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Traducción de

J esús P rados A erarte

' '"'i
JOSEPH A. SCHUMPETER

TEORIA DEL
DESENVOLVIMIENTO
ECONOMICO
Una investigación sobre ganancias, capital,
crédito, interés y ciclo económico
Primera edicióa en alemán, 1911
Primera edición en inglés, 1934
Primera edición en francés, 1935
Primera edición en español, 1944
Segunda edición en español, 1957
Tercera edición en español, 1963

El título original de esta obra es


Theorie der ivirischaftlichen Ent'wickhmg áfiSi

Derechos reservados conforme a la ley


© Fondo de Cultura Económica, 1957
Av. de la Universidad, 975 - México 12, D. F.

Impreso y hecho en México


Printed and mude in México
PRÓLOGO DEL TRADUCTOR
m m
La ausencia de una abundante literatura económica ett castellano
plantea siempre dificultades a la traducción de las obras extranjeras.
Quisiera mencionar el sentido de los términos empleados que no
hayan adqtikido aún su carta de cktdadarúa en el lenguaje econó­
mico^ con objeto de precisar su significado.
■ El libro actual del Profesor Schum peter fue publicado prime­
ramente en alemán con el titulo Theorie der wirtschaftlichen Ent-
wicklung, y traducido posteriorm ente al inglés con el de The
Theory of Economic Development. El lector podrá apreciar en el
texto el m otivo por el cual se ha preferido' la palabra desen volví
miento’^di térm ino '^evohtción^\* preferencia apoyada por palabras
del propio autor frertíe al últim o de estos conceptos.
El concepto circular flo v f' (Kreislauf en el original alemán)^
se traducirá en lo' qite sigue por corriente circular'\ N o creo que
sea muy satisfactoria la versión, que por otra parte ha presentado
las mismas dificultades al traductor inglés, pero espero que evite
esta advertencia cicalquier dificultad posterior.
El resto de la term inólogia adoptada es la en^leada usualmente,
aceptando incluso la versión de la palabra Nnconté’’’ (alemán Ein-
kommen) p or la de '‘‘ingresó’'.
Para la traducción ha sido empleado el texto inglés, sm eliminar
por ello las referencias a las ediciones alemanas anteriores. N o se ha
realizado ima versión directa del últim o idioma p or las alteraciones
sitfridas en la inglesa, de fecha, más reciente, y , sobre todo, por ha­
berlo pedido así el autor.
J, P rados A rrarte

* Aunque hemos generalizado ya en nuestras publicaciones el término ,,


A'Aióó ó - “desarrollo económico’V íiemos preferido, en este caso, respetar la opinión del y-
traductor y mantener aquí “desenvolvimiento”, [F. C. E.] . ¿
-/ • __

. ^^ - ,r -- ^
PRÓLOGO A LA EDIQÓN ESPAÑOLA

Tengo verdadero placer en presentar a mis colegas de los países de


habla española esta edición de mi Teoría del Desenvolvimiento Eco­
nómico, y en dar las gracias al traductor y a la Junta de Gobiermo
del Fondo de Cultura Económica. Como este libro vio la prim era
luz en 1911 he hecho todo lo que ha estadio a mi alcance para des­
arrollar, comprobar e ilustrar históricamente y con estadísticas las
ideas que en él se exponen. Pero la estructura fundam ental de m i
astálisis y rm visión geijeral del proceso económico no han cambiado
desde entonces y encuentran todavía en este libro su más clara ex­
presión. Aprovechando la invitación de la Junta de G obierno de­
searía utilizter esta oportunidad para examinare lo que fue mi propó­
sito hacer, e indicar cómo encaja en las tendencias modernas del
pensamiento económico.
El tema de la economía es un proceso histórico único y en el
cual no se puede retrocedei', que cambia sin cesar su propia cons­
titución, creando y destruyendo mundos cidturales uno tras otro.
El análisis teórico, tal como se entiende en general, contribuye en
dos cosas a la interpretación científica de este proceso.
Por una parte, ofrece un aparato conceptivo que nos perm ite
form ular relaciones entre cantidades económicas. Podemos ilus­
trar esto mediante dos ejemplos ?noder?ws. Prim ero: imo de los
pi’oblemas ,que han atraído durante doscientos años la ateiición de
los economistas es averiguar cómo influye la maqmnaria sobre los
intereses de la clase obrera. Es fácil doi'se cuenta de que la contes­
tación depende en gran paite de la dificidtad o facilidad con que
se abran camino los productos hechos a máqiúna en el presupuesto: '
de los consumidores, y de la facilidad o dificidtad con que los obre- "
ros desplazados por las máqidnas encuentren otra colocación. Y el
modo más conveniente de forrm dar esta contestación es m ediante-
un concepto o coeficiente que se ha venido utilizando de modo
im ty amplio durante los últimos qtdnce años, la elasticidad de sus­
titución. Segundo: el paro obrero que ha existido durante los idti- :
mos veinte años ha conducido a amplias investigaciones sobre los
efectos de los gastos gubernameiitales con el fin de Creas' ingresos,
que Timchos economistas han llegado a considerar como elemento
permanente del capitalismo en decadencia. A nadie se le o cw riría
tratar, hoy día, este problem a sin hacer uso del concepto del mul­
tiplicador, que relaciona ima cantidad dada de gastos gubernamen-
- - 8 ^ _ .... ..
Kíssi


a.T
PRÓLOGO

tales con la cantidad de trabajo que eventualmente llega a crear. La


vtayoría de estos conceptos pueden ser reunidos en un mstrumervto
analítico llamado Teoría del equilibrio económico o Econonúa Es­
tática. No tienen relación, en sí mismos, con el gran, proceso his­
tórico de la evolución económica, sino que por el contrario se
abstraen de los. fenómenos de la evolución y describen partes del me­
canismo que permcmecen más o menos constantes a través del tiem­
po, pero estas partes del m.ecanismo nos resultan, sin embargo, útiles
para describir las relaciones existentes en una realidad que evolu­
ciona.
Por otra parte, los teóricos están ampliando, con éxito cada día
m ayor, el campo de la Economía Dinámica. Mediante un ejemplo
podemos ilustrar con m ayor claridad este desarrollo relativamente
reciente de la economía. Si nos contentamos con declarar que un
cierto precio de trigo está relacionado con una cierta cantidad su-
vmnstrada, hemos establecido ima proposición estática. Si, por el
contrario, declai'omos que un precio establecido en im momento
dado tendrá como consecuencia que la oferta de dicho producto,
sea, un año más tarde, tal o cual; es decir, si establecemos ima re­
lación entre dos o más cantidades econórmeas pertenecientes a dife­
rentes lugares del tiempo, habremos establecido una proposición
dinámica. Técnicamente es mucho más d ifícil manejar proposicio­
nes dinámicas qite estáticas, pero las primeras son a la vez nnicho
más reales. Pites mientras que ima proposición estática nos muestra
las relaciones ideales entre cantidades económicas que sólo existen
en lógica pura, una proposición dinámica se propone m ostrar en
qué form a ciertas condiciones iniciales del sistema económico produ­
cirán a través del tiempo otra serie de condiciones. Pero aam esta
misma especie de teoría está m uy lejos de explicar los procesos his-
/ tóricos, pues no nos dice nada de las fuerzas que obrem sobre ellos
r_ y , al igual que la teoría estática no nos ofrece más que partes del
'.m ecanism o. -
¿N o nos será posible lograr más? Es decir, ¿no podremos cons-
:: inuir un modelo o esquema teórico de la mera evolución econórmea, .
descubriendo qué impidsos concretos la mueven y derivando de sus
V efectos series de acontecimientos que sirven de explicación racional
r de la propia realidad histórica? He aquí lo que he tratado de hacer.
^-Clasificcmdo todos los factores que puedeii ser causcmtes de cambios
...en el rmmdo económico, he llegado a la conchtsión de que, aparte
de los factores externos, existe uno puramente económico de
\im porto7icia capital, y al que yo he dado el nombre de ínnovaeión.
. He tratado de dem ostrar que el modo en que aparecen las irmova- ' Ar/' r~
10 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

dones y en qice son absorbidas por el sistema económico es sicfi-


dente para explicar las continuas revoluciones económicas que son
la característica principal de la historia económica. En un libi'O
que publiqué hace dos años traté de dem ostrar con detalle de qué
modo expliccm esto los ciclos de la econorma capitalista, y los fe­
nómenos que se ponen de mamifiesto por los períodos alternativos
de depresión y de prosperidad. Pero los principios fimdamentales
se encuentran todos expuestos ^en este libro, cuyo tema puede ser
descrito, por lo tanto, como una teoría del capitalismo. Se me ha
dicho con frecuencia que mi esquema analítico se refiere únicamen­
te a una época histórica que está rápidam ente llegando a su fm. Y
en esto estoy de acuerdo. En mi opinión la teoría económica no po­
drá ser nunca, en este sentido, más ique la teoría de una cierta época
histórica.
Existe, sm embargo, otro aspecto qtce llama ahora nuesna aten­
ción. Desde 1907, época en que yo empecé a trabajar sobre este
tema, ha ido atw'ientíando mi convicción de que no basta con la
teoría tradicional, no sólo porque no hace esfuerzo alguno por tra­
tar el probleiita de la evolitción en su totalidad, sino porque en vez
de esto trata de resolver p or medio de esquemas estáticos y estOr-
cionarios, fenóme<noS' que no pueden existir bajo condiciones estáti­
cas y que sólo aparecen en el proceso de evolución. Para poder
demostrar claramente mi tesis quiero referirm e a dos teorías que se
expolien en este libro, una de las cuales no ha encontrado nunca
gran oposición, mientras que la otra no ha sido jamás aceptada p or
im número respetable de economistas; me refiero' a las teorías de
las utilidades y del interés. Es quizá obvio qite, aparte de los be­
neficios monopolísticos, las utilidades de la industria se deben a in­
novaciones afortunadas y , por lo tanto, no pueden ser objeto de
trato por una teoría, ya sea estática o dinármca, que supone funcio­
nes constantes de producción. Debía de ser no menos obvio que,
puesto que las utilidades son la fuente principal del pago de los
réditos, el fertómeno del interés, en el aspecto en que lo conoce­
mos, debiera estar ausente en una tal econo7?áa. Ha habido, en ge­
neral, una mala inteligencia, en lo que se refiere a esta proposición.
N o es mi intención mantener que el interés no puede existir sin
■ innovaciones. Los empréstitos y los préstamos para consumo' po­
drían siempre producir un tanto por ciento de interés positivo'. Pero
este interés dejaría de ser mi elemento esencial del proceso' de pro-
■ ducción, y no estaría ya contenido en su esquema teórico'. Siendo
' esto cierto llegamos a la conclusión de que existen fenómenos pUr-
vy ramente económicos —y el interés será indudablemente uno de
PRÓLOGO 11

ellos—, que se encueiitrim más allá del alcance de la teoría tradicio­


nal y qite pueden únicamente ser tratados desde im ptmto- de vista
de evolución. -
'■ 4 Esto se ve con claridad singular en el campo del dinero y del
crédito. La m ayor parte de los economistas modernos están de
acuerdo en atribuir a los procesos monetarios ima importancia nm>-
cho m ayor de la que acóstwmbraban a darle sus predecesores. Exis­
ten hoy día teorías monetarias de los salarios, teorías monetarias
de la producción total y del empleo, e tc ... Pero en general no se
reconoce que el funcionamiento del dinero y del crédito en una
sociedad capitalista está dominado p or el fm andam iento de nuevas
empresas, y que la m ayor parte de los problemas de dinero y de
crédito sean derivaciones de este hecho y de sus consecuencias. El
procesa capitalista se hincha y deshincha automáticamente en res­
puesta de los gastos adicionales dedicados a llevar a cabo hinova-
ciones, y en respuesta a incrementos en la producción y a las ga^-
'nancias que resultan de dichas innovaciones. He aquí el lugar desde
donde deben comprenderse, si es que esto es posible, los fenómenos
monetarios del capitalismo. Son igualmente inútiles aquellas teo­
. rías basadas en el financiamiento de negocios existentes, y las que
se. limitan a poner de relieve la cantidad total de depósitos.
Podemos llegar aún más lejos. El punto de vista evolucionista
ccmbia no sólo nuestras teorías económicas sino también nuestra
perspectiva de los problemas prácticos de nuestí^o tiempo'. Tome­
mos, p or ejemplo; el sistema de precios de un industrial monopo­
lista. La m ayoría de los economistas aplican a este sistema el sistema
económico de Agustín Coum ot y de A lfred o Marshall. Y esto,
resultaría bastante satisfactorio si fuera posible definir la situación
de un cierto monopolista determinado, mediante una pauta tec7to-
lógica o una función de producción. Es, sm embargo, evidente que
^ esto está bastante lejos de la realidad. Las normas de tM inonopolio
industrial moderno están dominadas p or el hecho que, en su caso
-típ ico , aparece como una irmovación y que tiene que v iv ir y de-
, fender su lugar en un medio constantemente revuelto por innova­
ciones ulteriores. Lo que hiciera en un mtmdo sin mnovacion\es
es virtualm ente algo que no nos interesa. L o que en realidad hace
no puede ser revelado, p or lo tanto, más que por un análisis que
se extienda a ti'ovés del tiempo, p or lo ntenms durante un período
ú e diez a veinte años. "
Para que los lectores no vayan a pensar que pretendo demasiado, '
permítaseme hacer la aclaración de que estoy abogando por un sis-
; tenta de análisis y no por la form a particular en que yo lo haya ;
12 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

expresado, o por los resultados particulares qiee yo haya obtenido


de él. Mis teorías puedeiz ser equivocadas; mis esquemas, con se­
guridad, no son más que una de tantas posibilidades; pero hay dos
cosas de las que estoy seguro: p'hnero, que se debe tratar al capi­
talismo como un proceso de evolución, y que todos sus problemas
fimdamentales arrancan del hecho de que es un proceso de evolu­
ción; y, segundo, que esta evolución no consiste en los efectos de
los factores externos (incluso factores políticos) sobre el p'oceso
capitalista, ni en los efectos de un lento crecim iento del capital, de
la població?!, e tc ..., sino en esa especie de m utación económica, me
atreva a usar un término biológico, a la que he dado el nombre de
irmovación. O tros podrían construir para estos hechos modelos ana­
líticos diferentes, y sacar de ellos conclusiones diferentes; aim den­
tro de mi propio esquema hay infinidad de problemas no resueltos
y existe, naturalmente, amplio margen para m ejorar la técnica. Mi
intención fue que este libro sirviera de esúrmáo al m ayor número
posible de econorrástas. He aquí mi intención al escribir este pró­
logo a la edición española.
JOSEPH A . SCHUMPETER
Cambridge, Massachusetts.
12 de abril 1941.

és'.
iK :;
:

1 1
PREFAaO A LA EDIOÓN INGLESA

Algunas de las ideas presentadas en este lilrro proceden del año 1901;
ninguna de ellas es posterior a 1909, época en que el marco general
de este análisis de los aspectos puramente económicos de la socie­
dad capitalista, tomó la form a que ha conservado desde entonases
casi sin alteraciones. La obra se publicó p or prim era vez en alemán
en et otoño de 19 11. Cuando concedí md asentnmento, sin graai
entusiasmo, a tma segunda edición, diez años después de hallarse
agotada la obra, om ití el séptimo capítulo, redacté de nuevo el se­
gundo y sexto, y dispuse ciertas alteraciones, reducierido o am­
pliando la atención concedida a determinadas cuestiones. Esto tuvo
lugar en 1926. La tercera edición alevtona es una reirítpresión de la
segunda, que también ha sea'vido de base a la traducción inglesa.
D ictaría un veredicto muy perjudicial sobre mis actos e ideas
a partir de la prim era edición de la obra, si afirm ara que la falta
de alteraciones del mamiscrito, aparte de las de mera redacción, se
ha debido al convencimiento de que sea satisfactorio en todos sus
detalles. Si bien es cierto que considero sus grandes rasgos —lo
que pudiera denominarse la ‘‘'visión^'— y sus resultados, como co­
rrectos en general, m m tengo actualmente uva opinión diferente so­
bre varios de los puntos abordados. M encionaré uno como ejem­
plo: cuando elaboré la teoría del ciclo econóndco, que el lector
encontrará en el capítulo sexto, daba por sentada la existezicia de
un solo movimiento ondidatorio, a saber, el descubierto por Juglar.
Estoy convencido ahora de que existen como mínimo tres clases
de tales movimientos, quizá más, y de que el problema principal
al que deben hacer frente los teóricos del ciclo consiste precisamen-
‘ ' B i lí , aislarlos, y describir los fenómenos que resulten de sus in-
' 4h mutuas. Vero este elemento no se ha introducido ejx las
’ 'jj i. ediciones posteriores. Pues los libros — como los niños— se hacen 7
p . seres iJidependientes una vez abandonada la casa paterna. Viven sus L
propias vidas, mieittras que los autores viven las suyas. Y no hay ^7:
m B que inmiscuirse en la vida de aquellos que han llegado a ser extra­
ños a la casa. Este libro se ha abierto camino y ha ganado —-con
justicia o sin ella— un lugar en la literatura alemana de su. tiejzfpc—
y materia. Por eso me pareció preferible alterarlo en vñmma me­
dida. No hubiera soñado con una tradiccción inglesa, a no haber ■/
sido por la sugerencia y ánimos de m i eminente amigo el profesor 'Óí
Taussig.
........ .
-
-—m ó : 13 ' 7^' - ■; '■
14 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

F ar m otivos shnilctres no he seguido el ejemplo de m i grcm maes­


tro^ Bohins-Baujerk, que tomó nota con ciüdado infinita de toda
objeción o crítica, respondiendo con sus propios comentarios en
posteriores ediciones. No es falta de respeto hacia aquellos que me
hayan hecho el honor de criticar con seriedad mi argumentación
lo que me conduce a lim itar la controversia al mínimo. Sin em­
bargo, debo confesar que no he tropezado aún con objeciones sobre
puntos esenciales que hayan resultado de carácter convincente para
mi espíritu.
Este libro es francctmente ^‘'teóricó*\ p or sit m étodo e intencio­
nes. No es este lugar ade (ruado para una professio fidei sobre m eto­
dología. Quizá mi opinión sobre la relación entre investigaciones
‘"teóricas'^' y “prácticas” haya variado mucho desde 19 11. Yero se
mantiene mi convicción de que nuestra ciencia no puede — en la
rmsma medida que otras— desdeñar ese sentido común refinado que
denominamos “teoría” y que nos provee de instrumentos para ahon­
dar los hechos y los problemas prácticos. P or im portante que
sea la influencia de nuevas masas de hechos no analizados, estadís­
ticos en su m ayor parte, sobre nuestro aparato teórico — es evidente
que la riqueza creciente de nuevo m aterial analítico debe sugerir
siempre módulos teóricos nuevos, m ejorando constante y silencio­
samente cualquier estructura teórica existente— es preciso disponer
en un momento dado de algún conocim iento teórico para abordar
hechos nuevos, esto es, hechos no comprendidos ya en teoremas
existentes. S i ese conocim iento sigue sietido rudimentario' y sub­
consciente, puede ser mala teoría, pero no p o r eso dejará de ser
teoría. Por ejemplo, no he podido convencerm e de que cuestiones
tales como el origen del interés, carezcan de im portancia o de va­
lor. S i eso ocurre, se debe a defectos del autor que se ocupe de
ellos. Sin embargo, espero poder presentar en breve los datos con­
cretos que aqm faltan, en estudios más “realistaP^ sobre dinero y
IIÉíi/Eí crédito, im etés y ciclos.*
La argumentación de la obra constituye un todo, Y ello no se
debe a im plan preconcebido. Citando comencé a ocuparme de las
teorías del interés y del ciclo, hace casi un cuarto de siglo, no
sospechaba la fórm a en que se enlazaban estas materias, ni las re­
laciones estrechas que mantenían con las ganancias del empresario,
el dinero, el crédito, etc., precisamente en la form a a la cual nie
veía conducido por el curso de m i argumentación. Pero pronto
pude apreciar claramente que todos estos fenómenos —y otros
* Con posterioridad a la publicación de estas líneas, el profesor Schumpeter
ha dado a la luz dos grandes volúmenes sobre el ciclo económico, (Ed.)
PREFACIO 15

muchos de carácter- secundario— no eran sino manifestaciones de


tm proceso y que ciertos principios simples que los explicaran; ex­
plicarían también el proceso mismo. Se sugería la conclusión de
que sería útil comparar esta estructura teórica con la teoría del
equilibrio, qu-e en foim a im plícita o explícita ha sido y sigue sien­
do el centro de la teoría tradicional. Empleé primeramente los
conceptos, “estática” y “dinámica” para distinguirlas, pero he aban­
donado esa term inologa en honor al profesor Frisch. Quizá ha­
yan sido reemplazados por otros un tanto torpes. Fei'o mantendré
la distinción p or haber comprendido su utilidad en mi trabajo dia­
rio. Esto ha resultado ser así, aún más allá de las fronteras de la
economía, en lo que pudiera denomkmrse teoría de la evolución
cultural, que presenta analogías curiosas en muchos puntos con la
teoría expuesta en el presente libro. La distinción misma ha sido
objeto de muchas críticas adversas. Pero, ¿es verdaderamente arti-
: ficial, o falso respecto a la vida, separar los fenómenos relativos a
la dirección de una empresa y los relativos a la creación de una
nueva? Y ¿es forzoso que tenga algo que ver con w ia “analogía
mecánico?'’? Los que gusten de profim dizar en la historia de los
conceptos debieran más bien hablar de analogía zoológica, si se vie­
ran inclinados a ello; pues fue John Stuart M ili quien introdujo ' 'i
en economía los términos “estático” y “dinámico” y M ili los tomó
con toda probabilidad de Comte, quien a su vez confiesa haberlos
recogido del zoólogo De Blainville.
Debo agradechnento en la form a más cordial a mi amigo el Dr.
Redvers Opie a quien su amabilidad inigualable conditjo a emr-
prender la ardua tarea de traducir esta obra, que resultó tm tanto
y refractaria a la operación. Decidimos om itir los dos apéndices a
los capítulos i y ni del original, y algunos pasajes o párrafos no
-c;, nmy importantes. La exposición se ha m odificado en algunos pun-
f tos, y se han reescrito algunas páginas. Como la argumentación fun-
d...£,úamental no se ha alterado, me parece superfino dar una lista de los
. cambios secundarios realizados. - _

JosEP-H A. S chum peter


Cambridge, Massachusetts
Marzo, 1934.
Éiii'

■ ■

/: : '3
CAPÍTULO i

L A CORRIENTE CIRCULAR DE LA VID A ECONÓMICA


EN TANTO QUE CONDICIONADA
POR CIRCUNSTANCIAS DADAS ^

El proceso social es en realidad nn todo indivisible. Con sn mano


clasificadora, el investigador saca de una manera artificial de su
gran corriente los hechos económicos. La designación de un he­
cho como económico supone ya una abstracción, la primera de
las muchas que nos imponen las condiciones técnicas de la copia
mental de la realidad. Un hecho no es nunca pura o exclusivamente
económico, pues existen siempre otros aspectos, que a menudo son
más importantes. Sin embargo, hablamos de hechos económicos en
la ciencia igual que en nuestra vida diaria, y con el, mismo dere­
cho; también con el mismo escribimos una historia de la literatura,
aunque la de un pueblo esté inseparablemente ligada con otros ele­
mentos de su existencia.
Los hechos sociales son, al menos de inmediato, resultado de la
conducta humana; los económicos, de la conducta económica. Y
esta última puede definirse como dirigida a la adquisición de bie­
nes, Hablamos también en este sentido del motivo económico de la
acción, de las fuerzas económicas en la vida social y económica,
etc. Sin embargo, como sólo nos ocuparemos de aquella conducta
económica que tiene por objeto la adquisición de bienes mediante
cambio o producción, restringiremos su concepto a esos tipos de ad­
quisición, abandonando el sentido más amplio a los conceptos de
“m.otivo económico” y “fuerza económica”, pues los precisamos
fuera del campo estrecho dentro del cual hablamos de la conducta
económica.
El campo de los hechos económicos se delimita, por tanto, en
primer lugar por el concepto de la conducta económica. Todo el
mundo debe actuar —en "parte al menos— económicamente; todo
el mundo debe ser, o depender, de un sujeto económico (I V irt-
sch aftssii-b jekt). Mas tan pronto como los miembros del grupo so­
cial se especializan por ocupaciones, podemos distinguir aquellas
clases de gentes cuya actividad más importante sea la conducta eco­
nómica o ios negocios, de aquellas otras en las que el aspecto
1 Este título se ha escogido pensando en xrna expresión utilizada por
Philippovich. Véase su Gnmdriss, t. ii, Introducción.
17
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

económico de la conducta se halla opacado por aspectos más im­


portantes. La vida económica se halla en tal caso representada por
un grupo especial de hombres, a pesar de que todos los demás miem­
bros de la sociedad deban actuar económicamente. Podríamos deno­
minar vida económica a la actividad de aquel grupo, "aat’ 8Ío%i^v, y
esto no implica ya una abstracción, a pesar de todas las relaciones
de la vida económica en este sentido respecto a otras manifestacio­
nes vitales de los hombres.
Lo mismo quje hablamos de los hechos económicos en general,
lo hacemos del desenvolvimiento económico y explicarlo es el ob­
jeto de este libro. Pero antes de abordar el estudio de sus proble­
mas, vamos a hacer acopio en este capítulo de ciertos principios y
familiarizamos con algunos instrumentos conceptuales que habre­
mos de necesitar más tarde. Además, debe proveerse a lo que sigue
de dientes que lo engranen con las raedas de la teoría ortodoxa.
Renuncio completamente a la armadura de los comentarios meto­
dológicos, observando solamente en relación con ellos que lo que
ofrece este capítulo es parte del cuerpo principal de la teoría eco­
nómica, y no requiere algo esencial, del lector, que precise hoy en
día de justificación especial. Además, como para nuestro propósi­
to sólo precisamos de los resultados de la teoría, he aprovechado
con gusto la oportunidad que se me presentaba para explayar lo
que tenga que decir en la forma más sencilla y profana que me sea
posible. Esto supone el sacrificio de la exactitud absoluta, a la cla­
ridad de exposición; pero me he decidido a seguir tal camino ahí
donde las ventajas de una formulación más correcta sólo beneficien
a puntos que no sean para nosotros de mayor importancia. A este
respecto me remito a otro de mis libros.^
Cuando investigamos las formas generales de los fenómenos eco­
nómicos, sus uniformidades, o la explicación que los haga compren­
sibles, indicamos ipso fa c to que deseamos considerarlos en ese mo­
mento como algo que debiera ser investigado, buscado, como lo
“desconocido”; y deseamos seguirlos hacia lo relativamente “co­
nocido”, lo mismo que hace cada ciencia con el objeto de su in­
vestigación. Cuando logramos hallar una relación causal definida
entre dos fenómenos, nuestro problema se resuelve si el que jue­
ga el papel de causa no es económico. En tal caso hemos realizado
ya como economistas el papel que nos corresponde, y debemos
ceder el paso a otras disciplinas. Si, por otro lado, el factor causal
es económico por naturaleza, debemos continuar nuestro esfuerzo
2 Das Wesen imd Hauptinhalt der theoretischen Nationaldkonorme, cita­
da en lo sucesivo como Wesen.
L A CORRIENTE O R C U L A R

explicativo hasta que demos con un terreno no económico. Y esto


es tan cierto para la teoría general como para los casos concretos.
Si, por ejemplo, pudiera decir que el fenómeno de la renta de la
tierra se funda en diferencias de calidad de los campos, habría com­
pletado ya la explicación económica. Si encuentro el origen de
ciertos movimientos de precios en regulaciones políticas del co­
mercio, he terminado ya mi labor como economista teórico, pues
esas regulaciones políticas no se dirigen inmediatamente a la adqui­
sición de bienes por cambio o producción, y no caen, por tanto,
dentro de nuestro concepto de hechos puramente económicos. Nos
ocupamos siempre de describir las formas generales del encadena­
miento causal que liga los datos económicos con los no económi­
cos. La experiencia nos enseña ,la posibilidad de tal cosa. Los acon­
tecimientos económicos: tiepen su lógica que conoce todo hombre
práctico, y que solamente debemos formu.L^ conscientemente con
precisión. A i hacerlo, consideramos,-r--con objeto de conseguir ma­
yor simplicidad-— una comunidad aislada; pues podrá observarse
eñ ella la esencia de. las .cosás, qiie es el objeto de este libro, tan
bien como en otro caso, más Gomplicádó.
Por lo tanto, estabíéGeremos .esquemáticamente las característi­
cas más importantes de una representación mental del mecanismo
económico. Y para esé fin; pensaremos primero en un estado or­
ganizado •comereialmente; en éb cual prevalezcan la propiedad pri­
vada, la división del trabajo, y la libre competencia.
Si alguien que nunca hubiera visto ni oído nada respecto a tal
estado, observara que el labrador produce trigo que ha de consu­
mirse en forma de pan en una ciudad lejana, se vería impulsado a
preguntar cómo conoce el labrador la necesidad de pan de la ciu­
dad, y su cuantía exacta,; se ;extráñ^^^ indudablemente, mucho
al respondérsele que;el labrador nó; sabe quién ha, de consumir su
trigo ni dónde. Y niucho más al observar que todos los interme­
diarios por cuyas manos pasa el trigo en su camino hacia el con­
sumidor final, desconocen también el destino último del cereal, con
excepción quizá de los vendedores del pan; pero que aun éstos
deben producir o comprar en general antes de conocer si tal com­
prador particular ha de adquirirlo. El labrador respondería sin
dificultad a la pregunta que se le hiciera: una larga experiencia,^
en parte heredada, le ha mostrado cuánto ha de producir para con­
seguir mayor ventaja; la experiencia le ha enseñado la amplitud e
intensidad de la demanda con que se puede contar. A esta- cantidad
: 3 Véase W ieser, Der natürliche W ert, donde se estableció y se aclaró p o r
prim era vez este punto.

ÍV a n Ló,’;
DESEN’\70L'’v nMIENT0 ECOI TórvIICC
s€ atiene en la medida de sus posibilidades, no alterándola sino bajo
la presión de las circunstancias.
Lo mismo puede decirse de todos ios demás factores que debe
calcular el labrador, sea que llegue a sus conclusiones con la exac­
titud de un gran inaustriai, o lo haga en. forma semi-inconsciente
y por fuerza de la costumbre. Conoce, por lo general, ei precio
de las cosas que debe adquirir, si bien con ciertos límites; sabe el
trabajo que debe realizar (bien sea que lo valore según principios
puramente económicos, o considere el trabajo en sus tierras con
ojos muy diferentes que si fuera en tierras ajenas); conoce los mé­
todos de cultivo —y tocio ello por una larga experiencia—. La
gente a quien compra, conoce también la demanda dei labrador
por una larga experiencia. Dado que la corriente circular de los
períodos económicos —ei ritmo económico más interesante de to­
dos— marcha con rapidez relativa, y como lo mismo sucede esen­
cialmente en cada período económico, ei mecanismo de ia econo­
mía de cambio opera con gran precisión. Los períodos económicos
pasados gobiernan la actividad dei individuo —en un caso como el
nuestro—, no sólo por haberle mostrado en forma inflexible lo que
debe hacer, sino también por otra razón. El labrador debe vivir
durante cada período, ya sea directamente dei producto físico del
precedente, ya de lo que pueda obtener de su venta. Además, los
periodos anteriores le han metido en una red de conexiones eco­
nómicas y sociales de las cuales no puede sacudirse fácilmente. Le
han legado medios y métodos definidos de producción. Y todos
estos le mantienen sujeto con cadenas de hierro a sus huellas. Apa­
rece aquí una fuerza que es de gran importancia para nosotros y
que pronto ocupará nuestra atención con mayor intensidad. Pero
en este momento nos limitaremos a señalar que en el análisis que
sigue supondremos que cada uno vive en un período económico
de los bienes producidos en el anterior, cosa que es posible si ia
producción se extiende en el pasado, o si el producto de un factor
de la producción está sujeto a una corriente continua. Esta es una
mera simplificación de la exposición.
Ahora podemos generalizar el caso del labrador refinándolo un
tanto. Supongamos que cada uno vende todos sus productos y
que, en la medida en que cada cual consume, sea su propio compra­
dor, pues es evidente que tal consumo privado se determina por el
precio de mercado, o sea, en forma indirecta, por la cantidad de
bienes que pueden obtenerse disminuyendo el consumo particular
de^ los productos propios; y viceversa, que ei volumen de consumo
privado actúa sobre el precio de mercado exactamente en la misma.
'■-'’spVJSa.''' '•

LA OORRIEI7TS CIE.CULAR ’l
forma que si apareciera de hecho en el mismo. Todos los iionibres
de negocios se hallan, por tanto, en la misma posición dei labrador.
Todos son compradores y vendedores, a los efectos de su produc­
ción y consumo. Los trabajadores pueden ser concebidos en este
análisis en ia misma forma, incluyéndose sus servicios en la misma
categoría de las demás cosas negociables. Ahora, como cada uno
de estos hombres de negocios, tomado por sí solo, obtiene su pro­
ducto y encuentra sus compradores basándose en su experiencia
__igual que nuestro agricultor— debe ser cierto, para todos con­
juntamente, lo que afirmábamos de aquél. Dejando aparte las per­
turbaciones —que como es natural pueden ocurrir por multitud de
motivos— es preciso que se dé salida a todos los recursos; pues sólo
se producirán" con referencia a posibilidades de mercado conocidas
en "forma empírica.
Llevemos este razonamiento a su conclusión últim.a. La canti­
dad de carne de que se desprenda el carnicero depende de la que
adquiera su cliente —el sastre— y del precio a que lo haga. Pero
eso" depende, a su vez, de lo que a este último le dejen sus negocios,
y esto también de las necesidades y poder de compra de su cliente,
él zapatero, cuyo poder de compra depende, a su vez, de las necesi­
dades y poder de compra de las personas para las cuales produce; y
así sucesivamente hasta que lleguemos a uno que derive sus ingre­
sos de las ventas de'sus productos al carnicero. Esta concatenación
y dependencia mutua de las cantidades en que consiste el cosmos
económico, son visibles siempre, cualquiera que sea la dirección en
que nos movamos. En cualquier punto que comencemos y en cual­
quier sentido que vayamos es forzoso volver ai punto de partida,
quizá después de un gran número de pasos que, sin embargo, es
siempre finito. El análisis no liega a un punto final ni se encuentra
con una causa, es decir, un elemento que sea más determinante que
determinado.
Nuestro cuadro será más completo si representamos el acto de
consumir en forma distinta de la usual. Por ejemplo, todo el mun­
do se considera consumidor de pan, pero no de tierra, servicios,
hierro, etc. Mas si consideramos a los hombres como consumidores
de estas otras cosas, podremos observar mejor aún el camino que
recorren los bienes individuales en la corriente circular.- Ahora
bien, es obvio que cada unidad de toda mercancía no siga el mismo
camino hacia el mismo consumidor que su predecesora en el pro-
4 Véase Marshall (Principies, lib. vi, lo mismo que su conferencia: “The
Oíd Generation of .Economists and the New”), para quien esta concepción
juega ei mismo papel.

_____
D E SE N V O L V IM IE N T O ECON ÓM ICO

ceso de producción en el período económico precedente. Pero


podemos suponer que eso ocurre^ en efecto, sin alterar nada esen­
cial. Podemos imaginarnos que todo empleo persistente que pueda
realizarse de las fuentes permanentes de poder productivo tratan
de llegar todos los años (uno con otro) al mismo consumidor. En
todo caso, el resultado del proceso es el mismo que si esto ocurrie­
ra en verdad. De aquí se sigue que existe en algún punto del sis­
tema económico una |demanda en espera, por así decir, de toda
oferta, y que en parte| alguna existen mercancías sin complementos;
denominando así a otras mercancías en posesión de personas dis­
puestas a cambiarlas por las primeras bajo condiciones determina­
das empíricamente. Del hecho de que cada bien eiK^uentre un
mercado, se sigue también que queda cerrada la corriente circular
de la vida económica, o en otras palabras, que los vendedores de
mercancías aparecen de nuevo como compradores en medida sufi­
ciente para adquirir los bienes capaces de mantener su consumo y
equipo productivo en el próximo período económico en el nivel
usual y viceversa.
La familia o empresa individual actúa entonces según datos ob­
tenidos de manera empírica, y en forma también empírica. Indu-;
dablemente no quiere decirse con esto que no puedan sobrevenir
cambios en su actividad económica. Los datos pueden cambiar, y
cada uno actuará según corresponda tan pronto como aprecie di­
chos cambios. Pero todos se ajustarán tan estrechamente como pue­
dan a los métodos eccjnómicos habituales, no abandonándolos sino
por la presión de las circunstancias y en tanto que sea necesario.
Por tanto, el sistema económico no cambiará en forma caprichosa
y por propia iniciativa, sino que en todo momento estara en co­
nexión con el estado anterior de cosas. Puede, llamarse a esto prin­
cipio de la continuidad de Wieser.
Si el sistema económico no cambia de verdad “por sí mismo”,
esto no quiere decir que estemos haciendo caso omiso de algo esen­
cial a nuestros propósitos presentes si simplemente suponemos que
permanece tal como está, expresando sólo con ello un hecho con
precisión ideal. Y si presentamos un sistema pura y simplemente
invariable, hacemos una abstracción, pero sólo con el propósito
de exhibir la esencia de lo que realmente ocurre. No se trata de
algo contrario a la teoría ortodoxa, sino a lo más solamente a la
exposición acostumbrada, que no expresa nuestro punto de vista
con claridad.^
® Expuesto mas recieurjemente en el trabajo sobre el v a lo r del dinero,
Schriften des Vereins fü r So^zialpaUtík, sesiones del año 1 ^ .

íl
- L A CORRIENTE O R C U L A R 23

Puede llegarse ai mismo resultado por otra ruta. Denominare­


mos “producto social” al total de mercancías producidas y vendi­
das en una comunidad en un período económico dado. Para nues­
tros fines no es preciso adentrarse más en el significado de nuestro
concepto.® El producto social no existe como tal. No es el re­
sultado aspirado conscientemente de la actividad sistemática, como
tampoco es el sistema económico una “economía” que funcione
conforme a un plan uniforme.^ Pero se trata de una abstracción
útil. Podemos imaginamos que los productos de todos los indivi­
duos constituyen una montaña al final del período económico,
montaña que se distribuye en ese momento según ciertos princi­
pios. Dado que no representa un cambio esencial en los hechos, este
supuesto es perfectamente permisible. Podremos decir, entonces,
que cada individuo aporta su contribución a este gran depósito so­
cial y recibe más tarde algo de él. A cada contribución correspon­
de, en alguna parte del sistema, un derecho de otro individuo-, la
parte que corresponde a cada cual se halla preparada para su en­
trega en algún punto. Y como todos saben por experiencia con
cuánto deben contribuir, para obtener lo que desean, teniendo en
cuenta la condición de que cada participación supone una contri­
bución, se cierra la corriente circular del sistema, debiendo com­
pensarse todas las aportaciones y participaciones, cualquiera que
sea el sistema por el cual se haya realizado la distribución. Hasta
ahora hemos hecho el supuesto de que todas las cantidades en jue­
go se conocen empíricamente.
Este cuadro podría refinarse, de manera que diera una visión
mejor del sistema económico, por un recurso conocido. Suponemos
que no existe esta experiencia reconstrayéndola ab ovo^^ com o si
los mismos hombres, disponiendo de los mismos gustos, cultura, y
conocimientos técnicos, y el mismo sto ck inicial de bienes de pro­
ducción y consumo,^ debieran encontrar su camino sin la cola-
;4
■6 Véase W esen, lib. ii.
'i Véase sobre este punto especialmente A dam Smith y Marshall. Como
se sabe, el concepto es tan viejo como la economía política, perO' tiene un pa­
sado agitado que obliga a m anejarlo con precaución. VYanse conceptos cone­
xos en Fisher, Capital and Incorns, A . W a g n er, Grundlegimg; y finalmente
Pigou, Frejerential and Frotective Tariffs, en donde se emplea el térm ino
“dividendo nacional”. Véase también Economics af Welfare del mismo
autor.
s Este m étodo se debe a León W alras.
® Como sabe todo lector de J. B. Clark, en sentido estricto es preciso
considerar esas existencias n o en su form a efectiva —tantos arados, tantos
pares de botas, etc.— sino como fuerzas productivas acumuladas que pueden
i

i ':
- ' ' ' • A- - -
’4 DESENVOL'^/IMIENTO ECONÓñ'IICO
Doracion de la experiencia hacia el objetivo del mayor bienestar
económico posible, por su esfuerzo racional y consciente. No pre­
tendemos con esto que los hombres fueran capaces, en la práctica,
de realizar tal esfuerzo,-® sino sólo queremos presentar la raciona­
lidad de la conducta económica, fuera de consideraciones de la
psicología efectiva de las familias y empresas en observaciónd-
lam.poco pretendemos obtener un esquema de la historia econó­
mica. Queremos analizar, no la forma en que el proceso económico
evolucionó históricamente al estado en qíie lo encontramos en la
realidad-, sino el funcionamiento de su mecanismo u organismo en
cualquier estadio de desenvolvimiento.
Este análisis sugiere, elabora y emplea esos instrumentos con­
ceptuales con que nos hemos ya familiarizado. La actividad eco­
nómica puede tener ciaalquier motivo, aun espiritual, pero su rie-
n ijicad o es siempre la satisfacción de necesidades. "De aquí la
importancia fundamental de esos conceptos y proposi-ciones que
derivamos del hecho que plantean las necesidades, al frente de ios
cuales se nalla el de utiliaad, y su derivado, la utilidad marginal, o
bien “el coeiiciente de selección”, como se le denomina moderna­
mente, Continuaremos planteando ciertos teoremas sobre la dis­
tribución de los recursos entre todos sus usos posibles, la comple-
mentariedad y rivalidad entre los bienes, deduciendo racionalmente
las razones del -cambio, los precios, y la vieja ley empírica de “la
oferta y la demanda”. Llegaremos finalmente a una idea preliminar
de un sistema de valores, y a las condiciones de su equilibrio.
La producción esta condicionada, de un lado, por las propieda­
des físicas de los objetos materiales y procesos naturales. Á este
respecto, se trata de que la actividad económica (como afirma
Jonn Rae) observe el resultado de ios procesos económicos más

tiy-xisformarse en. cualquier moinento y sin perdida o fricción, en las rnercan- %


cías específicas deseadas.
10 Po-r consiguiente,^ la objeción presentada tantas veces a la teoría pura,
d
que asume que los motivos hedonistas del obrar, y la conducta perfectamente
racional son las ^únicas fuerzas operantes en la vida económica, supone una
mala interpretación.
La pycología interviene más tarde para explicar la conducta verdadera
y sus desviaciones de la representación racional. Muestra argumentación en
c-p.pítulos posteriores se dirige en gran parte a una clase de tales desviaciones,
la fuerza del hábito y^ los motivos no -Hedonistas. Pero esto es otro pro­
blema.
1^ Puedo remitir aquí a toda la literatura sobre la teoría de la utilidad mar­
ginal y^ sus derivaciones.
13 Véase la edición de su libro por Mixter, bajo el título: The Sociolo-
LA CORRIENTE CIRCULAR
niodernos, obtenga de ellos nn máximo de resultados. IÑo puede
señalarse de una vez para siempre, cuanto del reino del hecho físico
puede ser importante para la economía. Resultados tales como la
ley de los rendimientos físicos decrecientes, pueden significar mu­
cho o poco en cuanto a resultados económicos específicos, según
sea el tipo de teoría que nos interese. Pues no existe relación al­
guna entre la importancia de un hecho para el bienestar de la
humanidad, y su importancia dentro de los intentos explicativos de
la teoría económica. Pero podemos, naturalmente, vernos impelidos
en cualquier momento —como muestra el ejemplo de Bohm-Ba-
werN'^— a introducir nuevos hechos técnicos en nuestro aparato.
Los hechos de organización social no se sitúan bajo la misma d a­
se. Y, sin embargo, tienen la misma categoría que los hechos
técnicos, por hallarse fuera del dominio de la teoría económica,
siendo para ella meros “datos”P®
El otro aspecto de la cuestión, por el cual podemos penetrar
mucho más profundamente en el corazón de la producción que
por el lado físico y social, es el propósito concreto de cada acto
de producción. EÍ objetivo de cada hombre económico cuando
produce, que explica el porqué de la producción, estampa con cla­
ridad su sello en el método y volumen de la misma. Indudablemen­
te no se requiere ningún argumento para probar que debe ser de­
terminante del “cómo” y del “porqué” de la producción dentro
del marco de ios medios y necesidades objetivas dadas. Este obje­
tivo no puede ser otro que la creación de cosas útiles, artículos de
consumo. En una economía que no sea de cambio sólo puede tra­
tarse de utilidades para consumo dentro del sistema. En este caso
todo individuo produce directamente para el consumo, esto es, para
satisfacer sus necesidades. Y son claramente decisivas la naturaleza
e intensidad de la necesidad de ese producto, dentro de las posi­
bilidades prácticas. Las condiciones externas dadas, y las necesida-
\ des del individuo aparecen como los factores decisivos del proceso
j económico, cooperando ambos en la determinación del resultado.
1La producción sigue a la necesidad; va, por así decir, a rastras de
ella.' Pero este argumento también es aplicable, mzttatls inutcmdis^
^'a una economía de cambio.
gical Theory of Capital. La profunda penetración y la originalidad de dicha
obra hace que su lectura tenga aún alicientes para el estudioso moderno.
Su ley de los rendimientos crecientes según la longitud del período de
producción, me parece uno de los intentos satisfactorios de introducción ex­
plícita del tiempo en las ecuaciones de la producción.
La distinción aguda realizada por J. S. Mili entre producción y distri­
bución me parece menos satisfactoria, por esas y otras razones.

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DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

Este segundo “lado” de la producción la convierte desde el pri­


mer momento en un problema económico. Debe distinguirse del
problema puramente tecnológico. Existe un contraste entre ambos,
que presenciamos frecuentemente en la vida económica, en la opo­
sición entre el gerente técnico y el comercial de una empresa. Ob­
servamos a menudo que unos recomiendan cambios en el proceso
produqtivo, y otros los desechan; por ejemplo, el ingeniero puede
recomendar un métodoj nuevo, que el gerente comercial no acepta,
, alegando que no costeará. El ingeniero y el hombre de negocios
pueden expresar su punto de vista en la siguiente forma: que su
finalidad es hacer funcionar convenientemente el negocio y que
su apreciación se deriva del conocimiento de esa conveniencia.
Aparte de malentendidos, carencia de conocimiento de los hechos,
etc., la diferencia de apreciación solo puede proceder del hecho
que cada uno dispone de un criterio distinto para ello. Lo que
quiere decir el hombre de negocios, cuando califica de apropiado
un proceso, es suficientemente claro. Significa ventaja comercial,
y su punto de vista puede resumirse en la siguiente forma: podrían
emplearse en otra parte y con mayor ventaja los recursos que exige
la provisión de la máquina que pretendía imponer el ino-eniero. El
director comercial quiere decir que en una economía cerrada la
satisfacción de las necesidades no aumentaría, sino que, por el con­
trario, se reduciría por tal alteración del proceso productivo. Si
eso es cierto, ¿que significado puede tener el punto de vista téc­
nico? ¿Qué es lo que lejhace calificar a otro método de más apro­
piado? ¿Qué entiende por apropiado? Si la satisfacción de nece­
sidades es la única finalidad de la producción, carece de sentido
recurrir a una medida que la empeore. El hombre de negocios
tiene razón en no seguir las directivas del ingeniero, siempre que
sea correcta su apreciación. No tenemos en cuenta el placer me­
dio artístico de perfeccionar técnicamente el aparato productivo.
En realidad, en la vida practica, admitimos que el elemento técnico
debe someterse, cuando entra en conflicto con el económico. Pero
eso no es un argumento que contradiga la existencia independiente
ni el profundo sentido que existe en el punto de vista del ingenie­
ro. Pues si bien son los propósitos económicos quienes gobiernan
los métodos técnicos empleados en la práctica, es imprescindible
aclarar la lógica interna de los métodos sin ocuparse de las barreras
practicas, ó esto quedara claro con un ejemplo. Supongamos que
una máquina de vapor y todas sus partes componentes responden
a la exigencia de ser apropiadas desde el punto de vista económico.
Se utilizan al máximo desde ese punto de vista. No tendría sentido

t 'Á
LA. CORRIENTE CIRCULAR

en ese caso tratar de obtener un resultado aún mayor, elevando la


temperatura de la caldera, o empleando mayor número de obreros
calificados, o mejorándola, si esto no costea, es decir, si se previe­
ra que el carbón, los nuevos obreros, las mejoras, y el aumento
de materias primas costaran más que su rendimiento. Pero, sin
embarfí'O, tiene gran sentido el estudio de las condiciones en que
aumentaría el rendimiento de la máquina, la medida en que se
conseguiría ese resultado, las posibles mejoras dentro de ios cono­
cimientos actuales, etc. Pues todas esas medidas se hallarán prepa­
radas para el momento en que un cambio de los datos económicos
las haga ser ventajosas. Y también es útil situar constantemente
lo ideal al lado de lo real, de forma que las posibilidades se dese­
chan no por ignorancia sino por motivos económicos sólidos. En
resumen: cada método de producción empleado en un momento
dado, se inclina ante las exigencias del punto de vista económico.
Estos métodos consisten en ideas, de contenido no solamente eco­
nómico, sino también físico. Las últimas tienen sus problemas y
una lógica propios, y el propósito de la tecnología es solucionarlos
sin considerar el factor económico que es finalmente decisivo.
Producir, en sentido tecnológico, es llevar aquellas conclusiones
a la práctica, en tanto que el elemento económico no ordene cosa
en contrario.
Lo mismo que encontramos en último extremo que la conve­
niencia es quien gobierna la producción técnica lo mismo que la
económica, y que la distinción entre ambas se halla en la naturaleza
de esa conveniencia, así un razonamiento algo distinto nos muestra
una analogía en primer lugar, y posteriormente la misma distinción.
La producción, en sentido tecnológico o económico, no “crea”
nada en sentido físico. En ambos casos debe limitarse a controlar
o actuar sobre cosas y procesos, o “fuerzas”. Precisamos ahora
para lo que sigue, un concepto que pueda abrazar esa “utilización”
V esa “influenciación”. Éstas incluyen muchos métodos diferentes
de empleo o de actuación sobre los bienes; todas las clases de carn-
bios de localización, así como cambios en los procesos mecáni­
cos, químicos, y otros. Pero siempre se trata de cambiar el estado
existente de satisfacción de nuestras necesidades, de cambiar las re­
laciones recíprocas de fuerzas y cosas, uniendo algunas y desconec­
tando otras. Producir significa, lo mismo desde el punto de vista
tecnológico que económico, combinar las cosas y fuerzas a nuestro
alcance'; Todo método de producción significa una combinación
definida. Los métodos distintos de producción sólo pueden diferen­
ciarse por la forma de la combinación; o sea por los objetos com­
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
binados, o la relación entre sus cantidades respecdYas,, Todo acto
concreto de producción es para nosotros, representa para nosotros,
una combinación de tai clase. Este concepto puede extenderse in­
clusive a los transportes, haciéndolo extensivo a todo aquello que
sea producción en su sentido más amplio. Consideraremos también
a una empresa como tal, y a las condiciones productivas del siste­
ma económico total, como “combinaciones”. Este concepto juega
un papel importante en nuestro análisis.
Pero las combinaciones económicas y tecnológicas no coinci­
den, por ocuparse las primeras de los medios y necesidades exis­
tentes, las últimas de !a idea básica de los métodos. El objeto de la
producción tecnológica está determinado por el sistema económi­
co; la tecnoiogia solamente crea métodos productivos para ios
bienes ya demandados. La realida.d económica no lleva los métodos
a su conclusión lógica, haciéndolos perfectos desde el punto de
vista tecnológico, sino que subordina la ejecución a los puntos
de vista económicos. Se modifica el ideal tecnológico que no tiene
•en cuenta las condiciones económicas. La lógica económica pre­
valece sobre la tecnológica y, en consecuencia, vemos a nuestro
alrededor en la vida real, cuerdas defectuosas e inseguras en lugar ■
de cables de acero; animales defectuosos en lugar de ejemplares de
exposición; el trabajo a mano más primitivo en lugar de máquinas
perfeccionadas, una economía monetaria anticuada en lugar de una
circulación ordenada a base del cheque, etc. Lo mejor desde el
punto de vista económico y tecnológico no diverge por necesidad,
haciéndolo con frecuencia, sm embargo, no solamente por ignoran­
cia e indolencia, sino porque métodos tecnológicamente inferiores
pueden adaptarse mejor a las condiciones económicas existentes.
Los “coeficientes de producción”, representan la relación cuan­
titativa de bienes de producción que contiene una unidad de pro­
ducto, y son por tanto una característica esencial de la combina­
ción. Contrasta agudamente en este punto el elemento económico
con el técnico. No sólo decidirá aquí el primero entre los méto­
dos diferentes de producción, sino que operará, en cada método
dado, sobre ios coeficientes, pues los medios individuales de pro­
ducción pueden sustituirse hasta cierto punto entre sí, complemen­
tándose las deficiencias en la disposición del uno por aumentos en
el empleo de los otros sin cambios en los métodos de producción
(disminuyendo, por ejemplo, el número de caballos de vapor, por
un aumento de la mano de obra y viceversa) d®
Estas “variaciones” se exponen en forma clara y neta por Carver, The
D ístrib u tio n o f JV ealth.
Hemos caracterizado el proceso de la producción por el con­
cepto de “combinación de fuerzas productivas”. Los resultados de
tales combinaciones son los productos. Pero debemos definir con
precisión qué es lo que haya de combinarse: en general todas las
clases posibles de objetos y “fuerzas”. En parte consisten a su vez
de productos, y solamente en parte de objetos ofrecidos por ia na­
turaleza. También asumirán para nosotros el carácter de produc­
tos muchas “fuerzas naturales” en sentido físico, como la corriente
eléctrica. Comprenden cosas en parte materiales y en parte inma­
teriales. A más de esto, es frecuentemente cuestión de interpreta­
ción concebir un'bien como producto o como medio. El trabajo,
por ejemplo, es suscep'dble de ser considerado como producto de
los bienes consumidos por el trabajador, o como medio original
de producción. Nos hemos decidido por ia última alternativa: para
nosotros el trabajo no es un producto. La clasificación de bienes
en una u otra categoría depende con frecuencia del punto de vista
del individuo, de forma que un mismo bien puede ser de consumo
para uno y de producción para otro. También puede depender el
carácter d'e un bien del uso al cual se destine. La literatura teóri­
ca, especialmente la antigua, se halla llena de discusiones sobre es­
tos problemas y nosotros nos contentaremos con esta referencia.
Lo que sigue, sin embargo, es cuestión mucho más importante.
Es usual clasificar a ios bienes por “órdenes”, según su distancia
respecto del acto final de consumo.-'' Los bienes de consumió son
de primer orden; aquellos de cuya combinación surgen los de pri­
mer orden, serán de segundo, y así sucesivamente, hacia órdenes
cada vez más elevados y remo'Cos- Debe recordarse que sólo caen
bajo el primer orden los bienes dispuestos para el consumo en ma­
nos de los consumidores, y que el pan en la tienda del panadero
sólo adquiere tal carácter, en términos estrictos, combinado con el
trabajo del repartidor. Los bienes de orden inferior, fuera del caso
de dones naturales, originan siempre una combinación de bienes de
orden superior. Será conveniente incluir un bien en el orden su­
perior en que se presente, si bien podríamos construir el esquema
de otra manera. Con ese criterio, el trabajo es el bien de orden
indudablemente supremo, pues entra en el comienzo mismo de la
producción. Cada bien madura hacia el consumo en procesos y
combinaciones sucesivas, por adición de otros bienes de orden su­
perior o inferior; se encamina hacia el consumidor con ayuda de
tales adiciones, lo mismo que un torrente, ayudado por las aporta-
Aféase los Grundsatze de Menger, y ia Positive Theorie des Kapitals, de
BohiTi-Bawerk.
D E SE N V O L V IM IE N T O ECON ÓM ICO

clones de los arroyos, se abre camino a través de la roca, penetran­


do tanto más profundamente en la tierra.
Debemos ahora tener en cuenta que cuando seguimos a los bie­
nes hacia su grado superior, éstos se hacen cada vez más amorfos;
pierden más y más esa forma característica, esas cualidades preci­
sas que les predestinan para un uso, excluyéndolos de ios demás.
Cuanto más arriba subamos en la escala de los bienes, tanta menos
especialización encontraremos en ellos, y va desapareciendo su efi­
cacia para un propósito especial; y cuanto más amplios sean sus
usos potenciales, tanto más general será su significado. Ericontra- 'y,'
rnos de continuo menor clase de bienes diferenciales, y las catego­
rías individuales abarcan correspondientemente más; lo mismo qüe
cuando ascendemos en el sistema de conceptos llegamos a un nú­
mero menor de ellos; menores de contenido pero mayores por sü
amplitud. Esto significa sencillamente que cuanto más lejos nos
detengamos de los bienes de -consumo, más numerosos serán los
bienes de primer orden que derivan de bienes similares de orden
superior. Cuando cualesquier bienes son combinaciones parciales
o totales de medios similares de producción, decimos que se rela­
cionan en ésta. Podemos afirmar, por tanto, que el parentesco pro­
ductivo de los bienes aumenta con su orden.
Si ascendemos, por tanto, eri la jerarquía de los bienes, llegamos
finalmente a lo que para nuestros propósitos son elementos últimos
de la producción. Que jestos elementos son los dones naturales, o
“tierra”, y el trabajo, oisea los servicios de la tierra y el trabajo,
no debe requerir ninguna explicación especial.^® Xodos ios demás
bienes “consisten” de uno, y en general de ambos. Podemos resol­
ver todos los bienes en “tierra y trabajo” en el sentido que pode­
mos considerarlos como paquetes de servicios de la tierra y el tra­
bajo. De otro lado, los bienes de consumo son una clase especial
caracterizada por su capacidad para ser consumidos. Pero los de­
más productos, o lo que es lo mismo, los “medios de producción
producidos”, son, de un lado, sólo la corporización de dichos dos
medios originales de producción, pero del otro, bienes de. consumo
en ‘ potencia”, o mejor, partes de bienes de consumo potenciales.
No hemos encontrado hasta ahora ninguna razón, y veremos más

Esto fue recalcado especialmente p o r O. E ffertz. Cuando se piensa en


la fo n n a unilateral en que los economistas clásicos hacían hincapié sobre el
trabajo, lo ^trecham ente que se conectaba esto con sus resultados, y asimismo
que solo Bohm-Bawerk consiguió una doctrina coherente del todo sobre este
punto, debe reconocerse que da im portancia que concede E ffertz al asunto
realiza un verdadero servicio.
L A CORRIENTE CIRCULAR 31

tarde que no existe, para considerarlos como un factor indepen­


diente de la producción. Los “resolvemos en tierra y trabajo”.
También oodemos resolver los bienes de consumo, y concebir, a
la inversa,^a los factores originarios de producción como bienes de
consumo potenciales. Pero ambos puntos de vista se aplican soja-
mente a los medios de producción producidos; pues éstos no tie­
nen existencia independiente.
Se plantea ahora la cuestión de las relaciones que existen entre
ios dos factores originarios. ¿Podemos afirmar que uno de ellos
tome precedencia respecto al otro, o son esencialmente diferentes
sus papeles? No podemos encontrar respuesta a esto desde el pun­
to de vista filosófico, físico, o desde cualquier otro que no sea el
económico. Para nosotros se trata solamente de cómo se represen­
ta su relación para los propósitos del sistema económico. La res­
puesta que, sin embargo, debiera ser válida en el reino de k doc­
trina económica, no puede serlo de una manera general, sino
solamente respecto a una construcción particular del sistema teó­
rico, Así, los fisiócratas respondieron a la primera pregunta afir­
mativamente, en sentido favorable a la tierra, cosa perfectamente
correcta en sí. No puede objetarse contra ella, en tanto que se
limitaran a afirmar que el trabajo no puede crear materia física
nueva. La discusión debe centrarse sobre la utilidad de este con­
cepto en el campo económico. El acuerdo con los fisiócratas sobre
este punto, por ejemplo, no nos impide hallarnos en desacuerdo
con ellos sobre el resto de sus argumentos. Adam Smith respondió
también la misma pregunta afirmativamente, pero a favor del tra­
bajo. Tampoco debemos considerar falsa en sí a esta concepción;
quizá fuera incluso apropiado tomarla de punto de partida, pues da
expresión al hecho de que el uso de la tierra no exige de nosotros
sacrificio de desutilidad, y podríamos también apropiamos esa con­
cepción si con ello ganaremos algo. Es cierto que Adam Smith
pensó en las fuerzas productivas ofrecidas por la naturaleza como
si fueran bienes no económicos, atribuyendo el hecho de que no
fueran así considerados en el sistema económico, a su ocupación
por terratenientes. Se aprecia claramente de su argumentación que,
según él, una comunidad que no reconociera la propiedad privada
de la tierra no tendría en cuenta más factores que el trabajo al ha­
cer sus cálculos económicos. Esto es indudablemente falso, pero
su punto de partida no es por ello menos aceptable. La mayor
parte de los economistas clásicos sitúan el elemento trabajo al fren­
te —sobre todo Ricardo—. Lo podían hacer porque la teoría de
la renta les permitía eliminar la tierra y la determinación de su
17' , ¿
-D^ ' ' '■
'
ii
valor. Podríamos contentarnos con esta concepción si dicha teoría
de la renta fuera válida. Un espíritu tan independiente como Rae
la aceptó, por aceptar precisamente la teoría de k renta. Final­
mente, un tercer grupo de escritores responde a nuestra pregunta
en forma negativa, y nosotros nos situamos entre sus filas. El pun­
to decisivo es para nosotros que ambos factores son igualníente
indispensables en la producción, y por el mismo motivo y en i'O-ual
forma.
jda segunda cuestión puede también responderse en formas di­
versas, e Uidependientemente de la primera/ Así, Effertz asigna un
papel activo al trabajo, y uno pasivo a la tierra. Y es perfectamen­
te claro el motivo que le induce a ello: supone que el trabajo es
el elemento motivador de la producción, mientras que la tierra re­
presenta el objeto sobre el cual se manifiesta el trabajo. Induda­
blemente en esto tiene razón, pero su teoría no nos proporciona
ningún conocimiento nuevo. Del ¡ado técnico, no puede adoptarse
sin gran dificultad la concepción de Effertz, pero ese aspecto no
es decisivo para nosotros. Sólo nos ocupamos del papel que repre­
sentan los dos laccores originarios de la producción en las delibe­
raciones y tratos económicos de los individuos, y a este respecto se
muesraan amoos como equivalentes. Se “economiza’^ lo mismo el
trabajo que la -tierra. Se valora lo mismo el trabajo que ia tierra;
ambos se usan de acuerdo con principios económicos, y reciben
copsiueracion económica. F en ningún caso se implica otra cosa
mas. Como esto es lo -único que nos interesa para nuestros propó­
sitos lespecm a los factores originales de la producción, los colo­
caremos en términos de igualdad. Y en esta interpretación vamos
de acuerdo con los teóricos de la utilidad marginal.
Si bien no ^tenemos nada más que decir sobre el factor de la pro­
ducción tierra , será conveniente que examinemos el otro 'i_el
trabajo— con mayor detalle. Dejando a un lado las diferencias
entre trabajo productivo e improductivo y entre el empleado di­
recta e indirectamente en la producción, y —también por su falta
de ^importancia para nuestros'propósitos— las establecidas entre el
trabajo mental y manual, calificado y no calificado, etc., nos ocu­
paremos de otras dos diferenciaciones que son muy significativas
para nosotros por poder hacerlas punto de partida de una organi­
zación que lia de llegar a resultados muy importantes para ^nos­
otros. Se trata de las aistinciones entre el trabajo director y di-
rigiao, y entie el trabajo independiente y a jornal. Lo que distinp-ue
al trabajo diiector del dirigido parece ser a primera vista algo muy
LA COPvRIENTE CIRCULA P.

fundamental y tiene dos características principales. En'‘primer


lugar el trabajo director se halla más alto en la jerarquía del or­
ganismo productivo. Esa dirección e inspección del trabajo “eje­
cutor”, parece levantar ai trabajo director por encima de los de­
más., Mientras que el trabajo ejecutor se halla simplemente a ia par
con la tierra, teniendo la misma función que ésta, desde el punto
de vista económico, el trabajo director se halla en una posición
preeminente respecto al ejecutor y a la utilización de la tierra.
Constituye en cierto modo un tercer factor productivo. Y las otras
características que lo separan del trabajo dirigido parecen consti­
tuir su propia naturaleza: el trabajo director tiene algo de creador,
en el sentido de que establece sus propios fines. La distinción entre
el trabajo independiente y a jornal puede determinarse como la que
hemos señalado respecto ai trabajo director y dirigido, Ei primero
es.peculiar, precisamente en la medida en que posea la función de
dirigir ei trabajo, no difiriendo en otros extremos del trabajo a
jornal. Por tanto, si un individuo independiente produce por m
cuenta, realizando también el trabajo de ejecución, ha hecho tanto
como dividirse en dos movimientos, que son un director y un obre­
ro, en el sentido ordinario.
Es fácil observar que la característica de ser de mayor rango,
la propia función de superintendencia, no constituye una distinción
económica esencial. La^pura circunstancia que sitúa a un trabajador
sobre otro en la organización industrial, hasta llegar- a una posición
directora o de inspección, no transforma su trabajo en algo distin­
to. Aun si ei jefe no mueve un dedo, ni contribuye con algo di­
recto a ia producción,, realiza trabajo indirecto en el sentido usual,
lo mismo que un vigilante. Parece tener mucha mayor importancia
el otro elemento que reside en la decisión sobre la dirección, mé­
todo y cantidad que ha de producirse. Aun si concedemos que la
mayor jerarquía mencionada no significa gran cosa desde el punto
de vista económico, aunque quizá mucho desde ^el sociológico,
tendremos que apreciar un factor esencial de distinción en esta fun­
ción de decidir.
Pero vemos en seguida que la necesidad de tomar decisiones
se presenta en cualquier trabajo. Ningún aprendiz de zapatero re­
mendón puede reparar un zapato sin tomar algunas decisiones res­
pecto a ciertas cuestiones, por pequeñas que sean. Se le han ense­
nado ei “qué” y el “cómo”, pero eso no le dispensa ia necesidad
de cierta independencia. Cuando un obréro de una empresa eléc­
trica trata de reparar la instalación en una casa particular, debe
decidir también 'algo del qué y el como. Un agente puede haber

íB
DESE>TVOLVIMIENTO ECONÓMICO
tomado parce en una decisión relativa a precios, pudiendo abando­
nársele dentro de ciertos limites la determinación del precio de un
articulo, pero, sin embargo, no es “jefe”, ni necesariamente “inde­
pendiente”, Ahora, el propietario o ei director de un negocio tiene
mas que decidir, adoptando la mayor parte de las resoluciones,
Pero también se le ha enseñado el “qué” y el “porqué”. Conoce
primeramente el cómo; ha apreciado la producción técnica y los
datos económicos coqcernientes. Lo que 'aún queda por decidir se
diferencia solamente de las decisiones” del aprendiz de remendón,
en el grado. ^Y el “qué” se lo prescribe la demanda. No se plan­
tea un objetivo determinado, sino que las circunstancias dadas lo
obligan a actuar en una forma definida. Ciertamente que pueden
cambiar los datos; entonces dependerá de su habilidad k rapidez y
éxito de su reacción. Pero igual ocurre en la realización de cual­
quier trabajo. No actúa sobre la base de las condiciones prevalen-
tes de las cosas, sino sobre ciertos síntomas que ha aprendido a
considerar, en especial las tendencias que muestra directamente la
demanda de sus clientes. \ se amolda paso í a paso a estas tenden­
cias, en forma que solamente pueden serle desconocidos de ordina­
rio elementos de importancia secundaria. De aquí se sigue, sin
embargo, que en la medida en que los individuos en su conducta
económica se limitan a derivar conclusiones de circunstancias co­
nocidas y eso es precisamente de lo que nos ocupamos aquí, y
de lo que siempre se ha ocupado la economía— carecen de impor­
tancia si dirigen o son dirigidos. La conducta de los primeros se
sujeta a las mismas reglas que la de los últimos, y establecer esta
regularidad, mostrar que lo aparentemente fortuito está en realidad
estrictamente determinado, es tarea esencial de la teoría económica.
Bajo nuestros supuestos, los medios de producción y el proceso
productivo no poseen un jefe real o, mejor dicho, su verdadero
jefe es el consumidor. Los hombres que dirigen empresas de ne­
gocios no hacen sino lo que se les prescribe por las necesidades o
la demanda, y por los medios y métodos dados de producción. Los
individuos tienen solamente influencia en tanto que son consumi­
dores, en tanto que expresen una demanda. Todo individuo toma
parte en este sentido— en la dirección de la producción, no so­
lamente aquel a quien corresponda el papel de director de un ne­
gocio, sino todos, y especialmente el trabajador en su sentido más
estrecho. No existe una dirección personal de la producción en
otro sentido. Los datos que gobernaron el sistema económico én el
pasado son conocidos, |y si permanecen invariables, continuará
también el sistema sin variaciones.' Los cambios que pueden sufrir
i LA corrS I Í c 2 :U L A ^ ' ''

ios datos no son tan conocidos; pero en principio el individuo ios


sigue can bien como puede. No altera nada en forma ppontánea,
sino solamente aquello que ya estén alterando las condiciones por
su propia influencia; elimina esas discrepancias entre los datos y su
conducta, que surgen si cambian las condiciones dadas y los hom­
bres quieren seguir operando en la misma forma. Un individuo
puede, sin duda, actuar en forma distinta a la que señalamos, pero
en tanto que los cambios resulten meramente en la presión de la
necesidad objetiva, se halla ausente todo papel creador en el sis­
tema económico. Como veremos, si el individuo actúa en forma
distinta, aparecerán fenómenos esencialmente diferentes. Pero aquí
nos ocupamos simplemente de sentar la lógica inherente a los he­
chos económicos. ^
Se sigue de nuestros supuestos que la cantidad de trabajo esta
determinada por las circunstancias dadas. Aquí agregamos la con­
sideración de una cuestión que quedó anteriormente planteada, que
es la magnitud de la oferta de trabajo existente en cualquier mo­
mento que se elija. Pero no está determinado de antemano lo que
trabaja un número dado de hombres. Si asumimos por ahora que se
conocen las mejores posibilidades de emplear el trabajo de todos
los individuos, que existe, por tanto, una escala bien determinada
de tales utilizaciones, se compara entonces en cualquier punto de
esa escala de utilidad anticipada de cualquier empleo concreto del
trabajo, con desutilidad que acompaña al mismo. Miles de voces
nos recuerdan de ordinario que el trabajo necesario para ganar el
pan nuestro de cada día es una pesada carga que solamente se lleva
por obligación, y que se abandona en cuanto se puede. De aquí se
deducirá^sin equívocos la cantidad de trabajo que ha de realizar cada
óbrero. Al comienzo de cada día de trabajo, tal comparación re­
sulta favorable para el trabajo a realizarse. Pero cuanto más se pro­
grese en la satisfacción de las necesidades, tanto más declina el im­
pulso al trabajo, creciendo al mismo tiemjw la cantidad con la cual
se compara, o sea, la desutilidad del trabajo; de forma que la com­
paración se hace tanto más desfavorable a la continuación del tra­
bajo, hasta que a cada obrero le llega el momento en que se equi­
libran la utilidad creciente y la desutilidad también creciente del
trabajo. Naturalmente, el poder de ambas fuerzas varía según los
individuos y países. En estas variaciones reside un factor explica­
tivo fundamental de la conformación de la historia personal y na­
cional. Pero la esencia del principio teórico no se perturba por
ellas.^®
Para detalles, véase Wesen, libros i y n. E l principio es indudablemen-

ri-óv.
il_ ^•'•iti-y.’ • ifi."- j"" -fiy .............. _ , ^^ ,
y:---36 - ' DESENVOLVIMIENTO ECONÓ jMICO

Los servicios de la tierra y del trabajo son, por lo tanto, simple­


mente fuerzas productivas. La medición de la cantidad de trabajo
de cualquier calidad presenta indudablemente dificultades, pero po­
dría realizarse, lo mismo que podría establecerse sin ninguna difi­
cultad ae principios alguna medida física de los sendcios de ia tie-
ira, por complicado que resultara de hecho en la práctica. En ese
caso, y si hubiera un solo factor de la producción, si, por ejemplo,
el trabajo de una sola calidad produjera todos ios bienes (cosa con-
cebibie suponiendo que todos los dones de la naturaleza fueran bie­
nes no económicos, de form.a que no surgiera respecto a ellos
cuestión alguna referente a la conducta económica que hubieran de
provocar) o si ambos factores de la producción trabajaran separa­
damente, en forma que cada uno produjera por sí solo bienes dife­
rentes, tal medida sería todo lo que requiriera el hombre para sus
planes económicos. Por ejemplo; si la producción de un bien de
consumo de valor definido requiriera tres unidades de trabajo, j
otro del mismo valor requiriera dos, entonces su conducta estaría
determinada. Pero en la práctica no sucede así. Los factores pro­
ductivos operan siempre conjuntamente. Ahora, si —digam.os__
Hieran necesarias tres unidaaes de tierra y dos de trabajo para pro­
ducir un bien de valor definido, y dos de trabajo y tres de tierra
para producir otro, ¿que alternativa escogería el productor? In­
dudablemente es preciso disponer de una medida que haga posible
la comparación de ambas combinaciones; se requiere un denomina­
dor común. Podemos denominar a esta cuestión el problema de
Petty.2®
La teoría de la imputación nos lo soluciona. Lo que ei indivi­
duo desea medir es la importancia relativa de diversas cantidades
de sus medios de producción. Precisa de una medida que le ayude
a regular su conducta económica; precisa de índices L los cuales
pueda conformarse. En una palabra, requiere una medida del valor,
Pero dispone desella directamente sólo para sus bienes de consumo,
pues, solamente estos satisfacen directamente sus necesidades, cuya
intensidad es la base de la significación que puedan tener para él
los oienes. No existe tal medida en primera instancia para sus reser­
vas de servicios de la tierra y el trabajo, así como tampoco —aña­
damos— para sus medios de producción producidos,
y válido sólo para un resultado determinado del esfuerzo, o sea un resultado
inequívoco, como salarios reales por hora.
-0 Petyr señalo incidentalmente este problema en su ToUtícal Arith^netic,
que también contiene, como es bien sabido, otros gérmenes del análisis teó­
rico posterior.
LA CORRIENTE CIRCULAR 37
Es evidente que estos medios deben su importancia sólo ai he­
cho de que sirven igualmente para satisfacer necesidades. Contri­
buyen a la satisfacción de las necesidades, porque ayudan a obtener
bienes de consumo. Derivan, por tanto, su valor dei de los últimos,
radiándose éste, podríamos decir, sobre ellos. Se les “imputa’' y
sobre la base de tal valor imputado obtienen su lugar en ei orden
económico. No es, por tanto, posible llegar siempre a una expre­
sión finita del valor total del conglomerado de los medios de pro­
ducción, o de uno de los factores productivos originarios, pues tal
valor total será con frecuencia infinitamente grande. Sin embargo,
ni el teórico ni el hombre práctico precisan conocer este valor to­
tal. No se trata nunca de eliminar las diversas posibilidades de la
producción que puedan existir, sino de destinar ciertas cantidades
de medios productivos a uno u otro de los fines. Por ejemplo, un
individuo aislado que no podría producir (ni vivir) sin cualquiera
de los dos factores productivos originarios, no podría encontrar
una expresión conmensurable de valor para cualquiera de ellos. Mili
dice a^ este respecto con toda justiciapi que los servicios de la
tierra y del trabajo son indefinidos e inconmensurables. Pero ye­
rra cuando continúa diciendo que no podemos saber, en un caso
particular, cuáles hayan de ser las porciones de un producto que
correspondan a la “naturaleza” y al trabajo. Éstas no admiten, desde
luego, una separación física, pero ello no es necesario para los pro­
pósitos del sistema económico. Todo individuo conoce bien N que
es necesario para este último, a saber, qué aumento de satisfacción se
debe a un pequeño incremento en cada uno de los medios de pro­
ducción. Sin embargo, no habremos de profundizar por ahora en
el problema de la teoría de la imputación.-^
Este valor de los bienes de producción es, en contraste con el
de los bienes de consumo, un '“valor de rendimientos” (E rtrags-
njüe¡'t), o bien “valor de productividad” (Froduktivitatsnjyert), A
la utilidad marginal de los bienes de consumo corresponde ei uso
marginal productivo de los de producción (P rodiík tivltdtsgi’C'nz-
mitzeTi), o su productividad marginal, para emplear el término co­
mún; ia importancia de una unidad individual de los servicios de
21 Vrmcipios, edición Ashley, p. 26. [Principios de economía política^
Fondo de Cultura Económica, 1943.]
22 Véase íVIenger, Wieser y Bohm-Bawerk, que trató primero el proble­
ma. Véase también Wesen, lib. ii, y mi artículo “Bemerkungen zum Zurech-
nungsproblem”, en la revista Zeitscbdft für Volkswirtschaft, Sozialpolitik
imd Vernvaltung (1909). No nos ocupamos aquí del problema más difícil
que surge de la teoría de la productividad marginal y no precisamos rererir-
nos, por tanto, a su forma presente mucho mas correcta.
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

la tierra o trabajo, está dado por la productividad marginal de di­


chos elementos de ia producción, que debe definirse, por tanto,
como el valor de la unidad menos importante del producto ya
obtenido con la ayuda de una unidad de un stock dado de los ser­
vicios de la tierra o el trabajo. Este valor indica la parte que co­
rresponde a cada servicio total y, así, puede denominarse en un
sentido definido el “producto” de un servicio de trabajo o tierra.
Para^ una persona que no esté completamente familiarizada con 1a
teoría del valor, carecerán de importancia estas afirmaciones tan
escuetas. Refiero a dichos lectores a la obra de J. B. Clark, T he
Distribtction o f TVealth, en donde se expone la teoría con todos sus
detalles,^ elucidándose su siíjiiificación,--^ limitándose aquí a seña­
lar que esteces el único significado preciso de la expresión “producto
del trabajo , para los efectos de un razonamiento puramente eco­
nómico y lo emplearemos en esta obra solamente en dicho sentido.
Diremos también en este sentido que los precios de los servicios de
la tierra y del trabajo en una economía de cambio, o sea rentas y
salarios, se determinan por la productividad marginal de la tierra
y trabajo, y que a causa de ello puede decirse que en libre compe­
tencia el terrateniente.y el obrero perciben el producto de sus me­
dios de producción. Este teorema —que apenas plantea controver­
sia en la teoría moderna— queda aquí simplemente expuesto. Se
hará más claro en ampliaciones posteriores.
El siguiente punto] es también de importancia para nosotros. El
individuo emplea en fealidad este valor de los medios productivos
con tal seguridad por serle familiares empíricamente los bienes de
consumo en los cuales llegan a madurar. Dado que el valor de los
primeros depende del de los últimos, debe modificarse aquél cuan­
do se producen otros bienes de consumo que los que se hubieran
producido hasta el presente. Y porque queremos no tener en cuen­
ta la existencia de esta experiencia, permitiéndole presentarse ante
nuestros ojos con el objeto de poder investigar su naturaleza, debe­
mos partir del punto en el cual el individuo no ha precisado su
elección^ entre las distintas posibilidades de empleo. En ese caso,
empleará sus bienes de producción en primer lugar en ia de aque­
llos bienes que satisfacen sus necesidades más inaplazables, pasando
luego a emplearlos para la satisfacción de necesidades menos urgen­
tes. Además, considerará en cada caso que otras sensacione? de
25. Los errores surgen sobre todo de una comprensión falsa del concepto
marginal. _ V e ^ e Edge^yorth, en su artículo-, “T h e T h eo ry o f Distribution”
en la revista Quarterly Joum al of Econo^úcs (1904), y particularm ente su
respuesta a los argumentos de H obson contra Clark.
LA CORRIENTE O R C U LA R

necesidad deben quedar insatisfechas como consecuencia del em­


pleo de bienes de producción en las necesidades preferidas en el
momento. Solamente puede darse cada paso, obrando en sentido
económico, siempre que se asegure la satisfacción de las necesida­
des más urgentes. En tanto que no se haga la elección, carecerán
los bienes de producción de un valor definido. A cada posibilidad
de empleo prevista, corresponderá un valor particular de cada in­
cremento. A no puede descubrirse cual de estos valores haya de
atribuirse definitivamente a cada incremento hasta tanto que se
haya hecho la elección y resistido la prueba de la experiencia. La
condición fundamental de que no se satisfará una necesidad dada
hasta haber asegurado la de otras más intensas, conduce finalmente
al resultado que deben dividirse todos los bienes entre sus distintos y
posibles usos", en forma que la utilidad marginal de cada bien sea
icrual en todos sus usos. En este arreglo, el individuo ha encontrado
a^í la mejor solución posible, bajo condiciones dadas y desde su pun­
to de vista. Si actúa según tales normas, puede decir que ha con­
seguido el mejor resultado, según sus luces. Tratará de conseguir esa
distribución de sus bienes, modificando todo plan económico conce­
bido o ejecutado, hasta llegar a tales resultados. Si no existe una ex­
periencia previa, deberá eircontrar paso a paso su camino hasta llegar
a esa distribución. Si cuenta ya con tal experiencia de otros perío­
dos económicos anteriores, tratará de seguir el mismo camino.^ Y
si cambiaran las condiciones de las cuales es expresión esta experien­
cia, se someterá a la presión de las nuevas, adaptando a ellas su con­
ducta y valoraciones.
Existe en todos los casos un método definido de emplear todos
los bienes, y de ahí una satisfacción definida de las necesidades y
un índice de utilidad para los incrementos individuales de los bie­
nes, que les da expresión. Este índice de utilidad caracteriza el
% lugar de cada incremento en la economía del individuo. Si surge
una nueva posibilidad de empleo, debe considerarse a la luz de este
valor. Sin embargo, si volvemos a los “actos individuales de selec­
ción” que se han verificado resultando en dicho índice de utilidad,
encontraremos que siempre es otra, y no esa utilidad definida, la
decisiva. Si he dividido un bien entre tres posibilidades de empleo,
lo estimaré cuando surja una cuarta, según el estado de satisfacción
obtenido con las tres primeras. Sin embargo, aquella utilidad no
determina la división entre las tres primeras, pues llega solamente
después de haberse decidido ya la división. Pero para cada bien
surge finalmente una escala definida de utilidad que refleja las uti­
lidades de todos sus usos, adscribiéndole una utilidad marginal de-
■' 40 DESEN'^/OLVí MIENTO e c o n ó m ic o

finida. jL-a misma se obtiene para un bien de producción —como


hemos dicho anteriormente— a través de su producto o, mejor
a u n —para emplear la expresión de Wieser—• a través de su “apor­
tación productiva”.
El valor total del producto no representa nunca un beneficio
neto, representándolo su excedente sobre el valor del producto que
hiiDieia sido producido en otro caso, dado 'CjUe toda producción
representa una elección entre posibilidades en competencia, y supo­
ne renunciación a la producción de otros bienes. El valor del pro­
ducto que se ha dejado de producir representa un argumento con­
trario al producto elegido, midiendo ai mismo tiempo ia fuerza de
este. jcLncontramos aquí ios elementos del costo. Éste es un fenóme-
no^ de valor. Lo que un bien cuesta ai productor es, llevando el
análisis a sus últimos extremos, el valor de esos bienes de consumo
que se mibieran adquirido de otro modo con los mismos medios
de producción, no siendo producidos como consecuencia de la
elección^ realizada. Por tanto, podemos afirmar que el empleo de
medios de producción representa un sacrificio, lo mismo en el caso
dei Eraoajo que en el de otros medios de producción. Es más, en
el caso del trabajo debe cumplirse también^otra condición, a saber,
que todo empleo de trabajo resulte en una utilidad que compense, al
menos, la desutilidad adscrita a dicha clase de trabajo. Esto no alte-
i a, sin embaí go, en forma alguna el hecho de que el individuo se
conduce dentro de los límites de esa condición— respecto al em­
pleo de ^trabajo, en la misma forma que respecto a otros recursos
productivos.
Las necesidades insatisfechas no carecen por tanto de significa­
ción, su iiuelia se aprecia por doquier, y cada decisión productiva
debe entablar batalla con ellas. Y cuanto más empuje el productor
la producción en mi sentido determinado, tanto más dura se hace
flicha oatalla, o sea, que cuanto mas se satisfaga un deseo particu­
lar, tanto menor sera la intensidad del deseo de más satisfacción de
la misma clase, y correspondientem.ente, tanto menor la satifacción
•i-onseguida pox ulterior producción. A, mas de ello, a medida que
aumenta dicha producción crece simultáneamente el sacrificio
que esta supone, pues los medios de producción de ese producto
deben dejar de satisfacer categorías cada vez superiores de necesi­
dades. El aumento de valor de' ia producción en una sola dirección
es, por tanto, continuamente menor hasta desaparecer finalmente,
vuando eso ocurre, dicha producción llega a su fin. Podremos ha-
olar, por tanto, de una ley de rendimientos decrecientes en la pro­
ducción que tiene, sin embargo, un significado totalmente distinto
de la ley de rendimientos físicos decrecientes, de la enalb es inde­
pendiente la validez de nuestra proposición^-- Es^ indudable que la
lev económica de los costos crecientes terminaría por actuar aun
si’^no fuera válida la proposición física, siendo incluso cierta la^ con­
traria. Pues el valor de ía inversión a realizarse montaría en tal^ for­
ma que desaparecería el incremento de utilidad resultante de la
producción, aun si bajara progresivamente la cantidad risica de di­
cha inversión. Si fuera cieVeo ese último caso, sería más elevada la
s-atisfacción de necesidades, de cada uno —como es perfectamente
iómeo_ pero no por ello serian diierentes los lenomenos esen-
013-^eSo
La consideración que en realidad conceden los productores al
elemento costo de producción no es, por tanto, otra cosa que upa
forma de tener en cuenta otras posibilidades de empleo de los bie­
nes de producción. Esta consideración constituye el frerm de ^cual­
quier empleo productivo, y una guía que no puede ^desdeñar ningún
productor. Pero en la práctica dicha consideración se transforma
por la influencia de la cosmmbre, cristalizándose en una expresión
corta y de cómodo empleo que utiliza cada individuo sin necesidad
de conformarla cada vez de nuevo. El productor opera con ella
en ia práctica, adaptándola a las circunstancias cambiantes a medida
que surge la necesidad; en ella se expresan todas las relaciones entre
medios presentes y necesidades, si bien inconscientemente en gran
medida; en- ella se reflejan todas las condiciones de su vida y de
su horizonte económico.
Los costos com.o expresión del valor de otros empleos potencia­
les de ios medios de producción constituyen las partidas del Debe_
en el balance social. Esta es la significación m,ás profunda del fe­
nómeno de los costos. Pero debe distinguirse el valor de los bienes
•de Droducción de aquella expresión. Pues este representa - por
hipótesis— el valor total del producto realmente creado que es
mayor que aquél. Sin embargo, ambas cantidades son equivalentes
en el margen de la producción, según lo expuesto anteriormente,
porque esos costos se elevan hasta la altura de la utilidad marginal
del producto y, también, por tanto, hasta la de la combinación par-
ticipadora de medios de producción. En este punto surge ia posi­
ción relativamente más favorable qiie se denomina usualmente el
24 Al abandonar de esta manera la ley de los rendimientos físicos decre­
cientes damos un paso decisivo de alejamiento respecto de los economistas
clásicos. Véase mi ensayo “Das Rentenprinzip in der Verteilungslelire” en la
revista Sch? wllefs Jabrbuch (1906 y 1907). Véase además, F. X. Weiss, Ab-
7

aiehmender Ertrag”, en el Hcmdwdrterbuch der Staatswissemchaften.


