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¡Ahí vienen las feministas!

El olor a carne cociéndose sobre la plancha inunda el lugar. Los dos pequeños locales que conforman
un solo negocio huelen a pastor, bistec y chuleta. La gente toma agua de sabores naturales, refrescos
varios o cerveza. Un músico ambulante complementa la escena con sus notas y letras que algunos
corean. De pronto la melodía se ve interrumpida por una voz que intenta no causar alarma, pero logra
dejar a la taquería en silencio: “Ahí vienen las feministas”.

Minutos de zozobra. “Dice la policía que vienen más fuertes que nunca”, “hay que estar listos para
cerrar la cortina”, “vienen más agresivas que nunca”, fueron algunos de los diálogos que el capitán y
los meseros intercambiaban con cierta incredulidad y temor.

“Qué raro, ni en las de noviembre cerramos...”, reflexionó un taquero.

Por lo pronto, la música había callado. Algunos comensales que notaron la angustia guardaban silencio,
para tratar de estar pendientes de si quedarían atrapados en el lugar mientras una marcha de féminas
violentas lo destrozaba todo afuera.

Tensión. Un señor gordo le comentaba a su pareja que no iba a poder terminar su platillo, un alambre
con chuleta, bistec y chorizo. “No se preocupe… tiene mucho tiempo para comérselo, en lo que pasa la
marcha feminista”, acotó socarrón uno de los meseros.

Una pareja de amantes buscaba en Twitter alguna evidencia de que la marabunta se acercaba. Nada. No
había reportes de violencia, mujeres haciendo cosas… nada.

Pero la duda estaba. Porque los movimientos de mujeres exigiendo cosas siempre son ignorados, ya sea
por los políticos en turno, los medios o la historia. Pocos saben que las mujeres organizadas en México
están presentes desde el nacimiento de la Nación Independiente. Por ejemplo, hubo movimientos
sufragistas de mujeres zacatecanas, que se manifestaron vía misivas dirigidas públicamente al
Congreso Constituyente de 1824, donde reclamaban participar en la toma de decisiones.

Había que superar la tradición de una cultura patriarcal “en la que el hombre nace para mandar y la
mujer para obedecer”. Pero los hombres en el poder las ignoraron hasta que poco a poco fueron
abriéndose camino. Cartas a periódicos, círculos de estudio, reuniones pomposas. Porque eso sí, las
mujeres organizadas eran las que gozaban de cierta comodidad económica. Sus presiones fueron
abriendo brecha entre los liberales.

Valentín Gómez Farías, consideró importante la educación formal de las mujeres por parte del Estado.
Benito Juárez planteó en su programa de gobierno del 20 de enero de 1861: “Secularizando los
establecimientos de utilidad pública, se atenderá también a la educación de las mujeres, dándoles la
importancia que merecen por la influencia que ejercen en la sociedad”.

La educación fue una de las primera victorias femeninas. Juárez fundó la Escuela Secundaria para
Señoritas en 1869; seis años más tarde, con Sebastián Lerdo de Tejada, la Pedagogía se instituyó en la
Escuela Nacional Secundaria para Señoritas, volviéndola en la práctica una Escuela Normalista; lo cual
quedaría concretado cuando, en 1888, Porfirio Díaz instituye la Escuela Normal de Profesoras.

Pero no era suficiente.


Las pasadas marchas de octubre y noviembre de 2019 dejan claro que la lucha de las mujeres tiene
muchas páginas por escribir para alcanzar sus metas. Páginas como aquellas que a finales del siglo XIX
surgían formalmente con la periodista y escritora guerrerense Laureana Wright González, quien
escribía por el sufragio y la igualdad de la mujer en el periódico Violetas del Anáhuac.

Las mujeres mexicanas encabezaron movimientos sindicalistas desde el siglo XIX, las saraperas en
Puebla (1884), las cigarreras en la ciudad de México (1887); también organizaron clubes políticos
contra la dictadura porfirista. Nombres como Eulalia Guzmán, Hermila Galindo y Luz Vera, brillan en
los albores de la participación activa de las mujeres en la política nacional.

