sylvain, Les cantes ... , p. 209.
77 Véase ibíd ., pp. 30, 67, 178.
78
Véase supra, p. 219.
79
Véase supra, p. 91; también ibíd., p. 248.
80
Véase Comhaire-Sylvain, Les cantes ... , pp. 171, 172, 175 .
378 DEL DENARIO AL BASTO
88
S. Comhaire~Sylvain, Les cantes ... , p. 154.
89
lbíd.' pp. 51, 124, 159.
90
lbíd.' pp. 30, 178.
91
Véase Przyluski, La Grande Déesse, p. 65.
92
Véase E. Dardel, "La signification du mythique".
380 DEL DENARIO AL BASTO
forma mítica privilegie el contenido del relato". 93 Porque, lo hemos dicho, la forma
no es la estructura, y en un mito, una afinidad cualitativa contribuye a agrupar los
"enjambres" de imágenes y de símbolos. El valor semántico de un solo término
acarrea el sentido de todo el diacronismo y de las relaciones sincrónicas: un sim~
ple acento afectivo "diurno" y polémico introduce en la serie Domangage una
simple evocación de las estructuras diairéticas, y de pronto, ante el monstruo
nefastamente hiperbólico, la fuga se volverá una necesidad moral y vital, y el
descubrimiento de la naturaleza monstruosa del cónyuge será una revelación bien~
hechora. Por el contrario, si se pone el acento en las estructuras claramente mís~
ticas, en la "intimidad" y las cualidades del compañero ictiomorfo, entonces la
fuga del monstruo será a su vez nefasta, y el descubrimiento de la naturaleza mons~
truosa será concebido como la violación nefasta de una interdicción. La forma ha
seguido siendo la misma, la significación ha cambiado totalmente porque cambió
el acento estructural. Y si es posible reducir mitos y complejos a algunos "tipos"
simples, estos tipos no son relaciones funcionales sino estructuras semánticas y
figurativas. A tal punto es cierto que no es posible separar una forma cualquiera
de la actividad humana de sus estructuras intencionales profundas.
Entonces, el mito aparece siempre como un esfuerzo para adaptar el diacronismo
del discurso al sincronismo de los encastres simbólicos o de las oposiciones
diairéticas. Por eso, todo mito tiene fatalmente como estructura de base -como
infraestructura- la estructura sintética que intenta organizar en el tiempo del
discurso la intemporalidad de los símbolos. Esto es lo que hace que al lado de la
linealidad profunda del lagos o del epas, el mythos siempre aparezca como el domi~
nio que paradójicamente escapa a la racionalidad del discurso. La sinrazón del
mito, como la del sueño, sólo proviene de la sobredeterminación de sus motivos
explicativos. La razón del mito es no sólo "hojaldrada", sino tupida. Y la fuerza
que agrupa a los símbolos en "enjambres" escapa a su organización. Al ser el mito
síntesis, de ese modo es "imperialista"94 y concentra en sí mismo la mayor canti~
dad de significaciones posibles. Por eso, es en vano querer "explicar" un mito y
convertirlo en mero lenguaje semiológico. A lo sumo, se puede clasificar las es~
tructuras que componen el mito, "moldes" concretos "donde viene a ubicarse la
fluida multiplicidad de los casos". 95 Por lo tanto, el semantismo es tan imperativo
en el mito como en el simple símbolo. Falso discurso, el mito es un enjambre
semántico ordenado por las estructuras cíclicas. Una vez más, comprobamos que
el "sentido figurado", o sea, el semantismo, está cargado de sentido, de sentidos, y
no lo inverso. En ninguna parte mejor que en el mito se ve en la práctica el
93
Véase Lévi-Strauss, "La structure des mythes", en: Anthropologie struturale, p. 225.
94 Véase Dumézil, Les Dieux des Gennains, p. XIII.
95
Lévi-Strauss, "La structure des mythes", en: Anthropologie struturale, p. 225.
MITOS Y SEMANTISMO 381
esfuerzo semiológico y sintáctico del discurso, que viene a quebrarse sobre las re~
dundancias delsemantismo, porque-lainmutabilidaddelosarquetipos y los sím~
bolos resiste al discurso.
El· mito, ·indudablemente, por- -su· diacronismo ·discursivo, es- mucho menos
ambivalente que el simple símbolo; da la apariencia de una racionalización épica
o lógica. Es lo que Lévi~Strauss 96 ya había presentido cuando mostraba que el
mito no corresponde rasgo por rasgo al simbolismo concreto del rito, y que hay
un desfasaje homológico entre el ritual y la mitología. Pero sobre todo, un bello
ejemplo de ese desfasaje se nos ofrece en el estudio etnográfico que Louis Dumont
hizo del ritual de la Tarasca y de la leyenda de Santa Marta. Tras haber analizado
el rito 97 de la procesión de Pentecostés en Tarascón, en la que se exhibe una efigie
del monstruo temible y benéfico, Dumont pasa a la comparación de los diferentes
relatos míticos en las leyendas medievales de la Pseudo Marcela, de Jacques de
Voragine, del Pseudo Rebenque y de Gervais de Tilbury. 98 Finalmente llega a la
conclusión de que hay una distensión discursiva en el relato legendario que no se
encuentra en el emblema ritual de la procesión de Pentecostés. La Tarasca ritual
"concentra en sí el mal y el bien", mientras que la leyenda "desdobla" el conteni~
do y diacrónicamente "la contradicción se expresa a través del enfrentamiento
de dos personajes, la bestia conservando sólo el aspecto maléfico, la santa repre~
sentando el benéfico". 99 La leyenda introduce por su diacronismo "una relación
causal: la santa acude a causa de los estragos y con el objeto de ponerles fin". 100
Con este ejemplo vemos que el mito, en relación con el simbolismo del objeto
ritual, está en los umbrales de una racionalización. No es menos cierto por ello
que el mito, aunque asimila el diacronismo causal del lagos o la relación de ante~
rioridad del epas, no es todavía, por su sincronismo "prelógico", más que una
disposición de símbolos, y que su linealidad sólo es superficial.
Lo que integra el diacronismo del mito al género del relato es el aspecto gene~
ral; el sincronismo es un indicio que señala los temas importantes, pero, en última
instancia, sigue siendo el isotopismo 101 el verdadero síntoma del mito o del cuento
examinado y lo que permite diagnosticar su estructura. Si se quiere esclarecer más
este método de la mitología, al lado de las estructuras estables y arquetípicas, hay
96
Lévi-Strauss, Structure et Dialectique, p. 257.
97 L. Dumont, La Tarasque, pp. 25-117. Véase también el papel del relato paralelamente al del
dibujo en el test arquetípico de Yves Durand (en Cahiers Intemationa ux de symbolisme, núm. 4,
1963 ).
98
Dumont, La Tarasque, pp. 139-170.
99
lbíd., p. 223.
100
Ibíd., p. 225.
101 Decididamente preferimos isotopismo al isomorfismo analizado por C. Baudouin, y cuya enojo-
sa raíz recuerda demasiado a la vacuidad de la forma. Véase Baudouin, Psychanalyse de Victor Hugo,
p. 202.
382 DEL DENARIO AL BASTO
que estudiar, como lo hizo Soustelle para la mitología mexicana, los incidentes
geográficos e históricos que pueden degradar el arquetipo en símbolo. 102 Así, al
parecer, hay que recuperar en varios estratos el sentido polimorfo del mito: en el
estrato semiológico y sintáctico, como lo quiere Lévi~Strauss, se podrá recoger
el "sentido" diacrónico del relato en la senda dellogos moralizador de la fábula
o explicativo de la leyenda; el sincronismo ya nos dará una indicación sobre las
repeticiones que asedian al mito; luego, el isotopismo nos proporcionará el diag~
nóstico esencial sobre la orientación de los "enjambres" de imágenes; y, por últi~
mo, 103 como lo quieren Soustelle o Piganiol, las consideraciones geográficas e
históricas elucidarán los puntos de inflexión del mito y las aberraciones respecto
de la polarización arquetípica. De cualquier modo, por su doble carácter discursivo
y redundante, todo mito implica estructuras sintéticas: "Es bien sabido que todo
mito es una búsqueda del tiempo perdido". 104 Búsqueda del tiempo perdido y,
sobre todo, esfuerzo comprensivo de reconciliación con un tiempo eufemizado y
con la muerte vencida o transmutada en aventura paradisíaca, realmente así apa~
rece el sentido inductor último de todos los grandes mitos. Y el sentido del mito
en particular no hace sino devolvernos a la significación de lo imaginario en
general, que vamos a examinar en el último libro de esta obra.
102
Véase Soustelle, La pensée ... , pp. 63-65.
103
En efecto, no creemos que en un campo semejante la historia y la geografía deban ser solicita-
das "primero"; véase Lévi-Strauss, Structure et dialectique ... , p. 273. Porque el documento fantástico
escapa a la historia mucho más que el documento tecnológico; véase Leroi-Gourhan, Le Homme et
la Matiere, p. 18.
104
Lévi-Strauss, Structure et dialectique ... ,p. 225. Véase La Pensée sauvage, cap. vm: "El tiempo
recuperado".
LIBRO TERCERO
EN LA INTRODUCCIÓN de este libro 1 nos proponíamos llevar a buen término una des~
cripción realmente fenomenológica de los contenidos de la imaginación, apelan~
do, sin otra preferencia que una metodología de los imperativos biopsíquicos, a la
totalidad del trayecto antropológico. Al negamos a separar la conciencia imagenante
de las imágenes concretas que la constituyen semánticamente, en forma deliberada
optábamos por una fenomenología contra el psicologismo ontológico de tipo re~
flexivo. Esta voluntad descriptiva debía conducimos a un análisis y luego a una
clasificación estructural de los diversos contenidos posibles de lo imaginario. Así
mostramos cómo los tres reflejos dominantes que nos habían servido de hilo con~
ductor psicológico para nuestra investigación distribuían tres grandes grupos de
esquemas: los esquemas diairéticos y verticalizantes, por un lado, simbolizados por
los arquetipos del cetro y la espada, isótopos de todo un cortejo simbólico; por el
otro, los esquemas del descenso y la interiorización por la copa y sus componentes
simbólicos; y, por último, los esquemas rítmicos, con sus matices cíclicos o progre~
sistas, representados por la rueda denaria o duodenaria y el basto lleno de brotes,·el
árbol. Habíamos agrupado esta tripartición en dos regímenes, uno diurno, el de la
antítesis; el otro nocturno, el de los eufemismos propiamente dichos. Luego mostra~
mos cómo estas clases arquetípicas determinan géneros estructurales y describimos
las estructuras esquizomorfas, ·las estructuras místicas y, finalmente, las estructuras sin~
téticas de lo imaginario. Habíamos partido de la hipótesis de la semanticidad de las
imágenes, y comprobamos, a todo lo largo de este estudio, cuán fructífera era esta
hipótesis: los símbolos y agrupamientos isótopos que los relacionan se nos aparecie~
ron como directamente reveladores de estructuras. En otras palabras, en un senti~
do, lo imaginario sólo remite a sí mismo, y hubiéramos podido contentamos con la
clasificación anteriormente establecida.Z No obstante, si tal convergencia de resul~
tados, si una total verificación del semantismo de las imágenes es posible, es nece~
385
386 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
sario interrogarse sobre el sentido que puede deducirse de una concordancia tan
general. No hay una clave de los sueños, pero en su conjunto y a través de sus
estructuras coherentes, éstos manifiestan una realidad cuyo sentido global es posi~
ble discernir. Dicho de otro modo, nos falta estudiar el sentido del semantismo
imaginario en general. Y si nos negamos a ver en la imagen el vulgar signo de una
realidad psicológica o de una realidad extrínseca a la conciencia, sin embargo aho~
ra debemos preguntamos de qué desarrollo ontológico puede ser signo el semantismo
en general. Esto implica pasar de la morfología clasificadora de las estructuras de lo
imaginario a una fisiología de la función de la imaginación. 3 Bosquejar una filosofía
de lo imaginario que podríamos llamar, como lo sugiere Novalis, una fantástica tras~
cendental. 4 Y esta expresión no sólo sería un simple juego de palabras, s~ahor~
ramos mostrar qu~--~~E.~1].;92.!!- de la imfl.gin.~ión e~1j m~da no 12or las cosas, sino
por-uña~ra de caE,garlas_1ln.L~ers1!LIU.~J1te con !Jn se tido secundario un sentido
que serÍa f~_co~~]~l~_ynq2J!l~~~y_~~,~~!~~n~~*~tras J2~Si
PüCITé'ramos proJ?.ar _que ~1ill-'l.tea~~t4ea,.y~ttftiversai"'a€}1.-,~gimrio~
Antes de-extraer una conclusión filosófica semejante, sin embargo, debemos
descartar dos objeciones que todavía pueden ser levantadas contra la trascenden~
talidad de la conciencia imagenante: o sea, que los dos regímenes que estructuran
esta conciencia son exclusivos uno del otro, y que, en verdad, la noción de fun~
ción imaginativa oculta dos realidades psíquicas antagónicas que se oponen, por
ejemplo, en los tipos de representación diferenciados por la psicología carac~
terológica o en las fases simbólicas diferenciadas por la historia de la iconografía
y la literatura. Cabe tratar de objetar que estas realidades antagónicas son con~
cn~~adas ?or modvacion~s-~~ra~e~~·f;¡;o;;;ér}i~as~ ciertamente no ya motiva~
ciories' 'a])fiorttaies' "c'ü'ffi~]~;·q\7e
-~~~h;;;¡f~~~;;TTni~~es~~dio, sino m o~
tivaciones que es-~~~cir del estudio fenomenológico de l;i~~ ...
15TC1lo~'de o~.Q~~1~s- d;;;¡_a:Jíriox:i iúíivúsal, la tJiñéióñ fílliíginativa _
-estaría m;;¡~·;¿~ por tal o cual tipo psicológico definido, y el contenido imagina~
;·iü·~st~;Tay~~ri-;aao~·~~ portálü-cillr"situ~~eñrali~tq.t;t,a Uu el ti~tiQ:·
·L~~q~~--;ho';;a~elñosexaffiiñarsóñ~~~t"is 'd:;;~~~io~~s hechas a la arquetip_glogía
trascenderrra1-porta·~npologTa·y-la~FlísEü'rTa~·" ·=---·· .
***
Los tres grandes grupos de estructuras de lo fantástico que acabamos de describir
podrían hacernos creer que se trata de tipos psicológicos de representación exclu~
3
Véase Lacroze, La Fonction de l'imagination, pp. ¡,3, 12, 35.
4 Novalis,
Schrifften ... , II, p. 365; véanse Bachelard, La terre et les reveries de la volonté ... , p. 5, y
Van Schubert, Symbolik ... , p. 55.
UNIVERSALIDAD DE LOS ARQUETIPOS 387
5
Véase W. James, Pragmatisme, p. 2 7.
6
V éanse Jung, Les Types ... , y "Contribution a1' étude des types psychologiques", p. 289.
7 Véase supra, p. 188.
8
Véase James, Le Pragmatisme, p. 29.
9
Minkowski, Schizophrénie, p. 204.
10
Jung, Le stypes ... , p. 8; véanse pp. xx, 6, 291, 302.
11
Véase Minkowski, Schizophrénie, p. 224.
388 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
91, 108.
16
Véase supra, pp. 112 y ss.
17
Así como los Cantos de Maldoror tampoco corresponden a las Poesías; tanto una como otra de
estas obras juegan en un régimen de lo imaginario totalmente diferente, una es el antídoto psíquico
de la otra. Véanse Bachelard, Lautréamont; C. Lalo, VArt loin de la vie .
18
Véanse }ung, Les Types ... , p. 436; Baudouin, Introduction ... , p. 19; también Von Schubert,
Symbolik ... , pp. 12, 67, 69.
UNIVERSALIDAD DE LOS ARQUETIPOS 389
19
Véase James, Pragmatisme, p. 25.
20 Véanse Jung, Psychologie und Religion, pp. 150 y ss.; Bachelard, La Poétique de la reverie, pp. 64,
70, 72.
21
Véase J. Jacobi, Psychologie de C. G. ]ung, pp. 126 y ss.
