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40 CUENTOS

Blancanieves y los siete enanitos.

En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba Blancanieves.
Vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa, que lo
único que quería era ser la mujer más hermosa del reino. Todos los días
preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del reino, al que el espejo
contestaba:

- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía. El tiempo fue pasando
hasta que un día el espejo mágico contestó que la más bella del reino era
Blancanieves. La reina, llena de furia y de rabia, ordenó a un cazador que llevase
a Blancanieves al bosque y que la matara. Y como prueba traería su corazón en
un cofre. El cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él
sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara para muy lejos del castillo,
llevando en el cofre el corazón de un jabalí.

Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche
andando por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita.
Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de la casita eran
pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete vasitos, y siete camitas en la
alcoba, dónde Blancanieves, después de juntarlas, se acostó quedando
profundamente dormida durante todo el día.

Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban
en unas minas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves. Ella les contó
toda su triste historia y los enanitos la abrazaron y suplicaron a la niña que se
quedase con ellos. Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices.

Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a
través de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía y que aún era la más
bella del reino. Furiosa y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente
viejecita y partió hacia la casita del bosque.

Allí, cuando Blancanieves estaba sola, la malvada se acercó y haciéndose pasar


por buena ofreció a la niña una manzana envenenada. Cuando Blancanieves dio
el primer bocado, cayó desmayada, para felicidad de la reina mala. Por la tarde,
cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a Blancanieves tendida en
el suelo, pálida y quieta, y creyeron que estaba muerta.
Tristes, los enanitos construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos
del bosque pudiesen despedirse de Blancanieves. Unos días después, apareció
por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más contemplar a Blancanieves,
quedó prendado de ella.

Al despedirse besándola en la mejilla, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso


de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.
Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina del palacio, y
desde entonces todos pudieron vivir felices.

FIN

Caperucita Roja.

En un bosque muy lejos de aquí, vivía una alegre y bonita niña a la que todos
querían mucho. Para su cumpleaños, su mamá le preparó una gran fiesta. Con
sus amigos, la niña jugó, bailó, sopló las velitas, comió tarta y caramelos. Y como
era buena, recibió un montón de regalos. Pero su abuela tenía una sorpresa: le
regaló una capa roja de la que la niña jamás se separó.

Todos los días salía vestida con la caperuza. Y desde entonces, todos la llamaban
de Caperucita Roja. Un día su mamá le llamó y le dijo:

- Caperucita, mañana quiero que vayas a visitar a la abuela porque está enferma.
Llévale esta cesta con frutas, pasteles, y una botella de vino dulce.

A la mañana siguiente, Caperucita se levantó muy temprano, se puso su capa y se


despidió de su mamá que le dijo:

- Hija, ten mucho cuidado. No cruces el bosque ni hables con desconocidos. Pero
Caperucita no hizo caso a su mamá. Y como creía que no había peligros, decidió
cruzar el bosque para llegar mas temprano.

Siguió feliz por el camino. Cantando y saludando a todos los animalitos que
cruzaban su camino. Pero lo que ella no sabía es que escondido detrás de los
árboles, se encontraba el lobo que la seguía y observaba. De repente, el lobo la
alcanzó y le dijo:

- ¡Hola Caperucita!

- ¡Hola señor lobo!

- ¿A dónde vas así tan guapa y con tanta prisa?


- Voy a visitar a mi abuela, que está enferma, y a la que llevo frutas, pasteles, y
una botella de vino dulce.

- ¿Y dónde vive su abuelita?

- Vive del otro lado del bosque. Y ahora tengo que irme sino no llegaré hoy. Adiós
señor lobo.

El lobo salió disparado. Corrió todo lo que pudo hasta llegar a la casa de la abuela.
Llamó a la puerta.

- ¿Quién es? Preguntó la abuelita. Y el lobo, imitando la voz de la niña le dijo:

- Soy yo, Caperucita.

La abuela abrió la puerta y no tuvo tiempo de reaccionar. El lobo entró y se la


tragó de un solo bocado. Se puso el gorrito de dormir de la abuela y se metió en la
su cama para esperar a Caperucita. Caperucita, después de recoger algunas
flores del campo para la abuela, finalmente llegó a la casa. Llamó a la puerta y una
voz le dijo que entrara. Cuando Caperucita entró y se acercó a la cama notó que la
abuela estaba muy cambiada. Y preguntó:

- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes! Y el lobo, imitando la voz de la
abuela, contestó:

- Son para verte mejor.

- Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!

- Son para oírte mejor.

- Abuelita, ¡qué nariz más grande tienes!

- Son para olerte mejor.

Y ya asustada, siguió preguntando:

- Pero abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!

- ¡Son para comerte mejor!

Y el lobo saltando sobre caperucita, se la comió también de un bocado. El lobo,


con la tripa totalmente llena acabó durmiéndose en la cama de abuela. Caperucita
y su abuelita empezaron a dar gritos de auxilio desde dentro de la barriga del lobo.
Los gritos fueron oídos por un leñador que pasaba por allí y se acercó para ver lo
que pasaba.
Cuando entró en la casa y percibió todo lo que había sucedido, abrió la barriga del
lobo, salvando la vida de Caperucita y de la abuela. Después, llenó piedras a la
barriga del lobo y la cosió. Cuando el lobo se despertó sentía mucha sed. Y se fue
a un pozo a beber agua. Pero al agacharse la tripa le pesó y el lobo acabó
cayendo dentro del pozo del que jamás consiguió salir.Y así, todos pudieron vivir
libres de preocupaciones en el bosque. Y Caperucita prometió a su mamá que
jamás volvería a desobedecerla.
FIN

Patito feo.

Ser distinto o diferente a los demás no debe ser motivo para tener verguenza.
Cuenta ese cuento del Patito Feo, escrito por Hans Christian Andersen, a tus hijos,
y enséñales que todos somos diferentes y que debemos respetarnos. No importa
dónde ha nacido, ni que color de piel tiene, ni su raza... debemos aceptar a las
personas cómo son. Debemos mirarles al corazón, a sus buenas actitudes y a sus
buenos valores.

En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la mamá
Pata empezaban a romperse, uno a uno. Los patitos fueron saliendo poquito a
poco, llenando de felicidad a los papás y a sus amigos. Estaban tan contentos que
casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún
permanecía intacto.

Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en el huevo, a


ver cuando se rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo empezó a moverse,
y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del sonriente pato. Era el
más grande, y para sorpresa de todos, muy distinto de los demás. Y como era
diferente, todos empezaron a llamarle el Patito Feo.

La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el
ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse cuenta
de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún mas feo, y tenía
que soportar las burlas de todos. Entonces, en la mañana siguiente, muy
temprano, el patito decidió irse de la granja.

Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja.
Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que
había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se dio
cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo en un
segundo plato. El patito salió corriendo como pudo de allí.
El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los
cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada de
la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el patito
empezó a animarse otra vez. Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más
hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como
verdaderas bailarinas, por el agua. El patito, aún acomplejado por la figura y la
torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también
en el estanque.

Y uno de los cisnes le contestó:

- Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.

Y le dijo el patito:

- ¿Cómo que soy uno de los vuestros?

Yo soy feo y torpe, todo lo contrario de vosotros.

Y ellos le dijeron:

- Entonces, mira tu reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te


engañamos.

El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado en
un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él no era
un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para
siempre.

FIN

El Mago de Oz.

Dorita era una niña que vivía en una granja de Kansas con sus tíos y su perro
Totó. Un día, mientras la niña jugaba con su perro por los alrededores de la casa,
nadie se dio cuenta de que se acercaba un tornado. Cuando Dorita lo vio, intentó
correr en dirección a la casa, pero su tentativa de huida fue en vano. La niña
tropezó, se cayó, y acabó siendo llevada, junto con su perro, por el tornado.

Los tíos vieron desaparecer en cielo a Dorita y a Totó, sin que pudiesen hacer
nada para evitarlo. Dorita y su perro viajaron a través del tornado y aterrizaron en
un lugar totalmente desconocido para ellos.

Allí, encontraron unos extraños personajes y un hada que, respondiendo al deseo


de Dorita de encontrar el camino de vuelta a su casa, les aconsejaron a que
fueran visitar al mago de Oz. Les indicaron el camino de baldosas amarillas, y
Dorita y Totó lo siguieron.

En el camino, los dos se cruzaron con un espantapájaros que pedía,


incesantemente, un cerebro. Dorita le invitó a que la acompañara para ver lo que
el mago de Oz podría hacer por él. Y el espantapájaros aceptó. Más tarde, se
encontraron a un hombre de hojalata que, sentado debajo de un árbol, deseaba
tener un corazón. Dorita le llamó a que fuera con ellos a consultar al mago de Oz.
Y continuaron en el camino. Algún tiempo después, Dorita, el espantapájaros y el
hombre de hojalata se encontraron a un león rugiendo débilmente, asustado con
los ladridos de Totó.

El león lloraba porque quería ser valiente. Así que todos decidieron seguir el
camino hacia el mago de Oz, con la esperanza de hacer realidad sus deseos.
Cuando llegaron al país de Oz, un guardián les abrió el portón, y finalmente
pudieron explicar al mago lo que deseaban. El mago de Oz les puso una
condición: primero tendrían que acabar con la bruja más cruel de reino, antes de
ver solucionados sus problemas. Ellos los aceptaron.

Al salir del castillo de Oz, Dorita y sus amigos pasaron por un campo de amapolas
y ese intenso aroma les hizo caer en un profundo sueño, siendo capturados por
unos monos voladores que venían de parte de la mala bruja. Cuando despertaron
y vieron a la bruja, lo único que se le ocurrió a Dorita fue arrojar un cubo de agua a
la cara de la bruja, sin saber que eso era lo que haría desaparecer a la bruja.

El cuerpo de la bruja se convirtió en un charco de agua, en un pis-pas. Rompiendo


así el hechizo de la bruja, todos pudieron ver como sus deseos eran convertidos
en realidad, excepto Dorita. Totó, como era muy curioso, descubrió que el mago
no era sino un anciano que se escondía tras su figura. El hombre llevaba allí
muchos años pero ya quería marcharse. Para ello había creado un globo mágico.
Dorita decidió irse con él. Durante la peligrosa travesía en globo, su perro se cayó
y Dorita saltó tras él para salvarle.

En su caída la niña soñó con todos sus amigos, y oyó cómo el hada le decía:

- Si quieres volver, piensa: “en ningún sitio se está como en casa”.

Y así lo hizo. Cuando despertó, oyó gritar a sus tíos y salió corriendo. ¡Todo había
sido un sueño! Un sueño que ella nunca olvidaría... ni tampoco sus amigos.

FIN
El traje nuevo del Emperador.

Un cuento infantil sobre el valor de la sinceridad para educar en valores a los


niños

'El traje nuevo del emperador' es un cuento clásico muy popular, escrito por Hans
Christian Andersen. Cuenta la historia de un emperador que fue estafado al
comprar unas telas, pero nadie se atrevía a decirle la verdad, hasta que al fin un
niño consiguió que 'abriera los ojos'.

Disfruta con nuestra versión de este cuento y aprovecha para reflexionar con tu
hijo sobre el mensaje del cuento: No creas lo que todos te dicen. Tal vez no se
atrevan a decir la verdad. Valora a las personas que son capaces de contradecir al
resto y tienen la valentía y el coraje de decir lo que piensan.

Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir
siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada ocasión y hora de día. La ciudad
en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban
tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos
para el Emperador.

Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores,


asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El
Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un
buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes.

Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se


suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad. Pero el
Emperador, ansioso por ver las telas, envió al viejo y digno ministro a la sala
ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se
llevó un buen susto '¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!'

Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le


preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el
telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada.
Pero los bandidos insistían: '¿No dices nada del tejido?'

El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso
y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo. Los estafadores
pidieron más dinero, más oro y se lo concedieron. Poco después, el Emperador
envió a otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió
lo mismo que al primero.
Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable.
El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva,
se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le
preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó:

'¡Cómo! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para
emperador? Sería espantoso'. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo:

- Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos los de su séquito le
miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar
elogios a los trajes y a las telas.

Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión. El Emperador


condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver
nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó,
sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: - ¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje
precioso!

Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del
pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de
que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó
de pronto un niño:

- ¡Pero si no lleva nada!

- ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia!, dijo su padre; y todo el mundo se


fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

- ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!

- ¡Pero si no lleva nada!, gritó, al fin, el pueblo entero.

Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas
pensó: 'Hay que aguantar hasta el fin'. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas
de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.

FIN

La Bella Durmiente

Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña. Para
la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero,
desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.
Aunque no haya sido invitada, la hada maligna se presentó al castillo y, al pasar
delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: " Al cumplir los
dieciséis años te pincharás con un huso y morirás".

Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de
mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha
permanecerá dormida durante cien años y sólo el beso de un buen príncipe la
despertará."

Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha muy hermosa. El


rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos del castillo con el fin de
evitar que la princesa pudiera pincharse.

Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un
lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba
hilando.

La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala había
previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo.

Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el maleficio y la princesa


fue tendida en una cama llena de flores. Pero el hada buena no se daba por
vencida.

Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos del
reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría todos a su
alrededor.

Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral
mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron.

En el castillo todo había enmudecido. Nada se movía, ni el fuego ni el aire. Todos


dormidos. Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso bosque
que fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo.

Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus
alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor
escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.

El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino.


Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa. Descorazonado, estaba a
punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio algo...

Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado.


Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los
habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror
que estaban muertos.

Luego se tranquilizó al comprobar que sólo estaban dormidos. "¡Despertad!


¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero fue en vano. Cada vez más extrañado, se
adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa.

Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió
nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano.

Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la


besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se despertó y abrió los ojos,
despertando del larguísimo sueño.

Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis sueños
acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto.

La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el


castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué
era lo que había sucedido.

Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz
que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio,
se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda.

FIN

La Cenicienta

Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana de padre y
madre, tuvo que vivir con su madrastra y las dos hijas que tenía ésta.

Las tres mujeres eran tan malas y tan egoístas que se quedaban cada día mas
feas. La bella joven era explotada por ellas. Era ella quien hacía todo el trabajo
más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc, ella también tenía que cortar
leña y encender la chimenea.

Así sus vestidos estaban siempre manchados de ceniza, por lo que todos la
llamaban Cenicienta. Un día se oía por todas partes de la ciudad que el príncipe
de aquel país había regresado.

El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la que iba a invitar a todas las
jóvenes del reino, con la esperanza de que el príncipe encontrara en una de ellas,
la esposa que deseaba.
En la casa de Cenicienta, sus hermanastras empezaban a prepararse para la gran
fiesta. Y decían a Cenicienta:

- Tú, no irás. Te quedarás limpiando la casa y preparando la cena para cuando


volvamos.

El día del baile había llegado. Cenicienta vio partir a sus hermanastras al Palacio
Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste y sola. Pero, de pronto, se le
apareció un Hada que le dijo:

- Querida niña, sécate tus lágrimas porque tú también irás al baile.

Y le dijo Cenicienta:

- Pero, ¿cómo?, si no tengo vestido ni zapatos, ni carruaje para llevarme?

Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje, unos


ratoncillos en preciosos caballos, y a Cenicienta en una maravillosa joven que mas
se parecía a una princesa.

Y le avisó:

- Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé las doce
campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo se acabará.

Hermosa y feliz, Cenicienta llegó al Palacio. Y cuando entró al salón de baile,


todos se pararon para mirarla. El príncipe se quedó enamorado de su belleza y
bailó con ella toda la noche.

Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y Cenicienta
se despidió del príncipe, cruzó el salón, bajó la escalinata y entró en el carruaje en
dirección a su casa.

Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió sin
entender nada.

Al día siguiente, el príncipe ordenó a los guardias que encontraran a la señorita


que pudiera calzar el zapato. Los guardias recorrieron todo el reino.

Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin llegaron a la
casa de Cenicienta. Y cuando ésta se lo puso todos vieron que le estaba perfecto.

Y fue así cómo Cenicienta volvió a encontrarse con el príncipe, se casaron, y


vivieron muy felices.

FIN
La Sirenita

El cuento de La sirenita (título original en danés: Den lille Havfrue) fue publicada el
7 de abril de 1837 por el escritor y poeta danés Hans Christian Andersen, famoso
por sus cuentos para niños. Cuenta la historia de Ariel, una sirena soñadora que
quiere vivir fuera del agua ya que cree que es lo mejor que podría pasarle en la
vida. Este cuento ha sido adaptado varias veces a un musical, una película
animada japonesa de Toei Animation y otra película animada de Walt Disney.

En el fondo de los océanos había un precioso palacio en el cual vivía el Rey del
Mar junto a sus cinco hijas, bellísimas sirenas. La más joven, la Sirenita, además
de ser la más hermosa, poseía una voz maravillosa.

Cuando cantaba, todos los habitantes del fondo del mar acudían para escucharla.
Además de cantar, Sirenita soñaba con salir a la superficie para ver el cielo y
conocer el mundo de los hombres, como lo relataban sus hermanas.

Pero su padre le decía que solo cuando cumpliera los 15 años tendría su permiso
para hacerlo. Pasados los años, finalmente llegaron el cumpleaños y el regalo tan
deseados.

Sirenita por fin pudo salir a respirar el aire y ver el cielo, después de oír los
consejos de su padre: 'Recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo
podemos admirarlo. Somos hijos del mar. Sé prudente y no te acerques a los
hombres'.

Y al emergerse del agua Sirenita se quedó de boca abierta. Todo era nuevo para
ella. Y todo era hermoso, ¡fascinante! Sirenita era feliz. Pasados unos minutos,
Sirenita pudo observar, con asombro, que un barco se acercaba y paraba. Se
puso a escuchar voces. Y pensó en lo cuanto le gustaría hablar con ellos.

Pero miró a su larga cola y comprendió que eso era imposible. Continuó mirando
al barco. A bordo había una gran fiesta de aniversario. El capitán del barco
cumplía veinte años de edad.

Sirenita se quedó atónita al ver el joven. Era alto, moreno, de porte real, y sonreía
feliz. La Sirenita sintió una extraña sensación de alegría y sufrimiento a la vez.

Algo que jamás había sentido en su corazón. La fiesta seguía hasta que
repentinamente un viento fuerte agitó las olas, sacudiendo y posteriormente
volcando el barco. Sirenita vio como el joven capitán caía al mar.
Nadó lo que pudo para socorrerlo, hasta que le tuvo en sus brazos. El joven
estaba inconsciente, pero Sirenita nadó lo que pudo para llevarlo hasta tierra.
Depositó el cuerpo del joven sobre la arena de la playa y estuvo frotando sus
manos intentando despertarlo.

Pero un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a refugiarse en el


mar. Desde el mar, vio como el joven recobraba el conocimiento y agradecía,
equivocadamente, a una joven dama por haberle salvado la vida.

Sirenita volvió a la mansión paterna y les contó toda su experiencia. Después pasó
días llorando en su habitación. Se había enamorado del joven capitán pero sentía
que jamás podría estar con él.

Días después, Sirenita acudió desesperada a la casa de la Hechicera de los


Abismos. Quería deshacerse de su cola de pez a cualquier precio. E hicieron un
trato: Sirenita tendría dos piernas a cambio de regalar su hermosa voz a la
hechicera que le advirtió: "Si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo
desaparecerá en el agua como la espuma de una ola".

Asintiendo a las condiciones de la hechicera, Sirenita bebió la pócima mágica e


inmediatamente perdió el conocimiento. Cuando despertó se encontraba tendida
en la arena de la playa, y a su lado estaba el joven capitán que intentaba ayudarla
a levantarse. Y le dijo: "te llevaré al castillo y te curaré".

Durante los días siguientes, Sirenita pasó a vestirse como una dama, y
acompañaba al príncipe en sus paseos. Era invitada a los bailes de la corte pero
como no podía hablar, no podía explicar al príncipe lo que había sucedido en la
noche que le salvó.

El príncipe no paraba de pensar en la dama que pensaba haber salvado su vida y


Sirenita se daba cuenta de eso. Pero el destino le reservaba otra sorpresa.

Un día, avistaron un gran barco que se acercaba al puerto. El barco traía una
desconocida que enseguida llamó la atención del príncipe. Sirenita sintió un agudo
dolor en su corazón, y sintió que perdería a su príncipe para siempre.

El príncipe quedó prendado de la joven desconocida, que no era otra que la bruja
disfrazada, y al haberle robado su voz, el príncipe creyó que era su salvadora y se
enamoró de ella.

Le pidió matrimonio, y para celebrarlo fueron invitados a hacer un gran viaje por
mar al día siguiente, acompañados también por la Sirenita. Al caer la noche,
Sirenita, recordando el acuerdo que había hecho con la hechicera, estaba
dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar, hasta que escuchó la
llamada de sus hermanas.

- ¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas!. Escucha con atención, hay
una forma de romper el hechizo y recuperar la voz que la bruja te ha robado. Si
besas al príncipe conseguirás que se enamore de ti y se rompa el encantamiento.

La Sirenita corrió y corrió hasta el gran salón donde iba a comenzar la ceremonia
de boda. Se lanzó a los brazos del príncipe y le besó, dejando a todos
boquiabiertos.

La hechicera recuperó su desagradable voz y aspecto, y la Sirenita pudo explicar


lo que había ocurrido realmente. La bruja fue encerrada en el calabozo, y el
príncipe se disculpó con la Sirenita.

Esa misma tarde se celebrño la boda entre la Sirenita y el príncipe, y todos


cantaron para celebrar su amor.

FIN

Peter Pan.

En las afueras de la ciudad de Londres, vivían tres hermanos: Wendy, Juan, y


Miguel. A Wendy, la hermana mayor, le encantaba contar historias a sus
hermanitos.

Y casi siempre eran sobre las aventuras de Peter Pan, un amigo que de vez en
cuando la visitaba. Una noche, cuando estaban a punto de acostarse, una
preciosa lucecita entró en la habitación.

El cuento clásico de Peter Pan para niños

Peter Pan cuento

Y dando saltos de alegría, los niños gritaron:

- ¡¡Es Peter Pan y Campanilla!!

Después de los saludos, Campanilla echó polvitos mágicos en los tres hermanos y
ellos empezaron a volar mientras Peter Pan les decía:

- ¡Nos vamos al País de Nunca Jamás!

Los cinco niños volaron, volaron, como las cometas por el cielo. Y cuando se
encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló:

- Allí está el barco del temible Capitán Garfio.


Y dijo a Campanilla:

- Por favor, Campanilla, lleva a mis amiguitos a un sitio mas abrigado, mientras yo
me libro de este pirata pesado.

Pero Campanilla se sentía celosa de las atenciones que Peter tenía para con
Wendy. Así que llevó a los niños a la isla y mintió a los Niños Perdidos diciendo
que Wendy era mala. Creyendo las palabras del hada, ellos empezaron a decir
cosas desagradables a la niña. Menos mal que Peter llegó a tiempo para pararles.
Y les preguntó:

- ¿Porque tratan mal a mi amiga Wendy?

Y ellos contestaron:

- Es que Campanilla nos dijo que ella era mala.

Peter Pan se quedó muy enfadado con Campanilla y le pidió explicaciones.


Campanilla, colorada y arrepentida, pidió perdón a Peter y a sus amigos por lo que
hizo.

Pero la aventura en el País de Nunca Jamás solo acababa de empezar. Peter


llevó a sus amiguitos a visitaren la aldea de los indios Sioux. Allí, encontraron al
gran jefe muy triste y preocupado. Y después de que Peter Pan le preguntara
sobre lo sucedido, el gran jefe le dijo:

- Estoy muy triste porque mí hija Lili salió de casa por la mañana y hasta ahora no
la hemos encontrado.

Como Peter era el que cuidaba de todos en la isla, se comprometió con el Gran
Jefe de encontrar a Lili. Con Wendy, Peter Pan buscó a la india por toda la isla
hasta que la encontró prisionera del Capitán Garfio, en la playa de las sirenas.

Lili estaba amarrada a una roca, mientras Garfio le amenazaba con dejarla allí
hasta que la marea subiera, si no le contaba donde estaba la casa de Peter Pan.
La pequeña india, muy valiente, le contestaba que no iba a decírselo. Lo que
ponía furioso al Capitán. Y cuando parecía que nada podía salvarla, de repente
oyeron una voz:

- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un bacalao, un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo!

Era Peter pan, que venía a rescatar a la hija del Gran jefe indio. Después de
liberar a Lili de las cuerdas, Peter empezó a luchar contra Garfio. De pronto, el
Capitán empezó a oír el tic tac que tanto le horrorizaba.
Era el cocodrilo que se acercaba dejando a Garfio nervioso. Temblaba tanto que
acabó cayéndose al mar.Y jamás se supo nada más del Capitán Garfio.

Peter devolvió a Lili a su aldea y el padre de la niña, muy contento, no sabía cómo
dar las gracias a él. Así que preparó una gran fiesta para sus amiguitos, quiénes
bailaron y pasaron muy bien.

Pero ya era tarde y los niños tenían que volver a su casa para dormir. Peter Pan y
Campanilla los acompañaron en el viaje de vuelta. Y al despedirse, Peter les dijo:

- Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación.


Volveré para llevaros a una nueva aventura. ¡Adiós amigos!

- ¡Hasta luego Peter Pan! gritaron los niños mientras se metían debajo de la
mantita porque hacía muchísimo frío.

FIN

Pinocho

Detrás de todo cuento o historia infantil, siempre existe un mensaje, una reflexión
y un consejo para los niños. El cuento infantil de Pinocho, un muñeco de madera
que soñaba en ser un niño de verdad, nos enseña valores como el respeto, es
esfuerzo, la responsabilidad y la amistad. Pinocho aprenderá a obedecer, a
hacerse responsable, a no fiarse de los extraños, y a dar valor a la escuela. Y
sobretodo, nos enseña el valor de la verdad. Las mentiras tienen piernas muy,
pero que muy cortas.

En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba un día


más de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que
había construido.

Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido


hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho. Aquella noche,
Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad.

Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido,


llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen
carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos:


Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para
alegría del viejo carpintero.
Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese
un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito
Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos,
siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la
escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no
muy buenas.

Al ver esta situación, el hada buena le hechizó. Por no ir a la escuela, le colocó


dos orejas de burro, y por portarse mal, le dijo que cada vez que dijera una
mentira, le crecería la nariz, poniéndosele además colorada.

Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió


buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar,
había sido tragado por una enorme ballena. Pinocho, con la ayuda del grillito, se
fue a la mar para rescatar al pobre viejecito.

Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá,


pero la ballena abrió su enorme boca y se lo tragó también a él. Dentro de la tripa
de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo
salir de allí.

Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo
estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes.

Todos se salvaron. Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día


siempre se comportó bien. Y en recompensa de su bondad, el hada buena lo
convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos
años.

Rapunzel

Había una vez una pareja que hacía mucho tiempo deseaba tener un bebé. Un
día, la mujer sintió que su deseo ¡por fin! se iba a realizar. Su casa tenía una
pequeña ventana en la parte de atrás, desde donde se podía ver un jardín lleno de
flores hermosas y de toda clase de plantas.

Estaba rodeado por una muralla alta y nadie se atrevía a entrar porque allí vivía
una bruja. Un día, mirando hacia el jardín, la mujer se fijó en un árbol cargadito de
espléndidas manzanas que se veían tan frescas que ansiaba comerlas.
Su deseo crecía día a día y como pensaba que nunca podría comerlas, comenzó
a debilitarse, a perder peso y se puso enferma. Su marido, preocupado, decidió
realizar los deseos de la mujer.

En la oscuridad de la noche el hombre cruzó la muralla y entró en el jardín de la


bruja. Rápidamente cogió algunas de aquellas manzanas tan rojas y corrió a
entregárselas a su esposa.

Inmediatamente la mujer empezó a comerlas y a ponerse buena. Pero su deseo


aumentó, y para mantenerla satisfecha, su marido decidió volver al huerto para
recoger más manzanas.

Pero cuando saltó la pared, se encontró cara a cara con la bruja. "¿Eres tu el
ladrón de mis manzanas?" dijo la bruja furiosa. Temblando de miedo, el hombre
explicó a la bruja que tuvo que hacerlo para salvar la vida a su esposa.

Entonces la bruja dijo, "Si es verdad lo que me has dicho, permitiré que recojas
cuantas manzanas quieras, pero a cambio me tienes que dar el hijo que tu esposa
va a tener. Yo seré su madre."

El hombre estaba tan aterrorizado que aceptó. Cuando su esposa dio a luz una
pequeña niña, la bruja vino a su casa y se la llevó. Era hermosa y se llamaba
Rapunzel.

Cuando cumplió doce años, la bruja la encerró en una torre en medio de un


cerrado bosque. La torre no tenía escaleras ni puertas, sólo una pequeña ventana
en lo alto. Cada vez que la bruja quería subir a lo alto de la torre, se paraba bajo la
ventana y gritaba: "¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza!

Rapunzel tenía un abundante cabello largo, dorado como el sol. Siempre que
escuchaba el llamado de la bruja se soltaba el cabello, lo ataba en trenzas y lo
dejaba caer al suelo.

Entonces la bruja trepaba por la trenza y se subía hasta la ventana. Un día un


príncipe, que cabalgaba por el bosque, pasó por la torre y escuchó una canción
tan gloriosa que se acercó para escuchar. Quien cantaba era Rapunzel. Atraído
por tan melodiosa voz, el príncipe buscó entrar en la torre pero todo fue en vano.

Sin embargo, la canción le había llegado tan profundo al corazón, que lo hizo
regresar al bosque todos los días para escucharla. Uno de esos días, vio a la bruja
acercarse a los pies de la torre.
El príncipe se escondió detrás de un árbol para observar y la escuchó decir: "!
Rapunzel! ¡Rapunzel!, ¡lanza tu trenza!" Rapunzel dejó caer su larga trenza y la
bruja trepó hasta la ventana. Así, el príncipe supo como podría subir a la torre.

