Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba Blancanieves.
Vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa, que lo
único que quería era ser la mujer más hermosa del reino. Todos los días
preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del reino, al que el espejo
contestaba:
- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía. El tiempo fue pasando
hasta que un día el espejo mágico contestó que la más bella del reino era
Blancanieves. La reina, llena de furia y de rabia, ordenó a un cazador que llevase
a Blancanieves al bosque y que la matara. Y como prueba traería su corazón en
un cofre. El cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él
sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara para muy lejos del castillo,
llevando en el cofre el corazón de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche
andando por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita.
Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de la casita eran
pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete vasitos, y siete camitas en la
alcoba, dónde Blancanieves, después de juntarlas, se acostó quedando
profundamente dormida durante todo el día.
Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban
en unas minas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves. Ella les contó
toda su triste historia y los enanitos la abrazaron y suplicaron a la niña que se
quedase con ellos. Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices.
Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a
través de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía y que aún era la más
bella del reino. Furiosa y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente
viejecita y partió hacia la casita del bosque.
FIN
Caperucita Roja.
En un bosque muy lejos de aquí, vivía una alegre y bonita niña a la que todos
querían mucho. Para su cumpleaños, su mamá le preparó una gran fiesta. Con
sus amigos, la niña jugó, bailó, sopló las velitas, comió tarta y caramelos. Y como
era buena, recibió un montón de regalos. Pero su abuela tenía una sorpresa: le
regaló una capa roja de la que la niña jamás se separó.
Todos los días salía vestida con la caperuza. Y desde entonces, todos la llamaban
de Caperucita Roja. Un día su mamá le llamó y le dijo:
- Caperucita, mañana quiero que vayas a visitar a la abuela porque está enferma.
Llévale esta cesta con frutas, pasteles, y una botella de vino dulce.
- Hija, ten mucho cuidado. No cruces el bosque ni hables con desconocidos. Pero
Caperucita no hizo caso a su mamá. Y como creía que no había peligros, decidió
cruzar el bosque para llegar mas temprano.
Siguió feliz por el camino. Cantando y saludando a todos los animalitos que
cruzaban su camino. Pero lo que ella no sabía es que escondido detrás de los
árboles, se encontraba el lobo que la seguía y observaba. De repente, el lobo la
alcanzó y le dijo:
- ¡Hola Caperucita!
- Vive del otro lado del bosque. Y ahora tengo que irme sino no llegaré hoy. Adiós
señor lobo.
El lobo salió disparado. Corrió todo lo que pudo hasta llegar a la casa de la abuela.
Llamó a la puerta.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes! Y el lobo, imitando la voz de la
abuela, contestó:
Patito feo.
Ser distinto o diferente a los demás no debe ser motivo para tener verguenza.
Cuenta ese cuento del Patito Feo, escrito por Hans Christian Andersen, a tus hijos,
y enséñales que todos somos diferentes y que debemos respetarnos. No importa
dónde ha nacido, ni que color de piel tiene, ni su raza... debemos aceptar a las
personas cómo son. Debemos mirarles al corazón, a sus buenas actitudes y a sus
buenos valores.
En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la mamá
Pata empezaban a romperse, uno a uno. Los patitos fueron saliendo poquito a
poco, llenando de felicidad a los papás y a sus amigos. Estaban tan contentos que
casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún
permanecía intacto.
La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el
ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse cuenta
de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún mas feo, y tenía
que soportar las burlas de todos. Entonces, en la mañana siguiente, muy
temprano, el patito decidió irse de la granja.
Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja.
Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que
había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se dio
cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo en un
segundo plato. El patito salió corriendo como pudo de allí.
El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los
cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada de
la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el patito
empezó a animarse otra vez. Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más
hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como
verdaderas bailarinas, por el agua. El patito, aún acomplejado por la figura y la
torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también
en el estanque.
Y le dijo el patito:
Y ellos le dijeron:
El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado en
un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él no era
un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para
siempre.
FIN
El Mago de Oz.
Dorita era una niña que vivía en una granja de Kansas con sus tíos y su perro
Totó. Un día, mientras la niña jugaba con su perro por los alrededores de la casa,
nadie se dio cuenta de que se acercaba un tornado. Cuando Dorita lo vio, intentó
correr en dirección a la casa, pero su tentativa de huida fue en vano. La niña
tropezó, se cayó, y acabó siendo llevada, junto con su perro, por el tornado.
Los tíos vieron desaparecer en cielo a Dorita y a Totó, sin que pudiesen hacer
nada para evitarlo. Dorita y su perro viajaron a través del tornado y aterrizaron en
un lugar totalmente desconocido para ellos.
El león lloraba porque quería ser valiente. Así que todos decidieron seguir el
camino hacia el mago de Oz, con la esperanza de hacer realidad sus deseos.
Cuando llegaron al país de Oz, un guardián les abrió el portón, y finalmente
pudieron explicar al mago lo que deseaban. El mago de Oz les puso una
condición: primero tendrían que acabar con la bruja más cruel de reino, antes de
ver solucionados sus problemas. Ellos los aceptaron.
Al salir del castillo de Oz, Dorita y sus amigos pasaron por un campo de amapolas
y ese intenso aroma les hizo caer en un profundo sueño, siendo capturados por
unos monos voladores que venían de parte de la mala bruja. Cuando despertaron
y vieron a la bruja, lo único que se le ocurrió a Dorita fue arrojar un cubo de agua a
la cara de la bruja, sin saber que eso era lo que haría desaparecer a la bruja.
En su caída la niña soñó con todos sus amigos, y oyó cómo el hada le decía:
Y así lo hizo. Cuando despertó, oyó gritar a sus tíos y salió corriendo. ¡Todo había
sido un sueño! Un sueño que ella nunca olvidaría... ni tampoco sus amigos.
FIN
El traje nuevo del Emperador.
'El traje nuevo del emperador' es un cuento clásico muy popular, escrito por Hans
Christian Andersen. Cuenta la historia de un emperador que fue estafado al
comprar unas telas, pero nadie se atrevía a decirle la verdad, hasta que al fin un
niño consiguió que 'abriera los ojos'.
Disfruta con nuestra versión de este cuento y aprovecha para reflexionar con tu
hijo sobre el mensaje del cuento: No creas lo que todos te dicen. Tal vez no se
atrevan a decir la verdad. Valora a las personas que son capaces de contradecir al
resto y tienen la valentía y el coraje de decir lo que piensan.
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir
siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada ocasión y hora de día. La ciudad
en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban
tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos
para el Emperador.
El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso
y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo. Los estafadores
pidieron más dinero, más oro y se lo concedieron. Poco después, el Emperador
envió a otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió
lo mismo que al primero.
Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable.
El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva,
se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le
preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó:
'¡Cómo! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para
emperador? Sería espantoso'. Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo:
- Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo. Todos los de su séquito le
miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar
elogios a los trajes y a las telas.
Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del
pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de
que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó
de pronto un niño:
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas
pensó: 'Hay que aguantar hasta el fin'. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas
de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
FIN
La Bella Durmiente
Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña. Para
la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero,
desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.
Aunque no haya sido invitada, la hada maligna se presentó al castillo y, al pasar
delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: " Al cumplir los
dieciséis años te pincharás con un huso y morirás".
Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de
mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha
permanecerá dormida durante cien años y sólo el beso de un buen príncipe la
despertará."
Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un
lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba
hilando.
La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala había
previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo.
Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos del
reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría todos a su
alrededor.
Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral
mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron.
Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus
alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor
escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.
Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió
nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano.
Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis sueños
acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto.
Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz
que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio,
se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda.
FIN
La Cenicienta
Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana de padre y
madre, tuvo que vivir con su madrastra y las dos hijas que tenía ésta.
Las tres mujeres eran tan malas y tan egoístas que se quedaban cada día mas
feas. La bella joven era explotada por ellas. Era ella quien hacía todo el trabajo
más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc, ella también tenía que cortar
leña y encender la chimenea.
Así sus vestidos estaban siempre manchados de ceniza, por lo que todos la
llamaban Cenicienta. Un día se oía por todas partes de la ciudad que el príncipe
de aquel país había regresado.
El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la que iba a invitar a todas las
jóvenes del reino, con la esperanza de que el príncipe encontrara en una de ellas,
la esposa que deseaba.
En la casa de Cenicienta, sus hermanastras empezaban a prepararse para la gran
fiesta. Y decían a Cenicienta:
El día del baile había llegado. Cenicienta vio partir a sus hermanastras al Palacio
Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste y sola. Pero, de pronto, se le
apareció un Hada que le dijo:
Y le dijo Cenicienta:
Y le avisó:
- Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé las doce
campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo se acabará.
Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y Cenicienta
se despidió del príncipe, cruzó el salón, bajó la escalinata y entró en el carruaje en
dirección a su casa.
Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió sin
entender nada.
Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin llegaron a la
casa de Cenicienta. Y cuando ésta se lo puso todos vieron que le estaba perfecto.
FIN
La Sirenita
El cuento de La sirenita (título original en danés: Den lille Havfrue) fue publicada el
7 de abril de 1837 por el escritor y poeta danés Hans Christian Andersen, famoso
por sus cuentos para niños. Cuenta la historia de Ariel, una sirena soñadora que
quiere vivir fuera del agua ya que cree que es lo mejor que podría pasarle en la
vida. Este cuento ha sido adaptado varias veces a un musical, una película
animada japonesa de Toei Animation y otra película animada de Walt Disney.
En el fondo de los océanos había un precioso palacio en el cual vivía el Rey del
Mar junto a sus cinco hijas, bellísimas sirenas. La más joven, la Sirenita, además
de ser la más hermosa, poseía una voz maravillosa.
Cuando cantaba, todos los habitantes del fondo del mar acudían para escucharla.
Además de cantar, Sirenita soñaba con salir a la superficie para ver el cielo y
conocer el mundo de los hombres, como lo relataban sus hermanas.
Pero su padre le decía que solo cuando cumpliera los 15 años tendría su permiso
para hacerlo. Pasados los años, finalmente llegaron el cumpleaños y el regalo tan
deseados.
Sirenita por fin pudo salir a respirar el aire y ver el cielo, después de oír los
consejos de su padre: 'Recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo
podemos admirarlo. Somos hijos del mar. Sé prudente y no te acerques a los
hombres'.
Y al emergerse del agua Sirenita se quedó de boca abierta. Todo era nuevo para
ella. Y todo era hermoso, ¡fascinante! Sirenita era feliz. Pasados unos minutos,
Sirenita pudo observar, con asombro, que un barco se acercaba y paraba. Se
puso a escuchar voces. Y pensó en lo cuanto le gustaría hablar con ellos.
Pero miró a su larga cola y comprendió que eso era imposible. Continuó mirando
al barco. A bordo había una gran fiesta de aniversario. El capitán del barco
cumplía veinte años de edad.
Sirenita se quedó atónita al ver el joven. Era alto, moreno, de porte real, y sonreía
feliz. La Sirenita sintió una extraña sensación de alegría y sufrimiento a la vez.
Algo que jamás había sentido en su corazón. La fiesta seguía hasta que
repentinamente un viento fuerte agitó las olas, sacudiendo y posteriormente
volcando el barco. Sirenita vio como el joven capitán caía al mar.
Nadó lo que pudo para socorrerlo, hasta que le tuvo en sus brazos. El joven
estaba inconsciente, pero Sirenita nadó lo que pudo para llevarlo hasta tierra.
Depositó el cuerpo del joven sobre la arena de la playa y estuvo frotando sus
manos intentando despertarlo.
Sirenita volvió a la mansión paterna y les contó toda su experiencia. Después pasó
días llorando en su habitación. Se había enamorado del joven capitán pero sentía
que jamás podría estar con él.
Durante los días siguientes, Sirenita pasó a vestirse como una dama, y
acompañaba al príncipe en sus paseos. Era invitada a los bailes de la corte pero
como no podía hablar, no podía explicar al príncipe lo que había sucedido en la
noche que le salvó.
Un día, avistaron un gran barco que se acercaba al puerto. El barco traía una
desconocida que enseguida llamó la atención del príncipe. Sirenita sintió un agudo
dolor en su corazón, y sintió que perdería a su príncipe para siempre.
El príncipe quedó prendado de la joven desconocida, que no era otra que la bruja
disfrazada, y al haberle robado su voz, el príncipe creyó que era su salvadora y se
enamoró de ella.
Le pidió matrimonio, y para celebrarlo fueron invitados a hacer un gran viaje por
mar al día siguiente, acompañados también por la Sirenita. Al caer la noche,
Sirenita, recordando el acuerdo que había hecho con la hechicera, estaba
dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar, hasta que escuchó la
llamada de sus hermanas.
- ¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas!. Escucha con atención, hay
una forma de romper el hechizo y recuperar la voz que la bruja te ha robado. Si
besas al príncipe conseguirás que se enamore de ti y se rompa el encantamiento.
La Sirenita corrió y corrió hasta el gran salón donde iba a comenzar la ceremonia
de boda. Se lanzó a los brazos del príncipe y le besó, dejando a todos
boquiabiertos.
FIN
Peter Pan.
Y casi siempre eran sobre las aventuras de Peter Pan, un amigo que de vez en
cuando la visitaba. Una noche, cuando estaban a punto de acostarse, una
preciosa lucecita entró en la habitación.
Después de los saludos, Campanilla echó polvitos mágicos en los tres hermanos y
ellos empezaron a volar mientras Peter Pan les decía:
Los cinco niños volaron, volaron, como las cometas por el cielo. Y cuando se
encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló:
- Por favor, Campanilla, lleva a mis amiguitos a un sitio mas abrigado, mientras yo
me libro de este pirata pesado.
Pero Campanilla se sentía celosa de las atenciones que Peter tenía para con
Wendy. Así que llevó a los niños a la isla y mintió a los Niños Perdidos diciendo
que Wendy era mala. Creyendo las palabras del hada, ellos empezaron a decir
cosas desagradables a la niña. Menos mal que Peter llegó a tiempo para pararles.
Y les preguntó:
Y ellos contestaron:
- Estoy muy triste porque mí hija Lili salió de casa por la mañana y hasta ahora no
la hemos encontrado.
Como Peter era el que cuidaba de todos en la isla, se comprometió con el Gran
Jefe de encontrar a Lili. Con Wendy, Peter Pan buscó a la india por toda la isla
hasta que la encontró prisionera del Capitán Garfio, en la playa de las sirenas.
Lili estaba amarrada a una roca, mientras Garfio le amenazaba con dejarla allí
hasta que la marea subiera, si no le contaba donde estaba la casa de Peter Pan.
La pequeña india, muy valiente, le contestaba que no iba a decírselo. Lo que
ponía furioso al Capitán. Y cuando parecía que nada podía salvarla, de repente
oyeron una voz:
Era Peter pan, que venía a rescatar a la hija del Gran jefe indio. Después de
liberar a Lili de las cuerdas, Peter empezó a luchar contra Garfio. De pronto, el
Capitán empezó a oír el tic tac que tanto le horrorizaba.
Era el cocodrilo que se acercaba dejando a Garfio nervioso. Temblaba tanto que
acabó cayéndose al mar.Y jamás se supo nada más del Capitán Garfio.
Peter devolvió a Lili a su aldea y el padre de la niña, muy contento, no sabía cómo
dar las gracias a él. Así que preparó una gran fiesta para sus amiguitos, quiénes
bailaron y pasaron muy bien.
Pero ya era tarde y los niños tenían que volver a su casa para dormir. Peter Pan y
Campanilla los acompañaron en el viaje de vuelta. Y al despedirse, Peter les dijo:
- ¡Hasta luego Peter Pan! gritaron los niños mientras se metían debajo de la
mantita porque hacía muchísimo frío.
FIN
Pinocho
Detrás de todo cuento o historia infantil, siempre existe un mensaje, una reflexión
y un consejo para los niños. El cuento infantil de Pinocho, un muñeco de madera
que soñaba en ser un niño de verdad, nos enseña valores como el respeto, es
esfuerzo, la responsabilidad y la amistad. Pinocho aprenderá a obedecer, a
hacerse responsable, a no fiarse de los extraños, y a dar valor a la escuela. Y
sobretodo, nos enseña el valor de la verdad. Las mentiras tienen piernas muy,
pero que muy cortas.
Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos,
siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la
escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no
muy buenas.
Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo
estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes.
Rapunzel
Había una vez una pareja que hacía mucho tiempo deseaba tener un bebé. Un
día, la mujer sintió que su deseo ¡por fin! se iba a realizar. Su casa tenía una
pequeña ventana en la parte de atrás, desde donde se podía ver un jardín lleno de
flores hermosas y de toda clase de plantas.
Estaba rodeado por una muralla alta y nadie se atrevía a entrar porque allí vivía
una bruja. Un día, mirando hacia el jardín, la mujer se fijó en un árbol cargadito de
espléndidas manzanas que se veían tan frescas que ansiaba comerlas.
Su deseo crecía día a día y como pensaba que nunca podría comerlas, comenzó
a debilitarse, a perder peso y se puso enferma. Su marido, preocupado, decidió
realizar los deseos de la mujer.
Pero cuando saltó la pared, se encontró cara a cara con la bruja. "¿Eres tu el
ladrón de mis manzanas?" dijo la bruja furiosa. Temblando de miedo, el hombre
explicó a la bruja que tuvo que hacerlo para salvar la vida a su esposa.
Entonces la bruja dijo, "Si es verdad lo que me has dicho, permitiré que recojas
cuantas manzanas quieras, pero a cambio me tienes que dar el hijo que tu esposa
va a tener. Yo seré su madre."
El hombre estaba tan aterrorizado que aceptó. Cuando su esposa dio a luz una
pequeña niña, la bruja vino a su casa y se la llevó. Era hermosa y se llamaba
Rapunzel.
Rapunzel tenía un abundante cabello largo, dorado como el sol. Siempre que
escuchaba el llamado de la bruja se soltaba el cabello, lo ataba en trenzas y lo
dejaba caer al suelo.
Sin embargo, la canción le había llegado tan profundo al corazón, que lo hizo
regresar al bosque todos los días para escucharla. Uno de esos días, vio a la bruja
acercarse a los pies de la torre.
El príncipe se escondió detrás de un árbol para observar y la escuchó decir: "!
Rapunzel! ¡Rapunzel!, ¡lanza tu trenza!" Rapunzel dejó caer su larga trenza y la
bruja trepó hasta la ventana. Así, el príncipe supo como podría subir a la torre.
El príncipe la venía a visitar todas las noches y la bruja, que venía sólo durante el
día, no sabía nada. Hasta que un día, cuando la bruja bajaba por la trenza oyó a
Rapunzel decir que ella pesaba más que el príncipe.
Entonces enfurecida, la bruja salió del escondite y le dijo: "Has perdido a Rapunzel
para siempre. Jamás volverás a verla". Por lo que el príncipe se quedó desolado.
Además, la bruja le aplicó un hechizo dejando ciego al príncipe.
Lo abrazó tiernamente y lloró. Sus lágrimas cayeron sobre los ojos del príncipe
ciego y de inmediato los ojos de él se llenaron de luz y pudo volver a ver como
antes. Entonces, felices por estar reunido con su amor, los dos se casaron y
vivieron muy felices.
FIN
Ricitos de Oro.
Ese es un cuento de hadas que cuenta qué pasó cuando una familia, compuesta
por papá, mamá e hijo oso, encuentra a una niña, llamada Ricitos de Oro, en su
casa. La familia de osos vive en una pequeña casa en un bosque. Un día,
esperando a que su sopa se enfríe, la familia oso sale a dar un paseo. Ricitos de
Oro encuentra la casa vacía y entra para curiosear. ¿Qué puede pasar si entras
en una casa de gente a quien no conoces?
Mientras los ositos estaban caminando por el bosque, apareció una niña llamada
Ricitos de Oro que, al ver tan linda casita, se acercó y se asomó a la ventana.
Al ver la casita tan bien recogida y limpia, Ricitos de Oro curioseó todo lo que
pudo. Pero al cabo de un rato sintió hambre gracias al olor muy sabroso que venía
de la sopa puesta en la mesa.
Se acercó a la mesa y vio que había 3 tazones. Un pequeño, otro más grande, y
otro más y más grande todavía. Y otra vez, sin hacer caso a la educación que le
habían dado sus padres, la niña se lanzó a probar la sopa.
Comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado
caliente. Entonces pasó al mediano y le pareció que la sopa estaba demasiado
fría. Pasó a probar el tazón más pequeño y la sopa estaba como a ella le gustaba.
Y la tomó toda, todita.
Cuando acabó la sopa, Ricitos de Oro se subió a la silla más grande pero estaba
demasiado dura para ella. Pasó a la silla mediana y le pareció demasiado blanda.
Y se decidió por sentarse en la silla más pequeña que le resultó comodísima.
Pero la sillita no estaba acostumbrada a llevar tanto peso y poco a poco el asiento
fue cediendo y se rompió. Ricitos de Oro decidió entonces subir a la habitación y
probar las camas.
Probó la cama grande pero era muy alta. La cama mediana estaba muy baja y por
fin probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó
totalmente dormida.
Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los 3 ositos a la casa y
nada más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo
con su gran voz:
Al ver que allí no había nadie, subieron a la habitación para ver si el ladrón de su
comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación,
papá oso dijo:
Ricitos de Oro, mientras dormía creía que la voz fuerte que había escuchado y
que era papá oso, había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una
voz que la hablaba en sueños pero la voz aflautada del osito la despertó.
FIN
Simbad el marino.
En Guiainfantil queremos que los niños conozcan este relato clásico infantil y se
introduzcan en el apasionante mundo de los cuentos. Léelo junto a tus hijos y deja
que su imaginación haga el resto.
Hace muchos años, en Bagdad, vivía un joven muy pobre llamado Simbad que
para sobrevivir trasladaba pesados fardos por lo que le decían 'el cargador'.
Sus quejas fueron oídas por un millonario, quien lo invitó a compartir una cena. Allí
estaba un anciano, que dijo lo siguiente:
- 'Soy Simbad 'el marino'. Mi padre me legó una fortuna, pero la derroché
quedando en la miseria. Vendí mis trastos y navegué con unos mercaderes.
Llegamos a una isla saliendo expulsados por los aires, pues en realidad era una
ballena. Naufragué sobre una tabla hasta la costa tomando un barco para volver a
Bagdad'.
Y Simbad 'el marino', calló. Le dio al joven 100 monedas rogándole que volviera al
otro día. Así lo hizo y siguió su relato:
Terminado el relato, Simbad 'el marino' volvió a darle al joven 100 monedas,
rogándole que volviera al día siguiente.
- 'Con mi fortuna pude quedarme aquí, relató Simbad, pero volví a navegar.
Encallamos en una isla de pigmeos; quienes nos entregaron al gigante con un solo
ojo que comía carne humana. Más tarde, aprovechando la noche, le clavamos una
estaca en su único ojo y huimos de la isla volviendo a Bagdad'. Simbad dio al
joven nuevas monedas, y al otro día evocó:
- 'Esta vez, naufragamos en una isla de caníbales. Cautivé a la hija del rey
casándome con ella; pero poco después murió, ordenándome el rey que debía ser
enterrado con mi mujer. Por suerte, pude huir y regresé a Bagdad cargado de
joyas'. Simbad 'el marino' siguió narrando y el joven escuchándolo:
Al acabar, el anciano le pidió al joven que viviera con él, aceptando encantado y
siendo muy feliz a partir de entonces.
Piel de Asno.
Érase una vez un rey que profesaba tal cariño por su esposa, como nunca otra
persona pudo querer a un semejante. La felicidad de los monarcas se completaba
con la presencia de una joven, su hija, que había heredado la belleza de su madre
y crecía en inteligencia y bondad.
Un mal día la reina cayó enferma y los médicos de la corte no pudieron más que
diagnosticar un triste desenlace muy próximo. El buen rey estaba desolado.
Lloraba junto al lecho de su esposa, mientras ella le decía: -No dudéis en volveros
a casar, cuando yo ya no esté. Sólo os pido que la escogida sea más bella que
yo-. Y dicho esto, la reina suspiró por última vez, cerrando los ojos para siempre.
El dolor, aunque nunca cicatrice del todo, disminuye con el tiempo, y el rey, que
todavía era joven, sintió un día la necesidad de casarse. Se convocó a las damas
más radiantes de todos los condados… Pero el rey las rehusaba una a una,
porque ninguna igualaba siquiera la belleza de la reina fallecida.
El rey vio una mañana a su hija en el jardín y por primera vez se fijó en ella como
la esplendorosa mujer que ya era, una joven que reunía la misma belleza que su
madre. El rey no se lo pensó dos veces y sin meditar en lo monstruoso de su
proposición, declaró que se casaría con su hija. La princesa, al conocer la noticia,
se sintió tan desgraciada que corrió en busca de su hada madrina, para pedirle
consejo.
Viendo que esas artimañas no daban resultado, el hada le dijo a la princesa: —Ve
a los establos, coge una piel de asno que allí encontrarás y disfrázate con ella.
Luego, abandona el palacio y no muestres más tu rostro, hasta que sepas que el
rey ha olvidado su idea. La princesa partió hacia su destierro.
La melancolía del príncipe se agravó con el paso de los días, hasta el extremo de
que su padre, enterado de los sentimientos del joven, mandó buscar a la
misteriosa belleza que había robado el corazón a su hijo. Cuando la princesa supo
que el príncipe la buscaba, preparó un riquísimo pastel, dentro del cual introdujo
su anillo, haciéndolo llegar a palacio. Tan pronto el príncipe probó el pastel, la
alegría volvió a su rostro, aunque no supiese exactamente por qué.
Partieron de nuevo los emisarios por todo el país, probando el anillo a todas las
doncellas casaderas. Pero milagrosamente, ningún dedo se ajustaba a él. El día
que la escolta real llegó a la granja, todas las criadas y la misma granjera hicieron
la prueba con el anillo, pero sus zafias manos no estaban preparadas para tan fina
joya. —¿Hay alguien más en esta granja? —preguntó el emisario—. ¿Alguna otra
mujer? —No, ninguna —respondió la granjera—. A menos que toméis por mujer a
Piel de Asno… —y estalló en carcajadas.
Sin embargo, las órdenes debían cumplirse y Piel de Asno tuvo que probar aquel
anillo que tan bien conocía. La sorpresa fue enorme: como es lógico, la joya
encajaba perfectamente en su anular. Pero las sorpresas no acabaron ahí: cuando
Piel de Asno se retiró un instante, para vestirse con los suntuosos ropajes que
guardaba en su baúl y regresó, dispuesta a acompañar al mensajero, todos
cayeron de rodillas, sin creer en lo que estaban viendo.
FIN
Bambi
Los cuentos infantiles son ideales para fomentar la lectura entre los niños. Un
buen momento para inculcar el hábito de leer es en el momento de irse al dormir.
Para ello, los padres tenemos que compartir un rato de lectura con nuestros hijos y
hacerles ver que los libros son un vehículo muy divertido para viajar a través de
nuestra imaginación.
- '¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido!', anunciaba el conejito
Tambor mientras corría de un lado a otro.
Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá puso el
nombre de Bambi. El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y
delgadas le hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie.
Cierto día vio cómo corría un grupo de ciervos mayores. Se quedó admirado al ver
al que iba delante de todos. Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran
Príncipe del Bosque.
- 'Debes ser valiente porque tu mamá no volverá. Vamos, sígueme', le dijo el Gran
Príncipe del Bosque.
Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día, mientras bebía
agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detrás de él. Era bella y
ágil y pronto se hicieron amigos.
FIN
Érase una vez un ratón que vivía en una humilde madriguera en el campo. Allí, no
le hacía falta nada. Tenía una cama de hojas, un cómodo sillón, y flores por todos
los lados.
Cuando sentía hambre, el ratón buscaba frutas silvestres, frutos secos y setas,
para comer. Además, el ratón tenía una salud de hierro. Por las mañanas,
paseaba y corría entre los árboles, y por las tardes, se tumbaba a la sombra de
algún árbol, para descansar, o simplemente respirar aire puro. Llevaba una vida
muy tranquila y feliz.
Un día, su primo ratón que vivía en la ciudad, vino a visitarle. El ratón de campo le
invitó a comer sopa de hierbas. Pero al ratón de la ciudad, acostumbrado a comer
comidas más refinadas, no le gustó.
Acabó invitando a su primo a viajar con él a la ciudad para comprobar que allí se
vive mejor. El ratón de campo no tenía muchas ganas de ir, pero acabó cediendo
ante la insistencia del otro ratón.
Nada más llegar a la ciudad, el ratón de campo pudo sentir que su tranquilidad se
acababa. El ajetreo de la gran ciudad le asustaba. Había peligros por todas partes.
Era muy elegante: había camas con colchones de lana, sillones, finas alfombras, y
las paredes eran revestidas. Los armarios rebosaban de quesos, y otras cosas
ricas.
Desde lejos el aroma de queso recién hecho, hizo que se le saltaran las lágrimas,
pero eran lágrimas de alegría porque poco faltaba para llegar a su casita. De
vuelta a su casa el ratón de campo pensó que jamás cambiaría su paz por un
montón de cosas materiales.
FIN.
Érase una vez un asno que, por desgracia, se quedó sin trabajo. Era muy viejo y
por lo tanto ya no podía transportar sacos de cereales al molino. Pero aunque era
viejo, el asno no era tonto.
Decidió irse a la ciudad de Bremen, donde pensó que podrían contratarlo como
músico municipal. ¡Y dicho y hecho! El asno abandonó la granja donde había
trabajado durante años y emprendió un viaje hacia Bremen.
Y le contestó el perro:
- ¡Ni que lo digas! Como ya soy viejo, mi amo quiso matarme, pues dice que ya no
sirvo para la casa. Así que decidí alejarme rápidamente. Lo que no sé es qué
podré hacer ahora para no morirme de hambre.
- Pues ¿cómo voy a tener buena cara si mi ama intentó ahogarme porque dice que
ya soy demasiado viejo y no cazo ratones como antes? Conseguí escapar, pero
¿qué voy hacer ahora?
- Pues, en realidad estoy más que triste. ¡Estoy desesperado! Va a ver una fiesta
mañana y mi ama ha ordenado a la cocinera que esta me corte el cuello para
hacer conmigo un buen guiso. Y le dijo el asno:
El asno le dijo que podría ser una casa y deberían irse a la casa para que
pudiesen estar más cómodos. Y así lo hicieron. Al acercarse a la casa averiguaron
que la casa se trataba de una guarida de ladrones. El asno, como era el más alto,
miró por la ventana para ver lo que pasaba en su interior.
- Veo una mesa con mucha comida y bebida, y junto a ella hay unos ladrones que
están cenando, les contentó el asno.
Los cuatro animales se pusieron a montar un plan para ahuyentar a los bandidos
para que les dejaran la comida. El asno se puso de manos al lado de la ventana;
el perro se encaramó a las espaldas del asno; el gato se montó encima del perro,
y el gallo voló y se posó en la cabeza del perro.
Y sin pensar dos veces, se saltó a la cara del ladrón y empezó a arañarle. El
bandido, con miedo, echó a correr. Pero no sin antes llevarse una coz del asno,
ser atacado por el perro, y llevarse un buen susto con los gritos del gallo.
Al reunirse con sus compañeros, el bandido les dijo que en la casa había una
bruja que le atacó por todos lados. Le arañó, le acuchilló, le golpeó, y le gritó
ferozmente. Y que todos deberían huir rápidamente. Y así lo hicieron todos.
Y fue así, gracias a buen plan que habían montado los animales, que los cuatros
músicos de Bremen pudieron vivir su vejez, tranquila y cómodamente, en aquella
casa.
FIN
El miedo es uno de los sentimientos de los niños que más preocupan a los padres.
Este cuento de Juan sin miedo, es un ejemplo de que se puede vencer a los
miedos. Un cuento ideal para animar y ayudar a los niños a superar sus miedos.
Érase una vez, en una pequeña aldea, un anciano padre con sus dos hijos. El
mayor era trabajador y llenaba de alegría y de satisfacción el corazón de su padre,
mientras el más joven sólo le daba disgustos. Un día el padre le llamó y le dijo:
- Hijo mío, sabes que no tengo mucho que dejaros a tu hermano y a ti, y sin
embargo aún no has aprendido ningún oficio que te sirva para ganarte el pan.
¿Qué te gustaría aprender?
Y le contestó Juan:
- Quizá pueda ayudarte: Cuentan que más allá del valle, muy lejos, hay un castillo
encantado por un malvado mago. El monarca que allí gobierna ha prometido la
mano de su linda hija a aquel que consiga recuperar el castillo y el tesoro. Hasta
ahora, todos los que lo intentaron huyeron asustados o murieron de miedo.
Juan decidió caminar, vislumbró a lo lejos las torres más altas de un castillo en el
que no ondeaban banderas. Se acercó y se dirigió a la residencia del rey. Dos
guardias reales cuidaban la puerta principal. Juan se acercó y dijo:
- Soy Juan Sin Miedo, y deseo ver a vuestro Rey. Quizá me permita entrar en su
castillo y sentir eso a lo que llaman miedo.
El más fuerte le acompañó al Salón del Trono. El monarca expuso las condiciones
que ya habían escuchado otros candidatos: si consigues pasar tres noches
seguidas en el castillo, derrotar a los espíritus y devolverme mi tesoro, te
concederé la mano de mi amada y bella hija, y la mitad de mi reino como dote.
"Qué hombre tan valiente, qué honesto", pensó el rey, "pero ya guardo pocas
esperanzas de recuperar mis dominios,...tantos han sido los que lo han intentado
hasta ahora..." Juan sin Miedo se dispuso a pasar la primera noche en el castillo.
Le despertó un alarido impresionante.
Un nuevo alarido por respuesta, y Juan Sin Miedo le tapó la boca con una bandeja
que adornaba la mesa. El espectro quedó mudo y se deshizo en el aire. A la
mañana siguiente el soberano visitó a Juan Sin Miedo y pensó: "Es sólo una
pequeña batalla. Aún quedan dos noches".
Pasó el día y se fue el sol. Como la noche anterior, Juan Sin Miedo se disponía a
dormir, pero esta vez apareció un fantasma espantoso que lanzó un bramido:
¡Uhhhhhhhhhh! Juan Sin Miedo cogió un hacha que colgaba de la pared, y cortó la
cadena que el fantasma arrastraba la bola. Al no estar sujeto, el fantasma se elevó
y desapareció.
La ciudad en pleno se había reunido a las puertas del castillo, y cuando apareció
Juan Sin Miedo el soberano dijo: "¡Cumpliré mi promesa!" Pero no acabó aquí la
historia: cierto día en que el ahora príncipe dormía, la princesa decidió
sorprenderle regalándole una pecera. Pero tropezó al inclinarse, y el contenido,
agua y peces cayeron sobre el lecho que ocupaba Juan.
La princesa reía viendo cómo unos simples peces de colores habían asustado al
que permaneció impasible ante espectros y aparecidos: Te guardaré el secreto,
dijo la princesa. Y así fue, y aún se le conoce como Juan Sin Miedo.
FIN
Pedro y el lobo
Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo
paseando y cuidando de sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las
mañanas, muy tempranito, hacía siempre lo mismo. Salía a la pradera con su
rebaño, y así pasaba su tiempo.
Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que
podía hacer para divertirse. Como muchas veces se aburría, un día, mientras
descansaba debajo de un árbol, tuvo una idea. Decidió que pasaría un buen rato
divirtiéndose a costa de la gente del pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y
empezó a gritar:
La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre
pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todo
había sido una broma pesada del pastor, que se deshacía en risas por el suelo.
Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían
ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que se puso a repetirla. Y cuando vio a
la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:
La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí
que se había presentado el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su
ayuda. Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos,
riéndose de ver cómo los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los
aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enfadados con la
mala actitud del pastor, y se fueron enojados con aquella situación.
A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo
lugar, aún se reía cuando recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se
sentía arrepentido de ninguna forma. Pero no se dio cuenta de que, esa misma
mañana se le acercaba un lobo. Cuando se dio media vuelta y lo vio, el miedo le
invadió el cuerpo. Al ver que el animal se le acercaba más y más, empezó a gritar
desesperadamente:
- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Qué se va a devorar todas mis ovejas!
¡Auxilio!
Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los
aldeanos de que lo que decía era verdad. Los aldeanos, habiendo aprendido de
las mentiras del pastor, de esta vez hicieron oídos sordos. ¿Y lo qué ocurrió? Pues
que el pastor vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él
intentaba pedir auxilio, una y otra vez:
Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo
se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder
hacer nada, absolutamente. Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy
injusto con la gente del pueblo, y aunque ya era tarde, se arrepintió
profundamente, y nunca más volvió burlarse ni a mentir a la gente.
Las zapatillas rojas
Lee a tus hijos el texto completo del cuento Las zapatillas rojas, de Hans Christian
Andersen, para que ellos aprendan princípios básicos del valor de la bondad y
humildad.
Son muchos los cuentos infantiles que han deleitado a niños y niñas de todo el
mundo, generación tras generación. Sin dudas, entre esos relatos imprescindibles
se encuentra este bonito cuento de Las zapatillas rojas, uno de los clásicos de la
literatura infantil.
Hace mucho, mucho tiempo, vivía una hermosa niña que se llamaba Karen. Su
familia era muy pobre, así que no podía comprarle aquello que ella deseaba por
encima de todas las cosas: unas zapatillas de baile de color rojo.
Porque lo que más le gustaba a Karen era bailar, cosa que hacía continuamente.
A menudo se imaginaba a sí misma como una estrella del baile, recibiendo
felicitaciones y admiración de todo el mundo.
Al morir su madre, una atesorada señora acogió a la niña y la cuidó como si fuera
hija suya. Cuando llegó el momento de su puesta de largo, la llamó a su
presencia:
Incluso alguien hizo notar a la anciana mujer que no estaba bien visto que una
muchachita empleara ese tono en el calzado. La mujer, enfadada con Karen por
haber desobedecido, la reprendió allí mismo:
Sin embargo, la niña aprovechaba cualquier ocasión para lucirlos. La pobre señora
murió al poco tiempo y se organizó el funeral. Como había sido una persona muy
buena, llegó gente de todas partes para celebrar el funeral.
Cuando Karen se vestía para acudir, vio los zapatos rojos con su charol brillando
en la oscuridad. Sabía que no debía hacerlo, pero, sin pensárselo dos veces,
cogió las zapatillas encantadas y metió dentro sus piececitos:
-¡Estaré mucho más elegante delante de todo el mundo!- se dijo. Al entrar en la
iglesia, un viejo horrible y barbudo se dirigió a ella:
-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile! ¿Quieres que te los limpie?- le dijo.
Karen pensó que así los zapatos brillarían más y no hizo caso de lo que la señora
siempre le había recomendado sobre el recato en el vestir. El hombre miró
fijamente las zapatillas, y con un susurro y un golpe en las suelas les ordenó:
Las gentes del pueblo, extrañadas, vieron como Karen se alejaba bailando por las
plazas, los prados y los pastos. Por más que lo intentara, no había forma de
soltarse los zapatos: estaban soldados a sus pies, ¡y ya no había manera de saber
qué era pie y qué era zapato! Pasaron los días y Karen seguía bailando y
bailando.
¡Estaba tan cansada...! y nunca se había sentido tan sola y triste. Lloraba y lloraba
mientras bailaba, pensando en lo tonta y vanidosa que había sido, en lo ingrata
que era su actitud hacia la buena señora y la gente del pueblo que la había
ayudado tanto.
- ¡No puedo más!- gimió desesperada -¡Tengo que quitarme estos zapatos aunque
para ello sea necesario que me corten los pies!-
Karen se dirigió bailando hacia un pueblo cercano donde vivía un verdugo muy
famoso por su pericia con el hacha. Cuando llegó, sin dejar de bailar y con
lágrimas en los ojos gritó desde la puerta:
-¿Es que no sabes quién soy? ¡Yo corto cabezas!, y ahora siento cómo mi hacha
se estremece.- dijo el verdugo.
-Déjame verlos más de cerca...-. Pero nada más tocar el mendigo los zapatos con
sus dedos esqueléticos, las zapatillas rojas se detuvieron y Karen dejó de bailar.
Aprendió la lección, las guardó en una urna de cristal y no pasó un solo día en el
que no agradeciera que ya no tuviera que seguir bailando dentro de sus zapatillas
rojas.
FIN
La ratita presumida
Érase una vez una ratita muy coqueta y presumida que un día, barriendo la puerta
de su casa, se encontró una moneda de oro. ¡Qué suerte la mía!, dijo la ratita, y se
puso a pensar:
Con su moneda de oro la ratita se fue a comprar el lazo de color rojo y luego,
sintiéndose muy guapa, se sentó delante de su casa, para que la gente la mirara
con su gran lazo.
Pronto se corrió la voz de que la ratita estaba muy hermosa y todos los animales
solteros del pueblo se acercaron a la casa de la ratita, proponiéndole casamiento.
El primero que se acercó a la ratita fue el gallo. Vestido de traje y muy coqueto,
luciendo una enorme cresta roja, dijo:
- Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo? La ratita le preguntó: ¿Y qué me dirás
por las noches?
Y el gallo dijo:
- Ki ki ri kiiii, cantó el gallo con su imponente voz.
Y la ratita dijo:
Y la ratita dijo:
La ratita le preguntó:
Y la ratita dijo:
Y la ratita dijo:
La ratita le preguntó:
Y la ratita dijo:
- No, no, que me asustarás... Y el gato se fue a buscar la cena por otros lados.
La ratita le preguntó:
- Pues contigo me casaré. Y así fue como la ratita felizmente se casó con el ratón.
FIN
El sastrecillo valiente
Los cuentos infantiles de los hermanos Grimm forman parte de la gran colección
de literatura tradicional para niños. Las historias que contienen sus libros están
repletas de moralejas y lecciones que todos los niños deberían conocer.
Érase un reino, cuya población ansiaba acabar con un horrible gigante, pues
siempre estaba dañando sus cosechas. Pero esto no le preocupaba a un joven
sastrecillo. El sólo quería comer su pan con mermelada y acabar con las moscas
que no lo dejaban trabajar.
Un día, decidido, cogió su palmeta y, ¡zas!, siete moscas cayeron una tras otra.
”¡Maté siete de un solo golpe!”, gritó. Y, orgulloso, abrió la ventana repitiéndolo a
todo pulmón. Un hombre, que venía pensando en el gigante, creyó que se refería
a siete gigantes; corrió a decírselo al rey: “El sastrecillo mató siete gigantes, de un
solo golpe”.
¿Gigantes?", dijo intrigado el sastrecillo, sin poder aclarar el lío, pues en ese
mismo momento lo abrazó la linda princesa y se le acercó el rey, para decirle
afectuosamente:
"Si logras capturar al malvado gigante no sólo te daré tesoros, sino también la
mano de mi bella hija, la princesa". "Su excelencia", dijo el sastrecillo, "meditaré su
propuesta", y se marchó, pensando: '"Amo a la princesa, pero, ¿cómo mataría a
un gigante?". De pronto, un ruido estremecedor lo obligó a subirse a un árbol de
naranjas. ¡Era el gigante y por poco lo pisa! Creyó que allí estaba a salvo, pero el
malvado, al verlas tan deliciosas, cogió varias naranjas para comérselas. Entre
ellas iba nuestro pequeño amiguito. Cuando se quiso esconder, ya estaba en la
enorme mano, cara a cara con el gigante.
FIN
El soldadito de plomo
Los hermanos Grimm cuentan con una extensa colección de cuentos infantiles
entre los que destaca El soldadito de Plomo, una historia de amor y aventuras que
a los niños les encanta a la vez que les conmueve.
Y como no podía ser menos, esta bonita historia está también en la selección de
cuentos clásicos de Guiainfantil, donde puedes encontrar una gran variedad de
relatos cortos tradicionales para leer junto a tus hijos.
Jorgito obtuvo buenas calificaciones escolares y recibió como premio una caja de
juguetes con trenes, un arlequín, una bailarina y soldaditos de plomo.
Con tristeza, Jorgito se dio cuenta que a uno de sus soldados le faltaba una
pierna, pero lo quiso más porque ello indicaba que la había perdido heroicamente
en una batalla. Un día por la noche y cuando todos dormían, sonó el clarín de los
juguetes y uno por uno empezaron a cobrar vida. El soldadito de plomo quiso estar
más cerca de la muñeca bailarina que no paraba de sonreírle, pero el malvado
arlequín negro se interpuso entre ellos tratando de evitar su cercanía. Y fue tanto
su rencor que al abrir la ventana logró que un fuerte viento lanzara por los aires al
soldadito que apenas podía mantenerse de pie con una sola pierna.
Pero la amenaza del roedor se hizo realidad: el barquito se dejó llevar por la
corriente que anunciaba la presencia de un río. El barco de papel naufragó, el
soldadito se hundió muy profundo y allí un salmón se lo trago apuradamente. Ya
dentro, una especie de sismo lo lanzó contra el espinazo del pez y quedó
desmayado.
Fin
En una bonita casita del bosque vivían 7 cabritillos y su mamá. Un día la mamá
cabra tuvo que irse de compras al pueblo y dijo a sus hijitos:
- Vale, mamá!!
Cuentos tradicionales
- Vale, mamá!!
Decepcionado, el lobo se fue y se acercó a una granja que había allí cerca, y se
comió docenas y docenas de huevos para aclarar y suavizar su voz. Y volvió a la
casa de los cabritillos: TOC TOC TOC... Y con voz suave dijo:
- Niños, soy vuestra mamá y os traigo comidita muy exquisita del pueblo. ¡Abrid la
puerta!
El lobo enseñó su pata bien rebozada en harina por debajo de la puerta y los
cabritillos dijeron:
En este momento, pasaba por allí un cazador que, oyendo todo el ruido de voces,
entró en la casa y estaba a punto de matar el lobo cuando el animal salió
corriendo asustado y con miedo, rogando al cazador que no le matara y jurando
que jamás volvería por aquellos lados. Al cabo de un rato llegó la mamá cabra y
se encontró la puerta abierta y la casa vacía.
Fue entonces cuando todos los cabritillos, uno a uno, fueron saliendo de su
escondrijo, para la alegría de la mamá cabra. El cazador le explicó todo lo que
había ocurrido. Y entonces, como agradecimiento al cazador, la mamá cabra y sus
cabritillos prepararon una gran fiesta donde pudieron comer la rica comidita que
había comprado la mamá cabra en el mercado del pueblo.
FIN
Pulgarcito.
Si hay un cuento infantil de los hermanos Grimm que englobe los valores de la
astucia y la inteligencia ese es el de Pulgarcito. Esta fábula para niños cuenta la
historia de un niño del tamaño de un pulgar que viene al mundo como deseo de
uno padres desesperados por no poder tener hijos.
Una vez hubo un campesino muy pobre que se encontraba frente al fuego
mientras su esposa hilaba. Ambos sentían pena por no haber tenido hijos, ya que
el silencio que había a su alrededor los entristecía.
La mujer dijo que se conformaría incluso con un hijo pequeño, que no fuese más
grande que un pulgar. Días después la mujer enfermó, y al cabo de siete meses
dio a luz un niño tan pequeño como un pulgar.
El matrimonio, contento, pensó en llamar al niño Pulgarcito. Por mucho que comía
y pasaba el tiempo, el niño no crecía nada, pero por el contrario se trataba de un
niño listo y muy hábil que conseguía hacer todo lo que se proponía.
Un día el padre se fue al bosque a cortar leña, y pensó que necesitaba a alguien
que le llevase el carro. Pulgarcito se ofreció a hacerlo. Al padre le entró la risa
debido a que era demasiado pequeño para llevar las bridas del caballo.
Pulgarcito se acercó a la oreja del caballo y le fue diciendo por dónde tenía que ir.
Al rato encontraron a dos forasteros que se sorprendieron de ver al caballo
moverse sin nadie que lo guiase. Decidieron seguir al carro hasta que llegó al
lugar en el que se encontraba el padre.
Cuando vieron a Pulgarcito pensaron que podían conseguir una gran cantidad de
dinero por enseñarlo. Se acercaron al padre le dijeron que se lo compraban. El
padre se negó, pero Pulgarcito le dijo que lo vendiese y que él ya sabría cómo
regresar.
Los padres mataron al lobo y sacaron a Pulgarcito, con lo que de nuevo toda la
familia volvió a estar junta.
FIN
El gato con botas es un cuento para niños escrito por el autor francés Charles
Perrault. La historia habla del menosprecio y la importancia que tienen el ingenio y
la creatividad por encima del valor material.
Esta antigua historia comienza con la muerte del molinero, un viejo hombre que
vivía con sus tres hijos, entre los cuales repartió su humilde herencia. Para el
mayor de los hermanos decidió dejar el molino, al mediano el burro y para el
pequeño el gato que tanta compañía había hecho a la familia.
No es que fuese una gran herencia, pero los hermanos parecían estar de acuerdo,
salvo el más joven, que se sentía tan decepcionado, pues cómo iba él a ganarse
la vida con un gato que ni siquiera podía comerse. Pero ojo, los gatos son
animales astutos e inteligentes, y este hasta hablaba, y al ver a su dueño sumido
en tal desgracia se puso manos a la obra. Lo primero que hizo fue pedir a su amo
que confiara en él, y este se dejó guiar por el animal, sin mucha esperanza, pues
no le quedaba otra; qué podría esperar de un pobre felino como este, se
preguntaba.
Después, el minino le pidió dinero, y le dio lo poco que le quedaba; y al rato
apareció el gato muy bien vestido, con unas buenas botas e incluso con un gorro a
medida, y qué bien se le veía, todo un caballero parecía, pero su dueño estaba
enfadado, ya que todo su dinero se había gastado. El gato con gran convicción le
respondió que no temiera, que sería una buena inversión; el dueño se calló y
asintió con resignación, mientras veía al gato marchar, de caza o a pescar. Y es
que buena fama de cazadores tienen los felinos, o al menos los de antaño, y este
gatito no sería menos. Se presentó a las puertas del palacio, y cada pieza que
cazó al rey se la ofreció, dos conejos, tres liebres para su majestad, en el nombre
de su dueño “el Marqués de Carabás”.
Otro día, el gato muy avispado, a la calle salió con su amo, sabiendo que el rey
con su hija iría a pasear, y aprovechando la ocasión para fingir que su amo se está
ahogando y que unos ladrones le habían robado el traje y también el carruaje.
Rápidamente su majestad manda que le atiendan y le vistan con ricos ropajes, y
además se empeña en llevarlos hasta sus aposentos. El joven ya no sabía qué
hacer, pero el gato recordó que no muy lejos se encontraban las tierras y
posesiones de un ogro muy temido en el lugar. Entonces el gato se dirigió hacia el
castillo y consiguió, con astucia e ingenio vencer al fuerte ogro y liberar a la
población de su opresión.
Y así fue como se apoderaron del castillo y el hijo del molinero consiguió hacerse
con el corazón de la princesa, con la que se casó. El más pequeño de los
hermanos aprendió a no menospreciar las capacidades, y es que el gato le había
enseñado una lección, que era más importante el ingenio y la creatividad que el
dinero y el valor material.
FIN
El flautista de Hamelín
Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor,
nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.
Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que
cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones
que, día tras día, se adueñaban de las calles y de las casas, que hasta los mismos
gatos huían asustados.
Ante la gravedad de la situación, los hombres de la ciudad, que veían peligrar sus
riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron:
"Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".
Al poco se presentó ante ellos un flautista, alto y desgarbado, a quien nadie había
visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo
ratón en Hamelín".
Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su
flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de
sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba
incansable su flauta.
Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni
siquiera se veían las murallas de la ciudad.
Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al
flautista, todos los ratones perecieron ahogados.
Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron
aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan
contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz
desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.
Y dicho esto, los orondos hombres del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda
profiriendo grandes carcajadas.
Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que
hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente.
Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad
quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño
músico.
Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y
gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban
impedir que siguieran al flautista.
Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo
adónde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron.
En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros
y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso
manto de silencio y tristeza.
Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía
ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón
ni un niño.
FIN
¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la
noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle
una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de
su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron!
Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le
cubrían el cuello. En un ángulo que formaban dos casas - una más saliente que la
otra -, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo.
Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra
parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni
recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío
también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la
paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas.
Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si
se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los
dedos! Y sacó uno: '¡ritch!'. ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara,
cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.
Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro,
con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y
calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se
extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la
consumida cerilla en la mano.
Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta
transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una
habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y
fina porcelana.
Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las
rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento
una larga estela de fuego.
- Alguien se está muriendo - pensó la niña, pues su abuela, la única persona que
la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-:
Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció
la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus
fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. '¡Quiso
calentarse!', dijo la gente.
Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en
compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.
FIN
Las habichuelas anti-pis.
- Pedrito, tenemos que vender la vaca porque nos hace falta el dinero. Mañana
acércate al pueblo a ver si alguien nos la puede comprar.
- Si me vendes esa vaca, te doy estas habichuelas mágicas y con ellas podrás
hacer todo lo que quieras.
Pedrito pensó que le vendrían muy bien para dejar de hacerse pis en la cama, un
problema que le atormentaba desde hacía mucho tiempo y al que no le
encontraba solución. Así que vendió la vaca al comerciante y volvió a casa tan
contento.
Al ver que el niño había vendido la vaca por un puñado de habichuelas, su madre
se llevó un disgusto tan grande que arrojó las habichuelas por la ventaja.
Al día siguiente, vio que había una enorme planta en el lugar donde su madre
había tirado las habichuelas.
Como era un niño muy curioso, trepó por la planta para ver lo que había en lo alto.
Trepando y trepando, llegó a un país lleno de riquezas y de tesoros, que estaba
custodiado por un ogro malvado.
En un descuido del ogro, Pedrito le cogió una gallina que ponía huevos de oro y
un cofre lleno de monedas.
Pedrito entendió así que con esfuerzo, podía conseguir lo que se propusiera, y
aquella noche no se hizo pis.
FIN
Platero y yo
Platero y yo, la obra cúlmen de Juan Ramón Jiménez, cumple su centenario. Esta
obra literaria es una de las más traducidas junto a El Quijote de Cervantes, y
aunque pueda parecer literatura infantil, también está enfocada a un público
adulto.
Por eso, Platero y yo es perfecto para que los padres lean junto a sus hijos y
disfruten en compañía de una de las mejores obras de la literatura española. En
Guiainfantil hemos recopilado tres fragmentos para conmemorar estos cien años.
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de
algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son
duros cual dos escarabajos de cristal negros.
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas moscateles,
todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel.
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por
dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas
callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se
quedan mirándolo (...)
Irónicamente... ¿Por qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción
cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que es bueno debieran decirle
asno! ¡Si al asno que es malo debieran decirle hombre! Irónicamente... De ti, tan
intelectual, amigo del viejo y del niño, del arroyo y de la mariposa, del sol y del
perro, de la flor y de la luna, paciente y reflexivo, melancólico y amable, Marco
Aurelio de los prados.
Platero, que sin duda comprende, me mira fijamente con sus ojazos lucientes, de
una blanda dureza, en los que el sol brilla, pequeñito y chispeante en un breve y
convexo firmamento verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera que yo
le hago justicia, que yo soy mejor que esos hombres que escriben Diccionarios,
casi tan bueno como él!
¡Mi corazón! Ojalá el corazón les bastara a ellos dos como a mí me basta. Ojalá
pensaran del mismo modo que yo pienso. Pero, no; mejor será que no piensen...
Así no tendrán en su memoria la tristeza de mis maldades, de mis cinismos, de
mis impertinencias.
¡Con qué alegría, qué bien te digo a ti estas cosas que nadie más que tú ha de
saber!... Ordenaré mis actos para que el presente sea toda la vida y les parezca el
recuerdo; para que el sereno porvenir les deje el pasado del tamaño de una violeta
y de su color, tranquilo en la sombra, y de su olor suave.
Tú, Platero, estás solo en el pasado. Pero ¿qué más te da el pasado a ti que vives
en lo eterno, que, como yo aquí, tienes en tu mano, grana como el corazón de
Dios perenne, el sol de cada aurora?
FIN
Esta historia fue recogida por Disney para hacer su propia versión de Aladdín, la
cual te mostramos en Guiainfantil para que puedas leerla junto a tus hijos y
descubrir que con esfuerzo y esperanza se puede conseguir todo en la vida.
Aladino es un joven muy humilde que, junto con su inseparable mono Abú, se
dedica a robar o engañar a la gente de Agrabah para poder sobrevivir, soñando
con ser algún día alguien importante.
Un día, Aladino se encuentra con Jasmín, la preciosa hija del Sultán, y se
enamora perdidamente de ella. El problema es que las leyes obligan a Jasmín a
casarse con un príncipe antes de su próximo cumpleaños.
Aladino llega al palacio del Sultán con un gran desfile y pide la mano de la
princesa Jasmín. El Sultán acepta encantado, pero esto hace enojar a Jafar, ya
que él quería casarse con la princesa para poder convertirse en un poderoso
Sultán.
Entonces Jafar logra quitarle la lámpara a Aladino y utiliza su primer deseo para
convertirse en Sultán, pero como no logra que le obedezca pide al genia un
segundo deseo: convertirse en el más poderoso hechicero del mundo, logrando
asó que el Sultán le obedezca y acepte el casamiento entre Jafar y Jasmín.
De esta forma, Aladino coge la lámpara con Jafar en su interior y la lanza muy
lejos para que nadie lo encuentre jamás. Y así es como Aladino y Jasmín logran
casarse y ser muy felices durante el resto de sus vidas.
FIN
La Bella y la Bestia
Hace muchísimo tiempo había una joven buena y hermosa, a quien las gentes del
lugar la llamaban Bella. Llamarla así no era sino una expresión de admiración por
la perfección física y espiritual de la muchacha.
Un buen día en que el padre decidió hacer un viaje hacia una feria, pero
desgraciadamente se peridó en el bosque. La noche llegó y, con multitud de
sombras y ruidos persiguiéndole, encontró un enorme palacio.
El hombre repuso:
- Dueño de estos dominios: jamás creí hacer daño al coger una hermosa flor para
llevarla a mi desolada hija.
- ¡Yo soy la Bestia! Pero ya que tienes una hija, si ella quiere morir en tu lugar,
alégrate, estarás sano y salvo.
Bella, advertida por un hada buena, acudió al palacio y, a pesar de las súplicas de
su padre, insistió quedarse en él.
Pero, la Bestia, lejos de hacer pedazos a la joven dama, lo miró con bondad. De
modo que todo el palacio lo dispuso para ella. Sólo la eventual presencia del
monstruo turbaba su sosiego. Así, la primera vez que la Bestia entró a sus
habitaciones, creyó morir de terror. Pero, con el tiempo, fue acostumbrándose a su
desagradable compañía.
Bestia, comenzó a sentir algo hacia Bella, pero a ella no le convencía su forma de
ser. Con el paso de los días, Bestia cambió su forma de ser y de actuar. Bella veía
cada vez más que tenía una belleza interior insuperable y que detrás de esa fea
apariencia existía un enorme corazón.
FIN
Érase una vez, en un reino llamado Britania, hace varios siglos nació el príncipe
Arturo, hijo del rey Uther. Su madre había muerto poco después del parto, por eso,
el rey entregó el bebé al fiel mago Merlín, con el fin que lo educara. Merlín decidió
llevar a Arturo al castillo de un caballero, que tenía un pequeño hijo llamado Kay.
Por la seguridad del príncipe, el mago ocultó la identidad de su protegido. Cada
día, el leal Merlín enseñaba al pequeño Arturo todas las ciencias y, con sus dotes
de gran mago, le explicaba los inventos del futuro y muchas fórmulas mágicas
más.
Pasaron los años y el rey Uther murió sin dejar descendencia conocida, así que
los caballeros fueron en busca de Merlín:
- Hemos de elegir al nuevo rey -dijeron. Y el mago, haciendo aparecer una espada
clavada a un yunque de hierro, les dijo:
Los caballeros probaron uno a uno pero, a pesar de todo su empeño, no lograron
moverla.
Arturo y Kay, que eran ya dos vigorosos mozos, iban a participar en un torneo de
la ciudad. Al acudir al evento, Arturo reparó que había olvidado la espada de Kay
en la posada. Corrió allí pero el local ya estaba cerrado. Arturo se desesperó. Sin
su espada, Kay estaría eliminado del torneo. Descubrió así la espada Excalibur.
Tiró de ella y un rayo de luz cayó sobre él, extrayéndola con toda facilidad. Kay vio
el sello de la Excalibur y se lo contó a su padre, quien ordenó a Arturo que la
devolviera y así volvió a clavarla en el yunque. Los nobles intentaron sacarla de
nuevo, pero fue inútil. Hasta que Arturo de nuevo tomó la empuñadura, volvió a
caer un rayo de luz, y la extrajo sin el menor esfuerzo. Todos admitieron que aquel
joven, sin título alguno, debía ser el rey de Britania; y desfilaron ante él, jurándole
fidelidad.
Merlín, feliz y humilde por su accionar, se retiró a su morada. Pero no pasó mucho
tiempo cuando un grupo de traidores se levantaron en armas contra el joven
monarca. Merlín intervino, confesando que Arturo era el único hijo del rey Uther;
pero los desleales siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados, gracias
al valor de Arturo y a la magia de Merlín. Para evitar que la traición se repitiera,
Arturo creó la gran mesa redonda, integrada por los caballeros leales al reino. Se
casó con la princesa Ginebra, viviendo años dé dicha y prosperidad.
¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la
noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle
una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de
su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron!
Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le
venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos
coches que venían a toda velocidad.
Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le
cubrían el cuello. En un ángulo que formaban dos casas - una más saliente que la
otra -, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo.
Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra
parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni
recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío
también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la
paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas.
Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si
se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los
dedos! Y sacó uno: '¡ritch!'. ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara,
cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.
Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro,
con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y
calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se
extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la
consumida cerilla en la mano.
Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta
transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una
habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y
fina porcelana.
Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las
rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento
una larga estela de fuego.
- Alguien se está muriendo - pensó la niña, pues su abuela, la única persona que
la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-:
Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció
la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus
fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. '¡Quiso
calentarse!', dijo la gente.
Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en
compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.
FIN
EL ALMOHADÓN DE PLUMAS
Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha
especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de
amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido
la contenía siempre.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había
concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la
casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció
desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole
calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—.
Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se
despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de
marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos,
pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces
prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia
dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.
Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La
alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su
mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en
su dirección.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que
se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente
cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban,
pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y
siguieron al comedor.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media
voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En
el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de
la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya,
miró un rato extrañada el almohadón.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado
sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla,
chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del
almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no
pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había
vaciado a Alicia.
El fiel Juan
Érase una vez un anciano Rey, se sintió enfermo y pensó: Sin duda es mi lecho de
muerte éste en el que yazgo. Y ordenó: "Que venga mi fiel Juan." Era éste su
criado favorito, y le llamaban así porque durante toda su vida había sido fiel a su
señor. Cuando estuvo al pie de la cama, díjole el Rey: "Mi fidelísimo Juan,
presiento que se acerca mi fin, y sólo hay una cosa que me atormenta: mi hijo. Es
muy joven todavía, y no siempre sabe gobernarse con tino. Si no me prometes
que lo instruirás en todo lo que necesita saber y velarás por él como un padre, no
podré cerrar los ojos tranquilo." - "Os prometo que nunca lo abandonaré," le
respondió el fiel Juan, "lo serviré con toda fidelidad, aunque haya de costarme la
vida." Dijo entonces el anciano Rey: "Así muero tranquilo y en paz." Y prosiguió:
"Cuando yo haya muerto enséñale todo el palacio, todos los aposentos, los
salones, los soterrados y los tesoros guardados en ellos. Pero guárdate de
mostrarle la última cámara de la galería larga, donde se halla el retrato de la
princesa del Tejado de Oro, pues si lo viera, se enamoraría perdidamente de ella,
perdería el sentido, y por su causa se expondría a grandes peligros; así que
guárdalo de ello." Y cuando el fiel Juan hubo renovado la promesa a su Rey,
enmudeció éste y, reclinando la cabeza en la almohada, murió.
Llevado ya a la sepultura el cuerpo del anciano Rey, el fiel Juan dio cuenta a su
joven señor de lo que prometiera a su padre en su lecho de muerte, y añadió: "Lo
cumpliré puntualmente y te guardaré fidelidad como se la guardé a él, aunque me
hubiera de costar la vida." Celebráronse las exequias, pasó el período de luto, y
entonces el fiel Juan dijo al Rey: "Es hora de que veas tu herencia; voy a mostrarte
el palacio de tu padre." Y lo acompañó por todo el palacio, arriba y abajo, y le hizo
ver todos los tesoros y los magníficos aposentos; sólo dejó de abrir el que
guardaba el peligroso retrato. Éste se hallaba colocado de tal modo que se veía
con sólo abrir la puerta, y era de una perfección tal que parecía vivir y respirar, y
que en el mundo entero no podía encontrarse nada más hermoso ni más delicado.
Pero al joven Rey no se le escapó que el fiel Juan pasaba muchas veces por
delante de esta puerta sin abrirla, y, al fin, le preguntó: "¿Por qué no la abres
nunca?" - "Es que en esta pieza hay algo que te causaría espanto," respondióle el
criado. Mas el Rey le replicó: "He visto todo el palacio y quiero también saber lo
que hay ahí dentro, y, dirigiéndose a la puerta, trató de forzarla." El fiel Juan lo
retuvo y le dijo: "Prometí a tu padre, antes de morir, que no verías lo que hay en
este cuarto; nos podría traer grandes desgracias, a ti y a mí." - "Al contrario,"
replicó el joven Rey. "Si no entro, mi perdición es segura. No descansaré ni de día
ni de noche hasta que lo haya contemplado con mis propios ojos. No me muevo
de aquí hasta que me abras esta puerta."
Entonces comprendió el fiel Juan que no había otro remedio, y con el corazón en
el puño y muchos suspiros sacó la llave del gran manojo. Cuando tuvo la puerta
abierta, entró el primero con intención de tapar el cuadro, para que el Rey no lo
viera. Pero, ¿de qué le sirvió? El Rey, poniéndose de puntillas, miró por encima de
su hombro, y al ver el retrato de la doncella, resplandeciente de oro y piedras
preciosas, cayó al suelo sin sentido. Levantólo el fiel Juan y lo llevó a su cama,
pensando. con gran angustia: "El mal está hecho. ¡Dios mío! ¿Qué pasará ahora?"
Y le dio vino para reanimarlo. Vuelto en sí el Rey, sus primeras palabras fueron:
"¡Ay!, ¿de quién es este retrato tan hermoso?" - "Es la princesa del Tejado de
Oro," respondióle el fiel criado. Y el Rey: "Es tan grande mi amor por ella, que si
todas las hojas de los árboles fuesen lenguas, no bastarían para expresarle. Mi
vida pondré en juego para alcanzarla, y tú, mi leal Juan, debes ayudarme a
conseguirlo."
El fiel Juan, muy contento, la condujo entonces al barco, y cuando el Rey la vio,
parecióle que su hermosura era todavía mayor que la del retrato, y el corazón
empezó a latirle con tal violencia que se lo sentía a punto de estallar. Subió la
princesa a bordo, y el Rey la acompañó al interior de la nave; pero el fiel Juan se
quedó junto al piloto y le dio orden de zarpar: "¡Despliega todas las velas, para
que el barco vuele más veloz que un pájaro!" Entretanto, el Rey mostraba a la
princesa la vajilla de oro, pieza por pieza: fuentes, vasos y tazas, así como las
aves y los animales silvestres y prodigiosos. Transcurrieron muchas horas así, y la
princesa, absorta y arrobada, no se dio cuenta de que el barco se había hecho a la
mar. Cuando ya lo hubo contemplado todo, dio las gracias al mercader y se
dispuso a regresar a palacio, pero al subir a cubierta vio que estaba muy lejos de
tierra y que el buque navegaba a toda vela: "¡Ay de mí!" exclamó. "¡Me han
traicionado, me han raptado! ¡Estoy en manos de un mercader! ¡Mil veces morir!"
Pero el Rey, tomándole la mano, le dijo: "Yo no soy un comerciante, sino un Rey, y
de nacimiento no menos ilustre que el tuyo. Si te he raptado con un ardid, ha sido
por el inmenso amor que te tengo. Es tan grande, que la primera vez que vi tu
retrato caí al suelo sin sentido." Estas palabras apaciguaron a la princesa, y como
ya sentía afecto por el Rey, aceptó de buen grado ser su esposa.
Ocurrió, empero, mientras se hallaban aún en alta mar, que el fiel Juan, sentado
en la proa del barco tocando un instrumento musical, vio en el aire tres cuervos
que llegaban volando. Dejó entonces de tocar y se puso a escuchar su
conversación, pues entendía su lenguaje. Dijo uno: "¡Fíjate! se lleva a su casa a la
princesa del Tejado de Oro." - "Sí," respondió el segundo. "Pero aún no es suya."
Y el tercero: "¿Cómo que no es suya? Si va con él en el barco." Volviendo a tomar
la palabra el primero, dijo: "¡Qué importa! En cuanto desembarquen se le acercará
al trote un caballo pardo, y él querrá montarlo; pero si lo hace, volarán ambos por
los aires, y nunca más volverá el Rey a ver a su princesa." Dijo el segundo: "¿Y no
hay ningún remedio?" - "Sí, lo hay: si otro se adelanta a montarlo y, con una
pistola que va en el arzón del animal, lo mata de un tiro. Sólo de ese modo puede
salvarse el Rey; pero, ¿quién va a saberlo? Y si alguien lo supiera y lo revelara,
quedaría convertido en piedra desde las puntas de los pies hasta las rodillas."
Habló entonces el segundo: "Todavía sé más. Aunque maten el caballo, tampoco
tendrá el Rey a su novia. Cuando entren juntos en palacio, encontrarán en una
bandeja una camisa de boda, que parecerá tejida de oro y plata, pero que en
realidad será de azufre y pez. Si el Rey se la pone, se consumirá y quemará hasta
la medula de los huesos." Preguntó el tercero: "¿Y no hay ningún remedio?" - "Sí,
lo hay," contestó el otro. "Si alguien coge la camisa con guantes y la arroja al
fuego, el Rey se salvará. ¡Pero eso de qué sirve! Si alguno lo sabe y lo dice al
Rey, quedará convertido en piedra desde las rodillas hasta el corazón." Intervino
entonces el tercero: "Pues yo sé más todavía. Aunque se queme la camisa,
tampoco el Rey tendrá a su novia. Cuando, terminada la boda, empiece la danza y
la joven reina salga a bailar, palidecerá de repente y caerá como muerta. Si no
acude nadie a levantarla enseguida y no le sorbe del pecho derecho tres gotas de
sangre y las vuelve a escupir inmediatamente, la reina morirá. Pero quien lo sepa
y lo diga quedará convertido en estatua de piedra, desde la punta de los pies a la
coronilla." Después de haber hablado así, los cuervos remontaron el vuelo, y el fiel
Juan, que lo había oído y comprendido todo, permaneció desde entonces triste y
taciturno; pues si callaba, haría desgraciado a su señor, y si hablaba, lo pagaría
con su propia vida. Finalmente, se dijo, para sus adentros: "Salvaré a mi señor,
aunque yo me pierda."
Un buen negocio
- ¡Bah! -dijo para sus adentros-. Ésas no saben lo que se dicen. Siete son los que
he sacado, y no cuatro-. Al llegar al borde del agua, las increpó:
Y sacando el dinero del bolsillo, contó los siete escudos, a razón de veinticuatro
reales cada uno. Pero las ranas, sin prestar atención a su cálculo, seguían
croando: "cuak, cuak, cuak."
- ¡Chapuzonas, cabezotas, estúpidas! ¡Podéis tener una gran boca para gritar y
ensordecernos, pero sois incapaces de contar siete escudos! ¿Os habéis creído
que aguardaré aquí hasta que hayáis terminado?
Y se marchó, mientras lo perseguía el "cuak, cuak, cuak" de las ranas, por lo que
el hombre llegó a su casa de un humor de perros.
Al cabo de algún tiempo compró otra vaca y la sacrificó, calculando que si vendía
bien la carne sacaría de ella lo bastante para resarcirse de la pérdida de la otra, y
aún le quedaría la piel. Al entrar en la ciudad con la carne, viose acosado por toda
una jauría de perros, al frente de los cuales iba un gran lebrel. Saltaba éste en
torno a la carne, olfateándola y ladrando: -¡Vau, vau, vau! -Y como se empeñaba
en no callar, díjole el labrador:
- Sí, ya te veo, bribón, gritas "vau vau" porque quieres que te dé un pedazo de
vaca. ¡Pues sí que haría yo buen negocio!
Transcurridos los tres días, pensó el labrador: "Esta noche tendrás el dinero en el
bolsillo, y esta idea lo llenó de contento. Pero nadie se presentó a pagar. "¡Es que
no te puedes fiar de nadie!," se dijo, y, perdiendo la paciencia, fuese a la ciudad a
pedir al carnicero que le satisficiese la deuda. El carnicero se lo tomó a broma,
pero el campesino replicó:
- Nada de burlas, yo quiero mi dinero. ¿Acaso el perro no os trajo hace tres días
toda la vaca muerta?
Enojóse el carnicero y, echando mano de una escoba, lo despidió a escobazos.
Conducido a presencia del Rey, que estaba con su hija, preguntóle éste qué le
ocurría.
- ¡Ah! -exclamó el campesino-. Las ranas y los perros se quedaron con lo que era
mío, y ahora el carnicero me ha pagado a palos-, y explicó circunstanciadamente
lo ocurrido.
- No puedo hacerte justicia en este caso, pero, en cambio, te daré a mi hija por
esposa. En toda su vida la vi reírse como ahora, y prometí casarla con quien fuese
capaz de hacerla reír. Puedes dar gracias a Dios de tu buena suerte!
- ¡Eres un imbécil!
- ¡Ah, Señor Rey! -respondió el campesino-. ¡Qué podéis esperar de un asno, sino
coces!
- Aguarda -dijo el Rey-, te pagaré de otro modo. Márchate ahora y vuelve dentro
de tres días; te van a dar quinientos bien contados.
- Oye -inquirió el soldado-, podrías darme unos cuantos. ¿Qué harás con tanto
dinero?
- Por ser tú, te cederé doscientos -dijo el campesino-. Preséntate al Rey dentro de
tres días y te los pagarán.
Un judío, que se hallaba cerca y había oído la conversación, corrió tras el labrador
y le dijo, tirándole de la chaqueta:
- ¡Maravilla de Dios, vos sí que nacisteis con buena estrella! os cambiaré el dinero
en moneda de vellón. ¿Qué haríais vos con los escudos en pieza?
- ¡Oh! -dijo el hombre-, ya no son míos: doscientos los regalé al centinela, y los
trescientos restantes me los cambió un judío, así que no me toca ya nada.
El Rey no pudo por menos de reírse del campesino y, calmado su enojo, le dijo:
- Este pícaro de Rey me ha jugado una mala pasada; ¿No podía darme él mismo
el dinero, y ahora sabría yo cuánto tengo? En cambio, ahora, ¿quién me dice que
lo que he cogido, a mi talante, es lo que me tocaba?
"¡Dios nos ampare! -dijo para sus adentros el judío-. ¡Este hombre murmura de
nuestro Rey! Voy a denunciarlo; de este modo me darán una recompensa y
encima lo castigarán."
- Debéis comparecer inmediatamente ante el Rey -le dijo-; así, tal como estáis.
- Yo sé mejor lo que debo hacer -respondió el campesino-. Antes tengo que
encargarme una casaca nueva. ¿Crees que un hombre con tanto dinero en los
bolsillos puede ir hecho un desharrapado?
El judío, al ver que no lograría arrastrar al otro sin una chaqueta nueva y temiendo
que al Rey se le pasara el enfado y, con él, se esfumara su premio y el castigo del
otro, dijo:
- Os prestaré por unas horas una hermosa casaca; y conste que lo hago por pura
amistad. ¡Qué no hace un hombre por amor!
- ¿Cómo? -replicó el judío-. ¡Claro que lo es! ¿No acabo de prestárosla por pura
amistad, para que pudierais presentaros dignamente ante el Señor Rey?
La liebre y la tortuga
Había una vez una liebre muy pero muy vanidosa; corría veloz como el viento, y
estaba tan segura de ser el animal más rápido del bosque, que no paraba de
presumir ante todo aquel que se encontraba en su camino. Pero sin duda quien
más sufría la vanidad de la liebre era la pobre tortuga: cada vez que se
encontraban por el bosque, la liebre se burlaba cruelmente de su lentitud.
-¡Cuidado tortuga, no corras tanto que te harás daño! Le decía entre carcajadas.
La apuesta
Pero llegó un día en que la tortuga, cansada de las constantes burlas de la liebre,
tuvo una idea:
-Liebre -le dijo- ¿corremos una carrera? Apuesto a que puedo ganarte.
-Sí, como lo oyes. Vamos a hacer una apuesta y veremos quien gana- dijo la
liebre.
El día de la carrera
Llegó el día pactado, y todos los animales del bosque se reunieron para ver la
carrera. El sabio búho fue el encargado de dar la señal de partida, y enseguida la
liebre salió corriendo dejando muy atrás a la tortuga, envuelta en una nube de
polvo. Pero sin importarle la enorme ventaja que la liebre le había sacado en
pocos segundos, la tortuga se puso en marcha y pasito a pasito, a su ritmo, fue
recorriendo el camino trazado.
Mientras tanto la liebre, muy confiada en sí misma y tan presumida como siempre,
pensó que con toda la ventaja que había sacado podía tranquilamente echarse a
descansar un ratito. Se detuvo debajo de un árbol y se recostó a su sombra, y allí
se quedó dormida. La tortuga, lentamente pero sin descanso, siguió caminando
paso tras paso.
Ese día la liebre aprendió una importante lección: jamás hay que burlarse de los
demás ni creer que somos mejores solo porque hacemos muy bien algo. Y
también aprendió que la vanidad nos conduce a dar por seguros éxitos que
todavía no hemos alcanzado.
Cuento «La cigarra y la hormiga»
El feliz verano
La cigarra y la hormiga
Era verano, y la cigarra era un bicho de lo más feliz: disfrutaba del sol que brillaba
alto en el cielo, de las flores que perfumaban el aire, del calorcito sobre su cara…
la cigarra no hacía más que cantar todo el día, tan contenta estaba. Se pasaba el
día sobre una roca o sobre una rama, cantando a los cuatro vientos, sin
preocuparse de nada más que de disfrutar del sol que calentaba su cuerpo.
-¡Amiga mía! ¿No te cansas de tanto trabajar? Relájate un rato, ven conmigo a
cantar y disfrutar del sol- le decía la cigarra a la hormiga.
La cigarra se reía de esta amiga tan seria, y seguía cantando sin hacerle caso. ¡Ya
habría tiempo para pensar en el invierno!
Llega el invierno
Pero los días pasaron, y una mañana al despertarse, la cigarra sintió frío y vio a su
alrededor que el invierno había llegado. Los árboles ya no tenían hojas, y la tierra
estaba cubierta de nieve. La cigarra comenzó a vagar, muerta de hambre, tratando
de encontrar algún alimento. Temblaba de frío, y no se veía ni una sola hojita
verde, ni una sola semilla en todo el campo.
-Querida amiga hormiga, ¿me darías algo de comer? Tengo frío y hambre, y en el
campo ya no queda nada de comida. Tú tienes mucha, te he visto recogerla
durante todo el verano. Además tu casa es cálida y cómoda, y yo no tengo donde
vivir.
Y diciendo esto, cerró la puerta en la cara de la cigarra, que no tuvo más remedio
que aprender la lección.
Había una vez un niño muy listo y simpático al que todos llamaban Garbancito. ¿Y
sabéis por qué? ¡Pues porque no era más grande que un garbanzo! Era un niño
sano, fuerte y feliz, solo que muy pero muy pequeñito.
Sus padres le tenían mucha confianza, porque sabían que era un chico muy
responsable. Y como a Garbancito le encantaba ayudar en todo lo que podía, de
vez en cuando le dejaban ir al pueblo a hacer algún recado.
El niño era feliz cuando podía andar dando vueltas por ahí. Y como era muy listo,
para evitar que la gente lo pisara sin darse cuenta, iba siempre cantando una
canción:
¡A Garbancito no piséis!
Un día, su padre comentó en casa que iría a recoger coles al campo, porque ya
estaban en su punto. Su esposa le sugirió que tratara de llenar un saco, para
después poder venderlas en el pueblo. Garbancito escuchó la conversación, y ni
lento ni perezoso, se subió a la mesa para que pudieran verle bien y suplicó:
–Garbancito, voy a recoger todas las coles que pueda en este saco. Tú mientras
tanto puedes jugar por ahí, pero no te alejes mucho.
A pesar de que la planta era blanda, se dio un buen golpe, y lanzó un quejido. Muy
cerca de allí había un buey pastando, que sintió un ruido y vio una col moverse;
esto le llamó la atención, se acercó hasta la planta y se la comió de un solo
bocado. El pobre Garbancito no tuvo tiempo de reaccionar, ¡y terminó en la panza
del buey!
La madre del pequeño tuvo una idea: se agachó y arrancó un manojo de hierba de
la tierra, lo acercó a la nariz del buey y comenzó a hacerle cosquillas; el animal
estornudó con tanta fuerza, ¡que lanzó por la boca a Garbancito!
¡Qué gran alivio sintieron todos! El padre y la madre no paraban de besar a
Garbancito que, feliz de estar a salvo y de nuevo con sus padres, los dejaba
hacer.
¡A Garbancito no piséis!
40 FABULAS
LOS PERROS
Un perro que llevaba toda la vida junto a su amo se encontró con un perro
abandonado.
- Oye, - dijo el primero -, debes sentirte muy solo y temeroso, ¿quieres ser mi
amigo?
Moraleja: No debemos juzgar a los demás según nuestro punto de vista, hay que
intentar ponerse en la situación del otro para entender su comportamiento.
Moraleja: Todos tenemos nuestros miedos, aunque haya quien lo disimule mejor.
EL PERRO EN EL PAJAR
- ¡Que perro tan egoísta! - exclamó uno de los bueyes -. ¡Ni se come la paja, ni la
deja comer!.
Moraleja: Si quieres que sean justos contigo, primero debes serlo con los demás,
dejando de lado egoísmos infantiles.
LA PALOMA Y EL PERRO
- ¡Puaj, qué asco!, no sé cómo puedes beber un agua tan sucia. A mí me la dan
directamente del grifo.
- Pues a mí nadie me da nada - contestó la paloma -, así que tengo que buscarme
la vida.
Moraleja: Valora todo lo que das por hecho, pues nunca se sabe si lo tendrás para
siempre.
EL ÁGUILA Y EL CONEJO
Un águila que estaba volando se lanzó de repente hacia el suelo, creyendo haber
visto un conejo. Pero una vez allí, se dio cuenta de que en realidad se trataba de
un lobo, y tuvo que huir con dificultad y presa del pánico antes de ser cazada.
EL PERRO Y SU DUEÑO
EL SALMÓN Y EL OSO
Un salmón subía por el río cuando se topó con un oso que iba cazando a otros
salmones.
- Señor Oso - dijo el salmón -. Yo no soy como los otros salmones. Yo sólo subo el
río porque me he dejado las llaves de casa. En cuanto las coja volveré a bajar
hacia el mar. ¿Verdad que me dejará pasar sin problemas?
Moraleja: No trates a los demás como si fueran tontos, o te encontrarás con más
de una sorpresa desagradable.
LA PALOMA
Moraleja: Piensa antes de actuar, porque si te guías sólo por tus instintos, mal
acabarás.
LA URRACA
- Fuera de aquí, ya sabemos que te gustan los anillos y las joyas, pero yo no tengo
nada para ti.
Moraleja: Cuidado con la fama que cultivas de ti, pues luego te perseguirá.
EL LOBO Y EL PERRO
Una vez un lobo se topó con un enorme perro que se encontraba atado a un
poste.
Oye perro - le dijo -. ¿Quién es el que te tiene sujeto y a la vez tan bien
alimentado?
- ¡Dios nos libre a los lobos de caer en esa trampa! Prefiero mil veces morir de
hambre a tener que cargar con un collar tan pesado.
LA SEÑORA Y LA GOLONDRINA
- ¿Ves?. Aquella golondrina está volando bajo. Eso significa que va a haber
tormenta.
- Oiga señora, yo solo voy a mi casa, que me espera mi marido. Si quiere saber el
tiempo que va a hacer, ponga las noticias.
EL PECECILLO INCAUTO
LA POLILLA EN EL ARMARIO
EL PESCADOR
- Oíd, vosotros dos, si hasta ahora no ha pasado nada, seguid jugando que no va
a pasar nada.
Moraleja: Decide por ti mismo, no según lo que digan los otros, especialmente si
tienen algún interés oculto.
Un calvo que caminaba por la calle se encontró un peine en el suelo. En estas que
pasaba por allí otro calvo, que sin apreciar muy bien el descubrimiento, dijo:
- ¡Está visto que los dioses han querido hacernos un regalo, pero nuestra mala
suerte ha determinado que fuese carbón, en vez de un tesoro!
EL MAR
y tu suave agitación?
EL VIENTO Y LA MAR
- En vano te embraveces,
Moraleja: Las acciones que son producto de la envidia, más que degradar
alientan; más que despreciar dan gloria y fuerza al que las recibe.
EL TORDO
Un cazador avispado se fijó en que el tordo siempre volvía al mismo lugar, así que
esperó su momento y lo capturó.
- Sí claro, ya van dos días seguidos que te quedas en casa sin hacer nada.
EL CONEJO PERPLEJO
- Oye topo, he notado que se ponía el cielo oscuro pero no ha llovido, ¿sabes qué
está pasando?
EL GRILLO Y LA SERPIENTE
LA GALLINA Y EL RATÓN
Una gallina que estaba poniendo un huevo fue interrumpida por un ratón que
pasaba por allí.
- Oye gallina, y si sólo tienes un agujero allá abajo, ¿cómo sabes si lo que sacas
es caquita o es un huevo?
- Y tú, ratón - contestó la gallina-, si no tienes pico sino boca, ¿cómo sabes si lo
que dices tiene sentido o es una tontería?
GRATITUD
- ¡Es una suerte que hoy no llevara puestos mis zapatos nuevos!
Estaba un alce afilando sus astas contra un árbol, cuando el árbol empezó a
quejarse:
- Maldito alce, ¿por qué no te aprietas contra la roca?. Me estás haciendo daño y
no puedo huir a ninguna parte. La roca por lo menos está muerta.
- Árbol loco, no envíes tus males a los demás y resuelve tus problemas
directamente con el alce. A mí tampoco me haría ninguna gracia que viniese a
frotarse conmigo, y sí, quizá yo no sea un ser vivo, pero llevo aquí más años que
todos vosotros juntos así que respetadme a mí también.
Moraleja: La naturaleza es un bien que hay que preservar, todo está ahí por algo.
LOS CARACOLES
EL MILANO Y LA GAVIOTA
Una vez una gaviota dio caza a un pez enorme que no le cabía entero en el pico.
Al intentárselo comer, murió ahogada tristemente. Un milano que observó la
escena al completo, sentenció:
EL CUERVO Y LA ZORRA
- Qué bonito cuervo, ¿nadie te ha dicho lo precioso que eres?. Seguro que
además de hermoso tienes una bonita voz. ¿No podrías deleitarme con tu canto?.
Venga va, por favor, déjame oír como lo haces.
El cuervo, obnubilado por tantos elogios, se sintió como un rey por un momento, y
dispuesto a satisfacer a la zorra, abrió el pico para cantar, cayéndosele así el
queso al suelo. La zorra, loca de contenta por ver que su plan había funcionado,
recogió el queso y por fin se lo comió.
Dos ranas se encontraban en una charca, cerca de una cueva. En estas que vino
un murciélago y se posó en un árbol.
De repente una mosca echó a volar y las ranas intentaron capturarla con sus
lenguas, pero se les escapó. El murciélago echó a volar y la atrapó fácilmente.
Moraleja: No desprecies a los demás por su aspecto o por no tener todas sus
capacidades intactas. En otros aspectos puede que sean mejores que tú.
EL CAMELLO Y LA FOCA
Un camello se encontró con una foca en un oasis, y se saludaron. Al cabo del rato,
el camello empezó a pensar...¿pero qué hace una foca en el desierto?, y le
preguntó:
LA FUENTE MANSA
Y salieron corriendo.
Dos hombres que paseaban por la playa se encontraron con una ostra que las
olas del mar habían traído hasta allí. Al ir a por ella, se enzarzaron en una
discusión.
En estas que un tercer hombre que pasaba por allí se ofreció a hacer de juez para
dilucidar el entuerto. Ambos acordaron que harían lo que el juez dictase.
Así pues, y con la potestad de jurista recién adquirida, el tercer hombre se comió
la ostra y dictaminó que cada uno de los hombres se quedase con una de las
conchas.
Moraleja: Visto lo que cuesta un juicio, más vale ponerse de acuerdo antes de
llegar a él.
EL LINAJUDO Y EL CIEGO
- ¿Pero qué haces incauto? - dijo el león - ¿no ves que te puedo comer?
Un hombre andaba con un palo por el monte con su novia. De repente vio una
madriguera, y para hacerse el interesante dijo:
Y así, procedió con su maniobra. Al instante salió de la guarida una mofeta, que
dejó ir sus pestilentes efluvios en la cara del insensato.
EL PERRO Y EL CARNICERO
LA LLAMA Y EL TURISTA
- Hola, dijo la llama, veo que te intereso, deja que te hable un poco sobre mí.
LAS ESPIGAS
La espiga rica en fruto se inclina a tierra; la que no tiene grano, se empina tiesa.
Moraleja:
Una vez un chico que paseaba por un pueblo se asomó a un jardín, donde un
jardinero realizaba su labor. El chaval, curioso por naturaleza, le preguntó al
jardinero si sabía porqué en general las legumbres silvestres crecían mucho más
firmes y bonitas que las que se cultivaban.
- Pues eso depende - contestó el jardinero -, porque para algunos como yo la
tierra es una dedicada madre, mientras que para otros es tan solo una descuidada
madrastra.
Moraleja: El resultado de una labor depende del interés que uno le ponga.
LAS AMENAZAS
Moraleja:
40 LEYENDAS
Leyenda del cenote zací
Los cenotes son pozos de agua dulce creados como consecuencia de la erosión
del a piedra caliza. Se encuentran en México.
El cenote Zaci estaba ubicado dentro de una ciudad con el mismo nombre. Allí
vivía una joven llamada Sac-Nicte, nieta de una bruja. Sac-Nicte estaba
enamorada de Hul-Kin, hijo del cacique del pueblo. La familias de la bruja y la
familia del cacique eran enemigas, por lo que los jóvenes se veían a escondidas.
Cuando el padre se enteró del romance, envió a Hul-Kin a otro pueblo, a casarse
con otra joven. La bruja hizo rituales para que Hul-Kin regresara y le devolviera la
alegría a su nieta, pero fue en vano.
La noche anterior de la boda de Hul-Kin, Sac –Nicte se arrojó al cenote con una
piedra atada a su cabello. En el momento de la muerte de la joven, Hul-Kin sintió
un dolor en el pecho que lo obligó a volver a Zaci. Al enterarse de lo sucedido,
Hul-Kin se arrojó también al cenote y se ahogó. Finalmente los sortilegios de la
bruja habían obtenido una respuesta, y Hul-Kin había regresado para permanecer
siempre con Sac-Nicte.
Leyenda de la luz mala
La leyenda sostiene que este es el farol de Mandinga (el Diablo con forma
humana) y que su aparición indica sitios donde se esconden tesoros. La luz sería
también el espíritu del difunto dueño de los tesoros, intentando alejar a los
curiosos.
El día de San Bartolomé (24 de agosto) es cuando se ven mejor estas luces.
Leyenda de la Mojana
Según la leyenda colombiana, la Mojana es una mujer diminuta que rapta a los
niños que se acercan a sus dominios. Vive en una casa de piedra, debajo del
agua, es blanca y tiene larguísimos cabellos dorados.
Leyenda de la Sallana
Esta es una leyenda mexicana de época colonial. La Sallana es una mujer que se
le aparece y aterroriza a borrachos y chismosas. Esto se debe a que los chismes
arruinaron su vida.
Cuando vivía, estaba felizmente casada y tenía un hijo. Sin embargo, llegaron a
sus oídos los chismes de que su marido le era infiel con su madre. Enloquecida, la
Sallana asesinó y descuartizó a su marido, asesinó a su hijo y luego a su madre.
Por el pecado de haber asesinado a toda su familia, está condenada a vagar
eternamente sola.
Leyendas. Espada.
Esta es una leyenda urbana japonesa. Aka Manto significa “capa roja” en japonés.
Según la leyenda, Aka Manto era una joven humillada por sus compañeras de
colegio. Luego de morir, permaneció en los retretes de mujeres. Cuando una
mujer va sola al baño escucha una voz que le pregunta “¿Papel rojo o azul?”
Existen diferentes versiones sobre la muerte que le toca a la mujer si elige rojo o
azul, pero en todos los casos es imposible librarse.
Anahí era una joven guaraní que vivía a orillas del Paraná, era una joven de rostro
feo y canto hermoso. Cuando los conquistadores llegaron a su pueblo, ocurrió un
enfrentamiento y Anahí fue apresada con los sobrevivientes. Sin embargo, logró
escaparse por la noche, pero un centinela la descubrió y ella lo asesinó. Al volver
a ser atrapada, fue condenada a muerte.
El Baca es una criatura en forma de sombra que los hacendados hacían aparecer
gracias a pactos con los demonios. La criatura protegía las propiedad,
atemorizando y ahuyentando a ladrones.
Si bien existe la leyenda del hombre lobo en Europa, la leyenda del lobisón tiene
origen guaraní y tiene particularidades que la distinguen de su versión europea.
El lobizón es el séptimo hijo varón de una pareja, que en las noches de luna llena,
los viernes o martes, se transforma en un ser similar a un perro grande y negro,
con enormes pezuñas. En su forma humana, el lobizón siempre es desgarbado,
demasiado delgado y antipático. Su aspecto en general y su olor son
desagradables.
Robin Hood es un personaje del folclore inglés, inspirado en una persona real,
probablemente Ghino di Tacco, forajido italiano. Si bien, como todas las leyendas,
su historia fue originalmente de transmisión oral, existen menciones escritas a
Robin Hood desde 1377.
Según la leyenda, Robin Hood era un rebelde que defendía a los pobres y
desafiaba el poder. Se escondía en el Bosque de Sherwood, cerca de la ciudad de
Nottingham. Se caracterizaba por su destreza como arquero. Se lo conoce
también como “el príncipe de los ladrones”.
La llorona
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo existió una mujer que, en un intento de
vengarse del hombre que amaba, asesinó a sus hijos ahogándolos en un río.
Inmediatamente después se arrepintió, y ante la culpa decidió suicidarse.
Desde entonces, vaga por las calles de distintas ciudades al caer la media noche
(especialmente se aparece cerca de lugares donde hay agua), y repite sin cesar
“¡Ay mis hijos!”. Por esto es conocida como “La Llorona”
Las raíces de esta mujer, y los motivos que la llevan a vengarse, varían de
acuerdo con la versión. Así mismo hay quienes cuentan que se trata de una mujer
que se aparece específicamente a hombres borrachos y a través del susto les
castiga.
El Popocatépetl y el Iztaccíhuatl
Pero, poco después, fueron descubiertos por el padre, quien presa de la furia,
clavó una navaja en el pecho de su hija. Su amado solo pudo darle un beso de
despedida. Desde entonces, este callejón ha sido bautizado como el callejón de
beso, y es tradición para las parejas que lo atraviesan besarse ahí mismo.
El colibrí maya
Dicen cuando los dioses mayas crearon la tierra, a cada animal le asignaron una
tarea determinada. Pero, al terminar, se percataron de que no había quien
transportara las ideas, los pensamientos y los deseos entre unos y otros.
Encima se habían terminado el barro y el maíz, que son los materiales con los que
habían originado el resto de las cosas. Sólo les quedaba una pequeña piedra de
jade, por lo que decidieron tallarla y crear una pequeña flecha. Cuando finalizaron
soplaron sobre ella y salió volando. Habían creado así un nuevo ser, al que
llamaron x’ts’unu’um, que significa colibrí.
La Mulata de Córdoba
La Mulata de Córdoba fue una mujer condenada a la hoguera por el Santo Oficio,
cerca de la costa al este de México. Se le atribuía el poder de la eterna juventud y
ser la abogada de los casos imposibles, como los de obreros desempleados y
mujeres solteras. Se encontraba siempre rodeada de hombres que con facilidad
se enamoraban de ella y perdían el camino de la rectitud. Ante todo lo anterior,
decían que tenía pactos con el diablo y que incluso lo recibía en su propia casa.
Hasta que fue detenida por el Tribunal de la Santa Inquisición, siendo acusada de
practicar la brujería y de haber llegado en un barco que no había atracado en
ninguna playa. Una noche antes de cumplir su condena y mientras se encontraba
en una celda, solicitó que le llevaran un trozo de carbón, con el que dibujó un
barco y pudo volar fuera de las rejas. Al llegar, los guardias sólo pudieron
encontrar un olor a azufre, cuya existencia se relata hasta nuestros días.
Esta es una de las leyendas de México con unos orígenes más recientes, pero no
por eso deja de formar parte de la cultura popular de la región.
El nagual
Desde la época prehispánica, varios de los dioses que han formado parte de la
cultura mexicana han tenido la facultad de cambiar de la forma humana a la de
algún animal. Está facultad se trasladó después a brujos, brujas y chamanes,
quienes adquieren las habilidades del animal en el que se transforman y lo utilizan
en favor de la comunidad.
Así pues, dice la leyenda que los nahuales se aparecen constantemente a las
personas, especialmente a la media noche y tomando la forma de animales
comunes.
Esta es una de las leyendas mexicanas en las que se nota la influencia del folclore
prehispánico fundamentado en muchas creencias animistas según las cuales
objetos y animales no humanos tienen facultades intelectuales propias de nuestra
especie.
El callejón del diablo
Cuando no llevaba ni la mitad del camino se detuvo, ya que creyó haber visto una
sombra detrás de un árbol. Enseguida continuó andando, y cuentan que la sombra
se le acercó, tomando la forma de un hombre que reía intensamente. El hombre
antes escéptico salió corriendo, pero comenzó a sentir que el suelo se hundía y le
atrapaba con fuerza para impedir su huída.
El hombre vivía en una de estas trajineras, y la razón por la que juntaba las figuras
era para ahuyentar a los espíritus de lago. Específicamente, Don Julián ofrecía
estas muñecas en símbolo de paz para ahuyentar el espíritu de una niña que
murió ahogada ahí mismo.
Actualmente existe una pequeña isla con las muñecas recolectadas por Don Julián
en los canales de Xochimilco, y dicen que el alma de este hombre vuelve
constantemente para cuidarlas. De sta manera, esta leyenda mexicana ha dado
paso a una leyenda urbana cuya realidad transcurre en el tiempo presente.
La princesa Donají
Esta leyenda cuenta que Cosijopi, el último gobernador del Istmo de Tehuantepec,
en la zona sur de México, tuvo una hija a la que llamó Donají. Durante una guerra
entre los mixtecos y los zapotecos, Donají fue capturada como rehén y
posteriormente decapitada. A pesar de que su cuerpo fue sepultado, nunca se dio
a conocer el lugar donde yacía su cabeza.
Tiempo después, un pastor que pasaba por la sierra oaxaqueña arrancó una
azucena (flor silvestre también llamada lirio). Al hacer esto, encontró bajo la tierra
lo que parecía ser una cabeza humana, y al rescatarla, la llevó a reunirse junto
con su cuerpo en el templo de Cuilapam. Fue entonces cuando el alma de la
princesa Donají pudo finalmente descansar en paz.
Este es otro de los muchos ejemplos que muestran hasta qué punto la muerte
tiene un rol relevante en las leyendas mexicanas, y casi siempre va de la mano de
elementos narrativos relacionados con el drama.
Una noche, las gentes del poblado decidieron buscar al extranjero para
enfrentarlo, asumiendo que él era el autor de los hechos. Esa noche lo
encontraron intentando morder a un lugareño, así que le clavaron una estaca de
madera y luego sepultaron su cuerpo bajo una pila de ladrillos.
Años después un árbol creció de entre los ladrillos a partir de la estaca de madera,
y se dice que al cortar sus ramas aparecen dentro del corte regueros de sangre,
de las víctimas del vampiro de Guadalajara.
La leyenda de Tepoztécatl
Esta leyenda mexicana proviene de Teloloapan. Nos cuenta que hace muchos
años, dos pastoras se unieron a un grupo de peregrinos que, a partir de haber
realizado promesas al Señor de Chalma, se desplazaban a su hermita caminando
durante varios días, para rendirle tributo.
Pero llegado cierto punto del trayecto, las pastoras comunicaron al resto que
estaban agotadas, y que se arrepentían de haber prometido ir a Chalma, de modo
que esperarían allí a que el colectivo de peregrinos regresase en su camino de
vuelta. Sin embargo, al empezar a caminar de nuevo, estos últimos echaron la
vista atrás y en vez de divisar a las pastoras, vieron dos rocas con forma de mujer.
La gruta de Xalapa
La planchada
El charro negro
La leyenda cuenta que en las noches, junto a los caminos en los pueblos, suele
aparecerse un hombre vestido de charro montado sobre un bello caballo negro. Si
se es amable con él y se le permite que te acompañe a tu casa, este te dejará en
paz y continuará su camino.
Al escuchar los gritos de la joven, los vecinos salieron pero no pudieron hacer
nada y la vieron quemarse ante sus ojos. Ella ahora era propiedad del diablo,
quien se la llevó mientras ardía.
El chupacabras
La fundación de Tenochtitlán
Para saber que estaban en el lugar indicado, Huitzilopochtli les enviaría una señal:
un águila real parada sobre un gran nopal devorando una serpiente. Al ver esta
visión, los aztecas comenzaron la construcción de la gran ciudad que llevaría por
nombre Tenochtitlán.
Popocatépetl
En épocas del poderoso Imperio azteca, sus pueblos vecinos eran sometidos a
pagar tributo. Los tlaxcaltecas, grandes enemigos de los aztecas, estaban hartos
de esta situación y decidieron alzarse en armas.
Popocatépetl, uno de los grandes guerreros tlaxcaltecas, decidió pedir la mano de
su amada Iztaccíhuatl, la bella hija de un gran cacique. El padre aceptó, y si él
volvía victorioso de la batalla se llevaría a cabo la boda.
La flor de Cempasúchil
Cuando la Nueva España era aún territorio de aventura para los navegantes
europeos, un hombre inglés arribó al poblado de Belén en Guadalajara. Tras su
llegada, el hombre fue reservado y solitario; sospechosamente, los animales
comenzaron a morir y aparecían los niños sin vida, desangrados.
Cuenta la leyenda que de entre los ladrillos brotó un árbol, gracias a la madera de
la estaca. Dicen los pobladores que si se le arranca una rama al árbol, este sangra
como lo hacían las víctimas.
La calle de la quemada
Todos los días posó bajo su balcón, retando a duelo a cualquier hombre que la
quisiera. Cada mañana aparecían los cuerpos sin vida de transeúntes inocentes
que se atrevían a pasar por su ventana. Acongojada por ocasionar estas muertes,
la joven decidió desfigurarse la cara.
Acercó el rostro al carbón encendido, borrando así todo rastro de su belleza. Sin
embargo, el marqués continuó con su propuesta, pues aseguró que la amaba por
su interior.
Autobús fantasma
Una noche de lluvia un autobús transitaba por la carretera que va desde Toluca
hasta Ixtapan de la Sal, pueblo mágico ubicado hacia el suroccidente de Ciudad
de México.
Los pasajeros iban dormidos y el chófer intentaba mantener el control dada la gran
cantidad de lluvia y lo mojado de la carretera. Al llegar a la altura de las curvas de
Calderón, los frenos del autobús no respondieron y el auto salió volando a través
de un barranco.
Todos los pasajeros murieron; los que no fallecieron como consecuencia del
impacto, murieron abrasados por las llamas.
La leyenda del autobús fantasma hace referencia a este hecho, e indica que por
dicha carretera suele circular un autobús de muy vieja data, lleno de pasajeros que
no dicen una palabra y que están finamente vestidos.
En cambio, quienes no hacen caso y miran atrás, a pesar de la petición del chófer,
el escenario que verán los pasajeros será un autobús lleno de los cuerpos
maltratados de quienes perecieron en dicho autobús, y ya no será posible bajar de
este nunca más.
Hospital fantasmal
Esta leyenda hace referencia a un viejo hospital que ya no existe y que se ubicaba
en Morelia, en el estado de Michoacán.
Se dice que en ese hospital tuvieron lugar diversos episodios llenos de dolor y
sufrimiento, y la leyenda indica que todas las noches pueden escucharse allí los
gritos de las personas que allí perecieron o que vivieron el desarrollo de una
enfermedad.
En el imaginario colectivo hay información de un caso concreto relacionado con
este hospital. Se trató de una mujer que recibió allí un trasplante de riñón. Por
mala fortuna, el cuerpo de la mujer rechazó el riñón, por lo que esta perdió los
estribos y se lanzó por una de las ventanas del hospital.
Una de las historias asociadas a este hospital es que es posible ver a dicha mujer
asomada a la ventana por la cual años antes se lanzó.
Mano peluda
Se dice que a comienzos de los años 1900 vivía en Puebla un hombre de apellido
Horta. Él era dueño de un monte pío.
Los montes píos eran una especie de fondos de dinero recolectado a través de
contribuciones o descuentos realizados a personas que formaban parte de una
organización, para que sirvieran como soporte dirigido al uso de las esposas y los
hijos en caso de que el hombre falleciese.
Resulta que el señor Horta se caracterizaba por ser muy codicioso y de mal
proceder. Era muy mal visto en el pueblo y muchas personas le deseaban cosas
malas. Había un deseo común, que proclamaban todos los que pasaban cerca del
establecimiento, y era que esperaban que Dios le secara la mano.
La leyenda dice que, eventualmente, esto ocurrió, dado que una vez que el señor
Horta murió, su mano se ennegreció y se puso muy rígida, le creció una superficie
de pelo en el dorso y los anillos que siempre usaba terminaron incorporándose a
su piel.
El anillo de Alba
Doña Alba fue una mujer adinerada, cuya única carencia fue no tener hijos. Se
dice que una noche, cuando contaba con 80 años, Alba soñó con mucha claridad
sobre cómo moriría.
Luego de este sueño encomendó al cura de su parroquia que, una vez muriera, él
se encargara de repartir su abundante herencia entre las personas del pueblo en
el que ella vivía.
Sin ningún escrúpulo, los enterradores cortaron el dedo de Alba en donde estaba
el anillo y se fueron. Cuando estaban próximos a salir del cementerio, ambos
escucharon un grito ensordecedor.
Uno de los sepultureros no volvió jamás; el otro, antes de salir corriendo, apenas
pudo voltear y observar la imagen terrorífica de doña Alba señalándole con la
mano del dedo amputado.
La religiosa de la catedral
Lo más dramático de la historia es que esta monja desde su ventana vio cómo el
soldado francés fue fusilado. La leyenda dice que esto sentó tan mal en la
religiosa que decidió terminar con su vida lanzándose desde una ventana del
convento que daba hacia el patio.
Según la leyenda, en el campanario del convento hoy en día puede llegar a verse
la silueta de esta religiosa.
Existe una anécdota concreta relacionada con un evento que sucedió en esta
zona. Resulta que dos jóvenes caminaron de noche por ese camino, tan temido
por el público en general. Al llegar a unas colinas, vieron que entre estas había un
columpio, y un hombre estaba sentado sobre este columpio, meciéndose.
Según la leyenda, este hombre tenía un aspecto particular: era muy blanco y
delgado, y cada vez que se mecía gritaba de forma aterradora, aunque en su
rostro estaba congelada una sonrisa.
Los jóvenes estaban por salir corriendo cuando vieron que detrás del hombre
apareció una figura fantasmal de color negro, lo abrazó y ambos se encendieron
en llamas. Se consumieron por completo, pues debajo del columpio nada más
quedaron las cenizas.
La explicación que dan las personas del pueblo es que ese hombre había vendido
su alma al diablo hace mucho tiempo, y que el diablo solo esperaba tener testigos
para, finalmente, tomar también el cuerpo del hombre condenado.
Un día él se enteró de que su esposa le engañaba con otro, que era además su
sobrino; esta noticia le sentó muy mal y, en medio del disgusto, don Juan decidió
vender su alma al diablo.
La petición del diablo que fue don Juan saliera a la calle con un cuchillo y matara
al primero con el cual se topara; según el diablo, ese hombre sería su sobrino.
Don Juan, que jamás había matado a nadie, así lo hizo; sin embargo, sintió pavor
al descubrir que a quien había matado no era su sobrino, sino un desconocido.
Luego de este crimen, don Juan Manuel de Solórzano decidió ahorcarse con una
soga en un candelabro que tenía en su casa, pues no podía con el arrepentimiento
y temía por las consecuencias sociales y legales.
La leyenda dice que es posible ver a don Juan por las calles del centro histórico de
la ciudad de México, quien va en busca de su sobrino y le pide al diablo que haga
honores a la promesa que le hizo años atrás.
Cueva de Macuiltépetl
Hay una anécdota que cuenta que hubo una vez una mujer de escasos recursos
cuya hija estaba muy enferma. La mujer había perdido todo su dinero pagando
médicos que, finalmente, no curaron a su hija.
Todos los ahorros de la mujer se habían perdido, por lo que no tenía para
alimentarse ni tampoco para alimentar a su hija, a quien llevaba en brazos. En
este contexto, la mujer iba hacia la ciudad de Xalaca para pedir donaciones.
Mientras iba caminando, la mujer vio unos tonos brillantes dentro de una de las
cuevas. Se acercó con curiosidad y descubrió que había muchísimos doblones
españoles de oro, moneda de curso antigua.
Ante tal riqueza, la mujer comenzó a recoger todo lo que pudo. Como no podía
sostener también a su hija, tomó los tesoros que cupieron en sus brazos y fue a
dejarlo en un sitio seguro; tardo toda la noche en ir y volver. La mujer volvió al día
siguiente, y al llegar al mismo sitio no encontró ni la cueva ni a su hija.