■: '■..
42
d e s e n v o l v i m i e n t o ''ECONÓMICO '
■>-quiiibiio económico,25 y que tiende a repetírs'^- rs j
en ^nto que se mantengan los datos dados, ' P-J-io o,.
Esto tiene una consecuencia muy notable Dp pIíp, c-» •
meiamente, que el último incremento de cada producto se^ohÍ
costos. ^ E n t S ú r c o ^ ^
icha afiimacion es evidente por sí misma Pero cp n n

dOdptoduccón Tantpoco^ ^■crel^' la p r o d o ú l V i L e í e n Ú S t n !


(y no solo en el físico mencionado anteriormenrp'i n
S ' -csciLiM
Í S T dccion
V K ? Tde ”necesidades,
íutuia ' " “ r / ° antes
“ — U
de nnp i r
n ¡ c L l Z / d ‘^° V " - detos Tedios
T T u c o f1 L T '“ ’ P“ “ "°cmente de la posesión ¿e
con la misma energía que de los último, nn ^ f pj^meros
^''ThTra^Skn'e?''"'"' compensaciones que poriorútóm^os^

| o d n e id o ,p ;e :T :i!:í“ ^

s o p e r i o ; a T V l T ú T ? c r r , / P e t T “ T Ú t coTenid™
L o mismo que antes resolvíamos los medios de produccióíi nroT
os en tierra y trabajo, podemos ahora apreciar que no son
partidas transitorias en' el Poceso de valoradón ^
Ue aquí que en una economía de cambio —anticinamos
ei m om ento- y bajo libre competencia, los prT “sTe T T o / "
tos deban ser iguales a los de los servicias d e T tíe ú a " tm P
corporados en ellos. Pues el mismo precio q ú se ohrie “i
producto después de la producción, debe haber s id ^ T T T E
antemano para la serie completa de medios d r E o T c d ó n
ríos, pues depende de ellos tanto como del producto
ductor debe .entregar sus ingresos totales a quienes le suminfí
los medios de producción, f éstos deben a sTvez e m re rr s T ™ "
w T iIcÍoT E hasta
L T que fuera a caer todo el precio
productores
productos— orio-inM de oTo¡
i
proveedores de los servjcios de la tierra y del Sabafo® pT„ ,
remos sobre este probléma más adelante.' ^
25 Véase Wexen, lib. ii.

lip'.
L A CORRIENTE CIRCULAR 43

Llegamos aquí a un segundo concepto de costo que es el de la


economía de cambio, Ei hombre de negocios considera como cos­
tos las sumas de dinero que debe abonar a otros individuos para
conseguir sus mercancías o ios medios de producirlas, o lo que es
lo mismo, denomina costos a los gastos de producción. Completa­
mos sus cálculos añadiendo a los costos ei valor en dinero de sus
servicios personales.^® Los costos son entonces en esencia totales
de precios de los servicios de la naturaleza y el trabajo. Y esos
totales de precios deben ser siempre iguales a los ingresos obteni­
dos por los productos. En esta medida, por tanto, la producción
debe fluir sin ganancias. Es una paradoja que el sistema económico
deba operar, en condiciones perfectas, sin ganancias. Pero esa pa­
radoja desaparece, en parte al menos, si recordamos ei significado
de nuestra afirmación. Ésta no significa, como es natural, que el
sistema económico produzca sin resultados, en caso de hallarse en
perfecto equilibrio, sino sólo que los resultados van a dar en su
totalidad a los factores productivos originarios. A_sí como el valor
es un síntoma de nuestra pobreza, las ganancias son un síntoma de
imperfección. Pero la paradoja subsiste en parte. Pues parece obvio
que los productores reciben, por lo general, más que los salarios
correspondientes a su trabajo y la renta por la tierra que posean,
¿No existirá un nivel general de ganancias netas, en el sentido de
un excedente sobre los costos.^ La competencia puede eliminar ei
excedente de ganancia de una industria, pero no puede destruir las
ganancias comunes a todas las ramas de la producción. Pero supon­
gamos que los productores obtienen esa ganancia. Entonces debe­
rán valorar correspondientemente los factores de la producción a
los cuales la deben.' Ahora bién, éstos son bienes originarios de
producción (esfuerzo personal o agentes naturales) y en ese caso
nos hallamos donde estábamos anteriormente, o son medios de pro­
ducción producidos, y entonces deben ser más valorados, o lo que
es lo mismo, deben ser mejor valorados los servicios de lá tierra y
trabajo contenidos en ellos que otros ser\dcios de la misma clase.
Pero eso no es posible, pues los obreros y terratenientes pueden
competir en forma muy efectiva con las cantidades de trabajo y de
tierra invertidas anteriormente. En consecuencia, no puede existir
ganancia neta, porque el valor y el precio de los servicios produc­
tivos originarios absorberá siempre el valor y precio del producto,
Los servicios del trabajo personal son “gastos %drtuales”, com o dice
acertadamente Seager. Véase su hitroduction ta Econo7nics, p. 55, T odo
hombre de negocios que calcula correctam ente incluye ahora la renta de su
'i' ' tierra entre gastos.
I-
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44.- DESii^NVOLVIMIEr TTO ECONÓMICO
aun SI se parcela el proceso productivo entre muchas empresas
úndependienres. No deseo cansar demasiado al lector, y por eso
incluyo en otro lugar de la obra un análisis que en realidad debe­
ría estar aquíE'^
Esto no es tan contrario a la doctrina clásica como pudiera pa­
recer a algunos lectores, pues la teoría del valor denominada de los
costos, y la de Ricardo, del trabajo, sugieren con fuerza la misma
conclusión, explicándose por ello algunas tendencias doctrinales,
como la que pietende reducir a trabajo toda clase de inpresos, inclu­
sive^ a reces el^ ínteres, bi no fue exipresamente exouesta por los
clásicos,^^^ se debe a su falta de rigor en el reconocimiento de las con­
secuencias de sus propios principios, y por la contradicción dema­
siado proiunda que parece existir entre nuestra teoría y ios hechos.
Ronm-Bawei-k- fue, sin duda, el primero en afirmar que ei valor
total dei producto debiera dividirse en principio entre la tierra y
ei traoaio, si d proceso de la producción ha de desarrollarse con
toda pemeccion. Itso requiere, como es natural, que todo el sistema
económico se adapte a la producción emprendida, v que todos los
valores se ajusten como es debido a los datos, que todos los planes
econommos operen armónicamente, y que nada moleste su ejecu­
ción. bm embargo, dice Bbhm-Bawerk,; existen dos circunstancias
que perturban el equilibrio entre ei valor del producto y el de los
medios de^producción una y otra vez. La primera se denomina
micción. Jii organismo económico no responde en forma rápida e
inmediata por mil razones diferentes. Jbl error, la desgracia, la*indo-
kncia etc., resultan en origen continuado de pérdidas, pero tam­
bién de ganancias.^^ “ ^
Antes de pasar a la segunda circunstancia aludida por Bohm.-
nawerk, debemms insertar algunas palabras sobre ciertos elementos
que son de significación considerable. El primero es el rieso'o. De-
oen distinguirse dos clases de riesgo: el de fracaso técnico de la
producción en el cual podemos incluir el peligro de pérdidas re-
sultantes de fenómenos naturales, y el riesgo comercial. En la me­
cida que se prevén estos peligros, actúan inmediatamente sobre
ms p_anes económicos.^ Los hombres de negocios incluirán primas
de seguro en su contabilidad de costos, o harán gastos con obje-
2" Véase cap. qv, y especialmente el v.
-s uotz, por ejemplo, hizo esto, a pesar de separarse en forma muy débil
_a pexcepcion. _Vease su Hcaidbuch der Staatíwissemchaftslehre.. En Sm'ith
se encuentran vanas sugerencias muy claras
4» N N p N N f t Theorie des Kapitahhnes,
LA CORRIENTE CIRCULAR 45
to de hacer frente a ciertos peligros, o tendrán en cuenta ímalmenm
las diferencias de riesgo entre las ramas de la producción, evitando
las más peligrosas, hasta que ei aumento _consecuente dei precio de
éstas ofrezca una compensación^^ Ninguno de estos metocos
de anular los riesgos económicos es capaz en principio de pio-
ducir una ganancia. El productor que toma sus precauciones^ con­
tra el riescTO por medidas de cualquier índole —construcción^ ue
presas, seguro de máquinas, .etc.— tiene indudablemente una ventaja
por proteger el fruto de su producción, pero tiene también de or­
dinario los costos correspondientes. La prima de riesgo no es ori­
gen de ganancia para erproductor —sino a lo sumo para la com­
pañía de seguros, que puede obtener una ganancia de intermediario,
sobre todo combinando muchos riesgos—, pues será absorbida al
cabo del tiempo por ios siniestros que se plantean. Y la compensa­
ción para mayor riesgo es sólo aparentemente un rendmiiento ma­
yor: debe multiplicarse por un coeficiente de probabilidad, con lo
que se reduce de nuevo* su valor real, exactamente por la cuantía
del excedente. Cualquiera que consuma simplemente este exceden­
te expiará su conducta en el'curso de los acontecimientos. No existe
el pa*pel independiente que se asigna a menudo ai nesgo, m ei ren­
dimiento independiente que a veces se conexiona con el. Ei. asuiim
es naturalmente distinto si no se han previsto los riesgos, o si por io
menos no se les ha tenido en cuenta al elaborar el plan económico.
Se hacen entonces origen de pérdidas temporales, de un lado, y de
beneficios temporales, de otro. ^ ,
El origen principal de estas pérdidas y gpancias, y este es ei
seo-undo elemento que quiero considerar aquí, son los cambios es-
p(5iitáneos de ios datos con los cuales el individuo está acostumbra­
do a contar. Crean nuevas situaciones y adaptaciones que requieren-
tiempo Y antes de que ocurra dicha adaptación es posible que se
produzcan en ei sistema económico muchas discrepancias entre cos­
tos e ingresos. La adaptación supone siempre dificultades. El sim­
ple conocimiento de la situación económica cambiada se obtiene
en la mayoría de los casos con la prontitud necesaria. Derivar con­
clusiones de los conocimientos es un gran paso que tropieza con
muchos obstáculos, como falta de preparación_ y de medios, etc.
Pero la adaptación perfecta es a menudo imposible para productos
ya existentes, cosa que ocurre especialmente con los bienes de pro­
ducción duraderos. Durante el tiempo que debe transcurrir hasta
&o Véase Emery, citado en mi ensayo “Die neuere W inschafetherae m
den Vereinigten Staaten”, en la revista Schmollers Jabrbuch (1910), y Fisher,
Capital and Income.
: DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
que se desgasten por el uso, aparecen inevitablemente tales con­
diciones, 7 ello provoca una de las peculiaridades de la deter­
minación de su valor que Ricardo estudió en la Sección IV de su
primer^ capítulo. Los rendimientos de estos bienes pierden toda
conexión con sus costos, y deben aceptarse simplemente; sus valo-
les apropiados se alteran sin que exista la posibilidad de que se al-
lentido"''“ P° . A n cierto
ido, en una clase especial de rendimientos que pueden ser más
elevados o mas bajos que el precio total de los servicios de la tierra
7 trabajo contenidos en ellos. Aparecen para el hombre de nego­
cios desde este punto de vista con un aspecto similar al que tienen
para^ el los agentes naturales. Los denominaremos, con Marshall
cuasi-rentas. ’
Sm embargo, señala Bohm-Bawerk una segunda circunstancia
que puede a tarar el resultado de la impntactón e que
una parte del valor del producto se refleje en los servidos de la
ÍÓ V Trabajo. lEsta circunstancia es el tiempo empleado en
toda producción, excepto la producción instantánea deLfuerzos
prirnitivos para inantener la vida.« A causa de esa circunstancia
los bienes de producción no se limitan a ser bienes potenciales de’
consumo, pues se distm^en de estos últimos por una nueva caracte­
rística esencial, que es la distancia en tiempo que los separa de los
bienes capaces de ser cpnsumidos. Los medios de producción son
bie^s de consumo. Su Ivalor no agota el del producto.
Tocamos aquí un problema extraordinariamente delicado Pero
e7 W a d r " ^ ^ ^ - ^^bate en este libío
mitada, no nos plantearemos sino una pregunta. En el curso
n o ^ a l de un sistema económico en el cual, un año con o L la
dos lo fd aro'‘^“" Permaneciendo invariables to­
dos los datos, ¿se produciría una desvalorización sistemática de los
medios de producción comparados con los productos? Esta cues­
tión se subdivide a su vez en dos distintas: abstrayendo en tai
S S lo ' Z y A -eficientes objetivos y ^i.onalas de
.=°’ íPneden valorarse en forma general y sisteniática las futuras
n ó m ÍA T T ^ presentes? Y en tal sistema eco-
nomico, 7 aparte de las influencias del p ro p m c o rre r d el tíe?mp^a

económica, véase Bohm-Bawerk,


Stanley Jevons y Tohn Rae ^ Luego pueden mencionarse
L Y ^ y Joh n Rae. [También es im portante Ja obra de Fisher Thp
cía A lT Tr A : v 2ease
s e la exposición de M arshall
i f sobre el mismo problema.

s: ^■
-rV!

LA CORRIENTE CIRCULAR 47

sobre las valoraciones, ¿pueden establecer los acoTMeerrmenio, c.i


el curso del tiempo esas diferencias de valor? i -i i
Una respuesta" afirmativa a la primera cuestión parece pi^sibie.
Parece indudable que la entrega inmediata de un regalo es mas agra­
dable que su promesa para el futuro Pero ésta no es la cuestión
que nos interesa, sino más bien la valoración de una coiiiente cons
tante de ingresos, imaginémonos, si es posible, el caso siguiente. J n
individuo goza de una renta vitalicia.. La índole de sus deseos per­
manece constante en el tiempo lo mismo que su intensidad durante
S resto de su vida. La anualidad que recibe es suficientemente
importante y lo bastante segura para evitarle Ja necesidad de apor­
tar fondos para emergencias especiales o para posibles perdidas. Se
sabe libre de responsabilidades que puedan surgir frente a terceros.,
V a prueba de deseos repentinos. No existe posibilidad de invertir
ahorros a interés (si asumiéramos lo contrario aceptaríamos de an­
temano la existencia del interés cayendo peligrosamente cerca del
razonamiento circular). Ahora bien, ¿estimará un hombre en tal
posición sus anualidades futuras, menos que las presentes? ¿Renun-
Yi?A-3. —haciendo abstracción del nesgo de la vida— mas fácilmente
íi las anualidades futuras que a las presentes? Parece indudable que
no pues si ofreciera una anualidad futura a cambio de una com­
pensación menor que una en un momento más cercano descubriría
a su debido' tiempo que había obtenido una satisfacción tom_ menor
de la que podía haber conseguido. Su conducta le habría ocasio­
nado una pérdida, y no sería económica. Puede, sm embargo, obrar
en ese sentido, lo mismo que otros muchos lo hacen en sentido
opuesto a las normas de la razón económica. Pero no es un elemen­
to de esas normas que tal cosa ocurra.-^ Indudablemente las excep­
ciones que encontramos en k vida práctica no son, por lo general,
“delitos” contra dicha norma, pero se explican por la inadaptación
de nuestros supuestos a los hechos. Sin embargo, allí donde encon­
tramos una sobre-estimación grande de los bienes presentes, como
entre los niños y salvajes, nos hallamos simplemente frente a una
mera discrepancia entre el problema económico que debe resolver-
se, y la v isió n eco n ó m ica d el su je to : los n iñ o s y salvajes n o c o n o c e n

82 Puede mencionarse, sin embargo, que tampoco es tan claro y sencillo


este hecho; p or el contrario requiere razones que se daran mas tarde,
33 M i objeción esrá bien expresada p or el expositor vivo eminente de
la subestimación de las satisfacciones futuras, el P rof. Fisher cuando in tro -
duce el concepto “impaciencia” para denominarlo. Existen indudablemente la
im raclen ck N acional” así c o m o h l error, etc. P ero no es un elemento del
curso normal de las cosas.

.-■I'
ÍÍ-: Ülig
I ■ .'48 ' DESENVÓCVIMIENTO ECONÓMICO
sino la producción instantánea, Cas necesidades futuras no- les pa­
recen inferiores., pues ni siquiera ias aprecian. Por tanto, no podrían
hacer frente a la prueba de decisiones'que requieren un horizonte
más amplio. Esto es obvio, pero por lo general, no necesita tomar
tales decisiones. Aquél que capta'el doble ritmo de las necesidades
y los medios de satisfacción, puede quizá desdeñar en un caso par­
ticular la conclusión de que el desplazamiento unilateral de cual­
quiera de ellos, supone pérdida de satisfacción, oero no puede re­
chazarlo en principio. ^
Pero, ¿qué ocurre con nuestra segunda cuestión? ¿No puede
icanzaise el proceso de producción en formas que no concuerden
con tos supuestos de nuestro caso típico? ¿No'puede moverse la
co^iriente de bienes a veces con menor y a veces con mayor inten­
sidad? vero, especialmente, el hecho de que un proceso más fértil
de producción requiera más tiempo, ¿no a'fectará al valor actual de
ios btones presentes, cuya sola posesión hace posible la elección,
constituyendo asi al tiempo en factor de la corriente circular? La
respuesta negativa que hacemos a esta pregunta puede ser fácil-
mente malentendida, pues no adquirirá sino más tarde toda su sig­
nificación.^ No niego la importancia del elemento “tiempo” en k
Ada económica, pero lo observo bajo un aspecto diferente. La
cuestión de la m tn'oduccion de métodos más productivos pero que
consumen más tiempo, y k cuestión de cómo le afecta el elemento
tiemp-o, son dos problemas diferentes. No hablamos ahora de la
in tro d u cció n de nuevos procesos, sino de ia corriente circular que
consiste en proce^s dados y en funcionamiento. Y aquí da resulta­
do tan pyonto como cualquier otro el método más fructífero de la
producción, .cualquiera que sea la longitud de su período.‘Es evi­
dente^ que^^un método d'e producción solamente será denominado
más friictírero; cuando resulte en más productos que la suma de
ios métodos,menos fructíferos que pueden ejecutarse en el mismo
tiempo con^ ayuda de la misma cantidad de factores productivos.
La producción por este método se repetirá al infinito —dadas ias
cantMades necesarias de trabajo y agentes naturales— sin que sea
precisa la elección, y la corriente de productos será continua. Pero
aunyi no luera ese el caso, no habría subestimación de los produc­
tos futuros. Pues si el proceso productivo entregara sus resultados
en intervalos periódicos, se^ iría sin haber espera, porque el con­
sumo podría adaptarse corriendo de una manera continua con una
rapidez equivalente por unidad de tiempo, de forma que no habría
motivo para subestimar los productos 'futuros.s^ Puedo conceder
iil trigo es más barato inmediatamente después de la cosecha. Pero este
uA. COPvRIENTE CiP.CULAR.
mayor precio a bienes presentes si su posesión es capaz de propor---
cionarme m a yor cantidad de bienes en ei íumro. Pero no poure
hacerlo, y habrán, de igualarse inis valoraciones preseiitos ■/ fL-scuicii.,
cuando'me asegure de cuál es la corriente más rica de bienes, adap­
tando a ella mi conducta. La “mayor” cantidad de bieneq íuturos
no depende en ese caso de la posesión ele bienes presentes, rodemos
extender a este caso el ejemplo de nuestro rentista. Supongamos
que haya recibido hasta el presente 1,000 dólares por mes., zc ac.
ofrece en lugar de ellos, 20,000 dólares ai final de un año_ detemu-
nado. Ahora, hasta tanto que venza la primera anualidad, se hará
presente en forma muy desagradable ei elemento tiempo. Pero des­
de ese momento, verá mejorada su posición, estimando ia^ pf®
en la adición total de 8,000 dólares por año, y no en parte ue t.Lic.ii.a
suma, _ .
Puede aplicarse un argumento sirniiar ai eiemento ae la aoscr-
nencia,"'^ necesidad de espera, etc. P aquí reiiero ai lector especitu-
mente a la exposición de ij.ohm-Bawerk. Para nosot.ros .üabtu luy-
mular de una manera precisa nuestra posición. Aunpoccypüt..de
negarse ese fenómeno, pero es mueno más complicado de lO
tiene apariencia de ser, y debe notarse que su naturaleza y manires-
taciones no han encontrado hasta ei momento un análisis pro.iiiuiiO.
Debe distinguirse también aquí el proceso de crear un aparato pro­
ductivo, del de explotarlo una vez creado. ^Cualquiera que sea el
papel de la abstinencia en el primero —Hablaremos repeodameni-e
de ello en el estudio sobre el ahorro, del siguiente capii-ulo .¡..lO
puede afirmarse que se produzca el proceso de espera en el segundo
cada vez que se repite el proceso de producción, _Co ns i.ie'..,eaiLa
“esperar” los rendimientos usuales, dado epae se recioen insio en ei
momento que se precisan. En ia corriente circular normal no hace
■falta soportar ia tentación periódica a ia producción instaiitauey
pues ei sujeto se colocaría Im nediatam ente en una posición econó­
mica peor en caso de sucumbir. No puede tratarse, por tanto, de
hecho se explica, por ios costos de almacenamiento, por la existencia leal d'_i
interés, y por muchas otras circunstancias, ninguna de las cuaies aitexa nui-S-
tro principio.
■35 Los autores principales son Sénior y —del otro lado— Bohm-Baweik
en su Geschichte tmá Kritik der Kapitalzinstbeorien, y más tarde el escritor
americano MeVane. Véase también el artículo “Abstinence” en Palgmve^^
Dictio ary, y la literatura allí especificada. Como ejemplo de la íaua ae
77

cuidado con que a veces se trata este problema, Cayel, poe vcitiire mid i e-
cessity of hnerest, es típico. Nuestra posición esta mas próxima de i y de
'Wieser, en Natürlicher Wert, y de J. B. Clark, Distnbuüon of WecuTh. Ver­
se también Wese? , lib. iii.
2
50 DESENVOLVIxMIENTO ECONór»/IICO
abstinencia en el sentido de limitación del consumo de las fuentes
, de rendimientos, pues bajo nuestros supuestos no existen otros que
la tierra y el trabajo, ¿Pero no podría —finalmente— la abstinen­
cia jugar un papel en la corriente circular normal, ya que ha sido
necesaria para la creación inicial del aparato productivo, es oreciso
remunerarla después pon la producción normal? En primer lugar,
en el curso de la investigación veremos que la abstinencia juecra
solamente un papel muy secundario en la provisión de los factores
necesarios; que, hablando con propiedad, no requiere la introduc--
clon ae nuevos métodos de producción, ni en general, una acumu­
lación previa de bienes. Y en segundo lugar, la consideración de
la abstinencia como un elemento independiente del costo, supone
en este caso el cómputo de la misma partida dos veces, como ha
mostrado Bohm Bawerk.*® Cualquiera que sea la naturaleza de la
espera, no es ciertamente uno de'los elementos del proceso econó­
mico^ que consideramos, pues una vez establecida la corriente circu­
lar, esta no deja vacíos entre la inversión o el esfuerzo productivo
y la satisfacción de las necesidades. Ambos se sincronizan auto­
máticamente empleando la expresión concluyente del orofesor
Clark.^7 ■■ " "
La teoría de la imputación explica el valor de todos los bienes
individuales. Solo queda por añadir que los valores individuales
no^ son independiente^, sino que se condicionan mutuamente. La
única excepción a esa regia es la presentada por una mercancía que
no puede ser sustituida por ninguna otra, y que se obtiene con me­
dios de producción que tampoco son susceptibles de sustitución y,
además, no pueden emplearse para otros fines. Tales ejemplos son
imaginables; pueden presentarse, por ejemplo, en el caso de bienes
de consumo ofrecidos inmediatamente por la naturaleza, pero re­
presentan una excepción que puede no ser tenida en cuenta. Todas
las demás cantidades de bienes y sus valores, se hallan en relación
mutua estricta. Se expresa ésta por su relación como complemen­
tarios, por las posibilidades de otros empleos, y por la relación de
sustitución. Aun en el caso de que dos bienes no tengan sino un
solo agente común de producción, sus valores se hallan relaciona-
36 forma en que Fisher trata este problema está viciada por considerar
el descuento del tiempo como hecho primario cuya existencia es casi eviden­
te. Vease Rate of Interest^ pp. 43-51.
kn realidad, Clark atjribuye al capital el miérito de introducir esta “sin­
cronización . Como se verá, no le seguimos en dicha opinión. Recalco de
nuex o; la im.'ersión y el rendimiento se sincronizan automáticcrtne^íte en forma
mutua, bajo la influencia aceleradora v retardataria de las ganancias v las
perdidas. '
LA CORRIENTE CIRCULAR
dos, pues las cantidades y, por tanto, ios valores de esos bienes que
dependen de la cooperación de dicho agente, seguirán k norma de
la utilidad equirnarginal para el agente de producción común a
ambos. Casi no haría falta mencionar que la relación productiva
que resulta del factor trabajo, en especial, abarca prácticamente
todos los bienes. La determinación de la cantidad de un bien, y
por tanto de su valor, se halla bajo la influencia de ios valores de
todos los demás bienes y es solamente explicable en su totalidad
teniéndolos en cuenta. Podemos decir, por tanto, que los valores
de los bienes individuales forman para cada uno un sistema de va­
lor, cuyas partes separadas son dependientes mutuamente.
En este sistema ^de valores se expresa la economía total de una
persona, sus relaciones de vida, sus horizontes, sus métodos de pro­
ducción, sus necesidades, en suma, todas sus combinaciones econó­
micas. El individuo no tiene igual conciencia de todas las partes
de 'este sistema de valor; por el contrario, en cualquier momento
la mayor parte de él se halla más allá del umbral de la conciencia.
Cuando adopta decisiones respecto a su conducta económica, no
concede atención a todos ios hechos que dan expresión a este sis­
tema de valor, sino solamente a ciertos índices que están siempre
a la vista. Actúa en la vida ordinaria según la costumbre general
V la experiencia, partiendo del valor de un bien —obtenido por
ía experiencia— para cualquier uso a que pueda ser aplicado. Pero la
estructura y naturaleza de esa experiencia están dados en el sistema
de valor. Los valores, ajustados mutuamente, se realizan a la larga
por el individuo, permaneciendo invariables los datos. Ahora bien,
este sistema de valor presenta, como se ha dicho, una estabilidad
muy notable. En todo período económico se plantea de nuevo la
tendencia a volver sobre las huellas bien conocidas, realizando otra
vez los mismos valores. Y aun cuando se interrumpa esta constan­
cia, se mantiene siempre alguna continuidad; pues aun si cambiaran
las condiciones externas, no se trataría nunca de hacer algo com­
pletamente nuevo, sino de adaptar lo que se hiciera anteriormente
a las nuevas condiciones. Una vez establecido el-sistema de valor, y
una vez dadas las combinaciones representan siempre el punto de
partida para cada nuevo período económico, y tienen, por así decir,
una presunción en su favor.
Esta estabilidad es indispensable para la conducta económica de
los individuos. En la práctica no podrían —en la mayoría de los
casos— realizar la labor mental necesaria para crear de nuevo esta
experiencia. Y’emos también, de hecho, que la cantidad y valor de
los bienes en períodos pasados determinan en parte las cantidades
- ‘ C* " " # ÍN ifli
52 JJESEN^^OLVIMIENTO ECONÓMICO
y i^aio^s en los siguientes, pero esto de por sí no explica la estabi­
lidad. iri hecho saliente es, sin cruda, que estas regdas ele la eondiicta
lian soportado la pmeba de la experiencia st que los individuos en
general son de opinión que no pueden hacer cosa meior aue con-
LÍiiuai actuando desacuerdo con ellas. V nuestro análisis dei sistema
de -caloi, la geología, como si dijéramos, de esta montaña de expe­
riencia, nos mi mostrado también que en realidad estas cantidades
V valores de bienes se explican —dadas las necesidades p" los liori-
zontes de los hombres— como consecuencias racionales de las con­
diciones dadas del mundo que nos rodea.
lista forma empiiica de actuar del individuo no es, por tanto
un accidente, sino que tiene su base racional. Existe una clase de
conducta económica que, en circunstancias dadas, establece el eoui-
librio entre miedios, de nn lado, pr necesidades a satisfacer, en la
mejor forma posible, de otro. El sistema de valor que hemos des-
-.-lito coiiesponde a nna posición de equilibrio económico cuyas
paites constitutivas no pueden ser alteradas (si permanecen cons­
tantes ios datos) dn que el individuo llegue a darse cuenta de aue'
se nalla en^peoi situación que antes. Así, mientras sea un problema
de adaptación a las condiciones, y de obrar de acuerdo con las ne­
cesidades objetivas del sistema económico sin desear modificarlas,
no .se impone al indivÍGuo sino una y una sola forma de a c t u a r ,y
ios lesdlcados de esta acción serán los mismos mientras no varíen las
condiciones dadas.
^ _ Suponiendo al lector familiarizado con la teoría general dei cam-
Dio y de los precios, en economía de competencia y de monooolio
ae paso podem.os señalar que la posibilidad ubicua de camAio'alte-
1 ai a,^ como es natural, ^los sistemas de valores de cada cual. Secrumá
en pie el teorema fundamental, según el cual las unidades de recur­
sos se distribuyen entre todos ios usos posibles, en forma de con-
Svguir 5atisfacciones marginales - iguales. Podemos expresarlo en
economía de cambio advirtiendo que para cada familia los precios
aeben sei proporcionales a las utilidades marginales de los bienes
e consumo, y que para cada ^empresa, los precios de ios bienes de
producción deben serlo también a sus productividades marginales,
i ero se presenta un nuevo fenómeno en el hecho que ios produc-

_ ^Esto se reconoce umversalmente sólo para los casos de libre competen­


cia y monopolio unilateral, en el sentido técnico de ambos concentos. Y
sm embargo es suhcicnte para nuestros propósitos. Y se ha mostrado última­ ■i
mente que e^ournot no^ andaba tan descaminado cuando sostenía que existen
Gctcrminación, aun en el campo de la “competencia
'i

íi
Ni
I,A CORRIENTE CIRCULAPv 53

tores no estimarán los productos según el ^-h/aior _ae uso'' que pue­
dan tener para ellos, sino de acuerdo con la utilidad aquenos
tv ' bienes que adquieren finadmeiite los productores a cambio de ellos. “
Las escalas de valoraciones de todo el mundo y,^ por lo tanto, las
escalas de valoraciones de ios medios de producción que cada cual
pueda tener, se compondrán de las escalas de valoraciones de los
bienes recibidos en cambio, o comprados con los ingresos derivadoi.
de la venta de los servicios de esos medios de producción, loi-
Pia más venta! osa de practicar estas operaciones resultara de ^a ex­
periencia, valorándose'correspondientemente toda mercancía o ser­
vicio productivo.
Todos ios innumerables cambios que observamos _en cada pe­
ríodo económico en una economía de cambio, coiistituyen en su
totalidad la forma exterpxa de la corriente circular de la vida eco­
nómica. Las leyes del cambio nos muestran cómo se explica _esta
corriente a base de las condiciones dadas, mostrándonos ^asimismo
por qué no se modifica en tanto permanezcan inalterables estas
mismas condiciones, y cómo y por qué se modifica al adaptarse a
las transformaciones de esas condiciones. Se constimnriari bienes de
producción y de consumo de la mism^a clase y en la misma cantidad,
baio el supuesto- de mantenerse las con-diciones v,onsLant\.s en ca a
período sucesivo, por el hecho de que los hombres actúan en la
práctica conforme a experiencias bien probadas, y porque en teoría
consideramos que actúan de acuerdo con el conocimiento de la
mejor combinación de medios presentes bajo las condiciones dadas.
Pero existe también otra conexión entre los períodos sucesivos, por­
que cada uno opera con bienes que preparó para él el precedente, y
en cada uno se producen bienes económicos para su uso en el pe­
ríodo subsiguiente. Expresaremos ahora este hecho, para simpli­
ficar la afirmación, suponiendo que solamente se consumen en cada
período ios bienes producidos en el anterior, produciéndose sola­
mente los que hayan de consumirse en el subsiguiente. Pero esto
no cambia nada esencial, como veremos más adelante. No olvide­
mos, -sin embargo, que según nuestra hipótesis cada bien de consu­
mo requiere dos períodos economices para su preparación.

■30 Esto es lo que denominaban los austríacos, “valor subjetivo de cambio”.


Los lectores que estén familiarizados con las discusiones teóricas de los úl­
timos 50 años, recordarán cómo fue atacado este argumento, achacándole su
implicación del razonamiento circular que lleva consigo que trata de expüear
los precios de los bienes de producción por ia “utilidad”, como mantenían
muchos enemigos de la escuela austríaca.^ Hoy no vale siquiera la pena to­
marse el trabajo de demostrar que esta oojecion es falsa.
'D E SE Í^0B '"^Á ÍÍE N T ' ECONÓMICO

■Clasificaremos ahora los cambios necesarios para llevar a cabo


este proceso económico simplificado en cada periodo. Descartemos
primeramente los que se hayan realizado meramente para pasar de
mano cualquier cosa recibida. La teoría nos prueba que deben exis­
tir en gran número tales cambios en toda economía de tráfico, pero
estas operaciones puramente técnicas no nos. interesan aquí.-^ t e ­
nemos también el caiúbio de los servicios del trabajo y de la tierra
por bienes de consumo, cosa que ocurre en toda economía de trá­
fico. ^ ta s transacciones representan, sin duda, la mayor parte de
la corriente de bienes del sistema económico, y conexiona su fuente
con su desembocadura. Pero los trabajadores y terratenientes ven­
den sus servicios productivos, que no rinden su producto sino al
final de cada periodo, contra bienes de consumo ya preparados.
Además, venden sus servicios productivos contra bienes de consu­
mo, a pesar de que parte de ellos sirven para la creación de bienes
de producción. En cada período los servicios de la tierra y trabajo
que no están aún incorpórados a los medios de producción que
deben emplearse en el período bajo consideración, se cambian por
bienes de consumo completados en el período precedente. Lo que
naya de contrario a los hechos en esta afirmación, sirve meramente
para simplificar la exposición y no afecta al principio. No hay difi­
cultad en determinar quiénes poseen los servicios de la tierra y
trabajo antes del cambio. Pero ¿quién constituye la otra parte de
la transacción.^ ¿Quién dispone de los bienes de consumo empleados
para pagar los servicios?^ La respuesta es bien simple: los hombres
que precisen de los servicios de la tierra y del trabajo en este pe­
riodo, esto es, aquellos que deseen transformar los medios de pro­
ducción en el período^ anterior, en bienes de consumo, por la adi­
ción de nuevos servicios de tierra y trabajo, o bien aquellos que
deseen producir nuevos medios de producción. Supongamos, con
objeto de simplificar nuestro razonamiento, que ambas categorías
realizan lo mismo en todos los períodos considerados, esto es, que
contmuan produciendo bienes de consumo o producción __
que se conforma al principio de una economía de~ tráfico, con di­
visión de trabajo—. Entonces podremos decir que aquellos indivi­
duos que produjeron bienes de consumo en el período precedente
entregan una parte de ellos en el presente a los terratenientes y
obreros cuyos servicios requieren para la producción de nuevos
medios de consumo para el período subsiguiente. Los individuos
que produjeron bienes He producción en el período precedente y
desean hacer lo mismo en el presente, entregarán dichos bienes a los
Véase W esen, lib. ii.
<f•*« “A

L A CORRIENTE CIRCULAR

productores de bienes cu consuiTio,, a cambio cíe aquellos biciics cie


consumo que 1es hagan falta para adquirir nuevos servicios pro-
ductivos.
Por tanto, ios terratenientes y obreros solamente entregaran sus
servicios a cambio de bienes de consumo, ya se empleen dichos ser­
vicios en la creación de bienes de consumo o de producción. No
tienen necesidad de cambiar sus ser-vicios de tierra y trabajo por
bienes futuros, o promesas de bienes futuros de consumo, así como
tampoco de solicitar “anticipos” de bienes de consumo presentes.
Nos" hallamos simplemente ante un cambio, y no ante operadones
de crédito. El elemento “tiempo” no juega papel alguno. Todos
los productos son sola^neme productos, y no otra cosa.^^A la em­
presa individual no le importa si se dedica a la producción de bie­
nes de producción o de consumo, pues el producto se paga en am­
bos casos de inmediato, y a su valor completo. El individuo no
precisa mirar más allá dei período en cumo, a pesar de que siempre
trabaja nara el próximo. Se limita a seguir ios dictados de la de­
manda, y el mecanismo dei proceso económico se encarga de ooL-
1Í o-arie a proveer para el futuro al mismo tiempo. No se preocupa
por io q'ue ocurra más tarde a su productos, y probablemente^ no
comenzaría en ningún caso el proceso de la producción, si hubiera
de”seguirlo hasta el final. Lo's bienes de consumo, en particular,
son también productos y solamente productos, a los cuales nm ocu­
rre más que su venta a los consumidores. Constituyen un ‘rondo ,
no situado en manos de nadie, para el mantenimiento de los traba-
iadores, etc.; no sirven directa ni indirectamente fines productivos
"sh- ulteriores. En consecuencia, desaparece todo problema de acumu­
lación de existencias. Cómo llega a formarse tal mecanismo, que
una vez constituido se mantiene permanentemente, es otra cuestión.
Cómo evoluciona el mecanismo es problema distinto de como fun­
ciona. , ., 1 •j
Se si^ue ahora que los medios de proauccion producidos no
.0
son sino partidas transitorias en todas partes, aun en una economía
de tráfico. En ninguna parte encontramos un stock de ellos cum­
"i 'í pliendo alguna función, por propio derecho. No plantean exigen­
cias sobre el dividendo nacional fuera de los salarios y rentas de los
servicios del trabajo y la tierra contenidos en ellos. No puede ads­
cribírseles ningún elemento de ingreso neto. Ninguna demanda in­
dependiente procede de ellos. Por el contrario, en cada periodo,
todos los bienes de consumo se repartirán entre los servicios de la
tierra y el trabajo empleados en el mismo, y de aquí que todos los
ingresos se absorban bajo el título de salarios o renta de los agentes

m
o económico
nficuraies." .uicgaüios asi a la conclusión de que el proceso de cam-
c.c CU-.C. iu Licaiii q ci craDaio Cié im lüúQ, y los bienes de consumo
‘■'“I, C'-'i''2 Cc i-a a irecció n principal de ia corriente de la
nioa qcCüiiOiiiiciú sino que sería la única, bajo nuestros supuestos.
:L-a iueiic y Ci craDajo se distribirpen el dividendo nacional total, y
cAiSicu tantos Dienes de consumo como sean necesarios para satis-
iacci su aemariGs; efectiva, sin que se sobrepase ese total. Y esto
'l'p ptiierdo con el último par de datos de la economía: las
necesidades y ios medios para satisfacerlas. También es una repre-
m^ntación reai de esa parte de la realidad económica de k coa] nos
i-iemos Ocupado hasta añora, Pe mutilo por la teoría, dando origen
y y i-i §-L3.n iiiiiíiero de ricciones y pseudo-problemas creados arti­
ficialmente, incluyendo el representado po/ la determinación de" lo
que sea ei '‘fo n d o ’’ co n que se remuneran los servidos de la tierra
y trabajo,
i_.£i 5^-1 uPii;í¿a-ciOii d-e una •scono.iTiia ae cambio se presenta, cues,
para nomvLros cíe la siguiente iorma, .Las empresas indi viduales^ apa»
aiiora como logares de producción para los requerimientos
ocp-CLxoo quOi.aür-cD;, y i9. prodiicclón total de una nación se “distri-
priiiiCi.HiiAciite^entre dichas unidades. Sin embargo, no exis-
Ci-' Uplmas otras ifunciones que las de combinar los
nos lacroies originarios^ ele la producción, y esta función queda
yii i ‘u,i£iia niccanica en cada período, por propio acuerdo
oui uii clciiieiiLO personal distinguible, de la inspección o
pOgns S'_" y-- 5 - suponemos que los servicios de la tierra se
"■ - no existen otras personas —haciendo abs-
pas_cioii Cié ius m-unopolios—■que puedan reclamar el producto
sino aquellas -que realizan alguna clase de trabajo, o coloquen los
iCiv'iCiOs de lf¿ tierra a la disposición de la producción. Bajo 'Cstas
condiciones no existe otra clase de personas; fuera de los monopo­
listas ya jnencionados, que posean medios de producción produ­
cidos o bienes de consumo. Hemos visto que es falsa la idea de
que existen stock s acumulados de estos bienes. Tal idea parece
evo'carse por ei hecho de que muchos medios de producción pro­
ducíaos duran a través de una serie de períodos económicos, Pero
esto no es un elemento esencial, y no alteramos nada fundamental
SI Jiiiiitamos jei uso de tales m.edios de producción a un período
económico. La idea de un almacenamiento de bienes de consumo
liO^tipnc siCtcaeia. este punto de apoym; por el contrario, estos bienes
oi_ miilcui y;c>itíraimenLe en manos de vendedores al por menor y de
de la teoría de la distribución descansa
en esta afirmación.
■"'■■■■ '■ ■- LA CORRIENTE CIRCUL7.R
consumidores, en la cantidad necesaria para hacer írente a las nece­
sidades del momento. Encontramos una comente continua de cie­
A- nes, pero no existencias constantes en sus partes coniponentes,^ u
reemplazadas continuamente. A una empresa indhddiiai pe es in­
diferente dedicarse a producir bienes de producción o ele consu­
mo^ En ambos casos*se deshace de sus productos^ en k__ misma
forma, recibiendo una remuneración --bajo la hipótesis de libre
competencia— que equivale al valor de ios servicios de su iieiia -o
traba-io, y nada más. 's i decidimos denominar “empresario”^ al ge»
rente o al dueño de una empresa, sería un entrepre^jeiír feásant m
hénéjic.e ni pertep- sin función especial ni ingresos especialespSi
denominárarÓos “capitalista” al poseedor de medios producidos
de producción, entonces éste se limitaría a ser productop, no
podiendo vender sus productos a precio mayor al costo total, ex­
presado por ia totalidad de las remuneraciones de la tierra y dei
trabajo.
Desde el punto -de vista de esta interpretación, observamoy,
por tanto, una corriente de bienes renovada continuamente,'^ No
existe un stock de bienes individuales sino en un solo momento;
a más de' que podemos hablar de stocks solamente en sentido
abstracto, en el 'de que aparecen siempre a través del mecanismo
de producción y cambio", en lugares definidos^ del sistema eco­
nómico, ciertas clases y cantidades de bienes. Jhn este sentido los
stocks son comparables al lecho de un no más que a su corriente.
La corriente se alimenta de las fuentes eternas de tuerza ae tiabajo
y de la tierra, y corre en cada período económico a los^ depósitos
que denominamos “ingresos”, para ser transformada allí ^en satis- ^
facción de necesidades. No ampliaremos estos puntos, limitándonos
a observar que presupone ia aceptación de un concepto -definido ,
de ingresos (el de Fetter) que excluye de su_campo todos^aque- ■
líos bienes que no se consuman regularmente. En cierto sentido, la i
corriente circular finaliza en este punto. Pero desde otro punto de ^
vista no, pues el consumo da nacimiento al deseo de repetirlo, y
este ■deseo origina a su vez actividad económica. Presentamos ex­
cusas por no haber hablado de cuasi-rentas en conexión con estos

4-2 Es una construcción de Walras. Es cierto, sin embargo, que en s u ,


sistema de equilibrio el interés existe como un ingreso. _
43 El mérito principal del libro dem.asiado poco apreciado de S. Newcomb,
reside precisamente en la separación neta entre “fondos” y “corrientes”. Véa­
se su Principies of Political Economy. En la literatura contemporánea se
ocupa especialmente de dicho punto Fisher. La corriente circular del dinero
no está mejor descrita en parte alguna que en Newcom.b, pp. 316 íj:.
ECONÓMICO
extremos, com o deberíamos haberlo hecho, Pero parece aún más
grave a primera vista la ausencia de toda alusión a íos ahorros. sTn
embargo, explicaremos también este extremo, cero en todo caso
el ahorro no podría jugar un gran papel en los' sistemas económi-
eos en que no existiera el cambio.
Eí de cambio de cualquier mercancía para un individuo
deperxde del valor de| xos bienes que puede procurarse y de hecho
pretende procurarse con ella. En tanto que no esté decidido el úl­
timo extremo ese valor de cambio fluctuará indudablemente según
las posibilidades previstas en el momento, y fluctuará asimismo se­
gún ios cambios de dirección de la demanda de dicho individuo.
Pero cuando se ha encontrado la mejor oportunidad de cambio para
cada bien, su valor de cambio permanece constante, siempre que se
mantengan invariables ks demás condiciones. El valor de cambio
de una ^unidad de la misma mercancía— tomado en este sentido-
sera direrenre para los distintos individuos, como consecuencia de
sus gustos, en primer lugar; de sus situaciones económicas tomadas
en conjunto, en segundo; pero también e independientemente de
tales hecnos, como consecuencia de diferencias en ios bienes que
cambia el propio mdividuo.^^ Pero la relación de las cantidadeskn
que se cambian dos mercancías en el mercado, o de sus recíprocas
—los precios— son iguales para todos los individuos, sean ricos o
poores, como afirmamos anteriormente. Que el precio de cualquier
bien esta relacionado cqn los precios de todos los demás, no apare-
reducimos todos a un común denomi-

ahora este denominador común de los precios y


escogiendo al oro como “dinero mercancía^ .
propósitos precisamos muy poco de la I
«nní del cambio y, por consiguiente, podríamos tratarla /
qui brevemente, debemos profundizar bastante más en la del diñe-
ro. Pero aquí también nos limitaremos a los puntos que teno-an ^
significación posterior para nosotros, considerándolos solamente en 1
tanto que sean necesarios para lo que siga. Abandonaremos, en con- *
s^uencia, los probkmas que no habrán de surgir de nuevo en esta ^
obra, como el del bimetalismo o el dei valor internacional dei dk ‘
ñero, ú reemplazaremos sm escrúpulo las teorías cuyos méritos
decir: cada individuo valora de manera diferente aun ios bie-
individuos, a consecuencia de las di-
cam bia" t a m b ! S T i e L d ¿ r r r ° "
45 Véase Wese^z, lib. ir.
ÍÍA CO RR IE N TE C IR C U L A R 59

residen en esa dirección, que no habremos cíe poner seg-Up, po.


otras más simples o mejor conocidas, siempre que sean suficiente.,
sin importarnos que sean mucho más incom.pletas en otros xc-

experiencia nos muestra que cualquier individuo valora sus


existencia^ de dinero. Y todas estas valoraciones individuales con­
ducen, en principio, en ei mercado, al establecimiento de una rela­
ción definida de cambio entre la unidad de dinero y cantidades de
todos los demás bienes, lo mismo que afirmamos anteriormente
de estos últimos. En determinadas condiciones de la competencia
r-ntre individuos, y de las posibilidades de empleo del propio dine­
ro surgen tantos' “precios” definidos en dinero_ como bienes exis­
tan. Estos precios en dinero —expresión definida completamente
en la afirmación anterior, y que emplearemos frecuentemente en
lo sucesivo— se fundan lo mismo que cualquier otro precio en las
estimaciones individuales de valor, ¿Pero en que se fundan estas.
La cuestión se complica porque en el caso del dinero no disponernos
de la sencilla explicación que se aplica a cualquier otra mercancía:
que se basan en la satisfacción de. las necesidades obtenidas_ poi
individuo en el consumo. Responderemos a la cuestión siguiendo a
Wieser: ei valor de uso del bien material proporciona, aesde lúe
go el fundamento histórico de que el dinero adquiere una relación
definida de cambio respecto a otros bienes pero su valor ^
individuo y su precio en el mercado puede desviarse, y de hecho
se desvía, de dicha base. Es indudable que ni la utilidad marginal
individual, ni ei precio del oro como dinero,_pueden desviarse de
su utilidad marginal individual, y de su precio^ de mercaao como
mercancía; pues si así sucediera, se establecería una tendencia a
suprimir la diferencia, acuñando el dinero empleado en otros usos,
o fundiendo las monedas. Esto es correcto, pero no prueba nada.
Pues el hecho de que una mercancía presenta el mismo precio en
46 E l lector encontrará mis ideas fundamentales sobre dinero y su valor,
en “Das Sozialprodukt und die Rechenpfennige” en la revista A rd jtv J'u r
SocddwissezTSchaft, t. 44 (1918). E l concepto de dinero empleado ahí es
totalm ente diferente. , . j i iooo
Schriften des Vereim für Sozzalpohttk, resúmenes de la sesión de 19U9.
Sobre esto véase Mises, Teoría del dinero y el crédito, y antenorm ente
W eiss “D ie M odem e Tendenz in der Lehre vom G eldw ert' en la revo ta
Zeitschrift für V-olks^irtschajt, So-zialpolitik tmd Verwdnmg (1910). Pode­
mos referirnos también a la obra mencionada del profesor Mises, P^ra J
caso que el lector suponga que nuestro razonamiento es circular. A un q ^
-1 . no lo^es el autor desea manifestar que no considera sausfactorio actualmente
esta form a de introducir el elemento dinero, aun en ios limites del presente
capítulo.

'■ '' ... \a. ,V, '


YLbSihY: 5:
DESEKH/OLVIMIENTO e c o n ó m ic o

no puede cleducii-^e que sea uno de silos auien


diclio precjo, limitándose el otro a plegarse a sus indica­
ciones. ^£s claro, por e] contrario, que ambos empleos constituyen
conjuiitamente la escala de 'valoración del bien, V que su precio
sena muy diferente si una de esas utilizaciones defara'^de existir. El
dinero mercancía se halla en esta posición; sirve dos empleos dife­
rentes, y su valor no es nunca explicable por la sola utilización vara
las artes, a pesar de que sus utilidades marginales y precios sean
equivalentes para los dos usos, si puede moverse libremente de uno
al _otro. _Jisto se hace especialmente claro si suponemos que toda la
existencia oe oro mera amonedada, cosa indudabiemen'te posible
ippdmexo tendría en tal caso un valor y un precio, pero la explica­
ción precedente quedaría destruida. La suspensión de la acuílción
de un .ado, x xa piombicion de fundir las monedas dei otro ofre­
cen ejemplos característicos de la experiencia sobre el carácter"rí-
dependiente dei valor del dinero,
Ei valor^ del dinero como dinero, puede separarse por entero
. rí ^ puiií-o prí vista teonco, de su valor como matend Este
lUumo es indudabiemejite el origen histórico del primero p Ó o
, n principio, popmos desdeñar ei vaior de] materiafal explicar ca-
t“ a b o " rrírí de
.a^^aport.mcn * las luentes de nn río, a su cauda],
podemosbesdeñar
en su parte
L L l t i' que los individuos reciben una porción
e . umoades oe algún medio de cambio sin valor de uso, distribuido
en proporción a su posesión de bienes, o mejor, a estl última e b
presada en precios; unidades de medio de c ríb io por las cuaks
-'"-t h toaos los bienes en cada período económico. Este
simplemente por su carácter de medio de cam-
L d o L d ríb P°^ hipótesis, que de cambio.-ts
ro rí ftifh ™ “ forma diferente,
sOm„ s.naiabamos antes respecto a ios bienes producidos para el
: í f r í t e b ” -rí U e pueda recibir
V rírí mdividuo —repetimos— valorará su dinero
y “ n s» cada uno expresara en dinero sus es-
ly f t de valor de oíros bienes, tendrían estas estimaciones
Significación diferente, de individuo a individuo, a pesar de su equi-
vgencia numénca. Verdad es que en el merladoLada bien sLo
t-ndia un precio en dinero, y en el mercado no podrá haber sino

iiü ylIrílfíStef
LA CORRIENTE CIRCJLCL
rn Diecio en dinero en cada momento, i odos ios inaivicraos cdcu-
lan con estos precios, y tienen aquí un punto _de contacto. Aero
sosamente en forma superficial, pues ios precios tienen una sig­
nificación distinta para cada cual, _a pesar de ser iguales puia
todos; significan para cada uno límites distintos a la adquisición
.iCómo se forma entonces ese valor personal de cambio del di-
neror Enlazaremos ahora ia teoría del dinero con Ío que dipmos
anteriormente sobre la corriente dei proceso económico. Venios
c^imediatamente que según nuestra concepción,^ ei valor de cambio
pmsonal debe volver a los bienes de producción. Dijimos que los
bienes de nroducción son partidas transitorias y que no representaii
una formación independiente de valor en una economía de cambio^.
Piiimos también que no marcha en ningún m.omento hacia los qui­
los poseen una corriente de “ingresos”. No hay, por tanto,^opor­
tunidad para ia construcción de un valor de cambio personan e nv
dependiente dei dinero. En los cálculos en dinero dei lio more ae
negocios, lo mismo que en el proceso económico, los medios ue pro­
ducción producidos son, bajo nuestros supuestos, partidas transito-
rrís Estos individuos no estimarán el dinero de acuerdo con su
valor de cambio personal, dado que no se obtienen por el bienes
para el consumo propio, sino que lo hacen circular. De edo dedu­
cimos que no será posible buscar aquí la determinación del vaior
de cambio personal dei dinero; por ei contrario, pueue afirmarse
Que el valor de cambio que se refleja en estas operaciones debe
orio-inarse en algún punto. Sólo permanece, por tanto, la corriente
primaria de bienes, solamente ei cambio entre ios sermcios de a
tierra y trabajo, de un lado, y los bienes de consumo, de otro. La
existencia total de dinero se valora solamente de acuerdo con los
valores de los bienes de consumo que pueden obtenerse_ con dmeio.
El punto fundamental es, por tanto, el cambio de los ingresos no­
minales por los ingresos reales, que es precisamente el punto del
proceso económico en el cual se forma el valor personal de cam­
bio y, como consecuencia, el precio del dinero. El resultado pue­
de exoonerse ahora en forma sencilla: el valor de cambio del di­
nero oara cada cual, depende del valor de uso de los bienes de
consumo que se pueden obtener con los ingresos. La demanaa_ to­
tal efectiva medida en términos de bienes en un periodo, sirve
como escala de valores para las unidades de ingreso disponibles en
este proceso económico. Como consecuencia, existe para cada in­
dividuo —bajo condiciones dadas-^ nna_ escala de valoraciones de­
terminada inequívocamente, y una utilidad marginal definida de

i: y
61J-’^"'''- ' -^ N- O E SE ÍívbljV IM IE N T O ECONÓMICO

su existencia de dinero/'” La magnitud absoluta de esta existencia


de dinero en un sistema económico, carece de importancia. En
principio puede afirmaise pue un total mas reducido consicrue |os
mismos resultados que uno mayor. Si suponemos constante la can­
tidad existente de dinero, existirá la misma demanda por él, un año
con otro, y se establecerá el mismo valor del dinero para cada in­
dividuo. El dinero se distribuye en tal forma en el sistema econó­
mico, que aparece un precio uniforme para él. Éste es el caso en
el cual se venden todos los bienes de consumo, y se pacran todos
los se^rvicios de la tierra y del trabajo. El cambió entregos servi-
cios de la tieiTa y del trabajo, de un lado, y los bienes de consumo,
e otro, se divide en dos partes.- el cambio de los servicios de la
uerra y el trabajo por dinero, y el de los bienes de consumo tam-
bien por dinero. Dado que el valor y los precios del dinero debe
ser Igual de un lado, a los valores y precios de los bienes de con­
sumo y de otro a los valores y precios de los servicios de la tierra
y traba|0 ,- es claro que las líneas esenciales de nuestra represen­
tación no se alteran por la inserción de los eslabones intermedios, y
que el dinero solo actúa como instrumento técnico, sin añadir nada
nuevo a los fenómenos. Podremos decir, para emplear una expre­
sión conocida, que el dinero representa el manto de las cosas eco-
nonucas, y que no se ehmina nada esencial haciendo abstracción

A piimera vista el dinero aparece como un pedido general de


diferentes cantidades de bienes”^ o, como se denomina con frecuen­
cia, como poder de compra general”. Todo individuo considera
en piimer lugar al dinero como medio de obtener bienes en (yene-
ral; SI vende sus servicios de tierra o trabajo, no los vende contra
bienes definidos, sino contra bienes en general. Pero si considera­
mos ia cosa con mayor atención, adopta ésta un aspecto diferente.
Con una técnica dada dcl cambio en el mercado y hábitos determinados
de^pago. V easc por ello, Marshall, Money, Credit a? d Covwrerce, o la obra de
7

rv i ’ Rejonn, y también Schlesinger, Theorie der


Cidd- mui Kreditxvirtscbaft. ^ u tr
miro "'A'or claridad, un sistema econó­
mico airiadü, dado que la inclusión de relaciones internacionales complicaría
la cuestmn, .sin contribuir nada esencial. Similarmente consideramos un sis-
fec?a •’ individuos en dinero, y en forma per-
lecta, estando conexionados mutuamente. ■
*
”1 E sy concepción puede encontrarse ya en Berkelev. No se perdió nun­
ca, habiéndola puesto de nuAo en circulación j. S. Mili. En líi literatura
contemporánea alemana, puede encontrarse especialmente en Bcndi.ven No
se halla en contradicción, con la teoría de la cantidad, ni con la dcl costo de
producción, ni con la dcl “balance”.
LA CORRIENTE CIRCUL
Pues cada individuo valora sos ingresos en dinero según los Cie­
nes que pueda realmente adquirir con él, y no de acuerdo a im
bienes en general Cuando habla dei valor del dinero, ílotan con mas
o menos claridad ante sus ojos los bienes que compia de {Andina,lO.
Si clases completas de compradores cambiaran súbitamente ei em-
nleo de sus ingresos, cambiaría también el precio del dinero >^ su
valor personal de cambio. Pero eso no sucede normalmente,
que se suele pensar en un plan general de gastos como el mejor, v
no se cambia con demasiada facilidad, ú ese es ei motivo poi ci
cual cada uno puede contar de antemano con un valm y preem
constante del dinero, precisando solamente ajustarlos gradualmente
a las condiciones modificadas. En consecuencia, podremos decir
también del dinero lo que antes dijimos respecto a todos 1)^ cLmus
bienes, es decir, que existe en alguna parte del sistema económico
una demanda del poder de compra existente, una oferta de bieijcs
por él, y que la gran masa de dinero, lo mismo que la de n^edios
de producción y de consumo, corre a la larga por ios mismos ca­
nales. También podemos afirmar que no alteramos nada esencm.
imaoinando que cada moneda se mueve exactamente por la misma
ruta''en cada>eríodo económico. Esta relación entre los ingresos
reales y los nominales, o medidos en dinero, determina también ios
cambios en el valor del dinero.”^
Hemos considerado hasta ahora al dinero únicamente como me­
dio circulante. Hemos tenido ante nosotros sólo la deternúnación
.á " del valor de esas cantidades de dinero que se emplean efectivamen­
%' te en forma periódica para llevar a cabo el movimiento de ia masa
de mercancías. Existen, como es_ natural, y por razones obvias en
todo el sistema económico, cantidades de dinero inactivas, y aun
no hemos exnlicado la determinación de su valor, pues hasta este
momento no^se ha explicado ningún empleo del dinero que precise
una acumulación por encima de la medida que permita al individuo
4" pagar sus compras usuales. Volveremos más tarde sobre este punto.
No penetraremos más allá en su análisis por el momento, conten­
tándonos sólo con haber explicado la circulación y la determina­
ción del valor de aquellas cantidades de dinero que corresponden
a las transacciones fundamentales de cambio que hemos dcsciito.
En cualquier caso, no es preciso mantener existencias importantes
> de dinero para otros propósitos, en la corriente circular normal en
I
que aquí pensamos.
-i Hemos despreciado también otro elemento. El poder de coin-'
■- pra se emplea, no sólo para realizar el cambio de los bienes de
Véase W ieser, loe. cit.

rí '
DESENI^OL v^MIEMTO ECONÓMlCO
consumo contra Jos servicios de la tierra y trabajo, sino también
j.' ; para transferir la propiedad de ios agentes naturales, y también se

I transfiere el propio poder adquisitivo. Podríamos tomar en cuenta


todos estos elementos sin grandes dificultades, pero tienen mía sig­
nificación esencialmente distinta de los que analizamos dentro del
marco de k discusión presente. Sólo podemos señalar que en el
procpo económico continuamente renovado que hemos’ descrito,
habría poco Jugar pma estas cosas, pues las transferencias de poder
adquinti'vG como _tales no son elementos necesarios en ese proceso,
que corre como si fuera por propia iniciativa, haciendo innecesarias
inS operaciones^ crediticias. Apuntamos ya anteriormente que no
se hacían anticipos a los terratenientes y obreros, comprándoseles
soímicnte los ^medios de producción. Ésto no se altersf por k in­
tervención del dinero, y esptan innecesario mi pago adelantado en
dineio comc^ nn adeíanto de bienes de consumo o de medios de
producción. Indudablemente no precisamos eitclnir el caso en el cual
los individuos obtienen prestado^ poder de compra, transfiriéndoles
parte de sus poderes productivos originarios, como
tierra. 1 aj es el naso de préstamos para consumo, totalmente des-
pío vosco de interés a los efectos de nuestra exposición. Ocurre lo
mismo —-como veremos más tarde— con las transferencias de tie-
ira _y ciaDaio en general, y podremos decir, por tanto, que ei dinero
no^ tiene otio papel en la comente circular que facilitar la circula­
ción de las mercancías.
^l Oi una razón parecida hemos desdeñado los instrumentos de
y f indudable que no sólo una parte, sino la totalidad del
proceso ciei cambio puede ser resuelto por tales medios crediticios
f uo deja de tener interés suponer que en vez de haber circulación
metálica solo circulan letras de cambio. Por ejemplo, nos mostra­
ría que la arirmacióii^sobre la necesidad oríg'maria de que el dinero
tuviera un valor intrínseco no significa que deba circular esa mer­
cancía particular. Pues para conectar ei dinero con los demás bienes
es mficiente que esté relacion ado con algo de valor definido. Por
tanto,^ podríamos llevar adelante el proceso económico sin la inter-
tención de dinero metálico. Quien quiera que abastezca servicios
de la tierra y del trabajo recibiría una letra por una cantidad de-
terminada de unidades monetarias, comprando posteriormente con
ella Dienes de consumo, para volver a recibir en el período siomiente
aceptamos nuestro concepto de la identidad de rutas i^corri-
das periódicamente por el dinero— la misma cantidad de unidades en
i Gi ma de otia letra de cambio. Suponiendo un funcionamiento re­
gular y aceptación general, este medio de cambio llenaría a la per-
ORRIENTE aRCU LA Tl

fección el papel de dinero, valorándose por los mdividnos, por ese


■oiotivo, exactamente lo mismo que ei dinero metálico, y cambiaría
de mario a los mismos "precios'’’ expresados en inercancías.^ irsto^ es
absolutamente cierto aun si no hubiera redención a metálico, sino
simplemente una serie de derechos a medio legal de pago, anulados
reciorocamente. Flabrá, por tanto, nna demanda de aquél memo oe
cambio, que será contrapesada por una oferta equivalente, oaio
nuestros supuestos. Pero como hemos visto, que el precio d e ja
unidad de dinero metálico no hace sino reflejar ei precio de los
bienes de consumo y, por lo tanto, de ios de producción, se agüe
que el freno de nriestras letras de cambio hipotéticas reíiejaran lo
mismo. En consecuencia, se negociarán por la totalidad, de su va­
lor noiiifiiüi, o, con otras palabras, estarán siempie a la pai, pue^)
no existe ningún motivo que autorice un descuento. Este argumen­
to nos muestra en nna forma más práctica que uno anterior, que
en un sistema económico basado en nuestros supuestos, no exis­
tiría el interés y que, por lo tantO', eí ienomeno del Ínteres no se
evolica Dor la. lógica de las cosas econóiTiicas, tai como ha sido des
crita aquí.
Pero aparte de eso no existe motivo para que nos ocupemos con.
iriavor detalle en este lugar de los instramientos crediticios de pago.
Si se limitan a reemplazar algún dinero metálico ya enástente, su
uso- no producirá por sí -mismo ningún fenómeno nuevo. Si una
operación concreta de cambio se liquida a la. larga por tales instru­
mentos de crédito, éstos juegan ei mismo papel que jugaría una
cantidad equivalerite de -dinero metálico, y no habría por e j mo­
mento un incentivo para introducir el crédito en .la corriente circu­
lar'que debiéramos examinar. Por -esta misma razón, pero también
porque el elemento crédito se hará- importantísimo para nosotros, y
porque deseamos contrastarlo agUQamente con las i-unciones del
dinero descritas aquí, supondremos que iniestra circulacio-n se com­
pone por el. momento sólo de dinero'metálico,®® es mas, de oro,
53 t a 'cantidad de “dinero metálico” en tal sistema económico corresponde
no solamente -a un nn/el de precios definido, sino también a una -v-exocidad.
de circulación dada. Si se abonaran todos los ingresos anualmeni.e, se reque­
riría indudablemente una cantidad mayor de dinero, o serían inferiores los
precios que si se abonaran semanáimente. Suponemos que la velocidad de
circulación es constante, dado que estamos de acuerdo con Wieser cuando
dice (loo. cit. pp. 522 ss.) que los cambios en la velocidad de circulación, lo
mismo que en la cantidad de medios crediticios de pago, no son causas inde­
pendientes de los cambios en el nivel de precios, dado que se inducen de los
movimientos de mercaderías. Desde nuestro punto de vista sena preferible
decir “en la medida en que” se inducen en lugar de “dado que”. Vease
66' DESENVOO/IMiEMTO ECONÓMICO
para .simplificar k arg-omentación. -Con objeto de mariíener ambos
elementos separados, sólo entenderemos por dinero el metálico, E in-
cluirTíOs -dicho concepto, conjuntamente con tales instrumentos de
crédito que no reemplazan simplemente cantidades pre¥Ía.mente ejds-
teíites de dinero, en ejl concepto de medio de pago. El problema
sobre si los “medios crediticios de pago” son dinero, se tratará más
adelante.®^
Existe, en consecuencia, una corriente -de dinero correspondien­
te a la de bienes, que es opuesta a ella, y cuyos movimientos —^bajo
-el supuesto de que no aumente ,1a .cantidad de oro, ni se realicen
movimientos unilarerales— reflejan sólo el movimiento de los bie­
nes, Con esto hemos cerrado la descripción de i-a corriente cir-
■cular. Para una economía de cambio en conjuriíó existe la misma
co-ntiouidad y, bajo los mismos supuestos, la misma Invaria-billdad
que para una economía natural en la cual no se realizan transaccio-’
nes de cambio; continuidad y. constancia no solamente de los pro­
cesos, sino también de valores. Seria en realidad una mala inter­
pretación los hechos hablar valoraciones sociales. Pues las
valoraciones psíquicas deben vivir en una conciencia y ser, por tan­
to, individuales, sí es que la palabra ha de mantener algún signifi­
cado, Los valores de que nos debemos ocupar aquí no tienen sig­
nificado con referencial al punto de vista del sistema económico en
conjunto, sino solamente al -del individuo. El hecho social, aquí
como en todas las valoraciones, se halla en la circunstancia de que
los-valores individuales están íntimamente relacionados, no siendo
recíprocamente independientes. La totalidad de las relaciones econó­
micas constituye el sistema económico, lo mismo que ia totalidad
de las relaciones sociales constituye la sociedad. Si no puede ha­
blarse de valores sociales, existe, sin embargo, un sistema social de
valores, un sistema de valores individuales. Estos valores se hallan
relacionados mutuamente lo mismo que los valores en la economía-
del individuo. Operan recíprocamente a través _de la relación de
cambio, de forma que influencian y están influenciados por todos
ios valores de todos los demás individuos,^ En este sistema social
de valor se reflejan todas las condiciones de vida en un país, expre­
sándose en él en particular, todas las “combinaciones”, Ei sedimento
también Aupetit, Théorle \ie la mormme; D el Vecchio, “T eoría della m o-
neta”, en la revista Giomcdé degli EconoTmsti (1909). r
5-4 Véase sobre el concepto de “poder adquisitivo”, entre otros, D aven-
port, Valué and Distribution.
■55 Existe una interdependencia general entre ellos. Véase Wesen^ lib. n,
para una documentación más detallada sobre esta cuestión.
.
LA CORRIENTE CIRCULAR

j 1 'ci-P-ma social de valor es el sistema de precios. Es una unidad


e í el mismo sentido. Pues los precios no expresan,
de estimación del valor social ae un bien. NÍo son, en /er
dfd Ta expresSn inmediata de un valor definido, s m o s o l^ e n r .
el isu ltad o de procesos que operan bajo ia presión de muchas v._
loraciones individuales.