390 ELEMENTOS PARA UNAFANTÁSTICA TRASCENDENTAL
esta inversión del "sexo del alma" se oculta en realidad una "diversidad inagotable"
de manifestaciones.ZZ Porque la imagen del alma, a su vez, puede ser valorizada
positiva o negativamente: "El ánima puede igualmente aparecer como dulce virgen
o diosa, hechicera, ángel, demonio, mendiga, prostituta, compañera, amazona". 23
¿Qué significa esto, si no que un indeterminismo sexual rige prácticamente la elec~
ción de los arquetipos, y que en las categorías psicosexuales de J ung no hay que ver
más que la definición teórica de una norma, de una representación normativa del
alma a partir de la cual todas las combinaciones prácticas son posibles? ¿Cómo no
ver, por ejemplo, que para el varón humano la imaginación del ánima bajo la figura
espantosa de la bruja o, por el contrario, bajo el rostro tranquilizador de una virgen
pura o de la madre protectora no polariza el desarrollo imaginario y mítico de los
dos regímenes diametralmente opuestos? La bruja suscita un comportamiento ima~
ginario diairético, mientras que la virgen o la madre evocan constelaciones místi~
cas y los temas de la intimidad y el reposo. No es tanto el concepto general del
ánima sino realmente el contenido material y semántico que se da a esa imagen ·lo
que importa. Al fin y al cabo, ánimus y ánima sólo aparecen como términos
taxonómicos cómodos, y el régimen de la imagen no es motivado finalmente por la
imagen sexual del alma: tanto la femineidad como la virilidad, lo hemos visto,
tienen su lugar en todos los regímenes. Máxime cuando la psicología hace interve~
nir un tercer elemento: la "persona" o actitud habitual exterior del individuo, per~
sona que motiva el comportamiento sexual fisiológico pero que el individuo puede
perder cuando está dominado por la imagen del alma; entonces, la persona mascu~
lina se afemina, mientras que, por el contrario, la femenina se viriliza. 24 Encontra~
mos en el nivel de la persona sexual la gran reglasemántica de la confusión del
sentido activo y el pasivo del verbo y la acción: la representación imaginaria es el
poder general de ponerse en el lugar del otro y no retener más que el sentido verbal
o fáctico, con exclusión de las modalidades pasivas o activas.
Por último, Jung reconoce que el aspecto de la imagen del alma -si no su sexo-
es motivado por las costumbres y las presiones sociales mucho más que determina~
do fisiológicamente. Por ejemplo, las culturas patriarcales contribuirían a reforzar
la potencia del ánimus y reprimirían el ánima; de igual modo, la sociedad occiden~
tal, que tolera una poligamia de hecho por parte del varón, suscita en éste un ánima
unificada, élfica y sacralizada, mientras que la mujer, cuya persona es constreñida a
la monogamia, tendrá un ánimus polimorfo. 25 Por lo tanto, la imagen del alma
dependería más de los factores culturales que de los imperativos fisiológicos. Así
como una tipología caracterológica no podía dar cuenta de los regímenes de lo
22
Véase Jung, Psychologie und Religion, pp. 297; y 133.
23
J. Jacobi, Psychologie .. . , p. 127.
24 V éanse J ung, Les Types ... , p. 66 7, y Psychologie und Religion, pp. 128~ 12 9.
25
Véase Jung, ibíd . , pp. 154, 329.
UNIVERSALIDAD DE LOS ARQUETIPOS 391
***
No se trata de volver sobre lo que ya dijimos 26 de las relaciones mutuas, en el seno
del trayecto antropológico, del entorno técnico y de la naturaleza en la génesis de
las imágenes, sino más bien de interrogarnos sobre el condicionamiento que po~
dríanprovocar ciertos mitos e imágenes ya elaborados y vehiculizados por el con~
senso social e histórico. En efecto, puede pensarse, con Jung, que una tipicidad
sociohistórica viene a sustituir la atipicidad psicológica y dictar la preponderan~
cia de tal o cual régimen de la imagen. Sin embargo, hay que aclarar bien lo que
entendemos por presión histórica: sólo se trata de la presión fáctica de las ideo lo~
gías de un instante de una civilización, y para significar dicha presión preferimos
llamarla "pedagogía" más que "historia", porque "historia" se presta a confusión,
en la mentalidad de los dos últimos siglos, precisamente con un mito mesiánico y
pro gres is ta.
Ante todo hay que observar cuántos pensadores tan diferentes como historia~
dores, filósofos de la historia y estetas señalaron que los regímenes de lo imagina~
rio se localizaban muy exactamente en tal o cual fase cultural, y que los arqueti~
pos se extendían como mancha de aceite en una época determinada en la con~
ciencia de un grupo social específico. Así es como Ostwald27 se ve llevado a
denominar los dos grandes grupos de su tipología de los grandes ·hombres con
vocablos tomados de la historia cultural: "clásicos y románticos", bipartición que
corresponde grosso modo al privilegio alternativo de los dos regímenes de lo ima~
ginario. De la misma manera, los historiadores del pensamiento se sienten
26
Véase supra, pp. 44 y ss.
27 Véanse Ostwald, Les Grand.s Hommes, pp. 27, 262; Jung, Les Types ... , p. 333 .
392 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
turalmente cada vez que las necesidades vitales se hicieran demasiado impera,
tivas: el arte -noBgurativoeent:emporáneo,-presentido-por-lanaturaleza muerta
cezaniana o cubista, se apartaría a la vez del expresionismo de la figura humana
y del realismo que-freeuenta-m-áse-menos·cualquierpaisaje-,--Vast:o -movimiento
pictórico que, a comienzos del siglo xx, vuelve la espalda a lo sensorial y a la
percepción para desembocar en la estilización y el intelectualismo. 35 La felicidad
eventual que estas generaciones artísticas buscan en el arte "no consistía -escribe
Worringer-36 en prolongarse en las cosas del mundo exterior, en saborearse a uno
mismo en ellas, sino en arrancar cada objeto particular externo a su arbitrariedad
[... ], en eternizarlo comparándolo con formas abstractas y en descubrir de este
modo un punto de detención en la fuga de los fenómenos". Según Jung, también
sería el destino de las culturas "orientales", y especialmente del budismo, huir por
la introversión y por la Spaltung de la invasión espantosa del karma. "Lo abstracto
sería una función que lucha contra la participación mística primitiva". 37 Si no
obstante esta asimilación del budismo y el hinduismo a un pensamiento abstracto
puede parecer errónea, 38 esta reflexión de Jung se aplica perfectamente allegalismo
iconoclasta de los judíos y los árabes. El Occidente siempre tuvo una tendencia,
tomando el modelo cultural sobre esos monoteísmos semíticos, a "perder su posi,
bilidad de seguir siendo mujer", según la bella frase de Lévi,Strauss. 39 Hasta po,
dría decirse que para el Occidente, el Régimen Diurno de las imágenes fue una
mentalidad piloto, cuyas ilustraciones son la diairética platónica y el dualismo
cartesiano. 40
Esta represión pedagógica representaría el papel de frustración frente a tal o
cual régimen de la imaginación humana, y tanto la conciencia colectiva como
la individual reconstituirían su integridad en el plano imaginario por la proyec,
ción, que en pleno Aufklarung consiste, por ejemplo, en promover los mitos
prerrománticos; luego, en la generación siguiente habría una imitación concre,
ta de tales mitos, convirtiéndose las imágenes secretamente proyectadas por la
generación precedente en los modelos de la imaginación de los menores: Gc:ethe
escribe Werther en 1774, y los que se suicidan son los jóvenes de 1820. La histo,
ría no sería otra cosa que una vasta "realización simbólica" 41 de las aspiraciones
arquetípicas frustradas. Las proyecciones imaginarias y míticas se tomarían poco
a poco como imitaciones activas, modos de vida que se codifican en conceptos
socializados, solidificados en sistemas pedagógicos que, a su vez, frustran los
otros regímenes de la aspiración arquetípica. Esto es lo que explicaría las diástoles
y las sístoles de la historia de lo imaginario tal y como Guy Michaud las mani~
fiesta a través de la historia de la literatura francesaY Una "jornada" del deve~
nir imaginario sería de aproximadamente dos generaciones de 36 años .c ada
una: una diurna, "idealista", la otra nocturna, "realista", localizables por la uti~
lización más frecuente, en uno y otro caso recíproco, del "tema de la noche" y
el "tema del día". Precisamente, el mecanismo de la frustración~ imitación, cons~
titutivo de la represión, es lo que, en último término, explicaría esa regularidad
de las fases imaginativas en la historia literaria: de media generación en media
generación, un tema tendría tiempo de pasar de la fase de liberación de una
frustración a la de presión pedagógica debidamente imitada por el grupo social,
y así volverse a su vez opresivo. Por lo tanto, la dialéctica de las épocas históri~
cas se reduce al doble movimiento, más o menos agravado por los incidentes
fácticos, del pasaje teórico de un régimen de imágenes a otro, y del cambio
práctico, cronometrado por la duración media de la vida humana, de una gene~
ración adulta a la otra: podría decirse que una pedagogía desplaza a la otra, y la
duración de una pedagogía sólo está limitada por la duración temporal de la
vida dd pedagogo.
Pero si por un lado la emergencia de las constelaciones simbólicas y de los
regímenes míticos es promovida por el mecanismo psicológico de la represión y
la liberación debida al conflicto de las generaciones, otro mecanismo, casi con~
trario al primero, es el de la sobredeterminación mítica en una época específica
y del imperialismo del régimen arquetípico en todos los campos. El proceso
conflictivo de represión se duplica con un proceso inverso de coalescencia de
las ciencias, las artes, las preocupaciones utilitarias y técnicas alrededor de un
tema mítico único y característico de una época. Así, · se puso claramente de
manifiesto que el "hilo conductor" del espíritu romántico, el arquetipo martinista
del ciclo de la caída y la redención, se veía reforzado y como plasmado en pla~
nos muy diferentes. 43 Cellier, al hacer el "inventario" del contenido de una
"cabeza romántica" teórica, 44 descubre motivaciones para la renovación épica
que son otros tantos aspectos transpuestos de esa propia renovación. En el pla~
41
Véanse Séchehaye,]oumal. .. , pp. 125 y ss.; Dracoulides, L'analyse ... , p. 16, y J. Frois Wittmann,
"Considérations psychanalytique sur l'art modeme".
42 Véase Guy Michaud, Introduction .. . , p. 255.
43 Véase L. Cellier, I.:Epopée ... , p. 269.
44 Véase ibíd., p. 53.
UNIVERSALIDAD DE LOS ARQUETIPOS 395
no científico, Cuvier, Geoffroy St~ Hilaire, Carnot y Fresnel, al igual que Ampere,
tienen una -Weltanschauungdentífica-uni-tariaque-faGilita-la-circulación de una
noción totalitaria y confusional tal como la de universo. La filología, el desci~
framiento de las -escr-itur-as---secretas-,- --favorece- el sincretismo--mí-stico-- y-viene a
converger con el interés que se tiene por el iluminismo, oponiéndose así deli~
beradamente a la filosofía de las Luces, de obediencia dualista, mientras que el
sincretismo es un panteísmo con un argumento dramático e histórico. 45 Sin
olvidar la motivación directa por la historia, el interés por la epopeya y la his~
toria: la época romántica ve cómo se encarnan en algunas generaciones la ca~
tástrofe revolucionaria y la epopeya napoleónica. Al contacto con los hechos,
Maistre, Fabre d'Olivet, Ballanche y Michelet, al igual que Quinet, segregan
una filosofía de la historia apenas consciente -a tal punto es ardiente y concre~
ta- de ser una filosofía. 46 Así, la imaginación romántica, por múltiples vías, se
pone por completo en el Régimen Nocturno.
En cualquier época concreta se imponen dos mecanismos antagónicos de mo~
tivación: uno opresivo en el sentido sociológico del tema, y que contamina todos
los sectores de la actividad mental sobredeterminando al máximo las imágenes y
los símbolos vehiculizados por la moda; el otro, por el contrario, bosquejando una
rebelión, una oposición dialéctica que, en el seno del totalitarismo de un régi~
men imaginario concreto, suscita los símbolos antagónicosY ¿No es esto una
prueba suficiente de que, en sus desarrollos, la imaginación humana escapa a un
fatalismo tipológico que sería impuesto por la historia hipostasiada? En efecto,
resulta fácil mostrar hasta qué punto toda gran "era" arquetípica de la historia es
frecuentada a la vez por todos los regímenes de la imagen, y cómo todo clasicismo
está cargado de todo el romanticismo imaginable -y recíprocamente-.
AdE;más, mostramos 48 cómo la estructura histórica dependía de los arque~
tipos cíclicos y progresistas, y no a la inversa. Por esta razón, toda explicación
evolucionista o histórica de los mitos, a nuestro juicio, debe ser rechazada. 49 Pero
tan difícil resulta destronar el mito histórico y remplazado en la mitología gene~
ral, que vemos a un defensor del pensamiento mítico como Gusdorf5° que, tras
45
lbíd., pp. 41,44-45.
46 Véase ibíd., pp. 48-51.
47 Cazeneuve puso claramente de manifiesto la coexistencia, en la civilización "apolínea" de los
zuñis, de elementos rituales "nocturnos" tales como los clowns Koyemshis. "Los zuñis, precisamente
porque son un pueblo apolíneo, necesitaban esta sopapa de seguridad." Cazeneuve, Les dieux ... ,
pp. 244-245; véase R. Caillois, Le Mythe et l'Homme, pp. 29, 30, 33. Toda la tesis de Piganiol Oríge-
nes de Roma también está inspirada por la coexistencia de las dos mentalidades, sabina y romana, en
la ciudad.
48 Véase supra , pp. 361 y ss.
49 Véase supra, pp. 41, 340.
50 Gusdorf, Mythe ... , p. 180.
396 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
cronológicamente por uno de los imperios más totalitarios que haya conocido el
mundo, ·vehículo·en-Gec-iclentede ·tedas-las -mitologías -raleorientales moderadas
por los sofistas humanistas de Grecia.
Por últim0, razón e intehgeneia,-·muy lejes·de ·estar separadas del--mito por un
proceso de maduración progresiva, no son sino puntos de vista más abstractos, y a
menudo más especificados por el contexto social, de la gran corriente de pensa~
miento fantástica que vehiculizalos arquetipos. El error suplementario de las expli~
caciones históricas es afirmar que la filogénesis reproduce la ontogénesis. Pero esta
afirmación analógica pertenece a su vez al dominio mítico. Afirmar "El pasaje de la
prehistoria a la astro biología tendría así su equivalente para cada vida particular en
el pasaje de la infancia a la pubertad" 57 es una simple miniaturización del macro~
cosmos. En tal pensamiento hay un proceso de reducción del género humano a
la génesis de una persona, y una vez más cabe preguntarse si esta reflexión sobre .la
astrobiología no está dictada en su caso por un contexto mental astrobiológico.
Por lo tanto, realmente es un punto de vista estructural y sociológico lo que
debemos adoptar si queremos juzgar las presiones pedagógicas, y no un esquema
evolucionista tributario en su caso de la mitología. Como lo presintieron los so~
ciólogos, la mentalidad imaginaria es un estado de la mentalidad humana por
completo: "Hay una mentalidad mística[ ... ] presente en todo espíritu humano". 58
En 1938, la etnología dictaba sus exigencias al espíritu honesto del sociólogo
positivista de 1910 y lo constreñía a abandonar las secuelas de la filosofía comtiana
de la historia por un estudio de las estructuras. En otras palabras, muy lejos de ser
un producto de la historia, es el mito lo que vivifica con su corriente la imagina~
ción histórica y estructura las propias concepciones de la historia. 59 En todas las
épocas e incidentes históricos se ven enfrentados los grandes regímenes
antinómicos de la imagen. Es solamente el contexto sociológico el que colabora
-como lo mostró Bastide en una obra decisiva-60 con el modelado de los arquetipos
en símbolos y constituye su derivación pedagógica. Parafraseando la tesis de Bastide,
en nuestra propia terminología podríamos decir que la universalidad de los ar~
que tipos y esquemas no acarrea, ipso facto, la de los símbolos; 61 y mucho menos,
57 lbíd., p. 42. De haber adherido a este credo progresista, entonces habríamos construido esta
obra según el plan ontogenético de la aparición de los reflejos dominantes: reflejos de succión,
reflejos postura.les, regulación y dominantes sexuales; pero la Humanidad, en cuanto especie psico-
lógica, no tiene una génesis controlable.
58 Lévy-Bruhl, Camets, p. 131; véase p. 136; también Durkheim, Formes élémentaires, pp. 340-
342, 625.
