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Discurso: realidades leídas desde el lenguaje, la acción social y los objetos

culturales.

Por: Jorge H. López Rojas


Bogotá, enero de 2017

Lenguaje y expresión social.

El término discurso es generalmente conocido por los actores sociales


interesados en reflexionar sobre su lugar y rol en su mundo. Con frecuencia se relaciona
con expresiones orales emitidas, especialmente por personajes con niveles de
reconocimiento político y massmediático, por tanto se les considera dignos de atención
dada la importancia que les ha permitido alcanzar estatus de validez en el ámbito
institucional hegemónico del statu quo. Esta concepción del discurso como su validez
en términos de conocimiento social serán puestos en cuestión en este trabajo, en
aproximación no limitada a una definición propiamente dicha sino en búsqueda de una
más amplia comprensión conceptual que posibilite incluir en análisis sociales diferentes
voces y acciones de sujetos que hacen parte de construcciones complejas y
contextualizadas, de múltiples significaciones sobre realidades sociales en las que se
hallan inmersos.

Es comprensible que el discurso se relacione directamente con el lenguaje en sus


aspectos orales y escritos, pues en gran medida la construcción de esos sistemas de-
codificadores se han constituido en la herramienta más consciente de comunicación
entre integrantes de la especie humana, no a nivel generalizado ni universalista sino al
interior de conformaciones societales cuya cercanía espacial y permanencia a través de
grandes periodos históricos ha logrado construir la complejidad idiomática sobre cuya
base se han logrado consolidar culturas, pueblos, civilizaciones y naciones. Cuando nos
enfrentamos a interacciones con portadores de lenguajes o dialectos que desconocemos
encontramos problemas de comunicación dada la incomprensión generada en la barrera
idiomática entre grupos sociales que usan diferentes códigos, no obstante es posible
lograr niveles de comprensión con apoyo de recursos paralingüísticos como la
gestualidad y la kinésia, como también de los objetos culturales configuradores de
semiósis sociales.

El ámbito de las ciencias sociales no escapa al problema de la asociación casi


exclusiva del discurso con el lenguaje, de hecho la lingüística es la disciplina que más
se ha dedicado a su estudio. Así lo reconoce Schiffrin (2011) quien identifica dos
paradigmas analíticos: el estructural – formalista que plantea que los discursos se
expresan e interpretan de acuerdo a normas gramaticales basadas en la estructura del
canon oracional y codificado como parte de un universo lingüístico autónomo e
independiente de las dinámicas sociales subyacentes, mientras que el funcionalista
comprende el discurso como un fenómeno social que, con apoyo en el lenguaje, cobra
sentido y significación de manera pragmática en cuanto función social, en este sentido
las expresiones e interpretaciones están enmarcadas inherentemente en contextos
culturales y situacionales que no necesariamente se ajustan a cánones gramaticales
instituidos. Estos enfoques analíticos de corte estrictamente lingüístico resultan
insuficientes para dar cuenta de una realidad compleja en la medida en que se desconoce
el hecho de que todos los actores sociales expresan discursos, independientemente de
sus niveles de manejo de estructuras lingüísticas y gramaticales normativas. En tanto se
vive como sujeto y se interactúa con el grupo social próximo se reflexiona sobre las
condiciones de existencia desde el sentir y pensar cotidiano configurando lecturas
particulares respecto de lo social, y al llegar al momento expresivo los interlocutores
reconocen lo enunciado como lenguaje, con diferentes valores comprensivos validados
significativamente en los procesos de socialización cotidiana. Expresarse con
imprecisiones lingüísticas no impide la comprensión de expresiones de actores sociales
cuyos usos del lenguaje no se circunscriben a lo mandado por la institucionalidad del
lenguaje, de hecho el sistema educativo en cuya esfera se encuentra esta
responsabilidad, no logra sus objetivos en muchos países con toda la población dadas
las inequidades de clase social o capacidad económica, sin mencionar las
particularidades culturales de etnias ancestrales que han sido incorporadas
violentamente a las estructuras estatales derivadas de la modernidad.

Al concebir que el discurso no se invalida por la incorrección gramatical de sus


enunciadores se da lugar e importancia a las expresiones de actores sociales que tienen
que decir a su propio modo, con sus palabras y sus correspondientes interpretaciones
respecto de su lectura de la realidad social en la que están inmersos cultural y
contextualmente.

Discurso y texto.

