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Instituto Tecnológico de las Américas(ITLA)

Nombre: Estheban Antonio Francisco Urraca


Matricula: 2017-5291

Las reglas de ética han sido concebidas para preservar el respeto


a la profesión, orientar a sus miembros en sus relaciones con los
demás y garantizar a la sociedad que ésta mantendrá un elevado
nivel de desempeño. La ética se deriva de valores fundamentales,
muchos de los cuales son comunes a todas las profesiones.

Todos los profesionales deben observar en forma obligatoria y


estricta las reglas de conducta ética, bien sea en su ejercicio
profesional independiente como en el ejercicio privado de la
profesión.

En razón del grado de responsabilidad que implica el ejercicio de


la Auditoría, los profesionales que se dediquen a esta actividad
profesional deben mantener en su actuación un estricto
seguimiento a todos y cada uno de los principios básicos de ética.

Las reglas de conducta son fijadas estableciéndose niveles


mínimos de conducta aceptables que son obligatorios y de
estricto cumplimiento. Sin embargo, los profesionales deben
mantener una conducta que no esté regida únicamente con las
prohibiciones.

La conducta ética, en su significación verdadera es mucho más


que acatar prohibiciones explícitas. Durante el tiempo que las
profesiones no tenían un Código de Ética, los profesionales tenían
la obligación de actuar conforme a principios éticos.

Los auditores deben conducirse de un modo que promueva la


cooperación y las buenas relaciones entre los auditores y dentro
de la profesión. El apoyo de la profesión por parte de sus
miembros y su cooperación recíproca constituyen elementos
esenciales de la profesionalidad.

La confianza y el respecto público que suscita un auditor es


consecuencia, básicamente, de la suma de logros de todos los
auditores, anteriores y actuales. Por consiguiente, tanto a los
auditores como al público en general les interesa que el auditor
trate a sus colegas auditores de una forma justa y equilibrada.

El personal responsable de la auditoría debe proceder conforme


a las normas, los criterios y el rigor profesional más estrictos en
la realización de sus tareas, con objeto de alcanzar la excelencia.

La fiscalización de la gestión no admite improvisaciones y ha de


ejercerse como un proceso ordenado, sistemático y riguroso, que
sea una garantía de la competencia con que debe efectuarse.

Las organizaciones o entes públicos y demás sujetos de


fiscalización tienen derecho a exigir que sus operaciones sean
auditadas por profesionales competentes.

Los auditores profesionales deben poseer el entrenamiento


técnico, los conocimientos, la capacidad y la experiencia
necesarios para realizar las tareas de fiscalización que les sean
encomendadas.

Los auditores deben tener presente que su actividad no sólo


requiere conocimiento y destrezas específicas, sino también
compromisos éticos para no encubrir actos ilícitos ni ser
indulgentes con los infractores, y para no actuar arbitrariamente
con los auditados.
Los profesionales en auditoría deben actuar con independencia
de criterio, libres de prejuicios o intereses de cualquier índole,
con el fin de preservar la imparcialidad y objetividad a las que está
obligado.

Para los auditores es indispensable la independencia con


respecto a la entidad fiscalizada y otros grupos de intereses
externos.

Esto implica que los auditores actúen de un modo que aumente su


independencia, o que no la disminuya por ningún concepto.

El auditor está obligado de forma ética a proceder con la


independencia de juicio a que está obligada por la naturaleza
misma de sus funciones y por la autonomía técnica que posee.

Los profesionales a su servicio deben realizar una evaluación


equilibrada de todas las circunstancias relevantes y elaborar sus
conclusiones sin dejarse influir por prejuicios o intereses
políticos, étnicos, religiosos, gremiales, económicos o de otra
naturaleza.

Los auditores están éticamente obligados a no intervenir en


ningún asunto en el cual tengan algún interés personal, o de
cualquier otra índole, que constituya un impedimento para
desempeñar sus funciones con la debida imparcialidad y
objetividad.

