Las reglas de ética han sido concebidas para preservar el respeto
a la profesión, orientar a sus miembros en sus relaciones con los demás y garantizar a la sociedad que ésta mantendrá un elevado nivel de desempeño. La ética se deriva de valores fundamentales, muchos de los cuales son comunes a todas las profesiones.
Todos los profesionales deben observar en forma obligatoria y
estricta las reglas de conducta ética, bien sea en su ejercicio profesional independiente como en el ejercicio privado de la profesión.
En razón del grado de responsabilidad que implica el ejercicio de
la Auditoría, los profesionales que se dediquen a esta actividad profesional deben mantener en su actuación un estricto seguimiento a todos y cada uno de los principios básicos de ética.
Las reglas de conducta son fijadas estableciéndose niveles
mínimos de conducta aceptables que son obligatorios y de estricto cumplimiento. Sin embargo, los profesionales deben mantener una conducta que no esté regida únicamente con las prohibiciones.
La conducta ética, en su significación verdadera es mucho más
que acatar prohibiciones explícitas. Durante el tiempo que las profesiones no tenían un Código de Ética, los profesionales tenían la obligación de actuar conforme a principios éticos.
Los auditores deben conducirse de un modo que promueva la
cooperación y las buenas relaciones entre los auditores y dentro de la profesión. El apoyo de la profesión por parte de sus miembros y su cooperación recíproca constituyen elementos esenciales de la profesionalidad.
La confianza y el respecto público que suscita un auditor es
consecuencia, básicamente, de la suma de logros de todos los auditores, anteriores y actuales. Por consiguiente, tanto a los auditores como al público en general les interesa que el auditor trate a sus colegas auditores de una forma justa y equilibrada.
El personal responsable de la auditoría debe proceder conforme
a las normas, los criterios y el rigor profesional más estrictos en la realización de sus tareas, con objeto de alcanzar la excelencia.
La fiscalización de la gestión no admite improvisaciones y ha de
ejercerse como un proceso ordenado, sistemático y riguroso, que sea una garantía de la competencia con que debe efectuarse.
Las organizaciones o entes públicos y demás sujetos de
fiscalización tienen derecho a exigir que sus operaciones sean auditadas por profesionales competentes.
Los auditores profesionales deben poseer el entrenamiento
técnico, los conocimientos, la capacidad y la experiencia necesarios para realizar las tareas de fiscalización que les sean encomendadas.
Los auditores deben tener presente que su actividad no sólo
requiere conocimiento y destrezas específicas, sino también compromisos éticos para no encubrir actos ilícitos ni ser indulgentes con los infractores, y para no actuar arbitrariamente con los auditados. Los profesionales en auditoría deben actuar con independencia de criterio, libres de prejuicios o intereses de cualquier índole, con el fin de preservar la imparcialidad y objetividad a las que está obligado.
Para los auditores es indispensable la independencia con
respecto a la entidad fiscalizada y otros grupos de intereses externos.
Esto implica que los auditores actúen de un modo que aumente su
independencia, o que no la disminuya por ningún concepto.
El auditor está obligado de forma ética a proceder con la
independencia de juicio a que está obligada por la naturaleza misma de sus funciones y por la autonomía técnica que posee.
Los profesionales a su servicio deben realizar una evaluación
equilibrada de todas las circunstancias relevantes y elaborar sus conclusiones sin dejarse influir por prejuicios o intereses políticos, étnicos, religiosos, gremiales, económicos o de otra naturaleza.
Los auditores están éticamente obligados a no intervenir en
ningún asunto en el cual tengan algún interés personal, o de cualquier otra índole, que constituya un impedimento para desempeñar sus funciones con la debida imparcialidad y objetividad.
Los auditores no sólo deben esforzarse por ser independientes de
las entidades fiscalizadas y de otros grupos interesados, sino que también deber ser objetivos al tratar las cuestiones de los temas sometidos a revisión. Los profesionales en auditoría deben proceder con toda objetividad en el ejercicio de sus funciones de fiscalización, principalmente en lo que se refiere a sus informes, que se basarán exclusivamente en los resultados de las pruebas efectuadas.
Para que las observaciones, recomendaciones y resoluciones del
auditor tengan plena validez, deben sustentarse exclusivamente en los datos y evidencias resultantes de las revisiones practicadas, los que se analizarán y presentarán de acuerdo con las normas y procedimientos emitidos por la institución.
Los informes deben incluir con exactitud la información,
precisiones y comentarios pertinentes que aporten los auditados en descargo de las responsabilidades imputadas.
Los auditores deben aplicar los criterios más estrictos para
asegurarse de que sus conclusiones se funden en evidencia suficiente y competente, sobre todo cuando éstas puedan dar origen a la imposición de sanciones.
Los profesionales al realizar la auditoría deben dar un trato
equitativo a los sujetos de fiscalización.
Es esencial que los auditores no sólo sean independientes e
imparciales de hecho, sino que también lo parezcan.
En todas las cuestiones relacionadas con la labor de auditoría, la
independencia de los auditores no debe verse afectada por intereses personales o externos. Por ejemplo, la independencia podría verse afectada por las presiones o los influjos externos sobre los auditores; por los prejuicios de los auditores acerca de las personas, las entidades fiscalizadas, los proyectos o los programas; por haber trabajado recientemente en la entidad fiscalizada; o por relaciones personales o financieras que provoquen conflictos de lealtades o de intereses. Los auditores están obligados a no intervenir en ningún asunto en el cual tengan algún interés personal.
Se requiere objetividad e imparcialidad en toda la labor efectuada
por los auditores, y en particular en sus informes, que deberán ser exactos y objetivos.
Las conclusiones de los dictámenes e informes, por consiguiente,
deben basarse exclusivamente en las pruebas obtenidas.
Cuando los auditores están autorizados a asesorar o a prestar
servicios distintos de la auditoría a una entidad fiscalizada, hay que procurar que estos servicios no lleven a un conflicto de intereses. En particular, los auditores deben garantizar que dichos servicios o asesoramiento no incluyan responsabilidades o facultades de gestión, que deben continuar desempeñando con claridad los directivos de la entidad fiscalizada.
Los auditores deberán proteger su independencia y evitar
cualquier posible conflicto de intereses rechazando regalos o gratificaciones que puedan interpretarse como intentos de influir sobre la independencia y la integridad del auditor.
Los auditores deben evitar toda clase de relaciones con los
directivos y el personal de la entidad fiscalizada y otras personas que puedan influir sobre, comprometer o amenazar la capacidad de los auditores para actuar y parecer que actúan con independencia.
Los auditores no deberán utilizar su cargo oficial con propósitos
privados y deberán evitar relaciones que impliquen un riesgo de corrupción o que puedan suscitar dudas acerca de su objetividad e independencia. Los auditores no deberán utilizar información recibida en el desempeño de sus obligaciones como medio de obtener beneficios personales para ellos o para otros.
Tampoco deberán divulgar informaciones que otorguen ventajas
injustas o injustificadas a otras personas u organizaciones, ni deberán utilizar dicha información en perjuicio de terceros.
Para la credibilidad de la empresa auditora es esencial que sus
auditores sean imparciales y así sean considerados por la sociedad y por los propios sujetos de fiscalización, como resultado del trato justo y equitativo que están obligados a dispensar a cada uno de ellos.
La información obtenida por los auditores en el proceso de
auditoría no deberá revelarse a terceros, ni oralmente ni por escrito, salvo a los efectos de cumplir las responsabilidades legales, como parte de los procedimientos normales de ésta, o de conformidad con las leyes pertinentes.