Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
H. White
Historiofotía e historiografía
El ensayo de Robert Rosenstone plantea por lo menos dos cuestiones que deben
ser de un interés inminente para los historiadores profesionales. La primera
cuestió n es la de una relativa adecuació n de lo que deberíamos llamar
“historiofotía” (la representació n de la historia y nuestra idea de ella en imá genes
visuales y el discurso fílmico) al criterio de verdad y verosimilitud que se presume
debe tener la prá ctica profesional de la historiografía (la representació n de la
historia en imá genes verbales y el discurso escrito). Aquí, el tema es si es posible
trasladar una narració n escrita de la historia a una narració n audiovisual
equivalente, sin perder el significado de los contenidos.
La segunda cuestió n, tiene que ver con lo que Rosenstone llama “el desafío” que
presenta la historiofotía a la historiografía. Es obvio que el cine y el video está n
mejor provistos que el discurso escrito para cierta clase de fenó menos histó ricos –
aterrizajes, escenarios, atmó sfera, eventos complejos como guerras, batallas,
multitudes y emociones. Pero Robert Rosenstone pregunta, ¿puede la historiofotía
transmitir adecuadamente lo complejo del pensamiento histó rico en sus
dimensiones cualitativa y crítica sobre los hechos (los que segú n Ian Jarvie, al
menos, es lo que hace a cualquier representació n del pasado una narració n
histó rica distintiva)?
Alguna informació n sobre el pasado puede ser provista só lo por imá genes visuales.
Donde la evidencia de las imá genes es defectuosa o insuficiente, la investigació n
histó rica encuentra un límite a lo que puede legítimamente asegurar sobre la
forma en que las cosas pudieron haber sucedido a los agentes actuantes en una
escena histó rica dada. La evidencia en imá genes (especialmente la cinematográ fica
y la fotográ fica) proveen una base para la reproducció n de las escenas y hechos
que conforman la atmó sfera del pasado mucho má s ajustados que cualquiera
derivado só lo de los testimonios verbales. La historiografía de cualquier período
de la historia (para la cual existen fotos y películas) será muy diferente, sino mas
ajustada (verosímil), que aquella enfocada en períodos conocidos primeramente
en documentació n verbal.
Entonces, también, en nuestras prá cticas historiográ ficas, nos inclinamos al uso de
las imá genes como un complemento de nuestro discurso escrito, má s que
componentes de un discurso propiamente dicho, por medio de los cuales
deberíamos ser capaces de decirlo en forma verbal. Nos inclinamos a usar
imá genes como “ilustraciones” de las predicaciones hechas a partir de nuestro
discurso escrito. No hemos explotado en su totalidad las posibilidades de usar las
imá genes como un medio principal de las representaciones discursivas usando los
comentarios solamente diacríticamente, es decir, para dirigir la atenció n y
enfatizar el significado que se transfiere solo por medios audiovisuales.
Rosenstone insiste apropiadamente que algunas cosas –él cita aterrizajes, sonidos,
emociones fuertes, cierta clase de conflictos entre individuos y grupos, hechos
colectivos y los movimientos de las multitudes –pueden ser mejor representados
en el cine (y deberíamos agregar video) que en cualquier narració n verbal. “Mejor”
en este caso significa no só lo con mayor verosimilitud o mayor efecto emotivo sino
también menos ambiguos, má s ajustados.
Robert Rosenstone parece dudar frente a la carga hecha por los puristas que el
cine histó rico es inevitablemente demasiado detallista (en tanto que está forzado a
utilizar actores y escenarios que pueden ser perfectamente parecidos a los
individuos y los escenarios histó ricos de la cual es una representació n) y no es lo
suficientemente detallado(cuando es forzado a condensar un proceso que pudo
haber, tomado añ os en ocurrir, la narració n escrita del cual puede tomar días en
ser leído, en una representació n que puede tomar de 2 a 3 horas) Pero esa carga,
como él apropiadamente analiza está asociada a un error para distinguir
adecuadamente entre la imagen del espejo de un fenó meno y otros tipos de
representaciones del mismo esto del cual la narració n histó rica escrita en sí misma
puede ser solamente una instancia. Ninguna historia visual o verbal “refleja” todos
o aun la mayor parte de los hechos o escenas de la cual se dice es una narració n, y
eso es verdad pese a las mas estrictas y agudas restringidas microhistorias. Cada
historia escrita es el proceso de producció n de una condensació n, desplazamiento,
simbolizació n, y cualificació n exactamente igual que las que se usan en la
producció n de una representació n fílmica. Lo ú nico que difiere es el medio, no la
forma en la cual el mensaje se produce.