’ dje :
i'
C A P ÍT U L O II

EL FENÓMENO FUNDAMENTAL
DEL DESELÍVOLVIMÍENTO ECONÓMICO

Í l
social que racionaliza- nuestra vida y pensamiento, nos
iia mejs.ao cicl trataml'ento meíafisico del -desenyolvimlento social,
i
rnostranaorjos la posibilidad de un tratamiento empírico; pero ha
m ch u óu Liabajo en íorma tan imperí-ecta que deberemos ser cnida-
dos-us ai oniiparnos del propio íenomeno, más aún del concepto aue
lo comprende y mucho más al vérnoslas con la palabra que 'desioTia
el concepto, cuyas asociaciones pueden rfiducirnos a error en toda
mase de direcciones, -loda búsqoecla de un 'dentido” de la historia
vy estieciiamente con la concepción metafísica previa. —~y IL
iiiss p.8.eCi&aiTiente con jas ideas que riacee de las raíces metafísicas
y se transforman en sus conceptos, si (deiando de lado lagunas'im
^ Iv ^ k s) queremos obligarlas a reaiizar''el trabajo de la ciencia
^mpiiic.a--“ a pesar ae n.o ser en si un precoricepto' metafísico. Lo
mismo puede ciecirse ciei postulado de que una nación, una civiMza-
o la totalidad de la humanidad debe mostrar un desarrollo
híieai, como- supuso un espíritu tan poco abstracto como el de
R-Oschei y también ios iiinumerabies filósofos y teóricos de la his-
pGxia, en la ¿inea brillante que corre desde Tico a Lamprecht. Po­
demos incluir también aquí todos ios pensamientos evolucionistas
q^tie iieneri so. punto de partida en las teorías de Dainvin —al menos
si 'SSto n.-u-‘ Significa otra cosa que razonamiento por analogía— y ei
prejuicio i^lcológico -qne consiste en ver en los motivos y actos de
voluntad algo más que un reflejo dei proceso social. Pero la idea P
evolucionista se encuentra hoy desacreditada en nuestro campo, es­
pecialmente en lo que respecta a los historiadores y etnólogos, y
esto por otra razón. Se añade la acusación de diletantismo al cargo

A- W eber. Como verá el lector los


términos _racional ’ y ‘'empírico” significan aquí cosas relacionadas, si no es
qne idénticas. Son igualmente distintos de y opuestos a lo “metafísico”, que
ampiica ir mas alia dei alcynce de la “razón” y de los “hechos”, esto es, más
aLa d y ^^ino de la ciencia. Muchos tratadistas han adoptado el hábito de
denominar racional” a lo que nosotros consideraríamos como “metafísico”.
i or, eso hacemos esta advertencia.
fhf " ~
SL tJirTcMFNC FTjNDAiPlLN'r/T., b‘
de misticismo acientífico y anticientífico qne hoy rodea ias_ ideas
“evolticionistas”. Muchos hemos perdido ia paciencia con todas las
íxeneralizaciones superficiales en qiie juega tm papel la palabra “'e¥0-=
fución”, . , , , 1 .
Debemos abandonar tales cosas, sigmenoo en pie en ese caso uo;®
bembos: primero el del cambio histórico, por el cual las condiciones
sodaies- se transforman en ^hndidduos^’ liistóricos, en ei tiempo
htitótico. Estos cambios no coiistiriiyen mi proceso --nvv-u>, .m
movimientos de péndulo alrededor de un centro. Ei correero a e
desenvolvimiento^ social se define por estas dos circtrnsi-ancias con-
-juntamente con otro hecho: que cuando no lograrncs 'nrolJcap aae-
cuadamente un estado histórico de cosas, pandende oej cuecemenm,
reconocemos la existencia de un problema no soiuriontlo pero no
ínsolubie. Y esto es válido en primer mgar para el caso ipdiymuaL
Por ejemplo, comprendemos la fiistorla. política niteiir? d-c z-_iemíi“
nia en 1919, corno uno de los efectos áe k guerra precedenre P'uo
también es válido ei principio para problemas más genemi^-
— evoliacióri
'Da -n f f
económica -ers, l'wv—.í-í-’-.-i ahora
tiiasta -yíT- s-oiameiii-e
í .íS'V-ls-Así- •rO)D1 ae
estudio de la historia económica, cy-e a su vez no es smo una parte
de la historia universal, separada solo de la restante con fines de
exposición. Pero no puede explicarse la transformación vruíCtNtiuti
solamente por las condiciones econÓTmaüs anteriores, a causa de
la dependencia fundamental en que se encuentran los aspectos eco-
nómícos de .las cosas respecto dekodos los demás., Phes la skuación
económica de un. pueblo no es solamente un resuÍixw3o de las con­
diciones económicas precedentes, sino de la situacioii suiceiior to­
mada en su totalidad* Se menosprecian demasiado las dificultades
expositoras y analíticas -—por lo menos en ia práCi.ma, si iio '.wl
principio—- por los hechos que constituyen la base de ia iníerpreía-
ción econóniica de la historia; sin necesidad de adoptar una posición
favorable o contraria a dicho punto de vista, podemos afirmar que
el mundo económico es relativamente independiente por abarcai
una parte tan considerable de la vida de una nación, conformando
o condicionando en gran medida la restante; por eso escribii histo-
ria económica aisladamente, es distinto de escribir digamos-™ ^ia
historia militar. Debemos añadir a esto aun otro necho que facilita
la descripción,separada de cualquiera de las divisiones del pxoceso
social, io d o sector de la vida social está habitado por un grapo
de gente determinada y característica. Los elementos heteronomos
no afectan al proceso social -en cualquiera de tales sector<wS en lor-
ma directa, como lo hace una bomba que al explotar afecta a
todas las cosas que existen en el lugar en que io hace, sino soiamen-
70 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

te a través de los datos y k conducta de los habitantes de tales


sectores; y aun en el caso de que ocurra un acontecimiento como
ei sugerido por la metáfora de k bomba que hace explosión, sólo
ocurren los eiectos según el manto particular con que los vistan
aquellos primariamentfe interesados. Por Ío tanto, así cómo podemos
aiirmai que la descripción de los efectos de la Contrarreforma so­
bre la pintura italiana^ y española siempre será historia del arte, po­
demos afirmar también que la descripción del proceso económico
sigue siendo historia económica, a pesar de que Ja verdadera causa­
ción sea extraeconómica en su mayor parte.
itl sector económico está abierto también a una variedad infi­
nita de puntos de vista y modos de ser abordados, que pueden ser
clasificados según la amplitud de su campo, o según el grado de
generalpación que impliquen. De una exposición de la naturaleza
de la vida económica del monasterio del bajo Altai en el síd-Jo xiii,
a la exposición -de Sombart sobre el desenvolvimiento de °a vida
económica en la Europa occidental, corre un hilo continuo y lóm-
cam>pile uniforme. Una exposición del estilo de la de Sombart es
teoría, mas aún, es teoría del desenvolvimiento económico en el
sentido que le queremos dar por el momento. Pero no es teoría
.económica en el sentidp en que lo es el contenido del primer capí­
tulo ae este iibro, que |es precisamente lo que se ha entendido por
teoría económica” desde los tiempos de Ricardo. Es cierto que la
teoría económica en ei último sentido juega un papel importante
en una teoría del estilo de la de Sombart, pero un papel totalmente
subordinaao, a saber: ofrecer el aparato analítico a la línea del pen­
samiento para los casos en que la conexión de los hechos históricos
sea suficientemente complicada para precisar métodos de interpre­
tación que vayan más allá del poder analítico del hombre medio.
La teoría económica en su sentido tradicional, no añade casi nada,
sin embargo, cuando se trate de hacer inteligible ei desenvolvimiento
o sus resultados históricos, o de conseguir los elementos que carac­
tericen una situación o determinen un problema.^
Sm emoargo, los economistas se han ocupado siempre de este tema
es por no haberse limitado a la teoría económica, estudiando —^por lo vene­
ra. superficialmente— sociología histórica, o haciendo supuestos sobre el fu-
m ro económico. La división del trabajo, el origen de la propiedad privada
de la tie.ja el creciente cqntrol sobre la naturaleza, la libertad económica y
a segundad legal, he ahí los elementos constitutivos más importantes de la
sociología económica” de Adam Smith. Se relacionan claramente con el
marco social del curso economnco de los hechos, y no a una espontaneidad
inmanente de dicho curso. Puede también considerarse así a la teoría del
desenvolvimiento de Púcardo (por ejemplo, en el sentido de Bücher) que
-'kv

_________________________ _
ll f e n ó m e n o f u n d a m e n t a l

'No nos ocupamos -acfüi de la teo.ría del desenyoivnrnerico ^en


este sentido. No se indicarán factores históricos evolutivos —bien
sean hechos individuales, como la afluencia de la producción^ ame­
rican a de oro a Europa en el siglo xvi, ni circunstancias “más ge­
nerales”, como cambios en la -mentalidad del hombre económico, en
el área del mundo civilizado, en la organización social, en las cons-
exhibe ia siguiente línea dei penss.m.ientí> que le valió la calificación de _“pe­
simista”; e i° hu-onóscico hipotético” que como consecuencia dei creciimento
prooresivo de^ la Dobkción,* coniuntaiíiente con el agotamiento progresivo de
la fertilidad del suelo (que s e p ia dicho autor no^ puede ser rnteiTumpido . ■ í
sino temoo-ralmente por ias mejoras eii la producción) se llegaría a una po­ y.:/
sición de estancamiento que debe distinguirse tajantemente de la posicaon
moTnentánea de descanso dei equilibrtc- de la teoría moderna, en que la si­
tuación económica se caracterizaría por una hipertrofia de la renta; todo esto
es totalmente diferente de lo que se errdende más arriba por ia j ^ r i a dei
desenvolvimientG, y nracho más aún de lo que entenderemos por tal en este 3
libro. M ili desarrolló el rnismo' punto en forma más cuidadosa, distinbuyen-
do asimismo en fc-rma diferente ei color y el tono. Sin embargo su libro iv,
h iflu en cia d e l iyrogreso- d e m so cied a d so b re la ■produce-ion y dístnbuctoT^
es en esencia lo mismo. Ei propio título- expresa hasta qué punto se consi­
dera el “progreso” corno algo de na-mraleza no económica, algo enraizado .en
los datos, que solamr nte “ejerce una influencia” en ia producción y distn-
bución, Sn tratamiento de las mejoras en “el arce ae la producción , es esen-
ciahnente “estático”. Dichas mejoras, según esta opinión tradicional,_son co­
sas que ocurren simplemente, y cuyos efectos hemos de investigar, sm
ocupamos del hecho en sí. Con esto lo que se silencia es el tema de ^mdiQ
de esta obra, o mejor dicho, su piedra angular. J. B. Clark (Esserttiaís o j
E conoirdc T h e o r y ) cuyo mérito fue la distinción^ entre estática y dinámica
hecha en forma consciente, vio ios elementos dinámicos como factores per­
turbadores dei equilibrio estático. Ésta es también_ nuestra opinión, y también
es fundamental desde nuestro punto de vista la investigación de los ef-ectos
de esta perturbación v el nuevo equilibrio obtenido. Pero mientras Clark se
confina a lo dicho, viendo en ello —lo mismo que Múl-— el sip ú ic a d o de
la dinámica, nosotros expondremos primero una teoría de dichas^ causas
de perturbación., en la medida en que signifiquen para nuestra posición algo
más que meras perturbaciones en que nos parezca que de su aparición e-
penden ciertos fenómenos económicos esenciales. Dos de las causas de per­
turbación mencionadas por aquél economista americano (auniento de capital
y de-población), son lo mismo para él que para nosotros sim.ples^ causas de
perturbación, ñor importantes que sean como “factores de cambio para otra
clase de problemas que acabamos de indicar en el texto-. Lo masmo_ puede
decirse de un tercer problema (cambios en los gustos de los^ consum idor^)
que también se tratará más tarde. Pero los otros dos ^(alteraciones en la téc­
nica y en la organización productiva) requieren análisis especial y evocan
alvo distinto de las perturbaciones en sentido teórico. El no reconocimiento
de este hecho es la razón singular más importante por la cual nos parece 5
poco satisfactoria la teoría económica. De esta fuente aparentemente tan ■t. _ i

insignificante procede —como veremos más adelante-- una nueva


ción del proceso económico que resuelve una sene de dificultades fundam i.
B E S É ^ O L V IM IE N T O ECONÓMICO
vt^Iaciones^ políticas, en la técnica prodnctiva, etc.-— ni se describi­
rán
: . _sus ^erectos -i.
para casos — individuales
— __^ ni ggrupos de casos.® Por el
iTTírífrariin
^contrario, se mejorara la teoría económica J- sus propios -proDÓ-
para
sitos, constmyendo^ sobre ella; construyendo sobre la teoría cuya
naturaleza me suficientemente expuesta en el primer caDÍtulo. Aun
SI tal cosa permitiera también a esta teoría colaborar^ meior que
nasta^ahora con la otra clase de teoría del desenvolvimiento, queda­
ría aun el hecho de que ambos métodos se hallan en pianos* dife-
• ^©íl.tlOSa
- f sigue. La teoría del primer capítulo
, descríbela vida económica desde el punto de vista de una^^co.:-
í u n r^ ' pasando por canales que son en esencia los mismos'
uno y otro ano --similar a la circulación de la sangre en un orga-
^ animal--. Ahora bien, la corriente circular y sus canales^se
Iteran en ex tiempo, y abandonamos, por tanto, la'analogía con
la circu.acion de la sangre. Pues aunque la ultima cambia tam bién
en el curso oel crecimiento y decadencia del organismo, lo hace
continuamente, esto.es, por pasos que sólo pueden suponerse más
pequeños que cualquier cantidad medióle, y siempre dentro'dd
mismo marco. La vida económica experimenta también tales cam^
bios, pero experimenta asimismo otros que no aparecen continua- ‘
T fn ll ^ alteran el marco, el propio curso tradicional. No poe- ^
en .er comprendidos por el análisis de la corriente circular a p e sa r 'í
de ser puramente económicos, y a pesar de encontrarse su expli- ¡
cacion entre las tareas de k teoría pura. Ahora bien, el objeto de '

Í Esta forma de plantearlo

empresarios. bi mi representación quisiera decir lo nn*- '■

C f i o ninguno. Y tenemos aún menos L r v e r col

g fS iS p S líS ^

"liiiliiilisSil
PbfírrA p-.c/--''“ >y I ryód-.'"'' “■%■; rq -0'. q- -:-.- ' ,-, -- -
J ’' "ó. ¡, -’r'-'-S-n.-:-- .-,—
■;.,-*i'-.-; ..■-,--“:‘-'r ^ ^ " ''-£'
ÉL FEN ó M E N S. FUNDAMENTAL.,: ^_

íiTiestra investigación es' precisamente esos cambios ,o transforma-


'ciones y los fenómenos que aparezcan como conse.cpencia de ellos. -’
Pero no preguntamos, Noe cambios de esta natii-rale.za .an ^ ec o
del sistema económico moderno lo que es en ia^ actbandad. ni
ñoco, .-cuáles son ias condiciones de tales cambios?_ Solamente pre-j
cuneamos, y en el mismo sentido en que io nace siempreTa teoría:
¿cómo rienen lugar tales modificaciones y que lenomenos econo- .
micos originan? ,
: La misma cosa puede plantearse en, forma dnerente La teoría
del primer capítulo describe la vida económica desde el punto
de vista de la tendencia del sistema económico hacia una posición de
equilibrio, tendencia que nos ofrece medios para determinar los i
pierios y'cantidades de bienes, y que puede ser descrita como una
adaptación a los datos existentes en el momento. En contraste con
las condiciones de la corriente, circular, esto no significa en si que
ocurra “io mismo” un año. tras otro; pues.solamente supone que con­
cebimos ios varios procesos del sistema económico como ™ ome-
nos parciales de la tendencia hacia una posición de equilibrio, pe^o •
no hacia la misma necesariamente. -La posicion de un estado idea! .
de equilibrio en el sistema económico, nunca alcanzado, a pesar
la-lucha constante por obtenerla (naturalmente en lorma incons­
ciente), se altera a bausa de la alteración de los datos. L ia teoría
Iltll carece de-armas frente a esta última. Esta construida en forma que .

pueda hacer frente a las consecuencias de tales cambios; dispone d
uistramentos especiales para ese objeto (por ejemplo, del- inst -
* -mentó denominado cuasi-renta). Si las modnicaciones ocurren
los datos no sociales (condiciones naturales) o en datos sociales ,
económicos (aquí entran los efectos de la guerra y los cambios
en la política comercial, social o económica) o en los ^^tos de dos .
Consumidores, no parece requerirse una transformacmn tota, de
los instrumentos de investigación económica. Estos -
■ fallan solamente - y podemos agregar este argumento^al preceden­
te— cuando la propia vida económica altera p oryi misma sus pro-

lili
i píos datos por convulsiones. Los cambios continuos que ^pueden
L n sfo rm a fe o n el tiempo, por pasos infinitamente pequeños, una .
tienda sin importancia en un gran almacén, caen bajo^ el anatei
“estático”. Pe'ro éste no puede predecir las consecuencias de alte­
raciones discontinuas en la manera tradicional de realizar las cosas;
tampoco puede explicar el porqué de tales revoluciones producti­
Él
ll»
vas, ni de los fenómenos que las acompañan. Solo puede ^nvestigar

M
i l l
la nueva posición de equiHbrio posteriormente a la realización,de
las alteraciones. Y nuestro problema es precisamente la ocurrencia.-.
j;fiícS§8ftcó''
. de los cambios revolucionarios”, el problema del deseovolvimiento
■. económico en un sentido muy estrecho. La razón por la cual
; exponemos asi el problema y abandonamos la teoría tradicional no
. ■ reside tanto en la consideración de que las alteraciones económicas
. hayan ocurrido asi, especialmente, si bien no únicamente en eT slf
' ci™es!“ ”°™ ‘'° «no en lo fructífero de tales altera-

“desenvolvimiento” solamente los

■ no ¡L t e n S s álr un origen interno. Si resulta que


que d fenórn en? de la esfera económica; y
' I tá íLdT dT en k^nr' desenvolvimiento económicS
datos se alt-ran arlF F simplemente en el hecho de que los
aatos se altaran, adaptándose continuamente a ellos la economía É ii
' ~ T d í T ; u T ' f "" ‘‘- - “ uto económico.
mos por ello que este no es un fenómeno que pueda explicarse
económicamente, sino que la economía ~ q u e \ a re L de dSen™l
k™ÓTe“ r F S é ° r ‘^'upui^da por los cambios del mundo que
vlmfeíro ^ddie K í’ explicación del desenvol-
U“ ° ’e c :„ 1m ic r“ <3-
’ proceso de desenvolvimiento al mero
X ^ ^ a PuefnÓ por el de la población y la
_q . Pues no representa fenómenos cualitativamente diferentes
smo solamente procesos de adaptación, de la niisma c L e T u T t e
cambios de los datos naturales. Dado que deseamos dirigir nuesL
‘t I ;?
c a ^ ^ b ird e 'te d a tS T ” ' " " ’ consideraremos tal crecimifnto como
soh Z °í desenvolvimiento reposa finalmente i»
'la e s L l d T r c n l T r para ^ver claramerne ifp^s lláíSv
ddem^do mii el h’ abstracción de este hecho, con­
siderando que el desenvolvimiento se origina desde una posición
'^
d e l^ a ^ ta f ganancia del empresario, interés
mostraSí lo^ fructífero ^e-
ceonco experto Jas difícuitades míe roa í ^ r ejemplo, para el
‘ crecientes la c u íd ó n de k 9 “.^ r « ‘i « n al problema de los rendimientos
vas de k o f e r í ^ T u d e m ¿ k V e í í e P ” ^^ intersección entre las cur-
lisis de MarshaU L podido i^e^cJver tiempo, que m el propio aiíá-

ú g .^ £ n “ ™ í r .“ “ biiente y no
embarco, su e x is t S ia ^ a “*Pbcaaon del método estático'. Sin
n u estrí Mentido, P e r ó ™ ^ í ° e^S; c“ ™ rm ¿"
EÜ FEN ÓM ÉN Ó'FBN B

cin desenvolvimiento. Todo proceso de desenvolvimiento crea las


** aviones necesarias para el siguiente. Por tanto, se altera la for
mTdél las cosas resultarán distintas que si cada fase concre-
ÍS de d ^ s e ^ o ^ se hubiera visto obligada a crear sus prop as
condicTonersi queremos, sin embargo, llegar a la raíz de asunto
nrnodemos incluir en los datos de nuestra explicación elementos
^ híivíí fie exDÜcarse Pero si hacemos tal cosa, crearemos
.1 « .c ta y i> ~ i * . 1” "■
presentar una dificultad importante para el lector
^ Si he conseguido un éxito mayor que en la primera edición
nara concentrarla exposición sobre los aspectos esenciales evitando
C coXrensLnes erróneas, no serán necesarias más explicaciones
especias ¿ Tas palabras “¿stática” y “dinámica”, con sos m„ume-_
rabies sienificádos. El desenvolvimiento, en nuestro sentido, es u
S n ó m ¿?^ carrcterístico, totalmente extraño a lo que puede ser r
Sise^ado eTla corrieme circular, o en la tendencia al eqmbbrio.
Es un cambio espontáneo y discontinuo en los cauces de la corn
m atoadones del equilibrio, que desplazan siempre el estado de
emñlibrTo eSsLnte con anterioridad. Nuestra teoría del desenvol-
X e n ¿ n“ es s ¿ o el estudio de este fenómeno y los procesos que^,
le acompañan.®
■ ^ II ,
Estas alteraciones espontáneas y discontinuas en los cauces de |a
corriente circular, y estas perturbaciones del centro de equilibrio,
aparecen en la esfera de la vida industrial y comercial y no en la
esfera de las necesidades de los consumidores de productos acaba­
dos. Allí donde aparecen cambios espontáneos y discontinuos
« En la primera edición de este libro lo llamé dinámica .
ferible evitar aquí esta expresión que puede confundyn^ con fa c ilid a d ^
las a L k d c íie s^ q n e se adscriben \ sus varios significados; vale mas decir
simplemente lo que deseamos: la v id a . ecpntoica v a m ta i
norrios cambios en los datos a los cuales tiende a adaptarse. Pero esta no ^
Fa única clase de cambio económico; existe otro que no
Tx>r la influencia de los datos extrínsecos, smo que surge dentro del siste ,
Fiesta clase de cambio es la causa de fenómenos económicos tan im p o rt^ -
F rinp valp Ifl nena construir una teoría económica especial para ella,
' ' l^ d o este obieto de los demás factores de las modificaciones. El autor pi e
que se le p ein ita añadir otra definición más exacta que emplea
1 Finf» TTíimns a considerar es aquella clase de transformaciones que
ial S o J o T t e L s í tal fomra su punto de ec,ml^.o
- F S no iuSde^dcanzarse el nuevo- desde el antiguo por dteraewnes
fFstTmdes^Apegaemos sucesivamente todas las diligencias que queramos, y
no formarán nunca un ferrocarril.

yi m IH
m
‘ r’- •!
’! -t
E& n ó m Íc o

«en.fl a uu^carabio rependrio r]p7oí^dí- "«S'°“ os debe hacer


POj. Lanro, de una cuestión d= P°®^ti]emente se traía
nes de su conducta que no sr‘, 7 T ?P°-amidad de adaptacio
Pn cambio en ia p ro ¿a c o n d u í L ' L ^ o *
S S ! ’ pPobiemas que -1 de m Z ■ Pre=¡enta, en con-
torai^s. m requiere un método disdn-o“Í' na-
.^oesdeiiareiiios coa?o^iíer oc " -i '^-^sísoiieiito oo^ 'i
IJo ^ ^ S o i r S í P f e
quena la espontaneidad de ks nec^kd^rl ^ oe-
S ^ r i T S s s s

^istem,. econainico no tienen í^do-o novaciones -I


necesidades surian nriirerí^ ^ f “ ^nena que hs '“
adaotándnc» espontáneamente "“«™s
■' o-anio.’ i-d : aparato Drodii^nnrm '^^^^¿-umidores,
^amoo ia presencia de ese ne-o ^ ^ presión. No r-J
dnctor quien inicia el c a m b i r t P r ° : P°* ^ geherai, es e] pío
consumidores si fuera necesario-de ®'^“=^ndo indnsc l í o s
- coeiicia SI bien es D-rm'ieiKp" mdstentes Fn
remos Jas necesidades dePÓ f ”'"* ^‘ ccsldo que cSside

■ Sí? .¿ - S Í
“ talmente distinta en cuan-
itii
t e
Hí jemnte dichos materiales y fuerzas ^Fñ**^* en forma di-
nueva combinación” d e la anf-otrí ° prie pueda surp'iV i., '
Pequeños,
pequeños, existe -tiiuuaaDiernenm -camhi V_ ”-^”':r'"' ’^^-^-i'^í-an-ce a ppaso'
IndudabJemeít^aLb^^^ Z os '
p ero no podrem os hablar
iremos hablar de de un ? ’n L -P°®^^iemente
un fe’ P 'm ^ c m c crecim
i m i eien-
n-
p v o im m ie n to en nuestro sentido P f nuevo, ni d e T e t
■J caso, y que Jas nuevas e o m b i i o P en que no sea éste
-continua, p od rem os a f L t m a r í í í “ N " “ P n fo n m , 2 -
carac-terizan al desenvolvim iento P P P " ^ ^ óm en os que
feferirem o s a este ú itim o ¡ P o I a “ ,“ ®™encia, solam ente
bmaciones de medio's p ó d t m í i v í r o o ó nuevas com
| -p o siio ria . i i desenvolvim iento e’ n^ 1 razones de conveniencia
Ptresta en p ráctica de n u e v a f í N b P a d m ™ P -

,ihthí'ÍS;?s
ÍIÍV hi
iiii
. , .. . , , ,,,. . :-' '.-.Vi
77
SL raNÓMENC EÓiroar/jElFTAl.
fr-.
Kste concepto cobre ^
íiiicaón de BFi-nuevo bie.. - - ’ nueva calidad de M Q
fbm arizado los “ osom iaore,- o b
Ib n 2) La introducción de un u-*« ™ ¿
producción, « p
de la manutac-, J ■
a
Í* de uno no probado en un descubrimiento,
ture de que se trate, que n^ Órierrífic-o Y nuede consistí! simpo- t=q.r
“ u b o dlsde ei punto oe : f b ¿bercialm ente una mér­
mente en una ^“ ‘^ N d e 'u n nuevo
“ t í » t í - “" ; a r t í s t í i ”t í . »
cíurTdd
y
b a k de que se trate, a p-sai fuente de aprovisiona mientp
b
' f^sSdríníenorm ente, como ri como la de una
„ nueva organización üe i-nalquie formación de un
Q
i S r e t í t í s t í t s : r p t í i V i'—V

“ t í S t í t í y ~ “ t í t í t í : t í t í t í f”?;-.
acompañan a la creación de - p g,, primer lugar, ao e- .V J
orensFón de los ‘ ,: ¿ i r e rfoi las mismas perso-
Q
Sen d al que la r " !Ó b o c e T o pFoíuÓí^o o comercial j e d j e
■ñas qne controxan p uaeda -suceder—-• Poi W .
desplazarse por el 77;™ ^ suelen tomar cuerpo en “b e j
trano, las nuevas combmacio antiguas, sino que
■ empresas que generalm ente no s ^.jemplo ya esco-
■ ■comienzan a producir a Ldo^ de las diligencias quie-
■ ffido puede afirmarse que b o s - hecho no solamente sitúa la
SsuF natruyen que queremos J c n t o
discontinuidad que caracteriza P , J^de discontinuidaa ade- Q -
bajo un ángulo f'fírib a sino que también explica aspej s
más de la mencionada f ” „„Vecimiento3. Explica e s p e c i j j e
importantes del curso de los ^ nuevas combinacio-
economía de “ -T iafan ti^ as, de un lado el proceso
nes suponen la cli™"“ ‘°” .‘^^Í!l6m i?a y social de indiviauos y
Te la Irandeza y dejdencia ec— ca^y
' familias que es peculiar a es ^^^„ójnico, del mecanismo de la for
serie de fenómenos db nuevas combinaciones co
mación de fortunas privadas, e . antimias en una economía
e x is t ir á n también a menudo a economía socialista. Pero C 2
.. „o de cambio,, como,
las consecuencias económicas de
lec h o estarán ausentes nasta
b
^ = n r e c S ’í a ^ d r ¿ = ^ ^ ^ ^ Y
grandes combinaciones, como ocurre hoy d¿''cada‘^v e f

p j.
T. í f X i s i f L - s s ^ í ' - J r í~ r “ 2
;: » í i ^ ? « é S . ' " S L S ’“ í ' " ' ■ ™ ” .<.'“ d“ : s : ;
temente grandé para servir de Íínea^í manera es suficien-
; cas de dos épo-

■ ' "c*'ón pa° cial°con^Ste d e m e m o ' ^ ^ Wen solamente en co-


■• de prindpios fundaméntate n i F u o cu p em o s
ció/de nievas cimbLac1 o n ¿ i L e i '3“
de producción que no estuvieran m-;r'^^^ ^°í- ^ ®™píco de medios
el caso en la vida práctfca sTm“ frecuencia
materias primas no^ vendidas j
etc. Esto es indudablemente productiva no utilizada,
formación de nuevas combinar^- ^^^^stancia que contribuye a ía
vorable e i n c l u s d l s ^ r u t i T X ' p r t
es solamente consecuencia de hechos^ no Ío “ masa
ejemplo, una guerra mundial— o precisamentr^l'^d* P°^
to que estamos investig-ando F n ^ í mente dej desenvolvimien-
jn g ¿ su edstencia u K p e f fÍ íd l" ® “"h
puede ocurrir en una cÍ S ! 5
que utilizamos de p u n t o T partdT S
^ P-^ede
explicación, y ni,
equilibrada, co m o la
no podría tampoco explicar e f caso o F anual normal
siado pequeño*^y porque sería ahió Í ° J P™” er lugar dema-
pondiente de la producción dentro de 1° ex p ^ ió n corres-
admitimos esos mcrementos del, qorriente circular que, si
miento.r Por L g e n e r a o s ™ d e V e i-
de las antiguas lo^s m S ^ ^ n e ” estóos^de'’' " t
razones ya mencionadas, asumiremra uue P°*' das
objeto de dar más relieve a lo aue cntc?d ^ **’*‘^®” siem pre, con
damental del contorno. L a puL a ™"®’de7 ”'“ “ mo la línea fun­
ciones supone, por tanto simni practica de nuevas combina-
existencias de medios p ro d u c tiv o rd T empleo distinto de las :
podría ser una segundf definición í económico, lo que
tido que entendíalos dicho concepto tl^^^ en el ^^„-
^ -
• ■P.n nrpinor-rt1 I1 ‘-""'^epto. El rudimento
r - i ' de una
V*AA«, teoría
i,WVXxd
hasta te lentamente
™ « la tendencia de excederse conrim °é„T °°’
de cambio. “ “e' convirtiéndose asi en causa indejJsndiente

y' -
Fl': f e n ó m e n o "FÜNDAMENTAI.

pura del desenvolvimiento que . halla ^


gicional de la formación de que éste pro-
^ w " T a l s o e n r ^ f í m a c i ^ pero p‘asa por alto
voca. No hay nada lais .nmento lento, pero continuo en
cosas roncho mas importan.es. .Y od^-tfvos y de ahorro,
el tiempo, de la oterta del cur­
es indudablemente un fact P ¿ los siglos, pero se oculta
so jle la histona ^ ^ ej desenvolvimiento consiste pri-
completamente distinta de ios recursos existen-
manamente en el empleo en rorn importe si aumentan
,es, en hacer cosas más tangible en
o no dichos re^rsos. ií esto ^os distintos métodos
el tratatóen y de p e n o d ^ de tra-
de empleo, y rm de ah , económico en los últimos
bajo, han cambia ^ j población en especial, pero tam-
cincuenta anos, 3^ puede ahorrar, se hizo posible
bién de los recursos d distinto de ios medios existentes,
en gran medida por el es también evidente
El siguiente paso en , medios de producción para
por sí mismo: es P Conseguir los medios de pro-
Sfectuar las han de solucionar
ducción es uno de los Pues los t e con-

y a los productos demandados Una vez en m _


¿pera á forma automática, ^dem ^. el proWem^^^
ra en una economía natural, director como por ejemplo,
nuevas combinaciones, pues ° ® 5g ¿H a en posición de

- nadas circunstancias, el nuev ^ í „ Imnlios a los miembros de


temporales, privaciones o difáci-
la comunidad; pue ® la combinación antigua de la
c u a l C H e S r a r s e los m ydi» P re s X 'ó S " U
' d i s id L ^ d e r S tS o .'° R n a lm e n te , tampoco se plantea el pro-
y-raa:.en. una economía de competencia si Jos que desean realizar
_ , .... loevas eombimciones disponen de los medios DrodiicnYos n¿
. , cesarlos, o pueden obtenerlos, a cambio de otros d í Jos cuales dis-
,, ^ ponen, a cambio de cualquier propiedad que puedan poseer Este
b de propiedad p f r se, sino solamente
' propiedad disponible, que sea de tal
i.p peimrca su empleo inmediato para la puesta en práctica
^ de .2 naeva combinación, o pueda cambiarse por los bienes v ser-
i!,-i
mmc^pnceresante, asi como la regla— el poseedor de riqueza deh«
crédito, así sea el combinado más poderoso, si desea 11^"
.a practica una nueva combinación que no puede ^er finan
íi ciaaa por sns rendimientos anteriores, comb ocurre J o j los
este crédito as claramente “ w id d d e "
^p de Ii^dividuos q ue denominamos “capitalistas” Es obvio
^ e p s r e es el método característico del tipo de^sodedad^canitalism
■ pa-í-a sem/lr de d ifferen tia s p e lific a --
^ara obligai ai sistema económico a correr por nuevos^caminos
iT m U r de nue-ros fib s, en contraía 0^^
b a 'r e°tÍd“ d? V«^ra! de ia dase que se limita a ejer-
pod,m de mando aei organo dii'ectivo '
® duda las afirmaciones anterio-
?ai c td io l4 a b l “ " '° p -°« ra m m o s recalcada la importanSa
^ ortodoxia mas conservadora de los teóricos
~ oaema
z !:d ? sin
z Tel,, que hace independiente al individuo hasta cierrn
- la 4 da eco-
K c j iia«-ia el éxito sobre el corcel de sus deudas” Mi
f l í r e f lS S n conexión establecida entre el crédibo '
? ! realización de innovaciones, conexión que se tratará más ade
¿r S d k o í™ ° históricamen-

nn lado, porque fue n e c e b t^ r r fu b d b T ó r r L T d ^ ^ o S


aon empresas antiguas, y de otro, porque sn mecanismo u Z v cz en
Enconamiento debe utilizar también Viejas combinljíones por ra
sones obvias.^ Primeramente, . priori: ¿emos visto T e r p r i m í

también .conseguir por el ahorro.


Los “fondos de reserva” de Inq 1 ^ elemento,
rente anteriormente, ^ s n es asumen un desenvolvimiento exis-
» La más imporlante de las coate es la aparieién del interés prodpcti™.

.V. o...............'
5ü¥-
S^Í|Síi$fc
EL FENÓMENO FUNDAMENTAL, 81

'i-i-iln mi^ crédito no es un^ elemento necesario en la corriente_


ammal circular por canales acostumbrados-, no es un elemento sm
el cm l no podamos comprender los fenómenos esencimes de esa
/iltima De L ro lado, -el “financiamiento” es tan fundamenlM en a
W a “como en la práctica, para li-evar a cabo comtjinaciones ri.e»
Tti secundo idear, ios prestamistas y prestatarios paia. efect
S u stó a le s-n fa m El prestamista pre-^
^ciiTÍtalista uroDorcionaba dinero para lines^ -que no exan ae n
dos. Y todos recordamos aún al industnai que ^np-onia p^r ^er
cateo-oría por aceptar préstamos, despreciando a .os bancos j
lem s de c'ambioYEl sistema, capitalista de crédito na cxecrm , vi­
vido por el financiamiento de nuevas combinaaones en lOgOo^Ios
vaíses, si.bien en forma diferente en cada uno (el origen de .as gx^-
des comoañías bancarias en Alemania es especialmexxte típico) i i-
nalment¿ no puede ser origen de errores la expresión empieada
nosotros, de Yecibir crédito en “dinero o sucedáneos deí Jmepo^.
No queremos decir con esto, desde -luego, que pueda_ pxoduci.^v.^
con monedas, billetes o saldos bancarios, y no pretendemos stega.
que las cosas requeridas sean los servicios del trabajo, las matenas
' úrimas, y las helramientas. Sólo hablamos de los métodos precisos
P - o - f T^- f - g e q - e s t r a
teoría de la tradicional, como ya hemos indicado. xeoria acep­
tada ve un problema en la existencia de ios medios prodoctivos
' necesarios para el nuevo proceso productivo, o para cualqmer pr ­
enso tafíndole, y considera, en consecuencia, la acumulación de
• éstos como un servicio o función particular No a d m m ^
pro-biema, que se debe, según nuestra opmion, a un dem^
' Loso No eidste en la corriente circular, porque el cor.er de e^a
■ presupone cantidades dadas de medios de producciom Pero t x -
poco Axiste al llevarse a cabo nuevas combinacionev
Ledios productivos requeridos en éstas, se retiran de la corriente
- ' S r e ^ b i e n existan -y\ -allí, en la forma -q uen d a o ¿ f a n pro­
ducirse por el.'empleo de otros medios de producción allí emsten
como veremos en el capítulo v. T an pronto como el interés surge en el
sistema, se extiende por todo él. . Ae]- f>ié\o Eu
10 medms productivos no caen —como es natural— del ..leio.
S eb T É r Te jrriJA c n c o -,
^4 E n nuestro sentido! y por lo tanto incorporados a la com ente

£ c t T e f T T c u k ’r f e s decir, el caso del hcevo y la gallina.


tíisEN VOU VTíM ECONÓMICO

. tes. En lugar de este problema, se nos plantea otro distinto: el


, problema de retirar medios productivos (ya empleados en otro
lugar} de la corriente cij. cuJar, para asignarlos a la obtención de
S ; nuevas combinaciones. Esto se consigue por el crédito, mediante
el cual^ el que desee llevar a cabo la nueva combinación puede ofre­
cer mas que los productores anteriores, quedándose con los me-
producción necesarios. Y este proceso no puede describirse
enteramente en términos de bienes, a pesar de que su significado y
objeto resida en un movimiento de bienes de sus antiguos empleos
i, ■c., ■ a los nuevos que se les haya asignado, pues sería tanto como^des-
conocer algo esencial que ocurre en la esfera del dinero y del cré­
dito de lo cual depende la explicación de fenómenos importantes
en la íorma capitalista de organización económica, en contraste
con otros tipos,
^ Por último un paso más en esa dirección: ¿de dónde proceden
las sumas necesarias para la compra de los medios necesarios de pro-
uccion para la ejecución de las nuevas combinaciones, si no^los
lene el individuo interesado? La respuesta convencional es bien
sencilla: del crecimiento anual de los ahorros sociales y de aque-
a parte de los recursos que queden libres anualmente. Ahora bien ‘
a primera partida era suficientemente importante anteriormente a ja
SB&a; p e rra dei 14 —quizá pueda estimarse como un quinto de todos
los ingresos particulares de Europa y Norteamérica— en forma
que conjptamente con la última suma (difícü de obtener con es­
tadísticas) no concede inmediatamente respuesta cuantitativa. Pero
tam pco disponemos de una cifra que represente el alcance de to­
das las operaciones de negocios que supongan la introducción de
combinaciones nuevas.^ Tampoco podremos partir de los “ahorros”
totales, pues su magnitud sólo es explicable por él resultado del
desenvolvimiento previo. La mayor parte de ellos no proceden de
la abstinencia ( t h n f t) en su sentido estricto, esto es, de la absten­
ción del consumo de parte de los ingresos regulares de cada suieto
ecopmico, sino que. consiste en fondos que son a su vez el resuita-
o e innovaciones hechas con. éxito, y en las cuales reconoceremos
mas tarde la ganancia del empresario. En la corriente circular no
piste esa rica fuente de ahorro, ni el menor incentivo al mismo.
Los únicos grandes inpesos conocidos serían los ingresos del mo-
pp olio, y las rentas de grandes terratenientes, mientras que los
únicos, incentivos serían las reservas para hacer frente a desgracias
o la vejez y quiza otros de tipo irracional. El incentivo mas im­
portante, la posibilidad de participar en las ganancias del desenvol­
vimiento, estaría ausente. De aquí que no hubiera, en tal sistema
stí- '
-V '

/l
'.r ;. . -tí
■’- r Y
===?= « i.
' EL FENÓMENO FU N D AM EN TAL ' ^ 8?

económico, grandes depósitos de poder adquisitivo libre, a los cua­


les podría dirigirse quien quisiera formar nuevas combinación^,
bastando sus propios ahorros solamente en casos excepcionales, iodo
el dinero circularía, fijándose en canales definitivamente estable--

a ' pesar de que la respuesta convencional a nuestro problema


no es absurda, existe, sin embargo, otro método de obtener dinero
para esos propósitos y que exige nuestra atención, pues pesupone,
como el anterior, la existencia de resultados acumulados de un des­
envolvimiento anterior y, por lo tanto, puede ser cpsiderado
como el único posible en estricta lógica. Este método de opener
dinero es la creación de poder de compra por los bapos. Cpece
de importancia la forma que pueda adoptar. La emisión de billetes
no cubiertos por una garantía metálica al cien por cierno, es un
eiemplo obvio. Pero los métodos empleados por los bancos de
depósito dan los mismos servicios, cuando aumenten la suma total
de los gastos posibles. O cabe pensar en las aceptaciones bancarias,
en tanto que sirvan como dinero para hacer pagos en el comercio
al por mayor. Se trata siempre no de transformar el poder de
compra que exista ya en posesión de alguno, sino de la creación,
de la nada, de nuevo poder de cornpra —de la nada, aun si^ el con­
mm trato de créditó por el cual se crea el nuevo poder adquisitivo, esta
sostenido por valores que no son a su vez medios circulantes—
que se añade a la circulación existente. Y ésta es la fuente que sirve
para financiar a menudo las nuevas combinaciones, y de donde ten­
drían que financiarse sie?npre, si no existiera en cualquier momento
el resultado del desenvolvimiento previo.
■ Estos medios crediticios de pago, o sea, medios de pago creados
con el propósito y por el acto de conceder crédito, sirven el tra­
fico exactamente igual que el dinero efectivo, directamente en par­
te y en parte por poder convertirse inmediatamente en dinero
efectivo para pagos pequeños o hechos a clases no bancarias, como
iornaleroi etc. Los que realizan nuevas combinaciones pueden ga­
nar acceso con su ayuda a las existencias disponibles de medios de
producción, o permitir a aquellos de los cuales compran los servi­
cios productivos, acceso inmediato al mercado de bienes de consu­
mo. No existe nunca, en estos supuestos, una concesión de crédito
en el sentido de que alguien deba esperar por el equivalente en
bienes de sus servicios, contentándose con un derecho, y cumplien­
do así una función especial; ni aun en el sentido de que alguien
teno-a que acumular medios de manutención de los trabajadores o.
terratenientes, o medios de producción producidos, que no se pa-
■■

8 ""'cí; "
r'. i;-.- - - /•.Mrj'--.-^‘'-í,- . ,
■84 z z o m m / 'o L v iM iE N T o e c o n ó m ic o

• guen sino con los resultados finales de la producción. Existe- indu­


dablemente una^direrencia económica fundamental entre esos roe--
dios de pago (si se crean para' nuevos' fines) y el dinero u otro¡
medios de pago de la corriente circular. Los Táltimos pueden con-'
cebixse, ae un lado, como una especie de ceráficado^por k pro-
. duccion acabada, y ei aumento del producto social efectuado por
_ a y, de orno lado, como una especie de orden o derecho aoÍrte
c a ra ?L tE L l^OE^pnmeros no tienen la primera d e ‘estas :
ca_act^iisacas. Son también ordenes por las cuales 'ouede adquirir-'
se i^eciatam ente bienes de consumo, pero no son ^certificados 'de '
producción previa. El acceso al dividendo nacional sólo se obtiene '
b^o la condición d el rendimiento previo de algún servicio produc- '
óvo, o de ia venta anterior de un producto. Y esta condición no' '
s . na cumplido -aun en este caso. Solamente lo será después de la'
reliz realización de las nuevas -combinaciones. De a-quí que mien- -
íras^ M o , ese-, crédito. afecte al nivel de precios. " ^ ’
M banquero es, |wr tanto, menos intermediario-que ■íjr¿?dz£c>for-
de la mercancía poder de compra. Dado, sin emb^rprn^ue ¡ é í
afluyen noy día todos los fondoi de reserva y ahorros;c;nceStrán-
dosc en ei ia demanda total, el poder adquisitivo existente o creado
^ losgcapitalistas privados o bien se ha hecho su
-g nte; se ha convertido en el capitalista por excelencia. Se halla
entre aquellos y e desem formar nuevas combinaciones, y los po-
se^edores de medios ^productivos. Es esencialmente un fen^ieno del ' -
ysenylviiniento, SI bien solamente cuando no' exista una autoridad
.o ñera' queA n ja el proceso social. Hace'posible la realización de
nuevas ymbinaciones, y parece como si autorizara a los hombres
S cüm bío S'^^iedad a realizarlas. Es el epiyor de ia economía

Llegamos ahora al tercero de los elementos con los cuales traba m


ja nuestro yálisis a saber; la “nueva combinación d e m ed iZ l
producción” y -el crédito. Si bien los tres elementos fom an ™
todo, puede describirse el tercero como el fundamental del desen-
yk im ien to económico. Llamemos “empresa” a la realización de
nuevas combimciones, y “empresarios” a los individuos encargados
de dingir dicha realización. ' Estos conceptos son al mismo t k ™
mas yiphos y mas restrmgidos que los usuales. Más amplios m r
empresarios, no solamente a
ayeUos hombres de negocios “independientes” de una economía
de cambio a quienes se designa así usualmente, sino a todos los

■-
i'
. IJ ■ ...
FENÓMENO FU N O A Í^M TA L 85

hii- realicen de hecho la función por k cual deíimmos el ^concepto,


am si son “dependientes”, o empleados de iina^ compañía, como ^
directores, miembros del consejo de administración, etc. (cora qu^e
se esri convktiendo en la regla general), o si su
mar como empresario tiene otro fundamento, como el de dispon
S una mayoría de acciones. Como lo que caractenza al empresa­
rio es precisamente el llevar a cabo nuevas combinaciones no eS
necesario que tenga conexiones permanentes con una empresa ind-
michos “financieros”, “Pomotores”, etc no 1 - tienen y
sin embargo, pueden ser empresarios en' el sentido yeld am o s a 1
nalabra Por W o lado, nuestro concepto es mas limitado que^ e
tradicional, ñor no incluir a todos los gerentes, consejeros o m-
dustriáies que se Hmiten a poder explotar negocios
qólo aquellos que en realidad realizan esa función. Con todo, con
sidero que la definición señalada más arriba no hace sino
con mayor nrecisión lo que realmente quiere indicar la
tradicioól. ‘ Eh primer lugar nuestra definición coinciy con la
usual por distinguir al “empresario” de los “capitalista sin teñe
en cCenta si se considera a los últimos como propietarios di^ro^
de derechos sobre dinero, o de bienes materiales. Eira
se acepta hoy generalmente, y ha sido ya aceptpa desde hace t e
tinte tiempo^ Resuelve también la cuestión s ^ re si el acciomraa
como tal Js em.presario, y elimina el concepto de! empresario com
persona que soporte riesgos.- Además, la caracterización ordm a-
ria del empresario tipo por expresiones como iniciativa , auto
ridad”' o “previsión’? apunta Lteramente en nuestra dirección,
p i s existe L campo muy limitado para tales
tina de la corriente circular, y si esta rutina se hubiera diferenciade
11 E l riesTO recae siempre indudablemente sobre el p iop ietan o de
m e d i ^ de produccién o deF capital dinero qne se pago p or eUo^ y en con­
secuencia, h n c a sobre el empresario como
cionista piiede ser empresario. Puede incluso disponer d po
FFmo empresario debido a la cuantía de acciones en su poden Pero 1.^
accionista^ no son nunca empresarios per se, sino meramente capitalista que
participan en las ganancias por exponerse a perdidas ^
cbos muestran que esto sólo autoriza a considerarlos como capitalista, pura
d accionista m e L no dispone de poder para hacer sentir su
dirección de la compañía, y la participación en las ganancira “ “
los casos eu que todo el mundo reconoce la presencia de un simple co b ra ra
de préstamo.^ Comparemos por ejemplo la
Sin duda esta interpretación se ajusta mas a la ser
vuiendo la Unea de una construcción legal defectuosa --q u e solo puede ser
S ^ V a d a h £ ? ¿ c a m e n te - atribuye_ funciones al accionista medio, que cas.
nunca ha sonado este en desempeñar.
EÍESENVOLVIMIENTG ECONÓMICO
en fo m a neta de sus alteraciones, se habría empujado hacia ellas el
énfasis en k definición de las fundones del empresario. Finalmen-
te existen definiciones que podríamos simplemente aceptar Sobre
empres'^^^^^^ V
empresario es la de combinar ^ de la producción
los factores Unciónesta-
del

adi" tipo
tipo especial
e°sp ecS°S^
cuando los factores se combinan por""" ^otLción
primera ve 7

t„ ñ í ^ K coincide con la nuestra. Cuando Ma­


ta,a (en su obra D c r U m em e¡m w rgew im ¿) define al emn^^esario
como aquel que recibe ganancias, dfbemos limíamos a S la
conclusión del primer capítulo, de que en la corri^m circtdaÍ^no
traía® Y T s tin n n tÍ d ® ”'^” dicha definición a la núes-
I este punto de vista no es extraño a la teoría tradirinna]
como se muestra por la concepción del empresario que no obtiene
ganancias ni perdidas, tan bien trabajada por Walras que ha sido
aceptada por muchos autores. La tinden^ia del es t
de no obtener ganancias ni pérdidas en la corriente mrcular fDue*^
en eUa, sencillamente no existe- exis-
será"^melor"L^T-^^^^ empresas o gerentes de negocios que
sera mejor no designar por el mismo término). ^ ^
nVoM suponer que el conocimiento del origen histó-
t u r L Í a “socio íS'““ ° “ ° tipo, nos muestra inmediatamente su na-
T v í e s a su iof^or ° ^al conocimiento nos conduce
unl teorL sobre proporciona directamente
n teoría sobre ella. Es aun mas falsa la concepción de une la.s
“sfmof ptm mvas de un tipo son también, ip^o faato, lis más
en form --s trá n s u T
posterSres. p lT L o n 'í’” '* ^ complicaciones que las
' frecuencia ocurre precisamente lo contrario
L “ p r r d i i i r r ' k s ^ n - n X e Í o " ? :^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ '

tas antiguos, hasta el m ^ joven de los Mül, n^o lo^l^o" T e ^ a rS tl

-
¿ ií S H SFiSV -“= " .- « .s is

'' " ' EL FENÓMENO FUN D AM EN TAL ■■ 87

ircilista del empresario, pues el industrial de hace cien anos, era


? T 1 K Í L e 4 n S b a s c¿sas. H curso de los hechos a partir de
indudablem ‘ aprecie la distinción, lo mismo que el
“ S r de t“ Inglaterra facilitó la separacmn
L rre labrador y terrateniente, que aparece desdeñada en el con
®nSe " o . L p e c i a l m e n t e e5 el caso_ del “ or que ara sus
tierras Pero en nuestro caso existen aun mas diticu
cha clase. El empresario de tiempos antiguos no s°l°J;ta poroto
Tnp.rcs1 ranitalista sino que también era su propio experto
■Ü L que 1¿ es aú l hoy día en el caso de las empresas poco
m-.nrtantes— en la medida en que no se necesitara un especiahsta -

profesional para casos especiales. Era también (y es)


^ratíion^s su propio agente de compras y ventas, su ger , y
v e S n ^ íc lu L íu propo abogado. su trabajo se compoma regu-
ía m e iT de variaos de tales funciones. Llevar a cabo combinacio-
i^eTnSvarno es más una 'oocación, que la «alización y e , ™
Te decisiones estratégicas, a pesar de ser
y no el trabajo rutinario, lo que caracteriza ú militar^
la función especial del empresario debe aparecer mezclada
con otras alases de actividad, que por regla gemral serán mas cons
° ° n L la esencial De aquí que llame sobre todo la atención
F a T inTc ó Í d e S s h a ? de? empresario, que trata sus funciones
como V rT ncia” en el sentido más amplio. No la aceptamos p « -
que no considera el punto saliente y umco que distingue las activ
rl'Sífp'í del empresario de otras diferentes.
s L emTaFgo, existen tijíos - a quienes ha hecho evolucionar
gradualmente el curso de los acontecimientos— que exhiben la ^
fión del empresario con una purraa especiah Sin u ^ -■'.i
ror” sólo pertenece a ellos con ciertas reservas. Pues dejando a un
lado las observaciones relativas al status moral y social de este tip ,
■ se limita con frecuencia a actuar como agente a comisión, que de^
" arrolla la técnica financiera necesaria para lanzar la nueva emp _ .
En tal caso no es el creador ni el poder impulsivo del
embargo, puede serlo también y, en tal caso, es a go ^ ^
“empresario profesional”. Pero el tipo moderno de capitán de

13 Esta negUgencia es lo único que puede expHcar


socialistas teóricos respecto ^ no
p a r T ^ s o d á lS r ^ E r c A ^ ^ de S g S o del trabajo^^e no sea ^^del propie-

insostenible.

•f--' ''
E<^N ó MIÓo ‘
:-:isnia'\ co rresp on d e más estrechamente^^ a lo oue .q-a'^^f^ron- rU
rimr, EspEciaimente si rsconocemos sh identidad "“d i S 'lá r U ^
ejemplo, con el empresario comercial d- ía '?r ’ " ™ “ do, por
- o con Joion Law, Í„tte los tipos nosrerL es f T r
potentados roxales au-= conii,Vo-p 7, de otro, con los
- íma destilería, almacfc: = a S ^ r^ S II
■■ sea el tipo, solamente se e« emímla-io c ,an l' « " “ alqmera que
mente a la práctica nueras codbinadone" , sf"
en cuanto se 'ha rm/=--ro - ’m ’f pierde ei carácter
a e.plomr igual que^Ss t
mente la reg-la v .en ^ . a-suyo, ü^ta es natural- ' l i
consecre durante toda su vida ef^-^ráSer persona
. lo es para un h om hm rU -aracter de em presario, co m o
■ quiera un mÓmÍmo " í f ® “ n ^ sa rio , ni aun si-
de sja v ¿ ^ durante todo el curso

condición peSu"blÍ!V ?os'^ ew r£ Ítim ^ S-eneral, una


social en sentido té c n id rc o P o P o l Hlholo
mentes, capitalistas, v obreros IndudaM terrare-
w ¿ a] emh-esario V a m fa P iií " h <1"" Se­
da. También pnedl i s i m d ü i s Í l f
social, formar"un estilo d* vida "o* ' T~ ®P°q historia
estéticos; ñero no s i n i i e a P P ' morales y
que nc la oresuDone° V Í - i- ' ° dase, lo mismo
¿o sería d¿ eÍp V eitio c l i f i f tino

Í ;: ' i S S i i S i e d i i i í -

délas fa m ilia d í
t ?Sr "p“ é°e¡
de la historia
r-ooo tho-: “ dmndes dirigentes indusrriales.w
ceso ‘i’^í on pro­
de una dase espeja í e r n c t n f í ' t i “ "^s, y el objeto
ecydm leos tan^ien “ ~ 1 ü

la primera edición .-de este’ libro dicha obra cuando


ción con k del artículo^ “Ü n tL n eh S S ’» e.m^esarií>,__ compárese mi posi-
rvtssenschaften. í^erneiimer , e.n el Hmidwonerbuch der. Staats-
papsapp^
89
el fenóm eno FUNDAMENí AL
’ .. _ r-nlÍ7an niiTvca con nerfeccióri ideal, yero su con-
.tenciones uO eNr^en sobre él ios resultados
ducta se moldea por _a imr * p i p t m s e a las circunstancias, ^
de su conducta, dpmanera 3db> Si un negocio
que no cammau aproxima con d tiempo
no puedo ...e -on ñ mundo circunaante, las

nocimientos cü ^orina co„c . r>ndhibdades nuevas como de ■


de hacer un indiriduo tanto uso “ Ñ L ” de cerdos por
las anticuas, y sustrtum echas, si allo^^ k
la de vacas, o escoger una nueva rotación - eomo
parece v e n t^ p so ^ s e g ^ p y p --^ ^ ^ ^ p^.„yemas
pueLn” smgk d r e Ñ ,b o e no se hallen contenidos en la comente

“ Ñ ’ bien“ o ls " S iv id u o puede actuar rápida y “

deTes'TnÑsTaÑestcoitum brados para el Mividuo^me^o^


• ^ V.O --nía mando se halla ante la innovación. Mientras siga
cisa de una giiia cuma n^da con la comente; si .
en la corriente circular que le es „ u t fue
desea cambiar el canal nadaia en Lo que fueron da-
antes una ayuda se coimerte -mu muchos les es difícil
tos familiares se transforman ^° ratina, y los qüe
avanxar allí donde se detienen ^ Je. E l V
pueden hacerlo lo hacen solamen - ficción en
puesto de que la conducta es j próxima a la rea-
íodos los casos. Pem h t n j p a r f ^ p L e r su lógica a
lidad, si las cosas disponen^de esto, y en los
los hombres, a maiallaz . ^ Contentarse con la ficción,
límites en que haya s o - d . ^ pue^e m o “ “ onces que el há-
construyendo teorías - -i • „^f-,^ALnicos del pensar establezcan

-
90 D E SE W G L V IM IE N T O -ECONÓMICO' 'lñ|
teórica^® en sus líneas generales, en las vidas de individuos de dif--
rente cultura, cualquiera que sea su grado de inteligencia o de ra
fí'ía^^’s. cionalidad económica, y podremos asegurar que el Campesino vem
y*" -:-'-:-,- de su vaca con la misma argucia y egoísmo que emplea el ag-ente de -
r.i|
-^x"'■'..
ai’'-'" ’■•■
cambio y bolsa para vender su c a L ra de^ valoms p t ^ e s t o es
W-.?-'-
iT c t d u t a ^ r ír ^ v t s l'^ innumerables precedentes hayan fo c a d o
'’ i
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.ÍO
-’^’"y' ^.-
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h-7^-' ■:

"'s £ '.s s 'í? sr.£: •'


r ,5
las posibilidades n ab ales v ad E ' ' ” u “ ‘¿ne
'la

marginales que pueda realizar caía í d í i d u ? ' p í d a p t ” Í f a Tos mm


feliíí ■ Ift -T . I ^
c S sociológica, cultural, etc.
esas naciones, y dentro de nuestra r i v í T í / ^ ' e c o n ó m i c a de
., individuos que no han sido aiín lizacion dentro de la economía de esos
última centuria; E S e m rio » , P<J-, d desenvolvim iento de la II
central. Este c a r « i l ” F e Í k S - Europa
económ ica de pensar” CWirt^rh^trer • en “su form a
aalirse en lo m £ »=> Puede
en absoluto a través de cenrnríac c ?
temas. ¿Por q u T
un elemento en el concepto de la
' 3
. i et^onomia n o ha cambiado
influencias o fuerzas ex-
nuevos métodos no es simplemente I
sino un procesS d t o t o |ue t e í s a d r u n a " ° " 1 —
Peaueñas npn-nrKors; P^^^^sa de una exphcacion especial. ■ia
totales, como difimos a n t ¿ “ 'El‘’ p u n m °fm d a ™ ^ pueden hegar a ser grandes
gocios no altera su rutina a n i s í n ó “ ‘í"= h°uibre de ne-
usual es el de pequeñas perturbaciones \ L « c f i i ó T l a T '
4
uno actu. Hemos recalado la “p eq u fñ ez ' importantes grandes
•Objeción de que no nuede en este senado. La ia
turbaciones p eq u eñ as^ grandes, no í ? q u íT á “ d E ¿ E Í f ¥ “
ma en tanto que se base sobre la rlecr”o.r?-a ^
cuya esencia reside precisámerite en el h m étodo infinitesimal,
de cantidades p equ efb “ S T S n L í d t T ¿ E í a „ 1 S ? s T o " ^ ^ ^ ^ ^ ^
de las grandes. P ero el le c to r on^. ve, ncunstancias no puede ser afirmado
y ¡o piqueño, puede l « t a ¿ o E o r = f S m í o T
de inducir a e rr o r e E o n T i f ’ • K “ , de expresión pue-
nes más am p l£ f° " '=* ^ ''“ luiere explicado-

, ,'r aSBli: E:: t' 5 v,»jr“


p K*oc del ambiente económico sin desviarse snstancialmente de
fiTíñeas lm iliares. En consecuencia, ia « f .-HÍ
1
ftíL: “ " " ' í ”T oT b Íefq ae sín nu^erosís quS aquellos ü
rc
1/,ii-
jpv
qSe" disponed de la%osibilidad
sarios pertenecen, por tanto, a un tipo especial, y su co
i r

I “ ^ P i r ó iT e s T rn d “ ?a‘t fc le X le t T f^ r d fm E d iP l fÍ
Lili
■I
f c í- :s f s ^ v s
u -fl
•á
'11
i y p r o m eno; grado ^ . m
cíos, y P ? « l " ^ ! l ' £ ^ ¿ \ X í s ”“ L ÍT rT is ta .írrW v für Soüal'wnsensch^t) i
wegung dK tipo üitennedio (de hombre de negocios me- 4i
£oe La condT ta en cuestión es característica en dos senndos. ?!
dio-estatico ). La conancta significa hacer algo distm-
Primero, P“ ^ ¿ hasta incluirse con la última en una 9
to de las demas conductas. h rrh o de aue existe una diferencia
unidad más amplia, pero eso no altera describe en
év teórica importante entte ambas, 7 ' segundo lugar, difiere no so- E i
forma adecuada por la „ 7 T r S obT pccuUar a
lamente la conducta en cuesuon ® ^ o P, .. diferencias de clase y no

4'fi
7---=í
en una población étnicamente homogénea, K decir, desviaciones ,r'v|'
ción tieuT nna o - ' 3 ® " “™ T a r P o d ^ T r p o r r dT n lT io modo que
respecto a ella, cuanto mayores s ' . , Ouizá teno-an la capacidad r nf
f
c S q u ie r hombre sano de Tn gm pM tnicam ente ho-
necelaria para eUo la nutad de „tro cuarto, di-
mogéneo, un y dentro de este últímo cuarto, llega-
gamos, en medida supeiMr a la u ,j habilidad creciente en el Vi“l
. lío s finalmente a los Carusos P°f ^ T d íc ld o de hombres que
canto, h S ih T d de este último cuarto, y Q
llS T r e en los casos extremos puede
É- - persona. A pesar de que pruuy,“ " y “ ' T ” ' 4 4 ”4 4 / d ife re n c ia d o ra y,
p li habilidad de una ^^es dicha habilidad —diferencia de la del
m i sm embargo, no de un npo, p ^ personalidad total,
empresario que nos interesa af resnecto a la habilidad cantora O
ip U q u e ío s ahora a lo ®uonpmico o dicho ^ de p o b la c i ó n (de
7/,£: de loU om b res: de económica, que
la deficiSicia se haga señor por la Tqueños de la vida
sentando un papel msigmficante en ® elemento. Reconocemos
privada y “ E T Í e n a eT ÍT IL de los mejores empleados, a -i
ir Ó r P« - conocimientos pro-

iT E Ji
í'2 DESEN VOLVIiVnENTO ECONÓMICO
el m o tivo de un numero muy significativo de fenómenos. De anuí
que pueda caracterizarse nuestra posición por tres martes corres­
pondientes de^ oposiciones. Primero ia oposición entre dos procesos
reales: la corriente circular, o Ja tendencia al equilibrio, de un lado
■y una alteración de los canales de la rutina L nóm ica, o de los
datos económicos que resultan del propio sistema, de otro & !
y ! ^ ”ln á :5 lc á ¿ '‘ bóricos: la estática
■: . mu lercei ^ugar ¡a oposición entre dos tipos de

Mei/íg-tJ por los « ¿ 3 e s n o m d k" “despachadas”


(emschieden) y resueltas (dzrrrhcrt.rJrr-C a^^'' también ser decididas
Jos hombres de grupo- pertenecen casi todos
-sus posiciones- la m aíor nC Íl alcanzado jamás
hereditariamente. Un f a h r iN N d ? “ 4 ““ '‘ probada mdividual o
cuando participa en d .íl4 “ ™

tria pesada se debe ^ ^ -Justificación comparable a la de la indus-


a renunciar ! T Z u - r S T -Repugnancia de las industrias más inteHo-entes
L g ™ s ? p o ? S r im t 7 . v 4 o " a iS Í Í ^ Í ““
cuaHdades de 5nteN-to v vH-mroT ^ ^ hombres caracterizados por
Hinchas v aried ¡d ¿ d1m ro cíe normales. No sólo existen
etc.) tino «n ib ién S a c tL w T rie I T 1 “ ™ 4 financierca,
“inieiatiya” Fn .ZT «"ariedad de grados de intensidad de k
Muchos pueden'adoptar u n c u a l q u i e r intensidad.

■guibJe. Por tanto f propio líder es algo especial y distin-


de 20
“¿Dónde
Qp crthípi-crirv
o m i k a V típ
1 o*.= -’
■Zd-esponder. jiii upo no existe!o- pregunta
^‘estática” como una c o n s iu ? 3 ó í% f dición que define muchas veces a k
de la vida económica real Creó o u e ^ lf ^ ^ veces com o la representación
para dicha o p in ifa u f t ó o r P 4 . M » exposición n o da m otivo

don aría; p n e s Ó S % se o 4 m d f ? % '“ ‘í economía esta-
• i
S : S a T n
l« i| i
£ z r e c r o S 4 s £ i£ £ t z V S í F T 'r - s

período de d e p rZ ó n Í Z a b í n o d l 4 . „ ® estacionario en todo


a v o de qne el hTchp t ó ó r i S v 4 com prender sin dificultad el mo-
y ei necho teon co y la construcción teórica se hayan unido en
■ ■- vD -,,.■: ó_ T..
EE FENÓMENO FUNDAMENTAL ' V - r r ^ - r ,- ^ 11 &

' oque, nodemos representar, siguiendo a la realidad, por dos


“ i T L l i d d i tos sAples g ereies y ios empresarios. Y por
tipos de.inaiv^iop^p- r método” de producir, en
tanto debe consi erarse g i '' . J j 5 probados empírica-
seiitido teórico, es el mas ./entajoso -ncr- ^ y -meior” de los'
„,c„te y -que Si nÓ se h ¿e esaZltinción, el
S l o t » I S d i ^ d iZ lg n S o , y quedan sin resolver los proble-
' " ^ V o S " h o Z a t i " p T ? a i r f a c t o r e s característicos
de la conducta y el tipo 1 - “ p ' Z ' ^ o Z ^ i b Z X ST dlo“ a
r " í a ;« £ S t b ie r / c r e a r por su actividad personal
“ / d ó - ir conoce Y usa. Y todo hombre sena un gigante de
heroísmo V voluntad, í i debiera crear de nuevo todas las P“
t s ciTles guía su conducta diaria. Y esto no solo es cierto de
ín id Z T d eSio iies y acciones de la vida individual y social cuyos
' principios son el resultado de decenas de miles de y o s ,
bien de aquellos resultados de periodos ma» coi-os y
más' especial que constituyen el instrumento particular pai a mah
zar tareas vocacionales^ Pero tos ^ -^ X u n Z Z d *
p:ci:taT u:U ^^:eL li^^^^^^ se.; difllles, son en realidad sencillas;

fr,rrr,a aue ha conducido a una cierta confusión. El autor no empleara ahora


las n al¿ras “estática” y “dinámica” en el sentido que llevan _mas amba, don-

is iiS líS if p
significa fu e lla S e n te p5>eñas variaciones en la cantidad, sino
mencionádm e l e ™ Aquí tampoco se i n v ^ g a la
en su í?t^,^^5^*= ^^^JFÍom binación ni los problemas conexionados con
lormacion de la segunda _ „• gi resultado de las combinaciones
ella, - 0 — te e l ^ — L e m S Í f d e j a a nn lado nuestro
^ r M ^ T t i se implicara la Afirmación de que también lo resuelve, sena
falsa.
D E SE N VO LViM IE m 'O ECONÓMICO

exigir capacidad sobrehumana, es accesible al menos


aotado, siempre que se halle psíquicamente sano. Dentro de la ru­
tina ordinaria no existe siquiera necesidad de dirección. Indudable
mente sigue siendo necesario distribuir las tareas entre los indivi
dúos, mantener la disciplina, etc., pero esto es sencillo y cnalauier
•'* V persona normal puede aprender a hacerlo. La función de d ir i^ a
: los demas es mero trabajo”, como cualquier otra, a pesar d i ser
. necesaria, y puede compararse al servicio"de atender una máquina
Todo el mundo llega a conocer y a poder reaHzar sus tareas diarias
■ Z acostumbrada, y las cumple diariamente por sí m il
mo, el director nene su rutina como los otros las rayas y su iil
ie lM iv id u lk r
Y ello es así porque todo hábito y conocimiento, una vez adoui
ndo, se enraiza tan profundamente L nosotros, c o m ™ L m p T é n
íerroviana en Ja tierra. No requiere ser reno^do c o n t L m ^
Bi consciente, sino que se hunde en el estrato’
de lo subconsciente. Se transmite normalmente por herencia a n rS -
izaje, educación, presión del medio, casi sin fricción. Todo lo
iMis que pensamos, sentimqs o hacemos se vuelve en muchas ocasiones
descargándose de ello nuestra vida consciente. Sin em-
así Ib te n h ? " -I economía de fuerza
j- • raza y el individuo, para transformar la vida
- ordinaria en un peso ligero, e impedir, p’olsus eS g en cS , el acota­
miento de las energías del hombre medio. Pero es suficienternente
grande para hacer frente a las exigencias ordinarias. Y esto es asi­
mismo valido para la vida económica diaria. Y de aquí se sigue
de la
U rratina
a t C Ytiene
l n l d dificultades
if^ d r y contiene un elemento que consti­
tuye el fenómeno del liderazgo. ^
La naturaleza de esas dificultades puede ser enfocada en los
-guientes tres puntos. En primer lugar, el individuo carece fuera
de esos canales acostumbrados, de los datos necesarios para a d o p tl
sus decisiones y de las normas de conducta que conoce con
exactitud dentro de eUos. Debe naturalmenteYever r e s t W ^ S
' T n t" " -A Hinchas cosas d e b el p " e c e r
en la incertidumbre, y jitras son previsibles dentro de^c” T
.J-V ites, mientras que otras sólo pueden quizá ser “adivinadas” Y

tende vaiiar, y de aquellos que pretende crear. Ahora bien debe


hacer en cierta medida lo que le yide la tradición en k vida d i a l
-, V o sea, planear su conducta en forma racional en todos ras detalks.’
T4ííhrá rnucba más racionalidad consciente en este tipo de acción
S i en S acostumbrada, que como tal no precisa reflexionarse; pero
?ste pían estará expuesto no sólo a errores mayores en grado sino
h?én a otra clase de errores distintos de aquellos que pueden
de l°a a c J ó l diaria. Lo que se ha hechoYteriorm ente uene
la realidad aguda de todas las cosas vistas y ^
nnevo es solamente el resultado de nuestra imaginación. Llevar a
rabo un nuevo plan, y actuar conforme a la costumbre son cosaS Bli
t'an diferentes como hacer un camino y recorrerlo. ^
La diferencia entre ambas cosas se aclara si tenemos en cuenta
la imposibilidad de vigilar todos los efectos y contra-efectos de la
Impresa proyectada. Aun muchos que pudieran ser comprobados en
teoría, sldispusiéramos de tiempo y recursos ilimitados, y b e n p ^ -
manecer prácticamente en la oscuridad. Asi como debe
lina decisión militar en cualquier situación estratégica, a pesar de
no conocerse todos los datos potencialmente posibles de consegu ,
i í dibe ocurrir en la vida económica, en la cual se llega a la acción
estudiar todos ios detalles del plan a reaHzar El éxito de todo
depllde de la intuición, de la capacidad de ver las cosas en forma
oue se compruebe posteriormente ser cierta, a pesar de que no pue­
da comprobarse en el momento, y de hacerse cargo de los hechos
esenciales deiando a un lado lo accesorio, a pesar de que no se
™ldan eipHc’ar los principios con arreglo a los cuales
ev trabaio^preparatorio detallado, el conocimiento especial, e al-
ea n cl d T k comprensión intelectual y el talento para el a n a to
1Ó2ÍCO pueden ser origen de fracasos bajo ciertas circunstancias. S
embargo, cuanto más exactamente lleguemos a conocer el mu
. natura? y social, tanto más perfecto sera nuestro control de ios
S o s ; y cuanto mayor sea la perfección con que puedan calcular-
se las ¿osas con tiempo y racionalización progresiva y en fo m a
rápida y se¿ura, tanto más decrece la importancia de dicha funcmn.
DlberáTsndnuir, por tanto, la importancia del empresario, lo mi^
, mo que ha disminuido ya la del jefe mihtar Y, sm embargo, esta
unida a dicha función una parte de la verdadera esencia de c

Así como el primer punto reside en la tarea, depende el segundo


, de la psiquis del hombre de negocios. No es solo objetiyament
más difícil realizar algo nuevo que lo habitual y lo que ha sido pr -
-hado por la experiencia, sino que el individuo siente repugnancia
•' por ello, y la sentiría aun si no existieran las_ dificultades objetivas.
■ Igual ocurre en todos los campos. La historia de la ciencia es una
gran confirmación de las dificultades que impone la aaopcion d

i'A f - ' > --Li.


I ■9tS
.bESEhU^GLVíMIENTOECONÓMICC
científico, o de un nuevo método. El
;,p j otuE vcz ti SUS caminos tidllados, a. uesar
^de que se hayan revelado como ineptos, y aun cuando la innovación
. más adecuada no presente dificultades particulares. La propia na^
«---timateza de los-hábitos fijos del pensar, y su función ahoíradora de
energía, se mnaa en el hecho de que‘ han llegado a ser subcons-
■ cienres, dan sus resultados autoniáticamente y a Dmeb^ ^-''ítica
y aun de contradicción, por parte de los hechos indiyiduales"'pero
j precisamente a causa de esto por lo que se transforman en nes'a-
das cadenas una yez que ha pasado su utilidad. Y así ocurre mm
p e n en e^l mundo económico. Las fuerzas^ del hábito se rebelan v
V embrión de quien pretenda acometed
liinfnd'^L' L pe>i' tanto, un nuero esfuerzo de la yo-
luntac, Je clase distinta, para conseguir a pesar dei trabajo y las
preocnpacmnes de la ylda^diaria, rieilpo y alcance oiraT a ro ó e p -
de nuevas combinaciones, llegand¿ a verlas c irfo
posibilidades 3 z no como un soñar despierto. Esta libertad LenTal
™ fuerza sobre las demandas diarias
y >!,a^raro y peculiar por naturaleza, ^
en la relación del medio social contra
¿a^e pimerameute en la existencia de impedimentos leo-ales o no-
bucos. Pero despreciando éstos, se condena toda conducta desviada
seL n T Z r ™ P E muy diveísS
socTa^ ITna i W^^rado o no a tal conducta el pro^o grupo'
ria ríie s ^ desviación tan pequeña como la represettadh pof va-
naciones en el iraje o los modales, se enfrenta siempre a ufa ooo-
S s ° ”¿ Í P a n f P ° “ “ P ° L® oposició/es
fP t erradlos primitivos de cultura, pero ¿xiste siem­
pre. y himple asombro ante la desviación, su observación es
y r a e n t e para ejercer una presión sobre el individuo. Las mani-
restaciones de desaprobación pueden traer al punto constcíenda
y y e n provocar ostracismo social, y, por último, obstáculos físicos’
o indusme ataque directo. Ni el hecho de que la diferencia nE
S p o S m e Z
7bÉ “" -P -7 h n e n te que el m oU o'
mas importante del debilitamiento es el propio desarrollo rmp
•endemos explicar—, ni el hecho de que la“oposición social onera
como estimulo bajo ciertas circunstancias y paL cieíLIndtidu^^^
cambia en principio su significación. Venced esa ' o p ^
,pr^ una clase especial de tarea que no existe en la ?ida diaria, tarea
que requiere también una clase especial de conducta Esta resisten
cm se msmnesta primeramente en los asuntos económicos “
..'ih--,.-.
El fen ó m en o FUNDAMENTAL 97

íyrupo<: ameriazados por la innovación, en las dificultades para en-


lo m rir la coODeración necesaria, y finalmente en las dificultaos
nara ganarse a los consumidores. A pesar de que dichos elemenros
Simen siendo efectivos hoy día, a pesar de que un periodo^ tuA u-
S f de desenvoivimientoLos ha acostumbrado a la
nuóta en práctica de innovaciones, pueden ser mejor estudiadas y
Ffs c L .ie ¿ o s del capitaUsmo. Pero son tan obvias, que perdeua-
iTios el tieiTiDO ocupándonos de ellas.
El iiderazo-o existe solm?tente por estas razones^ liderazgo, estO
es una dase “especial de función, y en contraste con una p “ a di-
fe’rencia de ranto, que existiría en cualquier cuerdo social, grande
o p en tefo, 1 apaN e generalmente en com.binación con dicha di-
fefenda l Ó hechos aludidos crean una frontera, mas allape la
'cual la mayoría de los hombres requiere ayuda de
no hallarse en situación de desenvolverse por
social tuviera en todos ios respectos la inmmabiUdad relativa de
digaiLos, la vida astronómica, o si rn ^ a b ^ fu ya i n c g , ^
in flu en ciarse p o r la acció n hum ana, o si siendo cap az de ser int
S fd a esL L m abierta a todos dicha capacidad, no existma una
función esnecial de liderazgo distinta del mero tiabajo ruanari .
' Se plantea el problema específico del hderazgo, y ™rge el u p o
del lídFr solamente allí donde se presentan nuevas posibilidades.
Esa es la’causa por la cual se halla tan marcadamente entre los nor-
S n d o s durantehus conquistas, y tan débilmente entre
durante los siglos de vida inalterable relativamente protegida pm
los pantanos del Pripet, Nuestros tres puntos caracterizan la m
turaleza de la ju n ció n así como la conducta que realiza el opo e
M er No es parte de su función la “creación” o la “invención de
n u L s posibiHdades. pues siempre se hallan “
por todf clase de puíblos. A menudo se conocen b iy , 7 es
tudian los escritores sobre temas literarios o científicos. En otros
casos no hace falta descubrir cosa alguna por ser totalmente obvm.
Si queremos ejemplificar esta afirmación en la vida política, pod^
mos decir que no era difícil determinar k forina en que podim
meiorarse las condiciones sociales y políticas de k Eancia de
S XVI, con objeto de evitar la'caída del ancten r e g v ^ . De
hT ho k ¿onecían'bastantes personas,
tuación de aplicarla. Es precisamente este hacer , este poner .
práctica”, sin el cual están muertas ks posibilidades en lo que COB-
L te la fundón del líder. Y esto es valido para
razgos, lo mismo de los efímeros que de X ef
meros pueden suministrar un buen ejemplo. Las medidas que deben

tSsi®
98 d e s e n v o l v im ie n t o ' e c o n ó m ic o

adoptarse en caso de emergencia suelen ser sencillas; es posible que


casi todo el mundo o todo el mundo las vea- sin embargo, todo el
mnnrlrv
mundo desea que alguien las exponga, las i lleve a la práctica, dirija
su implantación. Eli liderazgo artístico o científico que influye so-
¡IsiTlCnrc
lamente pornnr el ejemplo,_ ^ ^
no consiste .__
tampoco z i _ en
sólo __ /-í/acr'nhrir
descubrir oo
crear una cosa nueva, sino en impresionar al cuerpo social, deci­
diéndolo
, y, a^ seguir
o la innovación.
VC4.WXV./XÍ, Eos jefes EUlií
íuKJo Jí^XCo cumplen, ^por tanto, su

-í«-T
i'- función
lUncion^mas más por
oor la voluntad
vnlnní-o,^ que por el intelecto, más por t^nr su ¡auto-
personal”, etc., que por sus ideas originales.
Debemos, por tanto, distinguir el liderazgo económico de la
invención”.. Las invenciones carecen
invención rarpcpn de rip importancia económica
lllÉir en tanto que no sean puestas en práctica. Y la aplicación de cual­
quier mejora es una tarea completamente diferente de su invención,
i; • y que requiere aptitudes distintas. Si bien los empresarios pz^etlen
ser inventores, como pueden ser capitalistas, lo son por coinciden­
cia y no por namrdeza, y viceversa. Además, las innovaciones que
,í\:. 1 e'^ran a la practica los empresarios, no precisan ser invenciones
iíSl' en form.a alguna. Por lo tanto, no es aconsejable conceder demasia­
da importancia a las invenciones, tal como lo hacen muchos trata­
distas. 1I
^ E liderazgo del empresario a diferencia de otros liderazgos eco-
nomicos, como el que esperamos encontrar en la tribu o aldea pri­
mitivas, o en una sociedad comunista, se colorea por las condiciones
peculiares a ella. Carece del relumbrón que caracteriza a otros li­
derazgos. Consiste en el cumplimiento de una tarea especial que
solo interesa al público en casos muy excepcionales. Pues su éxito,
perspicacia y vigor, no son más esenciales que cierta estrechez de
miras, que se limita a agarrar la ocasión por los brazos, y ^
?ms._ La “influencia personal”, sin duda, no carece de importancia.
, sin embargo, la personalidad del empresario capitalista no pre­
cisa responder (y no responde por lo general) a la idea de cómo
suponemos que debe ser un “líder”, y esto en una medida que se
hace diñcil comprender que cae bajo la categoría sociológica de
■ 'T ’ u medios de producción a nuevos caminos. Pero
no lo hace convenciendo a los hombres de la deseabilidad de llevar
a la practica sus planes, ni por la creación de confianza en su li­
derazgo a la manera del jefe político —pues debe convencer o
impresionar solamente al banquero que debe financiarle— sino com­ /-
prándolos a ellos o sus servicios, para utilizarlos en la forma que
juzgue. También “conduce” (leads) en el, sentido de que lleva a
ptios productores tras de sí. Pero como sus competidores, que
re ucen primeramente y por ultimo anulan sus ganancias, es en .
V, y V1*^ ‘ 1,
' EL- FENÓMENO F U Í® a Kí ENTAE

realidad un liderazgo contrario a la voluntad del que lo ejerce. Fi-


;nalmente rinde un servicio cuyo conocimiento exacto requiere los ;
conocimientos de un especiaHsta. No se comprende con tanta fa­
cilidad por el público, como un buen discurso de un político, o la
victoria de un general en el campo de batalla, y eso por no insistm
km
en el hecho de que parece actuar por su solo ínteres individual, y
a veces en forma dura. Comprendercmos, por tanto que no se
I
advierten en este caso los valores afectivos que son la gloria de
todas las demás clases de Hderazgo social. Añadamos a esto la po­ >n'J
sición económica precaria del empresario mdmdual y de los empre-
í sarios como grupo, y el hecho que cuando su éxito económico lo
eleva socialmente no tiene tradición o actitud cultural que lo so^
tengan, moviéndose por la sociedad como un improvisado, cuy
modales son objeto de burla, y comprenderemos por que este tipo
no ha sido nunca popular, y por que la propia critica científica lo
ha desdeñado a menudo.^^ ./ j i
' Redondearemos por último nuestra representación del empresa­
rio en la misma manera en que tratamos de comprender siempre
(lo mismo en la ciencia que en la vida practica) el compqrtaimento
humano, o sea por el análisis de los momos caracterisocos de su
"conducta. Todo intento de hacerlo chocara probablemente contra
todas las objeciones hechas a la intromisión del economista en el
campo de la psicología, objeciones a que nos ha acostumbrado _
larga lista de^escritores. No podemos entrar aquí en el estudio de
la relación entre la psicología y la economía siendo suficiente h í-
cer constar que los que se opongan a consideraciones pstcolopcas
en una discusión económica, pueden saltar estos párrafos sin perder
contacto con el argumento en los capítulos siguientes. Pues ningu­
no de los resultados a que conduce nuestro análisis, cae q levan­
ta con nuestra “psicología del empresario m esta ™iado por
cualquier error contenido en esa última.^ No precisamos -c o m o
pod?á ver el lector por sí mismo— ir mas alia de las fronteras de ‘ r -t'
■ la conducta observada. Aquellos que no se oponen a toda psicolo­
gía, sino a la que conocemos por el libro de texto tradicional, ve-
21 P or lo tanto, puede no ser superfino señalar qne nuestro análisis d d
papel del empresario no supone una “glorificación” del tipo, com o s|ipus^- -
L n algunos lectores de la prim era edición Sin duda,
presarios tienen una función económica, distinta, p o r eje ? ! bien-
' ladrones. Pero no definimos a cada empresario com o un ™ “ .
■ hechor de la humanidad, ni queremos expresar
"'méritos com parativos de la organización social en la p
peí iS soL e^la cuestión de si^esta función pudiera realizarse en form a mas
■ barata o eficiente. “-j

pwS

t/ A
ifa
illf
'100 D ESEm ’ OLVIMIENTO -'ECONÓMIOO

ráii que no adoptamos el cuadro tradicional de la motivación del


“hombre económico”.
En la teoría de la corriente circular, se reduce la impor-tancia
de examinar los _motivos, por el hecho de que las ecuaciones del
sistema de equilibrio pueden interpretarse en forma que no imoli-
quen magnitudes psíquicas de_ ninguna clase, como aoarecen en el
anahsis de rmeto y Barone, Y ésta es la razón por la‘cual la psico™
AOgia ^auii defectuosa) interviene menos en los resultados ^de lo
que pocha esperarse. Quizá exista la co n d u cta racional aun'en au­
sencia de la mMttvación racional Pero en cuanto queramos penetrar
. ^ i la motivación el problema se complica. La mayor parte de Ja«
en su vida diaria, con circunstancias
, y iiab.pOb pociaies aados, se les presentará primariamente desde el
punto ae vista de un deber, que lleva consi|o una sanción social o
supra-i.umana. Existe en ello muy poca racionalidad consciente y
macho menos hedonismo y egoísmo individual, y puede decirse
que .o que hai/a de tal cosa es de aparición relativamente reciente,
bin emoargo, y en tanto que nos confinemos a las grandes líneas
de .a acción económica constantemente repetida, podemos enlazar-
o con ViS necesidades y los deseos de satisfacerlas, a condición de
p e reconozcamos que_ ei motivo económico definido en tal forma
w i a mucho en intensipd en el tiempo; que es la sociedad quien
Ja forma a las necesidades que observamos; que las necesidades de~
con referencia al grupo en que piensa el individuo
pcion (Ja lamilia o nn grupo mayí>r o menor que k
iuLa,, quv k acción no sigue prontamente al deseo, correspon-
pendo y amente a ella en fo rm akás o menos imperfecta 0 ^
" fe elección individual está siempre limitado, si bSn en
B le s a lb m m f hábitos y las convenciones so-
c-i^les, asi como por elementos parecidos; sin embargo, sigue siendo '
c i y o que dentro de la corriente circular cada u S o se^ B ap l a l
y d i o con objeto de satisfacer ciertas necesidades dadas (sulas o
d , otros) en la mejor forma posible. Ei sig n ificad o de k acción
satisfacción de las necesidad™
m el senado de que no habría acción económica si no hubiera ne-
y y ° . Y® corriente circular, podemos pensar
-ampen enJa satisfacción de necesidades como el m o tiv a normal
. uEimo no es cierto para nuestro tipo. Sin duda en
c i e y sentido puede decirse que es el más racional y el más e a o S
d f® fe racionauLd conscknte
Í B T h B “ “ ®" Pr®®“ ®" practica de planes nuevos, que a
en Sei preparados antes de ponerse en práctica, q le en

i
M
Í'í;?-: V'V

'EL ■-FENÓMEkfb FtkroÁ'MEbTTAJB' doi

la mera rutina de un negocio establecido. Y un empresario típico


PStá más centrado en sí mismo que otros porque comía menos que
¡líos en la tradición y en la coneidón, y porque su rarea caractexis- Q
tica —lo mismo desde el punto de vista teórico que desde el hi-tori- _ , d '
co—- consiste precisamente en la ruptura con ^la traaicion 7 -
crear una nueva. Si bien esto se aplica primariamente a su acma-
dón económica, puede hacerse extensivo a sus consecuencias rnora-
les culturales v “sociales. No es ninguna coincidencia que ei pe­
ríodo de auge" del tipo del empresario diera ongen. tamoien .-i
Pero su conducta y sus motivos no son “racionales en mngun
otro sentido, Y su motivación característica no es de ciase hedo- ^
nista en n in gú n sentido. Si definimos el motivo nedomstico de la
acción como el deseo de satisfacer las necesidades propias, podemos
■incluir en las “necesidades” cualquier impulso, lo mismo que ^pode­
mos definir el egoísmo en tal forma que incluya ^tambienjoaos los
valores altruistas, con el argumento de que también signiíican^a go Y j
para ia propia satisfacción. Pero esto reduciría nuestra definición
I una tlitoN gía. Si queremos darle significado, debemos restrim Ix i
giria a aquellas necesidades capaces de ser resueltas por el. consumo f--
de bienes, y a la clase de satisfacción que se espera dicho con­
sumo. Em Lces no es ya cierto que nuestro tipo de empresario
actúe baio un deseo de satisfacer sus necesidades Q ;
Pues a no ser que asumamos que los individuos que no^s iiite
resan se hallen impulsados por un deseo insaciable de satisiaccion
hedonista, el funcionamiento de ia ley de Gossen liana ces;m todo [>
esfuerzo posterior por parte de los jefes de los_ negocms. Peto la ( fj
experiencia nos muestra que los empresarios típicos solo retiran
de k arena cuando se ha agotado su fortaleza y no se sienten a Y
altura -de su función. Esto no parece comprobar la representacmn
del 'hombre económico, que compara resultados probables con ia Q
desutilidad del esfuerzo y alcanza a su debido tiempo ^
equilibrio más allá del cual no desea pasar. Ei esfuerzo en nmst y O
c^o no parece pesar, interpretando esta expresión como el senti­
miento db una rázón para dejar de trabajar. Y la actividad del tipo Y
empresarial es indudablemente un obstáculo _al ^goce hedonista de
aquellas clases de mercancías que son adqmnaas usualmente por
ingresos superiores a cierta cifra, porque su “consumo y5>!
la holganza La conducta que observamos en ios individuos que
nos interesan sería por tanto irracional desde el punto de vi.ta ue-
'J
no probaría, como es natural, la ausencia de motivaciones

u i
ír-'i":íí;í”
rnSE N V O L V IM IE N T O ECONÓMÍGO

hedonísticas^ Pero apunta, sin embargo, a otra psicología de ca­


r á c t e r no-hcdonisra, especialmente si tenemos en cuenta ia indife­
re n c ia al g o z o hedonístico que se hace conspicuo en individuos ca-
'ra c te riz a d o s de nuestro tipo, y que no es difícil de comprender.
Tenemos en primer lugar el ideal y la voluntad de fundar un
reino privado, aunque no necesariamente una dinastía. El mundo
moderno desconoce tales posiciones, pero lo que puede lograrse
I por el éxito industrial o comercial es la mayor aproximación al
i■■ señorío medieval abierta al hombre moderno. Su fascinación es
esencialmente poderosa para las^personas que no disponen de otro
medio para conseguir la distinción social. La sensación de poder
y de independencia no desmerece por el hecho de ser ambas ilu­
sorias, Un análisis más profundo mostraría uña variedad infinita
dentro de este grupo de motivos, desde la ambición espiritual al
esnobismo. Pero eso no precisa detenemos. Basta señalar que no
coinciden dichos motivos con la satisfacción del consumidor,, a
pesar de hallarse más próximos a ella que otros cualesquiera.
Podemos mencionar también la voluntad de conquista: el im­
pulso de lucha, de manifestarse como superior a los demás, de tener
éxito por el éxito mismo, y no por sus frutos. La acción económi­
ca se parece al deporte, en este aspecto; existen campeonatos fi­
nancieros, mejor dicho, combates de boxeo. El resultado financiero
es una consideración secundaria, que se valora en toda caso como el
índice del éxito y como síntomas de la victoria, cuya exhibición
es a veces más importante como motivo de grandes gastos que el
propio deseo de los bienes de consumo. Encontraremos también
incontables matices, algunos de los cuales —como la ambición so­
cial— se difuminan en el primer grupo de motivos. Y como ve­
P ! mos, nos hallamos de nuevo ante una motivación característicamen­
te distinta de la “satisfacción de necesidades” en el sentido definido -
más arriba, o de la “adaptación hedonística”, para emplear otras
palabras.
Finalmente existe el gozo creador, de hacer las cosas, o simple­
mente de ejercitar la energía y el ingenio, Y esto es un motivó
ubicuo, pero en ninguna parte se encuentra como factor indepen­
diente de la conducta con la claridad con que se nos presenta en
este caso. Nuestro tipo de hombre busca dificultades con objeto dé
verse obligado a realizar alteraciones; encuentra su gozo en la aven­
tura. Este grupo de motivos es indudablemente el más anti-hedo-
nista de los tres.
La propiedad privada, como resultado de la actividad del em­
presario, es solamente un factor esencial del funcionamiento de ésta
vrr'^’Vr
103
'^
el --------
fen óm en o fu n d am e n t al

en el primer grupo, de
La g ¿ a n d a pecuniaria Y tiene la ventaja
b le í éxito, y “ “ ü""‘" L f l S b °e aúriucha por e lla - de ser
L le sd e el punto de vista jnedáa de la opinion
un hecho objem o e “ ^®P¿"^culiarida®des inherentes al mecams-
de los demás. hacen muy difícil reemplazarla
mo de la sociedad adqmsmya , • j^etrial aun si descartáramos
T ru rm o to r del desenvolvirmento
la importancia que ? cierto aue el segundo y tercer gru-
a la inversión. Sin embarg , „ ser sustituidos por alguna
de motivos del T n l presupiisiera la gamncia pri-
organización de ®°ci j-Sovación económica. La Ciase . ®
v a L como resultado de ^ uiotivos de la acnvidad
tímulos con que pudieran conseguiría que o p e r a n &a-
del empresario, y la hacen los capitalistas, queda fuera de
Ósfactoriamente, asi com sociales no prestan bastante
„ o tema. Los los partidarios _del
ción a estos puntos y los agñ , ,^ pueden ser determma-
S d L lism o J c a l. P f - " " . H a de la actividad del
dos por la Observación d e t a ^ J m e n to s dados,
empresario, al menos para lugares y

I
' ' ‘ CAPÍTULO III

: CRÉDITO Y CAPITAL

NATURALEZA Y FULTCIÓ N D E L C RED ITO ^

L a NoaÓN fun d am en te! de que k esencia del desenTOlvimiento eco­


nóm ico consiste en em pleos d iferen tes de los serv icio s existentes
la ^tierra j trabajo, no conduce a la afirmación de que la realiza­
ción de nuevas combinaciones tiene lugar por la retirada de dichos
servicios de sus empleos anteriores. Pues toda forma de economía
en la cual líder no tenga poder directo de disposición sobre di­
chos ^servicios nos conduce de nuevo a dos herejías:' primero la
iierejia según la cual ei dinero y, segundo, la herejía de que los otros
medios de pago realizan ambos una función esencial y, por tanto
los procesos en términos de medios de pago no son meramente'
reflejos de ios procesos en términos de bienes. Una larga línea de
teoneos nos h.a asegurado 'lo contrario en toda ocasión posible v
aun con impaciencia e indignación moral e intelectual.
La economía política se ha resistido —con razón— a loe errores
populares continuos que se aferran ai fenómeno del dinero, desde
e momento en que adquirió el rango de disciplina científica. Este
ha siáo uno de sus servicios fundamentales. Y cualquiera que pien­
se en seno lo dicho anteriormente, verá que no se ha mantSiido
en nuestras ideas mnguno de dichos errores. Indudablemente sería
1=0 t L f pensamiento que se ha expuesto sin modificacionés esencía-
T "" Aa_recibidD una mejora apreciable con las investigación^
TheonV d e s B c m k k r e d its ^ in ed.
V_" ’ P ~ pe.mito aconsejar especialmente ai lector k lectur-^
esm oora original y menroria que ha hecho avanzar considerablemente
P-blem aY Z s en muchos respectos pardek W g!
-^naecidos' p- CredtT S yste?;i. -Quiza los fenómenos
.-aeydos ..i. u posguerra, ks discusiones sobre el papel iucrado. oor el
en apaSeneS
Sí S -^ ^ "" continuación. Todas k s teorías actuales
dei ciclo armman k existencia de “créditos adicionales” en k prosoeridar v
se ocupan del ;proble.ma de si es posible hacer más suave-s £ s efeoos de^
r S I i^yi^enciaindom por el lado del dinero. Esto no significa todavía la
ayyptacion oe mi punto de vista, pero debe conducir hacia él. Véase tam-
men mi articulo “KreditkontroUe” en la revista x ir c h w f í l r S o z i d w ^ ^ -
(1925). Recientemente ha llegado a los mismos m- ,
L ' f ^pbevson en su obra: B oraking F o lic y cm d t h e P r ic e L e v e l
^vease soore ello Pigou, en E c o n o m i c J o u r n a l, junio de 1926),
104 ' .
CRÉDITO Y C APITAL 105

■falso afirmar que el dinero es solamente un medio para la circula-


■cián de bienes, sin que resulten de él fenómenos importantes. Si
creáramos de aquí una objeción contra nuestro argumento, seria
al punto refutada por la prueba de que en nuestro caso no -puede
conseguirse un empleo diferente de los poderes productivos del
sistema más que por una perturbación en el poder relativo de c
pra de ios individuos. Hemos visto que no es posible en principio
L préstamo de los serHcios de la tierra y trabajo por parte de ms
terratenientes y obreros. Ni tampoco puede tomar el
i;’.' en préstamo medios de producción producidos. Pues _en la co- .
I' ■
®Ss rrieme circular no habría existencias inactivas de los mismos p^ a
subvenir a las necesidades dei empresario. Si existen en uno u otro
punto tales medios de producción, entonces es evidente que el
empresario puede comprarlos; pero para eso precisa poder de com-
nra^ No puede tomarlos en préstamo, pues se precisan para el
proDÓsito para ei cual fueron producidos, y^ el poseedor no puede
ni quiere esperar su devolución —que podría hacer el empresano,
pero solamente más ta rd e -, y tampoco quiere m puede soportar
el riesgo. Si alguien hace esto, a pesar de todo, se llevan a cabo en
realidad dos transacciones: una compra y una concesión de ere i-
to. Ambas son, no solamente partes distintas, en sentido ^legal, de
un mismo proceso económico, sino dos procesos económicos muy
diferentes a ios cuales corresponden fenómenos económicos distin­
tos como'veremos más adelante, finalmente, el empresario no pue­
de'“anticipar” bienes de consumo al obrero y al terrateniente, por
no disponer de ellos.^ Si los compra, precisa poder adquisitivo para
eroí ef^ectos. No podremos eludir este hecho, pues se trata siem-
pre de retirar bienes de la corriente circular. Y respecto al pres-
tamo de bienes de consumo puede decirse lo mismo que denlos biw
nes de producción. No afirmamos, por tanto., nada que sea misterioso
o extraño. j
Es evidente que no tiene sentido la objeción de que nada esen­
cial “puede” depender del dinero. Pues en realidad el poder adqui­
sitivo es el vehículo de un proceso esencial; de esto no cabe duda.
Además, no puede hacerse en realidad la objeción porque todo el
mundo admite el fenómeno análogo de que los c a b io s en la can­
tidad o la distribución del dinero pueden tener efectos de grandes
alcances. Pero no se ha dado a esta observación la importancia que
merece. Y, sin embargo, es muy instructiva la comparación. Aquí
2 La construcción teórica que ha impuesto esta concepción
nay se refuta por sí misma. Y es tm importante que pnede hablarse dfe
“eéonomía de Htregas adelantadas” (VorschmsokcmoTme).
1G6: '"DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

' tampoco existe necesariamente un cambio en la esfera de ios bie-


^.nes, es decir, una causa precedente del lado de las mercancías, a la
, cual pueda acudirse como explicación. Los bienes se comoortan
iíSp --'- en-este caso en forma totalmente pasiva. Sin embargo, su caíitidad
ulase se mfluencian —como todo el mundo sabe— en gran
^ ‘ ■ ' medida por tales cambios, ®
Nuestra segunda herejía no es tampoco can peligrosa como pa-
. rece Descansa también en último análisis sobre un hecho que no
- solamenm demostrable y aun obvio, sino también generahneiite
. aceptado. En el sistema económico se crean medios de pago que
SI bien se representan externamente como un derecho sobre una i
, cantidad determinada de dinero, se diferencian extraordinariamente
- de cualqmer otro derecho sobre bienes, porque realizan el mismo
servicio —al jnenos ternporalmente— que el propio dinero, de for­
ma que pueden sustituirlo bajo ciertas circunstancias.» Y esto no
w lo se reconoce en la literatura sobre dinero y crédito, sino tam­
bién en la teoría, en su sentido más restringido, posa que puede
observarse en cualqmer iibro de texto. No tenemos nada que aña-
J r a la observación, sino solamente al análisis. Los problemas cuya
, discusión tema mayor relación con el reconocimiento del hecho
fueron^Ias cuestiones sobre el concepto y valor del dinero. Cuando
la teoría cuantitativa estableció sus fórmulas sobre el valor del di­
nero, sus críticos la atacaron primero por su desconsideración de
también conocido que muchos tratadis­
tas han animado que estos medios de pago, y especialmente el cré­
dito bancano, pueaen considerarse como dinero. Pero basta con
que el problema se planteara. En todo caso, el hecho que nos ocu­
pa, que yo sepa, se ha admitido por todos, aun por aquellos escri­
tores que responaieron a la cuestión negativamente. Se explicó
también siempre, con más o menos detalle, la forma en que es téc­
nicamente posible. ,
]&o implica el reconocimiento de que los medios circulantes así
creados no representan meramente una cantidad equivalente-de di­
nero, sino que existen en tales cantidades que no podrían redimirse
todos a un tiempo; y también que no sólo reemplazan —por razo­
nes de conveniencia— sumas de dinero que circularon preíSmente,

posibJe en general sumar los derechos sobre los bienes


, con los bienes mismos, como tampoco podríamos sumar las espidas v los
g^.nos de trigo es, sin embargo, W t a íío d i f e r e n t e T c u e s S í^ q u e ^
se puede cabalgar so-bre el de-
' h llt r f también es cierto que con mi derecho a ^ e r o se p u ^ e
.hacer lo mismo que con este, a saber: coinprar.