Aproximaciones a una concepción amplia del discurso nos mantiene en el


problema del acto y el proceso expresivo - comprensivo de ideas y significaciones, en la
posibilidad de manifestar temas de maneras múltiples hacia la colectividad social con la
intención de ser leído y comprendido, a través de diferentes tipos de textos, no
necesariamente lingüísticos. Generalmente el texto se ha asociado con la escritura, a la
evidencia fáctica codificada gráficamente y puesta sobre un soporte material con el
propósito de que la información contenida sea leído por quien acceda a ella. Gran parte
de las culturas que hemos construido como grupos humanos y civilizaciones ha
elaborado estructuras de lenguaje en formas materiales en las que se encuentra la
expresión codificada del alfabeto, constituyendo una herramienta de intercambio de
información sobre la cual han evolucionado las sociedades en la complejidad que hoy
conocemos y que se mantienen cambiantes cada vez a mayor velocidad. Del mismo
modo la construcción cultural también ha posibilitado interacciones sociales que han
operado comunicacionalmente a través de expresiones y simbolismos, incluso anteriores
a la escritura. Importante también recordar que han existido grupos sociales sin
escritura.

El texto, entendido como todo aquello que producimos y que puede ser leído por otros,
nos conduce a comprenderlo como una materialidad de la realidad cotidiana que al
cruzarse por nuestro camino hace mella en nuestro pensamiento involucrándonos de
algún modo. Se discursa con palabras, con acciones sociales así como con la producción
y circulación de objetos construidos por sujetos y grupos que además de cumplir
funciones prácticas resultan siendo expresiones que emergen en el marco de una
estructura cultural e histórica, por tanto cargados de significados.

En esta perspectiva, Verón (1993:17) concibe los discursos como textos


compuestos de “materias significantes” que hacen presencia en la sociedad, y cuya
lectura implica transponer lo sintáctico, lo semántico y lo pragmático, para encontrar
huellas y marcas que los sujetos y su cultura han dejado en ellos. En su Teoría de la
Discursividad plantea que la realidad puede ser comprendida y estudiada como una
Semiósis Social, como una red de relaciones conformada por “fenómenos del sentido”
que atraviesan productos que, en tanto materialidades significantes, develan los
procesos sociales que les dieron origen constituyendo elementos de construcción de
significados. Así, cada elemento analizado, se entiende como un fragmento material de
una realidad social que hace parte de un conjunto de significación comprendida desde
subjetidades individuales y/o colectivas, enmarcadas en condiciones sociales de
producción. Analizar el discurso es extraer el sentido en las huellas y marcas que
anteceden al objeto cultural.

Discurso y contexto.

Continuando en la idea de que un texto es todo aquello que puede ser leído en el
lenguaje y más allá de él, se propone entender el contexto como todo aquello que esta
alrededor del objeto cultural. Lo que se expresa no se agota en el objeto en sí, ni en el
lenguaje ni en la acción o producto particular, puesto que en cada momento estamos en
el marco de situaciones discursivas que implican procesos de producción – circulación –
consumo, en los cuales intervienen actores sociales diversos con capacidades e intereses
propios que cumplen roles diferenciados en contextos culturales, sociales y políticos.

Un objeto cultural o situación social expresado y leído como discurso no se da


en sí mismo ni de manera cerrada y definitiva, puesto que obedece a modelos mentales
que se han construido históricamente constituyendo subjetividades sociales
(individuales y/o colectivas), duraderas -mas no permanentes-, de este modo las
relevancias de producción y lectura que se otorgan en la construcción del sentido de la
acción social es particular. En esta perspectiva Van Dijk (2001:323) considera que la
relevancia social del discurso no es homogénea y varía de acuerdo a quien expresa el
discurso o su receptor, dando a pensar que es posible que integrantes de un mismo
grupo y/o problema social expresen de diferentes modos su lectura social dada su
ideología o las características de su cognición. Se procesa y se comprende el discurso de
acuerdo a la visión que se tiene del mundo y desde el conocimiento propio que se tiene
sobre el problema social analizado, en este sentido se encontrarán lecturas,
comprensiones y producciones con diferentes grados de similitud y contradicción, entre
actores sociales “interactivos” aliados y oponentes que hacen parte de una realidad
contextual.

Discurso en la semiósis social.

Venimos relacionando lenguaje, producción social y contexto como generadores y


analizadores de la realidad desde sus múltiples discursos. Ahora es necesario abordar la
idea del objeto cultural como materialidad discursiva que da significación a la realidad
social. En términos prácticos es relativamente sencillo hallar la materialidad del
lenguaje en sus componentes verbales, incluso en las in-correcciones gramaticales,
gracias al trabajo realizado desde la disciplina lingüística. Aunque puede resultar un
poco más complejo la concepción de discurso más allá de la lengua para incorporar las
materialidades discursivas en el análisis social, la semiótica ha realizado aportes
notables en este campo en la deconstrucción de los objetos socioculturales cargados de
procesos de significación en ciclos de producción, circulación y consumo.