Los auditores no sólo deben esforzarse por ser independientes de


las entidades fiscalizadas y de otros grupos interesados, sino que
también deber ser objetivos al tratar las cuestiones de los temas
sometidos a revisión.
Los profesionales en auditoría deben proceder con toda
objetividad en el ejercicio de sus funciones de fiscalización,
principalmente en lo que se refiere a sus informes, que se basarán
exclusivamente en los resultados de las pruebas efectuadas.

Para que las observaciones, recomendaciones y resoluciones del


auditor tengan plena validez, deben sustentarse exclusivamente
en los datos y evidencias resultantes de las revisiones
practicadas, los que se analizarán y presentarán de acuerdo con
las normas y procedimientos emitidos por la institución.

Los informes deben incluir con exactitud la información,


precisiones y comentarios pertinentes que aporten los auditados
en descargo de las responsabilidades imputadas.

Los auditores deben aplicar los criterios más estrictos para


asegurarse de que sus conclusiones se funden en evidencia
suficiente y competente, sobre todo cuando éstas puedan dar
origen a la imposición de sanciones.

Los profesionales al realizar la auditoría deben dar un trato


equitativo a los sujetos de fiscalización.

Es esencial que los auditores no sólo sean independientes e


imparciales de hecho, sino que también lo parezcan.

En todas las cuestiones relacionadas con la labor de auditoría, la


independencia de los auditores no debe verse afectada por
intereses personales o externos. Por ejemplo, la independencia
podría verse afectada por las presiones o los influjos externos
sobre los auditores; por los prejuicios de los auditores acerca de
las personas, las entidades fiscalizadas, los proyectos o los
programas; por haber trabajado recientemente en la entidad
fiscalizada; o por relaciones personales o financieras que
provoquen conflictos de lealtades o de intereses. Los auditores
están obligados a no intervenir en ningún asunto en el cual tengan
algún interés personal.

Se requiere objetividad e imparcialidad en toda la labor efectuada


por los auditores, y en particular en sus informes, que deberán
ser exactos y objetivos.

Las conclusiones de los dictámenes e informes, por consiguiente,


deben basarse exclusivamente en las pruebas obtenidas.

Cuando los auditores están autorizados a asesorar o a prestar


servicios distintos de la auditoría a una entidad fiscalizada, hay
que procurar que estos servicios no lleven a un conflicto de
intereses. En particular, los auditores deben garantizar que
dichos servicios o asesoramiento no incluyan responsabilidades
o facultades de gestión, que deben continuar desempeñando con
claridad los directivos de la entidad fiscalizada.

Los auditores deberán proteger su independencia y evitar


cualquier posible conflicto de intereses rechazando regalos o
gratificaciones que puedan interpretarse como intentos de influir
sobre la independencia y la integridad del auditor.

Los auditores deben evitar toda clase de relaciones con los


directivos y el personal de la entidad fiscalizada y otras personas
que puedan influir sobre, comprometer o amenazar la capacidad
de los auditores para actuar y parecer que actúan con
independencia.

Los auditores no deberán utilizar su cargo oficial con propósitos


privados y deberán evitar relaciones que impliquen un riesgo de
corrupción o que puedan suscitar dudas acerca de su objetividad
e independencia.
Los auditores no deberán utilizar información recibida en el
desempeño de sus obligaciones como medio de obtener
beneficios personales para ellos o para otros.

Tampoco deberán divulgar informaciones que otorguen ventajas


injustas o injustificadas a otras personas u organizaciones, ni
deberán utilizar dicha información en perjuicio de terceros.

Para la credibilidad de la empresa auditora es esencial que sus


auditores sean imparciales y así sean considerados por la
sociedad y por los propios sujetos de fiscalización, como
resultado del trato justo y equitativo que están obligados a
dispensar a cada uno de ellos.

La información obtenida por los auditores en el proceso de


auditoría no deberá revelarse a terceros, ni oralmente ni por
escrito, salvo a los efectos de cumplir las responsabilidades
legales, como parte de los procedimientos normales de ésta, o de
conformidad con las leyes pertinentes.

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