.r'L.■' ^ ^
'''"■■‘^ ... ■
g r é d it o y c a p it a l

sino que aparecen, una vez creadas, al lado de las sumas essrentes,
ODinSde también con la concepción dominante la afirmación que
no es esencial para nosotros, pero que mantenemos para facilitar
la exposición— de que esa creación de medios de pago se centra en
los lencos y constituye su función fundamental. La creación de
dinero por ios bancos realizada por ia_ creación de obligaciones con­
tra sí mismos, descrita por Adam Smith y otros autores mas primi­ :tií
tivos en forma libre de errores populares, se^ha convertido ^oy en
un lugar común; por lo cual me apresuro a añadir que para nuestro»
propósitos es indfferente si se considera o no a la expresión crea-
c ió l de dinero” como correcta desde el punto de vista teonco Ai-*
Nuestras deducciones son del todo independientes de los detalles
de cualquier teoría monetaria.
Findmente no puede dudarse que estos medios circulantes lle­
gan a existir en el proceso de la concesión de créditos, y se crean
especialmente —desdeñando los casos en que solo se trata de evitar
el transporte de metálico— con el proposvto de <1
Un banco es, según Fetter (F rin cip les o f E canofm cs, P- 462),^ un ui
negocio cuyas entradas se componen prmcipalmente del préstamo '3i
de sus promesas de pago”. Hasta ahora no hemos afirmado nada ¡'A
contro^rtiblé, ni veo siquiera la posibilidad de mantener una opi­
nión diferente. Nadie puede reprocharme que este haciendo una
ofensa a la afirmación de Ricardo, según el cual las operaciones
bancarias” no pueden aumentar la riqueza de un pais, o de ser cul­
pables de una especulación en el sentido de Law,- Ademas, ¿q^uien
va a negar el hecho de que, en algunos países, tres cuartos de los
depósitos bancarios son simplemente créditos® y que, por lo general, •Al
el hombre de negocios comienza siendo deudor del banco con ob-
4 Véase J. S. M ili. Además, cualquier economista admitirá que la afirm a­
ción de R icardo n o es totalm ente correcta, a pesar de ser tan com ervador
sobre este punto. Véase, p or ejemplo, Laughlin, q m ^ dice en su obra
ci-bles o f Money: “E l crédito no aumenta el capital (o sea los medios de pro-
ducción) sino que lo movüiza y lo hace más eficiente, resultando en conse­
cuencia, en un aumento de la producción.” Más tarde a f i j e m o s algo sin g a r
5 Solamente unos cuantos bancos muestran en sus balanc^ periódicos la
parte verdadera de sus depósitos. E l cálculo anterior esta basado en datos
ingleses que lo muestran aunque sea de form a indirecta, equivahendo p ro ­
bablemente esa apreciación a una comrmtms opimo. Esto no es valido para
Alemania, porque no existe la práctica de acreditar al chente la totahdad del
g é sta m e. P ero no p or eso es diferente la esencia de la teoría. T odos los
L p ósito s bancarios L basan -h a b la n d o en f
créditos, cosa que ha recalcado H ahn, pero los i
. sumas -ingresadas en el banco se cubren en form a especial y no aumentan el
' poder de com pra de los depositantes. YA l

' !-
Aj ‘A ____ :
103 SENV^OEVIMIENTO ECONÓMICO

■jeto de ser su acreedor posteriormente; qoe primeramente “toma’


; en,préstamo” lo que “deposita” tm o actu^ y eso sin hablar del hecho
de .que solamente una parte mínima de las transacciones se efectúan
y pueden efectuarse en dinero en sentido estricto? No concederé
por tanto, mayor atención a estas cosas, pues no tiene objeto, dar
_pplicaciones que pueden encontrarse en cualquier libro elemental
, ..ramoien se admite generalmente que todas las formas de crédito,
desde los billetes a los créditos en cuenta corriente, son en esencia;’
la misma cosa, y que el crédito aumenta la cantidad de medios de '
pago en cualquiera de estas formas;®
^ _ Hasta ahora no hemos encontrado sino un punto sobre el cual
naya controversia posible. Es evidente que la mayor parte de tales
medios circulantes^ no pueden ser creados sin una base que consista
en mercancías p dinero legal Creo que no me equivoco al afirmar
que _a letra ^de cambio del productor aparece como ejemplo típico
ce^ tales medios, lo mismo para el hombre de negocios que para el
teonco. El productor libra contra sus dientes, tan pronto^'como
iermina la producción y vende el producto, con objeto de tradu­
cir en seguida su documento en “dinero”. Estos productos sirven
en tal ^caso de “'base” —m co n cr eto , por ejemplo, conocimientos
de emoarque-— y aunque los conocimientos no estén respaldados
por cinero existente, -se basan en su lugar en bienes existentes y -en
consecuencia, en cierao sentido, en “poder de compra” existente.
depósitos mencionados más arriba surgen en gran parte del
descuento de papel comercial^ de esta clase. Y esto se podría con­
siderar como el caso normal de concesión de créditos o de coloca­
ción de instrumentos de crédito en los canales del comercio, pii-
diendo denominarse anormal cualquier otro caso.^ Pero aun en los
« Naturalmente, eysten siempre teóricos que adoptan el ounto de vista
o -- lego en k materia, que consideran con estupor las “sumas gigantescas
existentes eo los bancos”. Sorprende que adopten a veces o p in ió f
los penodisto financieros. Como ejemplo véase el libro —n £ y útil^por lo
cemas d e Clare, orula do: A M on ey M arket P rm ter, que no Acepta ^direc-
ese punto de vista pero define las sumas disponibles para k conce­
sión de créditos como el dinero de otras personas”, cosa que es naturalmente
.cierto en parte, y solo en sentido figurado.
desdeño desde el primer momento el caso en el cual se des­
pachan los negocios com entes de un sistema econó.mico con medios cre-
í pago recibiendo el productor una letra u otro instrumento de
^ clientes, con la cual compra inmediatamente bienes de pro-
™ e x i s t e en reahdad una concesión de crédito, y el caso no
, sesenta diferenci^ fundamentales respecto de las operaciones en efectivo
con moneda metahca. Este caso, del cual no hablaremos más en este lugar,
lia sido mencionado en el prim er capírulo. °

c é jé d it ó ' c a p it a l 1C9

casos en que no se trata de liquidar una operación norma, de ;


mercaderías, se exige, por lo general, una garantía colateral, y lo ,
aue llamamos “creación de dinero” no sería, por tanto, smo a
■ movilización de créditos existentes. En este punto deberíamos vol- ,
ver pues, a ia concepción tradicional. De hecho parece triuniar ^
esta ultima, pues no solo no habría medio circulante sm una Dase, i
sino que podría hacerse abstracción dei dinero, llevando la investi­
gación al cambio de mercancías por mercancías, o_ sea procesos en
la esfera de los bienes. Esta interpretación explica también por 1>
mué se supone generalmente que la “creación de_ dinero es pura­
mente una cuestión técnica, sin mayor significacmn para la teoría
■ general de la vida económica que la que pudiera relegarse, sm
preocupaciones, a un capítulo sobre los .métodos bancarios.
■ No estamos totalmente de acuerdo con esto. Por el momento
basta recalcar que lo que se designa como “anormal” por la prac­
tica, es solamente la creación del medio circulante que pretende ser
el resultado de las transacciones corrientes de mercancías, sin que
sea ese el caso. Fuera de esto, podemos afirmar que las letras fi­
nancieras no son sólo algo “anormal”. Es cierto que no son crea­
ciones de crédito para financiar nuevas combinaciones, pero a me­
nudo acaban por ser algo muy parecido. En cuanto a la garantía
colateral, que no puede estar compuesta en tal caso de productos
existentes, sino de" otras cosas, lo significativo no es, en principio,
que-se “movilice” esa garantía por la concesión del crédito. M a
no es una buena caracterización de la naturaleza de la cosa. Por
el contrario, debemos distinguir dos casos. Primero cabe que el
empresario disponga, de algún valor que pueda dejar en prenda
en el banco.® Esta circunstancia le permite obtener su crédito
con mucha mayor facilidad. Pero no pertenece a la naturaleza
de la cosa en su forma más pura. La función del empresario no
está relacionada, en principio, con la posesión de riqueza como
-nos muestra el análisis y la experiencia, a pesar de que el hecho
accidental de la posesión de riqueza constituya una ventaja prac-
® Además si se trata de cosas como tierras o acciones que no circulan
—o no están’ en el mercado de bienes— entonces la creación de dinero pro­
voca el mismo efecto, en la esfera de las mercancías y sobre los precios que
una emisión sin cobertura. Pero esto pasa inadvertido por lo general. Vease
el error análogo en el casó del dinero estatal creado con garantía de
tierras. La cobertura frecuente de esta categoría de medios^ de pago con
alguna clase de garantía, sólo elimina la inseguridad que existiría de otra for­
ma pero no altera el hecho de que no existe una oferta de productos co-
rre^pLdiente a la nueva demanda de productos que procede de ella. \ case
el capítulo II.

ECONÓMICO ■

tica. Debido a los casos en los cuales falta tal circunstancia, no


puede atacarse dicha interpretación, y se sigue que la afinuación
de que el crédito “acuña propiedad”, por así decir, no es una for­
mulación suficiente del asunto. En segundo lugar, el empresario
puede hipotecar los bienes que adquiere con el poder de uompra
obtenido^ en préstamo. La concesión del crédito viene primero y
lá garantía no existirá sino un momento más tarde. La concepción
de situar en la circulación un activo recibe aún menos apoyo de
este caso que del anterior. Por el contrario, es perfectamente claro
, que en el pnmer caso se crea poder de compra al cual no corres­
ponden nuevos bienes.
f sigue^que en la vida real debe ser mayor el crédito
total de lo que podna ser si fuera sólo crédito cubierto en su in­
tegridad por garantías. La estructura del ..crédito se proyecta no
solamente _mas alia de la base existente de oro, sino tamban de la
de mercaderías. No puede negarse este heého como tal, sino que
solo podría ponerse en duda su importancia teórica. Pero, sin «n -
bargo, es rnuy importante para nosotros la distinción entre el cré-
dito nqm al y anomál.* El primero crea un derecho a una parte
del dividendo social, que representa y puede ser considerada como
servicios prestados, con entrega previa de bienes existentes. La cla-
se. de crédito que la opinión tradicional llama anormal, crea tam-
bien derechos al producto social que, en ausencia de servicios pro­
ductivos pasados, solamente pueden describirse como certificados
de servicios futuros, o de-bienes por producirse. Existe, por tanto
una diferencia fundamental entre las dos categorías, lo mismo en
su naturale^ que en sus efectos. Ambas sirven los mismos propósitos
como medios de pago, y no pueden ser objeto de distinción ex-
abraza medios de pagos para los cuales existe una
contribución correspondiente al producto social, y otra a medios
de pago a los que no corresponde absolutamente nada por el mo­
mento —al menos ninguna contribución al producto social, a pesar
de ^ e esta deficiencia se compense a menudo por otras cosas.^
Después de estas consideraciones introductorias, y espero que
pitulo. Debemos probar primeramente Ja afirmación, tan extraña
a primera vista, de que solamente el empresario precisa en principio
del crédito, o el corolario, menos extraño como afirmación, de que
el crédito sirve al desenvolvimiento industrial. Se ha establecido
ya que el empresario - p o r principio y como n o rm a - necesita
crédito, en el sentido de una transferencia temporal en su beneficio
de poder adquisitivo, si es que ha de producir, para poder Uevar
?P|®||if|
CRÉDITO Y CAPIT AL

'a cabo sus nuevas combinaciones; en una palabra, si es que ha de


corn éen m e en empresario. Y este poder de compra no le llega en
forma automática, como al productor en la comente circular, por ilW
la venta de lo producido en períodos precedentes. Si no posee ese
poder de compra — y si lo poseyera sería simplemente como con-
ípTuencia del desenvolvimiento anterior— debe obtenerlo en pres-
ramo Si no lo obtiene es indudable que no puede transformarse
en empresario. En esto no existe nada ficticio; se trata simplem^te
de la formulación de hechos conocidos por todo el mundo. Solo
Duede transformarse en empresario adquiriendo primeramente el
carácter de deudor. Y se convierte en deudor como consecuencia
de la lógica del proceso de desenvolvimiento; o, para decirlo en
otra forma: su transformación en deudor surge necesariamente e
caso y no es anormal, ni un accidente que deba ser explicado por
circunstancias particulares. Lo que precisa primeramente es cré­
dito Requiere poder adquisitivo antes de necesitar cualquier dase
de bienes. Es el deudor típico en la sociedad capitalista.
Ahora debemos completar el argumento por la prueba nega­
tiva de que no puede afirmarse lo mismo de ningún otro tipo, y
nue no existe otro deudor que lo sea por la propia naturaleza de
función económica. Existen, como es natural, muchos otros mo­
tivos para prestar o tomar dinero en préstamo, Pero lo importante
es que en tal caso no se presenta la concesión del crédito como un
elemento esencial én el proceso económico. Y esto es vahdo pri­
meramente para el crédito de consumo. Desdeñando el hecho de
que su significación sólo puede ser secundana, no es un elemento
' en las formas y necesidades fundamentales de la vida mdustrial. No
forma parte de la naturaleza de ningún individuo, contraer deudas
' para el consumo, como tampoco lo es de ningún pfoceso de pro­
ducción que los participantes incurran en deudas para los proposi­
tes de consumo. En consecuencia, no nos interesa el fenómeno del
- crédito para consumo, y lo excluiremos de nuestra consideración
a pesar de su importancia práctica. Y eso no representa una abs­
tracción- lo reconocemos como un hecho, pero no tenemos nada
especial que decir sobre él. Lo mismo puede afirmarse de los ca­
sos en que surja una necesidad de crédito para el sostenimiento de

® E l empresario es también un deudor en un sentido más profundo, como


puede subrayarse aquí; que recibe bienes de la corriente social - e n princi­
p o — antes de haber contribuido a eUa en nmgun concepto. En tal senpdo
P un deudor de la sociedad. S e le transfieren bienes a los c u a l^ no nene i»
ese derecho que se e x i p en los demás casos para tener acceso al dividendo ti
nacional. Véase el capitulo ii.

i
-l ki
112 DESENVOL^/IMIENTO ECONÓMI’CX)
CRÉDITO Y CAPITAL
iin negocio que haya sido perturbado, quizá por mala suerte. Estos
casos que encierro en la denominación de “créditos consuntivo- eos, y casi todas las empresas establecidas de antiguo, se dedican a
productivos”, no son parte de la naturaleza de un proceso econó­ esta ciase .de crédito “corriente”, en particular las instituciones de
mico, en el sentido de que su es'tudio sea fundamental para com- “depósito”, Pero eso es solamente una consecuencia del desenvol­
. prender la vida del organismo económico. No nos interesan tampoco vimiento, ya en plena actividad.
aquí. Esta interpretación no nos sitúa en oposición a la dominante,
Gomo toda clase de extensión del crédito con el propósito de en la medida en que pudiera pensarsef - Por ei contrario, asegura­
“innovar” es por definición la concesión de crédito a un ewipresa.- mos por ella —de acuerdo en absoluto con el punto de vista ha­
riOy y constituye un elemento del desenvolvimiento económico, bitual— que podemos desdeñar el fenómeno del crédito si queremos
eo nos quedan sino los créditos concedidos para la explotación captar el proceso económico de la corriente circular. Solamente
■V de un negocio en la corriente circular, y si resultara “no esencial” por el hecho de que la teoría dominante adopte el mismo punto de
■ para nuestro caso, dispondríamos de la prueba completa. Veamos vista, y aprecie como nosotros que en ei financiamiento por el cré­
ahora dicho problema. dito de las transacciones corrientes de mercaderías no hay nada
Vimos en el primer capítulo que el hecho de que se dé y se esencial, es por lo que puede eliminarlo de su tratamiento de los
rome crédito (BetriebskreM t) no es parte esencial de la corriente factores más importantes del proceso económico. Sólo por esto pue­
circulará® cuando el productor haya terminado sus productos, los de restringir su punto de vista a la esfera de los bienes. Desde lue­
vende inmediatamente, de acuerdo a nuestra concepción, y comien­ go, puede encontrarse algo parecido a las transacciones del crédito
za de nuevo la producción con el importe de esa venta. Las cosas . en ei mundo de los bienes, paro ya hemos llegado a un acuerdo so­
no suceden siempre así, indudablemente. Puede suceder que de­ bre ello. En todo caso ia teoría prevaleciente no reconoce la nece­
see empezar a producir antes de haber entregado los productos sidad de crear aquí nuevo poder de compra como tampoco lo hace­
a su cliente, Pero el hecho esencial es que podemos representar el mos nosotros, y el hecho de que no la reconozca en cualquier otro
proceso, dentro de la corriente circular, como si se financiara de punto prueba de nuevo que es una teoría estática.
ordinario la producción con los ingresos corrientes y con ello no Este crédito corriente puede ser, por tanto, eliminado de nues­
pasamos por alto nada esencial. El crédito debe solamente su im­ tro tratamiento con la misma justificación que ei crédito consun­
portancia práctica en la rutina ordinaria de los negocios estable­ tivo. Del conocimiento de que solamente representa un expediente
cidos a la existencia del desenvolvimiento, y a que éste lleve en sí f técnico del cambio —naturalmente en la corriente circular, pues
mismo la posibilidad de emplear sumas de dinero que de momento en el desenvolvimiento sería algo ,diferente por las razones men­
estén inactivas. De aquí que todo hombre de negocios invertirá cionadas—, que no tiene efectos posteriores sobre el proceso eco­
sus entradas tan pronto com.o le sea posible, obteniendo en présta­ nómico, llegamos a la conclusión siguiente. Con objeto de diferen­
mo el poder de compra que pueda requerir. Si no hubiera des­ ciar de manera tajante el crédito corriente con el que juega un
envolvimiento deberían permanecer en cada empresa o familia las papel fundamental y sin el cual no es posible una comprensión
sumas necesarias para llevar adelante las transacciones, permane­ completa del proceso económico, supondremos en el caso de la
ciendo inactivas hasta el momento en que fueran precisas. Pero el corriente circular que todos los cambios se realizan mediante mo­
desenvolvimiento altera esta situación. Elimina rápidamente al tipo neda metálica, que existe en cantidades constantes, y con una rapi­
de hombres cuyo orgullo es no haber hecho jamás uso del crédito. dez dada de circulación. Sin duda, toda la circulación de una eco­
Y en cuanto todas las empresas —viejas o nuevas— terminan por nomía sin desenvolvimiento puede consistir también en medios de
entrar en el círculo de los fenómenos del crédito, los banqueros Además se comprueba directamente por los hechos. Durante siglos no
preferirán este crédito por suponer menores riesgos. Muchos ban- ha e.xistido otro crédito que al consumo. Y más tarde se limitaba en verdad
el crédito a la fundación de un negocio. Pero la corriente circular conti­
10 Se espera que el lector no confundirá este “crédito corriente” (en la nuó su curso sin precisar de aquél, y sin alcanzar su imp-ortancia presente
corriente circular) con la suma que debe ser proporcionada al empresario hasta ios tiempos modernos. Y dado que una fábrica moderna no difiere
para hacer marchar el negocio (en contraste con la fundación del mismo), o ■ económicamente de un taller medieval en ningún otro aspecto fundamental,
sea, especialmente para abono de los salarios normales en curso. ■■se llega a la conclusión de que la primera no precisa en principio del crc-
■' dito.


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ii
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112 DESENVOL^/IMIENTO ECONÓMI’CX)
CRÉDITO Y CAPITAL
iin negocio que haya sido perturbado, quizá por mala suerte. Estos
casos que encierro en la denominación de “créditos consuntivo- eos, y casi todas las empresas establecidas de antiguo, se dedican a
productivos”, no son parte de la naturaleza de un proceso econó­ esta ciase .de crédito “corriente”, en particular las instituciones de
mico, en el sentido de que su es'tudio sea fundamental para com- “depósito”, Pero eso es solamente una consecuencia del desenvol­
. prender la vida del organismo económico. No nos interesan tampoco vimiento, ya en plena actividad.
aquí. Esta interpretación no nos sitúa en oposición a la dominante,
Gomo toda clase de extensión del crédito con el propósito de en la medida en que pudiera pensarsef - Por ei contrario, asegura­
“innovar” es por definición la concesión de crédito a un ewipresa.- mos por ella —de acuerdo en absoluto con el punto de vista ha­
riOy y constituye un elemento del desenvolvimiento económico, bitual— que podemos desdeñar el fenómeno del crédito si queremos
eo nos quedan sino los créditos concedidos para la explotación captar el proceso económico de la corriente circular. Solamente
■V de un negocio en la corriente circular, y si resultara “no esencial” por el hecho de que la teoría dominante adopte el mismo punto de
■ para nuestro caso, dispondríamos de la prueba completa. Veamos vista, y aprecie como nosotros que en ei financiamiento por el cré­
ahora dicho problema. dito de las transacciones corrientes de mercaderías no hay nada
Vimos en el primer capítulo que el hecho de que se dé y se esencial, es por lo que puede eliminarlo de su tratamiento de los
rome crédito (BetriebskreM t) no es parte esencial de la corriente factores más importantes del proceso económico. Sólo por esto pue­
circulará® cuando el productor haya terminado sus productos, los de restringir su punto de vista a la esfera de los bienes. Desde lue­
vende inmediatamente, de acuerdo a nuestra concepción, y comien­ go, puede encontrarse algo parecido a las transacciones del crédito
za de nuevo la producción con el importe de esa venta. Las cosas . en ei mundo de los bienes, paro ya hemos llegado a un acuerdo so­
no suceden siempre así, indudablemente. Puede suceder que de­ bre ello. En todo caso ia teoría prevaleciente no reconoce la nece­
see empezar a producir antes de haber entregado los productos sidad de crear aquí nuevo poder de compra como tampoco lo hace­
a su cliente, Pero el hecho esencial es que podemos representar el mos nosotros, y el hecho de que no la reconozca en cualquier otro
proceso, dentro de la corriente circular, como si se financiara de punto prueba de nuevo que es una teoría estática.
ordinario la producción con los ingresos corrientes y con ello no Este crédito corriente puede ser, por tanto, eliminado de nues­
pasamos por alto nada esencial. El crédito debe solamente su im­ tro tratamiento con la misma justificación que ei crédito consun­
portancia práctica en la rutina ordinaria de los negocios estable­ tivo. Del conocimiento de que solamente representa un expediente
cidos a la existencia del desenvolvimiento, y a que éste lleve en sí f técnico del cambio —naturalmente en la corriente circular, pues
mismo la posibilidad de emplear sumas de dinero que de momento en el desenvolvimiento sería algo ,diferente por las razones men­
estén inactivas. De aquí que todo hombre de negocios invertirá cionadas—, que no tiene efectos posteriores sobre el proceso eco­
sus entradas tan pronto com.o le sea posible, obteniendo en présta­ nómico, llegamos a la conclusión siguiente. Con objeto de diferen­
mo el poder de compra que pueda requerir. Si no hubiera des­ ciar de manera tajante el crédito corriente con el que juega un
envolvimiento deberían permanecer en cada empresa o familia las papel fundamental y sin el cual no es posible una comprensión
sumas necesarias para llevar adelante las transacciones, permane­ completa del proceso económico, supondremos en el caso de la
ciendo inactivas hasta el momento en que fueran precisas. Pero el corriente circular que todos los cambios se realizan mediante mo­
desenvolvimiento altera esta situación. Elimina rápidamente al tipo neda metálica, que existe en cantidades constantes, y con una rapi­
de hombres cuyo orgullo es no haber hecho jamás uso del crédito. dez dada de circulación. Sin duda, toda la circulación de una eco­
Y en cuanto todas las empresas —viejas o nuevas— terminan por nomía sin desenvolvimiento puede consistir también en medios de
entrar en el círculo de los fenómenos del crédito, los banqueros Además se comprueba directamente por los hechos. Durante siglos no
preferirán este crédito por suponer menores riesgos. Muchos ban- ha e.xistido otro crédito que al consumo. Y más tarde se limitaba en verdad
el crédito a la fundación de un negocio. Pero la corriente circular conti­
10 Se espera que el lector no confundirá este “crédito corriente” (en la nuó su curso sin precisar de aquél, y sin alcanzar su imp-ortancia presente
corriente circular) con la suma que debe ser proporcionada al empresario hasta ios tiempos modernos. Y dado que una fábrica moderna no difiere
para hacer marchar el negocio (en contraste con la fundación del mismo), o ■ económicamente de un taller medieval en ningún otro aspecto fundamental,
sea, especialmente para abono de los salarios normales en curso. ■■se llega a la conclusión de que la primera no precisa en principio del crc-
■' dito.


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114 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

pago crediticios. P po como estos medios de pago funcionarían lo


rñismo que el dinero metálico, por ser “certificados” de bienes y
servicios existentes y pasados, y dado que no existe, por tanto, una
diferencia esencial entre ellos y el dinero metálico, indicamos sólo
con este método de exposición que lo que consideramos como,ele­ m
mento esencial en el fenómeno del crédito, no se encuentra en el
crédito ordinario de la corriente circular.
Con lo anterior hemos probado nuestra tesis y formulado con
precisión el sentido en que la entendemos. En principio, el empre­
sario es, pues, el único que necesita crédito; sólo juega éste un pa­
pel fundamental en el desenvolvimiento industrial, es decir, un papel
cuyo examen es fundamental para la comprensión de todo el pro­
ceso. Se aprecia, además, inmediatamente junto a los argumentos
del capítulo precedente, que también es válida la tesis correlativa, m
a saber: que no es posible en principio el desenvolvimiento sin
el crédito allí donde no dispongan directamente los líderes de los
medios de producción.
La función esential del crédito en nuestro sentido consiste en
permitir al empresario la retirada de los bienes de producción que
precise de sus empleos anteriores, dirigiendo una demanda sobre
1
ellos y forzando al sistema económico por nuevos canales. Nuestra
segunda tesis puede especificarse ahora de la siguiente forma: siem­
pre que no pueda obtenerse crédito con los resultados de empre­
sas anteriores o, en general, de los depósitos de poder de compra
creados por el desenvolvimiento anterior, podrá consistir sólo en
medios de pago creados ad h oc, que no podrán estar respaldados
por dinero en sentido estricto, ni por productos ya existentes. Sin
duda, puede estar respaldado por otros activos que no sean produc­
tos, sea por cualquier clase de propiedades que pueda poseer el
empresario. Pero en primer lugar esto no es necesario, y en segun­ t -
do lugar no altera la naturaleza del proceso, que consiste en crear
una nueva demanda de bienes, sin crear al mismo tiempo una nueva Pira
oferta de los mismos. Esta tesis no precisa aquí de nuevas pruebas,
pues resulta de los argumentos del capítulo segundo. Nos propor­
fc lli- ciona la conexión entre el préstamo y los medios crediticios de
pago, conduciéndonos a lo que considero como la naturaleza del
fenómeno del crédito.
Dado que^ éste, en el único caso en que es esencial al proceso
económico, sólo puede ser concedido por tales medios de pago dé
nueva creación (siempre que no existan resultados del desenvolvi­
miento previo), y dado que, viceversa, solamente en tal caso re­
presenta un papel superior al puramente técnico, su concesión su-
.‘ - -V‘ r- •'-.
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V fl’C ’'N,-y ■'t'' — "-'|t, - “'.J ir y » ' T'
CRÉDITO Y CAPITAL 115
pone en nuestro caso la creación de poder de compra, y solamente
es útil el nuevo poder adquisitivo así creado en la concesión de
crédito al empresario, siendo también solamente necesario para tal
fin. Y éste es el único caso en el cual no podemos sustituir el di­
nero metálico por los medios de pago crediticios, sin destruir la
veracidad de nuestra representación teórica. Pues podemos suponer
que existe en cualquier tiempo una cantidad de dinero metálico, - :- ll
pues no depende nada de su magnitud absoluta, pero no podemos
asumir que aparezca un aumento de ella en el momento y lugar
adecuados. Si excluimos, por tanto, del préstamo, así como de la
creación de instrumentos de crédito aquellos casos en los cuales no
juegan papel esencial las transacciones y los instrumentos de cré­
dito, deben coincidir ambos, si desdeñamos los resultados dej des­
envolvimiento anterior.
Definimos, por tanto, en este sentido, el corazón del fenómeno
del crédito en la siguiente forma: el crédito es esencialmente la
creación de poder de compra con el proposito de transferirlo al em­
presario, pero no simplemente la transferencia del poder de compra
existente. La creación del poder de compra caracterip, en prin­
cipio, el método por el cual se realiza el desenvolvimiento en un
sistema de propiedad privada y división del trabajo. Por el cré­
dito los empresarios obtienen acceso a la corriente social de bienes,
antes de adquirir sus derechos normales a dicha corriente. Sustitu­
ye temporalmente, por así decir, una ficción de este derecho por
d derecho mismo. La concesión del crédito en este sentido opera
como una orden al sistema económico de acomodarse a las exigen­
cias del empresario, y como pedido sobre los bienes que precisa;
significa dejar a su cuidado fuerzas productivas. Solamente así
puede surgir el desenvolvimiento económico de la simple corrien­
te circular, en situación de equilibrio perfecto. Y esta función
constituye la llave de la estructura moderna del crédito.
De aquí que si bien la concesión del crédito no es esencial en
la corriente circular normal, por no existir forzosamente en ella
ninguna hendidura que separe los productos de los medios de pro­
ducción, y porque puede asumirse que todas las compras de bienes
de producción son transacciones en metálico, o que, en general,
quienquiera que sea-comprador, vendió anteriormente bienes del
mismo vajor monetario, deba afirmarse, no obstante, que si existe
tal hendidura en la realización de nuevas combinaciones. Salvarla
es función del prestamista, cosa que hace situando poder de compra
creado ad hoc a disposición del empresario. No hace falta enton­
ces que “esperen^^ aquellos que proporcionan bienes de producción


[16 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
ai
y, sin embargo, el empresario no precisa adelantarles ni bienes ni
dinero existente. Se cierra asi la hendidura pue haría extraordina--
namente difícil, si no imposible, el desenvolvimiento en una eco--
iiomía de cambio en la que predomina la propiedad privada. Nadie
niega c|ue ahí resida la función del prestamista. Solamente existen
diferencias de opinión sobré la na-turaleza del “puente”. Y creo que
nuestra concepción, lejos de ser más audaz y más alejada que otras
:de la realidad, se halla más próxima a ésta, haciendo superfina una'
estructura general de ficciones.
En la corriente yircular, de la cual partimos siempre, se produ- -^
cen siempre los mismos productos y en la misma forma, A toda'
oferta espera en algún lugar una demanda, y a toda demanda una
oferta correspondiente. Todos ios bienes se trafican en el mercado ‘
a precios determinados, en los cuales no pueden producirse sino
pequeñas oscilaciones, de manera que cabe considerar que cada
unidad de dinero recorre el mismo camino en cada período. En
todo momento existe una cantidad determinada de po~der de coni"
pra para adquirir la cantidad original existente de servicios pro­
ductivos originarios, poder adquisitivo que pasará a poder de los '
propietarios de éstos, que a su vez lo invierten en bienes de con- -
sumo.^ No existe un mercado para los portadores de los propios
servicios productivos originarios, especialmente para la tierra, así '
como tampoco un precio para ellos, dentro de la corriente circular
normal,
^Si desdeñamos, por no esencia], el valor de la materia de que
están hecnas las unidades monetarias, entonces el poder de compra
no representa más que bienes existentes. Su total no nos-dice nada,
pero SI ^io dice la parte del mismo que tienen las empresas y las
economías domesticas. Si se crean ahora medios crediticios de
pago, n.uevo poder de compra en nuestro sentido, colocándose a
disposición del empresario, toma éste su lugar entre los producto­
res anteriores, y su poder de compra, su lugar entre el total pre-
riamente existente. Claro que así no se aumenta la cantidad de
servicios productivos presentes en el sistema económico. Y, sin ■
embargo, se hace posible una “demanda nueva”, y en un sentido
totalmente obvio. Provoca un alza de los precios" de los servicios
productivos. Y de aquí se sigue una “retirada de bienes” de sus -
^^2 Véase la construcción del capítulo i con la cual se explica claramente
por que no menciono ios medios de producción producidos al lado de los
sen/icios de la tierra y trabajo, a pesar de que también se les aplique poder
oe compra y no solamente a los servicios de éstos.
^ ^ ^ É IP ÍS lllili® í| # fÍ# ilÍilS lil| ii^ ^
'*'' ' CRÉDITO Y CAPITAL 117
USOS anteriores, a larenai nos hemos referido anteriormented^ El
oroceso significa tanto como una compresiórd^^ del poder de com-
pra existente. En cierto sentido, al nuevo poder de compra creado
no corresponden bienes, e indudablemente no corresponden bienes
nuevos. Pero se consigue lugar para él a costa del poder de compra
■I existente con anterioridad.
Esto explica la forma en que opera la creación de nuevo poder '-‘ q
de compra. El lector podrá observar que no hay nada ilógico o
místico en ello.^^' Carece de importancia la forma externa de los r
instrumentos de crédito. Naturalmente que puede observarse el c':-'
hecho con mayor claridad con el billete de banco no respaldado
por metálico. Pero una letra que no reemplace dinero^ existente ni L
L j
se base sobre bienes ya producidos, tiene el mismo carácteryi real­ b ■
mente circula. Sin duda esto no es cierto si se limita a registrar la rúLi
oblicración del empresario hacia su acreedor, o si sólo se descuenta,
y únicamente lo es cuando se utiliza en pago de bienes. Y pueden
considerarse en la misma forma todos los demas instrumentos de
crédito, incluyendo a los créditos que hayan sido simplemente in­
cluidos en la contabilidad de un banco. Lo mismo que cuando^ se i-LJ
hace penetrar gas en un recipiente, se disminuye por compresión
el espacio ocupado por cada molécula del gas previamente existen-
Le
Estoy en desacuerdo con Spiethoff sobre este punto. Sus tres articu- ^ —
los' “Die áussere Ordnung des Kapitai und Geldmarktes”, Das Verháltnis ^
von Kapitai, Geld und Güterwelt”, y “Der Kapitalmangel in seinem Ver- Qy
háltnisse zur Güterwelt”, tienen sobre todo el mérito de haber afrontado el
problema. Anticipan en multitud de puntos lo que se dice en este capnmlo. / .
■ La posibilidad de “crear nuevos sucedáneos del dinero se recalco también
H especialmente (por ejemplo en el segundo artículo, p. 85). Pero paia esto
“existen límites económicos insalvables determinados por la oferta existente s.
•de bienes. Solamente pueden operar aquellas medidas artificiales en ynro ..
que pongan en circulación bienes inactivos”. Si nos excedemos de tal limite
^ b e ¿ los precios. Indudablemente que esto es correcto. Pero el punto íun- ,
i

damental está precisamente aquí para nosotros. Indudablemente que la esca
sez de dinero no puede ser eliminada por la creación de poder de compra,
^

Sg o sólo puede serlo cuando se trata de un pánico monetario. ^


- 14 F,n primer lugar se estrechará en el mercado el poder de compra de '
productores que operaban con anterioridad, y lo mismo hará más tarde el,_
poder de compra en el mercado de bienes de consumo de aquellas personas^^^__^
que no reciben una participación adecuada en los ingresos crecientes q u ey y'
resulten de la demanda del empresario. Esto explica la elevación de los pre-y-'.,
cios en los períodos de auge. Si no me equivoco fue von Mises quien acuno.., ¡
k expresión indudablemente feliz “ahorro forzoso , para este proceso (er-^
zwirnvenes Sparen). , tt ? ^ '
iLV éase también de Hahn el artículo “Kredit” en el Hcmd-worterbuch,_
der Staatsnuissenschcrften. - 'N '
-■X
,'-^ " -V- ‘ ’s-' ' -í- - > ' '■ r'~ ,' --p''' --'J'''
- 118 ' d e s e n v o l v im ie n t o ECONÓMICO ^ '

compra, en el sistema econó-


imco, al existente anteriormente a su creación. Cuando terminan
de precios que se hicieron necesarias, las meri
canelas se cambian —cualesquiera que sean— por las viejas v las
Sarnenm^n^'^T ^n las mismas condiciones
olamente quejas unidades de poder de compra que 'existen ahora'

Ili!
ífc'
f. . poder de compra al antiguo, suben los precios los bene

IcM n ?As^ j '■‘="” dos se consumen, pemianecen en la circu-


Íl crédko V ín! constantemente
’ y precios han subido permanentemente Puede ser
I re 's o s 'ío 'S ::!:: corrienm d:
Pero esta es una^°^ ejemp o, por un aumento de los impuestos,
ero esta es una operación nueva, especial (deflación) que oor
sin ella no volvería a su situación anterior. ^
deb^^ adelante. El empresario
K ^ devolver legalmente su dinero al banquero sino
Ll devolver económicamente los bienes\ los’ em­
balses o depósitos de éstos —el equivalente de los medios de oro
iÜi uccion tomados en préstamo— ; o bien, como hemos dicho debe
tk a ^ '="^1 pueden normalmente re-
tirarse bienes de la corriente circular social. El resultado del orés '
" cumplir esa condición. Después '
a llm ^ ü T f " " c s t r a concepción, después de uiT erlodo '
final del cual llegan sus productos al mercado y se han ^astado
Cn pcc'^pctivos— ha enriquecido ia corriente social (si ■
han sahdo bien sus previsiones) con bienes cuyo precio total 4
^ e ^ r al credno refcibido, y al precio total de to s L n e s empleé 3
que sufíciem°m'en?e F ° ’^■ restaure más -
que suficientemente la equivalencia entre las corrientes de dinero y
^SrnSdSd^T'^T d ií 3
to, y quedando los efectos sobre los preciosas de forma que

e x p L ^ d e h S h o T “ bTa
P tsecular
c ° t del m vel de precios en momentos en ios - \'

J-J-LL____ 1 'E ^ - V-3- V - ~_____:


- ' CRJÉDITO-Y CAPITAL ^ ^ - llV ^

puede decirse que no existe en este caso inflación de c r é d ^ ^ T ’l^


Líen deflación— sino una aparición no sincronizada de po
L m pra y de las mercancías que le corresponden, que prouuce tem-

T e 4 P “ t^ Í e Í e % Í ^ h o r a su deuda (el impone


p rest^ o S s los L e r e s e s f y p o í lo general retiene ™ °
Favorable en el banco (igual a la ganancia del empresimio) q«e se
Ltira del fondo de poder de compra de la comente cmcular.^ -
lamente permanecen en circulación esta ganancia y el ínteres; el
crédito bincario ordinario ha desaparecido de niodo que el efecto
deflacionario sería mucho más severo que lo indicado, sobre
si no fueran financiadas continuamente nuevas empresas cada y z
mavores Es cierto que en la práctica hay dos razones que preyie-
n e J la rápida desaparición del poder de compra de nueva creación:
primeramente el techo de que la mayor ^ T s^ y^ ej^ a^
■el sentido de la acción y no de la persona jurídica) no se realizm
en una unidad de tiempo, en un período, sino solamente despu d
una serie de años, en la mayor parte de los V f V compra
asunto no se altera por ese hecho, pero el nuevo poder de compm
nérmanece más tiempo en circulación, y la redeneio
Fegal toma a menudo el aspecto de una “prórroga . En tal caso no
puede decirse que se redima la obligación, «n o fl^ie se ° °cfo
métodos para comprobar periódicamente la bondad del negoc-O.
o S d r e l lu n to de « s ta económico debiera llamarse a esto presen-
S S ó n paFa f i e s contables” y no “presentación para el pago , sea
S ÓbUiSSón a redimirse un¿ letra de cambio o un Pe -
sonal Además, si es cierto que las empresas a largo plazo son fi-
n a ñ c i a d t r ¿ r é d i t o s a corto plazo, todo banco y todo empresario
pFTr razones obvias, dí transformar tan pronto como pue­
dan ? s 4 W en otra de carácter más permanente, considerando
u A e r a Í é tó o la obtención y concesión directa del crédito a largo
■plazo Y en k práctica esto coincide con la smtitucion del poder
Fe compra creado ad hoc por el ya existente Y esto sue*e ocurnr
en el caso del desenvolvimiento en plena marcha que ha acumula ^
ya ¿F e “ as de poder de compra - o sea, por razones que exptea
^ L e stra propia teoría y que en forma alguna atestiguan contra ella ,
en dos 4oiFentos. Ed primer lugar se emiten acciones u obligacio­
nes cuyo importe se acredita a la empresa, lo que significa que esta
r í^ e Z a n X d o s e con recursos bancarios. Estos vakres se van
vfndiendo gradualmente —no de una vez, sino que a menudo solo
cuales no h ay otras cansas que lo impidan (com o los descubrimientos de oro)
como verem os en el capítulo vi.

r--,'
i »
' '■' : d e s e n v o l v i m i e n t o e c o n ó m ic o " '
se debitan las cuentas de ios suscripto res— a ios suscriptores, de
sus anorros, o oien de existencias de poder de compra, o resen/as
absorben pues, aquellos valores por los ahorros de la comuni-
ad. Se realiza asi la redención de los instiTimentos de crédito re-'
emplazándolos por dinero existente. Pero esto no significa todaída
redención final de ja deuda del empresario, que ¿s k redención
en b^enes,^ que no se hace sino pos'teriormente, aun en es'te caso
^ m-tio iiecno impide la pronta desaparición del nuevo poder de
dT ^B o -ÍBi de crédito-pueden desaparecer en c a l
camBte Por asi decir, tendencia a hacerlo automáti-
. _ ^ -un SI no desaparecen, no ocurren por eso oertur»
baciones en^ia economía mclmdiial o social: pues ahora están ahí
as inefcancias que constituyen un contrapeso v la sola clase sig---
mncam-. p . -cobermra” del nuevo pode/de cM pre, qfe es p lf- •
Jsamence ,o que siempre se halla ausenre en los casos de crédito '
al consumo. i asi puede repetirse siempre de nuevo el oroceso de la
produc..jon con la ayuda de la renovación del crédito,' aunque esto
^o representa ya^ un ‘kegocio nuevo” segim nuestro significado.
Le esccr iuanera pieiden los instrumentos de crédi'to^ toda influencia
uos^ precios y pierden incluso la que ejercieron originaka-
menm. es ind'üdablemente k fo.rma más importante en que el
crédito oancano se^ abre camino hacia k corriente circular, hasta
|ue é>e^naya enraizado allí de tal manera que es preciso un verdadero
e quera o analítico para reconocer que no es ese su origen. Si esto
sería lalsa la teoría aceptada generalmente
como indudablemente es— sino también inexcusable e incom­
prensible.

jun consecuencia, si k posibilidad de conceder crédito no está H-


miLaua por la cantidad de recursos líquidos existentes con inde-
la creación para el propio propósito de concesión de
..recito, m por la cantiaad existente de bienes —inactivos o tota-
, les— ¿por que esta limitada?
en cuanto a k práctica: supongamos que teñe-
mos un patrón oro libre, esto es, conversión de los billetís en oro
a su presentación, oWigación de comprar el oro a un precio ieg¡L
ii y exportación libre del metal amarillo. Asumamos también que dis­
ponemos de un sistema bancario agrupado alrededor de un banco
en ral de enusion, pero que no existen otras barreras ni reglas le-
sifta gales para la gestación de negocios bancarios, por ejemplo, reMas
SsjjSr
pB sobre reservas contra billetes, etc., en el banco centra], ni de man-
f.. lenimiemo de reservas contra depósitos, etc., en los otros bancos.
P
ti:

É
f
CRÉDITO Y CA.PITAL
Fute es e¡ caso más interesante, pues su tratamiento puede ser apli-
cado sencillamente a los demás. Toda nueva crpcion de podei e ,
compra aue precede a la aparición de la cantiaad conespondiente
de bieneB^ eleva por tanto los precios, tendrá entonces tendencia
r elevar eí valor d"el oro contenido en la moneda de oio sobie e
valor de la unidad monetaria. Esto conducirá a una disminución
de la cantidad del oro en circulación, pero sobre todo ^a la presen­
tación de medios bancarios de pago para su redención-, piimeia-
meiite los billetes, más tarde los demás, en forrna directa o
ta ñero por razón v con propósitos distintos de ios que acaoamos
de describir. Y para no poner en peligro la solvencia oel sistema
bancario en este'sentido, los bancos solo pueden conceder creaito
en tai forma que sea temporal. Pero solo puede ser tempoial si ei
complemento en mercancías del nuevo poder de compra_ llega ai
mercado en el momento debido, o si el banquero interviene con
Doder de compra obtenido de la comente circmar, poi ejemp o,
B n dinero ahorrado por otras personas, en casos de quiebra, en ms
cuales no aparece siquiera aquel complemento en el mercado, o de
producción de larga duración, en los cuaks no aparece hasta hab.i
Transcurrido un número importante de anos. De aquí la necesid
de mantener una reserva que actúe como un treno sobte oanc
cmitral, v sobre ios otros'bancos. Compitiendo con este nexo se
Talla 1-; circunstancia aue todos los créditos se resuelven finalmente
en pequeñas sumas en el tráfico diario, y aeben ser cambiadas .o
moneas o billetes de importe reducido con objeto de servir dicho
tráfico ñero los bancos no pueden crear dichas monedas ni ios
billetes aludidos. Finalmente, la inflación del crédito debe piovo-
rar una salida de oro hacia el extranjero, y de aquí un nuevo pe-
Üo-ro de insolvencia. Puede, sin embargo, suceder, y esto es una
cSsa que se comprende a veces sólo en g-
bancos de todos los países amplíen sus créditos ca^. ..n forma s
muhánea. Así, a pesar de que no podamos, po^' ba naturaleza mis
ma de las cosas, establecer, en los'supuestos dados, un limite a la
creación de poder adquisitivo con la misma segundad que pode­
mos hacerlo,‘ñor ejemplo, para la producción de una mercancía, jy
a pesor de que dicho límite deba variar de acuerdo con la mentah-
dad de un pueblo, la legislación, etc., podemos, sm embargo esta-
Tecer que Tiste tal límite en cualquier tiempo, y las circunstancias
que garantizan normalmente su mantenimiento. Su^existencia no
excluye la posibilidad de creación de poder adquisitivo, ni altera
su simiificación. Pero hace que su volumen en cualquier momento
sea una magnitud elástica, aunque definida.
■ D E SE N V O L V IM IE N T O ECON ÓM ICO

La cuestión fundamental que aquí nos interesa no ha sido res--


pondida más arriba sino en forma muy superficial; lo mismo que
se responde superficialmente a la cuestión del tipo del cambio cuan­
do se dice que debe hallarse entre los “puntos del oro” en el caso de
un patrón oro universal y libre. Pero lo mismo que consideramos
lo fundamental en este ultimo caso si omitimos el mecanismo del
oro y consideramos los “puntos de mercancías” que se hallan bajo
tiuestro caso por el mismo principio a una expli­
cación m ^ fundamental del hecho de que la creación de poder de
compra tiene hrnites definidos, aunque elásticos, si consideramos
un país con patrón papel o, digamos, con sólo medios bancarios de
pago. Dejamos para el lector el análisis de los países relacionados
por el comercio, que no ofrece nada fundamentalmente nuevo. Ei
límite está,^ en consecuencia, dado por la condición de que la infla­
ción de crédito en favor de nuevas empresas no debe ser sino tem­
poral, o que no haya ninguna inflación, en el sentido de una eleva­
ción perrnanente del nivel de precios. Y el freno que garantiza el
t^r- mantenimiento de tal |limite es el hecho que cualquier otra conduc­
ta frente ^a los empresarios que solicitan nuevos créditos supondría
, una perdida para el banco afectado. Esta pérdida se produce siem-^
I pre si el empresario no consigue producir mercancías de valor al
menos igual al crédito más el interés. Y solamente habrá hecho
el banco un buen negocio cuando lo consiga; y solamente entonces
no habrá inflación, pues hemos mostrado qué eso no supone una
infracción al limite. Pueden derivarse de aquí las reglas que deter­
minan en casos individuales la magnitud de la posible creación
de poder adquisitivo.
El rnundo bancario sólo podría comenzar la inflación y determi­
nar arbitrariamente el nivel de precios no sólo sin pérdidas sino con
ganancias, si se le redimiera de la obligación de entregar oro a
cambio de sus medios de pago presentados en sus ventanillas, sus­
pendiéndose al mismo tiempo toda consideración por el cambio in­
ternacional, en un caso: a saber, si inyectaran medios crediticios de
pago en la corriente circular, bien por convertir en buenas las rríalas
inversiones, por creación de nuevos medios circulantes, o por la
- concesión de créditos que sirvieran realmente a fines consuntivos.
En términos generales un banco no podría efectuar esto aislada­
'^j-r-'—
'I
'Sí^ mente. Pues si bien la emisión de sus medios de pago no afectaría
apreciablemente el nivel de precios, las obligaciones malas segui­
rían siéndolo, así como el crédito al consumo si no permaneciera
dentro de los límites de las posibilidades de pago concedidas al
deudor por sus ingresos. Pero podrían hacerlo todos los bancos

- ,- YL - ■
-'• V_%'-;-í’jv-ff J >_J-^~ ' , v,'- /’ ■ ' ■ ' itSíiri
CRÉD ITO Y .C A P IT A L ' ■123

coniuntamente. Podrían —bajo nuestros supuestos— conceder con­


tinuamente créditos adicionales, haciendo buenos los compromisos
Vi anteriores por la influencia de dichos créditos sobre los precios. i
KíK' ésta es la razón de la existencia de restricciones legales y de válvu­ O ' .
las de seo-uridad, que son, de hecho, necesarias en la práctica, pues
lo afirmado anteriormente es cierto, aun fuera de nuestros supuestos.
La última afirmación es evidente por si misma. Lo mismo que
en determinadas circunstancias el Estado puede imprimir billetes
sin límite preciso, así podrían hacerlo los bancos, si el Estado ^pues
esto es lo que viene a ser— les transfiriera el derecho de hacerlo
a su cuenta y riesgo, y no les impidiera efectuarlo el sentido co­
mún. Pero esto no tiene nada que ver con nuestro caso, que es la ' O
concesión de crédito y la creación de nuevo poder adquisitivo para
efectuar nuevas combinaciones rermiTLerativas al n ive l existen te de O "
p recio s , c o s a que es fundamentalmente distinta del significado,
naturaleza y origen de la creación del poder de compra del empre­
sario en general. Pvccalco esto de un modo expreso, porque la tesis
concerniente a la posibilidad ilimitada de los bancos de crear me-
dios circulantes, después de haber' sido citada repetidamente, no
sólo sin las salvedades necesarias, sino también fuera del contexto
en que se encuentra,^® se ha convertido en punto de ataque y en
motivo para rechazar la nueva teoría del crédito.

CAPITAL Q
M
Es tiempo ya de dar expresión a un pensamiento que ha espera- >
do largo tiempo su formulación, y que es familiar a todo hombre
de negocios. La economía capitalista es aquella forma de organiza-
ción económica en la cual se retiran los bienes necesarios paraTaL#^

ducción no-capitalista está representada por las formas económicas


en que aquello sucede por la intervención de cualquier poder
mando o por acuerdo de todos los interesados. E l cap ital no es sm o {^ y ^
i'i' S e ha interpretado nuestra teoría en el sentido de que la creación del
crédito facilita la realización de nuevos proyectos por el alza de precios, y ^
haciendo así rem unerador lo que n o lo hubiera ,sido en caso contrario. Fero^^^
este no es su sentido. , , ,
1 8 Véase el artículo, p o r lo demás excelente, de H ahn en el H andw orter-}^
buch der Staatswissenschaften, sobre “K red it”. M e parece correcto decir e n p ^
contra de su form ulación lo siguiente: la cantidad de poder de com pra - I
puede crearse, está hmitada y basada sobre los bienes futuros, y no p o r los -
presentes y , repitiendo, p or bienes futuros a precios actuales. v.

■ . . 7 ^ "
124
d e s e n v o l v i m i e n t o e c o n ó m ic o
m
ui palcmcü p o r la cual el em presario sujeta a n i cosirrol los bie?ie-s
iiS- con crex os que n ecesita , no es 7?ms q u e un m ed io d e retirar los facto-^
r es d e p ro d u cció n d ed icá n d olos a ?m evos usos, o d e dictcá‘ una nue^a
dn e c c w n a la p ro d u cció n . Esta es la única función del capital y
por ella se caracteriza totalmente el lugar del mismo en el organis­
mo económico. ' °
Ahora bien, ¿qué es esta palanca, o este medio de control? No
consiste en lorma^ alguna en una categoría definida de bienes ni
en una- parte derimble de la oferta existente de bienes. Se reconoce
generalmente que nos encontramos con el capital en la producción
y que es útil en una forma u otra en el proceso productivo. De
aquí que debamos verlo funcionando en alguna oarte en el caso
que nos interesa: llevar a cabo nuevas combinaciones. Ahora bien
todos los Dienes que requiere el empresario se hallan en el mismJ
. nive. desde su punto de vista. Precisa los servicios de los agentes
mdn'"' 1?’ ^*^aba|o, de la maquinaria, de las materias primas; de
odos ellos por igual y en el mismo sentido, no diferenciándose en
naaa una de las necesidades de las otras. Naturalmente que esto no
quiere decii que no exista una diferencia relevante entre estas cate­
gorías de_ oienes. Por el contrario, existen sin duda diferencias si
bien su significación ha sido y es exagerada por muchos teóricos.
^ conducta del empresario hacia todas esas catego­
rías es la misma: las compra todas con dinero, por el cual debe pagar
o calcular um ínteres, sin distinguir si se trata de herramientas, tiefra
saríos^ Fn mismo papel y le son igualmente nece-
^ ios. _n especial, es indiferente que empiece su producción, como
SI dijéramos, aJ?^ o vo , es decir, si sólo compra tierra y trabajo, o si
también productos intermedios en Jugar de produdrlos .
mbien por su cuenta. Por último, tampoco existiría diferencia '
fundamental, si comprara bienes de consumo. Sin embargo, pare-
cena que estos últimos bienes serían los primeros en tener dere­
cho a que se recalcara su importancia, especialmente si aceptára­
mos la teoría de que el empresario “adelanta” bienes de consumo
a ios poseedores de medios productivos, en el sentido más estrecho
la pa a ra. En tal caso serían dichos bienes característicamente
cmerentes de los demás; jugarían un papel especial que sería preci-
samenie el que asignamos al capital. De aquí se seguiría que el
empresano cambiaría servicios productivos por bienes de consumo,
y deberíamos afirniar que el capital consiste de estos últimos bie­
* nes. rero esta posibilidad ha sido ya resuelta.
Dejando a un Jado la última interpretación, no existe razón oam
nacer cualquier dase de distinción entre los bienes que com prrel
CREDITO Y CAPITAL 125

empresario, y consecuentemente para incluir lan grupo de ios mis-


n io l bajo la rúbrica de “capital”. No hace^falta extenderse en ex-
nlicar que la definición de capital como rormado por bienes es
Llicable a cualquier organización económica, y por consiguien
no es una definición conveniente para caracterizar al capitahs a.
Además, no es cierto que si preguntáramos a. capialista en qu
consiste su capital, respondería señalando a una de dicnas “ “ g j
rías de bienes. Si indica su fábrica incluye el terreno en el cual se
halla emplazada, y si desea tener todo en cuenta no podra olvidar
su capita? circulante en el cual se incluyen directa o indirectamente
■las compras de los servicios del trabajo.
El capital de una empresa no es el agregado de tod os los bienes
que sirven sus propósitos. Pues el capital re e^ifrenta al mundo de .
los bienes. Éstos se compran con capital se invierte el capita
-n bienes”— oero este mismo hecho implica ei reconocimiento ce
que su función es distinta a la de los bienes adquiridos. r.a runcion
de ios bienes consiste en servir un propósito proQuedvo correspon­
diente a su naturaleza técnica. La fimción del capital consisue en
procurar al empresario los medios con que producir. \ lene a Sv.i
un tercer ao-ente necesario para la producción --en una economice
de cambio-^ eiitre ei empresario y el mundo ele las mercancías.
Constituve ei puente entr'e ellos. No toma parte directamente en
la oroducción/ni es “sometido a un trabajo' ; realiza por ei coubm-
rio'una tarea que debe hacerse antes de comenzar la producción
técnica. . . ,
El empresario debe disponer de capital antes de pensar en pío
veerse de bienes concretos. Existe un momento en el cual dispone
v-^ del capital necesario, pero no de los bienes de producción; y
í ; ese momento puede observarse con mayor daridad que ® otro
cualquiera que el capital no es idéntico a los bienes cono ecos, sino
un agente independiente. Y su solo propósito, la única razón por
la cual precisa el empresario de capital —me refiero a hechos ob­
vios— es simplemente ia de servir como un fondo dei cual puedan
pao-arse los bienes de producción. Además, en tanto que no este
^muletada la compra; ei capital no mantiene relación alguna con
ningún bien concreto. Existe, como es naturai_ (¿quien podiia ne­
o-arto?) pero su cualidad característica es precisamente que no en­
tra en consideración como una categoría concreta de bienes, que
no se emplea técnicamente como un bien, sino como un medio
de obtener esos bienes que han de ser empleados en la producción
en sentido técnico. Pero cuando se completa esta compra, ¿con­
siste entonces el capital del empresario en bienes concretos, como
DESElWOLVIMIEiÑFrc:) ECONÓMICO
la tierra o las herramientas adquiridas? Si afirmamos con Quesnay
sw p a rc o itre z les fenfnes e t les a teliers e t . .. vo u s trozm erez des batL
Si%| ^ en tSy des besticMx^ des seonences^ des ^Ttcttiéves prendevés^ des 7neu~
bles et des instricm ents de to u te espéce, debiéramos añadir desde
nuestro punto de vista: los servicios de la tierra y del trabajo así
como bienes de consumo; y ¿no está justificado esto después de la
compra. El capital ha realizado ahora las funciones que le hemos
o. sentó. Si el empresario compra los medios productivos necesa-
. nos, y —como asumiremos— también los servicios necesarios deí
trabajo, carece ya del capital que tenía a su disposición. Lo ha en­
tregado a cambio de medios productivos. Se ha disuelto en “in­
gresos Hoy la concepción tradicional es que su capital consiste
en los bienes adquiridos. Incluso es un supuesto previo de esta
interpretación que la función del capital al adquirid bienes se ig­
nore completamente, reemplazándose por la hipótesis irreal de que
se prestan al empresario los bienes mismos que precisa. Si no se
l}ace esto, y si se distmgue, de acuerdo con la realidad, el fondo
del cual se pagan los bienes de producción, de los medios producti­
vos en SI, no puede haber duda en mi opinión de que este fondo es
a lo que se refiere todo lo que se acostumbra llamar capital, y todo
lo que se designe como fenómeno capitalista. Si eso es cierto, será
también claro que el empresario no posee más dicho fondo, preci­
samente por haberlo ya pagado, y que las partes de él que se en­
cuentran en manos de los vendedores de los medios de producción
no tienen carácter diferente a las sumas recibidas por el panadero
por la venta del pan. La forma usual de expresión frecuentemente
encontrada, que llama “capital” a los medios productivos cuando
se compra, no prueba nada, y mucho menos cuando la acompaña
la otra expresión según la cual el capital está “incorporado a dichos
bienes . Esta ultima forma de expresión solamente puede ser co-
■rrecta en el sentido en que puede afirmarse también que el carbón
esta incorporado en el carril de acero,, en el sentido de que la
Utilización del carbón ha conducido a la creación del carril Pero
¿no es cierto que el empresario dispone todavía y con todo’ de su
capital? Y ¿es que no pñede “retirar” su capital'de la “inversión”
mientras que es imposible obtener de nuevo el carbón? Creo que
puede responderse en forma satisfactoria a estas preguntas en sen­
tido negativo, pues el empresario ha gastado ya su capital. A cam­
bio de el ha adquirido bienes que no empleará como capital —esto
es, como un fondo para el pago de otros bienes— sino en la pro­
ducción técnica. Sin embargo, si cambia de opinión, y desea des­
prenderse de dichos bienes, habrá por lo general otras personas
‘..Siiif^ÉiiailjiiifiNsgíl^^^^
CRÉDITO Y CAPITAL 127 ^

dispuestas a comprarlos, pudiendo entonces el er^resario adquirir


de nuevo una parte mayor o menor de su capital. Tiene razón desde
este punto de vista en denominar elípticamente capital a dichos
bienes dado que pueden servir no sólo como medios de producción,
sino también indirectamente como capital, en tanto que puedan ser
empleados en la adquisición primaria de poder de cí^pra, para
ser invertido más tarde en otros medios de producción. En realidad,
son la única fuente de poder de compra de que puede disponer, en
caso de que la precisara antes de finalizar su producción. Veremos
aún otra razón para hacer esta interpretación. Aiiora contestamos
' también a la segunda pregunta: el empresario puede obtener capital
por la venta de sus bienes de producción. No puede, como es na­
tural adquirir el mismo capital, y en la mayoría de los_ casos, ni
siquiera la misma cantidad, pero dado que esto no tiene importan-
" cia, la expresión tan gráfica: “retirar su capital”, tiene un significa­
do que, aunque figurado, es correcto. No entra en conflicto con
no'^cSSirt? d^b^ en general, ni de una clase definida de
ellos ¿qué es entonces el capital?' La respuesta esta clara a estas
alturas: es un fondo de poder adquisitivo. Solamente como tal pue­
de realizar su función esencial, la única para la cual es necesario en
la práctica, y por la cual su concepto conserva una utilidad en la
teoría que no puede ser reemplazado por la simple enumeración de
categorías de bienes. .
Se plantea ahora la cuestión de que es lo que constituye exacta
mente este fondo de poder adquisitivo. Y esta cuestión parece ser
muy sencilla. ¿En qué consiste mi fondo de poder adquismvo.
Nararalmente de dinero y del resto de mi activo medido en'dinero. __
y esta respuesta nos acerca mucho al concepto de capital de Men-
cer Indudablemente que llamo mi capital innumerables veces a
iouellas cosas. Además no existe dificultad en distinguirlo como
un “fondo”, de la corriente de rendimientos frcízínir;, lo que nos
hace dar un paso en la dirección de Irving Fisher. Y también pue­
do decir que me embarco en una empresa con esta suma, o la pres­
to a un empresario.
Sin embargo, este punto de vista aparentemente tan satisíacto-
rio a primera vista no es adecuado del todo. No es cierto que pue­
da entrar en las filas de los empresarios solamente con esa suma. Si
puedo librar una letra que sea tomada en pago, también puedo com­
prar bienes de producción por esa cuantía. Podría decirse en
ronces que sólo contraigo una deuda, lo que esta muy lejos de
acrecentar mi capital. Pudiera decirse también que los bienes com-
-: 128 DESENVOLI^(MIENTO ECONÓ.MICO
, prados'^ con la letra me son prestados. Pero consideremos ia cues­
tión^ paás atentamente. Si tengo éxito podré redimir mi letra de
cambio con dinero o derechos adquiridos que no restritan -de mi
capital smo de la venta de mi producto. He aumentado así mi ca­
pital o, si existe alguna repugnancia a admitir esto, he conseguido
algo que me rinde el mismo seindcio que un aumento de mi capital,
sin incurrir en deudas que lo disminuyan más tarde. -Podría obje--
tarse que mi capital hubiera crecido si no hubiera tenido que de-'
, volver mis deudas. Pero estas deudas se pagaron con una ganancia,
que no es seguro hubiera sido añadida a mi capital aun en el caso'
de que me^ hubiera llegado intacta. Pues hubiera podido usarla para
aaquirir Dienes de consumo, en cuyo caso sería contrario a todos
ios usos describirla como una parte dei capital. Si es correcto que
la luncion del capital consiste únicamente en asegurar al empresa-
: rio el control de los bienes de producción, no podemos evadir la
conclusión de que mi capital hubiera aumentado por la creación
de la letra. Si el lector recuerda lo dicho anteriormente y lo rela-
- -ciona con lo que sigue, nuestra conclusión perdería en gran parte
su aspecto paradójico, .Els cierto que no me he hecho más rico al
crear la letra. Sin embargo, el término “riqueza” (V erinógeii)
hace posible que tengam.os en cuenta este otro aspecto de la
cuestión.
Mas tampoco es cierto -que baste la expresión en términos de
dinero para dar carácter de capital, en nuestro sentido, a la pro­
piedad que no se^ tenga en forma de dinero. Si poseemos una clase
de bienes no será posible, en términos generales, obtener los bie­
nes de producción que se precisan por cambio directo. Por el con-
Licxtio, deberemos siempre vender ios bienes que tengamos, y em­
plear entonces el importe de la venta comoHapitaf o sea''en la
obtención de los bienes de producción que necesitemos. En reali­
dad, Ja concepción que estamos examinando reconoce también esto
cuando subraya valor en dinero de ios bienes que posea cuai-
quici pcisona. Es fácil apreciar que esta forma de expresión es
soiamenic^ un método elíptico o figurado, cuando se describen estos
propios bienes como capital. Lo mismo es cierto de los medios de
producción comprados, como ya se ha mencionado, que también
considera esta concepción teórica como capital.
^Muestra definición es hasta ahora más amplia en unos aspectos,
más reducida en otros, que la de Menger y otras que se relacionan
con ella. Solamente son capital los medios de pago; no solamente
el ^dinero sino también los medios circulantes en general, de cual-
■quici clase que sean; mas no todos los medios de pago sino aquellos

____
■B í í d i t g 't i g o t t M .' - 12 M
1
I que cumplan de hecho la función característica de. cual nos u->
ocupamos. ^ ^
Esta limitación reside en la naturaleza de las cosas. bi los medios -
■de pago no sirven para proveer a un empresario de bienes de pro-
■ducción y para retirar estos últimos de su empleo previo con
objeto de que puedan cumplir el propósito expuesto, no pueden
considerarse como capital. En un sistema económico sin desenvolvi-
, miento no existe, por tanto, el “capital”; o, expresado en o-£ra forma,
íio cumple el capital sus funciones características, no es un agente^ &>
■independiente. O', dicho en o-tros términos, aún no constituyen i
' capital, allí, las varias formas de poder adquisitivo general; son sim- -
•plemente medios de cambio, medios técnicos para llevar a cabo los
cambios acostumbrados. Con esto se completa su papel ^en^ la co-
rriente circular (en la cual no tienen sino este'papel técnico, de
^ manera que pueden ser desdeñados sin dejar de tener en ^cuenta
nada esencia!). Pero en la realización de nuevas combinaciones e!
dinero y sus sucedáneos se convierten en factores esenciales, y
lo expresamos denominándolos capital. Asi, pues, de acuerdo, por
tanto, con nuestro punto de vista, el capital es un concepto dei
■' desenvolvimiento, al cual no corresponde nada equivalente en la ES ’
corriente circular. Este co n ce p to abúTcs. un ü sp ecto d el pT oceso
econÓTiúco ¿jtie soltsnteTite n os sttgiercTi los h ech o s d el d esen volví-
wáeTsto. Quisiera atraer la atención dei lector hacia esta afirmación. Q
Contribuye mucho a la comprensión del punto de vista desenvuel-
' ío aquí. Si se habla de capital con referencia al significado que
- tiene la palabra en la vida practica, no se piensa tanto en cosas
como en procesos o en un cierto aspecto de las cosas, a saber, ^en
la posibilidad de realizar la actividad del empresario, en la posibi­ lQ
lidad de control sobre medios de producción en general. Este as-
pecto es común a muchos conceptos de capital, y los esfuerzos por m i
manifestarlo explican, en mi opinión, las cualidades ‘ proteiformes
de la definición concreta. Según ella no puede denominarse ca^
pital a ninguna cosa en sí, en forma absoluta y por virtud de sus
cualidades inmanentes, sino que lo designado como capital lo^ es
. -sólo en el grado que satisfaga ciertas condiciones, o sólo desde cier­
to punto de vista.
D efim rem os, p o r tmto^ d capital co m o la simia d e m ed ios d e
p ago disponibles en cualquie-f m om en to pitra trm m fereneia a los
-. em presarios. En el momento en que surja el desenvolvimiento, a
partir de una corriente circular en equilibrio, consistiría de dinero
solamente una parte muy pequeña de la suma de capital, según C3
líuestra interpretación; consistiría por el contrario de otros medios
b>

\___ :i______ vrj


de pago de niaeva cjjeación para dicho propósito. Si el desenvolvi­
miento está en marcha, o si el desenvolvimiento capitalista se une
a una forma no-capitalista o de transición, comenzará con una ofer­
ta de recursos líquidos acumulados. Pero en teoría estricta, no
podría realizar esto. E incluso es siempre imposible en la realidad.
cuando haya de hacerse por primera vez algo verdaderamente sig­
nificativo.
El capital es, por tanto, un agente en la economía de cambio.
En el aspecto de capital, se concede expresión a un proceso de ía
iwiíWij? economía de cambio, a saber, la transferencia de medios producti­
(f.-. ^" vos al empresario. 1 ^ 0 existe, en consecuencia, en nuestro sentido,
i'4'v./ sino capital privado p no capital ‘‘social”. Los medios de pago no
pueden realizar su papel de capital sino en manos de los particula­
res. De aquí que sería un tanto absurdo hablar de capital social
fli con este significado. Sin embargo, la suma del capital privado nos
dice algo: nos indica la cuantía del fondo que puede ser puesto
a disposición de los empresarios, la magnitud del poder de retirar
medios de producción de sus canales anteriores. Por tanto, no
carece de sentido el concepto de capital social,^® aunque en una
economía comunista no existirá tal capital. Y, sin embargo, cuan­
S$i do hablamos de capital social, pensamos en gran parte en la exis­
tencia de bienes de una nación, y han sido precisamente los con­
ceptos reales de capital los que han conducido al de capital social.

EL MERCAIX) DE DINERO

A^un queda por dar un nuevo paso. El capital no es la autoridad


ni una parte de los medios de producción, bien sean originarios o
producidos. Ni tampoco es el capital un srtock de bienes de con­
sumo. Es un agente especial. Como tal ha de tener un mercado, en
-:-y el sentido teórico en el cual existe un mercado de bienes de pro­
ducción y otro de medios de consumo. Y a ese mercado teórico .'•S Scm~í
debe corresponder en la realidad algo parecido a lo que hay en S ite
el caso de las dos clases de bienes mencionadas. Hemos visto en el ® fc »
primer capítulo que existen mercados para los servicios del trabajo É fc i
y de la tierra y para los bienes de consumo, en los cuales se liquida
todo lo esencial a la corriente circular, mientras que los medios
de producción producidos —^partidas transitorias— no disponen de
Esto es ^pecialmente cierto si se mide toda una unidad de capital por
la cuantía de bienes de producción que puedan obtenerse jx)r ella en cualquier
tiempo. Si se hace esto, puede hablarse de capital “real” pero sólo en sentido
figurado. ,
tal mercado independiente. En el desenvolvimiento, que intioduce el
nuevo agente llamado capital en el proceso económico, debe haber
aún otro tercer mercado en el cual sucede algo interesante: el mer­
cado de capital.
Éste existe en verdad; la realidad nos lo muestra directamente,
mucho más directamente que el mercado de los servicios de los
bienes de consumo. Está mucho más concentrado, mucho mejor or­
ganizado, y es más fácil de observar que los otros, dos. Es lo que el "V'Y
hombre de negocios denomina el mercado monetario, y lo que
cualquier periódico incluye bajo este encabezado. Pero el nombre
no es totalmente satisfactorio desde nuestro punto de vista; no es
simplemente dinero lo que se trafica en él, y podríamos adherirnos
en parte a la protesta de los economistas contra ese concepto del
mismo. Pero aceptamos el nombre. En todo caso el mercado de
capital es lo mismo que el fenómeno descrito por la práctica como
el mercado monetario. No existe otro mercado de capital.-^® Sería
una tarea atractiva y provechosa señalar las grandes lineas de una
teoría del mercado monetario. Hasta hoy carecemos de ella.^- Se­
ría especialmente beneficioso e interesante coleccionar y someter
a prueba el significado teórico de las reglas prácticas de la expe­
riencia que determinan las decisiones del hombre practico, y su
juicio de las situaciones particulares. Por lo general se hallan for­
muladas estrictamente, y guían a todos los escritores de artículos
sobre el mercado monetario. Estas reglas prácticas del pronóstico
económico están en el presente totalmente divorciaaas de la teoría,
a pesar de que su estudio conduzca a la comprensión profunda de
la vida económica moderna. Solamente diremos lo que es necesario
para nuestro propósito. Y esto puede hacerse con unas cuantas
palabras.
En una economía sin desenvolvimiento no habría tal mercado ap
de dinero. Si estuviera muy organizado liquidándose sus operacio­
nes con medios crediticios de pago, dispondría de una oficina cen­
tral de liquidación, una especie de cámara de compensación, o de
centro contabilizado!' para el sistema económico. Se reflejaría en
las transacciones de esta institución todo lo que ocurre en el siste­

mo Como máximo puede distinguirse, lo mismo que hace Spiethoff f/oe.