Al día siguiente al oscurecer, fue a la torre y llamó: "¡Rapunzel!, ¡Rapunzel!,


"¡lanza tu trenza!" El cabello de Rapunzel cayó de inmediato y el príncipe subió. Al
principio Rapunzel se asustó, pero el príncipe le dijo gentilmente que la había
escuchado cantar y que su dulce melodía le había robado el corazón.

Entonces Rapunzel olvidó su temor. El príncipe le preguntó si le gustaría ser su


esposa a lo cual accedió de inmediato y sin pensarlo mucho porque estaba
enamorada del príncipe y porque estaba deseosa de salir del dominio de esa mala
bruja que la tenía presa en aquel tenebroso castillo.

El príncipe la venía a visitar todas las noches y la bruja, que venía sólo durante el
día, no sabía nada. Hasta que un día, cuando la bruja bajaba por la trenza oyó a
Rapunzel decir que ella pesaba más que el príncipe.

La bruja reaccionó gritando: "Así que ¿has estado engañándome?" Furiosa, la


bruja decidió cortar todo el cabello de Rapunzel, abandonándola en un lugar lejano
para que viviera en soledad. Al volver a la torre, la bruja se escondió detrás de un
árbol hasta que vio llegar al príncipe y llamar a Rapunzel.

Entonces enfurecida, la bruja salió del escondite y le dijo: "Has perdido a Rapunzel
para siempre. Jamás volverás a verla". Por lo que el príncipe se quedó desolado.
Además, la bruja le aplicó un hechizo dejando ciego al príncipe.

Incapacitado de volver a su castillo, el príncipe acabó viviendo durante muchos


años en el bosque hasta que un día, por casualidad, llegó al solitario lugar donde
vivía Rapunzel.

Al escuchar la melodiosa voz, se dirigió hacia ella. Cuando estaba cerca,


Rapunzel lo reconoció. Al verlo se volvió loca de alegría, pero se puso triste
cuando se dio cuenta de su ceguera.

Lo abrazó tiernamente y lloró. Sus lágrimas cayeron sobre los ojos del príncipe
ciego y de inmediato los ojos de él se llenaron de luz y pudo volver a ver como
antes. Entonces, felices por estar reunido con su amor, los dos se casaron y
vivieron muy felices.

FIN
Ricitos de Oro.

Ese es un cuento de hadas que cuenta qué pasó cuando una familia, compuesta
por papá, mamá e hijo oso, encuentra a una niña, llamada Ricitos de Oro, en su
casa. La familia de osos vive en una pequeña casa en un bosque. Un día,
esperando a que su sopa se enfríe, la familia oso sale a dar un paseo. Ricitos de
Oro encuentra la casa vacía y entra para curiosear. ¿Qué puede pasar si entras
en una casa de gente a quien no conoces?

En una preciosa casita, en el medio de un bosque florido, vivían 3 ositos. El papá,


la mamá, y el pequeño osito. Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa, y
hacer la sopa para la cena, los tres ositos fueron a pasear por el bosque.

Mientras los ositos estaban caminando por el bosque, apareció una niña llamada
Ricitos de Oro que, al ver tan linda casita, se acercó y se asomó a la ventana.

Todo parecía muy ordenado y coqueto dentro de la casa. Entonces, olvidándose


de la buena educación que su madre le había dado, la niña decidió entrar en la
casa de los tres ositos.

Al ver la casita tan bien recogida y limpia, Ricitos de Oro curioseó todo lo que
pudo. Pero al cabo de un rato sintió hambre gracias al olor muy sabroso que venía
de la sopa puesta en la mesa.

Se acercó a la mesa y vio que había 3 tazones. Un pequeño, otro más grande, y
otro más y más grande todavía. Y otra vez, sin hacer caso a la educación que le
habían dado sus padres, la niña se lanzó a probar la sopa.

Comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado
caliente. Entonces pasó al mediano y le pareció que la sopa estaba demasiado
fría. Pasó a probar el tazón más pequeño y la sopa estaba como a ella le gustaba.
Y la tomó toda, todita.

Cuando acabó la sopa, Ricitos de Oro se subió a la silla más grande pero estaba
demasiado dura para ella. Pasó a la silla mediana y le pareció demasiado blanda.
Y se decidió por sentarse en la silla más pequeña que le resultó comodísima.

Pero la sillita no estaba acostumbrada a llevar tanto peso y poco a poco el asiento
fue cediendo y se rompió. Ricitos de Oro decidió entonces subir a la habitación y
probar las camas.

Probó la cama grande pero era muy alta. La cama mediana estaba muy baja y por
fin probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó
totalmente dormida.
Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los 3 ositos a la casa y
nada más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo
con su gran voz:

- ¡Alguien ha probado mi sopa!

Y mamá oso también vio su cuchara dentro del tazón y dijo:

- ¡Alguien ha probado también mi sopa!

Y el osito pequeño dijo con voz apesadumbrada:

- ¡Alguien se ha tomado mi sopa y se la ha comido toda entera!

Después pasaron al salón y dijo papá oso:

- ¡Alguien se ha sentado en mi silla!

Y mamá oso dijo:

- ¡Alguien se ha sentado también en mi silla!

Y el pequeño osito dijo con su voz aflautada:

- ¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además me la ha roto!

Al ver que allí no había nadie, subieron a la habitación para ver si el ladrón de su
comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación,
papá oso dijo:

- ¡Alguien se ha acostado en mi cama!

Y mamá oso exclamó:

- ¡Alguien se ha acostado en mi cama también!

Y el osito pequeño dijo:

- ¡Alguien se ha acostado en mí camita...y todavía sigue durmiendo!

Ricitos de Oro, mientras dormía creía que la voz fuerte que había escuchado y
que era papá oso, había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una
voz que la hablaba en sueños pero la voz aflautada del osito la despertó.

De un salto se sentó en la cama mientras los osos la observaban, y saltó hacia el


otro lado saliendo por la ventana corriendo sin parar un solo instante, tanto, tanto
que no daban con los pies en el suelo.
Desde ese momento, Ricitos de Oro nunca volvió a entrar en casa de nadie ajeno
sin pedir permiso primero. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN

Simbad el marino.

Los cuentos infantiles tradicionales han ido pasando de generación en generación


sobrevolando la imaginación de miles de niños. Uno de esos cuentos es 'Simbad
el marino', una bonita historia sacada de la obra medieval árabe 'Las mil y una
noches'.

En Guiainfantil queremos que los niños conozcan este relato clásico infantil y se
introduzcan en el apasionante mundo de los cuentos. Léelo junto a tus hijos y deja
que su imaginación haga el resto.

Hace muchos años, en Bagdad, vivía un joven muy pobre llamado Simbad que
para sobrevivir trasladaba pesados fardos por lo que le decían 'el cargador'.

Sus quejas fueron oídas por un millonario, quien lo invitó a compartir una cena. Allí
estaba un anciano, que dijo lo siguiente:

- 'Soy Simbad 'el marino'. Mi padre me legó una fortuna, pero la derroché
quedando en la miseria. Vendí mis trastos y navegué con unos mercaderes.
Llegamos a una isla saliendo expulsados por los aires, pues en realidad era una
ballena. Naufragué sobre una tabla hasta la costa tomando un barco para volver a
Bagdad'.

Y Simbad 'el marino', calló. Le dio al joven 100 monedas rogándole que volviera al
otro día. Así lo hizo y siguió su relato:

- 'Volví a zarpar. Al llegar a otra isla me quedé dormido y, al despertar, el barco se


había marchado. Llegué hasta un profundo valle sembrado de diamantes y
serpientes gigantescas. Llené un saco con todas las joyas que pude, me até un
trozo de carne a la espalda y esperé a que un águila me llevara hasta su nido
sacándome así de este horrendo lugar'.

Terminado el relato, Simbad 'el marino' volvió a darle al joven 100 monedas,
rogándole que volviera al día siguiente.

- 'Con mi fortuna pude quedarme aquí, relató Simbad, pero volví a navegar.
Encallamos en una isla de pigmeos; quienes nos entregaron al gigante con un solo
ojo que comía carne humana. Más tarde, aprovechando la noche, le clavamos una
estaca en su único ojo y huimos de la isla volviendo a Bagdad'. Simbad dio al
joven nuevas monedas, y al otro día evocó:
- 'Esta vez, naufragamos en una isla de caníbales. Cautivé a la hija del rey
casándome con ella; pero poco después murió, ordenándome el rey que debía ser
enterrado con mi mujer. Por suerte, pude huir y regresé a Bagdad cargado de
joyas'. Simbad 'el marino' siguió narrando y el joven escuchándolo:

- 'Por último me vendieron como esclavo a un traficante de marfil. Yo cazaba


elefantes y un día, huyendo de uno, trepé a un árbol pero el animal lo sacudió
tanto que fui a caer en su lomo, llevándome hasta su cementerio. ¡Era una mina
de marfil! Fui donde mi amo y se lo conté todo. En gratitud me dejó libre,
regalándome valiosos tesoros. Volví y dejé de viajar. ¿Lo ves?, sufrí mucho, pero
ahora gozo de todos los placeres'.

Al acabar, el anciano le pidió al joven que viviera con él, aceptando encantado y
siendo muy feliz a partir de entonces.

Piel de Asno.

Érase una vez un rey que profesaba tal cariño por su esposa, como nunca otra
persona pudo querer a un semejante. La felicidad de los monarcas se completaba
con la presencia de una joven, su hija, que había heredado la belleza de su madre
y crecía en inteligencia y bondad.

Un mal día la reina cayó enferma y los médicos de la corte no pudieron más que
diagnosticar un triste desenlace muy próximo. El buen rey estaba desolado.
Lloraba junto al lecho de su esposa, mientras ella le decía: -No dudéis en volveros
a casar, cuando yo ya no esté. Sólo os pido que la escogida sea más bella que
yo-. Y dicho esto, la reina suspiró por última vez, cerrando los ojos para siempre.

El dolor, aunque nunca cicatrice del todo, disminuye con el tiempo, y el rey, que
todavía era joven, sintió un día la necesidad de casarse. Se convocó a las damas
más radiantes de todos los condados… Pero el rey las rehusaba una a una,
porque ninguna igualaba siquiera la belleza de la reina fallecida.

El rey vio una mañana a su hija en el jardín y por primera vez se fijó en ella como
la esplendorosa mujer que ya era, una joven que reunía la misma belleza que su
madre. El rey no se lo pensó dos veces y sin meditar en lo monstruoso de su
proposición, declaró que se casaría con su hija. La princesa, al conocer la noticia,
se sintió tan desgraciada que corrió en busca de su hada madrina, para pedirle
consejo.

- No se lo tengáis muy en cuenta a vuestro padre, está desquiciado. Vos seguid


mis consejos y veréis como esa locura queda olvidada con rapidez-. Así lo hizo la
princesa; se trataba de dar largas a su padre; pidiéndole las cosas más extrañas
que pudiera imaginarse, antes de celebrarse la boda. Por ejemplo, la princesa
pidió un vestido de color de luna, una capa de color de sol y unos zapatos
cuajados de pedrería. El rey cumplía esos deseos a rajatabla, con una rapidez
pasmosa, ansiando que llegara el momento de ese enlace antinatural que
pretendía.

Viendo que esas artimañas no daban resultado, el hada le dijo a la princesa: —Ve
a los establos, coge una piel de asno que allí encontrarás y disfrázate con ella.
Luego, abandona el palacio y no muestres más tu rostro, hasta que sepas que el
rey ha olvidado su idea. La princesa partió hacia su destierro.

Al poco de descubrirse la desaparición de la princesa, el rey ordenó que fuese


buscada por todo el país. Pero la princesa siguió andando, cada vez más lejos, y
nadie la relacionaba con la hija del rey. Así llegó un día a una granja, más allá de
las fronteras de su país, donde la propietaria del lugar accedió a tomarla como
criada, ya que necesitaba a alguien que limpiase la piara de los cerdos cada día.
Pronto quedó la princesa bautizada como Piel de Asno; los criados se reían de su
vestimenta y hacían bromas crueles con ella.

Una vez a la semana, Piel de Asno se olvidaba de sus cerdos retirándose


discretamente a un río cercano y lavándose de tanta mugre como recogía a diario.
Fue en una de esas ocasiones, cuando acertó a pasar por allí el hijo del rey del
lugar y quedó tan admirado de su belleza que corrió hacia ella. Pero la princesa ya
se había marchado cuando el príncipe llegó. La impresión recibida por el joven fue
tan grande que se sumió en la tristeza, pensando en la princesa.

La melancolía del príncipe se agravó con el paso de los días, hasta el extremo de
que su padre, enterado de los sentimientos del joven, mandó buscar a la
misteriosa belleza que había robado el corazón a su hijo. Cuando la princesa supo
que el príncipe la buscaba, preparó un riquísimo pastel, dentro del cual introdujo
su anillo, haciéndolo llegar a palacio. Tan pronto el príncipe probó el pastel, la
alegría volvió a su rostro, aunque no supiese exactamente por qué.

Partieron de nuevo los emisarios por todo el país, probando el anillo a todas las
doncellas casaderas. Pero milagrosamente, ningún dedo se ajustaba a él. El día
que la escolta real llegó a la granja, todas las criadas y la misma granjera hicieron
la prueba con el anillo, pero sus zafias manos no estaban preparadas para tan fina
joya. —¿Hay alguien más en esta granja? —preguntó el emisario—. ¿Alguna otra
mujer? —No, ninguna —respondió la granjera—. A menos que toméis por mujer a
Piel de Asno… —y estalló en carcajadas.

Sin embargo, las órdenes debían cumplirse y Piel de Asno tuvo que probar aquel
anillo que tan bien conocía. La sorpresa fue enorme: como es lógico, la joya
encajaba perfectamente en su anular. Pero las sorpresas no acabaron ahí: cuando
Piel de Asno se retiró un instante, para vestirse con los suntuosos ropajes que
guardaba en su baúl y regresó, dispuesta a acompañar al mensajero, todos
cayeron de rodillas, sin creer en lo que estaban viendo.

La princesa y el hijo del rey se confesaron su mutuo amor. Y como no había


motivo para demorar por más tiempo la boda, se celebro la boda a los pocos días
no sin antes exigir Piel de Asno la presencia de su padre. El hada de las Lilas
superisó todo para que saliera bien. Y así fue. Pero el rey había reflexionado
mucho, desde que su hija abandonó palacio

—¡Hija mía! —abrazó el rey a la princesa—. ¿Podrás perdonarme alguna vez?


Ella le perdonó, porque en su corazón ya no cabían más que la dicha y el
contento. Y así fue como, a partir de esta fecha, en el país del joven príncipe y de
la bella princesa, no hubo animalitos más agasajados y queridos que los
simpáticos asnos, ya que gracias a la piel de uno de ellos, su futura soberana
alcanzó la felicidad.

FIN

Bambi

Los cuentos infantiles son ideales para fomentar la lectura entre los niños. Un
buen momento para inculcar el hábito de leer es en el momento de irse al dormir.
Para ello, los padres tenemos que compartir un rato de lectura con nuestros hijos y
hacerles ver que los libros son un vehículo muy divertido para viajar a través de
nuestra imaginación.

En Guiainfantil te animamos a que leas junto a los más pequeños de la casa la


tierna historia de Bambi. Con este cuento tus hijos aprenderán los valores de la
amistad y el amor a través de la lectura, lo que les hará interesarse cada vez más
por los libros.

Había llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos


despertaban del largo invierno y esperaban todos un feliz acontecimiento.

- '¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido!', anunciaba el conejito
Tambor mientras corría de un lado a otro.

Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá puso el
nombre de Bambi. El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y
delgadas le hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie.

Tambor se convirtió en un maestro para el pequeño. Con él aprendió muchas


cosas mientras jugaban en el bosque.
Pasó el verano y llegó el tan temido invierno. Al despertar una mañana, Bambi
descubrió que todo el bosque estaba cubierto de nieve. Era muy divertido tratar de
andar sobre ella. Pero también descubrió que el invierno era muy triste, pues
apenas había comida.

Cierto día vio cómo corría un grupo de ciervos mayores. Se quedó admirado al ver
al que iba delante de todos. Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran
Príncipe del Bosque.

Aquel día la mamá de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el ambiente tratando


de descubrir qué ocurría. De pronto, oyó un disparo y dijo a Bambi que corriera sin
parar. Bambi corrió y corrió hasta lo más espeso del bosque. Cuando se volvió
para buscar a su mamá vio que ya no venía. El pobre Bambi lloró mucho.

- 'Debes ser valiente porque tu mamá no volverá. Vamos, sígueme', le dijo el Gran
Príncipe del Bosque.

Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día, mientras bebía
agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detrás de él. Era bella y
ágil y pronto se hicieron amigos.

Una mañana, Bambi se despertó asustado. Desde lo alto de la montaña vio un


campamento de cazadores. Corrió haciá allá y encontró a su amiga rodeada de
perros. Bambi le ayudó a escapar y ya no se separaron más. Cuando llegó la
primavera, Falina, que así se llamaba la cierva, tuvo dos crías. Eran los hijos de
Bambi que, con el tiempo, llegó a ser el Gran Príncipe del Bosque.

Si por el bosque has de pasear, no hagas a los animales ninguna maldad.

FIN

Ratón de campo y ratón de ciudad

Esta es una fábula sobre la amistad y la humildad, y sobretodo sobre la sinceridad.


El ratón de campo invitó a su primo el ratón de la ciudad, a pasar con unos días en
el campo con él. Y luego el ratón de ciudad invitó a su primo a conocer su casa en
la ciudad. Esas dos visitas nos enseñan dos modos de vivir bien diferentes. Qué
es mejor, ¿vivir modestamente en el campo o vivir intranquilo pero con comodidad
en la ciudad? Un cuento para educar y hacer pensar a los niños.

Érase una vez un ratón que vivía en una humilde madriguera en el campo. Allí, no
le hacía falta nada. Tenía una cama de hojas, un cómodo sillón, y flores por todos
los lados.
Cuando sentía hambre, el ratón buscaba frutas silvestres, frutos secos y setas,
para comer. Además, el ratón tenía una salud de hierro. Por las mañanas,
paseaba y corría entre los árboles, y por las tardes, se tumbaba a la sombra de
algún árbol, para descansar, o simplemente respirar aire puro. Llevaba una vida
muy tranquila y feliz.

Un día, su primo ratón que vivía en la ciudad, vino a visitarle. El ratón de campo le
invitó a comer sopa de hierbas. Pero al ratón de la ciudad, acostumbrado a comer
comidas más refinadas, no le gustó.

Y además, no se habituó a la vida de campo. Decía que la vida en el campo era


demasiado aburrida y que la vida en la ciudad era más emocionante.

Acabó invitando a su primo a viajar con él a la ciudad para comprobar que allí se
vive mejor. El ratón de campo no tenía muchas ganas de ir, pero acabó cediendo
ante la insistencia del otro ratón.

Nada más llegar a la ciudad, el ratón de campo pudo sentir que su tranquilidad se
acababa. El ajetreo de la gran ciudad le asustaba. Había peligros por todas partes.

Había ruidos de coches, humos, mucho polvo, y un ir y venir intenso de las


personas. La madriguera de su primo era muy distinta de la suya, y estaba en el
sótano de un gran hotel.

Era muy elegante: había camas con colchones de lana, sillones, finas alfombras, y
las paredes eran revestidas. Los armarios rebosaban de quesos, y otras cosas
ricas.

En el techo colgaba un oloroso jamón. Cuando los dos ratones se disponían a


darse un buen banquete, vieron a un gato que se asomaba husmeando a la puerta
de la madriguera.

Los ratones huyeron disparados por un agujerillo. Mientras huía, el ratón de


campo pensaba en el campo cuando, de repente, oyó gritos de una mujer que,
con una escoba en la mano, intentaba darle en la cabeza con el palo, para
matarle.

El ratón, más que asustado y hambriento, volvió a la madriguera, dijo adiós a su


primo y decidió volver al campo lo antes que pudo. Los dos se abrazaron y el ratón
de campo emprendió el camino de vuelta.

Desde lejos el aroma de queso recién hecho, hizo que se le saltaran las lágrimas,
pero eran lágrimas de alegría porque poco faltaba para llegar a su casita. De
vuelta a su casa el ratón de campo pensó que jamás cambiaría su paz por un
montón de cosas materiales.

FIN.

Los músicos de Bremen

Érase una vez un asno que, por desgracia, se quedó sin trabajo. Era muy viejo y
por lo tanto ya no podía transportar sacos de cereales al molino. Pero aunque era
viejo, el asno no era tonto.

Decidió irse a la ciudad de Bremen, donde pensó que podrían contratarlo como
músico municipal. ¡Y dicho y hecho! El asno abandonó la granja donde había
trabajado durante años y emprendió un viaje hacia Bremen.

El asno había caminado ya un buen rato cuando se encontró a un perro cansado


por el camino. Y le dijo:

- Debes estar muy cansado, amigo

Y le contestó el perro:

- ¡Ni que lo digas! Como ya soy viejo, mi amo quiso matarme, pues dice que ya no
sirvo para la casa. Así que decidí alejarme rápidamente. Lo que no sé es qué
podré hacer ahora para no morirme de hambre.

- Mira - le dijo el asno. A mí me pasó lo mismo. Decidí irme a Bremen a ver si me


contratan como músico de la ciudad. Si vienes conmigo podrías intentar que te
contratasen a ti también. Yo tocaré el laúd. Tú puedes tocar los timbales.

La idea le gustó al perro y decidió acompañar al asno. Caminaron un buen trecho


cuando se encontraron a un gato con cara de hambriento, y le dijo el asno:

- No tienes buena cara, amigo.

A lo que le contestó el gato:

- Pues ¿cómo voy a tener buena cara si mi ama intentó ahogarme porque dice que
ya soy demasiado viejo y no cazo ratones como antes? Conseguí escapar, pero
¿qué voy hacer ahora?

- A nosotros, -le dijo el asno, nos ha pasado lo mismo, y nos decidimos ir a


Bremen. Si nos acompañas, podrías entrar en la banda que vamos a formar, pues
podrías colaborar con tus maullidos.
El gato, como no tenía otra alternativa, aceptó la invitación y se fue con el asno y
el perro. Después de mucho caminar, y al pasar cerca de una granja, los tres
animales vieron a un gallo que cantaba con mucha tristeza en lo alto de un portal.
Y le dijo el asno:

- Debes estar muy triste, amigo. Al que le contestó el gallo:

- Pues, en realidad estoy más que triste. ¡Estoy desesperado! Va a ver una fiesta
mañana y mi ama ha ordenado a la cocinera que esta me corte el cuello para
hacer conmigo un buen guiso. Y le dijo el asno:

- No te desesperes. Vente con nosotros a Bremen, donde formaremos una banda


musical. Tú, con la buena voz que tienes, nos será muy útil allí.

El gallo levantó su cabeza y aceptó la invitación, siguiendo a los otros tres


animales por el camino. Llegó la noche y los cuatro decidieron descansar un poco
en el bosque. Se habían acomodado bajo un árbol cuando el gallo, que se había
subido a la rama más alta, avisó a sus compañeros de que veía una luz a los lejos.

El asno le dijo que podría ser una casa y deberían irse a la casa para que
pudiesen estar más cómodos. Y así lo hicieron. Al acercarse a la casa averiguaron
que la casa se trataba de una guarida de ladrones. El asno, como era el más alto,
miró por la ventana para ver lo que pasaba en su interior.

- ¿Qué ves?, le preguntaron todos.

- Veo una mesa con mucha comida y bebida, y junto a ella hay unos ladrones que
están cenando, les contentó el asno.

- ¡Ojalá pudiéramos hacer lo mismo nosotros! - exclamó el gallo.

- Pues sí - concordó el asno.

Los cuatro animales se pusieron a montar un plan para ahuyentar a los bandidos
para que les dejaran la comida. El asno se puso de manos al lado de la ventana;
el perro se encaramó a las espaldas del asno; el gato se montó encima del perro,
y el gallo voló y se posó en la cabeza del perro.

Enseguida, empezaron a gritar, y de un golpe, rompieron los cristales de una


ventana. Armaron tal confusión que los bandidos, aterrorizados, salieron
rápidamente de la casa.

Los cuatro amigos, después de que lograron su propósito, hicieron un verdadero


banquete. Acabada la comida, los cuatros apagaron la luz y cada uno se buscó un
rincón para descansar.
Pero en el medio de la noche, los ladrones, viendo que todo parecía tranquilo en la
casa, mandaron a uno de ellos que inspeccionara la casa. El enviado entró en la
casa a oscuras y, cuando se dirigía a encender la luz, vio que algo brillaba en el
fogón. Eran los ojos del gato que se había despertado.

Y sin pensar dos veces, se saltó a la cara del ladrón y empezó a arañarle. El
bandido, con miedo, echó a correr. Pero no sin antes llevarse una coz del asno,
ser atacado por el perro, y llevarse un buen susto con los gritos del gallo.

Al reunirse con sus compañeros, el bandido les dijo que en la casa había una
bruja que le atacó por todos lados. Le arañó, le acuchilló, le golpeó, y le gritó
ferozmente. Y que todos deberían huir rápidamente. Y así lo hicieron todos.

Y fue así, gracias a buen plan que habían montado los animales, que los cuatros
músicos de Bremen pudieron vivir su vejez, tranquila y cómodamente, en aquella
casa.

FIN

Juan sin miedo

Todos, en un determinado momento, sentimos miedo, en gran o pequeña medida,


y de diferentes cosas, situaciones o personas. Es una emoción que enseña pero
que debe ser controlada y frenada para evitar que el miedo se convierta en un
problema.

El miedo es uno de los sentimientos de los niños que más preocupan a los padres.
Este cuento de Juan sin miedo, es un ejemplo de que se puede vencer a los
miedos. Un cuento ideal para animar y ayudar a los niños a superar sus miedos.

Érase una vez, en una pequeña aldea, un anciano padre con sus dos hijos. El
mayor era trabajador y llenaba de alegría y de satisfacción el corazón de su padre,
mientras el más joven sólo le daba disgustos. Un día el padre le llamó y le dijo:

- Hijo mío, sabes que no tengo mucho que dejaros a tu hermano y a ti, y sin
embargo aún no has aprendido ningún oficio que te sirva para ganarte el pan.
¿Qué te gustaría aprender?

Y le contestó Juan:

- Muchas veces oigo relatos que hablan de monstruos, fantasmas,… y al contrario


de la gente, no siento miedo. Padre, quiero aprender a sentir miedo.

El padre, enfadado, le gritó:


- Estoy hablando de tu porvenir, y ¿tú quieres aprender a tener miedo? Si es lo
que quieres, pues márchate a aprenderlo.

Juan recogió sus cosas, se despidió de su hermano y de su padre, y emprendió su


camino. Cerca de un molino encontró a un sacristán con el que entabló
conversación. Se presentó como Juan Sin Miedo.

- ¿Juan Sin Miedo? ¡Extraño nombre! - Se sorprendió el sacristán.

- Verás, nunca he conocido el miedo, he partido de mi casa con la intención de


que alguien me pueda mostrar lo que es, - dijo Juan.

- Quizá pueda ayudarte: Cuentan que más allá del valle, muy lejos, hay un castillo
encantado por un malvado mago. El monarca que allí gobierna ha prometido la
mano de su linda hija a aquel que consiga recuperar el castillo y el tesoro. Hasta
ahora, todos los que lo intentaron huyeron asustados o murieron de miedo.

- Quizá, quizá allí pueda sentir el miedo - se animó Juan.

Juan decidió caminar, vislumbró a lo lejos las torres más altas de un castillo en el
que no ondeaban banderas. Se acercó y se dirigió a la residencia del rey. Dos
guardias reales cuidaban la puerta principal. Juan se acercó y dijo:

- Soy Juan Sin Miedo, y deseo ver a vuestro Rey. Quizá me permita entrar en su
castillo y sentir eso a lo que llaman miedo.

El más fuerte le acompañó al Salón del Trono. El monarca expuso las condiciones
que ya habían escuchado otros candidatos: si consigues pasar tres noches
seguidas en el castillo, derrotar a los espíritus y devolverme mi tesoro, te
concederé la mano de mi amada y bella hija, y la mitad de mi reino como dote.

- Se lo agradezco, su Majestad, pero yo sólo he venido para saber lo que es el


miedo - le dijo Juan.

"Qué hombre tan valiente, qué honesto", pensó el rey, "pero ya guardo pocas
esperanzas de recuperar mis dominios,...tantos han sido los que lo han intentado
hasta ahora..." Juan sin Miedo se dispuso a pasar la primera noche en el castillo.
Le despertó un alarido impresionante.

- ¡Uhhhhhhhhh! - un espectro tenebroso se deslizaba sobre el suelo sin tocarlo.

- ¿Quién eres tú, que te atreves a despertarme? - preguntó Juan.

Un nuevo alarido por respuesta, y Juan Sin Miedo le tapó la boca con una bandeja
que adornaba la mesa. El espectro quedó mudo y se deshizo en el aire. A la
mañana siguiente el soberano visitó a Juan Sin Miedo y pensó: "Es sólo una
pequeña batalla. Aún quedan dos noches".

Pasó el día y se fue el sol. Como la noche anterior, Juan Sin Miedo se disponía a
dormir, pero esta vez apareció un fantasma espantoso que lanzó un bramido:
¡Uhhhhhhhhhh! Juan Sin Miedo cogió un hacha que colgaba de la pared, y cortó la
cadena que el fantasma arrastraba la bola. Al no estar sujeto, el fantasma se elevó
y desapareció.

El rey le visitó al amanecer y pensó: "Nada de esto habrá servido si no repite la


hazaña una vez más". Llegó el tercer atardecer, y después, la noche. Juan Sin
Miedo ya dormía cuando escuchó acercarse a una momia espeluznante. Y
preguntó:

- Dime qué motivo tienes para interrumpir mi sueño.