Rosa Torre fue la primera mujer electa regidora del país, el 7 de noviembre de 1922, en Yucatán,
estado que resalta en el rubro sufragista. También allá, el 18 de noviembre de 1923, Elvia Carrillo
Puerto, Beatriz Peniche y Raquel Dzib Cícero fueron las primeras diputadas en un congreso estatal;
aunque tras el asesinato de Felipe Carrillo Puerto en enero de 1924, las elecciones fueron anuladas y
ellas tuvieron que huir de la entidad ante las amenazas de muerte.

Años antes, el Primer Congreso Feminista, en 1916, había tratado de visibilizar y discutir temas como:
educación sexual; fanatismo religioso; derechos legales y reformas; oportunidad de empleo igualitaria;
e igualdad intelectual, y la violencia contra las mujeres.

Violencia que marca su historia desde siempre. Discriminación, acoso, violación de sus derechos
humanos, violencia sexual. Solo por decir algo. Por eso han salido a las calles incontables ocasiones.
No siempre de forma pacífica.

En la taquería Tlaquepaque del Centro Histórico de la Ciudad de México lo saben. Por eso están
inquietos los de adentro. Sobre todo el personal. Recuerda un poco a la histeria colectiva que en 2012
vivieron en municipios conurbados del oriente capitalino: Ixtapaluca, Chalco y Nezahualcóyotl en el
Estado de México por las supuestas hordas actos vandálicas de antorchistas.

En esta ocasión, el “coco” eran las mujeres. Mujeres desquiciadas gritando, destruyendo, quemando
todo a su paso, decía un mesero tras haber consultado a un policía sobre qué estaba pasando. Pero no.
Se trataba de organizaciones civiles como el Congreso Nacional Indígena y el Frente de Pueblos en
Defensa de la Tierra y el Agua de Morelos, Puebla y Tlaxcala (FPDTA-MPT), que marcharon este
viernes 21 de febrero de 2019 para denunciar que, a un año del asesinato del luchador social Samir
Flores, la investigación sobre el tema no avanza.

Los manifestantes recordaban también la errata, cuando el jefe del Ejecutivo afirmó que el crimen
contra el activista era para dañar a su gobierno. Respuesta muy similar a las que Andrés Manuel López
Obrador esgrimió tras los feminicidios de la joven Ingrid Escamilla y la niña Fátima Aldrighett, al
asegurar que las manifestaciones feministas están manipuladas por sus opositores. Por ambas muertes,
en la antimonumenta frente al Palacio de Bellas Artes, las voces gritan al unísono: “¡ni una más, ni una
más, ni una asesinada más!”

Esos gritos se empezaron a escuchar a lo lejos. Uno de los meseros le comentó a la cajera “Ya vienen”
en referencia a las mujeres. Nadie sabía en realidad de qué era la marcha. Ella preguntó qué hacía si
entraban, y el capitán le dijo que irse para atrás con los valores.

Vaya. Ahora resulta que dan miedo. O quizá sí. Dos mujeres comentan lo que "se avecina". La mayor
habla de las formas de la protesta; la más joven guarda silencio y solo tuerce la boca.
El ruido se vuelve escándalo. Ahora es claro que no son feministas las que causan el alboroto.

El miedo se va, junto con la pareja de amantes que sale del lugar para encaminarse a un hotel. Al salir,
pasan junto a un hombre de cabello cano en condición de calle que está comiendo una orden de trompo
que le invitó un grupo de extranjeros jóvenes

Las feministas no llegaron. Pero vendrán. Con su dolor, luto, ira contenida, coraje, impotencia, unión,
sororidad, peticiones de justicia y amor.

El 8 de marzo vendrán con gritos y fuerza, el 9 con ausencia. ¡Ahí vienen las feministas!

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