Cít.), el mercado de capital, como aquél en el cual se trafica en poder de
compra a largo plazo, y el mercado de dinero, en el cual se opera sobre
préstamos a corto plazo. Pero la mercancía “poder de compra” es la rrusma
para ambos.
Véase, sin embargo, A. Hahn, “Zur Xheorie des Geldmarkts’ , en la
revista Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolittk (1923).
132 DESEr-n/OLVIMISNTO ECONórvíICO
Aí^a tícoíioinico, p-or ejemplo, ios pag’os periódicos de salarios e im- '
puestos, las necesidades para la recolección de las cosechas y para':
■las vacaciones, Pero éstos serían solamente problemas de contabi-
iización. ^iLstas funciones deben ser también realizadas si hay des-
envolviiniento,^ Además, si éste existe, tendremos siempre empleo-
para el poder de compra que de momento esté ocioso y~fmalmente,
como ya se ha dicho, el crédito bancario penetra en las transaccio-
nes de la^ corriente circular. Asi es como estas cosas se transforman,
en la practica, en elementos de la función del mercado monetario,
Se^ transíorman en parte del organismo del mercado monetario. Y '
asi se añaden las exigencias de la. corriente circular a las demandas
del empresario en el mercado monetario, de un lado, y de otro el '
dinero de la^co.i.tiente circular aumenta la oferta de- dinero en ^
el mercado, Ue aquí que sintamos en cada mercado monetario el -
pulso de la^ corriente circula.r, observando que aumenta la demanda
de poder de compra durante la cosecha y en ios plazos de venci­
miento de los impuestos, mientras que la oferta crece después de ^
estos^ momentos. Pero eso no debe impedimos distinguir de las ■
demas operaciones del mercado financiero las que pertenecen a -
ia coriicnte -circular. Solamente son fundamentales .las últimas; las "
primeras íes son agregadas, y el hecho de que aparezcan en el mer- ■
solamente una consecuencia del desenvolvimien­
to, Todos los efectos recíprocos que unen indudablemente a las
dos no alteran el ne-cho —ni aun en la práctica—• de que pueden
s-er ^distinguidos en cualquier caso, y de que siempre es posible
decir en el mercado de dinero qué es lo que"pertenece a la corrien-
te -circular, y que es lo -que pertenece al desenvolvimiento,
jua medula d-eyasunto está en las exigencias de crédito de las '
nuevas empresas. Debemos recordar, desde luego, que la influencia
dy las ielacioii-e.:¡- üiLernacionales que se encuentran en cualquier'
sistema económico., 3/ de la intervención no-económica a la cual '
esta espuestq todo sistema eco-nómlco, se desdeñan aquí para acor-
íai y simplificar la exposición. De ahí que los fenómenos de la ba­
lanza nacional de pagos, de! tráfico de oro, etc,, queden eliminados.
Con esta previsión ocurre solamente una cosa fundamentar en el
mercado monetario respecto a la cual es accesorio todo lo demás; los ^ ’
empresarios aparecen del lado de la demanda, y los productores y
traficantes de p-oder adquisitivo, esto es, los banqueros, agentes, in-
termediaiios, del lado de la oferta. Lo que se realiza es solamente ’
un cambio de poder adquisitivo presente por poder adquisitivo futu- ■
ro. La suerte de las nuevas combinaciones se decide en la lucha
diaria de precios entre las dos partes. El sistema de los valores- '■"
CRADITO Y CAPITAL 133

•- futuros aparece primeramente en esta iuciia de precios en lorrna


■práctica y tangible y en relación con las condiciones dadas Oe!
^sistema económico. Sería totalmente íalso suponer qu-o el precio
' ' de ios créditos a corto plazo es cuestión indiierente para los nuevos
r negocios, dado que lo- que requieren es crédito a iargopplazo. Lor
el contrario no se expresa en ninguna parte tan bien ia simación
■'económica general como en el precio de ios prestamos a corto^ pla­
zo. Ei empresario no precisa tomar en prés'tamo por codo el pe­
ríodo en el cual necesita crédito, sino a medida que surja la nece­
•i
i*g sidad y de día en día. Además, la especulación se encarga de
■ conservar acciones, especialmente de nuevas empresas, emplearuio
tal ciase de crédito, que puede ser concedido hoy y negado maña­
na. Podemos observar de día en día cómo se manifiestan ias iisce-
* ' sidades de crédito de la industria, y cómo soporta y anima la de-
ri -manda el mundo bancario, que otras veces doblega.^ Mientras^ que
- CU otros mercados exhibe la demanda asi como la oiCii-a una
'' constancia, aun en el desenvolviniieiito, aparecen aquí enomies fiuc-
H/ tuaciones de día en día. Las explicaremos por la función especia! del
-■ mercado monetario. Lo afe-ctan todos los planes y perspectivas del
A' futuro en el sistema económico; todas las condiciones de la vida
■ nacional; todos los acontecimientos políticos, económicos y natu­
rales. No existe casi ninguna noticia que no influencie las de™
' i cisiones de llevar a cabo nuevas combinaciones ■o ia posición del
' mercado de dinero, o las opiniones o intenciones de ios empresa­
rios. El sistema de valores futuros debe ser adaptado a cada situa-
í'- ción nueva. Y ésta no está solamente afectada, por las variaciones
^ en el precio del poder adquisitivo, pues las influencias personales
actúan frecuentemente además o en. lugar de aquéllas. ^ Pero no
. ,hace falta que profundicemos en estos detalles tan conocidos.
El mercado' de dinero es siempre el estado mayor del sistema
capitalista, de! cual parten órdenes para ias divisiones independien-
- tes, y lo que se debate y decide allí son siemp.re en esencia ios pia-
nes del desenvolvimiento futuro. Toda ciase de solicitudes de cré­
dito recaen en ese mercado; toda clase de proyectos económicos
se colocan en relación mutua, luchando en él por su realización;
toda ciase de poder adquisitivo, así como los saldos en dinero de
■ cualquier tipo, afluyen a é! para su venta. Y eso da motivo a un
número de operaciones de arbitraje y de maniobras intermedias
que pueden velar fácilmente lo-'esencial. Sin embargo, creo que
en el fondo nuestra concepción no tiene que temer contradicción.
■ La función principal del mercado de dinero o de capital es, por
tanto, el tráfico en crédito con el propósito de financiar el desén-

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d e s e n v o l v im ie n t o e c o n ó m ic o

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CAPÍTULO IV

L A G AN AN O A- DEL EMPRESARIO^

Los PRIM EROS tres capítulos han sentado las bases de todo lo q u e ha
de seguir. Como primer fruto llegamos a la explicación de la ga-
■nancia del empresario, y en forma tan sencilla y natural que pre-
fiero postergar para el capítulo siguiente una serie de cuestiones
■más complicadas que se estudiarán como un todo y que en realidad
tendrían aquí su lugar, dejando así el presente capítulo corto y fá~
cil de comprender.
Lli
La ganancia del empresario es un excedente sobre el costo. Des­
de el punto de vista del empresario es la diferencia existente entre
gastos e ingresos brutos en un negocio; posición confirmada por
muchos economistas. Por superficial que sea esta definición, vale, “I I '
sin embargo, de punto de partida. Por gastos entendemos rodos
ios desembolsos que debe realizar el empresario directa o indirecta­
mente en la producción, A ello debe añadirse un salario apropiado
por el trabajo realizado por el empresario, una renta adecuada por
cualquier tierra que pueda pertenecerle, y finalmente un premio
por el riesgo. De otro lado no insisto aquí en que debe excluirse
de estos costos el interés del capital. En la práctica se incluye en Q ;A ’
ellos, bien en forma visible o, si el capital pertenece al propio em­
presario, por el mismo procedimiento contable que los salarios por
su trabajo personal o la renta por su tierra. Esto puede bastar por el
momento, y tanto más cuanto que todos los teóricos colocan al in­
terés en la misma categoría que los salarios y la renta. Abandono
a la discreción del lector en este capítulo, desdeñar la existencia
del interés sobre el capital —en el sentido de nuestra interpreta­
ción— o reconocerlo como una tercera rama “estática” de ingre­
sos en el sentido de cualquier teoría del interés, incluyéndolo en
los costos del negocio. En todo caso no nos interesa aquí su natu-
ralezá o sü origen.
1 Las teorías más importantes sobre la ganancia pueden caracterizarse de
i- la siguiente forma; teoría de la fricción; teoría del salario; teoría del riesgo
y teoría de la renta diferencial. Me refiero al estudio en W esevi, libio in, y
I- me abstengo, por tanto, de realizar aquí su crítica. Véanse las obras de
Pieistorff y Mataja, dedicadas a la historia de dichas doctrinas. Puede citarse
aquí también a J. B. Clark, cuya teoría es la que está próxima a la mía. Véase
■íf-. '■■ s'u obra, E ssen tia h o f E c o n o m i c T h e o r y .
^ » fe 135
i:- :--
■■IBi
136
DESENVOLVIMIENTO EeONóMIGO
_ la definición dada de los gastos puede parecer dudoso oup
exista un excedente sobre ellos. Nuestra*^ primera tarea consiste^n'
demostrar que si existe. Nuestra posición puede expresarse bre
/emente: en la comente circular, ios ingresos brutos en un negocio
, ^ h^cieimo ab^raccion del monopolio— cubren exactamente los
^asjos, En dicha comente no existen más que productores que no
obuenen ganancias m sufren pérdidas, y cuyos ingresos se carac»
.erizan por la frase “salarios de gestión”. Y dado que las nuevas
comoinaciones llevadas a cabo si existe el “desenvolvimiento” son
necesariamente mas ventajosas que las antiguas, deben ser maimres
en este caso los ingresos brutos totales que los gastos totales.
■En honor ae Lauderdaie,^ que fue el primero en ocuparse de
nuestro problema, comenzaré co-n k mejo-ra del proceso produc-
nvo, y con el viejo ejemplo siempre venerado del telar mecanl-
co que también puede recomendarse a causa del análisis profundo
a que lo sometió Bohm-BaweiN^ Muchos, si no Ja mayor parte de
iOs emos de los lideres de la vida, económica son de esta clase-' en '
sspecMi Jia nueva -era de los sjglos xvii y xix presenta ejemplos de
esfueizos -en esta dirección. Es -cierto que en." esa' época eifcontra»
mos aun menps separadas que hoy d íalas diversas funciones que
deben dEtingnirse en ios procesos de introducir mejoras en la pro­
ducción. Los hombres del estilo de Arkwright Inventaron y tam­
bién íieyaron a la practica sus inventos. No tenían nuestro mo-
íw ^ disposición. Sin embargo, espero
_ u.ber llevado suficientemente lejos a nuestro lector' como para ha­
cer uso de nuestros instrumentos analíticos en su forma pura
sin necesidad, de nuevas explicaciones y repeticiones.
a p a rece .en ton ces co m o sigue. Si alguien observa la
posfcidad de emplear energía en un sistema económico en el cual
uthiza sino trabajo manual, y se siente bastante
iU-^rte paia resolver todas^ las innumerables dificultades, y decidido
a í-evar a la practica la instalación de un telar mecánico, precisa
antes que nada-de poder adquisitivo. Lo obtiene prestado del banco
y pone en. marcha su negocio. Es absolutamente indiferente si
comtmye por si mismo los telares mecánicos o los hace construir
por otta empresa según sus indicaciones, .con objeto de limitarse a
su^utiii^cion. Si un obrero con ese telar se hala ahora en dispo- '
aoon de producir por día seis veces más que un obrero manualf es -
indudable que el negocio debe resultar en un excedente de ingre-
^ iTiqidryJfrto N&ure and Origin of Public Wedth. Es cierto croe i>er.
segaia un objeavo totelmente distinto: la explicación del interés. ^ ^
Elii SG obra K apital u n d ICapÍtai;d7is¡, vii, 3,
L A G A N A N C IA DEL E M PRE SAR IO 137:

;sOs sobre gastos, en un plus sobre los costos, si se cumplen ttes con-
i -diciones. En primer lugar no debe bajar el precio del PJ^^duct 'i
^cuando apare¿ca en el mercado la nueva oferta,- o no lo
■baiar hasta tal punto que la mayor producción obtenida pox o^r.ro,
00 r tp o L mayores e W d a s que las que aportaba antenoimeiite la
producción menor debida al trabajo manual. En
Fos gastos diarios del telar mecánico deben permanecer por
: de los costos de ios cinco obreros eliminados, o por lo menos
bdebaio de la suma que queda después de tener en cuenta el P^^ib ^
'^-descenso dei precio del producto más el importe del salario d...
obrero que aun necesitamos. La tercera co yicio n suplementa
las otras dos. Aquellas cubren los salarios de los obreros que atien­
den el telar y los^ salarios y renta que van al pago del mismo. Hasta
Z r l he tomado e! caso en el cual esos salarios y rentas son sim­
plemente aquellos que regían antes de que el empresario

■ Fus planes S su dímanda es relativamente pequeña,^podemos con­
tentarnos con lo anterior." Pero en caso contrario suoetUos precios
de la tierra y del trabajo debido a la nueva demanda. ^Pues los de­
más negocios textiles continúan trabajando al principio, y los me­
dios necesarios de producción no precisan ser retirados de ellos,
sino de la industria en general. Y esto ocurre por un alza en los
precios. Y, por tanto, el hombre de negocios que debe estimar y
brever el alza de precios en el mercado de bienes de producción
L e sigue a su aparición en él, no podrá limitarse a incluir en sus
cálculL los salarios y rentas anteriores, sino que deberá añadir una
cantidad apropiada, deduciéndose, por tanto, una tercera partida.
Solamente si los ingresos exceden de los gastos, teniendo en cuenta
estas tres clases de cambios, es cuando podremos afirmar que existe
un excedente sobre los costos.
En la práctica se han cumplido innumerables veces estas tres
condicioné, lo que prueba la posibilidad de ese excedente sobre los
costos.^ Pero no se cumplen siempre, y cuando no lo hacen, j se
■prevé el hecho, el nuevo negocio no ^ instala; si no se preve no
: se alcanza un excedente sino una pérdida. Pero si se dan las con»
4 N os separamos aquí del ejemplo de Lauderdale, con objeto de p e i^ a -
necer fieles ¿ l a concepción total del proceso y al mismo tiempo a la realidad.
5 Este sería el caso de la competencia completameme libre, cuya c o n c ^ -
ción exige que ninguna empresa sea suficientemente fuerte para influenciar
los orecios p o r su propia influencia sobre la oferta y la demanda. vój i
^ D e b e botarse que no h ay en esta afirm ación una referencia a la ^eahdac
de un fenóm eno que deba expUcarse aun, com o sucede con muchos repre­
sentantes de la teoría de la productividad, r e c e t o al ínteres. Adem as encon­
trarem os más lejos un nuevo estudio del problema.
■BÉSEN VÓ LVIiVlIEÑ Td-TC

diciones, el excedente realizado es un beneficio neto ipso’ facto.


.. Pees los telares consiguen un producto físico mayor del que podían
obtener los servicios de la tierra y el trabajo contenidos en ellos
por el procedimiento anterior, a pesar de que en el caso de precios
contantes de bienes de producción y productos, también permi«>
tiria ese método llevar adelante la producción sin pérdidas. Ade­
mas, el empresario puede conseguir los telares a su costo (pasamos
por alto la posibilidad de patentes, que creemos inteligible sin nue-
^va explicación). Surge, por tanto, una diferencia entre ingresos,
determinados por los precios que estaban en equilibrio (o sea, cos­
tos), precios cuando no se usaba sino el trabajo manual, y los
: gastos, que son ahora esencialmente más pequeños por unidad de
, producto que para cualquier otro negocio. Y esta diferencia no
necesita desaparecer por cambios de precios que surjan con la
aparición del individuo en cuestión del lado de la oferta y la de­
manda. Y esto es tan claro que no requerimos una formulación
más concreta sobre dicho punto. í --
Pero ahora llega el segundo acto del drama. Se ha roto el en­
canto, y surgen continuamente nuevos negocios bajo el aliciente
de la ganancia tentadora. Se lleva a cabo una reorganización com-
pleta de la industria, con siís aumentos en la producción, su compe­
tencia, la desaparición de los negocios anticuados, despido de obre-
j ros, etc. Consideraremos posteriormente con mayor atención dicho
proceso. Aquí nos interesa solamente una cosa: que la posición
final debe ser un nuevo equilibrio, en el cual manda de nuevo la
ley del costo con datos distintos, de manera que ahora los precios
de los productos se igualen de nuevo a los salarios y rentas de los
servicios del trabajo y de la tierra que están incorporados a los te­
lares, más las rentas y salarios de los servicios de la tierra y del
, trabajo que deben aún cooperar con los mismos a fin de que llegue
; a crearse el producto. El incentivo para producir más y más pro­
ductos no cesará hasta que lleguemos a dicha condición, ni antes
de que caigan los precios como resultado de la nueva oferta.
Desaparece consecuentemente el excedente del empresario en
cuestión y el de sus continuadores inmediatos.^ No de un golpe,
sino después de un período más o menos largo de disminución
progresiva.®^ Sin embargo, se produce el excedente, y constituye
bajo condiciones dadas una cantidad definida de rendimientos ne­ •• Wi'-
tos, si bien solo temporales. Ahora bien; ¿a quién corresponden.^ A ..
Véase Bohm-Bawerk, loe. cit., p. 174.
'M''
^ En beneficio de la sencillez, limitamos el proceso en g’ene;ral a un pe­ 'igíi
riodo económico. ° ^
i I

íi;
'EMPÍtESABdO' 139

indudablemente a los individuos que introducen el uso de los .te­


lares en la corriente circular; no a ios nuevos inventores y tampoco
sólo a los simples productores o usuarios de los mismos. Aquellos
que los produzcan por encargo recibirán solamente su costo, y
aquellos que los empleen con arreglo a instrucciones los compra­
rán al principio a un precio tan alto que apenas recibirán ganancia
alguna. Ésta corresponde a los individuos a quienes pertenece el
mérito de introducir los telares, ya los produzcan y los usen, o
bien si se limitan a producirlos o solo ios usen. En nuestro ejemplo
se concede importancia principal al empleo, pero no es eséncial
que sea así. Se consigue la introducción de estos nuevos métodos
por la fundación de nuevos negocios, bien para la producción, para
-'la utilización, o para ambos. ¿Con que han contribuido a esto ios
individuos en cuestión? Solamente con la voluntad y la acción;
no con bienes concretos, pues los compraron o de otros o de sí
mismos; no con poder adquisitivo, que les sirvió para ^.^omprai,
pues al fin y al cabo lo han obtenido en préstamo de otros o, si
tuviéramos en cuenta la adquisición en períodos posteriores podría
decirse también que los han obtenido de sí mismos. ¿Qué han he­
cho entonces? No han acumulado bienes de ninguna clase, no han
creado medios de producción originarios, sino que han empleado
medios de producción existentes en forma distinta, mas^ apropiada
y más ventajosa. Han ^^llevado a cabo nuevas combinaciones .
Son empresarios. Y su ganancia, o sea el excedente, ai cual no co­
rresponde ninguna obligación, es la ganancia del empresario.
Lo mismo que el empleo de telares es un caso especial de la
aplicación de maquinaria en general, así es^ ésta un caso especial .'A4
de todos los cambios en el proceso productivo, en el sentido mas
amplio, cuya finalidad es obtener una unidad de producto con
menor costo, creando así nna discrepancia entre el precio existente
y sus .nuevos costos. Se incluyen en esto muchas innovaciones en
la organización de los negocios y todas las innovaciones en las com­ A
‘K a
binaciones comerciales. Y puede aplicarse a ellas lo dicho palabra
por palabra. La creación de grandes negocios industriales en ,un
sistema económico en el cual no existían anteriormente es un ejem­
plo de lo primero. En ellos es posible obtener una organización
de mayor rendimiento, y mejor utilización de los factores de la pro­
ducción que en los negocios pequeños, y también es posible la
elección de un emplazamiento más ventajoso. Pero la implantación
de tales grandes negocios presenta sus dificultades^ pues en los
supuestos establecidos faltan todas las condiciones requeridas (obre­
ros, personal calificado, y las condiciones necesarias del mercado).

-V,•
140 BESEm^OLVIMIENTO ECX5NÓMIOO'
operan en su contra innumerables resistencias de carácter social •'
y polidcOo í para crear la propia org’anización -—aún desconoci-
da se requiere una especial aptitud. Sin embargo, si alguien
dispone de las cualidades necesarias para conseguir el éxito en tales i
circunstancias, y puede obtener ei crédito necesario, puede lanzar
ai mercado una uniaad del producto en mejores condiciones, de
precio, obteniendo una ganancia que queda a su disposición si se
cumplen las tres condiciones establecidas anteriormente. Pero ha
piunfado también para los demas, estableciendo un ejemplo y crean­
do un modelo que pueden copiar otros. Pueden seguirlo y lo se­
guirán; primero personas aisladas, y posteriormente toda una muí--
titud. Xiene lugar entonces ese proceso de reorganización que debe
resultar en la destrucción del e.xcedente sobre los costos, inmedia-
. lamente que eLnuevo negocio se haya convertido en parte integran--
te de la corriente circular. Pero anteriormente se obtuvieron ga­
nancias. Repitiendo; estos individuos no han hecho más que emplear
bienes existentes con mayores efectos; han realizado nuevas com­
binaciones y son empresarios en nuestro sentido. Su beneficio es
la ganancia del empresario.
Puede citarse como ejemplo de nuevas combinaciones comer­
ciales, la elección de una fuente de oferta nueva y más barata dé
medios de producción, quizá de una materia prima. No existía an-
. Leriormente para el sistema econoin,ico esta f-oente de aprovisiona-
m ipto. No existía una conexión directa y regular entre ella y su
pais^ de origen - ^por ejemplo, si se encontraba en el extranjero, no
había- una línea de navegación ni corresponsales extranjeros. Esta
innovación^ es azarosa, e imposible para la mayor parte de los pro­
ductores. Pero si alguien establece un negocio teniendo en cuenta
•estatúente de aprovisionamiento, y todo marcha bien, puede pro­
ducir en mejores condiciones una unidad del producto, mientras
•que se mantendrán en los primeros momentos los precios anterio­
res, Realiza, pues, una ganancia. No ha contribuido más que con
la voluntad y la acción, ni ha hecho sino recombinar factores exis-
á-sntes. Es, de nuevo, un empresario, y su ganancia la de empresario.
Pero también perece esto ultimo y su función en la vorágine de
la competencia que corre tras ellos. También puede incluirse en
este caso la elección de nuevas rutas' comerciales,
^ itl caso de la sustitución de un bien de producción o de con­
sumo,^ por otro que sirva los mismos propósitos y sea más barato, -
es ^análogo a|, caso de simple mejora del proceso de producción.
•Ofrece ejem.plos de ello la sustitución parcial de la lana por el al­
godón en el ultimo cuarto del siglo xviii, y toda la producción de
y.


_
IfliigwfcSS
L A G A N A N C IA D EL EM PRE SARIO 141

'sucedáneos. Estos casos deben tratarse en la misma forma que los


anteriores, pues la diferencia, que es el hecho de que tos nuevos
productos no obtendrán tos mismos precios que lograba la industria
en cuestión, es solamente de grado, como puede verse. ^En cuanto
a lo demás, siguen siendo válidas las consideraciones anteriores. Tam­
poco tiene importancia para nosotros si ios individuos que nos ocu­
pan producen" por sí mismos los bienes de producción consuino,
o los”retiran para sus propósitos de sus utilizaciones anteriores. Pues
tampoco contribuyen en este caso ni con bienes ni con poder de
compra. Pero logran, sin embargo, una ganancia que se relaciona
con la puesta en práctica de nuevas combinaciones. Los reconoce­
mos correspondientemente como empresarios. Y aquí tampoco sub­
sistirá durante largo tiempo k ganancia.
La creación de un nuevo bien que satisfaga mas adecuadamente
las necesidades existentes y previamente satisfechas, es un caso un
tanto diferente. Como ejemplo podemos mencionar la producción
mejorada de instrumentos musicales. La posibilidad de una ganan­
cia resulta en este caso del hecho de que los precios más elevados
recibidos por la mejor mercadería son superiores a los costos, cos­
tos que son también más elevados en la mayoría de. los casos. Es
fácil convencerse de su existencia. Ademas, puede abandonarse al
lector la adaptación de nuestras tres condiciones a este caso, pues
no presenta mayores dificultades. Si se presenta un excedente, y se
realiza, por tanto, la introducción de un instrumento mejor, se ma­
nifestará también una tendencia de reorganización en k industria,
que restaurará, finalmente, la ley de costos. Hay aquí también,
por lo tanto, una nueva combinación de factores existentes,^ o sea
un acto de empresario, y una ganancia -de empresario que, sin em-
barg'o, no será permanente. Una combinación del caso de mejor
satisfacción de una necesidad con el caso de menor costo por uni­
dad de producto, tras la aparición, de un gran aumento ^de la de­
manda, está representada por el ejemplo de k construcción de fe­
rrocarriles y canales.
La búsqueda de nuevos mercados en los cuales no se haya^ hecho
aún familiar un nuevo producto, ni haya sido aun producido, es
una fuente extraordinariamente rica —y muy duradera en tiempos
pretéritos— de ganancias de empresario. Entran en este lugar las
ganancias primitivas del tráfico, pudiendo servir de ejemplo la ven­
ta de cuentas de vidrio a tos negros. La explicación del fenómeno
es que los compradores valoran ios nuevos artículos como si fueran
dones naturales o cuadros de los viejos maestros, o sea sin conside­
rar para nada su costo de producción. Y de ahí resulta la posibilidad

— : ....... -
142 d e s e n v o l v im ie n t o ECONÓMICO ^
de que pueda vendérsela un precio superior a los costos, incluidos
(v'r-.' todos los gastos que trae consigo vencer las innumerables dificultades
de la aventura. A l principio solo unos pocos ven las posibilidades de
la nueva empresa, p pueden llevarla a cabo. Y es, por tanto, un he­
cho de empresario: la puesta en práctica de nuevas combinaciones-
y rinde una ganancia que ingresa en los bolsillos del empresario. i »
Cprno^ es natural, la fuente se agota más o menos pronto. Hoy día
. surgiría inmediatamente una nueva organización, desapareciendo
en el acto la ganancia del tráfico con cuentas de vidrio.
También cubre lo dicho anteriormente el caso de la produc­
ción de un nuevo bien. Tal ciase de bien debe ser al principio
±y- , lorzado sobre los consumidores, quizá en forma gratuita. Surgen
innumerables dificultades, Pero cuando se resuelven éstas y los con­
sumidores comienzan a interesarse por el artículo, sigue un período
de determinación,del precio sobre la base exclusiva de la evaluación
dn^ecta, y sin gran consi^deración por los costos, que consisten tam­
bién aquí fundamentalidente en los precios que rijan en los servi­
cios de la tierra y el trabajo. De ahí que pueda manifestarse un
excedente que permanece en las manos de los productores que ha­
yan logrado éxito. También éstos son empresarios, que han con­
tribuido con la voluntad y la acción, y han llevado a cabo la nueva
combinación de los factores productivos existentes. También apa­
rece una ganancia de empresario. Y ésta desaparece cuando la nue­ ■
va mercancía se integra en la corriente circular, colocándose su
precio en relación normal con los costos.
Estos ejemplos nos muestran la naturaleza de la ganancia como
el resultado de la puesta en práctica de nuevas combinaciones. Tam­
bién muestran cómo debe concluirse el proceso —esencialmente
como el nuevo empleo de los bienes de producción existentes. El
empresario no ahorra con objeto de obtener los medios que tequie-
pe, m acumula ningún bien antes de empezar a producir. Ade­
mas, cuando un negocio no se establece de una vez en su integridad
y ,en su forma definitivaj, sino que se halla en período de lento
desenvolvimiento, el caso no es tan distinto como pudiera creerse.
_bi no se ha agotado la fuerza del empresario en un proyecto, y no
obstante continúa llevando a cabo el mismo negocio, realiza nuevos
carnbios que son siempre nuevas empresas según nuestra termino­
logía, a menudo con medios sacados de ganancias anteriores. El
proceso parece eiitonces diferente, pero su naturaleza es la misma.
Lo mismo es cierto si da el productor comienzo a un nuevo ne-
gocio en la misma industria, conexionado con su producción pre-
-via. Pero esto no es en forma alguna la regla; las nuevas empresas

a ü iis
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.'"wX.-^-s^y\ V“?7'd^l-
LA'GÁNANCIA'DÉL EMPRESAHip 143

■Wán fundadas, por lo general, por hombres nuevos, y los viejos


negocios se hunden en la insignificancia. Pero aun si un indivi­
duo que llevaba a cabo su negocio repitiendo anualmente su actua­
ción en la corriente circular, se transforma en empresario, esto
exige, en este caso, un cambio en nuestra argumentación. El necho
de^ue el empresario dispusiera anteriormente de los bienes de pro­
ducción—en todo o en parte— o que pudiera pagarlos con los re­
cursos existentes en su negocio, no modifica su función como em-
nresario. Es cierto que en este caso nuestra concepción no encaja
entonces en los hechos con todo detalle. Coexiste aún la nueva
empresa al lado de las demás, que continúan operando al principio .bííIm H
en la forma acostumbrada, pero no aumenta la demanda de nuevos
medios'de producción, ni produce necesariamente nuevos produc­ i'm m i
tos. Y, sin embargo, con esto nos limitamos a ordenar nuestro cua
■dro porque lo exige el caso prácticamente más importante, y por­
que nos muestra el principio del problema y especialmente e- ne­
cho de que el nuevo negocio no necesita ser una derivación directa
del viejo. Interpretada como es debido corresponde también ai
caso en lo esencial. Se trata aquí de llevar a cabo nuevas combina­
ciones, y de nada más. .
El empresario no es nunca quien soporta los riesgos. ¥ eso
está perfectamente claro en nuestro ejemplo. Quien concede el
crédito sufre las pérdidas si fracasa la empresa. Pues si bien respon­ íA -'ih i
de cualquier propiedad de que disponga el empresario de las resul­ r íWK
■it.
tantes de la operación, no es esencial tal posesión de riqueza, aun­
que sea ventajosa. Aun en el caso de que el empresario se financie
con ganancias anteriores, o de que aporte los medios de producción
pertSiecientes a su negocio “estático”, el riesgo recae sobre el como y
’JS' '
capitalista o como propietario de tales bienes, pero no como em-, -:
presario. El riesgo no es en ningún caso un elemento de la función
del empresario. Y si bien es cierto que corre el riesgo de perder
su reputación, la responsabilidad económica directa del fracaso no
recae sobre él. .
Puede observarse ahora brevemente que la ganancia —tai como
aquí se define— es el elemento principal de lo que se describe
como ganancia del promotor de empresas. Además de las otras co­
sas que puede ser esta ganancia, su base es siempre el excedente
temporal de los ingresos brutos sobre el costo de producción, en
una empresa nueva. Como hemos visto, el promotor puede ser el
' tipo acabado del empresario, que en este caso se limita estricta-
mente a su función característica: la puesta en práctica de nuevas
9 Véase capítulo ii, pp. 118 xí. iÜ M

y - í
Í3SSEMVOLVIMIENTO ECONÓMICO ' ':
‘combinaciones. Si todo procediera correctamente, con perfección
ideal y con previsión absoluta, durante la fundación de una empre-'
3, sa, lo que quedara en manos del fundador sería la ganancia. Pero
en la práctica no ocurre así. Y, sin embargo, se aprecia en esto el-
3 verdadero principio del asunto. Es cierto que lo anterior sólo pue­
de aplicarse al verdadero promotor y no al agente que ■se limita
realizarla veces el trabajo técnico de formar una compañía, y que"
recibe ii.ecuenteiiieiite tal denominación de agente. Este, recibe so-'
-lamente una remuneración que tiene todas las características del sa­
lario. Y, finalmente, en la mayoría de los casos no se perfecciona
todo lo nuevo que existe en una compañía con la promoción de la
misma. For el contrario, es frecuente que sus dirigentes se embar­
quen continuamente en nuevos negocios, continuando así el papel
del promotor originario, y convirtiéndose en empresarios, cual quie­
ra que sea su cargo oficial en la compañía. Si suponemos, sin em- ■
bargo, que la compañía se dirige normalmente una vez fundada, es "
entonces el promotor el único que realiza una actividad de empre­
sario en relación con dicho negocio. Supongamos que los precios '
de los medios^de prodiicción^o están representados por obligaciones,
; y que el rendimiento mayor capitalizado de las fuentes permanentes
de ganancia lo esta por acciones, y que existen también acciones de
rondador que se transfirieron gratuitamente al promotor. Estas ac­
ciones de fundador no proporcionarán entonces un ingreso perma­
nente, sino que solo daran al promotor el excedente temporal que ' ■
existe antes de que la empresa se incorpore al sistema económico,
perdiendo desde ese momento su valor. La ganancia aparecerá en
tal caso en su forma más pura.
Debemos aíiora determinar con mayor atención esta represen­
tación de las ganancias, cosa que se hace preguntándonos lo que ■
corresponde a este fenómeno en las formas sociales no capitalistas.
La simple economía de cambio, esto es, aquélla en la cual se conoce
el cambio de productos, pero no la producción al “estilo capita­
lista no nos proporciona ningún nuevo problema. En las unidades
económicas de tal sociedad debe haber un poder diferente de dis­
posición sobre medios de producción y en este respecto la econo­
mía de cambio puede estudiarse de la misma manera que el caso
que pasamos a examinar ahora. En los otros aspectos vale lo di- ■
cho respecto al sistema capitalista. Con objeto de evitar repeticio-
Dablando estrictamente, ios precios de ios medios de producción que
constituyen ia inversión materiai, que corresponden a sus vaiores en sus em­
pleos^ anteriores,^ sin tener para nada en cuenta al nuevo, a pesar de que en
la practica habría que pagar más en ia mayoría de los casos.
.7. -^<__ . '. í* .,. 7.d. - "^.... . . ’.,. SwiS Arp. -í.í',,-’ ’’; 3_
la 'GANANCIA DEL'EMPRESARIO Id ’.-^ 145

nes volveremos afiora a la economía no de cambio, o sea, ,a ,1a eco­


nomía natural. _ ’\dd-- :
Entran en ella dos tipos de organización. El primero 'es el de
un estado agrícola aislado, en el cual pertenecen al señor los m e-.
dios de producción, y a él están sujetos los siervos. El segundo es
el de la sociedad comunista aislada, en la cual el organo centra
dispone de todos los bienes materiales y servicios del trabajo, re­
solviendo todas las apreciaciones sobre la valoración de las cosas.
Podemos tratar ambas formas en común en los primeros pasos del
razonamiento. En ambas, algim os individuos disponen de control
absoluto sobre los medios de producción. Ni esperan cooperación
en la producción, ni que otras unidades económicas les ofrezcan
la posibilidad de ganancias. El mundo de ios precios no existe, y
sólo queda el de los valores. Así, cuando pasamos de nuestros
ejemplos anteriores a la consideración de una economía que no es
de cambio, comenzamos la investigación de los problemas de valor
que son básicos para la ganancia.
Sabemos que también hay aquí una corriente circular, en la cual
rige estrictamente la ley de costos, en el sentido de igualdad entre
e f valor de los productos y el de los medios de producción, y de
que tampoco se realiza- el desenvolvimiento económico en nuestro
sentido, más que en forma de puesta en práctica de nuevas com­
binaciones de los bienes existentes. Podría suponerse que la acu­
mulación de una existencia inicial de bienes fuera necesaria, y rea­
lizara una función especial. Lo primero es correcto en parte; pues
la acumulación es a veces —no siempre un paso necesario para la
puesta en práctica de la nueva combinación. Pero no constituye
nunca una función especial que lleve consigo fenómenos especia­
les de valor. Se prescribe simplemente un empleo diferente de los
bienes por el líder o el organo director del sistema. Que se alcance
el resultado deseado en forma directa, o solamente indirecta a tra­
vés de un estudio preparatorio de constitución de existencias de
bienes, ya es cosa distinta. También es indiferente si están de acuer­
do todos los participantes individuales con las nuevas finalidades, y
están dispuestos a llevar a cabo la constitución de las existencias.
Mientras dominen la situación, los líderes no soportan ningún sa­
crificio ni se interesan por los que puedan soportar temporalmente
los individuos bajo su mando., Si disminuye el consumo presente
de los dirigidos por la ejecución de un plan de grandes vuelos
—cosa queloo es necesaria, pero posible— éstos se opondrán a ellos
si pueden.i^ Su oposición puede hacer impracticables los planes.
Pues tendrán en cuenta solamente la pérdida inmediata, mientras que
d :^ ei|ívolvim ien t <:) écónó Xiico

Pero aparte de eso, carecen de influencia directa y económica sobre


lo que pueda ocurrir; en particular no puede considerarse como
servicio voluntario su disminución del consumo y la acumulación
úe ^ o ck s. Por tanto, no supone una función especial que debiera
incluirse en nuestra representación del proceso de desenvolvimien­
to. ^1 el líder promete un premio, esto equivale a una remunera-
cion prometida por un general a sus soldados; es un don que pre­ ■
tende hacer mas dócil al pueblo, pero no forma parte de la^ esencia
el asunto, y no constituye una categoría puramente económica.
De aquí que la diferencia entre el “señor” y el líder de un estado
comumsta lo sea únicamente de grado. Y no constituye diferencia
el hecho de que en el estado comunista vayan las ventajas a toda la
sociedad, mientras que sólo preocupa al señor su propio interés.
De aquí se^si^e que el elemento tiempo no pueda tener una
y^luencia en dichas sociedades. Es ,cierto que los líderes deben
comparar los resultados de la combinación proyectada no solameñ-
e con el resultado qud pudieran producir los mismos factores pro-
ducnvos en el mismo plazo, con su método previo de empleo, sino
también con el resultado de otras nuevas combinaciones que pudie­
ran haberse llevado a cabo con los mismos medios. Y si estas úl­
timas requirieran menor tiempo, debieran incluirse en el cálculo -i
los resultados de las combinaciones que pudieran realizarse en el
tiempo ahorrado, al comparar la importancia relativa de los méto­
dos de empleo en competencia. Por tanto, en una economía no
de cambio aparece el “elemento tiempo”, mientras que en la eco­
nomía capitalista su mfluencia se expresa por el interés, como ve­
remos m ^ tarde. Mas esto es evidente por sí mismo. Tampoco
juega el tiempo otro papel en las sociedades que ahora nos ocupan-
ninguno que exija^hacer de la necesidad de esperar o abstener^, o’
del deseo menor de placeres futuros factores especiales. Solamen­
te se espera con disgusto porque puede hacerse algo en e l ínterin
y precisamente a causa de ello. Los placeres futuros sólo aparecen
ores porque cuanto mas lejana aparezca la realización tanto
mayor sera la deducción por motivo de placeres obtenibles en otra
psrüc.
Así, pues, el líder de tal comunidad —cualquiera que sea su

la R ancia fumra puede tener tan poca reaUdad como si no existiera Esto se
to r t r a ' Í X b ^ yilización délos cuales tenemos conociriúen-
do se a j nunca ha etado ausente el elemento “fuerza”, Cuan-
do se ha tratado de un desenvolvimiento que ha precisado de la coooeración
sa c rS d o 1e l” S o . “ "'“‘=*'os casos, es cierto, no se exigió ningún


ÜS:
...a..-,,---- , ^ H iÜ M S ftsmi .'ií
*>''T"^'^\"*'" fT’ y-- ^ -r-r
B-: . , la G i^ A N a A DEL EMPRESARIO 147 .,
si DOsición— retira una cierta cantidad de medios de producción de
Wi- lus usos anteriores, y reaUza con ellos una nueva combmaoon, por SSii
te ejemplo, la producción de un nuevo bien, o la producción de un
m bien ya conocido con arreglo a un método mas perfeccionado. En
este último caso es indiferente si retira los medios de producción
lili necesarios de una rama de la producción que haya manufacturado
hasta el presente la misma mercancía, o si autoriza a las empresas
existentes anteriormente, a continuar fabricando en la forma a i
mal, produciendo, a su lado con el nuevo método medianteda ayuda
de m Lios de producción retirados de otras ramas de la industria.
Los nuevos productos serán, por hipótesis, de mayor valor que los
obtenidos anteriormente p o r las mismas cantidades de medios de
producción —en cualquier forma que se reakce la evolución m ral
sociedad. ¿Cómo se realiza el proceso de imputación respecto a
los nuevos productos? Se determina su valor en el momento en que
se complete la combinación y aparezcan los productos, ¿ ^ m o se
determina el valor de los factores que hayan p y ic ip a d o Es mejor
escoo-er el momento en el cual se haya decidido la combinación, y
suponer que todo ocurre con arreglo a tal decisión.
En primer lugar, los productores deben hacer una valoración:
debe compararse el valor de los nuevos productos con el de los
que se estaban produciendo normalmente en la corriente circular.
Sin duda esta valoración es necesaria con objeto de poder realizar
cálculos de las ventajas de la nueva combmacion, y sin ella no es
posible una acción de ningún género. La cuestión central es ahora
L a : ¿cuál de los valores que pueden obtenerse con los medios de
producción ha de imputarse a ellos? Por lo menos esta claro o
Siguiente: antes de tomarse la decisión de, llevar a cabo la nueva
combinación, solamente puede imputárseles el valor que correspon­
da al empleo anterior. Pues no tendría senado imputar por anti­
cipado a los medios de producción la plusvalía de la nueva com­
binación, dado que, si se "hiciera, su puesta en pracaca no aparecería
cóm ^uña ventaja, y perderíamos la base para la comp^acion ne­
cesaria de los valores en ambos usos. Pero, ¿como erta el asunto
una vez realizada la decisión? ¿No debe imputarse todo el aumen­
to de satisfacción, en el sentido de Menger.'í’ ^ jo, medios dq pro­
ducción, lo mismo que en la com ente circular, dado que
ahora valores más altos, de forma que si todo funcionara » ^ P " '
fección habría de reflejarse el valor total de los nuevos productos
en los medios de producción utilizados? , , ,
Respondo qué no; y afirmo que también deben estimarse, aun
12 Véase W ieser, Natürlicher Wert, pp. 70 ss;

- ’T’ ^ ^ -i-- ^
i - -7 r ,¿ i,'* 'í-""-' A — ' t i -lí í L j '
I4S '
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
aquí, los servicios de la tierra y trabajo conforme a su antifmo va-
-oi^^ y por !as dos siguientes razones, t n primer lugar los valores
antiguos son los consuetudinarios. Se han determinado por un-
larga experiencia y^ están firmemente asentados en las conciencias
7 . de los individuos. Solo se alteran en el curso del tiempo v p o r I,
presión de una experiencia ulterior. Sus valores son muy''estables
í ^eoiGO a que no han cambiado los de los propios servicios de la
tierra y trabajo. Los valores de los nuevos productos, por el con-
irano, se hallan tan fuera del sistema de válores existentes, como
el precio ae los nuevos productos en el sistema capitalista. No
están unidos en forma continua con los viejos valores, sino sepa-
rados discretamente De aquí la justificación del método de intl--
pretaclótfa según el cual sólo se asigna a cada bien de producción

realidad. Pues solamente este valor, es decir, en nuestro caso su


valor prevalente hasta ahora, es quien depende de los medios con­
réeos de producción. Si dejaran de existir serían reemplazados por
otras unidades procedentes de dichos otros-empleos. Ninguna uni-
dad de una mercancía puede ser valorada , por encima de otra
unidad idéntica, en caso de que existan simultáneamente. Ahora
bien los servicios de la tierra y trabajo empleados en la nueva
OTmbmacion son homogéneos con los empleados simultáneamente
pues SI no lo fueran habría en verdad una diferencia de valores
pero de genero perfectamente explicable sin afectar al principio—
y no pueden, por tanto, tener un valor distinto del último. Aun
pusieran todos los poderes producti-
_ os de sistema económico al servicio de la nueva combinación se
B o ™ rfirre ;r“ " g valores prevalentes anteriormente, qu"
dr^fin cric ívacaso, y sobre los cuales po-
n calcularse las perdidas en caso de destrucción absoluta La
nan!™ r°" L " combinación en la economía
naro-al rosulta, por tanto, en un excedente de valor, y no sólo en
la eronomia capitalista; y de hecho en un excedente de valor en e“
L S n ° a ‘^ lo r'‘ valor a la cual no corresponde una impu-
dc c V' f uiedios de producción, y no meramente un aumento
o V la posición anterior. Podremos decir
q la plusvalía en el desenvolvimiento no es sólo un fenómeno
-.'■■r,5=Tr y-'- :''•' I S b IS
LA GANANCIA DEL EMPRESARIO 149

privado sino también social y. por lo tanto, es de hecho la misma


cosa que la ganancia del empresario que encontramos anteriormente.
En seo-undo lug-ar puede alcanzarse el mismo resultado abordan _
do el problema por otro lado. La actividad de empresario del
líder, que es una condición necesaria para la realización de la com­
binación, puede concebirse como un medio de producción N L
L-i
lo concibo así de ordinario, porque se concede mas ínteres al con­
traste entre empresario y medio de producción. Pero “ te m et^o
de consideración realiza aquí buenos servicios. Por el momento
consideremos, pues, la función del liderazgo como “n tercer factor
originarlo- de la producción. Parece, pues, claro que deba iinpu
tárjele alguna parte de los valores de los nuevos productos. cPero
cuánto? Tan necesarios son los líderes como los medios de p -
ducción V la plusvalía total de los nuevos productos depende de la
cooperación de ambos. Esto no requiere más comentarios y no
contradice lo dicho en el párrafo anterior. Las magmtudes apro-
oiadas de todas las categorías de valores se deterrninan solamente
por la fuerza de la competencia de los bienes o de los hombres.
Dado que esta segunda clase de competencia no existe en la eco­
nomía L tu ra l (no de cambio), y dado que es mucho menos sig­
nificativo en ella la diferencia entre lo que es y lo que no es gar
nancia (como veremos inmediatamente), no aparecería siempre su
valor c L la misma nitidez que allí donde es esencial. P « o P e e ­
mos sin embargo, especificar en la mayoría de los casos la cuanoa
que debe imputarse a la función del empresario. En la mayor pa e
d flo s casos como hemos dicho, los medios de producción son ! >
reemplazables, pero no el líder.?? De aquí que deberá Al
a losVim eros aquel valor que se perdería en el caso de que fu
necesario el reemplazo, asignándose lo restante a la función de li-
derazTO. Se imputa a ésta el valor de los nuevos productos menos
el valSr de los que hubieran podido realizarse sm ella De aquí que
corresponda dicho excedente a un derecho especial a la imputación
no pudiendo aumentaran ningún caso el derecho que se origina de

Pero’°no'*'^debemos olvidar que no sería del todo justo hablar


siempre de la imputación del valor dominante hasta ese momento

m ico-privado como ganancia e interés del capital, pnede ser descrito como
nliiqvalía’en el sentido de Marx. No existe otro excedente
irreemplazable de producción, subsiste un excedente de valor en fa^or del
primero Pues en el momento de introducción de la innovación, solamente
L b e asignarse al último su valor prevalente hasta ese momento.
r
‘ < 150 ' ^ mbenvolvimieñto económico ^ ' ■‘ ' ''■:'
El valor marginal en los usos previos
T ’ ‘=°“ ° consecuencia de retirar de esos us?s me-
- dios de producción. Hemos observado el mismo fenómeno en el
como^ capitalista. H alza de precios de los medios de prodncdón ■i?/:-
como consecuencia de la nueva demanda por los em preL ios en e^
‘i •
w T ¿ , T e ^ c t a m e n ^ a este p^ocesTde va p :
®iR
*■,7" exm tóón ^Pero‘'°''''®^T ‘=°"“ P«''dientemente nuestro método de
®i de^lueiTO no embargo, no se cambia nada fundamental. Des-
I a® confundirse este aumento de valor con la impu-
; « v lm ie n t^ ^ ^ ^ ^ ”- o
ip descrito proceso de valoración
^ ^ consideración de la « i
Bs
natural. Fues también esta economía debe saber lo que hace lfl«s
ventajas que resultan de [las nuevas combinaciones, y \ qué deben
atribuirse dichas ventajad Podemos afirmar, sin ¡ m b a r l que la
g nancia no tiene significación como categoría distributwa’ m una
economía natural (no de cambio), cosa que es en el fo n d ^ e ^ c ta
ca n tid a V d rn m d P"«de disponer libremente de lá
cantidad de jiroducto que corresponde a su “servicio”, pero tam-
disponer de todos los demás rendimientos; puede dar
sus obreros mas pero también menos de lo que corres£ nde a su
?ae s X r e l'L ^ b l? " ^ ^ ’ economía comunista la g^ancia re­
c io el pueblo como un todo —al menos en la teoría. Mas
esto no nos interesa por si mismo. Pero, ¿no podemos inferir de
esas economías, especialmente por lo que r i s p e n a la de S o T c o ! Á, .
;írL
m u ^ ta , que la ganancia se absorbe en salarios, y que la realidad
n Í ¿eh i d ° r " " 'r ‘^"•’riendo los salarios’ t i d l el pr^dícto»
^ io ^ u e n ú l? rn “ '"“ ^ económica de un regim ien to
m V nr^ ^ ocurrirle. La naturaleza económica de un rendi- p‘ i
s t n r i S f i T n’'^ un servicio productivo. Llamamos salarios i
S lía b a li L L 9"® deben imputarse al servicio
c J ™ ..’ . competencia, en la economía de cambio
e«e renduniento pasa al obrero, pero solamente porque en régimen
de libre competencia se remuneran las prestacioLs m a tó n a S ti- f
necesanamente así sólo en el sentido de que en el sistema capSlism
este sdario provoca el esfuerzo. Si se asegura el esfuerzo por otros
métodos —Por el sentimiento de deber social o quizá p o/ la com
dem ^H ad pudría recibir menos, pero s2s salaSos ¿ t S
’ !“ poc la productividad marginal d e r tra­
bajo, y la cantidad de menos, que percibiera sería cla¿icad a como
una deducción de su salario económico. Esta deducción sena tam­
bién un salario, y en el mismo plano que el abonado a los obreros.
FUÍder ^o r^c nna ganancia en una sociedad comunista; no pue-
S S L que estomaga imposible el d - e n v o l « t o .
rnntrario es posible que en tal organización los hombres llegara
de un modo tan diferente que no reclamaran jiarticipacion
en^a ganancia, lo mismo que no pasa por la del
bre de estado o de un general tener exigencias particulares sobre 1
totaUdad o una parte del botín de la victoria. Pero la ganancia se-
Buiría siendo ganancia. Que no sería válido clasificarlo como sa ­
no del trabajo puede apreciarse adaptando el argumento que f -
ilW I
muló Bdhm-Bawerk respecto al interés.'® También
renta de la tierra, en la cual debe
la naturaleza y el valor de la contribución P ™ n ' ’
de la remuneración percibida por determinados
¿Como salarios de qué obreros se consideraría la g^na^*’'. P
den concebirse dos respuestas a esta pregunta. En primer lugar
L e d e deL se: como p a L de los salarias de l- / b r e r o s que raba-
laron en el nuevo producto. Pero esto no puede ser asi. Pues en
ionces por hipótesis, dichos obreros tendrían salarios superiores a
los de’ sus compañeros. Y éstos no realizan un trabajo de mferior
calidad, de manera que si aceptamos esta P“ *didad
conflicto con un principio económico fundamental, que
valores distintos para bienes homogéneos. Aparte de la injujicia
que podría representar tal medida, se crearían con eUa trabajadOTes
L v ^ g ia d o s . X a solución es posible, pero el excedente recibido por
los obreros no sería salario. j •
La otra respuesta concebible es ésta: los valores que denomina­
mos ganancia y la cuantía de los productos que corresponden a ^ lo s
consatuyen simplemente una parte del dividendo nacionrí, y deben
distribuíse p o r V ^ e s iguales entre todos los servicios ¿el trabajo
contribuidos durm te el período económico de que se trate (asu­
miendo homogeneidad d i los servicios ó, según sea el caso tenien­
do eñ cuéntalas disparidades en cualquier forma reconocida). En,
tal caso, los obreros que no hubieran trabajado en el nuevo pro­
ducto perciben una remuneración superior al valor total del produc­
to que^hayan producido. Es fácil, por tanto, llegar a la conclusión
d e ^ u e los obreros perciben en tal caso una participación en e
dividendo nacional, ^ como salario económico, sino en parte por
' un concepto no-económico. Indudablemente es posible esta solu-
16 Fositive Theórie, capítulo final.
17 Véase Wesen, libro ni.

plüisIS
i^pii
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO^
Clon, lo mismo que otra cualquiera que podamos imaginar Ea
comunidad debe disponer-de alguna forma de su “ganancia” como
de todos los demás rendimientos. Debe disponer de ella en favor de
IOS oDreros, dado que no existen otros con derecho a la participa
Clon. T puede proceder en esto con arreglo a los principios más
./miados Puede, por ejemplo, distribuirlo según la intensidad de la
necesidad, ó promover fines generales sin distribuir la ganancia
Pero eso no altera las categorías económicas. Pues en k corriente
circular normal no es posible quedos obreros o terratenientes reci­
ban, en forma_ directa o indirecta, m.ás que su producto económi­
ca, pues no existe ningún excedente. Y sí esto es posible en nuestro
caso es precisamente a causa de que otro agente^ deje de percibí
bp iem.uiieracion. Si definimos ia expresión ambigua “explotación”
ae modo que esta se produzca cuando un factor de la producción
necesario, o su dueño, según sea el caso, recibe menos que su pro-
au.co, en el sentido económico, entonces podríamos afirmar que
osre^^^ago extraordinario a los obreros se hace a costa de la explo­
tación de los lideres. Si reducimos la expresión al caso en el cual
se desposee del producto a un servicio personal —con objeto de
excluir la aplicación del concepto a la tierra, en donde no tendría
razón de existir, dada la eliminación resultante del terrateniente en
e estado com unista- podríamos afirmar que tiene lugar una ex­
plotación de los lideres; naturalmente sin querer emitir con ello un
JUICIO moral.
Por eso no puede decirse —hablando en términos económicos—
tjue la ganancia se transforme en salario, a pesar de que sea distri-
omaa totalmente entre los obreros. Es de g á n importancia práctica
ei reconocimiento de este hecho para un estado comunista,'^ distin-
ía ganancia, pues la comprensión
t-'t f ’- í decisiones sobre cuestiones con-
-ICías,^dependen manifiestamente de tai reconocimiento. Esta consi-
a e ra c io n nos enseña k independencia del fenómeno respecto de
cualquier forma concreta de organización económica. En conse-
ciiencia, podemos sentar una verdad general: k ganancia como fe-
-omeno especial e independiente del valor está relacionada funda-
_mentalmente con el papel del liderazgo en el sistema económico. Si
e. desenvokimiento no requiriera dirección ni fuerza, la ganancia .
seguiría existiendo, sin duda, pero sería una parte de los salarios y
mentas, y no un fenómeno sui generis. En tanto que este no sea
ei caso, es decir, en tanto que el conjunto de la población presente
un parecido, por pequeño que sea, con las masas de todas las na^
Clones conocidas, no podrá imputarse todo el rendimiento a lo s
LA GANANCIA DFX EMPRESARIO ís;

■sei-vicios de ia tierra y del trabajo, ^aun en el caso ^ideal perfecto,


de un proceso económico sin fricción y sin tiempo.’
Pero la ganancia tampoco vive eternamcnce encuna economía
aue no es de cambio. Aparecen aquí también modificaciones ne­
cesarias que lo eliminan. Se realiza la nueva combinación; se apre-
dan sus resultados; se eliminan las dudas; se hacen entonces criden-
tes las ventajas y la forma de obtenerlas. Signe habiendo necesidad
de un gerente o de un capataz, pero no del poder creador de un
líder. Sólo es necesario repetir lo hecho antes para ditener r enta-
ias equivalentes. Y eso puede hacerse sin necesidad de un liuei.
Aun en ehcaso de que debieran resolverse resistencias procedentes
de fricciones, el problema se ha hecho diferente y mas senci o. j^as
ventajas se han convertido en realidades para todos los miembros
de la comunidad, y los nuevos productos distribuidos uní oiniemen
te en el tiempo, s'e hallan continuamente ante sus ojos; los liberan
—en el sentido indicado en el primer capítulo— de todos io.s sa­
crificios o necesidad de esperar a la ultimación de nuevos produc­
tos. Ya no se espera que el sistema económico continué avanzanc o,
íglSí
rr .'■.' sino que solamente asegure la continuidad de la comente existente
■ l; de bienes. Podemos esperar eso de él. i ^ ao
Se repetirá de esta manera el nuevo proceso de la producio- ,
38 Una palabra sobre el argumento, tan frecuente hoy día, de que el em­
presario no produce nada y la organización todo; que ninguno de nuestros
productos lo es nuestro, sino de la totalidad de la sociedad. En el fondo de
tales afirmaciones se pretende decir que todo el mundo es el producu) de su
medio, personal y heredado, y que nadie puede producir algo para lo cua.
no existL condiciones. Pero no podemos hacer esto en el dominio de la leo-
Íía í í e no se ocupa de modelar a los hombres, sino de hombres va modela­
dos ^Pues los propios representantes de tal tendencia responderían afirma
tivamente al problema de si la iniciativa individual tiene una fun^cion ambicn
es precisa y ^correcta respecto a los fenómenos secúndanos dcl dcsemohi-
miento Por lo demás se^ basa solamente sobre la concepción popular, que
sólo el trabaio físico es realmente productivo, y sobre la impresión de que to­
dos los elementos del desenvolvimiento operan en forma armónica ba.ai^dose
cada fase de dicho desenvolvimiento en las precedentes. Pero esto sera un
resultado del desenvolvimiento ya producido y no explica nada. El princip
de su mecanismo sigue siendo la cuestión principal. u- los mé-
lí) Podría objetarse que si la innovación esta dema.siado alejada de l^^
todos acostumbrados, será todavía necesaria la compulsión. Debemos estable­
cer la siguiente diferencia. En primer lugar no se ha comprendido aun en
tal caso, ni se ha convertido en algo familiar Ademas ^
E nueva combinación. Asumimos que eso ha ocurrido > que puede ciur,
aún durante mucho tiempo. Después es indudablemente necesana
pulsión de cierta clase en cuanto a la organización
Sficación de los obreros en clases mas o menos elet adas. Pero esto es si
d L a diferente de la compulsión para realizar cosas nuevas. Finalmente,

Üi:
-----------
Í54 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

y para esto ya hace falta la actividad del empresario. Si lo conce


bimos de nuevo como un tercer factor de la producción, podemos
yegurar que desaparece uno de los factores con la mera repetición
de las combinaciones ya familiares para todos, y en verdad el factor
que fue necesario para ponerlas en práctica. Se anula al mismo
íjt lempo su derecho a la imputación, aumentándose el valor de los
demas productos, esto es, del trabajo y la tierra, hasta que agoten
el valor del producto. Solamente son éstos ahora necesarios, crean­
do por si solos el producto. La imputación se hace a ellos solamen-
te; en primer lugar a los servicios de la tierra y trabajo que se usan
de hecho en la creación del producto, pero subsiguientemente a
los seríelo s de todos los factores, conforme a los principios va
conocidos.^ au m en tan lo s v a lo re s d e lo s s e rv ic io s d e la tie rra s
¥-• traba-jo p rim e ra m e n te en las in d u stria s d e q u e se tra te , d ifu n d ié n ­
d o se ?m s ta rd e ese au m en to a to d a s las dem ás in d u strias.
De aquí que se eleven correspondientemente los valores de to-
n ^ trabajo. Este alza debe, sin embargo,
distinguirse de aquella que apareció para llevar a cabo las nuevas
combinaciones, y no solamente en clase, sino también en grado. No *
alza en la escala de valores de aquellos, sino sólo en su
utilidad marginal, a consecuencia de que no puede llevarse la pro­
ducción tan lejos como anteriormente debido a la retirada de me-
dios de producción de sus usos anteriores y , por tanto, no podrán
satisfacerse sino necesidades de m ayor intensidad. En el caso con­
trario ocurre algo totalmente diferente, que es la entrada del valor
e nuevos productos en la escala de valores de los medios de pro­
ducción. Esto puede también elevar la utilidad marginal denlos
Ultimos, pero eleva también su valor total, diferenciá que es asimis-
practica cuando se trata de disponer de grandes
cantidades de factores. De aquí que ahora los v a ló L de los medios
m^enre''drT*^ depende de ellos y sola-
STn de la satisfacción, habiéndose he-
cho mayor el producto de la tierra y del trabajo. Ya no se les asig-
os corriente circular anterior, s ilo
los que tienen en la cornente circular actual. En el momento de
sentido imputarles valores más elevados
que el de reemplazamiento. Pero en el momento actual su valor de
r^emplazamiento incluye también el valor del nuevo empleo. La

¿ establecerse una relación entre el daño oue su


f r ^ las masas y la puesta en práctica de la innovación. También es necesaria

osa diterente. Solo hace falta un gobernante para mantener algo ya existente.
^-Jifi:-, .J.' v-i í^h-T-f (_ - ■'• " l/ y '
la 'G AN AN C IA'D E L EMPRESARIO 155

elevación del valor del producto social arrastra tras de si el valor


de los medios de producción, y la nueva situación de los negocios
reemplazará rápidamente el valor anterior por uno nuevo que se
in v e r t ir á al final en el acostumbrado, basado en la nueva produc­
tividad marginal. Así se restablecerá el contacto entre el valor de
nroducto y el valor de los medios de producción. No habra mayor
discrepancia entre las dos categorías de valor en el nuevo sistema
Que en el antiguo. Y si todo funciona con perfección ideal, la
sociedad comunista tiene perfecta razón, si considera todo el pro­
ducto resultante como un rendimiento permanente de su trabajo y
tierra, distribuyéndolo entre sus miembros para el consumo. Los
hechos no le quitarían la razón. ,
Hasta aquí la eliminación de la ganancia en una economía que
no es de cambio procede en la misma forma que su eliminación en
el sistema capitalista. Pero la otra parte de ^ te proceso en la so­
ciedad capitalista, a saber, el descenso obligado del precio del nue­
vo producto como consecuencia de la aparición de empresas com-
netidoras, se ha de haUar ausente en la economía que no es de
cambio Es cierto que también aquí deben incorporare los nuevos
productos de la corriente circular, y también ^ue deben ser pues­
tos en relación sus valores con los de los demas productos. Po
mos setmir distinguiendo teóricamente la implantación de la innova­
ción v*el proceso de su incorporación a la corriente circular, como
dos cosas diferentes. Pero es fácil comprender que en la practica
es m uy importante saber si ambas cosas tienen lugar wno actu o no.
En una economía no de cambio, la demostración de que existe un
: excedente atribuible a la actividad del empresario, es suficiente para
solucionar nuestro problema. En un sistema capitalista estos exce­
dentes sólo encuentran su camino hacia el empresario con ayuda
del mecanismo del mercado, y no pueden serle retirados sin ayuda
de ese mismo mecanismo. Existe, por tanto, aparte del simple pro­
blema del valor, el problema de cómo consigue llegar al empresario
la ganancia. Y este mecanismo crea muchos fenómenos que deben
estar ausentes en una economía que no sea de cambio.
A pesar de ello, no es sólo igual la naturaleza intima de la ga- Ó
^ naneia en todas las formas de organización, smo también la nam-
raleza íntima del proceso que la elimina. El asunto p ra en todos los
^ casos en derredor de la eliminación de los obstáculos que impiden
imputar todo el producto a los servicios de la tierra o del trabajo
o, según sea el caso, que sus precios alcancen el mismo nivel que

20 Como lo hace el sistema capitalista a su manera..

...
« a »
m ñ

156 d e s e n v o l v im ie n t o e c o n ó m ic o

ios del producto. Los principios directores son, que si el proceso


económico no tropieza con obstáculos, no tolera, en primer luo-ar
excedentes de valor en el caso de productos individuales, y eleva
en segundo lugar, el valor de los medios de producción hasta al­
canzar los de los productos. Estos principios son directamente
válidos en una^ economía no de cambio, y se realizan por k li­
bre competencia en un sistema capitalista. En este último, si hay
libre competencia, los precios de los medios de producción deben
ser. de^ tal naturaleza que agoten todo el precio del producto. En
la medida en que esto no sea posible debe debe bajar correspondiente­
mente el precio del producto. Si a pesar de todo existe ganancia, se
debe a que no puede realizarse el tránsito de una situación en la cual
no hay excedentes a otra en la cual tampoco los hay, sin la ayuda
je| empresario, y a menos de que se realice también la otra cóndi--
Clon necesaria en el sistema capitalista, a saber, que la competencia
no puede privarlo inmediatamente de la ganancia.
La ganancia no se aferra a los medios de producción en otro
sentido que el poeta a su manuscrito interminado. No se imputa
a aquellos ninguna parte de la ganancia, así como tampoco puede
ser contenido
conteniy de la función del empresario el suministro ni fla po­ .
sesión de dichos niedios. Y sobre todo, como vimos, no debe bus-
carse la ganancia en el aumento permanente de valor que experi­
mentan los medios originarios de producción como consecuencia
oel nuevo empleo. Consideremos el caso de la economía basada en
--a esclavitud, en la cual pertenecen al empresario la tierra y los tra-
oajadores,^ comprados por aquél con el propósito de realizar nuevas
yombinaciones. Se diría en este caso, más que en ningún otro, que
aoonara por la tierra y los esclavos un precio que corresponda a
sus empleos dominantes hasta el momento, y que la ganancia será
aquella mayor producción que pueda obtenerse ahora. Pero esto
sena falso por dos motivos. Primero, las entradas procedentes de
ios muevos productos llegarán a una altura de la cual descenderán
por obra de la competencia, de manera que tal concepción no ten-
aria en cuenta el elemento ganancia. En segundo lugar, la cuantía'
excedente duradero es simplemente un aumento de los sala­
rios del trabajo —en la medida en que no sea una cuasi-renta—
que se embolsa el propietario del trabajo, que aquí no es el obre­
ro, asi como un aumento de k renta de k tierra. La tierra y los
esclavos tienen indudablemente ahora un mayor valor para su pro-
uivLario, pero este se ha hecho más rico en forma permanente como
propietario, y no como empresario (si desdeñamos las ganancias
temporales y esporádicas). El asunto no es diferente si entra por
, - 1 l *• '• rí’" I j'

LA ' g a n a n c i a -d e l EMPRESARIO 157

orimera vez en existencia en la nueva combinación un agente natu­


ral de la producción, como un arroyo productor de enerpa m-
dráulica. Lo que da la ganancia no es la energía hidráulica. Lo que
■ista rinde permanentemente es, en nuestro sentido, renta.
De aquí que se transforme en renta una parte de lo que rué
orimeramente ganancia, cambiándose, por tanto, la naturaleza eco­
nómica de la cantidad en cuestión. Asumamos que un agricultor
que ha cultivado anteriormente caña de azúcar, cambie mas tarde
su cultivo por el algodón, que era más lucrativo recientemente de
lo que es ahora.^^ Esta es una nueva combinación; el labraaor
se hace empresario y obtiene una ganancia. Por el momento, la
renta aparece en la lista de costos solamente por la cantidad apro­
piada al cultivo de la caña de azúcar. Pero la competenma bata
baiar más o menos tarde las entradas, cosa que de hecAo ha ocu­
rrido Mas persiste aún un excedente; ¿qué es en realidad y como
se explica, desde el punto de vista económico? Desdeñando os
casos de fricción, solamente puede resultar porque la tierra sea ade
cuada diferencialmente al cultivo del algodón, o porque la renta
de la tierra haya subido como consecuencia de los nuevos empleos;
en principio es siempre una consecuencia de ambos elementos.^ ±
esto caracteriza de inmediato la parte del aumento en los renpmien-
tos totales que es permanente, como renta de la tierra. La función
como empresario de este hombre desaparece si continua cultivando
el algodón, y los rendimientos totales se imputarán a los factores
originarios de la producción. _ .
Una palabra sobre la relación entre la ganancia y el ingreso de
monopolio. Dado que el empresario carece de competidores cuan­
do aparecen por primera vez los nuevos productos, se determina
su precio totalmente —o dentro de ciertos límites— según los prin­
cipios del precio de monopolio. En la economía capitalista existe,
por tanto, un elemento de monopolio en la ganancia. Supongamos
ahora que la nueva combinación consiste en establecer un monopo­
lio permanente, quizá en constituir un tnist que no precise temer
a los competidores. La ganancia debe considerarse en ese ca^
como un simple ingreso de monopolio, y éste como ganancia. Y,
sin embarcTo, existen dos fenómenos económicos totalm pte distin­
tos La puesta en práctica de la organización monopolística es un
acto de empresario, y su “producto” se expresa en la gananma. Una
vez que esté funcionando sin fricción, la empresa continuua oote-
niendo un nuevo excedente que, sin embargo, debe imputarse aho­
ra a las fuerzas naturales o sociales sobre las cuales descansa el mo-
21 Escrito en 1911.
DESENF OLVIM IEN TO'ECONÓMICO

nopolio; se ha transformado en un ingreso de monopolio. En la


practica se distinguen las ganancias que resultan de fundar un ne­
gocio y e rendimiento permanente. Lo primero es el valor del

discusión no puede ser llevada más adelante dentro de los


h5pn H trabajo. Quizá sea ya demasiado extensa. Pero si
onn reprocharme por haber preocupado demasiado al lector
Ifti con estas cosas, no puedo librarme del cargo de no haber acotado
^ ocasiones, y de no haber excluido todas las
posibilidades de malentendidos. Era preciso elucidar los aspectos
obse^ ones
La ganancia del empresario no' es una renta, como los rendí
mientos por las ventajas diferenciales en los elementos permanentes
de un negocio; ni es un rendimiento del capital, de cualquier for

p ra hablar de una tendencia hacia la igualación de las ganancias


que no existe en forma alguna en la realidad, pues solamente ex-
M¡dad%?óñ‘r
bilidad teóricar ala agrupación conjunm d d T n S r r r i a g a L n c iaposi­
^ ,
pesar de que observamos ganancias tan diferentes L uno y eí mis‘-
mo lugar, en una y la misma industria. Queremos tambié/recalcar
Z a M ^ que la analogía sea tenta-
v X r d ! lo“ n n e" ‘‘"’“ -K "" ^™ple residuo; es la fxpresión del
r de lo que contribuye el empresario a la producción en
que ‘Woduce" e l‘’ "h “ s 3 o„ la expresión^en valor de lo
} obicro. No cs ganancia de explotación, como
de?e?min.Í''H'''' galanos. Sin embargo, mientras los salarios se
determinan de acuerdo a la productividad marginal del trabajo la
ganancia es una excepción notable a esa ley, mué reside precisa-
v^drirorod^'^E^M^ri'^''^ excluirla las leyes de l o f costos
y de la productividad margmal. Y lo que recibe el “empresario /
marginal es indiferente para el éxito de los demás. Toda^alza de
salarios se difunde por todos los salarios; el que tiene éxito como
saTa^íofT ^ aisladamente en los primeros momentos. Los
salarios son un elemento en el precio, mientras que la ganancia no
lo es en el misino sentido. El pago de los salarios esmno de los
frenos de la producción, mientras que no puede decirse lo mismoí

n teré< P F ?n r^ .T de juicio la uniformidad del tipo de


nteres. El problema que causo tantas dificultades a Marx, desaparece^ti se
iceptan nuestras conclusiones. aesaparece si se
L A G A N A N C IA DEL EMPRESARIO

de la vanancia. Podría decirse con mayor razón de esta última lo


Que afirmaron los economistas clásicos de la renta de la tierra,
saber que no entra en el precio de los productos. Los salarios son
una fuente permanente de ingreso, mientras que la ganancia no
“Sede cZid'^rarse en la mism? forma si consideramos su repencmn
regular como característica del Se escapa de t e m
del empresario tan pronto como este realice la fu . •
\or\nn a la creación de nuevas cosas, a la realización del sistema
futuro del valor. Es al mismo tiempo la criatura y la victima de

‘^“ s i I ° S i T O lv ^ i e n t o no hay ganancia, y sin ésta no hay des­


envolvimiento. Debemos añadir, ademas, para el sistenia
que sin ganancia no habría acumulación de riqueza. A i menos
Existiría l l gran fenómeno social que tenemos a la vista; m-
dudabiemente una consecuencia del ¿ej
de la ganancia. Si desdeñamos la capitahzacion de las
ahorro en el sentido más estrecho de la palabra (a la cual
cribimos un gran papel), y finalmente los dones que recaen sobr^
varios individuos como consecuencia de las repercusiones y
nidades del desenvolvimiento, que si bien son temporales pueden
conducir a la acumulación de riqueza si no se consumen qued^
sin embargo, el origen más importante de la riqueza del cual surge .
!a m aTor pane de fas fortunas. La falta de consumo de las ganancias
no es ahonro en el sentido exacto de la palabra, pues no es una reduc­
ción enándar usual de vida. Y podremos decir, por tanto que
es la acción del empresario la que crea la mayor parte de las f o ^
ñas. Me parece que la realidad apoya en forma convincente esta fo r­
ma de derivar de la ganancia la acumulación de riqueza.
Si bien he daiado al lector en este capítulo en libertad de colocar
el interés del capital en el mismo plano que los salarios y rentas como
un gasto productivo, he conducido, sin embargo la investigación
- c L o si p W ra al empresario todo el excedente sobre salarios y ren­
O
tas. En realidad debe pagar interés sobre el capital. Pero con objeto de
que no se me reproche haber designado una suma primeramente
2omo ganancia y posteriormente como ínteres, (peda dicho aquí
que e sf punto se estudiará como es debido mas adelante.
^ La dLensión de la ganancia no está determinada en forma tan

23 Lo estrechamente que corresponde esto a la reahdad y lo claramente


aue representa un punto de vista carente de prejuicios, _puede apreciarse en
que representa p podría haber realizado cualquier hombre
qTe te n tv ^ s de pr<«iucciÓB son más benefteosas
que las viejas. CA

m -
■iiSsfiIs
360 DESEN VO LVIM IEN TO ' ECONÓMICO c - L A -G A N A N C IA D EL E M PRE SAR IO ■ 161

definida, como la de los ingresos en la corriente circular. Sobre La función del empresario es hoy día, lo mismo que en la época
todo, no puede decirse de ella lo que podría afimiarse de ios ele­ :en que no se conocía aún ei principio de tal proceso social, no
mentos del costo en corriente circular: que es suficiente para hacer , solamente ei vehículo de reorganización continua del sistema eco- '
11 surgir la “cantidad requerida de sendcios del empresario”. La can­ ■nómico, sino también el vehículo de sustitución continua de los ■
tidad de que se trata, que es determinable, no existe. Y el monto elementos que comprenden los estratos superiores de la sociedad.
total de ganancia obtenida en realidad en un momento determina­ : El empresario que alcanza el éxito se eleva sociaimente, y con él
do, lo mismo que la ganancia conseguida por el empresario indi- : TU familia, que adquiere con los frutos de su éxito una posición
vidual, puede ser mucho mayor de la necesaria para provocar los ■que no depende de manera directa de la conducta personal. Y
servicios de los empresarios que en realidad operen. También , es i y-iesto representa el factor más importante de ascenso- en la escala
cierto que se sobrestima frecuentemente esta cuantía total.-"^ Pero . social del mundo capitalista. .Precisamente porque actúa destrozan-
tampoco debe olvidarse que el propio éxito individual desproporcio- - : do con la competencia los antiguos negocios, y las vidas que -de
: nado tiene su función, porque la posibilidad de conseguirlo actúa ; ■ellos dependen, lleva aparejado también un proceso de decadencia,
como un incentivo mayor de lo que estaría justificado racionalmen- í de pérdida de posición, de eliminación, Y este destino amenaza
te por su magnitud multiplicada por ei coeficiente de probabilidad. ? también al empresario cuyos poderes se hallan en decadencia, o a
Tales posibilidades forman parte también, como si dijéramos, de laV sus herederos que hayan adquirido su riqueza pero no su talento.
“remuneración” de aquellos empresarios que no lo consiguen. Sin i Y esto no es sólo porque se sequen todas las ganancias individua-
-embargo, es cierto que se llegaría en muchos casos al mismo rcsul- ;; Tes,,no tolerando el mecanismo competitivo las plusvalías perma­
tado con cantidades más pequeñas, y en especial con cantid=id.es nentes y aniquilándolas por este estímulo de la lucha por la ganancia
totales más pequeñas, fo mismo que debe resultar claro que la co- ó ; que es su fuerza impelente, sino también porque en el caso normal .
nexión entre calidad del servicio y resultados individuales es mu- ó las cosas suceden de forma que se incorpora a la propiedad de un
cho más pequeña aquí que en el mercado del trabajo profesional, - negocio el éxito del empresario; y po-r lo general ese negocio se
por ejemplo. Y esto no sólo es importante para la teoría de los Ó lleva adelante por los herederos siguiendo lineamientos que pronto
impuestos —a pesar de que esté limitada la importancia de tal cíe- v llegan a ser tradicionales hasta que los suplanten nuevos empresa-
mentó, en la práctica, por la necesidad de tener en cuenta la “acu­
mulación del capital”, en el sentido de aumentar la oferta de me- 1
■ t í o s . Un adagio americano lo expresa:
alls to overalts. three generationsfro?nover~
Y así parece ser,^® Las excepciones son raras, y se
dios de producción producidos— sino que explica también por qué •V compensan con creces con los casos en los cuales es aún más rápido
puede ser desposeído tan fácilmente el empresario de su ganancia, yf-el descenso-. Y la opinión pública y la fraseología de la lucha social
y por qué puede remunerarse al empresario asalariado, por ejem­ ^ .pierden dicho punto -de vista por ver siempre a su alrededor em-:
plo, al gerente industrial que juega muchas veces el papel de cíu- presarlos, y parientes y herederos de empresarios. Constituyen la
oresario, con cantidades muy inferiores a la cuantía total de i.a clase de los “ricos’\ una clase de herederos al margen de la lucha '
ganancia. Cnanto más se racionalicen, nivelen y démocraticer. (as ; vpor la vida. De hecho las capas superiores de la sociedad son como
vidas, V cuanto más transitorias sean las relaciones de un individuo ■ los hoteles, llenos siempre de gente, pero de gente que, sin embar­
a cosas concretas (a una fábrica, o a la mansión familiar) o a per- ■ go, cambia continuamente. Se componen en mucho mayor grado
sonas concretas (especialmente en ei círculo familiar), perderán de lo que estamos dispuestos a admitir de gentes reclutadas en las
tanto más en importancia los morivms enumerados en el segundo clases inferiores. Con lo cual se abre una serie más de problemas,
capítulo, y tanto más se debilitará el poder del empresario sobre la cuya solución habrá de mostrarnos la verdadera naturaleza del sis­
ganancia.-^’ La “automatización” progresiva del desenvolvimicntc tema de competencia capitalista, y de la estructura de su sociedad.
corre paralela a aquel proceso, tendiendo también a minimizar la
importancia de la función del empresario.
26 Sólo disponemos de algunas investigaciones de este fenómeno tan im­
Véase sobre esto Sramp, Wealth and Taxable Capacity, pp. 103 rr. |J| portante. V éase por ejemplo Chapman y Marquis, “T he R ecm iting o f the
25 Véase sobre ello mi artículo, “Sozialistische Móglichkeiten von heure” Em ploying Oasses from th ^ Ranks o f the W a g e Eam ers”, en la revista Jour-
en Ja revista Archiv für Sozialnjiissenschajten (1921). :r:y ial of the Roy al Stcttistical Society (1912).
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. V ‘.'Y- ó
iPYIiSjilIfeWiÉl
■iiSsfiIs
360 DESEN VO LVIM IEN TO ' ECONÓMICO c - L A -G A N A N C IA D EL E M PRE SAR IO ■ 161

definida, como la de los ingresos en la corriente circular. Sobre La función del empresario es hoy día, lo mismo que en la época
todo, no puede decirse de ella lo que podría afimiarse de ios ele­ :en que no se conocía aún ei principio de tal proceso social, no
mentos del costo en corriente circular: que es suficiente para hacer , solamente ei vehículo de reorganización continua del sistema eco- '
11 surgir la “cantidad requerida de sendcios del empresario”. La can­ ■nómico, sino también el vehículo de sustitución continua de los ■
tidad de que se trata, que es determinable, no existe. Y el monto elementos que comprenden los estratos superiores de la sociedad.
total de ganancia obtenida en realidad en un momento determina­ : El empresario que alcanza el éxito se eleva sociaimente, y con él
do, lo mismo que la ganancia conseguida por el empresario indi- : TU familia, que adquiere con los frutos de su éxito una posición
vidual, puede ser mucho mayor de la necesaria para provocar los ■que no depende de manera directa de la conducta personal. Y
servicios de los empresarios que en realidad operen. También , es i y-iesto representa el factor más importante de ascenso- en la escala
cierto que se sobrestima frecuentemente esta cuantía total.-"^ Pero . social del mundo capitalista. .Precisamente porque actúa destrozan-
tampoco debe olvidarse que el propio éxito individual desproporcio- - : do con la competencia los antiguos negocios, y las vidas que -de
: nado tiene su función, porque la posibilidad de conseguirlo actúa ; ■ellos dependen, lleva aparejado también un proceso de decadencia,
como un incentivo mayor de lo que estaría justificado racionalmen- í de pérdida de posición, de eliminación, Y este destino amenaza
te por su magnitud multiplicada por ei coeficiente de probabilidad. ? también al empresario cuyos poderes se hallan en decadencia, o a
Tales posibilidades forman parte también, como si dijéramos, de laV sus herederos que hayan adquirido su riqueza pero no su talento.
“remuneración” de aquellos empresarios que no lo consiguen. Sin i Y esto no es sólo porque se sequen todas las ganancias individua-
-embargo, es cierto que se llegaría en muchos casos al mismo rcsul- ;; Tes,,no tolerando el mecanismo competitivo las plusvalías perma­
tado con cantidades más pequeñas, y en especial con cantid=id.es nentes y aniquilándolas por este estímulo de la lucha por la ganancia
totales más pequeñas, fo mismo que debe resultar claro que la co- ó ; que es su fuerza impelente, sino también porque en el caso normal .
nexión entre calidad del servicio y resultados individuales es mu- ó las cosas suceden de forma que se incorpora a la propiedad de un
cho más pequeña aquí que en el mercado del trabajo profesional, - negocio el éxito del empresario; y po-r lo general ese negocio se
por ejemplo. Y esto no sólo es importante para la teoría de los Ó lleva adelante por los herederos siguiendo lineamientos que pronto
impuestos —a pesar de que esté limitada la importancia de tal cíe- v llegan a ser tradicionales hasta que los suplanten nuevos empresa-
mentó, en la práctica, por la necesidad de tener en cuenta la “acu­
mulación del capital”, en el sentido de aumentar la oferta de me- 1
■ t í o s . Un adagio americano lo expresa:
alls to overalts. three generationsfro?nover~
Y así parece ser,^® Las excepciones son raras, y se
dios de producción producidos— sino que explica también por qué •V compensan con creces con los casos en los cuales es aún más rápido
puede ser desposeído tan fácilmente el empresario de su ganancia, yf-el descenso-. Y la opinión pública y la fraseología de la lucha social
y por qué puede remunerarse al empresario asalariado, por ejem­ ^ .pierden dicho punto -de vista por ver siempre a su alrededor em-:
plo, al gerente industrial que juega muchas veces el papel de cíu- presarlos, y parientes y herederos de empresarios. Constituyen la
oresario, con cantidades muy inferiores a la cuantía total de i.a clase de los “ricos’\ una clase de herederos al margen de la lucha '
ganancia. Cnanto más se racionalicen, nivelen y démocraticer. (as ; vpor la vida. De hecho las capas superiores de la sociedad son como
vidas, V cuanto más transitorias sean las relaciones de un individuo ■ los hoteles, llenos siempre de gente, pero de gente que, sin embar­
a cosas concretas (a una fábrica, o a la mansión familiar) o a per- ■ go, cambia continuamente. Se componen en mucho mayor grado
sonas concretas (especialmente en ei círculo familiar), perderán de lo que estamos dispuestos a admitir de gentes reclutadas en las
tanto más en importancia los morivms enumerados en el segundo clases inferiores. Con lo cual se abre una serie más de problemas,
capítulo, y tanto más se debilitará el poder del empresario sobre la cuya solución habrá de mostrarnos la verdadera naturaleza del sis­
ganancia.-^’ La “automatización” progresiva del desenvolvimicntc tema de competencia capitalista, y de la estructura de su sociedad.
corre paralela a aquel proceso, tendiendo también a minimizar la
importancia de la función del empresario.
26 Sólo disponemos de algunas investigaciones de este fenómeno tan im­
Véase sobre esto Sramp, Wealth and Taxable Capacity, pp. 103 rr. |J| portante. V éase por ejemplo Chapman y Marquis, “T he R ecm iting o f the
25 Véase sobre ello mi artículo, “Sozialistische Móglichkeiten von heure” Em ploying Oasses from th ^ Ranks o f the W a g e Eam ers”, en la revista Jour-
en Ja revista Archiv für Sozialnjiissenschajten (1921). :r:y ial of the Roy al Stcttistical Society (1912).
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. V ‘.'Y- ó
iPYIiSjilIfeWiÉl
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m
fr>í=-¿ CAPITULO V

INTERÉS DEL CAPITAL

OBSERVACIONES PRELIM INARES

. D e sp ü ís de madura consideración presento 'al lector, por segunda


vez, la teoría del ínteres que publiqué originalmente en l a prmiera
■ alterada con otraTosa que no sean Tam!
bios de redacción carentes de importancia. A todas las objeciones i *
™?™«Mos, respondo aconsejando se compa-
re el texto original con éste. No h a í hecho sino convencermT'de
la improcedencia de absortar más este capítulo, cosa que hubiera K®
,.? ini gusto. Pqro dado que las cosas que me parecían más
prolijas y elaboradas, y que perjudican la sencillez def argumento
onhTo objeciones más importantes,^han ad­ m
quirido un derecho a la existencia del cual carecían probablemen­
te en su forma originaria. ^ oicnicn
rés anterior dejó en claro que no niego que el inte-
s S a abrrda “ moderna ^-cosa que
sena absurda— sino, que trato, por el contrario, de explicarlo- no
herlo° pof tanto, la objeción que me acusa de’ ha-
1?^ ° ’i f >oteres es una prima del poder de compra pre­
sente sobre el futuro. Esta prima tiene v a r L causas. Muchas^1
eUas no constituyen un problema. Uno de esos casos es el interés
ñ e c « i d a / r “ "’° al consumo. Que cualquier persona sujeta a una
necesidad imperiosa e inmediata (por ejemplo, si el fuego destruye ISíí;
su nególo) o con esperanza de un aumento futuro de fus incrresL
(por ejemplo, si un estudiante es el heredero presunto de uSa tía '
dispuesta, y _dp mala salud), valore más un centenar de
denm n que fu ^ o s no requiere explicación, siendo evi-,
aouí todas^'"^‘^^ existir ehinterés en.dichos casos. Pueden incluirsé"
hlfiins I- ' de necesidades de empréstitos de los go- -
biemos. Siempre han existido tales casos de interés, y también fo -
v ír e m r 'p “ ^ - 1 no é - t e desenvol '
vimiento. Pero no constituyen el gran fenómeno social que exige
una explicación. Este consiste en el interés sobre préstamos nro
ductivos (Prcdukti-uzins). Puede encontrarse por do|uiera en e f srI
er^resS^^^O^ufe ^ donde se origina, o sea, en las nuevas ■
presas. Quiero mostrar simplemente que el interés productivo
162 -
" IN T E I^ S , D E L 'C A P IT A L

tiene su origen en las ganancias, que es por naturaleza una de­


rivación de estas últimas, y que se usparce — lo mismo que lo
que denomino el “aspeco de interés” de los rendimientos—, arran­
cando de las ganancias resultantes de la aplicación de las nuevas com­
binaciones sobre toda la economía, abriéndose incluso camino por gsií
la esfera de los viejos negocios, en cuya vida no sería un elemento
necesario si no hubiera desenvolvimiento. Esto es todo lo que quie­
ro decir por la afirmación: “en la economía ‘estática’ no hay inte­
rés productivo”; cosa que es ciertamente fundamental, a nuestra
consideración de la estructura y modo de trabajo del capitalismo.
Y en realidad, ¿no es esto casi evidente por sí mismo en último aná­
lisis? Nadie puede negar que lo mismo que la situación de los ne­
gocios decide el tipo de interés —y la situación de los negocios
significa normalmente (es decir, desdeñando los efectos de las fuer­
zas no económicas) el ritmo existente del desenvolvimiento— así
el dinero requerido para las innovaciones constituye el factor prin­
cipal en la demanda industrial sobre el mercado de dinero, ¿Hay
mucha diferencia entre esto y la admisión de que el factor principal
en la realidad es también eí factor teórico más importante, y es el
único por el cual se hace entrar en juego la otra fuente de deman­
da, mientras que la última —o sea la demanda de los negocios an­
tiguos que siguen la rutina— no hubiera llegado normalmente al
mercado monetario, porque dichos viejos negocios se financian co­
rrientemente con los rendimientos normales de la producción? De
aquí surge lo demás y especialmente el teorema de que eT interés
va ligado al dinero y no a los bienes.
Lo que me interesa es la verdad, y no la originalidad de mi
teoría. En particular utilizaré la de Bohm-Bawerk como base en tan­
to que me sea posible, a pesar de que éste haya decidido no te­
ner nada en común con mis ideas. Desde su punto de vista se trat^
tarnbíén de una cuestión de poder de compra, a pesar de qué
pase inmediatamente a ocuparse de las primas sobre los hieneh
presentes. En realidad, rechazo solamente una de las tres famosas
razones sobre las cuales se basa la prima del poder de compra
presente: él “descuento” de goces futuros, en la medida en que
Bohm-Bawerk nos pide aceptarla como una causa que no precisa de Wm
explicación. De otro lado, podría basarme en el argumento que de­
nomina relación variable entre las necesidades y los medios de sa­
tisfacción, como una fórmula en la cual podría encajar mi teoría. ¿Y
qué podríamos decir de la tercera razón, de sus “procedimientos
indirectos de producción”? Si Bohm-Bawerk se hubiera mantenido
fiel a su expresión: ‘^adopción de procedimientos indirectos de

Kv-;.
m
ló^i DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

prodiiccion 5 y si. hubiera seguido la indicación que contiene, se­


II ría aquello, un acto de empresario, uno de los muchos' casos súber- :|Y
, ainados de la puesta en práctica’de nuevas combinacioneSo .Pero no
iiizo^ eso, y creo que puede demostrarse con ayuda de su propio

Ib

análisis que de la mera repetición de procedimientos indirectos' de


producción que se nubieran ya realizado e incorporado a la co­
rriente circular no resultaría un ingreso neto. Llegamos rápidamer^
te a un punto en el cual nuestra explicación entra por un cauce
diferente. ^Sie embargo, nuestro análisis cumple con los requisitos
de la teoría del valor de Bohm-Bawerk, sin estar expuesta a
guno de los argumentos u objeciones que él mismo haya presentado

Hasta adorad ^

§ L El Ínteres del capital, como nos muestra la experiencia, es un


ingreso neto permanente que llega a una categoría concreta de ■
individuos. ¿De dónde? ^Y, ¿por qué? En primer lugar nos halla­
mos trente a la cuestión del origen de esta corriente de bienes. Debe-
existii primeramente un valor del cual pueda originarse.^ En- se­
gundo lugar, nos hallamos ante el problema de la causa de que ¿st
corriente vaya a engrosar los caudales de un grupo determinado de
individuos: el problema de la causa de esta corriente en el munde
de los bienes. En último lugar existe la cuestión más difícil de to-
das,^ que puede describirse como el problema central del interés deh
capital: ¿por que fluye permanentemente esta corriente de bienes,
y como es el interés on ingreso neto que puede consumirse sin que
por^ello se desnicjore nuestra situación cconóniica?
La existencia del interés constituye un problema porque sabe­
mos que el valor total del producto debe imputarse en la corriente,
circularmormal, a los factores productivos originarios, es decirl a'
los servicios de la tierra y trabajo; de aquí que deban dividirse ¿h-
tre los obreros y Jos terratenientes todos, los ingresos procedentes

3. Esto debe recalcarse mucho ^porque no ha sido absorbida del todo "ni
-a .pape de la critica de Bohm-Bawerk fuera del círculo estrecho d e es­
1
pecialistas. Presupongo su conocimiento. Lo siguiente se relaciona cor esa
S i ™ !!!'” momento, p cualquiera que mantenga la evidencia propia
t res encontrara los siguientes párrafos demasiado tortuosos, en oarte
U embargo, puede el lector encontrar en
obra de Bohm-Bawerk todo lo necesario,- y referencias a casi toda la
iiteram ra. Se precisa un conocimiento general de ésta. Finalmente nc deseo
repetir Jo dicho con anterioridad; véase Wese?x, libro iii.
2 Véase por ejemplo lo que di ce Bohm-Bawerk sobre Say, L 1942. Sin
embargo, la expresión de Bohm-Bawerk está influenciada por el hecho de
disponer ya de una teoría del interés en su pensamiento.