Como no contestaba, agarró un extremo de la venda y tiró. Retiró todas las


vendas y encontró a un mago:

- Mi magia no vale contra ti. Déjame libre y romperé el encantamiento.

La ciudad en pleno se había reunido a las puertas del castillo, y cuando apareció
Juan Sin Miedo el soberano dijo: "¡Cumpliré mi promesa!" Pero no acabó aquí la
historia: cierto día en que el ahora príncipe dormía, la princesa decidió
sorprenderle regalándole una pecera. Pero tropezó al inclinarse, y el contenido,
agua y peces cayeron sobre el lecho que ocupaba Juan.

- ¡Ahhhhhh! - Exclamó Juan al sentir los peces en su cara - ¡Qué miedo!

La princesa reía viendo cómo unos simples peces de colores habían asustado al
que permaneció impasible ante espectros y aparecidos: Te guardaré el secreto,
dijo la princesa. Y así fue, y aún se le conoce como Juan Sin Miedo.

FIN

Pedro y el lobo

Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo
paseando y cuidando de sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las
mañanas, muy tempranito, hacía siempre lo mismo. Salía a la pradera con su
rebaño, y así pasaba su tiempo.

Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que
podía hacer para divertirse. Como muchas veces se aburría, un día, mientras
descansaba debajo de un árbol, tuvo una idea. Decidió que pasaría un buen rato
divirtiéndose a costa de la gente del pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y
empezó a gritar:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Qué viene el lobo!

La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre
pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todo
había sido una broma pesada del pastor, que se deshacía en risas por el suelo.
Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían
ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que se puso a repetirla. Y cuando vio a
la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!

La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí
que se había presentado el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su
ayuda. Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos,
riéndose de ver cómo los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los
aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enfadados con la
mala actitud del pastor, y se fueron enojados con aquella situación.

A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo
lugar, aún se reía cuando recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se
sentía arrepentido de ninguna forma. Pero no se dio cuenta de que, esa misma
mañana se le acercaba un lobo. Cuando se dio media vuelta y lo vio, el miedo le
invadió el cuerpo. Al ver que el animal se le acercaba más y más, empezó a gritar
desesperadamente:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Qué se va a devorar todas mis ovejas!
¡Auxilio!

Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los
aldeanos de que lo que decía era verdad. Los aldeanos, habiendo aprendido de
las mentiras del pastor, de esta vez hicieron oídos sordos. ¿Y lo qué ocurrió? Pues
que el pastor vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él
intentaba pedir auxilio, una y otra vez:

- ¡Socorro, el lobo! ¡El lobo!

Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo
se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder
hacer nada, absolutamente. Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy
injusto con la gente del pueblo, y aunque ya era tarde, se arrepintió
profundamente, y nunca más volvió burlarse ni a mentir a la gente.
Las zapatillas rojas

Lee a tus hijos el texto completo del cuento Las zapatillas rojas, de Hans Christian
Andersen, para que ellos aprendan princípios básicos del valor de la bondad y
humildad.

Son muchos los cuentos infantiles que han deleitado a niños y niñas de todo el
mundo, generación tras generación. Sin dudas, entre esos relatos imprescindibles
se encuentra este bonito cuento de Las zapatillas rojas, uno de los clásicos de la
literatura infantil.

Hace mucho, mucho tiempo, vivía una hermosa niña que se llamaba Karen. Su
familia era muy pobre, así que no podía comprarle aquello que ella deseaba por
encima de todas las cosas: unas zapatillas de baile de color rojo.

Porque lo que más le gustaba a Karen era bailar, cosa que hacía continuamente.
A menudo se imaginaba a sí misma como una estrella del baile, recibiendo
felicitaciones y admiración de todo el mundo.

Al morir su madre, una atesorada señora acogió a la niña y la cuidó como si fuera
hija suya. Cuando llegó el momento de su puesta de largo, la llamó a su
presencia:

- Ve y cómprate calzado adecuado para la ocasión.

- Le dijo su benefactora alargándole el dinero.

Pero Karen, desobedeciendo, y aprovechando que la vieja dama no veía muy


bien, encargó a la zapatera un par de zapatos rojos de baile. El día de la
celebración, todo el mundo miraba los zapatos rojos de Karen.

Incluso alguien hizo notar a la anciana mujer que no estaba bien visto que una
muchachita empleara ese tono en el calzado. La mujer, enfadada con Karen por
haber desobedecido, la reprendió allí mismo:

- Eso es coquetería y vanidad, Karen, y ninguna de esas cualidades te ayudará


nunca.

Sin embargo, la niña aprovechaba cualquier ocasión para lucirlos. La pobre señora
murió al poco tiempo y se organizó el funeral. Como había sido una persona muy
buena, llegó gente de todas partes para celebrar el funeral.

Cuando Karen se vestía para acudir, vio los zapatos rojos con su charol brillando
en la oscuridad. Sabía que no debía hacerlo, pero, sin pensárselo dos veces,
cogió las zapatillas encantadas y metió dentro sus piececitos:
-¡Estaré mucho más elegante delante de todo el mundo!- se dijo. Al entrar en la
iglesia, un viejo horrible y barbudo se dirigió a ella:

-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile! ¿Quieres que te los limpie?- le dijo.

Karen pensó que así los zapatos brillarían más y no hizo caso de lo que la señora
siempre le había recomendado sobre el recato en el vestir. El hombre miró
fijamente las zapatillas, y con un susurro y un golpe en las suelas les ordenó:

-¡Ajustaos bien cuando bailéis!

Al salir de la iglesia, ¡Cuál sería la sorpresa de Karen al sentir un cosquilleo en los


pies! Las zapatillas rojas se pusieron a bailar como poseídas por su propia música.

Las gentes del pueblo, extrañadas, vieron como Karen se alejaba bailando por las
plazas, los prados y los pastos. Por más que lo intentara, no había forma de
soltarse los zapatos: estaban soldados a sus pies, ¡y ya no había manera de saber
qué era pie y qué era zapato! Pasaron los días y Karen seguía bailando y
bailando.

¡Estaba tan cansada...! y nunca se había sentido tan sola y triste. Lloraba y lloraba
mientras bailaba, pensando en lo tonta y vanidosa que había sido, en lo ingrata
que era su actitud hacia la buena señora y la gente del pueblo que la había
ayudado tanto.

- ¡No puedo más!- gimió desesperada -¡Tengo que quitarme estos zapatos aunque
para ello sea necesario que me corten los pies!-

Karen se dirigió bailando hacia un pueblo cercano donde vivía un verdugo muy
famoso por su pericia con el hacha. Cuando llegó, sin dejar de bailar y con
lágrimas en los ojos gritó desde la puerta:

-¡Sal! ¡Sal! No puedo entrar porque estoy bailando.

-¿Es que no sabes quién soy? ¡Yo corto cabezas!, y ahora siento cómo mi hacha
se estremece.- dijo el verdugo.

-¡No me cortes la cabeza -dijo Karen-, porque entonces no podré arrepentirme de


mi vanidad! Pero por favor, córtame los pies con los zapatos rojos para que pueda
dejar de bailar.

Pero cuando la puerta se abrió, la sorpresa de Karen fue mayúscula. El terrible


verdugo no era otro que el mendigo limpiabotas que había encantado sus
zapatillas rojas.
-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile!- exclamó -¡Seguro que se ajustan muy bien
al bailar!- dijo guiñando un ojo a la pobre Karen

-Déjame verlos más de cerca...-. Pero nada más tocar el mendigo los zapatos con
sus dedos esqueléticos, las zapatillas rojas se detuvieron y Karen dejó de bailar.

Aprendió la lección, las guardó en una urna de cristal y no pasó un solo día en el
que no agradeciera que ya no tuviera que seguir bailando dentro de sus zapatillas
rojas.

FIN

La ratita presumida

El cuento de La ratita presumida, también conocido como La ratoncita presumida,


cuenta la historia de una ratita que al encontrar una moneda se va y se compra un
lazo de color rojo, y lo que eso ha cambiado su vida. Aparecieron varios
pretendientes que se querían casar con ella, pero ella solo se decidió por uno de
ellos. Descubre cuál de los pretendientes consiguió casarse con la ratita. Un
cuento infantil tradicional y clásico para los niños.

Érase una vez una ratita muy coqueta y presumida que un día, barriendo la puerta
de su casa, se encontró una moneda de oro. ¡Qué suerte la mía!, dijo la ratita, y se
puso a pensar:

- ¿En qué me gastaré la moneda? La gastaré, la gastaré,... ¡En caramelos y


gominotas! NO NO... que harán daño a mis dientes. La gastaré, la gastaré,... ya
sé, la gastaré en ¡bizcochos y tartas muy ricas!! NO NO... que me darán dolor de
tripa. La gastaré, la gastaré... ya sé, la gastaré en ¡un gran y hermoso lazo de
color rojo!

Con su moneda de oro la ratita se fue a comprar el lazo de color rojo y luego,
sintiéndose muy guapa, se sentó delante de su casa, para que la gente la mirara
con su gran lazo.

Pronto se corrió la voz de que la ratita estaba muy hermosa y todos los animales
solteros del pueblo se acercaron a la casa de la ratita, proponiéndole casamiento.

El primero que se acercó a la ratita fue el gallo. Vestido de traje y muy coqueto,
luciendo una enorme cresta roja, dijo:

- Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo? La ratita le preguntó: ¿Y qué me dirás
por las noches?

Y el gallo dijo:
- Ki ki ri kiiii, cantó el gallo con su imponente voz.

Y la ratita dijo:

- No, no, que me asustarás... Y el gallo siguió su camino.

No tardó mucho y apareció el cerdo.

- Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo?

La ratita le preguntó: ¿Y qué me dirás por las noches?

- Oinc oinc oinc, gruñó el cerdo con orgullo.

Y la ratita dijo:

- No, no, que me asustarás...

Y el señor cerdo se marchó.

No tardó en aparecer el burro.

- Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo?

La ratita le preguntó:

- ¿Y qué me dirás por las noches?

- Ija, ija, ijaaaa, dijo el burro con fuerza

Y la ratita dijo:

- No, no, que me asustarás...

Y el burro volvió a su casa por el mismo camino.

Luego, apareció el perro.

- Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo?

La ratita le preguntó: ¿Y qué me dirás por las noches?

- Guau, guau, guau, ladró el perro con mucha seguridad

Y la ratita dijo:

- No, no, que me asustarás...

Y el perro bajo sus orejas y se marchó por las montañas.


No tardó mucho y apareció el señor gato.

- Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo?

La ratita le preguntó:

- ¿Y qué me dirás por las noches?

- Miau, miau, miauuu, ronroneó el gato con dulzura.

Y la ratita dijo:

- No, no, que me asustarás... Y el gato se fue a buscar la cena por otros lados.

,La ratita ya estaba cansada cuando de repente se acercó un fino ratón.

- Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo?

La ratita le preguntó:

- ¿Y qué me dirás por las noches?

- Pues me callaré y me dormiré, y soñaré contigo.

Y la ratita, sorprendida con el ratón, finalmente tomó una decisión:

- Pues contigo me casaré. Y así fue como la ratita felizmente se casó con el ratón.

FIN

El sastrecillo valiente

Los cuentos infantiles de los hermanos Grimm forman parte de la gran colección
de literatura tradicional para niños. Las historias que contienen sus libros están
repletas de moralejas y lecciones que todos los niños deberían conocer.

El sastrecillo valiente es de esas historias en las que se ensalza la astucia y la


inteligencia por encima de todo. Por eso, en Guiainfantil te mostramos este bonito
cuento para niños con el objetivo de fomentar la lectura entre los más pequeños.

Érase un reino, cuya población ansiaba acabar con un horrible gigante, pues
siempre estaba dañando sus cosechas. Pero esto no le preocupaba a un joven
sastrecillo. El sólo quería comer su pan con mermelada y acabar con las moscas
que no lo dejaban trabajar.

Un día, decidido, cogió su palmeta y, ¡zas!, siete moscas cayeron una tras otra.
”¡Maté siete de un solo golpe!”, gritó. Y, orgulloso, abrió la ventana repitiéndolo a
todo pulmón. Un hombre, que venía pensando en el gigante, creyó que se refería
a siete gigantes; corrió a decírselo al rey: “El sastrecillo mató siete gigantes, de un
solo golpe”.

El rey y su hija, la hermosa princesa, ordenaron que el valiente sastrecillo se


acercara inmediatamente a palacio. "Yo esperaba que el héroe fuera más
fortachón", dijo el rey al ver al joven y simpático sastrecillo. "Debes ser muy
valiente, para haber matado a siete gigantes de un solo golpe".

¿Gigantes?", dijo intrigado el sastrecillo, sin poder aclarar el lío, pues en ese
mismo momento lo abrazó la linda princesa y se le acercó el rey, para decirle
afectuosamente:

"Si logras capturar al malvado gigante no sólo te daré tesoros, sino también la
mano de mi bella hija, la princesa". "Su excelencia", dijo el sastrecillo, "meditaré su
propuesta", y se marchó, pensando: '"Amo a la princesa, pero, ¿cómo mataría a
un gigante?". De pronto, un ruido estremecedor lo obligó a subirse a un árbol de
naranjas. ¡Era el gigante y por poco lo pisa! Creyó que allí estaba a salvo, pero el
malvado, al verlas tan deliciosas, cogió varias naranjas para comérselas. Entre
ellas iba nuestro pequeño amiguito. Cuando se quiso esconder, ya estaba en la
enorme mano, cara a cara con el gigante.

"¡No te tengo miedo!" le dijo el sastrecillo mientras tragaba saliva, y de inmediato


se escondió en la manga de su enorme camisa.

No tardó el gigante en capturarlo, llevándolo hasta el almacén de vinos de su gran


castillo. Allí, el sastrecillo le dijo: "Yo maté a siete de un ¡zas!, ¿tú podrías tomarte
todo el vino de este almacén?" El gigante lo miró, herido en su amor propio.

"¡Tú, vil sabandija, no me humillarás! ¡Claro que puedo hacerlo!", y el gigante


empezó a beber; pero al tercer tonel cayó al piso totalmente borracho. Nuestro
amiguito procedió a encadenarlo, y luego dio aviso a la corte para llevarlo a los
calabozos. El sastrecillo fue recibido jubilosamente, y el rey procedió a casar a su
bella hija con nuestro valiente amiguito.

FIN

El soldadito de plomo

Los hermanos Grimm cuentan con una extensa colección de cuentos infantiles
entre los que destaca El soldadito de Plomo, una historia de amor y aventuras que
a los niños les encanta a la vez que les conmueve.
Y como no podía ser menos, esta bonita historia está también en la selección de
cuentos clásicos de Guiainfantil, donde puedes encontrar una gran variedad de
relatos cortos tradicionales para leer junto a tus hijos.

Jorgito obtuvo buenas calificaciones escolares y recibió como premio una caja de
juguetes con trenes, un arlequín, una bailarina y soldaditos de plomo.

Con tristeza, Jorgito se dio cuenta que a uno de sus soldados le faltaba una
pierna, pero lo quiso más porque ello indicaba que la había perdido heroicamente
en una batalla. Un día por la noche y cuando todos dormían, sonó el clarín de los
juguetes y uno por uno empezaron a cobrar vida. El soldadito de plomo quiso estar
más cerca de la muñeca bailarina que no paraba de sonreírle, pero el malvado
arlequín negro se interpuso entre ellos tratando de evitar su cercanía. Y fue tanto
su rencor que al abrir la ventana logró que un fuerte viento lanzara por los aires al
soldadito que apenas podía mantenerse de pie con una sola pierna.

La bailarina sollozó y el arlequín se burló al ver que el soldadito caía en una


charca y que un vagabundo lo alejaba en un endeble barco de papel. Pero, lejos
de sentirse vencido, el valiente soldadito de plomo al percibir el llanto de su amada
se armó de valor y blandiendo su espada, decidió enfrentar al malvado arlequín y
a los que no querían verlos juntos.

El barquito de papel tomó el curso de una alcantarilla y en medio de la oscuridad,


el soldadito pudo presentir la presencia del enemigo. Esta vez era una inmensa y
voraz rata que trató de atacarlo, pero gracias a la hábil maniobra de nuestro héroe
pudo alejarse de la orilla, al tiempo que el hambriento roedor le gritaba:

“¡Maldito soldado de plomo!, pero si yo no he podido acabar contigo, más allá te


llevarás una amarga sorpresa. ¡De esta no sales vivo, soldadito mutilado, ja, ja, ja,
ja...!”

No le hizo caso y siguió navegando en busca de su amada muñeca bailarina.

Pero la amenaza del roedor se hizo realidad: el barquito se dejó llevar por la
corriente que anunciaba la presencia de un río. El barco de papel naufragó, el
soldadito se hundió muy profundo y allí un salmón se lo trago apuradamente. Ya
dentro, una especie de sismo lo lanzó contra el espinazo del pez y quedó
desmayado.

Al despertar no podía creerlo: estaba en casa de Jorgito, donde llegó el salmón


que había sido pescado por el padre para cenar. El soldadito corrió en busca de
su amada. Se abrazaron felices e iban a casarse, pero el malvado arlequín
atropelló al soldadito, enviándolo a las brasas de la chimenea. Sin pensarlo dos
veces, la bella bailarina fue tras él y algo maravilloso ocurrió. El cielo los llamó y
juntos se elevaron para ser felices durante toda su vida.

Fin

La mamá cabra y los siete cabritillos

En una bonita casita del bosque vivían 7 cabritillos y su mamá. Un día la mamá
cabra tuvo que irse de compras al pueblo y dijo a sus hijitos:

- Hijos míos, me voy a comprar al pueblo y cuando yo vuelva daremos un paseo


por el campo. Os traeré exquisita comidita.

Y todos los cabritillos, felices, dijeron:

- Vale, mamá!!

La mamá cabra y sus siete cabritillos

Cuentos tradicionales

Antes de salir de casa, la mamá cabra les dijo:

- Mientras yo no llegue, no abran la puerta a nadie, vale hijitos?

Y los cabritillos, obedientes, dijeron:

- Vale, mamá!!

Fuera de casa, detrás de un árbol se escondía un temible lobo que observaba


cómo la madre cabra salía con su bolso de casa, dejando a sus hijitos solitos
dentro de la casa.

Minutos después de que la madre cabra saliera de casa, el lobo se acercó a la


puerta y dando algunos golpes, TOC TOC TOC a la puerta de la casa de los
cabritillos, dijo:

- Soy vuestra mamá y os traigo buena comidita. ¿podéis abrirme la puerta?

Reconociendo la voz del lobo, los cabritillos gritaron:

- NOOO... tu no eres nuestra madre. Eres el lobo!!!

Decepcionado, el lobo se fue y se acercó a una granja que había allí cerca, y se
comió docenas y docenas de huevos para aclarar y suavizar su voz. Y volvió a la
casa de los cabritillos: TOC TOC TOC... Y con voz suave dijo:

- Niños, soy vuestra mamá, ¿podéis abrirme la puerta?


No convencidos de que era su madre, los cabritillos le dijeron:

- Si eres nuestra madre, entonces enséñanos vuestra pata.

El lobo no dudó en enseñarles su pata negra y peluda por debajo de la puerta. Y


los cabritillos dijeron:

- NOOOO... tu no eres nuestra madre. Eres el lobo!!!

Contrariado, el lobo se dirigió a la casa de un molinero y le pidió un saco de


harina. Metió una patita en la harina para que se la blanqueara y se fue otra vez a
la casa de los cabritillos: TOC TOC TOC... Y les dijo:

- Niños, soy vuestra mamá y os traigo comidita muy exquisita del pueblo. ¡Abrid la
puerta!

Los cabritillos volvieron a decirle:

- Si eres nuestra madre, entonces enséñanos tu pata.

El lobo enseñó su pata bien rebozada en harina por debajo de la puerta y los
cabritillos dijeron:

- ¡Esta vez sí que eres mamá! Y abrieron la puerta.

El lobo entró rápidamente en la casa y empezó a correr para alcanzar a los


cabritillos. Los cabritillos salieron corriendo y se escondieron cada uno en un sitio
distinto.

En este momento, pasaba por allí un cazador que, oyendo todo el ruido de voces,
entró en la casa y estaba a punto de matar el lobo cuando el animal salió
corriendo asustado y con miedo, rogando al cazador que no le matara y jurando
que jamás volvería por aquellos lados. Al cabo de un rato llegó la mamá cabra y
se encontró la puerta abierta y la casa vacía.

- Ay, ¡mis hijitos! Seguro que a todos se los ha llevado el lobo.

Fue entonces cuando todos los cabritillos, uno a uno, fueron saliendo de su
escondrijo, para la alegría de la mamá cabra. El cazador le explicó todo lo que
había ocurrido. Y entonces, como agradecimiento al cazador, la mamá cabra y sus
cabritillos prepararon una gran fiesta donde pudieron comer la rica comidita que
había comprado la mamá cabra en el mercado del pueblo.

FIN
Pulgarcito.

Si hay un cuento infantil de los hermanos Grimm que englobe los valores de la
astucia y la inteligencia ese es el de Pulgarcito. Esta fábula para niños cuenta la
historia de un niño del tamaño de un pulgar que viene al mundo como deseo de
uno padres desesperados por no poder tener hijos.

En Guiainfantil te animamos a que enseñes a tu hijo los valores de Pulgarcito


leyendo este fantástico relato que les encantará a la vez que alimentará su gusto
por la lectura.

Una vez hubo un campesino muy pobre que se encontraba frente al fuego
mientras su esposa hilaba. Ambos sentían pena por no haber tenido hijos, ya que
el silencio que había a su alrededor los entristecía.

La mujer dijo que se conformaría incluso con un hijo pequeño, que no fuese más
grande que un pulgar. Días después la mujer enfermó, y al cabo de siete meses
dio a luz un niño tan pequeño como un pulgar.

El matrimonio, contento, pensó en llamar al niño Pulgarcito. Por mucho que comía
y pasaba el tiempo, el niño no crecía nada, pero por el contrario se trataba de un
niño listo y muy hábil que conseguía hacer todo lo que se proponía.

Un día el padre se fue al bosque a cortar leña, y pensó que necesitaba a alguien
que le llevase el carro. Pulgarcito se ofreció a hacerlo. Al padre le entró la risa
debido a que era demasiado pequeño para llevar las bridas del caballo.

Pulgarcito se acercó a la oreja del caballo y le fue diciendo por dónde tenía que ir.
Al rato encontraron a dos forasteros que se sorprendieron de ver al caballo
moverse sin nadie que lo guiase. Decidieron seguir al carro hasta que llegó al
lugar en el que se encontraba el padre.

Cuando vieron a Pulgarcito pensaron que podían conseguir una gran cantidad de
dinero por enseñarlo. Se acercaron al padre le dijeron que se lo compraban. El
padre se negó, pero Pulgarcito le dijo que lo vendiese y que él ya sabría cómo
regresar.

Durante el camino, Pulgarcito se escondió en una madriguera de forma que los


hombres no pudiesen cogerlo. Al final se rindieron y se marcharon. En su vuelta a
casa encontró una caracola donde decidió quedarse a dormir. Al rato dos hombres
pasaron barajando la posibilidad de robar al cura su oro y su plata. Pulgarcito se
ofreció a ayudarles.
Al llegar, Pulgarcito entró en la casa y comenzó a gritar preguntando que qué
querían que les sacase. Al final la cocinera se despertó y los ladrones huyeron.
Pulgarcito se escondió y al final la mujer pensó que lo había soñado.

Pulgarcito decidió quedarse a dormir sobre la paja, pero al día siguiente, la


cocinera fue a dar de comer a las vacas y Pulgarcito acabó en el estómago de una
de ellas. Al verse en esta tesitura, Pulgarcito empezó a pedir ayuda, y la mujer
pensó que la vaca hablaba. El cura acudió y ordenó matar a la vaca porque creía
que era obra del diablo.

Pulgarcito que estaba todavía en el estómago de la vaca fue tragado de nuevo,


pero esta vez por un lobo. Pulgarcito le ofreció al lobo decirle dónde podría
encontrar buena comida a cambio de la libertad. El lobo le escuchó y se pegó un
buen festín. Al querer salir había engordado tanto que ya no podía pasar por la
puerta. Entonces Pulgarcito empezó a gritar hasta que despertó a los padres.

Los padres mataron al lobo y sacaron a Pulgarcito, con lo que de nuevo toda la
familia volvió a estar junta.

FIN

El gato con botas

El gato con botas es un cuento para niños escrito por el autor francés Charles
Perrault. La historia habla del menosprecio y la importancia que tienen el ingenio y
la creatividad por encima del valor material.

Desde Guiainfantil te animamos a que leas a tu hijo esta preciosa obra de la


literatura infantil francesa y le enseñes a confiar siempre en las capacidades
humanas.

Esta antigua historia comienza con la muerte del molinero, un viejo hombre que
vivía con sus tres hijos, entre los cuales repartió su humilde herencia. Para el
mayor de los hermanos decidió dejar el molino, al mediano el burro y para el
pequeño el gato que tanta compañía había hecho a la familia.

No es que fuese una gran herencia, pero los hermanos parecían estar de acuerdo,
salvo el más joven, que se sentía tan decepcionado, pues cómo iba él a ganarse
la vida con un gato que ni siquiera podía comerse. Pero ojo, los gatos son
animales astutos e inteligentes, y este hasta hablaba, y al ver a su dueño sumido
en tal desgracia se puso manos a la obra. Lo primero que hizo fue pedir a su amo
que confiara en él, y este se dejó guiar por el animal, sin mucha esperanza, pues
no le quedaba otra; qué podría esperar de un pobre felino como este, se
preguntaba.
Después, el minino le pidió dinero, y le dio lo poco que le quedaba; y al rato
apareció el gato muy bien vestido, con unas buenas botas e incluso con un gorro a
medida, y qué bien se le veía, todo un caballero parecía, pero su dueño estaba
enfadado, ya que todo su dinero se había gastado. El gato con gran convicción le
respondió que no temiera, que sería una buena inversión; el dueño se calló y
asintió con resignación, mientras veía al gato marchar, de caza o a pescar. Y es
que buena fama de cazadores tienen los felinos, o al menos los de antaño, y este
gatito no sería menos. Se presentó a las puertas del palacio, y cada pieza que
cazó al rey se la ofreció, dos conejos, tres liebres para su majestad, en el nombre
de su dueño “el Marqués de Carabás”.

Otro día, el gato muy avispado, a la calle salió con su amo, sabiendo que el rey
con su hija iría a pasear, y aprovechando la ocasión para fingir que su amo se está
ahogando y que unos ladrones le habían robado el traje y también el carruaje.
Rápidamente su majestad manda que le atiendan y le vistan con ricos ropajes, y
además se empeña en llevarlos hasta sus aposentos. El joven ya no sabía qué
hacer, pero el gato recordó que no muy lejos se encontraban las tierras y
posesiones de un ogro muy temido en el lugar. Entonces el gato se dirigió hacia el
castillo y consiguió, con astucia e ingenio vencer al fuerte ogro y liberar a la
población de su opresión.

Y así fue como se apoderaron del castillo y el hijo del molinero consiguió hacerse
con el corazón de la princesa, con la que se casó. El más pequeño de los
hermanos aprendió a no menospreciar las capacidades, y es que el gato le había
enseñado una lección, que era más importante el ingenio y la creatividad que el
dinero y el valor material.

FIN

El flautista de Hamelín

El flautista de Hamelín forma parte de la literatura infantil tradicional de Alemania.


Clasificado como cuento de hadas, relata la historia de un pequeño pueblo alemán
invadido por un plaga de ratones. El buen hacer de un encantador flautista libera
al puebo de los roedores, pero la codicia y el egoismo de sus habitantes les
terminará condenando para siempre.

En Guiainfantil te traemos una versión más corta de El flautista de Hamelín para


que puedas leerla junto a tus hijos y enseñárles que en la vida la codicia no lleva a
ningún lado, y que tarde o temprano puede terminar volviéndose en contra.

Hace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo


muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de
sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban
por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la
comida de sus bien provistas despensas.

Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor,
nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.

Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que
cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones
que, día tras día, se adueñaban de las calles y de las casas, que hasta los mismos
gatos huían asustados.

Ante la gravedad de la situación, los hombres de la ciudad, que veían peligrar sus
riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron:
"Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".

Al poco se presentó ante ellos un flautista, alto y desgarbado, a quien nadie había
visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo
ratón en Hamelín".

Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su
flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de
sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba
incansable su flauta.

Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni
siquiera se veían las murallas de la ciudad.

Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al
flautista, todos los ratones perecieron ahogados.

Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron
aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan
contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz
desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.

A la mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamó a los


hombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa.
Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron:
"¡Vete de nuestra ciudad! ¿o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca
cosa como tocar la flauta?".

Y dicho esto, los orondos hombres del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda
profiriendo grandes carcajadas.
Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que
hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente.

Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad
quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño
músico.

Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y
gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban
impedir que siguieran al flautista.

Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo
adónde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron.

En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros
y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso
manto de silencio y tristeza.

Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía
ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón
ni un niño.

FIN

La niña de los fósforos

La pequeña cerillera, también conocido como La pequeña cerillera o La pequeña


vendedora de fósforos es un cuento clásico para niños escrito por el poeta danés
Hans Christian Andersen.

La historia sucede en Navidad, y aunque de final triste, podemos extraer una


moraleja del cuento. Se trata de una lección de compasión sobre aquellas
personas que tienen menos suerte que nosotros.

¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la
noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle
una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de
su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron!

Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le


venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos
coches que venían a toda velocidad.

Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un


mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos. Y así la
pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente
amoratados por el frío.

En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En


todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín;
volvía a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla!

Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le
cubrían el cuello. En un ángulo que formaban dos casas - una más saliente que la
otra -, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo.

Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra
parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni
recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío
también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la
paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas.

Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si
se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los
dedos! Y sacó uno: '¡ritch!'. ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara,
cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.

Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro,
con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y
calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se
extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la
consumida cerilla en la mano.

Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta
transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una
habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y
fina porcelana.

Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo


mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo
con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita.
Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y
fría pared.

Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un


hermoscísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la
última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico
comerciante.
Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas
estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó
los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo.

Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las
rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento
una larga estela de fuego.

- Alguien se está muriendo - pensó la niña, pues su abuela, la única persona que
la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-:

- Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.

Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció
la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.

-¡Abuelita! - exclamó la pequeña -. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también


cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y
el árbol de Navidad.

Se apresuró a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su


abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la
abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas
las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia
las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la
mansión de Dios Nuestro Señor.

Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las


mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año
Viejo.

La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus
fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. '¡Quiso
calentarse!', dijo la gente.

Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en
compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.

FIN
Las habichuelas anti-pis.

Este cuento es una versión diferente a la que estamos acostumbrados escuchar


del cuento Las habichuelas mágicas, y por lo tanto, un propósito diferente.
Guiainfantil.com nos trae un cuento para niños que enseña hasta dónde puede ir
la curiosidad de un niño: Las habichuelas mágicas que, en esa ocasión tiene una
versión orientada a los niños que se orinan encima y en la cama. Los cuentos
pueden ayudar a los niños a resolver algunos problemas o dificultades.

Pedrito y su madre eran muy pobres. Un día, su madre le dijo:

- Pedrito, tenemos que vender la vaca porque nos hace falta el dinero. Mañana
acércate al pueblo a ver si alguien nos la puede comprar.

Al día siguiente, Pedrito se levantó muy temprano y se llevó la vaca. Ya en el


pueblo, un comerciante le dijo:

- Si me vendes esa vaca, te doy estas habichuelas mágicas y con ellas podrás
hacer todo lo que quieras.

Pedrito pensó que le vendrían muy bien para dejar de hacerse pis en la cama, un
problema que le atormentaba desde hacía mucho tiempo y al que no le
encontraba solución. Así que vendió la vaca al comerciante y volvió a casa tan
contento.

Al ver que el niño había vendido la vaca por un puñado de habichuelas, su madre
se llevó un disgusto tan grande que arrojó las habichuelas por la ventaja.

Pedrito, muy triste, pensó que había hecho algo malo.

Al día siguiente, vio que había una enorme planta en el lugar donde su madre
había tirado las habichuelas.

Como era un niño muy curioso, trepó por la planta para ver lo que había en lo alto.
Trepando y trepando, llegó a un país lleno de riquezas y de tesoros, que estaba
custodiado por un ogro malvado.

En un descuido del ogro, Pedrito le cogió una gallina que ponía huevos de oro y
un cofre lleno de monedas.

Pedrito entendió así que con esfuerzo, podía conseguir lo que se propusiera, y
aquella noche no se hizo pis.

Gracias a la gallina y al cofre, Pedrito y su madre ya no eran tan pobres, y su


madre estaba muy contenta por Pedrito no mojar más la cama.
Un día la planta se secó y Pedrito no pudo subir más; él pensó que volvería a
mojar la cama, pero eso ya no ocurrió nunca más. Sus esfuerzos habían valido la
pena.

FIN

Platero y yo

Platero y yo, la obra cúlmen de Juan Ramón Jiménez, cumple su centenario. Esta
obra literaria es una de las más traducidas junto a El Quijote de Cervantes, y
aunque pueda parecer literatura infantil, también está enfocada a un público
adulto.

Por eso, Platero y yo es perfecto para que los padres lean junto a sus hijos y
disfruten en compañía de una de las mejores obras de la literatura española. En
Guiainfantil hemos recopilado tres fragmentos para conmemorar estos cien años.

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de
algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son
duros cual dos escarabajos de cristal negros.

Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas


apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente:
'¿Platero?', y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé
qué cascabeleo ideal.

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas moscateles,
todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel.

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por
dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas
callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se
quedan mirándolo (...)

Leo en un Diccionario: ASNOGRAFÍA, s.f.: Se dice, irónicamente, por descripción


del asno. ¡Pobre asno! ¡Tan bueno, tan noble, tan agudo como eres!

Irónicamente... ¿Por qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción
cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que es bueno debieran decirle
asno! ¡Si al asno que es malo debieran decirle hombre! Irónicamente... De ti, tan
intelectual, amigo del viejo y del niño, del arroyo y de la mariposa, del sol y del
perro, de la flor y de la luna, paciente y reflexivo, melancólico y amable, Marco
Aurelio de los prados.
Platero, que sin duda comprende, me mira fijamente con sus ojazos lucientes, de
una blanda dureza, en los que el sol brilla, pequeñito y chispeante en un breve y
convexo firmamento verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera que yo
le hago justicia, que yo soy mejor que esos hombres que escriben Diccionarios,
casi tan bueno como él!

Y he puesto al margen del libro: ASNOGRAFÍA, sentido figurado: Se debe decir,


con ironía, ¡claro está!, por descripción del hombre imbécil que escribe
Diccionarios (...)

Un momento, Platero, vengo a estar con tu muerte. No he vivido. Nada ha pasado.


Estás vivo y yo contigo... Vengo solo. Ya los niños y las niñas son hombres y
mujeres. La ruina acabó su obra sobre nosotros tres - ya tú sabes- , y sobre su
desierto estamos de pie, dueños de la mejor riqueza: la de nuestro corazón.

¡Mi corazón! Ojalá el corazón les bastara a ellos dos como a mí me basta. Ojalá
pensaran del mismo modo que yo pienso. Pero, no; mejor será que no piensen...
Así no tendrán en su memoria la tristeza de mis maldades, de mis cinismos, de
mis impertinencias.
¡Con qué alegría, qué bien te digo a ti estas cosas que nadie más que tú ha de
saber!... Ordenaré mis actos para que el presente sea toda la vida y les parezca el
recuerdo; para que el sereno porvenir les deje el pasado del tamaño de una violeta
y de su color, tranquilo en la sombra, y de su olor suave.

Tú, Platero, estás solo en el pasado. Pero ¿qué más te da el pasado a ti que vives
en lo eterno, que, como yo aquí, tienes en tu mano, grana como el corazón de
Dios perenne, el sol de cada aurora?

FIN

Aladino y la lámpara maravillosa

Aladino cuenta la historia de un pobre ladronzuelo que se enamora de la princesa


más guapa del lugar. Este cuento clásico está sacado de la obra 'Las mil y una
noches', una recopilación de cuentos tradicionales de Oriente Medio.

Esta historia fue recogida por Disney para hacer su propia versión de Aladdín, la
cual te mostramos en Guiainfantil para que puedas leerla junto a tus hijos y
descubrir que con esfuerzo y esperanza se puede conseguir todo en la vida.

Aladino es un joven muy humilde que, junto con su inseparable mono Abú, se
dedica a robar o engañar a la gente de Agrabah para poder sobrevivir, soñando
con ser algún día alguien importante.
Un día, Aladino se encuentra con Jasmín, la preciosa hija del Sultán, y se
enamora perdidamente de ella. El problema es que las leyes obligan a Jasmín a
casarse con un príncipe antes de su próximo cumpleaños.

Inesperadamente, la suerte de Aladino cambia cuando un hechicero llamado Jafar


le propone conseguir todas las riquezas que se pueda imaginar a cambio de que
él le consiga una vieja lámpara de las profundidades de la Cueva de las
Maravillas, donde reside un divertido genio.

Cuando Aladino le da la lámpara a Jafar él lo traiciona y hace que se quede


atrapado en la cueva, pero Abú le quita la lámpara a Jafar y consiguen sacar al
genio, que les ayuda a escapar de la peligrosa cueva. El genio le dice que puede
pedir 3 deseos por haber frotado la lámpara y Aladino utiliza su primer deseo para
convertirse en príncipe y poder casarse con Jasmín.

Aladino llega al palacio del Sultán con un gran desfile y pide la mano de la
princesa Jasmín. El Sultán acepta encantado, pero esto hace enojar a Jafar, ya
que él quería casarse con la princesa para poder convertirse en un poderoso
Sultán.

Entonces Jafar logra quitarle la lámpara a Aladino y utiliza su primer deseo para
convertirse en Sultán, pero como no logra que le obedezca pide al genia un
segundo deseo: convertirse en el más poderoso hechicero del mundo, logrando
asó que el Sultán le obedezca y acepte el casamiento entre Jafar y Jasmín.

Aladino no pierde la esperanza y pelea con Jafar para recuperar el amor de la


princesa. Pero a Jafar le queda aún un último deseo y pide al genio que le
convierta en el genio más poderoso para poder derrotar a Aladino. Lo que no
sabía es que al convertirse en genio deberá estar encerrado en una lámpara.

De esta forma, Aladino coge la lámpara con Jafar en su interior y la lanza muy
lejos para que nadie lo encuentre jamás. Y así es como Aladino y Jasmín logran
casarse y ser muy felices durante el resto de sus vidas.

FIN

La Bella y la Bestia

La Bella y la Bestia es un cuento tradicional que forma parte de la gran colección


de relatos infantiles europeos. Aunque existen varias versiones de la novela, la
más conocida es la del francés Villeneuve. La obra ha tenido tal éxito que hasta se
han hecho varias versiónes en el teatro y hasta en la gran pantalla gracias a la
factoría Disney.
En Guiainfantil te mostramos una versión corta de La Bella y la Bestia para que
puedas leerla junto a tus hijos durante el tiempo libre o antes de ir a la cama.

Hace muchísimo tiempo había una joven buena y hermosa, a quien las gentes del
lugar la llamaban Bella. Llamarla así no era sino una expresión de admiración por
la perfección física y espiritual de la muchacha.

El padre de la joven, un acaudalado comerciante, cayó, de la noche a la mañana,


en la miseria más triste. Así que padre e hija, habituados a la comodidad que
acarrean las riquezas, vieron cómo sus amigos de los buenos tiempos ahora se
iban alejando.

Un buen día en que el padre decidió hacer un viaje hacia una feria, pero
desgraciadamente se peridó en el bosque. La noche llegó y, con multitud de
sombras y ruidos persiguiéndole, encontró un enorme palacio.

Llamó a la puerta y, como nadie contestó, entró en el palacio, recorrió un montón


de pasillos lujosos, hasta llegar a una espléndida mesa que estaba servida y
comió cuanto pudo. Cuando sació su hambre, eligió un amplio y mullido lecho y se
echó a dormir.

Al día siguiente, al continuar el recorrido por el palacio, halló en el establo un


caballo perfectamente preparado. Montó en él y, abandonando la señorial
mansión, se alejó tranquilamente.

Apenas hubo avanzado un trecho, se encontró con un hermosísimo jardín,


poblado de exóticas y aromáticas flores. No pudiendo resistir la tentación de
recoger, se apeó del caballo y arrancó una linda flor para llevársela a la Bella, su
hija. Apenas arrancó la flor, el suelo comenzó a temblar y apareció una bestia
horripilante, diciendo:

- ¡Insensato! ¡Yo te proporciono el deleite de ver y palpar estas flores, y tú me las


robas! ¡Morirás!

El hombre repuso:

- Dueño de estos dominios: jamás creí hacer daño al coger una hermosa flor para
llevarla a mi desolada hija.

La Bestia contestó enfadada:

- ¡Yo soy la Bestia! Pero ya que tienes una hija, si ella quiere morir en tu lugar,
alégrate, estarás sano y salvo.
Bella, advertida por un hada buena, acudió al palacio y, a pesar de las súplicas de
su padre, insistió quedarse en él.

Pero, la Bestia, lejos de hacer pedazos a la joven dama, lo miró con bondad. De
modo que todo el palacio lo dispuso para ella. Sólo la eventual presencia del
monstruo turbaba su sosiego. Así, la primera vez que la Bestia entró a sus
habitaciones, creyó morir de terror. Pero, con el tiempo, fue acostumbrándose a su
desagradable compañía.

Bestia, comenzó a sentir algo hacia Bella, pero a ella no le convencía su forma de
ser. Con el paso de los días, Bestia cambió su forma de ser y de actuar. Bella veía
cada vez más que tenía una belleza interior insuperable y que detrás de esa fea
apariencia existía un enorme corazón.

Se conocieron más y más, y después de mucho tiempo, comenzaron a quererse.


Ambos terminaron declarándose su amor y, de inmediato, sucedió un milagro: la
Bestia se transformó en un apuesto príncipe. Y éste exclamó completamente feliz:

- ¡Bella, mi hermosa Bella! Yo era un príncipe condenado a vivir bajo la apariencia


de un monstruo, hasta que una joven hermosa consintiese en ser mi esposa.
Ahora que esto ha sucedido, pongo a tus pies, a la par de mi profundo amor, mis
riquezas.

En ese momento, la Bella le dio su mano y lo hizo ponerse de pie. Y mirándose


cariñosamente, ambos se estrecharon en un largo y fuerte abrazo. Y, como es de
suponer, se casaron y fueron muy felices.

FIN

Arturo y el mago Merlín

Érase una vez, en un reino llamado Britania, hace varios siglos nació el príncipe
Arturo, hijo del rey Uther. Su madre había muerto poco después del parto, por eso,
el rey entregó el bebé al fiel mago Merlín, con el fin que lo educara. Merlín decidió
llevar a Arturo al castillo de un caballero, que tenía un pequeño hijo llamado Kay.
Por la seguridad del príncipe, el mago ocultó la identidad de su protegido. Cada
día, el leal Merlín enseñaba al pequeño Arturo todas las ciencias y, con sus dotes
de gran mago, le explicaba los inventos del futuro y muchas fórmulas mágicas
más.

Pasaron los años y el rey Uther murió sin dejar descendencia conocida, así que
los caballeros fueron en busca de Merlín:
- Hemos de elegir al nuevo rey -dijeron. Y el mago, haciendo aparecer una espada
clavada a un yunque de hierro, les dijo:

- Esta es la espada Excalibur. Quien logre sacarla ¡será el rey!

Los caballeros probaron uno a uno pero, a pesar de todo su empeño, no lograron
moverla.

Arturo y Kay, que eran ya dos vigorosos mozos, iban a participar en un torneo de
la ciudad. Al acudir al evento, Arturo reparó que había olvidado la espada de Kay
en la posada. Corrió allí pero el local ya estaba cerrado. Arturo se desesperó. Sin
su espada, Kay estaría eliminado del torneo. Descubrió así la espada Excalibur.

Tiró de ella y un rayo de luz cayó sobre él, extrayéndola con toda facilidad. Kay vio
el sello de la Excalibur y se lo contó a su padre, quien ordenó a Arturo que la
devolviera y así volvió a clavarla en el yunque. Los nobles intentaron sacarla de
nuevo, pero fue inútil. Hasta que Arturo de nuevo tomó la empuñadura, volvió a
caer un rayo de luz, y la extrajo sin el menor esfuerzo. Todos admitieron que aquel
joven, sin título alguno, debía ser el rey de Britania; y desfilaron ante él, jurándole
fidelidad.

Merlín, feliz y humilde por su accionar, se retiró a su morada. Pero no pasó mucho
tiempo cuando un grupo de traidores se levantaron en armas contra el joven
monarca. Merlín intervino, confesando que Arturo era el único hijo del rey Uther;
pero los desleales siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados, gracias
al valor de Arturo y a la magia de Merlín. Para evitar que la traición se repitiera,
Arturo creó la gran mesa redonda, integrada por los caballeros leales al reino. Se
casó con la princesa Ginebra, viviendo años dé dicha y prosperidad.

La niña de los fósforos

La pequeña cerillera, también conocido como La pequeña cerillera o La pequeña


vendedora de fósforos es un cuento clásico para niños escrito por el poeta danés
Hans Christian Andersen.

La historia sucede en Navidad, y aunque de final triste, podemos extraer una


moraleja del cuento. Se trata de una lección de compasión sobre aquellas
personas que tienen menos suerte que nosotros.

¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la
noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle
una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de
su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron!
Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le
venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos
coches que venían a toda velocidad.

Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un


mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos. Y así la
pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente
amoratados por el frío.

En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En


todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín;
volvía a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla!

Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le
cubrían el cuello. En un ángulo que formaban dos casas - una más saliente que la
otra -, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo.

Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra
parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni
recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío
también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la
paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas.

Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si
se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los
dedos! Y sacó uno: '¡ritch!'. ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara,
cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.

Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro,
con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y
calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se
extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la
consumida cerilla en la mano.

Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta
transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una
habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y
fina porcelana.

Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo


mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo
con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita.
Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y
fría pared.
Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un
hermoscísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la
última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico
comerciante.

Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas


estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó
los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo.

Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las
rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento
una larga estela de fuego.

- Alguien se está muriendo - pensó la niña, pues su abuela, la única persona que
la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-:

- Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.

Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció
la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.

-¡Abuelita! - exclamó la pequeña -. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también


cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y
el árbol de Navidad.

Se apresuró a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su


abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la
abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas
las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia
las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la
mansión de Dios Nuestro Señor.

Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las


mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año
Viejo.

La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus
fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. '¡Quiso
calentarse!', dijo la gente.

Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en
compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.

FIN
EL ALMOHADÓN DE PLUMAS

(Cuentos de amor, de locura y de muerte, (1917)

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter


duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin
embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche
juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo
desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a
conocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha
especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de
amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido
la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura


del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una
otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el
más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de
desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la
casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había
concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la
casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se


arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde
pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado.
De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia
rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente
todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego
los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello,
sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció
desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole
calma y descanso absolutos.

—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—.
Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se
despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de
marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos,
pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces
prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia
dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.
Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La
alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su
mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en
su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al


principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos
desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del
respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato
abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la


alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

—¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de


largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas
la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la


alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que
se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente
cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban,
pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y
siguieron al comedor.

—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso


serio... poco hay que hacer...

—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre


la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero


que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su
enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que
únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre
al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos
encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía
mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el
almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se
arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media
voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En
el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de
la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya,
miró un rato extrañada el almohadón.

—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas


que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la


funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían
manchitas oscuras.

—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil


observación.

—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a


aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le
erizaban.

—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.

—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la


mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas
superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta,
llevándose las manos crispadas a los bandos: —sobre el fondo, entre las plumas,
moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola
viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado
sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla,
chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del
almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no
pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había
vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir


en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles
particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

El fiel Juan

Érase una vez un anciano Rey, se sintió enfermo y pensó: Sin duda es mi lecho de
muerte éste en el que yazgo. Y ordenó: "Que venga mi fiel Juan." Era éste su
criado favorito, y le llamaban así porque durante toda su vida había sido fiel a su
señor. Cuando estuvo al pie de la cama, díjole el Rey: "Mi fidelísimo Juan,
presiento que se acerca mi fin, y sólo hay una cosa que me atormenta: mi hijo. Es
muy joven todavía, y no siempre sabe gobernarse con tino. Si no me prometes
que lo instruirás en todo lo que necesita saber y velarás por él como un padre, no
podré cerrar los ojos tranquilo." - "Os prometo que nunca lo abandonaré," le
respondió el fiel Juan, "lo serviré con toda fidelidad, aunque haya de costarme la
vida." Dijo entonces el anciano Rey: "Así muero tranquilo y en paz." Y prosiguió:
"Cuando yo haya muerto enséñale todo el palacio, todos los aposentos, los
salones, los soterrados y los tesoros guardados en ellos. Pero guárdate de
mostrarle la última cámara de la galería larga, donde se halla el retrato de la
princesa del Tejado de Oro, pues si lo viera, se enamoraría perdidamente de ella,
perdería el sentido, y por su causa se expondría a grandes peligros; así que
guárdalo de ello." Y cuando el fiel Juan hubo renovado la promesa a su Rey,
enmudeció éste y, reclinando la cabeza en la almohada, murió.

Llevado ya a la sepultura el cuerpo del anciano Rey, el fiel Juan dio cuenta a su
joven señor de lo que prometiera a su padre en su lecho de muerte, y añadió: "Lo
cumpliré puntualmente y te guardaré fidelidad como se la guardé a él, aunque me
hubiera de costar la vida." Celebráronse las exequias, pasó el período de luto, y
entonces el fiel Juan dijo al Rey: "Es hora de que veas tu herencia; voy a mostrarte
el palacio de tu padre." Y lo acompañó por todo el palacio, arriba y abajo, y le hizo
ver todos los tesoros y los magníficos aposentos; sólo dejó de abrir el que
guardaba el peligroso retrato. Éste se hallaba colocado de tal modo que se veía
con sólo abrir la puerta, y era de una perfección tal que parecía vivir y respirar, y
que en el mundo entero no podía encontrarse nada más hermoso ni más delicado.
Pero al joven Rey no se le escapó que el fiel Juan pasaba muchas veces por
delante de esta puerta sin abrirla, y, al fin, le preguntó: "¿Por qué no la abres
nunca?" - "Es que en esta pieza hay algo que te causaría espanto," respondióle el
criado. Mas el Rey le replicó: "He visto todo el palacio y quiero también saber lo
que hay ahí dentro, y, dirigiéndose a la puerta, trató de forzarla." El fiel Juan lo
retuvo y le dijo: "Prometí a tu padre, antes de morir, que no verías lo que hay en
este cuarto; nos podría traer grandes desgracias, a ti y a mí." - "Al contrario,"
replicó el joven Rey. "Si no entro, mi perdición es segura. No descansaré ni de día
ni de noche hasta que lo haya contemplado con mis propios ojos. No me muevo
de aquí hasta que me abras esta puerta."

Entonces comprendió el fiel Juan que no había otro remedio, y con el corazón en
el puño y muchos suspiros sacó la llave del gran manojo. Cuando tuvo la puerta
abierta, entró el primero con intención de tapar el cuadro, para que el Rey no lo
viera. Pero, ¿de qué le sirvió? El Rey, poniéndose de puntillas, miró por encima de
su hombro, y al ver el retrato de la doncella, resplandeciente de oro y piedras
preciosas, cayó al suelo sin sentido. Levantólo el fiel Juan y lo llevó a su cama,
pensando. con gran angustia: "El mal está hecho. ¡Dios mío! ¿Qué pasará ahora?"
Y le dio vino para reanimarlo. Vuelto en sí el Rey, sus primeras palabras fueron:
"¡Ay!, ¿de quién es este retrato tan hermoso?" - "Es la princesa del Tejado de
Oro," respondióle el fiel criado. Y el Rey: "Es tan grande mi amor por ella, que si
todas las hojas de los árboles fuesen lenguas, no bastarían para expresarle. Mi
vida pondré en juego para alcanzarla, y tú, mi leal Juan, debes ayudarme a
conseguirlo."

El fiel criado estuvo cavilando largo tiempo sobre la manera de emprender el


negocio. pues sólo el llegar a presencia de la princesa era ya muy difícil.
Finalmente, se le ocurrió un medio, y dijo a su señor: "Todo lo que tiene a su
alrededor es de oro: mesas, sillas, fuentes, vasos, tazas y todo el ajuar de la casa.
En tu tesoro hay cinco toneladas de oro," manda que den una a los orfebres del
reino, y con ella fabriquen toda clase de vasos y utensilios, toda suerte de aves,
alimañas y animales fabulosos; esto le gustará; con ello nos pondremos en
camino, a probar fortuna." El Rey hizo venir a todos los orfebres del país, los
cuales trabajaron sin descanso hasta terminar aquellos preciosos objetos. Luego
fue cargado todo en un barco, y el fiel Juan y el Rey se vistieron de mercaderes
para no ser conocidos de nadie. Luego se hicieron a la mar, y navegaron hasta
arribar a la ciudad donde vivía la princesa del Tejado de Oro.
El fiel Juan pidió al Rey que permaneciese a bordo y aguardase su vuelta: "A lo
mejor vuelvo con la princesa," dijo. "Procurarás, pues, que todo esté bien
dispuesto y ordenado, los objetos de oro a la vista y el barco bien empavesado."
Se llenó el cinto de toda clase de objetos preciosos, desembarcó y encaminóse al
palacio real. Al entrar en el patio vio junto al pozo a una hermosa muchacha
ocupada en llenar de agua dos cubos de oro. Al volverse para llevarse el agua que
reflejaba los destellos del oro, vio al extranjero y le preguntó quién era.
Respondióle éste: "Soy un mercader,' y, abriendo su cinturón, le mostró lo que
contenía. "¡Oh, qué lindo!" exclamó ella, y, dejando los cubos en el suelo, se puso
a examinar las joyas una por una. Luego dijo: "Es necesario que la princesa lo
vea; le gustan tanto las cosas de oro, que, sin duda, os las comprará todas." Y,
cogiendo al hombre de la mano, condújolo al interior del palacio, pues era la
camarera principal. Cuando la hija del Rey vio aquellas maravillas, se puso muy
contenta y exclamó: "Está tan primorosamente trabajado, que te lo compro todo."
A lo que respondió el fiel Juan: "Yo no soy sino el criado de un rico mercader. No
es nada lo que traigo aquí en comparación de lo que mi amo tiene en el barco: lo
más bello y precioso que jamás se haya hecho en oro." Pidióle ella que se lo
llevaran a palacio, pero él contestó: "Hay tantísimas cosas, que precisarían
muchos días y más salas que vuestro palacio tiene." Estas palabras sólo sirvieron
para estimular la curiosidad de la princesa, la cual dijo al fin: "Acompáñame al
barco, quiero ir yo misma a ver los tesoros de tu amo."

El fiel Juan, muy contento, la condujo entonces al barco, y cuando el Rey la vio,
parecióle que su hermosura era todavía mayor que la del retrato, y el corazón
empezó a latirle con tal violencia que se lo sentía a punto de estallar. Subió la
princesa a bordo, y el Rey la acompañó al interior de la nave; pero el fiel Juan se
quedó junto al piloto y le dio orden de zarpar: "¡Despliega todas las velas, para
que el barco vuele más veloz que un pájaro!" Entretanto, el Rey mostraba a la
princesa la vajilla de oro, pieza por pieza: fuentes, vasos y tazas, así como las
aves y los animales silvestres y prodigiosos. Transcurrieron muchas horas así, y la
princesa, absorta y arrobada, no se dio cuenta de que el barco se había hecho a la
mar. Cuando ya lo hubo contemplado todo, dio las gracias al mercader y se
dispuso a regresar a palacio, pero al subir a cubierta vio que estaba muy lejos de
tierra y que el buque navegaba a toda vela: "¡Ay de mí!" exclamó. "¡Me han
traicionado, me han raptado! ¡Estoy en manos de un mercader! ¡Mil veces morir!"
Pero el Rey, tomándole la mano, le dijo: "Yo no soy un comerciante, sino un Rey, y
de nacimiento no menos ilustre que el tuyo. Si te he raptado con un ardid, ha sido
por el inmenso amor que te tengo. Es tan grande, que la primera vez que vi tu
retrato caí al suelo sin sentido." Estas palabras apaciguaron a la princesa, y como
ya sentía afecto por el Rey, aceptó de buen grado ser su esposa.

Ocurrió, empero, mientras se hallaban aún en alta mar, que el fiel Juan, sentado
en la proa del barco tocando un instrumento musical, vio en el aire tres cuervos
que llegaban volando. Dejó entonces de tocar y se puso a escuchar su
conversación, pues entendía su lenguaje. Dijo uno: "¡Fíjate! se lleva a su casa a la
princesa del Tejado de Oro." - "Sí," respondió el segundo. "Pero aún no es suya."
Y el tercero: "¿Cómo que no es suya? Si va con él en el barco." Volviendo a tomar
la palabra el primero, dijo: "¡Qué importa! En cuanto desembarquen se le acercará
al trote un caballo pardo, y él querrá montarlo; pero si lo hace, volarán ambos por
los aires, y nunca más volverá el Rey a ver a su princesa." Dijo el segundo: "¿Y no
hay ningún remedio?" - "Sí, lo hay: si otro se adelanta a montarlo y, con una
pistola que va en el arzón del animal, lo mata de un tiro. Sólo de ese modo puede
salvarse el Rey; pero, ¿quién va a saberlo? Y si alguien lo supiera y lo revelara,
quedaría convertido en piedra desde las puntas de los pies hasta las rodillas."
Habló entonces el segundo: "Todavía sé más. Aunque maten el caballo, tampoco
tendrá el Rey a su novia. Cuando entren juntos en palacio, encontrarán en una
bandeja una camisa de boda, que parecerá tejida de oro y plata, pero que en
realidad será de azufre y pez. Si el Rey se la pone, se consumirá y quemará hasta
la medula de los huesos." Preguntó el tercero: "¿Y no hay ningún remedio?" - "Sí,
lo hay," contestó el otro. "Si alguien coge la camisa con guantes y la arroja al
fuego, el Rey se salvará. ¡Pero eso de qué sirve! Si alguno lo sabe y lo dice al
Rey, quedará convertido en piedra desde las rodillas hasta el corazón." Intervino
entonces el tercero: "Pues yo sé más todavía. Aunque se queme la camisa,
tampoco el Rey tendrá a su novia. Cuando, terminada la boda, empiece la danza y
la joven reina salga a bailar, palidecerá de repente y caerá como muerta. Si no
acude nadie a levantarla enseguida y no le sorbe del pecho derecho tres gotas de
sangre y las vuelve a escupir inmediatamente, la reina morirá. Pero quien lo sepa
y lo diga quedará convertido en estatua de piedra, desde la punta de los pies a la
coronilla." Después de haber hablado así, los cuervos remontaron el vuelo, y el fiel
Juan, que lo había oído y comprendido todo, permaneció desde entonces triste y
taciturno; pues si callaba, haría desgraciado a su señor, y si hablaba, lo pagaría
con su propia vida. Finalmente, se dijo, para sus adentros: "Salvaré a mi señor,
aunque yo me pierda."

