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PSICOPATOLOGÍA:
Nociones de Salud y de Enfermedad. Breve historia de la psicopatología.
1
Calguilhem, G. (1986). Lo normal y lo patológico. Madrid: Siglo Veintiuno editores.
Sin embargo, consideramos valioso su aporte para orientarnos en cuáles son los criterios
utilizados históricamente para definir normalidad y patología, clasificación y diferencias
entre nociones de salud y enfermedad, que abordaremos en próximos espacios.
Para circunscribir la dimensión de lo inconciente describe Freud cómo, por medio del
mecanismo de la represión, se trata de “impedir que devenga consciente” una
representación representante de la pulsión quedando desplazada de tal forma la misma a
lo inconciente, cuyas características y leyes define oportunamente 2. Sostiene:
Como otro orden, lo inconciente condiciona y define nueva posición para el sujeto. De tal
forma el sujeto no es el centro de todo, sino que, por lo contrario, está sujetado o
determinado por lo inconciente, y lejos de ser síntesis o unidad está marcado por la
ruptura o escisión conciente - inconciente.
2
Freud, S. (1915). Lo inconciente. Bs. As.: Amorrortu editores. 1998.
“Lo inconsciente es ese capítulo de mi historia que está ocupado por un blanco u ocupado
por un embuste: es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encontrar; lo
más a menudo ya está escrita en otra parte”3
Luego formulará su tesis por la cual se lo identifica: “El inconsciente está estructurado
‘como’ un lenguaje”, afirmando Lacan que, con esta definición, realiza un retorno a la
concepción de inconciente propuesta por Freud, constituyendo la relación inconciente -
lenguaje - Otro, un aporte fundamental al psicoanálisis, si bien no la desarrollaremos en
este espacio.
Lacan hace referencia a la “revolución copernicana” realizada por Freud al definir al sujeto
como escindido, como sujeto del inconciente, y afirma que dicha revolución se consolida
al postular su subordinación a una estructura que lo determina. Destaca que con Freud
surge una nueva perspectiva que revoluciona el estudio de la subjetividad y muestra,
justamente, que “sujeto” no se confunde con “individuo”, remarcando entonces dos
cuestiones fundamentales en su consideración de sujeto:
La primera inscripción del sujeto se hace en relación a un sistema simbólico que lo pre-
existe y que lo condiciona desde antes de su nacimiento. Desde el mismo momento en
que se piensa y se trata de elegir o se discute un nombre para ese sujeto próximo a
nacer, se lo está incluyendo en un sistema simbólico. Aquí se introduce, en términos
freudianos, toda la perspectiva de la situación edípica como una estructura determinante o
condicionante en relación al sujeto. Apunta Lacan a una noción de sujeto del psicoanálisis
distinta de aquella del cógito cartesiano, sosteniendo que la posición relativa del sujeto
estará definida en relación a la jugada del otro. Dicha posición relativa está mediatizada
por un sistema de reglas y de convenciones funcionando como código que marca una
posición y no un contenido interno. En el juego interlocutivo los sujetos quedan ubicados
en ciertas posiciones estratégicas en relación a las reglas del juego que se ponen en
ejercicio. Hablar no es sólo expresar algo sino, fundamentalmente, es colocarse cada uno
3
Lacan, J. (1953). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. México: Siglo Veintiuno editores. 1978.
en determinada posición que no es independiente de la estrategia que funciona a partir de
ciertas reglas.
Así definido, es claro que el concepto de sujeto del psicoanálisis, sostenido o soportado
por estructuras pre-existentes y a su vez soportadas por aquel, se opone a la concepción
de “individuo”, que marca como indiviso una entidad homogénea y compacta, con la que
se manejan distintas corrientes psicológicas tal como en otro espacio consideramos.
Entonces, el sujeto para el psicoanálisis es: $ , sujeto del significante, sujeto barrado por
efecto del lenguaje, atravesado por la castración.