Para desarrollar esta idea seguimos con Verón (1993:124) y su planteamiento de


la semiósis social la cual concibe como la “dimensión significante de los fenómenos
sociales” los cuales se constituyen en procesos de producción de sentido. Sus premisas
básicas plantean una doble hipótesis: toda producción de sentidos es necesariamente un
proceso de producción social al que le subyacen condiciones concretas, particulares y
contextualizadas; al mismo tiempo, todo fenómeno social es un proceso de producción
de sentido. Lo que se analiza como discurso en sí es el sentido producido por la acción
social a través de una red semiótica que opera sobre fragmentos de la realidad social, sin
desconocer sus interconexiones, en palabras de Verón: “analizando productos,
apuntamos a procesos”.

Los elementos de la realidad analizados se tratan como “conjuntos significantes” o


“paquetes textuales” que funcionan a través de “operaciones discursivas” las cuales se
generan a través de ciertos ordenes socioculturales y contextuales que para Verón
(Verón, 1993) pueden leerse como “gramáticas”. El estudio del discurso entonces
implica observar su funcionamiento en dos dimensiones las gramáticas de producción y
reconocimiento, las cuales no necesariamente coinciden dada la intervención propia e
interesada del sujeto y/o grupo social que intervienen en él proceso, en tanto sistema
productivo de circulación significante.
Entonces, los productos culturales son resultado del trabajo realizado por seres
humanos sobre materiales que van modificándose con herramientas y tecnología los
cuales guardan relación con las características del territorio, del momento histórico, de
la organización social y sus estructuras simbólicas, en tal sentido son portadores de
información que puede ser analizada en procesos de deconstrucción semiótica.

Praxis social, realidad y discurso.

Una concepción amplia del discurso sin limite en el lenguaje otorga validez
social y académica al conjunto de praxis sociales cotidianas, que para Haidar (1998:
117-164) se traducen en materialidades discursivas las cuales abarcan múltiples
dimensiones de la vida social entre las que están: la lingüística, la comunicación
pragmática, la ideología, el poder, la cultura, la historia, lo social, el conocimiento, el
simulacro, la psicología, el psicoanálisis, lo estético - retórico, y lo lógico-filosófico.
Para esta autora los discursos se constituyen en prácticas sociales donde se ponen en
juego ideologías e imaginarios de sujetos y agrupaciones sociales que se relacionan
inter-discursivamente tanto en dinámicas temporales del devenir social como en
situaciones de coyuntura, por esto en los grupos sociales se expresan tantos discursos
como personas existen en ellos. Desde su perspectiva diferencia las prácticas discursivas
de otras prácticas sociales en tanto: (a) son socio-culturales e históricas, (b) producen y
reproducen la vida social, (c) pueden darse desde la hegemonía o desde la resistencia.

Haidar (1998) aborda el discurso como praxis social, como práctica semiótico-
discursiva caracterizada por ser: (a) histórica, (b) productora y reproductora de la vida
social, de su hegemonía o resistencia, (c) en sí misma una práctica sociocultural, y (d)
performativas al tener la capacidad de producir prácticas sociales particulares. Esta
autora plantea diferencias entre prácticas sociales y prácticas discursivas en las
contradicciones que pueden existir entre ellas, manifiesta que éstas últimas pueden caer
en problemas de persuasión que poco guardan relación con las primeras, de ahí el
problema entre discurso y realidad.
Vemos que el discurso no se limita ni a la expresión ni a la lengua en sí, sino que
es un proceso de producción-comprensión que, para Prieto, tiene su punto de encuentro
en la vida cotidiana, en las relaciones sociales, donde se hace un uso preciso de ellos
con formas propias de expresión y comunicación “en un contexto de sentido, de
sobreentendidos, de lo dado por sabido, para reafirmarse ante alguien, para deslumbrar,
para entretener, para ocultar”. Los discursos según este autor tienen una “presencia
social previa” en los individuos y las colectividades, los cuales se reflejan al tratan
determinados temas de cierta manera de acuerdo al conocimiento y la capacidad de
comprensión que se tenga de ellos en diferentes ámbitos, algunos de ellos son: ciencia y
tecnología, estético, religioso, retórico, educativo, cotidiano. (1999:31-37)

Este autor aporta elementos para distinguir algunos ámbitos discursivos: a) el


estético se manifiesta culturalmente y de manera plural y diversa, aun en las expresiones
más simples y sencillas, de manera particular donde los participantes han establecido
formal e históricamente ciertas reglas, personajes, narraciones, temas evidentes y otras
ocultas; b) el retórico tiene particularidades estilísticas y calculados recursos expresivos
(palabras, tonalidades, gestualidad, corporalidad) con propósitos de persuasión un
público y en función de efectos esperados. “se ocupa de conmover a los perceptores, de
mover sus ánimos para forzarlos a aceptar determinado argumento o a adoptar cierta
conducta”; c) el educativo se enuncia con propósitos loables de formación de
ciudadanos útiles y capaces de afrontar su propio desarrollo; (d) el cotidiano que se da
en la inmediatez de las interacciones de personas que “ya son”, con creencias,
percepciones, estereotipos, posesiones, relaciones, esperanzas y fracasos, rutinas y
pasados. (Prieto, 1999:37)