Al desembarcar sucedió lo que predijera el cuervo. Un magnífico alazán acercóse


al trote: "¡Ea!" exclamó el Rey. "Este caballo me llevará a palacio." Y se disponía a
montarlo cuando el fiel Juan, anticipándose, subióse en él de un salto y, sacando
la pistola del arzón, abatió al animal de un tiro. Los servidores del Rey, que tenían
ojeriza al fiel Juan, prorrumpieron en gritos: "¡Qué escándalo! ¡Matar a un animal
tan hermoso, que debía conducir al Rey a palacio!" Pero el monarca dijo: "Callaos
y dejadle hacer. Es mi fiel Juan. Él sabrá por qué lo hace." Al llegar al palacio y
entrar en la sala, puesta en una bandeja, apareció la camisa de boda,
resplandeciente como si fuese tejida de oro y plata. El joven Rey iba ya a cogerla,
pero el fiel Juan, apartándolo y cogiendo la prenda con manos enguantadas, la
arrojó rápidamente al fuego y estuvo vigilando hasta que la vio consumida. Los
demás servidores volvieron a desatarse en murmuraciones: "¡Fijaos, ahora ha
quemado la camisa de boda del Rey!" Pero éste dijo: "¡Quién sabe por qué lo
hace! Dejadlo, que es mi fiel Juan." Celebróse la boda, y empezó el baile. La novia
salió a bailar; el fiel Juan no la perdía de vista, mirándola a la cara. De repente
palideció y cayó al suelo como muerta. Juan se lanzó sobre ella, la cogió en
brazos y la llevó a una habitación; la depositó sobre una cama, y, arrodillándose,
sorbió de su pecho derecho tres gotas de sangre y las escupió seguidamente. Al
instante recobró la Reina el aliento y se repuso; pero el Rey, que había
presenciado la escena y desconocía los motivos que inducían al fiel Juan a obrar
de aquel modo, gritó lleno de cólera: "¡Encerradlo en un calabozo!" Al día
siguiente, el leal criado fue condenado a morir y conducido a la horca. Cuando ya
había subido la escalera, levantó la voz y dijo: "A todos los que han de morir se les
concede la gracia de hablar antes de ser ejecutados. ¿No se me concederá
también a mí este derecho?" - "Sí," dijo el Rey. "Te lo concedo." Entonces el fiel
Juan habló de esta manera: "He sido condenado injustamente, pues siempre te he
sido fiel." Y explicó el coloquio de los cuervos que había oído en alta mar y cómo
tuvo que hacer aquellas cosas para salvar a su señor. Entonces exclamó el Rey:
"¡Oh, mi fidelísimo Juan! ¡Gracia, gracia! ¡Bajadlo!" Pero al pronunciar la última
palabra, el leal criado había caído sin vida, convertido en estatua de piedra.

El Rey y la Reina se afligieron en su corazón. "¡Ay de mí!" se lamentaba el Rey.


"¡Qué mal he pagado su gran fidelidad!" Y, mandando levantar la estatua de
piedra, la hizo colocar en su alcoba, al lado de su lecho. Cada vez que la miraba,
no podía contener las lágrimas, y decía: "¡Ay, ojalá pudiese devolverte la vida, mi
fidelísimo Juan!" Transcurrió algún tiempo y la Reina dio a luz dos hijos gemelos,
que crecieron y eran la alegría de sus padres. Un día en que la Reina estaba en la
iglesia y los dos niños se habían quedado jugando con su padre, miró éste con
tristeza la estatua de piedra y suspiró: "¡Ay, mi fiel Juan, si pudiese devolverte la
vida!" Y he aquí que la estatua comenzó a hablar, diciendo: "Sí, puedes
devolverme a vida, si para ello sacrificas lo que más quieres." A lo que respondió
el Rey: "¡Por ti sacrificaría cuanto tengo en el mundo!" - "Siendo así," prosiguió la
piedra, "corta con tu propia mano la cabeza a tus hijos y úntame con su sangre.
¡Sólo de este modo volveré a vivir!" Tembló el Rey al oír que tenía que dar muerte
a sus queridos hijitos; pero al recordar la gran fidelidad de Juan, que había muerto
por él, desenvainó la espada y cortó la cabeza a los dos niños. Y en cuanto hubo
rociado la estatua con su sangre, animóse la piedra y el fiel Juan reapareció ante
él, vivo y sano, y dijo al Rey: "Tu abnegación no quedará sin recompensa," y,
cogiendo las cabezas de los niños, las aplicó debidamente sobre sus cuerpecitos y
untó las heridas con su sangre. En el acto quedaron los niños lozanos y llenos de
vida, saltando y jugando como si nada hubiese ocurrido. El Rey estaba lleno de
contento. Cuando oyó venir a la Reina, ocultó a Juan y a los niños en un gran
armario. Al entrar ella, díjole: "¿Has rezado en la iglesia?" - "Sí," respondió su
esposa, "pero constantemente estuve pensando en el fiel Juan, que sacrificó su
vida por nosotros." Dijo entonces el Rey: "Mi querida esposa, podemos devolverle
la vida, pero ello nos costará sacrificar a nuestros dos hijitos." Palideció la Reina y
sintió una terrible angustia en el corazón; sin embargo, dijo: "Se lo debemos, por
su grandísima lealtad." El rey, contento al ver que su esposa pensaba como él,
corrió al armario y, abriéndolo, hizo salir a sus dos hijos y a Juan, diciendo:
"¡Loado sea Dios; está salvado y hemos recuperado también a nuestros hijitos!" Y
le contó todo lo sucedido. Y desde entonces vivieron juntos y felices hasta la
muerte.

Un buen negocio

Un campesino llevó su vaca al mercado, donde la vendió por siete escudos.


Cuando regresaba a su casa hubo de pasar junto a una charca, y ya desde lejos
oyó croar las ranas: "¡cuak, cuak, cuak!."

- ¡Bah! -dijo para sus adentros-. Ésas no saben lo que se dicen. Siete son los que
he sacado, y no cuatro-. Al llegar al borde del agua, las increpó:

- ¡Bobas que sois! ¡Qué sabéis vosotras! Son siete y no cuatro.

Pero las ranas siguieron impertérritas: "cuak, cuak, cuak."

- Bueno, si no queréis creerlo los contaré delante de vuestras narices.

Y sacando el dinero del bolsillo, contó los siete escudos, a razón de veinticuatro
reales cada uno. Pero las ranas, sin prestar atención a su cálculo, seguían
croando: "cuak, cuak, cuak."

- ¡Caramba con los bichos! -gritó el campesino, amoscado-. Puesto que os


empeñáis en saberlo mejor que yo, contadlo vosotras mismas.
Y arrojó las monedas al agua, quedándose de pie en espera de que las hubiesen
contado y se las devolviesen. Pero las ranas seguían en sus trece, y duro con su
"cuak, cuak, cuak," sin devolver el dinero. Aguardó el hombre un buen rato, hasta
el anochecer; pero entonces ya no tuvo más remedio que marcharse. Púsose a
echar pestes contra las ranas, gritándoles:

- ¡Chapuzonas, cabezotas, estúpidas! ¡Podéis tener una gran boca para gritar y
ensordecernos, pero sois incapaces de contar siete escudos! ¿Os habéis creído
que aguardaré aquí hasta que hayáis terminado?

Y se marchó, mientras lo perseguía el "cuak, cuak, cuak" de las ranas, por lo que
el hombre llegó a su casa de un humor de perros.

Al cabo de algún tiempo compró otra vaca y la sacrificó, calculando que si vendía
bien la carne sacaría de ella lo bastante para resarcirse de la pérdida de la otra, y
aún le quedaría la piel. Al entrar en la ciudad con la carne, viose acosado por toda
una jauría de perros, al frente de los cuales iba un gran lebrel. Saltaba éste en
torno a la carne, olfateándola y ladrando: -¡Vau, vau, vau! -Y como se empeñaba
en no callar, díjole el labrador:

- Sí, ya te veo, bribón, gritas "vau vau" porque quieres que te dé un pedazo de
vaca. ¡Pues sí que haría yo buen negocio!

Pero el perro no replicaba sino "vau, vau, vau."

- ¿Me prometes no comértela y me respondes de tus compañeros?

- Vau, vau -repitió el perro.

- Bueno, puesto que te empeñas, te la dejaré; te conozco bien y sé a quién sirves.


Pero una cosa te digo: dentro de tres días quiero el dinero; de lo contrario, lo vas a
pasar mal. Me lo llevarás a casa.

Y, descargando la carne, se volvió, mientras los perros se lanzaban sobre ella,


ladrando: "vau, vau." Oyéndolos desde lejos, el campesino se dijo: "Todos quieren
su parte, pero el grande tendrá que responder."

Transcurridos los tres días, pensó el labrador: "Esta noche tendrás el dinero en el
bolsillo, y esta idea lo llenó de contento. Pero nadie se presentó a pagar. "¡Es que
no te puedes fiar de nadie!," se dijo, y, perdiendo la paciencia, fuese a la ciudad a
pedir al carnicero que le satisficiese la deuda. El carnicero se lo tomó a broma,
pero el campesino replicó:

- Nada de burlas, yo quiero mi dinero. ¿Acaso el perro no os trajo hace tres días
toda la vaca muerta?
Enojóse el carnicero y, echando mano de una escoba, lo despidió a escobazos.

- ¡Aguardad -gritóle el hombre-, todavía hay justicia en la tierra! -y, dirigiéndose al


palacio del Rey, solicitó audiencia.

Conducido a presencia del Rey, que estaba con su hija, preguntóle éste qué le
ocurría.

- ¡Ah! -exclamó el campesino-. Las ranas y los perros se quedaron con lo que era
mío, y ahora el carnicero me ha pagado a palos-, y explicó circunstanciadamente
lo ocurrido.

La princesa prorrumpió en una sonora carcajada, y el Rey le dijo:

- No puedo hacerte justicia en este caso, pero, en cambio, te daré a mi hija por
esposa. En toda su vida la vi reírse como ahora, y prometí casarla con quien fuese
capaz de hacerla reír. Puedes dar gracias a Dios de tu buena suerte!

- ¡Oh! -replicó el campesino-. No la quiero -, en casa tengo ya una mujer, y con


ella me sobra. Cada vez que llego a casa, me parece como si me saliese una de
cada esquina.

El Rey, colérico, chilló:

- ¡Eres un imbécil!

- ¡Ah, Señor Rey! -respondió el campesino-. ¡Qué podéis esperar de un asno, sino
coces!

- Aguarda -dijo el Rey-, te pagaré de otro modo. Márchate ahora y vuelve dentro
de tres días; te van a dar quinientos bien contados.

Al pasar el campesino la puerta, díjole el centinela:

- Hiciste reír a la princesa; seguramente te habrán pagado bien.

- Sí, eso creo -murmuró el rústico-. Me darán quinientos.

- Oye -inquirió el soldado-, podrías darme unos cuantos. ¿Qué harás con tanto
dinero?

- Por ser tú, te cederé doscientos -dijo el campesino-. Preséntate al Rey dentro de
tres días y te los pagarán.

Un judío, que se hallaba cerca y había oído la conversación, corrió tras el labrador
y le dijo, tirándole de la chaqueta:
- ¡Maravilla de Dios, vos sí que nacisteis con buena estrella! os cambiaré el dinero
en moneda de vellón. ¿Qué haríais vos con los escudos en pieza?

- Trujamán -contestó el campesino-, puedes quedarte con trescientos.


Cámbiamelos ahora mismo, y dentro tres días, el Rey te los pagará.

El judío, contento del negociete, diole la cantidad en moneda de cobre, ganándose


uno por cada tres. Al expirar el plazo, el campesino, obediente a la orden recibida,
se presentó ante el Rey.

- Quitadle la chaqueta -mandó éste-, va a recibir los quinientos prometidos.

- ¡Oh! -dijo el hombre-, ya no son míos: doscientos los regalé al centinela, y los
trescientos restantes me los cambió un judío, así que no me toca ya nada.

Presentáronse entonces el soldado y el judío a reclamar lo que les ofreciera el


campesino, y recibieron en las espaldas los azotes correspondientes. El soldado
los sufrió con paciencia; ya los había probado en otras ocasiones. Pero el judío
todo era exclamarse:

- ¡Ay! ¿Esto son los escudos?

El Rey no pudo por menos de reírse del campesino y, calmado su enojo, le dijo:

- Puesto que te has quedado sin recompensa, te daré una compensación. Ve a la


cámara del tesoro y llévate todo el dinero que quieras.

El hombre no se lo hizo repetir y se llenó los bolsillos a reventar; luego entró en la


posada y se puso a contar el dinero. El judío, que lo había seguido, oyólo que
refunfuñaba:

- Este pícaro de Rey me ha jugado una mala pasada; ¿No podía darme él mismo
el dinero, y ahora sabría yo cuánto tengo? En cambio, ahora, ¿quién me dice que
lo que he cogido, a mi talante, es lo que me tocaba?

"¡Dios nos ampare! -dijo para sus adentros el judío-. ¡Este hombre murmura de
nuestro Rey! Voy a denunciarlo; de este modo me darán una recompensa y
encima lo castigarán."

Al enterarse el Rey de los improperios del campesino, montó en cólera y mandó al


judío que fuese en su busca y se presentase con él en palacio. Corrió el judío en
busca del labrador:

- Debéis comparecer inmediatamente ante el Rey -le dijo-; así, tal como estáis.
- Yo sé mejor lo que debo hacer -respondió el campesino-. Antes tengo que
encargarme una casaca nueva. ¿Crees que un hombre con tanto dinero en los
bolsillos puede ir hecho un desharrapado?

El judío, al ver que no lograría arrastrar al otro sin una chaqueta nueva y temiendo
que al Rey se le pasara el enfado y, con él, se esfumara su premio y el castigo del
otro, dijo:

- Os prestaré por unas horas una hermosa casaca; y conste que lo hago por pura
amistad. ¡Qué no hace un hombre por amor!

Avínose el labrador y, poniéndose la casaca del judío, fuese con él a palacio.


Reprochóle el Rey los denuestos que, según el judío, le había dirigido.

- ¡Ay! -exclamó el campesino-. Lo que dice un judío es mentira segura. ¿Cuándo


se les ha oído pronunciar una palabra verdadera? ¡Este individuo sería capaz de
sostener que la casaca que llevo es suya!

- ¿Cómo? -replicó el judío-. ¡Claro que lo es! ¿No acabo de prestárosla por pura
amistad, para que pudierais presentaros dignamente ante el Señor Rey?

Al oírlo el Rey, dijo:

- Fuerza es que el judío engañe a uno de los dos: al labrador o a mí.

Y mandó darle otra azotaina en las costillas, mientras el campesino se marchaba


con la buena casaca y el dinero en los bolsillos, diciendo:

- Esta vez he acertado.

La liebre y la tortuga

Había una vez una liebre muy pero muy vanidosa; corría veloz como el viento, y
estaba tan segura de ser el animal más rápido del bosque, que no paraba de
presumir ante todo aquel que se encontraba en su camino. Pero sin duda quien
más sufría la vanidad de la liebre era la pobre tortuga: cada vez que se
encontraban por el bosque, la liebre se burlaba cruelmente de su lentitud.

-¡Cuidado tortuga, no corras tanto que te harás daño! Le decía entre carcajadas.

La apuesta

Pero llegó un día en que la tortuga, cansada de las constantes burlas de la liebre,
tuvo una idea:
-Liebre -le dijo- ¿corremos una carrera? Apuesto a que puedo ganarte.

-¿Tú ganarme a mí?- le respondió la liebre asombrada y divertida.

-Sí, como lo oyes. Vamos a hacer una apuesta y veremos quien gana- dijo la
liebre.

La liebre, presumida, aceptó la apuesta sin dudarlo. Estaba segura de que le


ganaría sin ni siquiera esforzarse a esa tortuga lenta como un caracol.

El día de la carrera

Llegó el día pactado, y todos los animales del bosque se reunieron para ver la
carrera. El sabio búho fue el encargado de dar la señal de partida, y enseguida la
liebre salió corriendo dejando muy atrás a la tortuga, envuelta en una nube de
polvo. Pero sin importarle la enorme ventaja que la liebre le había sacado en
pocos segundos, la tortuga se puso en marcha y pasito a pasito, a su ritmo, fue
recorriendo el camino trazado.

Fábula de la liebre y la tortuga

Mientras tanto la liebre, muy confiada en sí misma y tan presumida como siempre,
pensó que con toda la ventaja que había sacado podía tranquilamente echarse a
descansar un ratito. Se detuvo debajo de un árbol y se recostó a su sombra, y allí
se quedó dormida. La tortuga, lentamente pero sin descanso, siguió caminando
paso tras paso.

No se sabe cuánto tiempo durmió la liebre, pero cuando se despertó, casi se


queda muda de la sorpresa al ver que la tortuga la había pasado y se encontraba
a pocos pasos de la meta. La liebre se levantó de un salto y salió corriendo lo más
rápido que pudo, pero era tarde: ¡la tortuga ganó la carrera!.

Cuento la liebre y la tortuga

Ese día la liebre aprendió una importante lección: jamás hay que burlarse de los
demás ni creer que somos mejores solo porque hacemos muy bien algo. Y
también aprendió que la vanidad nos conduce a dar por seguros éxitos que
todavía no hemos alcanzado.
Cuento «La cigarra y la hormiga»

El feliz verano

La cigarra y la hormiga

Era verano, y la cigarra era un bicho de lo más feliz: disfrutaba del sol que brillaba
alto en el cielo, de las flores que perfumaban el aire, del calorcito sobre su cara…
la cigarra no hacía más que cantar todo el día, tan contenta estaba. Se pasaba el
día sobre una roca o sobre una rama, cantando a los cuatro vientos, sin
preocuparse de nada más que de disfrutar del sol que calentaba su cuerpo.

En cambio su vecina y amiga, la hormiga, trabajaba de sol a sol. La cigarra la veía


pasar cientos de veces, cargando alimentos que recogía en el prado y llevándolos
hasta su hogar. A la cigarra le parecía que su amiga no sabía disfrutar de la vida:

-¡Amiga mía! ¿No te cansas de tanto trabajar? Relájate un rato, ven conmigo a
cantar y disfrutar del sol- le decía la cigarra a la hormiga.

-¡El verano terminará y con él también se acabarán los alimentos! En lugar de


holgazanear todo el día sobre una rama tendrías que recoger provisiones para el
invierno- le respondía la hormiga, sin dejar de transportar semillas y hojas.

Cuento la cigarra y la hormiga

La cigarra se reía de esta amiga tan seria, y seguía cantando sin hacerle caso. ¡Ya
habría tiempo para pensar en el invierno!

Llega el invierno

Pero los días pasaron, y una mañana al despertarse, la cigarra sintió frío y vio a su
alrededor que el invierno había llegado. Los árboles ya no tenían hojas, y la tierra
estaba cubierta de nieve. La cigarra comenzó a vagar, muerta de hambre, tratando
de encontrar algún alimento. Temblaba de frío, y no se veía ni una sola hojita
verde, ni una sola semilla en todo el campo.

Cansada y hambrienta, vio la casa de su vecina la hormiga y se acercó para


pedirle ayuda.

-Querida amiga hormiga, ¿me darías algo de comer? Tengo frío y hambre, y en el
campo ya no queda nada de comida. Tú tienes mucha, te he visto recogerla
durante todo el verano. Además tu casa es cálida y cómoda, y yo no tengo donde
vivir.

La hormiga la miró con pena y le respondió:


-Y tú, amiga cigarra, mientras yo trabajaba de sol a sol, ¿qué hacías? ¿Qué
hacías mientras yo cargaba semillas y preparaba mi casa?

-Yo… yo cantaba bajo el sol- le respondió la cigarra.

-¿Cantabas bajo el sol? Pues entonces, si en el verano cantabas, ahora durante el


invierno te tocará bailar.

Y diciendo esto, cerró la puerta en la cara de la cigarra, que no tuvo más remedio
que aprender la lección.

Cuento infantil Garbancito

Había una vez un niño muy listo y simpático al que todos llamaban Garbancito. ¿Y
sabéis por qué? ¡Pues porque no era más grande que un garbanzo! Era un niño
sano, fuerte y feliz, solo que muy pero muy pequeñito.

Sus padres le tenían mucha confianza, porque sabían que era un chico muy
responsable. Y como a Garbancito le encantaba ayudar en todo lo que podía, de
vez en cuando le dejaban ir al pueblo a hacer algún recado.

El niño era feliz cuando podía andar dando vueltas por ahí. Y como era muy listo,
para evitar que la gente lo pisara sin darse cuenta, iba siempre cantando una
canción:

¡Pachín, pachín, pachín!

¡Mucho cuidado con lo que hacéis!

¡Pachín, pachín, pachín!

¡A Garbancito no piséis!

Todos en el pueblo le conocían, y al escuchar la canción se apartaban para abrirle


camino.

Un día, su padre comentó en casa que iría a recoger coles al campo, porque ya
estaban en su punto. Su esposa le sugirió que tratara de llenar un saco, para
después poder venderlas en el pueblo. Garbancito escuchó la conversación, y ni
lento ni perezoso, se subió a la mesa para que pudieran verle bien y suplicó:

–¡Papá por favor llévame contigo para ayudarte!

El padre estuvo de acuerdo, y juntos fueron hacia el establo para ensillar el


caballo. Garbancito pidió a su padre que lo subiera en su mano y lo dejara junto a
la oreja del animal, para poder ir guiándole por el camino. Así, el pequeñín y su
padre tomaron el camino. Garbancito iba feliz; iba dando órdenes al caballo y el
animal, obediente, seguía sus indicaciones. Por fin llegaron a la plantación de
coles.

–Garbancito, voy a recoger todas las coles que pueda en este saco. Tú mientras
tanto puedes jugar por ahí, pero no te alejes mucho.

–¡Tranquilo papá! Tendré mucho cuidado.

El día estaba soleado, el campo estaba lleno de flores y las mariposas


revoloteaban sobre su cabeza… ¡qué felicidad tenía el niño! Tan contento estaba,
que se puso a corretear por la hierba en busca de cosas interesantes: un bichito
debajo de una piedra, una flor grande por donde trepar… iba dando brincos
saltando de flor en flor, pero en uno de esos saltos calculó mal y cayó dentro de
una col.

A pesar de que la planta era blanda, se dio un buen golpe, y lanzó un quejido. Muy
cerca de allí había un buey pastando, que sintió un ruido y vio una col moverse;
esto le llamó la atención, se acercó hasta la planta y se la comió de un solo
bocado. El pobre Garbancito no tuvo tiempo de reaccionar, ¡y terminó en la panza
del buey!

Su padre no se había dado cuenta de nada, y cuando llenó el saco comenzó a


llamar a su hijo. Pero por mucho que llamó y buscó, el niño no aparecía por
ninguna parte. Desesperado, montó a caballo y salió a todo galope hacia la casa,
dejando el saco de coles olvidado en el campo. Entre lágrimas le contó a su mujer
lo sucedido, y juntos salieron a buscar al pequeño. Recorrieron el campo durante
horas, llamando a Garbancito con toda la voz que tenían, pero no lograban
encontrarlo. Estaban a punto de regresar a casa, convencidos de que nunca
volverían a ver a su hijo, cuando pasaron cerca de un buey que estaba mascando
pasto plácidamente. Desde su interior, les pareció oír una vocecita que decía:

– ¡Aquí! ¡Padres, estoy aquí!

Frenaron en seco, preguntándose el uno al otro: «¿lo has oído tú también?»

Garbancito continuó gritando tan fuerte como fue capaz.

– ¡Estoy en la panza del buey que se mueve, donde ni nieva ni llueve!

La madre del pequeño tuvo una idea: se agachó y arrancó un manojo de hierba de
la tierra, lo acercó a la nariz del buey y comenzó a hacerle cosquillas; el animal
estornudó con tanta fuerza, ¡que lanzó por la boca a Garbancito!
¡Qué gran alivio sintieron todos! El padre y la madre no paraban de besar a
Garbancito que, feliz de estar a salvo y de nuevo con sus padres, los dejaba
hacer.

Los tres juntos cogieron el saco de coles, montaron en el caballo y volvieron a


casa cantando:

¡Pachín, pachín, pachín!

¡Mucho cuidado con lo que hacéis!

¡Pachín, pachín, pachín!

¡A Garbancito no piséis!

40 FABULAS
LOS PERROS

Un perro que llevaba toda la vida junto a su amo se encontró con un perro
abandonado.

- Oye, - dijo el primero -, debes sentirte muy solo y temeroso, ¿quieres ser mi
amigo?

En estas, que el perro abandonado huyó corriendo.

Moraleja: No debemos juzgar a los demás según nuestro punto de vista, hay que
intentar ponerse en la situación del otro para entender su comportamiento.

LA BALLENA AZUL Y LA FOCA

Una ballena azul llevaba comidas unas 3 toneladas de crustáceos en un día,


cuando una foca se le acercó y le dijo:

- Oye, deja algo para los demás.

- Yo como lo que necesito - replicó la ballena -.

Moraleja: No midas a todos por igual.


EL COCODRILO EN LA CHARCA

Estaba un enorme cocodrilo en una charca echando la siesta cuando de repente


se movió una rama.

- ¡Qué susto, madre mía! - exclamó el cocodrilo.

Moraleja: Todos tenemos nuestros miedos, aunque haya quien lo disimule mejor.

EL PERRO EN EL PAJAR

Un perro, que se encontraba en el interior de un pajar, gruñía y ladraba a los


bueyes que tan solo pretendían comerse la paja que había sido puesta allí para
ellos.

- ¡Que perro tan egoísta! - exclamó uno de los bueyes -. ¡Ni se come la paja, ni la
deja comer!.

Moraleja: Si quieres que sean justos contigo, primero debes serlo con los demás,
dejando de lado egoísmos infantiles.

LA PALOMA Y EL PERRO

Se acercó una paloma a beber agua de un charco. Un perro, que observaba la


escena tranquilamente desde la puerta de su casa, exclamó:

- ¡Puaj, qué asco!, no sé cómo puedes beber un agua tan sucia. A mí me la dan
directamente del grifo.

- Pues a mí nadie me da nada - contestó la paloma -, así que tengo que buscarme
la vida.

Moraleja: Valora todo lo que das por hecho, pues nunca se sabe si lo tendrás para
siempre.

EL ÁGUILA Y EL CONEJO

Un águila que estaba volando se lanzó de repente hacia el suelo, creyendo haber
visto un conejo. Pero una vez allí, se dio cuenta de que en realidad se trataba de
un lobo, y tuvo que huir con dificultad y presa del pánico antes de ser cazada.

Moraleja: ¡Revisa tu vista de vez en cuando!

EL PERRO Y SU DUEÑO

Un perro, que esperaba pacientemente a que su dueño acabase de cenar, salió


disparado hacia la cocina en cuanto este se levantó.
- ¡Siempre estás igual! - dijo el dueño -. Ya sabes que no te voy a dar nada.

El perro, sin dejar de mover la cola, replicó:

- Eso dices siempre, sí, pero no siempre lo has cumplido.

Moraleja: Si das esperanzas sin querer, luego no te quejes si te molestan.

EL SALMÓN Y EL OSO

Un salmón subía por el río cuando se topó con un oso que iba cazando a otros
salmones.

- Señor Oso - dijo el salmón -. Yo no soy como los otros salmones. Yo sólo subo el
río porque me he dejado las llaves de casa. En cuanto las coja volveré a bajar
hacia el mar. ¿Verdad que me dejará pasar sin problemas?

- Claro - dijo el oso -. Yo también me he dejado las llaves alguna vez y sé lo


molesto que es. Pasa, que no te haré nada.

Y el salmón pasó. Y el oso se lo comió.

Moraleja: No trates a los demás como si fueran tontos, o te encontrarás con más
de una sorpresa desagradable.

LA PALOMA

Un pozo pintado vio una paloma sedienta:

Tiróse a él tan violenta, que contra la tabla dio.

Del golpe, al suelo cayó, y allí muere de contado.

De su apetito guiado, por no consultar al juicio,

así vuela al precipicio el hombre desenfrenado.

Moraleja: Piensa antes de actuar, porque si te guías sólo por tus instintos, mal
acabarás.

LA URRACA

Una urraca se posó en el alféizar de la ventana de una casa. El dueño, allí


presente, le dijo:

- Fuera de aquí, ya sabemos que te gustan los anillos y las joyas, pero yo no tengo
nada para ti.
Moraleja: Cuidado con la fama que cultivas de ti, pues luego te perseguirá.

EL LOBO Y EL PERRO

Una vez un lobo se topó con un enorme perro que se encontraba atado a un
poste.

Oye perro - le dijo -. ¿Quién es el que te tiene sujeto y a la vez tan bien
alimentado?

- Mi amo - respondió el can -.

- ¡Dios nos libre a los lobos de caer en esa trampa! Prefiero mil veces morir de
hambre a tener que cargar con un collar tan pesado.

Moraleja: La libertad acarrea incertidumbre, pero a la vez es gratificante.

LA SEÑORA Y LA GOLONDRINA

Una señora que estaba en casa llamó a su hija y le dijo:

- ¿Ves?. Aquella golondrina está volando bajo. Eso significa que va a haber
tormenta.

La golondrina, que escuchó lo que de ella se dijo, se acercó.

- Oiga señora, yo solo voy a mi casa, que me espera mi marido. Si quiere saber el
tiempo que va a hacer, ponga las noticias.

Moraleja: Si bien la sabiduría popular es fuente de conocimiento, no podemos


creernos todo lo que se dice.

EL PECECILLO INCAUTO

Un pececillo esperaba tranquilamente a que su madre le diese de comer. De


repente, se acercó un atún y se lo zampó.

Moraleja: No puedes pretender que tus padres te lo solucionen todo eternamente.

LA POLILLA EN EL ARMARIO

Una polilla se encontraba en un armario comiendo un poco de ropa para almorzar.


De repente el dueño de la casa allá que fue a buscar una chaqueta, y se topó con
la invitada.

- ¡Fuera de aquí! - gritó enojado. ¡Eso no se come, es para abrigarme!

- La polilla salió volando esquivando un manotazo, y tras salvar su vida espetó:


- Eso es solo tu opinión, a mí no me sirve de abrigo, más sí de alimento.

Moraleja: No todo el mundo tiene las mismas necesidades, ni valora lo mismo de


igual forma.

EL PESCADOR

Un pobre pescador, volviendo al puerto,

sacó de la red un muerto.

Sin mirar si era fiel o si era moro,

sepultura le dio, y halló un tesoro.

Premio de su virtud sencilla y pura,

la caridad le trajo la ventura.

Moraleja: Haz el bien, y no mires a quién.

LA SERPIENTE, EL PERRO Y EL BUITRE

Una serpiente se encontraba jugando con un perro en el monte. En estas que el


perro se sentó y dijo:

- Oye, serpiente, se supone que tú y yo no podemos jugar, me podrías picar.

- Tienes razón - replicó la serpiente - de hecho tú podrías haberme mordido.

Un buitre, que miraba atento a unos metros, oyó la conversación, y no pudo


reprimirse:

- Oíd, vosotros dos, si hasta ahora no ha pasado nada, seguid jugando que no va
a pasar nada.

Moraleja: Decide por ti mismo, no según lo que digan los otros, especialmente si
tienen algún interés oculto.

LOS DOS CALVOS

Un calvo que caminaba por la calle se encontró un peine en el suelo. En estas que
pasaba por allí otro calvo, que sin apreciar muy bien el descubrimiento, dijo:

- Oye tú, reparte tu hallazgo.


Tras comprobar que se trataba de un peine, añadió:

- ¡Está visto que los dioses han querido hacernos un regalo, pero nuestra mala
suerte ha determinado que fuese carbón, en vez de un tesoro!

Moraleja: La vida reparte una de cal, y otra de arena.

EL MAR

- Mar, ¿qué hiciste de tu calma

y tu suave agitación?

- Tanto me azotan los vientos,

que he sentido exaltación.

- Pues los fuertes no debieran

perder nunca la razón.

Moraleja: Cuanto más poderoso, más clemente.

EL VIENTO Y LA MAR

El viento, con furor, la mar batía

celoso de su calma; ella le dijo:

- En vano te embraveces,

pues tus iras me levantan -.

Moraleja: Las acciones que son producto de la envidia, más que degradar
alientan; más que despreciar dan gloria y fuerza al que las recibe.

EL TORDO

Un tordo se encontraba picoteando en el maíz y, de lo bueno que estaba, que no


veía el momento de marchar.

Un cazador avispado se fijó en que el tordo siempre volvía al mismo lugar, así que
esperó su momento y lo capturó.

El tordo, antes de morir, aún tuvo tiempo de pensar:

- ¡Qué avaricioso!, ¡por el placer de comer he perdido la vida!

Moraleja: El placer, con moderación.


LAS LOMBRICES

Dos lombrices de tierra se encontraban discutiendo:

- Pues hoy te tocaba a ti ir a buscar comida, yo me he quedado resguardando la


casa.

- Sí claro, ya van dos días seguidos que te quedas en casa sin hacer nada.

- Mentira, ayer era nuestro día de descanso, si tú no lo quisiste aprovechar no es


mi problema...

En estas que vino un mirlo y se comió a una de ellas.

La otra, en estado de shock, pensó:

- ¿Y ahora, con quién voy a discutir?

Moraleja: La vida es demasiado corta como para estar siempre discutiendo.

EL CONEJO PERPLEJO

Un conejo que se encontraba en el bosque comiendo una zanahoria, observó que


se hacía como de noche antes de lo normal. Pensó que sería una tormenta, así
que fue a resguardarse a su madriguera.

Tras un par de horas, viendo que no llovía, salió y preguntó a un topo:

- Oye topo, he notado que se ponía el cielo oscuro pero no ha llovido, ¿sabes qué
está pasando?

- Sí - respondió este -, me lo contó un buscador de setas el otro día. Se ve que la


contaminación de la ciudad está empezando a llegar hasta aquí.

Moraleja: Cuidemos el medio ambiente.

EL GRILLO Y LA SERPIENTE

Un grillo, que no paraba de cantar, fue increpado por una serpiente:

- Oye tú, deja de hacer ruido.

- No es ruido, es música - replicó el grillo -.

La serpiente, visiblemente molesta, sentenció:

- Está visto que la naturaleza, ni te dio voz ni te dio oído.


Moraleja: Tener un buen concepto de uno mismo es una virtud, pero no hay que
sobreestimar nuestras capacidades.

LA GALLINA Y EL RATÓN

Una gallina que estaba poniendo un huevo fue interrumpida por un ratón que
pasaba por allí.

- Oye gallina, y si sólo tienes un agujero allá abajo, ¿cómo sabes si lo que sacas
es caquita o es un huevo?

- Y tú, ratón - contestó la gallina-, si no tienes pico sino boca, ¿cómo sabes si lo
que dices tiene sentido o es una tontería?

Moraleja: Lo que para unos es muy fácil de entender, para otros es


incomprensible, y también pasa al contrario.

GRATITUD

Un buen día Nasrudin se encontraba trabajando en su granja, cuando se le clavó


una espina en el pie. Aún gritando de dolor, exclamó:

- ¡Gracias a Dios, gracias!, y remató:

- ¡Es una suerte que hoy no llevara puestos mis zapatos nuevos!

Moraleja: Todo depende de cómo lo mires.

EL ALCE, EL ÁRBOL Y LA ROCA

Estaba un alce afilando sus astas contra un árbol, cuando el árbol empezó a
quejarse:

- Maldito alce, ¿por qué no te aprietas contra la roca?. Me estás haciendo daño y
no puedo huir a ninguna parte. La roca por lo menos está muerta.

En estas que la roca alzó la voz:

- Árbol loco, no envíes tus males a los demás y resuelve tus problemas
directamente con el alce. A mí tampoco me haría ninguna gracia que viniese a
frotarse conmigo, y sí, quizá yo no sea un ser vivo, pero llevo aquí más años que
todos vosotros juntos así que respetadme a mí también.

Moraleja: La naturaleza es un bien que hay que preservar, todo está ahí por algo.
LOS CARACOLES

Un joven se encontraba braseando unos caracoles. Al oír cómo crepitaban,


exclamó:

- Menudos bichejos, tienen sus hogares en llamas ¡y todavía cantan!

Moraleja: Hacer burla mientras infringes dolor, es daño doble.

EL MILANO Y LA GAVIOTA

Una vez una gaviota dio caza a un pez enorme que no le cabía entero en el pico.
Al intentárselo comer, murió ahogada tristemente. Un milano que observó la
escena al completo, sentenció:

- Lo tienes bien merecido, por comer aquello que no puedes.

Moraleja: No sobreestimes tus capacidades.

EL CUERVO Y LA ZORRA

Una zorra se encontraba mordisqueando un queso que había encontrado en el


camino. De pronto, un cuervo se abalanzó sobre la apetitosa vianda y se la llevó.
La zorra, entristecida, vio como el cuervo se disponía a comerse su desayuno
desde lo alto de la rama de un árbol, sin que aparentemente pudiese evitarlo. Tras
pensar un momento, se dirigió al cuervo y le dijo:

- Qué bonito cuervo, ¿nadie te ha dicho lo precioso que eres?. Seguro que
además de hermoso tienes una bonita voz. ¿No podrías deleitarme con tu canto?.
Venga va, por favor, déjame oír como lo haces.

El cuervo, obnubilado por tantos elogios, se sintió como un rey por un momento, y
dispuesto a satisfacer a la zorra, abrió el pico para cantar, cayéndosele así el
queso al suelo. La zorra, loca de contenta por ver que su plan había funcionado,
recogió el queso y por fin se lo comió.

Moraleja: Que los elogios no te hagan perder el mundo de vista.

LAS RANAS, EL MURCIÉLAGO Y LA MOSCA

Dos ranas se encontraban en una charca, cerca de una cueva. En estas que vino
un murciélago y se posó en un árbol.

- Buenas tardes - dijo el murciélago.


- ¿Nos hablas a nosotras? - contestó una de las ranas -. ¿Has visto? - prosiguió
hablándole a su compañera - ese bicho feo medio ciego se atreve a dirigirnos la
palabra.

De repente una mosca echó a volar y las ranas intentaron capturarla con sus
lenguas, pero se les escapó. El murciélago echó a volar y la atrapó fácilmente.

Moraleja: No desprecies a los demás por su aspecto o por no tener todas sus
capacidades intactas. En otros aspectos puede que sean mejores que tú.

EL CAMELLO Y LA FOCA

Un camello se encontró con una foca en un oasis, y se saludaron. Al cabo del rato,
el camello empezó a pensar...¿pero qué hace una foca en el desierto?, y le
preguntó:

- Oye foca, este no es tu sitio, ¿no crees?

- ¿Y por que no? - respondió la foca -. Yo vivo donde quiero.

Moraleja: Busca tu sitio en el mundo según tus necesidades, no según tus


caprichos.

LA FUENTE MANSA

Mira esa fuente plácida, Florencio,

que fluye sin rumor, y baña el prado.

Moraleja: Con su ejemplo enseñado,

haz al prójimo bien, y hazlo en silencio.

LOS DOS CONEJOS

Dos conejos se encontraban jugando y saltando cerca de su madriguera, cuando


de repente se oyó un disparo a lo lejos.

- Vienen a por mí - dijo uno de ellos -.

- ¿A por ti?. No, ¡vienen a por mí!

Y salieron corriendo.

Moraleja: No te des tanta importancia, no eres el centro del universo.


LA OSTRA Y LOS LITIGANTES

Dos hombres que paseaban por la playa se encontraron con una ostra que las
olas del mar habían traído hasta allí. Al ir a por ella, se enzarzaron en una
discusión.

- Yo la vi primero - dijo uno -.

- ¡No, la vi yo! - replicó el otro -.

En estas que un tercer hombre que pasaba por allí se ofreció a hacer de juez para
dilucidar el entuerto. Ambos acordaron que harían lo que el juez dictase.

Así pues, y con la potestad de jurista recién adquirida, el tercer hombre se comió
la ostra y dictaminó que cada uno de los hombres se quedase con una de las
conchas.

Moraleja: Visto lo que cuesta un juicio, más vale ponerse de acuerdo antes de
llegar a él.

EL LINAJUDO Y EL CIEGO

A un ciego le decía un linajudo:

Todos mis ascendientes héroes fueron.

Y respondiole el ciego: No lo dudo:

yo sin vista nací; mis padres vieron.

Moraleja: La vanidad juega malas pasadas; no presumas de los logros de otros,


pues corres el riesgo de quedar en ridículo.

EL LEÓN MARINO Y EL PINGÜINO

Estaba un león marino en el polo norte estirado tranquilamente en un trozo de


hielo, cuando de repente un pingüino se sentó a su lado.

- ¿Pero qué haces incauto? - dijo el león - ¿no ves que te puedo comer?

- Se me ha quedado el móvil sin batería - replicó el pingüino, sin ni siquiera


levantar la cabeza -.

Moraleja: Presta atención a tu alrededor, tus pequeños problemas no son nada


comparados con el mundo.
EL HOMBRE Y LA MADRIGUERA

Un hombre andaba con un palo por el monte con su novia. De repente vio una
madriguera, y para hacerse el interesante dijo:

- Meteré el palo en ese agujero, ya verás como vemos algún conejo.

Y así, procedió con su maniobra. Al instante salió de la guarida una mofeta, que
dejó ir sus pestilentes efluvios en la cara del insensato.

Moraleja: Si no sabes lo que estás haciendo, por lo menos sé prudente.

EL PERRO Y EL CARNICERO

Un perro se metió en una carnicería y, dándose cuenta de que el carnicero estaba


muy ocupado atendiendo a sus clientes, agarró con los dientes un pedazo de
carne y huyó corriendo. El carnicero, reaccionando cuando ya era tarde, gritó:

- ¡Oye tú!, allí donde me encuentre contigo, no dejaré de mirarte!

Moraleja: Prevenir es mejor que curar.

LA LLAMA Y EL TURISTA

Una llama se encontraba en el Machu Picchu pasando la tarde, cuando se acercó


un turista a hacerse una foto con ella.

- Hola, dijo la llama, veo que te intereso, deja que te hable un poco sobre mí.

- Perdona - contestó el turista -, pero es que no tengo tiempo, el autocar sale en


seguida, tan solo quiero la foto para recordar que estuve aquí.

Moraleja: ¿Acumulas experiencias o acumulas fotos?

LAS ESPIGAS

La espiga rica en fruto se inclina a tierra; la que no tiene grano, se empina tiesa.

Moraleja:

Es en su porte modesto el hombre sabio, y altivo el zote.

EL JARDINERO Y LAS HORTALIZAS

Una vez un chico que paseaba por un pueblo se asomó a un jardín, donde un
jardinero realizaba su labor. El chaval, curioso por naturaleza, le preguntó al
jardinero si sabía porqué en general las legumbres silvestres crecían mucho más
firmes y bonitas que las que se cultivaban.
- Pues eso depende - contestó el jardinero -, porque para algunos como yo la
tierra es una dedicada madre, mientras que para otros es tan solo una descuidada
madrastra.

Moraleja: El resultado de una labor depende del interés que uno le ponga.

LAS AMENAZAS

- A que te muerdo, ¡Chivo!

- A que te embisto, ¡Perro!

- ¡Ah! fue chanza, compadre,

los dos no reñiremos.

Moraleja:

Así a la gente asustan muchos presuntos héroes que resultan compadres en


parándoles seco.

40 LEYENDAS
Leyenda del cenote zací

Los cenotes son pozos de agua dulce creados como consecuencia de la erosión
del a piedra caliza. Se encuentran en México.

El cenote Zaci estaba ubicado dentro de una ciudad con el mismo nombre. Allí
vivía una joven llamada Sac-Nicte, nieta de una bruja. Sac-Nicte estaba
enamorada de Hul-Kin, hijo del cacique del pueblo. La familias de la bruja y la
familia del cacique eran enemigas, por lo que los jóvenes se veían a escondidas.
Cuando el padre se enteró del romance, envió a Hul-Kin a otro pueblo, a casarse
con otra joven. La bruja hizo rituales para que Hul-Kin regresara y le devolviera la
alegría a su nieta, pero fue en vano.

La noche anterior de la boda de Hul-Kin, Sac –Nicte se arrojó al cenote con una
piedra atada a su cabello. En el momento de la muerte de la joven, Hul-Kin sintió
un dolor en el pecho que lo obligó a volver a Zaci. Al enterarse de lo sucedido,
Hul-Kin se arrojó también al cenote y se ahogó. Finalmente los sortilegios de la
bruja habían obtenido una respuesta, y Hul-Kin había regresado para permanecer
siempre con Sac-Nicte.
Leyenda de la luz mala

El origen de esta leyenda se encuentra en una fosforescencia que se ve en cerros


y quebradas del noroeste argentino, durante los meses secos.

La leyenda sostiene que este es el farol de Mandinga (el Diablo con forma
humana) y que su aparición indica sitios donde se esconden tesoros. La luz sería
también el espíritu del difunto dueño de los tesoros, intentando alejar a los
curiosos.

El día de San Bartolomé (24 de agosto) es cuando se ven mejor estas luces.

Leyenda de la princesa y el pastor

Esta leyenda es la base de las leyenda de Qi xi y Tanabata.

La princesa Orihime (también llamada la princesa tejedora), tejía vestidos para su


padre (tejía las nubes del cielo) a orillas del río. Su padre era el rey celestial.
Orihime se enamoró de un pastor llamado Hikoboshi. En un principio la relación se
desarrolló sin dificultades, pero luego ambos comenzaron a descuidar sus tareas
por estar tan compenetrados en su amor.

Al ver que esta situación no se solucionaba, el rey celestial los castigó


separándolos y convirtiéndolos en estrellas. Sin embargo, los enamorados pueden
volver a verse una noche en el año, el séptimo día del séptimo mes.

Leyenda de la Mojana

Según la leyenda colombiana, la Mojana es una mujer diminuta que rapta a los
niños que se acercan a sus dominios. Vive en una casa de piedra, debajo del
agua, es blanca y tiene larguísimos cabellos dorados.

Para proteger a los niños de la Mojana es necesario atarlos con un cordón.

Leyenda de la Sallana

Esta es una leyenda mexicana de época colonial. La Sallana es una mujer que se
le aparece y aterroriza a borrachos y chismosas. Esto se debe a que los chismes
arruinaron su vida.

Cuando vivía, estaba felizmente casada y tenía un hijo. Sin embargo, llegaron a
sus oídos los chismes de que su marido le era infiel con su madre. Enloquecida, la
Sallana asesinó y descuartizó a su marido, asesinó a su hijo y luego a su madre.
Por el pecado de haber asesinado a toda su familia, está condenada a vagar
eternamente sola.

Leyendas. Espada.

Esta es una leyenda urbana japonesa. Aka Manto significa “capa roja” en japonés.

Según la leyenda, Aka Manto era una joven humillada por sus compañeras de
colegio. Luego de morir, permaneció en los retretes de mujeres. Cuando una
mujer va sola al baño escucha una voz que le pregunta “¿Papel rojo o azul?”
Existen diferentes versiones sobre la muerte que le toca a la mujer si elige rojo o
azul, pero en todos los casos es imposible librarse.

Leyenda de la flor del Ceibo

Anahí era una joven guaraní que vivía a orillas del Paraná, era una joven de rostro
feo y canto hermoso. Cuando los conquistadores llegaron a su pueblo, ocurrió un
enfrentamiento y Anahí fue apresada con los sobrevivientes. Sin embargo, logró
escaparse por la noche, pero un centinela la descubrió y ella lo asesinó. Al volver
a ser atrapada, fue condenada a muerte.

La ataron a un árbol para quemarla en una hoguera. Cuando el fuego comenzó a


arder, ella misma parecía una llama roja. Pero en ese momento Anahí comenzó a
cantar. Cuando el fuego terminó de consumirse, por la mañana, en lugar del
cuerpo de la joven había un manojo de flores rojas, que hoy es la flor de ceibo.

La flor de ceibo es la flor nacional argentina.

Leyenda del Baca

Esta es una leyenda mexicana.

El Baca es una criatura en forma de sombra que los hacendados hacían aparecer
gracias a pactos con los demonios. La criatura protegía las propiedad,
atemorizando y ahuyentando a ladrones.

El Baca tiene la capacidad de transformarse en cualquier objeto, pero no de


hablar. Su misión eran proteger las propiedades y herir a quienes se acercaran.
Por las noches, en las cercanías de los lugares protegidos, se oyen aterradores
rugidos del espíritu.
Atemorizados, los pobladores cercanos habitualmente venden al hacendado sus
propias tierras. El Baca no solo protege lo que el hacendado ya tiene sino que lo
ayuda a aumentar sus propiedades.

Leyenda del lobizón

Si bien existe la leyenda del hombre lobo en Europa, la leyenda del lobisón tiene
origen guaraní y tiene particularidades que la distinguen de su versión europea.

El lobizón es el séptimo hijo varón de una pareja, que en las noches de luna llena,
los viernes o martes, se transforma en un ser similar a un perro grande y negro,
con enormes pezuñas. En su forma humana, el lobizón siempre es desgarbado,
demasiado delgado y antipático. Su aspecto en general y su olor son
desagradables.

Una vez transformado, el lobizón ataca gallineros y ronda los cementerios


buscando carroña. También ataca a los niños, según versiones más recientes
ataca a los niños que no han sido bautizados.

Leyenda de Robin Hood

Robin Hood es un personaje del folclore inglés, inspirado en una persona real,
probablemente Ghino di Tacco, forajido italiano. Si bien, como todas las leyendas,
su historia fue originalmente de transmisión oral, existen menciones escritas a
Robin Hood desde 1377.

Según la leyenda, Robin Hood era un rebelde que defendía a los pobres y
desafiaba el poder. Se escondía en el Bosque de Sherwood, cerca de la ciudad de
Nottingham. Se caracterizaba por su destreza como arquero. Se lo conoce
también como “el príncipe de los ladrones”.

La llorona

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo existió una mujer que, en un intento de
vengarse del hombre que amaba, asesinó a sus hijos ahogándolos en un río.
Inmediatamente después se arrepintió, y ante la culpa decidió suicidarse.

Desde entonces, vaga por las calles de distintas ciudades al caer la media noche
(especialmente se aparece cerca de lugares donde hay agua), y repite sin cesar
“¡Ay mis hijos!”. Por esto es conocida como “La Llorona”

Las raíces de esta mujer, y los motivos que la llevan a vengarse, varían de
acuerdo con la versión. Así mismo hay quienes cuentan que se trata de una mujer
que se aparece específicamente a hombres borrachos y a través del susto les
castiga.
El Popocatépetl y el Iztaccíhuatl

En el centro de México existen dos volcanes que se llaman Popocatépetl e


Iztaccíhuatl, tal como habían sido nombrados un guerrero azteca, y la hija de uno
de los jefes, respectivamente. Popocatépetl tuvo que ir a la guerra, pero le
prometió a Iztaccíhuatl que volvería tan pronto como fuera posible.

No obstante, otro guerrero que los había escuchado y también se encontraba


enamorado de la hija de jefe, le hizo saber a Iztaccíhuatl que Popocatépetl había
muerto en combate, aunque esto no había ocurrido. Fue tanta la tristeza que
Iztaccíhuatl decidió quitarse la vida, y cuando Popocatépetl regresó y no encontró
a su amada, hizo lo mismo. En un signo de estremecimiento, los dioses decidieron
reunirlos de nuevo en la forma de dos grandes volcanes.

El callejón del beso

Esta leyenda, típica de la ciudad de Guanajuato, cuenta que un padre receloso


habían separado a su hija Carmen de su enamorado. A tal punto le disgustaba el
vínculo amoroso, que le prometió casarla con otro hombre, más rico y prestigioso,
que vivía fuera de país. Antes de cumplir con ello, encerró a la hija en una de las
típicas casas de la ciudad, que se caracterizan por encontrarse en alto y una muy
cerca de la otra, divididas únicamente por un pequeño callejón.

Para fortuna de los enamorados, la ventana de la habitación de Carmen colindaba


con la de una casa en venta, que fue rápidamente adquirida por el enamorado,
como única solución para su reencuentro. Así los enamorados pudieron estar
juntos nuevamente.

Pero, poco después, fueron descubiertos por el padre, quien presa de la furia,
clavó una navaja en el pecho de su hija. Su amado solo pudo darle un beso de
despedida. Desde entonces, este callejón ha sido bautizado como el callejón de
beso, y es tradición para las parejas que lo atraviesan besarse ahí mismo.

El colibrí maya

Dicen cuando los dioses mayas crearon la tierra, a cada animal le asignaron una
tarea determinada. Pero, al terminar, se percataron de que no había quien
transportara las ideas, los pensamientos y los deseos entre unos y otros.

Encima se habían terminado el barro y el maíz, que son los materiales con los que
habían originado el resto de las cosas. Sólo les quedaba una pequeña piedra de
jade, por lo que decidieron tallarla y crear una pequeña flecha. Cuando finalizaron
soplaron sobre ella y salió volando. Habían creado así un nuevo ser, al que
llamaron x’ts’unu’um, que significa colibrí.
La Mulata de Córdoba

La Mulata de Córdoba fue una mujer condenada a la hoguera por el Santo Oficio,
cerca de la costa al este de México. Se le atribuía el poder de la eterna juventud y
ser la abogada de los casos imposibles, como los de obreros desempleados y
mujeres solteras. Se encontraba siempre rodeada de hombres que con facilidad
se enamoraban de ella y perdían el camino de la rectitud. Ante todo lo anterior,
decían que tenía pactos con el diablo y que incluso lo recibía en su propia casa.

Hasta que fue detenida por el Tribunal de la Santa Inquisición, siendo acusada de
practicar la brujería y de haber llegado en un barco que no había atracado en
ninguna playa. Una noche antes de cumplir su condena y mientras se encontraba
en una celda, solicitó que le llevaran un trozo de carbón, con el que dibujó un
barco y pudo volar fuera de las rejas. Al llegar, los guardias sólo pudieron
encontrar un olor a azufre, cuya existencia se relata hasta nuestros días.

El callejón del muerto

Esta leyenda cuenta que en la ciudad de Oaxaca, al sur de México, un hombre


cuya tarea era encender las lámparas de aceite de la ciudad, fue asesinado ahí
mismo. Había concluido su labor, pero enseguida se percató de que faltaba
encender una, por lo que volvió justo antes de volver a casa. Murió
misteriosamente y, desde entonces, dice la leyenda que su alma se aparece
después de las 9 de la noche, para recorrer el callejón de las lámparas de aceite.

Esta es una de las leyendas de México con unos orígenes más recientes, pero no
por eso deja de formar parte de la cultura popular de la región.

El nagual

Desde la época prehispánica, varios de los dioses que han formado parte de la
cultura mexicana han tenido la facultad de cambiar de la forma humana a la de
algún animal. Está facultad se trasladó después a brujos, brujas y chamanes,
quienes adquieren las habilidades del animal en el que se transforman y lo utilizan
en favor de la comunidad.

Así pues, dice la leyenda que los nahuales se aparecen constantemente a las
personas, especialmente a la media noche y tomando la forma de animales
comunes.

Esta es una de las leyendas mexicanas en las que se nota la influencia del folclore
prehispánico fundamentado en muchas creencias animistas según las cuales
objetos y animales no humanos tienen facultades intelectuales propias de nuestra
especie.
El callejón del diablo

Ubicado en la Ciudad de México, cuentan que en este callejón se aparece el


mismísimo diablo. Un hombre escéptico decidió comprobar tal historia, con lo que
se animó una noche a caminar por ahí. Se trataba de un lugar sombrío donde se
encontraban algunos árboles.

Cuando no llevaba ni la mitad del camino se detuvo, ya que creyó haber visto una
sombra detrás de un árbol. Enseguida continuó andando, y cuentan que la sombra
se le acercó, tomando la forma de un hombre que reía intensamente. El hombre
antes escéptico salió corriendo, pero comenzó a sentir que el suelo se hundía y le
atrapaba con fuerza para impedir su huída.

No obstante, logró escapar y transmitir su encuentro con el diablo a quienes se


encontró por el camino. En otras versiones se cuenta que la aparición fue hacia un
hombre borracho y que, para evitarla, es necesario depositar diariamente joyas y
ofrendas bajo el árbol donde se aparece.

La isla de las muñecas

En Xochimilco, una de las delegaciones de la Ciudad de México donde se


encuentra un gran lago con numerosas trajineras, se cuenta que un hombre
llamado Julián Santana recolectaba muñecas abandonadas.

El hombre vivía en una de estas trajineras, y la razón por la que juntaba las figuras
era para ahuyentar a los espíritus de lago. Específicamente, Don Julián ofrecía
estas muñecas en símbolo de paz para ahuyentar el espíritu de una niña que
murió ahogada ahí mismo.

Actualmente existe una pequeña isla con las muñecas recolectadas por Don Julián
en los canales de Xochimilco, y dicen que el alma de este hombre vuelve
constantemente para cuidarlas. De sta manera, esta leyenda mexicana ha dado
paso a una leyenda urbana cuya realidad transcurre en el tiempo presente.

La princesa Donají

Esta leyenda cuenta que Cosijopi, el último gobernador del Istmo de Tehuantepec,
en la zona sur de México, tuvo una hija a la que llamó Donají. Durante una guerra
entre los mixtecos y los zapotecos, Donají fue capturada como rehén y
posteriormente decapitada. A pesar de que su cuerpo fue sepultado, nunca se dio
a conocer el lugar donde yacía su cabeza.
Tiempo después, un pastor que pasaba por la sierra oaxaqueña arrancó una
azucena (flor silvestre también llamada lirio). Al hacer esto, encontró bajo la tierra
lo que parecía ser una cabeza humana, y al rescatarla, la llevó a reunirse junto
con su cuerpo en el templo de Cuilapam. Fue entonces cuando el alma de la
princesa Donají pudo finalmente descansar en paz.

Este es otro de los muchos ejemplos que muestran hasta qué punto la muerte
tiene un rol relevante en las leyendas mexicanas, y casi siempre va de la mano de
elementos narrativos relacionados con el drama.

El árbol del vampiro de Guadalajara

Hace muchos años, un extranjero proveniente de Europa llegó a un poblado de la


zona de Guadalajara, México. Era una persona extraña y reservada, pero su falta
de interés en socializar con la gente de la región no era lo más inquietante.

De hecho, desde la llegada de este hombre misterioso, empezaron a aparecer


primero cadáveres de animales, y luego cuerpos sin vida de niños, todos ellos
desangrados.

Una noche, las gentes del poblado decidieron buscar al extranjero para
enfrentarlo, asumiendo que él era el autor de los hechos. Esa noche lo
encontraron intentando morder a un lugareño, así que le clavaron una estaca de
madera y luego sepultaron su cuerpo bajo una pila de ladrillos.

Años después un árbol creció de entre los ladrillos a partir de la estaca de madera,
y se dice que al cortar sus ramas aparecen dentro del corte regueros de sangre,
de las víctimas del vampiro de Guadalajara.

La leyenda de Tepoztécatl

Tepoztécatl es un personaje de leyenda de la región mexicana de Morelos. Se


dice que fue el hijo de una princesa embarazada a través de la magia a través de
un pequeño pájaro que se posó en su hombro. Como no estaba casada, los
padres de la princesa se enfadaron con ella, y la joven se vio forzada a separarse
del bebé una vez se produjo el nacimiento.