EL..
Slll
165 ‘ ^■■" ■

•' de la producción, y no pueden existir más fuentes permanentes de


^ingresos que los salarios y rentas. La competencia, de un lado, y
4a imputación, de otro, deben anular todo excedente^ de ingresos
brutos sobre gastos, y cualquier exceso del valor del producto L.1. '
. sobre el de los servicios de la tierra y trabajo contenidos en ei. ü i t
valor de los medios originarios de producción debe ir ligado, con
la fidelidad de una sombra, ai valor del producto, no tolerando la
, menor separación entre amíios.'^ Pero el interes es, sin embargo, un
hecho, ¿Cómo podremos explicarlo? ^
'■ . El dilema es difícil de resolver, mucho mas difícil que el ana-
■logo ah cual hicimos frente con relativa facilidad en el caso de las
ganancias, pues allí se trataba sólo de una corriente temporal y no .
permanente de bienes, no llegando a entrar en conflicto tan agudo
■con los hechos indudables y fundamentales de la competencia y de
la imputación; por el contrario, pudimos llegar sm dificultad a la ,
' conclusión de que los servicios de la tierra y del trabajo son las úni­
cas fuentes de ingreso cuyo rendimiento neto no se reduce a cero
■por virtud de esos hechos. Frente a este dilema podemos proceder
■:en dos formas diferentes.
En primer ^lugar, puede aceptarse. Llegamos entonces a Ja
conclusión de que el interés debe explicarse como una especie de
salario o de renta y, dado que esta última no es ^posible como
salarios- como k explotación de los asalariados- (teoría de la explo­
tación), o como los salarios del trabajo de los capitalistas (teoría
del trabajo en sentido literal), o como los salarios del trabajo in­
corporado eñ los instrumentos de producción y en k' p r ii^ r^ ma-
terias ( k concepción, por ejemplo, de James Mili y^de McCulloch),
Se han realizado todos esos esfuerzos de explicación. A la critica
de Bohm-Bawerk debo añadir solamente que nuestro análisis del
empresario, y especialmente su aislamiento con referencia a los me­
dios de producción, quita también autoridad a las dos primeras va­
riantes. ,
En segundo lugar, puede negarse la conclusión teonca que con­
duce al dilema. Podemos aquí de nuevo extender^ la lista de costos,
■■ o sea, afirmar que después de abonar los servicios de la tierra
-• del trabajo no se han pagado aún todos los medios de producción,
' necesarios; o investigar la existencia de un freno escondido en el
' mecanismo de la imputación y de la competencia, que impida a ios
' - servicios de la tierra y del trabajo alcanzar en forma permanente
la altura del valor total del producto, en forma que quede un ex-

3 Véase Bohm-Bawerk, i, 230.

A. -■
iiSf liiililál
cedente permanente de valor,^ Paso a estudiar estas dos posibili­
dades. r
§1 ^ Extender lista de los costos no significa sólo afirmar que el
interés represente un gasto regular en las cuentas de un negocio.
p i? Esto sería evidente por sí mismo y no tendría ninguna fuerza ex- m
plicatoria. Significa mucho más: concebir el interés como un ele­ *
mento p costo, en el sentido más estrecho y especial con que se
fonnuló en el primer capítulo. Y eso es equivalente a la constitu-
ción de un tercer factor productivo originario, que percibe interés ÍM
en la misma forma que el obrero percibe su salario. Si pudiéramos
lograr esto en forma adecuada, quedarían resueltas de un golpe ■
nuestras tres preguntas; la cuestión del origen, base y no desapari- m
cion^del interés, eludiéndose, por tanto, el dilema. La abstinencia ■
podría ser un tercer factor de esa clase. Si fuera un servicio pro­ íiSM »
ductivo independiente quedarían resueltas todas nuestras exigen­
cias en forma libre de jobjeción, explicándose sin que dejara lugar ■
a duda la existencia y el origen de un ingreso permanente, lo mis­
mo que su asignación a individuos determinados, Pero deberíamos
probar aún que el interés descansa de veras sobre ese elemento. Por
. desgracia no es satisfactoria esa explicación, porque no existe ese
elemento independiente, como ha mostrado ya Bohm-Bawerk, y iitmm
no necesitamos seguir discutiendo en este lugar. ■■
^ I^os medios de producción producidos podrían constituir tám- * i *
bien un tercer factor productivo independiente de la abstinencia. ríí.'.J
Pero con ellos ocurre lo contrario. No puede dudarse de su efecto
productivo. Está tan claro que las miradas de los investigadores
lo descubrieron en seguida y hoy mismo despierta estupefacción la
proposición fundamental de la igualdad entre el valor del producto
y^ el de los servicios de la tierra y trabajo. Parece tan claro que
aún hoy la experiencia demuestra que resulta difícil apartar incluso
a especialistas de este camino equivocado. Y, sin embargo, dicha
^teoría resulta incapaz dei explicar un ingreso neto permanente. Los
medios de producción producidos tienen indudablemente capacidad
para servir en la producción de bienes. Pueden producirse máS
bienes con ellos que sin ellos. Y estos bienes tienen también más va­
lor que aquellos que podrían ser creados sin los medios de pro­
ducción producidos.® Pero este valor superior debe conducir tam­
bién a un valor superior de los instrumentos de producción, y esto
a su vez a un valor mayor de los servicios del trabajo y la tierra
4 V ^ n se las consideraciones finales de Bdhm-Bawerk, i, 606 r.
Véase Bóhm-Bawerk, i, 132, sobre el concepto de la productividad fí-
Sica y de valo r de los medios de producción producidos.
empleados. No puede haber un elemento de plusvalía que esté ad­
herido permanentemente a estos medios intermedios de produccion,
pues no puede existir una discrepancia permanente entre el v^or
de los productos que han de imputárseles, y su propio valor. Por
muchos que sean los productos que se obtengan con la ayuda de
una máquina, la competencia hará bajar siempre su precio hasta que í ‘ -'«I
se establezca la igualdad. Pero de otro lado, por mucho mas que tra­
bajo manual que pueda hacer la máquina no puede afirmarse que /ii";
ahorre trabajo siempre de nuevo, una vez introducida, de manera
que no puede dar una ganancia permanente. Los ingresos exrra-
ordinarios tan conspicuos que le son debidos, la suma total que
estará dispuesto a pagar por ella el “usuario”, debe pasar integra­
mente a manos de los obreros y propietarios. En general, no pro­
duce el yalor que añade ai producto, como se asume a veces en
forma ingenua,® no estando ese valor sino asociado temporalmente
a ella, como se dijo en el capítulo precedente. Un abrigo en cuyos
bolsillos hay un billete de banco, tiene rnientras esté en éb un valor
superior para su dueño, pero sólo logro ese valor superior desde
fuera, sin haberlo producido. Del mismo modo, una maquina tie­
ne un valor correspondiente a su producto, pero lo ha recibido de
los servicios de la tierra y trabajo'^ que existían antes de ser creada,
a los cuales se ha imputado ya dicho valor en su totalidad. Es
cierto que corre una corriente de bienes hacia la maquina, pero tarn-
bién corre a través de ella. No está condenada a formar un depó­
sito . de bienes para consumo. El propietario de la maquina no
obtiene en forma permanente más de lo que paga, bien sea con­
tabilizando según los precios o según los valores. La propia ma­
quina es un producto, y su valor, como el de los bienes de consu­
mo, pasa a un depósito, del cual no pueden salir mas intereses.
Sobre la base de los argumentos de los capítulos^ p i l e r o y
cuarto, y de la referencia a B5 hm-Bawerk, podemos añadir que lo
anterior no nos saca del dilema y que no existe aquí ninguna fuen­
te de valor para el pago de interes. A lo mas se presenta una
dificultad en el caso de los bienes que crecen “automáticamente”,
e Véanse las observaciones de Bohm-Bawerk, por ejemplo, sobre Say y
mm
7 A la máquina se imputa el valor dé sus productos; y a los servicios de
la tierra y del trabajo necesarios para la producción de la máquina, se imputa
el v alo r de esta última. Consecuentemente los servicios tienen ya el valor
del producto final, y si se convierten en una máquina toma ésta simplemente
su lugar. Decimos en este sentido que la máquina “recibe” el valor de los
serviraos prod u ctivt». Espero que n o se considere que derivo su valo r de
sus costos.

'-,
■ DESENVOLVIMENTÓ ECONÓMICO'
como h. semilla o, los sementales del ganado. ¿No aseguran éstos
a sus dueños más trigo y más ganado en el futuro, y no será esta
hVi- mayor cantidad de semilla y^de ganado más valiosa que la origina-
1 ia? fodo el que este familiarizado con tales ideas conoce lo fir­
memente que están convencidas la mayoría de las personas' de que
son una prueba de la existencia de un aumento de valor. Pero Ja
semilla del trigo y los sementales no aumentan en forma “automá­
tica , poi^ el contrario, deben deducirse de sus “rendimientos” mu-
mias partidas conocidas de gastos. Sin embargo, es decisivo que
el propio residuo que queda despees de esa deducción no repre-
sen-ta una ganancia en valor, pues la cosecha y el rebaño dependen
ciertamente de la semilla y de los sementales, y los últimos deben
ser valorados, en consecuencia, conforme a los valores de Jos pri-
merps. .Si se vendieran las semillas y los sementales (en el supuesto
de que no sea posible ninguna sustitución), quedaría totalmente
expresado en el precio el valor de la cosecha y del rebaño, después
-de ^deducir los costos, y de tener en cuenta el riesgo. Su precio
sería igual al precio deí producto que se les imputa. Y el trigo y
.lOS animales se emplearían en la reproducción hasta que su empleo
no resultara en una ganancia, cubriendo su precio exactamente los
gastos necesarios de salarios y renta. La utilidad marginal de “su”
producto, o sea la parte del producto que se les imputa, tendería
constantemente a cero,

§ 2, Desearía observar aquí que no es correcto o, más bien, que


no es útil pues supone comprometerse definitivamente a un pun-
t-O. de vista caracterizar la situación representada en esta eta- '
pa de nuestro argumento de la siguiente manera: “no podemos
w.vplicar de esta foima la diferencia entre el valor del producto y
el de los medios de prodücción. Pero existe y, por lo tanto, debe­
mos tratar ^de explicarla de otra forma”. Por el contrario, niego
la existencia fundamental de tal diferencia permanente. Estamos
solamente frente a un hecho no analizado, y más bien debemos sos-
pecnar —como creo que nos muestra una ojeada a la realidad_
quedes una consecuencia del interés del capital, que debe explicarse
-Oírna totalmente diferente, y no un hecho primario capaz de
explicar independientemente el interés. Los individuos pueden va-
menos los medios de producción que los productos, porque
deben pagar interés en el camino de la transformación de los pri­
meros en los segundos; pero no pagan por fuerza interés por va-
-orar menos los primeros que los segundos por otra clase de mo- "
•lAV^s. Y esto es muy importante. Solo quiero aquí llamar Ja atención
f /j
INTERÉS DEL CAPITAL 169

sobre el hecho de que la dificultad, contra la cual debe luchar la


totalidad de mi exposición es especialmente grande en el caso del
interés, siendo dicha dificultad que, aparte de ciertos principios
fundamentales, nos hemos acostumbrado a aceptar una sene de he­
chos no analizados, y en lugar de penetrar en forma más profunda
en el interior de las cosas, consideramos como elementos lo que en
-realidad son combinaciones complejas. Una vez adquirido este ha­
bito, sólo continuamos nuestro análisis con repugnancia; pues ^nos
inclinamos siempre a .señalar a esos hechos como objeciones vivas.
La abstinencia es uno de tales hechos. Otro es la afirmación de
que el valor del capital es simplemente el valor capitalizado del
rendimiento. Y dado que nos apoyamos siempre al realizar tales
afirmaciones en la experiencia, nos ofrece ésta una contradicción
suficientemente enfática. Por el momento retendremos, sin em­
bargo, la concepción de que existe una diferencia.
Ahora son necesarias algunas indicaciones para formular en ror-
ma precisa el proceso de la computación (E in rech n u n gsv orgm g).
Hasta ahora hemos hablado siempre del proceso' de la imputación,
siguiéndolo desde su lugar de amarre en el valor^ del. producto has­
ta los servicios de la tierra y del trabajo. Podría suponerse^ ahora
qíie la imputación consiguiera dar otro paso que condujera aun -
lejos de la corriente del valor, a saber: a la fuerza de trabajo y a la
propia tierra. Como no existe razón para que en una economía
de cambio lleguemos a admitir un valor a la fuerza de^trabajo como
tai, y como si la hubiera valdría lo mismo lo que dijéramos de ella
' que lo que pudiéramos afirmar de la tierra, nos limitaremos a esta
última, constriñéndonos a recalcar respecto a la^ fuerza de trabajo,
que solamente representaría un problema especial si la considerá­
ramos (cosa que no hacemos) como el producto de los. medios de
subsistencia del trabajador y su familia; Ahora bien, podríamos
considerar, primero, los servicios de la tierra como^e! producto de
la tierra, y este último como el verdadero medio originario de ,pro-,
ducción, al cual debe remitir la imputación el valor de su produc­
to. Pero esto sería lógicamente falso,® pues la tierra no es una
mercancía independiente, separada de sus servicios, sino sólo un
conjunto de esos servicios. iT, por tanto, es preferible no hablar
8 Véase Bohm-Bawerk, Rechte und Verhaltmsse vom Stcmdpwnkte der
volks'wirtschaftlíchen Güterlehre. También sus observaciones sobre las teo­
rías del interés denominadas del “uso”, que aun pueden aplicarse a nu^tro
caso. A l mismo tiempo puedo observar que excluyo la idea fundamental de
la teoría del interés denominada “del uso” de mi consideración, porque no
tengo nada que añadir a los argumentos de Bohm-Bawerk.
de imputación en este caso. Pues la imputación supone la trans­
ferencia de,valor a bienes de orden siempre más elevado. Y opera
de tal forma que no queda en parte alguna un residuo de valor.
Pero la determinación del valor de la tierra lleva consigo algo más,
:a saberi la derivación de su valor de los elementos en los cuales
“consiste” económicamente, que se determina por la imputación.
V Será mejor hablar en este caso de computación (E m rechf'iung).
- En cualquier bien, sea el bien de producción o consumo, cabe
distinguir estos dos procesos. Sólo sus servicios tienen valores de­
finidos, determinados directamente por la escala de necesidades,® o
indirectamente por la imputación, de la cual ha de deducirse su
valor. Pero si bien el último proceso es muy sencillo en el caso de
bienes producidos, pues se reduce a reglas fijas y conocidas, a cau­
sa, de la necesidad de su reproducción que se presenta más o menos
pronto, el caso se complica en la tierra por el hecho de que ésta
tiene un número práctipamente ilimitado de usos, que se reprodu­
cen automáticamente y en principio sin costo.^® De aquí que surja
la cuestión por la cual nos hemos embarcado en esta discusión: ¿no
ha de ser infinitamente grande el valor de la tierra, desapareciendo
la renta como ingreso neto por la imputación.^ Respondo a la
cuestión en forma diferente a Bbhm-Bawerk.^i
En primer lugar, aunque el valor de la tierra fuera infinitamen­
te grande, la renta sería aún un ingreso neto. Pues la fuente del
rendimiento no se agotaría por el consumo de la misma, explicán­
dose la existencia de una corriente continua de bienes hacia el te­
rrateniente, La simple suma de rendimientos netos no puede abri­
gar su carácter de rendimientos netos. Sólo anula un rendimiento
<rv ^
neto la imputación, pero nunca la computación. Segundo, en la
práctica el precio de un pedazo de tierra nunca es infinitamente .
grande. Sin embargo, no debe reprocharse a mi concepción que
® Hablando estrictamente, esa form a de expresión sólo es apropiada en el
,_caso de una economía no de cambio. El valor de los medios de producción
en una economía de cambio no se siente nunca como v alo r indirecto de uso.
Y , siu embargo, su concepción como productos potenciales da aquí también
el principio de la form ación de su valor. Y una form a más correcta de ex­
presión sólo conduce a los niisrnos resultados.
19 Debe distinguirse el caso de' auto-reproducción de los servicios de la
cierra, del de aurnento de un rebaño, p or el hecho de que se puede perm itir
,al últim o crecer en ta l form a que baje finalmente el valo r del animal hasta
no ser más que su costo en tierra y trabajo. Los servicios de la tierra se
reproducen automáticamente sólo en el mismo volum en en cada período eco­
K' nómico. Lo cierto es que son capaces de aumento, pero éste representa nue^
vos costos.
■ 1 1 Véase Kírpiti^l imd Kafñtalzins, tomo n.

' V' - --i


y — -j . ■:t';-'- v 5 r ”¿-— ’'''":íí ; 5 r y ,y - y ^ r; ;

- -■' IN TER ÉS D EL C A P IT A L - 171

nos conduzca a este valor infinito, esto es, a un resultado absurdo.


No es mi concepción la que es falsa, sino la idea fundamental de -

la teoría prevalente de la capitalización, a saber: que el valor de la


propiedad que da un ingreso neto se forma por la suma de los ren­ A i
dimientos, descontados de manera apropiada. Por el contrario, la
determinación de este valor es un problema especial y muy compli­
cado que será estudiado en este capítulo. En éste, como en cual-
C[uier otro caso de valoración, debe tenerse en cuenta el propósito
c'oncreto que nos guía. No existe aquí una regia rígida de adición,
dado que las cantidades de valor no son en su mayor parte aditi­
vas. Dentro del curso normal de la corriente circular como tal, no " j!*;
hay razón alguna para darse por enterado del valor de la tierra en
sí. Algo distinto pasa con la máquina: todo producto debe tener
un valor total definido, que es necesario para decidir la cuestión
de su reproducción. Y la regla de la suma puede aplicarse aquí 'Arívll
también. La competencia la impone. Si pudiera obtenerse una má­
quina por menos de lo que produjera, podría obtenerse una ganan­ ' .L f
cia que elevaría la demanda y el precio de dichas máquinas; si
costara más del rendimiento de su empleo, resultaría una pérdida fA-ri
que rebajaría la demanda y correspondientemente el precio. Ade­
más, en la corriente circular normal, lo que se vende no es la tierra,
sino su uso. Por tanto, son elementos de la planificación económi­
ca los valores de esos usos, y no el valor de la tierra como tal. Y
los procesos de la corriente circular normal no pueden enseñarnos
nada respecto a la determinación del valor de la tierra. Solamente
el desenvolvimiento puede crear el yalor de la tierra; “capitaliza” la
renta, “moviliza” la tierra. En un sistema económico sin desenvol­
vimiento no existiría el valor de la tierra como fenómeno econo­
mice general. Y una ojeada a la realidad confirma esta observación.
Pues el único momento en el que vale la pena darse por enterado
del valor de la tierra es cuando se vende. Y esto apenas ocurre Pi
en los estadios económicos en los cuales la realidad económica se |a|j
aproxima lo más posible a la corriente circular. El mercado de la Sli
tierra.es un fenómeno de desenvolvimiento y sólo puede ser com­ aÍ
prendido a base de los hechos del desenvolvimiento, únicos en que Lli
.(ífi
podemos encontrar una clave para este problema. Por el momento
no conocemos aún nada sobre él. Así pues, por ahora, podemos
afirmar que nuestra concepción no nos conduce a un valor infini­
to, sino, por el contrario, a la carencia de valor, a que no deben
Árfl
relacionarse los valores de los servicios de la tierra con otros de
-•'íSl
cualquier género, siendo, en consecuencia, rendimientos netos. Si
se objeta que a pesar de todo deben presentarse incentivos a la É
p-t B&m
Itiií 172' 'DESENVOLVIMIÉNTO ECONÓMI03
'/wiita, puede decirse que esLos habrán de ser necesariamente espo­
rádicos j que jas condiciones personales, como la mala situación
económica, disipación, motivaciones no-económicas, etc., han de
ser decisiyap^ No puede decirse nada más a esta altura.
AHÍ donde la regla de la adición dé un valor infinito, hablamos
ds^un rendimiento neto, como en el caso de los salarios. Pues lo
único que nos preocupa es que afluya al individuo una coriieiite
permanente de bienes, y que no esté obligado a entregarlos a nadie..
Y el-cómputo ^que resulta en un rendimiento infinito, lejos'de
excluir la posibilidad de una corriente de bienes de tal naturaleza,
es síntoma de su existencia. Este es de hecho un elemento esencial
para comprender la teoría del interés que ha de exponerse.

§ 3 . Existe aun otro método de escapar al “dilema del interés”.


La cuestión de cómo es posible un excedente permanente sobre los
üCi vicios de la tierra y el trabajo, puede contestarse apuntando a
últimos. Si existiera tal freno, podría, probarse la
posibilidad de un excedente permanente de valor, y se adscribiría
H^la circunstancia que la provoca -—al menos desde el punto de
vista económico-privado— la productividad de valor en el sentido
más amplio. Esa circunstancia —o la mercancía en la cual se cor-
poriee- arrojarían un rendimiento neto. Ocurriría un excedente
Gp ^valor, especial e independiente, en todo proceso económico. Y
Ínteres no sena en tal caso un elemento del costo en sentido
real; debería su existencia a una■discrepancia entre,los costos y el
vaioi o precio del producto; sería un excedente real sobre los
C O SÍO S.
^Tal caso ocurre en una economía de cambio cuando se mono- ■
póliza el producto (nomos interesan aquí los monopolios de lo s ' i
laciores^ productivos originarios, pues es absolutamente claro que
Interes no p'uede basarse sobre ellos). La posición de monopolio-
opera como un^freno, y aporta al monopolista un ingreso neto-per- '3'
iiianente. Consideramos el ingreso de monopolio como un ingreso
neto, por la misma razón que consideramos a la renta como tal. La
iSgla de-la adición daña un resultado infinito también en este caso.
/ eso tampoco privaría al rendimiento del carácter de un ingreso
neto. Por qué no es finito el valor del monopolio —^por ejemplo, -
di. 'ona patente perpetua , no nos interesa por ahora; la respuesta '
apaiecera mas tarde. Finalmente, también la determinación .del -
vajor de monopolio es aquí un problema especial, y al resolverlo ---
no debemos olvidar que en la corriente circular normal no existe, i-:
ningún motivo para constituir tal valor, y de aquí que no se reía- ■
Mi
IN TERÉS D EL C A P IT A L 173

done la gananda con cualquier otra magnitod. Como quiera que ,


■sea, el monopolista no podrá jamás decir: “no obtengo una ganan- .
cia'porque atribuyo un valor demasiado elevado a mi monopolio”.
Esto es evidente. , , ü -,
A l estudiar la teoría del interés de Lauderdale, comenta Jbohm-
Bawerk el caso en el cual se monopolice la máquina ahorradora de .
trabajo, y, por tanto, rendidora de ganancias. ^Recalca con razón
^que tal maquinaria sería tan cara que no se atribuiría a su empleo
. ninguna ganancia, o solamente el mínimo que indujera a la gente
a comprarla o a alquilarla. Esto por lo menos es cierto. Y, .sm
embargo, de su producción resulta indudablemente una ganancia ^
tan permanente como la patente. Puede decirse que la posición de
monopolio es para el monopolista algo semejante a un factor pro­
ductivo. La imp'Utación tiene lugar con referencia a los servidos
de este cuasi-factor de la producción, lo mismo que con referencia
a los demás factores. La máquina como tal no es una fuente de
plusvalía, así como tampoco lo son sus medios ^de producción, pero
el monopolio hace posible la obtención de dicha plusvalía con la
máquina o sus medios de producción. Indudablemente no ^cambia
nada si autorizamos al productor y al usuario a que coincidan en
una misma persona. ' _ ■ o- i
De aquí que .tengamos un ingreso neto sui gem rts. bi lo que
denominamos interés fuera igual que este 'ingreso, todo iría bien.
Nuestras tres preguntas quedarían contestadas'en forma satisfacto­
ria. Habría una fuente de plusvalía cuya existencia se explicaría
por la teoría del monopolio; habría también una razón para^atribuií
un rendimiento a los monopolistas, y, finalmente, se explicaría e
hecho de que ni la imputación ni la comp-utación anulen el ren­
dimiento. Sin embargo, no se presentan con frecuencia tales posi­
ciones de monopolio, ni en número suficiente para que pudiera
aceptarse tal explicación, y, además, existe el interés sm necesidad
de cliss
Otro caso en el cual podría hablarse de un rezago regular y
permanente del valor de los servicios de la tierra y trabajo detrás
•del valor del producto, se presentaría si se valorara en principio y
sistemáticamente a los bienes futuros menos que a los presentes. El
lector sabe ya que aquí no aceptamos dicha interpretación, pero
es necesario mencionar de nuevo la cuestión. Mientras que en to-
12 Y sin embargo, se ha hecho un intento m uy elaborado en esta di­
rección.’ Véase O tto Conrad, Lohn und Rettíe. Todas las demás sugestiones
de esta clase de explicación del interés no tienen el rango de una teoría ela­
borada.

i ___ ; ___
174-
DÉSENViOLVIMIENTO ECONóMIíXí
dos-los casos tratados hasta el presente, sólo se conseguía una fuente
permanente de ingresos con un servicio productivo también perma­
nente al menos desde el punto de vista económico “privado”__
este caso llevaría consigo algo diferente, a saber, un movimiento
propios valores. Mientras que antes la explicación residía en
^^ de algún servicio productivo mi generis,
se hallaría aquí en la determinación del valor de los servicios de la
tierra y del trabajo, de un lado, y de los bienes de consumo, de
otro. Aqm habría un excedente de valor del producto sobre el
jlq los medios de producción, en sentido más estrecho y verdadero
caso del monopolio. Y el “excedente sóbre los costos”
significaría automáticamente un rendimiento neto y un excedente
so re e valor de capital de los medios de producción produci­
dos. Se probana zsi ipso acto que el rendimiento no desaparecería
ni se absorbería en el proceso de computación. Pues el valor total
e un producto futuro no puede ser imputado y computado, si no
aparece con su magnitud verdadera, sino con otra inferior en el
momento en que debe realizarse la imputación y la determinación
^ medios de producción. Se demostraría así la po­
sibilidad de una corriente permanente de bienes, fuera o no el en­
teres lo que viéramos en la vida real. Estaría contestada nuestra
primera pregunta: existe una fuente de valor de la cual puede sur­
gir el ínteres. La segunda cuestión, a saber, por qué afluye la co­
m ente de bienes a esos individuos, no sería indudablemente difícil
de responder. Y la tercera, el porqué de la no desaparición del
rendimiento, la más espinosa de todas, sería superfina. Dado que
la plusvalía se habría explicado por razón de la no imputación, no
tendría sentido preguntar por qué no fue imputada. *
De aquí que si el simple pasar del tiempo tuviera un efecto
primario sobre^ la valoración, , wi y si lo que
^ T muestra ila realidad ser su
d , i c a i i u a u s e r su
I T V T l l I P n r ' I C l r\r\ _ __ 1 t
iníluencia no fuera un he^ho sin analizar basado a su vez funda­
mentalmente sobre la existencia del interés, que a su vez se expli­
ca na por otros motivos, sería totalmente satisfactoria esta argu­
mentación, a pesar de que en mi opinión nos lleva a un conflicto
con el curso actual del proceso económico. Se hallaría libre de
objeciones desde el punto de vista puramente lógico. Pero el tráns-
.currir del tiempo no tiene esos efectos primarios independientes
\ tampoco prueba nada el crecimiento del valor de muchos bie­
nes a medida que transcurre el tiempo. Podemos dedicar a este
problenia algunas palabras, dado que es de especial importancia, y
ha jugado un cierto papel en la literatura sobre la materia.
, Hay dos clases de tal aumento del valor. Primero: Jos servdcios

/;
y,*" , . y _ , y,;
Y 7 C/ i -'’______ _
—reales o potenciales— de un bien, pueden alterarse automática­ ■f'/'iL,'
mente en el curso del tiempo, aumentando el valor del mismo. Un
bosque joven, y una bodega, son ejemplos que se mencionan con
frecuencia. ¿Qué ocurre en tales casos? Lo mismo el bosque que

! ■
el vino se transforman en bienes de mayor valor por procesos na­
turales que precisan del tiempo. Pero sólo crecen físicamente hasta
alcanzar ese mayor valor; desde el punto de vista económico existe ;Í r
ya el mayor valor en los árboles pequeños del bosque joven, y en
el vino recién elaborado, porque depende de ellos, pstos arboles
y este vino deben tener —desde el punto de vista de los hechos
con los cuales nos hemos ya familiarizado— el mismo valoy que la
madera que ya puede ser cortada, y que el vino madurado En
la medida en que la madera y el vino pueden ser también vendidos ''-riíír,t
--“4,Si-"'
a los consumidores antes de haber madurado completamente, se
- preguntarán sus propietarios cuál de las dos alternativas dara mayor
rendimiento por período económico; dejar al tiempo que haga su
valor, o vender ahora y producir de nuevo. Escogerán la alternati­
va que resulte en un mayor rendimiento, valorando en consonan­
cia el vino y los árboles, y los seixñcios necesarios de la tierra y
del trabajo desde el comienzo mismo. En realidad no ocurre asi.
Pues el bosque y el vino aumentan continuamente de valor a me­
dida que se aproximan a la madurez. Esto se debe, sim ernbargo, a
riesgo personal y material, especialmente al de vHa, y al hecho de que
existe ya el interés, haciendo al tiempo bajo ciertas condiciones un
elemento del costo, como veremos más adelante. Si no fuera por
tales factores no habría tal aumento de valor. Si se decide dejar al
bosque v al vino que maduren por más tiempo que lo qué se había íiíiy
proyectado al principio, se deberá sin duda a que se haya descu­
bierto que es más ventajoso proceder de esa foima. e esta ece
entonces un nuevo método de empleo del bosque y del vino que
resultará indudablemente, en el momento de la decisión, en un alza
de valor. Pero no existe, en general, un crecimiento real y con­ • P lf
tinuo del valor con el transcurso del tiempo, como fenómeno pri Y Í t|
mario e independiente. ■• j „ ''•<*Mi?
En segundo lugar, sucede a veces que los servicios de un bien
: permanecen invariables, desde-el punto de vista físico, y que sin -í
embargo, crecen de valor con el tiempo. Esto solo puede deberse
a la aparición de una nueva demanda y es una consecuencia del
- desenvolvimiento. Es fácil apreciar cómo ha de considerarse. este ':fíj
caso. Si no se prevé el aumento de la demanda, existe una ganancia,
pero no de clase aue constituya un aumento permanente de valor.
Si se prevé, debe imputarse desde el principio al bien en cuestión,

j
«aiwiiiisliiisl^ lilla
176 d M e n v o l v im ie n t o e c o n ó m ic o

de forma que no existe tampoco un aumento de valor. Si en la


realidad aparece a pesar de todo, lo explicaremos de la misma for-
ma que ja mejora de las calidades físicas,

§ 4 .-. Hemos agotado las líneas más importantes del pensamiento


que podían habernos sacado del dilema del interés, y hemos ob­
tenido un resultado negativo. De aquí que nos veamos llevados de
lluevo a aquellas plusvalías de las cuales hemos hablado repetida­
mente y ^que podemos considerar como excedentes netos con la
conciencia limpia, a saber: excedentes de valor de los productos■'
sobre el valor de las cantidades de bienes de producción contenidas'
.en ellos. Deben su existencia a alguna circunstancia especial que ele-
-^a^ei valor de los productos por encima del de equilibrio que ten-
oriia.il las mcrcaricias en cuestión en la corriente circular. El ca-
rácter de tales excedentes como un rendimiento neto y origen de ■
una corriente de bienes, se establece ipso fa ^ o, lo mismo que se
establecería en ei caso de subvaloraciones sistemáticas de bienes fu­
turos.
Las circunstancias que elevan el valor de un producto sobre el
de los medios de producción, de forma que pueda obtenerse una
ganancia con ayuda de los últimos, ocurren también en una -eco­
nomía sin desenvolvimiento. Errores-e imprevistos, desviaciones de
IOS resultados respecto de las esperanzas, no intencionadas o no es­
peradas, condiciones desgraciadas o superabundancia incidental; to- ■
das estas condiciones, y otras más, pueden producir excedentes, pero
esas desviaciones de los valores reales respecto de ios normales, V: ■
al mismo tiempo respecto de los valores de los medios de produc- ■
Clon empleados, carecen de importancia. Volvemos a aquellos exce- :- i
aentes de valor que tienen su origen en el desenvolvimiento y que d
son rnucho mas interesantes. Los hemos dividido ya en dos grupos-' ■-!"
principales, El uno abraza aquellas plusvalías que lleva consigo ne-fV
cesariamente el desenvolvimiento, y en cuya creación consiste éste '
por necesidad, en ^cierto sentido, y que se explican por la elección
de usos mas ventajosos de ^bienes de producción cuyos valores fue- ■'
ron ^imeramente determinados según otros usos menos ventajo­
sos. El segundo grupo abraza las plusvalías que se basan sobre' re- '
percusiones del desenvolvimiento, o sea, sobre aumentos reales o ' ¡
previstos-de la demanda de cierros bienes, como resultado del'pro-
p-io desenvolvimiento. ^
plusvalías son —como admitiría también
Lohm-Bawerk— excedentes reales y verdaderos, en cualquier sen- '
tido -que se quiera, y no tienen nada que temer de la. Escila de la
INTERÉS' DEL' CAPITAL 177

computación ni de la Caribdis de. la lista de costos. A ellos se de­


berán directa o indirectamente todas las corrientes de bienes que 'i
corran hacia ios individuos bajo título. distinto de salarios, rentas-o
ingresos. Recordemos, sin embargo, ia proposición ya derivada, que ,1.I' ’i
la competencia y las leyes generales- de la valoración tienden a eli-
minar todos ios excedentes sobre,los costos.^"" Por ejemplo, si un
negocio requiere en forma urgente e inusitada cierta clase de ma­
quinas, subirá el valor de las mismas, asegurándose su poseedor una
plusvalía en todo o en parte. Pero -si fue prevista la nueva demanda,
debe suDonerse que se produjeron ya mayores cantidades de dichas
máquinas, que son ofrecidas ahora por productores en competencia.
No se obtendrá en tai'caso vina ganancia especial, o bien si no
puede ampliarse la producción en forma apropiada— será imputado
el excedente a los factores productivos ma-turales y origínanos, y
entregado a sus propietarios de acuerdo con'reglas ya conocidas.
Aun en el caso de que no se prevea la nueva demanda, se ajustara
finalmente a ella el sistema económico, no asociándose a las maqui­
nas ninguna plusvalía permanente.
§ 5. Podemos formular ahora cinco proposiciones de la teoría del
interés que se siguen en forma casi automática de la primera .con­
clusión elemental de que el interés es un fenómeno de valor y un
elemento del precio —tenemos esto ,en común con cualquier teoría
científica, del interés—, proposiciones que se cómplementaran mas
adelante con una sexta proposición. ■
En primer lugar el interés surge en esencia de las plusvalías que
• acabamos de considerar. No puede surgir de otra cos^ dado
que no existen otros excedentes en el curso nGumal de la vida eco-
hómica. S-in duda, esto es cierto solamente para lo que hemos lla­
mado interés productivo en el sentido mas estrecho, que no inciuy^e
■ el “interés productivo-consuntivo”.^- -Pues en tanto que el interes
■ sea solamente un parásito en el cuerpo de los salarios y rentas, ño
- tiene nada que ver con esas plusvalías. Pero esa corriente impor­
tante y regular de bienes de la cual vive la clase capitalista y que.
■ fluye a ésta en todo período económico de los resultados de la
producción, no puede proceder más que de nuestras plusvalías, f e ­
tos puntos serán examinados más tarde con mayor atención. Ade-

13 Véase la argumentación del capítulo iv. ^ ^ _


Véase Wesen, libro m, cap. iii; también capítulo ni, parte 1^ de la
presente obra. Ejemplo: si una fábrica se_ destruye por accidente y se re­
construye por medio de un préstamo, el interes sobre este préstamo es lO
■que denominamos crédito “productú'o-consunti'V'o .
D E SE N V O LV IM IE N T O ECON ÓM ICO

más existe una plusvalía que no es de tal naturaleza, a saber, el


ingreso de monopolio. Nuestra tesis asume, por tanto, que la fuen­
te típica del interés no es el ingreso de monopolio. Pero esto de­
bería haber quedado ya suficienternente explicado. No habría, por
¿\ tanto, interés; sin desenvolvimiento, con las salvedades indicadas; '
aquél es una de tantas olas importantes que causa el desenvolvi­
miento en el mar de los valores económicos. Nuestra tesis descansa
primeramente sobre la prueba negativa de que en la determinación
del valor en la corriente circular se excluye al interés; esta prueba ■
descansa a su vez, en primer lugar, sobre el conocimiento directo
del proceso que determina los valores y, en segundo, sobre el fra­
caso de varios intentos de establecer diferencias decisivas entre el m '•■'s
valor de los productos y el de los medios de producción en una
economía sin desenvolvmiento. Más tarde hemos añadido la prue­
ba positiva de que en lá economía con desenvolvimiento ocurre tal
diferencia de valor. La tesis perderá gran parte de su carácter ex­
traño en el curso del estudio que sigue. Sin embargo, puede seña­
larse desde ahora que no está tan lejos de la realidad como puede
suponerse, pues el desenvolvimiento industrial es sin duda, cuando ‘V..
menos, la fuente principal del interés derivado del ingreso.^®
En segundo lugar, como ya vimos, eíi el desenvolvimiento las
plusvalías se dividen en dos grupos: la ganancia del empresario, y
aquellos valores que representan las ‘Tepercusiones del desenvolvi­
miento”. Es claro que el interés no puede ir ligado a las últimas.
Podemos afirmarlo" con tanta facilidad porque el proceso de crea­ V-
ción de esta clase de excedentes está perfectamente claro, de forma
que podemos ver inmediatamente lo que está y lo que no está en
él. Consideremos el ejemplo de un negociante que recibe uii in­
greso mayor que el de equilibrio durante algún tiempo, con motivo
del establecimiento de fábricas en el pueblo en que opera. Obtiene
una ganancia indudable,| Pero ésta no puede ser el interés, pues no
-es permanente, y desaparece pronto por la competencia. Y tampo­ *
co puede siergir de él el interés —asumiendo que el negociante M
se haya limitado a esperar en su tienda y a cargar mayores precios
a sus clientes—, pues no le ocurre nada especial: el tendero se lo
embolsa y usa como le parece. El proceso en su totalidad no deja
lugar para el fenómeno del interés. Por tanto, debe proceder éste
de la ganancia del empresario. Y ésta es una conclusión indirecta
a la cual doy, desde luego, una importancia relativa y secundaria,
comparada con otros hechos que sirven de base a la tesis. El des-
Solamente la* regularidad del interés apoya la preconcepción de que
debe ser explicado “estáticamente”; pero tenemos en cuenta dicha regularidad. -
in t é r é s del c a p it a l ^ 179
envolvimiento elimina, pues, alguna parte de la ganancia del capi­
talista. El interés actúa como uri impuesto sobre la ganancia.
En tercer lugar es obvio que ni toda la ganancia, ni una parte
de ella, puede ser directa e inmediatamente interés, pues es solamen­
te temporal. Y vemos análogamente que el interés no se adhiere
a ninguna clase de bienes concretos. Todas las plusvalías que se re­
lacionan con bienes concretos deben ser por naturaleza tempora­
les, y si bien surgen constantemente tales excedentes en un sistema
económico en pleno desenvolvimiento —^tanto que es preciso un
análisis profundo para poder observar su carácter efímero— no
pueden formar, sin embargo, un ingreso permanente. Dado que el
interés es permanente, no puede ser comprendido simplemente como
una plusvalía derivada de bienes concretos. A pesar de que se ori­
gina en una clase especial de plusvalías, no hay plusvalía que sea

interés per se.
Las siguientes tres proposiciones son la base de nuestra teoría
del interés: que como gran fenómeno social es un producto del
desenvolvimiento,^® que procede de la ganancia, que no va ligado
a bienes concretos. Su admisión pone fin a todos los intentos con­
tinuamente repetidos de encontrar un elemento de valor en los bie­
nes concretos que corresponda al interés,^'^ concentrando, por tan­
to, el trabajo sobre el problema del interés en un campo muy
limitado.

§ 6. Ha llegado el momento de afirmar más aún la cuestión fun­


damental. H problema principal, cuya solución resuelve el punto
más importante del problema del interés, es ahora el siguiente:
¿cómo se extrae esta corriente permanente del interés, qite afluye
siempre al mismo capital, de las ganancias transitorias y siempre cam­
biantes? Este planteamiento de la cuestión incorpora los resulta­
dos obtenidos hasta ahora, y es independiente de la dirección en

1 6 Véase Wesen, lib ro in, cap. in.


i"!" Se siguen de ello directam ente dos resultados prácticos. En prim er lu­
gar no es interés el denominado interés prim itivo de tráfico. Debe ser ganancia
de empresario, en tanto que no sea renta de m onopolio o salarios —^también será
sólo temjKiral. En segundo lugar, no es interés la renta de inmueble, que
no es sino una com pra parcial y no puede incluir un elemento de interés en
lá corriente circular. Ed ingreso neto derivado de una casa no podría ser sino
renta de la tienra y salarios de dirección o gerencia. Cómo puede entrar el
interés —en el desenvolvimiento— a form ar parte de la renta, puede deducir­
se automáticamente de nuestra argumentación. Es especialmente importante
que el interés y a existente sobre el capital hace del tiempo un elemento de"
los costos. ■

ÉiS
Í80 DESEN ^VOLVIMIENTO ECONÓMIOO

que conlinueiuos nuestro análisis. Si se responde saíisfactoriamerite,


se resuelve el problema del interé^ en una forma que satisface todas
las ■demandas que. ei análisis de Bohm-Bawerk ha demostrado ser
indispensables, y no se expone a las objeciones que han resultado
ser fatales a otras- teorías, a pesar de que pueda tener otros defectos.
Procedamos con nuestra cuarta tesis, que difiere totalmente de
las Leonas iisuaies, con excepción de la de la explotación, y que
tiene en su contra ei peso de la autoridad más competente: mi una
socied a d con-xunista e?i gen eral, co n eco n ofm a n o d e cam bio, no
habrá .in terés co m o fen ó m en o in d ep en d ien te d e valor. Es evidente
que no-se pagcará interés. Existirán aún indudablemente los fenó- '
-menos del valor de los cuales surge el interés en una economía de
cambio.^ Pero^ como fenómeno especial del valor, como cantidad-
eco-iioiiiica, e incluso como concepto, no podría existir allí el inté- ■
res; éste depende de la organización de una economía de cambio.'
formulemos esto-con mayor precisión. No se pagarían salarios ni
rentas en. una organización puramente comunista. Pero existirían
allí los servicios de la tierra y dei trabajo, serían valorados, y sus ' m
valores s-enan^iin elemento fundamental eEel plan económico. Nada m
de .esto es válido para el interés. El agente por el cual se paga.inte-;
res simplemente no existiría en una economía comunista. Y' por lo -;
tanto, no^ podría ser ODje'feo de una valoración. Y consecuentelnente '
no podría haber un rendimiento neto correspondiente al ingreso i
neto derivado del interes. Éste es una categoría económica _no
creada directamente por fuerzas no económicas, pero que sólo -pue- "
de tener -existencia en la economía de cambio.
¿Por que no existe el interés en la economía comunista a pesar '-
de existir en_ una economía de cambio? Esta cuestión nos conduce. ,-
a nuestra quinta fesis.^ Níos concede una primera visión del aparato -
succionados que deriva de las ganancias' una corriente permanen­
te de Dienes. ^El capitalista tiene ciertamente algo que ver con la
producción. Y desde el punto de vista técnico ¡a producción es el ■ ■P
fSlP
mismo.proceso bajo_cualquier organización que pueda presentarse. m
Desde ei punto de vista te-cnico requiere bienes y solamente bienes.
No puede, por tanto, presentarse aquí una diferencia, Pero esta
ultima se plantea en otra parte. La relación entré el empresario y '
sus bienes de_ producción es esencialmente diferente en una' econo- -
mía-de cambio, que ia del órgano central en una comunidad donde
no naya intercambio. Esta última tiene sobre ellos una disposición
directa, mientras que la primera debe procurárselos por alquiler o'
compra. ' ^ ^
Si los empresarios estuvieran en posición de comando sobre los '

m
■ - INTEPfíS DEL CAPITAL
-bienes de producción que requieren con objeto de llevar a ia prácti­
ca sus planes, existiría aún la ganancia del empresario, p e iy no J e b e -
ría abonarse rmigima p arte de ella e^i concepto de inteiós. N i exis­
tiría ningim m o tivo para que com iderartm p arte de ella com o m teres
■sobre el '^capitar que gastan. Por ei contrario, para ellos sería ga­
nancia y solamente ganancia todo lo que pudieran emo-olsaise por
'encima de los, costos.- Ei hecho de que otras personas disponen de
los bienes de producción necesarios es- lo que -obliga al empresaiio a
llamar en su ayuda-a! capitalista, para, que^éste elimine ios obstácu­
los producidos por la propiedad privada de los medios de produc­
ción, o por el derecho a disponer libremente de los servicios per­
sonales propios. No es precisa tal ayuda, en U producción dentro
f :' de la corriente circular, pues pueden financiarse -las empresas en
funcionamiento con sus ingresos anteriores —como efectivamente ÍÍ0
ocurre__que corren hacia ellos sin la intervención de ningún orga­
nismo capitalista. De aquí que no se esté ocultando nada esencial
de ia corriente circular si se supone que ia producci-on -se lleva ade­
lante por medio de ios productos .de períodos precedeiites; pero en
el caso de nuevas combinaciones, no disponen ios empresarios de
productos con que procurarse sus medios cíe producción. Aqui^ in­
terviene la función del capital, se hace evidente que no -puede existir
-nada correspondiente a él en una sociedad comunista, así como tam­
poco en- la no comunista pero estacionaria.

§ 7. Desearía dirigir la atención dei lector ai hecho de que nues­


tra concepción del problema dei interés envueive-^algo totalmente
diferente de la concepción usual. A pesar de que esto fsa absoluta­
mente obvio, ,no será superfino, sin embargo, exrencierse de nuevo
sobre dicha cuestión. . . ., ■
Partiré, a estos .propósitos, de la distincion^ usual^ e^..—
sobre préstamos e interés “originario.’' del capital. Itsta -q^c: w-y±
.aparece ya en las.primeras investigaciones sobre la naturaleza cei
interés, v se ha transformado, en una de las piedras angulares y e ia
teoría. De hecho, la especulación sobre el problema dei interes co­
menzó con el examen del exigido en los préstamos de consumo. ^
primer lugar es natural que comenzara con el interes sobre tales
pastamos, pues éstos se presentan como fuentes^ independientes de
inoresos, que se distinguen por muchas características. Siempre es
más sencillo comprender conceptualmente una rama de ingresos
que se distingue también externamente, que otta que exige ser lim­
piada de otros elementos; por eso se reconoció en primer lugar la
renta en Inglaterra, pues no sólo existía, sino que en general se abp-
^ ■ fm :

182 D E SE N V O L V IM IE N T O ECON ÓM ICO

naba también por separado. Pero también fue punto de partida el


préstamo al consumo por ser la forma más importante y mejor co­
nocida en los tiempos antiguos y en la Edad Media. No quiero de­
cir con lo anterior que no existiera el interés en los préstamos a la
producción, sino que en la antigüedad clásica operaba en un mun­
do que no filosofaba, mientras que el mundo que lo hacía sólo ob­
servaba ocasionalmente las cosas económicas, no prestando atención
al ínteres sino cuando pudiera observarse en su esfera. Y más tarde
eran familiares los elementos de la economía capitalista que ya se
manifestaban solamente para unos pocos, que constituían un mundo
aparte en el cual no se discurría sobre las cosas, ni se escribía sobre
ella^ Los Padres de la Iglesia, los canonistas, o los filósofos conti­
nuadores de sus doctrinas y las de Aristóteles, sólo dedicaron su
atención a los prestamos lal consumo, que se hacían notar dentro de
su horizonte y en formá por cierto desagradable. De su desprecio
por la expoliación del necesitado y la explotación del hombre poco
previsor o del pródigo, y de su reacción contra la opresión debida
al usurero, surgió su hostilidad respecto al interés, y esa es la causa
de la prohibición del mismo.
La observación de la vida de los negocios originó otra concep­
ción, a medida que ganó fuerza la economía capitalista. Sería una
exageración afirmar que el interés sobre los préstamos productivos
fuera un descubrimiento de autores posteriores. Pero de hecho el
emasis tuvo el mismo valor que un descubrimiento. Puso de ma-
mfi^to que la vieja concepción no tenía en cuenta sino una parte
del fenómeno (la más importante), ignorando la otra, y al mismo
tiempo, que no se hace siempre más pobre el deudor por la acep-
préstamo. Esto eliminó la razón fundamental de la hos­
tilidad reSpecto al interés, conduciendo científicamente un paso más-
lejos. Toda la literatura mglesa hasta Adam Smith se halla llena de
la idea de que el préstamo conduce a veces al prestatario a una ga­
nancia. En la mente del teórico surge la concepción de un deudor
fuerte, en lugar del débil predominante hasta ese momento; en lugar
de las masas dignas de lástima de los pobres en situación catastrófi-
ca, y de los terratenientes sin corazón, surge una figura totalmente
diferente, el empresario, no definido aún con rasgos precisos, pero
sin embargo, con suficiente claridad. Y este es el punto que adopta
Ja teoría aquí explicada. ^
Mas el interés productivo es todavía el interés sobre préstamos,
para ese grupo de teóricos. La ganancia del empresario se reconoce
como su origen. Pero de aquí no puede seguirse que la ganancia
del empresario sea simplemente interés, como tampoco puede se-
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............. ' IN TERÉS D EL C A P IT A L 1S3


oTiirse que sean salarios los rendimientos totales de la producción,
por ser los mismos el origen de los salarios. Si puede decirse algo
definitivo, en vista de la estrechez de los argumentos', de estos tra­
tadistas sobre el interés, es precisamente que no confundieron en
forma alguna el interés con la ganancia, ni los consideraron idén­
ticos por su carácter. Por el contrario, percibieron las diferencias
entre ambos como puede verse en Hume,^® estaban lejos de no ver
en la ganancia otra cosa que el interés del capital propio. Explica­
ron la ganancia en una forma que no es posible aplicar al ínteres
sobre los préstamos como tales, sino solamente a otra clase ^ ga­
nancia que es el origen de los intereses sobre los prestamos. Todos
estos autores siguieron las huellas del interés hasta llegar a sus fuen­
tes, la ganancia, pero no dijeron que ésta fuera, a su vez, un caso, y
en verdad el principal, del interés. Su “ganancia” no puede ser tra=
ducida por el interés, aun en el caso de que se presente en la frase
“ganancia del capital”. No resolvieron el problema del interes. Pero
tampoco sería correcto afkmar que solamente siguieron la pista de
una de las formas del interés —el obtenido en los préstamos-- Imsta
llegar al interés originario, sin molestarse en explicar este ultimo.
Simplemente no demostraron por qué se halla el acreedor con su
capital en posición de exigir esta parte de la ganancia, y por que
decide siempre favorablemente para él el mercado de capital. Po­
demos añadir que el probelma central de cuya solución depende la
comprensión del fenómeno del interés, es sin duda k ganancm en
los negocios; no porque dicha ganancia sea un interés verdadero,
sino por ser su existencia un requisito previo del pago del ínteres
productivo. Finalmente, el empresario es sin duda la persona mas
importante de todo el asunto, pero no por ser el receptor o n ^ a l
y verdadero del interés, sino por ser el pagador típico del mismo
En el caso de Adam Smith, podemos encontrar aún rastros del
punto de vista según el cual el interés no coincide con la ganancia.
Ambos comienzan a ser sinónimos con Ricardo y sus epígonos. Has­
ta entonces para la teoría no fue la ganancia el único problema, de
hecho el problema del interés; ni tampoco se convirtió hasta enton­
ces en el problema del interés la cuestión del porqué de la obten­
ción de ganancia por el empresario; ni tampoco hasta entonces se
vierte con precisión el significado que dan a las palabras de los
economistas ingleses si se traduce su profit por “ganancia del ca-
18 Puede citarse también a P etty, Locke y Stew art, _ ^
19 Esto explica la desarmonía que presenta a prim era viste la te o n a de
Locke, com o recalca Bohm -Bawerk (Véss& Kapital uñd KapitaMm, 2 ed„

II
I, 52.)’

■y-;-.
“CAI'' “s-. »
DESEF'JVOL VIMiENTO ECONÓMICO
|>ital (Kapmdge-wr/m), o bien por ''Interes originarlo” (w ísprün g-
íwheT Xms). Y esto no constituye en forma alguna la sustitución
inofensiva del interés-contractual por el capital obtenido en présta­
mo ^por el ínteres sobre el capital propio, sino una nueva afirmación
según la c u al. la ganancia- del empresario es esencialmente interés
sobre el capital, ^Los neclios que relataremos a continuación tienen
C|iie naber contribuido a desviar a los investigadores dei buen ca­
mino, según nuestro criterio.
^ En primer lugar es extraordinariamente obvia esta exposición de-
la -cuestión.^ La renta agrícola contractual es ciertamente sólo una
consecuencia .del fenómeno “originario”, a saber, de la'parte' del
pi-odiicto que es imputable” a la tierra. No es sino el rendimiento
-neto^de la.agricultura desde el punto- de vista del terrateniente. Los
salaria contractuales son solamente la consecuencia de la produc­
tividad' económica del trabajo; son simplemente los rendi^entos
net^.de la producción desde el punto de vista del trabajador. ¿Por
que babria de ser de otr^ forma en e! caso del interés? No podre­
mos legar a esa concisión sin razones especiales. La conclusión
de que existe .un interes originario correspondiente al contractual,
y de que^ el primero es tan ingreso típico del empresario como la
renta -de la tierra lo es dei terrateniente, parece totalmente natural,
casi evidente por sí-^misma. En la práctica el empresario calcula un
ínteres sobre el capital propio; y eso aparece como una sanción in-
tuontestable, si es que precisamos verdaderamente de alguna.
El excedente del valor de los productos sobre su costo es, pues,
en realidad el fenómeno fundamental del cual depende también el
ínteres. ¥ surge en las manos del empresario. ¿Debemos extrañar- ■
líos verdaderamente de que sólo se viera este problema, y que se
esperara que todo quedara resuelto con su solución? Los econo­
mistas se acababan de libertar de las supersticiones de los mercanti-
iKtas, acostumbrándose a considerar los bienes concretos situados
tras el velo del dinero. ^Se subrayaba que el capital consiste en bie- '
nes concretos, estableciéndose la tendencia a considerarlo como^ un -
tactor productivo especial. Este punto de vista —una vez adopta­
do— conduce directamente a considerar al interés como un ele-
..mentó del precio de las existencias- de bienes, identificándose simple­
mente con lo que el empresario obtiene con su utilización. Como
ej ínteres procedía indudablemente de la ganancia, y representaba
una parte de ella, se perdió el sentido del segundo, que quedó con­
vertido en interés en su mayor parte, y en forma automática, .tan ---
pronto como se conexionó el interés con los bienes concretos que: -
utiliza el empresario en la producción. Que los salarios no pueden
INTERÉS del CAPITAL.

convertirse slmila-rmente en interés, por poderse pagar con ellos un


interés, es una reflexión que se halla más remota de lo que podría­
mos suponer. , . . , ,
El análisis poco satisfactorio de _las runciones dei empresano
contribuyó poderosamente a generalizar este punto de^ vista. No
será quizás correcto afirmar que el empresario y el capitajsta fue­
ron simplemente agregados uno a otro, pero en todo caso se partía
de la observación de que el empresario solo puede obtener su ga­
nancia con la ayuda del capital, en el sentido de una existencia de
bienes dando :a esta observación un énfasis que no merece. Se vio
—cosa muy natural-- en el empleo del capital la función caracte­
rística dei empresario, distinguiéndolo por ese motivo del obrero. Se
le consideró en principio como el empleador del capital, el usua­
rio de bienes de producción, lo mismo que se consideraba al ca­
pitalista como el proveedor de alguna clase de bienes. La
ción anterior de la cuestión se sugiere entonces con facilidad; debe
aparecer simplemente como una explicación más precisa y mas pro­
funda dei problema del Interes sobre prestamos.
Esto debe tener sin duda graves consecuencias para el proble­
ma dei interés. Había interés sobre préstamos, por haber ínteres
originario, y este, último surgió en los empresarios. Se enfoóaba,,
por tanto, en éstos todo el aparato de la solución del probleim.
Ahora bien, esto condujo a un gran número de pistas «alsas.
hicieron posibles por primera vez muchos intentos de explicación
del interés, como la tebría de la explotación y otras teorías basadas
en el trabajo. Pues solamente es posible llegar a^la idea de explicar
el interés por los servicios del trabajo, o el trabajo contenido en los
bienes de nróducción, o la lucha de precios entre ^empresarios y
trabajadores, cuando se enlaza el interés con la actividad del em- ,
presarlo Esta forma de presentar el problema del interes hizo esen-
dalmente más obvias —si bien no pueda decirse que hiciera posi­
ble— otra ciase de teorías, como las de la productividad. Hizo im­
posible una teoría sólida de los empresarios y de los capitalistas;
hizo difícil el reconocimiento de una ganancia especial del empre­
sario, y arruinó la explicación desde el prirner momento. Pero la
consecuencia más funesta de esa interpretación fue la creación de
un problema que se transformó en una especie de perpetmemmo~
Míe económico.
El interés es, como nos muestra la experiencia, un ingreso per­
manente. Se origina en manos del empresario. Y así puede decirse
que se origina en manos del empresario un ingreso neto perpetuo
■ m i gen erts. Y la cuestión que confronta a la teoría tradicional del

Ki
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

. interés, es: ¿de dónde procede? Los teóricos han tratado durante
; mas de un siglo de resolver este problema imposible, que en reaKdad
carece de sentido. r >'i
Nuestra posición es totalmente diferente. Cuando la teoría tra­
dicional enlaza el interés contractual con las ganancias del empresa-
' punto que ella supone ser su
caso fundamental y después de esto, tiene que realizar aún la parte
mas importante de la tarea. Si logramos enlazar el interés c L la
pnancia del empesario, habremos resuelto todo el problema pues
las ganancias del empresario no son un caso especial del interés
. sino algo diferente de él, que ha sido ya explicado. La afin^ación
de que existe un interés sobre los préstamL, por existir m r ^ a -
nancia en los negocios”, sólo conserva su valor para la S -
valente, como una presentación más precisa de la cuestión rmen
■ 3"" valor explicativo. La p r e g u ^ r S e
donde procede la ganancia de los negodos? que exi<re a la teoría
; prevalente su trabajo más importante! está reluelta para L T r l s
^ quedándonos únicamente la cuestión de cómo surge^el interés dé
Ja ganancia del empresario. ® ue
Era preciso llamar la atención del lector sobre esta expresión
, _1 erente y mas estrecha de la cuestión en nuestro problema del
m eres, pues la objeción de que aquí no se hace más^que reducir
. el ínteres a ganancia en los negocios —cosa que la teoría ya hizo
hace tiem p o - sena particularmente molesta Por eso se L tific a
el énfasis lepetido sobre cosas que el propio lector podría haber
visto por si mismo. Pasaremos ahora a la sexta y últmia proposi-
cion de nuestra teoría del interés. ^ ^

excedente que constituye k base del interés es un


excedente de valor, debe sprgir en una expresión de valor. En
*
■T L “ '’j nd podrá, por tanto, expresarse sino por
- de dos sumas de dinero. Esto es evidente, y e s l a
- de objeciones. En particular, k simple comparación de can­
tidades de bienes, no dice por sí sola nada sobre k existencia de un ,
excedente de valor. AHÍ donde se habla de cantidades de bienes
en tal conexión, aparecen solamente como símbolos de valor. En
k practica se usa la expresión del valor, y el interés se representa
tar^’^ m b e c h i”™'' bebemos acep-
-ras """L ? ’ interpretarlo de muy diversas m an i
tMés^n^fnílí,? que esta aparición del in-
?e nn depende sólo de k necesidad que existe
.de un patrón de valor, y que aquél no tiene -nada que ver con k
-- -INTERÉS
-™-r-*vr>T>-AÓ DEL
TVC'T- ¿CAPITAL
Í^&'DTTAT; 187

naturaleza misma del interés. Esta es la opinión dominante; según


ella el dinero sirve como forma de expresión y nada mas. Por el V .
contrario, el interés surge en bienes de cierta clase como un exce- Q _^
dente de los bienes mismos. También adoptamos esta opinion en e ^
Lso de las ganancias del empresario. Hace falta,
medida de valor para expresarlo, y en consecuencia ^ .
representación del dinero por mera conveniencia Y S
las^cosas. Pero a pesar de ello la naturalep de las ganancias del em .r j . HI
presarlo no tiene nada que ver con el dinero. ^
• Sin duda, también, es muy tentador procurar en el caso dei in­
terés apartarse lo antes posible del elemento dinero y llevar su ex-
pUcación al campo en que surgen los valores y los rendimientos a
saber, al campo de la producción de mercancías. Pero no podemos
apartamos de nuestro camino. Es cierto qne en todos los casos
e^ste, correspondiendo con el ínteres del dinero, es decir, con la
prima que lleva el poder adquEitivo, una prima sobre b i e ^ de
determinada clase. Es verdad que para producir en un sentido Q
- técnico, se precisan mercancías y no dinero . Pero de M
sacamos la consecuencia de que el dinero no es sino un eslabo
termedio de importancia solamente tecmca, y nos lanzamos a sus-
tituirlo por las mercancías que se obtienen con el y por las que, en
consecuLcia, se pagan intereses en último análisis, empezamos a
pisgr terreno poco firme. O, dicho de modo mas correcto no cabe q
duda de que podemos apartamos un poco, o aun basante de la base
monetaria y entrar en el mundo de las mercancías. Pero el camino
\ que entonces seguimos se interrumpe de repente porque estas pri
mas sobre las mercancías no son permanentes —y entonces vemos
que el camino era equivocado, pues la permanencia es una carac­
terística esencial del interés. Por lo tanto, es imposible descorrer
el velo del dinero con objeto de Uegar a la prima sobre los bienes
concretos. Si>i se atraviesa
ic re to s. £ a tra vie sa ese
esc velo se cae en m vació.
vwxu ov. -------- j i '
Así pues, no podemos apartamos de la base monetaria del in- .
teres. Esto constimye una praeba indirecta de que debe preferirse 0 .
una segunda interpretación de la significación de la forma moM- , y. - ■
taria baio la cual encontramos al interes, a saber, que esta form
Monetaria no es caparazón sino núcleo. Indudablemente tal prueba
no justificaba por sí sola inferencias de largo, alcance Pero encaja
en nuestro argumento anterior sobre el crédito y el capital, por
virtud del cual podemos comprender el papel jugado aquí por e
poder adquisitiva Podemos, pues, establecer como resultado nues-
20 N o u tiliza rá m is e l expediente “existencia de_-bienes de consum o”, m
•‘existencia de servicios acumulados de tierra y trabajo .


" ^ , “■41'.-.
_ _^ ___ _
DESEm/OLVM lENTO ECONÓMICO '
rra -sexta projeosicióii: el-k iterés es im elem en to en el p recio de^ p o-
SrS/It“ """"" *
jü ta p roposición no adscribe, desde luego, al ood er de com ora
an papel p ro d u ctivo . Y sin em bargo, es rechazada c o r k m ayo ría
üe JOS tratadistas a In m n e, a pesar del hecho de q u e ‘el interés fla c ­
h a en el m ercado m onetario con la o fe rta y demanda de dinero ¡o
qne apunta indudablemente a nuestra interpretación,^! Podemos
que se m ojara si llu eve, com o que el interés bajará cuando se con- ■
r í í m ah l Y i g u a l a d de condiciones)
tin fp tl 1’ gobierno im prim iese papel m oneda y !o prestara
t , ® ¿no oajan a el interés? Y, ¿no p o d ría recibir de]
™ bla con suficiente claridad la cone-
Jo n del ínteres con los tipos de cam bio y ios m ovim ientos de oro5
S ™ “ ? ■" " ■ p ™
V sin em bargo, sólo han in trod u cid o estos conceptos funda
mentales en k discusión del interés pocos teóricos, de imbor™ ncia
m dgw ick presenta una in terp retación en k cual percibo e^n esenck
a-Ptlrktm’emT'' ™a teoría de la abstinencia. Pero
aterro mente a k sed es JTtaterme, el capítulo sobre el interés se
ocupa de el en el capítulo sobre el valor del dinero poniéndolo alM '
ou jelacion con este, y reconociendo la influencia de la-creación de
^odei de compra soore el interés con k siguiente afirmación: , he»
iamos de considerar que el banquero produce en gran oarte' d di- iil
n^o que presta, , , y q„e pued'e per¿itirse fácilmente la venm de
e.a mercancía a un precio bastante inferior -que el interés del ca
iif
^os c_ales n® podemos alegramos. Además, no.prove¿ una funda
mentación completa del proceso. FinaLmente no proporciona con
musiones posteriores para la teoría del interés, y!^sin embarco es m 5ii
ui
-M dirección, dado seguramente por in ñn encia de II
Macleod, Davenport se aplica mncho'más al
|l p
é. 2 el esmaio i l i
ll f c
!■
sob re la -B o ls a haciendo a k inm ediatam ente

S k e jp ? e S S - r "O d A fl™ :
Principies o f Política! Ec-o?zo?ny, 3® ed., p. 251
IN T E 5JS DEL CAPITAL 18 9

análisis también se queda en nada. Cabalga en íorma y con voinn L, ■-


tad hacia el obstáculo, pero se niega a saltarlo Las teorías donu-
na-ntes desdeñan totalmente el elemento dmerovlo ^ O
cleros como una materia técnica sin interés teórico, ñ e.ta actitud
.S tan general, que debe reposar sobre un elemento de verdaa, y
precisa, en todo caso, de una explicación. y, H.
^ No hace falta extenderse mucho para refutar la negaciOT d.
conexión entre el tipo de interés y la cantidad de dinero R. »yeox-
aes Léw=‘5 ha comparado el tipo de interes con la producción o .
oro y como podía esperarse, dedujo la inexistencia de una bOjfy
lición’ significativa, Désdeñando el hecho de que el método estadís­ t i
tico empkado fue defectuoso, no se justifica la conclusión alcanzma,
según ¿ cual nada tienen que ver la cantidad de dinero y el upo
desinterés. En primer lugar, no puede esperarse una correlacion t í
exacta en el tiempo. Además, la oferta de oro a los propios oancos,
no es simplemente'proporcional ai volumen de los créditos c ,i
cedidos y^solamente esAignificativo para el tipo de ínteres la cm - i."")
cesión d/ créditos. Y, finalmente, no pasa al empresario toda la

^™?ampoco*aiLta a nuestra argumentación la 1 ^ 0^


írd
tiva in teL d a por Irving Fisher (R ote o f Interest pp. 319 m). Ros t í
nromedios anuales no prueban absolutamente nada contra las ob­
servaciones que pueden hacerse en los detalles de las negociacione^ Ci
co7riLt“ eS dinero. Comparó asimismo la circulación de dinero ;...A
p er Cfpita, con el tipo de interés, haciendo por ello la comparación
com^pktamente h r jv a n te . |]^

suerte de motivos para recalcar que el interés se paga en ultimo ex­ Í P


tremo por ios bienes. Debían hacer frente no solo a^los eriores
mercantiíistas, sino a otros muchos, de filosofes y homores de ne s
godos, y al hacerlo establecieron verdades importantes y pusieion
< 1
l\ desnudo una larga lista de errores populares. Law Locke Aion-
tesquieu, y otros, erraron sin duda al hacer depender el _tipo de o
inmrés'simplemente de la cantidad de dinero, y Adam Smith tema
razón^^ al señalar que caeteris paribus, un aumento en la cantidad y .
de dinero elevaría los precios, y que a un nivel superior tendería a
restablecerse la misma relación entre rendimiento y capital que la O
que dominaba anteriormente. Aun el efecto inmediato^ de un au­
mento de la cantidad de dinero en cvrculacton^ sena mas bien una
33 lotimal des Économistes (1899). .
- 24 v L e su vr^amento brevY pero Heno de sugerencias, en el libro ...
cap. IV de La Riqueza de las Naciones.
............ ...
' •"ÜESÉNvSLVIM IElírO ECONÓMICX3

mim^nr ‘5"^ reducción, pues ¡a previsión de tal


aumento habría de producir ese e f e c t o , ^ todo caso se estiimi
lana k demanda de crédito por el alza de los precioT le ro “ do'
chas y justifica en parte la aversión que despheffan mu-
P
nuestra proposición. ’ ’ embargo, que ver con
v i s t f ° h o S r a 1 a f “*’^r elementos de verdad en el punto de
ista hostil a las explicaciones monetarias.^e Los hombres de ne
;■. 1
-Í3T
■■•
influir sobre eí ^ ^ bancos centrales puedan
“ rd e l noder de^-o “J"" sea el pre-
p « « ¡..! a „ d 4„ °d ?7~ i c f T n S t f r . 5"

k valuta n é r r ia i l concedida a la situaciL de


leio^ Se • ™P° ““ “ ‘l® becho no va muy
_cajio; m punto a r v is T s ^ ^ n ^ y ^ lS ^ L ^ r :^
d" r p o t k a K n e ^ n t f l e f s i t ^ ^

ganizacion del mercado monetario, lo mismo que puede mejorarse


¿V
Í X E ™ ' . ' . , X ‘ ’°' ■■■" ■” " 1 “ P ™
SS't'

í , .’¿ S E S . c í r . ” . E x i " k ” " “ ““ ^1


adquisitivo presente sobre él fütnm? P Premio al poder
devolución L un n ú L to m a j^ e u^ ^ T dafdV no1“ S '
. r„id“ d e ^ .r ““ - - g a a c ^ a f íe" un n t o e 3 :
Se trata indudablemente de un fenómeno de mercado moneta- '

Vease Fisher, Rote of Iriterest, p. 78.

'
dmero, baja su Valor y por , í din,? ’ f»tnia: ai existe más
En asm ¿o hay nada^ £pedal N ^he d'“ ■
texto, pero suponyo q L “ r c o n tr ih í1 d 1 “ “i interpretación en el
mistas, impidiéndoles abordar la conexión L £ “ d iS m e ^ ñ t« & “
-«41-:
’nS#
Y es un oroceso de determinación de precios lo que hemos
de investigar, ^ oda operación individual de préstamos es nn cam­
bio real. En el primer momento parece, quiza, un tanto raro que
se cambie una nSrcancía contra sí misma, por asi decir, pero d -
pués de los argumentos de Bóhm-Bawerk sobre ese punto, no bata
falta entrar en^etalles;^’ el cambio de lo presente “ ntra lo fu ^
no es más cambio de semejante contra semejante —y, por lo tant ,
~ ? d e s“ t i d o - que el cambio de una cosa en nn lugar por la
misma cosa en otro lugar. Lo mismo que puede cambiarse poder d
en S , lugar lon tra poder de compra en otro lugar, pue­
de cambiarse poder de compra presente contraLuturo. analog
entre las transacciones de préstamo y el ^ ios es a
nhvia Que debe recomendarse a la atención dei lector.
S i’ co n seg u im o s d e m o stra r q u e e l p o d e r ad q u isitivo
e l m e rc a d o m o n e ta rio d eb e te n e r una “ ^ re e p u t u b )
c ie rta s circu n stan cias, q u e p a ra n o s o tro s sera el
v ím ie n to — se p ru e b a en to n ces te ó ric a m e n te la p o sib iü d ad de u n a
a flu e n c ia c o n tin u a de bien es a lo s p o seed o res de p o d e r a d q u isitiv o
H ” a f e a p u ed e o b te n e r en to n ces u n - g r e s ° " ero ^
q u e se c o m p o rta c o m o si su rg ie ra de
Hp m íe SUS fu e n te s n o so n p erm an en tes, desde e l p u n tp d e v i ^ a i
d iv id u a l V a p esar de se r resu lta d o s d e l d e se n v o lv im ie n to . Y n in -

r n r rie n te de b ien es c o m o u n re n d im ie n to n e to . , , , i
Podemos establecer ahora directamente la cuantía del valor t .-
tal d V tn a anualidad inteiminable. Debe -

S ? ™ Y ñ ? r f r i n t « é t q V r “ c^^^^^

« “ pennanénVes no p^uede retirarles a éstos el carácter de ingresos

“ “contestaremos, por tanto, las tres preguntas en las “ ales ^


siste el problema d d interés, si resolvemos la cuestión del premio
r>hrp pl^noder de compra presente. La prueba de una comente
oerm anLfe de bienes que liln y e hacia l¿s capitalistas, de la cual
l o debe realizarse ninguL deducción, 51 que no p ia rse a otros
individuos, resuelve del todo la cuestión y explica rpso
■ esta corriente también representa una ganancia, que es un rend
27 Véase Kapital, vol. n.

te f- J -r _ “ ____ IH-
4'9Z^ : DESEÍWéLVÍMIENTO
miento neto. Procederemos ahora a presentar esa prueba, desenvol­
viendo paso a paso nuestra ejiplicacion de! problema tan plurilateral
•que es el -interés, ' . .

§ plO" Pepha- dicno y a que se presentarán casos en la propia co-


r±iente circular, en los-cuales haya gente dispuesta-a solicitar prés­
tamos, a'un Dajo la condición de abonar más tarde 'u-na suma superior
<1 la que -xeciben. Cualquiera que sea ei niotiv-o —mala situación
- temporal, esperanza de ingresos futuros, debilidad de voluntad, o'
previsión— esas personas podrán expresar sus valoraciones del po­
der adquisitivo presente en términos de poder- adquisitivo futuro, iS
que determina su curva -de demanda del primero en la forma acos-
tombiada. De -otro lado, puede haber, y por lo general hay, gente
dispuesta a nacer frente a dicha demanda, siempre que reciba un
premio que compense con creces las perturbaciones que puede pro­
vocarles el piestamo de sumas guardadas para un propósito defi­
nido. Podemos, pues, construir también curvas de oferta, y no es
piecis© mostrar con detalle cómo ha de resultar un precio —un
premio determinado— en este mercado.
Pero jlas transacciones de esta clase no pueden ser normalmente
ae gran importancia, y sobre todo n o serán elem m itos ríe c es arios en
la co n d u cció n d e los n eg o cio s. Prestar y tomar en préstamo puede
llegar a^ser parte de la rutina normal de la industria y comercio, y
el interés puede sólo adquirir económica y socialmente la impor-
■tancia que^tiene de hecho si el control deí poder adquisitivo pre-
^nte significa ^ el prestam ista más poder de compra futuro,
'uomo las previsiones de ganancia de negocios-es el eje en derredor
dei cual fija en realidad la valoración de poder adquisitivo presente,
dejaremos ahora a un lado todos los demás, factores que pueden dar
oiigen ai interés, aun en ei caso de qué no exista el desenvolvimiento,
- bien, en la corriente circular y en un mercado que se
llalla .en equilibrio, es totalmente imposible obtener una suma de
dinero por otra menor. En cualquier forma que emplee recursos
por valor de cien unidades (incluyendo la gerencia) seg'un las po­
sibilidades nomiales y conocidas, no puedo obtener sino cien uni­
dades monetarias. Cualquier posibilidad existente de la producción
a la que _se apliquen cien unidades monetarias, no rendirá nunca
mas de ^cien unidades; en todo caso puede rendir menos. Pues eso
es precisamente la característica de la posición de equilibrio, que
xepresenta la m ejor’ combinación de las fuerzas productivas, den­
tro de las condiciones dadas en su sentido más amplio. El valor de
uní ad monetaria, en este sen'tido, debe hallarse necesariamente
'^ - J - , 1 - ‘ ! vC -’ '^" > ^ f.V _ D q ' ^,D ,í t - “’ - ' y :

-' ■ INTERÉS DEL CAPITAL 193

a la par, pues por hipótesis se han realizado ya todas las ganancias


■■ del arbitraje, y, por tanto,- quedan excluidas. Si compro los servi­ llliii
cios de la tierra ’y trabajo con cien unidades monetarias, y llevo ' J. ■ :
adelante con éstas la producción mas lucrativa, encontrare que
do vender el producto exactamente por cien unidades. Se^ estable­
cieron los valores y los precios de los medios de producción preci­
samente con arreglo a estas posibilidades más lucrativas de empleo, y
■ este empleo más lucrativo determina también el valor del poder de
compra, tomado en nuestro sentido.
La cuestión sólo es diferente, en el curso del desenvolvimiento.
Solamente entonces puedo obtener un rendimiento^ mayor por mi
producto, es decir, realizando una nueva combinación de las tuer­
zas productivas que compré por cien unidades monetarias, y con­
siguiendo colocar un producto de mayor valor en el mercado.^ Pues
los precios de los medios de producción no estaban determinados
con arreglo a esta utilización, sino de acuerdo^ a las anteriores. En
este caso la posesión de una suma de dinero significa, pues,^ el me­
dio de obtener otra mayor. Por este motivo y hasta ese limite, sera
valorada por mayor cantidad una suma presente que una futura.
Por tanto, tendrán un premio de valor las sumas presentes que
, podemos considerar sumas mayores desde un punto de vista potem
cial—, lo que conducirá, a su vez, a un premio^ en los precios, x
. ahí reside la explicación del interés. La concesión y aceptación de
créditos se transforma, en el desenvolvimiento, en parte esencial del
proceso económico. Aparecen allí los fenómenos que se han des­
crito con las expresiones “escasez relativa de capital retraso de
la oferta de capital respecto de la demanda”, etc. Sólo si se hace
más rica y amplia la corriente social de bienes ^(y nada más que por
ese motivo) se presenta tan destacado el interés, y nos lleva tan le­
jos bajo su influencia que se requiere un esfuerzo analítico pro­
fundo para percibir que no siempre aparece, cuando actúan los
hombres en forma económica.

§ 11. Observemos ahora con mayor atención el proceso de for­


mación del interés. Después de lo dicho se comprenderá^ que eso
sea equivalente a examinar en forma más próxima el método ^de
' determinar el precio del poder adquisitivo. Con ^este fin limité­
monos primero estrictamente al caso que reconocimos como ^fun­
damental, y al cual se dirigió la argumentación de los capítulos
anteriores, que es el caso de cambio entre los capitalistas y-los em=
presarlos. Perseguiremos más tarde las ramificaciones mas intere­
santes del fenómeno del interés.

SU i
DESENTOLVIMIENTO ECONÓMICO’
Los empresarios son los únicos que tienen una estimación mayor
por los bienes presentes que por los futuros, bajo nuestros supues­
tos. Ellos solamente son los portadores de ese movimierito del mer­
cado en favor del dinero presente, de esa demanda que eleva el
■precio del dinero sobre la par, tal como la definimos.
,, Los capitalistas del lado de la oferta se enfrentan a los empresa­
rios del lado de la demanda. Partamos de la suposición que los
.medios de pago necesarios para la realización de la nueva combi­
nación deben ser retirados de la corriente circular, y que no hay
creación de medios crediticios de pago. Además, no puede haber
grandes depósitos de poder de compra inactivo, pues consideramos
una economía sin resultados del desenvolvimiento anterior, ya que
aquellos depósitos sólo pueden ser creados por dicho desenvolvi­
miento, como se mostró más arriba. Un capitalista será, en estas
condiciones, la persona que esté dispuesta a transferir una suma de
dinero al empresario retirándola de sus usos acostumbrados, o sea
por la restricción de sus gastos, bien sea en la producción o en el
consumo. Suponemos, además, que no apmenta de ninguna otra
forma la cantidad de dinero en el sistema, por ejemplo, por des­
cubrimientos de minas de oro.
El cambio se desarrollará entre los empresarios y los poseedo­
res de .dinero, procediendo como en cualquier otro caso. Tenemos
curvas definidas de oferta y demanda para todos los individuos que
cambian. La demanda del empresario está determinada por la ga­
nancia que puede lograr con cierta suma de dinero, explotando las
posibihdades que están latentes ante él. Seguiremos la práctica de
considerar continuas dichas curvas, tal como hacemos en el caso ■
de otros bienes, a pesar de que un préstamo muy reducido, diga- ■
naos, de pocas unidades monetarias, no será de gran utilidad para *
el empresario, y que dichas curvas de demanda individual serán
discontinuas en ciertos puntos, a saber, allí donde sean posibles in- ;
novaciones importantes. La demanda del empresario bajará rápida­
mente, quiza a cero, mas alia de un cierto punto, que es el determi- •
nado por la suma necesaria para llevar a cabo todos los planes que ■
ha proyectado, Pero esa circunstancia pierde gran parte de su im-
portancia considerando todo el proceso económico, o sea un gran
numero de empresarios. Imaginaremos, por tanto, que el empresa- '■=
rióles capaz de adscribir una cantidad determinada de ganancia a ■
las unidades monetarias individuales, desde cero hasta el límite que ■:ó
pueda existir para proposites prácticos, de la misma forma que el
individuo adscribe cierto valor a las unidades sucesivas de un bien, r í
Cualquier valoración normal de un individuo de su dinero dis- U
INTERÉS DEL GÁPITÁE’ 195

ponible por período económico, resulta del valor subjetivo de cam­


bio de cualquier unidad, como se explicó en el primer capítulo. Las s iík É
mismas reglas son también válidas para un aumento del dinero más
allá de esa existencia acostumbrada. De ahí resulta una curva de­
finida de utilidad para cada individuo, y de ahí, de nuevo, y según
principios bien conocidos, una curva concreta de ofertas potencia­
les en el mercado de dinero.^^ Y debemos describir ahora la “lucha ' te ti
de precios” entre los empresarios y los vendedores potenciales de .. - : l I;
dinero.
Supondremos, como punto de partida, que alguien ofrece po­
der de compra como experimento en nuestro mercado del dinero,
que puede considerarse similar a una bolsa de valores. Bajo nuestros
supuestos, debe ser muy alto ese precio, dado que el prestamista
deberá perturbar todos sus arreglos privados y de negocios con
objeto de poder ofrecerlo. Supongamos entonces que el precio del
poder de compra presente expresado en poder de compra futuro
es de 140 por cien y por año. La demanda efectiva estará ahora
limitada a los empresarios que esperan obtener una ganancia del 40
por ciento al menos, o más correctamente, superior al 40 por cien­
to. Todos los demás quedarían excluidos. Supongamos que existe
un cierto número de los primeros. Estos empresarios estarán dis­
puestos a pagar ese interés por cierta cantidad de poder de compra
según el principio, “más vale cambiar con pequeña ventaja, que
no cambiar en absoluto”.^ Del otro lado del mercado habra igual­
mente prestamistas que no estarán dispuestos a cambiar, aun a este
tipo. Asumiendo que hubiera un cierto numero de gentes que ■i
consideraran adecuada esta compensación, deberían determinar aun
la cuantía de los préstamos que estuvieran dispuestos a efectúan
El 40 por ciento es suficiente compensación sólo para uná detemi-
nada suma; existe para todos un límite más alia del cual la magnitud
'de sacrificio en el período económico presente es superior al in­ 3 *
cremento de la utilidad que podrá obtener en el próximo. Pero el
préstamo, debe ser de hecho tan grande que.su aumento resulte en
un excedente de desventaja, pues mientras sea menor, el préstamo
de futuras unidades monetarias a ese tipo, proporcionaría un exce­
dente de ventaja, del que no puede privarse ningún individuo según
nuestros principios. 1®®
La oferta y la demanda se hallan, por tanto, determinadas en
forma inequívoca en todos esos casos de un precio “de tanteo”. Si fSiü
28 Véase Wesen, lib. ii, para detalles respecto a este extremo. _No nos
ocupamos aquí de una exposición elaborada de la teoría de los. precios,
29 Véase Bohm-Bawerk, Kapital, vol. n.

19S DESEN EOLYIMIENTO ECONOMICO

por casualidad fueran igualmente grandes, entonces el precio se


mantendría, es decir, en nuestro caso, regiría un tipo de interés
del 4 0 por ciento. Pero si los empresarios se hallan dispuestos a
usar una cantidad mayor de dinero a ese precio, competirán entre
sí hasta que alguno abandone la lucha, elevando el interés hasta que
aparezcan nuevos prestamistas. Si los empresarios no pueden uti­
lizar todo el dinero que se ofrece a este tipo, entonces los presta­
mistas competirán entre si, con lo que algunos abandonarán la lu-
cha_ y aparecerán nuevos empresarios hasta que se alcánce le !
equilibrio. Se establecerá en el mercado monetario un precio de- '
finioo dei poder de compra, al igual que en cualquier otro merca­
do, y como consecuencia de la lucha anterior entre compradores
y vendedores. Y como ambas partes valoran más por lo'o-eneral
el dinero presente que el futuro (el empresario porque el ^dinero
presente signirica mayor dinero futuro para él, y el prestamista por­
que, según nuestros supuestos, el dinero presente hace posible el
curso ordenado de su actividad económica, mientras que el futuro ■
se añade simplemente a su ingreso) de hecho el ■precio estará siem­
pre sobre la par.
j±.l resultado de nuestro examen hasta este punto puede expre­
sarse en tqrminos de la teoría marginal, lo mismo que en el caso
de cualquier proceso de determinación de precios. £.1 interés será de
un lado, igual a la ganancia del "‘último empresario”, que es sim­
plemente quien pieve con la ejecución de un proyecto uña ganancia
de tal naturaleza que le permite exactamente la liquidación de los-
intereses. Si alineamos a los empresarios según la altura de las ga­
nancias que esperan realizar (teniendo en cuenta el elemento de la -
diversidad de los riesgos), de forma que la capacidad de admisión
de prestamos de los mismos cae a medida que avanzamos por sus
filas, y si suponemos que tai alineación es continua, habrá siempre
urp empresario al menos cuyas ganancias equivalgan exactamente
ai interés, y que^se halle situado en la divisoria entre ios que reali- i
zan una ganancia mayor, y aquellos excluidos del cambio en el ■ '
mercado monet^io por ser menor su ganancia que el interés que
deoen abonar. JEn la práctica el último- empresario, el “marginal”, '
C;.eoe iCtenei an pequeño excedente, pero habrá con frecuencia em­
presarios cuyo^exce'dente sea tan pequeño que sólo puedan realizar
una d».-manda de poder adquisitivo al tipo de interés en vigor, y no -
a uno más elevado, por pequeña que sea la cuantía del aumento. Y
jSi-Oi se íiallau exi xa posición que corresponde al empresario mar-
ginal teórico. Podemos decir entonces que el.interés debe ser en -
todos los casos igual a la menor ganancia de empresario que se ob- ■f
«I

....
isliililp iiltt
INTERÉS DEL CAPITAL 197

tencha en la realidad. Y con esta afirmación nos aproximamos de


nuevo a la interpretación usual.
De otro lado", el interés debe también ser igual a la estimación,
de valor de su dinero por un último capitalista, o “marginal”. El
concepto de tal capitalista marginal se obtiene nm tatis rmitcmdis en
SI •1¡ '■
la misma forma que el del empresario marginal. Puede apreciarse
con facilidad, que el interés debe ser, desdeñaste punto de vista,
igual a la valoración del último prestamista, así como también_ equi­
valente a la valoración del últim'o empresario. Es también evidente
cómo podrían desarrollarse aún más esos resultados, pues se ha he­
cho ya con frecuencia en la literatura económica. Queda solamente
un punto por mencionar. La valoración del último prestamista des­
cansa sobre la importancia que conceda al curso habitual ^de su vida
económica; y esto puede expresarse diciendo que el préstarno en­
vuelve un sácrificio, y un “sacrificio marginal” para el capitalista
que se halle en el margen, que corresponde a^la valoración del au­ m ' -z
mento de los ingresos por el monto dei interes. El ínteres es tam­ jjiifcíi:
UlÓá
bién igual ai sacrificio mayor o marginal que debe realizarse con
objeto de satisfacer la demanda existente de dinero a un tipo dado
de interés. Y con esta afirmación nos acercamos al método de
aproximación de la teoría dé la abstinencia,
§ 12. El interés habría de determinarse de hecho de esa forma si
el desenvolvimiento fuera financiado con los recursos de la co­
rriente circular. Pero observemos también que se abona iin interés
por poder de compra- creado ad h o c, a saber, por los medios credi­
ticios de pago. Esto nos conduce de nuevo a los resultados expues­
tos en los capítulos segundo y tercero de este libro, y ya es tiempo
de que se a.pliquen a esta cuestión. Vimos allí que el desenvolvi­
miento industrial podría efectuarse en principio solamente_con me­
dios de pago crediticios. Adoptamos ahora esa concepción.
cordemos de nuevo que los grandes depósitos de dinero que existen
en la actualidad, son consecuencia del desenvolvimiento, y debían,
por tanto, no ser tenidos en cuenta en los primeros pasos de nues­
tra argumentación.
Con la introducción de ese elemento se altera nuestra represen­
tación anterior de la realidad, pero no pierde totalmente su valor.
Permanece provisionalmente inalterable lo que se dijo respecto a
la demanda del mercado de dinero. Ésta procede, ahora lo mismo
que antes, de los empresarios, y en la misma forma que en el caso
recién considerado. La alteración solo es grande del lado de la ofer­
ta, que se coloca ahora sobre bases totalmente distintas, pues apare-
198 DESENVQI,VlMIENTb ECONÓMICO
ce una nueva fuente de poder de compra, de distinta naturaleza, que
lio existe en la corriente circular. La oferta procede ahora también
de p n te diferente, de “capitalistas” definidos en otra forma, a los
cuales denominamos “banqueros” de acuerdo con lo que antes dili-
niQs, El cambio, al cual debe el interés su origen en este caso, y
que según nuestra interpretación es también típico de todos los de­
mas cambios en los cuales interviene el dinero, en la sociedad mo­
derna, se realiza entre el empresario y el banquero. ,
De aquí que habremos captado el caso fundamental del fenó­
meno del ínteres si podemos señalar las condiciones que gobiernan
la oferta de^ medios crediticios de pago. Sabemos ya qué fuerzas
regulan dicha oferta; en primer lugar respecto a quiebras posibles

)ar de lado el primer elemento. Debemos solamente tener en cuen­


ta para nuestros propósitos una nueva partida por concepto de
nesgo, partida que se conoce empíricamente, incluyéndose de una
todas en el “precio a la par del préstamo”. Esto quiere
decm que si se sabe por experiencia que el uno por ciento de los
prestamos son irrecuperables, el banquero recibe aproximadamente
o naismo que presto si percibe el 1.01 por ciento adicional de todas
las deudas que no son malas. Existe también un elemento de sala- ■ I
rms por la^ actividad profesional del banquero, que podemos tam­
bién desdeñar. El volumen de la oferta estará determinado enton­ is
ces solamente por el segundo elemento, esto es, por la necesidad IM
de evitar una diferencia de valor entre el poder adquisitivo nueva­
mente creado y el existente. Debemos mostrar que el proceso de
determinación de los valores y precios crea también un premio so­
bre el poder de compra nuevamente creado, íiS
^ el caso tratado previamente no quedaba excluida la posible N.T.
aparición de un interés negativo. Podría ocurrir si la demanda de íÉ
dinero hecha por las empresas nuevas fuera menor que las ofertas
de las personas a las cuales “se hace un favor”, descargándoles tem­
poralmente de su dinero, Pero en el caso que discutimos actual­
mente queda excluida esa posibilidad. El banquero que recibiera
menos de lo prestado sufrina una pérdida; debería cubrir esa de­
ficiencia, pues de lo contrario no estaría en disposición de hacer
frente a sus propios compromisos pendientes. El interés no puede
caer por bajo de cero en este caso. w •'i'"
, Pero estará, por lo general, por encima de cero por distinguirse
en un aspecto importante la demanda de los empresarios de poder ■ P
adquisitivo, de la demanda ordinaria de bienes. La demanda en la

Ü S s S ip lf
. ^ . j i K . — ,^ ^ _ ..^ ..,^ .._ i - i- v ^ |í^ _ _ ^

INTERÉS DEL CAPIT AL -' ' “' "• ' l:^;i


ido

corriente circular debe ser soportada por una oferta real de bienes,
o deia de ser “efectiva”. La demanda del empresario de poder
adquisitivo no está sujeta a esa condición, en contraste con su de-
ín^da de los bienes concretos que requiera. ^ ^
Por el contrario, está restringida por la condición mucho
nos importante de que el empresario podrá más tarde pagar, a o
nando además intereses. Dado que el empresario no demandaría
crédito, aun no habiendo intereses, si no creyera poder lograr una
ganancia con ayuda del préstamo —pues de lo contrario no tendí la • v ilif
incentivo económico alguno para producir—, podremos decir tam­
bién que la demanda del empresario se halla sujeta a la condición,
o es efectiva bajo la condición, de que pueda realizar una ganancia
con el préstamo. Y esto conduce a la relación entre la oferta y la
demancia. Pero el número de innovaciones posibles es práctica­
mente ilimitado en cualquier clase de situación económica, como se
explicó en el segundo capítulo. Aun el sistema económico mas
rico no es absolutamente perfecto ni puede serlo. Siempre pueden
„ efectuarse mejoras, v la lucha por su implantación se halla siempre
limitada por las condiciones dadas y no por la perfección de lo
que exista. Todo paso hacia adelante abre nuevas posibilidades.
Toda mejora aleja aún más de la apariencia de perfección absoluta.
En consecuencia, la posibilidad de ganancia y con ella la demanda, .-s'ii'íM
potencial” no tiene límites. Consecuentemente será siempre mas
grande la demanda, con interés a cero, que la oferta, que es siempre
limitada. . j ■j
Sin embargo, estas posibilidades de ganancia carecen de poder
y de realidad si no están apoyadas por la personaUdad del empre­
sario. Hasta ahora sabemos solamente que las innovaciones pro­
ductoras de ganancias son “posibles” en la vida económica; no sa­
bemos si serán siempre aceptadas por individuos concretos en tal
medida que sea siempre mayor la demanda de poder de qompra
con interés a cero, que la oferta. Podemos ir aún más lejos. El
hecho de que pueda existir un sistema económico^ sin desenvol-
vimientó, nos muestra que pueden no existir siquiera individuos
capaces de llevar a cabo dichas innovaciones o inclinados a hacer­
las!^ ¿No cabe concluir de ello que puedan existir tales individuos
en número tan pequeño que no se agote lá oferta de poder de com­
pra en lugar de ser insuficiente para la satisfacción de todos. o
habría creación de poder de compra, y desaparecería sencillamente
lá o'ferta total de medios crediticios de pago,^® si no existiera nm-
Para evitar malentendidos puede señalarse que sería posible que los
medios crediticios de pago afectaran a los cambios en la comente circuiai.

' r ..s ^ -I S' " j ^ ^ ^


200 ^d é M íw g Ev i m í e It o 'e c o n ó m i c o '

giina demanda de poder de compra, o sólo hubiera una insignifi-


cante„ Pero si existe una demanda cualquiei^a de crédito por parte
de un empresario no puede ser inferior a la oferta con interés
cero. Pues^ la aparición de un empresario facilita la aparición de
otros.- En el capitulo sexto versiiios ■c|'Qe se reducen los obstáculos
a-los cuales^se enfrentan las innovaciones, cuanto más se acostumbre
una -comunidad a la aparición de tales innovaciones, y que se hacen
menores en particular las dificultades técnicas que se enfrentan a
la fundación de nuevas empresas, porque favorecen a los epígonos
de ^ios iniciadores las facilidades resultantes de las conexiones con
mercados extranjeros, formas del crédito, etc. De ahí que sea tan­
to mas fácil actuar como empresario cuanto mayor sea el número
cíe personas que hayan fundado con éxito nuevos negocios. La
experiencia nos dice que, lo mismo ahí que en otras esferas, el éxito
lleva en su séquito un número cada vez más importante de gentes,
y de aquí que sea cada vez mayor el número de'personas dedicadas
a la realización de nuevas combinaciones. La demanda de capital
engendra continuamente una nueva demanda. Y, en consecuencia,
vdisponemos de un mercado monetario en el cual existe una oferta
efectiva limitada, por grande que sea, frente a una demanda efec­
tiva que no tiene un límite .definido.
Y eso debe-elevar el interés por encima de cero. A medida que ■
se presenta el interés desaparecerán muchos empresarios, a los que se
otros muchos a medida que vaya subiendo. Pues si bien
son prácticamente ilimitadas las posibilidades de obtener ganancias,
las mismas ^difieren de tamaño, y muchas son solamente pequeñas.
La aparición del interés aumenta de nuevo la oferta que no esté
absolutamente determinada, pero el interés continuará y debe con­
tinuar e:ristiendo. Se origina una lucha de precios en el mercado
monetario, que no describiremos de nuevo, y se establecerá un-pre­
cio definido del poder adquisitivo que deberá contener el interés,
y^esto, bajo la influencia de todos los elementos del sistema eco­
nómico.

/§ 13. Debemos conexionar ahora los hechos empíricos, que he­


mos ^excluido hasta este momento, con el principio fundamental
relativo al interés. Debemos enumerar primeramente todas las fuen­
tes existentes de poder adquisitivo —en contraste con las nueva­
mente creadas—• que alimentan de hecho las grandes reservas del
mercado mo-netarioj y debemos mostrar, en segundo lugar, cómo
p sto s circu laría n sin interés^ y a la par. P e r a es p reciso el interés, si ha de h a-
o er -un in cen tivo a la creación de naedios cred iticio s de pago.
'ÍNTEB-ES DEL' e A P IT A f 201

se extiende el interés, de su base estrecha, por la total economía de


cambio, filtrándose a todo el sistema económico, y llegando a ocu­
par un lucrar mucho más importante de lo que parece deducirse de
nuestra teoría. Solamente consideraremos resuelto nuestro piODL-
ma si puede explorarse exhaustivamente toda el atea del problema
del interés en esas dos direcciones.
La primera tarea no presenta dificultades, ion primer lugar,
toda primera fase concreta del desenvolvimiento comienza —como
se ha dicho anteriormente— con una herencia de fases anteriores.
Pueden haber formado ya un depósito de poder adquisitivo los
elementos creados por la economía precapitalista de cambio, y de
aquí que habrá siempre mayores o menores cantidades de poder
de compra en el sistema económico que se hallan a disposición ae
las nuevas empresas, bien permanentemente, bien por un cierLO tiem­
po. Además, cuando el desenvolvimiento capitalista esta en movi­
miento, afluye al mercado de dinero una corriente cada vez mayoi
de poder adquisitivo disponible. Distinguiremos tres ramas de ella.
Primero, la mayor parte de la ganancia del empresario se emplea
en esta forma; la ganancia será “invertida”. En principio, aquí ca­
rece de importancia si el empresario invierte su ganancia en su
propio negocio o si envía al mercado esas sumas. Segundo, en caso
de retiro de los empresarios, o de sus herederos, de la vida activa de
negocios, si ello resulta en una liquidación de la empresa, entonces
quedan en libertad sumas mayores o menores, sin que necesaria­
mente se aten al mismo tiempo otras sumas. Tercero y último,
aquellas ganancias que el desenvolvimiento ofrece a gente distinta
de los empresarios, y que se basan en “repercusiones del desenvol­
vimiento”, irán a dar en mayor o menor medida, y directa o in­
directamente, al mercado de dinero. Señalemos aquL que ese pro­
ceso es accesorio también en otro sentido que en el de que dichas
sumas deben su existencia a que hay desenvolvimiento: es el hecho
de la existencia del interés, la posibilidad de recibir interés por esas
sumas de dinero, lo que lleva el poder adquisitivo disponible hacia
el mercado monetario. La adquisición de interés es el único moti­
vo que induce a su propietario a ofrecerlo; si no existiera el interés
se atesoraría el poder de compra, o se invertiría en bienes.
Lo mismo ocurre con otro elemento. Hemos visto que la sig­
nificación del ahorro en un sistema económico sin desenvolvimien­
tos i sería relativamente muy pequeña, y que lo que se comprende
por volumen de los ahorros en una nación moderna no es sino la

31 V éase cap. ii.


■'v ‘ --i ^ ^ .5 ^
"202 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
suma de esas ganancias procedentes del desenvolvimiento, que nun­
ca llegan a ser elementos del ingreso. Ahora bien, la importancia de
los ahorros en eh sentido real puede no ser suficientemente gran­
de —aun en un sistema con desenvolvimiento— para presentar un ■
papel decisivo en las necesidades industriales, si no fuera por el he-
r cho de que ^aparece una nueva clase de ahorro —y de ahorro
“real”— que se halla ausente en un sistema sin desenvolvimiento. El
hecho de que podamos asegurar un ingreso permanente por el prés­
tamo de una suma de dinero, actúa como un nuevo motivo de
ahorro. Resulta qoncebible, por el hecho de que una suma ahorrada
. aumepte automáticamente, que disminuya por tanto su utilidad
, marginal, y se ahorre a veces menos que si no se percibiera interés.
fe
Pero, por lo general, la existencia del interés —que ofrece un nuevo
método de empleo del dinero ahorrado^— conduce a un aumento
considerable de la actividad del ahorro (lo que naturalmente no quie­
re decir que todo cn.cm.e7ito del interés resultará en un aumento,
,proporcional o no, del ahorro). De ahí se sigue que el ahorro que
es directamente observable, es en parte una consecuencia del inte­ V
res existente; y aquí también tenemos una “corriente accesoria de
poder adquisitivo” afluyendo al mercado de dinero.
tercera fuente de abastecimiento del mercado de dinero, es
aquel dinero que se halla inactivo por más o menos tiempo, y que i ®
también se presta, si puede obtenerse por él un interés. Consiste
en capital de negocios disponible momentáneamente, etc. Los ban­
cos recogen esas sumas, y una técnica altamente desenvuelta per­
mite a cada unidad monetaria —aun en el caso de que se tehga
dispuesta para hacer frente a un gasto pendiente—■ contribuir a
^ aumentar la cantidad existente de poder adquisitivo. Un nuevo
hecho tiene lugar aquí. Hemos visto que la naturaleza de los me­ Blí
dios crediticios de pago y la explicación de su existencia no debe
buscarse en el esfuerzo de economizar dineró metálico. Indudable­
mente que dichos medios consiguen se emplee menos dinero que ■¿:
ed que se utilizaría si se realizaran todas las transacciones con metá­
lico.^ Pero esas transacciones surgieron solamente con ayuda de los
medios crediticios de pago, y no puede afirmarse que se plantee un
. ahorro de dinero frente a las exigencias de metal que hubieran apa-'
recido en la misma forma y al mismo tiempo si no hubiera habido
medios de pago crediticios. Y, sin embargo, debemos reconocer
que se resuelven ahora por medio del crédito otras transacciones que
qu^a se llevaran a cabo anteriormente por medio del dinero me­
tálico,, debido a la presión de los bancos que desean aumentar la
cantidad de. poder de compra portador de interés; eso sin conside-
INTERÉS DEL CAPIT AL 203
- v -u y .i ;
rar los medios crediticios de pago que surgen a causa del_ desen­
volvimiento. Esto es: la técnica bancaria crea también medios cre­
diticios de pago, y consecuentemente de esta fuente surge un nuevo
aumento de la cantidad disponible de dinero.
Todos esos elementos aumentan la oferta en el mercado mone­
tario y hacen descender al interes por bajo del nivel al cual se
situaría si no estuvieran presentes. Lo reducirían muy pronto a
cero si el desenvolvimiento no creara continuamente nuevas posi­
bilidades de empleo. Cuando se estanca el desenvolvimiento, el ban­
quero no sabe qué hacer con los fondos disponibles, y se hace a
veces dudoso si el precio del dinero contiene algo más que la suma
principal, el premio por el riesgo y la compensación del trabajo.
Retrocede entonces a menudo a segundo término —particularmen­
te en los mercados monetarios de naciones muy ricas—■el elemento
de creación de poder adquisitivo, y queda la impresión —tan cara
a la teoría económica como a la practica bancaria de que el ban­
quero no es sino un intermediario entre prestamistas y prestatarios.
- D e esta c o n c e p c ió n n o h a y sino u n paso a su stitu ir los b ienes c o n ­
c re to s q u e p re c isa el e m p resario , p o r e l d in e ro d e l p restam ista, e
in clu so lo s bien es c o n c re to s qu e p recisan quienes tra n s fie ra n al em -
. p re sa rlo lo s m edios de p ro d u c c ió n n ecesarios.
Puede señalarse ahora que existen casos —como ha recalcado ya
Bohm-Bav^erk— en los cuales se exige y paga interés solamente
porque es posible demandarlo y pagarlo. Un caso típico está re­
presentado por el interés sobre las cuentas bancarias. Nadie trans­
fiere su poder de compra al banco con la intención de invertir su
' capital de esa foima. Por el contrario, sólo se deposita el dihero, en
tanto que sea deseable tener una cantidad de poder de compra a
disposición propia, por razones privadas o de negocios. Y esto se
hana aun en el caso de que se exigiera alguna cantidad a cambio
del servicio. Pero, en la mayoría de los países, el depositante recibe
de hecho una especie de participación en el interés que deja la suma
en cuestión al banquero. Y una vez que ese proceso se ha hecho
usual, la gente no estará inclinada a dejar en un banco un saldo
■- que no pague intereses. Estos van al depositante sin que el mismo
tenga que poner nada de su parte. Ahora bien, este fenómeno al­
canza a toda la vida económica en forma muy profunda. El hecho ' f • <l .->
de que cada partícula de poder adquisitivo pueda dar interés, con­ S'&íS sIESHi
cede a ese poder un premio, cualquiera que sea el uso a que se
destine. Asii penetra el interés en los negocios de la gente que no
tiene nada „que ver con las nuevas combinaciones. Toda unidad
de poder adquisitivo debe luchar contra la corriente que intenta
’: ;Á ;
204 DESENVOjlVIMIENTO ’ EGONÓMIOO 'i|P
llevarla ai mercado monetario. Resulta también obvio, que -en to-»
dos los casos en los cuales se precise crédito por cualquier motivo, ■ I
estara unida la operación de crédito (empréstitos públicos, etc.)
con el fenómeno fundamental

§ 14. El fenómeno del interés se extiende en esa forma a todo el


sistema económico, y presenta un frente más amplio al observador
de lo que se deduciría de su naturaleza más íntima. De ahí que se -
convierte al propio Tiempo en un elemento del costo, como 'se ha
■indicado ya. Este fenómeno posterior que la doctrina dominante
acepta como hecho fundamental, explica—y al mismo tiempo jus-
titica las discrepancias entre su interpretación y la nuestra, Pero
cebemos dar aún otro paso, que es explicar el modo en que s é
trans-orma el interés en forma de expresión de todos los rendi­
mientos, excepto ios salarios.
i_n la práctica hablamos de la tierra como si diera un inmrés y
lo mismo lo hacemos de una patente o de cualquier otro bien que
produzca un ingreso de^ monopolio. Calificamos incluso de poiTa-
aoi ce ínteres a unp-endimiento no permanente; decimos, por'ejem-
pm, que^ ha dado interés una suma de dinero' empleada "en la es­
peculación, o bien una mercancía empleada con el mismo fin, ¿No­
va esto en contra de nuestra interpretación? ¿No nos muestra que "
e. ínteres es un ingreso procedente de la posesión de bienes, que es
una categoría totalmente diferente de lo que sería según nuestra
interpretación? ‘ ^
:&te método de expresar rendimientos ha dado su fruto teórico
con ms economistas americanos. El impulso vino del profesor Clark,
Denomino renta a los rendimientos de los bienes concretos de pro­
ducción; e interés ai mismo rendimiento concebido como resultado
ae un qondo económico perdurable de poder productivo (al cual
denomina capital’’)^. El interés aparece aquí, pues, meramente como
un aspecto especial de los rendimientos, y en ninguna forma '
como una parte mdependiente de la corriente nacional de inore-
sos. Ei profesor IHetter^s ha desarrollado aún más la idea en fo?ma
dRerente. Pero aquí nos interesa ■sobre todo la teoría del profesor
vqsher, expuesta en su obra T h e R ate o f Interest. Explica el interés
simplemente por la subestimación de la satisfacción de necesidades
mmras;^ mas recientem ente,ha expresado su teoría con la sioniente
a'irmacion; El interés es la impaciencia cristalizada en una tasa de
yéasg i a rtícu lo ‘=Die neuere W iits c h a fts th e o rie in den V erein ivteriod '
Otaaten , en la revista Schmoller's Jahrbuch. • - ■>'
Scientia, Edvista di Scim-za ( 1911 )
INTERÉS DEL CAPITAL 205

mercado”. Conexiona, por tanto, el interés con^ todos los bienes


que no estén dispuestos para el consumo final, t dado que pue­
den capitalizarse todos los rendimientos de estos últimos, y ^-xpre
sarse por tanto bajo la' forma de interés, éste no es parte, sino la
totalidad de la corriente de ingresos: los salarios son intereses so­
bre el capital humano; la renta es el interés sobre el capital en loima
de tierra, y cualquier otro rendimiento es asimismo un ínteres sobre
capital producido. Todo ingreso es valor_de producto descontado
según la tasa de subestimación de las satisfacciones luturas.^ Jista
claro que no podemos aceptar esta teoría porque no admitimos
siquiera la existencia del elemento fundamental en ella. Y también
es igualmente claro que ese elemento se hace para Fisher un tactor
central de la vida económica, que debe ser utilizado para la expli­
cación de casi todos los fenómenos -económicos.
El principio fundamental que entra aquí en consideración y que
debiera conducimos a comprender la práctica universal de expresai
los rendimientos en forma de interes, es ei siguiente, los^ bienes
concretos no son nunca capital, según nuestra interpretación, om
embargo, cualquiera que posea bienes concretos puede obtener di­
cho capital por venta' de los mismos, en un sistema que se supone
en pleno desenvolvimiento. En este sentido, los bienes concretos
pueden ser denominados “capital potencial”; o ai menos lo son desde
e l punto de vista de su poseedor que puede cambiarlos por capital.
Pero a este respecto no podemos incluir sino la tierra o la posición
de monopoHo,^^ y ello por dos razones. En primer lugar no es
posible vender la fuerza de trabajo, fuera del caso de la esclavitud.
Pero no existbn stocks de bienes de consumo, y de bienes de pro­
ducción producidos, en el sentido que pretende la doctrina domi­
nante, de forma que volvemos inmediatamente a la tierra y a os
monopolios. Y en segundo lugar, sólo la tierra y la posición de
monopolio dan ingresos en forma directa. Pero dado que también
el capital reporta ingresos en forma directa, su dueño no lo cambia­
rá por bienes que no rindan un ingreso neto, o solamente en el caso
en^que se le conceda tal reducción de precios que pueda obtener
una ganancia con ellos en el período económico presente e inver­
tir de nuevo su capital intacto. Pero en este caso, el vendedor su­
friría una pérdida a la que no se resignaría en principio, salvo en
condiciones anormales, o de situación desgraciada, como veremos
inmediatamente.
34 Aunque emplee esa forma de expresión, no quiero plantear dudas sobre
el hecho fundamental de que las posiciones de monopoho no son bienes
como puede verse con facilidad.
- Así ■
—en caso de desenvolvimiento—, los poseedores de “agen­ • ■
tes naturales” y los monopolistas, están perfectamente justificados
en^ comparar sus ingresos con el rendimiento del capital que po­
drían obtener por la venta de sus agentes o de su monopolio, pues
tal venta podría ser ventajosa. Y los capitalistas tienen también
razón en comparar sus ingresos procedentes del interés, con las
rentas o rendimiento permanente de monopolio que podrían obte­
ner con su capital. Ahora ¿qué cuantía tendrán los precios de ta­
les fuentes de ingresos? Ningún capitalista podrá valorar un trozo
de tierra mas que una suma de dinero que rinda el mismo interés
que la renta obtenida de aquélla, si suponemos que actúa domina­
do^ por el espíritu de adquisición. Pero el capitalista tampoco po­
dra valorar menos la tiepra, y esto por las mismas razones. Si la
tierra costara mas, no sería vendible, pues ningún capitalista querría
comprarla (desdeñando, como es natural, factores secundarios). Si
cospra menos, surgiría lai competencia entre los capitalistas que ele­ ■

varía su precio a ese nivel. Ningún terrateniente en situación eco­


nómica normal estara dispuesto a desprenderse de su tierra por una
suma menor, de la necesaria para reportarle un interés equivalente
a su renta. Pero tampoco podrá obtener una suma m ayor por ella,
pues se ofrecerá inmediatamente una extensión inmensa de tierra
al capitalista^ dispuesto a concederla. En tal modo se determina en
forma inequívoca el valor como “capital” de las fuentes permanen­
tes de ingresos. Las circunstancias que hacen que se pague más o
menos en la mayor parte de los casos, no afectan al principio.
En la solución del problema de la capitalización, el factor cen-
tral y fundamental es el interés sobre el poder adquisitivo. El ren­
dimiento de cualquier otra fuente permanente de ingresos se com­
para con el, y por el mecanismo de la competencia su precio se fija ;
de acuerdo con el mismo 1— como consecuencia de la existencia del
. Ínteres—- de forma que no se realiza ningún error al considerar al
rendimiento del capital potencial como'interés real. En realidad, '
por tanto^ todo rendimiento permanente se conexiona con el inte­
res; pero solo externamente, solo en la medida en que la magnitud
a la cual se relaciona esté determinada por el nivel del interés. Pero
no es interes; y el método contrario de expresión en la práctica,-
es puro juego de palabras. Y no depende directamente del interés *
corno sena el caso si se caracterizara correctamente la naturaleza
'i- J /de éste por la expresión “descuento del tiempo”.
Nuestros resultados pueden ampliarse también a los rendimien-
tos^ netos no-permanentes, por ejemplo, a las cuasi-rentas. No es- ^
difícil apreciar que, en regimen de libre competencia, un rendi-
SSSí':
-
¿
iii
-- ’ ' 'i n t e r é s D E L ' c a p i t a l '“' "207 / '■?

miento temporal se comprara y venderá por aquella suma de di- -■ .


ñero que invertida a interés en el momento del cierre del negocio,
resultaría en la misma suma en el momento en que dejara de existñ
el rendimiento neto temporal, como ocurriría con todos los rendi­
mientos netos si se prestaran a medida que fueran produciéndose. fj
En la práctica se dirá aquí también que el capital del comprador
^i. *fJl
produce un interés —y por las mismas razones que en el caso de
.'•'Líí
un rendimiento permanente—■a pesar de que el comprador carece
ya de su capital y ha cambiado su carácter de capitalista por el de •
beneficiario de una renta. ¿Qué suma obtendrá digamos el propie­ mÉM
tí3®l5l1SI
tario de un alto homo si éste no es portador de un rendimiento
neto permanente —quizá monopolico— o t6mporal, sino un nego­ t ’A
cio contenido en la corriente circular o, lo que es lo mismo, un
neo-ocio sin ganancias? (haciendo abstracción de la renta, que des­ í t."l
deñamos aquí). Ningún capitalista “invertirá” su capital en tal ne­
gocio. Para que la operación se realice, ha de rendirle no sólo el .
reemplazamiento de su capital, después de pasar el periodo normal
de vida de las maquinarias e instalaciones, sino también un rendi­
miento neto en vida de ella, correspondiente al interés que podría
haber obtenido en otra forma. Consecuentemente, si el comprador
no tiene otro motivo para poner el homo que recoge sus rendimien­
tos en la corriente circular, esto es, si no ha de jugar un papel en í'i
una nueva combinación, debe venderse a un precio infeiior a los
costos. El vendedor debe prepararse a soportar una pérdida, pues
solamente así se consigue que el comprador obtenga una ganancia
igual al interés que podría obtener de otro modo con el dinero
empleado en la compra.
En todos esos casos no son correctas las interpretaciones y ex­
presiones de ios hombres de negocios. Pero la falta de corrección
no tiene consecuencias prácticas, y es claro de otro lado por qué /-'!?[-i
se hace uso de esa interpretación inadecuada. El tipo de interés ¿ flM i
es un factor tan importante en el sistema económico moderno, es
en tal grado el barómetro de la situación económica en su conjun- ,
tó, que debe tenerse en cuenta en cualquier acción econórnica, y
entra en toda deliberación de ese carácter. Conduce al fenómeno,
observado por la teoría desde tiempo inmemorial, de que todos los
rendimientos del sistema económico, vistos desde un aspecto espe­
cial, tienden a la igualdad. ;|||
§ 15. La expresión elíptica del hombre práctico, que se halla siem­
pre implicada al hablar del interes sobre los bienes concretos, ha
conducido sin duda a error a la teoría. Pero deseo mostrar aho-

sSwíEíslí
208 DESENVOLVIMIENTO ECGNóMiCO
ra que también pueden resultar errores teóricos de la práctica de
ampliar k idea del interés más allá de su base real. ^
El “aspecto de interés” de los rendimientos es un punto de vista
inofensivo solo en el caso de rendimientos permanentes, esto es,
rentas y entradas permanentes de monopolio, pero no en los de­
mas casos. Consideremos, primero, el ejemplo del alto horno con
objeto de mostrarlo. El comprador del mismo recibe bajo nues­
tros supuestos una cantidad suficiente para adquirir (durante la
Vida de dicha instalación) su amortización y el interés de su ca­
pital, que suponemos consume como ingreso. Ahora bien, si no se
altera ninguna condición económica, cuando se agote el primero
puede construir otro horno de la misma clase y con el mismo costo
que el antiguo,3° Pero si esos costos son más elevados que origi­
nariamente, ei individuo en cuestión debe añadir alguna cantidad
a su fondo de amortización con objeto de poder hacerles frente.
/ el horno no le rendirá en ese caso un rendimiento neto. Ahora
bien, SI el comprador del homo apreciara ese hecho con claridad,
Uv.. construiría la nueva instalación, empleando por el contrario la
recuperada en otra parte. Si no lo apreciara, si se engañara
por el interés, saldría perdiendo en la operación, a pesa'r de que el
vendedor, por su parte, también haya sufrido pérdidas y de que
3,, comprador haya pensado que realizaba una buena inversión de
sus rondos. El caso nos llena de perplejidad en el' primer momen-
Lero no añadiré una palabra de explicación, pues el problema
oeoe ser claro para el lector que le conceda la atención debida.
aks casos no son raros en la práctica, y son la consecuencia de
-C costumbre de atribuir rendimientos netos permanentes a bienes
que no los dan. Claro que hay otros errores que pueden conducir
pamcien a los mismos desengaños. O bien pueden dejar de materia-
..-Zarse tales desengaños como consecuencia de circunstancias par-
alármente favorables. Pero creo que todo el mundo puede en­
contrar en su experiencia pruebas más que suficientes para abonar Ü
lo que se ha dicho.
Ti caso es similar si existen de veras los rendimientos netos, pero
no son permanentes; si, por ejemplo, un negocio rinde algunas cuo-
_as ae ganancia de empresario, o ingresos temporales de monopolio,
o ruay-rentas. Si a pesar de ello nos referimos a tales cosas como
portadoras de interés, no existe peligro en ello mientras recordemos
3._ carácter temporal de tales rendimientos. Pero en el momento'.en
-S lector verá que la argumentación no se altera si asumimos que el
-Oiiipr.idor qae desea mantener en uso el homo— no lo deja perecer cons-
.-‘uj^andolo de nuevo, sino que lo mantiene constantemente por reparaciones.

ELI
-" r^.

INTERES DEE- CAPITAL . Z' Lt ?oo - ^ '■


que los expliquemos como intereses, es indudable la tep^clión-'dq:-
consideraríos com_o permanentes; la expresión es en verdad _á veces',
■f " un síntoma, de este error. Y como es natural surgen las'ts%presas
Sí - más desagradables. Este interés tiene costumbre de dismiritiirden •
fonna obstinada, y aun de desaparecer de pronto. El hombre de­
negocios se queja en este caso de ios tiempos malos, y solicita aran­
celes protectores, ayuda estatal, etc., o se considera la víctima de
una mala suerte especial, o —con mayor razón— de nueva compe­
tencia. Tales casos son muy frecuentes, y ratifican con fuerza
nuestra interpretación. Y, sin embargo, deben referirse al error.
fundamental que conduce en la practica a desengaños terribles y a
pasos en falso, y en la teoría a las explicaciones del interés que
criticamos.
Se escucha con frecuencia la afirmación de que el negocio de
alguna persona “rinde” —digamos— el 30 por ciento, Pero eso no
es simplemente interés. En la mayor parte de los casos se llega a
tal resultado sin considerar como gasto la actividad del empresario
y, por lo tanto, sin incluir su remuneración en los costos, Y si
ésta no es la explicación no puede ser permanente el rendimiento.
J_.a experiencia de los negocios prueba del todo esta conclusión de
nuestra interpretación. Pues ¿que negocio “rinde interes en forma
■permanente? Es cierto que el hombre de negocios no advierte a
veces el carácter temporal del rendimiento, y hace las hipótesis más
diversas sobre la desaparición del mismo. Y el comprador se ve a
veces atraído por la esperanza de que se mantendrá el rendimiento;
todo lo más cree que la experiencia del propietario anterior debe
tener algo que ver con su dimensión. Aplica entonces en form.a
automática la fórmula del interés, en lugar del método correcto
del cálculo. Si emplea el primer procedimiento estrictamente, o
_sea si “capitaliza” el rendimiento al tipo corriente de interés, ven­
!
drá la quiebra. Los rendimientos de todo negocio cesan al cabo
de algún tiempo; todo negocio cae en la insignificancia si perma­
nece incambiado.
El negocio industrial individual no es origen permanente de
otra clase de ingresos que la renta y los salarios. El individuo que
está más inclinado a olvidarlo en la practica diaria, y a sufrir la.
experiencia desagradable indicada mas arriba, es el accionista típi­
co. Podía haberse pensado en la posibilidad de plantear una obje­
ción a nuestra teoría por el “hecho” de que un accionista puede
derivar un ingreso neto permanente sin cambiar periódicamente sus
inversiones. Según nuestro punto de vista, es preciso que el capi­
talista preste primero su dinero a un empresario, y a otro al cabo
210 DESENVOLVIMIENTO EíXíNÓM ICO

de algún tiempo, dado que ei primero no puede abonar intereses


permanentemente. Dado que hemos caracterizado a los accionistás
como meros aportadores de dinero, y dado que sacan un ingreso
permanente de la misma empresa, la objeción parece muy fuerte.
Pero precisamente el caso del accionista —y de todo acreedor que
, se adscribe permanentemente a una empresa— muestra la concor­
dancia entre la realidad y nuestra teoría. Pues aquél “hecho” es más
que dudoso. ¿Viven eternamente las compañías, y abonan eterna­
mente dividendos.^ Indudablemente que las hay, pero en líneas ge­
nerales solamente de dos grupos. En primer lugar hay ciertas ra­
mas de la industria —por ejemplo, algunos ferrocarriles, que
disponen de un monopplio que si bien no es perpetuo, se halla
asegurado por un largoj plazo. Aquí el accionista sólo recibe un
■ingreso de monopolio. De otro lado hay empresas que por su na-
■turaleza y programa realizan continuamente cosas nuevas, que de­
ben considerarse en realidad como formas de empresas continua­
mente renovadas. Cambian aquí constantemente los fines, así como
las personalidades dirigentes, de forma que.se halla en la naturaleza
“de las cosas que aparezcan siempre gentes de habilidad especial en
las posiciones de responsabilidad. Surgen de continuo nuevas ga­
nancias, y si el accionista pierde su rendimiento no se trata de un V!:; -
hecho necesario, sino de una desgracia explicable por el caso in­
dividual, Pero si desdeñamos estas dos categorías o, lo que es lo
mismo, si una compañía sólo explota un negocio definido sin una
posición de monopolio, existe, como máximo, renta de agentes na­
turales como ingreso permanente, y nada más. Ahora bien, la ex­
periencia confirma todo esto con gran fuerza, a pesar de que en
la práctica la competencia no actúe rápidamente y que, en conse­
cuencia, las empresas permanezcan en posesión de excedentes por
tiempo considerable. Ninguna compañía industrial de la clase men­
cionada gratifica a sus accionistas con una lluvia constante de oró;
■por el contrano queda reducida pronto a una situación que tiene
toda clase de parecidos con el agotamiento de un manantial. De l a ■

ahí que se esconda con frecuencia en los dividendos el reembolso


del capital, a pesar de que se tenga -ese exquisito cuidado en la
amortización de las máquinas, etc., en la contabilidad de la empre­
sa. Generalmente se amortiza de hecho —y con razón— mucho
más de la verdadera depreciación, y muchas empresas tratan de
amortizar con la mayor velocidad posible la totalidad de su capital.
Pues a todas les llega el momento en el cual el negocio como tal
■'carece de valor, estableciéndose sus rendimientos en el nivel de los :.
costos.‘ De manera que no existe un ingreso permanente que venga
IN TERÉS D E L C A P IT A L 211

del interés de uno y el mismo negocio, y cualquiera que crea lo


contrario puede perder la fe en sus ideas por la intervención a su
costo de los hechos. De aquí que no atestigüen contra nuestra in­
terpretación los dividendos de las acciones, sino todo lo contrario.

§ 16. Queda aún por ver hasta qué punto es esta teoría un ins­
trumento eficiente de análisis del material estadístico, y de la in­
vestigación de las cuestiones que surgen en relación con el inte­
rés. Parece acercar a la teoría pura los hechos del dinero, crédito,
y banca, más que cualquier otra interpretación. El autor espera
someter los resultados de su trabajo según estas directrices en un
libro que ha de publicarse en un futuro próximo, y en el cual se
estudian problemas tales como la índole de la relación entre reser­
vas en oro e interés, influencia del sistema monetario sobre el in­
terés, diferencias del tipo de interés en distintos países, y correla­
ción entre tipos de cambio y de interés.
Nuestra argumentación debiera explicar también el movimien­
to en el tiempo del tipo de interés. De hechos de esa naturaleza
es de los que puede esperarse la comprobación de la idea funda­
mental. Si el interés de la vida de negocios —lo que se denomina
generalmente “interés productivo”— tiene sus raíces en la ganan­
cia del empresario, ambos fenómenos deben moverse paralelamen­
te. Esto es de hecho cierto en las fluctuaciones de período corto.
En períodos más largos encontramos también alguna relación entre
la persistencia de nuevas combinaciones y el interés, pero existen
tantos elementos que han de tenerse en cuenta, y permanecen tan i
•<- j
imperfectamente iguales “las demás cosas” en cuanto vamos más
allá de —^por ejemplo— una década, que se hace extremadamente
difícil la comprobación. Debe tenerse en cuenta en tal caso no
solamente la intensidad de aparición del gobierno en el mercado de
préstamos, las migraciones de capitales, y los movimientos del ni­ -

vel general de los precios, sino que existen también cuestiones más
delicadas que no pueden abordarse aquí. '1
No existe nada en nuestra teoría que apoye el viejo punto de
vista —que ha adquirido para muchas personas el valor de un dog­
ma, a partir de los economistas clásicos— de que el interés ha de
mostrar por fuerza una tendencia secular a la baja. Puede mostrar­
se, sin embargo, que da impresión afirmativa, tan fuerte, que pare­
cen presentar los hechos, se debe en gran parte al elemento de
riesgo, que explica los datos medievales; y que el tipo real de in­
terés no muestra ninguna tendencia secular, verificando, más que
desaprobando, su historia la interpretación que hemos dado aquí. a
212 ' ' DESENVOL’I/IAÍIENTO ECONÓMICO ' ■T, '/- '
.: • ^ Estas observaciones deben bastar. Creo que el lector encontra-
rá en mi argumentación, por imprecisa que se halle y por muchas
modificaciones que requiera, algunos elementos para ia compren­
sión de aqueUa parte de los fenómenos económicos que ha presen-
taüo mayores dificultades hasta el presente. Sólo’ teng'O una cosa
que añadir: he tratado de explicar’ el fenómeno dei interés, pero
en lorma alguna de justiricario. Pues no es, lo mismo que ia ga­
nancia, un fruto directo del desenvolvimiento, en el sentido de un
premio por sus logros. Por el contrario, es más bien un freno
e — — necesario en una economía de cambio— al desenvolvimiento;
una especie de “impuesto sobre la ganancia dei empresario”. Cier­
tamente que no es eso suficiente para condenarlo, aun en el caso
de que se incluyan, entre las tareas de nuestra ciencia, la conde­
nación o aprobación de las cosas. Contra el veredicto condenato­
rio podemos afirmar la importancia de este “faro del sistema eco­
nómico”, concluyendo que el interés retira solamente del empresario
10 que ae otro modo habría ido a parar a sus manos, pero sin qui­
tar esos montantes a otras clases, fuera del caso del crédito ai con-
, sumo, o dei crédito “productivo-consuntivo”,. Pero este hecho, uni­
do a la consideración de que el interés no es un elemento necesario
de todas las organizaciones económicas, traerá siempre por resultado
que el critico de las condiciones sociales encuentre más cosas que
. obietar en el interés que en otra cosa cualquiera. Per eso es im­
portante afirmar que el interés es solamente la consecuencia de un
método especia] de llevar nuevas com.binaciones a la práctica, y
; que ese método puede ser modificado con mayor facilidad que
• cualquier otra institución fundamental del sistema de la competencia.

Ül

IIP

______ ______________________
C A P ÍT U L O VI

EL CICLO ECONÓMICO

O B SE R V A C IO N E S P R E L IP v í IN A K E S

La s i g u i e n t e t e o r í a de las crisis, y más correctamente, de las fluc­


tuaciones económicas recurrentes, tiene menos derecho a ser conside­
rada una representación satisfactoria de su objeto de conocimiento
que las ya expuestas sobre la función oel empresario, ci edito, ca­
pital, mercado del dinero, ganancia e interes. Una teoría satisiac- 'i
toria requeriría hoy más q"ue nunca un tratamiento comprensivo
del material inmensamente aumentado; la elaboración de las nume­
rosas teorías individuales basadas sobre índices diferentes de las
condiciones económicas, y su relación recíproca. El trabajo en
esa dirección es un ensayo; aun perrrianece incumplida mi pro-'
mesa de tratamiento exhaustivo.y y deberá seguir así por algún
tiempo, debido ai lugar que ocupa en ini programa de trabajo.
Sin embargo, someto de nuevo este capítulo sin más alteraciones
que en la "exposición, no solamente porque ocupa ahora su lugar
en ia investigación sobre las crisis, sino porque lo creo aún verdade­
ro; no sólo por considerar que contiene la aportación de este libro
a la materia," sino también porque esta aportación da la esencia dei
tema. De ahí que esté dispuesto a aceptar criticas sobre ia base
de este capítulo.
El estudio de las objeciones que han llegado a mi conocimiento
me ha confimiad.o en mi convicción. Mencionaré solamente dos.
1 He publicado desde entonces sobre ia materia (aparte del arrícuio en la
Zeitschrijt für Volkswirt., Sozialpol. und Verw j, el artículo “Die MHllen-
beweguns' des Wirtscliaftsiebens” en el A r c h i v f Ü T S o ' z i í í I z v i s s e T T s c h í z f t n i d
Sozicdpoíitík (1914). Hasta hoy, cuando se habla de mi teoría de las crisis se
cita fundamentalmente ese artículo. También fue expuesta en 1914 en una
conferencia en la Universidad de Plarvard, en la cual se llegó un. paso rpgs
adelante de la exposición de este capítulo, en lo respectivo a la fo.rmulación
y a la fundamenración, sin establecer, sin embargo, ningún cambio esencial.
Existe también un artículo 'hCreditlíontroUs (ibidei?i, 1925) que se ocupaba
principalmente de otras cosas, y “Onde en nieutvc Bankpohrik ’ en los Eco-
7i ftisch-Sicctistiche i Bsrichteyi (19/5), que no hace tampoco otra cosa que
0 7 7

rozar la cuestión fundamental. He desarrollado al detalle todo esto en una


conferencia en la Escuela Superior de Comercio- de Rotterdam, en 1925. Fi­
nalmente, Duedo aconsejar el articulo publicado en EcoTioz/ticct (1928), para,
una explicación abreviada de este problema.
213
2'14 D E SE N V O L V IM IE N T O ECON ÓM ICO

Existe en^ primer lugar la crítica según la cual mi teoría no es más


que una psicología de las crisis”. Esta objeción se ha hecho en for-
, ma tan cortés por una autoridad competentísima, muy estimada
por mí, que me veo obligado a formular en forma más aguda su
verdadero contenido, con objeto de que el lector comprenda lo “TL'.v
que efectivamente significa. “Psicología de las crisis”, significa, sin a i»
duda,^algo completamente definido, y es distinto de “psicología de]
valo r’, pongamos por ejemplo; significa insistir sobre esas aberra-
, ciqnes tragico-comicas del espantado mundo de los negocios que
o^^pcptitrarrios, especialmente en el pasado, en todas las crisis. Como
teoría de las crisis, supondría, en consecuencia, la fundamentación V -
de una explicación científica sobre fenómenos obviamente acom­
pañantes y consecuentes (pánico, pesimismo, etc.), o bien —cosa
que sena un grado mejor— sobre las tendencias de expansión exis-
mntes anteriorrnente, como fiebre de fundaciones de negocios, etc.
Tal teqrí^ es estéril; tal explicación no explica nada. Pero esa no es
mi posición. No solamente trato siempre de manifestaciones exter-
,- .nas de la conducta, de forma que no podrá encontrarse psicología
.sino^en el sentido en que podría encontrarse en cualquier argumen-
■tación, aun la más objetiva, sobre hechos económicos, sino que ex­
plico el fenómeno de las fluctuaciones económicas —sucedan o no
sucedan ahora— solamente por una cadena objetiva de causación oue
su camino; es decir, por el efecto de la ap ¿i- 5»®
cion de nuevas empresas sobre las condiciones de las existentes ante­ ii®
riormente, cadena de causación que se sigue de los hechos explica­
dos, en el capítulo segundo. ^
También está la objeción formulada por Loe'we; mi teoría no ex­
plica la periodicidad de. las crisis.^ No comprendo eso. Pueden en­ V:.t; '
tenderse dos cosas por periodicidad. Primero, el mero hecho de que
cada auge ya seguido por una depresión, y una depresión por un
-yuge. Y mi teoría sí explica esto. O, en segundo lugar, puede en­
tenderse por periodicidad la longitud real del ciclo. Pero eso no
explicarse numéricamente por ninguna teoría, pues depende
;úR*^V‘^^^^emente de los datos concretos de cada caso individual. Sin
embargo,-mi teoría general da una respuesta: el auge finaliza y
la depresión comienza después del período de tiempo que debe
*
mediar antes de la aparición en el mercado de los productos de las
nuevas empresas. Y un nuevo auge sucede a la depresión cuando se
proceso de reabsorción de las innovaciones.
*
.. Pero Loewe quiere decir otra cosa, que ha sido formulada como

En la FestsGhTÍft en honor de Brentano, ii, 351.

-.íí---V -*=
Íife«í|fa"--*' ::^.;^<L-='-r V. r t ^ --■f + '', :--'v--L-j;,y;v. ,^4“-'7,y!ir-5g'T#air©'5feV'’^i:4a^
’ci<XO"ÉCONóKir(XS' -:. "" ' 215 ^ *

sicrue por Emii Lederer.^ Se dice que mi tratamiento no es sa-


" ti&actorio porque no trata de expHcar el porqué de la aparición
periódica del empresario, en bandadas como si dijéramos; ^cuales
son las condiciones bajo las cuales aparecen; si aparecerán siempre
y por qué, cuando las condiciones sean favorables”. Ahora bien,
puede afirmarse que he explicado en forma inconclusa la aparición
en bandadas de los empresarios, que con sus fenómenos subsiguien-
‘ . tes, constituye la única causa de los períodos de auge. Pero afirmar
que no he tratado siquiera de explicarlo (siendo así que toda mi
argumentación se dirigía a dicha finalidad), me parece totalrnente
insostenible. En el segundo capítulo se mostraron las condiciones
bajo las cuales aparecen los empresarios —desdeñando las condi­
ciones generales económicas y sociales de la economía de libre com­
petencia—, y pueden ser reformuladas brevemente como la existen­
cia de nuevas posibilidades más ventajosas desde el punto de vista
í
económico-privado, condición que debe cumplirse siempre; la acce-
" sibilidad limitada de dichas posibilidades a causa de las calificaciones
personales y circunstancias externas necesarias,'^ y una situación
económica que admita un cálculo aproximado. El motivo
aparición del empresario bajo estas condiciones no es mas proble­
mático (si nos adherimos a los supuestos implicados en nuestro
concepto de empresario) que el hecho de que cualquiera se apro­
pie de una ganancia cuando la tenga ante sus ojos.
Quisiera enfrentar ahora mi teoría con una de las aportaciones
más completas en este campo —^la de SpiethofP— ^sin ánimo de
crítica, sino simplemente con objeto de destacar mis ideas en forma
más clara, pues no admite comparación en punto a comprensividad
y perfección. Ambos sostenemos el punto de vista —^tomado de
Juglar—, que la cosa importante que hay que explicar es la fluc­
tuación en forma de ola de los negocios, mas que la propia crisis.,
' Estamos de acuerdo con la concepción —establecida por mi,, en
este capítulo y también en el segundo— de que las situaciones al­
ternativas de expansión y contracción (Wechsellagen) son las for-,
3 Véase su interesante trabajo “Konjunktur und Krisen , en el Gncndxiss
der Sozialókono7nik, vol. iv, parte 1®, p. 368. ^ ^ -rs,
4 La, nueva formulación en el capítulo ii. tiene también en cuenta la ob- , ■i
^ jeción de Loewe, que éste manifiesta con la. denominación de hombre de.
negocios “semiestático”. _ . i r , • »
5 Véase, su exposición más reciente, y sobre todo el articulo Jypse , en
el Hmdvoorterbuch der Stímtswisenschaften, pero también la exposición en ^1
Hmnburger Wirtschaftsdienst (1926), cuaderno !<?;■ también su conferencia
“Modeme Konjunkturfoischung”, ante los Amigos y Patronos de la Um-
- versidad de Bonn.
ir-'
2T6' DESENA/OLVIMIENTO ECONÓMICO ’
mas que adopta el desenvolvimiento económico en la era del ca-
pitalismo. De aquí que coincidamos también en la opinión de que
el capitalismo completamente desenvuelto debe datarse a partir de la
oresentación indiscutible de tales situaciones alternativas (según
opiethoff a partir de 1821 en Inglaterra, y en Alemania desde la
•-.uarta década del mismo siglo). Xambién estamos de acuerdo en
que_ el dato más representativo de la situación general de los ne­
gocios, es el consvm to de hierro; es decir, que reconozco la co-
j-xeccion del índice que Spiethoff descubrió y elaboró —^por mi
pHxíe no puedo aAgar esfuerzos en esa dirección—, desde ebpunto
ds vista ^teórico, lambien estamos de acuerdo en que el nexo caii-
oai comienza con los medios de producción que se compran con
captal, y^ que el auge pe materializa primeramente con la produc-
cioxi de instalaciones_industriales (fábricas, minas, barcos! ferro-'
'_arriles,ptc.). Por ultimo, también estamos de acuerdo en que la
■-.Apansion surge debido a la “mayor inversión de capital” en nuevos
negocios (como dice bpiethoff), extendiéndose después el impulso
meicados de materias primas, de trabajo, equipo, etc. Tam­
bién entendemos Iqpiismo por capital, en el sentido que aquí inte-
x^sa, í^on la excepción de que la creación de poder adquisitivo juega
un papel fundamental en mi argumentación (cosa que no ocurre en
ip doctrina de aquel economista). Hasta ahora podría limitarme a
añadir una sola cosa; que las inversiones de capital aparecen en
.■ñctsse en intervalos dados, no distribuyéndose en forma regular en eP
Tmpo. ^Este es, sin duda, un hecho fundamental, y ofrezco una
A.vpiicacion de el que no da Spiethoff, cuya concepción del ciclo
estándar acepto ( M iísterkreislauf).
Eas difciencias entre ambos se reducen a la circunstancia que
corta el auge, y provoca la depresión. Esta circunstancia es para
spiethoff la sobreproducción de bienes de capital en relación con
J capital existente, de un lado, y respecto a la demanda efectiva,
por otro. También podría aceptar este hecho como una descrip­
ción del hecho real. Pero mientras que la teoría de Spiethoff se
detiene en ese elemento y trata de hacernos comprender las cir-
.,'x.nstancias que inducen a los pro,ductores de equipo industrial, de
materiales de construcción, etc., a producir periódicamente más
■tic lo que puedan absorber sus mercados en dicho momento, mi ■
íeoiia trata, de explicar la si'tuacion de ios negocios en la forma
^ue apaiece en este capitulo, que puede resumirse en la siguiente
, loima; el execto de la aparición de nuevas empresas eit masse^ sobre
ias antiguas y sobre la situación económica establecida —teniendo
en cuenta lo establecido en el segundo capítulo, que las nuevas

d.bV.T.
* _____ __
ñb- ■ ■ /e l . CICLO ECONÓMICO ' '

■empresas no surgen de las antiguas, sino aparecen a su lado _y las


eliminan en la competencia—, es de tai naturaleza que cambia to­
das las condiciones, y hace necesario un proceso de adaptación.
Esta diferencia de opiniones se reduciría aún más con una discu­
sión más detallada.
'1' Era de todo punto imposible mantener la brevedad de mi anti-
■cfua exposición, y mantener al mismo tiempo su invulneiabihdad.
fclí Y, sin embargo, la lie acortado mas aun., con objeto de destat^ar
en forma más clara sus ideas fundamentales. Poi la misma razón
numeraré las etapas de mi argumentación.
§ 1. Nuestro problema es éste: ¿procede el desenvolvimiento, que
hemos descrito, en forma continua e ininterrumpida? ¿es similar
al crecimiento orgánico graciual de un aibol? La experiencia res­
i ponde a estas preguntas "en forma negativa. Es un hecho que el
sistema económico no se mueve sin tropiezos y en forma continua.
tí Ocurren retrocesos, movimientos contrarios e incidentes de todas
‘:
clases que obstruyen el camino del desenvolvimiento; existen rup­
i,-...' turas en el sistema económico de valor, que lo i.ntermmpen. ¿Por
tft qué motivo? Encontram-os aquí un nuevo problema.
Si tales desviaciones del sistema económico respecto de una ^lí­
nea normal de desenvolvimiento fueran raras, apmas constituirían
un problema que exigiera la atención del teórico. En una economía
sin desenvolvimiento el individuo puede enfrentarse con desgracias
• - que pueden ser extraordinariamente seria,^para él sin que la teoría
tenf^a ninguna necesidad de estudiarlas, i ampoco requerirían una
investio^ación general los fenómenos que pudieran destruir el des­
envolvimiento económico de un país, en caso de que fueran raro*
V concebibles como sucesos individuales. Pero los movimientos de
' retroceso y otros de que hemos hablado aquí son frecuentes, tan
frecuentes que parecen manifestar algo así como una periodici­
m dad fatal.-Y por ello es imposible hacer abstracciones, desde un
punto de vista práctico —^ya que no logico , de esta clase de j.e-
nómenos.
Además, si después de haberse resuelto una interrupción, se re­
anudara el primitiW desenvolvimiento en el punto alcanzado antes
de interrumpirse, tampoco sena muy grave, en piiiicipio, la signi­
ficación de la interrupción. Podríamos afirmar haber tenido en
cuenta todos los hechos fundamentales del desenvolvimiento aun
si no pudiéramos explicar estos incidentes perturbadores, o si hu--
Xbiéramos hecho abstracción de ellos. Y, sin embargo, no es este^ el
caso. Los movimientos en sentido contrario no obstaculizan sólo

____ - ------------ --------- ___________ _ e ;_ , ------^------ _ r : E i i _ l-------------


el desenvolvimiento, sino que le ponen término. Se aniquilan gran
cantidad de valores; se cambian las condiciones fundamentales y los
supuestos previos de los planes de los dirigentes del sistema econó­
mico. El sistema económico precisa reagruparse antes de marchar
de nuevo el sistema de valor necesita de una reorganización. Y ¿F
desenvolvimiento que comienza ahora es nuevo, y no simple con-- MÜ »
tinuación del anterior. Sin duda, la experiencia nos muestra que
también ha de moverse más o menos en la misma dirección que é l'
anterior, pero se ha interrumpido la continuidad del “plan”.® El
nuevo desenvolvimiento arranca de condiciones diferentes y es eh
parte obra de hombres nuevos; muchas esperanzas y valores anti­
guos se entierran para siempre, surgiendo otros nuevos. Empírica- '
mente puede ocurrir que las líneas fundamentales de estos deseri^"'
volvimientos parciales, que se dan entre dos retrocesos, coincidan^
-con los rasgos generales de todo el desenvolvimiento, pero desde
el punto de vista teórico no podemos considerar meramente los -
. contornos del total. Los empresarios no pueden saltar la fase dé'
retroceso, llevando intactos sus planes a la fase siguiente del des­
envolvimiento, y tampoco puede hacerlo la explicación científica'■
sin perder contacto absoluto con los hechos.
Debemos investigar ahora esta clase de fenómenos, que contras- "
ta agudamente y se sitúa en cierta oposición aparente frente a otros
fenómenos del desenvolvimiento. En los comienzos existen las si­
guientes posibilidades. -En primer lugar las crisis pueden ser o no
ser un fenómeno uniforme. Las rupturas peculiares del desenvol--
Yimiento que conocemos por la experiencia y llamamos crisis, apa­
recen siempre a la mente ingenua como formas de uno y de un
solo fenómeno. Sin embargo, es evidente que esa uniformidad de
las crisis no va muy lejos. Por el contrario, existe fundamentaL
mente solo en una similitud de los efectos sobre el sistema econó­
mico y sobre los individuos, y en el hecho de que ciertos aconteci­
mientos tienen el hábito de presentarse en la mayor parte de las
crisis. Pero tales efectos y tales acontecimientos aparecerán con ■
las jperturbaciones mas variadas, lo mismo externas que internas, de''
la vida económica, y no son suficientes para demostrar que las crisis
son siempre el mismo fenómeno. De hecho, pueden diferenciarse
varias causas y clases de crisis. Y nada nos justifica en asumir
antemano que las crisis tienen en común algo más que el elemento'
del cual arrancamos, a saber, que son todas acontecimientos que
obligan a interrumpir el desenvolvimiento económico anterior. ^

® Siempre naturalmente menos, a medida que prog'rese la trustificación. •


EL CICLO ECONÓMICO 219

-En segundo lugar, las crisis pueden o no, ser susceptibles de una
explicación puramente económica, bien sean fenómenos homogé­
neos o heterogéneos. Indudablemente es innegable que las crisis
pertenecen esencialmente a la esfera económica. Pero no es cierto
en forma alguna que correspondan a la naturaleza del sistema eco­
nómico, o a una clase de sistema, e-n el sentido de que habrían de
resultar necesariamente del funcionamiento de los factores econó­
micos abandonados a su libre juego. Por el contrario, sena perfec­
tamente posible que existieran las verdaderas causas de las crisis
fuera de la esfera puramente económica; esto es: que fueran con­
secuencias de perturbaciones que actuaran sobre la misma desde el
exterior. La frecuencia y la pretendida regularidad de las crisis no
serían por sí solas un argumento concluyente, pues podría concc':-
birse sin dificultad que ocurrieran tales perturbaciones con fre­
cuencia en la vida práctica. Una crisis sería en tal caso simplemente
el proceso por el cual la vida económica se adapta a las nuevas
condiciones.
En relación con el primer punto podemos afirmar de antemano
lo siguiente. Si hablamos de crisis cuando se tropieza con grandes
perturbaciones, entonces no existe otro atributo común que el pro­
pio hecho de la perturbación. Por el momento es conveniente
concebir las crisis en este sentido amplio. Los procesos económicos
pueden dividirse entonces en tres clases diferentes: los del proceso
de la corriente circular, los del desenvolvimiento, y los que impiden
el curso regular de este último. Y este arreglo no esta tan alejado
de la realidad. Podemos mantener separadamente los tres en la vida
real. Y solamente un, análisis más detallado podría decirnos si uno
de ellos cae sobre el dominio de uno de los dos restantes.
La ausencia de un atributo general en las perturbaciones está
probado por la historia de las crisis. Aquellas se han producido en
cualquier lugar concebible del cuerpo económico, y más aún en mo­
dos diferentes, y en lugares distintos. Aparecen a veces del lado
de la oferta, y otras del de la demanda: en el primer caso a veces
en la producción técnica, y a veces en el mercado o en las rela­
ciones de crédito; en el segundo caso, a veces por cambios en la
dirección de la demanda (por ejemplo, cambios en la rnoda) ,y ^
veces por alteraciones en el poder de compra a disposición de los
consumidores. En la mayoría de los casos los diversos grupos in­
dustriales no sufren en la misma forma, sino que primero titio pa­
dece más, y después otro. Otras veces se caracteriza la crisis por
una ruptura del sistema crediticio que afecta especialmente a loy
■ capitalistas, mientras que otras veces son los obreros o los terrate-

.._ . ........................... ..... ........


■ #SliáiillSSp$Bfclí|w®S?iíiiiiliiiSftSSSÍi®iliyflift?^fciftif|
Pfffp
)22D DESENVOLVIMIENTO ECONÓA/ÍICO
nieiites quienes suíren la mayor parte de las consecuencias. Los
empresarios pueden sentirse también emmeitos en las formas más
diversas.
A primera vista Ío más ■prometedor parece un intento de buscar
el elemento común de las- crisis en ia forma de su aparición, Y es
ese elemento, en realidad, el que ha conducido a la convicción po­
pular y científica de que todas representan uno -p el mismo fenó­
meno. Pero es fácil apreciar que estas características externas que
pueden ser tomadas superficialmente no son comunes a la perturba­
ción del desem/olvimiento. Por ejemplo, es muy obvio eí elemen­
to del pánico. Fue un factor importantísimo de las crisis anteriores.
Pero también hay pánicos sin crisis, así como también hay crisis
sin que el pámco haya hecho anteriormente su aparición. En todo
caso no existe una relación entre la intensidad del pánico y la de la "
'crisis. V^ finalmente, será más justo afirmar que ios pánicos son
más bien las consecuencias del estallido de la 'crisis que su causa
directa. Y todos estos argumentos pueden aplicarse a frases hechas
dei género de “fiebre especulativa'’^ “sobrep'roducción’lp etc. Una
vez comenzaaa. la crisis y cambiada ya la situación económica en
su conjunto, puede aparecer sin sentido gran parte de la especula­
ción y demasiado grande cualquier cantidad producida de'bienes,
a pesar de haber sido am.bas apropiadas al estado de los negocios an­
teriores ai estallido de la crisis. Del mismo modo, la destrucción de '
empresas individuales, la carencia de relación precisa entre las di- ■
■í/ersas ramas de la producción, la incongruencia entre la produc­
ción y el consumo, y otros elementos de la misma índole'pueden
llamarse más bien elementos que efectos de la crisis. Que no existe
un criterio satisfactorio de las crisis en ese sentido se pnaeba por el
hecho de que si bien en la literamra descriptiva de la materia^siem-
pre se encuentran una serie de crisis, sin embargo, éstas no coinci­
den más que en la simple enumeración. ^
jLlegamos ahora a la o'tra cuestión, de que si las crisis son fenó­
menos puramente económicos, es decir, si pueden compréndeme
ellas mismas, así como toda.s sus causas y efectos, por factores ex- -
plicativos que resulten dei estudio dei sistema económico. Es claro
que esto no es siempre necesario. Pues podría admitirse sin discu­
sión que el comienzo de una guerra puede causar perturbaciones ^
de tal índole que hagan preciso hablar de una crisis. Seguramente no
puede decirse que' eso sea la regla, pues las grandes guerras del si- ■
,glo t;ix no condujeron en su mayor parte a crisis inmediatas. Pero
‘ I'Jo querem os re fe rirn o s con ello a las teorías más detalladas de ia so­
brep rod u cción , sino a la re feren c ia p o p u la r a, este elem ento.
i-í '

EL a C L O ECONÓMICO 221

el caso es concebible. Supongamos que una nación insular que


dispone de un tráfico activo con otros países, y cuyo sistema eco­
nómico se halla en pleno desenvolvimiento, en nuestro sentido,
queda aislada del mundo exterior por una flota de guerra. Se obstru­
yen por igual las importaciones y las exportaciones, destrozándose
él sistema de valores y precios, no pueden cumplirse las obliga­
ciones. rompiéndose ia cadena del ancla dei crédito; todo eso es
concebible, ha ocurrido y representa sin duda una crisis. Y esa
crisis no es capaz de ser explicada en forma puramente económica,
pues su causa —la guerra— es un elemento extraño al sistema eco­
nómico. La crisis surgió, y se explica al mismo tiempo, por la
actuación de este cuerpo extraño a la esfera económica. L tales
factores extraños explican con gran frecuencia las crisis.^ ^Un ejem­
plo importante es una mala cosecha, que puede producir crisis y,
i* como sabemos, ha llegado incluso a constituir la base de una teoría
general de ellas.
Pero aun las circunstancias que no actúan desde el exterior sobre
el sistema económico en forma tan manifiesta como las guerras, o
las condiciones meteorológicas, pueden ser apreciadas desde el pun­
to de vista de la teoría pura, como efectos de causas exteriores de
perturbación y, por tanto, en principio, como accidentales. Pode­
mos afirmar, como ejemplo, que la abolición repentina de aranceles
protectores puede provocar una crisis, Y tal medida comercial es
indudablemente un suceso económico. Pero no podemos afirmar
nada seguro sobre su aparición sino simplemente contentarnos con
ia investigación de sus efectos. Desde el punto de vista de las leves
de la vida económica, se trata.de una influencia extrínseca. Es de­
cir, que hay crisis que no son simplemente fenómenos económicos,
en nuestro sentido, Y como no lo son, no podremos afirmar nada
trenerai desde el punto de vista económico sobre sus causas. Según
nuestro punto de vista, deben ser consideradas como accidentes des­
•'vIL' graciados.
Se plantea ahora la cuestión: ¿existen crisis puramente econó­
micas en nuestro sentido, crisis que podrían manifestarse sin los
impulsos exteriores de que acabamos de dar ejemplos? De hecho
es concebible y se ha defendido el punto de vista de que las crisis
son siempre efectos de circunstancias externas. Opinión que es in-
s No sólo pertenecen a este grapo de hechos los fenómenos similares a
las crisis al comienzo de la primera Guerra Mundial, sino también las crisis
de la posguerra en codos los países, cuya naturaleza no se define en forma
exhaustiva con la denominación de “crisis de estabilización”, ni “crisis de
deflación”, según sea el caso.
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

dudablemente muy aceptable. Si fuera correcta no podría existir


una teoría económica verdadera de las crisis, y deberíamos limi­
tamos a establecer esos hechos o, a lo más, a intentar clasificar esas
causas externas de los ciclos.
Antes de responder a la cuestión planteada, debemos eliminar
una ciase especial de crisis. Si la industria de un país se financia
por otro, e inunda ageste último una ola de prosperidad que ofrece
al capital empleos más _beneficiosos que los encontrados hasta ahora
en el primero, se manifestara una tendencia a retirar el capital de
-sus inversiones anteriores. Si ocurre eso rápida e inconsiderada­
mente, puede resultar una cmis en el primero de los países. Este
ejemplo puede mostrar que [causas puramente económicas produ-^
cidas en un area, pueden ser origen de crisis en otra. El fenómeno
es frecuente y generalmente reconocido. Y eso puede ocurrir no.
solamente entre dos países diferentes,- sino también enti’e dos zonas
distmtas del^ mismo país, e incluso entre ramas industriales distintas
en una región económica. Cuando se presenta una crisis en un
lugar, se extiende por lo general a otros. El problema es ahora:
¿son tales fenómenos de carácter puramente económico, de la clase
de los que pretendemos encontrar.? La respuesta debe ser negativa.
Las condicionéis económicas de otros países son datos para cualquier
sistema económico y solamente pueden jugar el papel de elementos
^no-economicos al explicar los fenómenos que ocurren dentro de
él. Son accidentes para el sistema económico bajo consideración,'
y tratar de determinar una ley general para dichas crisis sería per­
der nuestro tiempo en vano. ^
Finalmente, después de descartar todas las causas exógenas de
las crisis, encontramos otras ¡aún que son puramente de carácter
econornico, en el sentido de que surgen dentro del sistema econó­
m ico, sin present^, sin embargo; un problema teórico nuevo. Toda ""
nueva cornbinacion —^para continuar usando nuestra antigua expre­
sión está expuesta al peligro evidente de fracaso. Los casos en
que ramas enteras de la industria cometen errores fatales serán ra­
ros, pero pueden, sin embargo, suceder, y si la industria en cuestión
es suficientemente importante, se producirán como consecuencia la i*'
mayor paire de los.síntomas de las crisis. Pero de otro lado, estos
acontecimientos son perturbaciones que deben explicarse individual­
mente en cada caso, y no inherentes al proceso económico en el » -
sentido de ser el resultado de un elemento o factor esencial a él.
Si consideramos la lista de las posibles causas de perturbaciones,
■puede llegar a ser dudoso si quedará aún algo por revistar, si ha-
cemos -abstracción de todas las causas nombradas, y si se puede
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.r- . :
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'¿i^^ ' . ' ÉL C i c t ó ECONÓMICO 223


\ W|
decir otra cosa sobre las crisis que la afirmación de ser provocadas
pon. accidentes internos y externos, en ,caso de que marche mal
algo que sea suficientemente importante. La historia no nos daría sSl, *-
V ¿'•X/i
eiemplos contrarios a esa teoría. Pues en todos los casos historíeos
hav tantos “accidentes” que pueden ser hechos responsables de las
crisis sin que ello suponga ninguna conclusión disparatada, que la
necesidad de encontrar causas más generales y fundamentales, es
menos obvia de lo que parecen suponer muchos. Puede señalarse
que (cualquiera que sea el sentido en que decidamos la . v: J
cuestión) es más importante el marco individual de la mayoría de
las grandes crisis de la historia para la explicación de los hechos
reales observados en cada caso, que cualquier cosa comprendida
en una teoría general —suponiendo que ésta sea ppsible de elabo-
j-ar_ que no puede resultar más que en una contribución al diag-
-nóstico o al fundamento de la política que remedie la situación. Si
los hombres de negocios tratan de explicar casi siempre cualquier
crisis por referencia a las circunstancias especiales del caso de que
se trate, no puede decirse que anden del todo descaminados. Como
tampoco carece de fundamento el antagonismo del “empírico” fren­
te a cualquier intento de construir una teoría general; si bien no
es antagonismo lo que se precisa en este caso especial, sino distin-
eión clara entre dos tareas totalmente diferentes.
El descubrimiento decisivo que resolvió la cuestión y desplazo
-al mismo tiempo nuestro problema a una base un tanto diferente,
consistió en establecer el hecho de que existe, al menos, una clase
'de crisis que forma elententos o al menos incidentes normales, si
no es que necesarios de un movimiento ondulatorio de prosperi-
- dades y depresiones que han prevalecido en la vida económica desde ''"í ;-Cl
que se inició la era capitalista.® Este fenómeno surge, pues, de la
' masa de hechos multiformes y heterogéneos que pueden ser cul-
® pados de retrocesos y catástrofes de todas clases, E!sas grandes
.peripecias, de la vida económica es lo que debemos explicar sobre
-todo. Tan pronto como captemos ese problema, estamos —para
: los propósitos del anáhsis teórico— no sólo justificados sino obli-
-gados a imponer la ausencia de las demás_ perturbaciones (internas
' y externas) a que está expuesta la vida industrial, con objeto de
' .aislar la única cuéstión interesante desde el punto de vista de la
teoría. Pero al hacerlo no debemos, sin embargo, olvidar que lo que
descartamos no es por eso de menor importancia, y que nues-
^ tra teoría —si se mantiene dentro de los límites estrechos de nuestra
9 Este descubrimiento y la percepción total de sus consecuencias se debe
í-í;; a Clément Juglar.