59 Véase Gusdorf, Mythe ... , p. 24 7. Sobre etnología e historia, Lévi-Strauss, Anthropologie
por supuesto, la de los complejos. Por así decirlo, hay una "tensión" sociológica
creciente que especifica el simbolismo del arquetipo y el esquema universal en la
expresión social específica del concepto por medio del signo de un lenguaje bien
diferenciado. Esto es lo que explica a la vez que una lengua -dominio semiológico-
jamás se traduzca completamente a otra lengua, sin embargo, aunque una traduc~
ción que juegue sobre el semantismo de los mitemas siempre sea posible. Esta
paradoja de la traducción resume la ambigüedad psicosocial del símbolo. Da~
mourette 62 mostró claramente de qué manera una lengua como el francés organi~
zaba a su antojo la distribución de las sexuapariencias, primero descartando el
neutro, que en francés es asimilado al masculino. Toda la distribución sexuaparente
está dirigida por la concepción activa del masculino y la pasiva del femenino. En
francés, todo cuanto es diferenciado, desexualizado, todos los pulliaparentes, todo
aquello a lo que se presta un alma activa, todo lo que está fijado en una delimita~
ción específica, metódica y de alguna manera material, es masculino. Por el con~
trario, todo lo que representa una sustancia inmaterial, abstracta, todo cuando
padece una actividad exógena, todo lo que evoca una fecundidad mecánica,
es femenino. Resulta evidente que tal matiz lingüístico jamás atraviesa una tra~
ducción. Pero este matiz lingüísticamente bien específico viene a jugar sobre el
fondo universal de las representaciones más elementales de la femineidad y la
masculinidad. Tras la derivación social de la lengua, pues, persisten en su univer~
salidad los arquetipos y símbolos más generales sobre los cuales vienen a florear
los incidentes sociológicos. Y aquí volvemos a encontrar la ·tesis del "trayecto
antropológico" que habíamos planteado metodológicamente al comienzo de esta
obra. 63 El "trayecto antropológico" del sujeto humano a su entorno funda una
generalidad comprensiva que ninguna explicación, siquiera histórica, puede
plasmar totalmente.
En conclusión, podemos afirmar primero que la historia no explica el conteni~
do mental arquetípico, ya que la propia historia es deL dominio de lo imaginario.
Y sobre todo en cada fase histórica, la imaginación está presente por completo,
en una doble y antagónica motivación: pedagogía de la imitación, del imperialis~
modelas imágenes y los arquetipos tolerados por el ambiente social, pero tam~
bién fantasías adversas de la rebelión debidas a la represión de tal o cual régimen
de la imagen por el medio y el momento históricos. Por lo tanto, la pedagogía de
la imagen no sigue un sentido histórico determinado, y, fuera del juego psicosocial
del antagonismo de las generaciones puesto de manifiesto por Mataré y por
Michaud, es imposible prever cuándo el régimen privilegiado por el ambiente
social será sumergido por el régimen reprimido. En segundo lugar, si realmente
62
Damourette, Des mots ... , I, pp. 105, 375, 389,390.
63
Véase supra, pp. 43 y ss.; también Lévi-Strauss, Anthropologie struturale ... , pp. 27, 28. "El
pasaje de lo consciente a lo inconsciente trae aparejado un progreso de lo especial hacia lo general."
. UNIVERSALIDAD DE LOS ARQUETIPOS 399
hay una pedagogía social de los arquetipos, esta pedagogía aparece ipso facto -por
la atipicidad fundamentaldeeadarepresentación-eomo-secundar-ia~ Afirmar tal
atipicidad y tal universalidad del contenido imaginario fundamental es lisa y lla~
namente reconocer-la-posibilidaddetraclucir un··lenguaje o un-modo·de expre~
sión humano en otro, o dicho de otra manera, es reconocer el lazo comprensivo
de las conciencias más allá de la pedagogía del medio y la incidencia del mamen~
to. Al igual que la caracterología y la psicología tipológica, la motivación históri~
ca y social tampoco da cuenta ontológicamente de la existencia plena de los
resortes axiomáticos de lo imaginario.
Las derivaciones históricas y sociales, así como las caracterológicas o sexuales,
aunque parezcan seguir el recorte estructural de lo imaginario en regímenes dife~
renciados, no legitiman por su determinismo específico esa libertad soberana ex~
presada por la imaginqción humana en el poder de alternar en el mismo individuo
o en la misma sociedad los regímenes de la imagen y sus estructuras. Las fases de la
imaginación individual o los modos de expresión de la imaginación colectiva, las
posibilidades de vuelco arquetípico, de "conversión" de un régimen a otro ponen
de manifiesto la universalidad y la atipicidad, tanto psíquicas como sociales, de los
grandes arquetipos que hemos clasificado en el curso de este estudio.
Una vez levantada la hipoteca de un determinismo particular que reduce lo
imaginario a no ser más que un elemento secundario del pensamiento humano en
general, y al haber sido demostrada la trascendencia de lo imaginario en relación
con los incidentes caracterológicos y sociales, antes de poder emprender el análisis
de esta función trascendental nos resta elucidar el alcance psíquico de la función
fantástica, o sea, examinar cuál es la comprensión de esta función en la economía
del psiquismo por completo.
***
Retomaremos el estudio de esta función en el punto mismo en que Lacroze lo
había dejado en su tesis La función de la imaginación. 64 Esta tesis tenía el mérito de
admitir sin discusión la universalidad de las imágenes, ya que además admitía la
universalidad de la función. No obstante, escrita sin referencia antropológica,
presenta el defecto de la tesis sartreana: sólo generaliza lo singular, o sea, las mo~
dalidades de una imaginación restringida a lo que puede vehiculizar la definición
introspectiva de la imaginación. Por lo tanto, no hay que asombrarse de ver tam~
bién esta función restringida a su vez al papel bastante mezquino que le atribuye
generalmente el pensamiento filosófico francés. 65 Pero restringir, ¿no es obligato~
del símbolo no es "impedir" 75 que una idea alcance la conciencia clara, sino que
más _bien resulta dela1:mposibilidad·delaeoncienda·semiológiea;·del ·signo, de
expresar la parte de felicidad o angustia experimentada por la conciencia total
frente ala ineluctable-instancia de·latemporalidad. El semantismo-ddsímbolo es
creador. La tesis de la represión, sin duda, no puede dar cuenta de la creación
artística y del balance de la experiencia religiosa. Sin ser, por supuesto, el resulta~
do de la represión, la imagen es un vehículo no semi o lógico de dicha creadora. 76
En el curso de este trabajo nos esforzamos por mostrar que, muy lejos de ser se~
miología en la cual el sentido, o la materia, está disociado de la forma, la imagen
simbólica es semántica: o sea, que su sintaxis no se separa de su contenido, de su
mensaje. La represión, en cambio, reduce siempre la imagen a un simple signo de
lo reprimido. Para Lacroze, como para el psicoanálisis freudiano, como para Sartre
o Barthes, 77 la imagen siempre está reducida a un signo dudoso y empobrecido.
Precisamente en Barthes es donde mejor se capta lo que podría llamarse "error
semiológico": Barthes se esfuerza por degradar el mito convirtiéndolo en un "sis~
tema semiológico secundario" 78 respecto del lenguaje. Pero es esta secundariedad
lo que revoca la antropología: ni la psicología del niño ni la del primitivo ni el
análisis del proceso formador de la imagen en el adulto civilizado permiten afir~
mar que el símbolo sea secundario respecto del lenguaje conceptual. Nada, abso~
lutamente nada permite decir que el sentido propio tenga prelación cronológica,
y con mayor razón ontológica, sobre el sentido figurado. La propia terminología
de Barthes es vacilante, porque, queriendo devaluar a cualquier precio el mito
respecto del lenguaje, no puede dejar de escribir que el mito es un "metalenguaje",
un "sistema semiológico agrandado" y finalmente confiesa que "el mito es dema~
siado rico"} 9 Por otro lado, en el bosquejo que el autor80 traza de las relaciones
entre el plano de la lengua y el plano del mito, surge lógicamente que es el mito
el que engloba al "lenguaje~objeto", y por consiguiente, que es la categoría
semiológica más rica porque se agrega al lenguaje, Pero no hay que partir de este
artificio esquemático -porque en el origen está falsificado por la decisión arbitra~
tesis que sostenía en El grado cero de la escritura, según la cual la "mitología personal" del estilo, esa
"hipofísica de la palabra", siempre tenía prelación sobte la escritura. En cuanto a nosotros, creemos
que el mito es "el grado cero" del lenguaje, de la semiología. Véase Barthes, Le Degré zéro del' escriture,
pp. 19, 22, 35-40.
80
Mythologies, p. 222.
402 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
81
Véase Gusdorf, Mythes ... , p. 265.
82
Barthes, Mythologies, p. 233, nota 7.
83 Véase Bachelard, Formation ... , pp. 38, 119.
84 Barthes, Mythologies, p. 232.
85 Gusdorf, Mythes ... , p. 249.
86 Sobre la noción de "mentira vital", véase Lacroze, La fonction ... , p. 115; también Piaget, La '
formation .. ,, p. 117. Nosotros preferiríamos la expresión "verdades doxológicas", por oposición a las
"verdades epistemológicas".
UNIVERSALIDAD DE LOS ARQUETIPOS 403
89
Lacroze, La fonction ... , p. 58. Véase Muchielli, que, en la conclusión de su bello libro, Le
Mythe de la cité idéale p. 300, muestra que el mito universal de la ciudad es al fin de cuentas una
"voluntad" ética de promoción de dicho modelo ideal.
90
Gusdorf, Mythes ... , p. 278; véase J. Bemis, L.:imagination, cap. III, p. 43, "Le mythe et le jeu", y
cap. X, pp. 77, 81~82, "L'imagination et la vie".
91
Cuando redactamos este libro no conocíamos la obra magistral de Henri Corbin, L' Imagination
créatrice dans le soufisme d'Ibn' Arabi. Este trabajo, tan cercano en tantos puntos a las conclusiones
de nuestro estudio actual, tiene el inmenso mérito de devolverle a lo Imaginativo el sitio primordial
que le había sido arrebatado por las interpretaciones averroístas del intellectus adeptus.
2. EL ESPACIO, FORMA A PRIORI DE LA FANTÁSTICA
TODOS LOS AUTORES que se inclinaron sobre las características del imaginario se
sintieron impactados por la inmediatez insólita de la imagen. 1 El cubo percibido
jamás será tan espontáneamente cubo como el cubo imaginado. La imaginación
vuela inmediatamente en el espacio, y la flecha imaginada por Zenón se perpetúa
fuera del cronometraje existencial. Esta inmediatez constituye la perfección esen,
cial de los objetos imaginarios; su "pobreza esencial" es una bienaventurada au,
sencia de accidentes. En el dominio de la fantástica pura, en el sueño, los obser,
vadores siempre se sintieron sorprendidos por la oposición entre la fulgurancia de
los sueños y el lento proceso temporal de la percepción. 2 Así como el punto
euclidiano carece de espesor y de alguna manera escapa al espacio, la imagen se
manifiesta como carente de armónicos temporales, en la senda del concepto, por
la concisión que presenta, pero más intemporal que el concepto, porque éste
mediatiza la espontaneidad imaginaria por un esfuerzo selectivo, por un juicio
que retrasa el pensamiento escapando de la precipitación. La imagen, por el con,
trario, engendra locamente en todos los sentidos, sin preocuparse por las contra,
dicciones, un lujurioso "enjambre" de imágenes. Tanto sobre el pensamiento que
razona como sobre el que ·percibe sigue pesando la progresión laboriosa de la
existencia, mientras que el pensamiento que imagina tiene conciencia de estar
colmado instantáneamente y arrebatado al encadenamiento temporal. En los es,
tados llamados "de baja tensión" no es tanto el sentimiento de lo real lo que se
borra sino más bien la conciencia secuencial del yo la que deja de controlar, es
decir, deja de encadenar los objetos de la percepción3 en un continuo temporal.
A partir de entonces, no se entiende bien cómo Bergson asimila esa fulguración
onírica o fantástica a la duración concreta, ya que el "desinterés" del sueño apa,
rece ante todo como un "aplazamiento"4 del tiempo, y porque en los sueños y los
1
Véanse J. P. Sartre, L'lmaginaire, pp. 22, 121, 171; M. Bonaparte, Chonos, Eros, Thanatos, pp.
25, 27, 33; Alain, Préliminaires ... , p. 80: "Todo cambio en las cosas reales supone un trabajo, que en
el fondo se reduce a un desplazamiento. Las cosas imaginarias se desplazan sin trabajo, como se ve en
los cuentos; un palacio surge y desaparece con un movimiento de la varita".
2
Véanse T. de Quincey, The Confession of an English Opium Eater, pp. 32,45 y ss.; C. Baudelaire,
Paradis artificiels, pp. 23 y ss.; M. Ptoust, Le Temps retrouvé, 11, p. 72.
3
Véase J. Piaget, Pensée symbolique chez l'enfant, pp. 212, 215.
4 Alain, Preliminares, p. 212.
405
406 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
11
Bonaparte, Chronos, Eros .. . , p. 17.
12
Bergson, L.: evolution, p. 367; véase Pensée et Mouvant, pp. 117 ~ 118.
13
Bergson, L'evolution créatice, pp. 265, 267, 278.
14
lbíd., Créatrice, p. 286.
15
Gusdorf, Mythe ... , p. 102.
16
lbíd.' p. 103.
408 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
21
Véase Malraux, Les Voix du silence, m, pp. 119, 145, 146, 150.
22
Véanse Allendy, I.:Enfance méconnue, p. 60, y Baudouin, Introduction al'analyse des reves, p. 37.
23
Véanse M. Dufrenne, La Personnalité de base, pp. 155 y ss.; G. Durand, Les Trois Niveaux de
formation du symbolisme _
24 Véanse Kostyleff, Laréfiexologie ... , pp. 32, 232; Goldstein, La structure ... , p. 135: "El reflejo es
25
Véase Baudouin, Introduction ... , p. 33.
26
Véase Goldstein, La structure .. . , p. 135: "Los reflejos son la expresión de la reacción del orga-
nismo a un aislamiento cualquiera de algunas de sus partes".
27
Lévi-Strauss, Anthropologie struturale, p. 225: "Es bien sabido que todo mito es una búsqueda
a
del tiempo perdido"; véase Bastide, "Lévi,Strauss ou 1' ethnographe 'la recherche du temps perdy'".
28
Bergson, Deux Sources ... , p. 12 7.
EL ESPACIO, FORMA A PRIORI DE LA FANTÁSTICA 411
29
lbíd., p. 137.
30
lbíd.) pp; 159, 160.
31
lbíd., p. 159.
32
Véase Sartre, L'Imaginaire, p. 217.
33
lbíd.' p. 232.
34
Griaule, Masques dogons, p. 818: "El arte de los dogones, por su origen, es una lucha contra la
podredumbre".
35
Véanse Malraux, Les voix ... y La métamorphose ...
412 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
36
Véase Bastide, "Le Cháteau intérieur de l'homme noir", p. 256: "La máscara es el sucedáneo
del éxtasis [... ] uno está poseído por los dioses, pero representa los papeles de los dioses". Véase
Griaule, Marques Dogons, pp. 773 y ss.
37 Griaule, Masques Dogons ... , p. 802.
38 lbíd., p. 775.
39
lbíd., pp. 776 y SS •
40
. lbíd. ' p. 789.
41 Véase ibíd., p. 792, nota 4; también Hubert y Mauss, "Esquisse d'une théorie générale de la
magie", VII, p. 99; A. Breton y A. Legrand, L'Artmagique, París, 1957, pp. 11 y ss., especialmente pp.
48 y SS.
42 Breton y Legrand, ibíd., p. 56, respuesta de Lévi-Strauss.
43 Griaule, Masques dogons, p. 806.
EL ESPACIO, FORMA A PRIORI DE LA FANTÁSTICA 413
Pero aun cuando sobre los acantilados no quedaran más[ ... ] que máscaras carentes de
sentido, pinturas incomprendidas y danzas sin objeto, no sería menos cierto que, en
este pueblo, detrás de todas estas formas y todos estos ritmos, se oculta su voluntad de
perdurar, voluntad que se constituyó en el momento en que, según se afirma, tomó
conciencia de la descomposición de la muerte. Y la huella que habrá dejado el Awa45 a
esas formas y esos ritmos revelará todavía que, por su origen, el arte de los dogones es
una lucha contra la podredumbre. 46
***
Si la duración no es ya el dato inmediato de la sustancia ontológica, si el tiempo
no es ya la condición a priori de todos los fenómenos -porque el símbolo se le
escapa-, no queda más que atribuir el espacio como sensorium general de la fun,
ción fantástica. Esta fabulación, esta fuente inagotable "de ideas e imágenes", es,
según la opinión del propio Bergson, 47 simbolizada por el espacio "símbolo de la
tendencia fabricadora de la inteligencia humana", "visión del espíritu"; pero, por
lo que a nosotros respecta, tomamos esta última expresión en el sentido literal:
sólo hay intuición de las imágenes en el seno del espacio, sitio de nuestra imagi,
nación. Por esta razón profunda, la imaginación humana está modelada por el
desarrollo de la visión, luego de la audición y el lenguaje, todos medios de capta,
ción y asimilación "a distancia". 48 En esta reducción eufémica del distanciamien,
to están contenidas las cualidades del espacio.
44 lbíd., p. 802.
45 El Awa es la sociedad de las máscaras.
46 Griaule, Marques Dogons .. . , p. 819.
47 Véase Bergson, Évolution ... , pp. 173, 270.
48 Véase Pradines, Traité ... , r, pp. 531, 538, 540, 559.
414 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
Y todavía debemos entendemos bien sobre lo que significa este término "es~
pacio". La física contemporánea y los epistemólogos coinciden en reconocer
que Kant no describe, bajo el nombre de espacio, el espacio algebrizado de la física
-que sería un hiperespacio riemanniano que anexa el tiempo como parámetro-,
sino un espacio psicológico, que no es otra cosa que el espacio euclidiano. Indudable~
mente, la epistemología, más curiosa de la objetividad que de las estructuras
asimiladoras del pensamiento, se contenta un poco superficialmente con restrin,
gir el espacio euclidiano a una aproximación de primera instancia de los hiperes~
pacios. No obstante, la epistemología contemporánea tiene perfecta conciencia
del corte que existe entre el espacio euclidiano y el de la experiencia física: ya
Leibniz -mucho antes que Einstein- objetaba a Descartes que ninguna expe,
rienda física puede dar objetivamente la homogeneidad, la similitud y la au,
sencia de antitipia. 49 Y Kant se veía bien obligado a hacer de ese espacio un a
priori formal de la experiencia ... El hiperespacio de la física, es decir, el espacio
objetivamente "psicoanalizado", no es para nada euclidiano ni kantiano. Pero
como el espacio euclidiano no es ya funcionalmente "físico", o sea, objetivo, se
convierte en un a priori de otra cosa que la experiencia. No porque la percep~
ción elemental se le escape, aunque percepción ya es a medias del campo de
la subjetividad. El espacio se convierte en la forma a priori del poder eufémico
del pensamiento, es el lugar de las figuraciones porque es el símbolo operatorio del
distanciamiento.
Todos los que se interesaron por el problema de la imagen se percataron de la
primacía formal de lo que podría llamarse, si se reserva el nombre de "espacio" a
la pequeña génesis perceptiva, un "superespacio subjetivo". Sartre50 reconoce que
el espacio imaginario tiene "un carácter mucho más cualitativo que la extensión
de la percepción: toda determinación espacial de un objeto en imagen se presen,
ta como una propiedad absoluta". El espacio se convierte entonces en superlativo
y abandona el dominio de la indiferente "localización" para internar la imagen
en "la pertenencia"Y Esta distinción de un "espacio perceptivo" y un "espacio
representativo" es también la conclusión del muy riguroso estudio de Piaget. 52 El
espacio representativo aparece con la función simbólica. Este espacio estaría li~
gado a la acción, porque "la representación espacial es una acción interiorizada".
Por ultimo, la observación de Sartre da con las conclusiones del examen patográfico
cuando declara: 53 "Hasta podría expresarse que este espacio imaginario es más
49 Es la posición misma de Alain, para quien las "cosas reales resisten al desplazamiento"; p. 166.
so Sartre, L'lmaginaire, p. 165.
SI Ibíd.) p. 166.
52
Piaget e Inhelder, Représentation ... , pp. 532, 535.
53 Véase Séchehaye,]oumal. . . , p. 97.
EL ESPACIO, FORMA A PRIORI DE LA FANTÁSTICA 415
***
Piaget58 discernió un triple escalonamiento ontogenético en la representación
del espacio: primero habría representación de "agrupamientos" de cosas, lo que
constituiría las "relaciones topológicas elementales"; luego seguiría la coordina~
ción de estos datos topológicos fragmentarios en "relaciones de conjunto" o "re~
ladones proyectivas elementales", "ya que lo topológico procede cada vez más de
5
Véase ibíd., p. 121.
4
55
Véase Bachelard, La Poétique de l'espace, p. 184. Esta facultad reflexógena de coexistencia, o
sea, de redoblamiento, hace pasar el ser del campo de la existencia al de la esencia.
56
Ibíd., p. 27.
57 M. Bonaparte, Chronos, Eros ... , pp. 15, 34.
58
Piaget e Inhalder, La répresentation ... , pp. 555, 565.
416 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
cerca, sin un sistema de referencia, mientras que lo proyectivo atañe a los puntos
de vista coordinados". Por último, vendría "el espacio euclidiano propiamente
dicho", que hace intervenir la similitud. Pero este triple escalonamiento del es~
pacio, en nuestra opinión, es prefigurado en las tres propiedades del espacio fan~
tástico tal como se las puede deducir de nuestro estudio estructural: la topología,
las relaciones proyectivas, la similitud no son más que tres aspectos perceptivos y
genéticos de la ocularidad, la profundidad y la ubicuidad de la imagen.
Ante todo, debemos subrayar junto con Binswanger59 la "ocularidad" de nues~
tras representaciones más importantes. Imágenes y arquetipos tienen al atlas vi~
sual como atlas sensorial predilecto. Todo ocurre como si el objeto nos alcanzara
a través de una mescalinización natural. 6°Como la mescalina transforma el atlas
auditivo en visual, en nosotros hay una aptitud natural a traducir toda sensación
y toda huella perceptiva en temas visuales. "La ocularidad"'viene a iluminar con
su luz todas las excitaciones sensoriales y los conceptos. Eso es lo que manifiesta
la terminología visual de las artes musicales: altura, volumen, medida, crescendo
no hacen sino expresar, a través de la imaginación musical, la índole topológica
fundamental de toda imagen. La simetría, esa virtud de reconocimiento visual,
está en la base de la fuga, tanto de la armonía como de la música serial. Stravinsky
confiesa que tiene "un gusto muy marcado por esa especie de topografía musi~
cal". 61 Es también la razón por la cual toda expresión iconográfica, hasta la más
"realista", siempre desborda por el lado de lo imaginario. 62 El hecho de ver y de
dar para ver está en los umbrales de una poética. Lo cual da cuenta de las artes
fotográficas: ·el "objetivo" del aparato fotográfico, al ser un punto de vista, jamás
es objetivo. La contemplación del mundo ya es transformación del objeto. Por lo
tanto, la ocularidad es realmente una cualidad elemental de la forma a priori de la
fantástica.
La segunda característica de la imagen es la famosa "profundidad". Pero en~
tendámonos bien sobre esta palabra, que debe ser tomada en su sentido más am~
plio y casi moral por ser más psíquica que literalmente geométrica. Porque la
profundidad perspectiva de la geometría y de la pintura occidental no es más que
un caso particular y materializado de una jerarquía espontánea de las figuras.
59
Véase L. Binswanger, Grundformen und Erkentnis menschlichen Dasein, p. 31 .
60
V éanse A. Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés, y Raucoule, "Hallucinations
mescaliniques". Reichard, Jakobson y Werth, "Language and Synesthesia", pp. 226 y ss. El atlas
auditivo se deslinda más difícilmente del utilitarismo que la visión. El oído permanece durante más
tiempo un simple sentido de alerta, simple receptor de señales. La acuidad visual se extiende mucho
más lejos que la auditiva.
61
Stravinsky, Poétique musicale, p. 28.
62
Véase Sartre, Vlmagination, p. 149. Sobre los límites de lo prosaico en literatura, véase Le
Décor mytique ... , segunda parte, cap. 2.
EL ESPACIO, FORMA A PRIORI DE LA FANTÁSTICA 417
63
Porque la visión es por esencia un órgano de la lejanía, porque la "ocularidad" aleja
instintivamente el horizonte a través de los "espacios infinitos".
64 Véase supra, pp. 215, 256 y ss.
418 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
quier casa puede convertirse en el centro del mundo. El historiador de las religio~
nes 65 se sintió impactado por el poder de repetición de lo que él llama "el espacio
trascendente" o "el tiempo mítico". Pero recalquemos bien que este último tér~
mino es abusivo: repetir es negar el tiempo, y realmente se trata más bien de un
"no tiempo" mítico. Esta facultad de repetición, de "redoblamiento", ese sincro~
nismo del mito, 66 si es ajena a un espacio físico, realmente constituye la cualidad
fundamental del espacio euclidiano, en el cual la homogeneidad garantiza el des~
plazamiento instantáneo de las figuras, la ubicuidad por la similitud. Más aun, así
como la homogeneidad no fija ningún límite a la extensión o a la reducción
infinita de las figuras, de igual modo muchas veces verificamos ese poder de "gu~
lliverización" o "agigantamiento" de la imagen. Y la facultad de identificación de
mi pensamiento -la que me permite denominar y reconocer el triángulo isósceles,
por ejemplo- bien parece derivada de ese poder primario de conservar las imáge~
nes en un lugar fuera del tiempo donde la instantaneidad de los desplazamientos
es permitida, sin que el objeto envejezca ni cambie. Bachelard, retomando la
tesis de Reiser, 67 mostró claramente que la lógica de la identidad estaba ligada
estrechamente a la teoría euclidiana del espacio. El principio de identidad tiene
una forma puramente euclidiana fundada en las particularidades de una geometría
semejante: el grupo de los desplazamientos y el de las similitudes.
Una vez más, pedimos permiso para invertir los términos del problema: es la
homogeneidad del espacio la que se origina en la voluntad ontológica de iden~
tidad, en el deseo de trascender el tiempo y eufemizar el cambio en un despla~
zamiento puro, que no dura ni afecta. Y Bachelard, oponiéndose a Meyerson,
mostró claramente que esta vocación de identidad era mucho más vocación del
sujeto pensante que imperativo dictado por el objeto. Sin embargo, nos permi~
tiremos criticar en un punto esencial la tesis de Bachelard y de Reiser: 68 cuando
éstos afirman que el principio de exclusión también está relacionado con la
Weltanschauung euclidiana. No sólo podemos comprobar que en geometría
euclidiana las similitudes e igualdades son ubicuidades formalizadas, sino que
incluso la tautología de donde se desprende la identidad, por el contrario, permite
todas las ambigüedades. 69 La experiencia de la antitipia, confirmada por el
principio aristotélico de exclusión, es extrínseca a la experiencia imaginaria.
65
Véase Eliade, Traité d'histoire des religions, pp. 324-325.
66
Véase supra, pp. 369 y ss.
67
Véanse Bachelard, Philosophie du non, p. 108; Racionalisme appliqué, p. 84; también Korzybski,
Science and Sanity, pp. 52-58, para quien toda la lógica copulativa se resuelve en coincidencias, inclu-
siones y progresiones espaciales.
68
Bachelard, Philosophie du non, pp. 116 y ss.
69
Véase Korzybski, Science and sanity, pp. 56-58. La noción de usurpación es geométricamente
muy ambigua, ya que las variedades de la usurpación son infinitas.
EL ESPACIO, FORMA A PRIORI DE 'LA FANTÁSTICA 419
70
Véanse Lévy-Bruhl, Fonctions mentales dans les sociétés inférieures, pp. 453 y ss.; Przyluski, La
Participation, pp. 156 y ss., 167; Bastide, "Contribution al'étude de la participation", XIV, 1953, pp.
130-140.
71
Bleuler, Handbuch der Psychiatrie, IV, 1, pp. 38, 75 y ss. -
420 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
Sr EL ESPACIO bien parece ser la forma a priori donde se dibuja todo trayecto imagi,
nario, entonces las categorías de la fantástica no son otra cosa que las estructuras
de la imaginación que hemos estudiado y que se integran en dicho espacio, dán,
dole sus dimensiones afectivas: elevación y dicotomía trascendente, inversión y
profundidad íntima, y poder infinito de repetición. Finalmente, todo proceso
imaginario, aunque se tiña, como el mito, de las veleidades del discurso, en últi,
ma instancia se integra en una topología fantástica cuyos puntos cardinales están
formados por los grandes esquemas y arquetipos constitutivos de las estructuras.
Toda mitología, como todo estudio de la imaginación, tarde o temprano tropieza
con una "geografía" legendaria, escatológica o infernal. Si el más allá fantástico
pierde la noción del tiempo, sobredetermina la del espacio, a la que recarga de
polarizaciones cualitativas. El estudio que acabamos de realizar siguiendo el sen,
tido del trayecto reflexología,sociología también puede concebirse, como lo in,
tentaron Soustelle y Halbwachs, 1 siguiendo el trayecto inverso sociología,psico,
logía, sin que por ello contradiga nuestras conclusiones. Tanto de una manera
como de la otra, es una suerte de juego espacial y cualitativo a la vez lo que se
describe, cosa que nos autorizó a titular las grandes partes de nuestro trabajo
tomando en préstamo algunos términos a la simbología del juego de tarot.
Bipartitas, tripartitas, cuatripartitas o quíntuples, los puntos cardinales del es,
pacio encubren las grandes clasificaciones simbólicas de los regímenes de la ima,
gen y sus estructuras. A la subdivisión metodológica que instituíamos al comien,
zo de esta obra2 se superpone una subdivisión geográfica y fantástica que Granet,
para China, 3 y Soustelle, para el antiguo México, pusieron muy en claro. Este
último, por ejemplo, 4 muestra, primero, que el espacio fantástico se divide en dos
1
Véanse J. Soustelle, La Pensé, especialmente caps. vn: "Le séjour des morts", VIII, "Les points
cardinaux", y IX, "Espace et temps"; supra, segundo libro, segunda parte; Halbwachs, La Topographie
légendaire des évangiles en Terre sainte .
2
Véase supra, pp. 54 y ss.
3
Granet, Pensée chinoise, pp. 184 y ss.; véanse también Cazeneuve, Les Dieux dansent aCibola,
pp. 68 y ss.; C. Lévi,Strauss, "Les Organisations dualistes existent,elles?", en: Anthropologie Structurale,
pp. 148,180.
4 Soustelle, La pensée ... , pp. 68 y ss., 73, 75.
421
422 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
5
lbíd., p. 67.
6
Véase Durkheim y Mauss, "De quelques formes primitives de classification", pp. 480 y ss.
7 Véase supra, p. 172.
8
Véase supra, pp. 277 y ss., 356 y ss.
9
Véanse supra, pp. 280 y ss.; Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, pp. 104 y ss.; P. Guiraud, La
Sémantique, p. 116, que marca realmente la primacía del "núcleo" semántico sobre el fluctuante
"halo" estilístico.
EL ESQUEMATISMO TRASCENDENTAL DEL EUFEMISMO 423
mos visto que, en el fondo, la sintaxis es inseparable del semantismo de las palabras.
Pero sólo ahora podemos,deslindar-la·significación-deunfenómeno ·semejante: el
discurso ·se nos aparece entre la imagen pura y el sistema de coherencia lógico~
filosóficoque-promueve;--comoun término medio ·que constituye-lo qrre podemos
llamar -ya que adoptamos una terminología kantiana- un "esquematismo trascen~
dental". 10 En otras palabras, es la retórica la que garantiza el pasaje entre el
semantismo de los símbolos y el formalismo de la lógica o el sentido propio de los
signos. Pero ese esquematismo, muy lejos de ser, según la definición kantiana, 11 una
"determinación a priori del tiempo", por el contrario, es una determinación a priori
del antidestino, del eufemismo que, en su conjunto, va a teñir todos los desarrollos
de formalización del pensamiento. La retórica es en verdad esa prelógica, interme~
diaria entre la imaginación y la razón. Y ese papel de intermediario entre el lujo de
la imaginación y la sequedad sintáctica y conceptual se manifiesta por la rique~
za de la retórica. Los epistemólogos contemporáneos discuten a más y mejor sobre
la dependencia mutua de la lógica y la matemática. Y llegaron a alinear a ambas
sobre el principio aristotélico de la exclusión. ¡No se interrogaron acerca de las
relaciones de esas dos sintaxis formalizadas con la retórica! Se habrían percatado de
que la retórica incluye la lógica aristotélica .como un vulgar departamento y que,
muy lejos de ser paralelas, la retórica desborda la estrechez lógica por una multitud
de procedimientos bastardos de la fantástica. Puede ser que el interés que se de~
muestra cada vez más por los hombres, más que por "el objeto cualquiera", vuelva a
desplazar, así lo deseamos, la atención filosófica sobre la retórica, la estilística y, en
general, los procedimientos de la expresión. 12 Por eso vamos a retomar esas tres
modalidades que en las estructuras señalaban un estilo retórico. Nos detendremos
brevemente -tras haber estudiado, a todo lo largo de esta obra, el estilo de ·las
figuras de lo imaginario- en algunas simples figuras de estilo. Pero antes, nos resulta
fácil levantar en el plano de la retórica la dificultad que Bleuler suscitaba en el
plano fantástico y hasta ético, que hacía del a pesar de que el estilo normal del
pensamiento, y de la ambivalencia o la alternativa, tipos de estilos patológicos.