Y así empezó el periplo de Tepoztécatl, cuando su madre lo abandonó en el


bosque y fue recogido por una colonia de hormigas. Estos pequeños insectos lo
alimentaron cooperando con unas abejas, que cedieron parte de su miel para que
las hormigas se la llevaran al pequeño.
Meses más tarde, las hormigas dejaron al pequeño Tepoztécatl al lado de un
agave, y este lo acogió entre sus hojas y lo alimentó con su sabia. Pasó un
tiempo, y el agave dejó a Tepoztécatl sobre unos maderos y lo puso en el río,
lugar en el que el niño viajó hasta que una pareja de ancianos de Tepoztlán lo
hallaron y lo adoptaron en su familia.

Años más tarde, cuando Tepoztécatl ya era un joven fuerte e inteligente, un


monstruo con forma de serpiente gigante llamado Mazacóatl apareció para
atemorizar a los pobladores de la región, y el anciano que había adoptado al joven
fue elegido para luchar con ella. Como se sentía viejo y débil, su ahijado
Mazacóatl lo reemplazó, y mató a la serpiente usando un filo hecho con cristal de
obsidiana.

Las pastoras de piedra

Esta leyenda mexicana proviene de Teloloapan. Nos cuenta que hace muchos
años, dos pastoras se unieron a un grupo de peregrinos que, a partir de haber
realizado promesas al Señor de Chalma, se desplazaban a su hermita caminando
durante varios días, para rendirle tributo.

Pero llegado cierto punto del trayecto, las pastoras comunicaron al resto que
estaban agotadas, y que se arrepentían de haber prometido ir a Chalma, de modo
que esperarían allí a que el colectivo de peregrinos regresase en su camino de
vuelta. Sin embargo, al empezar a caminar de nuevo, estos últimos echaron la
vista atrás y en vez de divisar a las pastoras, vieron dos rocas con forma de mujer.

La gruta de Xalapa

En la loma de Macuiltépetl, perteneciente a la ciudad de Xalapa, hay una cueva en


la que se dice que una vez al año aparecen montañas de tesoros y de riquezas,
visibles solo para gente en extrema necesidad. Un día, una madre que se había
gastado todo su dinero en intentar curar a su bebé sin conseguir ningún resultado
positivo, vio un reflejo dorado dentro de la cueva, y al entrar en ella, divisó grandes
montañas de oro.

Como llevaba a su bebé en brazos, lo dejó sobre un montón de monedas y


empezó a llenarse los bolsillos de riquezas, usando los dos brazos para poder
cargar más y dejarlo en las alforjas de su mula, que esperaba afuera. Pero al
volver a la cueva a buscar más oro y llevarlo a las alforjas, vio que tanto el tesoro
como el bebé habían desaparecido.
La isla de las muñecas

En el turístico canal de Xochimilco, en la ciudad de México, se encuentra un paraje


totalmente cubierto por miles de muñecas. El dueño del área, Don Julián, las
colocó en toda la isla para ahuyentar el espíritu de una niña, quien murió ahogada
entre los lirios y le acechaba por las noches.

Con el tiempo el lugar atrajo a un gran número de visitantes, quienes llevaban a


Don Julián más muñecas para su protección. Al envejecer, Don Julián contaba
que una sirena del río lo visitaba desde hace tiempo para llevárselo. Cuando el
hombre murió de un paro cardíaco, su cuerpo fue encontrado junto al agua.

La planchada

Hace tiempo, en el hospital Juárez de la Ciudad de México trabajaba Eulalia, una


amable y paciente enfermera. Todos la reconocían por su buena actitud, sus
cuidados y su ropa impecable y siempre bien planchada.

En el hospital se enamoró de un doctor, con quien prometió casarse; sin embargo,


él nunca le dijo que ya estaba comprometido. Tras la decepción, Eulalia enfermó,
descuidó a sus pacientes y finalmente murió.

Miles de dolientes de la ciudad han asegurado haber sido atendidos por la


enfermera, quien ahora vaga por el hospital como alma en pena, cuidando de los
pacientes que la necesiten.

El charro negro

La leyenda cuenta que en las noches, junto a los caminos en los pueblos, suele
aparecerse un hombre vestido de charro montado sobre un bello caballo negro. Si
se es amable con él y se le permite que te acompañe a tu casa, este te dejará en
paz y continuará su camino.

Sin embargo, en una ocasión Adela, una joven despreocupada, se lo encontró


mientras vagaba. Para aligerar el paso, le pidió al hombre que la subiera al
caballo. Cuando se montó, el caballo aumentó su tamaño y se prendió en llamas;
el charro desveló su identidad: se trataba del diablo.

Al escuchar los gritos de la joven, los vecinos salieron pero no pudieron hacer
nada y la vieron quemarse ante sus ojos. Ella ahora era propiedad del diablo,
quien se la llevó mientras ardía.
El chupacabras

A mediados de la década de los 90, un grupo de campesinos mexicanos entró en


pánico; en las noches una criatura extraña atacaba el ganado, succionándole la
sangre de cabras y vacas por igual. Todos los animales contaban con las mismas
características: una mordedura en el cuello.

El pánico fue tal que biólogos estadounidenses comenzaron una investigación al


respecto. Concluyeron que no había especie animal que contara con las
características del supuesto chupacabras y que probablemente se trataba de un
coyote; sin embargo, existen cientos de fotografías y videos de la criatura extraña
que aún no han podido ser explicados.

La fundación de Tenochtitlán

aportaciones de los mexicas

Tenochtitlan, fundada por los mexicas.

Aproximadamente durante el siglo VI, los pobladores de Aztlán –hoy al norte de


México– abandonaron su tierra y comenzaron una enorme peregrinación
encomendada por Huitzilopochtil, su deidad principal, en búsqueda de la tierra
prometida.

Para saber que estaban en el lugar indicado, Huitzilopochtli les enviaría una señal:
un águila real parada sobre un gran nopal devorando una serpiente. Al ver esta
visión, los aztecas comenzaron la construcción de la gran ciudad que llevaría por
nombre Tenochtitlán.

Tal como Huitzilopochtli había prometido, el área era bondadosa, pues su


abundante agua les brindaba ventajas económicas e incluso militares. El Imperio
azteca sería poderoso y dominaría gran parte de Mesoamérica.

En la actualidad, esta visión del águila sobre el nopal se encuentra plasmada en el


escudo de la bandera de México.

La leyenda de los volcanes

Popocatépetl

En épocas del poderoso Imperio azteca, sus pueblos vecinos eran sometidos a
pagar tributo. Los tlaxcaltecas, grandes enemigos de los aztecas, estaban hartos
de esta situación y decidieron alzarse en armas.
Popocatépetl, uno de los grandes guerreros tlaxcaltecas, decidió pedir la mano de
su amada Iztaccíhuatl, la bella hija de un gran cacique. El padre aceptó, y si él
volvía victorioso de la batalla se llevaría a cabo la boda.

Durante la ausencia de Popocatépetl, un hombre celoso anunció falsamente a la


dama que su amado había fallecido; tras unos días, Iztaccíhuatl murió de tristeza.
Cuando el guerrero volvió victorioso fue recibido con la trágica noticia.

Para honrar su memoria, unió 10 cerros y acostó a su amada en la cima; él


llevaría consigo una antorcha y la resguardaría eternamente. Esta leyenda cuenta
el origen de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl –la mujer dormida–, que
permanecieron juntos para siempre.

La flor de Cempasúchil

La historia de Xóchitl y Huitzilin, dos jóvenes aztecas enamorados, comenzó


desde su infancia, cuando ambos solían escalar los cerros y ofrecer flores a
Tonatiuh, el dios del sol. Al llegar a edad, Huitzilin debió cumplir sus deberes de
guerrero y abandonar su pueblo para combatir.

Desgraciadamente, el joven murió en batalla. Al enterarse de esto, Xóchitl subió a


una montaña y rogó a Tonatiuh que les permitiera estar juntos. Entonces, el dios
del sol lanzó un rayo sobre ella, convirtiéndola en una hermosa flor de color
naranja brillante.

Huitzilin, en forma de colibrí, se acercaría a besar a Xóchitl convertida en flor. Este


es el origen de la flor de cempasúchil, utilizada en la tradición prehispánica para
guiar a los muertos al mundo de los vivos.

El callejón del beso

En la ciudad de Guanajuato vivía la noble doña Carmen, quien se enamoró del


joven Luis. El padre de Carmen, un hombre violento, no estaba de acuerdo con
este amor y le advirtió a su hija que se la llevaría a España para casarla con un
hombre rico. La dama de compañía de la señora alertó a Luis de lo sucedido.

Don Luis, desesperado, compró la casa frente a la de Carmen. Un angosto


callejón unía las ventanas de ambas casas; por ahí, los amantes se juntarían para
idear un escape, pero el padre de Carmen los descubrió y clavó una daga en el
pecho de su hija. Mientras la joven moría, Luis solo alcanzó a besar su mano
desde la ventana.
La mulata de Córdoba

Durante la época de la Inquisición, en el estado de Veracruz vivió una bella joven


mulata. Debido a que las demás mujeres la celaban por su belleza, fue acusada
de brujería, pero las autoridades cristianas no encontraron pruebas en su contra.

Poco después, el alcalde de Córdoba se enamoró de ella pero nunca fue


correspondido. Enfurecido, acusó a la mujer de hacer pacto con el diablo para
enamorarlo; debido a sus acusaciones previas, esta vez fue encontrada culpable y
sentenciada a la hoguera.

La noche antes de su ejecución, encerrada en un calabozo, pidió al guardia un


trozo de carbón; con este dibujó una gran barca. Impresionado, el guardia le dijo
que lucía tan real que solo le faltaba andar; acto seguido, la mulata subió al navío
y despareció.

El árbol del vampiro

Cuando la Nueva España era aún territorio de aventura para los navegantes
europeos, un hombre inglés arribó al poblado de Belén en Guadalajara. Tras su
llegada, el hombre fue reservado y solitario; sospechosamente, los animales
comenzaron a morir y aparecían los niños sin vida, desangrados.

Una noche, armados de valor, los pobladores buscaron al responsable de los


asesinatos. Un grito salió de una cabaña: el hombre inglés había mordido a un
campesino. La turba lo enfrentó, le clavó una estaca y le apilaron decenas de
ladrillos encima.

Cuenta la leyenda que de entre los ladrillos brotó un árbol, gracias a la madera de
la estaca. Dicen los pobladores que si se le arranca una rama al árbol, este sangra
como lo hacían las víctimas.

La calle de la quemada

Durante la época de la colonia una familia española llegó a la Nueva España. La


hija del matrimonio, una joven de 20 años, inmediatamente atrajo a todos los
hombres adinerados, quienes querían desposarla. Pero fue un marqués italiano
quien se decidió a conquistarla.

Todos los días posó bajo su balcón, retando a duelo a cualquier hombre que la
quisiera. Cada mañana aparecían los cuerpos sin vida de transeúntes inocentes
que se atrevían a pasar por su ventana. Acongojada por ocasionar estas muertes,
la joven decidió desfigurarse la cara.
Acercó el rostro al carbón encendido, borrando así todo rastro de su belleza. Sin
embargo, el marqués continuó con su propuesta, pues aseguró que la amaba por
su interior.

Conmovida, la joven aceptó ser su esposa. Pasó el resto de su vida escondiendo


su cara con un velo negro; la calle de su balcón fue renombrada en su honor.

Autobús fantasma

Una noche de lluvia un autobús transitaba por la carretera que va desde Toluca
hasta Ixtapan de la Sal, pueblo mágico ubicado hacia el suroccidente de Ciudad
de México.

Los pasajeros iban dormidos y el chófer intentaba mantener el control dada la gran
cantidad de lluvia y lo mojado de la carretera. Al llegar a la altura de las curvas de
Calderón, los frenos del autobús no respondieron y el auto salió volando a través
de un barranco.

Todos los pasajeros murieron; los que no fallecieron como consecuencia del
impacto, murieron abrasados por las llamas.

La leyenda del autobús fantasma hace referencia a este hecho, e indica que por
dicha carretera suele circular un autobús de muy vieja data, lleno de pasajeros que
no dicen una palabra y que están finamente vestidos.

Según la leyenda, este autobús se detiene ante el pedido de pasajeros regulares.


Cuando los pasajeros que recogió llegan a su destino, el chófer del autobús les
pide que se bajen sin mirar atrás. Se dice que quien obedece esta petición solo
escuchará el autobús alejarse, aunque no será posible verlo de nuevo.

En cambio, quienes no hacen caso y miran atrás, a pesar de la petición del chófer,
el escenario que verán los pasajeros será un autobús lleno de los cuerpos
maltratados de quienes perecieron en dicho autobús, y ya no será posible bajar de
este nunca más.

Hospital fantasmal

Esta leyenda hace referencia a un viejo hospital que ya no existe y que se ubicaba
en Morelia, en el estado de Michoacán.

Se dice que en ese hospital tuvieron lugar diversos episodios llenos de dolor y
sufrimiento, y la leyenda indica que todas las noches pueden escucharse allí los
gritos de las personas que allí perecieron o que vivieron el desarrollo de una
enfermedad.
En el imaginario colectivo hay información de un caso concreto relacionado con
este hospital. Se trató de una mujer que recibió allí un trasplante de riñón. Por
mala fortuna, el cuerpo de la mujer rechazó el riñón, por lo que esta perdió los
estribos y se lanzó por una de las ventanas del hospital.

Una de las historias asociadas a este hospital es que es posible ver a dicha mujer
asomada a la ventana por la cual años antes se lanzó.

Mano peluda

Se dice que a comienzos de los años 1900 vivía en Puebla un hombre de apellido
Horta. Él era dueño de un monte pío.

Los montes píos eran una especie de fondos de dinero recolectado a través de
contribuciones o descuentos realizados a personas que formaban parte de una
organización, para que sirvieran como soporte dirigido al uso de las esposas y los
hijos en caso de que el hombre falleciese.

Resulta que el señor Horta se caracterizaba por ser muy codicioso y de mal
proceder. Era muy mal visto en el pueblo y muchas personas le deseaban cosas
malas. Había un deseo común, que proclamaban todos los que pasaban cerca del
establecimiento, y era que esperaban que Dios le secara la mano.

La leyenda dice que, eventualmente, esto ocurrió, dado que una vez que el señor
Horta murió, su mano se ennegreció y se puso muy rígida, le creció una superficie
de pelo en el dorso y los anillos que siempre usaba terminaron incorporándose a
su piel.

Es esta mano la protagonista de la leyenda, pues distintas personas juran haber


visto una mano peluda que sale de la tumba del señor Horta, sin estar unida a
ningún cuerpo, y se desplaza buscando a quien hacerle daño.

El anillo de Alba

Doña Alba fue una mujer adinerada, cuya única carencia fue no tener hijos. Se
dice que una noche, cuando contaba con 80 años, Alba soñó con mucha claridad
sobre cómo moriría.
Luego de este sueño encomendó al cura de su parroquia que, una vez muriera, él
se encargara de repartir su abundante herencia entre las personas del pueblo en
el que ella vivía.

La señora murió, y mientras se llevaba a cabo el velorio y la sepultura, uno de los


dos enterradores que trasladó el cuerpo se sintió muy atraído por un gran anillo
que Alba llevaba puesto.

Luego de haberla enterrado, estos dos sepultureros fueron al cementerio y


desenterraron a la señora Alba. Al llegar a ella se dieron cuenta de que la mano de
Alba estaba cerrada y el anillo no podía ser retirado.

Sin ningún escrúpulo, los enterradores cortaron el dedo de Alba en donde estaba
el anillo y se fueron. Cuando estaban próximos a salir del cementerio, ambos
escucharon un grito ensordecedor.

Uno de los sepultureros no volvió jamás; el otro, antes de salir corriendo, apenas
pudo voltear y observar la imagen terrorífica de doña Alba señalándole con la
mano del dedo amputado.

La religiosa de la catedral

Esta historia se enmarca en un convento ubicado en Durango, en el periodo en el


que tuvo lugar la intervención de Francia en territorio mexicano. Se cuenta que
una monja que allí vivía se enamoró perdidamente de un militar francés.

La religiosa siempre veía al soldado francés, pero nunca se atrevió a dirigirle la


palabra. En ese contexto apareció el ejército mexicano, que realizó una
emboscada en la zona y en la cual apresaron al soldado francés.

Lo más dramático de la historia es que esta monja desde su ventana vio cómo el
soldado francés fue fusilado. La leyenda dice que esto sentó tan mal en la
religiosa que decidió terminar con su vida lanzándose desde una ventana del
convento que daba hacia el patio.

Según la leyenda, en el campanario del convento hoy en día puede llegar a verse
la silueta de esta religiosa.

El columpio del demonio

La presente leyenda se sitúa en el municipio de Tecozautla, ubicado en el estado


de Hidalgo y muy cerca del estado de Querétaro.
Se dice que para llegar a la carretera principal de la zona es necesario pasar por
un camino en el que, según los pobladores de Tecozautlza, siempre hay ruidos
extraños y estremecedores.

Existe una anécdota concreta relacionada con un evento que sucedió en esta
zona. Resulta que dos jóvenes caminaron de noche por ese camino, tan temido
por el público en general. Al llegar a unas colinas, vieron que entre estas había un
columpio, y un hombre estaba sentado sobre este columpio, meciéndose.

Según la leyenda, este hombre tenía un aspecto particular: era muy blanco y
delgado, y cada vez que se mecía gritaba de forma aterradora, aunque en su
rostro estaba congelada una sonrisa.

Los jóvenes estaban por salir corriendo cuando vieron que detrás del hombre
apareció una figura fantasmal de color negro, lo abrazó y ambos se encendieron
en llamas. Se consumieron por completo, pues debajo del columpio nada más
quedaron las cenizas.

La explicación que dan las personas del pueblo es que ese hombre había vendido
su alma al diablo hace mucho tiempo, y que el diablo solo esperaba tener testigos
para, finalmente, tomar también el cuerpo del hombre condenado.

La maldición de Juan Manuel de Solórzano

El centro histórico de la Ciudad de México hay una calle llamada República de


Uruguay. En esta calle hay una casa muy antigua, de la época del virreinato que
vivió México; en dicho hogar residía don Juan Manuel de Solórzano, un hombre
adinerado que se desvivía por su esposa.

Un día él se enteró de que su esposa le engañaba con otro, que era además su
sobrino; esta noticia le sentó muy mal y, en medio del disgusto, don Juan decidió
vender su alma al diablo.

La petición del diablo que fue don Juan saliera a la calle con un cuchillo y matara
al primero con el cual se topara; según el diablo, ese hombre sería su sobrino.
Don Juan, que jamás había matado a nadie, así lo hizo; sin embargo, sintió pavor
al descubrir que a quien había matado no era su sobrino, sino un desconocido.

Luego de este crimen, don Juan Manuel de Solórzano decidió ahorcarse con una
soga en un candelabro que tenía en su casa, pues no podía con el arrepentimiento
y temía por las consecuencias sociales y legales.
La leyenda dice que es posible ver a don Juan por las calles del centro histórico de
la ciudad de México, quien va en busca de su sobrino y le pide al diablo que haga
honores a la promesa que le hizo años atrás.

Cueva de Macuiltépetl

Esta cueva está ubicada en el cerro Macuiltépetl, que se encuentra en la ciudad


de Xalapa, en el estado de Veracruz. En la base del cerro hay varias cuevas, unas
más profundas que otras.

Hay una cueva en particular que llama la atención debido a su extensa


profundidad. Se dice que dentro de ella existen riquezas sin igual, pero solo se
encuentran disponibles una vez al año y solo a una persona que las necesite con
mucha urgencia.

Hay una anécdota que cuenta que hubo una vez una mujer de escasos recursos
cuya hija estaba muy enferma. La mujer había perdido todo su dinero pagando
médicos que, finalmente, no curaron a su hija.

Todos los ahorros de la mujer se habían perdido, por lo que no tenía para
alimentarse ni tampoco para alimentar a su hija, a quien llevaba en brazos. En
este contexto, la mujer iba hacia la ciudad de Xalaca para pedir donaciones.

Mientras iba caminando, la mujer vio unos tonos brillantes dentro de una de las
cuevas. Se acercó con curiosidad y descubrió que había muchísimos doblones
españoles de oro, moneda de curso antigua.

Ante tal riqueza, la mujer comenzó a recoger todo lo que pudo. Como no podía
sostener también a su hija, tomó los tesoros que cupieron en sus brazos y fue a
dejarlo en un sitio seguro; tardo toda la noche en ir y volver. La mujer volvió al día
siguiente, y al llegar al mismo sitio no encontró ni la cueva ni a su hija.

Las puertas del infierno de Yucatán

Esta leyenda narra una historia que ocurrió en una hacienda ubicada en Cholul
hacia finales del siglo XIX. Dos campesinos que vivían en esa hacienda optaron
por casarse; sus nombres eran María y Juan.

Un día antes de la boda Juan estaba trabajando en el campo y al volver se enteró


de que el capataz de la hacienda había violado a María. Esto desencajó a Juan,
quien fue a buscar al capataz a su casa y, sin mediar palabra, la asesinó con un
golpe de machete justo en la cabeza.
Juan era un hombre con buenos sentimientos, por lo que luego de haber matado
al capataz sintió una culpa terrible, tan terrible que quiso morir ahorcado allí
mismo. La noticia llegó a oídos de los padres de Juan, quienes molestos y
contrariados lanzaron una terrible maldición a la hacienda.

Se dice que actualmente en la hacienda oscurece mucho antes que en los


alrededores, y que en las noches se escuchan quejidos y lamentos. La
popularidad de esta hacienda es tal que algunos pobladores dicen haber visto en
ella diversos grupos que realizan prácticas relacionadas con rituales satánicos.

Esta hacienda se ha denominado como las puertas del infierno debido a que,
según indican los pobladores de la zona, en la entrada del aposento hay un aviso
que da la bienvenida a Satanás.

El fantasma de la monja

En el siglo XVI vivió una joven de nombre María de Ávila. Ella se enamoró de otro
joven mestizo que se apellidaba Arrutia, quien realmente solo quedaría esposarse
con María por su condición social y sus riquezas.

María tenía dos hermanos, llamados Alfonso y Daniel; ellos descifraron las
intenciones del joven y le prohibieron relacionarse con su hermana. Arrutia no hizo
caso, hasta que Alfonso y Daniel le ofrecieron una gran cantidad de dinero, luego
de lo cual Arrutia se marchó.

María no supo más nada de Arrutia, quien se fue de forma intempestiva. Esto le
hizo padecer de una depresión fuerte que duró dos años. Ante esto, sus hermanos
tomaron la decisión de internarla en el Antiguo Convento de la Concepción,
actualmente ubicado en la calle Belisario Domínguez, en el centro histórico de la
Ciudad de México.

Allí María pasaba todos sus días orando, sobre todo pidiendo por Arrutia. Un día
no soportó más la depresión y se ahorcó en un árbol que había en el patio del
convento. A partir de su muerte se dice que su espectro ronda los jardines del
convento, y se aparece en el reflejo de las aguas.

Además, la historia cuenta que su forma fantasmal fue a buscar a Arrutia y lo


asesinó, para así poder estar con él para siempre.

La gente del maíz

Símbolo de Hunab-Ku en el calendario maya

Según la tradición maya, cuando el gran creador Hunab Ku hizo el mundo solo
habían plantas, mares y animales, por lo que se sintió solo. Para mejorar su
situación, creó a las primeras personas de barro; sin embargo, estas eran frágiles
y se quebraban fácilmente.

En un segundo intento hizo a las personas de madera; estas eran fuertes y bellas,
pero no hablaban y, por lo tanto, no podían adorar a sus dioses, por lo que Hunab
Ku lanzó un gran diluvio e intentó su creación por última vez.

En la tercera ocasión creó a las personas del maíz. Estas eran de diferentes
colores, lo sabían todo y lo veían todo, ocasionando celos a los dioses. El creador
los cegó poniéndoles vaho en los ojos, por lo que ya no pudieron ver a las
deidades, solo venerarlas.

Leyenda de Nuestra Señora de la Soledad y la Mula

Según esta leyenda de Oaxaca, un mulero viajaba a Guatemala desde las calles
de Oaxaca; corría el año 1620. Aunque llevaba varias mulas, el hombre se percató
que había una más, con un gran cargamento, que no sabía de quién ni de dónde
era.

Cuando las mulas y el mulero llegaron a la Ermita de San Sebastián (Chiapas), la


mula misteriosa cayó al suelo de lo cansada que estaba. Como el mulero no sabía
nada de la mula, y no quería meterse en problemas, llamó a la policía, quienes
abrieron el paquete que el animal cargaba.

Entonces se extrañaron cuando descubrieron que la mula cargaba con un crucifijo,


una imagen de la Virgen de la Soledad y un letrero con la frase «La Virgen de la
Cruz». Se dice que tras enterarse del suceso, el obispo Bartolomé Bojórqueza
decidió comenzar a construir un santuario en honor a la Virgen.

El amor del guerrero por Xunaan

Bolonchen de Rejón (Quintana Roo) es una localidad que destaca por las grutas
de Xtacumbilxunaán y, sobre todo, por sus nueves cenotes. Estos cenotes, según
la leyenda maya, fueron creados por los dioses para abastecer de agua al pueblo.

Cuando se asentaron los primeros pobladores, el más fuerte y valiente de los


guerreros se enamoró de Xunaan, una bella y dulce joven que también sentía un
enorme cariño por el soldado.

Sin embargo, la madre de ella se negaba a esa unión, por lo que decidió esconder
a Xunaan en una cueva de Akumal. El guerrero la buscó de manera insistente,
pero ni con la ayuda de todo el pueblo pudo dar con el paradero de su amor. Sin
embargo, nunca desistió.
Meses después, una hermosa ave se acercó a un grupo de mujeres que estaban
lavando la ropa junto a un pozo. El pájaro se posó sobre el agua y empezó a
chapotear para llamar su atención. Al darse cuenta, estas lo siguieron y el pájaro
las acercó hasta la cueva donde estaba encerrada Xunaan, la cual estaba
cantando en ese momento una canción con su preciosa voz.

Las mujeres alertaron al guerrero, el cual descendió hasta la cueva para rescatarla
a pesar de las dificultades. Se cuenta que desde entonces, el guerrero desciende
todas las noches a esa misma cueva para escuchar la canción de su amor.

El cacao, el gran regalo a los hombres de Quetzalcóatl

Quetzalcóatl. Fuente; http://www.crystalinks.com/quetzalcoatl.html [Public domain]

Quetzalcóatl, uno de los dioses más generosos, quiso tener un detalle con el
pueblo tolteca para venerar el sacrificio de su esposa.

La leyenda cuenta que el dios tomó del paraíso un árbol de cacao y lo plantó
sobre la tierra en un suelo fertilizado por la sangre de su fiel esposa, de ahí el tono
oscuro de los granos.

Para que el árbol creciera fuerte, pidió a Tlaloc que lo bendijera con lluvia. A su
vez, solicitó a Xochiquétzal que lo adornara con bellas flores. Esta combinación
dio lugar a que este árbol sagrado diera sus frutos y así obtener el maravilloso
cacao.

La cruel mujer lechuza

La lechuza es una bruja que, según el folklore mexicano, vendió su alma al diablo
para poder tener la capacidad de transformarse en una fuerte y enorme ave del
tamaño de un persona adulta.

Sanguinaria como ninguna, al llegar el atardecer merodea volando cerca de


persona -sobre todo niños- a los que raptar para sacrificar en sus rituales de
ocultismo.

Son muchos los que aseguran haberla visto en la noche sobrevolando sus tejados,
dejando incluso arañazos en sus puertas o ventanas en señal de advertencia.
100 ADIVINANZAS
1. Desde hace miles de años 5. Viste de chaleco blanco
hemos transportado al hombre; y también de negro frac.

ahora nos lleva escondidos Es un ave que no vuela.

en el motor de sus coches. Pero nada. ¿Que será?.

Respuesta: Caballo Respuesta: Pingüino

2. No es cama 6. En el mar es donde vivo,


plateado es mi color,
ni es león
cruzo veloz como el rayo,
y desaparece
adivina quien soy.
en cualquier rincón.
Respuesta: Sardina
Respuesta: el camaleon
7. De colores verdedores,
ojos grandes y saltones,
3. Quién allá en lo alto
en las ramas mora
tenemos las patas de atrás
y allí esconde. avara,
muy largas para saltar.
todo lo que roba?
Respuesta: Rana
Respuesta: la ardilla
8. Tiene hocico pequeñito,
se pesca en el río,
4. Mamífero rumiante
de cuello alargado,
tiene pintas de colores,
por el desierto, errante,
y es alimento muy fino.
siempre anda jorobado.
Respuesta: Trucha
Respuesta: el camello
9. De colores muy galano, 14. ¿Cuál es el animal
soy bruto y no lo parezco, que al ponerse cara arriba

perpetua prisión padezco, cambia de nombre?

uso del lenguaje humano, Respuesta: el escarabajo

si bien de razón carezco. 15. Soy negro sin ser carbón,


día y noche toco el arpa,
Respuesta: Papagayo
y solo en verano oiréis mi son.
10. ¿Cuál es de los animales
aquel que en su nombre Respuesta: el grillo

tiene las cinco vocales? 16. Soy roja como un rubí


y luzco pintitas negras;
Respuesta: Murcielago
me encontrarás en el jardín,
11. Verde como el campo,
campo no es, en las flores o en las hierbas.

habla como el hombre Respuesta: la mariquita

hombre no es. Frutas


17. Si la dejamos se pasa;
si la vendemos se pesa;
Respuesta: Loro

si se hace vino se pisa;


12. De un huevo sale
y para enviar mensajes vale.
si la dejamos se posa.
Respuesta: Paloma
Respuesta: la uva
13. Chiquitín y danzarín,
pasa las noches rondando

con la lanza y el cornetín.

Respuesta: el mosquito
18. Alta como un pino, 22. Palo alto y muy delgado
verde como un lino, con lucida cabellera que el viento
mece
con las hojas anchas
en la playa mientas juega con la
arena.
y el fruto amarillo.