El admite que por ejemplo má s allá de que el film documental se esfuerce por
mantener una perspectiva franca, directa y objetiva en la narració n de los hechos,
siempre es una perspectiva medida, amoldada, o estilizada de las mismas
representaciones. “Debemos recordar, dice él, que en la pantalla no vemos los
hechos en si mismos … sino imá genes seleccionadas de los hechos”
El ejemplo que él da es que de una toma de un cañ onazo seguida por otra toma de
una explosió n de una granada a cierta distancia. Esa secuencia, el sugiere, es ,
propiamente hablando, mas ficcional que factual (real), porque obviamente la
cá mara no pudo haber visto simultá neamente los dos lugares donde ocurrieron los
hechos. Lo que tenemos entonces es una representació n pseudos factual de una
relacion causa-efecto. Pero esta es una representació n falsa porque la explosió n
mostrada en la segunda toma no es la de una granada disparada en la primera
toma sino mas bien es una toma de cualquier otra granada, disparada vaya uno a
saber por quien?
En este caso, la noció n que la secuencia de imá genes es falsa requeriría un criterio
de representació n no literal que si se aplica a la historiografía misma, porque se
haría imposible su escritura. De hecho la “verosimilitud” de la secuencia se
encuentra menos en el nivel de lo concreto que en el de la representació n, que es la
tipificació n. La secuencia se toma para representar un tipo de evento. La referencia
de la secuencia sera el tipo de evento representado, no solo los dos eventos
discretos, primero el disparo de una granada y, luego, su explosió n. El espectador
no esta siendo estafado por esta representació n ni hay duplicidad en esa
interpretació n de la secuencia causa-efecto. La veracidad de la representació n
depende de la cuestió n de parecido de esa clase de secuencia de causa-efecto que
sucede en un momento especifico y en un lugar y bajo ciertas condiciones, a saber
en un tipo de guerra que sea hecha por un tipo de tecnología de la industria militar
y cuyo enfrentamiento se realice en un tiempo y un lugar determinados.
Aun mas, esta es una convencion de la historia escrita de representar las causas y
los efectos de esos eventos precisamente de esa forma, en una secuencia de
imá genes que ocurre para ser narradas mas que para ser visualizadas, para estar
seguro aunque no dejan de ser ficcionalie por estar escritas. La falta de concreció n,
el estado de precision , y la exactitud de los detalles como “La bala del
francotirador disparada desde un depó sito cercano dió en la cabeza del presidente
Kennedy, hiriéndolo fatalmente” en principio no se niega como una representació n
filmica o del evento referido en la oració n o de la relació n causa-efecto que es
citada como una explicació n. Uno puede imaginar una situació n en la cual
suficientes camaras fueran distribuidas de tal manera que pudieran captar a
ambos – el disparo del francotirador y el resultado – el efecto con mayor
inmediatez que la fingida en la representació n verbal y, aun má s, con gran
precisió n factual, puesto que la pronunciació n verbal depende de una inferencia
del efecto a la causa para lo cual no existe ninguna documentació n específica. En
las representaciones filmadas de estos hechos famosos, la ambigü edad que aú n
domina nuestro conocimiento de esto ha quedado intacta y no fue disipada por las
concreciones sugeridas en la provision de detalles dadas en la representació n
verbal. Y si es verdad lo de los micro eventos como los magnicidios, ¿cuá nto mas
verdadera es la representació n en la historia escrita de los macro eventos?
Por ejemplo, cuando los historiadores hacen listas o indices de eventos de gran
escala de los hechos histó ricos, como la guerra o una revolució n , ellos no hacen
nada diferente de lo que haría un editor de un film documental mostrando tomas
de un ejercito seguido de tomas del ejército enemigo rodeá ndolo o huyendo,
seguido de tomas del ejército triunfante entrando en la ciudad. La diferencia entre
una narració n escrita y una fílmica de este tipo de secuencias se torna menos
importante en cuanto a la exactitud de los detalles del tema en general que sobre
los diferentes tipos de concreciones con los cuales está n dotadas las imá genes, en
un caso verbal y en otro caso visual. Casi todo depende de la naturaleza de los
subtitulos que acompañ an a los dos tipos de imá genes, el comentario escrito en la
narració n escrita y el doblaje o los subtitulos en la visual, esto enmarca los
acontecimientos representados individualmente y la secuencia como un todo. Esta
es la naturaleza de los reclamos hechos por las imá genes consideradas como
evidencia que determina a ambos la funció n discursiva de los eventos y el criterio a
ser empleado en la evaluacion de su veracidad como expresiones predicativas.