Pero esta discriminación ya no tiene ningún sentido cuando uno se ubica en el
plano retórico, y hasta vimos más arriba 13 cuáles eran las incertidumbres de los
psiquiatras en cuanto a la definición de lo patológico; por otra parte, vamos a mos~
trar con un ejemplo que el estilo del a pesar de que puede alcanzar también el colmo
de lo patológico.
10
Véase Kant, La critique .. . , 1, p. 172: "Ahora bien, es esta representación de un procedimiento
general de la imaginación, que sirve para procurar su imagen a un concepto, lo que yo llamo el
esquema de dicho concepto".
11
lbíd., p. 176.
12 Véase P. Guiraud, La Stylistique, cap. m, "Stylistique de l'expression".
13
Véase supra, p. 176.
424 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
Y ante todo, debemos observar esa cualidad primera de la retórica que es ex,
presar, es decir, ·transcribir un significado por intermedio de un proceso signifi,
cante. Pero esta transcripción no es más que la degradación del semantismo de
los símbolos. Por eso, toda la retórica descansa en ese poder metafórico de trans,
posición ( translatio) del sentido. Toda expresión añade al sentido propio el aura,
el "halo" del estilo, 14 y la retórica se encamina hacia la poesía, que es confusión.
Esto es lo que aparece en los procedimientos metafóricos que van de la simple
comparación a esos resortes más sutiles que son la metonimia, la sinécdoque, la
antonomasia y la catacresis: todas son torcimientos de la objetividad, todas con::
sisten en volver más allá del sentido propio, residuo de la evolución lingüística, a
la vida primitiva del sentido figurado, a transmutar incesantemente la letra en espí,
ritu. Pero cuidado: que no se vaya a decir que el sentido propio está "primero".
Porque -todos los léxicos y los diccionarios lo prueban- jamás hay un sentido
propio, objetivado, de un término; sino sentidos según el contexto, el autor, la
época ... 15 Dicho de otro modo, la palabra sólo es real porque, al ser vivida en un
contexto expresivo y al estar comprometida en un papel metafórico, con respec,
to a ella lo semiológico sólo tiene valor por referencia a lo estilístico, primero, y,
finalmente, a lo semántico, no a la inversa. 16 Y esta "translación" elemental de
toda retórica no es otra cosa que la propiedad euclidiana de translación, ya que la
retórica, como la lógica, se expresa y se piensa en términos de.espacio. Así como
es el espacio la forma de lo imaginario, del antidestino, es la metáfora su proceso
de expresión, ese poder que tiene el espíritu, cada vez que piensa, de renovar la
terminología, de arrancarla a su destino etimológico.
Volvamos a detenemos en la antítesis y en su corolario retórico la hipérbole y su
cortejo de pleonasmos. Ya habíamos mostrado cómo en el seno de las estructuras
esquizomorfas se bosquejan esa retórica antitética y la lógica diairética de la ex,
clusividad. 17 Habíamos visto que la exclusividad antitética se instala en la repre,
sentación por engrosamiento -hiperbolización- de los símbolos figurativos de las
"caras del tiempo". Esa exclusividad salida de un régimen polémico de la repre,
sentación, fundada en la Spaltung, es el alma de la argumentación tanto socrática,
platónica, aristotélica como cartesiana, 18 y recorre con su maniqueísmo implícito
la mayor parte del pensamiento de Occidente. Por esta razón de costumbre y
autoridad, Bleuler considera el estilo dualista del a pesar de que como normal
respecto de los otros estilos de pensamiento. Pero una vez más 19 vamos a mostrar
14
Guiraud, Sémantique, p. 116.
15
Véase Mataré, La méthode ... , pp. 20, 27, 60, 62.
16
Tomando la terminología de Barthes, podríamos decir que la escritura sólo tiene valor en
referencia al estilo.
17
Véase supra, p. 190.
18
Véase supra, pp. 187 y ss.
19
Véase supra, p. 191.
EL ESQUEMATISMO TRASCENDENTAL DEL EUFEMISMO 425
20
Véase supra , pp. 188 in fine.
21
Véase Volmat, Vart ... , pp. 202 y ss.
22
lbíd. ' p. 308.
426 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
Hice este dibujo 24 [dice el enfermo] para echar a los testículos y las vergas que tengo en
la cabeza; porque con sólo mirarlos, automáticamente, el microbio que tiene la forma
23
lbíd.' p. 211.
24
lbíd., p. 204.
EL ESQUEMATISMO TRASCENDENTAL DEL EUFEMISMO 427
de los órganos sexuales se pega en el dibujo porque es su forma. El papel lo atrae[ ... ] y
él está subyugado L ..la fuec~a. de tQmarJQs.Jnis::_rQbios__y_~<::har:los. s.o bre el dibujo, de
cargarlos y descargarlos, de hacerlos cambiar de lugar, terminan por gastarse y desapa,
rece!: _'(j':J.staJ1l:~n~~- ~()!!- ~s-~ -~~j~~() ~l!lpl~_() dife~entes rr,t~ciios,_ ~~~re otros el dibujo.
25
Véase supra, pp. 211 y ss.
26
Véase supra, pp. 278 y ss.
27
Véase supra, pp. 214 y ss.
28
Véase supra, p. 284.
29
Véase supra, p. 281.
428 ELEMENTOS PARA UNA FANTÁSTICA TRASCENDENTAL
30
Bréal, Essai de Sémantique , pp. 149-150.
31 Véase supra, p. 285.
32
Véase supra, pp. 361 y ss.
33 Véase supra, pp. 289 y ss.
34 Véase supra, pp. 356 y ss.
35
Véase supra, pp. 294 y ss.
EL ESQUEMATISMO TRASCENDENTAL DEL EUFEMISMO 429
incluso, cuando desborda en las filosofías de la historia, como una hipotiposis del
futuro. 36 Por eso, no volveremos en extense-sobre esa figura de retórica que traduce
en sintaxis el poder fantástico de la memoria. Oigamos simplemente que, así como
hay grados en las variedades de antífrasis; también los hay en las variedades de
hipotiposis, como bien parecen ser la enálage y el hipérbaton. La hipotiposis que
presentifica hechos pasados o futuros es el modelo, uno de cuyos corolarios tan sólo
es la enálage, la cual insiste en el cambio de tiempo, sobre ese ínfimo matiz antité,
tico que vehiculiza toda síntesis; en cuanto al hipérbaton, es el procedimiento de
reversibilidad casi completamente formalizado, ya que perturba el orden cronológico
de los términos sin que por ello se pierda el sentido. Pero una vez más, lo repetimos,
si estos regímenes de la imaginación, si estas categorías estructurales y estos estilos
son contradictorios y acarrean, como lo hemos mostrado a todo lo largo de este
trabajo, el isotopismo de las constelaciones imaginarias y los mitos, no por ello son
mutuamente exclusivos.
Ahora podemos comprobar que cuanto más se formaliza, cuanto más se aleja
uno del semantismo originario de los grandes arquetipos fantásticos, tanto menos
se respetan el isotopismo de las estructuras y la unicidad de un estilo. Una obra de
arte recurre ya a todas las estructuras. En la tragedia más sombría, la más catártica,
es imposible excluir las dulzuras de la antífrasis, es imposible disociar, en la deli,
cadeza stendhaliana, la purgación de los resentimientos políticos y las ternuras
sublimantes respecto de los buenos momentos pasados. Una gran obra de arte no
es acaso totalmente satisfactoria sino porque en ella se mezclan el acento heroico
de la antítesis, la nostalgia tierna de la antífrasis y las diástoles y las sístoles de
esperanza y desesperación. Pero en el nivel meramente esquemático de la retóri,
ca, las oposiciones entre los diferentes regímenes se difuminan todavía más, y la
potencia isotópica de las estructuras se disloca al mismo tiempo que se pierde el
semantismo: la sintaxis de la figura de retórica no es tomada ya en su sentido
figurado, de tal modo que todos los estilos -fuera de un muy leve predominio
estadístico- son utilizados en una obra mediante la expresión del discurso.
Así, a través de la retórica y sus figuras, poco a poco vemos cómo se deshace el
semantismo de lo figurado. Dominio intermedio, la retórica es también el lugar
de todas las ambigüedades. Tal vez sea el motivo por el cual su estudio fue desde,
ñado en provecho de las epistemologías, que parecían interesarse en los procesos
formales depositarios de lo exclusivo, en la lógica y la matemática. Y en el mismo
momento en que la imaginación caía en descrédito en el pensamiento occiden,
tal, el término "retórico" también se volvía peyorativo ... 37
36
Véase supra, p. 362.
37
Paradójicamente, es en la época en que se separa atinadamente el estilo de la escritura retórica
y se afirma el estilo es el hombre cuando la filosofía vuelve la espalda a la retórica, al estilo, y por
consiguiente, al hombre. Véase Guiraud, La Stylistique, p. 31, "Décadence de la rhétorique".
CONCLUSIÓN
HEMOS LLEGADO así al término de esta obra. Abierta con una observación so~
bre la devaluación cultural del imaginario en el pensamiento oficial de Occi~
dente, se cierra con otra sobre la devaluación de la retórica. Algunos podrían
considerar que es consagrar un libro bien grande a "la señora de errores y
falsedades". Constantemente vimos que la rehabilitación del imaginario
implicaba tomar en cuenta la mitología, la magia, la alquimia, la astro biología,
la aritmología, la analogía, la participación, el pensamiento prelógico y, final~
mente, la retórica. Una vez más, ¿no equivale esto a descarriar la, reflexión
hacia vanas "vaguedades"? Podemos responder que de estas vaguedades provie~
nen tanto las lluvias fecundan tes como las tormentas devastadoras.* Ocultar el
Sol parece un poder bien considerable. Pero esta respuesta todavía está cargada
de metáfora. Más vale decir que en el curso de esta investigación vimos que
esos "erroresy falsedades" imaginarios eran mucho más corrientes y mucho más
universales en el pensamiento de los hombres que las "verdades" frágiles y es~
trechamente localizadas en el tiempo y el mundo, esas "verdades" de laborato~
rio, obras de la represión racionalista e iconoclasta de la actual ci vilización.1
Por consiguiente, cuando menos se podrá considerar esta arquetipología gene~
ral como un catálogo cómodo de los extravíos de "la loca de la casa", como un
imaginario museo de imágenes, es decir, de los sueños y las mentiras de los
hombres. Es cosa de cada cual escoger su estilo de verdad. Por lo que a nosotros
respecta, nos negamos a alienar una parte cualquiera de la herencia de la espe~
. * La palabra utilizada por Durand, y aquí traducida como "vaguedades" (nuées), significa "pro-
piamente" (si se nos permite el entrecomillado) "nubarrones". [N. del T.]
1 Véase el bello estudio de C. Lévi-Strauss, "L'efficacité symbolique", en: Anthropologie ... , pp.
431
432 CONCLUSIÓN
cie. 2 Vimos que las jóvenes verdades estudiadas por las epistemologías se gastan
y se combaten; entonces, ¿por qué desdeñar los "errores" cuando éstos aparecen
como la cosa mejor repartida del mundo? Y sobre todo cuando ese reparto pare~
ce hacerse según cierto orden revelador de cierta verdad. ¿Acaso un humanis~
m o verdadero no debe hacerse cargo de todo cuanto agrada universalmente sin
concepto, y más aun: de todo cuanto vale universalmente sin motivo? Una de
las convicciones que se desprende de nuestra investigación es que deben
revisarse, cuando se trata de comprensión antropológica, nuestras definiciones
sectarias de la verdad. Aquí, más que en otras partes, no hay que tomar nuestro
deseo particularista de objetividad civilizada por la realidad del fenómeno hu~
mano. En este terreno, las "mentiras vitales" nos resultan más verdaderas y
válidas que las verdades mortales. Y antes que generalizar abusivamente verda~
des y métodos que no son estrictamente válidos sino al término de un riguroso
psicoanálisis objetivo inaplicable a un sujeto pensante, y que, una vez extrapo~
lados, no son sino inútiles e inciertos, más vale tratar de acercarse mediante
métodos adecuados a ese hecho insólito, objetivamente absurdo, manifestado por
el eufemismo fantástico y que aparece como fundamental del fenómeno humano,
fenómeno humano que no debe ser alienado por tal o cual ciencia -incluso hu~
mana- especializada en una verdad estrecha, sino ser esclarecido por las con~
vergencias de la antropología en su conjunto, ya que es experimentado, cada vez
que se manifiesta, como más allá del objeto en dignidad y potencia. Es lo que
tratamos de sugerir, con nuestros escasos medios, en este libro que sólo tiene la
ambición de ser una introducción a estudios más específicos.
Por lo demás, es tiempo de entenderse acerca de la pretensión de algunos que a
cualquier precio quieren "desmistificar" al hombre. 3 A nuestra vez, podemos pre~
guntamos bajo qué régimen mítico se manifiesta a su voluntad esta desmistifica~
ción. Uno de los signos de nuestro tiempo, de común acuerdo con el régimen de la
abstracción semiológica u objetiva, es la confusión hiperbólica y polémica del mito
y la mistificación. Nuestra época, matasiete de mitos y de mística, pretende haberse
consagrado al régimen de la antítesis y, de esa manera, a todas las tentaciones de la
exageración hiperbólica. Pero por muchos indicios parecería que este modo
arquetípico muy pronto habrá pasado de moda. Nuestra civilización racionalista y
su culto por la desmistificación objetiva se ven sumergidos de hecho por la resaca
de la subjetividad maltratada y lo irracional. Anárquicamente, los derechos a una
imaginación plena son reivindicados tanto por la multiplicación de las psicosis, la
2
Véase Przyluski, La Participation, p. XI: "La crisis moral que atravesamos viene en parte de
nuestra impotencia por concebir la unidad de lo humano en el tiempo y el espacio".
3
Véase R. Barthes, Mythologie, pp. 232,235,237. P. Ricceur hizo una excelente y sutil diferencia
entre "desmitologizar" y "desmistizar", en "Le Symbole donne a penser".
CONCLUSIÓN 433
4 Véanse Friedmann, Ou va le travail humain?, pp. 150~151, 235 y ss., 343; Stern, La Troisieme
Révolution, pp. 124 y ss. Sobre todo, la reacción generalizada contra el arte llamado "abstracto", no
por un retorno a lo "figurativo" sino por una inclinación a "lo informal". Véanse obras de Franz
Kline, Mark Tobey, Zao~Wu~Ki, Domoto, en Catalogue exposition "Orient~Occident".
5
Véase el estudio muy reciente que Jung consagra a la "psicosis" de los "platos voladores". C. G.
Jung, Ein modemer Mythus. Von Dingen, die am Himmel gesehen werden.
6
Barthes, Mythologies, p. 233. Contrariamente a Barthes, L. Aragon vio claramente, en una
perspectiva baudelairiana, que el lujo es inseparable tanto del arte como de la esperanza; véase
Aragon, "Apologie du luxe", prefacio del Matisse.
434 CONCLUSIÓN
presenta como la posibilidad del espíritu, y constituye ese "bello riesgo por correr"
que Sócrates, 7 en un instante decisivo, opone a la nada objetiva de la muerte, afir,
mando a la vez los derechos del mito y la vocación de la subjetividad al ser y a la
libertad que lo manifiesta. A tal punto, para el hombre, no hay más honor verdade,
ro que el de los poetas.
Por eso nosotros, que acabamos de dedicar la mejor parte a la imaginación,
modestamente solicitamos que puedan dejar una pizca a la cigarra al lado del
frágil triunfo de la hormiga. Pues la verdadera libertad y la dignidad de la voca,
ción ontológica de las personas no descansan sino en esa espontaneidad espiri,
tual y esa expresión creadora que constituye el campo del imaginario. Es toleran,
cia ante todos los regímenes del espíritu, sabiendo con claridad que el haz de tales
regímenes no está de más para ese honor poético del hombre que consiste en dar
jaque a la nada del tiempo y de la muerte. Por lo tanto, creemos que, al lado de la
cultura física y del razonamiento, se impone una pedagogía de la imaginación.
A su despecho, nuestra civilización abusó de un régimen exclusivo de lo imagi,
nario, y la evolución de la especie en el sentido del equilibrio biológico bien
parece dictar a nuestra cultura una conversión, bajo pena de declinación y
bastardeo. Romanticismo y surrealismo destilaron en la sombra el remedio a la
exclusividad psicótica del Régimen Diurno. Tal vez llegaron demasiado temprano.
En nuestros días, gracias a los descubrimientos de la antropología, no es ya sola,
mente un vago exotismo o el simple encanto de la evasión y lo bizarro los que
vienen a balbucear los consejos de una terapéutica humanista.