Respuesta: la palmera
Respuesta: la platanera

23. De bronce el tronco,


19. Brevas en agosto da,
las hojas de esmeralda,
despúes otro fruto proporcionará,

el fruto de oro,
Respuesta: la higuera

las flores de plata.


20. Blanco fue mi nacimiento,
colorada mi niñez,
Respuesta: el naranjo
y ahora que voy para vieja,
24. Son nuestras blancas flores
a veces tan tempranas,
soy más negra que la pez.

que la nieve, envidiosa,


Respuesta: la mora

viene a ver si nos gana.


Plantas
21. En el campo me crié,
atada con verdes lazos, Respuesta: el almendro

y aquel que llora por mí me esta 25. Soy un arbol frondoso


que da buen fruto
partiendo en pedazos.
pero cuando oyen mi nombre
Respuesta: la cebolla
dicen que hurto.

Respuesta: el algarrobo
26. Con mi cara roja, Colegio
mi ojo negro 31. Entra el estudioso,
nunca el holgazán,
y mi vestido verde
va buscando libros
el campo alegro
que allí encontrará.
Respuesta: La amapola
Respuesta: la biblioteca
27. Pura como el aire puro,
perversa como un traidor, 32. Sin ser árbol, tengo hojas
sin ser bestia, un buen lomo
rojo es su color oscuro
y mi nombre en cada lomo.
y su aroma embriagador.
Respuesta: el libro
Respuesta: La rosa
33. Es un sabio gordinflón
si le preguntan no habla,
28. Tul y no es tela,
pan, pero no de mesa.
sabe todas las respuestas,
Respuesta: Tulipán
tiene todas las palabras.
29. Soy la flor del indeciso
y del adivinador, Respuesta: el diccionario

todos me arrancan los pétalos, 34. Por dentro carbón,


por fuera madera,
sí, no, sí, no, sí, no.
en tu maletón
Respuesta: Margarita
voy a la escuela.
30. ¿Cuál de las flores
es la que lleva en su nombre Respuesta: el lápiz

las cinco vocales?

Respuesta: Orquidea
Casa y nunca soy tragado
35. Cuatro patas tiene y no puede
andar.
Respuesta: el plato

También cabecera sin saber hablar.


40. Habla y no tiene garganta
entona y no tiene voz;
Respuesta: la cama
si quieres que cante canta
36. Una señorita
de carnes muy blandas,
si no la quiere no.

que sin ser enfermera


Respuesta: la radio

siempre está en la cama


Música
41. Puedo ser alegre o triste,
Respuesta: la almohada según quien me toque esté;

37. Muy bonito por delante con que me rasgues las cuerdas,
y muy feo por detrás;
buen sonido emitré.
me transformó a cada instante,
Respuesta: Guitarra
pues imito a los demás.
42. De teclas me compongo
Respuesta: el espejo y buen sonido mantengo;

38. Dicen que quien lo tiene unas son blancas


es muy graciosos,
y otras de color negro tengo.
se sacude en la mesa
Respuesta: Piano
contra lo soso.
43. Tiene la plancha arrugada
Respuesta: el salero y es un gran soplador

39. Aunque de comida voy sentirás que mucho gime


cargado
la gente me vacía
si le tocas un botón.
Respuesta: Acordeon 47. Nieto de su bisabuelo,
padre de tus hermanos,
44. Entre pared y pared
hay una santa mujer de tus primos es el tío

que con el diente y de tus tíos hermano.

llama a la gente, Respuesta: el padre

con las muelas 48. De tus tíos es hermana,


es hija de tus abuelos
a las mozuelas,
y quién más a ti te ama.
con los colmillos
Respuesta: la madre
a los chiquillos.
49. Se parece a mi madre
pero es más mayor,
Respuesta: Campana

tiene otros hijos


Familia
45. Empieza por “a”
y no es ave, que mis tíos son.

sin ser ave, vuela Respuesta: la hermana

¿Quien será? Juegos


50. Me componen cuatro palos
impresos en cartulina.
Respuesta: la abuela

Tengo reyes y caballos,


46. Duerme bien en su cunita
a veces es un llorón,
seguro que me adivinas.
pero también se sonríe
Respuesta: la baraja
tomando el biberón.
51. Dieciséis personajes,
con el rey y la reina,
Respuesta: el bebe

se enfrentan a otros tantos;


si juegas mal un príncipe muy hermosos

te encontrarás perdido de la muerte la rescata.

y ganará el contrario! Respuesta: blancanieves

Respuesta: el ajedrez 56. De rojo me cubro


sin ser amapola,
52. Cuando yo subo, tú bajas;
si tú subes, bajo yo; mi abuela y el lobo

a la misma altura nunca completan la historia.

podemos estar los dos. Respuesta: caperucita

Respuesta: el balancín 57. Del mar salió mi nombre


y, tan desgraciada nací,
53. Juegan en la cancha
más altos que bajos; que, huyendo de la desgracia

meten la pelota contra una garita di.

dentro de los aros. Respuesta: margarita

Respuesta: el baloncesto 58. Por comerse una manzana


de un árbol del Paraíso
54. Tengo cadenas sin ser preso,
si me empujas voy y vengo, tuvieron que reprenderle

en los jardines y parques y echarle sin previo aviso

muchos niños entretengo. Respuesta: Adán

Respuesta: el columpio 59. Si su esposa era Gimena,


y su nombre don Rodrigo,
Nombres
55. Una madrasta la odia, sus hijas Elvira y Sol:
una manzana la mata,
¿qué personaje te digo? 64. Col es parte de nombre,
mi apellido es floral,
Respuesta: El Quijote
más si lo quieres saber
60. Pequeño pero valiente,
su hazaña es muy comentada, a la huerta has de marchar

por haber dado a un gigante Respuesta: Coliflor

una tremenda pedrada 65. Soy pequeño y alargado,


en dos conchas colocado,
Respuesta: David
como no puedo nadar,
Alimentos
61. Son de color chocolate, me pego a las rocas del mar.
se ablandan con el calor
Respuesta: Mejillón
y si se meten al horno
66. Si quieres las tomas
explotan con gran furor. y si no las dejas,

Respuesta: castañas aunque suelen decir

62. Tengo cabeza redonda, que son comida de viejas..


sin nariz, ojos ni frente,
Respuesta: Lentejas
y mi cuerpo se compone
Ciudades
tan sólo de blancos dientes.. 67. Fruta es, ciudad también;
gran reino fue
Respuesta: Ajo
y ahora bonita ciudad es.
63. Una señora muy aseñorada,
con el sobrero verde Respuesta: Granada

y la falda morada. 68. La ciudad es un primor,


en su nombre tiene pan
Respuesta: Berenjena
y un sonido de tambor;
un Santo que honra le da 73. Los siete son hermanitos
y viven un solo día;
y unos toros con furor.
cuando uno nace otro muere,
Respuesta: Pamplona
y así se pasan la vida.
69. ¿Os lo creeréis si os lo digo
que ésta es su capital? Respuesta: Los dias de la semana

Pero no es ésta, os lo digo, 74. Doce caballeros,


nacios del sol,
sino ruega y lo sabrás.
todos mueren antes
Respuesta: Oslo
de los treinta y dos
70. Alí y su perro Can
se fueron a tomar té Respuesta: Meses del año

a la ciudad 75. Libro de poco tamaño


que sólo tiene doce hojas
que he le dicho a usted.
pero se lee en un año.
Respuesta: Alicante
Respuesta: Calendario
71. Pasa el Ebro por mi puerta
y mi canción lleva al mar. 76. Sólo una vez al año
tú celebras ese día,
Aquí apareció la Virgen
y conmemoras la fecha
en lo alto de un pilar.
en que llegaste a la vida.
Respuesta: Zaragoza
Respuesta: Cumpleaños
Tiempo
72. Tengo agujas y no sé coser, Naturaleza
tengo números y no sé leer. 77. Siempre estoy entre las
plantas,
tengo brillantes colores,
Respuesta: Reloj
el viento me va empujando a jugar ¡esto es muy duro!

entre las flores. Respuesta: El bosque

Respuesta: Mariposa 83. Nicanor tenía un barco


y con él surcaba el río;
78. En la ventana soy dama,
en el balcón soy señora, ¿era este un barco pequeño

en la mesa cortesana o este era un gran navío?

y en campo labradora. Lee despacio, Encarnación,

Respuesta: El agua y hallarás la solución.

79. Haciendo ruido vienen, Respuesta: Los puntos cardinales


haciendo ruido van;
Cuerpo
y, cuando mañana vuelvan, 84. Cuando sonríes asoman
blancos como el azahar
de igual manera se irán.
unas cositas que cortan
Respuesta: Ola
y que pueden masticar.
80. Doy al cielo resplandores
cuando deja de llover; Respuesta: Dientes

abanicos de colores 85. Treinta caballitos blancos


por una colina roja,
que nunca podrás coger.
corren, muerden, están quietos,
Respuesta: Arco Iris
¡y se meten en tu boca!
81. Lo tomas, pero no lo puedes
llevar. ¿Qué es? Respuesta: Dientes
Respuesta: El sol
86. Como la piedra son duros:
82. En verano barbudo para el perro un buen manjar
y en invierno desnudo,
y sin ellos no podrías Letras
92. Yo fui tu primer sonido
cuando empezaste a hablar
ni saltar ni caminar.

y soy la primera letra


Respuesta: Huesos

que en el alfabeto está.


87. Tengo un tabique en el medio
y dos ventanas a los lados
Respuesta: Letra A
por la que entra aire puro
93. En Melilla hay tres,
en Madrid ninguna,
y sale el ya respirado..

en Castilla dos
Respuesta: Nariz

y en Galicia una.
88. Dos fuentes muy cristalinas
están en medio de un llano
Respuesta: Letra L
y cuando las fuentes manan
94. Casi la lleva al principio,
pancarta a la mitad
no está muy contento el amo.

y amanecer ya muy al final.


Respuesta: Ojos

Respuesta: Letra C
89. Por el día están abiertos
y por la noche cerrados.
95. Hermanas gemelas son
y nunca las verás con sol.
Respuesta: Ojos

Respuesta: Letra LL
90. Si sopla el aire, a la cara viene.
Quien es calvo no lo tiene.
96. ¿Qué se dice una vez en un
minuto
Respuesta: El pelo
y dos veces en un momento?

91. Adivina, adivinanza,


Respuesta: Letra M
¿qué esconde el rey en la panza?

97. Empieza en luna


Respuesta: El ombligo
termina en sol.
Respuesta: Letra L sólo las que se juntan son las que
hablan
98. En el medio del mar está,
en el mundo no tiene cabida, Respuesta: El abecedario

es la primera en el amor 100. Mi sombrero es una ola,


estoy en medio del año,
y la última en la vida.
siempre te digo hola,
Respuesta: Letra A
sentado debajo del castaño.
99. Más de 20 señoras en una
sala: Respuesta: Letra Ñ

120 REFRANES
Dudoso es heredar y seguro trabajar

No es seguro esperar una herencia para resolver la vida personal. Es mejor


trabajar para construir un futuro.

Quien mucho abarca, poco aprieta

Se refiere a aquellas personas que tienen grandes ambiciones. También señala la


poca efectividad que tienen las personas que quieren hacer muchas cosas al
mismo tiempo.

Preguntando se llega a Roma

Indica los beneficios de pedir aclaratorias cuando se tiene una duda sobre
cualquier cosa.

Zapatero a sus zapatos

Para invitar a alguien a no meterse en lo que no le corresponde o en temas de los


que no tiene conocimiento.

Mucho ruido y pocas nueces

Describe a las personas que dicen que harán algo, lo divulgan y no hacen nada al
final.
Nadie es profeta en su tierra

Tiene que ver con la necesidad de salir del lugar de origen para poder tener éxito y
buena reputación, cosa que habría sido negada de haberse quedado.

No hay mal que dure cien años

Una especie de advertencia hacia aquel que abusa del poder o que se aprovecha
de alguna situación para hacer daño.

Perro ladrador, poco mordedor

Invita a no dejarse engañar por la actitud poderosa de ciertas personas y que


quien es realmente valiente, no alardea de ello sino que actúa.

Querer es poder

Solo hace falta voluntad para lograr los objetivos.

Más vale maña que fuerza

La perseverancia es más importante que cualquier cosa para lograr algo.

Poco a poco se anda lejos

Invita a tener paciencia y a lograr un objetivo con pasos cortos pero seguros.

No todo lo que brilla es oro

No hay que confiar en las apariencias.

A falta de pan, buenas son tortas

Conformarse con lo que se tiene.

Al mal tiempo, buena cara

Tener una actitud positiva a pesar de los problemas.

Más vale pájaro en mano que cien volando

Mejor asegurar una cosa, que buscar otras que no son seguras.

Quien tiene boca se equivoca

Utilizado para expresar que todo ser humano puede cometer errores.
A buen entendedor, pocas palabras bastan

Para una persona con capacidad de comprensión no hace falta mucho para
entender.

No hay mal que por bien no venga

Transmite optimismo y esperanza de que todo lo malo tiene una razón de ser y
que todo tiene un lado positivo.

Casa de herrero, cuchillo de palo

Señala la falta de algún objeto o cualidad en un lugar donde se asume


lógicamente que debería haberlo.

Lo barato sale caro

A veces por ahorrar, las personas adquieren objetos de mala calidad pero al
tiempo deberán gastar aún más dinero para reemplazarlo.

El que busca, encuentra

Indica perseverancia y voluntad para lograr algo.

Hierba mala nunca muere

Se utiliza para describir la persistencia del mal. A veces se aplica a una persona
enferma para animarla de una manera jocosa.

El tiempo es oro

Señala el valor del tiempo y la necesidad de aprovecharlo en lugar de


desperdiciarlo.

De tal palo, tal astilla

Se utiliza para referirse a la herencia o la similitud entre dos personas que


provienen de la misma familia o lugar.

El que la hace, la paga

Señala que la justicia llega en algún momento.

A la tercera va la vencida

Una manera de animar a alguien o a sí mismo cuando no se consigue un objetivo


al primer intento; para crear el entusiasmo de hacer un mayor esfuerzo la próxima
vez.
Cada oveja con su pareja

Referido usualmente al matrimonio o a la amistad, a la elección de una persona


con quien se compartan gustos.

Más vale prevenir que curar

Denota la importancia de tener precaución y tomar medidas para evitar males


mayores.

En boca cerrada no entran moscas

Se refiere a la prudencia de no decir lo que no es relevante, callar para no meterse


en problemas sin necesidad.

Al que madruga, Dios lo ayuda

Anima a las personas a ser diligentes con el trabajo y otras actividades para poder
obtener el resultado deseado.

El que calla otorga

Para señalar que aquella persona que no defiende una posición contraria a otra y
en su lugar, calla, acepta de esa manera lo que se le propone.

El que ríe el último, ríe mejor

Una recomendación para no dar por hecho algo, no cantar victoria antes de que
sea real.

A palabras necias, oídos sordos

Ignorar aquellas opiniones mal intencionadas o mal fundadas.

Más vale tarde que nunca

Utilizado para indicar que aunque las cosas no se hagan en el momento esperado,
lo importante es que se hagan si se trata de algo útil.

A lo hecho, pecho

Asumir las consecuencias de las propias acciones.

A llorar al valle

Ir a quejarse con otra persona.


Cada loco con su tema

Una crítica a la terquedad de ciertas personas.

Dinero llama dinero

Se refiere a que las personas con grandes riquezas pueden aumentar sus
beneficios y su fortuna.

Tira la piedra y esconde la mano

Expresión que se refiere a una persona que siempre se muestra inocente de sus
acciones.

El hábito no hace al monje

Invita a desestimar las apariencias, a no juzgar a nadie por lo que parece ser.

Amor con hambre no dura

Significa que para ser amado hay que cumplir con ciertas obligaciones y en
general, para referirse a la necesidad de cumplir con los deberes para poder tener
derechos.

Cría fama y acuéstate a dormir

Usado para señalar que al actuar de cierta manera la primera vez, la gente
esperará esa misma actitud en lo sucesivo.

Del dicho al hecho, hay mucho trecho

Decir o prometer algo, no necesariamente quiere decir que se cumplirá.

Dios aprieta pero no ahoga

Aunque haya situaciones difíciles, siempre hay esperanza de salir airoso de ellas.

Donde fueres, haz lo que vieres.

Empleado sobre todo cuando se visita una ciudad, país o cualquier lugar
desconocido, aconseja imitar las acciones de los demás para no quedar como
ignorante.

Hombre precavido vale por dos

Resalta el valor humano de aquel que toma precauciones antes de actuar.


Una golondrina no hace verano

Se emplea para indicar que la voluntad de una sola persona no puede lograr
mucho sin la ayuda de sus semejantes en ciertos proyectos.

Obras son amores y no buenas razones

En general, para describir a quienes hablan mucho y hacen poco. En el amor,


señala que es necesario probar los sentimientos con acciones concretas.

En la variedad está el gusto

Expresa que la diversidad es importante para poder desarrollar aprecio por ciertas
cosas.

Tanto tienes, tanto vales

Para indicar que muchas veces se trata a una persona de acuerdo a sus riquezas.

¿Dónde va Vicente? Donde va la gente

Una crítica hacia las personas que actúan según la influencia de los demás y no
por criterios propios.

Dios los cría y ellos se juntan

Referido a las amistades que se crean entre personas con características afines o
semejantes.

El que espera desespera

Para resaltar lo que sufre alguien que tiene una esperanza poco probable o
incierta.

Escoba nueva barre bien

Generalmente usado en el ambiente de trabajo para señalar que el nuevo


empleado hace muy bien su trabajo para ganarse a los jefes. También para indicar
que lo nuevo es más efectivo por no tener desgaste.

Guerra avisada no mata soldados

Aquellos que han recibido una advertencia o indicación acerca de algo, no tienen
justificación para fallar.
La fe mueve montañas

Denota seguridad y confianza proveniente de la fe.

El que no la debe, no la teme

Quien no ha cometido ninguna falta, no debe sentir miedo de hablar al respecto o


defenderse.

Si te he visto, no me acuerdo

Una manera burlona de zafarse de una responsabilidad que se adquirió con otra
persona.

Si así llueve, que no escampe

Una manera coloquial para desear que las cosas sigan como van si están muy
bien.

Loro viejo no aprende a hablar

Señala que durante la vejez, es más difícil hacer lo que no se hizo de joven por
haber perdido ciertas facultades.

El papel aguanta todo

Para referirse a aquello que se escribe sin verdadera intención de llevarlo a cabo.

Barriga llena, corazón contento

Resalta las pocas preocupaciones que tienen aquellas personas que está
satisfechas o poseen muchos bienes.

Como buscar una aguja en un pajar

Es caso imposible resolver un problema en particular.

Malos ojos son cariño

Indica que muchas veces las actitudes negativas de una persona hacia otra
esconden en realidad admiración o afecto.

Lo cortés no quita lo valiente

Indica compatibilidad entre ser respetuoso y a la vez defender las opiniones


propias.
A otro perro con ese hueso

Para rechazar un engaño o abuso de parte de otra persona y dejar claro que no se
es tonto.

Contigo pan y cebolla

Indica fidelidad en las buenas y en las malas.

Jaula nueva, pájaro muerto

Señala el peligro o riesgo de hacer ciertos cambios.

Nunca es tarde si la dicha es buena

Denota felicidad por un hecho que tardó mucho en volverse realidad.

Sarna con gusto no pica

Las molestias y sacrificios no son demasiado relevantes cuando se ama lo que se


hace.

El poeta nace, no se hace

Significa que ciertas artes y oficios requieren de una vocación natural y que no
basta con lo que se pueda aprender.

Haz bien y no mires a quien

Resalta la importancia de actuar desinteresadamente.

El que se excusa, se acusa

Quien da demasiadas explicaciones acerca de lago, se hace a sí mismo


sospechoso de una mala acción.

El pez grande se come al chico

Se relaciona con la superioridad y el poder, que siempre vencen al más débil.

A rey muerto, rey puesto

Señala la necesidad de ser eficientes y actuar rápido cuando un puesto queda


vacante o hace falta un cambio urgente.
Para muestra, un botón

Para expresar que no es necesario mostrar todo sino que con un pequeño ejemplo
se puede conocer por deducción todo lo demás.

Se dice el pecado, pero no el pecador

Para indicar que se guarda un secreto acerca de alguien que hizo algo y que no se
está dispuesto a desvelarlo.

Mucho donaire, causa desaire

Una personalidad demasiado desenvuelta llega a causar desprecio o rechazo.

Hoy por ti, mañana por mí

Resalta los beneficios de ser solidarios con los demás para tener la seguridad de
que en el futuro también se recibirá algún favor de otra persona.

No hay rosa sin espinas

Todo logro requiere de sacrificios.

Quien se pica, ajos come

Define a una persona que se siente aludido en medio de una conversación y


reacciona de una manera airada.

Gota a gota, la mar se agota

Para expresar que la constancia logra cualquier objetivo, por muy pequeños que
sean los pasos dados.

Ojo por ojo, diente por diente

Expresión conocida como la antigua Ley del Talión. Invita a hacer pagar a alguien
por un mal cometido con la misma acción pero esta vez en su contra.

Quien canta, su mal espanta

Indica la conveniencia de hacer una actividad placentera para aliviar los


sufrimientos.

Del árbol caído, todos hacen leña

Denota oportunismo, aprovecharse de una situación adversa para otro y obtener


un beneficio de ella.
El que a hierro mata, a hierro muere

Se refiere a que las personas que hacen mal, reciben ese mismo mal como algo
recíproco.

Piensa mal y acertarás

Denota perspicacia y señala que es mejor no hacerse grandes expectativas de las


personas para no decepcionarse o equivocarse con ellas.

Por la boca muere el pez

Invita a ser discretos y no hablar demasiado para no meterse en problemas


graves.

Ojos que no ven, corazón que no siente

El hecho de ignorar una situación o hecho evita que se sufra por ello.

La excepción hace la regla

Cuando algo se sale de control, se ven sus consecuencias y se justifica la


existencia de la ley o regla que evitaría tal evento.

Como se vive, se muere

Señala que de acuerdo a las costumbres y el tipo de vida que se lleve, así mismo
será su final.

Un clavo saca otro clavo

Usado generalmente en el contexto del amor, cuando se ha sufrido una


decepción. Señala que el remedio es buscar otra relación para olvidar la primera.

Mañana será otro día

Aconseja tener esperanza y dejar para después un trabajo o la búsqueda de una


solución a un problema, sobre todo cuando se ha hecho ya un esfuerzo muy
grande.

Decir refranes, es decir verdades

Señala la sabiduría encerrada en los refranes.

No hay quinto malo

Del mismo estilo de “a la tercera va la vencida”. Indica que en algún momento las
cosas saldrán bien, después de haberlas intentado varias veces.
La intención es lo que cuenta

Para justificar que algo no se haya hecho completo o como se esperaba pero se
tenía la voluntad de hacerlo.

La culebra se mata por la cabeza

Los problemas se resuelven afrontándolos directamente.

La música amansa las fieras

Hace referencia al poder tranquilizador y conciliador de la música, tanto en


personas de carácter fuerte como en animales.

Árbol que nace torcido, nunca su tronco endereza

Algo que comienza mal es difícil de arreglar.

Más claro no canta un gallo

Señala la imposibilidad de explicar algo de una mejor manera.

El casado, casa quiere

Un consejo para los matrimonios: vivir solos sin la compañía de otras personas
que puedan inmiscuirse en sus asuntos.

A mala vida, mala muerte

No es de esperar un final feliz si se ha actuado de mala fe.

Caras vemos, corazones no sabemos

Para expresar que muchas veces la felicidad o alegría de una persona puede ser
solo aparente y que es probable que esté pasando por un momento difícil.

Al pan, pan, y al vino, vino

Una invitación a llamar las cosas por su nombre, a ser francos al hablar.

Cría cuervos y te sacarán los ojos

Señala la ingratitud de las personas a quienes se les ha hecho un bien.

El que mucho abarca poco aprieta

Significa que si una persona hace muchas cosas a la vez, tendrá mediocres
resultados en cada una.
Matar pulgas a balazos

Hacer demasiado y mover muchos recursos para conseguir algo pequeño.

Más sabe el diablo por viejo, que por diablo

El diablo sabe más por todos los años que ha vivido que por el mero hecho de ser
un diablo.

Agua que no has de beber, déjala correr

Lo que no te conviene o no puedes afrontar, déjalo ir.

El tiempo todo lo cura menos vejez y locura

El paso del tiempo puede curar una ruptura de corazón, un despido y muchas
enfermedades, pero no la vejez y la locura innata.
Clases técnicas para la lectura comprensiva

Leemos como leemos

Y hacemos mal. Porque no es lo mismo leer una novela o un periódico que tener
que leer algo que debemos aprendernos. Al principio puede resultar un poco difícil
hacerlo bien porque tenemos interiorizado un modo de lectura desde nuestra
infancia, pero con un poco de práctica, la técnica de la lectura comprensiva será la
más útil de nuestras técnicas de estudio y la base para preparar eficientemente
cualquier tipo de examen.

La lectura comprensiva consiste en interiorizar una serie de instrucciones y pasos


que podemos aplicar a nuestro estudio para comprender y retener a la primera
incluso los textos más complejos e incomprensibles. Veamos cómo se hace:

Concentración y aislamiento

Para una buena lectura comprensiva debemos olvidarnos de hacerla mientras


vamos en autobús o mientras nuestro compañero de piso juega al Fornite a todo
volumen. Hay que estar bien sentados, con buena iluminación y en silencio para
que no perdamos nuestra concentración. Pero, además, es recomendable leer en
papel y no en pantalla porque cansaremos menos la vista, podremos hacer
anotaciones más fácilmente y sobre todo porque un estudio de la Universidad de
Valencia ha demostrado que se comprende mejor lo que se lee si leemos en
papel.

Punto por punto

Lo primero que debemos hacer es no leer todo el texto de carrerilla. Tener una
idea general sobre de qué trata nuestra lectura es bueno, pero eso se sabe
rápidamente con el título y el resumen. Hay que dividir el temario en puntos
asequibles e ir poco a poco, porque si lo leemos todo de corrido, cuando
lleguemos a la última página habremos olvidado la mitad (o más). Así que el
primer paso de la lectura comprensiva es hacer separaciones con nuestro
marcador de cada uno de los puntos que leeremos por separado.

Hay textos que ya los tienen: es posible que nos encontremos ante varias
definiciones o capítulos cortos sobre una misma asignatura y que no nos haga
falta dividir más, pero si el texto es de corrido o los apartados incluyen varias
páginas, entonces debemos dividir. Normalmente, un punto y aparte nos va a dar
una buena pista de por dónde cortar.
Comprender lo que se lee

Una vez que tenemos el texto dividido, empezamos a leer, pero no poniendo el
modo automático, sino entendiendo lo que leemos y parándonos en cada
concepto que nos resulte confuso. El diccionario está para algo, así que usémoslo.
Cualquier nueva palabra ampliará nuestro vocabulario y enriquecerá nuestros
pensamientos y nuestra comprensión lectora. Hay que tomarse la lectura
comprensiva no como una lectura normal, sino como si estuviéramos descifrando
un código.

Hacer preguntas

Entendamos o no cada frase del texto, debemos pararnos y hacernos una serie de
preguntas. Se trata de interactuar con el texto que tenemos delante para poder
comprenderlo y aprenderlo. La forma de proceder con cada apartado es la
siguiente:

¿Qué significa?

Para contestar a esta pregunta, debemos ir directamente a lo que no entendemos,


a las palabras o expresiones que no conozcamos o que nos hagan dudar, y
contestarlas.

¿De qué habla?

Periodo histórico, el comportamiento del átomo, la literatura del siglo XIX… Da


igual el tema que sea, se trata de saber de qué nos habla en cada punto yendo de
lo general a lo concreto.

¿Con qué está relacionado?

Hay que acostumbrarse a pensar haciendo inferencias. El aprendizaje no es algo


lineal y plano, sino que debe beber de muchas fuentes y permitir un conocimiento
amplio sobre varias materias que nos permitan establecer relaciones entre
fenómenos. No tengamos miedo al pensamiento divergente ni a sacar
conclusiones que no son las esperadas. Estudiar no solo consiste en aprender un
temario, sino en aprender a pensar. Y además, cuando vamos sacando
conclusiones propias o estableciendo relaciones sobre un texto, sin querer, nos lo
aprendemos.

¿Qué es lo más importante de este punto?

Una vez que contestemos a eso (por nosotros mismos), estamos listos para coger
el rotulador y subrayar, porque no habrá peligro de que volvamos todo el folio
amarillo chillón.
Comentar el texto

Además de las preguntas, debemos comentar lo que vamos leyendo. Como


siempre recomendamos en eTítulo, el estudio debe realizarse en voz alta, y más
aun la lectura comprensiva, para que nuestra memoria auditiva haga más eficiente
el trabajo. Haz comentarios sobre el texto, di a qué te recuerda una frase (aunque
sea a una tontería sin relación), critica al escritor por pesado, argumenta por qué
tal parte te ha parecido interesante o lo contrario. Se trata de poner a trabajar el
cerebro para que la información se quede grabada y podamos recuperarla en el
examen.

Pasa al siguiente punto

Y así sucesivamente. A primera vista nos puede parecer tedioso tener que hacer
todo esto con todo el temario de cada examen que nos pongan, pero realmente no
tardaremos más de dos minutos y, con la práctica, nos saldrá sin darnos cuenta.

Además, ir haciendo esto en cada punto del temario hará que el estudio nos
resulte más entretenido y, al final, veremos que hemos tardado menos tiempo en
aprenderlo todo y que nuestras notas serán mejores. ¿Qué prefieres, leer varias
veces un mismo texto para aprendértelo o leerlo una más despacio y quedarte con
todo?

Tú decides, nosotros lo tenemos claro: la lectura comprensiva es la herramienta


de aprendizaje más útil de un estudiante.

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