De este modo, por ejemplo, la representació n, en el film de Richard Attenborough
“Gandhi”, de un conductor de trenes anó nimo de Sudá frica que empujó al joven
Gandhi del tren, no es una distorsió n en la medida en que el actor que desarrollaba
el papel no tenía los rasgos físicos del verdadero agente de los hechos. La
veracidad de la escena depende de la representació n de una persona cuya
significació n histó rica deriva del tipo de actos que el desarrollaba en un momento
y en un lugar determinado, cuya actividad fue una funció n de tipo identificable de
role-playing bajo ciertas condiciones sociales prevalecientes en general , pero
específicamente histó ricas, de tiempo y lugar. Y lo mismo ocurre con la
representació n de Gandhi mismo en la película. Las demandas por la verosimilitud
en las películas que es imposible en cualquier medio de representació n, incluyendo
la historia escrita, es la raiz de la confusió n de las biografías historicas con las
diferentes caracterizaciones requeridas con la finalidad discursiva, sea a través de
medios grá ficos o visuales.
Aun en la historia escrita estamos a menudo forzados a representar a algunos
personajes só lo como “tipos de caracteres” esto es, como individuos conocidos
solamente por sus atributos sociales en general o por el tipo de acciones que llevan
adelante en un evento histó rico, má s que un personaje integro, individuos con
muchos atributos conocidos, nombres propios, y una extensió n de acciones
conocidas que nos permiten deducir los retratos completos de ellos mas que
deducirlos de sus contrapartes “anó nimos”. Pero los actores que forman la
“multitud” (o cualquier tipo de grupo) no estan mas desfigurados en una película
por ser representados por actores que lo que ellos estan al ser representados en la
narració n verbal de su accion colectiva.
Frecuentemente la naturaleza ficcional de las películas histó ricas
irremediablemente falla al tomar en cuenta el trabajo de directores experimentales
o de avanzada, para quienes la funció n analítica de su discurso tiende a
predominar sobre las exigencias de “la historia contada” o el “libro”. Rosenstone
cita un nú mero de películas experimentales que no só lo se salen sino que buscan
socavar las convenciones de las producciones comerciales (especialmente las de
Hollywood). Una película como Lejos de Polonia, él señ ala, no só lo no caracterizan
“las historias contadas” (historia oral) sino que en realidad pone en cuestion las
nociones convencionales (siglo XIX) de la representació n realista - analítico como
narrativa- a la cual muchos historiadores contemporá neos aú n suscriben. El
específicamente compara el trabajo de directores experimentales a lo que Bertold
Brecht hizo en la historia del teatro. Pero él debería comparar también este trabajo
con aquellos historiadores de la edad moderna quienes han tomado como su
problema “la representació n realista” del pasado o como diria Jarvie “lo que
debería ser una adecuada narració n “ de lo que ocurrió porque sucedió eso y … su
significado”. Esa es seguramente la lecció n que se deriva del estudio de las
directoras feministas actuales, quienes se han preocupado no só lo por la
representació n de la vida de las mujeres en el pasado y en el presente, verdadera y
exactamente, sino y es aun mas importante, ponen en cuestion convenciones de la
representació n histó rica y el aná lisis que mientras pretenden no hacer nada má s
que “contar lo que realmente ocurrió ” efectivamente muestran una versió n
patriarcal de la historia. El tipo de películas experimentales invocadas por
Rosenstone hicieron algo mas que “subvertir” el tipo de realismo con el que
asociamos las películas convencionales y la historiografía, pero esto no es porque
ellos pueden sacrificar “la exactitud de los detalles” en funcion de redirigir la
atenció n al problema de elegir la forma de representar el pasado. Ellos nos
muestran en lugar del criterio de determinació n de lo que contará como “exactitud
de los detalles” depende de la “forma” elegida para representar a ambos ”el
pasado” y nuestra idea sobre su “significació n histó rica” también.