El psicoanálisis no sostiene una ética del bienestar o del placer. Las éticas hedonistas son
un conjunto muy heterogéneo que colocan a los bienes como algo supremo que regiría la
conducta y se subordina todo a poseerlos4. La ética del psicoanálisis claramente no es
ética hedonista, manteniendo dirección contraria a las propuestas de la sociedad de
consumo. Es más, desde la segunda tópica con la conceptualización de la pulsión de
muerte, la teoría freudiana tiene en cuenta la noción de malestar y propone ocuparse en
estudiar las consecuencias del malestar que provoca la cultura en el psiquismo, que sería
ineliminable pues aunque, por momentos, se puede alcanzar la felicidad la misma es algo
que siempre se esfuma, sosteniendo Freud que el ser humano “se vuelve” neurótico:
“…porque no puede soportar la medida de frustración que la sociedad le impone en aras
de sus ideales culturales” 5
4
Mazzuca, R. (2006). Psicoanálisis y psiquiatría: encuentros y desencuentros. Bs. As.: Berggasse 19 ediciones.
5
Freud, S. (1939). El malestar en la cultura. Bs. As.: Amorrortu editores. 1986.
La noción de deseo es puesta en primer plano de la teoría psicoanalítica por Freud y
luego por Lacan, definido ciertamente como deseo inconciente, concepto en el cual se
enlazan inconciente y sexualidad en tanto las temáticas y las representaciones
inconcientes están exclusivamente referidas al deseo sexual.
Lacan lleva la apuesta freudiana a un punto de máxima posición al sostener que el deseo
surge originariamente en el campo del Otro, en lo inconciente, remarcando el lazo “deseo
- inconciente” en tanto el deseo surge en el campo del Otro y en relación al deseo del
Otro.
Así pues, la ética que sostiene la teoría psicoanalítica, y que se expresa en su quehacer,
supone reconocimiento, fortalecimiento o rectificación de la posición del sujeto
respecto de su deseo. Apunta a descubrir la dimensión oculta del deseo en el enigma
del síntoma neurótico, y en la falta de nitidez de la construcción fantasmática, para que el
sujeto pueda llegar a actuar conforme a su propio deseo.
Al referirnos a la ética del psicoanálisis podríamos considerar aquello que Freud expone
de diversas maneras en lo referido a lo que se logra con la consecución de un análisis, en
la dirección de la cura, en lo esperable, en los siguientes términos:
Son formas de enunciar la propuesta del psicoanálisis respecto de que un sujeto debe
consolidarse como tal en su posición y hacerse cargo de su deseo en la dirección de la
cura. En ningún caso se plantea normalidad en el sentido de acceder a algo típico y
universal, ni tampoco por cierto a un punto de perfección o perfecto equilibrio, pues el
deseo no es universal sino que es de cada quien. En la cura se logra la normalidad como
algo que incluye la singularidad del sujeto y no hace referencia a ningún modelo o tipo
ideal, en posición diferente pues al utilitarismo en tanto no se pretende cumplir con un
ideal impuesto por la sociedad de consumo.
En “Conferencias de introducción al psicoanálisis”6 Freud sugiere con sencillez las “metas”
definidas para todo análisis, y dice que éstas serían: “amar” y “trabajar”, si bien en otro
espacio, en “El Malestar en la cultura”7, amplía y profundiza sus consideraciones en lo
referido al trabajo y al amor expresando:
Cuando Freud se refiere a “trabajar” como meta, apuntaría a considerar una actividad en
la cual lo creativo se encuentre presente, con desarrollo de una habilidad o capacidad
especial y no mero hábito o tarea cotidiana de repetición. Trabajar no sería reproducir en
forma mecánica una acción o un objeto, sino “construir”, en el sentido complejo del
término, poniéndose en juego inteligencia e imaginación. El tener un oficio o una profesión
se instala sosteniendo la identidad del sujeto, alude a algo personal, y es así como se lo
ubica entre los datos personales cuando se solicita contestar sobre actividad laboral.
6
Freud, S. (1917). Conferencias de introducción al psicoanálisis. Bs. As.: Amorrortu editores. 1986
7
Freud, S. (1939). El malestar en la cultura. Bs. As.: Amorrortu editores. 1986.