Así como nuesta civilización tecnocrática y planetaria autoriza paradójica,
mente el museo imaginario, también permite un inventario general de los recursos
imaginarios, una arque tipología general. Entonces se impone una educación esté ti,
ca, totalmente humana, como una educación fantástica a escala de todos los
fantasmas de la humanidad. No sólo nos resulta posible reeducar la imaginación
en el plano del traumatismo individual, .como lo intenta la "realización simbóli,
ca"; 8 no sólo es posible reparar individualmente el déficit imaginario, originario
de angustia, por la psicoterapia, utilizando el "sueño diurno" ,9 sino que también
las técnicas llamadas "de acción psicológica", las experiencias sociodramáticas, 10
esbozan una pedagogía de la imaginación que la educación debe tener en cuenta
para lo mejor y lo peor. Antaño, los grandes sistemas religiosos representaban el
papel de conservatorio de los regímenes simbólicos y las corrientes míticas. Hoy,
las bellas artes, para una elite cultivada, y, para las masas, la prensa, los folletines
7
Platón, Fedón, 114 d.
8
Véase Séchehaye, La Réalisatíon symbolíque .
9
Véase Desoille, L'exploratíon ...
10
Véase Moreno, Les fondements de la sociométríe .
CONCLUSIÓN 435
11
Véase nuestro libro Le Décor mythique de la Chartreuse de~Parme.
436 CONCLUSIÓN
La poesía es un piloto,
Orfeo acompaña a Jasón.
Por eso, no nos pareció estéril que el filósofo nuevamente, 13 según el antiguo orácu~
lo, se incline con una atención fraterna sobre la inspiración fantástica y "se ocupe
un poco del trabajo de las Musas". ¿Qué serían los Argonautas sin la lira de Orfeo?
¿Quién daría la cadencia a los remeros? ¿Habría incluso un Vellocino de Oro?
12
Sobre las proyecciones míticas de la rebelión, véase Muchielli, Le mythe de la cité idéale.
13
Véase Platón, Fedón, 60e.
ANEXO 1
A decir verdad, todo ocurre como si el campo total del imaginario estuviera polarizado
en sus dos límites ( esquizomorfo y místico) por dos fuerzas homogeneizantes: una por
defecto [... ] la otra por exceso [... ] O bien, para retomar el lenguaje de Piaget, nos
encontramos frente a dos fuerzas teóricas de homogeneización, una -la esquizomorfa-
asimiladora pura, sin presentar en el límite ninguna aptitud para la adaptación, para~
petada en un autismo agresivo y conquistador; la otra -la mística- adaptadora pura,
adhiriéndose al ambiente, participando en el entorno con el máximo de viscosidad.
Desde entonces, las cuantiosas observaciones que nos pudieron ofrecer los sober~
bios trabajos de nuestros colaboradores o de los investigadores que se inspiraron
en nuestro libro, tanto en psicopatología como en sociología, no hacen sino con~
firmar esa corrección que aportábamos a una asimilación demasiado simplista de
nuestra terminología y la de Lupasco. 1 Son homogeneizantes las dos estructuras
más excesivas esquizomorfa y mística. La segunda, como ya nos resultaba evidente
en 1963, es fundamentalmente homogeneizante "por exceso" de homogeneíza~
ción (y defecto inicial de distinción heterogeneizante) en las estructuraciones mís~
ticas (y más especialmente en las estructuraciones supermísticas localizadas por el
1 Sobre el estado de esta cuestión, véase nuestro artículo "Les structures polarisantes de la
conscience psychique et de la culture".
439
440 ANEXO 1
2
Véase Y. Durand, "Le test archétypal. .. ".
3
Véase P. Sorok in, Social and cultural dynamics.
4
V éanse Durand, S. Lupasco, Les Trois Matieres; R. Bastide, "Le Principe de coupure et le
comportement afro-brésilien".
ANEXO 1 441
Representación objetivamente hete- Representación diacrónica que re~ Representación objetivamente ho-~
Principios rogeneizante (antítesis) y subjetiva- laciona las contradicciones por el mogeneizante (perseveración) y
de explicación y de justificación mente homogeneizante (autismo). factor tiempo. El principio de subjetivamente heterogeneizante
o lógicos Los principios de exclusión, de con- causalidad, en todas sus formas (es- (esfuerzo antifrástico). Los princi-
tradicción y de identidad juegan a pecialmente final y eficiente), juega píos de analogía y de similitud jue-
pleno. a pleno. gana pleno.
Dominante postural con sus deriva- Dominante copulativa con sus deriva- Dominante digestiva con sus auxilia-
dos manuales y el auxiliar de las sen- dos motrices rítmicos y sus auxiliares res cenestésicos, térmicos y sus deriva-
Reflejos dominantes saciones a distancia (visión, audio- sensoriales (kinésicos, músico-rítmi- dos táctiles, olfativos, gustativos.
fonación). cos, etcétera).
Sepa~-* mezclar
Esquemas "verbales" Madurar Volver
Descender, poseer, penetrar
1 Subir t: caerse progresar 1
enumerar
--
Arquetipos "epítetos" Puro i= mancillado Alto i= bajo Hacia adelante, Hacia atrás, Profundo, calmo,
Claro i= oscuro porvenir pasado caliente, íntimo, oculto
445
446 ÍNDICE DE OBRAS CITADAS
- - - , Mythologies, París, Seuil, 1957. [Trad. esp.: Mitologías, Siglo XXI, Madrid, 2000.]
BASTIDE, R., Sociologie et Psychanalyse, París, PUF, 1949~ 19 50. La obra completa de R. Bastide
está publicada en Madrid por Júcar (2 vols.).]
- - - , "Le 'chateau intérieur' de l'homme noir", en: Eventail de l'Histoire vivante.
a
Hommage Lucien Febvre, A. Colín, 1953.
- - - , "Contribution al'étude de la participation", en: Cahiers Internationaux de sociologie,
XIV, París, 1953.
- - - , "lmmigration et métamorphose d'un dieu", en: Cahiers Internationaux de Sociologie,
XX, París, 1956.
- - - , "Lévi~Strauss ou l'ethnographe a la recherche du temps perdu", en: Présence
africaine, mayo de 1959.
BAUDELAIRE, C., Les Fleurs du mal, París, Garnier, 1954.
BAUDOUIN, C., La Découverte de la personne, París, PUF, 1940.
- - - , Psychanalyse de Víctor Hugo, Ginebra, Mt~Blanc, 1943.
- - - , L:Ame et l'Action, Ginebra, Mt~Blanc, 1944.
a
- - - , Introduction l'analyse des réves, Ginebra, Mt~Blanc, 1945. [Trad. esp.: Introduc~
ción al análisis de los sueños, Buenos Aires, Siglo xx, 1978.]
a
---,De l'instinct l'esprit, Brujas, Desclée de Brouwer, 1950.
---,Le Triomphe du héros, París, Plon, 1952.
BAY, A., Histoires racontées par des enfants, París, Stock, 1951.
BAYARD, J. P., Histoire des légendes, París, PUF, 1955.
---,Le Feu, París, Flammarion, 1958.
BÉDIER, J., Le Roman de Tristan et Iseut, traducido y restaurado por J. Bédier, París, Piazza,
1900.
BÉGUIN, A., Le Réve chez les romantiques allemands et dans la pensée fran[_;aise moderne, Mar~
sella, Cahiers du Sud, 193 7. [Trad. esp.: El alma romántica y el sueño, Madrid, FCE,
1978.]
BÉNEDICT, R., Échantillons de civilisations, París, Gallimard, 1950.
BERGAIGNE, A., La Religion védique d' apres les hymnes du Rig~V éda (3 vols.), París, Vieweg,
1883.
BERGER DE XIVREY, J., Traditions tératologiques, ou récits de l'antiquité et du moyen age en
Occident sur quelques points de la fable, du merveilleux et de l' Histoire naturelle, lmprimerie
Royale, 1836.
BERGSON, H., Essai sur les données immédiats de la conscience, París, PUF, 1939. [La obra
completa de Henri Bergson fue publicada en Barcelona por Altaza. Hay otras edicio~
nes.]
- - - , Matiere et Mémoire, París, PUF, 1945.
- - - , L'Evolution créatrice, París, PUF, 1945.
---,Les Deux Sources de la morale et de la religion, París, PUF, 1945.
BERNIS, J., L'Imagination, París, PUF, 1958.
BERNOUS, A. VON, Alchimie und Heilkunst, Nuremberg, H. Karl, 1948.
BERTHELOT, R., La Pensée de l'Asie et l'astrobiologie, París, Payot, 1949.
BETCHEREV, W., La Psychologie objective, París, Alean, 1913.
- - - , General principies of human reflexolgy, Londres, 1933.
ÍNDICE DE OBRAS CITADAS 447
BuHLER, K., "Tatsachen und Probleme zu einer Psychologie der Denkvorgange", en: Ar~
chives für Gesel. Psychologie, Berlín, 1907.
BUHOT, J., Arts de la Chine, París, du Chene, 1951.
BuRLOUD, A., La Pensée, d'apres les recherches expérimentales de Watt, Messer et Bübler,
París, Alean, 1927.
- - - , La Pensée conceptuelle, París, Alean, 1928.
- - - , La Psychologie des tendances, París, Alean, 1928.
CAHEN, M., La Libation. Étude sur le vocabulaire religieux du vieux scandinave, París, 19 21.
CANGUILHEM, G., Connaissance de la vie, París, Hachette, 1952.
CAPRA, E, Le Tao de la physique, París, Tchou, 1975.
CARON, M. y S. Hutin, Les Alchimistes, París, Seuil, 1959.
CARROUGE, M., André Breton et les données fondamentales du surréalisme, París, Gallimard,
1950.
CASTETS, E, Edición de Renaud de Montauban, en: Rev. des langues romanes, XLIX, 1906.
Catalogo de la Exposición "Orient~Occident, rencontres et influences", Museo Cernuschi,
París, 1958.
CAZENAVE, M., La Science et l'áme du monde, París, Imago, 1983.
a
CAZENEUVE, J., Les Dieux dansent Cibola. Le Shalako des Indiens Zunis, París, Gallimard, 1957.
CELLIER, L., I_;Epopée romantique, París, PUF, 1954.
CHAMISSO, A. VON, Peter Schlemihl, París, Didier, 1949.
CHAR, R., A une sérénité crispée, París, Gallimard, 1951.
CHOISY, M., La Métaphysique des Yogas, Ginebra, Mt~Blanc, 1948.
- - - et al. , Satan, Études Carmélitaines, París, Desclée de Brouwer, 1948.
CHUAt'!G~TsE, "Nam~Hoa~Tchenn~King", en: Les Peres du systeme taoiste, Cathasia, Léon
Wieger, 1950.
CLAUDEL, P., Connaissance de l'Est, París, Mercure de France, 1907.
CocTEAU, J., Le Sang d'un poete, Mónaco, u Rocher, 1953.
COHEN, G., La Grande clarté du Moyen Age, París, Gallimard, 1945.
CoHN, W. y M. David, La Peinture chinoise, Londres, Phaidon, 1948.
CoMHAIRE~SYLVAIN, S., Les Contes ha'itiens (2 vols.), Bélgica, lmprimerie Meester~Westem,
1937.
CORBIN, H., l_;lmagination créatrice dans le soufisme d'Ibn' Arabf, París, Flammarion, 1959.
[Las obras completas de H. Corbin fueron publicadas en Madrid por Siglo xxr.]
CoUDERC, P., Le Calendrier, París, PUF, 1946.
CoxWELL, G. F., Siberian and Other Folk~ Tales, Londres, The C.W. Danill Company, 1925.
CUÉNOT, !_;Évolution biologique. Les faits, les certitudes, París, Masson, 1951.
CursrNIER, J., La Danse sacrée en Indochine et en Indonésie, París, PUF, 1951.
DALBIEZ, R., La Méthode psychanalytique et la doctrine freudienne ( 2 vols.), París, Desclée de
Brouwer, 1936.
DALÍ, S., "De la beauté terrifiante et comestible de la architecture Modern'Style", en:
Minotaure, m, París, 1933.
- - - , Ma vie secrete, París, Club Fran<;ais du Livre, 1954.
a
DAMOURETTE y PICHON, E., Des mots la pensée. Essai de gmmmaire psychologique de la
langue franc;aise ( 7 vols.), París, Biblioteque du fran<;ais modeme, 1911 ~ 1936.
ÍNDICE DE OBRAS CITADAS 449
GRIAULE, M. y G. Dieterlen, "Un systeme soudanais de Sirius", en: ]ournal de la Société des
africanistes, xx, 1950.
GRILLOT DE GIVRY, Le Musée des sorciers, mages et alchimistes, París, Livre de France, 1929.
[Trad. esp.: El museo de los brujos, magos y alquimistas, Barcelona, Martínez Roca, 1991.]
GRIMAL, P., Dictionnaire de la mythologie grecque et romaine, París, PUF, 1951. [Trad. esp.:
Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidós, 1994.]
GRoos, K., Les ]eux des animaux, París, Alean, 1902.
GROTH~KIMBAL, l. y E Feuchtwanger, VArt ancien du Mexique, París, Braun, 1954.
GROUSSET, R., Arts de l'Extreme~Orient, París, Plon, 1950.
GRUPPE, 0., Griechische Mythologie, Munich, Beck, 1906.
GUÉNON, R., Le Regne de la quantité et le signe des temps, París, Gallimard, 1945. [Trad. esp.:
El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Barcelona, Paidós, 1997.]
---,Le Roi du monde, París,Tradition, 1950. [Trad. esp.: El rey del tiempo, Madrid, Luis
Cárcamo, 1987.]
---,Le Symbolisme de la croix, París, Vega, 1950. [Trad. esp.: El simbolismo de la cruz,
Barcelona, Obelisco, 1987.]
GurART, J., Cantes et Légendes de la Grande Terre, Études Mélanésiennes, 1957.
GurRAUD, P., Langage et versification d'apres l'~uvre de Paul Valéry, París, Klinsieck, 1953.
- - - , Index du vocabulaire du symbolisme (3 vols.), París, Klinsieck, 1953.
---,La Stylistique, París, PUF, 1954.
---,La Sémantique, París, PUF, 1959. [Trad. esp.: La semántica, Madrid, FCE, 1976.]
GuiTTON, J., Le Temps et l'Étemité chez Plotin et saint Augustin, París, Boivin, 1933.
GüNTERT, M., Kalipso, Halle, 1923.
GusDOJ3.F, G., Mythe et Métaphysique, París, Flammarion, 1953.
HALBWACHS, M., La Topographie légendaire des évangiles en Terre sainte, París, PUF, 1941.
HARDING, E., Les Mysteres de la femme, París, Payot, 1953. [Trad. esp.: Los misterios de la
mujer, Barcelona, Obelisco, 1995.]
HEGEL, G. W. E, Esthétique, traducción de Ch. Benard, París, 1875. [Las obras completas
de G. W. F. Hegel fueron publicadas en Madrid por Alianza.]
HERDER, J. VON, "Vom Erkennen", en: Gesammelte Werke, Postdam, Rulten und Lrening,
1892.
HEUSE, G., Éléments de Psychologie sociale générale, París, Vrin, 1954.
HILLIER, J., Les Maftres de l' estampe japonaise, Londres, Phaidon, 1954.
HITLER, A., MeinKampf(2 vols.), Munich, ZentralverlagderNSDAP, 1934. [Trad. esp.: Mi
lucha, Madrid, M. E. Editores, 1994.]
H6FFDING, H., Esquisse d'une psychologie fondée sur l'expérience, París, Alean, 1900.
HuBERT, H. y M. Mauss, Mélanges d'histoire des religions, París, Alean, 1929.
- - - , "Essai sur la nature et la fonction du sacrifice", en: Anneé sociologique, II, París,
Alean, 1897 ~ 1898.
- ·- - , "Esquisse d'une théorie générale de la magie", en: Anneé sociologique, vn, París,
Alean, 1903.
HuBERT, R., La Croissance mentale. Étude de psychologie, París, PUF, 1949.
Huoo, V., CEuvres completes (42 vols.), París, Ollendorff, 1904~ 1938.
HuouET, E., Métaphores et comparaisons dans l' ~uvre de Victor Hugo, París, Hachette, 1904.
ÍNDICE DE OBRAS CITADAS 453
HusSERL, E., Idies directrices pour une phénoménologíe, París, Gallimard, 1950. [Las obras
completas de E. Husserl fueron .publicadas en .Madt:id-por Alianza.]
HUTIN, S., VAlchimie, París, PUF, 1951.
HYPPOLITE, J., "Commentair~ parlé sur la Verneinung de Freud", en: La Psychanalyse, París,
PUF, 1956.
lcARD, S., La femme pendant la période menstruelle. Étude de psychologíe morbide et de médecine
légale, París, Alean, 1890.
]ACOBI, J., Psychologíe de C. G. ]ung, París, Delachaux et Nieslé, 1946.
]ACOBSON, E., "The electrophysiology of mental activities", en: American]ournal psychology,
núm. 44, 1933.
