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culturales.
Discurso y texto.
El texto, entendido como todo aquello que producimos y que puede ser leído por otros,
nos conduce a comprenderlo como una materialidad de la realidad cotidiana que al
cruzarse por nuestro camino hace mella en nuestro pensamiento involucrándonos de
algún modo. Se discursa con palabras, con acciones sociales así como con la producción
y circulación de objetos construidos por sujetos y grupos que además de cumplir
funciones prácticas resultan siendo expresiones que emergen en el marco de una
estructura cultural e histórica, por tanto cargados de significados.
Discurso y contexto.
Continuando en la idea de que un texto es todo aquello que puede ser leído en el
lenguaje y más allá de él, se propone entender el contexto como todo aquello que esta
alrededor del objeto cultural. Lo que se expresa no se agota en el objeto en sí, ni en el
lenguaje ni en la acción o producto particular, puesto que en cada momento estamos en
el marco de situaciones discursivas que implican procesos de producción – circulación –
consumo, en los cuales intervienen actores sociales diversos con capacidades e intereses
propios que cumplen roles diferenciados en contextos culturales, sociales y políticos.
Una concepción amplia del discurso sin limite en el lenguaje otorga validez
social y académica al conjunto de praxis sociales cotidianas, que para Haidar (1998:
117-164) se traducen en materialidades discursivas las cuales abarcan múltiples
dimensiones de la vida social entre las que están: la lingüística, la comunicación
pragmática, la ideología, el poder, la cultura, la historia, lo social, el conocimiento, el
simulacro, la psicología, el psicoanálisis, lo estético - retórico, y lo lógico-filosófico.
Para esta autora los discursos se constituyen en prácticas sociales donde se ponen en
juego ideologías e imaginarios de sujetos y agrupaciones sociales que se relacionan
inter-discursivamente tanto en dinámicas temporales del devenir social como en
situaciones de coyuntura, por esto en los grupos sociales se expresan tantos discursos
como personas existen en ellos. Desde su perspectiva diferencia las prácticas discursivas
de otras prácticas sociales en tanto: (a) son socio-culturales e históricas, (b) producen y
reproducen la vida social, (c) pueden darse desde la hegemonía o desde la resistencia.
Haidar (1998) aborda el discurso como praxis social, como práctica semiótico-
discursiva caracterizada por ser: (a) histórica, (b) productora y reproductora de la vida
social, de su hegemonía o resistencia, (c) en sí misma una práctica sociocultural, y (d)
performativas al tener la capacidad de producir prácticas sociales particulares. Esta
autora plantea diferencias entre prácticas sociales y prácticas discursivas en las
contradicciones que pueden existir entre ellas, manifiesta que éstas últimas pueden caer
en problemas de persuasión que poco guardan relación con las primeras, de ahí el
problema entre discurso y realidad.
Vemos que el discurso no se limita ni a la expresión ni a la lengua en sí, sino que
es un proceso de producción-comprensión que, para Prieto, tiene su punto de encuentro
en la vida cotidiana, en las relaciones sociales, donde se hace un uso preciso de ellos
con formas propias de expresión y comunicación “en un contexto de sentido, de
sobreentendidos, de lo dado por sabido, para reafirmarse ante alguien, para deslumbrar,
para entretener, para ocultar”. Los discursos según este autor tienen una “presencia
social previa” en los individuos y las colectividades, los cuales se reflejan al tratan
determinados temas de cierta manera de acuerdo al conocimiento y la capacidad de
comprensión que se tenga de ellos en diferentes ámbitos, algunos de ellos son: ciencia y
tecnología, estético, religioso, retórico, educativo, cotidiano. (1999:31-37)
Algunas problemáticas del análisis del discurso que tienen que ver con el lugar
del lenguaje y del contexto ya se han mencionado, sin embargo se profundizará en otros
aspectos con apoyo en el trabajo crítico de Haidar (1998). Esta autora propone analizar
las condiciones de posibilidad de emergencia de los discursos en sociedades que
cultural y políticamente son controlados y limitados, por ejemplo cuando los sujetos
excluyen referencias a temas tabú como la sexualidad o la religión, como en contextos
políticos en que operan controles sociales de corte dictatorial en los cuales se considera
prohibido hablar de gobernantes y sus modos de construcción social coaccionando la
voluntad de saber y hacer sobre la realidad social.
En relación con lo anterior Haidar (1998) indica que estas problemáticas se dan
porque los discursos los procesan sujetos con subjetividades condicionadas, en su ser
ontológico, epistemológico, psicológico, social, ideológico, histórico, cultural, y
discursivo en sí mismo. Si bien el sujeto de las prácticas discursivas tiene niveles de
autonomía, esta no es total ni por siempre dado que su pensamiento y praxis social es
influida por relaciones intersubjetivas que tienen de base su lugar social, político y
económico, por esto considera la autora invita a considerar analíticamente las relaciones
colectivo/individual y sociocultural/psicológico.
En cuanto a los objetos culturales y sus posibilidades de análisis semiótico de lo
social, es importante valorar que su producción y lectura está condicionada por el grado
de conocimiento que tienen los actores sociales respecto a lo que los antecede, sea desde
su materialidad física como proceso fáctico o desde las huellas y marcas simbólicas que
dejan sus creadores. De igual modo las condiciones de emergencia del producto cultural
en muchas ocasiones no es dado por voluntad individual sino por condicionamientos de
la estructura económica subyacente. El producto de una fábrica más una enunciación de
los propietarios hacia el mercado que de los operarios enajenados, mientras que en el
trabajo de un artesano hay más posibilidades de expresión original. No es lo mismo
producir para satisfacción propia como lo hace el jazz, que para solventar necesidades
de amplios mercados como lo hace la mayoría de los otros géneros musicales. Dicho
esto, entendemos que el objeto cultural como todas las otras materialidades significantes
son posibles de ser leídas y que su análisis requiere implicar el contexto social,
histórico, económico, como las condiciones de emergencia – control – adecuación de lo
contenido en él.
Referencias: