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DIFERENCIAS ENTRE OFERTA Y ACEPTACION.

ENSAYO

INTRODUCCION

Son los actos jurídicos que, al concurrir sobre un objeto y por una causa, determinan la
perfección de un contrato. El que ha formulado la oferta, se denomina oferente; el que
expresa la aceptación aceptante. Conviene no confundir la oferta contractual con la
oferta comercial: la primera es la que es aceptada, perfeccionándose entonces
el contrato; la segunda es una iniciativa que, casi siempre, genera una contraoferta o
nueva oferta, que constituyen el itinerario habitual de las negociaciones preparatorias
de un contrato. De todas ellas, sólo la última oferta, la que precisamente es aceptada,
es oferta en el sentido jurídico.

DESARROLLO

En derecho comercial existe una figura jurídica denominada oferta o propuesta, lo cual


no es más que un plan de la realización de un negocio jurídico que una persona le
propone a otra, es decir, que en presencia de una oferta o propuesta estamos frente a
un propósito de realizar un negocio jurídico.

Una propuesta o oferta es una manifestación seria que hace el proponente a una
persona denominada destinatario para la realización de un negocio jurídico; la oferta o
propuesta puede hacerse ya sea de forma verbal o por escrito. Cuando una propuesta
se presenta de forma verbal, el código de comercio establece que esta debe ser
aceptada o rechazada en el momento de escucharse.

Por otro lado al referirse el código de comercio a la propuesta hecha por teléfono la
asimila a la verbal, es decir, que al momento de ser escuchada el destinatario deberá
dar inmediatamente su aceptación o rechazo; mientras que cuando la oferta se
presente por escrito existe un término para que esta sea aceptada por el destinatario.
Es más recomendable hacer la oferta por medio escrito, pues al existir un término para
que el destinatario de esta diga si acepta o rechaza la propuesta, existen más
posibilidades de que el destinatario evalué la conveniencia de la propuesta y así decida
aceptarla. El termino para que el destinatario manifieste la aceptación o el rechazo de
la propuesta cuando esta se presenta por escrito está consagrado en el artículo 851 del
código de comercio, el cual dice lo siguiente:

Cuando la propuesta se haga por escrito deberá ser aceptada o rechazada dentro de


los seis días siguientes a la fecha que tenga la propuesta, si el destinatario reside en el
mismo lugar del proponente; si reside en lugar distinto, a dicho término se sumará el de
la distancia.”
Entre el proponente y el destinatario puede fijarse un término distinto al determinado en
el artículo mencionado para la aceptación o rechazo de la oferta, la aceptación del
destinatario de la propuesta puede ser expresa, cuando claramente da a entender al
proponente que acepta la propuesta de realización del negocio jurídico.
La aceptación del destinatario también puede ser tacita cuando realice un hecho
indiscutible de actuación del contrato propuesto pero, esta clase de aceptación solo
tendrá los efectos de la aceptación expresa cuando de dicha aceptación tenga
conocimiento el proponente dentro del término que se estableció para aceptar la
propuesta.
Por último si la propuesta es aceptada fuera del término estipulado para ello, esta será
considerada como una nueva propuesta, al igual que cuando se sujete la aceptación de
la oferta a una condición, según lo establecido en el artículo 855 del código de
comercio.

La oferta en la constitución del contrato

La oferta va normalmente dirigida a un sujeto concreto (con el que se desea contratar).


Sólo es tal la declaración de voluntad que contiene todos los elementos esenciales del
contrato (cosa u objeto y causa, además de la determinación de los sujetos implicados,
que son quien declara y aquél a quien se dirige), puesto que con la misma el oferente
propone un contrato a otra persona. La falta de especificaciones, además de esos
elementos esenciales, serán sustituidas por los usos, la publicidad, la buena fe y las
normas dispositivas aplicables al caso (artículo 1258 del Código civil).
Sólo es oferta aquella declaración de voluntad que pueda generar la perfección del
contrato con el mero asentimiento de la otra parte contratante (aceptación). Lo que no
se produce cuando ese asentimiento va acompañado de alguna variación significativa.

El límite de la vigencia temporal de la oferta viene dado o bien por el rechazo de la


misma por aquél a quien ha sido dirigida, o bien por el transcurso del plazo establecido
en ella a tal efecto, o bien por los usos, la naturaleza o características del contrato, o la
buena fe (artículo 27.3 Ley 34/2002, de servicios de la sociedad de la información y de
comercio electrónico). También pierde eficacia la oferta cuando la misma es revocada a
tiempo por el oferente, esto es antes de que la aceptación dé lugar a la perfección del
contrato. También la revocación es una declaración recepticia. No debe existir
inconveniente en aceptar la eficacia de una renuncia a esa posible revocación de la
oferta. Naturalmente, la oferta irrevocable deberá contar con una limitación temporal
explícita o tácita (vid. artículo 16 de la Ley 7/1995, de crédito al consumo, artículo 40 de
la Ley 7/1996, de ordenación del comercio minorista).

Los contratos producen efecto entre las partes y sus herederos (artículo 1257.I del
Código civil), pero semejante extensión a los causahabitentes mortis causa no tiene
lugar en el caso de la oferta. El fallecimiento del oferente pone punto final a su eficacia
o vigencia si en ese momento no se ha perfeccionado el contrato por la aceptación de
aquélla. Lo mismo cabe decir en el caso en el que antes de producirse esta aceptación
el sujeto oferente pueda incurrir en alguna incapacitación. No obstante, si la oferta se
ha producido dentro del marco habitual de actividad de una empresa, la seguridad del
tráfico empresarial, basada en la confianza generada, que deriva de la apariencia
producida por la continuidad de esa actividad empresarial, elimina esa caducidad
(pérdida de eficacia) de la oferta, derivada del fallecimiento o incapacitación del
oferente.

La oferta dirigida al público se caracteriza por no ir dirigida a nadie en concreto, sino a


un colectivo más o menos amplio. Como consecuencia de esa peculiaridad, su
revocación únicamente será eficaz si tiene también el mismo carácter público que la
oferta. Ello no implica necesariamente que la publicación de esa revocación se
produzca por el mismo medio que la oferta, pero sí que tenga el mismo o parecido
alcance público (posibilidad de conocimiento por todos aquellos a quien se dirige).

En ocasiones, habrá que distinguir entre la oferta al público, la invitación pública a


ofertar y la mera publicidad. Lo que tiene actualmente una enorme importancia como
consecuencia del protagonismo que las mencionadas figuras han adquirido en la
comercialización de productos y servicios (artículo 8º de la Ley General para la
Defensa de Consumidores y Usuarios, artículos 1º2 y 2º2 de la Ley 26/1991, sobre
contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles, artículos 39 y 40 de la
Ley 7/1996, de ordenación del comercio minorista).
CONCLUSION
La aceptación es precisamente la declaración de voluntad por la que el destinatario de
la oferta asiente a la misma. Debe ser tempestiva y sin variaciones con respecto a la
oferta. Es tempestiva aquella aceptación que tenga lugar antes de que pierda vigencia
o eficacia la oferta. Si contiene variaciones relevantes, no podrá ser considerada como
una aceptación (Sentencia del Tribunal Supremo 20.4.2001 - RJA 5282), sino como
una contraoferta, cuya eficacia para la perfección del contrato dependerá de la
aceptación del oferente inicial. Cuando la aceptación recoja alguna variante menor, de
escasa importancia, podrá considerarse como tal, dando así lugar a la perfección del
contrato.

La aceptación, como declaración recepticia que es, puede ser también revocada,
siempre que ello se produzca antes de que la misma dé lugar a la perfección o
nacimiento del contrato. Esa revocación es igualmente una declaración de voluntad
recepticia. También pierde eficacia la aceptación si, antes de que fuese perfeccionado
el contrato, fallece el aceptante o queda incapacitado. No obstante, en el tráfico
empresarial también la exigencia de seguridad, relacionada con la confianza en la
apariencia, puede excluir esa ineficacia o caducidad de la aceptación.
HERNANDO DE JESUS PAEZ

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