8
Freud, S. (1917). Conferencias de introducción al psicoanálisis. Bs. As.: Amorrortu editores. 1986.
Podríamos establecer cierta relación con la propuesta de Lacan respecto del sinthome
como artificio, arte-oficio, como artimaña o destreza, que da nombre al sujeto, “soy
escritor” sería en el caso de Joyce, en ese “saber hacer con…” un arte o un oficio que
elige, y si bien el autor trabaja este concepto en relación a la psicosis, puede ser pensado
como cuarto nudo que garantiza la cohesión del nudo borromeo de tres en cualesquiera
de las estructuras9. Recordemos que el sujeto se encuentra soportado en o por el nudo
borromeo. Cuando Lacan sostiene que Joyce goza al escribir, se refiere a un goce
sublimatorio, en otros espacios habla de goce de saber producido, en una actividad
creativa que se siente propia y por cuyo intermedio el sujeto se define y se da a conocer a
través de la misma en tanto le da nombre o fortalece su identidad.
Pero Freud no elude definir salud o normalidad, pese a lo arriesgado supuesto en ello, y
afirma textualmente:
“Llamamos normal o “sana” una conducta que reúne determinados caracteres... que no
niega la realidad, al igual de la neurosis, pero se esfuerza en transformarla, como la
psicosis. Esta conducta normal y adecuada conduce naturalmente a una labor manifiesta
sobre el mundo exterior y no se contenta, como en la psicosis, con la producción de
modificaciones internas; no es autoplástica, sino aloplástica”10
Tanto Freud como Lacan mostraron interés y preocupación en ubicar los conceptos
psicoanalíticos en su dimensión social, a pesar de las diferencias entre ellos y teniendo en
cuenta los momentos histórico-socio-culturales en que vivió uno y otro. Los síntomas no
se producen con independencia de las características de la época, y esto es así porque
son articulados específicamente a partir de los mecanismos que producen sentido. En
esta línea de pensamiento es importante considerar la psicopatología en el tiempo del
capitalismo tardío, “discurso capitalista”, dice Lacan, discurso que plantea la exigencia de
forcluir la castración, sosteniendo el “yo puedo”, a pesar de todo, lograr los objetos que la
sociedad de consumo ofrece exigiendo consumir, sosteniendo su identidad en el “tener”,
rechazando el no poder, no reconociendo su propia castración.
En tiempos del capitalismo tardío el deseo no queda habilitado, o se devalúa, por cuanto
se hace suponer que sortear los límites es posible en tanto se puede lograr todo lo que se
pretende vía consumo de objetos. Ya no es un significante amo el que manda al goce,
sino que son los objetos del mercado los que dirigen nuestros deseos y goces. El
interrogante es qué sucede con el sujeto, desde nuestra perspectiva en cuanto al sujeto
que sostiene el psicoanálisis, y en lo referido al valor la palabra y al lazo social, ya que lo
que estaría en juego es este plus de goce. Y es sobre qué sucede en, y con, el sujeto
donde nos debemos detener para estudiar las peculiaridades de su constitución, siendo
que desde el psicoanálisis se entiende como fundamentales para la subjetividad de la
época a aquellos Significantes Amos que determinan al sujeto desde el Otro.
Por lo tanto, es posible trazar una tópica del sujeto constituída por los lugares en que el
sujeto va a ubicarse, y eso supone el funcionamiento de un orden simbólico.
9
Lacan, J. (1975). Seminario 23. Le sinthome. Bs. As.: Publicación E.F.B.A. (sin fecha).
10
Freud, S. (1924). La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis. Madrid: Editorial B. Nueva. 1968.
El orden simbólico opera como determinante, como legalidad, en cuanto a la posición del
sujeto en relación al Otro, y a los otros, que está regulada o mediada por un código o
sistema de reglas y convenciones del orden simbólico que permiten estructurar el
intercambio a partir del lenguaje.