.-.y-
2t4 d é se n v
ECONÓMICO
cuestión—^no podrá medirse con todos los intentos analíticos de
mayores alcances, que traten de proporcionar un aparato oara la
totai comprensión del curso real de las cosas. ^
La^ Cuestión puede formularse ahora como sigue: ¿por qué no
procede el desenvolvimiento económico, en nuestro sentido con
la misma regularidad con que crecen los árboles, sino a saltos?
Qjror que presenta esas alzas y bajas características?

5 2. ya respuesta no puede ser suficientemente corta y precisa:


exclusivamente p o r no distribuirse igu ahn en te en el t i e m p o í s n u e­
vas covibmaciones^^ con m p od ría su p on erse p o r los p rin cip ios g e -
n eia les d e la probabilidad —en forma tal que pudieran escogerse
intem/aios de tiempo^ dentro de los cuales s'e llevará a la práctica
una nueva combinación— sino que, en caso d e aparecer, lo h aceir en
form a discontinua, en gim pos o bandadas.
justa respuesta debe a) interpretarse, explicándose más tarde
u) la ptesentacion en grupos, después de lo cual se analizarán c) las
consecuencias de ese hecho y el curso del nexo causal implicado
^ capítulo). El tercer punto contiene un nuevo
piobyma sin cuya solución sería incompleta la teoría, A pesar de
que aceptemos la afirmación de Juglar, de que “la únióa causa
m m depresión es ia prosperidad” —lo que significa que la de­
presión no es otra cosa que la reacción del sistema económico fren­
te a* auge, o adaptación del sistema a la situación a que le lleve el
a?jge, de forma que su explicación está enraizada también en Ja pro­
pia explicación delyuge, sin embargo, la forma en que el auge con-
duce a la depresión es ya una cosa en sí, yomo podrá ver en
seguida^ el lector en las diferencias que sobre este punto establezco
con Spiethoff, Se verá también de inmediato que esa cuestión se
responde —sin dificultad y sin ayuda de nuevos hechos o instra-
mentos teóricos— por nuestra argumentación.
a) Si las nuevas empresas aparecieran en forma independiente
una de otia,^no habría auge ni depresión como fenómenoi especía­
les, ^distinguibles, extraños y de recurrencia regular. Pues su apa-
Aición sería, en general, continua; se hallarían distribuidas en forma
pareja en el tiempo, y los cambios que fueran afectados por ellas
en ia corriente circular serían cada, uno relativamente pequeños,
siendo, por tanto, los disturbios de carácter puramente local y fá­
cilmente solucionables para el sistema económico en su conjunto.
nTo se producirían perturbaciones en la corriente circular y, por
lo tanto, ninguna perturbación de crecimiento. Debe notarse que
•j>o es cierto para cualquier teoría de las crisis, para ese elemento •

'.-y
EL CICLO ECONÓMICO 225

que considera como la causa, especialmente para todas las^ teonas


de la desproporcionalidad; el fenómeno no se hace nunca inceligi-
bie si no se explica por qué motivo no puede actuar ia causa
—cualquiera que sea— en tal forma que permita la absorción con­
tinua y normal de las consecuencias^®
Pero habría buenos y malos tiempos, aun en ese caso-. El^ oro,
o cualquier otra forma de ia inflación, apresuraría el crecimiento
económico, y la deflación lo obstruiría; ejercerían aún su influen­
cia los hechos políticos y sociales, así como la legislación econó­
mica. Un acontecimiento como la guerra mundial, con el reajuste
obligado del sistema económico a las necesidades de la contienda,
la necesaria liquidación al terminar la misma, y la consiguiente po^”
turbación ■de todas las relaciones económicas, sus devastaciones y
conmociones sociales, su destraccion de mercados, su alteración de
los datos, etc., debiera haber mostrado a los hombres lo que son las
crisis y depresiones, en caso que aun no lo hubieran sabido. Pero
no existiría la ciase de prosperidad y depresión que se halla some­
tida aquí a nuestra consideración. Tales hechos no serian regulares
o necesarios, en el sentido de que procedieran del funcionamiento
del propio sistema económico, sino que deberían ser explicados
por causas externas especiales, como se ha recalcado ya suficien­
temente. Una circunstancia favorable que debe recordarse y que
siempre facilita y explica en parte el auge, es la situación de los
negocios que resulta del periodo de depresión. Como es sabi o,
existen, por lo general, masas de obreros sin ocupación, grandes
existencias acumuladas de materias primas, maquinas,^ ^edificios,
etc., ofrecidos a precios inferiores al costo de producción,^ y por
lo general domina el mercado un tipo reducido de interes. Sin
duda, esos hechos juegan un papel en todas las investigaciones pri­
mitivas sobre la materia, como las de Spiethoff y Mitcheli. Pero
debe ser claro que no podremos explicar el fenómeno por sus con­
secuencias, si queremos evitar la explicación de la depresión por
el. auge, y éste a su vez por aquélla. Por lo tanto, desdeñaremos
aquí completamente esas consecuencias, por tratarse solamente dei
principio del fenómeno —y no de una exposición exhaustiva de las
circunstancias (como las malas cosechas,rum ores de guerra, etc.)
que operan concretamente en el auge o la crisis.
10 Con lo cual quiero decir que esta parte de nuestra argumentación debe
aceptarse como váHda por todas las teorías de las crisis. Pues n in ^ n a exphca
precisamente esta circunstancia, a pesar de que no pueda hacérseles obje­
ciones por otros motivos. "
11 Las buenas cosechas facilitan y alargan la expansión, o alivian y acortan

-------------
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

: Xres circunstancias aumentan el efecto de la aparición por ra­


chas de nuevas empresas, sin que sean, sin embargo, causas reales ■■ '
coordinadas con ella. En primer lugar, nuestro argumento del se­
gundo capítulo nos permite esperar —y lo confirma la experien­
cia— que la mayoría de las nuevas combinaciones no proceden de
' empresas antiguas ni toman inmediatamente su lugar, sino que apa­
recen al lado de ellas haciéndoles la competencia. Desde el punto
de vista de nuestra teoría, no es éste un elemento nuevo o inde-
. , pendiente; ni es esencial a la existencia de auges y depresiones, a
pesar de ser muy importante para explicar la amplitud de los mo­
vimientos ondulatorios. >
En segundo lugar, el hecho de que la demanda del empresario
aparezca en masse representa un aumento considerable de poder de
compra en toda la esfera económica. Esto produce un auge se­
cundario que se difunde por todo el sistema económico, y es el
' ysliiculo del fenómeno de la prosperidad general, que sólo puede
ser comprendido de esta forma, y no puede explicarse satisfacto­
riamente de otra. Los bienes de consumo se venden siempre a pre­
cios cada vez mas elevados por el hecho de que el nuevo poder de
compra pase en masa de manos de los empresarios a los propie­
tarios de los medios materiales de producción, a todos los pro­
ductores de bienes para “consumo reproductivo” (Spiethoff)^, y
a los obreros, desparramándose más tarde por todos los canales
económicos. Por ese motivo los comerciantes al por menor hacen
pedidos mas importantes, extendiendo los fabricantes sus operacio-
nes, y entran en uso para tal fin medios de producción cada vez
mas desfavorables y ya abandonados. La producción y el comercio
rinden una ganancia temporal por doquier^ solamente bajo esa con­
dición, lo mismo que en un período de inflación, por ejemplo,
cnando se financia una guerra con emisión de papel inconvertible.
Flotan muchas cosas en esta “ola secundaria”, sin que se precise
un nuevo impulso de la fuerza impulsora real, adquiriendo al fmal
la anticipación especulativa una significación causal. Los mismos ^ Vv-
i
síntomas de prosperidad acaban por convertirse, en la forma de;,
todos conocida, en factores de la propia prosperidad. Desde jue­
go, esto es importantísimo para la teoría de los índices de negocios,
y la comprensión de la situación económica general. Pero para -i -'
nuestros proposites solo es esencial la división entre movimientos
ondulatorios primarios y secundarios, y es suficiente señalar que
la depresión. Son a veces importantes para la explicación de una situación
Iparticular, como ha demostrado H. L. Aloore. Pero no están nunca coordi-'
-nadas con nuestro nexo causal, operando solamente a través de él.
-'7' ' " EL a C L O ECONÓAÍIÍX) ‘ " 227...........................

puede seguirse la pista de estos últimos hasta los primeros, y que


todo lo observado en el ciclo encontraría su lugar definido en una
teoría elaborada sobre la base de nuestro principio. Pero en una ex­
posición como la presente, no puede hacerse justicia a tales cosas,
.y de ahí que surja una impresión de lejanía respecto de la realidad,
que no está de hecho justificada.^^
En tercer lugar, de nuestra argumentación se sigue que deben
#
: jugar un gran papel los errores en el comienzo del auge, y du-
rante el curso de la depresión. La mayor parte de las teorías sobre
las crisis emplean, de hecho, este elemento en una u otra forma.
Sin embargo, los errores no ocurren con la gran extensión reque­ ■I
rida; la producción, se aborda por hombres sensatos, y solamente
a base de una investigación más o menos cuidadosa de los hechos.
Y si pueden suceder errores de cálculo que quizá pongan en peligro
É
una empresa individual, y en casos excepcionales hasta una indus-
. tria en su conjunto, por lo general, no es eso suficiente para poner
en peligro a la totalidad del sistema económico. ,^;Cómo pueden
realizarse tales equivocaciones generales que afecten a la totalidad
del sistema, y com o ccoisd independiente, y n o sólo com o conse­
cuencia d e la depresión q u e debe explicarse} Es indudable que la
depresión trastorna infinidad de planes una vez comenzada, planes
que anteriomiente podían ser tan razonables como se quiera, co­
metiendo errores peligrosos, que hubieran sido rectificados facil-
^ mente de ntro modo. Los errores iniciales requieren una explicación
especial, sin la cual no se explica nada. Nuestro análisis nos pro­ tíT 1
porciona esa explicación. Si el aspecto característico de un periodo
de expansión no es solamente actividad económica aumentada como
tal, sino la puesta en práctica de nuevas combinaciones no proba-:
das hasta ese momento, debe ser inmediatamente claro —como se ha
mencionado ya en el capítulo ii— que el error debe jugar aquí un
papél importante, cualitativamente distinto de su papel en la co­
rriente circular. Y, sin embargo, no podrá encontrarse aquí núi^
guna “teoría del error”. Por el contrario, trataremos de segregar
dicho elemento con objeto de evitar tal impresión. indudable-
En particular todas las circunstancias que actúan como causas en o tra y
'W írll
teorías de las crisis, encuentran su lugar en el m arco de la nuestra, com o verá
fácilm ente el lector si se decide a pensar sobre ello. En este libro, la-expli­
cación del ciclo está expuesta —<:omo es natural— a una objeción similar .a
la hecha contra nuestra teoría del desenvolvimiento, a saber, que da una ex-r
i- plicación unilateral y exagerada de u n o.d e los muchos elementos que.la fo r­ S i
man. Esta objeción confunde-el problema de explicar la naturaleza y ^ me- .
.canismo del ciclo, con el problema de la teoría de los factores concretos de
los ciclos individuales.
-i'YlSL

-- tr.í - J
DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
inente una circunstancia que apoya y da mayor peso, pero no una
causa primaria, necesaria a la comprensión dei principio. Habría
aún movimientos cíclicos —si bien en forma mas suave— aun en
el caso de que nadie hiciera algo que pudiera ser descrito como
falso aesde su punto de vista; aun en el caso de que no hubiera
errores ’ comerciales o técnicos, o “fiebre especulativa”, o pesi­
mismo 11' optimismo sin fundamento; aun en el caso de que todos
dispusieran de amplia visión del futuro. La situación objetiva' que
crea por fuerza el auge explica suficientemente la naturaleza -de la
cosad~‘3 como se verá más adelante.
b) ¿Por que no aparecen continuamente los empresarios, o sea
inoividualmente, en cada intervalo escogido apropiadamente, sino ■
en gxupos? Exclusmaiitente p o r el h ech o d e q ue la ápccricién d e uno
o '¡cws em presarios fcícüitct la d e otros^ y éstos a su veiz la d e n u evos
gru p o s y cada vez_ en m a yor núm.eii--o.
Kso significa en primer lugar que es difícil llevar a cabo las
noevas combinaciones por las razones api|ntadas en el capítulo se­
gundo, siendo solamente accesibles a personas de cualidades deter­
minadas, como puede apreciarse más fácilmente con un ejemplo de
tiempos mas remotos, o por la situación económica del estadio que
se parece a la economía sin desenvolvimiento, o sea el estadio de
esLancamiento avanzado. Son pocos los homljres que poseen esas
■cuaiiaades de dirección, y solamente unos -pocos de éstos pueden
conseguirse el éxito en una situación- que no es aún una expansión.
P'SiO SI uno o pocos han avanzado con éxito, desaparecen muchas
deyas dificultades. Otros seguirán a'estos pioneros, cosa que harán'
bajo ei estímulo del éxito que puede obtenerse. Su éxito hace de
nuevo más sencillo —por la anulación creciente de los obstáculos
analizados en el capítulo ii— seguir sus pasos, hasta que se haga fa- '
miliar la innovación, y su aceptación sea cuestión de libre elección. -'
^Ln segundo lugar, hemos visto que las cualidades del empre­
sario, como todas las demás cualidades, se distribuyen en un grupo
emicamente homogéneo según la ley dei error, siendo progresiva­
mente mayor el numero de individuos que satisfacen exigencias ;
inferiores a las de la escala de empresarios en potencia. De aquí
que, eliminando casos especiales —entre los cuales podemos men-
Ix> -que no significa que se niegue la impO'rtancia práctica del elemento
-yror , ni de ios que se -designan generalmente como “fiebre especulativa”,
i^aude , categoría en la cual entra también la sobreproducción. Afir­
mamos solamente que todas estas cosas son -en parte consecuencias, y que aun
SI no fuera ese el caso, no podría comprenderse a base de ellas la naturaleza
del fenómeno. -. _
EL a C L O ECONÓMICO 229

clonar como ejemplo la existencia de algunos blancos en una pobla­


ción de negros— se harán más y más personas empresarios a medida
que se haga más sencilla la tarea, de forma que a la aparición con
éxito de un empresario se s i^ e la aparición no simplemente de
otros, sino de números cada vez mayores, aunque progresivam.ente
menos calificados; Así es como ocurre en la práctica, cuyo tes­
timonio nos limitamos a interpretar. En industrias en las cuales
existe aún la competencia y un numero muy importante de em­
presas independientes, vemos en primer lugar lá aparición de una
innovación, —^por lo general en negocios creados ad h o c , tomán­
dola los demás negocios con rapidez variable-, primero algunos y
más tarde todos. Hemos topado ya con ese fenómeno en conexión
con el proceso de eliminación de la ganancia del empresario. Aquí
surge de nuevo a nuestra consideración, si bien desde otro punto
de vista.^-
En tercer lugar, esto nos explica la aparición de los empresarios
en grupos, hasta el punto de eliminar la ganancia, cosa que sucede
primeramente en la rama de la industria en la cual se realice la inno­
vación. La realidad nos muestra también que todo auge normal
comienza en una o dos ramas de la industria (construcciones fe­
rroviarias, industrias eléctricas y químicas, etc.) derivando su ca­
rácter de la industria en la cual comience. Los pioneros eliminan
los obstáculos no solamente en la rama de la producción en la cual
aparecen por primera vez, sino también en otras ramas, debido a la
naturaleza de los propios obstáculos. En otras ramas pueden copiar
muchas cosas; el ejemplo como tal, actúa también sobre ellas; y mu­
chos éxitos sirven directamente también a otras ramas, como, por
ejemplo, la apertura de un mercado extranjero, aparte de circuns­
tancias de orden secundario que pronto aparecen, como elevación
de precios, etc. De ahí que ios primeros lideres influyan fuera de
su esfera inmediata .de acción, aumentando el grupo de empresarios
cada vez más, y llevando el sistema económico a un proceso de
reorganización técnica y comercial, que constituye la significación
de los períodos de expansión, en forma más rápida y completa de
lo que hubiera sido' de otra forma.
En cuarto lugar, cuanto más familiar se haga el proceso de des­
envolvimiento y en la medida en que llegue a ser cuestión de cálcu­
lo para todos los interesados, y cuanto más débiles se hagan ios
obstáculos en el curso del tiempo, tanto menores serán las cuali-
Pues la eliminación —^prevista en su m ayor parte— de la ganancia dei
empresario, no es la csmsa en nuestra teoría de las crisis. Véase § 3, segundo
párrafo. ^

.'rfiv.T.i
"230 DESENVOLVIMIENTO'ECONÓMICO

dades de liderazgo que se requieran para llevar a cabo innovaciones.


De ahí que sea menos pronunciada la aparición en grupos de los
empresarios, y tanto más suave el movimiento cíclico, Y esa con­
secuencia de nuestra interpretación se confirma exactamente en la T-.'
realidad. La “trustificación” progresiva de la vida económica actúa 9m
también en la misma dirección, a pesar de que aún hoy día un gran
se halle tan dependiente de la situación del mercado
—que se determina en gran parte por la competencia— que la
postergación universalmente ventajosa de sus innovaciones, y es-
. pecialmente de la construcción, a los períodos de depresión —como
se aprecia en la política de los ferrocarriles americanos— es sola-
- mente posible en forma espbrádico. Pero en tanto que opere, tam­
bién este elemento confirma nuestra interpretación.
En quinto lugar,, la aparición en grupos de las nuevas combina­
ciones, explica fácil y necesariamente los factores fundamentales
de la expansión. Explica por qué la inversión creciente de capi­
tales es el primer síntoma de la misma, por qué son las industrias
que producen medios de produción las primeras en mostrar un es­ '
tímulo anormal, sobre todo por qué aumenta el consumo de hierro.
.. en masa del nuevo poder de compra,^^ y la
subsiguiente alza de precios característica del auge, que no puede -
' explicar ninguna referencia a las mayores necesidades o costos. Ade­
más explica la disminución del paro obrero, el alza de salarios^® y
del tipo de interés, el aumento de los fletes, la presión incesante so-
bre los saldos bancarios y las reservas de los institutos de crédito,
etc., y, como hemos dicho, la provocación de olas secundarias; la
todo el sistema económico.

■ Y 3. cr) L a aparición en grupo de los empresarios, que es la úni-


-_ ca causa del auge, tiene un efecto cualitativamente diferente
sistema económico del que tiene una aparición continua
_ distribuida por igual en el tiempo, pues no supone como esta últi­
ma perturbaciones continuas, hnperceptibles, de la posición' de
qs D e ahí que no haga falta recalcar que nuestra teoría no pertenece al
grupo de 1^ que buscan la causa del ciclo en el sistema m onetario y de eré- '
. dito, p or im portante que sea en nuestra interpretación el elemento represen-
; tado por la creación de poder adquisitivo. Sin embargo, no negamos qiie
influenciarse los movimientos cíclicos —y aún prevenirse— por una
política crediticia, que podría elim in ar. también esta clase de desenvolvimien-
•• to económico. , .
deben subir también las rentas. Pero allí donde la tierra
arrendado p or un largo plazo no pueden hacerlo, y existen además"
queim p id en la pronta elevación de esta rama de los ingresos. '
EL a C L O ECONÓMICO

equilibrio, sino movimientos bruscos, perturbaciones de un orden


diferente de magnitud. Mientras que las perturbaciones provocadas
por la aparición continua de empresarios podrían ser absorbidas con­
tinuamente, la aparición en grupos exige un proceso especial y
característico de absorción, de incorporación de nuevas cosas, y de
adaptación a ellas del sistema económico, un proceso de liquida­
ción o, como yo acostumbraba a decir antes, un proceso de apro­
ximación a una nueva situación estática (Statisierim g ). Ese proceso í— '
es la esencia de las depresiones periódicas que pueden, por tanto,
ser definidas desde nuestro punto de vista como la lucha del siste­ íK
H W Ii
ma económico por alcanzar una nueva posición de equilibrio, o su í fiS'i ■
adaptación a los datos alterados por la perturbación producida por
la expansión. r j:
La esencia del asunto no se halla en el hecho de que el em­
presario individual —interesado solamente en la planificación de
su propia empresa—: no tenga en cuenta el acompañamiento de los
demás empresarios, y acabe por fracasar. Es cierto que la conducta,
correcta desde el punto de vista individual, puede ser multada en
sus frutos por los efectos de la conducta similar de muchos. RecOr -'1'
nocemos el ejemplo más importante de este caso cuando explica­
mos cómo ponen en movimiento los productores —en su lucha por
la mayor ganancia— el mecanismo que tiende a eliminar el exce­ £ jf • j
dente de valor en el sistema. Similármente, el efecto general puede
hacer que resulte falso lo que era correcto para el individuo, y este
elemento juega un papel en la mayoría de las crisis, pues, si bien
conoce el empresario de antemano que el grupo de imitadores ha 1?: i
de seguirle, puede prever erróneamente su magnitud y ritmo. Sin
embargo, la esencia de la perturbación causada por la expansión
no reside en el hecho de que perturba a menudo los cálculos de los
empresarios,^'^ sino en las tres circunstancias siguientes:
En primer lugar, la nueva demanda del empresario basada en
el nuevo poder de copipra (la llamada por Lederer “carrera por los áilíj
medios de producción” en un período de prosperidad), eleva el
; precio de los medios de producción. Esta tendencia está debilitada
en realidad por el hecho de que algunas de estas empresas no se
daP
crean en adición a las ya exis-tentes, sino que surgen de ellas, y que
los viejos negocios no operan sin ganancias, pues podrán obtener
aún algunas cuasi-rentas. Podremos, sin embargo, aclarar mejor la
naturaleza de la operación si suponemos que todas las innovaciones
se corporizan en negocios establecidos recientemente, que se finan-
H
N i en el hecho de que la extensión general cónsccuente de la produc­
ció n demuestre ser un error. ^ o
t' -s K'í'liy j

4 -^
' -r 1 "j
232 DESENyOL'VIMIENTO' ECONÓMICO
cían sólo mediante 'nuevo poder ■adquisitivo, y que ocupan su lugar
al lado de negocios que pertenecen estrictamente a la corriente
circular y opéran sin ganancia y que, como consecuencia del -au­
mento eñ los costos, comienzan a producir con pérdida. La realidad
contradice esta construcción menos de lo que imaginamos. De
hecho sólo a causa de la atmósfera que cubre el período de- expan­
sión puede esconderse el hecho de que a poco de empezar y en tanto
que se exprese, siempre en la demanda aumentada, el auge significa^
calamidades para muchos productores, aunque disminuyen criándo­
se produce el alza de los precios de sus productos. Esta perturba­
ción es una forma- del proceso por el cual se retiran los medios de'---
produccion de los viejos negocios, quedando libres para nuevos pro­
pósitos, como se explicó en el' capítulo ii. " .
jEn segundo lugar, los productos nuevos llegan ai mercado al
cabo de algunos años, o bien más pronto, y compiten con los anti­
guos; el complemento en mercancías del poder adquisitivo previa­
mente creado —que en teoría compensa a este último con creces—
entra en la corriente circular. Las consecuencias de este proceso
se Hallan tamoien moderadas en la práctica por las causas mencio­
nadas en^ la sección precedente y, además, por el hecho de que como
algunas inversiones están lejos de los productos acabados este com­
plemento aparece en forma gradual. Pero eso no afecta la natu­
raleza del proceso. Al comienzo de la expansión suben los-costos^
en IOS negocios viejos; mas tarde se reducen las entradas en aquellas
empresas con las cuales compite la innovación, y más adelante en-
íodos los viejos negocios, en la medida en que cambie la demanda
de los consumidores en favor de la innovación. Aparte de la posi- ■
Mlidad de obtener ganancias —secundariamente—' procedentes de -
■ja influencia de la innovación, su trabajo con pérdida sólo se ocul-■
tara por la engañosa cuasi-renta que sólo es efectiva temporalmente.
'V esto es así únicamente porque los negocios antiguos están en su
mayor parte bien establecidos-y aparecen como dignos receptores
de crédito, por lo que su trabajo a pérdida no conduce al dermm-
be inmediato. El fracaso parcial de las empresas antiguas afecta al - lili
éxito de las nuevas. Y este fracaso se modera por el hecho —que'
encaja tan bien en el marco de nuestra interpretación— de que la
expansión no es nunca general al principio, sino que converge sobre
una o algunas ramas de la industria, dejando inalteradas a las de­
más, y no afectándolas sino subsiguientemente y en fo-rma secun-'"'
daría. Si los empresarios aparecen en masse, ocurre igual con su s'-
productos, por fabricar los primeros cosas muy semejantes, y de' ^
allí que aparezcan sus productos en ■el mercado en forma casi s i- ■ -
iiiíi
EL^' -'éíCLO EGONÓMIGG 233

multánea. El tiempo medióos q^e debe transcurrir hasta la apari­


ción de los nuevos productos — como es natural depende en
realidad de muchos otros elementos— explica fundamentalmente
la lono-itud del auge. La aparición de los nuevos productos causa
una baja en los precios^® que por su parte rinaliza el p tied e
conducir a una crisis, d eb e conducir a una aepresion, y origina to­
dos los demás fenómenos.
En tercer lugar, la aparición de ios resultados de las nuevas em­
presas conduce a una deflación de crédito, por hallarse ahora ios
empresarios posibilitados para pagar sus deudas, y disponer de toda
clase de incentivos para ello; y como no les substituyen otros pres­
tatarios, esto conduce a la desaparición del poder de compra re­
cientemente creado, exactamente en el momento preciso en que
emerge su complemento en bienes, que desde ahora podrá ser pro­
ducido repetidamente a la manera de la corriente circular. Esta
tesis requiere cuidadosa salvaguardia. En primer lugar debe distin­
guirse esa deflación de otras dos especies del mismo fenómeno. La
aparición de lós nuevos productos debe resultar en una deflación,
no sólo en relación con el nivel de precios del periodo de expan­
sión, sino teóricamente también en relación con el dei período pre­
cedente de depresión, aun en el caso de que no desaparecieran
medios de pago por liquidación de deudas por parte de los empre­
sarios, pues es evidente que la suma de ios precios de los nuevos
productos debe ser normalmente mayor que la cuantía de esas deu­
das. Esto tendría el mismo efecto que la liquidación de las deudas,
si bien sólo en menor cuantía; pero nos ocupamos ahora de los
efectos de la reducción de deudas. La deflación ocurre también en 'IM
una depresión que ha comenzado ya o es esperada por el mundo
bancario, pues los institutos de crédito intentan eii ese caso res­
tringir los créditos. Este factor es de gran importancia práctica, y
orivina con frecuencia una crisis; pero es accesorio y no inherente
ai proceso. No pensamos aquí tampoco en ese factor, cuya exis­
tencia o importancia no pretendemos negar, sino sólo su papel cau­
sal primario.20 Sigamos, pues, con nuestra formulación, que contie-
18 Este lapso se determina primeramente por motivos técnicos, y posterior-
, mente por el ritmo con que la multitud sigue a los lideres.
19 Esta baja de precios se posterga en la práctica por muchas circunstan­
cias. Véase lo dicho posteriormente sobre este punto. La situación general
de los negocios sólo se acentúa, y no se elimina, por el aplazamiento de la
baja de precios. Lo único que se elimina por ello es la utilidad de los índices
de precios como síntomas del ciclo.
20 Papel causal primario, pues la restricción de crédito iniciada por ios
234 ’ DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
: ne, dos abstracciones que harán destacar lo esencial en forma cla­
ra, pero que excluyen influencias moderadas de gran importancia
práctica. En primer lugar, nuestra argumentación desdeña el he­
cho de que los nuevos productos contengan sólo generalmente
.pequeñas cuotas para la depreciación de la inversión realizada en
su producción, y de aquí que no aparezca en el mercado durante
los períodos de expansión sino una parte pequeña del gasto total
realizado en forma susceptible de ser vendida cuando estén las.''
nuevas empresas preparadas para la producción; por tanto, sólo
;.sale gradualmente de la circulación el nuevo poder adquisitivo; y "
en parte sólo cuando períodos posteriores de auge hayan llevado ; 'é^m
mayor cantidad de solicitantes de crédito al mercado del dinero. ':
La reabsorción del nuevo poder adquisitivo por los ahorros no
- altera en nada este proceso deflacionista; pero el hecho de que
muchos estados, municipalidades y bancos hipotecarios agrícolas, íi »•,
substituyan la demanda decadente de los empresarios, supone sin
-duda una diferencia. Aparte de esta desaparición sólo gradual de
las deudas de los empresarios, no debe olvidarse que el crédito
puede ser retenido permanentemente en la circulación en un siste­
ma económico moderno en el cual ha penetrado ya el interés aun
en la propia corriente circular, y esto en la medida en que haya
bienes producidos un año tras de otro que correspondan al mis­
mo; cosa que es el segundo factor moderador del proceso. Pero
dá tendencia'deflacionista continúa su acción a pesar de todo, y -
tiene lugar la liquidación de las deudas de las empresas que hayan
alcanzado éxito; de manera que la deflación —^por muy moderada
- que sea— debe siempre aparecer automáticamente de la lógica de la
situación objetiva, cuando la expansión haya progresado suficien- ' ¡n
temente. Una comprobación interesante de esta teoría, que conduce
ñ
a la conclusión de que en el curso del desenvolvimiento el nivel
de precios “secular” debe bajar, se aprecia de hecho en la historia de
los precios durante el siglo xix. Los dos períodos no perturbados, /
.por transformaciones monetarias de tipo revolucionario, desde las
guerras napoleónicas a los descubrimientos de oro en California, y .■ s■■■■■'..
el período 1873-1895, exhiben de hecho los rasgos que podríamos
.deducir de nuestra teoría, a saber: que cada recaída periódica es-w
más profunda que la precedente, y que una curva de precios que .
elimine las fluctuaciones cíclicas, se mueve hacia abajo. ■
finalmente por qué no ocupan siempre cm-
.presarios en busca de créditos el lugar de los que liquidan sus dcu-
b ^ co s es indudablemente la “causa” de fenómenos posteriores, que no debie­
ran producirse de otra forma.
das. Existen dos razones (a las cuales se añaden otras en la prác­
tica) que pueden describirse como consecuencias de ios elementos Ave-,.-
que denominamos fundamentales, o como accidentaíes, o como in­
fluencias que actúan desde el exterior, y en ese sentido como secun--
darias, no esenciales y accesorias. En primer lugar, si con el es­
tímulo consiguiente al éxito en la industria donde ocurre el auge,
surgen tantas nuevas empresas que produzcan (al estar funcionando
a plena capacidad) una cantidad tal de productos que, a consecuen­
cia de la baja de precios y alza de costos (cosa que ocurre, desde
luego, aun cuando la industria de que se trate esté sometida a la íilü
llamada ley de los rendimientos crecientes), elimine la ganancia del
empresario, entonces se agota el impulso para nuevos avances en esa
dirección. En la práctica, aun en una sociedad de libre compe­
tencia, sólo es aproximada la eliminación de la ganancia, y el pro­
ceso no excluye la supervivencia de alguna ganancia ni la realización
inmediata de pérdidas. Se determina análogamente el límite al cual
puede llegar la aparición de empresarios en otras industrias y ios
fenómenos creados por las olas secundarias del desenvolvimiento. ‘
-Guando se alcance, se halla ya agotado el impulso de este auge. La
segunda razón explica la causa de que no continúe indefinidamente
éste, a saber, que la acción del grupo de empresarios ha alterado en
el ínterin los datos del sistema, trastornado su equilibrio, y co­ li
menzado ese movimiento, aparentemente irregular, del sistema eco­
nómico que consideramos como una lucha hacia otra posición de - :
equilibrio. Y eso imposibilita el cálculo preciso, pero especialmente ''WMl
el necesario para la planificación de nuevas empresas. En la prác­
tica sólo puede observarse en forma inmediata el último elemento,
que es la incertidumbre característica que resulta de las nuevas
creaciones del auge; el primero de los límites nombrados se mues­ " í;- Vít
tra solamente en puntos individuales. Pero ambos quedan oscure­
cidos por fenómenos subsiguientes, que muchos individuos con
:una visión clara del futuro prevén. Algunos comienzan a sentir-
antes que otros la tirantez (cosa que ocurre a los bancos) o el - "Ai
alza de costos y otros elementos, como en el caso de muchos vie­
jos negocios, reaccionando en consecuencia —muy tarde en muchos
casos, pero siempre llenos de pánico, especialmente las empresas
más débiles. En segundo lugar quedan oscurecidos por sucesos
fortuitos que ocurren siempre pero que adquieren una importan­
cia superior a la que tenían anteriormente por virtud de la incer­ .í,f
tidumbre creada por el aüge. Eso explica por qué supone el hom­ -- !
bre práctico en-casi todas Jas crisis que puede aducir como cau­
sas sucesos fortuitos, por ejemplo, rumores políticos desfavorables.

Lr
’ 'i- J
SSSs
238 DESEKr-VOtVIMIENTO ECONÓMICO
prácticamente en todos lados— y cuando ios bancos prestan su apo­
yo, resiste con éxito ■temporal, de forma que el nivel de precios
máximo es a menudo posterior al punto culminante. Es tarea fun­
damental de la investigación de las crisis el llegar a establecer todas-
estas cosas. Pero baste aquí señalar ■
—sin mayor sustentación— que
todo eso no altera la esencia del asunto en mayor grado que ios
fenómenos análogos en otros campos (a los que antes hice referen­
cia) apoyan-las objeciones contra ia teoría de los precios.
El curso de los hechos en los períodos de depresión presenta
un cuadro de inseguridades e irregularidades que interpretamos
como una lucha por un nuevo punto de equüibrio, o de adaptación
a una situación general que se ha modificado en forma relativa-'
mente rápida y considerable. La incertidumbre y la irregularidad
son muy comprensibles. Los datos acostumbrados se alteran para'
todos los negocios. Pero la extensión y la naturaleza de la altera­
ción no pueden aprenderse sino por la experiencia. Existen nue­ '■-'il'
vos competidores; dejan de aparecer viejos clientes y corredores;
debe encontrarse la actitud correcta frente a los nuevos hechos eco­
nómicos; pueden ocurrir en cualquier momento sucesos incaicula- ■
bles, como negativas insospechadas de concesión de crédito. El
■'■''mero hombre de negocios” debe hacer frente a problemas que se ha--
llan, fuera de su rutina, problemas a los cuales no se halla acostum--
brado, y frente a los cuales comete errores que se convierten en
fuentes secundarias de malestares posteriores. La especulación es una ■
nueva causa, por la situación difícil en que coloca a los especulá-'
dores, lo- mismo que por el hecho de que estos últimos prevén una
nueva baja de precios, de forma que todos esos elementos bien co­
nocidos se agregan unos a otros para aumentarse mutuamente' en
sus efectos. En ninguna, parte pueden apreciarse los resultados fa ­
nales; puntos débñes que no tienen por sí mismo nada que ver -con
las crisis que pueden presentarse en cualquier lugar. La,.contrae-'-'
ción o la expansión de negocios puede resultar finalmente el tipo,
correcto de reacción, sin que puedan darse por el momento ra­
zones fidedignas para ninguna de dichas soluciones. Esta compli­
cación y falta de claridad de la situación —que utiliza en mi op-i- --
nión -k teoría en forma no fundada para explicar das causas de la
depresión— resulta al final un factor importante en la explicación
del curso real de los acontecimientos.
La inseguridad de los datos y los valores que trae el nuevo re- ■
ajuste, las pérdidas que ocurren aparentemente en forma irregular ■
e incalculable, crean la-atmósfera característica de, los períodos de -
depresión. Aquellos elementos especulativos que confirman da opi-
:e l "-o g l d ':' 239

■ilion- de la bolsa, y que son tan patentes comercial y socialmente '


-en- períodos de prosperidad, sufren en forma especial. Las condi-,
ciones parecen peores que la realidad para mucha gente, y especial­
mente para los especuladores y los productores de artículos de lujo,
que dependen parcialmente de su demanda; para ellos es como si
hubiera llegado el fin de todas las cosas. Desde el punto de vista
subjetivo el punto culminante aparece para los productores —es­
pecialmente si resisten la caída inevitable de precios— como la apa­
rición de una superproducción latente hasta entonces, y la depre­
sión-como su consecuencia. La invendibilidad de las mercancías
ya producidas, y mucho más aún de las producibles, a precios que
cubran el costo, resulta en los fenómenos bien conocidos de la
tirantez del mercado monetario y la posible insolvencia, que son
^tari típicos que toda la teoría del ciclo económico debe hallarse en
situación de poderlos explicar. La nuestra puede hacerlo, como po­
drá apreciar el lector, pero no considera ese hecho típico como
causa primaria e independiente.^^ La superproducción se acentúa
por esa timidez de la expansión que ya hemos señalado y explicado.
Esta circunstancia, de un lado, y la discrepancia entre demanda y
oferta efectivas que debe ocurrir en muchas industrias durante ia
depresión, de otro, hacen posible describir la forma externa de
la depresión en el lenguaje de varias teorías de la desproporción.'
Lo fundamental-de cualquiera de dichas teorías reside en la forma
en que tratan de explicar la aparición de la desproporcionalidad,
y en las cantidades particulares entre las que se supone existe dicha
desproporcionalidad. Para nosotros, es fenómeno intermedio la des-
22 Toda teoría de las crisis en la cual la sobreproducción juega el papel
de una causa, o aun la primaria, me parece expuesta a la objeción de círculo
vicioso (aparte de la objeción ya formulada por Say) a pesar de que no de­
fienda la tesis de la “sobreproducción general”. De este juicio debo excluir
la teoría de Spiethoff. La argumentación muy corta con la cual trata de pro­
bar la sobreproducción periódica de bienes para consumo reproductivo, no
autoriza un juicio definitivo. Debe obsen'arse, además, que la intención de
Spiethoff es un análisis penetrante de todos los detalles de la cuestión. Los
elementos que gobiernan la representación externa —pertenece aquí, sin duda,
el estancamiento de las industrias que producen medios de producción— son
indudablemente mucho más importantes en relación con las causas primarias,
que en una exposición del estilo de la mía. Finalmente, en el énfasis sobre las
industrias que producen medios de producción hay una referencia a los fac­
tores qué. constituye a mi juicio la naturaleza del problema, de manera que
no es correcta la descripción de la teoría de Spiethoff como una teoría de
la sobreproducción; una exposición más detallada de su teoría nos mostraría
un acuerdo con la mía de mayores alcances de lo que yo mismo supongo
ahora.

ES
DESENVQLVIMÍENTO ECONÓMICO

proporeionalidad entre cantidades y precios de bienes que resulta


en muchos puntos por la pérdida del equilibrio del sistema econó­
mico, lo mismo que tampoco; es causa primaria la superproducción.
Conexionada con ella puede haber desproporcionalidad entre los
ingresos de diferentes industrias, pero no entre los ingresos de difer-
rentes clases económicas, pues las ganancias del empresario no man­
tienen una proporción normal con los ingresos de otras personas
que podrían perturbarse, y los demás ingresos —con excepción-de
los fijos en téiminos de dinero— tienen tendencia a moverse p a rí
passu ganando o perdiendo terreno a costa o para ventaja de los
ingresos fijos, dejando inalterada la demanda total de los consu­
midores.
La timidez de la expansión tiene como consecuencia, entre otras,
que la tirantez y el peligro de la situación no son igualmente gran-
-des para todas las ramas de la industria. La experiencia nos enseña
también, como ha mostrado Aftalion,^ que muchas ramas no su­
fren perturbaciones de ningún género, y otras en medida muy re­
ducida. Y dentro de cada industria se hallan mucho más implicadas
las nuevas empresas que los negocios" establecidos de antiguo, lo
que parece contradecir nuestra interpretación. Eso debe explicarse
en la siguiente forma: los negocios ántiguos disponen de cuasi-reh-
tas amortiguadoras y generalmente d e, reservas acumuladas (cosa
que es-más importante). Están embebidos en relaciones protecto­
ras, y apoyados a menudo de modo efectivo por conexiones banca-
rias de gran antigüedad. Pueden perder terreno durante muchos
años sin que sus acreedores se preocupen. Por tanto, disponen de
mayor capacidad de resistencia que una empresa nueva, que se in- "
vestiga estrictamente y con ¡sospecha, que no dispone de reservás
sino como máximo de facilidades de girar en descubierto, y ^ue
será considerada como un mal deudor en cuanto manifieste cual­
quier embarazo en el pago. De ahí que se haga visible con ant^io-
ridad y en mayor medida la reacción de la alteración en las nuevas
empresas, que en las antiguas. Y es, por tanto, más fácil que con­
duzca á las primeras a la quiebra (la consecuencia final), y no a
las Segundas, en las que inicia más bien una decadencia lenta; Eso
perturba el cuadro de la realidad y es también la razón por Ja cual -

Les crises périodiques de surproduction, Vibto Se destaca en forma


mucHo mas clara otro hecho, diferente a aquel en que pensamos aquí, a
saber, que el movimiento cíclico es dempre particularmente marcado en las
. nüevas industrias productoras de nuevas instalaciones. Cosa que es también
. comprensible desde nuestro punto de vista. Desde luego, esto no supone uña
contradicción con lo aquí expuesto, sino más bien lo contrario.

■v‘
-Y'v' V is ü
ÉL Ciclo e co n ó m ico
puede hablarse de un proceso selectivo en las crisis solamente con ;
una salvedad importante; pues es la empresa que esté mejbx:apo.^-y:<.^.^^^^ ■
da, y no la más perfecta, quien tiene mas probabilidad de*'spbx^viyi^-;
a la crisis. Pero eso no afecta a la naturaleza del fenómend."'... _ .
II

-I»
§ 5. A pesar de ser natural que resulte peligroso para ios ele-,
mentos más vigorosos del sistema económico el reajuste y reabsor­
ción que constituyen el período de la depresión, para aquellas que
precisamente más hacen por crear el t07zo del mundo de los nego­
cios, y a pesar de que aniquile muchos valores y existencias, aun
cuándo todo ocurra con perfección ideal, dejará, sin embargo, de
comprenderse su naturaleza y efectos si se observan solamente por
el aspecto de cesación del impulso hacia la prosperidad o se descri-r
ben meramente por sus caracteres negativos. Hay lados más alegres
en todo el fenómeno que lo caracterizan aún más que las cosas ya
indicadas.
En primer lugar la depresión conduce, como ya se ha indica­
do, a una nueva posición de equilibrio. Para convencernos de que
todo lo que ocurre en ella debe ser comprendido desde este punto
de vista, y carece sólo aparentemente de significado y de ordena­
ción, consideremos de nuevo la conducta dé los hombres durante
una depresión. Deben adaptarse a las perturbaciones causadas por
la expansión, esto es, por la aparición en grupos de nuevas com­
binaciones, así como sus productos, por su aparición al lado de los
negocios viejos, y por la unilateralidad de dicha aparición. Los vie­
jos negocios —esto es, teóricamente todos los existentes, con excep­
ción de los aparecidos durante la expansión, y la excepción ulterior
práctica de aquellos alejados del peligró por su posición de mono­
polio, posesión de ventajas particulares, o técnica superior durade­
ra— se encuentran ante tres posibilidades: decaer, si son inadapta­
bles por razones objetivas o personales; recoger velas y tratar de .
sobrevivir en una posición modesta; en fin, dedicarse a otra rama
de la producción por sus propios recursos o con ayuda exterior, o
bien adoptar otros métodos comerciales o técnicos que signifiquen
la extensión de la producción a un costo menor por unidad. Los
nuevos negocios deben hacer frente a su primera prueba, que es
mucho más difícil de la que tendrían que soportar si aparecieran ' ~
Gontinuamente y no en bandadas. Una vez establecidos, deben in- . .:r^VÍ
corporarse a la corriente circular, y a pesar de que no se cometie­
ran errores en su fundación, revisarse en müchos respectos. Se les
enfrentan problemas y posibilidades similares a los que han de ha- É
cer frente los viejos negocios, si bien surgen éstas de causas dife-

^ i '.í ’ i. ^ r *h ' y^ ___________


242- ■DESENVOLVIMIENTG'rEGONdMieO' m
rentes y secundarias; y , como se mencionó más arriba, están menos '\■-2
' .
preparados para hacerles frente que las viejas empresas. La conduc­
ta' característica del hombre de negocios en la depresión consiste .'2.
en medidas, corrección de medidas, y nuevas medidas para resolver-
ese problema; todos los fenómenos, aparte de los pánicos infunda­
dos y -de las consecuencias de los . errores —que caracterizan .el- f
curso anormal de ios hechos aun en una crisis pueden ser incluidos "b
en esta concepción de la situación creada por el auge y la conducta
de los hombres -de-negocios impuesta por ella, de la perturbación del c'MS
equilibrio y la reacción frente a la misma de los cambios en los da­ iWÉ
tos y la adaptación abortiva o con éxito frente a ellos. - .-
, Lo mismo que el verdadero significado de un período de de­
presión, tal como lo conocemos de la experiencia, es la lucha por
otra nueva posición de equilibrio que incorpore las innovaciones y
dé expresión a sus efectos sobre las empresas antiguas, así puede^
¡i
mostrarse que esa lucha debe conducir a una aproximación estrecha
a una nueva posición de equilibrio; de un lado, teóricamente no
podrá cesar el impulso director del proceso de la depresión hasta
que haya realizado su tarea, o sea hasta que haya conseguido esta­
blecer una nueva posición de ecjuilibrio; y de otro lado, no puede ’f f-
surgir una nueva expansión en el sistema económico hasta ■que se
haya cumplido esa condición. La conducta de los hombres de ne-:
gocios en ios períodos de depresión está dirigida claramente por ,el
elemento de pérdida real o potencial. Pero las pérdidas tienen
lugar o son inminentes —no necesariamente en la totalidad del sis­
tema económico, sino en las partes más expuestas— en tanto que
no’ se hallen todos los hombres de negocios y, por lo tanto, el sis­
tema en su conjunto, en un equilibrio estable, que es en la práctica
lo mismo que decir: hasta que produzcan de nuevo a precios que
cubran aproximadamente los costos. En consecuencia, la depresión -
durará, desde un punto de vista teórico, hasta que tal equilibrio se yU- ^
consiga aproximadamente. Y tampoco seinterrumpirá - el proceso
por una nueva expansión' hasta que haya realizado’ su -tarea en. eí -
sentido antedicho. Pues hasta ■ese momento .existe por.-fuerza--.una-
gran incertidumbre respecto :a -los nuevosldatos, ’l o ■que-' haGe.vimpo- ■,c >
sible el cálculo de’las'.nuevas combinaciones, y difícil'la obtención
: de los. factores de la producción requeridos. Ambas conclusiones
se hallan de acuerdo con los hechos si se tienen en vista las siguien­
tes realidades. Un conocimiento del movimiento cíclico y de su
mecanismo, que es peculiar al mundo moderno de los negocios,
permite a los negociantes calcular, tan pronto como se haya ter­
minado el peor período, las posibilidades de que se presente una
EL’-' eiCLO: LCONdMiCG)' 243
nueva expansión, y especialmente sus fenómenos secundarios;- la
adaptación de muchos. individuos y, por tanto, de muchos valo­
res, al nuevo equilibrio, se retrasa o se impide a menudo por la
esperanza de que si pueden mantenerse aún —cosa que con fre­
cuencia interesa a los acreedores— podrán liquidar en condiciones
: favorables en la próxima expansión, o simplemente podrán evitar
la liquidación —cosa especialmente importante en épocas predo­
minantemente prósperas, y que salva a muchas empresas que en
realidad no son dignas de subsistir así como a otras que lo son,
- pero que en cualquier caso retrasa o impide la consecuencia de una
-posición de-equilibrio estable,
. La trastíficación creciente de la vida económica facilita la con-
-tinuación permanente A-e los desajustes en los grandes combinados
y, por lo tanto, fuera de ellos, pues no .podrá haber en la práctica
un equilibrio absoluto si no existe libre competencia en todas’ las
ramas-de la producción. Además, a consecuencia del poder finan­
ciero' de algunas empresas, especialmente de las antiguas, el reajuste
no es siempre muy urgente, no es cuestión de vida o muerte. Existe
-también la práctica que presta apoyo exterior a las empresas o a
-industrias' enteras que se hallen en dificultades, por ejemplo, sub­
sidios oficiales, dados bajo el supuesto (de buena o mala fe) de que
la :-dificultad es solamente temporal y creada por circunstancias for­
tuitas. Se da también en esos tiempos un clamor en pro de protec­
ción arancelaria. Y todo esto actúa en la misma forma que la fuerza
financiera de las viejas industrias. Existe también el elemento suerte
—por ejemplo, una buena cosecha que se presenta en el momento
preciso. Finalmente, las anormalidades tienen el efecto de pro­
ducir super-compensaciones; si, por ejemplo, un pánico injustifica­
do ha depreciado indebidamente las acciones de un negocio, y
■comienza en consecuencia un movimiento correctivo al alza, este
movimiento puede tarnbién exceder la marca, manteniendo una co­
tización excesivamente alta de las acciones, y conduciendo a una
pequeña pseudoexpansión que puede durar bajo ciertas circunstan­
cias hasta que comience la verdadera.
Indudablemente que la posición alcanzada al final no corres­
ponde nunca al cuadro teórico de un sistema sin desenvolvimiento,
en el cual no habría ya ingresos bajo la forma de interés. Sola­
mente se evita esa circunstancia por la duración relativamente corta
de las depresiones. Sin embargo, se produce siempre aproximación
a una posición sin desenvolvimiento, que siendo relativamente es­
table, pueda ser el punto de partida para la iniciación de nuevas
combinaciones. Llegamos,, por tanto, a la conclusión de que, según
'. ' ‘ ■'"’ - r ' - X 'J'

244 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO

nuestra teoría, debe existir siempre un proceso de absorción, entre


dos expansiones, que finalice en una posición próxima al equili­
brio, cuya realización es función de la depresión. Y eso es impor­
tante para nosotros, no sólo porque exista realmente esa posición
intermedia, y corresponda su explicación a la teoría del ciclo, sino,
también porque la prueba de la necesidad de tal posición periódica
de Guasi-equilibrio completa nuestra argumentación. Pues parti-
w inos de la posición en la cual se origina por primera vez la ola de
desenvolvimiento, sin tener para nada en cuenta si ese fuera o no
el caso, desde el punto de vista histórico. Podríamos incluso asur
mir un estado “estático” inicial, con objeto de hacer resaltar aún
más la naturaleza de la onda. Pero para que nuestra teoría explique
la esencia del fenómeno, no es suficiente que a la cresta de la onda
siga ¿fe hecho una hondonada: ha de ser zsi necesaricrmente; cos 2.
que no podemos asumir simplemente ni sustituir la prueba de que
así debe ocurrir por la comprobación del hecho. Por esta razón ha
' sido precisa una argumentación un tanto pedante en esta sección.
En segundo lugar, además de la digestión de las innovaciones
que acaba de ocupar nuestra atención, el período de depresión hace
otra cosa que, sin embargo, no es tan patente como esos fenóme­
nos a los cuales debe su nombre: cumple lo que prometió la expan­
sión. Y ese efecto es duradero, mientras que los fenómenos des­
agradables son solamente de carácter temporal. La corriente de
bienes se enriquece, se reorganiza parcialmente la producción, dis­
minuyen los c o s t o s , y lo que al principio parecía ganancia del em­
presario termina por aumentar los ingreisos permanentes de las de^^
más clases. 1 '
Esta conclusión que se deduce de muestra teoría (véase también
•}
24 Hemos hablado dos veces de ios efectos de la expansión en el aumento
de los costos; en prim er lugar la demanda de los empresarios eleva los pre­
cios de los bienes de producción, cosa ^^ue se provoca de nuevo por la,, ;.L
demanda subsiguiente de todos los que cabalgan sobre las ondas secundarias .i
del desenvolvimiento. Estas elevaciones de costos no tienen nada que v e r con
el alza secular de que tratan ios economistas clásicos, que suponían dificul- v:
tades en la producción de medios de subsistencia a causa del aumento de la.,
población. A hora bien, los costos decrecientes de que se habla arriba, no son
complemento de estos m ayores costos en dinero. Son consecuencia del p ro­
greso productivo realizado p o r la expansión y significan una baja de los ■
costos reales p or unidad de producto, primeramente en las nuevas empresas
comp>aradas con las antiguas, y más tarde también en las últimas, dado que
deben adaptarse —por ejemplo, reduciendo su producción y confinándose a
las mejores posibilidades— o desaparecer. E l sistema económ ico com o tal, ;
produce cada unidad de producto^ después de cada expansión, con menores
gastos de tierra y trabajo.
•;' íi
el capítulo iv) se justifica a pesar de los varios obstáculos que en­
cuentran al principio estos efectos, por el hecho de que la represen­
tación económica de un período normal de depresión-® no es tan
terrible como induce a pensar el humor de la gente. Aparte de que; *
por regla general, permanece intacta la mayor parre de la vida
económica, el volumen físico de las transacciones baja sólo en for­
ma insignificante. La exageración de las concepciones populares
de los daños causados por la depresión se aprecia en las investiga­
ciones oficiales de las crisis.^® Y esto es cierto no sólo en términos
de bienes, sino también en términos de dinero, a pesar de que el
movimiento cíclico con su inflación en la prosperidad y deflación
en la depresión, debe estar especialmente marcado en la expresión
monetaria. Los ingresos totales no suben en la expansión ni caen
en la depresión más del 8 al 12 por ciento (comparados con los
años normales), aun en América, donde la intensidad del desenvol­
vimiento hace las fluctuaciones más marcadas que en Europa (Mit-
cheU). Aftalion ha mostrado ya qüe la baja de precios durante la
depresión no constituye sino un pequeño porcentaje sobre la me­
dia, y que las fluctuaciones realmente grandes tienen sus causas en
las condiciones especiales de los artículos individuales, y tiene poco
que ver con los movimientos cíclicos. Lo mismo puede decirse de
todos los grandes movimientos generales, como, por ejemplo, el
período de posguerra. Guando desaparezcan los fenómenos del
curso anormal de los hechos (pánicos, epidemias de quiebras, etc.)
que se hacen más suaves de continuo, y con ellos la ansiedad del
peligro incalculable, la opinión pública juzgará también las depre­
siones en forma diferente.
25 IndudabléíTiente no puede considerarse como nom ial la depresión de
la'posguerra. En mi opinión es un erro r tratar-d e leer resultados generales
de la teio-ría del ciclo de los negocios en el material de la posguerra. Pero
es un e rro r que se comete frecuentem ente. D e ahí que se expliquen muchos
de los juicios de los “galenos de las crisis”, que propugnan el empleo de
una política de crédito adecuada, p or eFhecho de que lo que afirman del mo-
: yim iento cíclico norm al es solamente cierto respecto a las crisis de la pos­
guerra. .
/ "26 Véase, p o r ejemplo, los de \2l Verein für Sozialpolitik, o los informes
hechos en Inglaterra durante las depresiones importantes anteriores a 1895,
como él Third Report on the Depression of Trade. Las investigaciones serias
son de fecha más reciente, como, por ejemplo, el Specicd Mevwrcmdum vP 8
del London and Cambridge Economic Service (de J. W . F. K o w e), o bien
—para N orteam érica— los datos y cálculos del Report of a Connnittee of the
Fresident’s Conference on Unemploymertt. U n m étodo interesante que. con­
d u c e n los mismos resultados para el año 1921, si bien este año no fue sólo
de depresión (véase la nota anterior), se debe a C. S n yd er (en Admimstration,
m ayo de 1923).
D IS E N V Q ID V IM IE N T O E C O N Ó M IC O m
Vemos el verdadero carácter del período de depresión si con­
sideramos. lo que da y quita a distintas categorías de individuos;
abstrayendo siempre de los fenómenos del curso anormal de los he-
cfiOS; que no- nos interesa aquí. Elimina la posibilidad de ganancia,
del empresario y de todos sus seguidores, especialmente de aquellos
que gozan en forma fortuita o especulativa de los frutos del alza
ce precios durante la expansión; que no se reemplaza sino en-:for­
ma imperfecta por las posibilidades de juego a la baja que. aparecen; ,í-
durante la depresión. 'EE empresario ha logrado ya su- ganancia i .
■normalmente y la ■incó-rpora al negocio ahora ajustado y estable­
cido; pero no obtiene nuevas ganancias, sino que, por el contrario,
está amenazado de pérdidas. En-el caso general se sacará. -su-ga­
nancia de empresario; pero aun en el caso ideal, se reducirá ; al
mínimo su otro ingreso como empresario. Muchas influencias ad­
versas sobreviven en el -curso real -de los hechos, si bien mitigadas
por algunos de ios factores ya mencionados. Sufren, como es na-
mral, ios seres humanos relacionados con viejos negocios, que aho­
ra van a desaparecer por virtud de la competencia. Son, en cambio,
beneficiarios típicos de la depresión todos aquellos que posean
ingresos monetarios fijos, que no se alteran sino ai cabo de gran­
des oeríodos de tiempo, como jubñados, rentistas, funcionarios y...
terratenientes que hayan arrendado su tierra por un largo espacio
de tiempo. El contenido en mercancías de sus ingresos en dinero: r~
”—-que se comprimió durante la prosperidad— se eleva ahora, .-y
debe hacerlo en principio más de lo que se comprimió anterior­
mente, com_o se ha mostrado ya (véase más arriba § 3. “En tercer-
lugar”). Los capitalistas que han verificado inversiones a co-rto
plazo ganan por el aumento de poder de compra de la unidad de
ingreso y de capital, perdiendo de otro lado por la reducción del
tipo de interés; teóricamente, deben perder más de lo que -ganan,-
pero numerosas circunstancias secundarias —^peligro de pérdida^ v.
de un lado, premios al riesgo de otro, y demanda de pánico— qui­
tan su importancia práctica a este teorema. Los terratenientes cuy as- -.jp
rentas no están determinadas en dinero por contratos de larga du­
ración —y , por tanto, el agricultor propietario de la tierra— se.':-; i.
hallan fundamentalmente en la misma posición que los obreros, de
forma que puede afirmarse ahora de ellos lo dicho anteriormente ,
de ios trabajadores. Las diferencias importantes en la práctica; '
pero no en la teoría, son tan familiares que -no. entraremos en su ■ •1 --r
d i s c u s i ó n , -■
-
Tampoco es necesario entrar aquí en los grados diferentes en que afec­
ta .lC depresión a las distintas industrias —por ejemplo, industrias de artículos

sus

'b:'
EL a C L O ECONÓMI03 247
En la expansión deben subir los salarios. Pues la nueva deman­
da —primero de ios empresarios y luego de todos aquellos que ex­
tienden sus operaciones a medida que sube la segunda onda— es
fundamentalmente una demanda de salarios, v eso en forma directa
e indirecta. Por tanto, debe aumentar primero ia ocupación y con
ella la suma total de los salarios del trabajo, después la paga indi­
vidual y, por tanto, ios ingresos del trabajador. La demanda au­
mentada de bienes de consumo procede de esta alza de salarios,
resultando en una elevación del nivel general de los precios. Y de­
bido al hecho de que parte de los ingresos de los terratenientes, que
están coordinados teóricamente con los de los obreros, no se elevan
con los salarios por las razones mencionadas, y que no aumentan
en absoluto los ingresos fijos, es meramente nominal el alza total
de salarios, pero es equivalente a. un ingreso real mayor para el
trabajo, y a su vez a una parte mayor en el producto social que no
ha aumentado aún. Este es un caso especial de la siguiente verdad
general: ninguna inflación puede ser inmediatamente perjudicial a
los intereses de los trabajadYres, en tanto que el poder de compra
nuevamente creado opere, primero sobre los salarios y más tarde
sobre los precios de los bienes de consumo. Solamente en tanto que
no sea éste el caso, o cuando al alza de salarios se enfrenten obs­
táculos externos (como, por ejemplo, durante la guerra), pueden
permanecer retrasados ios salarios-® en la forma descrita tantas veces.
Si la inflación es el vehículo de un exceso del consumo, como en
de lujo más que a aquellas que producen productos alimenticios. Lo que
tiene interés teórico en este problema ha sido ya tratado en distintos lugares-
en este capítulo.
28 La comprobación estadística de esta teoría encuentra varias dificulta­
des. En primer lugar, no se extienden suficientemente hacia el pasado los
datos a nuestra disposición sobre los precios al por menor de los artículos
consumidos por los trabajadores, y el simple movimiento de los salarios no­
minales no significa nada; pero si nos contentásemos con estos últimos datos,
podríamos comprobar nuestras hipótesis. La medida del volumen de empleo
de mano de obra es aún menos satisfactoria, y, sin embargo, no podemos ca­
recer de ella para la comprobación de nuestra teoría. Antes de la guerra no
era posible medir el trabajo en jomadas reducidas y tampoco el paro obrero
total, salvo con cifras de los sindicatos obreros y censos ocasionales. Hoy
sería mucho más factible, pero por razones ya indicadas sólo entran en nues­
tra consideración las cifras de la pre-guerra. Disponemos ahora de una obra
que trata de determinar lo que precisamos, .que es “Real Wages and the
Standard of Confort since 1850”, publicada por G. H. Wood en el Jourrial of
the Roy al Statistical Society (marzo, 1909). Se extiende hasta 1902 y confir­
ma nuestros supuestos. Sin embargo, aparece al final del siglo un movimiento
no cíclico y secular que perturba el cuadro, y que supone también una abe-

■ ------------------ ----- ----- -----------------------------------------


'í ‘ - r S ^ i r ' ' ' - ■ - ' í|'^'‘ « 's * ? ‘r " ' ^ i’t ’ * ‘*^V’ '"s ■’' ' - '^'■''“"‘■-V ■^'' ''* ^ í 7 . í’ ' -v'" ,í.í 7.)

248 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO


el caso de que se finanGie u n a g u e rra p o r la in flac ió n , reac cio n ará
tam b ién sobre la p o sició n d e los trab ajad o res el empobrecimiento^®
d el sistem a económ ico, au n q u e no en fo rm a tan sev era com o sobre
otros g ru p o s de in d ivid u o s. P ero en n u estro caso o cu rre p recisa­
m en te lo co n trario .
En la depresión se eleva el poder de compra de la unidad de
salarios. De otro lado baja la expresión monetaria de la demanda-
de trabajo, como consecuencia de la deflación automática con la i
cual comienza la expansión. En tanto que no ocurre otra cosa, pue­
de permanecer imperturbada la demanda efectiva real de trabajo.'80
Serian en ese caso aún más elevados los ingresos realesí’de los tra­
bajadores, y no sólo más que en la posición previa aproximada de
equilibrio, sino también que en la expansión. Pues lo que fue ante­
riormente ganancia del empresario, corre ahora —totalmente según 'i
nuestra concepción teórica, pero en forma gradual e incompleta k.
desde el punto de vista práctico— a los sein^icios de la tierra y tra­
bajo en tanto que no sea absorbida por la baja en el precio del
producto (capítulo iv). Pero las siguientes circunstancias se opo­
nen a ello, si bien en forma temporal, y provocan la baja temporal
de los ingresos reales que muestran las estadísticas, mientras que el

rración de las líneas del movimiento cíclico. Según la continuación hecha


por el Prof. Bowley de la obra de Wood, el trabajo de la Sra. Wood (“The
: Course of Real Wages in London 1900-1912”, en Journal of the Hayal Statis-
tical Society, diciembre de 1913)^ y el de A. H. Hansen, “Factors affecting
the Trend of Real W ages”, publicado en .¿477zer. Econ. Rev. (marzo, 1925),
que, sin embargo, no se refieren a la extensión del empleo obrero, la teoría
no encaja con los hechos reales. Pero es fácil apreciar que nuestras conciu-
"siones se comprobarían si se eliminara el alza secular de precios. Sobre las
conexiones entre la producción de oro y el nivel de salarios, véase Pigou, en
Econanúc Jotcrnal {]\xxú.o, 1923).
La argumentación que sigue ahora en el texto está apoyada adecuadamente
p or las estadísticas. Los salarios reales bajan regularm ente en la depresión,
pero solamente en una parte de lo que aumentaron durante la expansión. Y
e s o : es exactamente lo que esperamos.
-9 Aparecería también el empobrecimiento y sus consecuencias, y de ahí,
^por tanto, una inflación relativa —en el caso de mantenerse casi constantes
las cantidades de medios de pago— aun sin el empleo de métodos financieros
jinflacionistas. El texto se refiere a esa intensificación de los efectos que lleva
consigo el papel moneda o la inflación de crédito.
30 Este nuevo concepto significa aquí simplemente una demanda expre­
sada en unidades de un patrón ideal que no sufriera alteraciones cíclicas de­
bidas a las modificaciones en la cantidad de medio circulante; de ahí que sólo
indique cambios reales en la demanda total de trabajo, y no los que son sim-
i'plemente nominales. i
s"Í’ ,

iii
EL ,a C L O ECONÓMICO 249
alza que podría esperarse de acuerdo con nuestra teoría queda; ií®Ít
oculta en realidad I>or la aparición de la siguiente expansión;; -
a) En primer lugar, se destrozan muchas empresas, y quedan
otras muchas reducidas a la inacción, a causa de los hechos que he­
mos denominado la inseguridad y aparente irregularidad de los datos
y sucesos del período de depresión, y aún más por los pánicos y
errores provocados por el curso anormal de los hechos. Y eso re­
sulta, entre otras -cosas, en paro obrero, cuyo carácter esencialmente
temporal no altera el hecho de que es una gran desgracia, aniqui­
ladora bajo ciertas condiciones, para todos aquellos a quienes con­
cierne, y que el miedo a ella -^precisamente por la imposibilidad
de poder calcular su aparición— contribuye esencialmente a la at­
mósfera de depresión, ^ t a desocupación es típica de los períodos
de depresión, y origen de ofertas de trabajo impulsadas por el pá­
nico, resultando, por tanto, en la pérdida de mucho terreno ganado
previamente por los sindicatos, y a veces también en una presión
severa sobre los salarios cuyo efecto puede ser mayor de lo que
podría esperarse a base del número de los sin trabajo.
Debemos distinguir de lo anterior el hecho de que las nucr
vas empresas eliminan completamente a los viejos negocios o bien
los obliguen a restringir sus operaciones. Indudablemente que se en­
frenta a la desocupación, causada en tal forma, la nueva demanda
de trabajo de los nuevos negocios. Y hasta qué punto sobrepasa
esta demanda la desocupación provocada, se ve por el ejemplo de la
diligencia y el ferrocarril. Pero eso no ha de ser así por fuerza, y
aunque lo sea pueden presentarse fricciones y dificultades que pe­
sen en forma desporporcionada en la balanza, en caso de funcÍG-_
namiento defectuoso del mercado del trabajo.
c) La nueva demanda de trabajo mencionada más arriba surge
cuando la prosperidad se halla en camino, y pierde su importancia
por el hecho de que cesa la demanda de los empresarios por él tra­
bajo que han creado las nuevas inversiones. . ' ‘Lti
d ) La expansión supone, por lo general, un paso en el sentido
de la mecanización del proceso productivo, y de ahí necesaria-;
mente una disminución de la cantidad de trabajo requerida por
unidad de producto; envuelve también con frecuencia —si bien no
es obligado— una disminución de la cantidad de trabajo solicitada
en la industria en cuestión, a pesar de la expansión de la produc­
ción que resulta. La desocupación tecnológica aparece, pues, como
un componente de la desocupación cíclica, y debe ser contrastada
con ella, como si no tuviera nada que ver con el ciclo.
Este elemento que se presenta en casi todas las depresiones, pro-^ *
25C DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
vo3£ grandes j penosas dificultades que por suerte suelen ser sólo
transitorias®^' Porque-la demanda total real de trabajo no puede
■íbajar permanentemente por -regla general, _^pues aun desdeñando
i cuaiquier compensación y todos los elementos secundarios, el- gasto'
^-'de aquella parte de la ganancia dei empresario que no haya sido
destruida por la baja de precios impide con facilidad una contrae--
■ción perpema» Aun en el caso de que fuera empleada solamente en
te i consumo, debe resolverse en salarios (y rentas, pues todo esto es
r-apiicable- a -ellas también)'. Tiene lugar un aumento en la demanda ■
"■-real de trabajo cuando se hacen inversiones, -demanda cuya inten--
rsidad depende, como es natural, de la extensión con que se -haya-
invertido. ■
e) La expansión puede . rebajar, directamente o por sus efec-
>.tos, ia demanda real de trabajo (y, en forma permanente) sólo, en
;--:un sentido: si desvía lo bastante en ia nueva combinación la impor­
tan cia marginal relativa de la tierra y el trabajo que se daba en la
"■-antigua combinación productiva, en desventaja del- trabajo. Pues
-.:-'-p-uede bajar en ese caso no solamente la participación del trabajo
-í'en'-ei oroducto 'social, sino también la cuantía absoluta de sus in--
"gresos reales. Es de mayor importancia práctica que este caso —-que
■:"de nuevo no precisa ser- de carácter permanente— una desvia- i
cción -de la demanda en favor de los medios de produción produci-'
í-'dos existentes.
' Con esta salvedad, volvemos a nuestra conclusión: que la na-
-turaíeza económica de la depresión reside en la difusión de los re-
■^"suitados de la expansión a través de ia totalidad del sistema eco-
-.■■-'nómico, por el mecanismo de la lucha por el equilibrio; y que
"Solamente reacciones temporales, que son precisas sólo en parte al
Isistema, ocultan esta característica fundamental y - producen la at-
tmósfera expresada en la palabra “depresión”, lo mismo que la re-
ípercusió-n que-exhiben aun los, índices que no . pertenecen (por ló­
amenos en forma exclusiva) ■a la esfera -del dinero, crédito y precios -'i?
?.y no reflejan simplemente la deflación automática característica
':-de. ia depresión. .
§ J El comienzo de una crisis inicia un curso anormal de acon- Si
.X'-tecimientos, o lo que .es anormal en el curso de los acontecimientos.
Como liemos señalado, no plantea una nueva cuestión teórica. Nues-
f-xtro análisis-' nos muestra que los -pánicos, quiebras, -rupturas- del
sistema crediticio, etc., no necesitan aparecer, pero p u ed en aparecer
"/éase sobre ello- mi artículo “Das 'Grundprinzip der Verteiiungslehxe”
-Aea el A fc h iv jü r Sozialivissemchaft und Sozicdpolitik {yoI. Al).

1,
&.L-
EL CICLO ECONÓMICO' 251
' fácilmente en el punto en el cual se -transforma ia -prosperidad en -
depresión. El peligro persiste por algún tiempo, pero es tanto mase
-pequeño cuanto mejor "haya realizado sií labor el proceso de la
depresión.®^ Si se presenta el pánico, se transforman en causas inde­
pendientes —cosa que no hubieran sido en el curso normal de los
hechos— los errores que se cometen primeramente en tal situación,
o quedan destacados por ella los estados de opinión pública, etc.;
se transforman en causas de una depresión que exhibe característi­
cas diferentes y conducen a resultados distintos de los normales. El
equilibrio establecido por último, no es igual al que se hubiera' es-,
tablecido en otra forma. Los errores graves y la destrucción no,
pueden ser reparados .de nuevo, y crean situaciones que a su vez-
provocan nuevos efectos que deben resolverse por sí mismos; sig­
nifican nuevas perturbaciones e imponen procesos de adaptación
que hubieran sido superfluos de otro modo. La distinción 'entre:
curso normal y anormal de los hechos es muy importante, no sola­
mente para la comprensión de la naUaraleza de las cosas, sino tam­
bién para las cuestiones teóricas y prácticas y relacionadas con ella.
Hemos visto —en contraste con una doctrina que ve en el ciclo
económico un fenómeno monetario, o que tiene sus raíces en el
crédito bancario, teoría que está especialmente asociada hoy día-
con los nombres de Keynes, Fisher y Hawtrey, y con ia política
de la Federal Reserve Board-— que no carecen de significado y fun­
ción las ganancias obtenidas en la expansión ni las pérdidas de la
depresión. Por el contrario, allí donde representa aún su papel
32 Á. medida que continúa la depresión, se hace más pequeño el peligro
de un colapso del sistema económico y de su sistema de crédito. Esta afir­
mación es compatible con el hecho de que no ocurran la mayor parte de las
quiebras en lo próximo al punto culminante, sino más tarde, y a veces cuando
ha pasado ya el peligro. Pues la herida mortal de una empresa no provoca
su presentación inmediata ante los tribunales de quiebras. Por el contrario, lo
resiste cada uno tanto como le sea posible. Y muchas empresas pueden ha­
cerlo por tiempo más o menos largo, esperando —^lo mismo que sus acreedo­
res—^-que sean más favorables los tiempos. Deliberan, recurren a prórrogas,
buscan nuevos apoyos, a veces con éxito, o por lo menos con el éxito d&
conseguir la liquidación voluntaria; pero otras veces sin éxito. Pero, sin em-r
bargo, consiguen en ese caso postergar la muerte que sobreviene a veces en
el próximo movimiento alcista, teniendo lugar el naufragio a la vista de tierra.
Ese no es el resultado de nuevos desastres, cuyo peligro se reduce progresiva^’'
mente, sino que es la consecuencia de los que ocurrieron hace ya tiempo.
Aquí, como en todas partes, nos interesamos por causas primarias, y por el
factor característico de la explicación, y no por la cuestión de la aparición
de los efectos. Eso crea una discrepancia aparente entre nuestra teoría y la
observación, pero tal discrepancia sólo puede transformarse en objeción si se
muestra" que nó está explicada satisfactoriamente.
252 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
el empresario privado, en competencia con sus iguales, son elemen­
tos esenciales del desenvolvimiento que no pueden eliminarse sin
; destruir este último. íE^te sistema económico no puede pasarse sin la
raízo representada por la destrucción completa de aquellos
seres que pudiéramos denominar inadaptados sin-esperanzas de sal­
ivación. Pero las pérdidas y la destrucción que acompañan al curso
-anormal de los hechos, carecen re a lin e n te de significado y de fun­
ciones. La justificación de las varias propuestas de una profilaxis
Y terapéutica de las crisis descansa principalmente sobre ellas. El
- otro punto de vista sano de la fpolítica de remedio, es el hecho de
que aun la propia depresión normal —y mucho más la anormal-—
afecta a individuos que no tienen nada que ver con el significado
- y la causa del ciclo, y sobre todo a los obreros.
Ed remedio más importante á la l(m g u e, y el único no expuesto
;a objeciones, es la mejora de los pronósticos del ciclo económico.
La mayor familiaridad de los hombres de negocios con el ciclo, es
(junto con la trustificación progresiva) la causa verdadera de la de-
.bilitaeión cada vez mayor de los fenómenos verdaderos de la crisis
(hay que tener en cuenta que no encajan aquí los hechos provo­
cados por la guerra, ni los tiempos como el período de la pos- '-i#.
; guerra) .3^ La postergación de nuevas construcciones por parte de
Jas empresas del estado o grandes combinaciones a períodos de cri­
sis, aparece desde nuestro punto de vista como una moderación de
las consecuencias de la aparición en grupos de las nuevas combi-
-naciones, y una atenuación de la inflación de la expansión y de la
deflación de la depresión, siendo, por tanto, un medio efectivo
de aliviar los movinñentos cíclicos y los peligros de crisis. Un
aumento indiscriminado y general de las facilidades de crédito sig-
ruifica simplemente inflación, lo mismo que ocurre con un sistema
-3^ La previsión creciente debilita también el m ovim iento cíclico normal.
/Pero no puede impedirlo, com o no puede menos de reconocerse si se escruta
■nuestra argumentación desde este punto de vista. Opino p o r eso que T ; S.
ííAdams va demasiado lejos cuando afirm a que “A nticip ar el ciclo es neutra-
lizarlo”. Eso es diferente del elemento, anteriorm ente citado (véase § 2, '.]b;
“en cuarto lugar”), según el cual el desenvolvim iento económico se trans-
rform a con el tiempo de más en más en asunto de cálculo. P ero ese elemento
es'rUn tanto diferente de la famiKaridad y previsión de la cual hablamos ahora.
Mitiga también el movim iento cíclico, pero p or o tra razón: tiende a eliminar
'lá causa fundam ental de la expansión y actúa, p o r tanto, en form a mucho más
lenta, pero también actúa en form a mucho m ^ completa, en cuanto a la ten­
dencia, que la mera anticipación del movim iento cíclico (que no puede evi­
tarse. en tanto exista la causa). También es distinto de lo que ocurre, con la
trustificación, que mitiga el curso norm al y anormal de los hechos por los
mismos motivos. ¡
EL CICLO ECONÓMICO 253

de papel moneda inconvertible. Puede obstruir completamente el


proceso normal lo mismo que el anormal. Y se enfrenta no sola­
mente al argumento anti-inflacionista en general, sino también al
argumento de que destruye esa medida de selección que debe ads­
cribirse a la depresión, cargando ai sistema económico con los-
inadaptados, y con aquellas empresas que no merecen subsistir. En
contraste con ello, aparece la restricción de créditos que se realiza
usualmente por los bancos en forma no sistemática y sin gran pre­
visión, como una política cuyas consecuencias están al menos abier­
tas a la discusión, que es la política de curar el mal permitiendo libre
curso a sus consecuencias. Este procedimiento podría ser suple-
mentado por otras medidas que haría difícil la resistencia de los
productores individuales a la baja necesaria de precios. Pero tam­
bién es concebible una política de crédito —por parte de los bancos
individuales como tales, pero más aún por parte de los centrales,:
con su influencia sobre el mundo bancario privado— que diferen­
ciara entre los fenómenos del curso normal de la depresión, que
tienen una función económica, y los fenómenos del proceso anor­
mal, que destruyen sin cumplir ninguna finalidad. Es cierto que
tal política conduciría a una variedad especial de aquella planifÍT
cación económica que aumentaría infinitamente la influencia de los
factores políticos sobre el destino de individuos y grupos. Pero eso
supone un juicio político que no nos interesa aquí. Los requisitos-
previos técnicos de tal política —^una visión comprensiva de los he­ „1
chos y posibilidades de la vida económica y cultural— si bien son
de posible obtención teórica con el tiempo, no están, sin dudav a:
nuestro alcance por el momento. Pero es interesante establecer des-;
de un punto de vista teórico que no es imposible tal política, y qué
no debe clasificarse con las quimeras o las medidas que no estén
adaptadas por naturaleza para la consecución de sus fines, o con
medidas que provoquen reacciones que compensen sobradamente
sus efectos directos. Los fenómenos del curso normal y anormal
de los hechos no son distinguibles sólo conceptualmente. Son en
realidad cosas diferentes; y puede reconocerse aún hoy, si un caso
concreto pertenece a una o a otra clase. Tal política debería dis:-
tinguir, en la masa de negocios amenazada por la catástrofe, aque-,
líos que hubieran quedado anticuados, desde el punto de vista téc-r
nico o comercial, por la expansión de los puestos en peligro por
circunstancias secundarias, reacciones y accidentes; abandonaría a;
los primeros a su suerte, y apoyaría a los últimos, concediéndoles
crédito, -Y podría tener éxito en el mismo sentido que podría te—
nerlo una política consciente de higiene racial, éxitos que no son;
254 DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO
obtenibles en tanto que se permita a ios hechos que continúen ope-
txando automáticamente. Én todo caso, podemos afirmar que ias
¿.crisis 'desaparecerán -más pronto que el sistema capitalista, que es
sq-uien las ha creado. - ' ■ ■
Pero ninguna terapéutica podrá obstruir permanentemente el
. gran proceso social y económico, por el cual se hunden en la es­
cala social para desaparecer finalmente las empresas, posiciones in-
diniduales, formas de vida, valores culturales e ideales. En una
- sociedad con propiedad privada y libre competencia, este proceso
■es el complemento necesario del emerger continuo de nuevas for-
5'-mas sociales y económicas, y de ingresos reales en continuo cre-
-/cimieíito para todas las capas sociales. El procesó sería más suave
si r_c hubiera fluctuaciones cíclicas, pero no .se-deben totalmente a
^las últimas, ni es totalmente independiente de éstas. Esos cambios
son más importantes desde el punto de vista teórico y práctico,
■'económico y cultural, que la estabilidad económica sobre la cual
se Íi£ concentrado por tanto tiempo la atención- analítica. Y es más
^característico del sistema capitalista, lo mismo que de su -cultura y
^resultados, la elevación y caída de .familias-y empresas, que cual-
; quiera de las cosas que puedan ser observadas eíi una sociedad,esta-
sT:ionaria, tomada en el sentido’ de que se produzcan sus procesos con
:--^íTÍtmo constante.

l4

; - í

f»i .Y
■ :-?T 'r V - ,5^' y ;'-T '! V 'ó - ' ■ '";' ' r ....... :{^^?^.^.^
Y-;,-4 ■:■^íc’V .-r -y-r\ , , ,ftL, - - 3 .-, - --

ÍNDICE GENERAL >¿0

P rólogo del traductor .......... .. 7

-Prólogo a la edición española ........................... 8,

P refacio a l a ,.edición inglesa .......................... 13-

I. La comente circular de ia vid-a económica en tanto que


condicionada por circunstancias dadas ..................... .. 17
II. El fenómeno fundamental del desenvolvimiento econó­
mico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
IIL Crédito y capital ............................................... 104,
Naturaleza y función del crédito ........................................ 104
Capital .................................................... 123
El mercado de dinero ...................................... .................... 130,
IV. La ganancia del empresario......... 135
V. Interés del capital ........... ..................................................... 162
VI. El ciclo económico ................... .... .................................... .. 213

255

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