Algunas atenciones al análisis del discurso

Algunas problemáticas del análisis del discurso que tienen que ver con el lugar
del lenguaje y del contexto ya se han mencionado, sin embargo se profundizará en otros
aspectos con apoyo en el trabajo crítico de Haidar (1998). Esta autora propone analizar
las condiciones de posibilidad de emergencia de los discursos en sociedades que
cultural y políticamente son controlados y limitados, por ejemplo cuando los sujetos
excluyen referencias a temas tabú como la sexualidad o la religión, como en contextos
políticos en que operan controles sociales de corte dictatorial en los cuales se considera
prohibido hablar de gobernantes y sus modos de construcción social coaccionando la
voluntad de saber y hacer sobre la realidad social.

Los sujetos también controlan sus discursos aleatoriamente, clasifican


comentarios para mantenerlos en el escenario expresivo o hacerlos desaparecer,
seleccionan también discursos según sus autores privilegiando versiones de referentes
positivos las que se asemejan a su ideología sobre enunciaciones opuestas o que
invalidan porque su origen es anónimo o ajeno.

Es importante considerar procedimientos de control y condiciones de


emergencia de los discursos al momento de seleccionar las fuentes. Es muy importante,
reconocer los niveles autoridad en el marco de la estructura social, no obstante hay que
analizar la instituciones establecen estructuras discursivas soportadas en sus ideologías
validadoras de su acción social y que guardan poca criticidad. Además de estas existen
lecturas de lo social críticas que ofrecen miradas distintas de la realidad social. Otro
aspecto a tener en cuenta es que muchos actores sociales no sostienen siempre su
discurso sino que lo adecúan de acuerdo al espacio de socialización o al momento
coyuntural e histórico en que se pronuncian, se modifica la relevancia social sobre
diferentes temas. Para poner ejemplos bastante conocidos, muchos integrantes de la
sociedad alemana han cambiado su forma de pensar sobre el nacismo, o en el presente
es válido hablar de interrupción voluntaria del embarazo en escenarios políticos, no en
los religiosos.

En relación con lo anterior Haidar (1998) indica que estas problemáticas se dan
porque los discursos los procesan sujetos con subjetividades condicionadas, en su ser
ontológico, epistemológico, psicológico, social, ideológico, histórico, cultural, y
discursivo en sí mismo. Si bien el sujeto de las prácticas discursivas tiene niveles de
autonomía, esta no es total ni por siempre dado que su pensamiento y praxis social es
influida por relaciones intersubjetivas que tienen de base su lugar social, político y
económico, por esto considera la autora invita a considerar analíticamente las relaciones
colectivo/individual y sociocultural/psicológico.
En cuanto a los objetos culturales y sus posibilidades de análisis semiótico de lo
social, es importante valorar que su producción y lectura está condicionada por el grado
de conocimiento que tienen los actores sociales respecto a lo que los antecede, sea desde
su materialidad física como proceso fáctico o desde las huellas y marcas simbólicas que
dejan sus creadores. De igual modo las condiciones de emergencia del producto cultural
en muchas ocasiones no es dado por voluntad individual sino por condicionamientos de
la estructura económica subyacente. El producto de una fábrica más una enunciación de
los propietarios hacia el mercado que de los operarios enajenados, mientras que en el
trabajo de un artesano hay más posibilidades de expresión original. No es lo mismo
producir para satisfacción propia como lo hace el jazz, que para solventar necesidades
de amplios mercados como lo hace la mayoría de los otros géneros musicales. Dicho
esto, entendemos que el objeto cultural como todas las otras materialidades significantes
son posibles de ser leídas y que su análisis requiere implicar el contexto social,
histórico, económico, como las condiciones de emergencia – control – adecuación de lo
contenido en él.

Referencias:

Haidar, Julieta (1998) “Análisis del discurso”, Técnicas de investigación en sociedad,


cultura y comunicación. comp. Jesús Galindo, Pearson, México D.F. pp.117-
164.
Prieto Castillo, Daniel. (1999) El juego del discurso: manual de análisis de estrategias
discursivas, Buenos Aires, Lumen – Hvmanitas.
Schiffrin, Deborah. (2011) “Definiciones de discurso”, CPU-e, Revista de Investigación
Educativa, trad. Minerva Oropeza Escobar, Xalapa, 13.
Van Dijk, T. (1980). Texto y contexto: Semántica y pragmática del discurso. Ed.
Cátedra. Madrid, España.
Verón, E. (1993). La semiosis social: fragmentos de una teoría de la discursividad.
Gedisa. Barcelona, España.

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