Cuando leemos Otro, con mayúscula inicial, o discurso del Otro, nos referiremos al lugar
de la convención significante que determina simbólicamente al sujeto, con algo que está
“más allá” de su control, a través de su pensamiento o de sus palabras. Otro, con
mayúscula inicial, además es la otra localidad psíquica, o sea, el inconciente, que
confronta al sujeto con algo que está “más allá”, reiteramos, de su control por su
pensamiento o en su decir. Lo inconciente, como otro orden, condiciona y determina al
sujeto. De tal forma el sujeto no es centro sino que, por lo contrario, está sujetado,
determinado o condicionado por lo inconciente como otro orden, y lejos de ser síntesis o
unidad está marcado por la ruptura o escisión conciente-inconciente. O sea: no hay
subjetividad fundada en una reciprocidad inmediata, pero sí en una relación triádica que
pasa por la convención significante. Hay un código que representa la función simbólica, y
esa función simbólica es la que va a permitir caracterizar el funcionamiento del
inconciente que tiene básicamente la característica de ser supra-individual, que está por
sobre el sujeto, es un lugar, una convención significante que está en relación de
exterioridad con el sujeto.
En los tiempos en que vivimos, tiempos del capitalismo tardío, del “discurso capitalista” al
decir de Lacan, el incremento de la violencia y la segregación, anorexia y bulimia,
adicciones…, como patologías del acto, constituyen configuraciones clínicas resistentes a
los distintos tratamientos que en lo referido al quehacer en el trabajo con las estructuras
freudianas se proponen. Estas problemáticas han abierto una brecha en los paradigmas
clasificatorios, a tal punto de que son difíciles de diagnosticar. A veces, desde diversas
perspectivas psicológicas, se diagnostican como psicosis, en tanto cuando los casos son
graves la salida más sencilla es clasificar como psicosis, a veces como neurosis graves,
otras como perversión, o está la salida fácil de denominarlos borderlaine, fronterizos, o
bien, patologías del narcisismo. Sobre este tema nos detendremos en capítulos referidos
a patologías del acto.
11
Lacan, J. (1964). Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Bs. As. Editorial Paidós. 1987.
Pero por cierto no sólo en lo psicopatológico se expresan las exigencias del “discurso
capitalista”, sino que influyen en la dimensión del deseo y en el incremento del goce en
todos los sujetos que viven en esta época. A esto nos referimos en otro espacio 12, al cual
remitimos para ampliar consideraciones que se presentan abreviadas en este capítulo.
Psicopatología.
Podemos decir a grandes rasgos que la psicopatología es una disciplina que se refiere a
los conocimientos relativos a las anormalidades y desórdenes de la vida mental. Su objeto
de estudio sería pues la “conducta anormal o desviada” o, en otros términos, los
“comportamientos patológicos o enfermos”13. Lo que hace a la diferencia entre una y otra
psicopatología es qué se considera anormalidad o enfermedad.
PSYCHÉ: alma
PATHOS: afección, dolencia, sufrimiento
LOGOS: tratado, definición de....
12
Barrionuevo, J. (2011). Adolescencia y juventud. Consideraciones desde el psicoanálisis. Bs. As. EUDEBA.
13
Consideraciones desde autores varios sobre psicopatología. Op. cit. en bibliografía de este capítulo.
Se refiere pues al conocimiento o tratado de afecciones psíquicas patológicas.
14
Canguilhem, G. (1986). Lo normal y lo patológico. Op. cit.
uno que propone una concepción dinámica de la enfermedad, heredada
fundamentalmente de los griegos, que entiende la misma como una ruptura del
equilibrio o de la armonía. La salud sería la armonía. Durante el siglo XIX esta
concepción, que proponía como objetivo el logro de lo armónico, del equilibrio, tuvo
peso de «dogma científico», indiscutido.
en el otro grupo se encuentra la concepción ontológica, cuyas raíces se pueden
buscar en la cultura egipcia, que concebía la enfermedad como resultado del
accionar de sustancias dañinas sobre el organismo. Basándose en la oposición
interior-exterior, la curación se daría por expulsión de agentes externos dañinos o
patógenos que introduciéndose en el interior del cuerpo lo habrían enfermado.