Esta leyenda narra una historia que ocurrió en una hacienda ubicada en Cholul
hacia finales del siglo XIX. Dos campesinos que vivían en esa hacienda optaron
por casarse; sus nombres eran María y Juan.
Esta hacienda se ha denominado como las puertas del infierno debido a que,
según indican los pobladores de la zona, en la entrada del aposento hay un aviso
que da la bienvenida a Satanás.
El fantasma de la monja
En el siglo XVI vivió una joven de nombre María de Ávila. Ella se enamoró de otro
joven mestizo que se apellidaba Arrutia, quien realmente solo quedaría esposarse
con María por su condición social y sus riquezas.
María tenía dos hermanos, llamados Alfonso y Daniel; ellos descifraron las
intenciones del joven y le prohibieron relacionarse con su hermana. Arrutia no hizo
caso, hasta que Alfonso y Daniel le ofrecieron una gran cantidad de dinero, luego
de lo cual Arrutia se marchó.
María no supo más nada de Arrutia, quien se fue de forma intempestiva. Esto le
hizo padecer de una depresión fuerte que duró dos años. Ante esto, sus hermanos
tomaron la decisión de internarla en el Antiguo Convento de la Concepción,
actualmente ubicado en la calle Belisario Domínguez, en el centro histórico de la
Ciudad de México.
Allí María pasaba todos sus días orando, sobre todo pidiendo por Arrutia. Un día
no soportó más la depresión y se ahorcó en un árbol que había en el patio del
convento. A partir de su muerte se dice que su espectro ronda los jardines del
convento, y se aparece en el reflejo de las aguas.
Según la tradición maya, cuando el gran creador Hunab Ku hizo el mundo solo
habían plantas, mares y animales, por lo que se sintió solo. Para mejorar su
situación, creó a las primeras personas de barro; sin embargo, estas eran frágiles
y se quebraban fácilmente.
En un segundo intento hizo a las personas de madera; estas eran fuertes y bellas,
pero no hablaban y, por lo tanto, no podían adorar a sus dioses, por lo que Hunab
Ku lanzó un gran diluvio e intentó su creación por última vez.
En la tercera ocasión creó a las personas del maíz. Estas eran de diferentes
colores, lo sabían todo y lo veían todo, ocasionando celos a los dioses. El creador
los cegó poniéndoles vaho en los ojos, por lo que ya no pudieron ver a las
deidades, solo venerarlas.
Según esta leyenda de Oaxaca, un mulero viajaba a Guatemala desde las calles
de Oaxaca; corría el año 1620. Aunque llevaba varias mulas, el hombre se percató
que había una más, con un gran cargamento, que no sabía de quién ni de dónde
era.
Bolonchen de Rejón (Quintana Roo) es una localidad que destaca por las grutas
de Xtacumbilxunaán y, sobre todo, por sus nueves cenotes. Estos cenotes, según
la leyenda maya, fueron creados por los dioses para abastecer de agua al pueblo.
Sin embargo, la madre de ella se negaba a esa unión, por lo que decidió esconder
a Xunaan en una cueva de Akumal. El guerrero la buscó de manera insistente,
pero ni con la ayuda de todo el pueblo pudo dar con el paradero de su amor. Sin
embargo, nunca desistió.
Meses después, una hermosa ave se acercó a un grupo de mujeres que estaban
lavando la ropa junto a un pozo. El pájaro se posó sobre el agua y empezó a
chapotear para llamar su atención. Al darse cuenta, estas lo siguieron y el pájaro
las acercó hasta la cueva donde estaba encerrada Xunaan, la cual estaba
cantando en ese momento una canción con su preciosa voz.
Las mujeres alertaron al guerrero, el cual descendió hasta la cueva para rescatarla
a pesar de las dificultades. Se cuenta que desde entonces, el guerrero desciende
todas las noches a esa misma cueva para escuchar la canción de su amor.
Quetzalcóatl, uno de los dioses más generosos, quiso tener un detalle con el
pueblo tolteca para venerar el sacrificio de su esposa.
La leyenda cuenta que el dios tomó del paraíso un árbol de cacao y lo plantó
sobre la tierra en un suelo fertilizado por la sangre de su fiel esposa, de ahí el tono
oscuro de los granos.
Para que el árbol creciera fuerte, pidió a Tlaloc que lo bendijera con lluvia. A su
vez, solicitó a Xochiquétzal que lo adornara con bellas flores. Esta combinación
dio lugar a que este árbol sagrado diera sus frutos y así obtener el maravilloso
cacao.
La lechuza es una bruja que, según el folklore mexicano, vendió su alma al diablo
para poder tener la capacidad de transformarse en una fuerte y enorme ave del
tamaño de un persona adulta.
Son muchos los que aseguran haberla visto en la noche sobrevolando sus tejados,
dejando incluso arañazos en sus puertas o ventanas en señal de advertencia.
100 ADIVINANZAS
1. Desde hace miles de años 5. Viste de chaleco blanco
hemos transportado al hombre; y también de negro frac.
Respuesta: el mosquito
18. Alta como un pino, 22. Palo alto y muy delgado
verde como un lino, con lucida cabellera que el viento
mece
con las hojas anchas
en la playa mientas juega con la
arena.
y el fruto amarillo.
Respuesta: la palmera
Respuesta: la platanera
el fruto de oro,
Respuesta: la higuera
Respuesta: el algarrobo
26. Con mi cara roja, Colegio
mi ojo negro 31. Entra el estudioso,
nunca el holgazán,
y mi vestido verde
va buscando libros
el campo alegro
que allí encontrará.
Respuesta: La amapola
Respuesta: la biblioteca
27. Pura como el aire puro,
perversa como un traidor, 32. Sin ser árbol, tengo hojas
sin ser bestia, un buen lomo
rojo es su color oscuro
y mi nombre en cada lomo.
y su aroma embriagador.
Respuesta: el libro
Respuesta: La rosa
33. Es un sabio gordinflón
si le preguntan no habla,
28. Tul y no es tela,
pan, pero no de mesa.
sabe todas las respuestas,
Respuesta: Tulipán
tiene todas las palabras.
29. Soy la flor del indeciso
y del adivinador, Respuesta: el diccionario
Respuesta: Orquidea
Casa y nunca soy tragado
35. Cuatro patas tiene y no puede
andar.
Respuesta: el plato
37. Muy bonito por delante con que me rasgues las cuerdas,
y muy feo por detrás;
buen sonido emitré.
me transformó a cada instante,
Respuesta: Guitarra
pues imito a los demás.
42. De teclas me compongo
Respuesta: el espejo y buen sonido mantengo;
en Castilla dos
Respuesta: Nariz
y en Galicia una.
88. Dos fuentes muy cristalinas
están en medio de un llano
Respuesta: Letra L
y cuando las fuentes manan
94. Casi la lleva al principio,
pancarta a la mitad
no está muy contento el amo.
Respuesta: Letra C
89. Por el día están abiertos
y por la noche cerrados.
95. Hermanas gemelas son
y nunca las verás con sol.
Respuesta: Ojos
Respuesta: Letra LL
90. Si sopla el aire, a la cara viene.
Quien es calvo no lo tiene.
96. ¿Qué se dice una vez en un
minuto
Respuesta: El pelo
y dos veces en un momento?
120 REFRANES
Dudoso es heredar y seguro trabajar
Indica los beneficios de pedir aclaratorias cuando se tiene una duda sobre
cualquier cosa.
Describe a las personas que dicen que harán algo, lo divulgan y no hacen nada al
final.
Nadie es profeta en su tierra
Tiene que ver con la necesidad de salir del lugar de origen para poder tener éxito y
buena reputación, cosa que habría sido negada de haberse quedado.
Una especie de advertencia hacia aquel que abusa del poder o que se aprovecha
de alguna situación para hacer daño.
Querer es poder
Invita a tener paciencia y a lograr un objetivo con pasos cortos pero seguros.
Mejor asegurar una cosa, que buscar otras que no son seguras.
Utilizado para expresar que todo ser humano puede cometer errores.
A buen entendedor, pocas palabras bastan
Para una persona con capacidad de comprensión no hace falta mucho para
entender.
Transmite optimismo y esperanza de que todo lo malo tiene una razón de ser y
que todo tiene un lado positivo.
A veces por ahorrar, las personas adquieren objetos de mala calidad pero al
tiempo deberán gastar aún más dinero para reemplazarlo.
Se utiliza para describir la persistencia del mal. A veces se aplica a una persona
enferma para animarla de una manera jocosa.
El tiempo es oro
A la tercera va la vencida
Anima a las personas a ser diligentes con el trabajo y otras actividades para poder
obtener el resultado deseado.
Para señalar que aquella persona que no defiende una posición contraria a otra y
en su lugar, calla, acepta de esa manera lo que se le propone.
Una recomendación para no dar por hecho algo, no cantar victoria antes de que
sea real.
Utilizado para indicar que aunque las cosas no se hagan en el momento esperado,
lo importante es que se hagan si se trata de algo útil.
A lo hecho, pecho
A llorar al valle
Se refiere a que las personas con grandes riquezas pueden aumentar sus
beneficios y su fortuna.
Expresión que se refiere a una persona que siempre se muestra inocente de sus
acciones.
Invita a desestimar las apariencias, a no juzgar a nadie por lo que parece ser.
Significa que para ser amado hay que cumplir con ciertas obligaciones y en
general, para referirse a la necesidad de cumplir con los deberes para poder tener
derechos.
Usado para señalar que al actuar de cierta manera la primera vez, la gente
esperará esa misma actitud en lo sucesivo.
Aunque haya situaciones difíciles, siempre hay esperanza de salir airoso de ellas.
Empleado sobre todo cuando se visita una ciudad, país o cualquier lugar
desconocido, aconseja imitar las acciones de los demás para no quedar como
ignorante.
Se emplea para indicar que la voluntad de una sola persona no puede lograr
mucho sin la ayuda de sus semejantes en ciertos proyectos.
Expresa que la diversidad es importante para poder desarrollar aprecio por ciertas
cosas.
Para indicar que muchas veces se trata a una persona de acuerdo a sus riquezas.
Una crítica hacia las personas que actúan según la influencia de los demás y no
por criterios propios.
Referido a las amistades que se crean entre personas con características afines o
semejantes.
Para resaltar lo que sufre alguien que tiene una esperanza poco probable o
incierta.
Aquellos que han recibido una advertencia o indicación acerca de algo, no tienen
justificación para fallar.
La fe mueve montañas
Si te he visto, no me acuerdo
Una manera burlona de zafarse de una responsabilidad que se adquirió con otra
persona.
Una manera coloquial para desear que las cosas sigan como van si están muy
bien.
Señala que durante la vejez, es más difícil hacer lo que no se hizo de joven por
haber perdido ciertas facultades.
Para referirse a aquello que se escribe sin verdadera intención de llevarlo a cabo.
Resalta las pocas preocupaciones que tienen aquellas personas que está
satisfechas o poseen muchos bienes.
Indica que muchas veces las actitudes negativas de una persona hacia otra
esconden en realidad admiración o afecto.
Para rechazar un engaño o abuso de parte de otra persona y dejar claro que no se
es tonto.
Significa que ciertas artes y oficios requieren de una vocación natural y que no
basta con lo que se pueda aprender.
Para expresar que no es necesario mostrar todo sino que con un pequeño ejemplo
se puede conocer por deducción todo lo demás.
Para indicar que se guarda un secreto acerca de alguien que hizo algo y que no se
está dispuesto a desvelarlo.
Resalta los beneficios de ser solidarios con los demás para tener la seguridad de
que en el futuro también se recibirá algún favor de otra persona.
Para expresar que la constancia logra cualquier objetivo, por muy pequeños que
sean los pasos dados.
Expresión conocida como la antigua Ley del Talión. Invita a hacer pagar a alguien
por un mal cometido con la misma acción pero esta vez en su contra.
Se refiere a que las personas que hacen mal, reciben ese mismo mal como algo
recíproco.
El hecho de ignorar una situación o hecho evita que se sufra por ello.
Señala que de acuerdo a las costumbres y el tipo de vida que se lleve, así mismo
será su final.
Del mismo estilo de “a la tercera va la vencida”. Indica que en algún momento las
cosas saldrán bien, después de haberlas intentado varias veces.
La intención es lo que cuenta
Para justificar que algo no se haya hecho completo o como se esperaba pero se
tenía la voluntad de hacerlo.
Un consejo para los matrimonios: vivir solos sin la compañía de otras personas
que puedan inmiscuirse en sus asuntos.
Para expresar que muchas veces la felicidad o alegría de una persona puede ser
solo aparente y que es probable que esté pasando por un momento difícil.
Una invitación a llamar las cosas por su nombre, a ser francos al hablar.
Significa que si una persona hace muchas cosas a la vez, tendrá mediocres
resultados en cada una.
Matar pulgas a balazos
El diablo sabe más por todos los años que ha vivido que por el mero hecho de ser
un diablo.
El paso del tiempo puede curar una ruptura de corazón, un despido y muchas
enfermedades, pero no la vejez y la locura innata.
Clases técnicas para la lectura comprensiva
Y hacemos mal. Porque no es lo mismo leer una novela o un periódico que tener
que leer algo que debemos aprendernos. Al principio puede resultar un poco difícil
hacerlo bien porque tenemos interiorizado un modo de lectura desde nuestra
infancia, pero con un poco de práctica, la técnica de la lectura comprensiva será la
más útil de nuestras técnicas de estudio y la base para preparar eficientemente
cualquier tipo de examen.
Concentración y aislamiento
Lo primero que debemos hacer es no leer todo el texto de carrerilla. Tener una
idea general sobre de qué trata nuestra lectura es bueno, pero eso se sabe
rápidamente con el título y el resumen. Hay que dividir el temario en puntos
asequibles e ir poco a poco, porque si lo leemos todo de corrido, cuando
lleguemos a la última página habremos olvidado la mitad (o más). Así que el
primer paso de la lectura comprensiva es hacer separaciones con nuestro
marcador de cada uno de los puntos que leeremos por separado.
Hay textos que ya los tienen: es posible que nos encontremos ante varias
definiciones o capítulos cortos sobre una misma asignatura y que no nos haga
falta dividir más, pero si el texto es de corrido o los apartados incluyen varias
páginas, entonces debemos dividir. Normalmente, un punto y aparte nos va a dar
una buena pista de por dónde cortar.
Comprender lo que se lee
Una vez que tenemos el texto dividido, empezamos a leer, pero no poniendo el
modo automático, sino entendiendo lo que leemos y parándonos en cada
concepto que nos resulte confuso. El diccionario está para algo, así que usémoslo.
Cualquier nueva palabra ampliará nuestro vocabulario y enriquecerá nuestros
pensamientos y nuestra comprensión lectora. Hay que tomarse la lectura
comprensiva no como una lectura normal, sino como si estuviéramos descifrando
un código.
Hacer preguntas
Entendamos o no cada frase del texto, debemos pararnos y hacernos una serie de
preguntas. Se trata de interactuar con el texto que tenemos delante para poder
comprenderlo y aprenderlo. La forma de proceder con cada apartado es la
siguiente:
¿Qué significa?
Una vez que contestemos a eso (por nosotros mismos), estamos listos para coger
el rotulador y subrayar, porque no habrá peligro de que volvamos todo el folio
amarillo chillón.
Comentar el texto
Y así sucesivamente. A primera vista nos puede parecer tedioso tener que hacer
todo esto con todo el temario de cada examen que nos pongan, pero realmente no
tardaremos más de dos minutos y, con la práctica, nos saldrá sin darnos cuenta.
Además, ir haciendo esto en cada punto del temario hará que el estudio nos
resulte más entretenido y, al final, veremos que hemos tardado menos tiempo en
aprenderlo todo y que nuestras notas serán mejores. ¿Qué prefieres, leer varias
veces un mismo texto para aprendértelo o leerlo una más despacio y quedarte con
todo?