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Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.

El Quehacer de la Teología de Olegario González de Cardenal


Capítulo 7. Fundamentos, problemas, tareas

En todo orden de conocimiento y de construcción de la realidad la primera cuestión es la de los principios y


fundamentos. Los principios sostienen y orientan a cada una de las partes y otorgan la cohesión entre ellas y las sostienen
referidas unas a otras. En el caso de la teología, la falta de perseverancia en el cultivo teórico y de atención moral de sus
principios, ocasiona que se pierda la claridad y potencia para guiar la vida. Por esto es necesario identificar con claridad los
principios y fundamentos de la teología para que, a la luz de ellos, sea también iluminada la situación espiritual del hombre.
También ayuda a esto la detección de los peligros y tentaciones que puede padecer la teología en la actualidad.

Lo primero que se puede afirmar es que el cristianismo tiene en sí una originalidad que le hace único ante la
perspectiva de otras visiones religiosas. La teología cristiana no es una especie más del género de reflexión sobre lo divino,
los dioses, Dios, la teología nace de donde nace el cristianismo, es decir, de una persona histórica: Jesucristo, quien, por ser el
Logos de Dios en el mundo, Él mismo es teo-logía en persona y la teología en la Iglesia es la consecuencia necesaria de su
presencia perenne en ella. Si Él como Hijo eterno asume una humanidad y desde dentro de ella profiere las palabras de Dios,
eso quiere decir que la carne, palabra y signos humanos tienen la capacidad radical de expresar a Dios. En cada una de las
realidades a la que se refiere la Iglesia o la teología a partir de Cristo, siempre habrá una perspectiva divina y humana. Esta
doble presencia corresponde a una doble actividad. Se habla, entonces, tanto en la vida espiritual como en la actividad
teológica de una dimensión teándrica (humano-divina): en ambas opera un sujeto humano, informado y alumbrado por el
Espíritu Santo como principio trascendente y la gracia como principio inmanente al hombre. De manera que la referencia del
hombre hacia Dios ya no está dada desde el mito universal sino desde un acontecimiento particular, ya no se hablará de Dios
desde los deseos particulares, sino desde su Hijo, que es la Palabra encarnada. Se llega al tema de la verdad, la cual, para el
cristianismo, es el resultado del desvelamiento y manifestación de Dios en el Hijo (Logos) y en el Espíritu (Agape). La
teología, entonces, es una ejercitación de nuestra inteligencia de hombres, iluminada por el Logos divino, y de nuestro amor
que responde al amor del Padre, necesitando inteligir para mejor amar. La teología es la ciencia de la fe y se da como el
tránsito entre lo creído hacia lo inteligido.

La teología es un saber sobre la fe a la vez que es un saber desde la fe, así como el hombre es sí mismo y se conoce a
sí mismo. Para hablar de la teología desde la revelación, es necesario afirmar que la razón humana se vuelve sobre la
iluminación intelectual y la experiencia vital que acompañan a la auto donación de Dios al hombre en la historia. Unos
acontecimientos externos y unas experiencias internas generan una historia que, sin romper los moldes de la historia profana,
se convierte para unos hombres en principio de una existencia nueva y por ello se la denominara historia de salvación. La
revelación es realidad otorgada, potencia de vida, inicio de un futuro nuevo, quienes se encuentran con Dios lo hacen en el
sentido pasivo, han sido encontrados por Él entendiendo ese encuentro como una invitación a la conversión, es decir, una
nueva forma de vida en el orden de la inteligencia, la voluntad, el sentimiento y la acción. A partir del encuentro, el hombre
concibe primero a Dios desde una perspectiva vertical, y segundo al hombre y al cosmos desde una visión horizontal. La
revelación, como auto manifestación divina se va dando en verdades, es decir, hechos históricos de la vida de Cristo, que son
proclamados por el Credo y concebidos en la liturgia como Misterios, ya que en ellos estaba Dios mostrándose en
benevolencia y justificación del hombre, dándose como Padre, Pastor y Amigo. Los hechos de Jesús son actualizados como
misterios, y en este sentido son acciones salvíficas. Los hechos tienen una referencia a la inteligencia humana por la voluntad
de la certeza histórica y la objetividad racional. Esto lleva a determinar los contenidos de la fe por la autoridad de la Iglesia.
Las formulaciones solemnes de estos contenidos son los dogmas. El misterio de Dios se encuentra reflejado en los hechos de
Cristo, comprendidos como misterios. Los dogmas son la proclamación de certeza y no contradicción de estos misterios dada
por el Magisterio. Lo que el hombre debe creer está contenido en el Credo, es celebrado en la liturgia, es predicado en la
comunidad y es atestiguado por los apóstoles de manera normativa, todo esto forma la fe de la Iglesia (fides qua). En este
sentido, al momento en que Dios se revela, también crea la posibilidad de la respuesta del hombre a esa revelación, dicha
respuesta es la fe, despierta y crea oídos nuevos en el hombre para acoger la palabra que le previene, para ver con los ojos de
Dios. Ahora bien, Él mismo, al auto revelarse y dejarse conocer por el hombre, instaura en el creyente una nueva
determinación existencial a partir de la cual puede surgir un nuevo vivir. Es decir, la revelación de Dios y la fe del hombre
generan la conversión, que crea un ser nuevo con una nueva escala de valore para su existencia. La fe sobrenatural puede ser
comprendida como una determinación permanente de la inteligencia y la voluntad, es decir, un hábito permanente que
configura la razón para que esté en concordancia con la palabra, la voluntad y la acción divinas. Las tres palabras con las que
Santo Tomás explica más frecuentemente la fe son luz (Dios guía el ser, la inteligencia y la fe del hombre), instinto (Dios da
la inclinación y el discernimiento hacia Él al hombre) y apetito (Dios orienta la voluntad del hombre hacia Él). La fe tiene
tres funciones fundamentales: purificadora, iluminadora y conformadora, en orden a las tres palabras que Santo Tomás
expone sobre la fe. La teología es una ciencia del espíritu y en la medida en que ella presupone una historia, unos textos y
Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.

unas instituciones, el conocimiento técnico es necesario. Sin embargo esto es solo una base para el ejercicio de la real
inteligencia de la fe.

Referencia Bibliográfica: González, O (2008). El quehacer de la Teología. Salamanca: Sígueme.

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