¿Qué es la psicopatología?
Héctor Fischer16 la ubica como: “…disciplina emergente del tronco de las ciencias
naturales cuyo objeto es el estudio, la teorización acerca de las enfermedades mentales,
tratando de determinar semiología, curso y etiología”.
15
Paz, J. R. (1977). Psicopatología. Sus fundamentos dinámicos. Bs. As.: Ediciones Nueva Visión.
16
Fischer, H. y colaboradores (2000). Conceptos fundamentales de psicopatología. Bs. As.: Centro Editor Argentino.
17
Baumgart, A. y colaboradores (2010). Lecciones introductorias de psicopatología. Bs. As.: Editorial EUDEBA.
enumeración de manifestaciones observables que en la sumatoria constituirían
“trastornos” tal como el DSM IV o el 5 lo consideran.
Galeno (130-200 d. C) médico romano. Plantea que las causas de la locura podrían ser
orgánicas (lesiones, excesos de bebidas alcohólicas, cambios menstruales…) o mentales
(miedos, angustia…) En su “Tratado de las pasiones” propone la labor del psicoterapeuta
que a través de la palabra señala defectos y orienta al equilibrio de los afectos del
enfermo mental. Continúa con la teoría hipocrática de los cuatro humores describiendo los
“temperamentos” que derivan de la mezcla de cuatro cualidades: caliente, frío, húmedo y
seco.
En el siglo XVI se considera que se produjo la Primera Revolución en Salud Mental: los
poseídos por el demonio de otrora pasan a ser “pacientes”. Juan Luis Vives (1492 – 1540)
propone un tratamiento no cruento para los enfermos mentales. Y della Porta (1535 –
1615) sienta las bases del estudio de la fisiognomía (clasificación de enfermedades
mentales a partir de rasgos físicos, especialmente, los faciales). En esta línea siguieron
Lombroso y Kretschmer, proponiendo un perfil psicopatológico según las formas
corporales y los rasgos del rostro que diferenciaban tipos morfológicos este último
mientras que el primero definía por la apariencia al criminal nato, corriente que en la
criminología tuvo mucha importancia y cuya influencia aun persiste en la expresión
“portación de rostro”, por ejemplo, criterio con el cual puede llegar a “diagnosticarse” por
los rasgos faciales.
Cómo siguen los esfuerzos en los últimos siglos, XIX y XX, por entender el sufrimiento
psíquico lo consideraremos en los capítulos sobre neurosis y sobre psicosis, haciendo un
recorrido por las lecturas psiquiátricas que se enuncian describiendo las manifestaciones
o síntomas observables hasta que el psicoanálisis propone fundamentación o respuestas
a los por qué ausentes para la mirada psiquiátrica, desde la inicial diferenciación entre
neurosis como “enfermedad de los nervios” y psicosis como “enfermedad del alma”.
Bibliografía:
Barrionuevo, J. (2008). Temas básicos de psicopatología (neurosis y perversiones). Bs.
As.: Gabas editorial.
Barrionuevo, J. & Loureiro, H. (2010). El Otro y el discurso capitalista. Ficha de Cátedra 1
Psicología Adolescencia. Of. de Publicaciones. Facultad de Psicología. UBA.
Barrionuevo, J. (2011). Adolescencia y juventud. Consideraciones desde el psicoanálisis.
Bs. As. Editorial EUDEBA.
Baumgart, A. y colaboradores (2010) Lecciones introductorias de psicopatología. Editorial
EUDEBA.
Canguilhem, G. (1986). Lo normal y lo patológico. Madrid: Siglo Vintiuno editores.
Fischer, H. y colaboradores (1977). Conceptos fundamentales de psicopatología. Centro
Editor Argentino.
Freud, S. (1915). Lo inconciente. Bs. As. Amorrortu editores. 1998.
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. Madrid: Editorial B. Nueva.
1968.
Lacan, J. (1975): Seminario 23. El sinthome. Bs. As.: Publicación E.F.B.A. (sin fecha)