]AMES, W., Précis de Psychologíe, París, Riviere, 1910.
---,Le Pragmatisme, París, Flammarion, 1911. [Trad. esp.: Lecciones de pragmatismo,
Madrid, Santillana, 1997.]
]ASPERS, K., Strindberg et Van Gogh, París, du Minuit, 1953. [Trad. esp.: Strindberg y Van
Gogh, Barcelona, Nuevo Arte Thor, 1986.
]EAN PAUL, R., Samtliche Werke (4 vols.), Berlín, Reimer, 1860~1862.
]UNO, C. G., Métamorphoses et symboles de la libido, París, Montaigne, 1932. [Las obras
completas de C. Jung fueron publicadas en Barcelona por Altaya.]
- - - , Paracelsica, Zurich, Rascher, 1934.
- - -·, Ein moderner M ythus. Von Dingen, die am Himmel geseben warden, Zurich, Rascher,
1959.
---,Les Types psychologíques, Ginebra, Georg, 1950.
- - - , Psychologíe und Religíon, Nueva Haven, Yale University Press, 1955.
- - - , VHomme ala découverte de son ame, Ginebra, Mt~Blanc, 1950.
]UNO, C. G. y W. Pauli, Natur, Erklarung und Psyche, Zurich, Rascher, 1952.
Kalevala, Le, traducción de Léouzon~Leduc, París, Flammarion, 1879.
KANT, E.,La Critique de la Raison pure (2 vols.), París, Flammarion, 193 7. [Las obras com~
pletas de E. Kant fueron publicadas en Barcelona por Altaya.]
KARDINER, A., The Individual .and his Society. The Psychodynamies of primitive social
organization, Nueva York, Columbia University Press, 1939.
KoFFKA, K., Principles ofGestalt Psychology, Nueva York, Harcourt, 1935.
KoRZYBSKI, A., Science and Sanity. An introduction to Non~Aristotelian Systems and general
Semantics, Lakeville, 1933.
KosTYLEFF, N., La Réflexologie. Essai d' une psychologie structurale, París, Delachaux et N ieslé,
1947.
KRAPPE, A. H., La Genese des Mythes, París, Payot, 1952.
KRETSCHMER, La Structure du corps et le caractere, París, Payot, 1930.
LACROZE, N., La Fonction de l'imagination, París, Boivin et Cíe, 1938.
LAOACHE, D., "Réponse aG. Friedmann", en: Bulletin de psychologie, París, 1956.
LALO, C., VArt loinde la vie.
LANOTON, E., La Démonologíe, París, Payot, 1951.
LANZA DEL VASTO, Commentaire des évangiles, París, Denoel, 1951.
LAo~TsE, "Tao~Tei~King", en: Les Peres du systeme taoi"ste, Cathasia, Léon Wieger, 1950.
LAURENT, J., "Paul etJean Paul", en: Table ronde, París, 1932.
454 ÍNDICE DE OBRAS CITADAS
Abismo, 77, 82, 97 n. 25, 118, 120, 121, Alquimia, 228, 235, 238, 261, 263-265,
122, 123, 124, 131 n. 3, 133, 165, 195, 269-270,312,313,343,363,431.
203,207,210,211,217,224,229,232, Alquímico. Véase Alquimia.
240, 259, 443 cuadro. Alquímico (androginado), 300, 301, 302,
Agigantamiento. Véase Gigante. 309, 316, 328.
Agrario, 105, 167, 180,268,297,315,317, Alquímico (árbol), 350 n. 66.
319, 378. Alto, 47, 80, 92, 137, 140 n. 57, 141, 142,
Agresión, 74, 91, 96. 152,195,217,219,220,225,226,331,
Agresividad. Véase Agresión. 341, 345, 393 n. 38, 443 cuadro.
Agrícola. Véase Agrario. Alto (el Altísimo), 141, 158.
Agua, 37, 38-39, 49, 56, 57, 82-84, 86, 91 Amazona, 390.
n. 110,99-103,104-108,111,113-115, Andrógino, 300, 301, 302, 309-311, 315,
117-119, 134, 141, 152, 156, 177-178, 351, 389, 443 cuadro.
181-185, 208, 209, 216, 223-224, 229- Ángel,47, 77,137-139,150,164,239,302,
230, 233-235, 237-243, 245-246, 253- 303, 315, 352, 390, 443 cuadro.
254, 257, 259, 264-271, 296, 326-328, Anillo, 220, 225, 325, 326.
342,344,348,370,372,373-379,425. Animado, 74-77,81,87, 108, 115, 125.
Agua (lustral), 178. Animal, animado (demonio), 79, 82-84,
Agua (morada sobre el), 100. 87,89-90, 93,97 n. 28, 135, 148, 235*.
Agua (negra), 99, 103, 112, 115, 123, 124, 125. Animal, animado (esquema del), 76.
Agua (y sangre), 100, 112, 124. Animal, animado (lunar), 85, 90, 105, 107,
Águila, 78, 133, 137, 143, 144, 155, 155 n. 118, 168, 268 n. 142,322,323,324,325,
31, 351, 404,443 cuadro. 327.
Aire (prana), 161, 182-184. Ano, anal, 123, 124, 209, 328.
Aire (y los sueños), 39, 44, 138, 228. Ano, anal (nacimiento), 271; véase Excre-
Ala, 133, 136-139, 150, 185, 208, 443 mento.
cuadro. Antífrasis, 47 n. 108,82, 84, 120, 125, 150,
Alado. Véase Ala. 171-173, 203, 207, 208, 211-213, 232,
Alfiler, 220, 307, 3 78 n. 81. 245,248,275,281,287,292,304,318,
Aliento, 96, 161, 182, 183. 377, 427-429.
Alimentar. Véase Alimento. Antítesis, antitético, 7, 30, 69, 109, 125,
Alimenticio. Véase Alimento. .129, 133,144,166,171,176,185,187,
Alimento, 57, 113,208,242,264-267,269, 193-196, 199-200, 207, 259, 274-275,
374, 443 cuadro. 278,281,287,294,297,299,358,360,
Alondra, 137, 443 cuadro. 385, 424-429, 432, 442 cuadro.
461
462 ÍNDICE DE TEMAS SIMBÓLICOS, ARQUETÍPICOS Y MÍTICOS
152, 154, 222 n. 78, 236 n. 162, 239 n. Cáscara, 252, 260, 262, 265, 372.
181,240,·243;VéasePelo, - -- Cascarón.-Véase Cáscara ··-
Cabellos. Véase Cabellera, Pelo. Castillo, 215, 246, 252; véase Casa.
Cabeza, 51, 63, 81, 86,97, 114, 118, 132, Cataclísmico. Véanse Cataclismo, Diluvio.
138, 146, 147 n. 96, 148, 150, 155, 162, Cataclismo, 258; véase Diluvio.
172,176,177,184,192,211,221,225, Catamorfos (símbolos), 114, 116~125.
240,278,280,298,310,318,333,336 Cavar. Véase Hueco.
n.358,366,373,394,425,426. Caverna, 47 n. 111, 85 n. 68, 89, 96, 119,
Caduceo,297,298,322,376,394,407. 240, 249~250, 254, 257, 259, 278, 443
Caída, 76, 90, 91 n. 110, 93, 98, 101, 112~ cuadro; véase Gruta.
119, 120~125, 129, 133, 139, 149~151, Cavernoso. Véanse Caverna, Gruta.
165,185,194,201,203,208,211,239, Caza, 58, 105, 112, 146, 147~148, 297,348.
242,281,303,310,315,328,353. Celeste. Véanse Cielo, Uraniano.
Caldero, 223, 261, 264, 269, 272,443 cua~ Cenit, 47, 150, 156, 182, 300 n. 41; véase
dro; véase Copa. Alto.
Calendario, 60, 91, 95,293, 294~297, 307,326, Cénit, véase Arriba.
333,334,345 n. 21, 347,443 cuadro. Centolla, 324.
Cáliz, 249, 260, 262, 263; véanse Vaso, Centro, 7, 14, 17, 20, 22, 36, 45, 54, 60,
Copa. 110,137,138,146,180,207, 228n.108,
Calor, 180, 182, 209, 261, 262, 343. 229~231, 253, 254~257, 268, 270,311,
Calor, (alquímico), 260, 263. 328,334,336,338,339,347,349,415,
Caliente. Véase Calor 418, 422, 443 cuadro.
Cambio, 12, 14, 74, 78~80, 85, 87, 88, 92, Cetro, 130, 142, 143, 144~145, 163, 165,
93, 116, 190, 210, 226, 277, 292, 305, 185, 194, 292, 354, 385, 443 cuadro.
315 n.137, 316,323,334,394,418,429, Chacal, 87, 89, 90.
433,440. Chakra, 183, 184, 328, 332, 337.
Cangrejo, 323, 324; véanse Centolla. Chivo, 75, 87.
Canoa, 56, 3 79; véase Barca. Choza, 113, 250, 252, 443; véase Casa.
Caos, 77, 96,235,293,294,321,344. Cíclicos (símbolos), 291~337.
Capilla, 251; véase Iglesia. Ciclo, 52, 53, 56, 57, 60, 64, 106, 107, 113,
Caracol, 323, 443 cuadro; véanse Caraca~ 152,176, 199,223,235,267,273,291~
la, Espiral. 293,295,302,304~308,318,321,322,
Caracola, 260, 268 n. 142, 300 n. 42, 323. 323,325,330,333,336~352,354,360,
Cardinales (puntos), 130, 191, 228 n. 108, 394, 442 cuadro.
294, 330 n. 227, 334, 421, 422. Ciclo (agrícola), 237.
Carne, 100*, 104,110,112,113,115,117, Ciclo (anual), 293.
121~125, 150, 176, 178, 200, 202, 243, Ciego, 78,97~99, 125,157,158,235,407,
246, 281, 326, 374; véase Sangre. 410.
Carro, 85, 96, 258, 333, 336, 34 7. Cielo, 11, 37, 40, 47, 64, 69, 81, 106, 113,
Carromato, 336. 116 n. 5, 118, 132~134, 137, 139, 141~
Casa,22,25,56, 75,98, 101,108,124,151, . 143, 146, 152~154, 158, 183,216, 225,
174,186,214,218,244,246, 249~254, 232,238,254,268, 279,309,310~311,
257~259, 261,268,278,279,280,333, 313,328,344,351 n. 69, 352~353, 425,
334,341,374,376,418,426,431. 443 qmdro; véase Uraniano.
464 ÍNDICE DE TEMAS SIMBÓLICOS, ARQUETÍPICOS Y MÍTICOS
Geometría, 185, 261, 357, 367, 403, 416, Hipomorfo, 79, 81~84; véase Caballo.
418, 427. Hipotiposis, 292,360,-362,363, 428~429.
Gestación, 238, 261,314 n. 130. Historia, 18, 21~22, 32, 37, 41, 55, 59, 85,
Gigante, 90, 97, 101, 110, 118,135, 141, 163, 170, 178, 179,186~187,200 n. 7,
168, 193,210~215,219,222n. 78,242, 222,236,247,253,257,273,291,296,
260,271,285,298,318,327,348,425. 303,304,305,306,311,319,321,327,
Gorro (de circuncisión), 15 2, 176~ 177. 352,354~356,360,361,362,363,364,
Gorro (pileus), 221. 369,382 n. 103,386, 391~392, 394,395,
Granero, 249, 251. 396,397,398,422,426,428,429.
Grano, 74,208,220 n. 66,348,351,378 n. Histórica (estructura), 40, 84, 200, 262,
81. 273,303,310,342,352,358,360,361~
Gravedad, 117, 243; véase Caída. 363, 364 n. 2, 391, 392, 395, 398, 404.
Grito, 34, 83, 87, 89, 96, 105, 160, 190, Hormigueo, 77, 88, 101,310.
283; véanse Mugido, Bramido. Hoz, 85 .
Gruta, 105, 238~240, 244, 249~250, 254, Hueco, 12,64, 240,249,250,267,379.
257. Hueso, 378 n. 81.
Guadaña. Véase Hoz. Huevo, 219, 220, 222, 223, 235, 250, 256,
Gulliverización, 147, 218~220, 222, 242, 260,261,312,344,371,374,443 cuadro.
260~264,270,283,291,313,370,375, Huso, 330, 331~332, 347; véase Rueca.
378 n. 81, 418.
Gulliverizar. Vease Gulliverización. Iglesia, 98, 119, 134, 235, 250, 253, 301 n.
Guna, 338. 51.
Gusano, 77, 101, 110, 216. Incineración. Véase Incinerar.
Incinerar, 244.
Habitación. Véase Cuarto. Inhumación. Véase Inhumar, Sepultar.
Habitación (secreta). Véase Cuarto (se~ Inhumar. Véase Sepultar.
creto). Iniciación, 89,160,247, 315~317, 321,404,
Hermafrodita, 297, 302, 302 n. 56, 304, 443 cuadro.
312~313,320,329,345,350,369;véa~ Iniciático. Véase Iniciación.
se Andrógino. Insecto, 76~77, 136.
Hidra, 103, 110, 167. Insectoide. Véase Insecto.
Hierba, 237, 306~307, 340, 342; véase Insular. Véase Isla.
Planta. Intestino, 123, 124.
Hierogamia, 34 2, 346; véase Matrimonio. Intimidad (símbolos de la), 57, 58.
Higuera, 266. Inválido. Véanse Mutilación, Ciego,
Hijo, 75, 82~86, 90~93, 101 n. 53, 102, 105 Tuerto.
n. 73,117,143,154,163,166,201,209, Inversión, 84, 88, 121, 125, 159, 172, 200, 201,
235,241 n.194, 262, 297~298, 301~302, 203, 210, 245, 247, 248, 249, 255, 265,
307~315, 317, 320n.165, 321,322,324, 272, 285~287,309,326,338,353, 372,373,
329,336~340,345,347,350,354,360, 374,389,390,421,427,428,440.
362~363, 443 cuadro. Inversión (símbolos de la), 82, 84, 172, 200,
Hilandera. Véase Hilo. ' 209, 211~214, 215~216, 219~225, 229,
Hilo, 48, 56, 64, 111, 112, 182, 292, 331~ 231,233,235,237,239,241,243,244,
332,346,360,365,385,394. 277,292,375.
468 ÍNDICE DE TEMAS SIMBÓLICOS, ARQUETÍPICOS Y MÍTICOS
Isla, 219, 220, 227, 239; 248, 259, 268,334, Luna, 37, 80, 81, 85,86, 90,91, 105 n. 73,
343 n. 29, 443 cuadro. 106,108, 119.
Luna, (Bestiario de la), 321,322,323,325,
Jabalí, 75, 87, 173. 330.
Jaguar, 91, 335. Luna (y agricultura), 105.
Jardín, 118, 175, 225, 251, 256, 267, 279, Luna (y menstruación), 105, 107, 108, 113.
285, 286. Lunar. Véase Luna.
Joyas, 228, 240, 272; véase Oro. Lunar (árbol), 268, 322, 350.
Jugo, 162, 234, 264, 266, 267 n. 140, 270. Lunar (barca), 258.
Lunar (calendario), 295, 308, 334.
Kua, 298, 338. Luz, 39, 47, 61, 69, 70, 95, 97, 99, 114, 129,
Kundalinf, 328. 130, 137, 139,142, 148, 151,163, 165,
175, 177, 179, 180, 182,185, 187, 203,
Laberíntico. Véase Laberinto. 209,227,229,241,242,299,313,337,
Laberinto, 111, 122, 124, 133, 216, 251, 340, 416, 420, 427, 443 cuadro.
255,329. Luz (y palabra), 160.
Laberinto, laberíntico (duplicado), 124,
254,354. Macho cabrío, 87, 108.
Laberinto, (viviente), 329. Madera (su vida), 56, 170, 234, 254, 334,
Lagartija. Véase Reptil. 338, 339,343, 346,349, 350 n. 63, 351,
Lágrima, 161 n. 25. 353, 354, 362.
Lámpara, 4 7. Madre, 58, 75, 78,80, 90, 101, 109,112,
Larva, 77. 137, 143, 176,200,217,222 n. 78,225,
Látigo. Véase Flagelación. 229,231, 233,252, 263, 265,274, 281,
Lavaje, 56, 177, 178, 178 n. 23. 296,306,312,328,350,360,375,390,
Lavar. Véase Lavaje. 443 cuadro.
Lazo,34,107,109,111, 112,157,171,173, Madre (terrible), 75, 108.
182, 183, 231, 269, 280, 298,309 n. 97, Madre (y muerte), 230, 241.
331,399,347,443 cuadro. Maíz, 225, 266, 317, 348.
Leche, 113, 208, 210, 229, 265,269, 443 Mamar, 234; véanse Succión, Leche.
cuadro. Mandala, 254,255,256,257,262,270,286,
Lema, 162; véase Palabra. 292, 345, 443 cuadro.
Leñador, 337. Mano, 129, 139, 143, 147, 148, 150, 151,
León,81,82,86,91,93, 102,214. 159,163,172,239,241,316,345,350,
Libación. véase Borrachera. 371.
Libro (Santo), 263. Mantequera, 57,341,347.
Liebre, 148, 324, 325, 443 cuadro; véase Manto, 231, 44 3 cuadro.
Conejo. Mantra, 161,163, 183, 443 cuadro; véase
Ligador. Véase Lazo. Palabra.
Ligadura. Véase Lazo. Mar, 80, 83,89, 90, 102, 103, 110, 114, 117,
Lítote, 159, 285,286, 318, 428. 135,214,215,232,233,235,236,237,
Lobo, 89,91, 93, 96, 172. 239,240,241,260,268,269,278,297,
Loto, 348, 350; véase Flor. 348.
Lucio, 181, 222; véase Pez. Mariposa, 80.
ÍNDICE DE TEMAS SIMBÓLICOS, ARQUETÍPICOS Y MÍTICOS 469
MaternaL Véase Madre. Nave, 92, 109, 253~264, 336; véase Barca.
Matrimonio, 309~310, 313, 342, 350, 357, . NªY.~Gi11ª,_ 24ln,J9.3, 259; véase Barca.
358,376. Navegación, 258; véase Barca.
Mediador,60, )82., }QO, 309~311, 312 n. Negación (doble), 213.
112, 313, 376. Negra (virgen), 299,j56.
Melodía, 231, 232, 240,344. Negro (impacto), 94, 95, 153 n. 16, 355.
Menstruación, 104~105, 107~108, 113,115, Negro (Sol), 82, 86, 92, 110 n. 103, 118,
119, 120. 133, 155.
Menstrual. Véase Menstruación. Nictomorfos (símbolos), 94, 95, 97, 99, 101,
Mesianismo. Véase Mesías. 103, 105, 107' 109, 111~ 115.
Mesías, 310,311, 324, 369, 443 cuadro. Nido,218,220,222,261,325.
Miel, 188, 208, 267,317, 443 cuadro. Noche, 64, 69, 92, 95, 96, 97, 102, 103,
Mística (estructura), 279 n. 9, 281, 285. 110 n. 103, 114, 121, 153 n. 16, 155,
Mito, 14, 21, 64~65, 83~84, 101, 105, 107, 187,199,202,203,224,225,226,227,
114,117,119,122,130,152,165,180, 228,230,231,238,240,242,247,248,
212, 214, 225, 239, 244, 247, 249 n. 34, 250,263,275,281,283,296,298,317
264,266,271,287,292,293,297,300, n. 152, 330, 394, 443 cuadro.
305,311, 313~315, 316 n. 144,319,322, Nocturno. véase Noche.
329,336 n. 261,352,361,364 n. 2, 365, Nuez, 260; véase Cáscara.
366~376, 379~382, 391, 395~397, 401, Número (de oro), 323.
404,410 n ..27, 412,413,418,421, 432~ Número, Numerología, 295, 296, 428, 3 78.
434. Nupcial. Véase Bodas, Matrimonio.
Mito (del progreso), 338, 341, 343, 345, Nutrir. Véase Alimento.
347~349, 351,353.
Molino, 341. Ogro, 81, 88, 92, 93, 97, 102 n. 59, 108,
Monárquico, 145, 165. 123,125,149,212,214,285,298,372,
Monstruo, 75, 77, 82, 84, 86, 91, 93, 101~ 376, 378.
102,106,124,137, 165~172,215n.35, Ojo (ciego), 158.
224,297 n. 25,322,324,327 n. 208,329, Olor, 123, 251.
376~381, 443 cuadro; véase Dragón. Ombligo, 254, 268; véase Centro.
Montaña, 132, 134, 135, 194, 195, 239, Onda, 103, 104, 109, 111, 238, 240, 281,
253, 254, 327,373. 286, 299.
Morada, 96, 244, 247, 249~254, 257, 259, Ondular. Véase Onda.
279, 44 3 cuadro; véase Casa. Oreja, 90, 96, 148, 162, 176, 177,218,225,
Mordisquear. Véase Mordisqueo. 233, 249, 375.
Mordisqueo, 213, 223, 242. Orgía, 3 21, 44 3 cuadro.
Moro, 97. Orgiástico. Véase Orgía.
Motocicleta, 80. Oro, 57, 69, 144, 152, 153, 154, 166, 167,
Mugido, 83. 228, 239, 269~275, 284, 298, 303 n. 64,
Mugir. Véase Mugido 313, 323,375, 437,443 cuadro.
Mujer, femineidad (divina), 248,314. Oso, 90, 96, 316, 322, 323, 324, 443 cua~
Mujer, femineidad (madre), 230, 236, 242. · dro.
Mujer, femineidad (nefasta), 108, 112, 114, Osteológico. Véase Hueso.
Mutilar. Véase Mutilación.
4 70 ÍNDICE DE TEMAS SIMBÓLICOS, ARQUETÍPICOS Y MÍTICOS
Padre, 8, 40, 41, 47, 58, 78,83 n. 55, 90 n. Pescador, 76, 215, 223, 263, 279 n. 9.
101, 92, 110, 137, 143, 149, 157, 167, Petirrojo, 181.
227,239,298,301,312,314,316,340, Pez, 75, 76,93,215,222,223~225,233,236
342~343, 350, 352, 443 cuadro. n. 160, 242, 278,316 n. 144,335,344,
Pa~~e,12,95,106,251,253~255,279,283, 345, 374, 376, 377 n. 75.
285~286,323,352,393. Pico, 100*, 137, 181, 218.
Pájaro,40, 73~ 74,
75, 82, 93, 98, 100*, 101, Piedra (alzada), 134, 254.
133~140, 143, 155, 156, 160, 164, 167, Piedra (chata), 134, 318.
177,185,216,220,230,242,279,285, Planta (lactífera), 266.
326, 339, 350~377. Plural, 12, 18, 20, 87, 110 n. 107, 181 n.
Pájaro (áptero), 220. 91, 208, 267, 273 n. 174, 274, 296~297,
Pájaro (de fuego), 181. 302, 387, 443 cuadro.
Palabra, 31~32, 35 n. 56, 64, 69, 75, 77, 80, Pasión, 298, 311, 315~317, 319, 322, 353
85~91, 109,113, 114, 120~123, 137,142, n.86,363,376,437.
145~ 154, 159~ 163, 166~ 179, 182~ 183, Po~~20, 132,220,254,263,349,353.
188,193,202,224,238,240,243,245, Poste (ashera), 329.
252,256,258,269,289, 293~297,331~ Postural (reflejo), 51, 58, 129, 195, 196,397
332,346,357,366,371,401 n. 79,406 n. 57.
n.5,416,423~428,431*,433. Pozo, 119 n. 21, 217, 220, 373.
Palacio, 228, 251~252, 255, 307,366,404, Profundidad. Véase Profundo, Descenso
405 n. 1; véase Casa. Profundo, 8, 69, 130, 134, 139, 157, 193,
Palmera, 307, 350; véase Árbol. 209,215,217,232,240,252,256,268,
Paloma, 73, 137~138, 181,305,443 cuadro. 356, 374, 410, 426, 443 cuadro; véase
Paradisíaco. Véase Paraíso. Descenso.
Paraíso, 133, 155~156, 227,242,249, 254~ Progresista. Véase Progreso.
257,263,267,302,352. Progreso, 22, 40, 149 n. 105,213,247,259,
Parásito. Véase Gusano. 291,303 n. 64,304,309, 338~354, 360~
Paternal. Véase Padre. 363, 396, 398 n. 63, 403.
Pecho, 183, 240, 266; véase Seno. Puente, 140, 280, 331 n. 234.
Pelícano, 73, 138. Puerta, 97, 124, 132, 182, 225, 247, 297,
Pelo, 18, 97, 103~ 105, 176, 178 n. 73, 184, 300, 327, 371, 435.
225, 236, 342,378 n. 81. Pulgarcito, 214, 219~221, 242, 341, 443
Pelo (lazos), 112. Véase Cabellera. cuadro.
Pelota (juego de), 333, 337. Purificación. Véase Puro.
Pene, 147, 148 n.100, 177, 327; véase Falo. Puro,31,56,69,82, 121, 137~138, 152,159,
Penetrar, 39, 208, 220, 232, 265, 442 cua~ 173,179,184,186,188,207,220,267,
dro; véase Hueco. 285 n. 43, 329, 415, 418, 443 cuadro.
Percutante, 57, 170, 181.
Percutor. Véase Percutante. Quebrar, 56, 373, 374; véanse Mutilación,
Perro, 51,77 n. 16, 80, 87, 90, 91, 102, 105, Desgarrar.
110 n. 103 y 107, 118, 305, 322, 377,
378. Rana, 52, 77, 107, 222, 325.
Perro (benéfico), 378. Rata, 345.
Perro (cinocéfalo), 211, 212, 278, 322. Ratón, 73, 220.
ÍNDICE DE TEMAS SIMBÓLICOS, ARQUETÍPICOS Y MÍTICOS 4 71
Rayo, 47, 83, 86, 139~140, 154, 158, 165, Rubio, 47, 97 .
178~179, 212n. 21. Rueca, L11,257, -330, 33 l. .
Rayo (de rueda), 255. Rueda,57,64, 130,255,312,324,326,332~
Real. Véase Rey. 339, 346~347, 354,362,385,443 cuadro.
Recinto, 175, 225~256, 260, 325. Rugido, 83, 87, 89, 96.
Recipiente, 57, 58, 104,221,263,266,278, Runas, 160, 163, 443 cuadro.
285, 373~375, 379, 443 cuadro; véanse
Contener, Continente. Sacrificar. Véase Sacrificio.
Redoblamiento, 104, 172, 212, 214~218, Sacrificial. Véase Sacrificio.
222,224,245,252,257,277,279,286, Sacrificio, 89, 113, 152 n. 11, 155, 159, 179,
291, 292, 313~314, 319, 369~371, 374, 315,317 n.151, 318~321, 345,349,354,
409, 415 n. 55, 418, 427. 422, 443 cuadro.
Redondo, 256; véase Círculo. Sagitario, 139~ 140.
Regazo, 64, 166 n. 6, 209, 237, 238, 249~ Sal, 184, 264, 270~271, 284.
252, 266, 329, 342; véase Vientre. Salamandra, 73.
Régimen, 20, 60, 66, 69, 98, 101, 121, 125, Saltamontes, 77.
163 n. 84, 166, 173~ 174, 181~295, 338, Sangre, 40, 90, 91 n. 110, 92, 99 n. 38, 106,
344, 355~357,363~364,368,369, 373, 113~ 114, 115, 119, 121~ 125, 134, 177,
376, 378~379, 387~396, 398A03, 422, 178, 229~230, 251,263,265 n. 121,267
424A25, 432A34. n. 140, 268, 271,317,319 n. 160, 328,
Repetición, 14, 193, 211, 215, 256, 257, 378.
267, 278~279, 286~287, 291~296, 303, Sangre (de Cristo), 262.
305,314,315,319~320,346,347,358, Sangre (menstrual), 103, 105, 111~ 112,
360, 369, 371, 418, 421, 428; véase 113, 119, 121, 201, 251 n. 48.
Redoblamiento. Sapo, 91.
Reptil, 73,93,172,222,324,325,375,443 Saponáceos, 184.
cuadro; véase Serpiente. Sauróctono, 101, 154, 168, 172,215 n. 35.
Re~ 78,82,91,98~102, 122,144,145,148, Scalp, 146~ 148, 311.
150,156,157, 167,263,271r312,316, Secar, 56.
318, 328, 329, 332. Sefirótico, 353.
Reyezuelo, 181. Semental, 79, 80, 87; véase Caballo.
Rico, 49, 90, 226, 273, 372, 401; véanse Semilla. Véase Grano. ·
Oro, Plural, Tesoro. Semilla (de Digitaria), 225, 261 n. 103.
Riquezas, 31,90 n. 101, 144,208,231,236 Seno, 58, 166 n. 6, 239,240,242,244,247,
n. 160, 272~275, 371, 375, 437; véanse 249, 252, 264~266,267,272,302,314,
Oro, Plural, Rico, Tesoro. 3 23, 3 28; véase Vientre.
Rincón,251,252,259. Sepulcro, 244~250, 261~262; véase Tumba.
Rítmico. Véase Ritmo. Sepulcro (vegetal). Véase Tumba vegetal.
Ritmo, 52, 53, 57, 107, 260, 291, 304~306, Sepultar, 210.
308,315,316,325,327,331~333,343, Sepultura. Véase Sepultar.
345, 346~348, 412. SeJ?ultura (de los granos), 306, 310.
Ritmo (musical), 345,357 n. 15,370,383, Sepultura (terapéutica), 244.
413. Serpiente,56,64, 73~75, 77,81,82,89, 101,
Rosa (flor), 332,338,419, 427; véase Flor. 118~121, 138, 167~168, 172~173, 214,
472 ÍNDICE DE TEMAS SIMBÓLICOS, ARQUETÍPICOS Y MÍTICOS
Tintura, 228,229, 231, 242, 270, 443 cua, Vestimenta, 153, 192, 231, 301, 311, 316,
dro; véase Color. 330, 375; véanse Manto, Velo.
Tonsura, 156, 176, 443 cuadro. Viaje, 100, 110, 134, 212, 213, 258,260,
Torno, 57, 231, 331,332, 341, 347, 443 324,333,336, 337,_3_70,373, 376,378,
cuadro. 379,417.
Toro, 75, 85,87, 93, 100,101, 267 n. 140, Víbora, 351; véase Serpiente.
327. Vientre,el,60,84n.62, 110,121,124,175,
Tríada, 144, 296,299,310,312,369. 209,210,217,219,223,233,238,242,
Trinidad. Véase Tríada. 245, 249,250, 256, 261, 263,264, 379,
Triskele, 296, 334, 337. 443 cuadro.
Trueno, 79, 83, 86,91, 101,102, 212 n. Vino, 113,229,266,267 n. 140,268,271,
21. 306, 310, 443 cuadro.
Tuerto, 40, 98,99, 158,160, 317; véase Viña. Véase Vino.
Mutilación. Viril, 79, 147, 149, 150, 154,220,222,310,
Tumba, 92, 133,134, 215, 217, 227, 239, 389; véase Falo.
245,247,250,261,281,315,329,443 Viscosidad. Véase Viscoso.
cuadro. Viscoso, 281.
Tumba (vegetal), 307. Visión, 11, 13, 47, 95, 116, 129, 130, 132,
139, 157,162, 189,195, 230, 240, 242,
Uraniano, 37, 59, 82, 137, 142, 154, 158, 263,283,304,352,362,389,396,413,
171,172,179,181,208,246,304. 417 n. 63, 442 cuadro; véase Ojo.
Uroboros, 56,309,325,327, 329; véase Ser, Volar. Véanse Ala, Vuelo.
piente. Vuelo, 74, 104, 117, 136,140, 150, 185,
208,209,242,259,322,351,407,415,
Vaca,86, 124,219,266,322. 4 27; véase Ala.
Vaso, 56, 262,264. Vulva, 223, 238, 342.
Vegetación. Véanse Planta, Vegetal.
Vegetal. Véase Planta. Xílico, 181, 349; véase Madera.
Vellocino, 437.
Velo, 230, 330, 443 cuadro. Yegua (blanca), 82,83, 84; véase Caballo.
Ver. Véanse Ojo, Visión. Yugo, 171.
Verde, 156,228,229,230,242,300.
Verde (urikittu), 305. Zodiacal. Véase Zodíaco.
Vemeinung, 213; véase Denegación. Zodiacal (rueda). Véase Zodíaco (rueda
Vertical, 51, 56, 63, 117, 131,132, 135, 152, del).
191,330,339,348,351,354. Zodíaco, 81, 91, 324, 326.
Vértigo, 116,117, 122,275. Zodíaco (rueda del), 333.
ÍNDICE ALFABÉTICO DE LOS NOMBRES MITOLÓGICOS
475
476 ÍNDICE ALFABÉTICO DE LOS NOMBRES MITOLÓGICOS
LIBRO PRIMERO
El régimen diurno de la imagen
[67]
Primera parte
LAS CARAS DEL TIEMPO
[71]
Segunda parte
EL CETRO Y LA ESPADA
[127]
483
484 ÍNDICE GENERAL
LIBRO SEGUNDO
El régimen nocturno de la imagen
[197]
Primera parte
EL DESCENSO Y LA COPA
[205]
Segunda parte
DEL DRENARIO AL BASTO
[289]
LIBRO TERCERO
Elementos para una fantástica trascendental
[383]
Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 431